jueves, 30 de julio de 2015

Domingo por la Santísima Trinidad. 02/08/2015. Excepto causa grave, no asistir a Misa dominical es pecado GRAVE (CIC 2042, 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). Precepto: Misa ENTERA. Víspera del Domingo comienza el Sábado después 1

JA

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 24, 35

Gloria a Ti, Señor.

En aquel tiempo, cuando la gente vio que en aquella parte del lago no estaban Jesús ni sus discípulos, se embarcaron y fueron a Cafarnaúm para buscar a Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
"Maestro, ¿cuándo llegaste acá?"
Jesús les contestó:
"Yo les aseguro que ustedes no me andan buscando por haber visto señales milagrosas, sino por haber comido de aquellos panes hasta saciarse. No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna y que les dará el Hijo del hombre;
porque a Éste, el Padre Dios lo ha marcado con su sello".
Ellos le dijeron:
"¿Qué necesitamos para llevar a cabo las obras de Dios?" Respondió Jesús;
"La obra de Dios consiste en que crean en aquel a quien Él ha enviado. Entonces la gente le preguntó a Jesús:
"¿Qué señal vas a realizar Tú, para que la veamos y podamos creerte? ¿Cuáles son tus obras?
Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito:
Les dio a comer pan del cielo".
Jesús les respondió: "Yo les aseguro: No fue Moisés quien les dio pan del cielo; es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que baja del cielo y da la vida al mundo".
Entonces le dijeron;
"Señor, danos siempre de ese pan". Jesús les contestó:
"Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre y el que cree en mí nunca tendrá sed".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.

El Misterio de la Misa en 2 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu

El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

"El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?

Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).

Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?

Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html

Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).

 

 

Misal

 

18o. Dom Ord Ciclo B

Antífona de Entrada

Dios mío, ven en mi ayuda; Señor, date prisa en socorrerme. Tú eres mi auxilio y mi salvación; Señor, no tardes.

 

Se dice "Gloria".

Oración Colecta

Oremos:
Señor, Tú que eres nuestro creador y quien amorosamente, dispone toda nuestra vida, renuévanos conforme a la imagen de tu Hijo, transforma toda nuestra vida en una continua ofrenda.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

Voy a hacer que llueva pan del cielo

Lectura del libro del Éxodo 16, 2-4. 12-15

En aquellos días, toda la comunidad de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto, diciendo:
"Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos. Ustedes nos han traído a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud".
Entonces dijo el Señor a Moisés: "Voy a hacer que llueva pan del cielo. Que el pueblo salga a recoger cada día lo que necesita, pues quiero probar si guarda mi ley o no. He oído las murmuraciones de los hijos de Israel. Diles de parte mía:
'Por la tarde comerán carne y por la mañana se hartarán de pan, para que sepan que yo soy el Señor, su Dios' ".
Aquella misma tarde, una bandada de codornices cubrió el campamento. A la mañana siguiente había en torno a él una capa de rocío que, al evaporarse, dejó el suelo cubierto con una especie de polvo blanco semejante a la escarcha.
Al ver eso, los israelitas se dijeron unos a otros: "¿Qué es esto? Pues no sabían lo que era.
Moisés les dijo: "Este es el pan que el Señor les da por alimento".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Del Salmo 77

No olvidemos las hazañas del Señor.

Cuanto hemos escuchado y conocemos del poder del Señor y de su gloria cuanto nos han amarrado nuestro padres, nuestros hijos lo oirán de nuestra boca.
No olvidemos las hazañas del Señor.

Que ellos también lo cuenten a sus hijos para que en Dios coloquen su esperanza, cumplan los mandamientos del Señor y no echen al olvido sus hazañas.
No olvidemos las hazañas del Señor.

Que no vayan a ser, como su padres, generación rebelde y obstinada, inconstante de corazón e infiel a Dios, de alma.
No olvidemos las hazañas del Señor.

Segunda Lectura

Revístanse del nuevo yo, creado a imagen de Dios

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los efesios 4, 17. 20-24

Hermanos: Declaro y doy testimonio en el Señor, de que no deben ustedes vivir como los paganos, que proceden conforme a lo vano de sus criterios. Esto no es lo que ustedes han aprendido de Cristo; han oído hablar de Él y en Él han sido adoctrinados, conforme a la verdad de Jesús. Él les ha enseñado a abandonar su antiguo modo de vivir, ese viejo yo, corrompido por deseos de placer. Dejen que el Espíritu renueve su mente y revístanse del nuevo yo, creado a imagen de Dios, en la justicia y en la santidad de la verdad.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Aleluya.

Evangelio

El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed

† Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 24, 35

Gloria a Ti, Señor.

En aquel tiempo, cuando la gente vio que en aquella parte del lago no estaban Jesús ni sus discípulos, se embarcaron y fueron a Cafarnaúm para buscar a Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
"Maestro, ¿cuándo llegaste acá?"
Jesús les contestó:
"Yo les aseguro que ustedes no me andan buscando por haber visto señales milagrosas, sino por haber comido de aquellos panes hasta saciarse. No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna y que les dará el Hijo del hombre;
porque a Éste, el Padre Dios lo ha marcado con su sello".
Ellos le dijeron:
"¿Qué necesitamos para llevar a cabo las obras de Dios?" Respondió Jesús;
"La obra de Dios consiste en que crean en aquel a quien Él ha enviado. Entonces la gente le preguntó a Jesús:
"¿Qué señal vas a realizar Tú, para que la veamos y podamos creerte? ¿Cuáles son tus obras?
Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito:
Les dio a comer pan del cielo".
Jesús les respondió: "Yo les aseguro: No fue Moisés quien les dio pan del cielo; es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que baja del cielo y da la vida al mundo".
Entonces le dijeron;
"Señor, danos siempre de ese pan". Jesús les contestó:
"Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre y el que cree en mí nunca tendrá sed".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Se dice "Credo".

Oración de los Fieles

Invoquemos, hermanos, a Dios Padre, pidámosle que escuche nuestras oraciones y roguémosle con fe que venga en auxilio de nuestras necesidades. Respondemos: Escúchanos, Padre.

Oremos por el Papa, por nuestro obispo, por todos los obispos y sacerdotes, para que el Señor los haga santos y les conceda el espíritu de sabiduría a fin de que proclamen con rectitud la verdadera palabra. Oremos:
Escúchanos, Padre.

Oremos por los que están lejos de sus hogares, por los viajeros, por los que se encuentran en peligro, para que el Señor les conceda un ángel que los proteja y los aleje de todo mal. Oremos:
Escúchanos, Padre.

Oremos por los hombres de todos los pueblos y de todas las religiones, para que el Señor les revele su bondad y dirija su camino hacia el conocimiento de la verdad plena. Oremos:
Escúchanos, Padre.

Oremos por nuestros hermanos que han muerto en el Señor; que Dios perdone sus pecados, acoja sus almas junto a Él y los conduzca al lugar del descanso, de la luz y de la paz. Oremos:
Escúchanos, Padre.

Celebrante:
Oremos: Dios nuestro, que has confiado al hombre las riquezas inmensas de la creación, escucha las oraciones de tu Iglesia y no permitas que falte a ninguno de tus hijos el pan de cada día, y suscita en nosotros el deseo de tu palabra, para que podamos saciar aquella hambre de verdad que Tú mismo, infundes en nuestros corazones.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Oración sobre las Ofrendas

Santifica, Señor, estos dones, y por medio del sacrifico de tu Hijo, transforma toda nuestra vida en una continua ofrenda.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

El misterio pascual y el pueblo de Dios

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, nuestro Señor.
Quien, por su misterio pascual, realizó la obra maravillosa de llamarnos del pecado y de la muerte al honor de ser estirpe elegida, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo de su propiedad, para que, trasladados de las tinieblas a tu luz admirable proclamemos ante el mundo tus maravillas. Por eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Antífona de la Comunión

Yo soy el pan de vida, dice el Señor; el que venga a mí, no tendrá hambre; y el que crea en mí, no tendrá sed.

 

Oración después de la comunión

Protege, Señor, continuamente a quienes renuevas y fortaleces con esta Eucaristía y hazlos dignos de alcanzar la salvación eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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Dia 2/08 San Eusebio de Vercelli (obispo)

Antífona de Entrada

Yo me suscitaré un sacerdote fiel que obre según mi corazón y mis deseos, dice el Señor.

 

Oración Colecta

Oremos:
Señor, tú que has querido contar en el número de los santos pastores a tu siervo san Eusebio y lo has hecho brillar por el fuego de la caridad y el poder de una fe que vence al mundo; haz que, por su intercesión, perseveremos en la fe y en el amor y merezcamos sí participar de la gloria con que le coronaste.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

La victoria que derrotó al mundo es precisamente nuestra fe

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan
5,1-5

Queridos hermanos: Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama a Aquél que da el ser, ama también al que ha nacido de él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Y ésta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe; porque ¿quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 88

Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.

Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor, y daré a conocer que su fidelidad es eterna, pues el Señor ha dicho: "Mi amor es para siempre, y mi lealtad, más firme que los cielos".
Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.

Señor, feliz el pueblo que te alaba y que a tu luz camina, que en tu nombre se alegra a todas horas y al que llena de orgullo tu justicia.
Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.

Feliz, porque eres tú su honor y fuerza y exalta tu favor nuestro poder. Feliz, porque el Señor es nuestro escudo y el Santo de Israel es nuestro rey.
Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Aleluya.

Evangelio

Estén alegres y contentos, porque su recompensa será grande en el cielo

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo
5, 1-12a.

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar enseñándolos:
"Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los hijos de Dios".
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos ustedes cuando los insulten, y los persigan, y los calumnien de cualquier modo por mi causa. Estén alegres y contentos, porque su recompensa será grande en el cielo".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración sobre las Ofrendas

Recibe, Señor, las ofrendas que tu pueblo te presenta en la fiesta de san Eusebio; que ellas nos merezcan, como lo esperamos, el auxilio de tu misericordia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

Acción de los santos en la Iglesia

En verdad es justo y necesario, nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque con la vida de tus santos, enriqueces a tu Iglesia con formas siempre nuevas de admirable santidad, y nos das pruebas indudables de tu amor por nosotros; y también, porque su ejemplo nos impulsa y su intercesión nos ayuda a colaborar en el misterio de la salvación.
Por eso,
ahora nosotros, llenos de alegría, te aclamamos con los ángeles y santos diciendo:

Antífona de la Comunión

Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante, dice el Señor.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Señor, Dios nuestro, que estos sacramentos encienden en nosotros el fuego de amor que abrasó el corazón de san Eusebio y le impulsó a entregarse sin reserva al servicio de la Iglesia.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén

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Meditación diaria

DÉCIMO OCTAVO DOMINGO CICLO B

47. EL ALIMENTO DE LA NUEVA VIDA

- El maná, símbolo y figura de la Sagrada Eucaristía, verdadero alimento del alma.

- El pan de vida.

- En cada Comunión se nos da el mismo Cristo. Su presencia en el alma.

I. Dice el Señor: Yo soy el Pan de Vida. El que viene a Mí no pasará hambre. Y el que cree en Mí nunca pasará sed (1).

Después del milagro de la multiplicación de los panes y de los peces, la multitud, entusiasmada, busca de nuevo a Jesús. Cuando vieron que no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún. Allí, en la sinagoga -nos indica San Juan en el Evangelio de la Misa (2)-, tendrá lugar la revelación de la Sagrada Eucaristía.

Jesús, con el milagro de la multiplicación de los panes el día anterior, había despertado unas esperanzas hondamente arraigadas en el pueblo. Millares de gentes se desplazaron de sus casas para verle y oírle, y su entusiasmo les llevó a querer hacerlo rey. Pero el Señor se apartó de ellos. Cuando de nuevo le encontraron, les dijo Jesús: En verdad, en verdad os digo que vosotros me buscáis no por haber visto milagros, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado. "Me buscáis -comenta San Agustín- por motivos de la carne, no del espíritu. ¡Cuántos hay que buscan a Jesús, guiados sólo por intereses materiales! (...). Apenas se busca a Jesús por Jesús" (3). Nosotros queremos buscarle por Él mismo.

Este apego exclusivamente material, interesado, no es lo que Él espera de los hombres. Y con una valentía admirable, con un amor sin límites, les expone el don inefable de la Sagrada Eucaristía, donde se nos da como alimento. No importa que muchos de los que le han seguido con fervor le abandonen al terminar esta revelación. Jesús comienza insinuando el misterio eucarístico: Obrad no por el alimento que perece sino por el que perdura hasta la vida eterna, el que os dará el Hijo del Hombre... Ellos le preguntaron: ¿Qué haremos para realizar las obras de Dios? Jesús les respondió: Ésta es la obra de Dios, que creáis en quien Él ha enviado.

Y, a pesar de que muchos de los presentes vieron con sus ojos el prodigio del día anterior, le dijeron: ¿Pues qué milagro haces tú, para que lo veamos y te creamos? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del Cielo.

La Primera lectura de la Misa (4) nos relata cómo, efectivamente, Yahvé mostró su Providencia sobre aquellos israelitas en el desierto, haciendo caer diariamente del cielo el maná que los alimentaba. Este pan es símbolo y figura de la Sagrada Eucaristía, que el Señor anunció por vez primera en esta pequeña ciudad junto al lago de Genesaret. Jesucristo es el verdadero alimento que nos transforma y nos da fuerzas para llevar a cabo nuestra vocación cristiana. "Sólo mediante la Eucaristía es posible vivir las virtudes heroicas del cristianismo: la caridad hasta el perdón de los enemigos, hasta el amor a quien nos hace sufrir, hasta el don de la propia vida por el prójimo; la castidad en cualquier edad y situación de la vida; la paciencia, especialmente en el dolor y cuando se está desconcertado por el silencio de Dios en los dramas de la historia o de la misma existencia propia. Por esto -exhortaba con fuerza el Papa Juan Pablo II-, sed siempre almas eucarísticas para poder ser cristianos auténticos" (5).

Con palabras del poeta italiano, pedimos al Señor: "Danos hoy el maná de cada día, // sin el cual por este áspero sendero // va hacia atrás quien más en caminar se afana" (6). Verdaderamente, la vida sin Cristo se convierte en un áspero desierto en el que cada vez se está más lejos de la meta.

II. Cuando los judíos dicen a Jesús que Moisés les dio pan del Cielo, Jesús les contesta que no fue Moisés, sino su Padre Celestial es quien les da el verdadero pan del Cielo. Pues el pan de Dios es el que ha bajado del Cielo y da la vida al mundo.

"El Señor se presenta de tal forma, que parecía superior a Moisés; jamás tuvo Moisés la audacia de decir que él daba un alimento que no perece, que permanece hasta la vida eterna. Jesús promete mucho más que Moisés. Éste prometía un reino, una tierra con arroyos de leche y miel, una paz temporal, hijos numerosos, la salud corporal y todos los demás bienes temporales (...); llenar su vientre aquí en la tierra, pero de manjares que perecen: Cristo, en cambio, prometía un manjar que, en efecto, no perece sino que permanece eternamente" (7).

Quienes estaban presentes aquella mañana en la sinagoga de Cafarnaún sabían que el maná -el alimento que diariamente recogían los judíos en el desierto- era símbolo de los bienes mesiánicos; por eso piden al Señor que realice un portento semejante. Pero no podían ni siquiera imaginar que el maná era figura del gran don mesiánico de la Sagrada Eucaristía (8).

Jesús les dice que aquel maná no era el pan del Cielo, porque quienes lo comieron murieron, y que su Padre es quien puede darles este otro pan del todo excepcional y maravilloso. Ellos le dijeron: Señor, danos siempre de este pan. Y Jesús les respondió: Yo soy el pan de vida; el que viene a Mí no tendrá hambre, y el que cree en Mí no tendrá nunca sed. El Señor tendrá buen cuidado en dejar bien claro, sin miedo a la confusión y al abandono que habrían de venir, que ese pan es una realidad. Ocho veces repite a continuación el término comer, para que no hubiera error posible. Cristo se hace alimento para que tengamos esa nueva vida, que Él mismo viene a traernos: el pan que Yo os daré es la carne mía. No es un pan de la tierra, es un pan que baja del Cielo y da la vida al mundo. En la Sagrada Eucaristía nos hacemos "concorpóreos y consanguíneos suyos" (9). La Eucaristía es la suprema realización de aquellas palabras de la Escritura: son mis delicias estar con los hijos de los hombres (10). Jesús Sacramentado es verdaderamente el Emmanuel, el Dios con nosotros, que se nos da como alimento para una nueva vida, que se prolonga más allá de nuestro fin terreno.

"El más grande loco que ha habido y habrá es Él. ¿Cabe mayor locura que entregarse como Él se entrega, y a quienes se entrega?

"Porque locura hubiera sido quedarse hecho un Niño indefenso; pero, entonces, aun muchos malvados se enternecerían, sin atreverse a maltratarle. Le pareció poco: quiso anonadarse más y darse más. Y se hizo comida, se hizo Pan.

"-¡Divino Loco! ¿Cómo te tratan los hombres?... ¿Yo mismo?" (11). ¿Cómo me preparo para recibirte? ¿Cómo es mi fe, mi alegría..., mis deseos? Hagamos propósitos pensando en la próxima Comunión que vamos a realizar, quizá dentro de pocos minutos o de pocas horas. No puede ser como las anteriores: ha de estar más llena de amor.

III. Cuando comulgamos, Cristo mismo, todo entero, con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad, se nos da en una unión inefablemente íntima que nos configura con Él de un modo real, mediante la transformación y asimilación de nuestra vida en la suya. Cristo, en la Comunión, no solamente se halla con nosotros, sino en nosotros.

No está Cristo en nosotros como un amigo está en su amigo: mediante una presencia espiritual activada por un recuerdo más o menos constante. Cristo está verdadera, real y sustancialmente presente en nuestra alma después de comulgar. "Yo soy el pan de los fuertes dijo el Señor a San Agustín, y podemos aplicarlo ahora a la Eucaristía-; cree y me comerás. Pero no me cambiarás en tu sustancia propia, como sucede al manjar de que se alimenta tu cuerpo, sino al contrario, tú te mudarás en Mí" (12). ¡Cristo nos da su vida! ¡Nos diviniza! ¡Nos transforma en Él! Vuelca sobre nuestra alma necesitada los infinitos méritos de la Pasión, nos envía nuevas fuerzas y consuelos, y nos introduce en su Corazón amantísimo, para transformarnos según sus sentimientos. De la Eucaristía manan todas las gracias y los frutos de vida eterna -para la humanidad y para cada alma-, porque en este sacramento "se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia" (13). Si consideramos frecuentemente los efectos de este sacramento en el alma que lo recibe dignamente, nos ayudará a sacar mucho más fruto de la Comunión eucarística y de la Comunión espiritual y, por tanto, a dirigirnos más rápidos hacia Dios; a valorar la necesidad de recibir al Señor con mucha frecuencia, y aun diariamente, y a esmerarnos en la preparación y en la acción de gracias. Cada día, nosotros podemos decir a Jesús: Señor, danos siempre de ese pan.

El alma es elevada al plano sobrenatural; las virtudes de Jesús vivifican el alma, y queda ésta como incorporada a Él, como miembro de su Cuerpo Místico. Entonces podemos decir en toda su plenitud: Vivo, pero ya no yo, es Cristo quien vive en mí (14).

También se cumplen en cada Comunión aquellas palabras del Señor en la Ultima Cena: Si alguno me ama -y recibirle con piedad y devoción es el mayor signo de amor- guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y en él haremos morada (15). El alma se convierte en templo y sagrario de la Trinidad Beatísima. Y la vida íntima de las tres Divinas Personas empapa y transforma el alma del hombre, sustentando, fortaleciendo y desarrollando en él el germen divino que recibió en el Bautismo.

Cuando nos acerquemos a recibirle le podemos decir: "Señor, espero en Ti; te adoro, te amo, auméntame la fe. Sé el apoyo de mi debilidad, Tú, que te has quedado en la Eucaristía, inerme, para remediar la flaqueza de las criaturas" (16). Y acudiremos a Santa María, pues Ella, que durante treinta y tres años pudo gozar de su presencia visible y le trató con el mayor respeto y amor posible, nos dará sus mismos sentimientos de adoración y de amor.

(1) Antífona de Comunión. Jn 6, 35.- (2) Jn 6, 24-35.- (3) SAN AGUSTIN, Comentario al Evangelio de San Juan, 25, 10.- (4) Ex 16, 2-4; 12-15.- (5) JUAN PABLO II, Homilía 19-VIII-1979.- (6) DANTE ALIGHIERI, La divina comedia. Purgatorio, XI, 13-15.- (7) SAN AGUSTIN, Comentario al Evangelio de San Juan, 25, 12.- (8) Cfr. SAGRADA BIBLIA, Santos Evangelios, EUNSA, Pamplona 1983, in loc.- (9) SAN CIRILO DE JERUSALÉN, Catequesis, 22, 1.- (10) Prov 8, 31.- (11) J. ESCRIVA DE BALAGUER, Forja, n. 824.- (12) SAN AGUSTIN, Confesiones, 7, 10, 16; 7, 18, 24.- (13) CONC. VAT. II, Decr. Presbyterorum ordinis, 5.- (14) Gal 2, 20.- (15) Jn 14, 23.- (16) J. ESCRIVA DE BALAGUER, o. c. , n. 832.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

La Porciúncula Fiesta de Santa María de los Ángeles  

San Francisco de Asís pidió a Cristo, mediante la intercesión de la Reina de los Ángeles, el gran perdón o "indulgencia de la Porciúncula", confirmada por mi venerado predecesor el Papa Honorio III a partir del 2 de agosto de 1216. Desde entonces empezó la actividad misionera que llevó a Francisco y a sus frailes a algunos países musulmanes y a varias naciones de Europa. Allí, por último, el Santo acogió cantando a "nuestra hermana la muerte corporal" (Cántico de las criaturas). De la experiencia del Poverello de Asís, la iglesita de la Porciúncula conserva y difunde un mensaje y una gracia peculiares, que perduran todavía hoy y constituyen un fuerte llamamiento espiritual para cuantos se sienten atraídos por su ejemplo. A este propósito, es significativo el testimonio de Simone Weil, hija de Israel fascinada por Cristo: "Mientras estaba sola en la capillita románica de Santa María de los Angeles, incomparable milagro de pureza, donde san Francisco rezó tan a menudo, algo más fuerte que yo me obligó, por primera vez en mi vida, a arrodillarme" (Autobiografía espiritual). La Porciúncula es uno de los lugares más venerados del franciscanismo, no sólo muy entrañable para la Orden de los Frailes Menores, sino también para todos los cristianos que allí, cautivados por la intensidad de las memorias históricas, reciben luz y estímulo para una renovación de vida, con vistas a una fe más enraizada y a un amor más auténtico. Por tanto, me complace subrayar el mensaje específico que proviene de la Porciúncula y de la indulgencia vinculada a ella" Con estas palabras comenzaba el mensaje de Juan Pablo II en 1999, dirigido al Ministro General de la Orden Franciscana, en la reapertura de la Basílica y de la capilla de la Porciúncula.

¿QUÉ OCURRIÓ EN LA PORCIÚNCULA?

Cuenta Doña Emilia de Pardo Bazán en su "Vida de San Francisco" que una noche, en el monte cercano a la Porciúncula, ardía Francisco de Asís en ansias de la salvación de las almas. Un ángel le ordenó bajar del monte a su Santa María de los Angeles. Allí vio a Jesucristo, a su Madre y a multitud de espíritus. Oyó la voz de Jesús: - Pues tantos son tus afanes por la salvación de las almas, pide, Francisco, pide. Francisco pidió una indulgencia plenaria, que se ganase con sólo entrar confesado y contrito en aquella capilla de los Ángeles.- Mucho pides, Francisco, pero accedo contento. Acude a mi Vicario, que confirme mi gracia. Al alba, tomó el camino de Perusa, acompañado de Maseo de Marignano. Estaba en Perusa el Papa Honorio III. - Padre Santo -dijo Francisco, en honor de María he reparado una iglesia; hoy vengo a solicitar para ella indulgencia. Dime cuántos años e indulgencias pides.- Padre Santo -replicó Francisco-, lo que pido no son años, sino almas. No puede conceder esto la Iglesia -objetó el Papa.- Señor -replicó Francisco-, no soy yo, sino Jesucristo, quien os lo ruega. En esta frase hubo tal calor, que ablandó el ánimo de Honorio, moviéndole a decir: - Me place, me place, me place otorgar lo que deseas. Y llamó a Francisco: -Otorgo, pues, que cuantos entren confesados en Santa María de los Ángeles sean absueltos de culpa y pena; esto todos los años perpetuamente, mas sólo en el espacio de un día natural. Bajó Francisco la cabeza en señal de aprobación, y sin despegar los labios salió de la cámara. - ¿Adónde vas, hombre sencillo? -gritó el Papa-. Me basta -respondió Francisco- lo que oí; si la obra es divina, Dios se manifestará en ella. Sirva de escritura la Virgen, Cristo el notario y testigos los ángeles. Y se volvió de Perusa a Asís. Llegando a Collestrada, se desvió de sus compañeros para desahogar su corazón en ríos de lágrimas; al volver de aquel estado de plenitud y de gozo, llamó a Maseo a voces: ¡Maseo, hermano! De parte de Dios te digo que la indulgencia que obtuve del Pontífice está confirmada en los cielos.

RETRASO

El tiempo corría el tiempo sin que Honorio autorizara la indulgencia; el retraso atribulaba a Francisco. En una fría noche de enero se encontraba abismado. Impensadamente pensó que obraba mal, que faltaba a su deber trasnochando y extenuándose a fuerza de vigilias, siendo un hombre cuya vida era tan esencial para el sostenimiento de su Orden. Pensó que tanta penitencia pararía en enflaquecer y perder su razón, y le entró congoja. Para desechar esta tentación, nacida del cansancio de su cuerpo, se levantó, y se arrojó sobre una zarza, revolcándose en ella. Manaba sangre de su piel, y se cubría el zarzal de rosas, como las de mayo. Francisco se encontró rodeado de ángeles que cantaban a coro:- Ven a la iglesia; te aguardan Cristo y su Madre. Francisco se levantó transportado y caminó luminoso. Sobre su cuerpo veía Francisco un vestido transparente como el cristal. Cogió de la zarza florida doce rosas blancas y doce rojas, y entró en la capilla. Allí estaban Cristo y su Madre, con innumerables ángeles. Francisco cayó de rodillas. María se inclinó hacia su hijo, y éste habló así: - Por mi madre te otorgo lo que solicitas; y sea el día aquel en que mi apóstol Pedro, encarcelado por Herodes, vio milagrosamente caer suscadenas (1 de agosto). Ve a Roma; notifica mi mandamiento a mi Vicario; llévale rosas de las que han brotado en la zarza; yo moveré su corazón. Francisco se levantó, fue a Roma con Bernardo de Quintaval, Ángel de Rieti, Pedro Catáneo y fray León, la ovejuela de Dios.

TRES ROSAS

Se presentó al Papa llevando en sus manos tres rosas encarnadas y tres blancas de las del prodigio. Intimó a Honorio de parte de Cristo que la indulgencia había de ser en la fiesta de San Pedro ad Víncula. Le ofreció las rosas, frescas y fragantes. Se reunió el Consistorio, y ante las flores que representaban en enero la primavera, fue confirmada la indulgencia.

Escribió el Papa a los obispos circunvecinos de la Porciúncula, citándoles para que se reunieran en Asís el primer día de Agosto, a fin de promulgar la indulgencia solemnemente. "En el día convenido apareció Francisco en un palco con los siete obispos a su lado, y pronunció una plática ferviente sobre la indulgencia. Los obispos se indignaron, y cuando el obispo de Asís se levantó resuelto a proclamar la indulgencia por diez años solos, en vez de esto repitió las palabras de Francisco; unos después de otros, reprodujeron los obispos el primer anuncio.

LA PORCIUNCULA

Durante muchos años, fue sólo conocida oralmente la indulgencia de la Porciúncula. Medio siglo después del tránsito de Francisco hallamos el primer documento de Benito de Arezzo, que dice así: "En el nombre de Dios, Amén. Yo Fray Benito de Arezzo, que estuve con el beato Francisco mientras aún vivía, y que por auxilio de la gracia fui recibido en su Orden por el mismo Padre Santísimo; yo que fui compañero de sus compañeros, y con ellos estuve frecuentemente, ya mientras vivía el santo Padre nuestro, ya después que se partió de este mundo, y con los mismos conferencié frecuentemente de los secretos de la Orden, declaro haber oído repetidas veces a uno de los compañeros del beato Francisco, llamado Fray Maseo de Marignano, que estuvo con el hermano Francisco en Perusa, en presencia del papa Honorio, cuando el santo pidió la indulgencia de todos los pecados para los que, contritos y confesados, viniesen al lugar de Santa María de los Ángeles (que por otro nombre se llama Porciúncula) el primer día de agosto, desde las vísperas de dicho día hasta las vísperas del día siguiente. La cual indulgencia, habiendo sido pedida por el beato Francisco, fue otorgada por el Sumo Pontífice, aunque él mismo dijo no ser costumbre en la Sede Apostólica conceder tales indulgencias". Del entusiasmo que en el pueblo despertaban las indulgencias podemos juzgar por las crónicas que refieren el acontecimiento que, estremeciendo hasta las últimas fibras de la conciencia de Dante, dio por resultado la Divina Comedia. La multitud que acudía a Asís a lucrar la indulgencia era enorme. El jubileo determinaba una suspensión de discordias y luchas: la tregua de Dios.

Sitiado Asís por las tropas de Perusa, el día 2 de Agosto se interrumpió el ataque, para que los peregrinos pudieran entrar en la villa para obtener la indulgencia. Gregorio XV, hizo extensivo el jubileo de la Porciúncula a todas las iglesias franciscanas del mundo. Según Fray Pánfilo de Magliano, la indulgencia fue concedida el año 1216, y en 1217 la proclamación solemne de la Porciúncula por siete obispos. La víspera del solemne día llamaba a los fieles la Campana de la Predicación; se cubría el campo de toldos y enramadas y acampaban al raso los peregrinos. Al lucir el nuevo sol se verificaba la ceremonia de la absolución, descrita por el Dante, en el canto IX del Purgatorio.

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San Eusebio de Vercelli
Obispo
Año 371

 

Eusebio significa "piadoso".

Nació en Cerdeña, Italia. Al morir su padre, su madre lo llevó a vivir a Roma, donde el Papa Liberio lo tomó bajo su protección, lo educó y lo ordenó de sacerdote. Poco después en la ciudad de Vercelli, al norte de Italia, murió el obispo, y el pueblo y los sacerdotes proclamaron a Eusebio como el nuevo obispo, por su santidad y sus muchos conocimientos.

San Ambrosio dice que el obispo Eusebio de Vercelli fue el primero en Occidente al cual se le ocurrió organizar a sus sacerdotes en grupos para formarse mejor y ayudarse y animarse a la santidad. Para este santo su más importante labor como obispo era tratar de que sus sacerdotes llegaran a la santidad. Fue obispo de Vercelli por 28 años.

Una de sus grandes preocupaciones era instruir al pueblo en religión. Y él mismo iba de parroquia en parroquia instruyendo a los feligreses.

En aquellos tiempos se estaba extendiendo una terrible herejía llamada Arrianismo, que enseñaba que Cristo no era Dios. Los más grandes santos de la época se opusieron a tan tremendo error, pero el jefe de gobierno, llamado Constancio, la apoyaba. Hicieron entonces una reunión de obispos en Milán, para discutir el asunto, pero Eusebio al darse cuenta de que el ejercito del emperador iba a obligarlos a decir lo que él no aceptaba, no quiso asistir. Constancio le ordenó que se hiciera presente, y el santo le avisó que iría, pero que no aceptaría firmar ningún error. Y así lo hizo. A pesar de que hereje emperador lo amenazó con la muerte, él no quiso aceptar el que Jesucristo no sea Dios, por esto fue desterrado.

Fue llevado encadenado hasta Palestina y encerrado en u cuartucho miserable. Los herejes lo arrastraron por las calles y lo insultaron, pero él seguía proclamando que Jesucristo sí es Dios. En una carta suya cuenta los espantosos sufrimientos que tuvo que padecer por permanecer fiel a su santa religión, y expresa su deseo de poder morir sufriendo por el Reino de Dios.

Al morir Constancio, su sucesor decretó la libertad de Eusebio y éste pudo volver a su amada diócesis de Vercelli. San Jerónimo dice que toda la ciudad sintió enorme alegría por su llegada y que su vuelta fue como el termino de un tiempo de luto y dolor.

EL resto de su vida lo empleó junto con grandes santos como San Atanasio y San Hilario en atacar y acabar la herejía de los arrianos, y en propagar por todas partes la santa religión. Murió el 1 de agosto del año 371.

La Iglesia lo considera mártir, no porque haya muerto martirizado, sino porque en sus tiempos de prisión tuvo que soportar sufrimientos horrorosos, y los supo sobrellevar con gran valentía.

El repetía: " Puedo equivocarme en muchas cosas, pero jamás quiero dejar de pertenecer a la verdadera religión".

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Fuente: Corazones.org
Nuestra Señora de los Ángeles Patrona de Costa Rica, 2 de agosto  

Nuestra Señora de los Ángeles

Patrona de Costa Rica

La ciudad de Cartago, como muchas otras en la época colonial, segregaba a los blancos de los indios y mestizos. A todo el que no fuera blanco puro se le había prohibido el acceso a la ciudad, donde una cruz de piedra señalaba la división y los límites.

Estamos en los alrededores del año 1635, en la sección llamada "Puebla de los Pardos" y Juana Pereira, una pobre mestiza, se ha levantado al amanecer para, como todos los días, buscar la leña que necesita. Es el 2 de agosto, fiesta de la Virgen de los Angeles, y la luz del alba que ilumina el sendero entre los árboles, le permite a la india descubrir una pequeña imagen de la Virgen, sencillamente tallada en una piedra oscura, visiblemente colocada sobre una gran roca en la vereda del camino. Con gran alegría Juana Pereira recogió aquel tesoro, sin imaginar que otras cinco veces más lo volvería a hallar en el mismo sitio, pues la imagen desaparecía de armarios, cofres, y hasta del sagrario parroquial, para regresar tenazmente a la roca donde había sido encontrada. Entonces todos entendieron que la Virgen quería tener allí un lugar de oración donde pudiera dar su amor a los humildes y los pobres.

La imagen, tallada en piedra del lugar, es muy pequeña, pues mide aproximadamente sólo tres pulgadas de longitud. Nuestra Señora de los Angeles lleva cargado a Jesús en el brazo izquierdo, en el que graciosamente recoge los pliegues del manto que la cubre desde la cabeza. Su rostro es redondeado y dulce, sus ojos son rasgados, como achinados, y su boca es delicada. Su color es plomizo con algunos destellos dorados como diminutas estrellas repartidas por toda la escultura.

La Virgen se presenta actualmente a la veneración de sus fieles en un hermoso ostensorio de nobles metales y piedras preciosas, en forma de resplandor que la rodea totalmente, aumentando visualmente su tamaño. De la base de esta "custodia" brota una flor de lis rematada por el ángel que
sostiene la imagen de piedra. De esta sólo se ven los rostros de María y el Niño Jesús, pues un manto precioso la protege a la vez que la embellece.

La "Negrita" como la llama el cariño de los costarricenses, fue coronada solemnemente el 25 de abril de 1926. Nueve años más tarde, su Santidad Pío XI elevó el Santuario de la Reina de los Angeles a la dignidad de Basílica menor.

A Cartago llega un constante peregrinar de devotos que vienen a visitar a su Madre de los cielos; muchos entran de rodillas, como acto de humildad y de acción de gracias y luego van a orar ante la roca donde fue hallada la bendita imagen. Esta piedra se ha ido gastando por el roce de tantas manos que la acarician agradecidas mientras oran, dan gracias y piden alivio a su dolor, sus sufrimientos o sus necesidades. Debajo de esta piedra brota un manantial cuyas aguas recogen los que acuden en busca de la misericordia y la salud. El agua es signo del bautismo. No hay otra cosa que mas quiera la Virgen a que vivamos profundamente las gracias de nuestro bautismo.

Consulta tambén La Porciúncula de P. Jesús Marti Ballester

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Ceferino Giménez Malla, Beato Un gitano en los altares, 2 de agosto  

Ceferino Giménez Malla, Beato

Mártir

Martirologio Romano: En Barbastro, en España, beato Ceferino Giménez Malla, mártir de raza gitana. Se dedicó a promover la paz y la concordia entre su pueblo y los pueblos vecinos. En la persecución ya citada, al ver a un sacerdote arrastrado por las calles por las milicias populares y salir en su defensa, le detuvieron y, finalmente, conducido al cementerio, fue fusilado, con el rosario en sus manos, consumando así su peregrinación por la tierra (1936).

 

Un día apareció en la fachada del Vaticano el cuadro de un Santo del todo excepcional. Nunca se había visto uno semejante. Y el Papa lo declaraba Beato, digno de los altares y presentado a la veneración de los fieles como ejemplo de vida cristiana...

Todos se decían al ver sus estampas:
- Pero, ¿quién es ese tratante de ganado, agarrado al cordel de un caballo?
Y la respuesta dejaba perplejo a cualquiera:
- Pues, eso: un hombre --gitano para más señas, llamado Ceferino Jiménez, con el sobrenombre de Pelé-- que no tuvo otro oficio que el de tratante de ganado, que era analfabeto, que llevó siempre una vida honesta y piadosa, y que al fin murió mártir al derramar su sangre por Jesucristo.

¡Quién iba a decir que un gitano iba a subir a los altares! Y es que la fama del pueblo gitano, desparramado por toda Europa, es la de un pueblo segregado, malquerido, inadaptado e inaceptado en la sociedad. Porque, ya se sabe, el gitano es nómada, con mala fama siempre. ¡Cuidado con fiarse de un gitano!... Eso, lo que dice la gente. Por algo con Hitler paraban todos en las cámaras de gas...

Pero viene ahora la autoridad suprema de la Iglesia, nos pone la imagen de Pelé ante los ojos, y nos dice todo lo contrario:

- Este gitano, el hombre más honesto. Este gitano, un cristiano santo. Este gitano, un mártir glorioso. Este gitano, un modelo para todos...
Pelé, el simpático gitano Pelé, ha de ser llamado desde ahora el Beato Ceferino Jiménez.

Ceferino es español, nacido en Cataluña, pero pasará su vida en Barbastro, donde morirá por Jesucristo en 1936 bajo el dominio rojo, entre la legión de los llamados Mártires de Barbastro.

Gitano de pura raza, sus costumbres son siempre gitanas. Cristiano, porque sus padres se cuidaron de bautizarlo. Pero a los dieciocho años se casa sin más, y a la gitana, con Teresa, aunque años después se casará muy santamente por la Iglesia. Vive nómada, como buen gitano, por todos los pueblos de la región catalano-aragonesa. Le gustan las fiestas, el baile, la música, y gastarse de cuando en cuando algo de sus ahorrillos en las corridas de los toros.

No va a ninguna escuela, y será siempre analfabeto. Pero es inteligente y muy honesto. Al no tener hijos del matrimonio, adopta una sobrina de Teresa y a la que tendrá siempre como hija verdadera.

Tratante de caballos, mulos y burros, se muestra un negociante experto. Se le ofrece una compra de ganado en la vecina Francia, le sale redonda la operación, la repite más de una vez, y Ceferino se convierte en un hombre acomodado, que se puede comprar una casa en plena ciudad de Barbastro. Puede vestir elegante, y Teresa lucir las mejores mantillas, aretes y collares.

Ceferino es incapaz de hacer una trampa en el negocio. Y, sin embargo, un día es denunciado por ladrón y apresado. Se le procesa, pero un abogado, que conoce su honestidad, logra sacarlo de la cárcel, y Ceferino se granjea todos los respetos al ser reconocida su inocencia. El juez lo despidió del tribunal diciendo seriamente:
- Éste no es un ladrón. Éste es San Ceferino González, Patrono de los gitanos.
Lo curioso es que el juez hablaba en serio y resultó profeta...
En las riñas y peleas de los gitanos, Ceferino es el que sabe poner siempre la paz...
Cuando enviuda a los sesenta años, Ceferino acrecienta su piedad. Cada mañana asiste a la Misa y recibe la Comunión en la Iglesia de los Misioneros Claretianos, con los que un compartirá la gloria del martirio y el honor de los altares. Nunca deja la Hora Santa de los Jueves Eucarísticos en la misma iglesia. Es también de los primeros en formar dentro de la Adoración Nocturna instalada por el Obispo en la Iglesia Catedral. Ingresa en la Orden Tercera de San Francisco, pertenece a las Conferencias de San Vicente de Paúl y derrama su caridad con los pobres.

Es analfabeto, pero se sabe de memoria las historias de la Biblia y las narra a los niños gitanos, a los que enseña también, con un candor y piedad entrañables, a respetar los pajaritos y cuidar las flores...
Ya lo vemos: un hombre lleno de piedad con Dios y un apóstol entre los de su raza gitana.

Al estallar la revolución marxista en Julio de 1936, y cuando las cárceles rebosan de presos, Ceferino se enfrenta a unos revolucionarios en plena calle porque están maltratando a un sacerdote:
- ¡Virgen Santísima! ¡Tantos hombres armados contra un sacerdote indefenso!
Lo detienen entonces a él, le registran los bolsillos y le encuentran el rosario. ¡A la cárcel sin más!... Uno de los jefes revolucionarios lo quiere salvar:
- ¡Deja ese rosario y esas tonterías con tus fa-natismos, y yo te saco de aquí!
- ¡Gracias! Pero yo moriré con mi rosario...
Y el día dos de agosto, a mitad de la noche, era sacado de la cárcel con un grupo de veinte presos más. Entre ellos, los tres Superiores del Seminario Claretiano, cuya iglesia frecuentaba. Ceferino lanza por el camino el grito de ¡Viva Cristo Rey!, el mismo grito con que pocos días más tarde atronarán las calles los jóvenes Misioneros Claretianos. Y gritando ¡Viva Cristo Rey! cayó bajo las balas.

Hoy, está en los altares, con el santo Obispo Monseñor Asensio y con los 51 Beatos Misioneros Claretianos. Ceferino Jiménez, el simpático Pelé, primer gitano con santidad reconocida por la Iglesia. El que nos dice que hasta el hombre más marginado de la sociedad puede ser un santo de mucha categoría... .

Beatificado el4 de mayo de 1997, en Roma, por S.S. Juan Pablo II

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Fuente: Archidiócesis de Madrid
Pedro Julián Eymard, Santo Presbítero y Fundador, 2 de agosoto  

Pedro Julián Eymard, Santo

Fundador de la Congregación del Santísimo Sacramento

Martirologio Romano: San Pedro Julián Eymard, presbítero, el cual fue primeramente sacerdote diocesano y después miembro de la Compañía de María. Adorador eximio del Misterio eucarístico, fundó nuevas congregaciones, una de clérigos y otra de mujeres, para fomentar y difundir la piedad hacia el Santísimo Sacramento. Murió en la aldea La Mure, cerca de Grenoble, en Francia, donde había nacido (1868).

 

Nació en La Mure, al este de Francia, por donde poco antes (1799) había pasado el papa Pío VI, prisionero del Directorio -órgano ejecutivo del gobierno republicano francés desde el 1795-, dando bendiciones, y poco después (1815) pasó también Napoleón, el fugado de la isla de Elba, con cantos bélicos triunfales. Pedro fue hijo de un labrador arruinado que cambió el oficio por el de afilador ambulante -de algo hay que vivir- y contrajo segundas nupcias con una buena mujer de pueblo que le dio a Pedro nacido entre hermanastros.

La familia no le facilita realizar su vocación religiosa; piensan que ellos son suficientemente pobres y no están para muchos dispendios, que es imposible prescindir de la ayuda que el hijo debe reportar al peculio familiar y afirman que también se puede agradar a Dios sin necesidad de buscar situaciones extremas. Pedro él es terco en su deseo. A escondidas va alternando el oficio de afilador con estudios ocultos.

El P. Guibert -futuro cardenal de París, ahora sólo un sacerdote joven-, ha pasado por el pueblo cuando Pedro tiene ya dieciocho años y, conociendo las delicadezas de Pedro con la Virgen María, avivó el incendio interior facilitando que el chico pudiera entrar en el noviciado de María Inmaculada de Marsella; pero una enfermedad lo puso al borde de la muerte y debió regresar a su casa.

Recuperada la salud, entró por fin en el seminario de Grenoble y recibió la ordenación sacerdotal en el año 1834. Es Cura de pueblo, estuvo en las parroquias de Chatte como coadjutor y como párroco rural en Montereynard; pero se muestra inquieto, como en búsqueda continua de algo que aún no sabe. Entró en contacto con el Cura de Ars y arraigó entre ellos una fuerte amistad. Llegó a entrar en el noviciado de los maristas de Marsella haciéndose miembro de la Sociedad de María; lo hacen director del colegio de Belley, Superior Provincial, Director de la Tercera Orden de María en Marsella, ciudad tan revuelta por las desatadas pasiones de la primera mitad del siglo XIX. Ejerce un intenso y amplio apostolado en la ciudad preferentemente entre los presos, enfermos y obreros. Con la señorita Jaricot funda un instituto que luego asumiría la Santa Sede como la Obra Pontificia para la Propagación de la Fe.

En un ambiente impregnado de utilitarismo, que se propone endiosar la razón y que rezuma anticlericalismo por todos los poros, llegando al desprecio de lo sobrenatural, Pedro se ha pronunciado por lo que el mundo juzga despreciable, nada práctico y cosa propia de otra época perteneciente al decrépito pasado.

Consultando a sus superiores previamente y al papa Pío IX después, funda la Congregación del Santísimo Sacramento que tiene como fin la adoración continua y permanente el Señor presente en la Eucaristía; para ello hace falta contar con sacerdotes piadosos, llenos de fe y deseosos de adorar con hambre de reparación. Y a ello se dedica. No le es difícil sólo por el ambiente laico propiciado desde lo más alto del Imperio como una de las consecuencias de la Restauración; también le llegaron primero los cansancios y aburrimientos de los que pensaron que aquello era una cosa más, probablemente pasajera y sin mucha entidad; luego vinieron las incomprensiones de los buenos; después la terrible y frecuente plaga entre los clérigos de los celos que, como sucede casi siempre, terminaron en traiciones y calumnias.

Pero hace falta -piensa Pedro- instruir a la gente con verdadera doctrina porque la ignorancia es el principal de los males que está comprometiendo la fe, la piedad, la vida cristiana, la política y la vida social, permitiendo la manipulación de los ignorantes. Piensa que es preciso ocupar todos los púlpitos de las iglesias, sacar a Jesús Sacramentado del Sagrario, pero no como una momia, sino vivo, resucitado, presente y real. Hay que desempolvar la fe en Cristo Salvador presente en la Eucaristía; peregrino de ella, quemará sus energías por toda Francia, dejando tras sí asociaciones de sacerdotes, religiosas, hombres y mujeres seglares que tengan como finalidad exclusiva la adoración permanente a y agradecida al Señor Sacramentado.

Así quedaron sentadas las bases para los futuros Congresos Eucarísticos el primero de los cuales tuvo lugar en Lila, en 1881, organizado por la antigua religiosa de la Congregación del Santísimo Sacramento, Señorita Tamisier, cuando él ya estaba en el Cielo.

Su actividad fue nada llamativa ni sorprendente, no llevó el marchamo de lo cultural ni el ribete de lo social; incomprensible, sí, para un mundo bastante cegato; pero que va al núcleo de toda otra posible y saludable actividad porque señala la primacía del orden sobrenatural.
¿Quieres saber más? Consulta corazones.org

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Alfreda, Santa Princesa, 2 de agosto  

Alfreda, Santa

Princesa

 

Alfreda fue el nombre que tomó en su vida monástica, había sido bautizada como Eteldrita. Era princesa de sangre.

Había nacido en el siglo VIII en Inglaterra, en donde su padre Offa era el rey de Mercia. Se vio envuelta, sin culpa suya, en una situación política poco agradable. Su prometido era Etelberto, rey de la Inglaterra oriental. El rey Offa, en lugar de interesarse por el futuro d su hija, miraba con atención el reino de su futuro yerno.

Un día, en el 793, el rey Offa mandó que asesinaran a Etelberto.

Su hija, herida en lo más profundo de sus sentimientos, se recluyó en el monasterio benedictino de Croyland (hoy llamado Crowland) en Lincolnshire, Inglaterra. (En la actualidad esta histórica abadía es usada como templo anglicano).

En este monasterio vivió nada menos que por espacio de 40 años en oración y penitencia. Murió en el 834. Desde su muerte, su nombre va unido al de su prometido.

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Fuente: Mercaba.org
Juana de Aza, Beata Madre de Santo Domingo, 2 de agosto  

Juana de Aza, Beata

Madre de Santo Domingo de Guzmán

Martirologio Romano: En Caleruega, población igualmente de Castilla, conmemoración de la beata Juana, madre de santo Domingo, que, llena de fe, hizo grandes obras de misericordia en favor de los pobres y necesitados (s. XIII inc.).

 

De Juana de Aza la verdad es que no se saben muchas cosas. Y las que se saben pueden reducirse prácticamente a dos: primera, que fue la madre de Santo Domingo de Guzmán, y segunda, que fue una mujer compasiva que en cierta ocasión, estando fuera su marido, repartió entre los pobres una cuba de vino generoso.

Esto no quiere decir que no se tengan de ella otros datos que éstos. Como saberse, se sabe el nombre de su padre, que fue don García Garcés, señor del condado de Aza, mayordomo mayor, ayo, tutor y curador del rey don Alfonso IX, y el de su madre, doña Sancha Bermúdez de Trastamara. Juana de Aza nació, pues, en el seno de una familia noble, enlazada varias veces con la casa real de Castilla.

Tampoco se ignora el nombre de su marido. Hacia los veinte años Juana de Aza se casó con don Félix Ruiz de Guzmán, señor de la villa de Caleruega. En esa villa vivieron ellos y allí nacieron sus tres hijos. El mayor, don Antonio, fue sacerdote y consagró su vida a los peregrinos y enfermos que acudían al sepulcro de Santo Domingo de Silos, cerca, de Caleruega. El segundo, don Manés, o Mamerto, siguió a su hermano menor y se hizo dominico. Santo Domingo fue el tercero de los hermanos, y parece que se llamó Domingo por un sueño que tuvo su madre en los meses que precedieron al nacimiento. Soñó Juana que llevaba en el vientre un cachorrillo (algunos dicen: un cachorrillo blanco y negro) que tenía en la boca una antorcha y que salía y encendía el mundo. Juana se asustó y se fue a rezar a Santo Domingo de Silos, que había muerto cien años atrás. Le hizo una novena y parece que prometió que el hijo que iba a nacer llevaría el mismo nombre que el Santo. Lo que no podía prever es que, en el santoral, el hijo que Juana llevaba en las entrañas había de eclipsar al buen Santo Domingo de Silos, bajo cuya protección nacía. Pero claro es que los santos, en el cielo, no se preocupan por estas cosas, y Domingo de Silos veló por el nacimiento de Domingo de Guzmán y consoló a la buena Juana de Aza, que estaba allá, junto al sepulcro de Silos, rezando ardientemente.

El nacimiento del futuro santo ocurrió el 24 de junio, día de San Juan Bautista, el precursor, el que clamaba en el desierto y preparaba los caminos del Señor. También Domingo había de ser una voz que enderezara caminos: para eso fundaría con el tiempo su Orden de Hermanos Predicadores. Del nacimiento y sus circunstancias cuentan las leyendas varios prodigios. El más gracioso es la equivocación que por tres veces sufrió el celebrante que decía la misa de acción de gracias. Al volverse para decir "Dominus vobiscum", le salía en vez de esto un extraño anuncio: "Ecce reformator EccIesiae". En vez de anunciarles a los fieles que el Señor estaba con ellos, les decía que allí estaba el reformador de la Iglesia. El reformador de la Iglesia era el tercer hijo de Juana de Aza, aquel niño al que habían puesto por nombre Domingo. El cachorrillo, en efecto, prendería fuego al mundo, pero su fuego no vendría a destruir, sino a purificar: sería calor y luz que encendería los espíritus, calor de amorosa pobreza, luz de traspasada verdad.

Domingo no viviría muchos años con sus padres. A los siete, su madre le confió a un hermano que tenía ella, párroco de Gumiel de Izán. El se encargaría de la primera instrucción del pequeño Domingo y de su primera educación. No había entonces escuela en los pueblos, claro está, y el pequeño Domingo tenía que empezar pronto a aprender todo lo que luego le había de hacer buena falta, pues tendría que habérselas con los herejes y convencerles con la pacífica arma de la palabra. Pero si pronto dejó la casa de sus padres no dejó sus costumbres, que eran buenas. De su madre aprendería, sin duda, en los tiernos años, la suprema virtud de la compasión, que es lo que nos hace hombres o mujeres, es decir, seres humanos. Domingo, estudiante de catorce años, vio un día a la gente agobiada por una pertinaz sequía. Domingo vio que la gente pasaba esto tan sencillo y terrible que llamamos hambre. Y vendió todos sus libros, todos sus pergaminos. Y dijo: "No quiero pieles muertas cuando veo perecer las vivas".

Por eso imagino yo que la grandeza de Juana de Aza, como madre de Santo Domingo, radica menos en haberle dado a luz que en haberle dado luz: ella, sus cosas, sus gestos, fue la luz que alumbró la infancia de Domingo de Guzmán. En ella aprendió a vivir y a ser bueno: infantil, puerilmente bueno, bueno como niño, que es lo que era. ¿Y hay manera mejor de ser bueno que la de serlo como niño? La beata o santa —qué importa— Juana de Aza, madre de familia, era una gran maestra en esa suprema asignatura sobre la que precisamente se nos pasará el examen final, el de fin de curso, el del fin del mundo. ¿No se nos ha dicho que seriamos juzgados sobre el amor? ¿No está previsto el Juicio Final como un repaso a nuestra conducta con los que tienen hambre, y sed, y frío, o están enfermos, o encarcelados, o sin techo? En aquél día sabremos de Juana de Aza muchas cosas que hoy no sabemos, muchas cosas que, sin duda, completarán la única anécdota, la única acción que de ella traen los historiadores del siglo XIII, en cuyos primeros años moría Juana. Pero ¿por qué tengo la convicción de que este único episodio que conocemos basta para darnos lo esencial de su persona y de su estilo?

He aquí lo que pasó.

Don Félix, su marido, estaba lejos. Juana había quedado al frente de la casa. Digo Juana y no doña Juana, y digo don Félix y no Félix, porque el don aleja, y todos los personajes de esta historia, todos los miembros de esta familia los vemos hoy lejanos y borrosos; todos, menos Domingo; todos, menos Juana. A éstos los sentimos cercanos. ¡Curiosa cosa que la santidad acerque! Curiosa, pero no extraña. Pedimos a los santos las cosas que nos hacen falta, nos acercamos a ellos en busca de ayuda y les contamos todo lo que nos pasa. Y esto no sucede sólo después de que han muerto. No, no; ahí tenéis a Juana de Aza. Mirad con qué confianza se acercan a ella los pobres, los débiles, los enfermos. Es verdad que saben, por experiencia y porque lo sabe todo el mundo, que aquella mujer domina el difícil arte de dar. Lo domina porque da, y lo domina porque da con gracia, con sencillez, sin duda con esa sonrisa que, según monsieur Vincent —otro santo, Vicente de Paúl—, es lo único que hace perdonar al que da con ese privilegio que tiene de poder dar. Por tu sonrisa te perdonarán tu limosna: ¡qué honda intuición! No basta dar, en efecto, sino que hay que dar con humildad, con sencillez, sabiendo que es siempre Jesucristo el que nos ve desde el pobre. Y también con alegría, claro que sí, porque está escrito que Dios ama al que da con alegría, y porque la alegría se contagia y acaso sea ese contagio de alegría el mayor que podemos comunicar con el pretexto y el vehículo de cualquier otro don palpable. Don palpable, y sobre todo gustoso, que hablando de alegría puede ser, por ejemplo, el vino.

Sí, el vino. Don Félix tenía una cuba de vino generoso que por lo visto —por lo que luego veremos— apreciaba especialmente. El vino alegra el corazón del hombre (¿no está en la Escritura esto?) y el corazón valeroso de don Félix, señor de la villa de Caleruega, sin duda sentía de vez en cuando, acaso en los ratos de descanso y de fatiga, la necesidad de ser confortado con un vaso de aquel buen vino.

Allá estaba el vino, en la bodega, y lejos don Félix, y Juana, como de costumbre, pensando qué podría hacer con los pobres.

Ignoramos, la verdad, cómo vino la cosa. No sabemos si aquel día Juana no tenía otra cosa que dar, o bien si no tenía otra cosa mejor, puesto que para los pobres, o para Cristo que vive en ellos, es lo mejor justamente lo que hay que dar. Los relatos indican más bien que, además de las limosnas, repartió el vino: además de los socorros, la alegría. Nos agrada pensar que fuera así. Lo que sabemos, en todo caso, es que la cuba de vino generoso fue repartida entre los pobres y enfermos. Y la repartió Juana, la señora de Caleruega, mientras su marido estaba lejos. Juana aquel día dio con alegría, y dio alegría. El vino que consolaba el animoso corazón de don Félix pasó a consolar los agobiados corazones de los que no tenían vino, como en Caná. Y como en Caná fue una mujer —allá, María; acá, Juana— la que se dio cuenta del problema y quiso ponerle remedio.

Y llegó don Félix, el marido, con su comitiva. Y algo debió de oír por ahí acerca del reparto de vino generoso, pues en presencia de todos pidió a su esposa que le diera un poco de aquel vino que tenían abajo, en la bodega. Ya sabía ella de qué vino hablaba. Y la pobre Juana que baja a la bodega. En qué estado de ánimo es cosa que no sabemos. Claro que quien da con alegría no se arrepiente nunca de haber dado; claro que quien da con gracia sabe también sonreír cuando le toca pagar las consecuencias de su generosidad. Juana baja a la bodega en busca del vino de la cuba que había vaciado para alegrar un poco la vida de los pobres y los enfermos; y arriba, don Félix, con su comitiva. ¿Sería don Félix un bromista? Para que la broma tuviera gracia nos sobra la comitiva. Sin testigos la broma sería inocente; con testigos resultaba cruel. ¿Sería don Félix, que ha dejado fama de hombre virtuoso, un marido severo, un hombre de celo austero, desabrido y exigente? No nos gusta pensarlo. No hubiera sido buen marido, pensamos, para una mujer generosa, compasiva, alegre. ¿Cómo hubiera podido él compartir estas virtudes? En fin, que lo único que sabemos es que Juana bajó a la bodega y, en su apuro, pidió ayuda al Señor. ¿Sería el Señor menos generoso que Juana? ¿Se quedaría atrás en lo de "pedid y recibiréis" que Juana practicaba tan bien? De ninguna manera. En la cuba se encontró vino, y don Félix pudo alegrar su corazón con el buen vino. Las crónicas dicen que todo el mundo hubo de reconocer la santidad de Juana de Aza y dar gracias por todo ello. Habían pedido los pobres, y les dio. Y pidió el marido, y también le pudo dar. ¿No lo haría, además, con alegría? Nos gusta imaginar en Juana una esposa amorosa y pensar que luego los dos se reirían juntos. Si lo cortés no quita lo valiente, lo noble no tiene por qué quitar lo humano. Y si los tiempos eran otros, y otras las costumbres, el amor siempre es amor y la alegría, alegría.

No importa enlazar esta palabra con la última palabra de una vida. La muerte de Juana tuvo que ser otra manera de dar. La que tan bien conocía el arte de dar, y de dar con alegría, ¿no había de encontrar su propio estilo a la hora de dar lo mejor que le quedaba: la vida? Juana murió, dicen que en Peñafiel, pero ni siquiera después de haber muerto dejó de recibir peticiones. Cuando faltaba la lluvia la gente se acordaba de Juana. Cuando la langosta aparecía, la gente acudía a Juana. Y Juana seguía arreglándoselas para dar. Y es que una madre de familia sabe mucho de eso: de dar... y de sonreír.

Juana de Aza, pide para nosotros este don: la generosa alegría.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Pedro de Osma, Santo Monje y Obispo, 2 de agosto  

Pedro de Osma, Santo

Monje y Obispo

Martirologio Romano: En Palencia, en la región hispánica de Castilla, muerte de san Pedro, obispo de Osma. Fue primeramente monje, después archidiácono de la Iglesia de Toledo y, finalmente, elevado a la sede de Osma, recientemente liberada del dominio mahometano, la cual organizó con pastoral celo (1109).

 

Nacido Pedro en Bourges, en Francia, hacia el año 1040, recibió de sus piadosos padres una sólida educación cristiana, y habiéndose formado convenientemente en las letras, según la costumbre del tiempo, se dedicó a la carrera de las armas, en las que dio buenas pruebas de su carácter intrépido y decidido, y no menos de la elevación de su espíritu. Consciente, pues, de los gravísimos peligros a que en esta vida se exponía, e ilustrado por Dios sobre las vanidades del mundo, determinó entregarse a su servicio en la vida religiosa.

Entró, pues, en el monasterio de Cluny, que constituía el centro de la reforma cluniacense de la Orden benedictina, entonces en su máximo apogeo, y allí vivió varios años, entregado a la práctica de las virtudes religiosas. Parecía que iba a continuar una vida tranquila en su monasterio; pero Dios tenía otros planes sobre él.

En efecto, el rey Alfonso VI de León y Castilla, en su afán por el adelantamiento del cristianismo en España, no sólo dio un empuje extraordinario a la Reconquista, sino que trabajó con el mayor empeño en la reforma y renovación eclesiástica de todos sus territorios. Conociendo, pues, la prosperidad en que se hallaba la reforma cluniacense en Francia, suplicó encarecidamente al abad de Cluny que enviara a España algunos monjes escogidos de su monasterio, y, en efecto, le fueron enviados algunos, al frente de los cuales se hallaba Bernardo de Sauvetat, con los cuales se reorganizó el monasterio de Sahagún, que bien pronto se convirtió en el Cluny de la España cristiana. No mucho después, el año 1085, al realizar Alfonso VI la reconquista de Toledo, que tanta resonancia alcanzó en toda la cristiandad, designó como su primer arzobispo al abad Bernardo de Sahagún, que desde entonces, con el nombre de don Bernardo, fue el alma de la renovación religiosa de España.

Pues bien; según refieren don Rodrigo Jiménez de Rada y Yepes en su Crónica General Benedictina, don Bernardo, ya arzobispo de Toledo, conociendo bien a los monjes de Cluny, y deseando utilizarlos para la gran obra de reforma de España, obtuvo que se le enviaran algunos, escogidos, entre los cuales se distinguía el monje Pedro de Bourges. Llegó, pues, Pedro a Sahagún juntamente con los demás, y durante el corto tiempo que allí se detuvo contribuyó a afianzar definitivamente la reforma cluniacense, no sólo en aquel monasterio, sino en otros muchos en los que ésta se fue introduciendo.

Entretanto don Bernardo de Toledo, que conocía a fondo su eximia virtud y sus grandes cualidades naturales, obtenida la aprobación del rey Alfonso VI, lo llamó a Toledo y, asignándole el cargo de arcediano de la catedral, lo constituyó en una especie de secretario suyo en el inmenso trabajo de la organización de la diócesis y de las iglesias que se iban conquistando a los musulmanes.

Como en todas partes, distinguióse Pedro en su nuevo cargo por su religiosidad, espíritu de trabajo y amor a los pobres.

En estas circunstancias, cuando Pedro se hallaba más centrado en su trabajo, tuvo lugar la conquista de Osma, para cuya reorganización eclesiástica, como había hecho anteriormente con Toledo, quiso Alfonso VI destinar a uno de los hombres de mayor confianza. Entonces, pues, él y el arzobispo de Toledo destinaron para la iglesia de Osma a Pedro, y, efectivamente, vencida la repugnancia que éste sentía para abrazarse con aquella dignidad, y obtenido el nombramiento de parte del Papa, se dirigió a Osma, para tomar la dirección de aquella iglesia.

Y con esto comienza la parte más característica, más grandiosa y más meritoria de San Pedro de Osma, quien puede ser presentado como monje modelo, perteneciente a la reforma cluniacense; mas por encima de todo aparece en la historia como un dechado de eminentes y santos prelados.

Como obispo de una iglesia pobre, que acababa de ser reconquistada de los moros, tuvo que cargar sobre sus espaldas el ímprobo trabajo de reconstrucción moral y aun material de la diócesis. La iglesia catedral, destruida hasta los cimientos, tuvo que ser levantada de nuevo. Con el celo de la gloria de Dios que le abrasaba emprendió decididamente este trabajo, y, sea dedicando a ello sus propias rentas, sea reuniendo con gran esfuerzo abundantes limosnas, llevó tan adelante la obra que pudo iniciar el culto en la nueva catedral, si bien no quedó ésta completamente acabada.

A la par que en el templo material trabajó desde el principio con toda su alma en el espiritual de sus ovejas, procurando fomentar en ellas por todos los medios posibles la vida religiosa, eliminando toda clase de abusos, extendiendo en todas partes los principios fundamentales de la reforma cluniacense, que él representaba. De este modo se puede afirmar que, a los pocos años de su gobierno de la diócesis de Osma, ésta quedó material y espiritualmente renovada.

En este trabajo de reforma y renovación espiritual se vio obligado algunas veces a desarrollar una energía extraordinaria en defensa de los derechos de la Iglesia y de los bienes que a ella pertenecían. Como en toda su actuación no tenía miras humanas, no había consideración ninguna que pudiera doblegarlo o apartarle del cumplimiento de su deber. Con su entereza y constancia logró que algunos hombres, pertenecientes a la más alta nobleza, restituyeran a la Iglesia los bienes que le habían robado.

Estos y semejantes hechos, más o menos maravillosos, abundan en los relatos que se nos han conservado de su extraordinaria actividad como gran prelado, renovador y reformador de la iglesia de Osma. El año 1109, cuando terminaba una visita de una buena parte de su diócesis, dirigióse a Toledo, donde se hallaba Alfonso VI gravemente enfermo. Asistióle con la mayor devoción y agradecimiento juntamente con el arzobispo don Bernardo, y después de la muerte del gran rey acompañó a sus restos al monasterio de Sahagún, donde el monarca había dispuesto que fuesen enterrados. Una vez realizada esta piadosa ceremonia, mientras el santo obispo Pedro de Osma, rendido de fatiga, volvía a su iglesia de Osma, se sintió acometido de una enfermedad, y, llegado a Palencia, el 2 de agosto entregó allí su alma a Dios.

Conforme a su deseo expresamente manifestado antes de morir, sus restos fueron conducidos a Osma y depositados en su catedral, Así se cumplía su voluntad de que su cuerpo reposara junto a su iglesia, a la que él consideraba como su esposa. Así vivió y así murió este santo monje y obispo, verdadero modelo, tanto para los religiosos como para todos los eclesiásticos, particularmente para los prelados.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Esteban I, Santo XXIII Papa, 2 de agosto  

Esteban I, Santo

XXIII Papa

Martirologio Romano: En Roma, en el cementerio de Calisto, san Esteban I, papa, que prohibió rebautizar a los herejes que buscaban la plena comunión con la Iglesia, para que no quedase oscurecida la unión bautismal de los cristianos con Cristo, que debe realizarse una sola vez (257).

 

Fue hijo de Julio, ciudadano romano. Nació hacia el fin del siglo II, y aunque se tienen pocas noticias de los primeros años de su niñez, hay razones para creer que su familia era cristiana. Se dedicó al estudio de las letras humanas y divinas, pero singularmente al de la ciencia de los Santos; y en poco tiempo se hizo un lugar distinguido entre los fieles de Roma. Siendo de poca edad fue recibido en el clero. Los Papas San Cornelio y San Lucio, sus predecesores, hicieron juicio de que no debían dejar escondida debajo del celemín aquella brillante antorcha. Ordenáronle de diácono, y después le hicieron arcediano de la Iglesia romana (nombre dado en la antigüedad al principal de los diáconos) dándole al mismo tiempo jurisdicción de vicario.

Novaciano, presbítero de la Iglesia romana, y Novato, presbítero de la Iglesia de Cartago, el primero antipapa, los dos cismáticos, y ambos herejes, tenían muchos partidarios de sus errores en oriente y en occidente hasta en el mismo gremio de los obispos. Aunque San Cipriano de Cartago y San Dionisio de Alejandría se habían opuesto con valor a sus impiedades, consiguiendo que fuesen condenados por varios Concilios, no por eso dejaba de inficionar a muchos el veneno de la herejía; y su partido, con el engañoso pretexto de reforma, hacia desterrar a muchos fieles de las banderas de Jesucristo, y adelantaba cada día nuevas conquistas.

Defendían que no debían ser admitidos a la comunión los que hubiesen caído en el crimen de la idolatría; y sus sectarios, extendiendo esta errada doctrina a todo género de culpas, quitaban a la Iglesia el poder de atar y desatar. Condenaban las segundas nupcias, y obstinadamente sostenían que debían ser rebautizados todos aquellos que después del bautismo hubiesen cometido algún pecado mortal. Aprovechándose los gentiles de aquellas funestas divisiones, perseguían cruelmente a los cristianos, incitando a los emperadores y a los magistrados para que hiciesen sangrienta guerra a la Iglesia. Viendo los Papas Cornelio y Lucio tan combatida la navecilla de San Pedro, llamaron a San Esteban para que les ayudase a gobernar el timón en un tiempo en que jamás habían sido los escollos más frecuentes. Habiendo terminado San Lucio gloriosamente su carrera, coronando con el martirio su pontificado, por unánime consentimiento fue electo Sumo Pontífice San Esteban el año 254. Dice Anastasio que San Cornelio, seis meses antes de morir, le había entregado todos los bienes de la Iglesia, y que San Lucio al tiempo de su muerte le confió todo el rebaño, recomendándole toda la Iglesia afligida.

Luego que se sentó en la cátedra de San Pedro, se dedicó enteramente a desempeñar todas sus obligaciones, se mostró azote de la herejía, defensor de los sagrados cánones y oráculo de la Iglesia.

Fueron acusados de libeláticos Basílides, obispo de Astorga, España, y Marcial, obispo de Márida. Llamábanse libeláticos aquellos cobardes cristianos que, si bien no habían sacrificado a los ídolos, daban o recibían certificaciones falsas de haber sacrificado, para liberar por este medio su vida. A este delito de los dos prelados se añadían otros tan enormes, que los hacían indignos de la Mitra, viéndose precisados los obispos de España a deponerlos, y a nombrarles sucesores. Acudieron al Papa, Basílides y Marcial, haciendo cuanto pudieron para engañarle. Recibiólos, y los oyó con tanto amor y con tanta benignidad, que ya se daban por restituidos a sus sillas; pero luego que el Santo Pontífice recibió las cartas de San Cipriano y de los obispos de España en que le informaban de los delitos que habían cometido, no quiso verlos más, y mantuvo inflexible su tesón.

Pero lo que da mayor idea del alto mérito de nuestro Santo es la célebre disputa que se suscitó entre los más santos obispos de la Iglesia sobre el valor o nulidad del bautismo conferido por los herejes. Parece que esa disputa tuvo principio en la Iglesia de Cartago, donde San Cipriano, fundándose en la práctica de su predecesor Agripino, enseñaba que era nulo todo bautismo fuera de la Iglesia Católica, y, por consiguiente, que se debían rebautizar todos los herejes que se reconciliaban con ella. Siguieron esta misma opinión los obispos de oriente, que se juntaron en Iconio, y la dominante así en el oriente como en el Africa. Pero San Esteban la condenó, y declaró que respecto de los que volvían al gremio de la Iglesia, de cualquiera secta que fuesen, nada se debía innovar, sino seguir precisamente la Tradición, que era imponerles las manos por la penitencia, sin rebautizarlos, una vez que hubiesen sido bautizados en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíriitu Santo, y por otra parte no se hubiera omitido cosa alguna de las esenciales al Bautismo.

Costó trabajo a San Cipriano mudar de parecer. Convocó muchos Concilios que confirmaron su opinión, y en virtud de esto escribió al Papa. Lo mismo hicieron los obispos de oriente; pero San Esteban, guiado del Espíritu Santo, que gobierna siempre la Iglesia, escribió a San Cipriano y a los obispos de Cilicia, de Capadocia y Galacia, que se separaría de su comunión, si persistían en su opinión sobre el re-bautismo de los herejes que deseaban egresar a la plena comunion con la Iglesia.

Con el tiempo se redujeron todos los obispos de oriente a la decisión del Pontífice, contribuyendo no poco a este feliz suceso San Dionisio, Obispo de Alejandría. Mayor fue la resistencia de los obispos africanos; pero al fin toda la Iglesia abrazó lo definido por San Esteban. También tuvo el consuelo de saber por carta de San Dionisio Alejandrino que, en general, todo el oriente había abandonado el partido de los novacianos, uniéndose con Roma; y al mismo tiempo que le participaba esta gustosa noticia, se congratula con el Santo Papa de los socorros espirituales y temporales con que ayudaba a los fieles de Siria y Arabia; prueba evidente de lo mucho que se extendía su caridad y vigilancia pastoral.

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Fuente: Franciscanos.org
Francisco Tomás Serer, Beato Presbítero y Mártir, 2 de agosto  

Francisco Tomás Serer, Beato

Presbítero y Mártir

Martirologio Romano: En Madrid, en España, beato Francisco Tomás Serer, presbítero de los Terciarios Capuchinos de la Virgen de los Dolores y mártir, que que, en el furor creciente de la persecución contra la fe, mereció derramar su sangre por Cristo (1936).

 

Nace el 11 de octubre de 1911 en Alcalalí, pueblo de la provincia de Alicante y de la diócesis de Valencia. Aprende las primeras letras en el pueblo y, a los doce años, sus padres lo llevan a la escuela seráfica de Godella de los terciarios capuchinos, donde estudia latín y humanidades y hace su noviciado. El 15 de septiembre de 1928 emite sus primeros votos religiosos y el 20 de diciembre de 1933, los perpetuos. El 24 de mayo de 1934 recibe el presbiterado. El resto de su vida lo dedica al servicio de la juventud extraviada en centros destinados a la misión propia de la congregación. Durante el verano de 1935 realiza un viaje de estudios por Francia y Bélgica para dar solidez científica a los métodos pedagógicos de la congregación, a la vez que inicia la carrera de medicina en la Universidad Central de Madrid. Durante la persecución religiosa de 1936 halla cobijo en Madrid, en casa de unos bienhechores. Allí espera a que llegue al refugio su superior, el P. Bienvenido Mª de Dos Hermanas. Ante la tardanza, y arriesgando su vida, vuelve los pasos en su búsqueda. Al amanecer del día siguiente, tres de agosto, apareció su cadáver junto a las tapias del Reformatorio del Príncipe de Asturias, en Madrid. El amor filial le llevó a ir en busca de su superior, entregando su vida en el intento, por lo que fue un mártir del amor de Cristo. El P. Francisco era muy elegante, más bien delgado y de aspecto normal. De carácter dulce y extremamente amable. Era muy piadoso y en el pueblo causaba una impresión ejemplar. Fue un religioso exquisitamente bueno e inteligente, razón por la que le distinguían los superiores. Según sus biógrafos, se mostraba muy prudente, hablaba muy poco y siempre con acierto. El tono de su voz era suave y dulce. En él tenía puestas el Instituto grandes esperanzas. Fue el benjamín de los mártires de la Familia Amigoniana.

El 11 de marzo del año 2001, el papa Juan Pablo II lo beatificó junto a otros
232 mártires de la persecución religiosa en España (1936-39),

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Fuente: ACIprensa.com
Francisco Calvo Burillo, Beato Presbítero y Mártir, 2 de agosto  

Francisco Calvo Burillo, Beato

Mártir Dominico

Martirologio Romano: En la aldea de Híjar, cerca de Teruel, en España, beato Francisco Calvo Burillo, presbítero de la Orden de Predicadores y mártir, que, en el furor creciente de la persecución contra la fe, padeció el martirio

 

El P. Paco representa la bondad y la servicialidad en persona. Piadoso instrumento para que personas pudientes ejercitasen la caridad entre los pobres de Híjar, a quienes el Padre tenía en gran consideración y les ayudaba en todo lo que podía. Profesor estimado y escritor popular bien valorado, fue a la vez un director espiritual que benefició a muchas almas. De escasa salud aprovechaba el verano para reponerse junto a su anciana madre. Hombre de bien, que tanto bien había hecho a otros, sin embargo fue detenido. Doce horas en la cárcel le prepararon para el martirio y despedirse de su madre como "tu hijo en agonía".

Pesado y enfermo, su camino al martirio fue de heroica elocuencia. A los culatazos y empujones, caídas y esfuerzos para poder andar, blasfemias, burlas e insultos, respondía él rezando el Rosario en voz alta. Al llegar al lugar del sacrificio pidió poder terminar el Rosario y morir de frente, perdonando y bendiciendo a sus enemigos. Curiosamente se le concedió todo. Se puso el Rosario dentro de la boca, abrió los brazos en cruz y dijo: "Ya podéis disparar". Una descarga fulminante fue suficiente.

El 11 de marzo del año 2001, el papa Juan Pablo II lo beatificó junto a otros
232 mártires de la persecución religiosa en España (1936-39),

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Fuente: vocationist.org
Justino Russolillo, Venerable Sacerdote y Fundador, 2 de agosto  

Justino Russolillo, Venerable

Sacerdote y Fundador
de la Comunidad de Padres Vocacionistas
y de la Comunidad de Hermanas Vocacionistas

En Pianura, Italia, Justino María Russolillo, sacerdote, párroco y fundador de la Sociedad de las Divinas Vocaciones ( 1955)

 

Padre Justino Russolillo nació el 18 de enero 1891 y fue bautizado en Pianura (Nápoles), al día siguiente. Después de terminar los estudios en su ciudad natal, ingresó en el Seminario de Pozzuoli, donde se distinguió por su inteligencia, humildad y piedad. El Obispo Zezza y Marquis Zampaglione estaban contentos de pagar la matrícula de dicho Seminario al piadoso y brillante seminarista.

El 20 de septiembre de 1913, Justino fue ordenado sacerdote. Mientras estaba arrodillado ante el obispo para la ordenación, juró al Señor para fundar una congregación religiosa para cultivar las vocaciones a la fe, el sacerdocio y la santidad.

Como sacerdote, intensificó el trabajo que ya había empezado como estudiante del Seminario. Cuando fue nombrado Párroco de Pianura el 20 de septiembre de 1920, pronto comenzó a trabajar para la realización de su misión.

El 18 de octubre del mismo año, la primera comunidad de Padres Vocacionistas vio la luz en la rectoría de la parroquia de San Jorge. Un año más tarde se formó la Comunidad de las Hermanas Vocacionistas con los mismos objetivos y metas que la de los Padres.

Los Padres y Hermanas Vocacionistas se extendieron rápidamente por toda Italia, Francia, Brasil, Argentina y EE.UU. y, últimamente han llegaron a Nigeria, India, Filipinas, Madagascar, Colombia y Ecuador.

Dondequiera que iba, su objetivo principal era la búsqueda y el cultivo de las vocaciones, especialmente entre los pobres y los desfavorecidos. La Santísima Trinidad, la Sagrada Familia y la Iglesia Madre fueron la fuente y el centro de su espiritualidad y de sus múltiples ministerios.

Las dos congregaciones religiosas Vocacionistas se convirtieron en congregación de derecho pontificio, el 3 de enero de 1948 y el 24 de mayo de 1947, respectivamente.

El P. Justino completó su misión en la tierra el 2 de agosto de 1955, confortado por los sacramentos de la Iglesia. El 18 de diciembre 1997 el Papa Juan Pablo II declaró oficialmente que el Padre Justino había practicado las virtudes cristianas de manera heroica, por lo que estaba siendo elevado a la dignidad del Venerable.

Más recientemente S.S. Benedicto XVI la mañana del 1 de julio de 2010, autorizó a la Congregación para la Causa de los Santos a promulgar el decreto concerniente al milagro atribuido a la intercesión del Venerable Justino Russolillo, con lo que tan solo faltaría se fije la fecha para realizar la ceremonia de beatificación.

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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