jueves, 6 de junio de 2013

Viernes de la Pasión y Muerte de Jesucristo. 06/06/2013. Venerable Mateo Talbot ¡ruega por nosotros!

JMJ

Pax

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 15, 3-7

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús propuso a los fariseos y a los escribas esta parábola: 
"Si uno de ustedes tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que se le perdió hasta encontrarla? Una vez que la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa reúne a los amigos y vecinos y les dice: 
"Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido".
Yo les aseguro que lo mismo pasa en el cielo: habrá más alegría por un pecador que se arrepiente
que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354

Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

Sagrado Corazón de Jesús (C)

Antífona de Entrada

Los proyectos de su corazón subsisten de edad en edad, para librar de la muerte la vida de sus fieles y reanimarlos en tiempo de hambre.

Oración Colecta

Oremos:
Al celebrar hoy la solemnidad del Corazón de Jesús, en la que recordamos el inmenso amor de tu Hijo hacia nosotros, te suplicamos, Padre todopoderoso, que nos concedas alcanzar de esa fuente inagotable la abundancia de tu gracia. 
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura

Yo mismo apacentaré a mis ovejas y las haré reposar

Lectura del libro del profeta Ezequiel 34, 11-16

Esto dice el Señor Dios: 
"Yo mismo iré a buscar a mis ovejas y velaré por ellas. Así como un pastor vela por su rebaño cuando las ovejas se encuentran dispersas, así velaré yo por mis ovejas; iré por ellas a todos los lugares por donde se dispersaron un día de niebla y de oscuridad.
Las sacaré de en medio de los pueblos, las congregaré de entre las naciones, las traeré a su tierra, las apacentaré por los montes de Israel, por las cañadas y por los poblados del país. 
Las apacentaré en pastizales escogidos, en lo alto de los montes de Israel tendrán sus apriscos; allí reposarán en buenos prados y en pastos suculentos serán apacentadas sobre los montes de Israel.
Yo mismo apacentaré a mis ovejas, yo mismo las haré reposar, dice el Señor Dios.
Buscaré a las ovejas perdidas y haré volver a las descarriadas; curaré a las heridas, robusteceré a las débiles, y a las que están gordas y fuertes las cuidaré. Yo las apacentaré en la justicia".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 22

El Señor es mi pastor, nada me falta.

Es Señor, es mi pastor: nada me falta.; en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas. El Señor es mi pastor nada me falta. Por ser un Dios fiel a sus promesas, me guía por el sendero recto; aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo, tu vara y tu cayado me dan seguridad.
El Señor es mi pastor, nada me falta.

Tú mismo me preparas la mesa a despecho de mis adversarios, me unges la cabeza con perfume y llenas mi copa hasta los bordes.
El Señor es mi pastor, nada me falta.

Segunda Lectura

La prueba de que Dios nos ama está en que Cristo murió por nosotros

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 5, 5-11

Hermanos: Dios ha infundido su amor en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos ha dado.
En efecto, cuando todavía no teníamos fuerzas para salir del pecado, Cristo murió por los pecadores en el tiempo señalado. Difícilmente habrá alguien que quiera morir por un justo, aunque puede haber alguno que esté dispuesto a morir por un persona sumamente buena. 
Y la prueba de que Dios nos ama está en que Cristo murió por nosotros cuando aún éramos pecadores.
Con mayor razón, ahora que ya hemos sido justificados por la sangre del Mesías, seremos salvados por él del castigo final; porque si, cuando éramos enemigos de Dios, fuimos reconciliados con él por la muerte de su Hijo, con mucha más razón, estando ya reconciliados, recibiremos la salvación participando de la vida de su Hijo. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Tomen mi yugo sobre ustedes, dice el Señor, y aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón.
Aleluya.

Evangelio

Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 15, 3-7

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús propuso a los fariseos y a los escribas esta parábola: 
"Si uno de ustedes tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que se le perdió hasta encontrarla? Una vez que la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa reúne a los amigos y vecinos y les dice: 
"Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido".
Yo les aseguro que lo mismo pasa en el cielo: habrá más alegría por un pecador que se arrepiente
que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Oración de los Fieles

Celebrante:
Oremos, hermanos y hermanas, al Señor nuestro Dios, que reveló su nombre en la zarza, su majestad en el fuego y la tempestad, y su amor en su Hijo Jesucristo, y pidámosle por las necesidades de todos los seres humanos: 
Respondemos: 
Te rogamos, Señor, óyenos.

Para que el Señor purifique y santifique sin cesar a su Iglesia con el agua y la sangre que brotaron de su corazón, roguemos al Señor. 
Te rogamos, Señor, óyenos.

Para que el Señor, rey y centro de todos los corazones, atraiga a sí a los que aún no le conocen, y a los que habiendo experimentado su amor se han alejado de él, roguemos al Señor. 
Te rogamos, Señor, óyenos.

Para que Cristo alivie con su amor los sufrimientos de quienes han experimentado la decepción de los amores humanos, y de los que se sienten rechazados o traicionados en el amor, roguemos al Señor. 
Te rogamos, Señor, óyenos.

Para que Dios nos conceda encontrar descanso en el corazón de su Hijo, abierto por la lanza del soldado, roguemos al Señor. 
Te rogamos, Señor, óyenos.

Celebrante: 
Padre de bondad y de ternura infinitas, que como la madre nos tomas en brazos y, como ella, te inclinas para darnos alimento; escucha nuestras oraciones y concédenos encontrar en el corazón de Cristo, levantado sobre la cruz, el conocimiento profundo de tu amor, para que renovados por la fuerza del Espíritu, anunciemos a toda la humanidad, las riquezas insondables de la redención. 
El, que vive y reina por los siglos de los siglos. 
Amén.

Oración sobre las Ofrendas

Ten en cuenta Señor, el inefable amor del corazón de tu Hijo, para que este don que te ofrecemos sea agradable a tus ojos y sirva como expiación de nuestros pecados.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio

Inmenso amor de Cristo

Por eso, con los ángeles y con todos los santos, te alabamos cantando sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo...

Antífona de la Comunión

Dice el Señor: Si alguno tiene sed que venga a mí y beba; de aquel que cree en mí brotarán ríos de agua viva.

Oración después de la Comunión

Oremos:
Señor, que este sacramento de caridad nos haga arder en un santo amor que, atrayéndonos siempre hacia tu Hijo, nos enseñe a reconocerlo en cada uno de nuestros hermanos.
El, que vive y reina por los siglos de los siglos.

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Meditación diaria

Viernes posterior al 2º domingo después de Pentecostés

EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS*

Solemnidad

— Origen y sentido de la fiesta.

— El amor de Jesús por cada uno de nosotros.

— Amor reparador.

I. Los proyectos del corazón del Señor subsisten de edad en edad, para librar las almas de sus fieles de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre1, leemos en el comienzo de la Misa.

El carácter de la Solemnidad que hoy celebramos es doble: de acción de gracias por las maravillas del amor que Dios nos tiene y de reparación, porque frecuentemente este amor es mal o poco correspondido2, incluso por quienes tenemos tantos motivos para amar y agradecer. Desde siempre fue fundamento de la piedad cristiana la consideración del amor de Jesús por todos los hombres; por eso, el culto al Sagrado Corazón de Jesús «nace de las fuentes mismas del dogma católico»3. Este culto recibió un especial impulso por la devoción y piedad de numerosos santos a quienes el Señor mostró los secretos de su Corazón amantísimo, y les movió a difundir la devoción al Sagrado Corazón y a fomentar el espíritu de reparación.

El viernes de la octava de la festividad del Corpus Christi, el Señor pidió a Santa Margarita María de Alacoque que promoviera el amor a la comunión frecuente..., sobre todo los primeros viernes de cada mes, con sentido de reparación, y le prometió hacerle partícipe, todas las noches de este jueves al viernes, de su pena en el Huerto de los Olivos. Un año más tarde, se le apareció Nuestro Señor y, descubriéndole su Corazón Sacratísimo, le dirigió estas palabras, que han alimentado la piedad de muchas almas: Mira este Corazón que ha amado tanto a los hombres y que no ha omitido nada hasta agotarse y consumirse para manifestarles su amor; y en reconocimiento, Yo no recibo de la mayor parte sino ingratitudes por sus irreverencias y sacrilegios y por las frialdades y desprecios que tienen hacia Mí en este sacramento de amor. Pero lo que me es más sensible todavía es que sean corazones que me están consagrados los que así me traten. Por eso, te pido Yo que el primer viernes después de la octava del Santísimo Sacramento sea dedicado a una fiesta particular para honrar mi Corazón, comulgando ese día y reparando con algún acto de desagravio...

En muchos lugares de la Iglesia existe la costumbre privada de reparar los primeros viernes de mes con algún acto eucarístico o el rezo de las letanías del Sagrado Corazón. Además, «el mes de junio está dedicado de modo especial a la veneración del Corazón divino. No solo un día, la fiesta litúrgica que, de ordinario, cae en junio, sino todos los días»4.

El Corazón de Jesús es fuente y expresión de su infinito amor por cada hombre, sean cuales sean las condiciones en las que se encuentra. Él nos busca a cada uno: Yo mismo -dice un bellísimo texto mesiánico del Profeta Ezequiel- buscaré a mis ovejas, siguiendo su rastro. Como un pastor sigue el rastro de su rebaño cuando se encuentra las ovejas dispersas, así seguiré yo el rastro de mis ovejas: y las libraré, sacándolas de todos los lugares donde se desperdigaron el día de los nubarrones y de la oscuridad5. Cada uno es una criatura que el Padre ha confiado al Hijo para que no perezca, aunque se haya marchado lejos.

Jesús, Dios y Hombre verdadero, ama al mundo con «corazón de hombre»6, un Corazón que sirve de cauce al amor infinito de Dios. Nadie nos ha amado más que Jesús, nadie nos amará más. Me amó -decía San Pablo- y se entregó por mí7, y cada uno de nosotros puede repetirlo. Su Corazón está lleno de amor del Padre: lleno al modo divino y al mismo tiempo humano.

II. El Corazón de Jesús amó como ningún otro, experimentó alegría y tristeza, compasión y pena. Los Evangelistas advierten con mucha frecuencia: tenía compasión del pueblo8, tenía compasión de ellos, porque eran como ovejas sin pastor9. El pequeño éxito de los Apóstoles en su primera salida evangelizadora le hizo sentirse como nosotros cuando recibimos una buena noticia: se llenó de alegría, dice San Lucas10; y llora, cuando la muerte le arrebata a un amigo11.

Tampoco nos ocultó sus desilusiones: Jerusalén, que matas a los profetas (...). Cuántas veces he querido reunir a tus hijos...12. ¡Cuántas veces! Jesús ve la historia del Antiguo Testamento y de la Humanidad toda: una parte del pueblo judío y de los gentiles de todos los tiempos rechazará el amor y la misericordia divina. De alguna manera podemos decir que aquí está llorando Dios con ojos humanos por la pena contenida en su corazón de hombre. Y este es el significado real de la devoción al Sagrado Corazón: traducir para nosotros la naturaleza divina en términos humanos. A Jesús no le era indiferente –no lo es ahora en nuestro trato diario con Él– el que unos leprosos no volvieran a darle las gracias después de haber sido curados, o las delicadezas y muestras de hospitalidad que se tienen con un invitado, como le dirá a Simón el fariseo. Él experimentó en muchas ocasiones la inmensa alegría de ver que alguno se arrepentía de sus pecados y le seguía, o la generosidad de quienes lo dejaban todo para ir con Él, y se contagiaba del gozo de los ciegos que comenzaban a ver, quizá por vez primera.

Ya antes de celebrar la Última Cena, al pensar que se quedaría siempre con nosotros mediante la institución de la Eucaristía, manifestó a sus íntimos: Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer13; emoción que debió de ser mucho más honda cuando tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: Esto es mi Cuerpo...14. ¿Y quién podrá explicar los sentimientos de su Corazón amantísimo cuando en el Calvario nos dio a su Madre como Madre nuestra?

Cuando ya había entregado su vida al Padre, uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante brotó sangre y agua15. Esa herida abierta nos recuerda hoy el amor inmenso que nos tiene Jesús, pues nos dio voluntariamente hasta la última gota de su preciosa Sangre, como si estuviéramos solos en el mundo. ¿Cómo no nos vamos a acercar con confianza a Cristo? ¿Qué miserias pueden impedir nuestro amor, si tenemos el corazón grande para pedir perdón?

III. Después de la Ascensión al Cielo con su Cuerpo glorificado, no cesa de amarnos, de llamarnos para que vivamos siempre muy cerca de su Corazón amantísimo. «Aun en la gloria del Cielo lleva en las heridas de sus manos, de sus pies y de su costado los resplandecientes trofeos de su triple victoria: sobre el demonio, sobre el pecado y sobre la muerte; lleva además, en su Corazón, como en arca preciosísima, aquellos inmensos tesoros de sus méritos, frutos de su triple victoria, que ahora distribuye con largueza al género humano ya redimido»16.

Nosotros hoy, en esta Solemnidad, adoramos el Corazón Sacratísimo de Jesús «como participación y símbolo natural, el más expresivo, de aquel amor inexhausto que nuestro Divino Redentor siente aun hoy hacia el género humano. Ya no está sometido a las perturbaciones de esta vida mortal; sin embargo, vive y palpita y está unido de modo indisoluble a la Persona del Verbo divino, y, en ella y por ella, a su divina voluntad. Y porque el Corazón de Cristo se desborda en amor divino y humano, y porque está lleno de los tesoros de todas las gracias que nuestro Redentor adquirió por los méritos de su vida, padecimientos y muerte, es, sin duda, la fuente perenne de aquel amor que su Espíritu comunica a todos los miembros de su Cuerpo místico»17.

El meditar hoy en el amor que Cristo nos tiene, nos impulsará a agradecer mucho tanto don, tanta misericordia inmerecida. Y al contemplar cómo muchos viven de espaldas a Dios, al comprobar que muchas veces no somos del todo fieles, que son muchas las flaquezas personales, iremos a su Corazón amantísimo y allí encontraremos la paz. Muchas veces tendremos que recurrir a su amor misericordioso buscando esa paz, que es fruto del Espíritu Santo: Cor Iesu sacratissimum et misericors, dona nobis pacem, Corazón sacratísimo y misericordioso de Jesús, danos la paz.

Y al ver a Jesús tan cercano a nuestras inquietudes, a nuestros problemas, a nuestros ideales, le decimos: «¡Gracias, Jesús mío!, porque has querido hacerte perfecto Hombre, con un Corazón amante y amabilísimo, que ama hasta la muerte y sufre; que se llena de gozo y de dolor; que se entusiasma con los caminos de los hombres, y nos muestra el que lleva al Cielo; que se sujeta heroicamente al deber, y se conduce por la misericordia; que vela por los pobres y por los ricos, que cuida de los pecadores y de los justos...

»-¡Gracias, Jesús mío, y danos un corazón a la medida del Tuyo!»18.

Muy cerca de Jesús encontramos siempre a su Madre. A Ella acudimos al terminar nuestra oración, y le pedimos que haga firme y seguro el camino que nos lleva hasta su Hijo.

1 Antífona de entrada, Sal 32, 11; 19. — 2 Cfr. A. G. Martimort, La Iglesia en oración, p. 997. — 3 Pío XII, Enc. Haurietis aquas, 15-V-1956, 27. — 4 Juan Pablo II, Ángelus, 27-VI-1982. — 5 Primera lectura. Ciclo C. Ez 34, 11-16. — 6 Conc. Vat. II, Const.Gaudium et spes, 22. — 7 Gal 2, 20. — 8 Mt 8, 2. — 9 Mc 6, 34. — 10 Lc 10, 21. —11 Cfr. Jn 11, 35. — 12 Mt 23, 37. — 13 Lc 22, 15. — 14 Cfr. Lc 22, 19-20. — 15 Jn19, 34. — 16 Pío XII, loc. cit., 22. — 17 Ibídem, 24. — 18 San Josemaría Escrivá,Surco, n. 813.

* Ya existía como devoción particular en la Edad Media; como fiesta litúrgica aparece en 1675, a raíz de las apariciones del Señor a Santa Margarita María de Alacoque. En estas revelaciones conoció la Santa con particular hondura la necesidad de reparar por los pecados personales y de todo el mundo, y de corresponder al amor de Cristo. Le pidió el Señor que se extendiera la práctica de la comunión frecuente, especialmente los primeros viernes de cada mes, con sentido reparador, y que «el primer viernes después de la octava del Santísimo Sacramento» fuera dedicada «una fiesta particular para glorificar su Corazón». La fiesta se celebró por vez primera el 21 de junio de 1686. Pío IX la extendió a toda la Iglesia. Pío XI, en 1928, le dio el esplendor que hoy tiene.

Bajo el símbolo del Corazón humano de Jesús se considera ante todo el Amor infinito de Cristo por cada hombre; por eso, el culto al Sagrado Corazón «nace de las fuentes mismas del dogma católico», como el Papa Juan Pablo II ha expuesto en su abundante catequesis sobre este misterio tan consolador.

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Viernes posterior al 2º domingo después de Pentecostés, Sagrado Corazón de Jesús

EL AMOR DE JESÚS

— Amor único y personal por cada criatura.

— Desagravio y reparación.

— Un horno ardiente de caridad.

I. Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene. Dios es amor, y el que permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él, se lee en una lectura de la Misa1.

La plenitud de la misericordia divina hacia los hombres se expresa en el envío de la Persona de su Hijo Unigénito. No solo hemos conocido que Dios nos ama por ser esta la continua enseñanza de Jesús, sino que su presencia entre nosotros es la prueba máxima de este amor: Él mismo es la plena revelación de Dios y de su amor a los hombres2. Enseña San Agustín que la fuente de todas las gracias es el amor que Dios nos tiene y que nos ha revelado no solo con palabras, sino también con obras. El hecho supremo de este amor tuvo lugar cuando su Hijo Unigénito asumió carne mortal y se hizo hombre como nosotros, excepto en el pecado3.

Hoy hemos de pedir nuevas luces para, de un modo más hondo, entender el amor de Dios a todos los hombres, a cada uno. Debemos suplicar al Espíritu Santo que, con su gracia y nuestra correspondencia, cada día podamos decir personalmente y con más hondura: he conocido el amor que Dios me tiene. A esa sabiduría –la que verdaderamente importa– llegaremos, con la ayuda de la gracia, meditando muchas veces la Humanidad Santísima de Jesús: su vida, sus hechos, lo que padeció por redimirnos de la esclavitud en la que nos encontrábamos y elevarnos a una amistad con Él, que durará por toda la eternidad. El Corazón de Jesús, un corazón con sentimientos humanos, fue el instrumento unido a la Divinidad para expresarnos su amor indecible; el Corazón de Jesús es el corazón de una Persona divina, es decir, del Verbo Encarnado, y, «por consiguiente, representa y pone ante los ojos todo el amor que Él nos ha tenido y nos tiene ahora. Y aquí está la razón de por qué el culto al Sagrado Corazón se considera, en la práctica, como la más completa profesión de la fe cristiana. Verdaderamente, la religión de Jesucristo se funda toda en el Hombre-Dios Mediador; de manera que no se puede llegar al Corazón de Dios sino pasando por el Corazón de Cristo, conforme a lo que Él mismo afirmó: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie viene al Padre sino por Mí (Jn 14, 6)»4.

No hubo un solo acto del alma de Cristo o de su voluntad que no estuviera dirigido a nuestra redención, a conseguirnos todas las ayudas para que no nos separemos jamás de Él, o para volver si nos hubiéramos extraviado. No hubo una parte de su cuerpo que no padeciera por nuestro amor. Toda clase de penas, injurias y oprobios las aceptó gustoso por nuestra salvación. No quedó una sola gota de su Sangre preciosísima que no fuese derramada por nosotros.

Dios me ama. Esta es la verdad más consoladora de todas y la que debe tener más resonancias prácticas en mi vida. ¿Quién podrá comprender el hondo abismo de la bondad de Jesús manifestada en la llamada que hemos recibido a compartir con Él su misma Vida, su amistad...? Una Vida y una amistad que ni la muerte logrará romper; por el contrario, la volverá más fuerte y más segura.

«Dios me ama... y el Apóstol Juan escribe: "amemos, pues, a Dios, ya que Dios nos amó primero". -Por si fuera poco, Jesús se dirige a cada uno de nosotros, a pesar de nuestras innegables miserias, para preguntarnos como a Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?"...

»-Es la hora de responder: "¡Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo!", añadiendo con humildad: ¡ayúdame a amarte más, auméntame el amor!»5.

II. En la Misa de esta Solemnidad rezamos: Oh, Dios, que en el Corazón de tu Hijo, herido por nuestros pecados, has depositado infinitos tesoros de caridad; te pedimos que, al rendirle el homenaje de nuestro amor, le ofrezcamos una amplia reparación6.

De este rato de oración hemos de sacar la alegría inmensa de considerar, una vez más, el amor vivo y actual de Jesús por cada uno. ¡Un Dios con corazón de carne, como el nuestro! Jesús de Nazareth sigue pasando por nuestras calles y plazas haciendo el bien7 como cuando estaba en carne mortal entre los hombres: ayudando, curando, consolando, perdonando, otorgando la vida eterna a través de sus sacramentos... Son los infinitos tesoros de su Corazón, que sigue derramando a manos llenas. San Pablo enseña que, al subir a lo alto, llevó cautiva a la cautividad, y derramó sus dones sobre los hombres8. Cada día son inconmensurables las gracias, las inspiraciones, las ayudas, espirituales y materiales, que recibimos del Corazón amante de Jesús. Sin embargo, Él «no se impone dominando: mendiga un poco de amor, mostrándonos, en silencio, sus manos llagadas»9. ¡Con cuánta frecuencia se lo hemos negado! ¡Cuántas veces ha esperado más amor, más fervor, en esa Visita al Santísimo, en aquella Comunión... !

Mucho debemos reparar y desagraviar al Corazón Sacratísimo de Jesús, Por nuestra vida pasada, por tanto tiempo perdido, por tanta tosquedad en el trato con Él, por tanto desamor... «Te pido –le decimos con palabras que dejó escritas San Bernardo– que acojas la ofrenda del resto de mis años. No desprecies, Dios mío, este corazón contrito y humillado, por todos los años que malgasté de mala manera»10. Dame, Señor, el don de la contrición por tanta torpeza actual en mi trato y amor hacia Ti, aumenta la aversión a todo pecado venial deliberado, enséñame a ofrecerte como expiación las contrariedades físicas y morales de cada día, el cansancio en el trabajo, el esfuerzo para dejar las labores terminadas, como Tú quieres.

Ante tantos que parecen huir de la gracia, no podemos quedar indiferentes. «No pidas a Jesús perdón tan solo de tus culpas: no le ames con tu corazón solamente...

»Desagráviale por todas las ofensas que le han hecho, le hacen y le harán..., ámale con toda la fuerza de todos los corazones de todos los hombres que más le hayan querido.

»Sé audaz: dile que estás más loco por Él que María Magdalena, más que Teresa y Teresita..., más chiflado que Agustín y Domingo y Francisco, más que Ignacio y Javier»11.

III. Aquellos dos discípulos a quienes acompaña Jesús camino de Emaús le reconocen por fin al partir el pan, después de unas horas de viaje. Y se dijeron uno a otro: ¿No es verdad que ardía nuestro corazón dentro de nosotros mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?12. Sus corazones, que poco antes estaban apagados, desalentados y tristes, ahora están llenos de fervor y de alegría. Esto hubiera sido motivo suficiente para reconocer que Cristo los acompañaba, pues este es el efecto que Jesús produce en aquellos que están cercanos a su Corazón amabilísimo. Ocurrió entonces y tiene lugar cada día.

En esta «arca preciosísima» del Corazón de Jesús se encuentra la plenitud de toda caridad. Esta, don por excelencia «del Corazón de Cristo y de su Espíritu, es la que dio a los Apóstoles y a los mártires la fortaleza para predicar la verdad evangélica y testimoniarla hasta derramar por ella su sangre»13. De ahí sacamos nosotros la firmeza necesaria para dar a conocer a Cristo. Es en el trato con Jesús donde se enciende el verdadero celo apostólico, el que es capaz de perdurar por encima de los aparentes fracasos, de los obstáculos de un ambiente que en ocasiones parece que huye de Jesús.

El amigo hace llegar al amigo lo mejor que tiene. Nosotros nada poseemos que se pueda comparar al hecho de haber conocido a Jesús. Por eso, a nuestros parientes, a los amigos, a los compañeros de profesión hemos de darles a conocer a Cristo.

En el Corazón de Jesús hemos de encender nuestro celo apostólico por las almas. En Él encontramos un horno ardiente de caridad por las almas, como rezamos en las Letanías del Sagrado Corazón. «El horno arde –comentaba el Papa Juan Pablo II–. Al arder, quema todo lo material, sea leña u otra sustancia fácilmente combustible.

»El Corazón de Jesús, el Corazón humano de Jesús, quema con el amor que lo colma. Y este es el amor al Eterno Padre y el amor a los hombres: a las hijas y los hijos adoptivos.

»El horno, quemando, poco a poco se apaga. El Corazón de Jesús, en cambio, es horno inextinguible. En esto se parece a la zarza ardientedel libro del Éxodo, en la que Dios se reveló a Moisés. La zarza que ardía con el fuego, pero... no se consumía (Ex 3, 2).

»Efectivamente, el amor que arde en el Corazón de Jesús es sobre todo el Espíritu Santo, en el que Dios-Hijo se une eternamente al Padre. El Corazón de Jesús, el Corazón humano de Dios-Hombre, está abrasado por la llama viva del Amor trinitario, que jamás se extingue.

»Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad. El horno, mientras arde, ilumina las tinieblas de la noche y calienta los cuerpos de los viandantes ateridos.

»Hoy queremos rogar a la Madre del Verbo Eterno, para que en el horizonte de la vida de cada una y de cada uno de nosotros no cese nunca de arder el Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad. Para que Él nos revele el Amor que no se extingue ni se deteriora jamás, el Amor que es eterno. Para que ilumine las tinieblas de la noche terrena y caliente los corazones.

»Dándole las gracias por el único amor capaz de transformar el mundo y la vida humana, nos dirigimos con la Virgen Inmaculada, en el momento de la Anunciación, al Corazón Divino que no cesa de serhorno ardiente de caridad. Ardiente: como la zarza que Moisés vio al pie del monte Horeb»14.

1 Segunda lectura. Ciclo A. 1 Jn 4, 16. — 2 Cfr. Jn 1, 18; Heb 1, 1. — 3 Cfr. San Agustín, Tratado sobre la Trinidad, 9, 10. — 4 Pío XII, Enc. Haurietis aquas. 15-V-1956. — 5 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 497. — 6 Misal Romano, Oración colecta. — 7 Cfr. Hech 10, 38. — 8 Ef 4, 8. — 9 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 179. — 10 San Bernardo, Sermón 20, 1. — 11 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 402. — 12 Lc 24, 32. — 13 Pío XII, loc. cit. — 14 Juan Pablo II, Ángelus 23-VI-1985.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)


Venerable Mateo Talbot

+ 7 de junio, 1925


SU VIDA

Muy joven todavía, un obrero auxiliar de Dublín, llamado Mateo (Matt) Talbot, empezó a beber y parecía que pronto sería una víctima más del alcoholismo. Aunque todas las mañanas, al despertarse de su borrachera, sentía una infinita vergüenza ante Dios y ante el mundo por su falta de carácter, y aunque su madre le rogaba casi de rodillas que cambiase su vida, todos los días de pago olvidaba sus promesas y buenas intenciones, llegando a vender cuanto llevaba encima para satisfacer su vicio. No era ninguna pena o sufrimiento especial lo que lo impulsaba hacia la cantina, sino una absoluta carencia de voluntad y responsabilidad.

A pesar de su pobreza era un muchacho alegre que mantenía en alto su fe y, cuando no estaba bebido, sus padres no tenían por qué avergonzarse de él.

Repentinamente, cuando ya había cumplido 24 años de edad y se le notaban los signos inconfundibles del bebedor, arrojó un día el vaso con licor por la ventana y juró que no volvería a beber ni una gota de alcohol. Jamás confió a nadie la causa de esta repentina decisión; se llevó el secreto a la tumba. Las causas de su transformación, aparentemente, no fueron ni un sentimiento de hastío o repugnancia, ni el temor natural a la ruina corporal, sino más bien se originó por un profundo movimiento de la gracia de Dios, una gracia que aún no se apagaba en su alma.

Ante un sacerdote juró Matt Talbot renunciar en lo futuro al alcohol. No se fió de sus propias fuerzas, sino que, con la bendición de la Iglesia, con la fuerza del Señor, quiso emprender la lucha contra sus malas inclinaciones y resistió con heroísmo. Sin hacer caso a las burlas de los compañeros, dejaba pasar la botella si se la presentaban. Sin embargo, esa renuncia de ninguna manera le pareció una penitencia suficiente para expiar el pecado que lo había dominado durante diez largos años.

Dejó de fumar, prescindió de la comida completa del mediodía y vivía rigurosamente, como un ermitaño. Se conformaba con pocas horas de sueño después de sus diez horas de trabajo. Al estilo de los penitentes medievales, llevaba una cadena bajo la ropa de trabajo. Su jornada comenzaba a las dos de la madrugada. De rodillas rezaba hasta que las campanas llamaban a misa; después de escucharla se presentaba entre los primeros a la obra. A la hora del almuerzo se retiraba a una choza para proseguir sus rezos sin que lo vieran. Durante muchas noches cuidaba a algún amigo enfermo o leía libros religiosos.

Todo lo que logró ahorrar de su escaso salario se lo pasó a cuatro seminaristas de la misión en China, para sus estudios.

Nadie sabía de sus penitencias y de sus sacrificios voluntarios. Durante cuarenta años sólo fue uno más en la fila gris de los obreros que, al amanecer, marchaban por las calles de Dublín rumbo a su pesado trabajo, para regresar agotados al anochecer. El 7de junio de 1925 Matt Talbot, ya de 70 años, cayó desmayado en plena calle. Murió allí mismo, antes de que una mano solícita lo pudiese ayudar. A raíz de su muerte se manifestó la santidad oculta de este hombre sencillo, que había comprendido la palabra del Señor: "... el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan (Mt. 11,12)".

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Fuente: Archidiócesis de Madrid
Isaac y compañeros, Mártires Mártires, Junio 7  

Isaac y compañeros, Mártires

Mártires

En la ciudad los moros están cansados de matar; los cristianos que conviven allí están cansados también de aguantar insolencias y de sufrir humillaciones con peligro. Bastantes han preferido la salida y se han instalado en los alrededores, ocupando las cuevas de la montaña donde viven como ermitaños. Son más de los que se esperaba; casi se puede decir que han formado un cinturón cercando la ciudad de los emires. Con frecuencia reciben la visita de Eulogio que les conforta con la palabra clara, fuerte y enérgica que deja en sus almas regustos de mayor entrega a Dios, mezclada con deseos de fidelidad a la fe cristiana y a los derechos de la patria.

Gran parte de ellos avivan en el alma deseos sinceros de perfección. Pasan el día y la noche repitiendo las costumbres ascéticas de los antiguos anacoretas entre la meditación y la alabanza. Las numerosas ermitas de la montaña forman un gran monasterio que sigue la Regla de los antiguos y pasados reformadores visigóticos Leandro, Isidoro, Fructuoso y Valerio quienes muy probablemente recopilaron, adaptándolas, las primeras reglas cenobíticas de los orientales recogidas por Pacomio, Casiano, Agustín y Benito. El más importante es el Tabanense.

Estalló la tormenta con el martirio del sacerdote cordobés Perfecto que fue arrastrado al tribunal, condenado y degollado.

Hay revuelo en la ciudad y protesta e indignación en el campo. Ha nacido un sentimiento por mucho tiempo tapado; muchos, llenos de ánimo, se lanzan en público a maldecir al Profeta y se muestran deseosos de morir por la justicia y la verdad. El mismo Eulogio pretendió serenar los ánimos, pero de todos modos sostiene que "nadie puede detener a aquellos que van al martirio inspirados por el Espíritu Santo".

Isaac es un joven sacerdote de Tábanos, hijo de familia ilustre cordobesa; de buena educación, conocedor excelente del árabe, hábil en los negocios, servidor en la administración de Abderramán y de sus rentas. Pero amargado en la casa de su amo por la insolencia de los dominantes, por su prepotencia altanera, o quizá por escrúpulos de conciencia, decidió irse y entrar en Tábanos donde le trató Eulogio. Ahora, indignado por la persecución de los musulmanes, toma la decisión de presentarse al cadí con la intención de ridiculizar la injusticia y acabar en el martirio.

Simula querer tener razones para aceptar la religión del Profeta y las pide con ironía y sarcasmo al juez que cae en la trampa. Tan de plano rechaza ante el público reunido la mentira del Profeta, la bajeza de la vida del mahometano y la falsía de la felicidad prometida que, resaltando la verdad del Crucificado, la dignidad que pide a sus fieles y la verdad del único Cielo prometido, que, fuera de sí el improvisado y timado maestro, abofetea a Isaac, contra la ley y la usanza.

La crónica del suceso narrada por Eulogio coincide con la versión árabe relatada en las Historias de los jueces de Córdoba, de Alioxaní, por la que sabemos hasta el nombre del cadí, Said-ben Soleiman el Gafaquí, que le juzgó. Abderramán II mandó aplicar el rigor de la ley a su antiguo servidor; y para que los cristianos no pudieran hacer de su cadáver un estandarte dándole veneración, lo mantuvo dos días en la horca, lo hizo quemar y desparramar después sus cenizas por el río Guadalquivir. Fue martirizado el 7 de juno de 851.

Eso sucedió el miércoles 3 de junio. Dos días más tarde, el mártir es Sancho, un joven admirador de Eulogio, nacido cerca del Pirineo, que era un esclavo de la guardia del sultán; a éste, por ser culpado de alta traición además de impío, lo tendieron en el suelo, le metieron por su cuerpo una larga estaca, lo levantaron en el aire y así murió tras una larga agonía; esa era la muerte de los empalados.

Seis hombres que vestían con cogulla monacal se presentaron el domingo, día 7, ante el juez musulmán, diciéndole: "Nosotros repetimos lo mismo que nuestros hermanos Isaac y Sancho; mucho nos pesa de vuestra ignorancia, pero debemos deciros que sois unos ilusos, que vivís miserablemente embaucados por un hombre malvado y perverso. Dicta sentencia, imagina tormentos, echa mano de todos tus verdugos para vengar a tu profeta". Eran Pedro, un joven sacerdote y Walabonso, diácono, nacido en Niebla, ambos del monasterio de Santa María de Cuteclara; otros dos, Sabiniano y Wistremundo, pertenecían al monasterio de Armelata; Jeremías era un anciano cordobés que había sido rico en sus buenos tiempos, pero había sabido adaptar su cuerpo a los rigores de la penitencia en el monasterio de Tábanos que ayudó a construir con su fortuna personal y ya sólo le quedaba esperar el Cielo y, otro tabanense más, Habencio, murieron decapitados.

En unos días, ocho hombres fueron mártires de Cristo.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
María Teresa de Soubiran, Santa Fundadora, 7 de junio  

María Teresa de Soubiran, Santa

Fundadora de la Sociedad de María Auxiliadora

La familia Soubiran pertenecía a la antigua nobleza. Sus orígenes datan por lo menos del siglo XIII, y entre sus antecesores indirectos se cuentan San Luis de Francia, San Eleazar de Sabran y su esposa la Beata Delfina, Santa Roselina de Villeneuve, Santa Isabel de Hungría y buena parte de las familias reales de Europa. En el segundo cuarto del siglo XIX, el jefe de la familia Soubiran era José de Soubiran la Louviere, quien vivía en Castelnaudary, cerca de Carcasona. José se casó con Noemí de Gélis de l´Isle d´Albi. Sofía Teresa Agus tina María, segunda hija de este matrimonio, nació el 16 de mayo de 1835.

Los Soubiran mantenían las tradiciones religiosas de la familia, aunque en una forma que reflejaba más la severidad que la alegría del cristianismo. Sofía, dirigida por su tío, el canónigo Luis de Soubiran, se sintió pronto llamada a la vida religiosa. En la congregación mariana bajo la dirección del canónigo, había otras jóvenes que se sentían también llamadas por Dios. Cuando Sofía tenía diecinueve años, Don Luis determinó fundar una comunidad de "beguinas", es decir, de mujeres que viviesen en comunidad con votos temporales de castidad y obediencia. Pero Sofía no creía que ésa fuese su vocación, ya que las "beguinas" gozaban de mucha libertad y podían volver al mundo en el momento en que lo deseasen. Ella se sentía más bien inclinada a la austeridad y a la vida retirada del Carmelo. Sin embargo, al cabo de un período de vacilaciones y de solicitar consejos, decidió finalmente plegarse a los deseos de su tío. Así pues, se trasladó a Gante para estudiar el género de vida de las "beguinas" y, a su vuelta, fue nombrada superiora de la comunidad de Castelnaudary, que entonces inauguró su tío el canónigo. Estos acontecimientos tuvieron lugar entre 1854 y 1855.

En los años siguientes, la nueva fundación prosperó, aunque en una forma bastante diferente a la de los "beguinatos" belgas, ya que Sofía y sus compañeras renunciaron a sus propiedades, establecieron un orfelinato y practicaron, por regla la adoración nocturna al Santísimo Sacramento. A pesar de los progresos, fue aquélla una época tan difícil para la comunidad y su superiora, que la casa en que habitaban recibió el nombre de "el convento del sufrimiento". En 1863, la madre María Teresa, como la llamaremos en adelante, consultó acerca de su vocación a la superiora del convento de Nuestra Señora de la Caridad, en Toulouse y a algunas personas de su confianza, quienes le aconsejaron que hiciese los Ejercicios de San Ignacio. Así lo hizo bajo la dirección del famoso jesuita, P. Pablo Ginhac. Dios le manifestó entonces claramente que debía llevar adelante su propósito de fundar la congregación de María Auxilidaora, tal como lo tenía planeado. El fin de dicha congregación consistía en que sus miembros practicasen la vida religiosa en toda su plenitud y trabajasen por "la empresa más divina y más humana que existe: la salvación de las almas". Ningún trabajo debería parecer demasiado grande ni demasiado pequeño a las religiosas, sobre todo si otras congregaciones no podían o no querían tomarlo entre manos. El canónigo de Soubiran acabó por plegarse a los deseos de su sobrina. El "beguinato" no se disolvió; simplemente, en septiembre de 1864 la madre Maria Teresa y unas cuantas hermanas se mudaron al convento de la Rue des Buchers de Toulouse, que iba a ser la residencia de la nueva congregación. A partir del año siguiente, los escritos de la beata nos permiten seguir de cerca su evolución interior hasta su muerte, ocurrida un cuarto de siglo más tarde.

Las nuevas religiosas siguieron dedicándose al cuidado de los huérfanos y a la instrucción de los niños pobres e inauguraron en Toulouse la primera casa de huéspedes para jóvenes trabajadoras a la que se dio el nombre de Maison de famille, porque era un verdadero hogar para las jóvenes que no lo tenían o que vivían lejos del suyo. Las auxiliadoras practicaban diariamente la adoración nocturna, en tanto que las "beguinas" sólo lo hacían una vez al mes. La madre Teresa calcó las constituciones de su congregación sobre las de la Compañía de Jesús. El P. Ginhac, que tomó parte muy activa en la nueva fundación se encargó de revisar las constituciones. En 1867, el arzobispo de Toulouse aprobó a las auxiliadoras y la Santa Sede publicó, en 1868, un breve laudatorio. En 1869, se inauguraron los conventos de Amiens y de Lyon, en los cuales las religiosas siguieron consagrándose al cuidado de las jóvenes trabajadoras. Durante la guerra franco-prusiana, las religiosas de los tres conventos se refugiaron primero en Southwark y después, en Brompton, donde los padres oratorianos las ayudaron mucho. Más tarde, establecieron una "casa de familia" en Kenington. Tal fue la primera fundación inglesa de las auxiliadoras.

En 1868, ingresó en la congregación una novicia que tres años después fue elegida por voto casi unánime del capítulo, consejera y asistenta de la madre general. Se trataba de la madre Maria Francisca, una mujer muy hábil e inteligente, cinco años mayor que la madre María Teresa de Soubiran. A la vuelta de Inglaterra, la madre María Francisca presentó un proyecto sobre el desarrollo de la congregación; con "el brillo de sus discursos, la fuerza y claridad de sus argumentos, la precisión de sus juicios, su tacto, su habilidad el manejo de los negocios y su fe ardiente y avasalladora", consiguió que el plan fuese aprobado. La cita anterior procede de los escritos de la beata María Teresa y muestra claramente la influencia que ejercía sobre ella su asistenta. Desgraciadamente, la beata no se dio cuenta durante mucho tiempo de que la madre María Francisca era "dominadora, inestable y ambiciosa", como el tiempo había de probar. El hecho fue que la congregación se desarrolló demasiado rápidamente y se abrieron nuevas casas sin recursos suficientes. A principios de 1874, la madre María Francisca declaró que la situación económica de congregación era desesperada. (Actualmente sabemos que tal juicio era exagerado).

Al principio, la madre María Francisca se echó a sí misma la culpa; pero pronto empezó a atacar a la madre María Teresa, acusándola de ser orgullosa, débil, vacilante y de poco espíritu religioso. Al poco tiempo, empezó a correr por todos los conventos de la congregación el rumor de que el mal estado de cosas se debía a la fundadora. La madre María Teresa recordó entonces que m poco antes le había parecido que el Señor le decía: "Tu misión ha terminado dentro de poco, no habrá sitio para ti en tu congregación. Pero mi poder mi bondad estarán contigo." Ella había respondido: "Amén". Desde entona estuvo dispuesta a repetir nuevamente su "amén", pero antes quiso consultar al P. Ginhac. Este quedó un tanto desconcertado e, inmediatamente, mandó llamar a la madre María Francisca, quien le expuso a su modo la situación. Entonces, el siervo de Dios aconsejó a la madre María Teresa que renunciase. Su consejera fue nombrada superiora general.

La casa madre de la congregación era entonces la de Bourges. La nueva superiora general no quiso que su predecesora retornase ni residiese en ninguno de los conventos de la congregación. Así pues, la madre María Teresa se retiró al convento de las Hermanas de la Caridad de Clermont, so pretexto de descansar algunas semanas. El descanso se prolongó siete meses -"siete meses de angustia"-, en tanto que la madre María Francisca determinaba su destino. No hay para qué narrar en detalle las desagradables medidas que la madre María Francisca tomó para evitar que la madre María Teresa reconquistase su antigua influencia y su autoridad. Baste con decir que esas medidas culminaron con la expulsión de la fundadora de la congregación. La beata tuvo que abandonar d convento de Clermont y el hábito religioso en septiembre de aquel año. A fines de 1874, la madre María Teresa, fundadora de la Compañía de María Auxiliadora, volvió a ser simplemente Sofía de Soubiran la Louviere.

Sofía estuvo veinte años en el convento y tuvo que empezar una nueva vida, una prueba muy dura para las personas que no viven "en el mundo", En vano solicitó ser admitida en la congregación de la Visitación y en la orden del Carmelo, "su primer amor". Entonces, pidió su admisión entre sus antiguas amigas del convento de Nuestra Señora de la Caridad en Toulouse, quienes se dedicaban a rescatar mujeres perdidas. Aquellas religiosas no le cerraron las puertas y comprendieron su deseo de ingresar más bien en el convento de París. Después de ciertas dilaciones debidas a algunas dificultades canónicas y a una enfermedad que casi costó la vida a la beata, ésta hizo finalmente la profesión en 1877, a los cuarenta y dos años de edad. Su diario muestra que entró entonces en un período de gran serenidad espiritual y que el poder y la bondad del Señor estaban con ella. El P. Hamon, su director espiritual, escribió: "La abnegación de la madre de Soubiran era tan extraordinaria, que consiguió olvidar completamente a su antigua familia religiosa, confiándola enteramente en manos de la providencia; en esa forma obligó al Divino Pastor a mirar por sus hijas huérfanas. La generosidad de ese sacrificio rayaba, a mi modo de ver, en el heroísmo."

En todo caso, la madre María Francisca no permitía ningún trato, epistolar ni personal, entre sus religiosas y la fundadora de la congregación. Sin embargo, al cabo de ocho años, el contacto se restableció de un modo dramático. La madre María Francisca despidió también de la congregación a la madre María Javier, hermana de la fundadora, pues temía que su presencia conservase vivo el recuerdo de la madre María Teresa. La madre María Javier ingresó también en el convento de Nuestra Señora de la Caridad de París y dio a su hermana noticias muy tristes sobre el estado de la congregación de María Auxiliadora. La madre María Teresa escribió por entonces: "Ahora sí que estoy segura de que esa pequeña compañía que Dios quiere tanto, sobre la cual ha velado tan amorosamente y en la cual había tantas almas fervorosas y verdaderamente virtuosas, estoy segura, digo, de que esa compañía está moralmente muerta, o sea que su fin, su forma y sus métodos han cesado de existir. Acepto amorosamente los planes de Dios, pues soy nada ante su santa e incomprensible voluntad." La Beata María Teresa había contraído la tuberculosis. La larga enfermedad la obligó a pasar en la enfermería los últimos siete meses de su vida. Murió el 7 de junio de 1889, al murmurar estas palabras: "Ven, Señor Jesús". Trató de hacer la señal de la cruz, pero no llegó a signarse. Fue sepultada en el cementerio de Montparnase, en la cripta del convento de Nuestra Señora de la Caridad. Actualmente, sus reliquias se hallan en la casa madre de las auxiliadoras en París. La madre María Teresa de Soubiran fue beatificada en 1946. La síntesis de su espíritu queda expresada en las palabras que escribió en una carta, poco después de su expulsión de la congregación de María Auxiliadora "Como podéis imaginaros, todo ello me ha hecho sufrir enormemente Dios es capaz de medir la intensidad y la profundidad de mi dolor y sabe hasta qué punto esa pena se ha convertido en una fuente de fe, esperanza y caridad. La gran verdad de que Dios es todo y el resto nada se va convirtiendo en la vida de mi alma y, sobre esa verdad me puedo apoyar seguridad, en medio de los incomprensibles misterios de este mundo. Es éste un bien superior a todos los bienes de la tierra, porque en el amor omnipotente podemos confiar durante la vida y por toda la eternidad. No sé si hubiese podido aprender esa gran lección sin pasar por tantas angustias; no lo creo. El tiempo pasa y pasa de prisa; pronto veremos la razón de tantas cosas que sorprenden y desconciertan a nuestra inteligencia débil y miope." La fiesta de la beata se celebra el 20 de octubre.

Dado que la fundación forma parte de la vida de un fundador, añadiremos unas palabras sobre la historia de la congregación que fundó la madre Soubiran. La beata había predicho que las cosas iban a cambiar totalmente en la compañía de María Auxiliadora, uno o dos años después de su muerte. Su profecía se verificó. La congregación estaba muy descontenta del gobierno de la madre María Francisca, y varias casas habían sido clausura das. A par 1884, la inestabilidad administrativa se hizo intolerable. Por ejemplo, en menos de cinco años, la sede del noviciado cambió siete veces. La crisis estalló 1889, cuando el capítulo general se negó a ratificar los nuevos cambios que la superiora proyectaba. El 13 de febrero de 1890, exactamente dieciséis después de la expulsión de la fundadora, la madre María Francisca dejó ser superiora y salió de la congregación.

El cardenal Richard, arzobispo de París, nombró a la madre Maria Isabel de Luppé superiora general. Bajo su gobierno, se hizo luz acerca de la verdadera historia de la fundadora, la madre María Javier ingresó nuevamente en la congregación y la compañía de María Auxiliadora recobró su forma original y empezó a adquirir las características que le han merecido el sitio tan distinguido que ocupa actualmente en la Iglesia.

Este corto artículo basta para probar que la historia de la Beata M Teresa de Soubiran fue realmente extraordinaria(1). Lo mismo puede decirse sobre la vida de la madre María Francisca, por más que no tenga cabida en una vida de santos. Nos limitaremos simplemente a observar que murió en 1921, cuando la causa de beatificación de la madre María Teresa ya estaba introducida. Después de la muerte de María Francisca, se descubrió que era casada y que para entrar en la congregación de María Auxiliadora había abandonado a su esposo. Como su marido vivía aún y ella lo sabía, María Francisca no pudo hacer votos válidos, de suerte que su generalato fue también inválido y, por consiguiente, todos sus actos fueron nulos. Por la misma razón, la madre María Teresa no dejó nunca de pertenecer, canónicamente, a la congregación que había fundado. Nada sabemos acerca de los últimos treinta años de la vida de María Francisca; según parece, poseía una fortuna personal y vivió sola en París.

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Fuente: www.huerto.yocreo.com
Antonio María Gianelli, Santo Obispo y Fundador, Junio 7  

Antonio María Gianelli, Santo

Obispo y
Fundador de la Congregación de las Hijas de María Santísima del Huerto

Antonio Gianelli nace en tierra Ligur, en Cereta, pequeña fracción de Carro, en una famila pobrísima que cultiva tierras arrendadas. En la escuela para niños fundada por el Párroco de Castello, realiza sus primeros estudios.

Hasta los 18 años distribuye su tiempo entre el estudio, la oración, el catecismo, el servicio de a las familias labriegas y las obras de caridad.

Una acaudalada genovesa propietaria de los terrenos que sus padres cultivaban, le facilita la entrada al Seminario de Génova, Continúa con éxito sus estudios, pero sobre todo cultiva la piedad y la mortificación.

En 1813, después de haber recibido la ordenación sacerdotal, es destinado como ayudante del Abad de la Iglesia de S. Mateo en Génova, donde permanece por dos años.

En Cáracari, Diócesis de Acqui se desempeña como profesor modelo, en el Colegio de los Escolapios durante el curso escolar 1815-1816.

Conocido y apreciado por el Cardenal Spina es llamado al año siguiente al Seminario de Génova y se le confía la Cátedra de Retórica, que Gianelli ejerce por 10 años. Años plenos de intenso trabajo y responsabilidad al servicio de futuros sacerdotes de los que quiere: "Sean doctos, sí, pero por sobre todo santos".

Al quedar vacante, en 1826, la colegiala de S. Juan Bautista en Chiavari, el nuevo Arzobispo de Génova, Mons. Luis Lambruschini escribe a los Chiavareses: "Os envío la más bella flor de mi jardín". Y vuelto a Gianelli: "haga de cuenta que emprende una misión, no de pocos días, sino de 10 o 12 años..."

¿Fue una profecía? Estos 12 años de intensa actividad apostólica sacerdotal son, al mismo tiempo, escuela de ascética y pastoral, que preparan a Gianelli para una más difícil y sublime misión.

Antonio Gianelli atento al hombre era profundamente sensible a la promoción humana. Atento a la realidad histórica delmomento desde su llegada a Chiávari, favorece las obras sociales que en aquel momento son útiles y necesarias.

Se inscribe en la Sociedad Económica fundada en Chiávari en 1791 por el Patricio Esteban Rivarola para el desarrollo de las artes, de la industria, de la agricultura y del comercio y toma a pecho la vida y las iniciativas de esta Sociedad. el promotor quiere unir una Institución, particularmente benéfica para Chiávari: el Hospicio de Caridad y Trabajo cuyo objeto era ya, acoger a las huérfanas de la ciudad de Gianelli, durante su permanencia en Chiávari, formaba parte del Gobierno del Hospicio que era regido por un Consejo constituido por miembros de la misma sociedad.

Naturalmente como Párroco, sacerdote y padre de la gran familia chiavarense debía ocuparse y preocuparse más que los otros de las internas del Instituto.

tenía un lugar especial para la dirección del Hospicio, la cual era ejercida por turno, por señoras, generalmente viudas. Él, en verdad se daba cuenta que era necesario resolver radicalmente ese problema ya que se deseaba una sólida formación cristiana y Cívica para las niñas del Hospicio. Pensó confiar la dirección del Instituto a miembros de una Congregación religiosa, pero las precarias condiciones económicas, impidieron la actuación del proyecto.

El Instituto de las Hijas de María Santísima del Huerto nació por un impulso interior, un acto de amor intenso, brotó del corazón de Gianelli del amor apasionado que intuía las necesidades de los hijos de su Parroquia sin que se las manifestaran.

La caridad de Gianelli, a imitación de Cristo es vigilante, atenta, pronta a captar y comprender, a descubrir nuevas necesidades, a encontrar las soluciones del caso. Caridad evangélica, abierta a todos, siempre alerta superando el cansancio y la ingratitud. El Instituto nació para ser orfanatorio de Chiávari bajo el impulso del Espíritu Santo se extendió en toda la liguria, asumiendo otros servicios de caridad. Una síntesis de la amplitud de nuevas formas de servicio y de la rápida expansión del Instituto la da el mismo Gianellien la alocución que dirige al pueblo de Chiávari el 3 de abril de 1837 con ocasión de la bendición de la Piedra Fundamental del Conservatorio (Casa Madre del Instituto).

Después de 8 años de sufrida pero entusiasmante experiencia, Gianelli presenta su Institución como una respuesta a las urgencias religiosas y humanas de la ciudad de Chiávari, de la Liguria, de toda Italia, del mundo, porque con su Instituto abraza en su amor de Pastor, casi todas las necesidades del hombre en la Iglesia Universal.

El párroco, escribe Gianelli, es el padre de una gran familia es, sobre todo, el padre de los pobres que debe pensar aún en sus necesidades materiales. Todo en vista al gran fin: la santificación. "Vosotros que me véis aquí, entregado a una obra lisonjera, costosa, difícil, qué concepto tendréis de vuestro Pastor? Qué pensarán los pobres de este su Padre? También con esta empresa miro a una gran finalidad de mi ministerio. Nada hay en ella que no esté totalmente realizado para vosotros. todo a favor del Evangelio; todo amadísimos, para vuestra santificación". Gianelli relata a los Chiavareses la historia de los primeros 8 años de la vida de la Congregación. Es una evaluación que hace con su pueblo de la obra y espíritu de sus Hijas de María Santísima del Huerto.

En la Catedral de San Lorenzo, en Génova, Antonio María es consagrado Obispo el 6 de mayo de 1838 por S. Excia. el Cardenal Tadini. Aquella tarde un amigo suyo, rector del Seminario de Génova, confiaba a sus seminaristas: "Hoy he asistido a la consagración episcopal de un santo".

El 8 de julio, Monseñor Gianelli inicia su ministerio de Padre de la Fe en la Diócesis de Bobbio.

Consumido por las fatigas apostólicas vive pocos años y el 7 de junio de 1846 muere en Placencia.

La Iglesia lo cuenta entre sus Santos desde el 21 de octubre de 1951 en el pontificado de S.S. Pío XII.

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Fuente: Enciclopedia Católica | ACI Prensa
Roberto de Newminster, Santo Abad cisterciense, Junio 7  

Roberto de Newminster, Santo

Nació en el distrito de Craven (Yorkshire), probablemente en el pueblo de Gargrave; murió el 7 de junio de 1159.

Estudió en la Universidad de París, donde se dice que compuso un comentario a los Salmos; se hizo cura de Gargrave y luego benedictino en Whitby, desde donde se unió, con el permiso del abad, a los fundadores del monasterio cisterciense de Fountains.

Alrededor de 1138, encabezó la primer colonia mandada desde Fountains y estableció la abadía de Newminster, cerca del castillo de Ralph de Merlay, en Morpeth (Northumberland). En el tiempo que fue abad, se mandaron tres colonias de monjes y se fundaron monasterios: Pipewell (1143), Roche (1147) y Sawley (1148).

La vida de Capgrave nos dice que sus propios monjes lo acusaron de mala conducta y que viajó al extranjero (1147-48) para defenderse ante san Bernardo; mas se duda de la veracidad de esta historia, que pudo haber surgido de un deseo de asociar personalmente al santo inglés con el máximo de los cistercienses.

Su tumba en la iglesia de Newminster se convirtió en objeto de peregrinaje.

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Fuente: Carmelnet.org
Ana de San Bartolomé, Beata Carmelita Descalza, Junio 7  

Ana de San Bartolomé, Beata

Nació el 10.10.1549 en Almendral (Avila), de familia pobre en bienes materiales, pero muy buenos cristianos.

Ingresó en el Carmelo de San José de Avila en 1570. Fue la primera lega de la Reforma de Santa Teresa. Desde un principio fue muy querida de la Santa Doctora, en cuyas manos hizo sus votos el 15.8.1572.

Por obra de Dios, méritos de Santa Teresa y obediencia de esta beata, ascendió de simple hermana conversa y analfabeta a la secretaria muy particular de la doctora mística.

Así llegó a ser discípula predilecta y heredera aventajada del espíritu de Teresa, como del gran vidente Elías lo fue el profeta Eliseo. Tal rezan los procesos de la causa de la beata Ana.

En funciones de secretaria acompañó a Santa Teresa en sus correrías fundacionales. Y la Santa, reconociendo la valía de su prestación personal y su extraordinaria santidad, llegó a decirle:

"Ana, Ana, tú tIenes las obras, yo tengo la fama".

Aprendió a escribir de modo milagroso.

Descolló siempre por su extraordinaria caridad, tanto para con Dios como para con el prójimo.

En su autobiografía se lee que deseaba con ansias morir de amor y suspiraba por esta dicha. Suya es la frase: "¡Ay, como me pesa este cuerpo!. Y estoy cansada de cuidarle, todo mí deseo sería ver rotas estas cadenas!"

Muerta Santa Teresa, pasó a Francia, donde fundó varios conventos, dando maravillosos ejem-píos de todas las virtudes. En su Autobiografía, escrita por obediencia, nos dejó constancia de las muchas gracias místicas que gozó durante su vida, como fruto de su gran amor a la Humanidad de Jesús y al Misterio de la Sma. Trinidad.

Murió en 1622 y fue beatificada en 1917 por el Papa Benedicto XV.

 

 

Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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