lunes, 10 de junio de 2013

Martes por los ángeles custodios. 11/06/2013. San Bartolomé ¡ruega por nosotros!

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 13-16

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: 
"Ustedes son la sal de la tierra; pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se salará? Ya no sirve para nada, sino para tirarla fuera y que la pisen los hombres. Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Tampoco se enciende una lámpara de aceite para cubrirla con una vasija de barro; sino que se pone sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille su luz delante de los hombres de modo que, al ver sus buenas obras, den gloria a su Padre que está en los cielos".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354

Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

mar 10a. Ordinario año impar

Antífona de Entrada

Firmeza es el Señor para su pueblo, defensa y salvación para sus fieles. Sálvanos, Señor, vela sobre nosotros y guíanos siempre.

Oración Colecta

Oremos:
Padre misericordioso, que nunca dejas de tu mano a quienes has hecho arraigar en tu amistad, concédenos vivir siempre movidos por tu amor y un filial temor de ofenderte.
Por nuestro Señor Jesucristo... 
Amén.

Primera Lectura

Jesucristo no fue primero "sí" y luego "no". Todo él es un "sí"

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1, 18-22

Hermanos: Dios es testigo de que nuestras palabras no son hoy "sí" y mañana "no". Como tampoco Jesucristo, el Hijo de Dios a quien les hemos anunciado Silvano, Timoteo y yo, ha sido un sí y un no; en él todo ha sido sí, pues todas las promesas de Dios se han cumplido en él. Por eso el amén con que glorificamos a Dios lo decimos por medio de él. Y es Dios quien a nosotros y a ustedes nos fortalece en Cristo, el que nos ha ungido, nos ha marcado con su sello y nos ha dado su Espíritu como garantía de salvación.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 118, 129.130.131.132.133.135

Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.

Tus preceptos son una maravilla, por eso los observo. La explicación de tu Palabra es luz que ilumina y proporciona instrucción a los sencillos.
Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.

Abro mi boca suplicando, porque ansío tus mandatos. Atiéndeme y ten piedad de mí, como haces con los que te aman.
Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.

Asegura mis pasos conforme a tu promesa, que la maldad no se apodere de mí. Muéstrame tu rostro radiante, enséñame tus normas.
Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Que brille su luz ante los hombres, dice el Señor, que viendo las buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre, que está en los cielos. 
Aleluya.

Evangelio

Ustedes son la luz del mundo

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 13-16

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: 
"Ustedes son la sal de la tierra; pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se salará? Ya no sirve para nada, sino para tirarla fuera y que la pisen los hombres. Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Tampoco se enciende una lámpara de aceite para cubrirla con una vasija de barro; sino que se pone sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille su luz delante de los hombres de modo que, al ver sus buenas obras, den gloria a su Padre que está en los cielos".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Oración sobre las Ofrendas

Acepta, Señor, este sacrificio de reconciliación y alabanza, a fin de que purifique nuestros corazones y podamos corresponder a tu amor con nuestro amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio

Alabanza a Dios por la creación y redención del género humano

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque has querido ser, por medio de tu amado Hijo, no sólo el creador del género humano, sino también el autor bondadoso de la nueva creación.
Por eso,
con razón te sirven todas las criaturas, con justicia te alaban todos los redimidos y unánimes te bendicen tus santos. Con ellos, unidos con los ángeles, nosotros queremos celebrarte y te alabamos diciendo:

Antífona de la Comunión

Yo soy el Buen Pastor y doy la vida por mis ovejas, dice el Señor.

Oración después de la Comunión

Señor, tú que nos has renovado con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, concédenos que la participación en esta Eucaristía nos ayude a obtener la plenitud de la redención. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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San Bartolomé, Apóstol (24 de ago)

Antífona de Entrada

Anuncia, día tras día, que la salvación viene de Dios; proclama sus maravillas a todas las naciones.

Se dice "Gloria".

Oración Colecta

Oremos:
Fortalece, Señor, nuestra fe para que sigamos a Cristo con la misma sinceridad de san Bartolomé, apóstol; y concédenos, por su intercesión, que la Iglesia sea un instrumento eficaz de salvación para todos los seres humanos.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura

Sobre los doce cimientos estaban escritos los nombres de los apóstoles

Lectura del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan 21, 9b-14

Uno de los ángeles me dijo: 
"Ven, te mostraré la novia, la esposa del Cordero". 
Me llevó en espíritu a una montaña grande y alta y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo enviada por Dios, resplandeciente de gloria. 
Su esplendor era como el de una piedra preciosa deslumbrante, como una piedra de jaspe cristalino. Tenía una muralla grande y elevada y doce puertas con doce ángeles custodiando las puertas, en las que estaban escritos los nombres de las doce tribus de Israel. Tres puertas daban al oriente y tres al norte; tres al sur y tres al occidente. La muralla de la ciudad tenía doce pilares en los que estaban grabados los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero. 
Palabra de Dios. 
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 144, 10.11.12-13ab.17-18

Señor, que todos tus fieles te bendigan.

Que tus obras te den gracias, Señor, y tus fieles te bendigan; que proclamen la gloria de tu reinado y hablen de tus hazañas.
Señor, que todos tus fieles te bendigan.

Que den a conocer a los hombres tus hazañas, la gloria y el esplendor de tu reinado. Tu reinado es eterno, tu gobierno permanece para siempre.
Señor, que todos tus fieles te bendigan.

El Señor es fiel en todo lo que hace, leal en todas sus acciones. El Señor está cerca de los que lo invocan, de todos los que lo invocan sinceramente.
Señor, que todos tus fieles te bendigan.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel. 
Aleluya.

Evangelio

Tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel

† Lectura del santo Evangelio según san Juan 1, 45-51

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Felipe se encontró con Natanael y le dijo:
"Hemos encontrado a aquél de quien escribió Moisés en el libro de la ley, y del que hablaron también los profetas: es Jesús, el hijo de José, el de Nazaret". 
Exclamó Natanael: 
"¿De Nazaret puede salir algo bueno?" 
Felipe le contestó: 
"Ven y lo verás".
Cuando Jesús vio a Natanael, que venía hacia él, comentó: 
"Este es un auténtico israelita, en quien no hay doblez alguna". 
Natanael le preguntó: 
"¿Por qué me conoces?"
Jesús respondió: 
"Antes de que Felipe te 
llamara, te vi yo, cuando estabas debajo de la higuera". 
Entonces Natanael exclamó: 
"Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel".
Jesús prosiguió: 
"¿Te basta para creer el haberte dicho que te vi debajo de la higuera? ¡Verás cosas más grandes que ésa!" 
Y añadió Jesús: 
"Les aseguro que verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del hombre".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Oración de los Fieles

Celebrante:
Fundamentados en la fe de los apóstoles y de los mártires, dirijamos a Dios nuestras oraciones: 
(Respondemos a cada petición: Escúchanos, Señor).

Por la santa Iglesia de Dios, para que, con la fuerza del Espíritu Santo, la fe que fue plantada por los apóstoles germine, arraigue y crezca en todas las comunidades cristianas, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Por los que aún no conocen a Cristo, para que el Señor, que envió a los apóstoles a proclamar el Evangelio a todos los pueblos, haga brillar también sobre ellos el mensaje de la salvación, roguemos al Señor. 
Escúchanos, Señor.

Por los que sufren tentaciones o abatimiento, para que, al escuchar el anuncio evangélico transmitido por los apóstoles, vean renacer en su espíritu la alegría cristiana, roguemos al Señor. 
Escúchanos, Señor.

Para que nosotros, que por naturaleza éramos extranjeros y forasteros, edificados sobre el cimiento de los apóstoles, vivamos como conciudadanos santos y como miembros de la familia de Dios, roguemos al Señor. 
Escúchanos, Señor.

Celebrante:
Escucha, Señor, nuestra oración y derrama sobre nosotros la abundancia de tus dones, para que, fortalecidos por las enseñanzas apostólicas y ayudados por la oración de san Bartolomé, no dudemos nunca de que recibiremos los bienes que te hemos pedido.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Oración sobre las Ofrendas

Señor, que el sacrificio de alabanza que vamos a ofrecerte en la fiesta del apóstol san Bartolomé, nos obtenga, por su intercesión, la gracia de servirte con fidelidad. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio

Los apóstoles, pastores del pueblo de Dios

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso, Pastor eterno. 
Porque no abandonas nunca a tu rebaño, sino que por medio de los santos Apóstoles lo proteges y conservas, y quieres que tenga siempre por guía la palabra de aquellos mismos pastores a quienes tu Hijo dio la misión de anunciar el Evangelio.
Por eso, 
con los ángeles y arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Antífona de la Comunión

Yo les daré a ustedes el reino que mi Padre me tiene preparado, y en él comerán y beberán

conmigo, dice el Señor.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Que la comunión que hemos recibido, al celebrar la fiesta de san Bartolomé, nos dé fuerza, Señor, para imitar a Cristo aquí en la tierra y alcanzar la vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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Meditación diaria

10ª semana. Martes

LA SAL DESVIRTUADA

— La tibieza.

— La verdadera piedad, los sentimientos y la aridez espiritual.

— Hemos de ser sal de la tierra. Necesidad de la vida interior.

I. El Señor dice a sus discípulos que son la sal de la tierra1; realizan en el mundo lo que la sal en los alimentos: los preserva de la corrupción y los hace agradables y sabrosos al paladar. Pero la sal se puede desvirtuar o corromper. Entonces es un estorbo. Es, junto al pecado, lo más triste que le puede ocurrir a un cristiano: estar para dar luz a muchos y ser oscuridad; ser un indicador del camino y estar tirado en el suelo; estar puesto para ser fortaleza de muchos y no tener sino debilidad.

La tibieza es una enfermedad del alma que afecta a la inteligencia y a la voluntad, y deja al cristiano sin fuerza apostólica y con una interioridad triste y empobrecida. Comienza esta enfermedad por una voluntad debilitada, a causa de frecuentes faltas y dejaciones culpables; entonces, la inteligencia no ve con claridad a Cristo en el horizonte de su vida: queda lejano por tanto descuido en detalles de amor. La vida interior va sufriendo un cambio profundo: no tiene ya como centro a Jesucristo; las prácticas de piedad quedan vacías de contenido, sin alma y sin amor. Se hacen por rutina o costumbre, no por amor.

En este estado se pierde la prontitud y la alegría en lo que a Dios se refiere, que son características de un alma enamorada. Un cristiano tibio «está de vuelta», es un «alma cansada» en el empeño por mejorar; Cristo está desdibujado en el horizonte de su vida. El alma ve al Señor, en todo caso, como una figura lejana, inconcreta, de rasgos poco definidos, quizá indiferente; y ya no realiza las afirmaciones de generosidad de otros tiempos: se conforma con menos2.

Santo Tomás señala como característico de este estado «una cierta tristeza, por la que el hombre se vuelve tardo para realizar actos espirituales a causa del esfuerzo que comportan»3. Las normas de piedad y de devoción son más una carga mal soportada que un motor que empuja y ayuda a vencer las dificultades.

Son muchos los cristianos sumidos en la tibieza, existe mucha sal desvirtuada. Pensemos hoy en la oración si caminamos nosotros con la firmeza que Jesús nos pide, si cuidamos la oración como el tesoro que permite que la vida interior no se pare, si alimentamos nuestro amor. Pensemos si, ante las flaquezas y faltas de correspondencia a la gracia, nacen con prontitud los actos de contrición que reparan la brecha que había abierto el enemigo.

II. No se puede confundir el estado del alma tibia con la aridez en los actos de piedad producida a veces por el cansancio o la enfermedad, o por la pérdida del entusiasmo sensible. En estos casos, a pesar de la sequedad, la voluntad está firme en el bien. El alma sabe que se encamina directamente a Cristo, aunque esté pasando por un pedregal en el que no encuentra una sola fuente y las piedras dañan sus piernas. Pero sabe dónde está la cima, y se dirige derechamente allí, a pesar del cansancio y de la sed y del mal terreno que pisa.

En la aridez, aunque el alma no tenga ningún sentimiento y parezca trabajoso el trato con Dios, permanece la verdadera devoción, que Santo Tomás de Aquino define como la «voluntad decidida para entregarse a todo lo que pertenece al servicio de Dios»4. Esta «voluntad decidida» se vuelve débil en el estado de tibieza: tengo contra ti –dice el Señor– que has perdido el fervor de la primera caridad5, que has aflojado, que ya no me quieres como antes. La persona que mantiene con empeño la oración aun en época de aridez, de falta de sentimientos, se encuentra quizá como quien saca agua de un pozo, cubo a cubo: una jaculatoria y otra, un acto de desagravio... Es trabajoso y cuesta esfuerzo, pero saca agua. En la tibieza, por el contrario, la imaginación anda suelta, no se rechazan con empeño las distracciones voluntarias y prácticamente se abandona la oración con la excusa de que no se saca fruto de ella. Sin embargo, el verdadero trato con Dios, aun con aridez, si así el Señor lo permite, siempre está lleno de frutos, en cualquier circunstancia, si existe una voluntad recta y decidida de estar con Él.

Hemos de recordar ahora, en la presencia de Dios, que la verdadera piedad no es cuestión de sentimiento, aunque los afectos sensibles son buenos y pueden ser de gran ayuda en la oración, y en toda la vida interior, porque son parte importante de la naturaleza humana, tal como Dios la creó. Pero no deben ocupar el primer lugar en la piedad; no son la parte principal de nuestras relaciones con el Señor. El sentimiento es ayuda y nada más, porque la esencia de la piedad no es el sentimiento, sino la voluntad decidida de servir a Dios, con independencia de los estados del ánimo, ¡tan cambiante!, y de cualquier otra circunstancia. En la piedad no debemos dejarnos llevar por el sentimiento sino por la inteligencia, iluminada y ayudada por la fe. «Guiarme por el sentimiento es dar la dirección de la casa al criado y hacer abdicar al dueño. No es malo el sentimiento, sino la importancia que se le señala...»6.

La tibieza es estéril, la sal desvirtuada no vale sino para tirarla fuera y que la pisotee la gente7. Por el contrario, la aridez puede ser señal positiva de que el Señor desea purificar a ese alma.

III. Los hombres podemos ser causa de alegría o de tristeza, luz u oscuridad, fuente de paz o de inquietud, fermento que esponja o peso muerto que retrasa el camino de otros. Nuestro paso por la tierra no es indiferente: ayudamos a otros a encontrar a Cristo o los separamos de Él; enriquecemos o empobrecemos. Y nos encontramos a tantos amigos, compañeros de profesión, familiares, vecinos..., que parecen ir como ciegos detrás de los bienes materiales, que los alejan del verdadero Bien, Jesucristo. Van como perdidos. Y para que el guía de ciegos no sea también ciego8 no basta saber de oídas, por referencias; para ayudar a quienes tratamos no basta un vago y superficial conocimiento del camino. Es necesario andarlo, conocer los obstáculos... Es preciso tener vida interior, trato personal diario con Jesús, ir conociendo cada vez con más profundidad su doctrina, luchar con empeño por superar los propios defectos. El apostolado nace de un gran amor a Cristo.

Los primeros cristianos fueron verdadera sal de la tierra, y preservaron de la corrupción a personas e instituciones, a la sociedad entera. ¿Qué ha ocurrido en muchas naciones para que los cristianos den esa triste impresión de incapacidad para frenar la ola de corrupción que irrumpe contra la familia, la escuela, las instituciones...? Porque la fe sigue siendo la misma. Y Cristo vive entre nosotros como antes, y su poder sigue siendo infinito, divino. «Solo la tibieza de tantos miles, millones de cristianos, explica que podamos ofrecer al mundo el espectáculo de una cristiandad que consiente en su propio seno que se propale todo tipo de herejías y barbaridades. La tibieza quita la fuerza y la fortaleza de la fe y es amiga, en lo personal y lo colectivo, de las componendas y de los caminos cómodos»9. Existen muchas realidades, en el terreno personal y en el público, que se hacen difíciles de explicar si no tenemos en cuenta que la fe se ha dormido en muchos que tenían que estar bien despiertos, vigilantes y atentos; y el amor se ha apagado en tantos y tantos. En muchos ambientes, lo «normal cristiano» es lo tibio y mediocre. En los primeros cristianos lo «normal» era lo «heroico de cada día» y, cuando se presentaba, el martirio: la entrega de la propia vida en defensa de su fe.

Cuando el amor se enfría y la fe se adormece, la sal se desvirtúa y ya no sirve para nada, es un verdadero estorbo. ¡Qué pena si un cristiano fuera un estorbo! La tibieza es con frecuencia la causa de la ineficacia apostólica, pues entonces lo poco que se realiza se convierte en una tarea sin garbo humano ni sobrenatural, sin espíritu de sacrificio. Una fe apagada y con poco amor ni convence ni encuentra la palabra oportuna que arrastra a los demás a un trato más profundo e íntimo con Cristo.

Pidamos fervientemente al Señor esa fuerza para reaccionar. Seremos sal de la tierra si mantenemos diariamente un trato personal con el Señor, si nos acercamos cada vez con más fe y amor a la Sagrada Eucaristía. El amor ha sido, y es, el motor de la vida de los santos. Es la razón de ser de toda vida entregada a Dios. El amor da alas para superar cualquier obstáculo personal o del ambiente. El amor nos hace inconmovibles ante las contrariedades. La tibieza se detiene ante la más pequeña dificultad (una carta que debemos escribir, una llamada, una visita, una conversación, la carencia de algunos medios...): hace una montaña de un grano de arena. El amor de Dios, por el contrario, hace un grano de arena de una montaña, transforma el alma, le da nuevas luces y le abre horizontes nuevos, la hace capaz de más altos empeños y de capacidades desconocidas. El amor no regatea esfuerzos, ni le falta la alegría al llevarlos a cabo.

Al terminar nuestra meditación, acudamos confiadamente a la Santísima Virgen, modelo perfecto de la correspondencia amorosa a la vocación cristiana, para que aparte eficazmente de nuestra alma toda sombra de tibieza. Y le pedimos también a los Ángeles Custodios que nos hagan ser diligentes en el servicio de Dios.

1 Mt 5, 13. — 2 Cfr. F. Fernández Carvajal, La tibieza, Palabra, 12ª ed., Madrid 2001, 3 Santo Tomás, Suma Teológica, 1, q. 63, a. 2. — 4 Santo Tomás, o. c., 2-2, q. 82, a. 1. — 5 Apoc 2, 4. — 6 J. Tissot, La vida interior, p. 100. — 7 Mt 5, 13. — 8 Cfr. Mt15, 14. — 9 P. Rodríguez, Fe y vida de fe, p. 142.

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11 de junio

SAN BERNABÉ, APÓSTOL*

Memoria

— Corazón grande en el apostolado.

— Saber comprender para poder ayudar.

— Alegría y espíritu positivo en el apostolado con nuestros amigos.

I. Bernabé significa hijo de la consolación, y le fue impuesto por los Apóstoles como sobrenombre a José, levita y chipriota de nacimiento1. Su espíritu conciliador y su simpatía habrían inspirado este apelativo, según comenta San Juan Crisóstomo2.

Después del martirio de Esteban y de la persecución posterior, algunos cristianos llegaron hasta Antioquía, adonde llevaron consigo su fe en Jesucristo. Al conocerse en Jerusalén las maravillas que operaba el Espíritu Santo, enviaron a Bernabé3. Su celo por la extensión del Reino le llevó a buscar los instrumentos idóneos para aquella ingente labor que se presentaba. Por eso se dirigió a Tarso, para buscar a Pablo, y lo condujo a Antioquía. Estuvieron juntos en aquella Iglesia durante un año entero y adoctrinaron a una gran muchedumbre4. Supo descubrir en el recién convertido aquellas cualidades que la gracia transformaría en el Apóstol de las gentes. Bernabé había sido el que presentó a Pablo a los Apóstoles en Jerusalén poco tiempo antes, cuando muchos cristianos recelaban de su antiguo perseguidor5.

Con el Apóstol realizará el primer viaje misional, que tenía como objetivo la isla de Chipre6. Les acompañaba también Marcos, su primo, quien les abandonó a la mitad del camino, en Perge, y se volvió a Jerusalén. Cuando San Pablo proyectó el segundo gran viaje misional, Bernabé quería llevar de nuevo a Marcos, pero Pablo consideraba queno debía llevar consigo al que se había apartado de ellos en Panfilia y no les había acompañado en la tarea7. Esto produjo una disensión tan fuerte entre ambos que se separaron el uno del otro...8.

Bernabé no dejó a un lado a su primo Marcos, quizá entonces muy joven, después de aquella defección, en la que le fallaron las fuerzas. Supo reanimarlo y fortalecerlo, y hacer de él un gran evangelizador y un colaborador eficacísimo de San Pedro y del mismo San Pablo, con el que Bernabé siguió unido9. Más tarde demostrará Pablo para Marcos la mayor estima10, «como si viera reflejarse en él la simpatía y los gratos recuerdos de Bernabé, el amigo de la juventud»11.

San Bernabé nos invita hoy a tener un corazón grande en el apostolado, que nos llevará a no desanimarnos fácilmente ante los defectos y retrocesos de aquellos amigos o parientes que queremos llevar hasta el Señor, a no dejarlos a un lado cuando flaquean o quizá no responden a nuestras atenciones y a nuestra oración.

La posible falta de correspondencia, a veces aparente, ante nuestros desvelos ha de llevarnos a excedernos en tratar a nuestros amigos aún con más afecto, con una sonrisa más abierta, con más medios sobrenaturales.

II. Id y proclamad que el reino de Dios está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios... Este mandato del Señor, que leemos en el Evangelio de la Misa12, debe resonar en el corazón de todos los cristianos. Es el apostolado que ha de llevar a cabo cada uno personalmente en el lugar en el que se va desarrollando su vida: el pueblo, el barrio, la empresa, la Universidad... Encontraremos a muertos, que hemos de llevar al sacramento de la Penitencia para que recobren la vida sobrenatural; enfermos, que no pueden valerse por sí mismos y es preciso ayudar para que se acerquen a Cristo; leprosos, que quedarán limpios por la gracia a través de nuestra amistad; endemoniados, cuya curación nos exigirá una particular oración y penitencia...

Además de la constancia –no podemos olvidar que «las almas se mejoran con el tiempo»13– debemos tener en cuenta las diversas situaciones y circunstancias por las que atraviesan las personas que precisan nuestra ayuda. De San Bernabé se nos dice que era un hombre bueno, que mereció el sobrenombre de hijo de la consolación, que llevó la paz a muchos corazones. De su grandeza de corazón, manifestada en su generosidad y desprendimiento, nos hablan losHechos de los Apóstoles en la primera noticia que de él tenemos: tenía un campo, lo vendió, trajo el dinero y lo puso a los pies de los Apóstoles14. Así pudo seguir más libremente al Señor. Un alma generosa y desprendida está en condiciones de acoger a todos y de comprender el verdadero estado en que se encuentran las almas. Cuando alguien se siente comprendido es más fácil que se deje ayudar. La mejor arma del cristiano en el apostolado es precisamente esa actitud abierta, acogedora, que sabe hacerse cargo de la situación de los demás, apreciándolos de verdad, pues «nadie puede ser conocido sino en función de la amistad que se le tiene»15.

Para comprender es preciso mirar a los demás en lo mucho que tienen de positivo, y ver sus fallos solo en un contexto de buenas cualidades, reales o posibles, y con el deseo de ayudarles. «Procuremos siempre mirar las virtudes y cosas buenas que viéremos en los otros, y tapar sus defectos con nuestros grandes pecados»16, aconsejaba Santa Teresa de Jesús. Y San Bernardo exhortaba vivamente: «aunque vierais algo malo, no juzguéis al instante a vuestro prójimo, sino más bien excusadle en vuestro interior. Excusad la intención, si no podéis excusar la acción. Pensad que lo habrá hecho por ignorancia, o por sorpresa, o por desgracia. Si la cosa es tan clara que no podéis disimularla, aun entonces procurad creerlo así, y decid para vuestros adentros: la tentación habrá sido muy fuerte»17.

Del Señor hemos de aprender a saber convivir con todos, a no tener demasiado en cuenta las faltas de correspondencia, de educación o de generosidad de quienes nos rodean, fruto muchas veces de su ignorancia, de su soledad o de su cansancio. El bien que pretendemos llevar a cabo está por encima de esas pequeñeces que, en la presencia de Dios, dejan de tener importancia. «Frecuentas el trato de ese compañero que apenas te da los buenos días..., y te cuesta.

»-Persevera y no le juzgues; tendrá "sus motivos", de la misma manera que tú alimentas los tuyos para encomendarle más cada jornada»18. Esos «motivos» nuestros que tienen su origen y su centro en el Sagrario.

III. Tocad la citara para el Señor, // suenen los instrumentos: // con clarines y son de trompetas // aclamad al Rey y Señor...19.

Es posible que algunos cristianos, al ver el ambiente alejado de Dios y los modos de vida que adoptan muchos que quizá tendrían que ser ejemplares, se dejen llevar por un «celo amargo», tratando de hacer el bien pero con una continua lamentación del mal evidente, con frecuentes reproches a la sociedad, a quienes –según ellos– tendrían que tomar medidas drásticas para atajar esos males... No nos quiere el Señor así: Él dio su vida en la Cruz, con serenidad y paz, por todos los hombres. Sería un gran fracaso que los cristianos adoptaran una actitud negativa ante el mundo que han de salvar. A las gentes de las primeras generaciones que siguieron a Cristo se las ve llenas de alegría, a pesar de las frecuentes tribulaciones que hubieron de sufrir. San Lucas, cuando en los Hechos de los Apóstoles trata de hacer un resumen de las pequeñas comunidades que iban apareciendo por todas partes, señala que la Iglesia se consolidaba y caminaba en el temor del Señor y crecía con el consuelo del Espíritu Santo20. Es la paz del Señor, que nunca nos faltará si le seguimos de cerca; es la paz que hemos de dar a todos.

Imitando al Señor, debemos huir de actitudes condenatorias, adustas, con dejes de amargura. Si los cristianos llevamos la alegría al mundo, ¿cómo vamos a presentar la Buena Nueva de modo antipático y triste?, ¿cómo vamos a juzgar a los demás si no tenemos los elementos de juicio necesarios y, sobre todo, si nadie nos ha dado esa misión? Nuestra postura ante todos es siempre de salvación, de paz, de comprensión, de alegría..., incluso con aquellos que en algún momento nos han podido tratar injustamente. «Comprensión, caridad real. Cuando de veras la hayas conseguido, tendrás el corazón grande con todos, sin discriminaciones, y vivirás –también con los que te han maltratado– el consejo de Jesús: "venid a mí todos los que andáis agobiados..., que Yo os aliviaré"»21. Cada cristiano es «Cristo que pasa» en medio de los suyos, que los aligera de sus cargas y les muestra el camino de la salvación.

Al terminar nuestra oración le pedimos al Señor, con la liturgia de la Misa, aquel amor ardiente, que impulsó al apóstol Bernabé a llevar a las naciones la luz del Evangelio22. Nos lo concederá antes si lo pedimos además a través de Nuestra Señora: Sancta Maria, Regina Apostolorum, ora pro nobis..., ayúdanos en la tarea apostólica que queremos llevar a cabo con nuestros parientes, amigos y conocidos.

1 Cfr. Hech 4, 36. — 2 Cfr. San Juan Crisóstomo, Homilías sobre los Hechos de los Apóstoles, 21. — 3 Hech 11, 23 — 4 Hch 11, 26. — 5 Cfr. Hech 9, 26. — 6 Cfr. Hech13, 14. — 7 Hech 15, 38. — 8 Hech 15, 40. — 9 Cfr. 1 Cor 9, 5-6. — 10 Cfr. Col 4, 10; Fil 24; 2 Tim 4, 11. — 11 J. Prado, en Gran Enciclopedia Rialp, 5ª ed. Madrid 1989, voz Bernabé, vol. IV, p. 91. — 12 Mt 10, 7-13. — 13 San Josemaría Escrivá,Amigos de Dios, 78. — 14 Hech 4, 37. — 15 San Agustín, Sermón 83. — 16 Santa Teresa, Vida, 13, 6. — 17 San Bernardo, Sermón 40 sobre el Cantar de los Cantares. 18 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 843. — 19 Salmo responsorial. Sal 98, 5-6. —20 Hech 9, 31. — 21 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 867. — 22 Misal Romano,Oración sobre las ofrendas de la Misa del día.

* Natural de Chipre, se cuenta entre los primeros fieles de Jerusalén. Fue quien presentó a los Apóstoles a San Pablo, después de su conversión; le acompañó luego en su primer viaje apostólico. Intervino en el Concilio de Jerusalén y fue una figura de gran importancia en la Iglesia de Antioquía, el primer núcleo cristiano numeroso fuera de Jerusalén. Era pariente de Marcos, en quien ejerció una influencia decisiva. Vuelto a su patria, la evangelizó y murió mártir hacia el año 63. Su nombre figura en la Plegaria Eucarística, I (o Canon Romano).

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

San Bernabé

Apóstol
Siglo I

¿Qué me enseñará la vida de San Bernabé? ¿A compartir mis bienes con los pobres? ¿A tratar de descubrir las aptitudes que otros tienen para el apostolado y a ayudarles a emplearlas bien? ¿A dedicar mi vida a propagar nuestra santa religión? El Espíritu Santo me ilumine.

 

La historia de San Bernabé está escrita en el libro de Los Hechos de los apóstoles, en la S. Biblia.

Antes se llamaba José, pero los apóstoles le cambiaron su nombre por el de Bernabé, que significa "el esforzado", "el que anima y entusiasma".

Era judío, de la tribu de Leví, pero nació en la isla de Chipre. Se hizo muy popular en la primitiva Iglesia porque vendió las fincas que tenía y luego llevó el dinero que obtuvo y se lo dio a los apóstoles para que lo repartieran a los pobres.

Un mérito formidable de San Bernabé es el haber descubierto el gran valor que había en aquel recién convertido que se llamaba Saulo y que más tarde se llamaría San Pablo. Cuando después de su conversión Saulo llegó a Jerusalén, los cristianos sospechaban de él y se le alejaban, pero entonces Bernabé lo tomó de la mano y lo presentó a los apóstoles y se los recomendó. Y el será el que lo encaminará después a emprender sus primeras grandes labores apostólicas.

La S. Biblia, en el libro de los Hechos de los Apóstoles, hace de Bernabé unos elogios que es difícil encontrarlos respecto de otros personajes. Dice así: "Bernabé era un hombre bueno, lleno de fe y de Espíritu Santo" (Hechos 11, 24).

Cuando Saulo o San Pablo tuvo que salir huyendo de Jerusalén porque los judíos trataban de asesinarlo, se fue a su ciudad de Tarso, y allá se quedó un tiempo. Mientras tanto en la ciudad de Antioquía había sucedido algo muy especial. Al principio los discípulos de Jesús solamente predicaban el Evangelio a los israelitas, pero de pronto algunos empezaron a enseñar las doctrinas cristianas a los paganos en Antioquía, y resultó que aquellas gentes respondieron de una manera admirable y se convirtieron por centenares. Al saber esta noticia, los apóstoles lo enviaron desde Jerusalén a que se informara de lo que allí estaba sucediendo y les llevara noticias. Bernabé se quedó encantado del fervor de aquellos paganos convertidos y estuvo con ellos por un buen tiempo animándolos y acabando de instruirlos. En aquella ciudad fue donde por primera vez se llamó "cristianos" a los seguidores de Cristo.

Entonces se le ocurrió a Bernabé la feliz idea de dirigirse a Tarso a invitar a Saulo a que se le uniera en el apostolado en Antioquía y éste aceptó con gusto.

Desde entonces Bernabé y Saulo trabajaban asociados ayudándose en todo el uno al otro, y obteniendo resonantes triunfos. Por todo un año predicaron en Antioquía, cuidad que se convirtió en el gran centro de evangelización, del cual fueron saliendo misioneros a evangelizar a diversos lugares.

Por aquel tiempo hubo una gran hambre en Jerusalén y sus alrededores y los cristianos de Antioquía hicieron una colecta y la enviaron a los apóstoles por medio de Bernabé y Saulo. Ellos al volver a Jerusalén se trajeron a Marcos (el futuro San Marcos evangelista) que era familiar de Bernabé. Venía a ayudarles en la evangelización.

Un día mientras los cristianos de Antioquía estaban en oración, el Espíritu Santo habló por medio de algunos de ellos que eran profetas y dijo: "Separen a Bernabé y Saulo, que los tengo destinados a una misión especial". Los cristianos rezaron por ellos, les impusieron las manos, y los dos, acompañados de Marcos, después de orar y ayunar, partieron para su primer viaje misionero.

En Chipre, la isla donde había nacido San Bernabé, encontraron muy buena aceptación a su predicación, y lograron convertir al cristianismo nada menos que al mismo gobernador, que se llamaba Sergio Pablo. En honor a esta notable conversión, Saulo se cambió su nombre por el de Pablo. Y Bernabé tuvo la gran alegría de que su tierra natal aceptara la religión de Jesucristo.

Luego emprendieron su primer viaje misionero por las ciudades y naciones del Asia Menor. En la otra ciudad de Antioquía (de Pisidia) al ver que los judíos no querían atender su predicación, Bernabé y Pablo declararon que de ahora en adelante les predicarían a los paganos, a los no israelitas, con lo cual los paganos sintieron una inmensa alegría al saber que la nueva religión no los despreciaba a ellos sino que más bien los prefería. Allí en Iconio estuvieron a punto de ser apedreados por una revolución tramada por los judíos y tuvieron que salir huyendo. Pero dejaron una buena cantidad de convertidos y confirmaron sus enseñanzas con formidables señales y prodigios que Dios obraba por medio de estos dos santos apóstoles.

En la ciudad de Listra, al llegar curaron milagrosamente a un paralítico y entonces la gente creyó que ellos eran dos dioses. A Bernabé por ser alto y majestuoso le decían que era el dios Zeus y a Pablo por la facilidad con la que hablaba lo llamaban el dios Mercurio. Y ya les iban a ofrecer un toro en sacrificio, cuando ellos les declararon que no eran tales dioses, sino unos simples mortales. Luego llegaron unos judíos de Iconio y promovieron un tumulto y apedrearon a Pablo y cuando lo creyeron muerto se fueron, pero él se levantó luego y curado instantáneamente entró otra vez en la ciudad.

Después de todo esto Bernabé y Pablo se devolvieron ciudad por ciudad donde habían estado evangelizando y se dedicaron a animar a los nuevos cristianos y les recordaban que "es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios" (Hechos 14, 22).

Al llegar a Antioquía se encontraron con que los cristianos estaban divididos en dos partidos: unos (dirigidos por los antiguos judíos) decían que para salvarse había que circuncidarse y cumplir todos los detalles de las leyes de Moisés. Otros decían que no, que basta cumplir las leyes principales. Bernabé y Pablo se pusieron del lado de los que decían que no había que circuncidarse, y como la discusión se ponía acalorada, los de Antioquía enviaron a Jerusalén una embajada para que consultara con los apóstoles. La embajada estaba presidida por Bernabé y Pablo. Los apóstoles reunieron un concilio y le dieron la razón a Bernabé y Pablo y luego pasaron horas muy emocionantes oyéndoles contar las formidables aventuras de sus viajes misioneros.

Volvieron a Antioquía y dispusieron organizar un segundo viaje misionero. Pero Bernabé quería llevar como ayudante a su primo Marcos, y Pablo se oponía, porque Marcos les había abandonado en la mitad del viaje anterior (por miedo a tantas dificultades). Y así fue que se separaron y Bernabé se fue a acabar de evangelizar en su isla de Chipre y San Pablo se fue a su segundo viaje. Más tarde se encontraron otra vez como amigos misionando en Corinto (1 Cor. 9,6).

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Fuente: Vatican.va
Paola Frassinetti, Santa Fundadora, Junio 11  

Paola Frassinetti, Santa

Virgen, Fundadora de la Congregación de Santa Dorotea

Paula Frassinetti es hija de Dios desde el día de su nacimiento, el 3 de marzo de 1809, recibiendo el Bautismo este mismo día en la Parroquia de San Esteban de Génova, su ciudad natal.

Nace después de José y Francisco. Paula crece serena en la casa paterna, que se verá alegrada después con el nacimiento de Juan y Rafael. Su madre es el ejemplo más vivo de virtud y la pequeña se abre delicadamente a la gracia divina que obra en ella maravillas. Según el plan de Dios, Angela, su buena madre no tendrá tiempo de ver los proyectos de Dios sobre su hija. Morirá dejando a Paula, todavía en la edad del juego, al cuidado de la casa. Son días de desorientación y dolor. Paula tiene 9 años.

No se ahorra fatigas y tiene con su padre, Juan Bautista, y con sus hermanos atenciones amorosas y delicadas, que le exigen no pocas renuncias y sacrificios.

Su Primera Comunión y el sacerdocio de su hermano José son momentos de profunda reflexión para ella, que ya siente en su corazón la llamada divina.

En la familia aprende a leer y a escribir y recibe la base de su formación. Su hermano José, avanzado ya en los estudios de Teología, le habla de las cosas de Dios y Paula escucha y acoge la palabra de Dios que penetra en su corazón. Percibe la llamada para seguir más de cerca al Señor y en ella resuenan profundamente las palabras del Maestro: "Quién ama a su padre y a su madre más que a mí, no es digno de mí".

Pero... hay un pero. Su padre no está de acuerdo: ¿Qué hará sin su Paulina? Y Paula se ve obligada a acallar ese deseo, esperando la hora de Dios. Y llega la ocasión.

A los 19 años experimenta un momento de cansancio dado el ritmo de vida agobiante al tener que desempeñar el papel de madre en la familia.

Su hermano Don José, ya Párroco de un pueblecito de la costa ligur la hospeda durante algún tiempo. El aire puro de Quinto es un buen remedio para su salud delicada. La vida en la parroquia es para ella un campo de aprendizaje de obras de bien, y poco a poco, con su cordial afabilidad atraerá a las jóvenes de aquel lugar. Todos los domingos van al campo a hablar de Dios. Los encuentros se repiten con frecuencia y el diálogo se extiende a otras jovencitas. Paula les revela el secreto de una vida dedicada totalmente al Señor y descubre sus aptitudes y su vocación de educadora. En torno a ella se forma un grupo comprometido que vive en comunión de amor. En su mente se clarifica la idea de un nuevo Instituto: así se lo confía a su hermano D. José.

Pronto, a pesar de los obstáculos y sufrimientos, el ideal será realidad. Son seis las compañeras que superan los primeros momentos, tan difíciles. Paula está decidida. En el signo de la cruz está el comienzo de su obra, aquella cruz que ella amará durante toda su vida y que le hará exclamar: "Quien más se sacrifica, más ama".

Así, el 12 de agosto de 1834, en el Santuario de San Martino in Albaro, siete jóvenes ofrecen su vida a Dios. La Misa la celebra su hermano D. José que las había preparado para ese paso tan importante. Son felices; pocas horas después, pondrían la primera piedra de su Instituto; comenzarían a vivir en comunidad, apoyándose en la única riqueza: Jesucristo. En realidad, no tienen nada, son pobres en la casita de Quinto que han elegido como primera morada.

Abren una Escuela para las niñas más pobres y así tienen que trabajar aún de noche, para sobrevivir. No falta el entusiasmo, y de ahí los primeros éxitos de la Escuela. Pero los caminos del Señor no son nuestros caminos: los sufrimientos representan para Paula la prueba de la Voluntad de Dios. El cólera infecta Génova y sus hijas están en primera fila para llevar ayuda y consuelo.

En 1835, un sacerdote de la región de Bérgamo, D. Lucas Passi, amigo de D. José, conociendo el celo apostólico de Paula, le propone acoger en su Instituto la Pía Obra de Santa Dorotea, fundada por él con el fin de acercarse a los jóvenes más pobres y necesitados en su ambiente de vida y trabajo. Paula percibe en la originalidad de esa obra su linea educativa y la dimensión apostólica de su consagración y por eso no duda en integrarla en las actividades de su Instituto. Sus hijas no se llamaran ya "Hijas de la Santa Fe" sino Hermanas de Santa Dorotea.

Es un momento importante para la vida de aquella comunidad que ve concretarse su inspiración original: "estar planamente disponibles en las manos de Dios para evangelizar a través de la educación, dando preferencia a los jóvenes y a los más pobres".

Surgen nuevas casas en Génova y después en el centro de la cristianidad. Apenas siete años después de la fundación, el 19 de mayo de 1841, Paula se encuentra en Roma, acompañada de dos novicias. También aquí surgen nuevas dificultades: la primera casa tiene dos pequeñas habitaciones situadas sobre un establo en el callejon de los Santos Apóstoles. Paula acepta todo, le espera una gran recompensa: será recibida por el Papa Gregogio XVI que se complace en la labor de sus Doroteas. Es feliz: le ha hablado el Señor.

Las incomodidades y los sufrimientos aumentan: pobreza y enfermedades afligen a aquellas heróicas hermanas que no tienen una moneda para sus necesidades.

En 1844 el Papa confía a Paula la dirección del Conservatorio de Santa María del Refugio, en San Onofrio. La madre con dulzura y caridad da al ambiente un nuevo aspecto y una orientación decisiva para el futuro de la Institución. Por su presencia en ella, la casa de San Onofrio será la sede generalicia.

El 1846, un espíritu antirreligioso, más que un pensamiento político invade Italia. En Génova son perseguidas también las Doroteas. Las hijas de Paula viven momentos de fuerte persecución. La tempestad llega también a Roma: Pío IX, sucesor de Gregorio XVI, se ve obligado a refugiarse en Gaeta. Cardenales, Obispos y Prelados se alejan de la capital. Paula permanece sóla al frente de una comunidad numerosa y con fe intrépida supera aquellos momentos dramáticos.

La borrasca se calma. Es el año 1850. Paula obtiene la tan deseada audiencia con Pío IX, que para ella es como un padre. Va a Gaeta empujada por el gran amor al Papa y a la Iglesia, recordando así el gesto de Santa Catalina de Siena.

Comienza la última etapa de la vida de la Fundadora, que podemos definir como el periodo de la gran expansión, puesto que el Instituto, además de consolidarse en Liguria y en los Estados Pontificios, extiende su obra al resto de Italia y del mundo. De hecho surgen en Roma varios Centros educativos y Paula inicia los trámites para abrir una casa en Nápoles, un internado en Bolonia y un orfanato en Recanati.

En 1866 marchan las primeras hermanas misioneras a Brasil. En el mismo año otra meta prometedora: Portugal.

Paula anima a sus hijas: "El Señor os llene de su Espíritu y os convierta en otras tantas llamas ardientes que donde tocan encienden el fuego del amor de Dios", les dice.

Las dificultades no cesan en el camino de los santos. Paula es una mujer de gran fe "El Señor nos quiere apoyadas sólo en El y si tuviéramos un poco más de fe, cuanto más tranquilas estaríamos en medio de las tribulaciones".

Vive el abandono completo a la Voluntad de Dios "única perla que debemos buscar" - dice ella - y que constituye su paraiso: "Voluntad de Dios, eres mi paraiso".

En 1878 muere Pío IX, el Papa que en sus numerosos encuentros con la Fundadora, tuvo siempre palabras de estima y de aliento para su obra apostólica.

Paula siente que su ajetreada vida terrena va a acabar. Son las primeras horas del día 11 de junio de 1882. Está serena.

Su muerte es dulce, tranquila y deja entrever los tesoros de su vida. Invoca a la Santísima Virgen a quien tanto ha amado siempre: "Señora mia, recuerda que soy tu hija".

8 de Junio de 1930, Paula es Beatificada por S.S. Pío XI y el 11 de Marzo de 1984 fue canonizada por Juan Pablo II.

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Fuente: www.pastoral-vocacional.org
María Rosa Molas y Vallvé, Santa Fundadora, Junio 11  

María Rosa Molas y Vallvé, Santa

Fundadora de las Hermanas de la Consolación

Nació en Reus (Tarragona) el 24 de marzo de 1815. Creció en un ambiente familiar de libertad y responsabilidad que le ayudó a madurar su personalidad muy temprano.

María Rosa, a partir del día de su primera comunión, vive una vida interior profunda, en la que el Señor, a veces, le da a gustar la dulzura inefable de su presencia. "Quien llega a probar cuán dulce es Dios -exclama- no puede dejar de caminar en su presencia". Dios es para ella "Esposo dulce" o simplemente "Dulzura mía".

Pero en su experiencia espiritual más frecuentemente predominan "el silencio de Dios" y la dolorosa sensación de la ausencia del Esposo, por quien se desvive.

Esta experiencia, que marca su vida, la hace entrar en un camino de humildad y abnegación, de olvido de sí misma y búsqueda incansable de la gloria de Dios y del bien de los hermanos. Es esa la actitud honda de su vida, que expresa cuando repite: "Todo sea para gloria de Dios. Todo para bien de los hermanos. Nada para nosotras". Este es el camino de "humildad, sencillez y caridad, de abnegación y espíritu de sacrificio" que ella dice "son el alma de su Instituto". Es la "humildad de la caridad" la que lelleva a vivir "fascinada por el otro" y a realizar los gestos más heroicos de caridad con la mayor sencillez y naturalidad.

En enero de 1841 había entrado en una Corporación de Hermanas de la Caridad, que prestaban sus servicios en el Hospital y la Casa de Caridad de Reus. Allí da pruebas de caridad heroica, en el humilde servicio a los más pobres; allí escucha el clamor de su pueblo, se conmueve y sale en su defensa. El 11 de junio de 1844, asediada y bombardeada la ciudad de Reus por las tropas del General Zurbano, con otras dos Hermanas, atraviesa la línea de fuego, se postra a los pies del General, pide y obtiene la paz para su pueblo.

Años después, va con otras Hermanas a Tortosa, donde su campo de acción se amplía. Allí descubre la falsa situación del grupo al que pertenece y experimenta "la orfandad espiritual en que se halla". Su inmenso amor a la Iglesia la lleva a dialogar con sus hermanas, a discernir con ellas los caminos del Señor. El 14 de marzo de 1857, se pone bajo la obediencia de la autoridad eclesiástica de Tortosa. Se encuentra así, sin haberlo deseado nunca, Fundadora de una Congregación que, al año siguiente -el 14 de noviembre- a petición de María Rosa, se llamará, Hermanas de la Consolación, porque las obras en que de ordinario se ejercitan" ... "se dirigen todas a consolar a sus prójimos".

Por voluntad suya, la Congregación tendrá por fin: "Dilatar el conocimiento y Reino de Jesucristo", "como manantial y modelo de toda caridad, Consuelo y perfección" y "continuar la Misión sobre la tierra de nuestro dulcísimo Redentor", "consolando al afligido", educando, sirviendo al hombre en "cualquier necesidad".

El Señor la había preparado para la misión de Fundadora a través de múltiples servicios y situaciones, a veces dolorosas, que ella vivió con serena y heroica paciencia. María Rosa vive con fortaleza estas situaciones; las vive en silencio y tiene "para cuantos afligen su espíritu, delicadas atenciones y afabilidad". Las vive con serenidad y, a patentes injusticias, responde con servicios generosos y hasta heroicos.
Así, a las autoridades de Tortosa que injustamente la han alejado de la escuela pública de niñas, presta su ayuda para la organización de un Lazareto, "dispuesta a sacrificarlo todo en pro de nuestros pobrecitos hermanos", por si sus "servicios fuesen bastantes para aliviar la suerte del prójimo".

Esta mansedumbre y paciencia en soportar no son, en María Rosa, cobardía ni debilidad, sino fortaleza que se hace parresía, valentía y libertad evangélicas, cuando están en juego los intereses de los pobres, la verdad, o la defensa del débil. La vemos salir en defensa de las amas de lactancia a quienes la administración no paga el justo salario; defender a sus hijas, injustamente desacreditadas por un administrativo de uno de sus hospitales; impedir a un médico utilizar a los niños expósitos para experimentar intervenciones quirúrgicas.

Y esto lo hace María Rosa sin perder en ningún momento su sereno equilibrio. "Poseía el secreto de ganar los corazones", "infundía recogimiento y veneración". "Era inexplicable verla siempre bondadosa, afable y cariñosa con una superioridad de espíritu envidiable".

Esta actitud constante que caracteriza a María Rosa Molas, se entiende tan sólo desde "el secreto de su corazón, que llenaba sólo Dios". Era "efecto del íntimo y continuo trato con Dios que presidía su vida, su acción, sus afectos".

"Creía de poca importancia cualquier sacrificio, humillaciones, calumnias, persecuciones. Cuanto la acercaba a Dios le era muy grato ... Difícil, inaguantable y amargo lo que sospechaba que a él ofendía".
Desde ese amor a Dios "se hacía caridad vivida", "se inclinaba sobre el necesitado, sin distinción alguna", si no era en favor de los ancianos más desvalidos y de los niños más abandonados "que eran la pupila de sus ojos".

Pasa su vida haciendo el bien, ofreciéndose a sí misma "en el don de una completa entrega en la misericordia y en el consuelo, a quien lo buscaba y a quien, aun sin saberlo, lo necesitaba".

Cumple así su misión consoladora hasta que, a fines de mayo de 1876, siente que el Señor se acerca. Tras breve enfermedad, desgastada por su servicio incansable a los pobres moría al caer el 11 de junio de 1876, domingo de la Santísima Trinidad. ç

El Papa Pablo VI la beatificó el 8 de mayo de 1977, ese día dijo de ella que fue "Maestra de Humanidad" y que "vivió el desafío humanizante de la civilización del Amor". En 1988 Juan Pablo II la declaró santa ante toda la Iglesia. Su figura sigue siendo hoy mensaje para los creyentes y para todos los hombres de buena voluntad que trabajan en la transformación del mundo.

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Fuente: www.op.com.ar
Esteban Bandelli, Beato Dominico, Junio 11  

Esteban Bandelli, Beato

Este apóstol elocuente y celoso, de tal modo que se le llamó un nuevo Pablo, nació el año 1369 en Castelnuovo Scrivia, cerca de Alejandría (Italia) y tomó el hábito de la Orden en Piacenza.

Enseñó filosofía y teología en la universidad de Pavía, pero sobresalió principalmente en la predicación y en el ministerio de la confesión.

Muchos pecadores se convirtieron por su predicación. Murió a los ochenta y un años el día 11 de junio de 1450 en Saluzzo, ciudad que después de su muerte libró de un grande asedio, y su cuerpo se venera allí en la iglesia de S. Juan Bautista.

Su culto fue confirmado por Pío IX el 21 de febrero de 1856.

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Fuente: Santopedia.com
Ignacio Maloyan, Beato Obispo y Mártir, 11 de junio  

Ignacio Maloyan, Beato

Obispo y Mártir

Martirologio Romano: En la aldea de Kara-Kenpru, cerca de Amida, en Turquía, beato Ignacio Maloyan, obispo de Mardin, en Armenia, y mártir durante el genocidio de los cristianos de aquella región por obra de los perseguidores de la fe. Por no haber querido abrazar otra religión, después de haber consagrado el pan para la refección espiritual de sus compañeros de cautiverio, fue fusilado junto con un ingente número de cristianos, ofreciendo su sangre para obtener el fruto de la paz (1915).

 

Ignacio Maloyan (Shoukrallah), hijo de Melkon y Faridé, nació en 1869, en Mardin, Turquía.

Su párroco, notó en él indicios de una vocación sacerdotal, por lo que lo envió al convento de Bzommar, Líbano; tenía catorce años.

Después de terminar sus estudios superiores en 1896, el día dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, fue ordenado sacerdote en la Iglesia del convento de Bzommar, pasó a ser miembro del Instituto de Bzommar y adoptó el nombre de Ignacio en memoria del famoso mártir de Antioquía.

Durante los años 1897-1910, el padre Ignacio fue nombrado párroco en Alejandría y El Cairo, donde su buena reputación se propagó rapidamente.

El Patriarca Boghos Bedros XII lo nombró como su asistente en 1904. A causa de una enfermedad que afectó sus ojos y una asfixiante dificultad para respirar, regresó a Egipto y permaneció allí hasta 1910.

La Diócesis de Mardin estaba en un estado de anarquía, por lo que el Patriarca Sabbaghian envió al Padre Ignacio Maloyan para restablecer el orden.

El 22 de octubre de 1911, los Obispos del Sínodo reunido en Roma eligen al Padre Ignacio como Arzobispo de Mardin. Él se hizo cargo de sus nuevas funciones y planeó la renovación de su destrozada Diócesis, fomentando especialmente la devoción al Sagrado Corazón.

Lamentablemente, tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, los armenios residentes en Turquía (que fueron aliados de Alemania) comenzaron a soportar sufrimientos inenarrables. De hecho, el 24 de abril de 1915 marcó el comienzo de una verdadera campaña de exterminio. El 30 de abril de 1915, los soldados turcos rodearon el Obispado Católico Armenio y las iglesias en Mardin, bajo el argumento de que eran escondites para armas.

A principios de mayo, se reunieron el Obispo y sus sacerdotes, él les informó de la situación peligrosa que se veía venir. El 3 de junio de 1915, soldados turcos se llevaron al Obispo Maloyan arrastrado con cadenas a los tribunales con otras veintisiete personalidades católicas armenias. Al día siguiente, veinticinco sacerdotes y ochocientos sesenta y dos creyentes estaban encadenados.

Durante el juicio, el jefe de la policía, Mamdooh Bek, pidió al Obispo convertirse al Islam. El obispo respondió que él nunca traicionaría a Cristo y su Iglesia. El buen pastor le dijo que estaba dispuesto a sufrir todo tipo de malos tratos e incluso la muerte y en esta estaría su felicidad.

Mamdooh Bek le golpeó en la cabeza con la parte trasera de su pistola y ordenó que le pusieran tras las rejas. Los soldados le encadenaron los pies y las manos, lo arrojaron sobre el suelo y le golpearon sin piedad. Con cada golpe, al Obispo se le escuchó decir "Oh Señor, ten piedad de mí, oh Señor, dame fuerza", y pidió a los sacerdotes presentes la absolución. Por eso, los soldados volvieron a golpearle y le arrancaron las uñas de los pies.

El 9 de junio, su madre lo visitó y lloró por su estado. Pero el valiente Obispo la alentó. Al día siguiente, los soldados reunieron cuatrocientos cuarenta y siete armenios y los subieron en camiones. El comvoy militar tomó la ruta del desierto.

El Obispo alentó a sus feligreses a permanecer firmes en su fe. Luego, se arrodillaron y el oró a Dios que los ayude a aceptar el martirio con paciencia y coraje. Los sacerdotes concedieron a los creyentes la absolución. El Obispo tomó un trozo de pan, lo bendijo, recitó las palabras de la Eucaristía y lo dio a sus sacerdotes para distribuir entre la población.

Uno de los soldados, testigo ocular, relató esta escena: "A esa hora, vi una nube que cubría a los prisioneros y de todos lados se emitía un aroma perfunado. Había una mirada de alegría y serenidad en sus rostros". Como todos los que van a morir por amor a Jesús.

Después de dos horas a pie, hambrientos, desnudos y encadenados, los soldados atacaron a los presos y los mataron ante los ojos del Obispo. Luego de la matanza llegó el turno del obispo Maloyan.

Mamdooh Bek pidió entonces Maloyan de nuevo a convertirse al Islam. El soldado de Cristo contestó: "Yo he dicho que voy a vivir y morir por la causa de mi fe y la religión. Me enorgullezco en la cruz de mi Dios y Señor". Mamdooh se enfadó mucho, le apuntó con su pistola y disparó a Maloyan. Antes que él respirara su último aliento gritó en voz alta: "Dios mío, ten piedad de mí; en tus manos encomiendo mi espíritu".

Fue beatificado el 7 de octubre de 2001 por S.S. Juan Pablo II.

Si usted tiene información relevante para la canonización del Beato Ignacio, contacte a:
Patriarcat Arménien-Catholique
Rue de l'Hopital Orthodoxe
Jeitaoui
2400 Beyrouth, LEBANON
- o -
Institut du Clergé Patriarcal de Bzommar
5081 Bzommar, LEBANON

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Fuente: vidasejemplares.org
Yolanda de Polonia, Beata Duquesa, Junio 11  

Yolanda de Polonia, Beata

Duquesa de Polonia. Viuda,
Religiosa de la Segunda Orden Franciscana (Clarisa)

Su culto fue aprobado por León XII el 26 de septiembre de 1827.

Yolanda, princesa de Polonia, nació en 1235, hijade Bela IV rey de Hungría y de María Lascaris, de la casa imperial griega. Fue hermana de Cunegunda, venerada también como santa. También su padre era Terciario franciscano. Su familia hundía sus raíces en la santidad de Santa Eduviges, San Esteban rey y San Ladislao. Lateralmente estaba emparentada con Santa Margarita, reina de Suecia.

Siendo aún niña, Yolanda fue encomendada a su hermana Cunegunda, que se había casado con el rey de Polonia, en todo digno de su esposa, tanto que era llamado Boleslao el Casto. Yolanda al crecer también encontró esposo en el país adoptivo de su hermana. Era otro Boleslao, duque de Kalisz, llamado Boleslao el Pío. Así la hija del rey de Hungría, que había crecido en Bohemia y desposada con un noble polaco, fue considerada y amada allí como en su propia patria.

El reinado de Yolanda y Boleslao no tuvo larga duración. Pronto murió el esposo de Yolanda. Ella había tenido tres hijas: colocó dos con digno matrimonio, y junto con la tercera hija, que aspiraba a la vida religiosa, se retiró entre las clarisas de Sandeck. En aquel modesto convento vivía ya su hermana, la viuda reina Cunegunda, fundadora del mismo. El silencio del claustro escondió así por muchos años las virtudes de las tres mujeres, excepcionales por nacimiento y por vocación.

En 1292 murió Cunegunda. Yolanda, para huir a las incursiones de los bárbaros, dejó aquel monasterio y pasó a otro más al occidente, el convento de las clarisas de Gniezno. Era un convento fundado por su esposo Boleslao el Pío, sin pensar él que más tarde su propia esposa se ocultaría entre aquellas hijas de Santa Clara bajo el hábito franciscano. A pesar de ser la superiora, actuaba como si fuera inferior a todas: practicó intensamente las virtudes cristianas y religiosas, especialmente la humildad, la oración y la meditación de la pasión de Cristo.

Se dice inclusive que tuvo revelaciones y apariciones de Jesús crucificado.

Supo conducir a sus co-hermanas por la vida de las más heroicas virtudes, precediéndolas en la práctica de la penitencia y de la contemplación con una generosidad constante que era
alimentada por la meditación diaria de la Pasión de Cristo. El Esposo celestial la recompensó apareciéndosele varias veces y embriagándola con las delicias de su amor. La soledad no le impidió ocuparse de los pobres, a quienes daba alegremente alimento y generosas ofrendas.

En 1298 enfermó gravemente y predijo la hora de su muerte. Mientras sus cohermanas lloraban alrededor de su lecho de enferma, las exhortó a la fidelidad en la observancia de la regla y a la perseverancia en el desprecio de las cosas terrenas. Luego habló con ellas de la magnífica recompensa que la esperaba en el cielo.

Fortalecida con los últimos sacramentos, se durmió dulcemente en el Señor.
Era el 11 de
junio de 1298. Tenía 63 años de edad.

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Fuente: Martirologio Romano
Alicia de Schaerbeek, Santa Virgen, Junio 11  

Alicia de Schaerbeek, Santa

En el monasterio de La Camabre, cerca de Bruselas, en Brabante, santa Alicia o Aleide, virgen, de la Orden Cisterciense, que a los veintidós años de edad enfermó de lepra y se vio obligada a vivir como reclusa. Hacia el final de su vida se vio privada de la vista, de modo que ni un solo miembro de su cuerpo estuviese sano, excepto su lengua para cantar las alabanzas de Dios.

 

 

Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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