domingo, 2 de junio de 2013

Lunes por las almas del Purgatorio. 03/06/2013. San Carlos Luanga y compañeros mártires ¡rueguen por nosotros!

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Marcos 12, 1-12

Gloria a Ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús comenzó a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes, a los escribas y a los ancianos y les dijo: "Un hombre plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó un lagar, construyó una torre para el vigilante, se la alquiló a unos viñadores y se fue de viaje al extranjero.
A su tiempo, les envió a los viñadores un criado para recoger su parte del fruto de la viña. Ellos se apoderaron de él, lo golpearon y lo devolvieron sin nada. Les envió otro criado, pero ellos lo descalabraron y lo insultaron. Volvió a enviarles a otro y lo mataron.
Les envió otros muchos y los golpearon o los mataron.
Ya sólo le quedaba por enviar a uno, su hijo querido, y finalmente también se lo envió, pensando: 
'A mi hijo sí lo respetarán'. 
Pero al verlo llegar, aquellos viñadores se dijeron: 
'Este es el heredero; vamos a matarlo y la herencia será nuestra'. Se apoderaron de él, lo mataron y arrojaron su cuerpo fuera de la viña.
¿Qué hará entonces el dueño de la viña? Vendrá y acabará con esos viñadores y dará la viña a otros. ¿Acaso no han leído en las Escrituras: La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. 
Esto es obra de la mano del Señor, es un milagro patente?"
Entonces los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, quisieron apoderarse de Jesús, porque se dieron cuenta de que por ellos había dicho aquella parábola, pero le tuvieron miedo a la multitud, dejaron a Jesús y se fueron de ahí.
Palabra del Señor.
Gloria a Ti, Señor.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354

Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

lun 9a. Ord. año impar desp Pentecostés

Antífona de Entrada

Tengo los ojos puestos en el Señor,porque él me libra de todo peligro. Mírame, Dios mío, y ten piedad de mí,que estoy solo y afligido.

Oración Colecta

Oremos:
Nos acogemos, Señor, a tu providencia, que nunca se equivoca, y te pedimos humildemente que apartes de nosotros todo mal y nos concedas aquello que pueda contribuir a nuestro bien.
Por nuestro Señor Jesucristo...

Primera Lectura

Tobías temía a Dios más que al rey

Lectura del libro de Tobías. 1, 1a. 2; 2, 1-9

Tobías, ciudadano de la tribu de Neftalí, fue deportado en tiempo de Salmanasar, rey de Asiría; a pesar de vivir en el exilio, no abandonó el camino de la verdad.
El día de la fiesta del Señor, Tobías, que tenía preparada una buena comida en su casa, dijo a su hijo: Vete a invitar a algunos hombres piadosos de nuestra tribu, para que coman con nosotros.
A poco de marchar, regresó diciendo que habían estrangulado a un israelita y lo habían tirado en la plaza. Pegó un salto, dejo la mesa sin probar bocado y fue a donde estaba el cadáver; lo recogió y a escondidas se lo llevó a casa, para enterrarlo sigilosamente a la caída del sol. Una vez escondido el cadáver, se puso a comer, apenado y desazonado, recordando lo que había dicho el Señor por medio del profeta Amos: "Vuestras fiestas se convertirán en funerales y elegías".
Una vez puesto el sol, se fue a enterrarlo. Los vecinos le regañaban, diciéndole: Por este motivo te condenaron una vez a muerte, y a duras penas te libraste de la ejecución, ¿cómo es posible que vuelvas a lo mismo?
Pero Tobías, que temía a Dios más que al rey, seguía recogiendo los cadáveres de los asesinados, los escondía en su casa y a medianoche los enterraba.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 111

Dichosos los que temen al Señor.

Dichosos los que temen al Señor y aman de corazón sus mandamientos; poderosos serán sus descendientes. Dios bendice a los hijos de los buenos.
Dichosos los que temen al Señor.

Fortuna y bienestar habrá en su casa, siempre obrarán conforme a la justicia. Quien es justo, clemente y compasivo, como una luz en las tinieblas brilla.
Dichosos los que temen al Señor.

Quienes, compadecidos, prestan y llevan su negocio honradamente, jamás se desviarán; vivirá su recuerdo para siempre.
Dichosos los que temen al Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Señor Jesús, testigo fiel, primogénito de entre los muertos, tu amor por nosotros es tan grande, que has lavado nuestras culpas con tu sangre.
Aleluya.

Evangelio

Se apoderaron del hijo, lo mataron y arrojaron su cuerpo fuera de la viña

† Lectura del santo Evangelio según san Marcos 12, 1-12

Gloria a Ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús comenzó a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes, a los escribas y a los ancianos y les dijo: "Un hombre plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó un lagar, construyó una torre para el vigilante, se la alquiló a unos viñadores y se fue de viaje al extranjero.
A su tiempo, les envió a los viñadores un criado para recoger su parte del fruto de la viña. Ellos se apoderaron de él, lo golpearon y lo devolvieron sin nada. Les envió otro criado, pero ellos lo descalabraron y lo insultaron. Volvió a enviarles a otro y lo mataron.
Les envió otros muchos y los golpearon o los mataron.
Ya sólo le quedaba por enviar a uno, su hijo querido, y finalmente también se lo envió, pensando: 
'A mi hijo sí lo respetarán'. 
Pero al verlo llegar, aquellos viñadores se dijeron: 
'Este es el heredero; vamos a matarlo y la herencia será nuestra'. Se apoderaron de él, lo mataron y arrojaron su cuerpo fuera de la viña.
¿Qué hará entonces el dueño de la viña? Vendrá y acabará con esos viñadores y dará la viña a otros. ¿Acaso no han leído en las Escrituras: La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. 
Esto es obra de la mano del Señor, es un milagro patente?"
Entonces los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, quisieron apoderarse de Jesús, porque se dieron cuenta de que por ellos había dicho aquella parábola, pero le tuvieron miedo a la multitud, dejaron a Jesús y se fueron de ahí.
Palabra del Señor.
Gloria a Ti, Señor.

Oración sobre las Ofrendas

Confiados en tu misericordia, Señor, venimos a tu altar con nuestros dones a fin de que te dignes purificarnos por este memorial que estamos celebrando.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio

La gloria de Dios es el hombre viviente.

Tú eres el Dios vivo y verdadero; el universo está lleno de tu presencia, pero sobre todo has dejado la huella de tu gloria en el hombre, creado a tu imagen. Tú lo llamas a cooperar con el trabajo cotidiano en el proyecto de la creación y le das tu Espíritu para que sea artífice de justicia y de paz, en Cristo, el hombre nuevo.
Por eso, unidos a los ángeles y a los santos, cantamos con alegría el himno de tu alabanza:

Antífona de la Comunión

Yo te invoco, porque tú me respondes, Dios mío; inclina el oído y escucha mis palabras.

Oración después de la Comunión

Oremos:
Padre Santo, tú que nos has alimentado con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, guíanos por medio de tu Espíritu a fin de que, no sólo con palabras, sino con toda nuestra vida podamos demostrarte nuestro amor y así merezcamos entrar al Reino de los cielos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

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Dia 3/06 San Carlos Luanga y compañeros (mártires, rojos)

Antífona de Entrada

Cuando uno grita, el Señor lo escucha, y lo libra de sus angustias.

Oración Colecta

Oremos:
Señor, Dios nuestro, que has dado abundancia de gracia a tus santos Carlos Luanga y compañeros para hacerles llegar a la gloria del martirio; concédenos, por intercesión de su mérito, el perdón de nuestros pecados y tu ayuda en todas las adversidades.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura

Estamos dispuestos a morir, antes que quebrantar las leyes de nuestros padres

Lectura del segundo libro de los Macabeos
7, 1-2.9-14

En aquellos días, arrestaron a siete hermanos junto con su madre. El rey, Antíoco Epifanes, los hizo azotar para obligarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la ley. Uno de ellos, hablando en nombre de todos, dijo:
"¿Qué quieres saber de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la ley de nuestros padres".
(El rey se enfureció y lo mandó matar). Cuando el segundo de ellos estaba para morir, le dijo al rey:
"Asesino, tú nos arrancas la vida Presente, pero el rey del universo nos resucitará a una vida eterna, puesto que morimos por fidelidad a sus leyes"
Después comenzaron a burlarse del tercero. Presentó la lengua como se lo exigieron, extendió las manos con firmeza y declaró confiadamente:
"De Dios recibí estos miembros y por amor a su ley los desprecio, y de él espero recobrarlos".
El rey y sus acompañantes quedaron impresionados por el valor con que aquel muchacho depreciaba los tormentos.
Una vez muerto éste, sometieron al cuarto a torturas semejantes. Estando ya para espirar, dijo:
"Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se tiene la firme esperanza de que Dios nos resucitará tú, en cambio, no resucitarás para la vida".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 123

Nuestra alma se salvó como un ave de la trampa del cazador.

De no estar el Señor de nuestra parte cuando nos perseguían nos habrían ahí tragado vivos; contra nosotros tanto ardía su ira.
Nuestra alma se salvó como un ave de la trampa del cazador.

Las aguas nos habrían arrollado, nos habría el torrente sumergido; tragado nos habría el turbulento río.
Nuestra alma se salvó como un ave de la trampa del cazador.

Las redes se rompieron y escapamos de ellas. Nuestra ayuda nos viene del Señor que hizo el cielo y la tierra.
Nuestra alma se salvó como un ave de la trampa del cazador.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Aleluya.

Evangelio

Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos

Ý Lectura del santo Evangelio según san Mateo
5, 1-12

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles, hablándoles así:
"Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos los que lloran, porque serán consolados.
Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Oración sobre las Ofrendas

Te presentamos, Señor, nuestras ofrendas y te suplicamos humildemente que, así como tus mártires prefirieron morir antes que pecar, nosotros vivamos consagrados a ti sobre todas las cosas y entregados a servirte en el altar.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio

Ejemplaridad del martirio

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque la sangre de los gloriosos mártires Carlos Luanga y compañeros, derramada, como la de Cristo, para confesar tu nombre, manifiesta las maravillas de tu poder; pues en su martirio, Señor, has sacado fuerza de lo débil, haciendo de la fragilidad tu propio testimonio, por Cristo, Señor nuestro.
Por eso,
como los ángeles te cantan en el cielo, así nosotros en la tierra te aclamamos diciendo sin cesar:

Antífona de la Comunión

Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos, dice el Señor.

Oración después de la Comunión

Oremos:
Recordando la victoria de san Carlos Luanga y de sus compañeros hemos recibido, Señor, los sacramentos que nos salvan; concédenos ahora que, así como tus mártires encontraron fortaleza en la Eucaristía para soportar los tormentos, encontremos nosotros en ella la fuerza necesaria para vivir en fe y en caridad en medio de las pruebas de este mundo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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Meditación diaria

 

9ª semana. Lunes

LA PIEDRA ANGULAR

— Jesucristo es la piedra angular sobre la que se debe edificar la vida. Nuestra existencia está influida completamente por la condición de discípulos de Cristo.

— La fe nos da luz para conocer la verdadera realidad de las cosas y de los acontecimientos.

— El cristiano tiene su propia escala de valores frente al mundo.

I. En la parábola de los viñadores homicidas1 resume Jesús la historia de la salvación. Compara a Israel con una viña escogida, provista de su cerca, de un lagar y de una torre de vigilancia donde se coloca el guardián para protegerla de ladrones y alimañas. Dios no dejó de aplicar ningún cuidado a la viña de sus amores, a su pueblo, según había sido ya profetizado2. Los viñadores de la parábola son los dirigentes del pueblo de Israel, el dueño es Dios, y la viña es Israel, como Pueblo de Dios.

El dueño envía una y otra vez a sus siervos para percibir sus frutos, y solo recibieron malos tratos. Esta fue la misión de los profetas. Finalmente, envió a su Hijo, al Amado, pensando que a Él sí lo respetarían. Aquí se señala la diferencia entre Jesús, el Hijo, y los profetas, que eran siervos. La parábola se refiere a la filiación trascendente y única, y expresa con claridad la divinidad de Jesucristo. Los viñadores lo echaron fuera de la viña y lo mataron; es una referencia explícita a la crucifixión, que tuvo lugar fuera de los muros de Jerusalén3. El Señor, que se menciona discretamente a Sí mismo en la parábola, debió de hablar con gran pena, al ver cómo es rechazado por aquellos a quienes viene a traer la salvación. No le quieren. Terminará Jesús diciendo estas palabras, tomadas de un Salmo4: La piedra que rechazaron los constructores, esta ha llegado a ser piedra angular.

Los dirigentes de Israel comprendieron el sentido claramente mesiánico de la parábola y que iba dirigida a ellos. Entonces intentaron prenderlo, pero una vez más temieron al pueblo.

San Pedro recordará las palabras de Jesús delante del Sanedrín, cuando ya se ha cumplido la predicción contenida en la parábola:quede claro a todos vosotros y a todo el pueblo de Israel que ha sido por el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis... Él es la piedra que, rechazada por vosotros los constructores, ha llegado a ser piedra angular5. Jesucristo se constituye como la piedra clave del arco que sostiene y fundamenta todo el edificio. Es la piedra esencial de la Iglesia, y de cada hombre: sin ella el edificio se viene abajo.

La piedra angular afecta a toda la construcción, a toda la vida: negocios, intereses, amores, tiempo...; nada queda fuera de las exigencias de la fe en la vida del cristiano. No somos discípulos de Cristo a determinadas horas (a la hora de rezar, por ejemplo, o cuando asistimos a una ceremonia religiosa...), o en determinados días... La profunda unidad de vida que reclama el ser cristiano determina que, permaneciendo todo con su propia naturaleza, se vea afectado por el hecho de ser discípulo de Jesús. Seguir a Cristo influye en el núcleo más íntimo de nuestra personalidad. En quien está hondamente enamorado, este hecho influye en todas las cosas y acontecimientos, por triviales que parezcan: al dar un paseo por la calle, en el trabajo, en el modo de comportarse en las relaciones sociales..., y no solo cuando está en presencia de la persona amada. Ser cristianos es la característica más importante de nuestra existencia, y ha de influir incomparablemente más en nuestra vida que el amor humano en la persona más enamorada.

Jesucristo es el centro al que hacen referencia nuestro ser y nuestra vida. «Supongamos a un arquitecto –comenta Casiano– que deseara construir la bóveda de un ábside. Debe trazar toda la circunferencia partiendo de un punto clave: el centro. Guiándose por esta norma infalible, ha de calcular luego la exacta redondez y el diseño de la estructura (...). Así es como un solo punto se convierte en la clave fundamental de una construcción imponente»6. De modo semejante, el Señor es el centro de referencia de nuestros pensamientos, palabras y obras. Con relación a Él queremos construir nuestra existencia.

II. Cristo determina esencialmente el pensamiento y la vida de sus discípulos. Por eso, sería una gran incoherencia dejar nuestra condición de cristianos a un lado a la hora de enjuiciar una obra de arte o un programa político, en el momento de realizar un negocio o de planear las vacaciones. Respetando la propia autonomía, las propias leyes que cada materia tiene y la amplísima libertad en todo lo opinable, el discípulo fiel de Jesús no se detiene en la consideración de un solo aspecto –económico, artístico, cinematográfico...– y no da por buenos unos proyectos o una obra sin más. Si en esos planes, en ese acontecimiento o en esa obra no se guarda la debida subordinación a Dios, su calificación definitiva no puede ser más que una, negativa, cualquiera que sean sus acertados valores parciales.

A la hora de realizar un negocio o aceptar un determinado puesto de trabajo, un buen cristiano no solo mira si le es rentable económicamente, sino también otras facetas: si es lícito con arreglo a las normas de moralidad, si produce el bien o el mal a otros, valora los beneficios que de él se derivan para la sociedad... Si es moralmente ilícito, o al menos poco ejemplar, las demás características –por ejemplo, la rentabilidad– no lo convierten en un buen negocio. Una buena operación comercial –si no es moral– es un negocio pésimo e irrealizable.

El error se presenta frecuentemente vestido con nobles ropajes de arte, de ciencia, de libertad... Pero la fuerza de la fe ha de ser mayor: es la poderosa luz que nos hace ver que detrás de aquella apariencia de bien hay en realidad un mal, que se manifiesta con la vestidura de una buena obra literaria, de una falsa belleza... Cristo ha de ser la piedra angular de todo edificio.

Pidamos al Señor su gracia, para vivir coherentemente nuestra vocación cristiana; así, la fe no será nunca limitación –«no puedo hacer», «no puedo ir»...–: será luz para conocer la verdadera realidad de las cosas y de los acontecimientos, sin olvidar que el demonio intentará aliarse con la ignorancia humana –que no sabe ver la realidad total que se encierra en aquella obra o en aquella doctrina– y con la soberbia y la concupiscencia que todos arrastramos. Cristo es el crisol que pone a prueba el oro que hay en las cosas humanas; todo lo que no resiste a la claridad de sus enseñanzas es mentira y engaño, aunque se vista con alguna apariencia de bondad o de perfección.

Con el criterio que da esta unidad de vida -ser y sentirnos en toda ocasión fieles discípulos del Señor-, podremos recoger tantas cosas buenas que han hecho y pensado los hombres que se han guiado por un criterio humano recto, y ponerla a los pies de Cristo. Sin la luz de la fe nos quedaríamos en muchos momentos con la escoria, que nos engañó porque tenía algún reflejo de bondad o de belleza.

Para tener un criterio formado, además de poner los medios, es preciso tener una voluntad recta, que quiera llevar a cabo, ante todo, el querer de Dios. Así se explica que personas sencillas, de escasa instrucción y quizá con pocas luces naturales, pero de intensa vida cristiana, tengan un criterio muy recto, que les hace juzgar atinadamente de los diversos acontecimientos; mientras que otras personas, tal vez más cultivadas o incluso de gran capacidad intelectual, en ocasiones dan pruebas de una lamentable ausencia de buen juicio y se equivocan hasta en lo que es elemental.

La unidad de vida, un vivir habitual cristiano, nos mueve a juzgar con certeza, descubriendo los verdaderos valores humanos de las cosas. Así llevaremos a Cristo, santificándolas, todas las realidades humanas nobles. Preguntémonos: ¿vivo en coherencia con la fe, con la vocación, en todas las situaciones? Al tomar decisiones, importantes o de la vida diaria, ¿tengo en cuenta ante todo lo que Dios espera de mí? Y concretemos en qué puntos nos pide el Señor un comportamiento más decididamente cristiano.

III. El cristiano –por haber fundamentado su vida en esa piedra angular que es Cristo– tiene su propia personalidad, su modo de ver el mundo y los acontecimientos, y una escala de valores bien distinta del hombre pagano, que no vive la fe y tiene una concepción puramente terrena de las cosas. Una fe débil y tibia, de poca influencia real en lo ordinario, «puede provocar en algunos esa especie de complejo de inferioridad, que se manifiesta en un inmoderado afán de "humanizar" el Cristianismo, de "popularizar" la Iglesia, acomodándola a los juicios de valor vigentes en el mundo»7.

Por eso, el cristiano, a la vez que está metido en medio de las tareas seculares, necesita estar «metido en Dios», a través de la oración, de los sacramentos y de la santificación de sus quehaceres. Se trata de ser discípulos fieles de Jesús en medio del mundo, en la vida corriente de todos los días, con todos sus afanes e incidencias. Así podremos llevar a cabo el consejo que San Pablo daba a los primeros cristianos de Roma, cuando les alertaba contra los riesgos de un conformismo acomodaticio con las costumbres paganas: no queráis conformaros a este siglo8. A veces, este inconformismo nos llevará a navegar contra corriente y arrostrar el riesgo de la incomprensión de algunos. El cristiano no debe olvidar que es levadura9, metida dentro de la masa a la que hace fermentar.

Nuestro Señor es la luz que ilumina y descubre la verdad de todas las realidades creadas, es el faro que ofrece orientación a los navegantes de todos los mares. «La Iglesia (...) cree que la clave, el centro y la finalidad de toda la historia humana se encuentra en su Señor y Maestro»10.

Jesús de Nazaret sigue siendo la piedra angular en todo hombre. El edificio construido a espaldas de Cristo está levantado en falso. Pensemos hoy, al término de nuestra oración, si la fe que profesamos influye cada vez más en la propia existencia: en la forma de contemplar al mundo y a los hombres, en nuestra manera de comportarnos, en el afán, con obras, de que todos los hombres conozcan de verdad a Cristo, sigan su doctrina y la amen.

1 Mc 12, 1-12. — 2 Is 5, 1-7. — 3 Cfr. Sagrada Biblia, Santos Evangelios, notas a Mc12, 1-12 y Mt 21, 33-46. — 4 Sal 118, 22. — 5 Hech 4, 10-11. — 6 Casiano,Colaciones, 24. — 7 J. Orlandis, ¿Qué es ser católico?, EUNSA, Pamplona 1977, p. 48. — 8 Rom 12, 2. — 9 Cfr. Mt 13, 33. — 10 Conc. Vat. II, Const. Gaudium et spes, 10.

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Meditaciones sobre la Sagrada Eucaristía. 1

UN DIOS ESCONDIDO

— Jesús se oculta para que le descubran nuestra fe y nuestro amor.

— La Sagrada Eucaristía nos transforma.

— Cristo se nos entrega a cada uno, personalmente.

I. Adoro te devote, latens Deitas... Te adoro con devoción, Dios escondido, que estás verdaderamente oculto bajo estas apariencias. A ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte1. Así comienza el himno que escribió Santo Tomás para la fiesta del Corpus Christi, y que ha servido a tantos fieles para meditar y expresar su fe y su amor a la Sagrada Eucaristía.

Te adoro con devoción, Dios escondido...

Verdaderamente Tú eres un Dios oculto2, había proclamado ya el Profeta Isaías. El Creador del Universo ha dejado las huellas de su obra; parecía como si Él quisiera quedarse en un segundo plano. Pero llegó un momento en la historia de la humanidad en que Dios decidió revelarnos su ser más íntimo. Es más, quiso en su bondad habitar entre nosotros, plantar su tienda en medio de los hombres, y se encarnó en el seno purísimo de María. Vino a la tierra y permaneció oculto para la mayoría de las gentes, que estaban preocupadas de otras cosas. Le conocieron algunos que poseían un corazón sencillo y una mirada vigilante para lo divino: María, José, los pastores, los Magos, Ana, Simeón... Este anciano había esperado toda su vida la llegada del Mesías anunciado, y pudo exclamar ante Jesús Niño: Ahora, Señor, puedes sacar en paz de este mundo a tu siervo según tu palabra: porque mis ojos han visto a tu Salvador...3. ¡Si nosotros pudiéramos decir lo mismo al acercarnos al Sagrario!

Y después, en la vida pública, a pesar de los milagros en que Jesús manifestaba su poder divino, muchos no supieron descubrirlo. En otras ocasiones es el mismo Señor el que se esconde y manda a quienes Él mismo ha curado que no le descubran. En Getsemaní y en la Pasión parecía oculta completamente la divinidad a los ojos de los hombres, En la Cruz, la Virgen sabía con certeza que Aquel que moría era Jesús, Dios hecho hombre. Y a los ojos de muchos moría como un malhechor.

En la Sagrada Eucaristía, bajo las apariencias de pan y de vino, Jesús se vuelve a ocultar para que le descubran nuestra fe y nuestro amor. A Él le decimos en nuestra oración: «Señor, que nos haces participar del milagro de la Eucaristía: te pedimos que no te escondas», que esté siempre claro tu rostro a nuestros ojos; «que vivas con nosotros», porque sin Ti nuestra vida no tiene sentido; «que te veamos», con los ojos purificados en el sacramento de la Penitencia; «que te toquemos», como aquella mujer que se atrevió a tocar la orla de tu vestido y quedó curada; «que te sintamos», sin querer nunca acostumbrarnos al milagro; «que queramos estar siempre junto a Ti», que es el único lugar en el que hemos sido felices plenamente; «que seas el Rey de nuestras vidas y de nuestros trabajos», porque te lo hemos dado todo4.

II. La presencia es una necesidad del amor, y el Maestro, que había dejado a los suyos el supremo mandamiento del amor, no podía sustraerse a esta característica de la verdadera amistad: el deseo de estar juntos. Para realizar este vivir con nosotros, a la espera del Cielo, se quedó en nuestros Sagrarios. Así hizo posibles aquellas vivas recomendaciones antes de su partida: Permaneced en Mí y Yo en vosotros. En adelante ya no os llamaré siervos. Yo os digo: vosotros sois mis amigos... Permaneced en mi amor5. Una amistad profunda con Jesús ha ido creciendo en tantas Comuniones, en las que Cristo nos ha visitado, y en tantas ocasiones como nosotros hemos ido a verle al Sagrario. Allí, oculto a los sentidos, pero tan claro a nuestra fe, Él nos esperaba; a sus pies hemos afirmado nuestros mejores ideales, y en Él hemos abandonado las preocupaciones, lo que en alguna ocasión nos podía agobiar... El Amigo comprende bien al amigo. Allí, en la fuente, hemos ido a beber el modo de practicar las virtudes. Y hemos procurado que su fortaleza sea nuestra fortaleza, y su visión del mundo y de las personas, la nuestra... ¡Si un día pudiéramos decir también nosotros, como San Pablo: Ya no soy yo quien vive, sino Cristo en mí!6.

Santo Tomás afirma que la virtud de este sacramento es llevar a cabo cierta transformación del hombre en Cristo por el amor7. Todos tenemos la experiencia de que cada uno vive, en buena parte, según aquello que ama. Los hombres con afición al estudio, al deporte, a su profesión, dicen que esas actividades son su vida. De manera semejante, si un hombre busca solo su interés, vive para sí. Y si amamos a Cristo y nos unimos a Él, viviremos por Él y para Él, de una manera tanto más profunda cuanto más hondo y verdadero sea el amor. Es más, la gracia nos configura por dentro y nos endiosa. «¿Amas la tierra? –exclama San Agustín–. Serás tierra. ¿Amas a Dios? ¿Qué voy a decir? ¿Que serás dios? No me atrevo a decirlo, pero te lo dice la Escritura: Yo dije: sois dioses, y todos hijos del Altísimo (Sal 81, 6)»8.

Vamos a ver a Jesús oculto en el Sagrario, y se anulan las distancias, y hasta el tiempo pierde sus límites ante esta Presencia que es vida eterna, semilla de resurrección y pregustación del gozo celestial. Es ahí donde la vida del cristiano irradia la vida de Jesús: en medio del trabajo, en su sonrisa habitual, en el modo como lleva las contrariedades y los dolores, el cristiano refleja a Cristo. Él, que permanece en el Sagrario, se manifiesta y se hace presente a los hombres en la vida corriente del cristiano.

Sagrarios de plata y oro // que abrigáis la omnipresencia // de Jesús, nuestro tesoro, // nuestra vida, nuestra ciencia. // Yo os bendigo y os adoro con profunda reverencia...9.

Desde hace dos mil años, el Hijo de Dios habita en medio de los hombres. «¡Él, en quien el Padre encuentra delicias inefables, en quien los bienaventurados beben una eternidad de dicha! El Verbo encarnado está ahí, en la Hostia, como en tiempo de los Apóstoles y de las muchedumbres de Palestina, con la infinita plenitud de una gracia capital, que no pide sino desbordarse sobre todos los hombres para transformarlos en Él. Habría que acercarse a este Verbo salvador con la fe de los humildes del Evangelio, que se precipitaban al encuentro de Cristo para tocar la franja de su vestidura y volvían sanos»10. Así hacernos el propósito de acercarnos nosotros.

III. A Ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte.

No deben desconcertarnos las apariencias sensibles. No todo lo real, ni siquiera todas las realidades creadas de este mundo, son percibidas por los sentidos, que son fuente de conocimiento, pero a la vez limitación de nuestra inteligencia. La Iglesia, en su peregrinación por este mundo hacia el Padre, posee en la Sagrada Eucaristía a la Segunda Persona de la Trinidad Beatísima, a la que no perciben los sentidos, que ha asumido la Humanidad Santísima de Cristo. El Verbo se hizo carne11 para habitar entre nosotros y hacernos partícipes de su divinidad. Vino para el mundo entero, y se hubiera encarnado por el menor y más indigno de los hombres. San Pablo pregustaba esta realidad con gozo, y decía: el Hijo de Dios me amó y se entregó a Sí mismo por mí12. Jesús habría venido al mundo y padecido por mí solo. Esta es la gran realidad que llena mi vida, podemos pensar todos. En la economía de la Redención, la Eucaristía fue el medio providencial elegido por Dios para permanecer personalmente, de modo único e irrepetible, en cada uno de nosotros. Con alegría cantamos en la intimidad de nuestro corazón: Pange, lingua, gloriosi Corporis mysterium... Canta, lengua mía, el misterio del Cuerpo glorioso y de la Sangre preciosa, que el Rey de las naciones, Hijo de Madre fecunda, derramó por rescatar al mundo13.

No está oculto Jesús. Nosotros le vemos cada día, le recibimos, le amamos, le visitamos... ¡Qué clara y diáfana es su Presencia cuando le contemplamos con una mirada limpia, llena de fe! Pensemos en cómo vamos a comulgar, quizá dentro de pocos minutos o de algunas horas, y pidamos a Dios Padre, nuestro Padre, que aumente la fe y el amor de nuestro corazón. Quizá nos pueda servir aquella oración de Santo Tomás con la que tal vez nos hemos preparado para recibir a Jesús en otras ocasiones: «Omnipotente y sempiterno Dios, me acerco al sacramento de vuestro Hijo Unigénito, Nuestro Señor Jesucristo, como un enfermo al médico que le habrá de dar vida; como un inmundo acudo a la fuente de la misericordia; ciego, vengo a la luz de la eternidad; pobre y falto de todo, me presento al soberano Señor del cielo y de la tierra. Ruego a vuestra inmensa largueza se sirva sanar mis enfermedades, purificar mis manchas, iluminar mis tinieblas, enriquecer mi miseria, vestir mi desnudez. Dulcísimo Señor, concededme que reciba el Cuerpo de vuestro Hijo Unigénito, nacido de la Virgen, con tal fervor que pueda ser unido íntimamente a Él y contado entre los miembros de su Cuerpo místico».

1 Himno Adoro te devote. — 2 Is 45, 15. — 3 Lc 2, 29-30. — 4 Cfr. San Josemaría Escrivá, Forja, n. 542. — 5 Jn 15, 4; 9, 15. — 6 Gal 2, 20. — 7 Cfr. Santo Tomás,Libro IV de las Sentencias, Dist. 12, q. 2, a. 2 ad 1. — 8 San Agustín, Comentario a la Carta de San Juan a los Parthos, 2, 14. — 9 Sor Cristina de Arteaga, Sembrad, XCIX. — 10 M. M. Philipon, Los sacramentos en la vida cristiana, Palabra, 2ª ed., Madrid 1980, p. 132. — 11 Jn 1, 14. — 12 Gal 2, 20. — 13 Himno Pange. lingua.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

San Carlos Luanga y los mártires de Uganda

Año 1886

Santos mártires de Uganda:
os encomendamos a los jóvenes de nuestro tiempo
para que sepan defender valientemente su pureza contra todos los corruptores,
y para que nunca jamás se dejen robar por nadie su fe católica.

 

Uganda es un país del Africa. Los padres Blancos del Cardenal Lavigerie empezaron a misionar ese país y pronto hubo muchos negros convertidos al catolicismo y esta religión les transformó muy notablemente su modo de pensar y obrar.

Y sucedió que el jefe de esa nación, llamado Muanga, tenía el vicio de la homosexualidad. Y cuando el jefe del personal de mensajeros del palacio José Makasa, se convirtió al catolicismo le hizo saber al jefe que la Biblia condena y prohibe totalmente la homosexualidad y que la llama una "aberración", o sea algo abominable, que va contra la Ley Divina y que es totalmente impropio de la persona humana. Y que el Libro Sagrado dice que "la homosexualidad es un pecado merecedor de la muerte" (Levítico 18) y "algo que va contra la naturaleza (Rom. 1,26) y que los que lo cometen no poseerán el Reino de Dios (1 Cor. 6,10). Esto indignó tanto al reyezuelo, que ordenó asesinar a José Makasa el 15 de noviembre de 1885, y así este llegó a ser el primero de los 26 mártires de Uganda. (Ahora se llama San José Makasa). Otra de las causas del asesinato de José fue haber reprendido al rey por el asesinato del dos misioneros.

Al saber esta terrible noticia, los demás católicos que trabajaban en el palacio real como mensajeros o empleados, en vez de acobardarse, se animaron más fuertemente a preferir morir antes que ofender a Dios.

La segunda víctima fue un pequeño mensajero llamado Denis. El jefe Muanga quiso irrespetar a un jovencito llamado Muafa, pero este le dijo que su cuerpo era un templo del Espíritu Santo, y que él se haría respetar costara lo que costara. Averiguó el rey quién le había enseñado al niño estas doctrinas y le dijeron que era otro de los mensajeros, Denis, ¡y le dio muerte! Así este jovencito llegó a ser el segundo mártir San Denis. (Antes de darle muerte, el rey le preguntó: "¿eres cristiano?" y el niño respondió: "Sí, soy cristiano y lo seré hasta la muerte").

Mientras tanto allá en un salón del palacio, el nuevo jefe de los mensajeros, Carlos Luanga (que había reemplazado a San José Makasa) reunía a todos los jóvenes y les recordaba lo que enseña San Pablo en la S. Biblia, que "los que cometen el pecado de homosexualidad tendrán un castigo inevitable por su extravío" (Rom. 1,18) y les recordaba que "homosexualidad es la tendencia a cometer acciones impuras con personas del propio sexo", y que eso no es amor de caridad que busca el bien de la otra persona, sino que es un "amor de concupiscencia" por el afecto que se siente hacia personas bien parecidas del propio sexo, y que lo que busca es satisfacer sus propios apetitos e inclinaciones anormales hacia las cualidades físicas del otro. Y les narraba cómo las ciudades de Sodoma y Gomorra fueron destruidas por una lluvia de fuego por cometer ese pecado, y cómo la Biblia anuncia tremendos castigos para los que lo cometen. Carlos terminaba sus charlas recordando aquellas palabras de Jesús: "Al que se declare a mí favor aquí, yo me declararé a su favor en el cielo".

Con estas instrucciones de Carlos Luanga, ya todos los jovencitos mensajeros y empleados del palacio real de Uganda quedaron resueltos a perder su vida antes que renunciar a las creencias católicas o perder la pureza de su alma con un pecado de homosexualidad. Y ahora iba a llegar el desenlace fatal y sangriento.

El reyezuelo tenía como primer ministro al terrible brujo Katikiro, el cual estaba disgustadísimo porque los que se volvían cristianos católicos, ya no se dejaban engañar por sus brujerías. Y entonces se propuso convencer al rey de que debía hacer morir a todos los que se declararon cristianos.

El cruel Muanga reunió a todos sus mensajeros y empleados y les dijo: "De hoy en adelante queda totalmente prohibido ser cristiano, aquí en mi reino. Los que dejen de rezar al Dios se los cristianos, y dejen de practicar esa religión, quedarán libres. Los que quieran seguir siendo cristianos irán a la cárcel y a la muerte".

Y luego les dio una orden mortal: - Los que quieran seguir siendo cristianos darán un paso hacia adelante".

Inmediatamente Carlos Luanga, jefe de todos los empleados y mensajeros del palacio, dio el paso hacia adelante. Lo siguió el más pequeño de los mensajeros, que se llamaba Kisito. Y enseguida 22 jóvenes más dieron el paso decisivo. Inmediatamente entre golpes y humillaciones fueron llevados todos a prisión.

El Padre misionero no había alcanzado a bautiza a algunos de ellos, y entonces estos jóvenes valientes viendo que su muerte estaba ya muy próxima pidieron a Carlos que los bautizara. Y allí en la oscuridad de la prisión Carlos Luanga bautizó a los que aún no estaban bautizados, y se prepararon todos para su paso a la eternidad feliz, que ya estaba muy cerca.

El reyezuelo los volvió a reunir y les preguntó: "¿Siguen decididos a seguir siendo cristianos?". Y ellos respondieron a coro: "Cristianos hasta la muerte". Entonces por orden del cruel ministro Katikiro fueron llevados prisioneros a 60 kilómetros de distancia por el camino, y allí mismo fueron asesinados por los guardias.

Después de haberlos tenido siete días en prisión en esas lejanías, en medio de los más atroces sufrimientos, mientras reunían la leña para el holocaustos el 3 de junio del año 1886, día de la Ascensión, los envolvieron en esteras de juntos muy secos, y haciendo un inmenso montón de leña seca los colocaron allí y les prendieron fuego. Entre las llamas salían sus voces aclamando a Cristo y cantando a Dios, hasta el último aliento de su vida.

Por el camino se llevaron los verdugos a dos mártires más, ya mayores de edad. El uno por haber convertido y bautizado a unos niños (San Matías Kurumba) y el otro por haber logrado que su esposa se hiciera cristiana (San Andrés Kawa). Ellos se unieron a los otros mártires (de los cuales 17 eran jóvenes mensajeros) y en total murieron en aquel año 26 mártires católicos por defender su fe y su castidad.

El cruel Katikiro fue fusilado y echado a los perros unos años después en una revolución. El reyezuelo Muanga fue derrotado por sus enemigos y desterrado a terminar sus años en una isla solitaria. Y los 26 mártires de Uganda, con Carlos Luanga a la cabeza, fueron declarados santos por el Papa Pablo VI, y ahora en Uganda hay un millón de católicos: "La sangre de los mártires, produce nuevos cristianos".

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Morando, Santo Monje, Junio 3  

Morando, Santo

Monje

En la aldea de Altkirch, en la región de Basilea, entre los helvecios, san Morando, monje, oriundo de Renania, que siendo presbítero peregrinó a Compostela y al regreso entró en el monasterio de Cluny, fundando más adelante el cenobio en el que terminó su santa vida (c. 1115).

Nacido en Worms, Remania (Alemania), alrededor del año 1050 en una fammilia noble, ya había sido ordenado sacerdote cuando decidió hacer una peregrinación a Santiago de Compostela, uno de los destinos más buscados por los peregrinos en la edad media.

Durante el viaje hizo una parada en la Abadía de Cluny, fundada en el año 910 por san Bruno y que por aquellos días era gobernado por san Hugo (1049-1109); quedó fuertemente impresionado por el estilo de vida de monjes, y al retorno de su peregrinación, hizo la solicitud para ser aceptado en la abadía.

Ya como monje, por sus cualidades ejemplares fue enviado al monasterio de Alvernia, en la región central de Francia. En el año 1100 un señor alsaciano (de Alsacia, región francesa con dialecto alemán), deseaba restaurar el santuario dedicado a san Cristóbal que estaba dentro de sus propiedades en Altkirch, por lo que solicito ayuda al abad de Cluny. El abad estaba de acuerdo en fundar un monasterio junto a la iglesia y envió a algunos monjes para la fundación, pero la tarea resulto difícil debido a que los monjes no conocían la lengua de esa región.

Entonces el san Hugo mandó a buscar en Alvernia a Morando y lo envió a Altkirch como un intérprete, aquí brilló para su bondad, su calma y el conocimiento del lugar; se ganó el aprecio de las personas que comensaron a visitarlo a menudo en busca de consejo, conocimiento y ayuda, también se le atribuye varios milagros.

El santo monje murió en el año 1115, y fue canonizado en el siglo XII, su tumba aún está en la iglesia de Altkirch.

Es considerado el santo patrón de los vinocultores de la región del sur de Alsazia, porque se dice que Morando pasó toda una Cuaresma sin más comida que un manojo de uvas, aquel manojo fue representado en algunas esculturas en los portales de varias iglesias.

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Fuente: EWTN.com
Clotilde, Santa Reina de Francia, Junio 3  

Clotilde, Santa

Reina de Francia

Clotilde quiere decir: "la que lucha victoriosamente" (tild: luchar. Clot: victoria).
Esta santa reina tuvo el inmenso honor de conseguir la conversión al catolicismo del fundador de la nación francesa, el rey Clodoveo.

La vida de nuestra santa la escribió San Gregorio de Tours, hacia el año 550.

Era hija del rey de Borgoña, Chilberico, que fue asesinado por un usurpador el cual encerró a Clotilde en un castillo. Allí se dedicó a largas horas de oración y a repartir entre los pobres todas las ayudas que lograba conseguir. La gente la estimaba por su bondad y generosidad.

Clodoveo el rey de los francos supo que Clotilde estaba prisionera en el castillo y envió a uno de sus secretarios para que disfrazado de mendigo hiciera fila con los que iban a pedir limosnas, y le propusiera a Clotilde que aceptara el matrimonio secreto entre ella y Clodoveo. Aunque este rey no era católico, ella aceptó, con el fin de poderlo convertir al catolicismo, y recibió la argolla de matrimonio que le enviaba Clodoveo, y ella por su parte le envió su propia argolla.

Entonces el rey Clodoveo anunció al usurpador que él había contraído matrimonio con Clotilde y que debía dejarla llevar a Francia. El otro tuvo que aceptar.

Las fiestas de la celebración solemne del matrimonio entre Clodoveo y Clotilde fueron muy brillantes. Un año después nació su primer hijo y Clotilde obtuvo de su esposo que le permitiera bautizarlo en la religión católica. Pero poco después el niñito se murió y el rey creyó que ello se debía a que él no lo había dejado en su religión pagana, y se resistía a convertirse. Ella sin embargo seguía ganando la buena voluntad de su esposo con su amabilidad y su exquisita bondad, y rezando sin cesar por su conversión.

Los alemanes atacaron a Clodoveo y este en la terrible batalla de Tolbiac, exclamó: "Dios de mi esposa Clotilde, si me concedes la victoria, te ofrezco que me convertiré a tu religión". Y de manera inesperada su ejército derrotó a los enemigos.

Entonces Clodoveo se hizo instruir por el obispo San Remigio y en la Navidad del año 496 se hizo bautizar solemnemente con todos los jefes de su gobierno. Fue un día grande y glorioso para la Iglesia Católica y de enorme alegría para Clotilde que veía realizados sus sueños de tantos años. Desde entonces la nación francesa ha profesado la religión católica.

En el año 511 murió Clodoveo y durante 36 años estará viuda Clotilde luchando por tratar de que sus hijos se comporten de la mejor manera posible. Sin embargo la ambición del poder los llevó a hacerse la guerra unos contra otros y dos de ellos y varios nietos de la santa murieron a espada en aquellas guerras civiles por la sucesión.

San Gregorio de Tours dice que la reina Clotilde era admirada por todos a causa de su gran generosidad en repartir limosnas, y por la pureza de su vida y sus largas y fervorosas oraciones, y que la gente decía que más parecía una religiosa que una reina. Y después de la muerte de su esposo sí que en verdad ya vivió como una verdadera religiosa, pues desilusionada por tantas guerras entre los sucesores de su esposo, se retiró a Tours y allí pasó el resto de su vida dedicada a la oración y a las buenas obras, especialmente a socorrer a pobres y a consolar enfermos y afligidos.

Sus dos hijos Clotario y Chidelberto se declararon la guerra, y ya estaban los dos ejércitos listos para la batalla, cuando Clotilde se dedicó a rezar fervorosamente por la paz entre ellos. Y pasó toda una noche en oración pidiendo por la reconciliación de los dos hermanos. Y sucedió que estalló entonces una tormenta tan espantosa que los dos ejércitos tuvieron que alejarse antes de recibir la orden de ataque. Los dos combatientes hicieron las paces y fueron a donde su santa madre a prometerle que se tratarían como buenos hermanos y no como enemigos.

A los 30 días de este suceso, murió plácidamente la santa reina y sus dos hijos Clotario y Chidelberto llevaron su féretro hasta la tumba del rey Clodoveo. Así terminaba su estadía en la tierra la que consiguió de Dios que el jefe y fundador de una gran nación se pasara a la religión católica, con todos sus colaboradores.

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Fuente: www.ParroquiaSanJuanGrande.es
Juan Grande Román, Santo Religioso, Junio 3  

Juan Grande Román, Santo

Patrón de la Diocesis de Asidonia-Jerez
(1546-1600)

Juan Grande Román nació en Carmona, Sevilla, España, el sábado 6 de marzo de 1546. Sus padres fueron Cristóbal Grande e Isabel Román, matrimonio muy cristiano, y fue bautizado por el párroco Andrés Muñoz. Su padre, artesano de oficio, falleció cuando Juan tenía 11 años. tenía 11 años.

Recibió una esmerada educación cristiana, primero en el seno familiar, y desde los siete años como "niño de coro" de su parroquia.

Su formación humana y profesional la completó en Sevilla aprendiendo el oficio de pañero o tejedor. A los 17 años volvió a su casa y se dedicó al comercio como vendedor de telas. Poco tiempo después el mismo oficio le hizo entrar en una profunda crisis espiritual.

Opción por Dios

Dejó su familia, y se retiró a la Ermita de Santa Olalla, en Marchena, población cercana de Carmona, donde pasó un año en retiro, tratando de conocer su verdadera vocación. Decidió entonces dedicarse totalmente a Dios: dejó su ropa y se vistió de un hábito de jerga; renunció al matrimonio y adoptó el sobrenombre de " Juan Pecador".

Inició al mismo tiempo la experiencia de atender a un matrimonio anciano que encontró en abandono: los llevó a su habitación, les cuidaba en sus necesidades y pedía limosna para ellos. Con ello entendió que su nueva vocación era el servicio a los pobres y necesitados.

Opción definitiva por los pobres

Con sólo 19 años, Juan Pecador se trasladó a la ciudad de Jerez de la Frontera, Cádiz, y empezó una nueva vida: atendía personalmente a gente necesitada, a los presos de la " Cárcel Real ", y a otros enfermos convalecientes e incurables, que encontraba abandonados. Para ayudarles pedía limosna por la ciudad.

Al mismo tiempo frecuentaba la iglesia de los Padres Franciscanos, donde se recogía para su oración y se aconsejaba con uno de los Padres.

Fundación del Hospital de la Candelaria

Juan Pecador era seguido con admiración por los habitantes de Jerez en su generosa vida de caridad.

En enero de 1574, se generalizó una grave epidemia en Jerez y entonces dirigió un memorial al Cabildo urgiendo la asistencia de tantos enfermos tirados por la calle. Él se multiplicaba ante tanta necesidad, y al fin optó por fundar su propio Hospital, que poco a poco lo fue ampliando: lo dedicó a la Virgen y llamó de Ntra. Sra. de la Candelaria.

Unión a San Juan de Dios

La razón de ser y actuar de Juan Pecador era Dios expresado mediante el servicio a los pobres, y sostenido por su intensa vida de fe y oración.

Tuvo mientras tanto conocimiento de la Institución fundada por Juan de Dios en Granada. La visitó en 1574 y decidió unirse a ella, acogiéndose a sus reglas y aplicando en su hospital la misma forma de vida profesada.

Con su nuevo planteamiento, su testimonio y entrega ejemplar se derivó el que se le fueran uniendo compañeros, que formó según " los Estatutos de Juan de Dios ".

Esto le dio oportunidad para ampliar su acción con otras fundaciones en Medina Sidonia, Arcos de la Frontera, Puerto Santa María, Sanlúcar de Barrameda y Villamartín.

La Reducción de los Hospitales

La asistencia a los enfermos más pobres en Jerez dejaba mucho que desear, mientras se multiplicaban los pequeños centros. Las autoridades ante ello determinaron la reducción de los Hospitales, pretendiendo una mayor eficacia hospitalaria; pero la medida lesionaba los intereses de no pocos, apegados a los centros no tanto por servir a los enfermos, cuanto por ser medio de beneficios personales. Por eso mismo no habían de faltar críticas, resistencias y entorpecimientos.

La medida también afectaba al Hospital de Juan Pecador. Él, como los demás, presentó a las autoridades su "Memorial" sobre cómo se atendía a los enfermos en su hospital.

Ante la decisión, el Arzobispo de Sevilla, Cardenal Rodrigo de Castro, encargó tan delicada misión a Juan Pecador, como la persona más apta y mejor capacitada para ello, por su espíritu, vocación y experiencia en hospitalidad. Juan Grande se enfrentó a la reducción con valor y amor, y ante los no pocos ni pequeños sinsabores, demostró su especial sensibilidad, capacidad, buen temple y no pequeña virtud.

De su Hospital se había presentado el informe de que la asistencia hospitalaria se cumplía en el mismo "con diligencia, cuidado y mucha caridad, haciéndose muy buena obra y servicio a Dios nuestro Señor, porque él y sus hermanos de hábito son hombres virtuosos y profesan esta caridad de curar los pobres enfermos".

Actualidad de Juan Grande

Junto a su intensa vida interior, Juan Pecador se dedicó en cuerpo y alma a la tarea externa de buscar, cuidar y servir a los pobres y enfermos, preocupándose por todo lo que entonces era más grave y urgente: encarcelados, enfermos convalecientes e incurables, mujeres prostituidas, soldados enfermos desechados, niños abandonados, etc. En verdad, practicó todas las obras de misericordia.

En Juan Grande vemos a un hombre del bien hacer desde el ser, poco hablador y eficientemente práctico, servidor misericordioso del "Evangelio de la Vida", buen samaritano, organizador de hospitales y de la asistencia hospitalaria, conciencia crítica ante las injusticias, abusos y carencias. En definitiva, fue un profeta y apóstol de la asistencia sanitaria.

Epidemia de peste y muerte

Contando Juan Grande 54 años y viviendo plenamente dedicado a su comunidad y al hospital, se presentó en Jerez una terrible epidemia de peste. Juan se prodigó por todas partes con todas sus fuerzas y generosidad, pero al fin contagiado, murió el sábado 3 de junio de 1600.

Glorificación

Fue beatificado en 1853 por Pío IX, y canonizado por Juan Pablo II el 2 de junio de 1996. Proclamado Patrón de la nueva Diócesis de Jerez de la Frontera en 1986, sus restos son venerados en el " Santuario Diocesano San Juan Grande ", en Jerez, en el hospital de los Hermanos de San Juan de Dios de su mismo nombre.

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Fuente: Santopedia.com
Andrés Caccioli, Beato Franciscano, Junio 3  

Andrés Caccioli, Beato

Primer Sacerdote de la Orden de los Hermanos Menores

Andrés Caccioli nació en Spello, Umbría, en 1194. Pronto abrazó la vida eclesiástica y llegó a ser sacerdote.

En 1223 quiso seguir a San Francisco y se hizo discípulo suyo ingresando en la Orden de los Hermanos Menores. De San Francisco imitó especialmente el espíritu de pobreza, y el 3 de octubre de 1226 tuvo la dicha de asistir al glorioso tránsito del Seráfico Pobrecillo. En 1233 estaba en España, donde tomó parte en el Capítulo de Soria y obtuvo con sus oraciones una lluvia providencial para aquella tierra afectada por una prolongada sequía. Igual milagro hizo en Spello.

Vivió también en el eremitorio de Las Cárceles en Asís, en gran penitencia y austeridad. Atendía sólo a la contemplación de las cosas del cielo, al cual se sentía ya cercano. Las horas libres de los actos comunes las pasaba en una gruta separado del resto del mundo, únicamente dedicado a la oración ferviente. Varias veces fue favorecido con celestiales apariciones y su espíritu probó dulzuras indescriptibles. Un día Jesús se le apareció en forma de niño, resplandeciente de belleza. Estaban en dulces conversaciones cuando sonó la campana que llamaba a los religiosos al coro para la recitación de Vísperas. Andrés, por espíritu de obediencia, suspendió la conversación para unirse a sus cohermanos. Terminadas vísperas, regresó a su retiro y con gran alegría encontró al niño Jesús, el cual le dijo: "Hiciste bien al obedecer: pronto te llamaré a mí!". Era el feliz anuncio de su próxima muerte.

En 1248 volvió al convento de San Andrés, de Spello, donde fue encargado de la dirección espiritual de las Clarisas. Obtuvo de Santa Clara que fuera enviada como abadesa de Spello la Beata Pacífica Guelfuccio, tía y una de las primeras y más ilustres discípulas de Santa Clara. Con la ayuda y el consejo del Beato Andrés la comunidad de las Damas Pobres de la Dama Pobreza aumentó en número y fervor, renunció a la regla mitigada del Cardenal Hugolino para seguir la compuesta por San Francisco para las primeras religiosas amantes de la pobreza. De esta manera el monasterio de Spello vino a ser pronto una de las casas más florecientes de la Orden.

En Spello Andrés esperó sereno la invitación para volar a la patria celestial. Rico de méritos y glorioso por su ardiente apostolado en medio del pueblo, realizado por medio de la predicación de muchos años, recibió con edificante piedad los últimos sacramentos, y se durmió plácidamente en el Señor el 3 de junio de 1254; tenía 60 años de edad.

Las antiguas crónicas franciscanas lo llaman máximo predicador y taumaturgo, recuerdan su caridad y obediencia ejemplares. Se distinguió por su fervor eucarístico, una tierna devoción a la Santísima Virgen y la contemplación de la Pasión y muerte de Jesús. Su cuerpo se venera en la iglesia de San Andrés, en Spello. Fue elegido co‑patrono de su ciudad en 1360.

Su culto fue confirmado el 25 de julio de 1738 por el Papa Clemente XII.

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Fuente: Franciscanos.org
Diego Oddi, Beato Laico Franciscano, Junio 3  

Diego Oddi, Beato

Hermano laico profeso de la Orden de Hermanos Menores. Se dedicó a la vida de piedad y al trabajo del campo hasta que entró en la casa retiro de Bellegra (Roma). Fue limosnero durante cuarenta años y, aunque no tenía estudios, edificó a las gentes con sus palabras germinadas en un corazón acostumbrado a dialogar con Dios. Lo beatificó Juan Pablo II el 3 de octubre de 1999.

José Oddi, como se llamaba antes de entrar en la Orden de Frailes Menores, nació en Vallinfreda (Roma), el 6 de junio de 1839, en el seno de una familia pobre y muy religiosa. A los veinte años, mientras trabajaba en el campo, sintió una misteriosa llamada, que fue madurando en las visitas que cada tarde solía hacer a la iglesia, al volver del trabajo, para dialogar con Dios y con la santísima Virgen, a quien estaba vinculado desde siempre por una entrañable devoción filial.

Algunos meses después, juntamente con un grupo de peregrinos, fue a visitar el Retiro de San Francisco, en Bellegra. Quedó impresionado por el lugar y por la vida santa que llevaban los frailes. Pasaron otros cuatro años, pero no podía olvidar aquella experiencia. Soñaba con el pequeño convento franciscano. Volvió allí en la primavera de 1864. Salió a abrirle la puerta un fraile, venerable por su edad y su aspecto. A José en el pueblo le habían hablado de él, destacando su vida santa. Aquel anciano llevaba allí más de cuarenta años abriendo la puerta a peregrinos y viandantes; para todos tenía una palabra buena, una sonrisa y, si hacía falta, un reproche y un pan: se llamaba fray Mariano de Roccacasale, también él proclamado beato el 3 de octubre de 1999.

José acudió a pedirle consejo. Fray Mariano le dijo: "¡Sé bueno; sé bueno, hijo mío!". Estas sencillas palabras fueron decisivas para su vida: en el largo viaje de regreso a Vallinfreda, las palabras de fray Mariano comenzaron a hacer mella en él con la fuerza de la verdad repentinamente descubierta. A partir de entonces, aumentó el tiempo dedicado a la oración; se afianzaba en él la certeza de la llamada.

Entró en el Retiro de Bellegra en 1871, superando la resistencia de sus padres. Acogido al principio como "terciario oblato", pudo pronunciar los votos solemnes en 1889. José inició una nueva vida: durante cuarenta años recorrió los caminos de Subiaco pidiendo limosna. Analfabeto, pero ingenioso y fácil para el diálogo, sorprendía a todos con sus palabras, que brotaban de un corazón habituado a usarlas en los coloquios con Dios. Cuando la campana que indicaba el silencio de la noche invitaba a los religiosos a descansar en su celda, Diego se quedaba a hablar con el Señor; y a menudo este coloquio se prolongaba toda la noche. Al recorrer los pueblos pidiendo limosna, hacia el atardecer, entraba en la iglesia y asistía con los fieles a las funciones litúrgicas. Después persuadía al sacristán para que se fuese a casa, porque él se ocuparía de tocar al "Ave María" y de cerrar la iglesia. Así se quedaba a menudo en oración durante toda la noche. De este continuo coloquio con el Señor sacaba la sabiduría de la fe, que los demás luego recogían de sus palabras y discursos. Verlo ayudar la misa y acercarse a la comunión equivalía a una predicación.

Otra cosa que despertaba admiración era su austeridad y penitencia, que trataba de ocultar, pero que quedaba de manifiesto a quien convivía con él o le hospedaba cuando se dirigía a los pueblos a pedir limosna. Ocultaba esta virtud bajo la sonrisa y respondiendo con ingeniosidad a las preguntas que le dirigían. En su vida sencilla se podían descubrir las maravillas que Dios obraba en él. Muchos fueron los milagros realizados a su paso; pero el más auténtico era su vida.

Murió el 3 de junio de 1919. Lo beatificó Juan Pablo II el 3 de octubre de 1999.

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Fuente: Santopedia.com
Kevin de Glendalough, Santo Abad, Junio 3  

Kevin de Glendalough, Santo

Glendalough (el Valle de Los Dos Lagos) es un valle estrecho, pintoresco y solitario, en el corazón de las Montañas de Wicklow. La fama de su escuela monástica se debe principalmente, a su fundador, San Kevin y a Laurence O´Tool, el último de los santos irlandeses canonizados.

Kevin, (en irlandés Coemghen, el honorablemente engendrado) nació cerca de Rathdrum hacia finales del siglo quinto y vivió hasta los ciento veinte años. Su primer tutor fue San Petroc de Cornualles, el cual, había llegado a Leinster alrededor del 492 y se consagró a sí mismo, con considerable ardor y entusiasmo, al estudio de las Sagradas Escrituras, en lo que su alumno, también llegaría a convertirse en un estudioso notable. Kevin continuó sus estudios bajo la dirección de su tío, San Eugenio, posteriormente Obispo de Ardstraw, quien en aquella época, vivía en Kilnamanagh (Wicklow), donde enseñaba a sus alumnos todas las enseñanzas sagradas, las cuales había adquirido en el famoso Monasterio Británico de Rosnat.

El joven Kevin fue, en su tiempo, un apuesto mozo que había conquistado sin saberlo, el afecto de una joven y bella doncella, la cual, una vez le siguió a los bosques. El joven santo, dándose cuenta de la presencia de la joven dama, se tiró a una cama de ortigas y después, cogiendo un puñado de las mismas, flageló a la joven con las ardientes hierbas. " El fuego externo" dice el biógrafo "extinguió el fuego interno" y Kathleen, arrepentida, llegó a convertirse en santa. Se desconoce el origen de la historia, la cual Moore unió al inmortal verso en el que relata cómo Kevin arrojó a la desdichada Kathleen de su cueva, frente a Lugduff, a las profundidades del lago que está debajo. Entonces Kevin se retiró a lo más salvaje del Valle de Glendalaough, donde pasó muchos años en una estrecha cueva viviendo a solas con Dios, practicando un ascetismo extremo. Con el paso del tiempo, hombres santos se congregaron entorno a él y le indujeron a construir el monasterio, cuyas ruinas todavía permanecen más abajo en el valle más abierto, hacia el este. Aquí su fama de santo y escolástico, atrajo multitud de discípulos, por eso Glendalough llegó a ser para el este de Irlanda lo que las Islas Arran fueron para el oeste- una gran escuela de sabiduría sagrada y noviciado en el que los jóvenes santos y clérigos eran entrenados en virtud y auto negación.

Uno de los más ilustres alumnos de San Kevin en Glendalogh fue San Moling, fundador del bien conocido monasterio llamado en su honor San Mullins, situado en la margen izquierda del río Barrow, en el suroeste del Condado de Carlow. Como su maestro Kevin, el fue un hombre dedicado al saber y a la extrema austeridad, viviendo, según se cuenta, tanto tiempo cómo hizo Kevin, en un árbol hueco. También fue un elegante escritor, tanto en Latín como en Irlandés. Son muchos los poemas irlandeses que le han sido atribuidos, sus profecías fueron ampliamente conocidas y el "Libro Amarillo de San Moling" fue uno de los que Keating tuvo en sus manos, pero que por desgracia se perdió. Uno de los escolásticos de Glendalogh, no obstante, San Laurence O´Tool, fue con mucho, el más distinguido. Un gran escolástico, obispo, patriota y santo, debió todo su entrenamiento en virtud y sabiduría a esta escuela. Llevó tan lejos su devoción a San Kevin que incluso después de haber sido nombrado Arzobispo de Dublín, convirtió en practica habitual retirarse de la ciudad y pasar toda la Cuaresma en la misma cueva en la cara de la roca sobre el lago donde San Kevin había vivido a solas con Dios.

Las ruinas existentes en Glendalough todavía forman una escena impactante en ese valle montañés de salvaje belleza. Dentro del área del recinto original están la gran iglesia, una catedral, construida probablemente en la época de San Kevin, una fina torre circular de 33 metros de altura (110 pies), la construcción llamada la Cro o cocina de San Kevin y la Iglesia de la Bendita Virgen, a la que San Kevin, como la mayoría de los santos irlandeses, profesaba una especial devoción. La construcción llamada la cocina de San Kevin fue sin lugar a dudas su oratorio privado y habitación del santo, esta última estando en un recinto más arriba, como en la casa de San Columbano en Kells.

Fue canonizado en 1903.

 

 

Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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