viernes, 14 de junio de 2013

Domingo por la Santísima Trinidad. 16/06/2013. Excepto causa grave, no asistir a Misa dominical es pecado GRAVE. Precepto: Misa ENTERA. Desde Sábado 16:00 puede ser Domingo, según diócesis (Catecismo 2042, 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).

JMJ

Pax

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 7, 36-8,3

Gloria a ti, Señor

En aquel tiempo, un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús fue a la casa del fariseo, y se sentó en la mesa. Una mujer de mala vida en aquella ciudad, cuando supo que Jesús iba a comer ese día en la casa del fariseo, tomo consigo un frasco con perfume, fue y se puso detrás de Jesús, y comenzó a llorar, y con sus lágrimas bañaba sus píes, lo enjugó con su cabellera, los besó y los ungió con el perfume.
Viendo esto el fariseo que lo que había invitado comenzó a pensar: "Sí este hombre fuera profeta, sabría que clase de mujer es la que está tocando; sabría que es una pecadora".
Entonces Jesús dijo: "Simón, tengo algo que decirte". El fariseo contestó: "Dímelo, Maestro". El le dijo: "Dos hombres le debían dinero a un prestamista. Uno le debía quinientos denarios y el otro, cincuenta. Como no tenían con que pagarle, les perdonó la deuda a los dos. ¿"Cuál de ello lo amará más?" Simón le respondió: "Supongo que aquel quién le perdonó más".
Entonces Jesús le dijo: "Haz juzgado bien" luego señalando a la mujer de Simón: ¿Ves está mujer? Entré en tu casa y tu no me ofreciste agua para los pies, mientras ella me los ha bañado con sus lagrimas y me los ha enjaguado con sus cabellos. Tú me diste el beso de saludo; ella en cambio, desde que entró, no ha dejado de besar mis píes. Tu no ungiste con aceite mi cabeza; ella a en cambio, me ha ungido los píes con perfume. Por lo cual, yo té digo: sus pecados, que son muchos, le han quedado perdonados, porque ha amado mucho. En cambio, al que poco se le perdona poco ama". Luego le dijo a a la mujer: "Tus pecados te han quedado perdonados".
Los invitados empezaron a preguntarse a sí mismos: ¿Quién es este, que hasta los pecados perdona? Jesús le dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado; vete en paz.
Después de ésto, Jesús comenzó a recorrer ciudades y poblados predicando la buena nueva del Reino de Dios. Lo acompañaban los doce y algunas mujeres que habían sido libradas de los espíritus malignos y curadas de varías enfermedades, entre ellas iba iban, María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana mujer de Cusa, el administrador de Herodes; Susana y otras muchachas, que los ayudaban con sus propios bienes.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354

Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

11o. Dom Ord Ciclo C

Antífona de Entrada

Escucha, Señor, mi voz y mis clamores y ven en mi ayuda; no me rechaces, ni me abandones, Dios, salvador mío.

Se dice "Gloria".

Oración Colecta

Oremos:
Dios nuestro, fuerza de todos los que en ti confían, ayúdanos con tu gracia, sin la cual nada puede nuestra humana debilidad, para que podamos serte fieles en la observancia de tus mandamientos.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura

El Señor te perdona tu pecado. No morirás

Lectura del libro de Samuel 12, 7-10.13

En aquellos días, dijo el profeta Natán al rey David: "Así dice el Dios de Israel y te libré de las manos de Saúl. te confíe la casa de tu señor y puse sus mujeres en tus brazos; te di poder sobre Judá e Israel, y si todo esto te parece poco, estoy dispuesto a darte todavía más. ¿Porque pues has despreciado el mandato del Señor, haciendo lo que es malo a sus ojos? Mataste a Urías, el hitita y tomaste a su esposa por mujer. A él lo hiciste morir por la espada de las amonitas. Pues bien, la muerte por espada no se apartará nunca de tu casa, pues, me has despreciado, al apoderarte de la esposa de Urías, el hitita y hacerla tu mujer".
David le dijo a Natán: "¡He pecado contra al Señor!" Natán le respondió: "El Señor te perdona tu pecado. No morirás"
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del Salmo 31

Perdona, Señor, nuestros pecados.

dichosos aquel que ha sido absuelto de su culpa y su pecado. Dichoso aquel en el que Dios no encuentra ni delito ni engaño.
Perdona, Señor, nuestros pecados.

Ante el Señor reconocí mi culpa no oculté mi pecado. Te confesé, Señor mi gran delito y tú e has perdonado.
Perdona, Señor, nuestros pecados.

Alégrense con el Señor y regocíjense los justos todos, y todos los hombres de corazón sincero canten de gozo.
Perdona, Señor, nuestros pecados.

Segunda Lectura

Vivo, pero ya no soy el que vive, es Cristo quien vive en mí

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 2. 16. 19-21

Hermanos: 
Sabemos que el hombre no llega a ser justo por cumplir la ley, sino por en Jesucristo. Por eso también nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en Cristo y no por cumplir la ley. Porque nadie queda justificado por el cumplimiento de la ley. Por la ley estoy muerto a la ley, a fin de vivir para Dios. Estoy crucificado con Cristo. Vivo, pero ya no soy yo el que vive, es Cristo quién vive en mí. Pues mi vida en este mundo la vivo en la fe que tengo en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó así mismo por mí. Así no vuelvo inútil a la gracia de Dios. que me amó y se entregó así mismo por sí mismo. Así no vuelvo inútil la gracia de Dios, pues si uno pudiera ser justificado por cumplir la ley, Cristo habría muerto en vano. 
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.
Aleluya.

Evangelio

Sus pecados le han quedado perdonados, porque ha amado mucho

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 7, 36-8,3

Gloria a ti, Señor

En aquel tiempo, un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús fue a la casa del fariseo, y se sentó en la mesa. Una mujer de mala vida en aquella ciudad, cuando supo que Jesús iba a comer ese día en la casa del fariseo, tomo consigo un frasco con perfume, fue y se puso detrás de Jesús, y comenzó a llorar, y con sus lágrimas bañaba sus píes, lo enjugó con su cabellera, los besó y los ungió con el perfume.
Viendo esto el fariseo que lo que había invitado comenzó a pensar: "Sí este hombre fuera profeta, sabría que clase de mujer es la que está tocando; sabría que es una pecadora".
Entonces Jesús dijo: "Simón, tengo algo que decirte". El fariseo contestó: "Dímelo, Maestro". El le dijo: "Dos hombres le debían dinero a un prestamista. Uno le debía quinientos denarios y el otro, cincuenta. Como no tenían con que pagarle, les perdonó la deuda a los dos. ¿"Cuál de ello lo amará más?" Simón le respondió: "Supongo que aquel quién le perdonó más".
Entonces Jesús le dijo: "Haz juzgado bien" luego señalando a la mujer de Simón: ¿Ves está mujer? Entré en tu casa y tu no me ofreciste agua para los pies, mientras ella me los ha bañado con sus lagrimas y me los ha enjaguado con sus cabellos. Tú me diste el beso de saludo; ella en cambio, desde que entró, no ha dejado de besar mis píes. Tu no ungiste con aceite mi cabeza; ella a en cambio, me ha ungido los píes con perfume. Por lo cual, yo té digo: sus pecados, que son muchos, le han quedado perdonados, porque ha amado mucho. En cambio, al que poco se le perdona poco ama". Luego le dijo a a la mujer: "Tus pecados te han quedado perdonados".
Los invitados empezaron a preguntarse a sí mismos: ¿Quién es este, que hasta los pecados perdona? Jesús le dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado; vete en paz.
Después de ésto, Jesús comenzó a recorrer ciudades y poblados predicando la buena nueva del Reino de Dios. Lo acompañaban los doce y algunas mujeres que habían sido libradas de los espíritus malignos y curadas de varías enfermedades, entre ellas iba iban, María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana mujer de Cusa, el administrador de Herodes; Susana y otras muchachas, que los ayudaban con sus propios bienes.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Se dice "Credo".

Oración de los Fieles

Nos hemos reunido aquí, hermanos, para conmemorar el misterio de muestra redención; roguemos, por tanto, a Dios todopoderoso, para que todo el mundo se llene de bendiciones y de vida.
Respondemos: Roguemos al Señor.

Por todos los consagrados a Dios; para que, con ayuda, puedan cumplir fielmente tu propósito.
Roguemos al Señor.

Por la paz de los pueblos: pata que, sin ninguna perturbación, pueden servirle en libertad de espíritu. 
Roguemos al Señor.

Por los ancianos que viven en soledad y enfermedad: para que sean confortados por nuestra caridad fraterna. 
Roguemos al Señor.

Por nosotros, aquí congregados: para que sepamos usar de tal modo los bienes presentes, con lo que Dios no deja de favorecernos, que merezcan alcanzar los eternos. 
Roguemos al Señor.

Celebrante:
Sé propicio, Señor, con tu pueblo suplicante, para que reciba con plenitud lo que te pide bajo tu inspiración. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

Oración sobre las ofrendas

Dios nuestro, que en estos dones que te presentamos has otorgado al hombre el pan que lo alimenta y el sacramento que la nueva vida, haz que nunca llegue a faltarnos este sustento del cuerpo y del espíritu.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio

El misterio pascual y el pueblo de Dios

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor. Quien, por su misterio pascual, realizó la obra maravillosa de llamarnos del pecado y de la muerte al honor de ser estirpe elegida, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo de su propiedad, para que, trasladados de las tinieblas a la luz admirable, proclamemos ante el mundos tus maravillas. Por eso, con todos los ángeles y arcángeles y con todos los coros celestiales cantamos sin cesar el himno de tu gloria.

Antífona de la Comunión

Una sola cosa he pedido al Señor y es lo único que busco: habitar en su casa todos los días de mi vida.

Oración después de la comunión.

Que nuestra participación en este sacramento signo de la unión de los fieles en ti, contribuya, Señor, a la unidad de tu Iglesia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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Meditación diaria

Undécimo Domingo
ciclo c

CONTRICIóN POR LOS PECADOS

— La contrición hace que nos olvidemos de nosotros mismos y nos acerquemos de nuevo al Señor. Nuestras caídas no deben desalentarnos.

— No podemos desconocer nuestras faltas. Evitar las excusas.

— Humildad para arrepentirnos. Confesión. Sinceridad.

I. Leemos en el Evangelio de la Misa1 que Jesús fue invitado a comer por un fariseo llamado Simón. No se nombra el lugar, pero el hecho debió de ocurrir en Galilea, quizá en Cafarnaún.

Simón no muestra un especial amor a Cristo, ya que ni siquiera tiene con Él esos detalles de deferencia habituales entre los judíos cuando se recibía a un huésped de importancia: el ósculo de bienvenida, el agua perfumada para lavarse, el ungüento...

Cuando estaban a la mesa, entra una mujer y va directamente a Cristo. Era una mujer pecadora, que había en la ciudad. Ya debía de conocer al Señor, y probablemente se había sentido impresionada en alguna otra ocasión por sus palabras o por un gesto de su misericordia. Hoy se ha decidido a un encuentro personal con Él. Y se desborda en muestras de arrepentimiento y contrición: llevó un vaso de alabastro con perfume, se puso detrás a sus pies llorando y comenzó a bañarlos con sus lágrimas, los enjugaba con sus cabellos, los besaba y los ungía con el perfume. Lo que pasa en su interior se sabe por las palabras posteriores del Señor: Amó mucho. Muestra que profesa a Jesús una veneración sin límites. Se ha olvidado de los demás y de sí; solo le importa Cristo.

Porque amó mucho, se le perdonó mucho: esta es la razón de tanto perdón. Terminará la escena con estas palabras consoladoras del Señor: Tu fe te ha salvado, vete en paz. Recomienza tu vida con una nueva esperanza.

La paz ha sido siempre el resultado de una contrición profunda. Vete en paz: así nos despide el sacerdote después de darnos la absolución de nuestros pecados. La fe y la humildad salvaron a aquella mujer de su hundimiento definitivo; con la contrición, comenzó una vida nueva. Y dice San Gregorio Magno que "a nosotros nos representó aquella mujer cuando, después de haber pecado, nos volvemos de todo corazón al Señor y la imitamos en el llanto de penitencia"2. La contrición hace que nos olvidemos de nosotros mismos y nos acerquemos de nuevo a Dios mediante un acto de amor más profundo; es también muestra de la hondura de nuestro amor, y atrae la misericordia divina sobre nuestras vidas: Mis miradas -dice el Señor- se posan sobre los humildes y sobre los de corazón contrito3. Nuestros peores defectos y faltas no deben desalentarnos, aunque sean muchos y frecuentes, mientras seamos humildes y volvamos arrepentidos.

Pidamos al Señor que grabe en nuestras almas esta doctrina esperanzadora, para no cejar en el empeño por ser santos, por alcanzar el Amor de Dios. "En este torneo de amor no deben entristecernos las caídas, ni aun las caídas graves, si acudimos a Dios con dolor y buen propósito en el sacramento de la Penitencia. El cristiano no es un maníaco coleccionista de una hoja de servicios inmaculada. Jesucristo Nuestro Señor se conmueve tanto con la inocencia y la fidelidad de Juan y, después de la caída de Pedro, se enternece con su arrepentimiento. Comprende Jesús nuestra debilidad y nos atrae hacia sí, como a través de un plano inclinado, deseando que sepamos insistir en el esfuerzo de subir un poco, día a día. Nos busca, como buscó a los dos discípulos de Emaús, saliéndoles al encuentro; como buscó a Tomás y le enseñó, e hizo que las tocara con sus dedos, las llagas abiertas en las manos y en el costado. Jesucristo siempre está esperando que volvamos a Él, precisamente porque conoce nuestra debilidad"4.

II. Simón, callado, contempla la escena y menosprecia en su interior a la mujer. Jesús la ha perdonado, y él, erigiéndose en juez, la condena. Piensa también que Cristo, del que tanto se viene hablando, no es un verdadero profeta. Quizá le ha invitado para observarle de cerca.

Jesús le va a demostrar que conoce no solo el alma de aquella mujer, sino también sus propios pensamientos: Simón -le dice-, un prestamista tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta. No teniendo estos con qué pagar, se lo perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos le amará más?

La respuesta era clara: más le deberá amar aquel a quien más deuda se le perdonó. Simón respondió correctamente. Y entonces la parábola se hace realidad. Allí están presentes los dos deudores. En definitiva, lo que el Señor dice a continuación es una gran alabanza a esta mujer que ni siquiera se atreve a hablar. Por eso la mira a ella, mientras parece hablar a Simón. Es en realidad a la mujer a la que habla: Y vuelto hacia la mujer, dijo a Simón: ¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies; ella en cambio ha bañado mis pies con sus lágrimas y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste... Tú no me amas; ella, sí. Me ama a pesar de sus muchos pecados, o, quizá, a causa de ellos, pues es muy grande su necesidad de ser perdonada.

Simón no ofreció los signos de hospitalidad que se acostumbraba en aquel lugar con los huéspedes distinguidos. No le ofreció agua para lavar los pies cansados por los caminos; ni le saludó con el ósculo de la paz; ni le hizo ungir la cabeza con perfume. Sin embargo, la mujer lo hizo con creces: le lavó los pies, los enjugó con sus cabellos y no paraba de besarlos.

Simón no se da cuenta de sus faltas; tampoco es consciente de que si no cometió más pecados y más graves se debió a la misericordia divina, que lo preservó del mal. "Ama poco –comenta San Agustín– aquel que es perdonado en poco. Tú, que dices no haber cometido muchos pecados, ¿por qué no lo hiciste? Sin duda, porque Dios te llevó de la mano (...). Ningún pecado, en efecto, comete un hombre que no pueda hacerlo también otro si Dios, que hizo al hombre, no le tiene de su mano"5.

No podemos olvidar la realidad de nuestras faltas, ni achacarlas al ambiente, a las circunstancias que rodean nuestra vida, o admitirlas como algo inevitable, disculpándonos y eludiendo la responsabilidad. De esta manera cerraríamos las puertas al perdón y al reencuentro verdadero con el Señor, como le ocurrió a este fariseo. "Más que el pecado mismo –dice San Juan Crisóstomo–, irrita y ofende a Dios que los pecadores no sientan dolor alguno de sus pecados"6. Y no puede haber dolor si nos excusamos de nuestras flaquezas. Por el contrario, hemos de examinarnos con profundidad, sin limitarnos a la aceptación genérica de que somos pecadores. "No podemos quedarnos –decía el entonces Cardenal Wojtyla– en la superficie del mal, hay que llegar a su raíz, a las causas, a la más honda verdad de la conciencia"7. Jesús conoce bien nuestro corazón y desea limpiarlo y purificarlo.

III. Leemos en el Salmo responsorial de la Misa: Te confesé mi pecado y no oculté mi iniquidad. // Dije: "confesaré a Yahvé mi pecado", // y tú perdonaste la culpa de mi pecado. // Tú eres mi refugio; de la angustia me guardas, // de cantos de liberación me rodeas8.

La sinceridad es salvadora: la verdad os hará libres9, había dicho el Señor. Mientras que el engaño, la simulación y la mentira llevan a la separación del Señor y a la esterilidad en los frutos de la caridad: se tornó mi vigor en sequedades de estío10, dice el mismo Salmo.

La raíz de la falta de sinceridad es la soberbia: impide al hombre que se deja llevar por ella someterse a Dios, reconocer su dependencia y lo que Él nos pide, y le hace más trabajoso aún reconocer que ha obrado mal y rectificar. Si permanece esta actitud, las disposiciones primeras toman cuerpo, y dificultan cada vez más la objetividad con uno mismo: el alma que no quiere reconocer sus faltas, busca la excusa de sus errores. Si persiste en ese camino, llega a la ceguera. Necesitamos, pues, una actitud humilde, como la de esta mujer pecadora, para crecer en el propio conocimiento con sinceridad, y así confesar nuestros pecados. Nos ayudará el examen de conciencia, hecho en la presencia de Dios, sin falsas justificaciones ni excusas, y la acusación sincera y concreta de nuestros pecados en la Confesión sacramental.

La humildad nos permite ver la gran deuda que tenemos contraída con nuestro Señor y sentir la radical insuficiencia personal, que nos lleva a pedir perdón a Dios muchas veces al día por las cosas que no marchan bien en nuestra vida, al menos todo lo bien que deberían ir. Así, las muchas faltas llevan a amar mucho; las pocas, a dar gracias a Dios, que con su amor nos impidió caer. Si vivimos de este modo, siendo sinceros con nosotros mismos, no tendremos motivo para constituirnos en jueces de los defectos de aquellos con quienes convivimos.

Si este fuera profeta, sabría con certeza quién y qué clase de mujer es... La caridad y la humildad nos enseñan a ver en las faltas y pecados de otros nuestra propia condición débil y desvalida, y nos ayudan a unirnos de corazón al dolor de todo pecador que se arrepiente, porque también nosotros caeríamos en iguales o peores faltas si la misericordia del Señor no nos acompañara.

"El Señor –concluye San Ambrosio– amó no el ungüento, sino el cariño; agradeció la fe, alabó la humildad. Y tú también, si deseas la gracia, aumenta tu amor; derrama sobre el cuerpo de Jesús tu fe en la Resurrección, el perfume de la Iglesia santa y el ungüento de la caridad de los demás"11.

Pidamos a la Santísima Virgen, Refugium peccatorum, que nos obtenga de su Hijo un sincero dolor de nuestros pecados y un agradecimiento efectivo por el sacramento de la Penitencia.

1 Lc 7, 36-8, 3. — 2 San Gregorio Magno, Homilías sobre los Evangelios, 13, 5. — 3 Is 66, 2. — 4 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 75. — 5 San Agustín, Sermón 99, 6. — 6 San Juan Crisóstomo, Homilías sobre San Mateo, 14, 4. — 7 Card. K. Wojtyla, Signo de contradicción, BAC, Madrid 1978, p. 244. — 8 Sal 31, 5, 7. — 9 Cfr. Jn 8, 32. — 10 Sal 31, 4. — 11 San Ambrosio, Tratado sobre el Evangelio de San Lucas, in. loc.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

Autor: Archidiócesis de Madrid
Juan Francisco de Regis, Santo Predicador Misionero, Junio 16  

Juan Francisco de Regis, Santo

Predicador Misionero

La tensión entre los católicos y los calvinistas franceses -los que recibieron el nombre de hugonotes-, alimentada por los intereses políticos de la Casa de Valois y la Casa de Guisa, fue aumentando en Francia; estallará la guerra civil en el siglo XVI y se prolongará durante el siglo XVII.

En uno de los períodos de paz en que se despierta el fervor religioso con manifestaciones polarizadas en torno a la Eucaristía y a la Santísima Virgen, en nítido clima de resurgimiento católico, nace Juan Francisco en Foncouverte, en el 1597, de unos padres campesinos acomodados.

Cuando nació, ya había pasado la terrible Noche de san Bartolomé del 1572 en la que miles de hugonotes fueron asesinados en París y en otros lugares de Francia, con Coligny, su jefe. Y faltaba un año para que el rey Enrique IV, ya convertido al catolicismo, promulgara el Edicto de Nantes que proporcionaría a los hugonotes libertad religiosa casi completa.

Juan Francisco decidió entrar en la Compañía de Jesús. Estaba comenzando los estudios teológicos, cuando se declara en Touluose la terrible epidemia de peste del año 1628. Hay abundantes muertes entre enfermos y enfermeros hasta el punto de fallecer 87 jesuitas en tres años; y como hacen falta brazos para la enorme labor de caridad que tiene ante los ojos, no cesa de pedir insistentemente su plaza entre los que cooperan en lo que pueden para dar algo de remedio al mal. Se hace ordenar sacerdote precisamente para ello, aunque su decisión conlleve dificultades para la profesión solemne.

Este hombre es tan de Dios que, cuando la obediencia le manda desempeñar su ministerio sacerdotal en la región de Montpellier, se hace notar por su predicación a pesar de que su estilo no goza del cuidado y pulcritud que tienen los sermones y pláticas de otros

Juan Francisco de Regis, Santo

predicadores. Tan es así que, ante el éxito de multitudinaria asistencia y las conversiones que consigue, grandes figuras de la elocuencia sagrada van a escucharle y salen perplejos del discurso que han escuchado por la fuerza que transmite a pesar de la pobreza de expresión. Alguien llegó a decir que "se creía lo que predicaba". De hecho, llegó a provocar celotipias entre los oradores de fama hasta el punto de llegar a acusarle ante su padre provincial declarando que deshonraba el ministerio de la predicación por las inconveniencias y trivialidades que salían de su boca. ¿Por qué el santo suscita envidia precisamente entre los más capacitados que él? ¿Por qué la envidia de los demás es casi consustancial al santo? ¿Cómo es posible que se dé tanta envidia precisamente entre los eclesiásticos? Son preguntas a las que no consigo dar respuesta adecuada.

Quiso ir al Canadá a predicar la fe; pretendía ir con deseo de martirio; hace gestiones, lo solicitó a sus superiores que le prometieron mandarlo, pero aquello no fue posible. Su Canadá fue más al norte de Francia, en la región del Vivarais, donde vivió el resto de su vida. Allí fue donde se pudo comprobar más palpablemente el talante de aquel religioso grandote y flaco que con su sotana raída y parcheada buscaba a las almas. La región era el reducto inexpugnable de los hugonotes que habían ido escapándose de las frecuentes persecuciones. La diócesis de Viviers se encontraba en un deplorable estado espiritual; la mayor parte de los puestos eclesiásticos se encontraban en mano de los protestantes; sólo veinte sacerdotes católicos tenía la diócesis y en qué estado. La ignorancia, la pobreza, el abandono y las costumbres nada ejemplares habían hecho presa en ellos. Le ocupó la preocupación de atenderles y esto volvió otra vez más a acarrearle inconvenientes, ya que algunos que no querían salir de su "situación establecida" le culparon ante el obispo de rigorismo excesivo y de que su predicación -llena de sátiras e invectivas- creaba el desorden en las parroquias; y la calumnia llegó hasta Roma desde donde le recomiendan los jefes prudencia y le prohiben exuberancia en el celo. Creyeron más fácilmente a los "instalados" que al santo. ¿Por qué será eso?

Si los sacerdotes estaban así, no es difícil imaginar la situación de la gente. A pie recorre sube por los picos de la intrincada montaña, camina por los senderos, predica en las iglesias, visita las casas, catequiza, convence y convierte. Allí comienzan los lugareños a llamarle "el santo" y se llenan las iglesias más grandes de gente ávida de escucharle. Organiza la caridad. Funda casas para sacar de la prostitución a jóvenes de vida descaminada. No le sobra tiempo. Pasa noches en oración y la labor de confesonario no se cuenta por horas, sino por mañanas y tardes. Así le sorprendió la muerte cuando sólo contaba él 43 de edad: derrumbándose después de una jornada de confesonario, ante los presentes que aún esperaban su turno para recibir el perdón. Cinco días después, marchó al cielo. Era el año 1640.

Y "si hay un santo a quien pueda invocarse como patrón de las misiones rurales en tierras de Francia, este es san Juan Francisco de Regis", lo dijo Pío XII.

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Ciro de Tarso, Santo Niño Mártir, Junio 16  

Ciro de Tarso, Santo

Niño Mártir
(también se lo comoce como San Ciriaco o San Qurico)

Etimológicamente significa "señorial". Viene del griego.

Hijo de Santa Julieta, mártir, cuando él era apenas un niño su madre fue sentenciada a muerte en Tarso durante la persecución a los cristianos bajo el régimen de Diocleciano.

Cuenta la leyenda que había en Tarso, Turquía, un juez llamado Alejandro cuya felicidad mayor consistía en condenar a los cristianos a la pena de muerte.

Ciro, que tenía sólo cinco años, se le metió en la cabeza que quería ser mártir. El ejemplo arrastra más que las palabras.

Un día que había audiencia pública, se presentó ante el tribunal. Se deslizó por la escalera y llegó justo al lado de Alejandro. Le gritaba a los oídos:"Soy cristiano".

Echando imaginación al hecho, hay que suponer al juez y a su lado un niño que le dice que era cristiano. Se llenaría de extrañeza y los mismos verdugos de espanto.

En seguida pusieron orden, callaron al niño porque estaba blasfemando contra los dioses del imperio.

Pero el niño no se callaba. Es más, cuanto más le decían que se callara, más gritaba.

Era ágil como un gato. Corría, se escondía en los muebles o detrás de las estatuas.

Y cada vez gritaba más fuerte:"Soy cristiano". El juez, harto de escucharle, mandó que lo atrapasen. Ya en su presencia, lo cogió como si fuera un gato, y lo estrelló contra los muros.

No se dice nada si Alejandro se volvió loco o se suicidó por tamaña afrenta. Más tarde, Ciro se hizo muy célebre entre todos los cristianos por haber despreciado a uno de los tiranos más grandes de aquel tiempo.

Sus reliquias se llevaron de una parte para otra. A Francia llegaron bastantes. Y de aquí le viene el nombre a muchas localidades.

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Fuente: Corazones.org
Lutgarda, Santa Mística, Junio 16  

Lutgarda, Santa

Virgen

Santa Mística sisterciense de Aywieres, Bélgica.

Nace en 1182. A los doce años de edad fue encomendada a las monjas benedictinas cerca de Saint-Trond, no por piedad sino porque el dinero para su dote matrimonial había sido perdido por su padre. Era la costumbre de la época.

Lutgarda era bonita y le gustaba divertirse sanamente y vestir bien. No aparentaba vocación religiosa, por lo que en el convento vivía como una especie de pensionista, libre para entrar y salir. Sin embargo, un día, mientras charlaba con unas amistades, tuvo una visión de Nuestro Señor Jesucristo que le mostraba sus heridas y le pedía que lo amase solo a El. Lutgarda aquel día descubrió el amor de Jesús y lo aceptó al instante como su Prometido. Desde aquel momento su vida cambió.

Algunas monjas que observaron el cambio en Lutgarda vaticinaron que aquello no duraría. Se equivocaron, ya que su amor por Jesús mas bién crecía. Al rezar lo veía con sus ojos corporales, hablaba con El en forma familiar. Cuando la llamaban para algún servicio, le decía a Jesús: "Aguárdame aquí, mi Señor; volveré tan pronto como termine esta tarea". También tuvo visiones de Santa Catalina, la patrona de su convento y San Juan Evangelista. En éxtasis a veces se alzaba un palmo del suelo o su cabeza irradiaba luz.

Compartió místicamente los sufrimientos de Jesús cuando meditaba la Pasión. En esas ocasiones aparecían en su frente y cabellos minúsculas gotas de sangre. Su amor se extendía a todos de manera que sentía como propios los dolores y penurias ajenas.

Después de doce años en el convento de Santa Catalina, sintió la inspiración de abrazar la regla cisterciense que es mas estricta. Siguiendo el consejo de su amiga Santa Cristina que era de su mismo convento, ingresó en el Cister de Aywieres a pesar que allí solo se hablaba francés, idioma que desconocía.

Tenía gran humildad y solo se quejaba de su propia impotencia para responder como era debido a las gracias de Dios. En una ocasión oraba ofreciendo vehemente su vida al Señor, cuando se le reventó una vena que le causó una fuerte hemorragia. Le fue revelado que, en el cielo, su efusión se aceptaba como un martirio.

Tenía el don de curación de enfermos, de profetizar, de entender las Sagradas Escrituras, de consolar espiritualmente. Según la beata María de Oignies, Lutgarda es una intercesora sin igual por los pecadores y las almas del purgatorio.

Tuvo visiones del Sagrado Corazón de Jesús. En una ocasión Nuestro Señor le preguntó que regalo ella deseaba. Ella respondió: "Quiero Tu Corazón", a lo que Jesús respondió: "Yo quiero tu corazón". Entonces ocurrió un evento sin precedentes conocidos: Nuestro Señor místicamente intercambió corazones con Lutgarda.

Once años antes de morir perdió la vista, lo cual recibió con gozo, como una gracia para desprenderse mas del mundo. Aun ciega ayunaba severamente. El Señor se le apareció para anunciarle su próxima muerte y las tres cosas que debía hacer para prepararse: 1-dar gracias a Dios sin cesar por los bienes recibidos; 2- orar con la misma insistencia por la conversión de los pecadores; 3- Para todo confiar únicamente en Dios.

Predijo su muerte que ocurrió en la noche del sábado posterior a la Santísima Trinidad, precisamente cuando comenzaba el oficio nocturno del domingo.
Era el 16 de junio del 1246.

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Fuente: Franciscanos.org
María Teresa Scherer, Beata Cofundadora, Junio 16  

María Teresa Scherer, Beata

Co-fundadora de las Religiosas de la Caridad de la Santa Cruz

María Teresa Scherer nació el 31 de octubre de 1825 en Meggen (Lago de los Cuatro Cantones, Suiza). Fue bautizada con el nombre de Ana María Catalina. Era la cuarta de siete hijos de la familia Scherer-Sigrist. A los siete años quedó huérfana de padre y fue a vivir con unos parientes, que le dieron una sana educación cristiana. En los tiempos libres se ocupaba de los trabajos de la casa y del campo.

Por deseo de su madre, a los 16 años entró en el hospital cantonal de Lucerna para completar su preparación doméstica. Después tuvo que ocuparse también de los pobres y los enfermos. A los 17 años fue admitida en la Tercera Orden de san Francisco y en la congregación de Hijas de María. Durante una peregrinación a Einsiedein se sintió llamada a la vida religiosa. El 1 de marzo de 1845 ingresó en el instituto de las Religiosas Enseñantes, que había fundado hacía poco el capuchino P. Teodosio Florentini. En el otoño de aquel mismo año hizo los primeros votos. Un año después fue enviada a Baar y luego a Oberägeri, como profesora y superiora en ambas comunidades. Fue un período de dudas y dificultades, que superó con una ascesis austera y la obediencia a su director espiritual. El año 1850 el P. Teodoro la llamó a Näfels, para que guiase el hospicio de los pobres y huérfanos. Ese mismo año el P. Teodosio fundó en Coira un pequeño hospital y encomendó a María Teresa su dirección. Ella aceptó, convencida de que el carisma del fundador abarcaba el aspecto escolar-educativo y el caritativo.

El año 1856 las Religiosas Enseñantes se separaron del fundador para continuar su apostolado educativo independientemente. Sor María Teresa sufrió mucho por ello: oró, se aconsejó y finalmente comprendió que Dios deseaba se ocupase en el futuro de las obras de misericordia espirituales y corporales. En 1857 fue elegida superiora general de las "Religiosas al servicio de la escuela y de los pobres". Al lado del P. Teodosio guió el instituto de las Religiosas de la Caridad de la Santa Cruz, que se desarrolló rápidamente. A Ingenbohl llegaban continuamente peticiones, solicitando religiosas para que se ocuparan de los pobres y los huérfanos, del servicio en casas de corrección y lazaretos: eran tareas arduas, pero estaban en sintonía con el pensamiento de la madre María Teresa. Abrió hospitales y escuelas especializadas para inválidos, pero no le gustaba ver a las religiosas como responsables de empresas. Por ello se crearon tensiones con el fundador. De todas formas, estaba persuadida de que la intención del P. Teodosio era resolver la cuestión obrera con justicia y solidaridad, por lo que le ayudó todo lo posible, y a cuyo espíritu permaneció fiel aun después de su muerte, acaecida el 15 de febrero de 1865. Recibió no sólo su herencia espiritual sino también la material, teniendo que trabajar ella y sus hermanas durante años para saldar las deudas que había contraído el P. Teodosio en su apostolado social. Luchó por salvar las constituciones que había dado al instituto el P. Teodosio, aun a costa de oponerse al celo reformador de sus sucesores. La madre María Teresa era la regla viviente, pero pocos años antes de su muerte fue criticada por el modo de guiar la congregación y de observar la pobreza. Fue calumniada y soportó grandes sufrimientos físicos, que no le impidieron realizar numerosos viajes para animar a sus hijas y orientarlas a vivir según el espíritu del fundador. Falleció el 16 de junio de 1888 en el convento de Ingenbohl. Ya formaban parte del instituto 1.689 religiosas.


Juan Pablo II la beatificó el 29 de octubre de 1995

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Aureliano de Arlés, Santo Obispo, 16 de junio  

Aureliano de Arlés, Santo

Obispo

Martirologio Romano: En Lyon, en la Galia, sepultura de san Aureliano, obispo de Arlés, el cual, nombrado vicario en la Galia por el papa Vigilio, fundó en su ciudad dos monasterios, uno masculino y otro femenino, a los que dio una Regla propia (551).

Etimológicamente: Aureliano = aquel de color dorado, es de origen latino.

 

Era originario de una familia aristocrática de Borgoña, cercana al poder, que jugaba un papel importante cerca de los reyes francos. San Aureliano era hijo de San Sacerdos, quien llegara a ser en 544 arzobispo de Lyon y primo hermano de San Niceto, sucesor de San Sacerdos en la sede arzobispal de Lyon.

San Aureliano sucede a Auxanio en la sede de Arlés el 23 de agosto de 546. Su designación a la edad de 23 años para tan importante sede episcopal de Francia es debida tanto a sus cualidades espirituales y religiosas como a la pretensión del rey merovingio Childeberto I de tener un punto de apoyo fiable en la zona mediterránea.

No es sorprendente tampoco que el nuevo arzobispo recibiera, muy poco tiempo después de su consagración, el Palio y el vicariato, manifiestamente de acuerdo a la voluntad de Childeberto I. En efecto, en 548, el papa Vigilio le nombra vicario de la Santa Sede y le otorga el Palio.

En el año 547 o 548, San Aureliano funda en Arlés un monasterio masculino, por orden del rey Childeberto I, al que va a tener en gran estima. Este monasterio llamado Monasterio de los Santos Apóstoles, hoy desaparecido, es el origen de la actual Iglesia de la Santa Cruz, (Sainte-Croix en francés), del barrio de La Roquette de la ciudad de Arlés. Su primer abad fue Florentinus († 553). San Aureliano enriqueció la iglesia de este monasterio de reliquias fort précieuses y le dio una regla llena de honestidad y mortificación, de inspiración benedictina.

Fundó igualmente en 547 o 548 en el interior de las murallas de la ciudad, en un lugar hoy desconocido, un monasterio femenino bajo la advocación de la Santa Virgen, dotado de la misma regla monástica que el masculino.

Asistió al Concilio de Orleans el 28 de octubre de 549. Se sabe a través de Gregorio de Tours que, ese mismo año, Arlés fue golpeada por la Peste de Justiniano. Las actas de dicho concilio están firmadas en primer lugar por San Sacerdos, arzobispo de Lyon y padre de San Aureliano, y por éste último inmediatamente después.

Poco tiempo después, en 550, en el marco de la Controversia de los Tres capítulos, San Aureliano envió a Anastasio, un clérigo de su iglesia a Constantinopla para entrevistarse con el papa Vigilio para asegurarse de la veracidad de las opiniones emitidas por el papa. El 29 de abril de 550, el papa Vigilio le remitió una carta a través de su enviado.

En 1308 se descubrió una inscripción sobre su tumba en la iglesia de San Niceto de Lyon en la que se indica que San Aureliano murió en esa ciudad el viernes 16 de junio de 551.

 

 

Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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