sábado, 22 de junio de 2013

Domingo por la Santísima Trinidad. 23/06/2013. Excepto causa grave, no asistir a Misa dominical es pecado GRAVE. Precepto: Misa ENTERA. Desde Sábado 16:00 puede ser Domingo, según diócesis (Catecismo 2042, 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 9, 18-24

Gloria a ti, Señor.

Un día en que Jesús, acompañado de sus discípulos, había ido a un lugar solitario para orar, les preguntó: 
"¿Quién dice la gente que soy yo?" 
Ellos contestaron: 
"Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros que Elías, y otros que alguno de los antiguos profetas que ha resucitado".
El les preguntó:
"Y ustedes, ¿quien dicen que soy yo?"
Respondió Pedro: 
"El Mesías de Dios". 
Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie. Después les dijo: 
"Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y resucite al tercer día".
Luego, dirigiéndose a la multitud, dijo: 
"Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga; pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la salvará".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354

Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

12o. Dom Ord Ciclo C

Antífona de Entrada

Firmeza es el Señor para su pueblo, defensa y salvación para sus fieles. Sálvanos, Señor, vela sobre nosotros y guíanos siempre.

Se dice "Gloria".

Oración Colecta

Oremos:
Padre misericordioso, que nunca dejas de tu mano a quienes has hecho arraigar en tu amistad, concédenos vivir siempre movidos por tu amor y un filial temor de ofenderte.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura

Mirarán al que traspasaron

Lectura del libro del profeta Zacarías 12, 10-11; 13, 1

Esto dice el Señor: 
"Derramaré sobre la descendencia de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de piedad y de compasión. Ellos volverán sus ojos hacia mí, a quien traspasaron con la lanza; harán duelo como se hace duelo por el hijo único, y llorarán por él amargamente como se llora por la muerte del primogénito.
En ese día será grande el llanto en Jerusalén, como el llanto en la aldea de Hadad-Rimón, en el valle de Meguido.
En aquel día, brotará una fuente para la casa de David y los habitantes de Jerusalén que los purificará de sus pecados e inmundicias". 
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 62

Señor, mi alma tiene sed de ti.

Señor, tú eres mi Dios, a ti te busco; de ti sedienta está mi alma. Señor, todo mi ser te añora como el suelo reseco añora el agua.
Señor, mi alma tiene sed de ti.

Para admirar tu gloria y tu poder, con este afán te busco en tu santuario, pues mejor es tu amor que la existencia; siempre, Señor, te alabarán mis labios.
Señor, mi alma tiene sed de ti.

Podré así bendecirte mientras viva y levantar en oración mis manos. De lo mejor se saciará mi alma . Te alabaré con jubilosos labios.
Señor, mi alma tiene sed de ti.

Segunda Lectura

Cuantos han sido bautizados en Cristo, se han revestido de Cristo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 3, 26-29

Hermanos: Todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús, pues cuantos han sido incorporados a Cristo por medio del bautismo, se han revestido de Cristo. Ya no existe diferencia entre judíos y no judíos, entre esclavos y libres, entre varón y mujer, porque todos ustedes son uno, en Cristo Jesús. 
Y si ustedes son de Cristo, son, también, descendientes de Abrahán, y la herencia que Dios 
le prometió les corresponde a ustedes. 
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor; yo las conozco y ellas me siguen.
Aleluya

Evangelio

Tú eres el Mesías de Dios

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 9, 18-24

Gloria a ti, Señor.

Un día en que Jesús, acompañado de sus discípulos, había ido a un lugar solitario para orar, les preguntó: 
"¿Quién dice la gente que soy yo?" 
Ellos contestaron: 
"Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros que Elías, y otros que alguno de los antiguos profetas que ha resucitado".
El les preguntó:
"Y ustedes, ¿quien dicen que soy yo?"
Respondió Pedro: 
"El Mesías de Dios". 
Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie. Después les dijo: 
"Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y resucite al tercer día".
Luego, dirigiéndose a la multitud, dijo: 
"Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga; pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la salvará".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Se dice "Credo".

Oración de los Fieles

Celebrante:
Elevemos, hermanos y hermanas, nuestros ojos al Señor, y esperemos confiados su ayuda salvífica:
Respondemos a cada petición: Señor, ten piedad.

Por el santo Padre, el Papa, por nuestros obispos y por todos los sacerdotes y diáconos de Jesucristo, roguemos al Señor.
Señor, ten piedad.

Por el buen tiempo, por el fruto de las investigaciones de los estudiosos y por la prosperidad del trabajo de todos, roguemos al Señor. 
Señor, ten piedad.

Por las vírgenes consagradas al Señor y por los religiosos que trabajan en nuestras comunidades, roguemos al Señor. 
Señor, ten piedad.

Por todos los que hacen el bien en nuestras parroquias y por los que cuidan de los pobres y de los enfermos, roguemos al Señor. 
Señor, ten piedad.

Celebrante:
Escucha, Padre de misericordia, las oraciones de tu pueblo y haz que seamos fieles discípulos de aquella sabiduría que reconoce como a único maestro a Cristo elevado sobre la cátedra de la cruz, para que, fieles a sus enseñanzas, aprendamos a vencer las tentaciones y el miedo que germinan en nosotros y arraigan en el mundo, y caminemos con paso decidido hacia la vida eterna por el camino de la cruz. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Oración sobre las Ofrendas

Acepta, Señor, este sacrificio de reconciliación y alabanza que vamos a ofrecerte, a fin de que purifique nuestros corazones y podamos corresponder a tu amor con nuestro amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio

Nuestra salvación por el Hijo de Dios

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque manifestaste admirablemente tu poder no sólo al socorrer nuestra débil naturaleza con la fuerza de tu divinidad, sino prever el remedio en la misma debilidad humana; y así, de lo que fue causa de nuestra ruina hiciste el principio de nuestra salvación, por Cristo, nuestro Señor. 
Por él 
los ángeles te cantan con júbilo eterno, y nosotros nos unimos a sus voces cantando humildemente tu alabanza:

Antífona de la Comunión

Los ojos de todos los humanos te miran, Señor, llenos de esperanza y tú das a cada uno su alimento.

Oración después de la Comunión

Oremos:
Señor, tú que nos has renovado con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, concédenos que la participación en esta Eucaristía nos ayude a obtener la plenitud de la redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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Meditación diaria

Duodécimo Domingo
Ciclo C

AMOR Y TEMOR DE DIOS

— Amor a Dios y sumisión ante su santidad infinita.

— Temor filial. Su importancia para desterrar el pecado.

— El santo temor de Dios y la Confesión.

I. Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, 
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua. 
Mi alma está sedienta de ti,
Señor, Dios mío
,

rezamos con el Salmo responsorial de la Misa1, haciendo nuestra la oración de la liturgia. Y para acercarnos más y más a nuestro Dios y Señor hemos de apoyarnos en dos fundamentos sólidos que mutuamente se unen y complementan: confianza y reverencia respetuosa; cercanía y sumisión reverencial; amor y temor. «Son los dos brazos con los cuales abrazamos a Dios»2, enseña San Bernardo. Ante Dios Padre, lleno de misericordia y de bondad, plenitud de todo bien verdadero, nos sentimos atraídos, y ante el mismo Dios, absolutamente excelso, majestuoso, elevado, nos inclinamos con la humildad del que se sabe menos que nada; a Él sometemos nuestra voluntad y tememos sus justos castigos. También en la Misa de hoy rezamos la siguiente oración: Sancti nominis tui, Domine, timorem pariter et amorem fac nos habere perpetuum... «Concédenos vivir siempre, Señor, en el amor y temor a tu santo nombre, porque jamás dejas de dirigir a quienes estableces en el sólido fundamento de tu amor»3. Amor y santo temor filial son las dos alas para levantarnos hacia Él.

La Sagrada Escritura nos enseña que el temor de Dios es el principio de la sabiduría4 y el fundamento de toda virtud, pues si no te atas fuertemente al temor de Dios, pronto será derribada tu casa5. Y Cristo mismo enseña a sus amigos que no deben temer a los que quitan la vida al cuerpo, porque después ya poco más pueden hacer.Yo os mostraré a quién habéis de temer -dice precisamente a sus más fieles seguidores, a quienes lo han dejado todo por Él-: temed al que después de la muerte tiene poder para arrojar en el Infierno. Sí, os digo: temed a éste6. Los Hechos de los Apóstoles nos narran cómo la primitiva Iglesia se extendía, se fortalecía y andaba en el temor del Señor, llena de los consuelos del Espíritu Santo7.

No debemos olvidar que el amor a Dios se hace fuerte en la medida en que estamos lejos del pecado mortal y luchamos decididamente, con empeño, contra el pecado venial deliberado. Y para mantenernos en esa lucha abierta contra todo aquello que ofende al Señor es de mucha ayuda el santo temor de Dios, temor siempre filial, de un hijo que teme causar dolor y tristeza a su Padre, pues sabe quién es su Padre, qué es el pecado y la infinita distancia en la que coloca al pecador. Por eso dice San Agustín: «Bienaventurada el alma de quien teme a Dios, pues está fuerte contra las tentaciones del diablo: Bienaventurado el hombre que persevera en el temor (Prov 28, 14) y a quien le ha sido dado tener siempre ante los ojos el temor de Dios. Quien teme al Señor se aparta del mal camino y dirige sus pasos por la senda de la virtud; el temor de Dios hace al hombre precavido y vigilante para no pecar. Donde no hay temor de Dios reina la vida disoluta»8.

El amor a Dios y el temor filial son los dos aspectos de una única actitud, que nos permite caminar con seguridad: mirando la infinita bondad de Dios, que se nos hace cercana en la Humanidad Santísima de Jesucristo, nos movemos a quererle más y más; contemplando la majestad y justicia de Dios y la propia pequeñez se despierta el temor de entristecer al Señor y de perder, por causa de los pecados personales, a quien tanto se ama. Por eso, «el temor y el amor deben ir juntos; continuad temiendo –aconseja el Cardenal Newman–, continuad amando hasta el último día de vuestra vida»9. Después de ese instante ya solo quedará el amor: La caridad perfecta echa fuera el temor10.

II. El santo temor de Dios, garantía y respaldo del verdadero amor, nos ayuda a romper definitivamente con los pecados graves, nos mueve a hacer penitencia por los pecados cometidos y nos preserva de las faltas deliberadas. «El temor a los castigos que por nuestros pecados hemos merecido nos da valor para tomar sobre nosotros los esfuerzos diarios, las renuncias y luchas sin las cuales no podemos librarnos del pecado ni unirnos plenamente a Dios. Siempre tenemos motivos para sentirnos traspasados del temor de Dios en vista de las muchas ocasiones de pecar, en vista de nuestra flaqueza, de la fuerza de las costumbres y aficiones torcidas, de la inclinación de nuestra naturaleza a dejarse llevar por los atractivos de la concupiscencia y del mundo, de las muchas faltas, descuidos y defectos que cada día cometemos»11. ¿Cómo no temer ante tanta flaqueza personal? ¿Cómo no confiar ante la inmensa bondad divina?

El temor filial aleja la afición al pecado, mantiene el alma vigilante ante una falsa y engañosa tranquilidad, pues quizá el mayor de los males sea precisamente permanecer sin inquietud en el pecado cometido, y la ligereza y superficialidad, que pueden llegar hasta la misma pérdida del sentido del pecado. Esta actitud, que vemos en gentes que parecen volver de nuevo al paganismo, es consecuencia de haber perdido el santo temor de Dios. En estas tristes circunstancias se ridiculiza, se hace trivial o se le quita importancia a la ofensa a Dios, y se consideran «naturales» las más graves aberraciones, porque se han roto las referencias entre la criatura y su Creador, de quien realmente depende en su ser y en el existir. Las deformaciones más graves de la conciencia –y, por tanto, de la orientación esencial del hombre– se derivan frecuentemente de haberse perdido esta actitud de respeto sagrado hacia Aquel que hizo todas las cosas de la nada.

El temor filial y el amor van siempre unidos. Quien no acoge en su alma el temor filial –ese deseo de agradarle e interés por no entristecerle– corre el peligro de descuidar la lucha ascética y de caer en una falsa confianza en la bondad de Dios; por el contrario, quien solo conoce el temor se cierra al amor misericordioso y grande de nuestro Padre Dios, a la sencillez, al abandono, actitudes imprescindibles para el alma que aspira a la santidad.

El comienzo del temor de Dios es un amor imperfecto, pues se basa en el temor al castigo, pero este temor puede y debe ser elevado a una actitud filial desde la que contemplamos ante todo la grandeza de Dios, su infinita majestad y nuestra condición de criaturas. «"Timor Domini sanctus". —Santo es el temor de Dios. —Temor que es veneración del hijo para su Padre, nunca temor servil, porque tu Padre-Dios no es un tirano»12. Se convierte en temor de hijo que ama sinceramente a su padre, y su amor le da fuerzas para evitar todo lo que le pueda causar dolor o separación.

III. Cuando nos acerquemos al sacramento de la Penitencia nos ayudará mucho el fomentar en nuestra alma el santo temor de Dios. Aunque para la recepción del sacramento es suficiente la atrición (dolor sobrenatural, pero imperfecto, por miedo al castigo, por la fealdad del pecado...), recibiremos muchas gracias si movemos nuestra alma a un sentimiento de temor filial, por haber ofendido a un Dios Todopoderoso, que a la vez es nuestro Padre. De esa actitud filial será más fácil pasar a la contrición, al arrepentimiento por amor, al dolor de amor. Entonces la Confesión se convierte en una fuente inmensa de gracias, un lugar donde cada vez se hace más fuerte el amor13.

La vida interior crece más delicada y profunda si consideramos aquellas verdades que nos muestran los fundamentos de este don del Espíritu Santo: la santidad de Dios y la propia miseria, nuestros diarios desfallecimientos, la total dependencia de la criatura de su Creador, la importancia que adquiere un solo pecado venial ante la santidad divina, la ingratitud que suponen las faltas de generosidad ante las exigencias de nuestra vocación...14. Sobre todo, comprenderemos más el misterio del pecado, si nos acostumbramos a considerar con frecuencia la Pasión de Nuestro Señor. Allí aprendemos a amar, y a temer cometer una sola falta venial. En la contemplación de tanto dolor como padeció Cristo por nuestros pecados, por los de cada uno en particular, se fortalece también la esperanza, se hace más firme la contrición y el empeño por rechazar toda falta deliberada.

El santo temor de Dios, unido al amor, da a la vida cristiana una particular fortaleza: nada hay que pueda atemorizarla, porque ya nada la separará de su Dios15. El alma se reafirma en la virtud de la esperanza, alejándose de una falsa tranquilidad y manteniendo un amor vigilante –Cor meum vigilat– contra el atractivo de la tentación.

Pidámosle a nuestra Madre Santa María –Refugium peccatorum– que entendamos bien lo mucho que perdemos cada vez que damos un paso fuera del camino que conduce a su Hijo Jesús, aunque sean solo faltas leves.

1 Sal 62, 2. — 2 San Bernardo, Sobre la consideración, 5, 15. — 3 Oración colecta. — 4 Sal 110, 10.  5 Eclo 27, 3-4. — 6 Lc 12, 4.— 7 Hech 9, 31. — 8 San Agustín,Sermón sobre la humildad y el temor de Dios. — 9 Card. J. H. Newman, Sermones parroquiales, Sermón 24. — 10 1 Jn 4, 18. — 11 B. Baur, La confesión frecuente, p. 153. — 12 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 435. — 13 Cfr. Juan Pablo II, Exhor. Apost. Reconciliatio et Paenitentia, 2-XII-1984, 31, III. — 14 Cfr. B. Baur, o. c., p. 156. — 15 Cfr. Rom 8, 35-39.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

San José Cafasso
Confesor
Año 1860

Antes de morir escribió esta estrofa:
"No será muerte sino un dulce sueño para ti, alma mía,
si al morir te asiste Jesús, y te recibe la Virgen María".
Y seguramente así le sucedió en realidad.

Este humilde sacerdote fue quizás el más grande amigo y benefactor de San Juan Bosco y, de muchos seminaristas pobres más, uno de los mejores formadores de sacerdotes del siglo XIX.
Nació en 1811 en el mismo pueblo donde nació San Juan Bosco. En Castelnuovo (Italia). Una hermana suya fue la mamá de otro santo: San José Alamano, fundador de la comunidad de los Padres de la Consolata.
Desde niño sobresalió por su gran inclinación a la piedad y a repartir ayudas a los pobres.
En el año 1827, siendo Caffaso seminarista se encontró por primera vez con Juan Bosco. Cafasso era de familia acomodada del pueblo y Bosco era de una vereda y absolutamente pobre. Don Bosco narra así su primer encuentro con el que iba a ser después su Benefactor, su defensor y el que mejor lo comprendiera cuando los demás lo despreciaran: "Yo era un niño de doce años y una víspera de grandes fiestas en mi pueblo, vi junto a la puerta del templo a un joven seminarista que por su amabilidad me pareció muy simpático. Me acerqué y le pregunté: '¿Reverendo: no quiere ir a gozar un poco de nuestras fiestas?'. Él con una agradable sonrisa me respondió: 'Mira, amiguito: para los que nos dedicamos al servicio de Dios, las mejores fiestas son las que se celebran en el templo'. Yo, animado por su bondadoso modo de responder le añadí: 'Sí, pero también en nuestras fiestas de plaza hay mucho que alegra y hace pasar ratos felices'. Él añadió: 'Al buen amigo de Dios lo que más feliz lo hace es el participar muy devotamente de las celebraciones religiosas del templo'. Luego me preguntó qué estudios había hecho y si ya había recibido la sagrada comunión, y si me confesaba con frecuencia. Enseguida abrieron el templo, y él antes de despedirse me dijo: 'No se te olvide que para el que quiere seguir el sacerdocio nada hay más agradable ni que más le atraiga, que aquello que sirve para darle gloria a Dios y para salvar las almas'. Y de manera muy amable se despidió de mí. Yo me quedé admirado de la bondad de este joven seminarista. Averigüé cómo se llamaba y me dijeron: 'Es José Cafasso, un muchacho tan piadoso, que ya desde muy pequeño en el pueblo lo llamaban -el santito".
Cafasso que era un excelente estudiante tuvo que pedir dispensa para que lo ordenaran de sacerdote de sólo 21 años, y en vez de irse de una vez a ejercer su sacerdocio a alguna parroquia, dispuso irse a la capital, Turín, a perfeccionarse en sus estudios. Allá había un instituto llamado El Convictorio para los que querían hacer estudios de postgrado, y allí se matriculó. Y con tan buen resultado, que al terminar sus tres años de estudio fue nombrado profesor de ese mismo instituto, y al morir el rector fue aclamado para reemplazarlo, y estuvo de magnífico rector por doce años hasta su muerte.
San José Cafasso formó más de cien sacerdotes en Turín, y entre sus alumnos tuvo varios santos. Se propuso como modelos para imitar a San Francisco de Sales y a San Felipe Neri, y sus discípulos se alegraban al contestar que su comportamiento se asemejaba grandemente al de estos dos simpáticos santos.
En aquel entonces habían llegado a Italia unas tendencias muy negativas que prohibían recibir sacramentos si la persona no era muy santa (Jansenismo) y que insistían más en la justicia de Dios que en su misericordia (rigorismo).
El Padre Cafasso, en cambio, formaba a sus sacerdotes en las doctrinas de San Alfonso que insiste mucho en la misericordia de Dios, y en las enseñanzas de San Francisco de Sales, el santo más comprensivo con los pecadores. Y además a sus alumnos sacerdotes los llevaba a visitar cárceles y barrios supremamente pobres, para despertar en ellos una gran sensibilidad hacia los pobres y desdichados.
Cuando el niño campesino Juan Bosco quiso entrar al seminario, no tenía ni un centavo para costearse los estudios. Entonces el Padre Cafasso le costeó media beca, y obtuvo que los superiores del seminario le dieran otra media beca con tal de que hiciera de sacristán, de remendón y de peluquero. Luego cuando Bosco llegó al sacerdocio, Cafasso se lo llevó a Turín y allá le costeó los tres años de postgrado en el Convictorio. El fue el que lo llevó a las cárceles a presenciar los horrores que sufren los que en su juventud no tuvieron quién los educara bien. Y cuando Don Bosco empezó a recoger muchachos abandonados en la calle, y todos lo criticaban y lo expulsaban por esto, el que siempre lo comprendió y ayudó fue este superior. Y al ver la pobreza tan terrible con la que empezaba la comunidad salesiana, el Padre Cafasso obtenía ayudas de los ricos y se las llevaba al buen Don Bosco. Por eso la Comunidad Salesiana ha considerado siempre a este santo como su amigo y protector.
En Turín, que era la capital del reino de Saboya, las cárceles estaban llenas de terribles criminales, abandonados por todos. Y allá se fue Don Cafasso a hacer apostolado. Con infinita paciencia y amabilidad se fue ganando los presos uno por uno y los hacía confesarse y empezar una vida santa. Les llevaba ropa, comida, útiles de aseo y muchas otras ayudas, y su llegada a la cárcel cada semana era una verdadera fiesta para ellos.
San José Cafasso acompañó hasta la horca a más de 68 condenados a muerte, y aunque habían sido terribles criminales, ni uno sólo murió sin confesarse y arrepentirse. Por eso lo llamaban de otras ciudades para que asistiera a los condenados a muerte. Cuando a un reo le leían la sentencia a muerte, lo primero que pedía era: "Que a mi lado esté el Padre Cafasso, cuando me lleven a ahorcar" (Un día se llevó a su discípulo Juan Bosco, pero éste al ver la horca cayó desmayado. No era capaz de soportar un espectáculo tan tremendo. Y a Cafasso le tocaba soportarlo mes por mes. Pero allí salvaba almas y convertía pecadores).
La primera cualidad que las gentes notaban en este santo era "el don de consejo". Una cualidad que el Espíritu Santo le había dado para saber aconsejar lo que más le convenía a cada uno. Por eso a su despacho llegaban continuamente obispos, comerciantes, sacerdotes, obreros, militares, y toda clase de personas necesitadas de un buen consejo. Y volvían a su casa con el alma en paz y llena de buenas ideas para santificarse. Otra gran cualidad que lo hizo muy popular fue su calma y su serenidad. Algo encorvado (desde joven) y pequeño de estatura, pero en el rostro siempre una sonrisa amable. Su voz sonora, y encantadora. De su conversación irradiaba una alegría contagiosa (que San Juan Bosco admiraba e imitaba grandemente). Todos elogiaban la tranquilidad inmutable del Padre José. La gente decía: "Es pequeño de cuerpo, pero gigante de espíritu". A sus sacerdotes les repetía: "Nuestro Señor quiere que lo imitemos en su mansedumbre".
Desde pequeñito fue devotísimo de la Sma. Virgen y a sus alumnos sacerdotes los entusiasmaba grandemente por esta devoción. Cuando hablaba de la Madre de Dios se notaba en él un entusiasmo extraordinario. Los sábados y en las fiestas de la Virgen no negaba favores a quienes se los pedían. En honor de la Madre Santísima era más generoso que nunca estos días. Por eso los que necesitaban de él alguna limosna especial o algún favor extraordinario iban a pedírselo un sábado o en una fiesta de Nuestra Señora, con la seguridad de que en honor de la Madre de Jesús, les concedería su petición.
Un día en un sermón exclamó: "qué bello morir un día sábado, día de la Virgen, para ser llevados por Ella al cielo". Y así le sucedió: murió el sábado 23 de junio de 1860, a la edad de sólo 49 años.
Su oración fúnebre la hizo su discípulo preferido: San Juan Bosco.
El Papa Pío XII canonizó a José Cafasso en 1947, y nosotros le suplicamos a tan bondadoso protector que logremos imitarlo en su simpática santidad.

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Fuente: santiebeati.it
Audrey o Eteldreda, Santa Abadesa, 23 de junio  

Audrey o Eteldreda, Santa

Abadesa

Martirologio Romano: En el monasterio de Eli, en Inglaterra oriental, santa Ediltrude o Eteldreda, abadesa, quien, hija de reyes y ella misma reina de Northumbria, después de dos matrimonios recibió el velo monástico de manos de san Wilfrido en el monasterio que ella misma había fundado, dirigiendo maternalmente con sus ejemplos y consejos a sus monjas (679).

Santa Eteldreda (636 a 679 en Inglés Audrey, un nombre femenino muy común) era la hija del rey Anna (? -653), Rey de Inglaterra Oriental, fue hermana de otras tres santas: Etelburga (? -664), Sesburga (? -699) y Withburga (? -743): coincidencia algo rara pero no única entre las familias reales europeas. Eteldreda nació en Exning, Suffolk, muy joven fue comprometida en matrimonio con el Príncipe de Tonberto Gyrwe (? -655), quien le dio como regalo de bodas una propiedad en Ely. En aquellos días existía un gran fervor espiritual en Inglaterra ya que recientemente se había convertido al cristianismo. La pareja decidió vivir en castidad.

Tres años después de casarse murió el príncipe y Eteldreda se retiró a su finca en Ely para llevar una vida de penitencia y oración. Pero por razones políticas tuvo que casarse nuevamente, esta vez con el príncipe Egfrido (645-685), hijo de Oswiu rey de Northumbria (612-670). El novio tenía tan sólo quince años, y también aceptó la propuesta de Eteldreda a vivir en castidad. Doce años más tarde, sin embargo, pidió ser liberado de la promesa. Eteldreda se negó, alegando sentirse dedicada a Dios.

Pidió la mediación del obispo San Wilfrido (633-709) quien declaró que la pareja debía mantener la promesa. Pero como Egrfrido, ahora convertido en rey, ya no deseaba mantenerla, el obispo aconsejó a Eteldreda se separara de su marido y entrara en un convento. Se convirtió en novicia en el monasterio de Codingham y luego regresó a Ely, donde fundó un gran monasterio doble (es decir, tenía una rama masculina y una rama femenina), ella fue elegida abadesa del nuevo convento. Murió en el convento de Ely 23 de junio 695.

En la vida de Santa Eteldreda vemos un atisbo de la Inglaterra primitiva al principios de la Edad Media, que es una mezcla de lo salvaje y lo sobrenatural, creando un contraste de extraordinaria belleza.

No debemos imaginar a Santa Eteldreda y a sus tres santas hermanas como las delicadas y frágiles princesas hijas de Luis XV de Francia (1710-1774), vestidas con sedas y que para los retratos parecen muñecas de porcelana. Estas princesas eran mujeres fuertes, acostumbradas a cortar leños en el bosque, a cuidar personalmente de los animales y lavar su propia ropa. Pero al mismo tiempo, sobresalen por su estatura moral en un país al que apenas estaba llegando la Luz. Sus vidas son la cuna de las dinastías futuras, y sus pueblos, el punto de partida de nuevas civilizaciones.

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Lanfranco de Pavia, Santo Obispo, Junio 23  

Lanfranco de Pavia, Santo

Obispo

Etimológicamente significa " hombre libre". Viene de la lengua alemana.

Nacido en Pavia, de noble familia, en el primer decenio del siglo XII, fue consgarado Obispo de su ciudad por Alejandor III (1159-1181).

Fue uno de los obispo que le tocó sufrir más que a nadie a causa de sus relaciones con el poder temporal y con la autoridad de su noble ciudad.

Era una figura ascética por su aspecto. Hacía penitencia para estar en contacto con Dios en medio de tantas dificultades como le correspondió vivir en su tiempo.

La paz la llevaba metida en el alma. Y en sus muchos trabajos por restablecerla, echó todo el ardor y la oración de que fue capaz.

Recomendaba los fieles y a los sacerdotes que lo fundamental para estar bien con todo el mundo, consigo mismo y con Dios, era llevar una profunda vida espiritual.

Sin ella se apaga todo y nada resulta fructífero. Le tocó también tener que estar luchando más demedio siglo contra las injusticias que se cometían contra los pobres. No las soportaba.

La autoridad quería ganárselo y tenerlo de su parte. Querían la connivencia de los poderes. Nunca cedió.

Fue muy clamorosa "su huelga de hambre". Se opuso a que construyeran nuevas murallas en la ciudad a costa de los ciudadanos.

Protestó con todas sus fuerza. Tuvo que irse de Pavía y volvió a ella por orden del Papa.
Murió en el año 1194.

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María Rafaela Cimatti, Beata Virgen, Junio 23  

María Rafaela Cimatti, Beata

Santina Cimatti nació en una familia humilde el 6 de junio de 1861, en Celle di Faenza, Ravenna, Italia. De sus cinco hermanos, los dos que sobrevivieron fueron sacerdotes y también murieron en olor de santidad.

Cuando el sacerdote de la parroquia se dio cuenta de su inteligencia y dulce naturaleza, le dio el sacramento de Confirmación a la edad de 7 años.

Después de la muerte de su padre en 1882, ella asumió la educación de sus hermanos, y también era catequista de su parroquia.

Se sentía atraída a la vida religiosa, pero tuvo que esperar pacientemente para poder ayudar a su madre y hermanos. Luego de que ellos se unieron a la naciente congregación de Don Bosco, y su madre había sido alojada adecuadamente en una casa rectoral, fue finalmente libre de seguir su vocación.

En noviembre de 1889 ingresa a las Hermanas Hospitalarias de la Misericordia, en la casa madre en Roma, tomando el nombre de María Rafaela. Hizo su primera profesión religiosa en 1891, haciendo además el voto hospitalario. La enviaron entonces a Alatri como ayudante de farmacéutico, y posteriormente la trasladaron a Frosinone. Hizo sus votos finales en 1905.

En 1921 ella fue la superior de la casa en Frosinone, y en 1928, en Alatri. Era madre, hermana, amiga y counsejera, siempre lista para ayudar y un modelo de virtudes.

Después de 50 años de vida religiosa ella, en 1940, renunció a su cargo de superiora, pero pidió permanecer en la comunidad de Alatri como una religiosa más para servir a sus hermanas, a los enfermos y al personal del hospital y consagrando más tiempo a la oración.

En 1944, durante una de las etapas más duras de la Segunda Guerra Mundial, llegaban muchos heridos que necesitaban atención, y aunque ya tenía 83 años de edad, Sor Rafaella daba tanto amor y consuelo que ellos la llamaban "mamá".

Presentó personalmente, con éxito, una protesta al General Kesserling del Cuartel General Alemán en Alatri, al oir un rumor de que para detener a las fuerzas aliadas iban a bombardear la ciudad. El general cambió sus planes y Alatri se salvó.

Sor Rafaella murió el 23 de junio de 1945, dejando en la memoria la santidad de su vida y sus virtudes heroicas.

La causa para su canonización se empezó en 1962. En 1988-89 el proceso atribuyó a su intercesión la recuperación milagrosa de Loreto Arduini de una "encefalitis viral, convulsiones y fracaso respiratorio". Esto llevó a la promulgación del decreto para su beatificación por la Congregación para las Causas de Santos en 1993.

La beatificación se llevó a cabo el 12 de mayo de 1996 por S.S. Juan Pablo II.

 

 

Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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