miércoles, 14 de septiembre de 2011

Lecturas Jueves 15 de Septiembre de 2011. Nuestra Señora de los Dolores, ¡ruega por nosotros!

Divina Misericordia

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Juan 19, 25-27

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre: "
"Mujer, ahí está tu hijo".
Luego dijo al discípulo: "
"Ahí está tu madre".
Y desde entonces el discípulo se la llevó a vivir con él.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/swf/l.swf?video_id=v82JVdXAUUs

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? abortar (todos los métodos anticonceptivos son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

Dia 15/09 Nuestra Señora, virgen de los Dolores (blanco)

Antífona de Entrada

Simeón dijo a María: "Mira, este niño está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida; así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti una espada te atravesará el alma".

 

Oración Colecta

Oremos:
Señor, tú que has querido que la madre compartiera los dolores de tu Hijo al pie de la cruz; has que la Iglesia, asociándose con María a la Pasión de Cristo, merezca participar de su resurrección.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

Aprendió a obedecer y se convirtió en la causa de nuestra salvación eterna

Lectura de la carta a los Hebreos
5, 7-9

Hermanos: Durante su vida mortal, Cristo ofreció oraciones y suplicas, con fuertes voces y lágrimas, a aquel que podía librarlo de la muerte, y fue escuchado por su piedad. A pesar de que era el Hijo, aprendió a obedecer padeciendo, y llegando a su perfección, se convirtió en la causa de la salvación eterna para todos los que lo obedecen.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del Salmo 30

Señor, por tu amor tan grande ponme a salvo.

A ti, Señor, me acojo, que no quede yo nunca defraudado; Señor, tú que eres justo, ponme a salvo.
Señor, por tu amor tan grande ponme a salvo.

Ven a rescatarme sin retardo, sé tú mi fortaleza y mi refugio. Pues eres mi refugio y fortaleza, por tu nombre, Señor, guía mis pasos.
Señor, por tu amor tan grande ponme a salvo.

Sácame de la red que me han tendido, pues eres tú mi amparo. En tus manos encomiendo mi espíritu y tu lealtad me librará, Dios mío.
Señor, por tu amor tan grande ponme a salvo.

Pero yo en ti confío; "tú eres mi Dios", Señor, siempre te digo; mi suerte está en tus manos, líbrame del poder de mi enemigo que viene tras mis pasos.
Señor, por tu amor tan grande ponme a salvo.

Qué grande es la bondad que has reservado, Señor, para tus fieles. Con quien se acoge a ti, Señor, y a la vista de todos, ¡qué bueno eres!
Señor, por tu amor tan grande ponme a salvo.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, Aleluya.
Dichosa la Virgen María, que, sin morir, mereció la palma del martirio junto a la cruz del Señor.
Aleluya.

Evangelio

¿Y cuál hombre no llorara si a la Madre contemplara de Cristo en tanto dolor?

† Lectura del santo Evangelio según san Juan 19, 25-27

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre: "
"Mujer, ahí está tu hijo".
Luego dijo al discípulo: "
"Ahí está tu madre".
Y desde entonces el discípulo se la llevó a vivir con él.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración sobre las Ofrendas

Dios de misericordia, recibe los dones y raciones que ofrecemos, a gloria de tu nombre, en esta fiesta de la virgen María, a quién tú nos entregaste como madre amorosa cuando estaba junto a la cruz de tu Hijo, Jesucristo nuestro Señor. Que vive y reina por los siglos de los siglos.

 

Amén.

Prefacio

María, signo de consuelo y de esperanza.

En verdad es justo darte gracias, es bueno cantar tu gloria, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno.
Te alabamos y te bendecimos, por Jesucristo, tu Hijo, en esta fiesta de la bienaventurada Virgen María. Ella, como humilde sierva, escuchó tu palabra y la conservó en su corazón; admirablemente unida al misterio de la redención, perseveró con los apóstoles en la plegaria, mientras esperaban al Espíritu Santo, y ahora brilla en nuestro camino como signo de consuelo y de firme esperanza.
Por este don de tu benevolencia, unidos a los ángeles y a los santos, entonamos nuestro canto y proclamamos tu alabanza:

Antífona de la Comunión

Estén alegres cuando compartan los sufrimientos de Cristo, para que, cuando se manifieste su gloria, rebosen de gozo.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Después de recibir el sacramento de la eterna redención, te pedimos, Señor, que, al recordar los dolores de la Virgen María, completemos en nosotros, en favor de la Iglesia, lo que falta a a la Pasión de Jesucristo. Que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.

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jue 24a. Ordinario año impar

Antífona de Entrada

Sálvanos, Señor y Dios nuestro; reúnenos de entre las naciones, para que podamos agradecer tu poder santo y sea nuestra gloria alabarte.

 

Oración Colecta

Oremos:
Concédenos, Señor, Dios nuestro, amarte con todo el corazón y, con el mismo amor, amar a nuestros prójimos.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

Preocúpate de ti mismo y de tu enseñanza, pues obrando así te salvarás a ti mismo y a los que te escuchan

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4, 12-16

Querido hermano: Que nadie te desprecie por tu juventud. Procura ser un modelo para los fieles en tu modo de hablar y en tu conducta, en el amor, en la fe y en la castidad. Mientras llego, preocúpate de leer públicamente la Palabra de Dios, de exhortar a los hermanos y de enseñarlos.
No descuides el don que posees. Recuerda que se te confirió cuando, a instancias del Espíritu, los presbíteros te impusieron las manos. Pon interés en todas estas cosas y dedícate a ellas, de modo que todos vean tu progreso.

Cuida de tu conducta y de tu enseñanza y sé perseverante, pues obrando así te salvarás a ti mismo y a los que te escuchen. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 110

Los mandamientos del Señor son dignos de confianza.

Justas y verdaderas son las obras del Señor; son dignos de confianza sus mandatos, pues nunca pierden su valor y exigen ser fielmente ejecutados.
Los mandamientos del Señor son dignos de confianza.

El redimió a su pueblo y estableció su alianza para siempre. Dios es santo y terrible.
Los mandamientos del Señor son dignos de confianza.

El temor del Señor es el principio de la sabiduría, y los que viven de acuerdo con él son sensatos. La gloria del Señor perdura eternamente.
Los mandamientos del Señor son dignos de confianza.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré, dice el Señor.
Aleluya.

Evangelio

Sus pecados le han quedado perdonados, porque ha amado mucho

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 7, 36-50

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús fue a la casa del fariseo y se sentó a la mesa. Una mujer de mala vida en aquella ciudad, cuando supo que Jesús iba a comer ese día en casa del fariseo, tomó consigo un frasco de alabastro con perfume, fue y se puso a los pies de Jesús.
Y comenzó a llorar y con sus lágrimas bañaba sus pies; luego los enjugó con su cabellera, los besó y los ungió con el perfume.
Viendo esto, el fariseo que lo había invitado comenzó a pensar:
"Si este hombre fuera profeta, sabría qué clase de mujer es la que lo está tocando: sabría que es una pecadora".
Entonces Jesús le dijo:
"Simón, tengo algo que decirte".
El fariseo contestó:
"Dímelo, Maestro".
El le dijo:
"Dos hombres le debían dinero a un prestamista. Uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y como no tenían con qué pagarle, les perdonó la deuda a los dos. ¿Cuál de ellos lo amará más?"
Simón le respondió:
"Supongo que aquél a quien le perdonó más ".
Entonces Jesús le dijo:
"Has juzgado bien".
Luego, señalando a la mujer, dijo a Simón:
"¿Ves a esta mujer? Entré a tu casa y tú no me ofreciste agua para los pies, mientras que ella me los ha bañado con sus lágrimas y me los ha enjugado con sus cabellos. Tú no me diste el beso de saludo; ella, en cambio, desde que entré, no ha dejado de besar mis pies. Tú no ungiste con aceite mi cabeza; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume.
Por lo cual, yo te digo: sus pecados, que son muchos, le han quedado perdonados, porque ha amado mucho; en cambio, al que poco se le perdona, poco ama".
Luego le dijo a la mujer:
"Tus pecados te han quedado perdonados".
Los invitados empezaron a preguntarse a sí mismos:
"¿Quién es éste, que hasta los pecados perdona?""
Jesús le dijo a la mujer:
"Tu fe te ha salvado; vete en paz".
Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor, Jesús.

 

Oración sobre las Ofrendas

Acepta, Señor, estos dones que te presentamos en señal de sumisión a ti, y conviértelos en el sacramento de nuestra redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

Proclamación del misterio de Cristo

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo Señor nuestro.
Cuya muerte celebramos unidos en caridad, cuya resurrección proclamamos con viva fe, y cuyo advenimiento glorioso aguardamos con firmísima esperanza.
Por eso,
con todos los ángeles y santos, te alabamos proclamando sin cesar:

Antífona de la Comunión

Ven, Señor, en ayuda de tu siervo y sálvame por tu misericordia. Que no me arrepienta nunca de haberte invocado.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Que el sacramento del Cuerpo y la Sangre de tu Hijo que acabamos de recibir, nos ayude, Señor, a vivir más profundamente nuestra fe.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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Meditación diaria

 

24ª semana. Jueves

RECIBIR BIEN A JESúS

— Jesús es invitado a comer por un fariseo.

— El Señor viene a nuestra alma.

— Preparación de la Comunión.

I. El Evangelio de la Misa relata la invitación hecha a Jesús por un fariseo rico llamado Simón1. Comenzado ya el banquete, y de modo inesperado para todos, se presentó una mujer pecadora que había en la ciudad. Es una ocasión más para que Jesús muestre la grandeza de su Corazón y de su misericordia; desde el primer momento esta mujer se sintió, a pesar de su mala vida, comprendida, acogida y perdonada. Quizá ya había escuchado antes a Jesús, y los propósitos de un cambio de vida que surgieron entonces llegan ahora a su culminación. El amor a Cristo le ha dado la audacia para presentarse en medio de esta comida, hecho más sorprendente si se tienen en cuenta las costumbres judías de aquella época, Los comensales se debieron de sentir confusos y asombrados. La pecadora pública es el centro de sus miradas y pensamientos. Quizá por esto no repararon en el descuido de las normas tradicionales de hospitalidad.

Jesús sí es consciente de estos olvidos de Simón. Las palabras del Señor dejan entrever que los echa de menos, como echó en falta el agradecimiento de aquellos leprosos que después de curados ya no volvieron más. La tosquedad de Simón se pone particularmente de manifiesto en contraste con las muestras de amor de la mujer, que llevó un vaso de alabastro con perfume, se situó detrás, a los pies de Jesús, se puso a bañarlos con sus lágrimas y los ungía con el perfume. La delicadeza de esta mujer con el Señor es como el espejo donde se reflejan con más claridad las faltas de hospitalidad y de atención que se debían tener con Él, como huésped de honor.

Ante los juicios negativos y mezquinos de los comensales para con la mujer, Jesús no tiene ningún reparo en mostrar la verdadera realidad –la realidad ante Dios, que es la que cuenta– de las personas allí presentes. Vuelto hacia la mujer, dijo a Simón: ¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies; ella en cambio ha bañado mis pies con sus lágrimas y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste el beso; pero ella, desde que entró no ha dejado de besar mis pies. No has ungido mi cabeza con óleo; ella en cambio ha ungido mis pies con perfume. Y, enseguida, la recompensa más grande que puede recibir un alma: Por eso te digo: le son perdonados sus muchos pecados, porque ha amado mucho. Después, unas palabras inmensamente consoladoras para los pecadores –para nosotros– de todos los tiempos: aquel a quien menos se le perdona menos ama. Las flaquezas diarias –las mismas caídas, si el Señor las permitiera– nos deben llevar a amar más, a unirnos más a Cristo mediante la contrición y el arrepentimiento.

Entonces le dijo a ella: Tus pecados te son perdonados. Y la mujer se marchó con una gran alegría, con el alma limpia y una vida nueva por estrenar.

II. En las palabras de Jesús a Simón se nota –como cuando preguntó por los leprosos curados2– un cierto acento de tristeza: entré en tu casa y no me has dado agua con que lavar mis pies. El Señor, que cuando se trata de padecer por la salvación de las almas no pone límites a sus sufrimientos, echa de menos ahora esas manifestaciones de cariño, esa cortesía en el trato. ¿No tendrá que reprocharnos hoy algo a nosotros por el modo como le recibimos?

El ejemplo sencillo de un catequista a unos niños que se preparaban para recibir al Señor por vez primera nos puede ayudar a nosotros hoy. Les decía que donde habitó un personaje ilustre, para que no se borre la memoria del acontecimiento, se coloca una placa con una inscripción: "Aquí habitó Cervantes"; "En esta casa se alojó el Papa X."; "En este hotel se hospedó el emperador Z."... Sobre el pecho del cristiano que ha recibido la Santa Comunión podría escribirse: "Aquí se hospedó Jesucristo"3.

Si queremos, cada día el Señor viene a nuestra casa, a nuestra alma. Te adoro con devoción, Dios escondido4, le diremos en la intimidad de nuestro corazón. Y procuraremos hacerle un recibimiento mejor que a cualquier persona importante de la tierra, de tal manera que nunca tenga que decirnos: Entré en tu casa y no me diste agua para los pies... No has tenido demasiados miramientos conmigo, has estado con la mente puesta en otras cosas, no me has atendido... "Hernos de recibir al Señor, en la Eucaristía, como a los grandes de la tierra, ¡mejor!: con adornos, luces, trajes nuevos...

"—Y si me preguntas qué limpieza, qué adornos y qué luces has de tener, te contestaré: limpieza en tus sentidos, uno por uno; adorno en tus potencias, una por una; luz en toda tu alma"5. Hagamos hoy el propósito de acogerlo bien, lo mejor que podamos. "¿Hemos pensado alguna vez en cómo nos conduciríamos, si solo se pudiera comulgar una vez en la vida?

"Cuando yo era niño –recordaba San Josemaría Escrivá–, no estaba aún extendida la práctica de la comunión frecuente. Recuerdo cómo se disponían para comulgar: había esmero en arreglar bien el alma y el cuerpo. El mejor traje, la cabeza bien peinada, limpio también físicamente el cuerpo, y quizá hasta con un poco de perfume... Eran delicadezas propias de enamorados, de almas finas y recias, que saben pagar con amor el Amor"6. Y enseguida, recomendaba vivamente: "comulgad con hambre, aunque estéis helados, aunque la emotividad no responda: comulgad con fe, con esperanza, con encendida caridad". Así lo procuramos hacer, alegrándonos con inmenso gozo porque Jesús nos visita y se pone a nuestra disposición.

III. En un sermón sobre la preparación para recibir al Señor, exclama San Juan de Ávila: "¡Qué alegre se iría un hombre de este sermón si le dijesen: "El rey ha de venir mañana a tu casa a hacerte grandes mercedes"! Creo que no comería de gozo y de cuidado, ni dormiría en toda la noche, pensando: "El rey ha de venir a mi casa, ¿cómo le aparejaré posada?". Hermanos, os digo de parte del Señor que Dios quiere venir a vosotros y que trae un reino de paz"7. ¡Es una realidad muy grande! ¡Es una noticia para estar llenos de alegría!

Cristo mismo, el que está glorioso en el Cielo, viene sacramentalmente al alma. "Con amor viene, recíbelo con amor"8. El amor supone deseos de purificación –acudiendo a la Confesión sacramental cuando sea necesario o incluso conveniente–, aspirando a estar el mayor tiempo posible con Él.

Jesús desea estar con nosotros, y repite para cada uno aquellas memorables palabras de la Última Cena: Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros...9. "La posada que Él quiere es el ánima de cada uno; ahí quiere Él ser aposentado, y que la posada esté muy aderezada, muy limpia, desasida de todo lo de acá. No hay relicario, no hay custodia, por más rica que sea, por más piedras preciosas que tenga, que se iguale a esta posada para Jesucristo. Con amor viene a aposentarse en tu ánima, con amor quiere ser recibido"10, no con tibieza o distraído. ¡Es el acontecimiento más grande del día y de la vida misma! Los ángeles se llenan de admiración cuando nos acercamos a comulgar. Cuanto más próximo esté ese momento, más vivo ha de ser nuestro deseo de recibirlo.

Junto a las disposiciones del alma, las del cuerpo: el ayuno que la Iglesia ha dispuesto en señal de respeto y reverencia, las posturas, el vestir, que nos llevan a presentarnos como dignos hijos al banquete que el Padre ha preparado con tanto amor. Y cuando esté en nuestro corazón le diremos: Señor Jesús, bondadoso pelícano, límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre, de la que una sola gota puede liberar de todos los crímenes al mundo entero.

Jesús, a quien ahora veo escondido, te ruego que se cumpla lo que tanto ansío: que al mirar tu rostro ya no oculto, sea yo feliz viendo tu gloria11.

La Virgen Nuestra Señora nos enseñará a darle buena acogida a su Hijo en esos momentos en que le tenemos con nosotros. Ninguna criatura ha sabido tratarle mejor que Ella.

1 Lc 7, 36-50. — 2 Cfr. Lc 17, 17-18. — 3 Cfr. C. Ortúzar, El Catecismo explicado con ejemplos. — 4 Himno Adoro te devote. — 5 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 834. — 6 Ídem, Es Cristo que pasa, 91. — 7 San Juan de Ávila, Sermón 2 para el III Domingo de Adviento, vol. II, p. 59. — 8 ídem, Sermón 41, en la infraoctava del Corpus, vol. II. p. 654. — 9 Lc 22, 15. — 10 San Juan de Ávila, loc. cit. — 11 Himno Adoro te devote.

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15 de septiembre

NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES*

Memoria

— El dolor de María se une al de Jesús.

— Corredención de Nuestra Señora.

— Santificar nuestros dolores y sufrimientos. Acudir a Santa María, Consoladora de los afligidos.

I. ¡Oh Madre, fuente de amor!, // hazme sentir tu dolor // para que llore contigo: // y que, por mi Cristo amado, // mi corazón abrasado // más viva en Él que conmigo1.

Quiso el Señor asociar a su Madre a la obra de la Redención, haciéndola partícipe de su dolor supremo. Al celebrar hoy este sufrimiento corredentor de María, nos invita la Iglesia a ofrecer, por la salvación propia y la ajena, los mil dolores, casi siempre pequeños, de la vida, y las mortificaciones voluntarias. María, asociada a la obra de salvación de Jesús, no sufrió solo como una buena madre que contempla a su hijo en los mayores sufrimientos y en la misma muerte. Su dolor tiene el mismo carácter que el de Jesús: es un dolor redentor. El sufrimiento de María, la esclava del Señor, purísima y llena de gracia, eleva sus actos hasta el punto de que todos ellos, en unión profundísima con su Hijo, tienen un valor casi infinito.

Nunca comprenderemos del todo la inmensidad de su amor por Jesús, causa de sus dolores. Por eso, la Liturgia aplica a la Virgen dolorosa, como al mismo Jesús, las palabras del profeta Jeremías: Oh vosotros, cuantos por aquí pasáis, mirad y ved si hay dolor comparable a mi dolor, al dolor con que soy atormentada2.

El dolor de Nuestra Señora era mayor por su eminente santidad. Su amor a Jesús le permitió sufrir los padecimientos de su Hijo como propios: "Si hieren con golpes el cuerpo de Jesús, María siente todas estas heridas; si atraviesan con espinas su cabeza, María se siente desgarrada por las puntas; si le presentan hiel y vinagre, María apura toda su amargura; si extienden su cuerpo sobre la cruz, María sufre toda esta violencia"3. Cuanto más se ama a una persona, más se siente su pérdida. "Más aflige la muerte de un hermano que la de un irracional, más la de un hijo que la de un amigo. Ahora bien (...), para comprender cuán grande fue el dolor de María en la muerte de su Hijo, habría que conocer la grandeza del amor que le tenía. Y ¿quién podrá nunca medir tal amor?"4.

El mayor dolor de Cristo, el que le sumió en profunda agonía en Getsemaní, el que le hizo sufrir como ningún otro, fue el conocimiento profundo del pecado como ofensa a Dios y de su maldad frente a la santidad de Dios. Y la Virgen penetró y participó más que ninguna otra criatura en este conocimiento de la maldad y de la fealdad del pecado, que fue la causa de la Pasión. Su corazón sufrió una mortal agonía causada por el horror al pecado, a nuestros pecados. María se vio anegada en un mar de dolor. "Y dado que cada uno de nosotros hemos contribuido en gran parte a acrecentarlos, ¿no debe acaso agradarnos el meditarlos detenida y afectuosamente para compadecernos y reparar así las heridas infligidas al Corazón de María y al Corazón de Jesús?"5.

II. Desde el comienzo, parece como sí el Señor nos hubiera querido enseñar a través de las criaturas que más amó en esta vida, María y José, que la felicidad y la eficacia redentora no están nunca lejos de la Cruz. Y aunque toda la vida de Nuestra Señora estuvo, junto con la de su Hijo, dirigida al Calvario, hay un momento especial en que le es revelada con particular claridad su participación en los sufrimientos del Mesías, su Hijo. María, acompañada de José, había venido al Templo para purificarse de una mancha legal que no había contraído y a ofrecer a su Hijo al Altísimo. En esta inmolación que hacía de su Hijo, María vislumbró la inmensidad de su sacrificio redentor, como había sido profetizado. Pero Dios quiso además revelarle la profundidad de este sacrificio y su propia participación en él por medio de un hombre justo, Simeón, que movido por el Espíritu Santo dijo a María: Mira, este ha sido puesto para ruina y salvación de muchos en Israel, y para signo de contradicción y tu misma alma la traspasará una espada, a fin de que se descubran los pensamientos de muchos corazones6.

Las palabras dirigidas a María anuncian con claridad que su vida habría de estar íntimamente unida a la obra de su Hijo. "El anuncio de Simeón comenta Juan Pablo II- parece como un segundo anuncio a María, dado que le indica la concreta dimensión histórica en la cual el Hijo cumplirá su misión, es decir, en la incomprensión y en el dolor (...). Le revela también que deberá vivir en el sufrimiento su obediencia de fe al lado del Salvador que sufre, y que su maternidad será oscura y dolorosa"7. El Señor no quiso evitar a su Madre la zozobra de una huida precipitada a Egipto cuando, con el Niño y con José, ya quizá estaba instalada en una casa modesta en Belén y comenzaba a gozar de una vida familiar en torno a Jesús. Dios no la dispensó del exilio en una tierra extraña para Ella, ni de tener que recomenzar de nuevo con lo poco que pudieron llevarse en aquel viaje apresurado... Y luego, instalados de nuevo en Nazareth, la inquietud de aquellos días, buscando a Jesús en Jerusalén, a la edad de doce años. ¡Qué momentos de angustia para el Corazón de la Madre! Y más tarde, durante los años del ministerio público del Señor, los rumores y calumnias que llegarían a sus oídos, las asechanzas por parte de los judíos de las que tendría conocimiento, las incomprensiones... Luego, las noticias, una a una, cada vez más terribles, que se van sucediendo en la noche de la traición, los gritos que piden su muerte en la mañana siguiente, la soledad y el abandono en que ve a su Hijo, el encuentro camino del Calvario... ¿Quién podrá comprender jamás la inmensidad del dolor que anega el corazón de la Virgen Santísima?... Allí está Nuestra Señora... Ve cómo clavan a su Hijo en la cruz... Y luego los insultos, la larga agonía de un crucificado... ¡Oh qué triste y afligida estuvo aquella bendita Madre del Unigénito! // Se angustiaba y se dolía la Madre piadosa, viendo las penas de su Hijo. // ¿Quién podría no llorar viendo a la Madre de Cristo en tan cruel suplicio? // ¿Quién podría no entristecerse contemplando a la Madre de Cristo sufrir con su Hijo?8.

Al considerar que nuestros pecados no son ajenos, sino parte activa, en este dolor de Nuestra Madre, le pedimos hoy que nos ayude a compartir su dolor, a sentir un profundo horror a todo pecado, a ser más generosos en la reparación por nuestros pecados y por los que todos los días se cometen en el mundo.

III. La fiesta de hoy nos invita a aceptar los sufrimientos y contrariedades de la vida para purificar nuestro corazón y corredimir con Cristo. La Virgen nos enseña a no quejarnos de los males, pues Ella jamás lo hizo; nos anima a unirlos a la Cruz redentora de su Hijo y convertirlos en un bien para la propia familia, para la Iglesia, para toda la Humanidad.

El dolor que habremos de santificar consistirá frecuentemente en las pequeñas contrariedades diarias: esperas que se prolongan, cambios de planes, proyectos que no se realizan... Otras veces se presentará en forma de pobreza, de carencia incluso de lo necesario, en la falta quizá de un empleo con el que sacar la familia adelante. Y esta pobreza será un gran medio para unirnos más a Cristo, para imitarle en su desprendimiento absoluto de las cosas, incluso de las necesarias. Miraremos a la Virgen que contempla a su Hijo desposeído hasta de aquella túnica que Ella conocía bien por haberla tejido con sus manos. Y hallaremos consuelo y fuerzas para seguir adelante con paz y serenidad.

También puede llegar la enfermedad, y pediremos la gracia de verla como un tesoro, una caricia de Dios, y de dar gracias por el tiempo en el que quizá no supimos apreciar del todo el don de la salud. La enfermedad, en cualquiera de sus formas, también la psíquica, puede ser la piedra de toque que muestre la solidez del amor al Señor y de la confianza en Él. Mientras estamos enfermos podemos crecer más rápidamente en las virtudes, principalmente en las teologales: en la fe, pues aprendemos a ver también en ese estado la mano providente de nuestro Padre Dios; en la esperanza, pues siempre estamos en sus manos, pero especialmente cuando más débiles y necesitados nos encontramos; en la caridad, ofreciendo el dolor, siendo ejemplares en la alegría con que amamos ese estado que Dios quiere o permite para nuestro bien.

Frecuentemente, lo más difícil de la enfermedad es la forma en que se presenta: "su inusitada duración, la impotencia a que nos reduce, la dependencia a que nos obliga, el malestar que proviene de la soledad, la imposibilidad de cumplir los deberes de estado y para un sacerdote, por ejemplo, la imposibilidad de continuar sus obras de apostolado; para un religioso seguir la regla; para una madre de familia ocuparse de sus hijos. Todas estas situaciones son duras y angustiosas a nuestra naturaleza. A pesar de todo, y después de haber empleado todos los medios que aconseja la prudencia para recuperar la salud, es preciso repetir con los santos: "¡Oh Dios mío! Acepto todas esas modalidades: lo que quieras, cuando quieras y como quieras""9. Le pediremos más amor y le diremos despacio, con un completo abandono: "¿Lo quieres, Señor?... ¡Yo también lo quiero!"10, como tantas veces y en circunstancias tan diversas quizá le hemos dicho.

Cuando sintamos que la carga se nos hace demasiado pesada para nuestras pocas fuerzas, recurriremos a Santa María en demanda de auxilio y de consuelo, "pues Ella sigue siendo la amorosa consoladora de tantos dolores físicos y morales que afligen y atormentan a la humanidad. Ella conoce bien nuestros dolores y nuestras penas, pues también Ella ha sufrido desde Belén hasta el Calvario: una espada te traspasará el corazón. María es nuestra Madre espiritual, y la madre comprende siempre a sus hijos y les consuela en sus necesidades.

"Por otro lado, Ella ha recibido de Jesús en la Cruz la misión específica de amarnos, solo y siempre amarnos para salvarnos. María nos consuela sobre todo mostrándonos el crucifijo y el paraíso (...).

"Oh Madre Consoladora, consuélanos a todos, haz que todos comprendamos que la clave de la felicidad está en la bondad y en el seguimiento fiel de tu Hijo Jesús"11. Él sabe siempre cuál es el camino mejor para cada uno, en el que debemos seguirle.

1 Secuencia de la Misa. Himno Stabat Mater. — 2 Lament 1, 12. — 3 A. Tanquerey, La divinización del sufrimiento, p. 108. — 4 San Alfonso Mª. de Ligorio, Las glorias de María, 2, 9. — 5 A. Tanquerey, o. c., p. 110. — 6 Lc 2, 34-35. — 7 Juan Pablo II, Enc. Redemptoris Mater, 25-III-1987, n. 16 — 8 Secuencia de la Misa. Himno Stabat Mater. — 9 A. Tanquerey, o. c., p. 168. — 10 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 762. — 11 Juan Pablo II, Homilía 13-IV-1980.

* La fiesta de hoy, inmediatamente después de la Exaltación de la Santa Cruz, nos recuerda la especial unión y participación de María en el Sacrificio de su Hijo en el Calvario. La piedad cristiana ha meditado desde el principio los relatos que los Evangelios nos han transmitido sobre la presencia de Nuestra Señora junto a la Cruz. En el siglo xiv aparece ya la Secuencia de la Misa Stabat Mater Dolorosa, de la que Lope de Vega hizo una traducción versificada al castellano. Esta traducción es la que se ha incluido en los textos litúrgicos oficiales. El Papa Pío VII, en el año 1814, extendió esta devoción a toda la Iglesia, y en 1912 San Pío X la fijó en esta fecha, 15 de septiembre, octava de la Natividad de María. Nuestra Señora nos enseña en el día de hoy el valor de corredención que pueden tener nuestros dolores y sufrimientos.

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Santoral             (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

Nuestra Señora, 
Virgen de los Dolores

15 de septiembre

La Virgen DolorosaLos siete dolores de la Santísima Virgen que han suscitado mayor devoción son: la profecía de Simeón, la huida a Egipto, los tres días que Jesús estuvo perdido, el encuentro con Jesús llevando la Cruz, su Muerte en el Calvario, el Descendimiento, la colocación en el sepulcro.

Simeón había anunciado previamente a la Madre la oposición que iba a suscitar su Hijo, el Redentor. Cuando ella, a los cuarenta días de nacido ofreció a su Hijo a Dios en el Templo, dijo Simeón: "Este niño debe ser causa tanto de caída como de resurrección para la gente de Israel. Será puesto como una señal que muchos rechazarán y a ti misma una espada te atravesará el alma" (Lc 2,34).

El dolor de María en el Calvario fue más agudo que ningún otro en el mundo, pues no ha habido madre que haya tenido un corazón an tierno como el de la Madre de Dios. Cómo no ha habido amor igual al suyo. Ella lo sufrió todo por nosotros para que disfrutemos de la gracia de la Redención. Sufrió voluntariamente para demostrarnos su amor, pues el amor se prueba con el sacrificio.

No por ser la Madre de Dios pudo María sobrellevar sus dolores sino por ver las cosas desde el plan de Dios y no del de sí misma, o mejor dicho, hizo suyo el plan de Dios. Nosotros debemos hacer lo mismo. La Madre Dolorosa nos echará una mano para ayudarnos.

La devoción a los Dolores de María es fuente de gracias sin número porque llega a lo profundo del Corazón de Cristo. Si pensamos con frecuencia en los falsos placeres de este mundo abrazaríamos con paciencia los dolores y sufrimientos de la vida. Nos traspasaría el dolor de los pecados.

La Iglesia nos exhorta a entregarnos sin reservas al amor de María y llevar con paciencia nuestra cruz acompañados de la Madre Dolorosa. Ella quiere de verdad ayudarnos a llevar nuestras cruces diarias, porque fue en le calvario que el Hijo moribundo nos confió el cuidado de su Madre. Fue su última voluntad que amemos a su Madre como la amó Él.

La Palabra de Dios

La Piedad"Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: "Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! - a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones."

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones.

Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. 
Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él. Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. 

Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca." Lc 2, 34-45

"Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: "Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando." Lc 2, 48

"Vosotros, todos los que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor semejante al dolor que me atormenta," Lam 1, 12


Oraciones

Oración propia de la Novena

¡Santísima y muy afligida Madre, Virgen de los Dolores y Reina de los Mártires! Estuviste de pie, inmóvil, bajo la Cruz, mientras moría tu Hijo.
Por la espada de dolor que te traspasó entonces, por el incesante sufrimiento de tu vida dolorosa y el gozo con que ahora eres recompensada de tus pruebas y aflicción, mírame con ternura Madre, ten compasión de mí que vengo a tu presencia para venerar tus dolores. Deposito mi petición con infantil confianza en el santuario de tu Corazón herido.
Te suplico que presentes a Jesucristo, en unión con los méritos infinitos de su Pasión y Muerte, lo que sufriste junto a la Cruz, y por vuestros méritos me sea concedida esta petición (Mencione el favor que desea).
¿A quién acudiré yo en mis necesidades y sufrimientos sino a ti, Madre de misericordia? Tan hondo bebiste del cáliz de tu Hijo que puedes compadecerte de los sufrimientos de quienes están todavía en este valle de lágrimas.
Ofrece a nuestro divino Salvador lo que Él sufrió en la Cruz para que su recuerdo le mueva a compadecerse de mí, pecador. Refugio de pecadores y esperanza de la humanidad, acepta mi petición y escúchala favorablemente, si es conforme a la voluntad de Dios.
Señor Jesucristo, te ofrezco los méritos de María, Madre tuya y nuestra, que ganó bajo la Cruz. Por su amable intercesión pueda yo obtener los deliciosos frutos de tu Pasión y Muerte.

Ofrecimiento

La PiedadMaría, Virgen Santísima y Reina de los Mártires, acepta el sincero homenaje de mi amor infantil. Recibe mi pobre alma dentro de tu corazón, traspasado por tantas espadas. Tómala por compañera de tus dolores al pie de la Cruz, donde Jesús murió para redimir al mundo.
Contigo, Virgen de los Dolores, quiero sufrir gustosamente todas las pruebas, sufrimientos y aflicciones que Dios se complazca en mandarme. Los ofrezco en memoria de tus dolores. Haz que todos mis pensamientos y latidos del corazón sean un acto de compasión y amor por ti.
Madre amadísima ten compasión de mí, reconcíliame con Jesús, tu divino Hijo, manténme en su gracia y asísteme en mi última agonía, para que pueda yo encontrarte en el Cielo juntamente con el Hijo.

Himno – Stabat Mater

Ante el hórrido Madero
Del Calvario lastimero,
Junto al Hijo de tu amor,
¡Pobre Madre entristecida!
Traspasó tu alma abatida
Una espada de dolor.

¡Cuan penoso, cuán doliente
Ver en tosca Cruz pendiente
Al Amado de tu ser!
Viendo a Cristo en el tormento,
Tú sentías el sufrimiento
De su amargo padecer.

¿Quien hay que no lloraría
Contemplando la agonía
De María ante la Pasión?
¿Habrá un corazón humano
Que no compartiese hermano
Tan profunda transfixión?
Golpeado, escarnecido,
Vio a su Cristo tan querido
Sufrir tortura tan cruel,
Por el peso del pecado
De su pueblo desalmado
Rindió su espíritu El.

Dulce Madre, amante fuente,
Haz mi espíritu ferviente
Y haz mi corazón igual
Al tuyo tan fervoroso
Que al buen Jesús piadoso
Rinda su amor fraternal.

Oh Madre Santa, en mi vida
Haz renacer cada herida
De mi amado Salvador,
Contigo sentir su pena,
Sufrir su mortal condena
Y su morir redentor.

A tu llanto unir el mío,
Llorar por mi Rey tan pío
Cada día de mi existir:
Contigo honrar su Calvario,
Hacer mi alma su santuario,
Madre, te quiero pedir.

Virgen Bienaventurada,
De todas predestinada,
Partícipe en tu pesar
Quiero ser mi vida entera,
De Jesús la muerte austera
Quiero en mi pecho llevar.

Sus llagas en mi imprimidas,
Con Sangre de sus heridas
Satura mi corazón
Y líbrame del suplicio,
Oh Madre en el día del juicio
No halle yo condenación.

Jesús, que al llegar mi hora,
Sea María mi defensora,
Tu Cruz mi palma triunfal,
Y mientras mi cuerpo acabe
Mi alma tu bondad alabe
En tu reino celestial.
Amén, Aleluya.
La Piedad

Oración

Padre, Tu quisiste que la madre de tu Hijo, llena de compasión, estuviese junto a la Cruz donde Él fue glorificado. Concede a tu Iglesia, que comparte la Pasión de Cristo, participar de su Resurrección. Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

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Rolando de Medici, Beato Ermitaño, 15 de septiembre  

Rolando de Medici, Beato

Eremita

Martirologio Romano: En Busseto, en la región de Fidenza, de la Emilia, beato Rolando de Medicis, anacoreta, que pasó una vida solitaria por los duros Alpes, viviendo en gran penitencia y conversando sólo con Dios (1386).

Etimológicamente: Aquel que viene de una tierra gloriosa, es de origen germánico,

Fecha de beatificación: Su culto fue confirmado el 25 de septiembre de 1853 por el Papa Pío IX, luego de un largo proceso iniciado en el año 1563.

 

San Rolando, fue un ermitaño, nacido dentro de la noble familia de los Medicis (Italia). Vivió toda su vida en soledad y no lo hubiéramos conocido si no fuera porque en 1386, cuando la marquesa Antonia Pallavicini, que iba un día de caza por el bosque, lo encontró ya muy anciano y con apariencia más bien cadavérica, consecuencia de tantas penitencias y austeridades en las que había vivido.

El santo le contó que había llegado al país vestido de luto, veintiséis años antes. Como la ropa se le había roto y caído a pedazos, la había reemplazado por una piel de cabra. En verano se alimentaba de hierbas y frutas, en invierno mendigaba algo para no morir de hambre. Le contó que permanecía varias horas inmóvil sobre un solo pie, con los brazos abiertos al cielo y mirando al sol, por mortificación (así se lo ve muchas veces en las imágenes que lo representan).

La marquesa, conmovida, intentó llevárselo a su castillo a lo que Rolando se negó, pero aceptó recibir atención espiritual del confesor de la marquesa. Sobre una camilla fue llevado a la iglesia más cercana, donde el sacerdote le administró los sacramentos y le atendió durante un mes. Allí, tendido sobre una estera humilde, continuó diciendo que había vivido toda su vida en silencio, oración y ayunos y que había huido de la compañía humana para no pecar (comprensible sabiendo de que familia venía). Contó que Dios le había regalado con éxtasis y visiones celestiales.

Allí murió, declarando que veía a San Miguel Arcángel, con muchos ángeles, que venía a buscarle para llevarlo al paraíso.
Era el 15 de septiembre de 1386.

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Fuente: Corazones.org
Catalina (Fieschi) de Génova, Santa Viuda, 15 de septiembre  

Catalina (Fieschi) de Génova, Santa

Esposa, Viuda, Modelo de Cristiandad y Mística

Martirologio Romano: En Génova, en la Liguria, de Italia, santa Catalina Fieschi, viuda, insigne por el desprecio de lo mundano, por sus frecuentes ayunos, amor de Dios y caridad para con los necesitados y enfermos. (1510)

Fecha de canonización: Fue Canonizada el 18 de mayo de 1737 por el Papa Benedicto XIV.

 


Santa Catalina de Génova, perteneció a la familia Fieschi, siendo la quinta hija del matrimonio de James Fieschi y Francesca di Negro de Génova. La familia era de mucha fama y fortuna durante el siglo XV, y cuenta con dos Papas: Inocencio IV y Adriano V.

Catalina fue conocida más tarde en el mundo como modelo de conducta, admirada no sólo para la Iglesia Católica sino también por otros bautizados.

Dedicó toda su vida al Señor, entregándose a El desde muy joven. De niña fue muy obediente y en sus actitudes ya sobresalían los deseos por la santidad y la penitencia. Con tan solo ocho años de edad ya mostraba una inclinación particular a la penitencia, cambiando su cama cómoda y lujosa por el duro piso, y su almohada por un áspero tronco.

Al cumplir doce años tuvo su primera visión del amor de Dios, en la cual Jesús compartió con ella algunos de los sufrimientos de su Santa Pasión. A los trece años decidió abrazar la vida religiosa en el convento de las Hermanas de Nuestra Señora de la Gracia, donde su hermana Limbania era ya una Religiosa profesa. Habló con el director de la Orden, pero no aceptaban niñas tan jóvenes en la congregación. Esto causó una fuerte herida en el corazón de Catalina, pero no perdió su fe en el Señor.

Cuando su padre murió, se pensó que era necesario mantener el mando político uniendo en matrimonio a los hijos del mismo rango. A la edad de 16 años se vio obligada a casarse en un matrimonio de conveniencia. Su esposo era totalmente opuesto a Catalina, ella piadosa y él, un hombre de mundo que no tenía compasión ni escrúpulos por nadie, ni por nada. Los primeros años de su vida matrimonial fueron muy difíciles.

Catalina, después de haber aguantado muchas infidelidades de parte de su esposo, a los cinco años de casada, se sintió abandonada de todos y en profunda desolación, incluso de Dios. Volcó su vida a la frivolidad, de fiesta en fiesta, trataba de buscar un significado a su vida. Pero esto no la llenó de paz ni de gozo, mas bien de desesperación y depresión.

Su Conversión

El 21 de marzo, de 1473, en la fiesta de San Benito, su hermana Limbania le sugirió que fuera donde un sacerdote confesor, ella consintió. Se encontró con un santo confesor por medio del cual el Señor la llenó de gran fortaleza y de Su amor incondicional; cayó en éxtasis y se sintió incapaz de confesar sus pecados. En ese momento el Señor le mostró toda su vida como pasada en una película; pudo ver la traición que ella había hecho al amor del Señor, pero al mismo tiempo pudo ver a través de las Sagradas Llagas de Jesús, la gran misericordia del Señor por ella y por todos los hombres, y el contrastante amor de Dios y el amor del mundo. Esto le hizo repudiar desde ese momento el pecado y el mundo. Ese mismo día, estando en su casa, el Señor se le apareció, todo ensangrentado, cargando la cruz, y le mostró parte de Su vida y de Su sufrimiento. Ella, llena del amor del Señor y triste por los diez años que había desperdiciado no amando al Señor, decidió limpiar su vida y así, empezar una vida nueva en El.

Luego, Nuestro Señor durante otra aparición, hizo recostar la cabeza de Catalina en Su Pecho al igual que el Apóstol San Juan, dándole la gracia de poder ver todo a través de Sus ojos y sentir a través de Su corazón traspasado.

Por medio de sus constantes oraciones, su esposo se convirtió y aceptó vivir en celibato perpetuo. Decidió entrar en la orden franciscana terciaria y se trasladaron del palacio a una casa pequeña cerca del hospital, donde servían a los enfermos, ayudándolos a morir en paz. Es allí donde su esposo muere víctima de una enfermedad contagiosa.

Catalina y la Eucaristía

El día de la fiesta de la Anunciación, después de su conversión, durante la celebración de la Santa Misa, en el momento de la Comunión, el Señor le dio un amor ardiente por la Eucaristía, y desde ese día comenzó a comulgar diariamente.

El Señor la invita a estar con El en el desierto

Rememorando los 40 días Jesús pasó en el desierto, Catalina no comía ni injería bebida alguna durante la cuaresma, alimentándose únicamente de la Eucaristía. Continuó haciendo esto todos los años durante cuaresma y adviento. Nunca manifestó debilidad ni dolor, excepto cuando por alguna razón no podía recibir la Eucaristía. El testimonio de que la Eucaristía es Fuente de Vida, se vio sobrenaturalmente manifestado en ella.

Siempre mostró gran reverencia y amor por la Eucaristía. Durante las celebración de la Santa Misa, su espíritu permanecía siempre recogido, sobre todo a la hora de recibir la Sagrada Comunión, muchas veces se le vio caer en éxtasis, y llorando rogaba a Dios perdonara sus pecados.

Ella comentaba que cuando recibía la Comunión sentía que un rayo de amor traspasaba profundamente su corazón, a semejanza de otros místicos como Santa Teresa de Avila, San Juan de la Cruz, Santa Gemma Galgani, Santa Verónica Guliani y el Padre Pío. Esto es el don de la transverberación. Su gran amor por Nuestro Señor en la Eucaristía, la hacía desearlo solamente y únicamente a El.

Sacrificio y mortificación. La Agonía y el Éxtasis

Durante los primero cuatro años, seguidos a su conversión, practicó sacrificios y penitencias para disciplinar sus sentidos, mortificando todo deseo de la carne. Se abstuvo de comer carne y todo tipo de frutas. Dormía sobre objetos puntiagudos que cortaban su piel y le ocasionaban sangramiento. Practicó una fuerte austeridad durante estos años, pero siempre tuvo el cuidado del cumplimiento diario de sus deberes. Pasaba largas horas en oración para poder llenarse del Señor y permanecer fuerte en los momentos de tentación.

Como todos los santos, dedicó su vida a amar a Dios y al servicio de los hermanos no buscando su propia comodidad y deseos.

La penitencia que Catalina practicaba era muy fuerte, tanto así que nuestro Señor en una ocasión le ordenó que cesara de practicar esas mortificaciones y penitencias tan severas, a lo que ella obedeció.

Catalina siempre buscó la vida escondida, deseando la vida íntima con el Señor, pero nunca tomó ningún don como merecido, pues sabía que por ella misma nada bueno podía hacer. En todo ello veía el gran amor de Dios, rogándole que siempre se hiciera en ella Su voluntad.

Durante una aparición el Señor le dijo: "Nunca digas yo deseo, o yo no deseo. Nunca digas mío, sino siempre nuestros. Nunca te excuses, sino que siempre estés pronta para acusarte a ti misma".

Desde 1500 hasta su muerte, en 1510, hubo muchos fenómenos extraordinarios en su vida, numerosas visiones, éxtasis durante los cuales ella expresaba en voz alta lo que veía y oía. Las personas que estaban a su lado tomaban cuidadosamente notas y compusieron obras sobre Santa Catalina de Génova. Ninguno de estos textos fue escrito directamente por la Santa, pero expresan fielmente sus experiencias y pensamiento. Entre estas obras está el Tratado del Purgatorio, escrito por Ettore Vernaza con palabras con que la Santa trataba de hacer entender la condición de las almas del Purgatorio, en base a lo que ella había aprendido en sus visiones, pero aún más en base a las experiencias de su propia vida espiritual.

Batalla ente el Amor Divino y su amor propio.

Catalina describía el amor propio como el odio propio, decía que el amor propio es el anzuelo puesto por el diablo para hacernos caer y la estrategia para traer el mal al mundo.

El alma absorbida por el amor propio se dirige a la total ruina espiritual. Sorda y ciega para la Verdad, condena su ser voluntariamente, abriéndose camino al Purgatorio o a la eterna agonía del infierno. Para ella el amor propio causa mayor muerte que la muerte de nuestro propio cuerpo, pues nos aparta del Amor Divino, de la Verdad y de la verdadera Voluntad de Dios. "La mejor manera de amar al Señor de una forma plena es olvidándose de uno mismo", insistía.

Muerte de Santa Catalina de Génova

Nueve años antes de su muerte, Catalina sufrió estuvo muy enferma. Nada quitaba sus dolores y su condición iba deteriorándose paulatinamente. Sufrió mucho a semejanza de su Divino Esposo, no había una sola parte de su cuerpo que no sufriera dolor. Su cuerpo y su espíritu estaban completamente unidos a los sufrimientos de la Pasión de Cristo, aun cuando dormía.

Durante el último año de su vida, vivió prácticamente alimentándose en una semana lo que se come regularmente en un día y, aunque físicamente estaba padeciendo terriblemente, siempre mostró una especial paz.

Catalina murió el 14 de septiembre, de 1507 , día de la Exaltación de la Cruz. Su cuerpo fue enterrado en el hospital donde sirvió por mas de 40 años. Cuando años mas tarde se abrió su tumba, sus vestidos presentaban signos de descomposición así como el ataúd, pero su cuerpo estaba intacto, igual que el día en que había sido enterrado.

Muchos milagros a partir de su muerte.

Una amiga de Catalina que estaba críticamente enferma, tuvo una visión de Catalina en el cielo, gozando de la Luz Divina. Entonces pidió a los enfermeros del hospital que la trasladaran y la colocaran cerca del cuerpo de Catalina, y que pasaran sobre la parte de su cuerpo que estaba enfermo, un pedazo de tela del vestido de Catalina, en ese instante la amiga de Catalina pidió la intercesión de la santa e inmediatamente fue sanada.

Su cuerpo permanece incorrupto en la iglesia del hospital donde sirvió tantos años. Su nombre original es la Santísima Annunziata, pero se agrega el de Santa Catalina. Originalmente era parte del hospital pero este fue destruido por la guerra mientras que la iglesia fue prodigiosamente salvada. Hoy día la iglesia es mantenida por los frailes franciscanos.

En muchos lugares se la festeja el 21 de Marzo, fecha original designada para recordarla.

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Fuente: Vatican.va
Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, Beatos Mártires, 15 de septiembre  

Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, Beatos

Indígenas Mártires

Martirologio Romano: En la localidad de Santo Domingo de Xagacia, en México, beatos Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, mártires, que, siendo catequistas, al pretender remover los ídolos para servir a Cristo, fueron apaleados cruelmente, imitando la pasión de Cristo y alcanzando el premio eterno (1700).

Fecha de beatificación: Fueron beatificados por el Papa Juan Pablo II el 1 de agosto de 2002, en ceremonia realizada en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe.

 

Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, indígenas zapotecos de la Sierra Norte de Oaxaca, nacieron en el año de 1660 en S.Francisco Cajonos. Juan Bautista se casó con Josefa de la Cruz, con quien tuvo una hija llamada Rosa. Jacinto de los Ángeles se casó con Petrona de los Ángeles, con quien tuvo dos hijos llamados Juan y Nicolasa. Los dos pertenecían a la Vicaría de S. Francisco Cajonos, atendida por los padres dominicos Gaspar de los Reyes y Alonso de Vargas.

De los dos sabemos que fueron personas íntegras en su vida personal, matrimonial y familiar, así como en el cumplimiento de sus deberes ciudadanos, de modo que desempeñaron los diversos cargos civiles acostumbrados en su pueblo y en su tiempo como topil, juez de tequio, mayor de vara, regidores, presidente, síndico y alcalde, mostrando así el aprecio por las tradiciones culturales y la responsabilidad para el cumplimiento de los deberes ciudadanos.

Igualmente, consta que los dos fueron personas bautizadas, evangelizadas y catequizadas, desempeñando también los diversos cargos a los que tenían acceso los fieles en ese tiempo como acólito, sacristanes menor y mayor, y topilillo.

Finalmente desempeñaron el cargo civil y eclesiástico de Fiscal, que los misionersos introdujeron o fomentaron entre los indígenas. Quiere el III Concilio Provincial Mexicano celebrado en 1585 "que en cada pueblo se elija a un anciano distinguido por sus irreprochables costumbres, quien al lado de los párrocos sea perpetuo censor de las costumbres públicas" (P. Antonio Gay, Historia de Oaxaca, II.V.2) "Es su oficio principal inquirir los delitos y vicios que perturban la moralidad, descubriendo al cura los amancebamientos, adulterios, divorcios indebidos, perjurios, blasfemias, infidelidades, etc." (Ibídem; Cfr. III Concilio Mexicano L I, Tít. IX, 1,23).

En la noche del 14 de septiembre de 1700, los dos Fiscales descubrieron que un buen grupo de personas del pueblo de S.Francisco Cajonos y de los pueblos vecinos estaban realizando en una casa particular un culto de religiosidad ancestral; los Fiscales avisaron a los padres dominicos; los Fiscales y los Padres acompañados del capitán Antonio Rodríguez Pinelo fueron al lugar de los hechos, sorprendieron a los autores, dispersando la reunión, recogiendo las ofrendas del culto y regresándose al convento.

Al día siguiente, el pueblo se amotinó, exigiendo la entrega de las ofrendas confiscadas y de los Fiscales. Refugiándose en el convento los Padres, los Fiscales y la Autoridad, se pasaron la tarde entre exigencias y negociaciones. Finalmente, ante las amenazas y el peligro crecientes de matar a todos e incendiar el convento, el capitán Pinelo decidió entregar a los Fiscales, bajo promesa de respetar sus vidas.

Los Padres no aceptaron la entrega. Pero los Fiscales depusieron sus armas aceptando la perspectiva de morir, se confesaron y recibieron la Comunión, diciendo Juan Bautista: "vamos a morir por la ley de Dios; como yo tengo a su Divina Majestad, no temo nada ni he de necesitar armas"; y al verse en manos de sus verdugos dijo: "aquí estoy, si me han de matar mañana, mátenme ahora". Cuando eran azotados en la picota de la plaza pública, dijeron a los Padres que observaban desde la ventana: "Padres encomiéndenos a Dios"; y cuando los verdugos se burlaban de ellos diciéndoles: "¿te supo bien el chocolate que te dieron los Padres?", ellos respondieron con el silencio.

El día 16 los verdugos condujeron a los Fiscales a S. Pedro, donde de nuevo los azotaron y los encarcelaron. Cuando los verdugos invitaban a los Fiscales a renunciar de la fe católica y les perdonarían, ellos contestaron "una vez que hemos profesado el Bautismo, continuaremos siempre a seguir la verdadera religión". Luego les llevaron bajando y subiendo por laderas, hasta el monte Xagacía antiguamente llamado "De las hojas", donde amarrados los despeñaron, casi los degollaron y los mataron a machetazos, les arrancaron los corazones y los echaron a los perros que no se los comieron. Los verdugos Nicolás Aquino y Francisco López bebieron sangre de los mártires, para recuperar ánimo y fortalecerse según costumbre de beber sangre de animales de caza, pero también como señal de odio y coraje, según un dicho ancestral que aún se escucha "me voy a tomar tu sangre". Y los sepultaron en el mismo monte, desde entonces llamado "Monte Fiscal Santos".

Algunos opinan que los Fiscales no son Mártires sino delatores de sus paisanos y traidores a su cultura; pero es claro que los Fiscales estaban designados civil y religiosamente para el ejercicio de un cargo público en el pueblo y en la comunidad religiosa. Más aún, desde el principio en el proceso civil que se llevó a cabo entre 1700-1703 y en el proceso eclesiástico hasta el día de hoy, viene la fama de martirio y de santidad, que finalmente la Iglesia reconoce con la Beatificación.

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Fuente: Misioneros de la Consolata
Pablo Manna, Beato Presbítero y Fundador, 15 de septiembre  

Pablo Manna, Beato

Martirologio Romano: En Nápoles, en Italia, beato Pablo Manna, presbítero del Pontificio Instituto para Misiones Extranjeras, que fue misionero en Birmania, pero por razón de su salud hubo de dejarlo, dedicándose a la evangelización, a la predicación de la palabra de Dios y a favorecer la unión de los cristianos (1952).

Fecha de beatificación: 4 de noviembre de 2001 por S.S. Juan Pablo II.

 

El 16 de enero de 1872, en Avellino, nace Pablo Manna, quinto hijo de Vicente y de Lorenza Ruggeri. La familia Manna pertenece a la pequeña burguesía de la Campania y cuenta entre sus miembros con empresarios, comerciantes y políticos. En 1874 fallece su madre Lorenza y Pablo es enviado a Nápoles con sus tíos. A los 10 años vuelve a Avellino y encuentra en casa una nueva madre, pues su padre Vicente había contraído nuevas nupcias. La vida del joven Pablo se desliza serena, aunque el ambiente familiar haya adquirido cierta rigidez en la educación moral y espiritual.

Acude a la escuela con diligencia y empeño y consigue buenos resultados, sobre todo en las materias literarias y en las ciencias. Le gusta pasar las vacaciones con sus tíos sacerdotes, que le reciben muy complacidos y le acompañan esmeradamente. Más tarde serán para él una referencia en su vida. En 1897 decide entrar en una joven Congregación de origen alemán y es enviado a Roma para cursar estudios filosóficos y teológicos. Cuatro años más tarde, atraído siempre por el deseo de dedicar su vida a las misiones, tras un largo y profundo discernimiento, deja la Sociedad Católica Instructiva y entra en el Instituto Misiones Extranjeras de Milán. Lleva consigo la carta de un canónigo de Avellino dirigida al Superior del Instituto misionero que dice: "...sobre todo es de excelente conducta; considero que vuestro seminario adquiere con él un tipo magnífico".

Pablo se prepara en Milán con seriedad y pasión al sacerdocio misionero, integrando el estudio de las materias teológicas con lecturas misioneras y escuchando los relatos hechos por misioneros que han vuelto. El 19 de mayo de 1894 es ordenado sacerdote en el Duomo de Milán. El Padre Pablo parte hacia Birmania (Myanmar), su campo de trabajo misionero, el 3 de octubre de 1895 y pasa allí dos años, alternando el estudio de las lenguas y de la cultura del pueblo con el trabajo apostólico. Su salud se resiente debido a la gran actividad y especialmente a la malaria que le afecta repetidamente. En pocos años debe volver a Italia tres veces, hasta que, el 4 de julio de 1907, tendrá que hacerlo para siempre. Escribía en esa ocasión: "Veo muy obscuro el futuro. Veo destruidas tantas esperanzas y planes de obras buenas, me veo a los 35 años envuelto en dificultades diversas...". No obstante, esa prematura vuelta a casa no será una derrota para el ardoroso misionero, sino que constituirá un cambio providencial.

Tras algunos meses de convalecencia, al P. Manna se le confía la redacción de la revista "Le Missioni Cattoliche". Comienza así una actividad que caracterizará su vida: la animación misionera y vocacional, realizada sobre todo a través de la prensa y posteriormente a través de la fundación de la Unión Misionera del Clero. En 1916, en efecto, juntamente con Mons. Guido María Conforti, fundador de las Misiones Javerianas y obispo de Parma, presenta al Papa Benedicto XV el proyecto de la Unión Misionera del Clero, con la intención de difundir el espíritu misionero entre los obispos, sacerdotes y personas consagradas, consiguiendo despertar el apoyo más entusiasta.

Al comienzo de los años veinte, un nuevo campo de trabajo se abre al dinámico misionero de Avellino: la apertura y la dirección en Ducenta (Campania) del Seminario Meridional para las Misiones Extranjeras. Es la realización de un sueño que había acariciado durante más de veinte años, es decir, poner en marcha una obra vocacional misionera en el Sur de Italia.

En 1924, el Instituto Misiones Extranjeras de Milán celebra su primer Capítulo General y el P. Manna es elegido Superior General. Este hecho encierra para el Instituto un significado especial porque supone el comienzo de un proceso que desembocará en el nacimiento del P.I.M.E. (Pontificio Instituto Misiones Extranjeras), uniendo los dos Seminarios misioneros de Milán y Roma. Precedentemente estaban presididos simplemente por un director que dependía en todo de Propaganda Fide.

Durante su mandato de diez años, el P. Manna contribuye a la redacción de las nuevas Constituciones, abre las puertas del Instituto a la acogida de los hermanos Laicos, aumenta el número de las casas en toda Italia para el reclutamiento y la formación de los aspirantes a las misiones. Emprende un largo y complejo viaje a todas las fundaciones misioneras fuera de Italia.

Fue durante tal viaje cuando el P. Manna maduró la idea de escribir las "Observaciones sobre el método moderno de evangelización en Asia". Una de las obras más llamativas del P. Manna como Superior General será la preparación para la fundación de las Misioneras de la Inmaculada, rama femenina de su Instituto.

Diez años después, el segundo Capítulo General elige, por insistencia suya, a un nuevo Superior, y el P. Manna, finalmente libre de esa incumbencia, puede volver a actividades más acordes con él: sigue el nacimientos del Instituto de las Misioneras de la Inmaculada, toma decididamente entre sus manos la dirección de la Unión Misionera, acompaña el crecimiento y el desarrollo de la Región Meridional del PIME, del que es elegido Superior Regional. Aunque su salud se va debilitando, el ardor misionero no decae. Continúa escribiendo y publicando, insiste para que en la Iglesia haya un creciente interés por las obras misioneras y con tal fin se dirige a los obispos y cardenales. La enfermedad mientras tanto iba minándole hasta invadirle totalmente. El P. Manna muere en Nápoles el 15 de septiembre de 1952. El 23 de junio de 1961, sus restos mortales se llevan a "su" Seminario de Ducenta. Diez años más tarde se pone en marcha el proceso de canonización.

Si usted tiene información relevante para la canonización del beato Pablo, contacte a:
Secretariato P. Pablo Manna
Seminario S. Cuore
Via Roma 165
81038 Trentola Ducenta (CE), ITALIA

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Nicetas el Godo, Santo Mártir, 15 de septiembre  

Nicetas el Godo, Santo

Mártir

Martirologio Romano: A orillas del Danubio, san Nicetas Godo, mártir, a quien el rey arriano Atanarico mandó quemar en odio a la fe católica (c. 370).

Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma, el Papa.

 

San Sabas y San Nicetas fueron los dos mártires más renombrados entre los godos. Al segundo, a quien los griegos colocan en la categoría de los "grandes mártires", se lo recuerda en la fecha de hoy.

Nicetas era un godo nacido en las riberas del Danubio y convertido a la fe en su juventud por Ulfilas un brillante misionero entre aquellas gentes y traductor de la Biblia a la lengua gótica. Fue Ulfilas quien ordenó de sacerdote a Nicetas.

Hacia el año de 372, varios cientos de godos que huían de los hunos invasores se refugiaron en Moldavia y las autoridades romanas les hicieron un mal recibimiento, los maltrataron y vejaron.

Inmediatamente, como represalia, el rey Atanarico, señor de los godos de oriente, cuyo territorio lindaba con el imperio romano en las regiones de Tracia, inició una violenta persecución contra los cristianos. Por orden del rey, un ídolo colocado sobre una carreta fue llevado a través de todas las ciudades y aldeas donde se sospechaba que había cristianos, y todo aquel que se negase a adorar al dios, quedaba automáticamente condenado a muerte.

Para matarlos en masa los perseguidores utilizaban el método de encerrar a los cristianos capturados en casas o iglesias tapiadas y prenderles fuego. En el ejército de mártires que glorificaron a Dios en aquella ocasión, figuró San Nicetas, que selló su fe y su obediencia con su sangre, se purificó de toda culpa al morir en el fuego y entró triunfante a la vida eterna. Sus reliquias fueron llevadas a Mopsuecia en Cilicia, donde tuvieron su santuario; por lo cual, el mártir visigodo fue venerado en las iglesias bizantinas y sirias.

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

 

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