JMJ
Pax
+ Lectura del santo Evangelio según san Lucas 24, 1-12
Gloria a ti, Señor.
El primer día después del sábado, muy de mañana, llegaron las   mujeres al sepulcro, llevando los perfumes que habían preparado. Encontraron que   la piedra ya había sido retirada del sepulcro y entraron, pero no hallaron el   cuerpo del Señor Jesús.
Estando ellas todas desconcertadas por esto, se les   presentaron dos varones con vestidos resplandecientes. Como ellas se llenaron de   miedo e inclinaron el rostro a tierra, los varones les dijeron: 
"¿Por qué   buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí; ha resucitado.   Recuerden que cuando estaba todavía en Galilea les dijo: "Es necesario que el   Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea crucificado y al   tercer día resucite"". 
Y ellas recordaron sus palabras.
Cuando regresaron   del sepulcro, las mujeres anunciaron todas estas cosas a los Once y a todos los   demás. Las que decían estas cosas a los apóstoles eran María Magdalena, Juana,   María (la madre de Santiago) y las demás que estaban con ellas. Pero todas estas   palabras les parecían desvaríos y no les creían.
Pedro se levantó y corrió al   sepulcro. Se asomó, pero sólo vio los lienzos y se regresó a su casa, asombrado   por lo sucedido.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor   Jesús.
Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.
El Misterio de la Misa en 2 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk
El que no valora una obra de arte es porque necesita cultura: https://www.youtube.com/watch?v=mTKKaT-KaKw
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu
El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX
Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
San Leonardo, "El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc
Audio (1/5): https://www.youtube.com/watch?v=2NjKuVnxH58
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?
Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).
Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?
Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html
Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).
† Misal
Sábado Santo. Ciclo C
Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y su muerte, y se abstiene del sacrificio de la misa, quedando el altar desnudo por ello hasta que, después de la vigilia solemne o espera nocturna de la Resurrección, se desborde la alegría pascual, cuya exuberancia inunda los cincuenta días siguientes. Hoy no puede darse la sagrada comunión más que como viático.
- Según una tradición muy antigua, ésta es noche de vigilia ante el Señor (Ex 12,42), de tal modo que, teniendo presente la exhortación evangélica (Lc 12, 35 ss), las velas estén encendidas en las manos de los fieles, para que se asemejen a quienes esperan el regreso del Señor, y así, cuando venga, los encuentre vigilantes y los haga sentar a su mesa.
 - La Vigilia se desarrolla de la siguiente manera: después del breve lucernario (primera parte de la Vigilia), la santa Iglesia medita los portentos que obró desde el principio el Señor Dios con su pueblo, que confiaba en su Palabra y en su promesa (segunda parte o liturgia de la palabra); luego, al acercarse el día de la resurrección, junto con los nuevos hijos nacidos por el bautismo (tercera parte), es invitada a la mesa que el Señor ha preparado para su pueblo por medio de su muerte y resurrección (cuarta parte).
 - Toda la celebración de la Vigilia Pascual se desarrolla durante la noche, de modo que no debe comenzar antes del principio de la noche, ni terminar antes del alba del domingo.
 - La misa de la noche, aunque se celebre antes de la media noche, es la misa pascual del Domingo de Resurrección. Los fieles que participan en la misa de Vigilia, pueden comulgar también en la misa diurna de Pascua.
 - El que celebra o concelebra la misa de Vigilia, puede también celebrar o concelebrar la misa diurna de Pascua.
 - El celebrante y los ministros se revisten con los ornamentos blancos de la misa.
 
Prepárense velas para todos los que participan en la Vigilia.
Primera parte
Bendición del fuego y preparación del cirio
- Se apagan las luces de la iglesia. En un lugar adecuado fuera de la iglesia, se enciende el fuego. Allí se congrega el pueblo y allí va el celebrante con los ministros, uno de los cuales lleva el cirio. Cuando no se puede encender el fuego fuera de la iglesia, el rito se acomoda a las circunstancias.
 - El celebrante saluda, como de costumbre, al pueblo congregado y le hace una breve exhortación, con estas palabras u otras semejantes:
 
Hermanos: en esta noche santa, en que nuestro Señor Jesucristo pasó de la muerte a la vida, la Iglesia invita a todos sus hijos, diseminados por el mundo, a que se reúnan para velar en oración. Si conmemoramos así la Pascua del Señor, escuchando su palabra y participando en sus sacramentos, podremos esperar tener parte en su triunfo sobre la muerte y vivir con él siempre en Dios.
- Seguidamente se bendice el fuego.
 
Oremos: 
Dios nuestro, que por medio de tu Hijo has comunicado   el fuego de tu luz: bendice † este fuego, y concédenos que la celebración de   estas fiestas pascuales encienda en nosotros el deseo del cielo, para que   podamos llegar con el espíritu renovado a la fiesta de la eterna luz.
Por   Jesucristo, nuestro Señor. 
Amén.
Del fuego nuevo se enciende el cirio pascual.
- Bendecido el nuevo fuego, un acólito o uno de los ministros     lleva el cirio pascual ante el celebrante, que con un punzón graba la cruz en     el mismo cirio. Después hace sobre él la letra griega alfa, y debajo la letra     omega, y entre los brazos de la cruz los números que expresan el año en curso,     mientras dice:       
- Cristo ayer y hoy. (Traza la línea vertical.)
 - Principio y fin. (Traza la línea horizontal.)
 - Alfa. (Traza la letra alfa arriba de la línea vertical.)
 - Y omega. (Traza la letra omega debajo de la línea vertical.)
 - Suyo es el tiempo. (Traza el primer número del año en curso en el ángulo superior izquierdo de la cruz.)
 - Y la eternidad. (Traza el segundo número del año en el ángulo superior derecho.)
 - A él la gloria y el poder. (Traza el tercer número del año en el ángulo inferior izquierdo.)
 - Por los siglos de los siglos.
Amén. (Traza el cuarto número del año en el ángulo inferior derecho.) 
 - Después de haber trazado la cruz y los otros signos, el celebrante incrusta en el cirio cinco granos de incienso, en forma de cruz, mientras dice:
 
- Por sus llagas
 
- santas y gloriosas
 - nos proteja
 - y nos guarde
 - Jesucristo nuestro Señor. Amén.
 - El celebrante enciende el cirio pascual con el fuego nuevo, diciendo:
 
La luz de Cristo, que resucita glorioso, disipe las tinieblas del corazón y del espíritu.
- Cuando por dificultades no puede encenderse una hoguera, la bendición del fuego se acomoda a las circunstancias.
 
Procesión
- Seguidamente el diácono o -en su defecto- el celebrante toma el cirio pascual y, teniéndolo elevado, canta él solo:
 
Luz de Cristo.
Y todos responden:
Demos gracias a Dios.
- Después todos entran en la iglesia, precediéndoles el diácono o el celebrante con el cirio pascual. Si se emplea el incienso, entonces el turiferario va antes. A la puerta de la iglesia, el diácono o el celebrante, de pie y elevando el cirio, canta de nuevo:
 
Luz de Cristo.
Y todos responden:
Demos gracias a Dios.
Y encienden sus velas de la llama del cirio pascual, y avanzan. El diácono o el celebrante, cuando hubiese llegado ante el altar, de pie y vuelto al pueblo, canta por tercera vez:
Luz de Cristo.
Y todos responden:
Demos gracias a Dios.
Y se encienden las luces de la iglesia.
- Cuando el celebrante ha llegado al altar, va a su sede. El diácono o él mismo pone el cirio pascual sobre el candelabro colocado en medio del presbiterio o junto al ambón; seguidamente, una vez puesto el incienso -si se trata del diácono- pide y recibe la bendición del celebrante, que dice en voz baja:
 
El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que puedas   anunciar dignamente su pregón pascual, en el nombre del Padre y del Hijo † y del   Espíritu Santo.
Amén.
Esta bendición se omite, si el pregón pascual es anunciado por alguien que no sea diácono.
- El diácono o el celebrante, una vez incensados el libro y el cirio, anuncia el pregón pascual en el ambón, estando todos de pie y con las velas encendidas en las manos.
 
18. Pregón Pascual
Alégrense por fin los coros de los ángeles, alégrense las   jerarquías del cielo, y, por la victoria de Rey tan poderoso, que las trompetas   anuncien la salvación.
Goce también la tierra, inundada de tanta claridad, y   que, radiante con el fulgor del Rey eterno, se sienta libre de la tiniebla que   cubría el orbe entero.
Alégrese también nuestra madre la Iglesia, revestida   de luz tan brillante; resuene este templo con las aclamaciones del   pueblo.
Por eso, queridos hermanos, que asisten a la admirable claridad de   esta luz santa, invoquen conmigo la misericordia de Dios omnipotente, para que   Aquél que, sin mérito mío, me agregó al número de sus sacerdotes, infundiendo el   resplandor de su luz, me ayude a cantar las alabanzas de este   cirio.
Prefacio
Las fiestas pascuales
El Señor esté con ustedes.
Y con tu   espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el   Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y   necesario.
En   verdad es justo y necesario, aclamar con nuestras voces y con todo el afecto del   corazón a Dios invisible, el Padre todopoderoso, y a su único Hijo, nuestro   Señor Jesucristo.
Porque él ha pagado por nosotros al eterno Padre la deuda   de Adán y, derramando su sangre, canceló la condena del antiguo pecado.   
Porque éstas son las fiestas de Pascua, en las que se inmola el verdadero   Cordero, cuya sangre consagra las puertas de los fieles.
Esta es la noche en   que sacaste de Egipto a los israelitas, nuestros padres, y los hiciste pasar a   pie el mar Rojo. 
Esta es la noche en que la columna de fuego esclareció en   las tinieblas del pecado. 
Esta es la noche en la que, los que creen en   Cristo por toda la tierra, son arrancados de los vicios del mundo y de la   oscuridad del pecado, son restituidos a la gracia y son agregados a los   santos.
Esta es la noche en que, rotas las cadenas de la muerte, Cristo   asciende victorioso del abismo.
¿De que nos serviría haber nacido si no   hubiéramos sido rescatados? ¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros!   
¡Qué incomparable ternura y caridad! ¡Para rescatar al esclavo, entregaste   al Hijo!
Necesario fue el pecado de Adán, que ha sido borrado por la muerte   de Cristo. ¡Feliz la culpa que mereció tal redentor!
¡Qué noche tan dichosa!   Sólo ella conoció el momento que Cristo resucitó de entre los muertos.
Esta   es la noche de la que estaba escrito: "Será la noche clara como el día, la noche   iluminada por mi gozo". Y así, esta noche santa ahuyenta los pecados, lava las   culpas, devuelve la inocencia a los caídos, expulsa el odio, trae la concordia,   doblega a los poderosos.
En esta noche de gracia, acepta, Padre santo, este   sacrificio vespertino de alabanza, que la santa Iglesia te ofrece en la solemne   ofrenda de este cirio, hecho con cera de abejas. 
Sabemos ya lo que anuncia   esta columna de fuego, ardiendo en llama viva para la gloria de Dios. Y aunque   distribuye su luz, no mengua al repartirla, porque se alimenta de esta cera   fundida que elaboró la abeja fecunda para hacer esta lámpara preciosa. ¡Qué   noche tan dichosa en que se une el cielo con la tierra, lo humano con lo divino!   
Te rogamos, Señor, que este cirio, consagrado a tu nombre, para destruir la   oscuridad de esta noche y, aceptado como perfume, se asocie a las lumbreras del   cielo.
Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo, ese lucero que no conoce   ocaso y es Jesucristo, tu Hijo resucitado, que, al salir del sepulcro, brilla   sereno para el linaje humano, y vive y reina glorioso por los siglos de los   siglos.
Amén.
Segunda Parte
- En esta vigilia, "Madre de todas las vigilias", se proponen nueve lecturas: siete del Antiguo Testamento y dos del Nuevo (epístola y evangelio).
 - Por causas pastorales puede reducirse el número de lecturas del     Antiguo Testamento. Pero siempre téngase en cuenta que la lectura de la     Palabra es uno de los elementos fundamentales de esta Vigilia Pascual.
Se leen, por lo menos, tres lecturas del Antiguo Testamento, que en casos muy especiales pueden reducirse a dos. Nunca puede omitirse el relato del capítulo 14 del Exodo (lectura tercera). - Apagadas las velas, todos se sientan. Antes de comenzar las lecturas, el celebrante exhorta al pueblo con estas palabras:
 
Hermanos: Con el pregón solemne de la Pascua, hemos entrado ya en   la noche santa de la resurrección del Señor. Escuchemos, en silencio meditativo,   la palabra de Dios. Recordemos las maravillas que Dios ha realizado para salvar   al primer Israel, y cómo en el avance continuo de la historia de la salvación,   al llegar los últimos tiempos, envió al mundo a su Hijo, para que, con su muerte   y resurrección, salvara a todos los humanos. 
Mientras contemplamos la gran   trayectoria de esta historia santa, oremos intensamente, para que el designio de   salvación universal, que Dios inició con Israel, llegue a su plenitud y alcance   a toda la humanidad por el misterio de la resurrección de   Jesucristo.
- Después siguen las lecturas. El lector se dirige al ambón y lee la primera. Seguidamente el cantor dice el salmo, proclamando el pueblo la respuesta. Acabado el salmo, todos se levantan y el celebrante dice: "Oremos", y, después que todos han orado en silencio durante algún tiempo, dice la oración.
 
Vio Dios todo lo que había hecho y lo encontró muy bueno
Lectura del libro del Génesis 1, 1-31; 2, 1-2
En el principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era   soledad y caos; y las tinieblas cubrían la faz del abismo. El espíritu de Dios   se movía sobre la superficie de las aguas.
Dijo Dios:
"Que exista la   luz".
Y la luz existió. Vio Dios que la luz era buena, y separó la luz de las   tinieblas. Llamó a la luz "día" y a las tinieblas "noche". Fue la tarde y la   mañana del primer día.
Dijo Dios:
"Que haya una bóveda entre las aguas,   que separe unas aguas de otras".
E hizo Dios una bóveda y separó con ellas   las aguas de arriba, de las aguas de abajo. Y así fue. Llamó Dios a la bóveda   "cielo". Fue la tarde y la mañana del segundo día.
Dijo Dios:
"Que se   junten las aguas de debajo del cielo en un solo lugar y que aparezca el suelo   seco".
Y así fue. Llamó Dios "tierra" al suelo seco y "mar" a la masa de las   aguas. Y vio Dios que era bueno.
Dijo Dios:
"Verdee la tierra con plantas   que den semilla y árboles que den fruto y semilla, según su especie, sobre la   tierra".
Y así fue. Brotó de la tierra hierba verde que producía semilla,   según su especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla, según su   especie. Y vio Dios que era bueno. Fue la tarde y la mañana del tercer   día.
Dijo Dios:
"Que haya lumbreras en la bóveda del cielo, que separen el   día de la noche, señalen las estaciones, los días y los años, y luzcan en la   bóveda del cielo para iluminar la tierra".
Y así fue. Hizo Dios las dos   grandes lumbreras: la lumbrera mayor para regir el día y la menor, para regir la   noche; y también hizo las estrellas. Dios puso las lumbreras en la bóveda del   cielo para iluminar la tierra, para regir el día y la noche, y separar la luz de   las tinieblas. Y vio Dios que era bueno. Fue la tarde y la mañana del cuarto   día.
Dijo Dios:
"Agítense las aguas con un hervidero de seres vivientes y   revoloteen sobre la tierra las aves, bajo la bóveda del cielo".
Creó Dios los   grandes animales marinos y los vivientes que en el agua se deslizan y la   pueblan, según su especie. Creo también el mundo de las aves, según sus   especies. Vio Dios que era bueno y los bendijo, diciendo:
"Sean fecundos y   multiplíquense; llenen las aguas del mar; que las aves se multipliquen en la   tierra".
Fue la tarde y la mañana del quinto día.
Dijo Dios:
"Produzca   la tierra vivientes, según sus especies".
Y así fue. Hizo Dios las fieras,   los animales domésticos y los reptiles, cada uno según su especie. Y vio Dios   que era bueno.
Dijo Dios:
"Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza;   que domine a los peces del mar, a las aves del cielo, a los animales domésticos   y a todo animal que se arrastra sobre la tierra".
Y creó Dios al hombre a su   imagen: a imagen suya lo creó; hombre y mujer los creó.
Y los bendijo Dios y   les dijo:
"Sean fecundos y multiplíquense, llenen la tierra y sométanla;   dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos ser viviente que se   mueve sobre la tierra".
Y dijo Dios:
"He aquí que les entrego todas las   plantas de semilla que hay sobre la faz de la tierra, y todos los árboles que   producen frutos y semilla, para que les sirvan de alimento. Y a todas las fieras   de la tierra, a todos las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra, a   todos los seres que respiran, también les doy por alimento las verdes   plantas".
Y así fue. Vio Dios todo lo que había hecho y lo encontró muy   bueno. Fue la tarde y la mañana del sexto día.
Así quedaron concluidos el   cielo y la tierra con todos sus ornamentos, y terminada su obra, descansó Dios   el séptimo día de todo cuanto había hecho.
Palabra de Dios.
Te   alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Del Salmo 103
Bendice al Señor, alma mía.
Bendice al Señor, alma mía; Señor y Dios mío, inmensa es tu   grandeza. Te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un   manto.
Bendice al Señor, alma mía.
Sobre bases inconmovibles asentaste la tierra para siempre. Con un   vestido de mares la cubriste y las aguas en las montañas   concentraste.
Bendice al Señor, alma mía.
En los valles haces brotar las fuentes, que van corriendo entre   montañas; junto a ellas vienen a vivir las aves, y entre las ramas   cantan.
Bendice al Señor, alma mía.
Desde tu cielo riegas los montes y sacias la tierra del fruto de   tus manos; haces brotar hierba para los ganados y pasto para los que sirven al   hombre.
Bendice al Señor, alma mía.
¡Qué numerosas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con   maestría!; la tierra está llena de tus criaturas. Bendice al Señor, alma   mía.
Bendice al Señor, alma mía.
23. Oración
Oremos: 
Dios todopoderoso y eterno, admirable siempre en tus   obras; que tus redimidos comprendan cómo la creación del mundo en el comienzo de   los siglos no fue obra de mayor grandeza que el sacrificio pascual de Cristo en   la plenitud de los tiempos.
Por Jesucristo, nuestro   Señor.
Amén.
El sacrificio de nuestro patriarca Abrahán
Lectura del libro del Génesis 22, 1-2.9a.-13.15-18
En aquel tiempo, Dios le puso una prueba a Abrahán y le   dijo:
"¡Abrahán, Abrahán!"
El respondió:
"Aquí estoy".
Y Dios le   dijo:
"Toma a tu hijo único, Isaac, a quien tanto amas; vete a la región de   Moria y ofrécemelo en sacrificio, en el monte que yo te indicaré".
Abrahán   madrugó, aparejó su burro, tomó consigo a dos de sus criados y a su hijo Isaac;   cortó leña para el sacrificio y se encaminó al lugar que Dios le había indicado.   Al tercer día divisó a lo lejos el lugar. Les dijo entonces a sus   criados:
"Quédense aquí con el burro; yo iré con el muchacho hasta allá, para   adorar a Dios y después regresaremos".
Abrahán tomó la leña para el   sacrificio, se la cargó a su hijo Isaac y tomó en su mano el fuego y el   cuchillo. Los dos caminaban juntos. Isaac dijo a su padre   Abrahán:
"¡Padre!"
El respondió:
"¿Qué quieres, hijo?"
El muchacho   contestó:
"Ya tenemos fuego y leña, ¿pero dónde está el cordero para el   sacrificio?"
Abrahán le contestó:
"Dios nos dará el cordero para el   sacrificio, hijo mío".
Y siguieron caminando juntos. Cuando llegaron al sitio   que Dios le había señalado, Abrahán levantó un altar y acomodó la leña. Luego   ató a su hijo Isaac, lo puso sobre el altar, encima de la leña, y tomó el   cuchillo para degollarlo. Pero el ángel del Señor lo llamó desde el cielo y le   dijo:
"¡Abrahán, Abrahán!"
El contestó:
"Aquí estoy".
El ángel le   dijo: 
"No descargues la mano contra tu hijo, ni le hagas daño. Ya veo que   temes a Dios, porque no le has negado a tu hijo único".
Abrahán levantó los   ojos y vio un carnero, enredado por los cuernos en la maleza. Atrapó el carnero   y lo ofreció en sacrificio, en lugar de su hijo. Abrahán puso por nombre a aquel   sitio "el Señor provee", por lo que aun el día de hoy se dice: "el monte donde   el Señor provee". El ángel del Señor volvió a llamar a Abrahán desde el cielo y   le dijo:
"Juro por mí mismo, dice el Señor, que por haber hecho esto y no   haberme negado a tu hijo único, yo te bendeciré y multiplicaré tu descendencia   como las estrellas del cielo y las arenas del mar. Tus descendientes   conquistarán las ciudades enemigas. En tu descendencia serán bendecidos todos   los pueblos de la tierra, porque obedeciste a mis palabras".
Palabra de   Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 15
Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti.
El Señor es la parte que me ha tocado en herencia: mi vida está en   sus manos. Tengo siempre presente al Señor y con él a mi lado, jamás tropezaré.   
Protégeme, Dios mío, porque me refugio en   ti.
Por eso se me alegran el corazón y el alma y mi cuerpo vivirá   tranquilo, porque tú no me abandonarás a la muerte, ni dejarás que sufra yo la   corrupción. 
Protégeme, Dios mío, porque me refugio en   ti.
Enséñame el camino de la vida, sáciame de gozo en tu presencia y   de alegría perpetua junto a ti. 
Protégeme, Dios mío, porque me refugio en   ti.
24. Oración
Oremos:
¡Oh Dios, Padre supremo de los creyentes!, que   multiplicas sobre la tierra los hijos de tu promesa con la gracia de la adopción   y, por el misterio pascual, hiciste de tu siervo Abrahán el padre de todas las   naciones, como lo habías prometido: concede a tu pueblo responder dignamente a   la gracia de tu llamada.
Por Jesucristo, nuestro   Señor.
Amén.
Tercera Lectura
Entraron en el mar sin mojarse
Lectura del libro del Exodo 14, 15-31; 15, 1a
En aquellos días, dijo el Señor a Moisés: 
"¿Por qué sigues   clamando a mí? Diles a los israelitas que se pongan en marcha. Y tú alza tu   bastón, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los israelitas entren   en el mar sin mojarse. Yo voy a endurecer el corazón de los egipcios para que   los persigan, y me cubriré de gloria a expensas del faraón y de sus carros y de   su caballería. Sabrán los egipcios que yo soy el Señor, cuando me haya cubierto   de gloria a expensas del faraón, de sus carros y de su caballería".
El ángel   del Señor, que iba al frente de las huestes de Israel, se colocó tras ellas,   también la columna de nube de delante se desplazó de allí y se puso a sus   espaldas, colocándose entre el campamento de los israelitas y el campamento de   los egipcios. La nube era tinieblas para unos y claridad para otros, y así los   ejércitos no trabaron contacto durante toda la noche.
Moisés extendió su mano   sobre el mar, y el Señor hizo soplar durante toda la noche un fuerte viento del   este, que secó el mar y se dividieron las aguas. Los israelitas entraron en   medio mar como en tierra seca, mientras que las aguas formaban una muralla a su   derecha e izquierda. Los egipcios se lanzaron en su persecución, entrando tras   ellos toda la caballería del faraón, sus carros y sus soldados. 
Hacia el   amanecer, el Señor miró desde la columna de fuego y humo al ejército de los   egipcios y sembró entre ellos el pánico. Trabó las ruedas de sus carros, que   apenas podían avanzar. Dijeron entonces los egipcios: 
"Huyamos de Israel,   porque el Señor lucha en su favor contra Egipto".
Entonces el Señor dijo a   Moisés: 
"Extiende tu mano sobre el mar, y vuelvan las aguas sobre los   egipcios, sus carros y sus jinetes". 
Y extendió Moisés su mano sobre el mar;   y al amanecer las aguas volvieron a su sitio. Al huir los egipcios se   encontraron con ellas, y el Señor los derribó en medio del mar. Y volvieron las   aguas y cubrieron los carros, los jinetes y todo el ejército del faraón que se   había metido en el mar para perseguir a Israel. Ni uno solo se salvó. 
Pero   los hijos de Israel caminaban por lo seco en medio del mar; las aguas les hacían   muralla a derecha e izquierda. Aquel día salvó el Señor a Israel de las manos de   Egipto. Israel vio a los egipcios muertos, en la orilla del mar. Israel vio la   mano fuerte del Señor y creyó en el Señor y en Moisés, su siervo. 
Entonces   Moisés y los hijos de Israel cantaron un cántico al Señor.
Palabra de Dios.   
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Exodo 15
Alabemos al Señor por su victoria.
Cantemos al Señor, sublime es su victoria: caballos y jinetes   arrojó en el mar. Mi fortaleza y mi canto es el Señor, él es mi salvación, él es   mi Dios, yo lo alabaré; es el Dios de mis padres, yo le cantaré. 
Alabemos   al Señor por su victoria.
El Señor es un guerrero, su nombre es el Señor. Precipitó en el   mar los carros del faraón y a sus guerreros; ahogó en el mar Rojo a sus mejores   capitanes. 
Alabemos al Señor por su   victoria.
El mar cayó sobre ellos; en las temibles aguas como plomo se   hundieron. Extendiste tu diestra, Señor, y se los tragó la tierra.   
Alabemos al Señor por su victoria.
Tú llevas a tu pueblo para plantarlo en el monte que le diste en   herencia, en el lugar que convertiste en tu morada, en el santuario que   construyeron tus manos. Tú, Señor, reinarás para siempre. 
Alabemos al   Señor por su victoria.
25. Oración
Oremos:
Tus antiguos prodigios se renuevan, Señor, también en   nuestros tiempos, pues lo que tu poder hizo con las aguas para librar un solo   pueblo de la esclavitud del faraón, lo repites ahora por medio del agua del   bautismo, para salvar a todas las naciones. Concede a los humanos del mundo   entero contarse entre los hijos de Abrahán y participar de la dignidad del   pueblo elegido.
Por Jesucristo, nuestro Señor.   
Amén.
Cuarta Lectura
Con amor eterno se ha apiadado de ti tu redentor
Lectura del libro del profeta Isaías 54, 5-14
"El que te creó, te tomará por esposa; su nombre es "Señor de los   ejércitos". Tu redentor es el Santo de Israel; será llamado "Dios de toda la   tierra". Como a una mujer abandonada y abatida te vuelve a llamar el Señor.   ¿Acaso repudia uno a la esposa de la juventud?, dice tu Dios.
Por un instante   te abandoné, pero con inmensa misericordia te volveré a tomar. En un arrebato de   ira te oculté un instante mi rostro, pero con amor eterno me he apiadado de ti,   dice el Señor, tu redentor.
Me pasa ahora como en los días de Noé: entonces   juré que las aguas del diluvio no volverían a cubrir la tierra; ahora juro no   enojarme ya contra ti ni volver a amenazarte. Podrán desaparecer los montes y   hundirse las colinas, pero mi amor por ti no desaparecerá y mi alianza de paz   quedará firme para siempre. Lo dice el Señor, el que se apiada de ti.
Tú, la   afligida, la zarandeada por la tempestad, la no consolada: He aquí que yo mismo   coloco tus piedras sobre piedras finas, tus cimientos sobre zafiros; te pondré   almenas de rubí y puertas de esmeralda y murallas de piedras preciosas.
Todos   tus hijos serán discípulos del Señor, y será grande su prosperidad. Serás   consolidada en la justicia. Destierra la angustia, pues ya nada tienes que   temer; olvida tu miedo, porque ya no se acercará a ti".
Palabra de   Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Del salmo 29
Te alabaré, Señor eternamente.
Te alabaré, Señor, pues no dejaste que se rieran de mí mis   enemigos. Tú, Señor, me salvaste de la muerte y a punto de morir, me   reviviste.
Te alabaré, Señor eternamente.
Alaben al Señor quienes lo aman, den gracias a su nombre, porque   su ira dura un solo instante y su bondad, toda la vida. El llanto nos visita por   la tarde; por la mañana, el júbilo. 
Te alabaré, Señor   eternamente.
Escúchame, Señor, y compadécete; Señor, ven en mi ayuda.   Convertiste mi duelo en alegría, te alabaré por eso eternamente. 
Te   alabaré, Señor eternamente.
26. Oración
Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, multiplica, fiel a tu   palabra, la descendencia que aseguraste a la fe de nuestros padres, y aumenta   con tu adopción los hijos de la promesa, para que tu Iglesia vea en qué medida   se ha cumplido ya cuanto los patriarcas creyeron y esperaron. 
Por   Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
Quinta Lectura
Vengan a mí y vivirán. Sellaré con ustedes una alianza perpetua
Lectura del libro del profeta Isaías 55, 1-11
Esto dice el Señor: 
"Todos ustedes, los que tienen sed, vengan   por agua; y los que no tienen dinero, vengan, tomen trigo y coman; tomen vino y   leche sin pagar. ¿Por qué gastar el dinero en lo que no es pan y el salario, en   lo que no alimenta?
Escúchenme atentos y comerán bien, saborearán platillos   sustanciosos. Préstenme atención, vengan a mí, escúchenme y vivirán.
Sellaré   con ustedes una alianza perpetua, cumpliré las promesas que hice a David. Como a   él lo puse por testigo ante los pueblos, como príncipe y soberano de las   naciones, así tú reunirás a un pueblo desconocido, y las naciones que no te   conocían acudirán a ti, por amor del Señor, tu Dios, por el Santo de Israel, que   te ha honrado.
Busquen al Señor mientras lo pueden encontrar, invóquenlo   mientras está cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal, sus   planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad; a nuestro Dios, que es rico en   perdón.
Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, sus caminos no   son mis caminos. Porque así como aventajan los cielos a la tierra, así aventajan   mis caminos a los de ustedes y mis pensamientos a sus pensamientos.
Como   bajan del cielo la lluvia y la nieve y no vuelven allá, sino después de empapar   la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, a fin de que dé semilla para   sembrar y pan para comer, así será la palabra que sale de mi boca: no volverá a   mí sin resultado, sino que hará mi voluntad y cumplirá su misión". 
Palabra   de Dios.
Te alabamos Señor.
Salmo Responsorial
Isaías 12
El Señor es mi Dios y salvador.
El Señor es mi Dios y salvador: con él estoy seguro y nada temo.   El Señor es mi protección y mi fuerza, y ha sido mi salvación. Sacarán agua con   gozo de la fuente de salvación. 
El Señor es mi Dios y   salvador.
Den gracias al Señor, invoquen su nombre, cuenten a los pueblos   sus hazañas, proclamen que su nombre es sublime. 
El Señor es mi Dios y   salvador.
Alaben al Señor por sus proezas, anúncienlas a toda la tierra.   Griten jubilosos, habitantes de Sión, porque el Dios de Israel ha sido grande   con ustedes. 
El Señor es mi Dios y salvador.
27. Oración
Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, esperanza única del mundo   que anunciaste por la voz de tus profetas los misterios de los tiempos   presentes: atiende los deseos de tu pueblo, porque ninguno de tus fieles puede   progresar en la virtud sin la inspiración de tu gracia.
Por Jesucristo,   nuestro Señor.
Amén.
Sexta Lectura
Sigue el camino que te conduce a la luz del Señor
Lectura del libro del profeta Baruc 3, 9-5, 32-38; 4, 1-4
Escucha, Israel, los mandatos de vida, presta oído para que   adquieras prudencia. ¿A qué se debe, Israel, que estés aún en país enemigo, que   envejezcas en tierra extranjera, que te hayas contaminado por el trato con los   muertos, que te veas contado entre los que descienden al abismo? 
Es que   abandonaste la fuente de la sabiduría. Si hubieras seguido los senderos de Dios,   habitarías en paz eternamente.
Aprende dónde están la prudencia, la   inteligencia y la energía, así aprenderás dónde se encuentra el secreto de vivir   larga vida y dónde la luz de los ojos y la paz. ¿Quién es el que halló el lugar   de la sabiduría y tuvo acceso a sus tesoros? El que todo lo sabe, la conoce; con   su inteligencia la ha escudriñado. El que cimentó la tierra para todos los   tiempos, y la pobló de animales cuadrúpedos; el que envía la luz, y ella va, la   llama, y temblorosa le obedece; llama a los astros, que brillan jubilosos en sus   puestos de guardia, y ellos le responden: "Aquí estamos", y refulgen gozosos   para aquel que los hizo. El es nuestro Dios y no hay otro como él; él ha   escudriñado los caminos de la sabiduría y se la dio a su hijo Jacob, a Israel,   su predilecto. Después de esto, ella apareció en el mundo y convivió con los   hombres.
La sabiduría es el libro de los mandatos de Dios, la ley de validez   eterna; los que la guardan, vivirán, los que la abandonan, morirán. 
Vuélvete   a ella, Jacob, y abrázala; camina hacia la claridad de su luz; no entregues a   otros tu gloria, ni tu dignidad a un pueblo extranjero. Bienaventurados   nosotros, Israel, porque lo que agrada al Señor nos ha sido revelado.   
Palabra de Dios.
Te alabamos Señor.
Salmo Responsorial
Del Salmo 18
Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto   del Señor es fiel e instruye al ignorante.
Señor, tú tienes palabras de   vida eterna.
Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma   del Señor es límpida y da luz a los ojos.
Señor, tú tienes palabras de   vida eterna.
La voluntad del Señor es pura y eternamente estable; los   mandamientos del Señor son verdaderos y eternamente justos.
Señor, tú   tienes palabras de vida eterna.
Más precioso que el oro, más que el oro fino; más dulce que la   miel de un panal que destila. 
Señor, tú tienes palabras de vida   eterna.
28. Oración
Oremos:
¡Oh Dios!, que sin cesar haces crecer a tu Iglesia   agregando a ella nuevos hijos: defiende con tu constante protección a cuantos   purificas en el agua del bautismo.
Por Jesucristo, nuestro   Señor.
Amén.
Séptima Lectura
Los rociaré con agua pura y les daré un corazón nuevo
Lectura del libro del profeta Ezequiel 36, 16-28
En aquel tiempo, me fue dirigida la palabra del Señor en estos   términos:
"Hijo de hombre, cuando los de la casa de Israel habitaban en su   tierra, la mancharon con su conducta y sus obras; como inmundicia fue su   proceder ante mis ojos. Entonces descargué mi furor contra ellos, por la sangre   que habían derramado en el país y por haberlo profanado con sus idolatrías. Los   dispersé entre las naciones y anduvieron errantes por todas las tierras. Los   juzgé según su conducta, según sus acciones los sentencié. Y en las naciones a   las que se fueron, desacreditaron mi santo nombre, haciendo que de ellos se   dijera: "Este es el pueblo del Señor, y ha tenido que salir de su   tierra".
Pero, por mi santo nombre, que la casa de Israel profanó entre las   naciones a donde llegó, me he compadecido. Por eso, dile a la casa de Israel:   
"Esto dice el Señor: no lo hago por ustedes, casa de Israel. Yo mismo   mostraré la santidad de mi nombre excelso, que ustedes profanaron entre las   naciones. Entonces ellas reconocerán que yo soy el Señor, cuando, por medio de   ustedes les haga ver mi santidad.
Los sacaré a ustedes de entre las naciones,   los reuniré de todos los países y los llevaré a su tierra. Los rociaré con agua   pura y quedarán purificados; los purificaré de todas sus inmundicias e   idolatrías.
Les daré un corazón nuevo y les infundiré un espíritu nuevo;   arrancaré de ustedes el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Les   infundiré mi espíritu y los haré vivir según mis preceptos y guardar y cumplir   mis mandamientos. Habitarán en la tierra que di a sus padres; ustedes serán mi   pueblo y yo seré su Dios"".
Palabra de Dios.
Te alabamos,   Señor
Salmo Responsorial
De los salmos 41 y 42
Estoy sediento del Dios que da la vida.
Como el venado busca el agua de los ríos, así cansada, mi alma te   busca a ti, Dios mío.
Estoy sediento del Dios que da la   vida.
Del Dios que da la vida está mi ser sediento. ¿Cuándo será posible   ver de nuevo su templo?
Estoy sediento del Dios que da la   vida.
Recuerdo cuando íbamos a casa del Señor, cantando, jubilosos,   alabanzas a Dios.
Estoy sediento del Dios que da la   vida.
Envíame, Señor, tu luz y tu verdad; que ellas se conviertan en mi   guía y hasta tu monte santo me conduzcan, allí donde tú habitas.
Estoy   sediento del Dios que da la vida.
Al altar del Señor me acercaré, al Dios que es mi alegría, y a mi   Dios, el Señor, le daré gracias al compás de la cítara. 
Estoy sediento   del Dios que da la vida.
29. Oración
Oremos:
Señor,   Dios todopoderoso, poder inmutable y luz sin ocaso, prosigue bondadoso a través   de tu Iglesia, sacramento de salvación, la obra que tu amor dispuso desde la   eternidad; que todo el mundo vea y reconozca que los caídos se levantan, que se   renueva lo que había envejecido y que todo se integra en Aquél que es el   principio de todo, Jesucristo, nuestro Señor. Que vive y reina contigo por los   siglos de los siglos.
Amén.
- Después de la última lectura del Antiguo Testamento, de su salmo y oración, se encienden las velas del altar, el celebrante entona solemnemente el "Gloria", que todos prosiguen, mientras tocan las campanas de acuerdo con las costumbres de cada lugar.
 - Acabado el "Gloria", el celebrante dice la Oración-colecta, como de ordinario.
 
Oremos: 
Dios nuestro, que haces resplandecer esta noche santa   con la gloria del Señor resucitado, aviva en tu Iglesia el espíritu filial para   que, renovados en cuerpo y alma, nos entreguemos plenamente a tu servicio.   
Por nuestro Señor   Jesucristo.
Amén.
- Seguidamente el subdiácono o un lector lee la epístola de san Pablo.
 
Epístola
Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya nunca morirá
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 6,3-11
Hermanos: Todos los que hemos sido incorporados a Cristo Jesús por   medio del bautismo, hemos sido incorporados a su muerte. En efecto, por el   bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, para que, así como Cristo   resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros   llevemos una vida nueva.
Porque, si hemos estado íntimamente unidos a él por   una muerte semejante a la suya, también lo estaremos en su resurrección. Sabemos   que nuestro viejo yo fue crucificado con Cristo, para que el cuerpo del pecado   quedara destruido, a fin de que ya no sirvamos al pecado, pues el que ha muerto   queda libre del pecado.
Por lo tanto, si hemos muerto con Cristo, estamos   seguros de que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez   resucitado de entre los muertos, ya nunca morirá. La muerte ya no tiene dominio   sobre él, porque al morir, murió al pecado de una vez para siempre; y al   resucitar, vive ahora para Dios. Lo mismo ustedes, considérense muertos al   pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
- Terminada la Epístola, todos se ponen de pie y el celebrante     entona solemnemente el "Aleluya" que todos repiten. 
Luego un salmista o un lector dice el salmo, al que el pueblo responde: Aleluya. 
Salmo Responsorial
Salmo 117
Aleluya, aleluya.
Te damos gracias, Señor, porque eres bueno, porque tu misericordia   es eterna. Diga la casa de Israel: Su misericordia es eterna.
Aleluya,   aleluya
La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es nuestro   orgullo. No moriré, continuaré viviendo para contar lo que el Señor ha   hecho.
Aleluya, aleluya
La   piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es   obra de la mano del Señor, es un milagro patente.
Aleluya,   aleluya
- Para el Evangelio no se llevan velas. Puede emplearse el incienso.
 
Evangelio
¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?
+ Lectura del santo Evangelio según san Lucas 24, 1-12
Gloria a ti, Señor.
El primer día después del sábado, muy de mañana, llegaron las   mujeres al sepulcro, llevando los perfumes que habían preparado. Encontraron que   la piedra ya había sido retirada del sepulcro y entraron, pero no hallaron el   cuerpo del Señor Jesús.
Estando ellas todas desconcertadas por esto, se les   presentaron dos varones con vestidos resplandecientes. Como ellas se llenaron de   miedo e inclinaron el rostro a tierra, los varones les dijeron: 
"¿Por qué   buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí; ha resucitado.   Recuerden que cuando estaba todavía en Galilea les dijo: "Es necesario que el   Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea crucificado y al   tercer día resucite"". 
Y ellas recordaron sus palabras.
Cuando regresaron   del sepulcro, las mujeres anunciaron todas estas cosas a los Once y a todos los   demás. Las que decían estas cosas a los apóstoles eran María Magdalena, Juana,   María (la madre de Santiago) y las demás que estaban con ellas. Pero todas estas   palabras les parecían desvaríos y no les creían.
Pedro se levantó y corrió al   sepulcro. Se asomó, pero sólo vio los lienzos y se regresó a su casa, asombrado   por lo sucedido.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor   Jesús.
- Luego del Evangelio tiene lugar la homilía. Después comienza la liturgia bautismal.
 
Liturgia Bautismal
- El celebrante con los ministros se dirige a la fuente bautismal, si es que ésta se encuentra a la vista de los fieles reunidos. De lo contrario, se pone un recipiente con agua en el presbiterio. Se llama a los catecúmenos, si los hay, los cuales son presentados por los padrinos, o si son niños llevados por los padres y padrinos ante toda la asamblea.
 - Después el celebrante exhorta a los presentes con estas palabras:
 
Si   hay bautizandos:
Hermanos:   Acompañemos con nuestra oración a estos catecúmenos que anhelan renacer a una   nueva vida en la fuente bautismal y pidamos insistentemente todos juntos a Dios,   nuestro Padre, que guíe y acompañe sus pasos hacia la fuente   bautismal.
Si se bendice la fuente, pero no hay bautizandos:   
Invoquemos, queridos hermanos, a Dios todopoderoso, y pidámosle   que con su poder santifique esta agua, para que cuantos en ella renazcan por el   bautismo sean incorporados a Cristo y contados entre los hijos de   adopción.
- Dos cantores entonan las letanías, a las que todos responden, estando en pie.
 
Si hay procesión, se organiza de esta manera: primero el cirio pascual, al que siguen los catecúmenos con los padrinos; después el celebrante con los ministros. Hágase la monición antes de la bendición del agua.
Bendición del agua
- Si hay bautizandos, el celebrante bendice el agua bautismal, diciendo la siguiente oración:
 
¡Oh Dios!, que realizas en tus sacramentos obras admirables con tu   poder invisible, y de diversos modos te has servido de tu criatura el agua para   significar la gracia del bautismo.
¡Oh Dios!, cuyo espíritu, en los orígenes   del mundo, se cernía sobre las aguas, para que ya desde entonces concibieran el   poder de santificar.
¡Oh Dios!, que incluso en las aguas torrenciales del   diluvio prefiguraste el nacimiento de la nueva humanidad, de modo que una misma   agua pusiera fin al pecado y diera origen a la santidad.
¡Oh Dios!, que   hiciste pasar a pie seco por el mar Rojo a los hijos de Abrahán, para que el   pueblo liberado de la esclavitud del faraón fuera imagen de la familia de los   bautizados.
¡Oh Dios!, cuyo Hijo, al ser bautizado por Juan en el agua del   Jordán, fue ungido por el Espíritu Santo; colgado en la cruz vertió de su   costado agua, junto con la sangre; y después de su resurrección mandó a sus   apóstoles: "Vayan y hagan discípulos de todos los pueblos, bautizándoles en el   nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu santo".
Mira ahora a tu Iglesia   en oración y abre para ella la fuente del Bautismo. Que esta agua reciba, por el   Espíritu Santo, la gracia de tu Unigénito, para que el humano, creado a tu   imagen y limpio en el Bautismo, muera el humano viejo y renazca, como niño, a   nueva vida por el agua y el Espíritu.
Y metiendo, si lo cree oportuno, el cirio pascual en el agua una o tres veces, prosigue:
Te pedimos, Señor, que el poder del Espíritu Santo, por tu Hijo, descienda sobre el agua de esta fuente.
Y teniendo el cirio en el agua prosigue:
para que los sepultados con Cristo en su muerte, por el Bautismo,   resuciten con él a la vida. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
- Seguidamente saca el cirio del agua, y el pueblo proclama:
 
Manantiales, bendigan al Señor, alábenlo con himnos por los siglos.
- Cada uno de los catecúmenos renuncian a Satanás, son examinados     sobre su fe y son bautizados. 
Los catecúmenos adultos, inmediatamente después del bautismo, si está presente un obispo, o un sacerdote que tiene la facultad de confirmar, son confirmados. - Si no hay bautizandos ni se bendice la fuente bautismal, el sacerdote bendice el agua con la siguiente oración:
 
Invoquemos, queridos hermanos, a Dios Padre todopoderoso, para que   bendiga esta agua, que va a ser derramada sobre nosotros en memoria de nuestro   bautismo; y pidámosle que nos renueve interiormente para que permanezcamos   fieles al espíritu, que hemos recibido.
Señor Dios nuestro, escucha las   oraciones de tu pueblo que vela en esta noche santa, en que celebramos la acción   maravillosa de nuestra creación y la maravilla aún más grande de nuestra   redención; dígnate † bendecir esta agua.
La creaste para hacer fecunda la   tierra y para favorecer nuestros cuerpos con el frescor y la limpieza. La   hiciste también instrumento de misericordia al librar a tu pueblo de la   esclavitud y al apagar con ella su sed en el desierto; por los profetas la   revelaste como signo de la nueva alianza que quisiste sellar con los humanos. Y   cuando Cristo descendió a ella en el Jordán, renovaste nuestra naturaleza   pecadora con el baño del nuevo renacimiento.
Que esta agua, Señor, avive en   nosotros el recuerdo de nuestro bautismo, y nos haga participar en el gozo de   nuestros hermanos bautizados en la Pascua.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Renovación de las promesas bautismales
- Terminado el rito del bautismo (y de la confirmación) si ha     tenido lugar, o después de la bendición del agua, todos, de pie y teniendo en     sus manos las velas encendidas, renuevan las promesas del bautismo.
El celebrante se dirige a la comunidad con estas palabras u otras parecidas: 
Hermanos, por el misterio Pascual hemos sido sepultados con Cristo   en el bautismo, para que vivamos una vida nueva. 
Por tanto, al terminar el   tiempo de penitencia de la Cuaresma, renovemos las promesas de nuestro bautismo   con las cuales en otro tiempo renunciamos a Satanás y a sus obras, y nos   comprometimos a servir a Dios en la santa Iglesia católica.
Así   pues:
Celebrante:
¿Renuncian al pecado para vivir en la libertad de   los hijos de Dios? 
Todos: 
Sí, renuncio.
Celebrante: 
¿Renuncian a todas las seducciones del mal, para   que el pecado no los esclavice?
Todos: 
Sí,   renuncio.
Celebrante: 
¿Renuncian a Satanás, padre y príncipe del   pecado?
Todos: 
Sí, renuncio.
Celebrante: 
¿Creen en Dios, Padre todopoderoso, creador del   cielo y de la tierra?
Todos: 
Sí, creo.
Celebrante:
¿Creen en Jesucristo, su Hijo único y Señor   nuestro, que nació de Santa María Virgen, padeció y murió por nosotros, resucitó   y está sentado a la derecha del Padre?
Todos: 
Sí,   creo.
Celebrante:
¿Creen en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia   católica, en la comunión de lo santos, en el perdón de los pecados, en la   resurrección de los muertos y en la vida eterna?
Todos: 
Sí,   creo.
Celebrante:
Que   Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos liberó del pecado   y nos ha hecho renacer por el agua y el Espíritu Santo, nos conserve con su   gracia unidos a Jesucristo, nuestro Señor, para la vida   eterna.
Amén.
- El sacerdote rocía al pueblo con agua bendita.
 
Celebrante:
Supliquemos, hermanos, a Cristo, el Ungido de Dios,   en cuyas manos el Padre ha puesto todas las cosas, y pidámosle que escuche   nuestra oración: Para que todos los cristianos sepan seguir el ejemplo de   humildad del Señor, que lavó los pies de sus discípulos, e imiten la bondad de   Aquél que aceptó las lagrimas de Pedro, que lo había negado, roguemos al   Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.
Para que el Papa N. y sus presbíteros, que en estos días han   recordado el inicio de su ministerio y han renovado sus promesas, vivan   plenamente conformes a Jesús y sean siempre fieles a lo que en su ordenación   prometieron, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor,   óyenos.
Para que el Señor, que se entregó a la muerte para reunir a los   hijos de Dios que estaban dispersos, inspire sentimientos de conversión a los   que por el pecado o por la indiferencia se han alejado de la Iglesia, roguemos   al Señor. 
Te rogamos, Señor, óyenos.
Para que los enfermos, al ser ungidos con el óleo de la salvación,   experimenten la protección del Señor y sientan mejora en su enfermedad y alivio   en sus dolores, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor,   óyenos.
Para que el Señor, que con su humillación nos exalta, con su   entrega nos merece el perdón, con su sangre nos purifica y con su cuerpo nos   alimenta, ilumine también nuestras mentes para que comprendamos y amemos los   misterios que hoy conmemoramos, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor,   óyenos.
Celebrante:
Señor   Jesucristo, ya que, mientras vivimos aún en este mundo, nos invitas a participar   en la mesa que es imagen del banquete eterno, escucha nuestra oración y haz que   los que ahora nos reunimos para celebrar el sacramento de tu triunfo podamos ser   también tus comensales en el banquete de la Pascua eterna. Tú, que vives y   reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Cuarta Parte
Liturgia Eucarística
- El sacerdote va al altar y comienza la Liturgia Eucarística en la forma acostumbrada.
 - Es conveniente que el pan y el vino sean presentados por los neófitos, si los hay.
 
48. Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, los dones que te presentamos y concédenos que el   memorial de la muerte y resurrección de Jesucristo, que estamos celebrando, nos   obtenga la fuerza para llegar a la vida eterna. 
Por Jesucristo, nuestro   Señor.
Amén.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación   glorificarte siempre, Señor; pero más que nunca en esta noche en que Cristo,   nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Porque él es el verdadero Cordero que quitó   el pecado del mundo; muriendo destruyó 
nuestra muerte, y resucitando   restauró la vida.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero   se desborda de alegría, y también los coros celestiales, los ángeles y los   arcángeles, cantan sin cesar el himno de tu   gloria:
Cristo, nuestro Cordero pascual, ha sido inmolado. Así, pues, celebremos la Pascua con una vida de rectitud y santidad. Aleluya.
51.Oración después de la Comunión
Oremos: 
Infúndenos, Señor, tu espíritu de caridad, para que   vivamos siempre unidos en tu amor los que hemos participado en este sacramento   de la muerte y resurrección de Jesucristo. 
Que vive y reina por los siglos   de los siglos.
Amén.
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† Meditación diaria
Sábado Santo
Pasión de Nuestro Señor
LA SEPULTURA DEL CUERPO DE JESÚS
— Señales que siguieron a la muerte de Nuestro Señor. La lanzada. El descendimiento.
— Preparación para la sepultura. Valentía y generosidad de Nicodemo y José de Arimatea.
— Los Apóstoles junto a la Virgen.
I. Después de tres horas de agonía Jesús ha muerto. Los Evangelistas narran que el cielo se oscureció mientra el Señor estuvo pendiente de la cruz, y ocurrieron sucesos extraordinarios, pues era el Hijo de Dios quien moría. El velo del templo se rasgó de arriba abajo1, significando que con la muerte de Cristo había caducado el culto de la Antigua Alianza2; ahora, el culto agradable a Dios se tributa a través de la Humanidad de Cristo, que es Sacerdote y Víctima.
La tarde del viernes avanzaba y era necesario retirar los cuerpos; no podían quedar allí el sábado. Antes que luciera la primera estrella en el firmamento debían estar enterrados. Como era la Parasceve (el día de la preparación de la Pascua), para que no quedaran los cuerpos en la cruz, pues aquel sábado era un día grande, los judíos rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los quitasen3. Este envió unos soldados que quebraron las piernas de los ladrones, para que murieran más rápidamente. Jesús ya estaba muerto, pero uno de los soldados le abrió el costado con la lanza, y al instante brotó sangre y agua4. Este suceso, además del hecho histórico que presenció San Juan, tiene un profundo significado. San Agustín y la tradición cristiana ven brotar los sacramentos y la misma Iglesia del costado abierto de Jesús: «Allí se abría la puerta de la vida, de donde manaron los sacramentos de la Iglesia, sin los cuales no se entra en la verdadera vida...»5. La Iglesia «crece visiblemente por el poder de Dios. Su comienzo y crecimiento están simbolizados en la sangre y el agua que manaron del costado abierto de Cristo crucificado»6. La muerte de Cristo significó la vida sobrenatural que recibimos a través de la Iglesia.
Esta herida, que llega al corazón y lo traspasa, es una herida de superabundancia de amor que se añade a las otras. Es una manera de expresar lo que ninguna palabra puede ya decir. María comprende y sufre, como Corredentora. Su Hijo ya no la pudo sentir, Ella sí. Y así se acaba de cumplir hasta el final la profecía de Simeón: una espada traspasará tu alma7.
Bajaron a Cristo de la cruz con cariño y veneración, y lo depositaron con todo cuidado en brazos de su Madre. Aunque su Cuerpo es una pura llaga, su rostro está sereno y lleno de majestad. Miremos despacio y con piedad a Jesús, como le miraría la Virgen Santísima. No solo nos ha rescatado del pecado y de la muerte, sino que nos ha enseñado a cumplir la voluntad de Dios por encima de todos los planes propios, a vivir desprendidos de todo, a saber perdonar cuando el que ofende ni siquiera se arrepiente, a saber disculpar a los demás, a ser apóstoles hasta el momento de la muerte, a sufrir sin quejas estériles, a querer a los hombres aunque se esté padeciendo por culpa de ellos... «No estorbes la obra del Paráclito: únete a Cristo, para purificarte, y siente, con Él, los insultos, y los salivazos, y los bofetones..., y las espinas, y el peso de la muerte..., y los hierros rompiendo tu carne, y las ansias de una muerte en desamparo...
»Y métete en el costado abierto de Nuestro Señor hasta hallar cobijo seguro en su llagado Corazón»8. Allí encontraremos la paz. Dice San Buenaventura, hablando de ese vivir místicamente dentro de las llagas de Cristo: «¡Oh, qué buena cosa es estar con Jesucristo crucificado! Quiero hacer en Él tres moradas: una, en los pies; otra, en las manos, y otra perpetua en su precioso costado. Aquí quiero sosegar y descansar, y dormir y orar. Aquí hablaré a su corazón y me ha de conceder todo cuanto le pidiere. ¡Oh, muy amables llagas de nuestro piadoso Redentor! (...). En ellas vivo, y de sus manjares me sustento»9.
Miramos a Jesús despacio y, en la intimidad de nuestro corazón, le decimos: ¡Oh buen Jesús!, óyeme. Dentro de tus llagas, escóndeme. Nos permitas que me aparte de Ti. Del maligno enemigo, defiéndeme. En la hora de mi muerte, llámame. Y mándame ir a Ti, para que con tus Santos te alabe. Por los siglos de los siglos»10.
II. José de Arimatea, discípulo de Jesús, hombre rico, influyente en el Sanedrín, que ha permanecido en el anonimato cuando el Señor es aclamado por toda Palestina, se presenta a Pilato para hacerse cargo del Cuerpo del Señor. Se dispone a pedirle «la más grande demanda que jamás se ha hecho: el Cuerpo de Jesús, el Hijo de Dios, el tesoro de la Iglesia, su riqueza, su enseñanza y ejemplo, su consuelo, el Pan con que debía alimentarse hasta la vida eterna. José, en aquel momento, representaba con su petición el deseo de todos los hombres, de toda la Iglesia, que necesitaba de Él para mantenerse viva eternamente»11.
También en estos momentos de desconcierto, cuando los discípulos, excepto Juan, han huido, hace su aparición otro discípulo de gran relieve social, que tampoco ha estado presente en las horas de triunfo. Llegó Nicodemo, el mismo que había venido a Él de noche, trayendo una mezcla de mirra y áloe, como de cien libras12.
¡Cómo agradecería la Virgen la ayuda de estos dos hombres: su generosidad, su valentía, su piedad! ¡Cómo se lo agradecemos también nosotros!
El pequeño grupo que, junto a la Virgen y a las mujeres de las que hace especial mención el Evangelio, se hicieron cargo de dar sepultura al Cuerpo de Jesús, tienen poco tiempo a causa de la fiesta del día siguiente, que comenzaba al atardecer de ese día. Lavaron el Cuerpo con extremada piedad, lo perfumaron (la cantidad de perfumes que trajo Nicodemo era muy grande:como cien libras), lo envolvieron en un lienzo nuevo que compró José13 y lo depositaron en un sepulcro excavado en la roca, que era del propio José y que no había sido utilizado para ningún otro cuerpo14. Cubrieron su cabeza con un sudario15.
¡Cómo envidiamos a José de Arimatea y a Nicodemo! ¡Cómo nos gustaría haber estado presentes para cuidar con inmensa piedad del Cuerpo del Señor!: «Yo subiré con ellos al pie de la Cruz, me apretaré al Cuerpo frío, cadáver de Cristo, con el fuego de mi amor..., lo desclavaré con mis desagravios y mortificaciones..., lo envolveré con el lienzo nuevo de mi vida limpia, y lo enterraré en mi pecho de roca viva, de donde nadie me lo podrá arrancar, ¡y ahí, Señor, descansad!
»Cuando todo el mundo os abandone y desprecie..., serviam!, os serviré, Señor»16.
No debemos olvidar un solo día que en nuestros sagrarios está Jesús ¡vivo!, pero tan indefenso como en la Cruz, o como después en el Sepulcro. Cristo se entrega a su Iglesia y a cada cristiano para que el fuego de nuestro amor lo cuide y lo atienda lo mejor que podamos, y para que nuestra vida limpia lo envuelva como aquel lienzo que compró José. Pero además de esas manifestaciones de nuestro amor, debe haber otras que quizá exijan parte de nuestro dinero, de nuestro tiempo, de nuestro esfuerzo: José de Arimatea y Nicodemo no escatimaron esas otras muestras de amor.
III. El Cuerpo de Jesús yacía en el sepulcro. El mundo ha quedado a oscuras. María era la única luz encendida sobre la tierra. «La Madre del Señor –mi Madre– y las mujeres que han seguido al Maestro desde Galilea, después de observar todo atentamente, se marchan también. Cae la noche.
»Ahora ha pasado todo. Se ha cumplido la obra de nuestra Redención. Ya somos hijos de Dios, porque Jesús ha muerto por nosotros y su muerte nos ha rescatado.
»Empti enim estis pretio magno! (1 Cor 6, 20), tú y yo hemos sido comprados a gran precio.
»Hemos de hacer vida nuestra la vida y la muerte de Cristo. Morir por la mortificación y la penitencia, para que Cristo viva en nosotros por el Amor. Y seguir entonces los pasos de Cristo, con afán de corredimir a todas las almas.
»Dar la vida por los demás. Solo así se vive la vida de Jesucristo y nos hacemos una misma cosa con Él»17.
No sabemos dónde estaban los Apóstoles aquella tarde, mientras dan sepultura al Cuerpo del Señor. Andarían perdidos, desorientados y confusos, sin rumbo fijo, llenos de tristeza.
Si el domingo ya se les ve de nuevo unidos18 es porque el sábado, quizá la misma tarde del viernes, han acudido a la Virgen. Ella protegió con su fe, su esperanza y su amor a esta naciente Iglesia, débil y asustada. Así nació la Iglesia: al abrigo de nuestra Madre. Ya desde el principio fue Consoladora de los afligidos, de quienes estaban en apuros. Este sábado, en el que todos cumplieron el descanso festivo según manda la ley19, no fue para Nuestra Señora un día triste: su Hijo ha dejado de sufrir. Ella aguarda serenamente el momento de la Resurrección; por eso no acompañará a las santas mujeres a embalsamar el Cuerpo muerto de Jesús.
Siempre, pero de modo particular si alguna vez hemos dejado a Cristo y nos encontramos desorientados y perdidos por haber abandonado el sacrificio y la Cruz como los Apóstoles, debemos acudir enseguida a esa luz continuamente encendida en nuestra vida que es la Virgen Santísima. Ella nos devolverá la esperanza. «Nuestra Señora es descanso para los que trabajan, consuelo de los que lloran, medicina para los enfermos, puerto para los que maltrata la tempestad, perdón para los pecadores, dulce alivio de los tristes, socorro de los que la imploran»20. Junto a Ella nos disponemos a vivir la inmensa alegría de la Resurrección.
1 Cfr. Mt 27, 51. — 2 Cfr. Heb 9, 1-14. — 3 Jn 19, 31. — 4 Jn 19, 34. — 5 San Agustín, Coment. al Evangelio de San Juan, 120, 2. — 6 Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 3. — 7 Lc 2, 35. — 8 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 58. — 9 Oración de San Buenaventura, citada por Fray Luis de Granada, Vida de Jesucristo, Madrid 1975, pp. 221-222. — 10 Misal Romano, Acción de gracias después de la Misa. — 11 L. de la Palma, La Pasión del Señor, p. 244. — 12 Jn 19, 39. — 13 Mc 15, 46. — 14 Cfr. Mt 27, 60. — 15 Cfr. Jn 20, 5-6. — 16 San Josemaría Escrivá, Vía Crucis, XIV, 1. — 17 Ibídem. — 18 Cfr. Lc 24, 9. — 19 Cfr. Lc 23, 56. — 20 San Juan Damasceno, Homilía en la Dormición de la B. Virgen María.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
San Braulio
Obispo
(año 651)
Braulio significa: "espada de fuego".
Fue discípulo y amigo del gran sabio San Isidro de Sevilla, al cual le ayudó mucho en la corrección y edición de sus libros.
Al morir su hermano Juan, que era obispo de Zaragoza, el clero y los fieles lo eligieron para que lo reemplazara.
Como obispo se preocupó mucho por tratar de que el pueblo se instruyera más en la religión y por extirpar y acabar con los errores y herejías que se habían propagado, especialmente el arrianismo, una doctrina hereje que negaba que Jesucristo sea Dios verdadero.
Tan grande era la elocuencia de San Braulio y su capacidad para convencer a quienes le escuchaban sus sermones que la gente decía: "Parece que cuando está hablando, es el mismo Espíritu Santo el que le va diciendo lo que él tiene que decir".
Los obispos de España lo encargaron de las relaciones episcopales con el Papa de Roma.
En la catedral, y en el famosísimo santuario de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, pasaba varias horas cada día rezando con especial fervor.
Aborrecía todo lo que fuera lujo y vanidad. Sus vestidos eran siempre pobres, y su comida como la de un obrero de clase baja.
Todas las limosnas que le llegaban las daba para ayudar a los pobres. Y se dedicaba con mucho esmero a enseñar a los ignorantes.
Las gentes decían que era difícil encontrar en el país uno que fuera más sabio que él. Y en sus cartas se nota que había leído muchos autores famosos. Había estudiado muy profundamente la S. Biblia. Y su estilo es elegante y lleno de bondad y de amabilidad. Se firmaba: "Braulio, siervo inútil de los santos de Dios".
Los últimos años tuvo que sufrir mucho por la falta de la vista, algo que para él que era tan gran lector, era un verdadero martirio. Pero aprovechaba su ceguera para dedicarse a rezar y meditar.
Tuvo como alumno a otro gran santo: San Eugenio, obispo.
Poco antes de morir le pareció escuchar aquellas palabras de Jesús: "Ven siervo bueno y fiel; has sido fiel en lo poco, te pondré sobre lo mucho. Entra en el gozo de tu Señor". Y respondió entusiasmado: "Voy pronto, Señor, ya estoy listo". Y murió santamente. Era el año 651.
Todo lo puedo en Cristo que me fortalece (San Pablo).
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Ludgero (Liudgero) de Münster, Santo Obispo, Marzo 26
        
 Obispo Martirologio Romano: En el monasterio de Werden, en Sajonia, tránsito de san Liudgero o Ludgero, obispo, que fue discípulo de Alcuino y predicó el Evangelio en Frisia, Dinamarca y Sajonia, estableciendo la sede de Münster y fundando varios monasterios, convertidos en centros para la propagación de la fe (809). 
 La         historia de san Ludgero, primer obispo de Münster, nacido hacia el 745 en         Suescnon, Frisia, está unida a un hecho nuevo en el mundo cristiano: en         ese tiempo el cristianismo superó las fronteras del imperio romano, con la         evangelización de la Germania transrenana. En esta obra misionera, que         logró el máximo desarrollo con san Bonifacio, encontramos comprometido a         san Ludgero, discípulo de san Gregorio y de Alcuino de York.           | 
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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina02 
Pedro de   Sebaste, Santo Obispo, Marzo 26   
        
 Obispo Martirologio Romano: En Sebaste, en Armenia, san Pedro, obispo, que fue el hermano más joven de san Basilio Magno y eximio defensor de la fe ortodoxa ante los arrianos (c. 391). 
 San Pedro pertenecía a una antigua e ilustre familia. El         nombre de sus antepasados ha caído en el olvido, en tanto que los anales         de la fe conservan el inmortal recuerdo de los santos que sus padres         dieron a la Iglesia.   | 
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Fuente: fmaaba.com.ar 
Magdalena Catalina Morano, Beata   Hija de María Auxiliadora, Marzo 26   
        
 Religiosa Martirologio Romano: En Catania, de Sicilia, en Italia, beata Magdalena         Catalina Morano, virgen del Instituto de Hijas de María Auxiliadora, que         se consagró a impartir catequesis, recorriendo sin cesar toda esta región         (1908).  
 Nacida en Chieri (Turín) el 15 de noviembre de 1847,         Magdalena Catalina Morano inicia desde joven entre los pequeños del lugar,         Butigliera, un aprendizaje pedagógico que marcará toda su vida, de un modo         especial después de obtener su diploma de maestra.   | 
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Fuente: Martirologio Romano 
Otros Santos y Beatos   Completando Santoral de este día, Marzo 26   
        
 San Cástulo, mártir  | 
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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