JMJ
Pax
El Hijo del hombre tiene poder para perdonar los pecados
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos 2, 1-12
Gloria a ti, Señor.
Cuando Jesús volvió a            Cafarnaún, corrió la voz de que estaba en casa. Acudieron            tantos, que ya no            había lugar ni siquiera junto a la puerta; mientras, él            enseñaba su doctrina.            En ese momento le trajeron un paralítico entre cuatro; pero,            como no podían            acercarse hasta Jesús a causa del gentío, quitaron parte del            techo de la casa            donde estaba y, por el boquete que abrieron, descolgaron la            camilla en que            yacía el paralítico.
            Viendo Jesús la fe que tenían, dijo al paralítico:
            "Hijo, tus pecados te son perdonados".
            Unos escribas que estaban allí sentados comenzaron a pensar:
            "¿Cómo se atreve a decir eso? ¡Blasfema! ¿Quién puede perdonar            pecados,            sino sólo Dios?"
            Conociendo Jesús lo que estaban pensado, les dijo:
            "Por qué piensan así en su interior? ¿Qué es más fácil? ¿Decir            al            paralítico: Tus pecados te son perdonados; o decirle:            Levántate, toma tu            camilla y camina? Pues ahora sabrán que el Hijo del hombre            tiene poder en 
            la tierra para perdonar los pecados".
            Entonces se dirigió al paralítico y le dijo:
            "Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa".
            El paralítico se puso en pie, tomó en seguida la camilla y            salió a la vista de            todos, de modo que todos se quemaron maravillados y daban            gloria a Dios            diciendo:
            "¡Jamás habíamos visto una cosa semejante!"
            Palabra del Señor. 
            Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.
El Misterio de la Misa en 2 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk
El que no valora una obra de arte es porque necesita cultura: https://www.youtube.com/watch?v=mTKKaT-KaKw
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu
El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX
Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
San Leonardo, "El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc
Audio (1/5): https://www.youtube.com/watch?v=2NjKuVnxH58
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?
Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).
Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?
Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html
Catecismo 2181: La Eucaristía del domingo fundamenta y confirma toda la práctica cristiana. Por eso los fieles están obligados a participar en la Eucaristía los días de precepto, a no ser que estén excusados por una razón seria (por ejemplo, enfermedad, el cuidado de niños pequeños) o dispensados por su pastor propio (cf CIC can. 1245). Los que deliberadamente faltan a esta obligación cometen un pecado grave."
Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).
† Misal
vie 1a. Ordinario año Par
Entremos y adoremos de rodillas al Señor, creador nuestro, porque él es nuestro Dios.
Oremos:
              Señor, que tu amor incansable cuide y proteja siempre a              estos hijos tuyos, que              han puesto en tu gracia toda su esperanza.
              Por nuestro Señor Jesucristo...
              Amén.
Clamarán al Señor contra el rey, pero el Señor no les responderá
Lectura del primer libro de Samuel 8, 4-7. 10-22
En              aquellos días, se reunieron todos los              ancianos de Israel y fueron a Ramá a ver a Samuel y e              dijeron: 
              "Mira, tú ya eres viejo y tus hijos no siguen tus ejemplos.              Danos, pues,              un rey para que nos gobierne, como sucede en todos los              pueblos".
              A Samuel le disgustó que le hubieran pedido un rey que los              gobernara. Entonces              Samuel invocó al Señor, y éste le respondió: 
              "Dale al pueblo lo que te pide, pues no es a ti a quien              rechazan, sino a              mí, porque no me quieren por rey".
              Samuel comunicó al pueblo, que le había pedido un rey, las              palabras del Señor: 
              "Vean cómo los tratará el rey que reine sobre ustedes:              tomará a sus hijos              y los hará servir en sus carros y en su caballería y los              hará correr delante de              su propio carro. A algunos de ellos los pondrá al frente de              mil soldados y a              otros, de cincuenta; a otros los obligará a labrar y              cosechar sus tierras; les              hará fabricar armas para la guerra y aparejos para sus              carros. Tomará también a              las hijas de ustedes como perfumistas, cocineras y              reposteras. Les quitará a              ustedes sus mejores campos, viñas y olivares y se los dará a              sus ministros.              Exigirá el diezmo de lo que produzcan los sembrados y viñas              de ustedes y se lo              dará a sus ministros y a sus funcionarios. Tomará a los              criados y criadas de              ustedes, sus mejores bueyes y asnos y los empleará en los              trabajos de él. Les              exigirá el diezmo de sus rebaños y ustedes mismos se              convertirán en sus              esclavos. 
              Aquel día clamarán al Señor contra el rey que ustedes mismos              eligieron, pero el              Señor no les responderá".
              El pueblo, sin embargo, se negó a escuchar las advertencias              de Samuel y gritó: 
              "¡No importa! Queremos tener un rey y ser también nosotros              como las demás              naciones; nuestro rey nos gobernará y saldrá al frente de              nosotros en nuestros              combates". 
              Samuel oyó las palabras del pueblo y se las repitió al              Señor. El Señor le dijo:              
              "Hazles caso y que los gobierne un rey".
              Palabra de Dios.
              Te alabamos, Señor.
Del Salmo 88
Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.
Señor,              feliz el pueblo que te alaba y              que a tu luz camina, que en tu nombre se alegra a todas              horas y al que llena de              orgullo tu justicia.
              Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.
Feliz,              porque eres tú su honor y fuerza              y exalta tu favor nuestro poder. Feliz, porque el Señor es              nuestro escudo y el              Santo de Israel es nuestro rey.
              Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
              Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado              a su pueblo.
              Aleluya.
El Hijo del Hombre tiene poder para perdonar los pecados
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos 2, 1-12
Gloria a ti, Señor.
Cuando Jesús volvió a Cafarnaún, corrió              la voz de que estaba en casa. Y muy pronto se aglomeró tanta              gente que ya no              había sitio frente a la puerta; mientras, Él enseñaba su              doctrina. Y le              quisieron presentar a un paralítico que iban cargando entre              cuatro; pero, como              no podían acercarse a Jesús por la cantidad de gente,              quitaron parte del techo              encima de donde estaba Jesús y, por el agujero, bajaron al              enfermo en una              camilla.
              Viendo Jesús la fe de aquellos hombres, le dijo al              paralítico: "Hijo, tus              pecados te quedan perdonados". 
              Algunos escribas que estaban allí sentados comenzaron a              pensar:
              "¿Por qué habla éste así?
              Eso es una blasfemia.
              ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?"
              Conociendo Jesús lo que estaban pensando, les dijo: 
              "¿Por qué piensan así? 
              ¿Qué es más fácil, decirle al paralítico: 
              "tus pecados te son perdonados", o decirle: 
              "Levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa?"
              Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene poder en la              tierra para              perdonar los pecados (le dijo al paralítico): 
              "Yo te lo mando: levántate, recoge tu camilla y vete a tu              casa".
              El hombre se levantó inmediatamente, recogió su camilla y              salió de allí a la              vista de todos, que se quedaron atónitos y daban gloria a              Dios, diciendo: 
              "¡Nunca habíamos visto cosa igual!"
              Palabra del Señor. 
              Gloria a Ti, Señor Jesús.
Señor, Dios nuestro, tú que nos has dado              este pan y este vino para reparar nuestras fuerzas,              conviértelos para nosotros              en sacramento de vida eterna.
              Por Jesucristo, nuestro Señor.
              Amén.
Cristo, huésped y peregrino en medio de nosotros
En verdad es justo darte gracias, Señor,              Padre santo, Dios de la alianza y de la paz,
              porque tú llamaste a Abrahán y le mandaste salir de su              tierra para constituirlo              padre de todas las naciones; tú suscitaste a Moisés para              librar a tu pueblo y              guiarlo a la tierra de promisión.
              Tú, en la etapa final de la historia, has enviado a tu Hijo              como huésped y              peregrino en medio de nosotros, para redimirnos del pecado y              de la muerte. Y              has derramado el Espíritu para hacer de todas las naciones              un solo pueblo              nuevo, que tiene como meta tu reino; como estado, la              libertad de tus hijos; y,              como ley, el precepto del amor.
              Por estos dones de tu benevolencia, unidos a los ángeles y a              los santos,              cantamos con gozo el himno de tu gloria:
            
Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Oración después de la Comunión
Oremos:
              Señor, tú que has querido hacernos participar de un mismo              pan y de un mismo              cáliz, concédenos vivir de tal manera unidos en Cristo que              nuestro trabajo sea              eficaz para la salvación del mundo. 
              Por Jesucristo, nuestro Señor.
              Amén.
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† Meditación diaria
1ª Semana. Viernes
LAS VIRTUDES HUMANAS EN EL APOSTOLADO
— La curación del paralítico de Cafarnaún. Fe operativa, sin respetos humanos. Optimismo.
— La prudencia y la «falsa prudencia».
— Otras virtudes. Ser buenos instrumentos de la gracia.
I. El Evangelio de la Misa1 presenta a Jesús enseñando a la muchedumbre venida de muchas aldeas de Galilea y de Judea; se juntaron tantos que ya ni a la puerta había sitio. Entonces vienen trayéndole un paralítico, que era transportado por cuatro. A pesar de sus denodados intentos no logran llegar hasta Jesús, pero ellos no cejaron en su empeño de aproximarse al Maestro con el amigo que yacía en una camilla. Entonces, cuando otros habrían desistido por las dificultades que les cerraban el paso, ellos no se arredraron y subieron hasta el tejado, levantaron la techumbre por el sitio donde se encontraba el Señor y, después de hacer un agujero, descolgaron la camilla con el paralítico. Jesús se quedó admirado de la fe y de la audacia de estos hombres. Y por ellos, y por la humildad del paralítico que se ha dejado ayudar, realizó un gran milagro: el perdón de los pecados del enfermo y la curación de su parálisis.
El paralítico representa, de algún modo, a todo hombre al que sus pecados o su ignorancia impiden llegar hasta Dios. San Ambrosio, comentando este pasaje, exclama: «¡Qué grande es el Señor, que por los méritos de algunos perdona a los otros!»2. Los amigos que llevan hasta el Señor al enfermo incapacitado son un ejemplo vivo de apostolado. Los cristianos somos instrumentos del Señor para que realice verdaderos milagros en nuestros amigos que, por tantos motivos, se encuentren como incapacitados por sí mismos para llegar hasta Cristo que les espera.
La tarea apostólica ha de estar movida por el afán de ayudar a los hombres a encontrar a Jesús. Para ello, entre otras cosas, se requieren una serie de virtudes sobrenaturales, como vemos en la actuación de los amigos de este enfermo de Cafarnaún. Son hombres que tienen una gran fe en el Maestro, a quien ya habían tratado en otras ocasiones; quizá fue el mismo Jesús quien les dijo que lo llevaran hasta Él. Y es una fe con obras, pues ponen los medios ordinarios y extraordinarios que el caso requiere. Son hombres llenos de esperanza y optimismo, convencidos de que Jesucristo es lo único que verdaderamente necesita el amigo.
El relato del Evangelio nos deja ver también muchas virtudes humanas, necesarias en toda labor de apostolado. En primer lugar son hombres que han echado fuera los respetos humanos: nada les importa lo que piensen los demás –había mucha gente– por su acción, que podía ser fácilmente juzgada como extremosa, intempestiva, distinta de lo que hacían los demás que habían acudido a oír al Maestro. Solo les importa una cosa: llegar hasta Jesús con su amigo, cueste lo que cueste. Y esto solo es posible cuando se tiene una gran rectitud de intención, cuando lo único que importa es el juicio de Dios y nada, o muy poco, el juicio de los hombres. ¿Actuamos también nosotros así? ¿Nos importa en algunas ocasiones más el «qué dirán» las gentes que el juicio de Dios? ¿Tenemos reparo en distinguirnos de los demás, cuando precisamente lo que espera el Señor, y también quienes ven nuestras acciones, es que nos distingamos llevando a cabo aquello que debemos hacer? ¿Sabemos mantener en público, cuando sea necesario, nuestra fe y nuestro amor a Jesucristo?
II. Estos cuatro amigos ejercitaron en su tarea la virtud de la prudencia, que lleva a buscar el mejor camino para lograr su fin. Dejaron a un lado la «falsa prudencia», la que llama San Pablo prudencia de la carne3, que fácilmente se identifica con la cobardía, y lleva a buscar solo lo que es útil para el bien corporal, como si fuera este el principal o el único fin de la vida. La «falsa prudencia» equivale al disimulo, la hipocresía, la astucia, el cálculo interesado y egoísta, que mira principalmente el interés material. Y, por eso, esta falsa virtud es, en realidad, miedo, temor, cobardía, soberbia, pereza... Si estos hombres se hubieran dejado llevar por la prudencia de la carne, su amigo no habría llegado hasta Jesús, y ellos no habrían sentido el inmenso gozo que vieron brillar en la mirada de Jesús, cuando curó al enfermo. Se habrían quedado a la entrada de la casa abarrotada de gente, y ni siquiera habrían oído desde allí a Jesús.
Aquellos hombres vivieron plenamente la virtud de la prudencia, que nos dice en cada caso lo que conviene hacer -aunque sea difícil- o dejar de hacer, la que nos enseña los medios que conducen al fin que pretendemos, la que nos indica cuándo y cómo debemos obrar. Aquellos amigos conocían bien su fin –llegar hasta el Señor– y buscaron medios para realizarlo: subir a la terraza de la casa, hacer un agujero suficientemente grande y descolgar al paralítico en su camilla, hasta estar delante de Jesús. No les importaron mucho las palabras falsamente «prudentes» de otras personas que les aconsejaban esperar otra ocasión.
Estos hombres de Cafarnaún fueron verdaderos amigos de aquel que por sí mismo no podía llegar hasta el Maestro, pues «es propio del amigo hacer bien a los amigos, principalmente a aquellos que se encuentran más necesitados»4, y no existe mayor necesidad que la de Dios. Por eso, la primera muestra de aprecio por los amigos es la de acercarlos más y más a Cristo, fuente de todo bien; no contentarnos con que no hagan el mal y no lleven una conducta desordenada, sino lograr que aspiren a la santidad, a la que han sido llamados –todos– y para la que el Señor les dará las gracias necesarias. No existe favor más grande que este de ayudarles en su camino hacia Dios. No encontraremos un bien mayor que darles. Por eso, debemos aspirar a tener muchos amigos y fomentar amistades auténticas.
«El verdadero amigo no puede tener, para su amigo, dos caras: la amistad, si ha de ser leal y sincera, exige renuncias, rectitud, intercambio de favores, de servicios nobles y lícitos. El amigo es fuerte y sincero en la medida en que, de acuerdo con la prudencia sobrenatural, piensa generosamente en los demás, con personal sacrificio. Del amigo se espera la correspondencia al clima de confianza, que se establece con la verdadera amistad; se espera el reconocimiento de lo que somos y, cuando sea necesaria, también la defensa clara y sin paliativos»5.
La amistad ha sido, desde los comienzos, el cauce natural por el que muchos han encontrado la fe en Jesucristo y la misma vocación a una entrega más plena. Es un camino natural y sencillo, que elimina muchos obstáculos y dificultades. El Señor tiene en cuenta con frecuencia este medio para darse a conocer. Los primeros discípulos que conocieron al Señor fueron a comunicar la Buena Nueva, antes que a ningún otro, a los que amaban. Andrés trajo a Pedro, su hermano; Felipe, a su amigo Natanael; Juan seguramente encaminó hacia el Señor a su hermano Santiago6. ¿Hacemos así nosotros? ¿Deseamos comunicar cuanto antes a quienes más aprecio tenemos el mayor bien que hemos encontrado? ¿Hablamos de Dios a nuestros amigos, a nuestros familiares, a los compañeros de estudio o de trabajo? ¿Es nuestra amistad un cauce para que otros se acerquen más a Cristo?
III. El cristiano ha de ejercitar en su tarea apostólica otras virtudes humanas para ser buen instrumento del Señor en su misión de recristianizar el mundo: fortaleza ante los obstáculos que de un modo u otro se presentan en toda tarea apostólica; constancia y paciencia, porque las almas, como la semilla, tardan a veces en dar su fruto, y porque no se puede lograr en unos días lo que quizá Dios ha previsto que se realice en meses o en años; audacia para sacar en la conversación temas profundos que no surgen si no se provocan oportunamente, y también para proponer metas más altas que nuestros amigos no vislumbran por sí mismos; veracidad y autenticidad, sin las cuales es imposible que exista una verdadera amistad...
Nuestro mundo está necesitado de hombres y mujeres de una pieza, ejemplares en sus tareas, sin complejos, sobrios, serenos, profundamente humanos, firmes, comprensivos e intransigentes en la doctrina de Cristo, afables, justos, leales, alegres, optimistas, generosos, laboriosos, sencillos, valientes..., para que así sean buenos colaboradores de la gracia, pues «el Espíritu Santo se sirve del hombre como de un instrumento»7, y entonces sus obras cobran una eficacia divina, como la herramienta, que de sí misma sería incapaz de producir nada, y en manos de un buen profesional puede llegar a realizar obras maestras.
¡Qué alegría la de aquellos hombres cuando vuelven con el amigo sano del cuerpo y del alma! El encuentro con Cristo estrechó aún más su amistad, como ocurre en todo apostolado verdadero. No olvidemos nosotros que no existe enfermedad que Cristo no pueda curar, para no dar como irrecuperables a gentes a las que cada día debemos tratar por razón de estudio, de trabajo, de parentesco o de vecindad. Muchos de ellos se encuentran como impedidos para acercarse más a Jesucristo: nosotros, ayudados por la gracia, debemos llevarlos hasta Él. Un gran amor a Cristo será lo que nos impulsará a una fe operativa, sin respetos humanos, sin pararnos en las lógicas dificultades que hallaremos. Cuando nos encontremos hoy cerca del Sagrario no dejemos de hablar al Maestro de esos amigos que deseamos llevarle para que Él los cure.
1 Mc 2, 1-12. — 2 San Ambrosio, Tratado sobre el Evangelio de San Lucas, in loc. — 3 Cfr. Rom 8, 6-8. — 4 Santo Tomás, Ética a Nicómaco, 9, 13. — 5 San Josemaría Escrivá, Carta 11-III-1940. — 6 Cfr. Jn 1, 41 ss. — 7 Santo Tomás, Suma Teológica, 2-2, q. 177, a. 1.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
San Arcadio
Señor Dios            Omnipotente: te pedimos el            favor de poder 
            exclamar como tu mártir San Arcadio:
             "primero lograrán sacar de mi cuerpo el corazón, 
            que sacar de mi alma el amor hacia Jesucristo". 
            Haz que la esperanza del premio que nos espera en el cielo 
            nos lleve a resistir con valentía contra los enemigos del alma            nuestra. Amen.
|                    Fue martirizado en la persecución de Diocleciano en el año 304, en Mauritania (hoy Argelia), al norte de Africa. Pertenecía a una familia muy distinguida. Diocleciano había decretado que todo el que se declarara amigo de Cristo debía ser asesinado. Los soldados y policías penetraban a las casas de los cristianos y sacaban arrastrando a hombres y mujeres y si no querían quemar incienso a los ídolos y asistir a las procesiones de los falsos dioses, los llevaban ante los jueces para que los condenaran a muerte. Arcadio al darse cuenta de todo esto, huyó a las montañas para que no lo llevaran a adorar ídolos. Pero la policía llegó a su casa y se llevó a uno de sus familiares como rehén, amenazando que si Arcadio no aparecía, moriría su familiar. Entonces el joven regresó de su escondite de la montaña y se presentó ante el tribunal pidiendo que lo apresaran a él pero que dejaran libre a su familiar. El juez le prometió la libertad para él y para su pariente si adoraba ídolos y les quemaba inciensos. Arcadio respondió: "Yo sólo adoro al Dios Unico del cielo y a su Hijo Jesucristo". Su pariente fue puesto en libertad, pero él fue a la prisión. Los jueces dispusieron convencerlo a base de amenazas y le dijeron que si no dejaba de ser cristiano lo despedazarían cortándole manos y pies, pedazo por pedazo. Arcadio respondió: "Pueden inventar todos los tormentos que quieran contra mí. Pero estén seguros de que nadie ni nada me apartará del amor de Jesucristo. Espero no traicionar nunca mi fe. Es tan alto el premio que espero en el cielo, que los tormentos de la tierra me parecen pocos con tal de conseguirlo". Le presentaron entonces ante sus ojos todos los instrumentos con los cuales acostumbraban torturar a los cristianos para que renunciaran a su religión: garfios de hierro afilados, azotes con punta de plomo, carbones encendidos, etc., etc. Pero nuestro mártir no se dejó asustar y continuó diciendo que prefería morir antes que ser infiel a la religión de Cristo. Entonces el tribunal decreta que sea despedazado a cuchilladas, primero los brazos, pedazo por pedazo, y luego los pies. Así lo hacen. Arcadio siente que su cuerpo se estremece de dolor, pero al mismo tiempo recibe en su alma una fuerza tal del Espíritu Santo que lo mueve a entonar himnos de adoración y acción de gracias a Dios. Los que están allí presentes se sienten emocionados ante tan enorme valentía. Cuando le presentan ante sus ojos todos los pedazos de manos y de pies que le habían quitado a cuchilladas, exclama: "Dichoso cuerpo mío que ha podido ofrecer este sacrificio a mi Señor Jesucristo". Y dirigiéndose a los presentes les dice: "Los sufrimientos de esta vida no son comparables con la gloria que nos espera en el cielo. Jamás les ofrezcan oraciones o sacrificios a los ídolos. Sólo hay un Dios verdadero: nuestro Dios que está en el cielo. Y un sólo Señor: Jesucristo, Nuestro Redentor". Y quedó suavemente dormido. Había muerto mártir de Cristo. Los paganos se quedaron maravillados de tanto valor, y los cristianos recogieron su cadáver y empezaron a honrarlo como a un gran santo.  |               
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Benito Biscop, Santo Abad, Enero 12
                
 AbadMartirologio Romano: En el monasterio de Wearmouth, en                        Northumbria (hoy Inglaterra), san Benito Biscop,                        abad, que peregrinó cinco veces a Roma, de donde                        trajo muchos maestros y libros para que los monjes                        reunidos en la clausura del monasterio bajo la                        Regla de san Benito progresaran en la ciencia del                        amor de Cristo, en bien de la Iglesia (c. 690).  |             
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Margarita Bourgeoys, Santa Virgen Fundadora, Enero 12
                
 Fundadora                    de la Congregación                 |             
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Fuente: ACI Prensa 
          Elredo              de Rievaulx, Santo            Abad, Enero 12   
                
 AbadMartirologio Romano: En el monasterio de Rievaulx,                        también en Northumbria (hoy Inglaterra), san                        Elredo, abad, el cual, educado en la corte del rey                        de Escocia, ingresó en la Orden Cisterciense,                        siendo maestro eximio de la vida monástica y                        promoviendo constante y suavemente, con su ejemplo                        y sus escritos, la vida espiritual y la amistad en                        Cristo (c. 1166).  |             
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|                  Antonio María Pucci, Santo  |             
Presbítero Servita
Martirologio                Romano: En                Viareggio, ciudad de Italia, san Antonio María Pucci,                presbítero de la Orden de                los Siervos de María, el cual, párroco durante casi                cincuenta años, se dedicó                sobre todo a atender a los niños pobres y enfermos (1892).
            
            San Antonio María Pucci, aunque              miembro de la              Congregación de los Siervos de María (Servita), pasó casi              toda su vida y se              santificó como sacerdote de una parroquia. Nació en              Poggiole, cerca de Pistoia,              en 1810. Fue uno de los siete hermanos de la humilde familia              de Agustín y María              Pucci.
            
            No obstante la heroicidad de sus              virtudes, los trazos              elementales de su biografía traen al recuerdo tantas vidas              paralelas de              seminaristas y sacerdotes, compañeros de estudios unos,              conocidos otros tal vez              en la propia parroquia. Ya durante su vida el padre Pucci se              hizo tan familiar              e intimo a sus feligreses, que cariñosamente le llamaban,              "el Curatino".              Una de estas figuras de párroco, que ha visto nacer y morir              casi toda una              generación y ahonda en el corazón del pueblo, como una              institución patriarcal.
            
            Su nombre bautismal era Eustaquio.              Monaguillo servicial y              piados, ganó la confianza de don Luigí, su párroco. En              cambio de los servicios              prestados recibía clase de latín y cultura general. No              conoció el Liceo del              Renacimiento italiano. Y no lo echaría de menos después; su              vida sacerdotal              transcurrió ajena a la lucha de políticas y de culturas; y              eso que su tiempo              fue el de la unidad italiana y en parte pertenecía al de la              "Kulturkampf". En último término, su padre no pretendía              hacer de              Eustaquio más que un buen labrador; y se opuso cuando el              párroco de Poggiole              fue a hablarle de que Eustaquio, joven ya de dieciocho años,              aspiraba a              "hacerse cura". Considerando su piedad mariana, don Luigi le              había              propuesto ingresar en la Orden de los Siervos de la Madre de              Dios, de Florencia,              con quienes cultivaba una sincera amistad y estima.
            
            Al fin, el hombre del arado y de la              esteva cedió al              hombre de iglesia, y consintió; el padre de Eustaquio no era              de los peores              parroquianos de don Luigi. Y el "curato" se hace respetar              mucho              también en Italia, hoy todavía, entre las buenas familias de              las parroquias rurales.
            
            Conseguido el permiso paterno,              Eustaquio ingresaba el 10              de julio de 1837 en el convento de la Anunciación. La              primera etapa de su vida              aldeana se cierra con un certificado protocolario de buena              conducta, presentado              por el párroco al superior de Florencia. ¡Habría hecho              tantos otros para sus              feligreses! Y, sin embargo, aquel del hijo de la familia              Pucci sería un eslabón              más del proceso de canonización de un santo.
            
            Su inclinación al sacerdocio,              observada por don Luigi y              alguno de sus familiares que le habían visto jugar "a decir              misa", se              convirtió en realidad. Eustaquio, ahora fray Antonio María,              fue ordenado              sacerdote el 24 de septiembre de 1843. 
            
            Fue destinado a ejercer su ministerio              en Viareggío,              pequeña ciudad junto al Tirreno, hoy famosa playa              internacional. Tres años de              coadjutor y después... siempre párroco de San Andrés. Sus              feligreses eran casi              todos pescadores, que se fueron encariñando poco a poco con              el párroco de              pequeña estatura y ojos serenos. Los más íntimos se              sentirían orgullosos de              tener un párroco apreciado en la curia de Lucca, de la que              había sido nombrado,              tan joven como era todavía, examinador prosinodal. Los              primeros años de              actividad pastoral no le habían impedido preparar el examen              de "maestro en              Sagrada Teología", título que concedía el capitulo de la              Orden. En otro              ambiente, el padre Pucci hubiera sido tal vez un hombre de              estudios; pero si la              Orden ha perdido un científico, ha ganado, en cambio, un              santo.
            
            Los que le conocieron, confiesan que              no era simpático; su              voz nasal y de tono monótono, la cabeza siempre inclinada,              sus ligeros gestos              nerviosos, no hacían de su persona una figura estética. Se              diría que era un              hombre con complejo de inferioridad. Algunos contemporáneos,              al saber que se              introducía su proceso de canonización, desconfiaban del              éxito, porque              consideraban que era una personalidad ordinaria. No es un              caso aislado. También              el alcalde de Viareggio, de aquella época liberal, respondía              al superior de San              Andrés, que solicitaba la dedicación de una calle en              recuerdo del padre Pucci,              minimizando su actuación y justificando su negativa. "Al fin              y al cabo, es              un cura que no ha hecho más que cumplir con su deber."
            
            Es bella esta heroicidad humilde de un              párroco que cumple              durante cuarenta y cinco años con su deber. Heroicidad              perseverante y              desapercibida en su actividad apostólica y en su vida de              religioso. Como el              cardenal Laurenti, prefecto de la Congregación de Ritos,              decía, de broma y de              veras, al padre Ferrini, postulador general de la Orden: "Si              el padre              Pucci ha sido siempre buen párroco y buen religioso a la              vez, es sin duda un              santo de verdad."
            
            Objetivo central de sus preocupaciones              pastorales fue la              organización parroquial: la enseñanza del catecismo y la              beneficencia, grupos              de seglares y fundación de religiosas, acción social y              apostolado del mar.
            
            Para desarrollar más eficazmente sus              tareas de              catequista, organizó la Congregación de la Doctrina              Cristiana. Con sorprendente              espíritu de dinamismo apostólico utilizaba todos los              resortes para atraer los              niños a la parroquia; ayudado de sus fieles militantes de la              congregación, daba              especial relieve, religioso y espectacular a la vez, a las              fiestas de las              primeras comuniones, del reparto de premios, de la "Befana"              (o              "´hada - buena"), manifestación italiana de la tradición              española de              los Reyes Magos, llevando él mismo los juguetes a casa de              los niños.
            
            Con una concepción orgánica de las              obras parroquiales,              instituyó para la formación integral de los jóvenes y en              función también de la              enseñanza del catecismo, la "Compañía de San Luis". Sin              conocerse, el              padre Pucci realizaba con los jóvenes una labor paralela a              la que              contemporáneamente San Juan Bosco lleva a cabo en Turín.              Humano y perspicaz              psicólogo, no olvidaba prescribir a sus muchachos en el              reglamento de la              asociación que "buscaran un buen amigo y huyeran de los              tristes".              Posteriormente, esta asociación fue la base en Viareggio de              uno de los primeros              centros interparroquiales de la Acción Católica, promovida              poco después de la              muerte del padre Pucci con las directrices pontificias.
            
            Incrementó la devoción eucarística con              la Cofradía del              Santísimo Sacramento y organizó los grupos apostólicos              femeninos, cuya              dirección encomendó a una joven piadosa, Giuliana Luccí; más              tarde, con otro              grupo de jóvenes de la parroquia, ingresó en las Siervas de              María de Viareggio,              cuyo fundación se atribuye fundidamente al Beato Pucci.pa,              en frase de              Chateaubriand, "León de la libertad italiana".
            
            Contra tal previsión ilusionada, la              unidad de Italia, sin              intervención pontificia, fue proclamada por Cavour en Turín,              en 1861. En 1870              las tropas italianas eran saludadas en Roma, como              libertadoras y Pío IX se              refugiaba en el Vaticano. Cairoli, Crispí, Zanardellí, De              Pretiis son nombres              de notables republicanos, antipontificios, conmemorados              ahora como gloria              nacional en las calles de la que en otros tiempos fue la              Roma papal. Cavour              resumía su ideología política en pocas palabras: "La Iglesia              libre en              Estado libre". El espíritu laico tomó auge en Italia después              de la              constitución del Reino; en 1873 era abolida la Facultad de              Teología de las              Universidades y suprimida la enseñanza religiosa en las              escuelas.
            
            El ambiente cargado de incertidumbre              religiosa se hacia              sentir también en Viareggio. Para el párroco de San Andrés              la 8ituación ofrecía              un aspecto eminentemente pastoral. Frente al problema de la              descristianización              pública que se planteaba en Viareggio, cuyas autoridades              civiles eran todas              republicanas y hacían profesión de incredulidad, el              "Curatino" pensó              en una asociación de hombres católicos; así organizó "La Pía              Unión de los              hijos de San José para mantener incólume la fe católica en              la familia y en la              sociedad cristiana".
            
            Podría pensarse con motivo, que el              párroco de Viareggio              habría sido criticado de "hacer política"; sobre todo,              cuando los              biógrafos aseguran que "defendía con todas las armas de la              ciencia y de la              historia los sacrosantos derechos de la Iglesia, incluido el              poder temporal de              los Papas". Pero el "Curatino" no fue tildado de              clericalismo              político, campaña preferida de los grupos de oposición desde              que en Italia              comenzó a desarrollarse la democracia cristiana. Ni siquiera              los republicanos              de Viareggio quisieron mezclar el recuerdo del padre Pucci              con la política;              porque el "Curatino" ¡había sido tan bueno! Había socorrido              heroicamente a los enfermos en los días de la epidemia.              1854-55; había dado              tantas veces su manteo y su colchón a los pobres ateridos de              frío, no excluidos              los anticlericales; había instituido para la beneficencia la              Cofradía de la              Misericordia y la Conferencia de San Vicente; su vida había              sido una cadena de              heroica caridad.
            
            La venerable figura del párroco.              recorriendo las calles a              socorrer a los pobres o a asistir a los enfermos, se había              grabado hondamente              en los miembros del Consejo Comunal y en atención a su obra              asistencial,              declaraban en sesión plenaria, después de su muerte: "Que el              padre Pucci,              no ocupándose nunca de política, dejó esta misión a quien              pertenecía, siendo              así ejemplo de cómo se debería comportar el clero en la              convivencia              social".
            
            El "Curatino" había conquistado de              veras el              amor de su pueblo. Los hechos de celo y de caridad se              sucedían día a día. De              sus obras asistenciales merece destacarse la Colonia Marina,              que organizó para              hijos de obreros, la primera en Italia, superando así con su              acción su              ideología social, enmarcada en el "paternalismo" propio de              la época y              paralela al título que el pueblo le dio de "Padre de los              pobres".
            
            Su temple de santo se acendraba en la              vida religiosa.              Elegido superior de la casa de Viareggio en 1859, fue              reelegido, contra toda              costumbre, continuamente, llegando a ser en 1883 Superior              Provincial en toda la              Toscana. Pero su personalidad de párroco modelo absorbe la              de religioso              observante.
            
            San Antonio Pucci murió el 14 de enero              de 1892, a los              setenta y tres años de edad. Su muerte causó gran              consternación den Viareggio.              Su tumba fue honrada por Dios con algunas curaciones. Fue              beatificado sesenta              años después de su muerte por Pío XII, en 1952 y canonizado              el 9 de Diciembre              de 1962 por Juan XXIII.
            
          
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Fuente: Vatican.va 
          Bernardo              de Corleone (Filippo Latini), Santo Laico            Capuchino, Enero 12   
                
 Laico CapuchinoMartirologio Romano: En Palermo, ciudad de Sicilia (hoy                        Italia), san Bernardo de Corileone, de la Orden de                        los Hermanos Menores Capuchinos, admirable por su                        caridad y eximio por su penitencia (1667).  |             
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Pedro Francisco Jamet, Beato Presbítero, Enero 12
                
 Segundo                    Fundador del Instituto de                 |             
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Nicolás Bunkerd, Beato Sacerdote y Mártir, Enero 12
                
 Sacerdote Tailandés, MártirMartirologio Romnano:                      En el lugar llamado Tomhom, cerca de Bangkok, en                        Tailandia, beato Nicolás Bunkerd Kitbamrung,                        presbítero y mártir, predicador eximio del                        Evangelio, que fue encarcelado en tiempo de                        persecución contra la Iglesia y a causa de la                        tisis, que contrajo ayudando a los enfermos,                        falleció de modo ejemplar (1944).  |             
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Fuente: Martirologio              Romano 
          Otros              Santos y Beatos            Completando el santoral de este día, Enero 12   
                
 Santos Tigrio, presbítero, y                        Eutropio,, mártires  |             
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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