miércoles, 10 de enero de 2018

[ † ] Miércoles de San José. 10/01/2018. Beato Gregorio X ¡ruega por nosotros!

JA

JMJ

Pax

Curó a muchos enfermos de diversos males

† Lectura del santo Evangelio según san Marcos 1, 29-39

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama, con fiebre, y enseguida le avisaron a Jesús. El se le acercó, y tomándola de la mano, la levantó. En ese momento se le quitó la fiebre y se puso a servirles.
Al atardecer, cuando el sol se ponía, le llevaron a todos los enfermos y poseídos del demonio, y todo el pueblo se apiñó junto a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios, pero no dejó que los demonios hablaran, porque sabían quién era él.
De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar. Simón y sus compañeros lo fueron a buscar, y al encontrarlo, le dijeron:
"Todos te andan buscando".
El les dijo:
"Vamos a los pueblos cercanos para predicar también allá el Evangelio, pues para eso he venido".
Y recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando a los demonios.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.

El Misterio de la Misa en 2 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk

El que no valora una obra de arte es porque necesita cultura: https://www.youtube.com/watch?v=mTKKaT-KaKw

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu

El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

San Leonardo, "El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc

Audio (1/5): https://www.youtube.com/watch?v=2NjKuVnxH58

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?

Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).

Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?

Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html

Catecismo 2181: La Eucaristía del domingo fundamenta y confirma toda la práctica cristiana. Por eso los fieles están obligados a participar en la Eucaristía los días de precepto, a no ser que estén excusados por una razón seria (por ejemplo, enfermedad, el cuidado de niños pequeños) o dispensados por su pastor propio (cf CIC can. 1245). Los que deliberadamente faltan a esta obligación cometen un pecado grave."

 

Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).

 

 

Misal

 

mie 1a. Ordinario año Par

Antífona de Entrada

Si alguno, teniendo con qué vivir ve a su hermano pasar necesidad y, sin embargo, no lo ayuda, ¿cómo habitará el amor de Dios en él?

 

Oración Colecta

Oremos:
Dios nuestro, que diste un origen idéntico a todos los pueblos y quisiste formar con ellos una sola familia, llena los corazones con el fuego de tu amor y suscita en todos los seres humanos el deseo de un progreso justo y fraternal; a fin de que, con los bienes que has destinado para todos, se realice cada uno como persona humana y, suprimida toda discriminación, reinen en el mundo la igualdad y la justicia.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

Habla, Señor, que tu siervo escucha

Lectura del primer libro de Samuel 3, 1-10. 19-20

En los tiempos en que el joven Samuel servía al Señor a las órdenes de Elí, la palabra de Dios se dejaba oír raras veces y no eran frecuentes las visiones.
Los ojos de Elí se habían debilitado y ya casi no podía ver. Una noche, cuando aún no se había apagado la lámpara del Señor, estando Elí acostado en su habitación y Samuel en la suya, dentro del santuario, donde se encontraba el arca de Dios, el Señor llamó a Samuel y éste respondió:

"¡Aquí estoy!" Fue corriendo a donde estaba Elí, y le dijo: "Aquí estoy; ¿para qué me llamaste?" Respondió Elí: "Yo no te he llamado; vuelve a acostarte". Samuel se fue a acostar. Volvió el Señor a llamarlo y él se levantó, fue a donde estaba Elí, y le dijo: "Aquí estoy; ¿para qué me llamaste?" Respondió Elí: "No te he llamado, hijo mío; vuelve a acostarte". (Aún no conocía Samuel al Señor, pues la palabra del Señor no le había sido revelada). Por tercera vez llamó el Señor a Samuel; éste se levantó, fue a donde estaba Elí, y le dijo: "Aquí estoy; para qué me llamaste?" Entonces comprendió Elí que era el Señor quien llamaba al joven, y dijo a Samuel: "Ve a acostarte, y si te llama alguien, responde: Habla, Señor; tu siervo te escucha". Y Samuel se fue a acostar. De nuevo el Señor se presentó y lo llamó como antes: "¡Samuel, Samuel!" Éste respondió: "Habla, Señor; tu siervo te escucha". Samuel creció y el Señor estaba con él; y todo lo que el Señor le decía, se cumplía. Todo Israel, desde la ciudad de Dan hasta la de Bersebá, supo que Samuel estaba acreditado como profeta del Señor. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del Salmo 39

Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Esperé en el Señor con gran confianza; él se inclinó hacia mí y escuchó mis plegarias. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor y no acude a los idólatras, que se extravían con engaños.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Sacrificios y ofrendas no quisiste, abriste, en cambio, mis oídos a tu voz. No exigiste holocaustos por la culpa, así que dije: "Aquí estoy".
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

En tus libros se me ordena hacer tu voluntad; esto es, Señor lo que deseo: tu ley en medio de mi corazón.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

He anunciado tu justicia en la gran asamblea; no he cerrado mis labios, tú lo sabes, Señor.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor; yo las conozco y ellas me siguen.
Aleluya.

Evangelio

Curó a muchos enfermos de diversos males

† Lectura del santo Evangelio según san Marcos 1, 29-39

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama, con fiebre, y enseguida le avisaron a Jesús. El se le acercó, y tomándola de la mano, la levantó. En ese momento se le quitó la fiebre y se puso a servirles.
Al atardecer, cuando el sol se ponía, le llevaron a todos los enfermos y poseídos del demonio, y todo el pueblo se apiñó junto a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios, pero no dejó que los demonios hablaran, porque sabían quién era él.
De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar. Simón y sus compañeros lo fueron a buscar, y al encontrarlo, le dijeron:
"Todos te andan buscando".
El les dijo:
"Vamos a los pueblos cercanos para predicar también allá el Evangelio, pues para eso he venido".
Y recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando a los demonios.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración sobre las Ofrendas

Señor, que esta ofrenda nos purifique y nos renueve, y sea causa de eterna recompensa para los que cumplen tu voluntad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

Alabanza a Dios por la creación y redención del género humano

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque has querido ser, por medio de tu amado Hijo, no sólo el creador del género humano, sino también el autor bondadoso de la nueva creación.
Por eso,
con razón te sirven todas las criaturas, con justicia te alaban todos los redimidos y unánimes te bendicen tus santos. Con ellos, unidos a los ángeles, nosotros queremos celebrarte y te alabamos diciendo:

Antífona de la Comunión

Pidan y se les dará, busquen y hallarán, llamen y se les abrirá, dice el Señor.

 

Oración después de la Comunión


Oremos:
Que de nuestra participación en este sacramento de unidad, mediante el cual renuevas constantemente a la familia humana, obtengamos, Señor, un amor auténtico y eficaz que nos impulse a promover el progreso de los pueblos y a realizar, en la caridad, las exigencias de la justicia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

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Meditación diaria

1ª semana. Miércoles

ORACIÓN Y APOSTOLADO

— El corazón del hombre está hecho para amar a Dios. Y el Señor desea y busca el encuentro personal con cada uno.

— No desaprovechar las ocasiones de apostolado. Mantener firme la esperanza apostólica.

— Oración y apostolado.

I. Cierto día, después de haber pasado la tarde anterior curando enfermos, predicando y atendiendo a las gentes que acudían a Él, Jesús se levantó de madrugada, cuando era todavía muy oscuro, salió de la casa de Simón y se fue a un lugar solitario, y allí oraba. Fueron a buscarle Simón y los que estaban con él; y cuando le encontraron, le dijeron: Todos te buscan. Lo relata San Marcos en el Evangelio de la Misa1.

Todos te buscan. También ahora las muchedumbres tienen «hambre» de Dios. Continúan siendo actuales aquellas palabras de San Agustín al comienzo de sus Confesiones: «Nos has creado, Señor, para ti y nuestro corazón no halla sosiego hasta que descansa en ti»2. El corazón de la persona humana está hecho para buscar y amar a Dios. Y el Señor facilita ese encuentro, pues Él busca también a cada persona, a través de gracias sin cuento, de cuidados llenos de delicadeza y de amor. Cuando vemos a alguien a nuestro lado, o nos llega una noticia de alguna persona por medio de la prensa, de la radio o de la televisión, podemos pensar, sin temor a equivocarnos: a esta persona la llama Cristo, tiene para ella gracias eficaces. «Fíjate bien: hay muchos hombres y mujeres en el mundo, y ni a uno solo de ellos deja de llamar el Maestro.

»Les llama a una vida cristiana, a una vida de santidad, a una vida de elección, a una vida eterna»3. En esto reside nuestra esperanza apostólica: a todos, de una manera u otra, anda buscando Cristo. Nuestra misión –por encargo de Dios– es facilitar estos encuentros de la gracia.

San Agustín, comentando este pasaje del Evangelio, escribe: «El género humano yace enfermo; no de enfermedad corporal, sino por sus pecados. Yace como un gran enfermo en todo el orbe de la tierra, de Oriente a Occidente. Para sanar a este moribundo descendió el médico omnipotente. Se humilló hasta tomar carne mortal, es decir, hasta acercarse al lecho del enfermo»4. Han pasado pocas semanas desde que hemos contemplado a Jesús en la gruta de Belén, pobre e indefenso, habiendo tomado nuestra naturaleza humana para estar muy cerca de los hombres y salvarnos. Hemos meditado después su vida oculta en Nazaret, trabajando como uno más, para enseñarnos a buscarle en la vida corriente, para hacerse asequible a todos y, mediante su Santa Humanidad, poder llegar a la Trinidad Beatísima. Nosotros, como Pedro, también vamos a su encuentro en la oración –en nuestro diálogo personal con Él–, y le decimos:Todo el mundo te busca, ayúdanos, Señor, a facilitar el encuentro contigo de nuestros parientes, de nuestros amigos, de los colegas y de toda alma que se cruce en nuestro camino. Tú, Señor, eres lo que necesitan; enséñanos a darte a conocer con el ejemplo de una vida alegre, a través del trabajo bien realizado, con una palabra que mueva los corazones.

II. Un pueblecito alemán, que quedó prácticamente destruido durante la Segunda Guerra Mundial, tenía en una iglesia un crucifijo, muy antiguo, del que las gentes del lugar eran muy devotas. Cuando iniciaron la reconstrucción de la iglesia, los campesinos encontraron esa magnífica talla, sin brazos, entre los escombros. No sabían muy bien qué hacer: unos eran partidarios de colocar el mismo crucifijo –era muy antiguo y de gran valor– restaurado, con unos brazos nuevos; a otros les parecía mejor encargar una réplica del antiguo. Por fin, después de muchas deliberaciones, decidieron colocar la talla que siempre había presidido el retablo, tal como había sido hallada, pero con la siguiente inscripción: Mis brazos sois vosotros... Así se puede contemplar hoy sobre el altar5. Somos los brazos de Dios en el mundo, pues Él ha querido tener necesidad de los hombres. El Señor nos envía para acercarse a este mundo enfermo que no sabe muchas veces encontrar al Médico que le podría sanar. Hablamos de Dios a las gentes con la esperanza cierta de que Cristo conoce a todos, y que solo en Él encuentran la salvación y palabras de vida eterna. Por eso, no debemos dejar pasar –por pereza, comodidad, cansancio, respetos humanos– ni una sola ocasión: acontecimientos normales de todos los días, el comentario sobre una noticia aparecida en el periódico, un pequeño servicio que prestamos o que nos prestan..., y también los sucesos extraordinarios: una enfermedad, la muerte de un familiar... «Quienes viajan por motivo de obras internacionales, de negocios o de descanso, no olviden que son en todas partes heraldos itinerantes de Cristo y que deben portarse como tales con sinceridad»6. El Papa Juan Pablo I, en su primer mensaje a los fieles, exhortaba a que se estudiaran todos los caminos, todas las posibilidades, y se procurasen todos los medios para anunciar, oportuna e inoportunamente7, la salvación a todas las gentes. «Si todos los hijos de la Iglesia –decía el Romano Pontífice– fueran misioneros incansables del Evangelio, brotaría una nueva floración de santidad y de renovación en este mundo sediento de amor y de verdad»8.

Mantengamos con firmeza la esperanza en el apostolado, aunque el ambiente se presente difícil. Los caminos de la gracia son, efectivamente, inescrutables. Pero Dios ha querido contar con nosotros para salvar a las almas. ¡Qué pena si, por omisión de los cristianos, muchos hombres quedan sin acercarse al Señor! Por eso debemos sentir la responsabilidad personal de que ningún amigo, compañero o vecino, con quienes tuvimos algún trato, pueda decir al Señor: hominem non habeo9: no encontré quien me hablara de Ti, nadie me enseñó el camino. En ocasiones, nuestro trato solo será el comienzo de ese camino que lleva a Cristo: un comentario oportuno, un libro para reafirmar la fe, un consejo certero, una palabra de aliento... y siempre el aprecio y el ejemplo de una vida recta.

«El cristianismo posee el gran don de enjugar y curar la única herida profunda de la naturaleza humana, y esto vale más para su éxito que toda una enciclopedia de conocimientos científicos y toda una biblioteca de controversias; por eso el cristianismo ha de durar mientras dure la naturaleza humana»10. Preguntémonos hoy: ¿a cuántas personas he ayudado a vivir cristianamente el tiempo de Navidad que acabamos de celebrar? Encomendemos a los amigos a quienes estamos ayudando para que se acerquen a la Confesión o a algún medio que facilite su formación y su conocimiento de la doctrina del Señor.

III. El Señor nos quiere como instrumentos suyos para hacer presente su obra redentora en medio de las tareas seculares, en la vida corriente. Pero, ¿cómo podríamos ser buenos instrumentos de Dios sin cuidar con esmero la vida de piedad, sin un trato verdaderamente personal con Cristo en la oración? ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?, ¿no caerán los dos en el precipicio?11. El apostolado es fruto del amor a Cristo. Él es la Luz con la que iluminamos, la Verdad que debemos enseñar, la Vida que comunicamos. Y esto solo será posible si somos hombres y mujeres unidos a Dios por la oración. Conmueve contemplar cómo el Señor, entre tanta actividad apostólica, se levanta muy de madrugada, cuando aún era oscuro, para dialogar con su Padre Dios y confiarle la nueva jornada que comienza, llena también de atención a las almas.

Nosotros debemos imitarle: es en la oración, en el trato con Jesús, donde aprendemos a comprender, a mantener la alegría, a atender y apreciar a las personas que el Señor pone en nuestra senda. Sin oración, el cristiano sería como una planta sin raíces: acaba seca, sin posibilidad de dar frutos, en poco tiempo. En nuestro día podemos y debemos dirigirnos al Señor muchas veces. Él no está lejos: está cerca, a nuestro lado, y nos oye siempre, pero particularmente en los ratos –como ahora– que dedicamos expresamente a hablar, sin anonimatos, de tú a tú, con Dios. En la medida en que nos abrimos a los requerimientos divinos, la jornada será divinamente eficaz y tendremos más facilidad para no interrumpir el diálogo con Jesús. En verdad, nuestra vida de apóstoles vale lo que valga nuestra oración12.

La oración siempre da sus frutos, es capaz de sostener toda una vida. De ella sacaremos la fortaleza para afrontar las dificultades con el garbo de los hijos de Dios. Y para la perseverancia –la constancia en el trato con nuestros amigos– que requiere todo apostolado. Por eso nuestra amistad con Cristo ha de ser día a día más honda y sincera. Para esto debemos empeñarnos seriamente en evitar todo pecado deliberado, guardar el corazón para Dios, procurar rechazar los pensamientos inútiles, que frecuentemente dan lugar a faltas y pecados, rectificar muchas veces la intención, dirigiendo al Señor nuestro ser y nuestras obras... Hemos de luchar contra el desaliento –si llegara alguna vez– que puede producirse al pensar que no mejoramos en la oración personal, pues entonces es fácil que el demonio insinúe la tentación de abandonarla. No debemos dejarla jamás, aunque estemos cansados y no podamos centrar del todo la atención, aunque no tengamos ningún afecto, aunque –sin desearlo– lleguen muchas distracciones. La oración es el soporte de nuestra vida y la condición de todo apostolado.

Acudimos, al terminar este rato de oración, a la intercesión poderosa de San José, maestro de la vida interior. A él, que durante tantos años vivió junto a Jesús, le pedimos que nos enseñe a amarle y a dirigirnos a Él con confianza todos los días de nuestra vida; también aquellos que parecen más apretados de trabajos y en los que nos sentimos con más dificultades para dedicarle ese rato de oración que acostumbramos. Nuestra Madre Santa María intercederá, junto al Santo Patriarca, por nosotros.

1 Mc 1, 29-39. — 2 San Agustín, Confesiones, 1, 1, 1.  3 San Josemaría Escrivá, Forja, Rialp, 1ª ed., Madrid 1987, n. 13.  4 San Agustín, Sermón 87, 13.  5 Cfr. F. Fernández-Carvajal, La tibieza, Palabra, 6ª ed., Madrid 1986, p. 149.  6 Conc. Vat. II, Decr. Apostolicam actuositatem, 14. — 7 2 Tim 4, 2. — 8 Juan Pablo I, Alocución27-VIII-1978. — 9 Jn 5, 7. — 10 Card. J. H. Newman, El sentido religioso, p. 417. — 11 Lc 6, 39. — 12 Cfr. San Josemaría Escrivá, Camino, Rialp, 30ª ed., Madrid 1976, n. 108.

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Después de Epifanía
10 de enero

JESÚS, NUESTRO MAESTRO

— El Señor es el Maestro de todos los hombres. Es nuestro único Maestro.

— Aprender de Él. Meditar el Evangelio.

— Jesús nos enseña en la intimidad de nuestro corazón, a través de los acontecimientos y personas que nos rodean y, sobre todo, a través del Magisterio de la Iglesia.

I. Al cabo de tres días, lo encontraron en el Templo, sentado en medio de los doctores, escuchándoles y preguntándoles1.

Los rabinos solían comentar en el Templo la Sagrada Escritura. Para los forasteros de Jerusalén era esta la única ocasión de ver y oír a los maestros más relevantes de Israel. Los oyentes tomaban asiento sobre las esteras alrededor del maestro y podían intervenir, y también ser preguntados sobre el texto que se explicaba. Las preguntas y respuestas de Jesús, aunque de acuerdo con su edad, llamaron poderosamente la atención de todos: Cuantos le oían quedaban admirados de su sabiduría y de sus respuestas.

Cuando comience su vida pública, el Evangelista nos dirá que las gentes se maravillaban de su doctrina, pues la enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas2. Oyéndole, las multitudes se olvidaban del hambre y del frío de la intemperie. Nunca se opuso a que el pueblo le llamase profeta o maestro3, y a sus discípulos les decía: Vosotros me llamáis maestro y señor, y hacéis bien, porque lo soy4.

Con frecuencia Jesús utiliza la expresión: Pero Yo os digo. Quiere indicarnos que su doctrina tiene una fuerza especial: es el Hijo de Dios quien habla. Y se oyó una voz del cielo que decía: Este es mi Hijo muy amado. Escuchadle5. Desde entonces ya no hay otro a quien escuchar.

Moisés os dijo..., pero Yo os digo. Los antiguos profetas se presentaban como portavoces de Dios: Así habla Yahvé, declaraban después de sus discursos. Jesús habla en nombre propio (cosa que jamás había hecho ningún profeta), e imparte una enseñanza divina. Precisa el sentido y el alcance de los mandamientos de Dios recibidos por Moisés en el Sinaí, corrige falsas interpretaciones. Sus preceptos, siguiendo la misma revelación del Antiguo Testamento, son sin embargo absolutamente nuevos. Nadie como Él ha mostrado la soberanía de Dios y, al mismo tiempo, su cualidad de Padre amorosamente preocupado de las cosas del mundo y, sobre todo, de sus hijos, los hombres. Nadie como Él ha señalado la verdad fundamental del hombre: su libertad interior y su intocable dignidad.

La vida de Jesús fue una predicación incesante. Habló en las sinagogas6, a la orilla del lago7, en el Templo8, en los caminos9, en las casas, en todas partes. Su doctrina nos ha sido transmitida, fidelísima y sustancialmente completa, a través de los Evangelios. Mucho más hizo Jesús; si se escribiera todo, creo que las obras escritas no cabrían en el mundo entero10, nos dice San Juan al terminar su Evangelio. Pero todo lo esencial lo conocemos tal y como sucedió, tal y como lo enseñó el Maestro. Nuestro único Maestro. Junto a Él nos sentimos seguros. Siempre dice a cada uno lo que necesita oír. Leyendo el Evangelio unos minutos todos los días con corazón leal, meditándolo despacio, uno se siente empujado a repetir con San Pedro. Señor, solo Tú tienes palabras de vida eterna11. Solo Tú, Señor. Examinemos cómo y con qué atención leemos el Evangelio.

II. Uno solo es vuestro Maestro, Cristo12. Si después ha habido maestros y doctores en su Iglesia13 ha sido porque Él los constituyó14, subordinándolos a Él, repetidores y testigos, de lo que han visto y oído15. A través de la Iglesia, del Evangelio, tal como se lee en la Iglesia, nos llega como por un canal la Buena Nueva de Cristo.

Solo se verá privado de oír su palabra quien se cierra a ella voluntariamente. Todos pueden comprenderla. La doctrina más sublime se hace accesible a los espíritus más sencillos. Los humildes, quienes se hacen pequeños como los niños, captan sin esfuerzo la doctrina, mientras que a los "sabios" que se dejan llevar por su soberbia no les da la luz el Espíritu Santo, y se quedan a oscuras, sin entender nada o deformando la verdad salvadora: Porque has tenido encubiertas estas cosas a los sabios y prudentes, y las has revelado a los pequeñuelos16.

Jesús es el Maestro de todos, nuestro Maestro. Y puede serlo porque sabe Él mismo lo que hay dentro de cada hombre17. No se engaña sobre nuestras miserias y flaquezas: conoce bien el abismo de maldad que puede anidar en cada corazón. Pero conoce también, mejor que nosotros mismos, las posibilidades de generosidad, de sacrificio, de grandeza que existen también en todo corazón, y Él puede despertarlas con su Palabra viva.

La enseñanza de Cristo afecta al hombre entero en lo más profundo de su ser. "Es Maestro de una ciencia que solo Él posee: la del amor sin límites a Dios y, en Dios, a todos los hombres. En la escuela de Cristo se aprende que nuestra existencia no nos pertenece..."18.

Tomar a Jesús como Maestro es tomarlo por guía, andar sobre sus huellas, buscar con afán su voluntad sobre nosotros, sin desalentarnos jamás por nuestras derrotas, de las que Él nos levanta y las convierte en victorias una y otra vez. Tomarle como Maestro es querer parecernos cada vez más a Él: que los demás, al ver nuestro trabajo, nuestro comportamiento con la familia, con los extraños, y sobre todo con los más necesitados, puedan reconocer a Jesús. De la misma manera que en el trato habitual con una persona a la que se quiere mucho y se admira mucho, se termina por adoptar no solo su manera de pensar, sino sus expresiones y gestos, tratándole diariamente en la oración y meditando el santo Evangelio, nos pareceremos a Él, casi sin darnos cuenta: "Ojalá fuera tal tu compostura y tu conversación que todos pudieran decir al verte y al oírte hablar: este lee la vida de Jesucristo"19.

III. Nos dice San Pablo que la palabra de Dios es viva y eficaz (Cfr. Heb 4, 12). La doctrina de Jesús es siempre actual, nueva para cada hombre; es una enseñanza personal porque va destinada a cada uno de nosotros. No es difícil reconocernos en un determinado personaje de una parábola o comprender en lo más íntimo de nuestra alma que unas palabras de Jesús hace veinte siglos fueron pronunciadas para nosotros, como si hubiéramos sido los únicos destinatarios. Muchas veces y de muchas maneras habló Dios en otro tiempo a nuestros padres a través de los profetas; últimamente, en estos días, nos ha hablado por su Hijo (Cfr. Heb 1, 1). Estos días son también los nuestros. Jesucristo sigue enseñando. Sus palabras, por ser divinas y eternas, son siempre actuales.

Leer el Evangelio con fe es creer que todo lo que se dice en él está, de alguna manera, ocurriendo ahora. Es actual la marcha y la vuelta del hijo pródigo; la oveja que anda perdida y el Pastor que ha salido a buscarla; la necesidad de la levadura para transformar la masa y la luz que debe iluminar la gran oscuridad que, con demasiada frecuencia, se cierne sobre el mundo y sobre el hombre. "En los Libros sagrados, el Padre que está en el cielo, sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos. Y es tan grande el poder y la fuerza de la palabra de Dios, que constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual"20. Pero debemos aprender a oír a Cristo en nuestra vida y en nuestra alma, en las muchas formas y circunstancias en las que Él nos habla.

Cierto día estaba el Señor en casa de un fariseo llamado Simón. Y le interpeló Jesús: Simón, una cosa tengo que decirte21.

Cristo tiene siempre algo que decirnos, a cada uno en particular, personalmente. Para oírle hemos de tener un corazón que sepa escuchar, un corazón atento para las cosas de Dios. Él es el Maestro de siempre. Era el Maestro ayer y lo será mañana: Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y siempre22. Y se dirige a cada hombre singular, a cada hombre que quiera escucharle. Todo aquel que con sinceridad de corazón busque un Norte para su vida, lo encontrará: el Señor no niega su gracia a quien de verdad lo busca.

Cuando Salomón, que amaba a Yahvé, era todavía joven, se le apareció Yahvé durante la noche en sue-ños, y le dijo: Pídeme lo que quieras que te dé. Y Salomón no pidió riquezas, ni poder, ni una vida larga..., sino sabiduría para gobernar al pueblo de Dios. Esto fue muy grato al Señor y le concedió un corazón sabio e inteligente, un corazón capaz de entender23.

También nosotros debemos pedir ante todo un corazón capaz de escuchar y de entender esas mociones interiores del Paráclito en nuestra alma, ese lenguaje de Dios que nos habla a través del Magisterio de la Iglesia, esa doctrina que nos llega con suma claridad a través del Papa y de los obispos unidos a él, que requiere una respuesta práctica. Conviene que repasemos ahora en nuestra meditación qué empeño y qué medios ponemos para conocer bien la doctrina del Magisterio. Y no solo conocerla, sino vivirla personalmente y difundirla entre los católicos y entre los hombres de buena voluntad. El Maestro, Jesús, nos habla a través de esa doctrina.

Y, en otro orden de cosas, también hemos de saber entender el lenguaje de Dios que nos habla a través de acontecimientos y personas que nos rodean. Muy especialmente en esas sugerencias precisas que nos vienen por medio de la dirección espiritual.

Le pedimos a la Virgen un oído atento a la voz de Dios, que nos habla hoy como lo hizo hace veinte siglos, aunque a veces utilice intermediarios.

1 Lc 2, 46-47. — 2 Mc 1, 22. 3 Mt 21, 11. — 4 Jn 13, 13. 5 Mc 9, 7. — 6 Mt 4, 23 ss. — 7 Mc 3, 9. — 8 Mt 21, 22-23. — 9 Jn 4, 5 ss. — 10 Jn 21, 25. — 11 Jn 6, 68. — 12 Mt 23, 10. — 13 Cfr. Hech 13, 1; 1 Cor 12, 28-29. — 14 Ef 4, 11. — 15 Cfr. Hech 10, 39. — 16 Mt 11, 25. — 17 Jn 2, 24. — 18 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 93. — 19 ídem, Camino, n. 2. — 20 Conc. Vat. II, Const. Dei verbum, 21. — 21 Lc 7, 40. — 22 Heb 13, 8. 23 Cfr. 1 Re 3, 4 ss.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

Gregorio X, Beato CLXXXIV Papa, 10 Enero  

Gregorio X, Beato

La personalidad de Teobaldo Visconti, que fue papa desde 1272 hasta 1276 con el nombre de Gregorio X, demuestra la verdad de la afirmación de san Pablo: Dios elige lo que es débil al parecer de los criterios corrientes de los hombres, y sabe darle el vigor necesario para llevar a cabo su plan.

Hombre de natural retraído, especialista en derecho canónico, había nacido en Piacenza (Italia) hacia 1210. Nombrado sucesivamente diácono de la catedral de Lyón y arcidiácono de la de Lieja, coherente con la conciencia que lo asistía de su escasa experiencia pastoral, rechazó el obispado de su ciudad natal que le ofrecía el papa Inocencio IV. Sin embargo, la Santa Sede le encomienda más tarde la predicación de una cruzada, con el objeto de recuperar los santos lugares para la cristiandad. Siendo ya un hombre mayor, recibió en Palestina, donde promovía el movimiento armado, la noticia de su designación como papa. Ordenado en Roma como presbítero y obispo, subió a la cátedra de Pedro el 27 de noviembre de 1272.

En aquellos años se organiza un concilio ecuménico en la ciudad de Lyon, del cual participan los griegos, con quienes no existía ya, desgraciadamente, comunión perfecta.
Las circunstancias políticas favorecieron una declaración de unidad por parte de aquella asamblea sinodal; pero este instrumento tuvo validez efímera, dado que la fórmula adoptada adolecía de imprecisión en sus términos.

Este fracaso de Gregorio X en sus propósitos nos recuerda que la cruz no puede estar ausente en el camino del que sigue a Cristo. El fracaso crucifica los propios esfuerzos y los anhelos íntimos, pero nos conduce a levantar la mirada del Padre y su misericordia. La unidad que intentó instaurar Gregorio era un bien inapreciable, por el cual pugna el Espíritu de Dios, animando a los que creen en un solo Señor Jesucristo. Pero las motivaciones humanas muchas veces, como esta vez, no están suficientemente purificadas para servir de vehículo eficiente al impulso del Espíritu.

La fugaz reunificación obtenida por el segundo concilio de Lyon ha quedado como memorial de que la unidad es posible entre los cristianos, en particular entre los de Oriente y Occidente; pero también de que su autor es Dios y no las conveniencias humanas. Gregorio X murió, con las palabras del arcángel Gabriel en sus labios, el 10 de enero de 1276. Sobre su vida llena de amor a la oración y a la limosna escribió el papa Benedicto XIV.

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Fuente: E W T N
Pablo de Tebas, Santo Ermitaño, Enero 10  

Pablo de Tebas, Santo

Ermitaño

Martirologio Romano: En la Tebaida (hoy Egipto), san Pablo, eremita, uno de los primeros en abrazar la vida monástica (s. IV).

La vida de este santo fue escrita por el gran sabio San Jerónimo, en el año 400.

Nació hacia el año 228, en Tebaida, una región que queda junto al río Nilo en Egipto y que tenía por capital a la ciudad de Tebas.

Fue bien educado por sus padres, aprendió griego y bastante cultura egipcia. Pero a los 14 años quedó huérfano. Era bondadoso y muy piadoso. Y amaba enormemente a su religión.

En el año 250 estalló la persecución de Decio, que trataba no tanto de que los cristianos llegaran a ser mártires, sino de hacerlos renegar de su religión. Pablo se vio ante estos dos peligros: o renegar de su fe y conservar sus fincas y casas, o ser atormentado con tan diabólica astucia que lo lograran acobardar y lo hicieran pasarse al paganismo con tal de no perder sus bienes y no tener que sufrir más torturas. Como veía que muchos cristianos renegaban por miedo, y él no se sentía con la suficiente fuerza de voluntad para ser capaz de sufrir toda clase de tormentos sin renunciar a sus creencias, dispuso más bien esconderse. Era prudente.

Pero un cuñado suyo que deseaba quedarse con sus bienes, fue y lo denunció ante las autoridades. Entonces Pablo huyó al desierto. Allá encontró unas cavernas donde varios siglos atrás los esclavos de la reina Cleopatra fabricaban monedas. Escogió por vivienda una de esas cuevas, cerca de la cual había una fuente de agua y una palmera. Las hojas de la palmera le proporcionaban vestido. Sus dátiles le servían de alimento. Y la fuente de agua le calmaba la sed.

Al principio el pensamiento de Pablo era quedarse por allí únicamente el tiempo que durará la persecución, pero luego se dio cuenta de que en la soledad del desierto podía hablar tranquilamente a Dios y escucharle tan claramente los mensajes que Él le enviaba desde el cielo, que decidió quedarse allí para siempre y no volver jamás a la ciudad donde tantos peligros había de ofender a Nuestro Señor. Se propuso ayudar al mundo no con negocios y palabras, sino con penitencias y oración por la conversión de los pecadores.

Dice San Jerónimo que cuando la palmera no tenía dátiles, cada día venía un cuervo y le traía medio pan, y con eso vivía nuestro santo ermitaño. (La Iglesia llama ermitaño al que para su vida en una "ermita", o sea en una habitación solitaria y retirada del mundo y de otras habitaciones).

Después de pasar allí en el desierto orando, ayunando, meditando, por más de setenta años seguidos, ya creía que moriría sin volver a ver rostro humano alguno, y sin ser conocido por nadie, cuando Dios dispuso cumplir aquella palabra que dijo Cristo: "Todo el que se humilla será engrandecido" y sucedió que en aquel desierto había otro ermitaño haciendo penitencia. Era San Antonio Abad. Y una vez a este santo le vino la tentación de creer que él era el ermitaño más antiguo que había en el mundo, y una noche oyó en sueños que le decían: "Hay otro penitente más antiguo que tú. Emprende el viaje y lo lograrás encontrar". Antonio madrugó a partir de viaje y después de caminar horas y horas llegó a la puerta de la cueva donde vivía Pablo. Este al oír ruido afuera creyó que era una fiera que se acercaba, y tapó la entrada con una piedra. Antonio llamó por muy largo rato suplicándole que moviera la piedra para poder saludarlo.

Al fin Pablo salió y los dos santos, sin haberse visto antes nunca, se saludaron cada uno por su respectivo nombre. Luego se arrodillaron y dieron gracias a Dios. Y en ese momento llegó el cuervo trayendo un pan entero. Entonces Pablo exclamó: "Mira cómo es Dios de bueno. Cada día me manda medio pan, pero como hoy has venido tú, el Señor me envía un pan entero."

Se pusieron a discutir quién debía partir el pan, porque este honor le correspondía al más digno. Y cada uno se creía más indigno que el otro. Al fin decidieron que lo partirían tirando cada uno de un extremo del pan. Después bajaron a la fuente y bebieron agua cristalina. Era todo el alimento que tomaban en 24 horas. Medio pan y un poco de agua. Y después de charlar de cosas espirituales, pasaron toda la noche en oración.

A la mañana siguiente Pablo anunció a Antonio que sentía que se iba a morir y le dijo: "Vete a tu monasterio y me traes el manto que San Atanasio, el gran obispo, te regaló. Quiero que me amortajen con ese manto". San Antonio se admiró de que Pablo supiera que San Atanasio le había regalado ese manto, y se fue a traerlo. Pero temía que al volver lo pudiera encontrar ya muerto.

Cuando ya venía de vuelta, contempló en una visión que el alma de Pablo subía al cielo rodeado de apóstoles y de ángeles. Y exclamó: "Pablo, Pablo, ¿por qué te fuiste sin decirme adiós?". (Después Antonio dirá a sus monjes: "Yo soy un pobre pecador, pero en el desierto conocí a uno que era tan santo como un Juan Bautista: era Pablo el ermitaño").

Cuando llegó a la cueva encontró el cadáver del santo, arrodillado, con los ojos mirando al cielo y los brazos en cruz. Parecía que estuviera rezando, pero al no oírle ni siquiera respirar, se acercó y vio que estaba muerto. Murió en la ocupación a la cual había dedicado la mayor parte de las horas de su vida: orar al Señor.

Antonio se preguntaba cómo haría para cavar una sepultura allí, si no tenía herramientas. Pero de pronto oyó que se acercaban dos leones, como con muestras de tristeza y respeto, y ellos, con sus garras cavaron una tumba entre la arena y se fueron. Y allí depositó San Antonio el cadáver de su amigo Pablo.

San Pablo murió el año 342 cuando tenía 113 años de edad y cuando llevaba 90 años orando y haciendo penitencia en el desierto por la salvación del mundo. Se le llama el primer ermitaño, por haber sido el primero que se fue a un desierto a vivir totalmente retirado del mundo, dedicado a la oración y a la meditación.

San Antonio conservó siempre con enorme respeto la vestidura de San Pablo hecha de hojas de palmera, y él mismo se revestía con ella en las grandes festividades.

San Jerónimo decía: "Si el Señor me pusiera a escoger, yo preferiría la pobre túnica de hojas de palmera con la cual se cubría Pablo el ermitaño, porque él era un santo, y no el lujoso manto con el cual se visten los reyes tan llenos de orgullo".

San Pablo el ermitaño con su vida de silencio, oración y meditación en medio del desierto, ha movido a muchos a apartarse del mundo y dedicarse con más seriedad en la soledad a buscar la satisfacción y la eterna salvación.

Oh Señor: Tu que moviste a San Pablo el primer ermitaño a dejar las vanidades del mundo e irse a la soledad del desierto a orar y meditar, concédenos también a nosotros, dedicar muchas horas en nuestra vida, apartados del bullicio mundanal, a orar, meditar y a hacer penitencia por nuestra salvación y por la conversión del mundo.
Amen.

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Fuente: Archidiócesis de Madrid
Gonzalo de Amarante, Beato Dominico, 10 Enero  

Gonzalo de Amarante, Beato

Tagilde, del obispado de Braga, es el pueblo portugués que le vió nacer. Por la discreción que desde pequeño demostró el Arzobispo de Braga lo toma bajo su techo preparándolo para el sacerdocio. Luego le encomienda la Abadía de San Pelayo por sus cualidades. Es muy responsable y celoso de sus ovejas a las que acerca a Jesucristo más con las obras que con los sermones, por ello adopta unas ropas de mendigo y, arreciando en la penitencia, da en limosna a los pobres cuanto le llega.

Como tiene un deseo vivo de visitar los Santos Lugares, deja a un sobrino el cuidado de la Abadía y comienza su soñada peregrinación. Lleno de agradecimiento y con muchas lágrimas de pesar, Gonzalo contempla con admiración, mira piadoso, besa con cariño y venera con respeto lo que para la fe son monumentos. De hecho, el tiempo pasa insensible en su embeleso.

A los catorce años regresa para cuidar a sus ovejas. Ha sido muy larga la ausencia. La Abadía ha cambiado. El pastor se ha hecho lobo. Ha abandonado el cuidado y se ha dedicado al despojo. Entre comilonas, cacerías, vicios y vanidades se ha convertido de servidor en dueño. Como tantos. No obedece los requerimientos del tío y hasta lo echa con amenazas violentas, maltratándolo físicamente. Ya intentó antes demostrar su muerte para asegurarse el puesto.

El legítimo abad, aprendió mucho en Palestina. Se retira humillado y vencido. Recorre los alrededores y predica feliz el Evangelio; construye una pequeña ermita y se convierte en ermitaño orante solitario, predicador y consejero por los alrededores de Tamaca.

La Virgen le lleva a pasar una noche en el monasterio de Vimaro, de los dominicos. Allí es aceptado como religioso, recibe los hábitos, hace sus votos y edifica a todos con su piedad, mortificación y santidad.

Con la autorización del prelado, vuelve al oratorio de Amarante donde se entrega sin límites a la oración, penitencia y apostolado hasta el fin de su vida quemada en amor a Dios y en bien de los hermanos. Contrajo un gravísima enfermedad y se dispuso a morir como los mejores discípulos del Señor. Muere en manos de la Virgen el 10 de enero de 1260.

Aparte quedan los adornos. A la escueta y noble figura del santo la piedad, el cariño o la fantasía añadió notas poco probables, nada necesarias e imposibles de comprobar por la ciencia histórica, pero que embellecían de modo maravilloso y sobrenatural, como aureola, la grandeza de un hombre fiel. Fue el tiempo quien añadió los guiños que hacía a Jesús crucificado mientras mamaba los pechos de su ama de leche cuando era bebé; como las repetidas, frecuentes y casi continuas apariciones de la Virgen; y como el que los peces del río saltaban a la orilla ofreciéndose como vianda para quien predicaba a Jesucristo.

Fue beatificado por el Papa Pío IV en el año 1560.

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Guillermo de Bourges, Santo Obispo, 10 Enero  

Guillermo de Bourges, Santo

Nació en Nevers, Francia, de familia noble y murió en Bourges, Francia, en 1209.

Fue educado por su tio Pedro el ermitaño. Fue monje en la Abadía cisterciense de Pontigny siendo notable por su humildad y su mortificación.

Más tarde pasó como Abad a la de Fontaine-Saint-Jean; y, en 1187, a Chaalis.

Por su humildad y caridad fue elegido Arzobispo de Bourges en 1200, sede que ocupó hasta su muerte.

En este cargo redobló las austeridades porque tenía que expiar, según decía, sus propios pecados y los de su pueblo.

Tal horror tenía por el pecado, que no podía ver que se ofendiese a Dios sin derramar un torrente de lágrimas.

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Fuente: Wikipédia
Agatón, Santo LXXIX Papa, 10 Enero  

Agatón, Santo

Nació en Palermo en fecha no conocida, murió en Roma el 10 de enero de 681.

Fue Papa de la Iglesia católica de 678 a 681.

Tras la muerte de su padre, reparte su herencia entre los pobres e ingresa como lego en el monasterio benedictino de San Hermes (Palermo) no tomando las ordenes sacerdotales hasta el 677, cuando contaba con cien años.

Al año siguiente, el 27 de junio, es elegido papa. Su corto pontificado destaca por la convocatoria del Sexto Concilio Ecuménico, celebrado en Constantinopla entre el 680 y el 681, y que bajo la presidencia del emperador bizantino Constantino IV condenó el monotelismo y el monoenergismo, doctrinas que habían sido toleradas hasta entonces por la Iglesia, especialmente por Honorio I lo que supuso que el concilio dictase la excomunión de este.

Asimismo consiguió que Constantino IV aboliera el impuesto de tres mil escudos que, desde Justiniano I, los papas estaban obligados a pagar para ver su elección confirmada por el emperador.

Falleció el 10 de enero de 681 y es venerado como santo tanto por la Iglesia Católica como por la Iglesia Ortodoxa.

Es el patrón de Palermo, su ciudad natal.

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Fuente: SanPablo.com.co
Aldo, Santo Eremita, 10 Enero  

Aldo, Santo

De este santo se conoce muy poco, ni siquiera el lugar y fecha de nacimiento. Parece que vivió en el siglo VIII, cuando la humanidad estaba amenazada por el islamismo. Se conoce sí el lugar de su sepultura: en Pavía, primero en la capilla de San Columbano y después en la basílica de San Miguel.

Una antigua tradición nos lo presenta como carbonero y eremita en Carbonaria, cerca de Pavía. Como san Aldo se encuentra incluido en los Martirologios de la Orden benedictina, se supone que fue monje en Bobbio, el famoso monasterio fundado por san Columbano en el año 614.

Los monjes irlandeses de san Columbano no llevaban una vida eremítica en sentido estricto, pero el ermitaño se alejaba temporalmente de los hombres para dedicarse a la oración y llenar la soledad exterior con la presencia alegre de Dios. Pero no se alejaba de la comunidad a la que edificaba con el ejemplo de su vida devota y con la caridad.

Podemos, pues, pensar que san Aldo fue una magnífica mezcla del espíritu benedictino y del espíritu que llevaron los fervorosos misioneros que llegaban de Irlanda, la "isla bárbara" que se transformó en "isla de santos" por el extraordinario florecimiento del cristianismo.

San Columbano había llevado a Europa un oleaje de nueva espiritualidad. Es decir, se había producido un movimiento inverso al que había llevado la Buena Noticia a Irlanda. Decenas de monjes y ermitaños irlandeses, convertidos en "peregrinos por Cristo", en un maravilloso intercambio evangélico, de evangelizados se convirtieron en evangelizadores.

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Fuente: ACI Prensa
Ana de los Ángeles Monteagudo, Beata Dominica, 10 Enero  

Ana de los Ángeles Monteagudo, Beata

Nació en Arequipa el 26 de julio de 1602, hija del español Sebastián Monteagudo de la Jara y de la arequipeña Francisca Ponce de León.

Conforme a costumbres de la época, Ana fue internada por sus padres en el monasterio de Santa Catalina.

Vuelta al hogar por decisión de sus padres, no le satisfacieron los halagos del mundo ni las perspectivas de un ventajoso matrimonio.

Deseaba hacerse religiosa y lo puso en práctica ante la indignada reacción de sus padres.

Soportó con paciencia y ánimo invicto las contrariedades y emprendió la senda de la perfección.

En 1618 inicia el noviciado y añade a su nombre el apelativo "de los Ángeles".

La aspereza de la vida conventual no la arredra. Vive con entusiasmo el ideal de Domingo de Guzmán y de Catalina de Siena.

Con el tiempo llega a ser Maestra de novicias y Priora (1647).

Acomete con energía la reforma del monasterio. Amonesta y corrige, anima y promueve. Además de las profesas, habitaban por esa época en el monasterio cerca de 300 personas, no todas imbuidas del deseo de perfección.

La obra de Ana de los Ángeles chocó con oposiciones tenaces. Sor Ana atendió asimismo, abnegada y heroicamente, a las víctimas de una peste que azotó Arequipa.

Tuvo altísima oración, esmerada perfección en las virtudes propias de la vida religiosa, serenidad y paciencia en los sufrimientos.

Falleció el 10 de enero de 1686.

Beatificada en Arequipa por Juan Pablo II en 1985.

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Fuente: Franciscanos.org
Gil de Lorenzana (Bernardino de Bello), Beato Eremita Frenciscano, 10 Enero  

Gil de Lorenzana (Bernardino de Bello), Beato

Gil, en el siglo Bernardino De Bello, nació en Laurenzana, al sur de Italia, en la región de Basilicata, hacia el año 1443,en el seno de un hogar modesto y cristiano.

Muy inclinado a la piedad desde su niñez, cuando llega a la adolescencia, obtiene licencia para vivir retirado en un santuario que se encontraba en medio del campo, donde el joven se entrega sobre todo a la oración.

Pero su soledad es interrumpida por la visita de los vecinos del pueblo que quieren ver por sí mismos al joven ermitaño y empiezan a consultarle sus preocupaciones.

No hallándose capaz de dar respuesta a quienes acuden a él, decide dejar el santuario y colocarse como jornalero con un rico agricultor, el cual le toma afecto y le permite pasar en oración varias horas al día.

Así está un tiempo hasta que madura su propia vocación y se decide a pedir el hábito franciscano en el convento de Lorenzana.

Admitido al noviciado, profesa como hermano y se le asigna el encargo de trabajar la huerta de los frailes.

Tiene la inspiración de pedir y obtener licencia para construirse una pequeña celda en lo más alejado de la huerta y allí poder pasar en contemplación de las cosas divinas las horas que no son del trabajo.

Y así discurre su vida: trabajo y oración altísima, siendo evidentes a la comunidad religiosa las virtudes del humilde hermano, que no salía de su celda sino para el trabajo y para acudir a la iglesia donde adoraba con amor de serafín al Santísimo Sacramento.

Murió en su pueblo natal el 10 de enero de 1518, estrechando en sus manos el rosario de la Virgen María.

El papa León XIII confirmó su culto el 27 de junio de 1880.

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Fuente: Vatican.va
María Dolores Rodriguez Sopeña, Beata Fundadora, 10 de enero  

María Dolores Rodriguez Sopeña, Beata

Fundadora del Movimiento de Laicos Sopeña,
del Instituto Catequista Dolores Sopeña
y de la Obra Social y Cultural Sopeña "OSCUS"

Martirologio Romano: En Madrid, capital de España, beata María Dolores Rodríguez Sopeña, virgen, la cual dio muestras de su gran caridad cristiana al dedicarse a los más abandonados de la sociedad de su tiempo, acercándose especialmente a los suburbios de las mayores ciudades, y para anunciar el Evangelio y atender a los pobres y a los obreros en cuestiones sociales, fundó el Instituto de la Damas Catequistas y la Obra de la Doctrina (1918).

 

Dolores Rodríguez Sopeña nace en Vélez Rubio (Almería), el 30 de diciembre de 1848, cuarta entre siete hermanos. Sus padres, Tomás Rodríguez Sopeña y Nicolasa Ortega Salomón, castellanos, se habían trasladado desde Madrid a esa localidad por motivos de trabajo. Don Tomás había terminado su carrera judicial demasiado joven, por lo que no podía ejercer y consigue un empleo como administrador de las fincas de los marqueses de Vélez.

Su infancia y adolescencia transcurren en distintos pueblos de las Alpujarras pues, cuando su padre empieza a ejercer como magistrado sufre a lo largo de su carrera diversos traslados. Con todo, ella define esta etapa de su vida como un "lago de tranquilidad". En 1866, su padre es nombrado Fiscal de la Audiencia de Almería. Dolores tiene 17 años. Allí empieza a frecuentar la sociedad, pero a ella no le llamaban la atención las fiestas ni la vida social; su interés es hacer bien a los demás. En Almería tiene sus primeras experiencias apostólicas: atiende, material y espiritualmente, a dos hermanas enfermas de tifus y a un leproso, todo ello a escondidas por miedo a que se lo prohibiesen sus padres. También visita a los pobres de las Conferencia de San Vicente de Paúl con su madre. Tres años más tarde, su padre es trasladado a la Audiencia de Puerto Rico, donde viaja con uno de sus hijos mientras el resto de la familia se instala en Madrid. En la capital Dolores ordena mejor su vida: elige un director espiritual y colabora enseñando la doctrina en la cárcel de mujeres, en el hospital de la Princesa y en las Escuelas Dominicales.

En 1872, la familia se reúne en Puerto Rico. Dolores tiene 23 años y permanecerá en América hasta los 28. Empieza su contacto con los jesuítas. El P. Goicoechea fue su primer director espiritual. Allí funda la Asociación de Hijas de María y Escuelas para las personas de color donde se alfabetiza y enseña el catecismo.

En 1873, su padre es nombrado Fiscal de la Audiencia de Santiago de Cuba. Son tiempos difíciles, pues estalla un cisma religioso en la isla. Por este motivo, su acción se reduce a visitar a los enfermos del hospital militar. Pide la admisión en las Hermanas de la Caridad, pero no lo consigue por su falta de vista. A la edad de 8 años había sido operada de los ojos y esta dolencia la acompañará toda la vida.

Al terminar el cisma empieza a trabajar en los barrios marginales y funda lo que ella denomina "Centros de Instrucción", pues en ellos no sólo se enseñaba el catecismo sino cultura general e incluso se prestaba asistencia médica. Para esta obra consigue muchas colaboradoras y la establece en tres barrios distintos.

En Cuba muere su madre, su padre pide el retiro y vuelven a Madrid en 1877. En Madrid organiza su vida en tres frentes: el cuidado de la casa y de su padre, el apostolado, el mismo que hacía antes de dejar la Península, y su vida espiritual: elige director espiritual y empieza a hacer anualmente los Ejercicios Espirituales de san Ignacio. En 1883 muere su padre y se reavivan sus luchas vocacionales.

Por indicación de su director, el P. López Soldado sj, ingresa en el convento de las Salesas, pese a que nunca se había planteado una vida enteramente contemplativa. A los diez días deja el convento pues comprobó no ser su vocación. Al salir se dedica con más intensidad al apostolado.

Abre una "Casa Social" donde se tramitan los diversos asuntos que salen en sus visitas al hospital y a la cárcel. En una de sus visitas a una de las presas que acababa de quedar en libertad, conoce el Barrio de las Injurias. Corre el año 1885. Dolores tiene 36 años.

Al ver la situación moral, material y espiritual de la gente, empieza a visitar el barrio todas las semanas e invita a muchas de sus amigas. Ahí empezará la que luego se denominará "Obra de las Doctrinas", antecedente de sus "Centros Obreros".

A sugerencia del obispo de Madrid, D. Ciríaco Sancha, en 1892 funda una Asociación de Apostolado Seglar hoy denominado "Movimiento de Laicos Sopeña". Al año siguiente recibe la aprobación civil. La Obra se extiende en 8 barrios de la capital.

En 1896 empieza su actividad fuera de Madrid. Pese a la oposición de la Asociación, acepta fundar la Obra en Sevilla. Fruto de muchos malos entendidos, dimite como Presidenta en Madrid al año siguiente y se establece en Sevilla. En sólo cuatro años realiza 199 viajes por toda España para establecer y consolidar la Obra de las Doctrinas. A su vez, acompaña al P. Tarín, sj, en algunas misiones por Andalucía.

En el año 1900 participa en una peregrinación a Roma por el Año Santo. Hace un día de retiro en el sepulcro de San Pedro y allí recibe la confirmación de fundar un Instituto Religioso que diera continuidad a la Obra de las Doctrinas y que ayudara a sostener espiritualmente a la Asociación laical. El Card. Sancha, entonces ya arzobispo de Toledo, le propone fundar allí.

El 24 de septiembre de 1901, en Loyola, después de unos Ejercicios Espirituales realizados junto con 8 compañeras, se levanta acta de fundación del "Instituto de Damas Catequistas" (hoy "Instituto Catequista Dolores Sopeña"), aunque la fundación oficial fue el 31 de octubre en Toledo.

Una de sus grandes intuiciones fue fundar, al mismo tiempo, una Asociación civil, hoy llamada "Obra Social y Cultural Sopeña - OSCUS", que, en 1902, consigue el reconocimiento del gobierno. En 1905 recibe de la Santa Sede el Decretum laudis y, dos años más tarde, el 21 de noviembre de 1907, la aprobación de las Constituciones concedida directamente por S.S. Pío X.

Durante estos años, sus "Doctrinas" se fueron transformando en "Centros Obreros de Instrucción", pues a ellos asistían obreros fuertemente influenciados por el anticlericalismo y no podía pretenderse la enseñanza de la religión directamente. Esto también determina que las religiosas de este Instituto no lleven hábito y ni siquiera un signo religioso externo. Cambia sus medios y sus métodos para poder conseguir el fin: acercarse a los obreros "alejados de la Iglesia", que no habían podido recibir instrucción cultural, moral ni religiosa y unir a los "distanciados socialmente", entonces, "la clase obrera y del pueblo" con la "alta y acomodada". Esto lo resume en dos líneas de acción: dignificar al trabajador y crear fraternidad.

Detrás de su entrega al servicio de los demás está una fe profunda y auténtica, una rica espiritualidad. Su compromiso por la dignidad de la persona brota de su experiencia de un Dios Padre de todos, que nos ama con una ternura infinita y desea que vivamos como hijos y hermanos. De allí su gran deseo de "Hacer de todos una sola familia en Cristo Jesús." Su gran unión con Dios le permite descubrirlo presente en todo y en todos, especialmente en los más necesitados de dignidad y afecto.

Salir al encuentro de cada persona en su situación, introducirse en los barrios marginales de la época, era inconcebible para una mujer a finales del siglo XIX. El secreto de su audacia es su fe, esa confianza sin límites, que ella reconoce como su mayor tesoro y que la hace sentirse instrumento en manos de Dios, instrumento al servicio de la fraternidad, del amor, de la misericordia, de la igualdad, de la dignidad, de la justicia, de la paz...

En pocos años, establece comunidades y Centros en las ciudades más industrializadas de entonces. En 1910 se celebra el primer Capítulo General y es reelegida Superiora General. En 1914 funda en Roma y en 1917 viajan las primeras Catequistas para abrir la primera casa en América, concretamente en Chile.

Al año siguiente, el 10 de enero de 1918, Dolores Sopeña muere en Madrid con fama de santidad.

El día 11 de julio de 1992, Juan Pablo II declara heroicas sus virtudes siendo beatificada el 23 de Marzo de 2003.

Actualmente la Familia Sopeña, formada por las tres instituciones que dejó fundadas, es decir, el Instituto Catequistas Dolores Sopeña, el Movimiento de la Laicos Sopeña y la Obra Social y Cultural Sopeña, está presente en España, Italia, Argentina, Colombia, Cuba, Chile, Ecuador, México y República Dominicana.

Rasgos de su espiritualidad

La espiritualidad de Dolores Sopeña tiene cuatro rasgos especialmente relevantes: es una espiritualidad cristocéntrica, eucarística, mariana e ignaciana.

Su experiencia cristológica destaca en Jesús dos rasgos fundamentales: Jesús como Dios encarnado y Jesús redentor. Dios ha asumido la condición humana y sale al encuentro de cada persona en sus penas y alegrías, necesidades y búsquedas, ofreciéndole de manera gratuita su amor incondicional y su propia vida. Él es el centro de su vida y de su corazón.

Dialoga con Jesús a lo largo de toda la jornada, pero reconoce una presencia especial en la forma consagrada. Entre sus prácticas habituales sobresalen: las visitas al Santísimo, la Hora Santa, el Manifiesto diario. Llama al Jueves Santo el día del Instituto, porque ese día es la fiesta del Amor y en él se instituyó la Eucaristía. Ante el sagrario toma las grandes decisiones; ante él cada mañana al levantarse "arregla los asuntos del día", recibe consuelo, fortaleza, inspiración.

Su relación con Dios se expresa en una actitud filial llena de confianza.

Reconoce la presencia de la Virgen en su camino, en su corazón, en los grandes acontecimientos personales y del Instituto.

El contacto con la espiritualidad ignaciana desde muy joven, sea a través de sus directores espirituales como por la práctica anual de los Ejercicios Espirituales, dan a toda su espiritualidad y a la de la Familia Sopeña una impronta claramente ignaciana, en la que destaca:

Una fuerte espiritualidad apostólica. Toda su vida está animada por el deseo de recorrer el mundo entero para dar a conocer a Dios.

Una síntesis dialéctica entre acción y contemplación, alcanzando la gracia de ver a Dios presente en todo y en todos, especialmente en el rostro del hombre y la mujer del trabajo, necesitados de promoción y a quienes nadie les había hecho descubrir el rostro amable de Dios que los ama con infinita ternura.

Una búsqueda continua de la voluntad de Dios. Y, una vez que la conocía, tenía un gran tesón, voluntad y capacidad de entrega y sacrificio para cumplirla, costase lo que costase.

Su vida es un "hacer constante", pero es un hacer de quien tiene viva la conciencia de ser un instrumento en manos de Dios. Esta experiencia desarrolla en ella una confianza tal que la hace ser muy audaz, capaz de allanar obstáculos y desarrollar un apostolado sumamente arriesgado para una mujer de su tiempo.

Fue beatificada el 23 de marzo de 2003.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina02
Pedro Orseolo, Santo Monje eremita, 10 Enero  

Pedro Orseolo, Santo

La vocación de San Pedro Orseolo o Urseolo es una de las más extrañas que registra la historia eclesiástica.

Nacido de una distinguida familia veneciana, el año 928, parece haber sido nombrado, a los veinte años, comandante en jefe de la flota de Venecia. En el desempeño de su oficio, realizó una victoriosa campaña contra los piratas que infestaban el Adriático.

Es imposible determinar hasta qué punto estuvo envuelto Pedro en la insurrección popular del año 976, que culminó en el asesinato del Duque Pedro Candiani IV y en el incendio de una gran parte de la ciudad. El testimonio de San Pedro Damiano, que atribuye la responsabilidad a Pedro Orseolo, está sujeto a reservas. En todo caso, lo cierto es que Pedro fue elegido para suceder a Candiani, y las principales autoridades de la actualidad alaban la energía y el tacto que desplegó durante su breve administración. "Era un hombre santo, pero poseía, como todos los de su raza, las grandes cualidades de jefe de Estado que encontramos en quienes le precedieron en el trono ducal".

Su primer cuidado fue reparar los daños causados por el incendio. Emprendió la construcción de un palacio y de una iglesia, y renovó los tratados con Istria. Pero el principal servicio que rindió a su Estado fue el arreglo con Gualdrada, la esposa de Pedro Candiani... Gracias a ello, Gualdrada retiró todas sus acusaciones contra Venecia. Las quejas de Gualdrada habían provocado una gran crisis, que desapareció con el arreglo.

Y entonces aconteció lo inesperado: en la noche del 1º de septiembre de 978, Pedro de Orseolo partió secretamente de Venecia y se refugió en la abadía benedictina de Cuxa, en el Rosellón, entre España y Francia.

Según parece, su esposa, con quien había estado casado treinta y dos años, y su hijo, que un día sería Duque de Venecia, vivieron largo tiempo sin saber de él. Sin embargo, la resolución de Pedro no debió ser tan inesperada como parece; hay razones para creer que él y su esposa habían vivido como hermano y hermana, desde el nacimiento de su único hijo, y hay quien sostiene que una carta de Raterio a Pedro demuestra que éste pensaba ya en la vida religiosa en el año 968.

En todo caso, está fuera de duda que Orseolo llevó en Cuxa una vida de intenso ascetismo y abnegación, bajo la dirección del santo abad Guarino. Más tarde, deseoso de mayor soledad, se construyó una ermita, probablemente por consejo de San Romualdo, quien fue el gran propagador de esta forma particular de la vocación benedictina. San Pedro murió el año 987.

Se dice que en su tumba se obraron grandes milagros.

Su culto fue confirmado en 1731 por el Papa Clemente XII.

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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