JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (3, 13-19)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús subió al monte, llamó a los que él quiso, y ellos lo siguieron. Constituyó a doce para que se quedaran con él, para mandarlos a predicar y para que tuvieran el poder de expulsar a los demonios.
Constituyó entonces a los Doce: a Simón, al cual le impuso el nombre de Pedro; después, a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, a quienes dio el nombre de Boanergues, es decir "hijos del trueno"; a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo y a Judas Iscariote, que después lo traicionó.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
Firmeza es el Señor para su pueblo
Viernes. Feria de la 2a. semana del Tiempo Ordinario
Señor, apiádate de mí
Antífona de Entrada
Firmeza es el Señor para su pueblo, defensa y salvación para sus fieles. Sálvanos, Señor, vela sobre nosotros y guíanos siempre.
Oración Colecta
Oremos:
Padre misericordioso, que nunca dejas de tu mano a quienes has hecho arraigar en tu amistad, concédenos vivir siempre movidos por tu amor y un filial temor de ofenderte.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.
Primera Lectura
Lectura del primer libro de Samuel (24, 3-21)
En aquellos días, Saúl tomó consigo tres mil hombres valientes de todo Israel y marchó en busca de David y su gente, en dirección de las rocas llamadas "las Cabras Monteses", y llegó hasta donde había un redil de ganado, junto al camino. Había allí una cueva, y Saúl entró en ella para satisfacer sus necesidades.
David y sus hombres estaban sentados en el fondo de la cueva. Ellos le dijeron: "Ha llegado el día que te anunció el Señor, cuando te hizo esta promesa: 'Pondré a tu enemigo entre tus manos, para que hagas con él lo que mejor te parezca' ".
David se levantó sin hacer ruido y cortó la punta del manto de Saúl. Pero a David le remordió la conciencia por haber cortado el manto de Saúl y dijo a sus hombres:
"Dios me libre de levantar la mano contra el rey, porque es el ungido del Señor".
Con estas palabras contuvo David a sus hombres y no les permitió atacar a Saúl.
Saúl salió de la cueva y siguió su camino. David salió detrás de él y le gritó: "Rey y señor mío". Y cuando Saúl miró hacia atrás, David le hizo una gran reverencia, inclinando la cabeza hasta el suelo, y le dijo: "¿Por qué haces caso a la gente que dice: 'David trata de hacerte mal'?
Date cuenta de que hoy el Señor te puso en mis manos en la cueva y pude matarte, pero te perdoné la vida, pues me dije: 'No alzaré mi mano contra el rey, porque es el ungido del Señor'.
Mira la punta de tu manto en mi mano. Yo la corté y no te maté. Reconoce, pues, qué en mí no hay traición y que no he pecado contra ti.
Tú, en cambio, andas buscando la ocasión de quitarme la vida. Que el Señor sea nuestro juez, y que él me haga justicia. Yo no alzaré mi mano contra ti, porque como dice el antiguo proverbio: 'Los malos obran mal'. ¿Contra quién has salido a guerrear, rey de Israel? ¿A quién persigues? A un perro muerto, a una pulga.
Que el Señor sea el juez y nos juzgue a los dos. Que él examine mi causa y me libre de tu mano". Cuando David terminó de hablar, Saúl le respondió:
"¿Eres tú, David, hijo mío,quien así me habla?"
Saúl rompió a llorar, y levantando la voz, le dijo: "Tú eres más justo que yo, porque sólo me haces el bien, mientras que yo busco tu mal. Hoy has demostrado conmigo tu gran bondad, pues el Señor me puso en tus manos, y tú no me has quitado la vida. ¿Qué hombre, que encuentra a su enemigo, le permite seguir su camino en paz? Que el Señor te recompense por lo que hoy has hecho conmigo.
Ahora estoy cierto de que llegarás a ser rey y de que el reino de Israel se consolidará en tus manos".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial Salmo 56
Señor, apiádate de mí.
Apiádate de mí, Señor, apiádate, pues en ti me refugio; me refugio a la sombra de tus alas hasta que pase el infortunio.
Señor, apiádate de mí.
Voy a clamar al Dios altísimo, al Dios que me ha colmado de favores; desde el cielo, su amor y su lealtad me salvarán de mis perseguidores.
Señor, apiádate de mí.
Señor, demuestra tu poder y llénese la tierra de tu gloria; pues tu amor es más grande que los cielos y tu fidelidad las nubes toca.
Señor, apiádate de mí.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Dios ha reconciliado consigo al mundo, por medio de Cristo, y nos ha encomendado a nosotros el mensaje de la reconciliación.
Aleluya.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (3, 13-19)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús subió al monte, llamó a los que él quiso, y ellos lo siguieron. Constituyó a doce para que se quedaran con él, para mandarlos a predicar y para que tuvieran el poder de expulsar a los demonios.
Constituyó entonces a los Doce: a Simón, al cual le impuso el nombre de Pedro; después, a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, a quienes dio el nombre de Boanergues, es decir "hijos del trueno"; a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo y a Judas Iscariote, que después lo traicionó.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, este sacrificio de reconciliación y alabanza que vamos a ofrecerte, a fin de que purifique nuestros corazones y podamos corresponder a tu amor con nuestro amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio Común VII
Cristo, huésped y peregrino en medio de nosotros.
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo darte gracias, Señor, Padre santo, Dios de la alianza y de la paz. Porque tú llamaste a Abraham y le mandaste salir de su tierra, para constituirlo padre de todas las naciones.
Tú suscitaste a Moisés para librar a tu pueblo y guiarlo a la tierra de promisión. Tú, en la etapa final de la historia, has enviado a tu Hijo, como huésped y peregrino en medio de nosotros, para redimirnos del pecado y de la muerte; y has derramado el Espíritu, para hacer de todas las naciones un solo pueblo nuevo, que tiene como meta, tu reino, como estado, la libertad de tus hijos, como ley, el precepto del amor.
Por estos dones de tu benevolencia, unidos a los ángeles y a los santos, cantamos con gozo el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo…
Antífona de la Comunión
Los ojos de todos los hombres te miran, Señor, llenos de esperanza, y tú das a cada uno su alimento.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Señor, tú que nos has renovado con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, concédenos que la participación en esta Eucaristía nos ayude a obtener la plenitud de la redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
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† Meditación diaria
2ª semana. Viernes
VOCACIÓN A LA SANTIDAD
— Vocación de los Doce. Dios es el que llama, y el que da las gracias para perseverar.
— En el cumplimiento de su vocación, el hombre da gloria a Dios y encuentra la grandeza de su vida. A todos nos ha llamado Cristo para que le sigamos, le imitemos y le demos a conocer.
— Fieles a la personal llamada que hemos recibido de Dios.
I. Después de una noche en oración1, Jesús eligió a los doce Apóstoles, para que estuvieran con Él y continuaran luego su misión en la tierra. Los Evangelistas dejaron consignados sus nombres, y hoy los recordamos en la lectura del Evangelio de la Misa2. Llevan ya varios meses siguiendo al Maestro junto a otros discípulos por los caminos de Palestina, dispuestos a una entrega sin límites. Ahora son objeto de una predilección muy particular.
Con esta elección, el Señor pone los fundamentos de su Iglesia: estos doce hombres son como los doce Patriarcas del nuevo Pueblo de Dios, su Iglesia. Este nuevo Pueblo no se forma ya por una descendencia según la carne, como se había constituido Israel, sino por una descendencia espiritual. ¿Por qué llegaron estos hombres a gozar de un favor tan grande por parte de Dios? ¿Por qué ellos precisamente y no otros? No cabe preguntarse por qué fueron elegidos. Simplemente, los llamó el Señor; y en esta libérrima elección de Cristo –llamó a los que quiso– estriba su honor y la esencia de su vocación. No me habéis elegido vosotros a mí -les dirá más tarde-, sino que yo os elegí a vosotros3. La elección es siempre cosa de Dios. Los Apóstoles no se habían distinguido por ser sabios, poderosos, importantes...; son hombres normales y corrientes que han respondido con fe y generosidad a la llamada de Jesús.
Cristo elige a los suyos, y este llamamiento es su único título. San Pablo, por ejemplo, para subrayar la autoridad con la que enseña y amonesta a los fieles, comienza con frecuencia sus Cartas de este modo: Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado al apostolado, elegido para predicar el Evangelio de Dios4. Llamado y elegido no por los hombres ni por obra de los hombres, sino por Jesucristo y Dios Padre5. Presente en todo su discurso está esta realidad: la elección divina.
Jesús llama con imperio y ternura, como Yahvé a sus profetas y enviados: Moisés, Samuel, Isaías... Nunca los llamados merecieron en modo alguno la vocación para la que fueron elegidos, ni por su buena conducta, ni por sus condiciones personales. San Pablo lo dirá explícitamente: Nos llamó con vocación santa, no en virtud de nuestras obras, sino en virtud de su designio6. Es más, Dios suele llamar a su servicio y para sus obras a personas con virtudes y cualidades desproporcionadamente pequeñas para lo que realizarán con la ayuda divina. Considerad vuestro llamamiento, pues no hay entre vosotros muchos sabios según la carne7. El Señor nos llama también a nosotros para que continuemos su obra redentora en el mundo, y no nos pueden sorprender y mucho menos desanimar nuestras flaquezas, ni la desproporción entre nuestras condiciones y la tarea que nos pone Dios por delante. Él da siempre el incremento; nos pide nuestra buena voluntad y la pequeña ayuda que pueden darle nuestras manos.
II. Llamó a los que quiso. La vocación es siempre, y en primer lugar, una elección divina, cualesquiera que fueran las circunstancias que acompañaron el momento en que se aceptó esa elección. Por eso, una vez recibida no se debe someter a revisión, no cabe discutirla con razonamientos humanos, que siempre son pobres y cortos. Dios da siempre las gracias necesarias para perseverar, pues, como enseña Santo Tomás, a quienes Dios elige para una misión los prepara y dispone de suerte que sean idóneos para desempeñar aquello para lo que fueron elegidos8. En el cumplimiento de esta misión, el hombre descubre la grandeza de su vida, "porque la llamada divina y, en última instancia, la revelación que Dios hace del misterio de su ser es, simultáneamente, una palabra que desvela el sentido y el ser de la vida del hombre. Es en la audición y en la aceptación de la palabra divina como el hombre llega a comprenderse a sí mismo y a adquirir, por tanto, una coherencia en su ser (...). De ahí que el comportamiento más fuerte ante mí mismo, la más completa honradez y coherencia en mi propio ser acontecen en mi compromiso ante el Dios que llama"9. La fidelidad a la vocación es fidelidad a Dios, a la misión que nos encarga, para lo que hemos sido creados: el modo concreto y personal de dar gloria a Dios.
Para aquellos Doce comenzó aquel día una vida nueva junto a Cristo. Uno de ellos, Judas, no fue fiel, a pesar de haber sido expresamente elegido. Los demás, al pasar los años, recordarían aquel momento de su elección como el más trascendental de su vida. De estos hombres quiso servirse el Señor, a pesar de que ninguno de ellos, desde un punto de vista humano, tenía las condiciones requeridas para una tarea de tanta envergadura. Sin embargo, fueron dóciles y recibieron las gracias oportunas, y también cuidados divinos muy particulares. Por eso llevarían a cabo la misión encomendada por el Señor hasta los confines de la tierra.
El Señor también llama hoy a sus apóstoles para que estén con Él (recepción de los sacramentos y vida de oración, trato íntimo y profundo con el Maestro, santidad personal) y enviarlos a predicar (apostolado en todos los ambientes). Y, aunque el Maestro hace algunos llamamientos específicos, la vida cristiana de todo fiel, hasta la más común y corriente, comporta una vocación singular: una invitación a seguir a Cristo con una vida nueva cuya clave Él posee: si alguno quiere venir en pos de mí...10. Los primeros cristianos siempre consideraron su condición como fruto de una vocación divina: los bautizados de Roma o de Corinto serán los santos por vocación11.
A todos –de una forma u otra– nos ha llamado Cristo para que le sigamos de cerca, le imitemos y le demos a conocer, haciendo presente en el mundo la obra de la Redención hasta que Él venga: "todos los fieles de cualquier estado y condición de vida están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, santidad que, aun en la sociedad terrena, promueve un modo más humano de vivir"12. Esta plenitud de la vida cristiana pide la heroicidad de las virtudes, y se pondrá particularmente de manifiesto en circunstancias en las que el estilo de vida o los fines que muchos se han propuesto en su vida están lejos del ideal cristiano. El Señor nos quiere santos, en el sentido estricto de esta palabra, en medio de nuestras ocupaciones, con una santidad alegre, atractiva, que arrastra a otros al encuentro con Cristo. Él nos da las fuerzas y las ayudas necesarias. Estos medios que el Señor concede a todos para seguirle y serle fieles, de los que será temerario prescindir, son especialmente necesarios cuando Dios llama a un celibato apostólico en medio de esas tareas seculares.
Que sepamos decirle muchas veces a Jesús que cuenta con nosotros, con nuestra buena voluntad de seguirle, allí donde nos encontramos; sin límite, ni condiciones.
III. El descubrimiento de la personal vocación es el momento más importante de toda la existencia. De la respuesta fiel a esta llamada depende la propia felicidad y la de otros muchos. Dios nos crea, nos prepara y nos llama en función de un designio divino. "Si hoy tantos cristianos viven a la deriva, con escasa profundidad y limitados por estrechos horizontes, se debe, sobre todo, a la falta de una clara conciencia de su peculiar razón de ser y de existir (...). Lo que eleva al hombre, lo que le da realmente una personalidad, es la conciencia de su vocación, la conciencia de su tarea concreta. Eso es lo que llena una vida y le da contenido"13.
La primera decisión en el seguimiento de Cristo constituye el fundamento de otras muchas respuestas a lo largo de la vida. La fidelidad se hace día a día, ordinariamente en cosas que parecen de poca trascendencia, en los pequeños deberes de la jornada, rechazando todo aquello que pueda dañar lo que es la esencia de nuestro vivir.
No basta con mantener la vocación, es preciso renovarla, reafirmarla constantemente: cuando parece fácil, y en los momentos en que todo cuesta, cuando los ataques del mundo, del demonio o de la carne se manifiestan con todo su poder. Siempre tendremos las ayudas necesarias para ser fieles. Cuantas más dificultades, más gracias. Y con la lucha ascética bien determinada –con un examen particular bien concreto– el amor crece y se enrecia con el paso del tiempo, y la entrega, lejos de toda rutina, se hace más consciente, más madura. "No se trata de un crecimiento de orden cuantitativo, como el de un montón de trigo, sino cualitativo, como cuando el calor se hace más intenso, o como cuando la ciencia, sin llegar a conclusiones nuevas, se hace más penetrante, más profunda, más unificada, más cierta. Así, la caridad tiende a amar más perfectamente, de modo más puro, más estrechamente, a Dios por encima de todo, y al prójimo y a nosotros mismos, para que glorifiquemos a Dios en el tiempo y en la eternidad"14. Ese es el crecimiento que el Señor nos pide.
Esforzarse para crecer en la santidad, en el amor a Cristo y a todos los hombres por Cristo es asegurar la fidelidad y, por tanto, la alegría, el amor, una vida llena de sentido.
San Pablo se servía de una comparación tomada de las carreras en el estadio para explicar que la lucha ascética del cristiano ha de ser alegre, verdadero deporte sobrenatural. Y al considerar el Apóstol que no ha llegado a la perfección, lucha por alcanzar lo prometido: una cosa intento: lanzarme hacia lo que tengo por delante, correr hacia la meta, para alcanzar el premio al que Dios nos llama desde lo alto15. Desde que Cristo se metió en su vida en el camino de Damasco, se entregó con todas sus fuerzas a buscarle, a amarle y a servirle. Eso hicieron los Apóstoles desde aquel día en que Jesús pasó a su lado y los llamó. No desaparecieron en aquel instante sus defectos, pero día a día siguieron al Maestro en una amistad creciente, y fueron fieles. Eso hemos de hacer nosotros: corresponder diariamente a las gracias que recibimos, ser fieles cada jornada. Así llegaremos hasta la meta, donde Cristo nos espera.
1 Cfr. Lc 6, 12. — 2 Mc 3, 13-19. — 3 Jn 15, 16. — 4 Gal 1, 1. — 5 2 Tim 1, 9. — 6 Ibídem. — 7 1 Cor 1, 26. — 8 Cfr. Santo Tomás, Suma Teológica, 3. q. 27, a. 4. — 9 P. Rodríguez, Vocación, Trabajo, Contemplación, EUNSA, Pamplona 1986, p. 18. — 10 Mt 16, 24. — 11 Cfr. Rom 1, 1-7; 2 Cor 1, 1. — 12 Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 40. — 13 F. Suárez, La Virgen Nuestra Señora, Rialp, 17ª ed., Madrid 1984, pp. 84-85. — 14 R. Garrigou-Lagrange, La Madre del Salvador, Rialp, Madrid 1976, p. 106. — 15 Cfr. Flp 3, 13-14.
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24 de enero. 7º Día del Octavario
MARÍA, MADRE DE LA UNIDAD
— Madre de la unidad en el momento de la Encarnación.
— En el Calvario.
— En la Iglesia naciente de Pentecostés.
I. Saldrás con júbilo al encuentro de los hijos de Dios, Virgen María, porque todos se reunirán para bendecir al Señor del mundo1.
La Iglesia, llevada por un ferviente deseo de congregar en la unidad a los cristianos y a todos los hombres, suplica a Dios, por intercesión de la Virgen, que todos los pueblos se reúnan en un mismo pueblo de la nueva Alianza2. La Iglesia está persuadida de que la causa de la unidad de los cristianos está íntimamente relacionada con la Maternidad espiritual de la Santísima Virgen María sobre todos los hombres, y de modo particular sobre los cristianos3. El Papa Pablo VI la invocó en diversas ocasiones con el título de Madre de la unidad4. Juan Pablo II dirigía a Nuestra Señora esta oración llena de amor y de confianza: «Tú que eres la primera servidora de la unidad del Cuerpo de Cristo, ayúdanos, ayuda a todos los fieles, que sienten tan dolorosamente el drama de las divisiones históricas del cristianismo, a buscar continuamente el camino de la unidad perfecta del Cuerpo de Cristo mediante la fidelidad incondicional al Espíritu de Verdad y de Amor...»5.
La Iglesia nació en cierto modo con Cristo y creció ya en la casa de Nazareth juntamente con Él, puesto que la Iglesia, en su realidad invisible y misteriosa, es el mismo Cristo místicamente desarrollado y vivo en nosotros. Y María, por su divina maternidad, es Madre de la Iglesia entera desde sus comienzos6. Todos formamos un solo Cuerpo, y María es Madre de ese Cuerpo místico. ¿Y qué madre va a permitir que sus hijos se separen y se alejen de la casa paterna? ¿A quién recurrir con más seguridad de ser escuchados que a Santa María, Madre?
San Bernardo, en una página bellísima, nos describe a todas las creaturas invocando a María para que en la Anunciación pronunciara elfiat, el hágase, que había de traer la salvación para todos. Cielo y tierra, pecadores y justos, presente, pasado y futuro se congregan en Nazareth en torno a María7. Cuando Nuestra Señora dio su consentimiento, se hizo realidad su Maternidad sobre Cristo y sobre la Iglesia y, en cierto modo, sobre toda la creación. El pecado había disgregado la unidad del género humano y perturbado todo el orden del Universo. María fue la criatura escogida para hacer posible la Encarnación del Hijo de Dios y, con su consentimiento, fue también causa de la recapitulación de todas las cosas que Cristo habría de llevar a cabo a través de la Redención.
La Iglesia, Cuerpo místico de Cristo, tuvo en la Encarnación –y, por consiguiente, en el seno mismo de María– el principio primero de su unidad. La Virgen Santísima fue la Madre de la unidad de la Iglesia en su más profunda realidad, pues dio la vida a Cristo en su seno purísimo. Cristo, «autor de la fe íntegra y amante de la unidad, eligió para sí una Madre incorrupta de alma y cuerpo y quiso como Esposa a la Iglesia una e indivisa»8.
II. Cristo consumó la Redención en el Calvario. El nuevo Pacto, sellado con la Sangre derramada en la Cruz, unía de nuevo a los hombres con Dios, y los congregaba a la vez entre sí. El Señor –enseña San Pablo– destruyó todos los muros de división y formó una Iglesia única, un solo pueblo9. La diversidad de razas, de naciones, de lenguas, de condiciones sociales, no sería obstáculo para esa unidad que Cristo nos dio con su Muerte en la Cruz. En aquel instante en que se consumaba la Redención, surgía el nuevo Pueblo de los hijos de Dios, unificados en torno a su Cruz y redimidos con su Sangre. «Elevado sobre la tierra, en presencia de la Virgen Madre, congregó en la unidad a tus hijos dispersos, uniéndolos a sí mismo con los vínculos del amor»10.
La Virgen, en aquellas horas de la pasión, alimentaba en su Corazón sacratísimo los mismos sentimientos de su Hijo, quien en la tarde anterior se había despedido de sus discípulos con un mensaje de fraternidad, dirigiendo al Padre una plegaria que culminaba en aquella petición por la unidad, que nosotros también, en unión con Él, hemos repetido quizá tantas veces: ut omnes unum sint, sicut tu, Pater, in me et ego in te..., que todos sean uno, como Tú, Padre, en Mí y Yo en Ti...11. Esta unidad que pide Jesús para los suyos es reflejo de la que existe entre las tres Personas divinas, y de la que participó Nuestra Señora en un grado incomparable y absolutamente extraordinario12.
Nuestra Señora, al pie de la Cruz, estaba unida íntimamente a su Hijo, corredimiendo con Él. Allí, Jesús, viendo a su Madre y al discípulo al que amaba, dijo a su madre: Mujer, he ahí a tu hijo. Después dice al discípulo: He ahí a tu madre. Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa13. Nuestra Madre Santa María estuvo siempre unida a su Hijo, como ninguna criatura lo ha estado ni lo estará jamás, y de modo muy particular en aquellos últimos momentos en los que se consumaba nuestra redención. En el Calvario «mantuvo fielmente su unión con el Hijo hasta la Cruz, junto a la cual, no sin designio divino, se mantuvo erguida (cfr. Jn 19, 25), sufriendo profundamente con su Unigénito y asociándose con entrañas de madre a su sacrificio, consintiendo amorosamente en la inmolación de la Víctima que Ella misma había engendrado; y, finalmente, fue dada por el mismo Cristo Jesús, agonizante en la Cruz, como madre al discípulo»14, en el que estábamos representados todos los hombres. Ella es Madre de todo el género humano y especialmente de todos aquellos que por el Bautismo hemos sido incorporados a Cristo. ¿Cómo podríamos olvidarnos, en estos días en que pedimos insistentemente la unidad, de la Madre que congrega en la única casa a todos los hijos?
El Concilio Vaticano II nos recordaba la necesidad de volver nuestra mirada hacia la Madre común: «ofrezcan todos los fieles súplicas apremiantes a la Madre de Dios y Madre de los hombres, para que Ella (...) interceda en la comunión de todos los santos ante su Hijo, hasta que todas las familias de los pueblos, tanto los que se honran con el título de cristianos como los que todavía desconocen a su Salvador, lleguen a reunirse felizmente, en paz y concordia, en un solo Pueblo de Dios, para gloria de la Santísima e indivisible Trinidad»15. A Ella acudimos pidiéndole que este amor a la unidad nos mueva a crecer cada vez más en un apostolado sencillo, constante y eficaz: «Invoca a la Santísima Virgen; no dejes de pedirle que se muestre siempre Madre tuya: "monstra te esse Matrem!", y que te alcance, con la gracia de su Hijo, claridad de buena doctrina en la inteligencia, y amor y pureza en el corazón, con el fin de que sepas ir a Dios y llevarle muchas almas»16.
III. Vuelto a Ti y sentado a tu derecha, envió sobre la Virgen María, en oración con los Apóstoles, el Espíritu de la concordia y de la unidad, de la paz y del perdón17.
La Iglesia, por voluntad de Jesucristo, tuvo desde el principio una unidad visible, en la fe, en la única esperanza, en la caridad, en la oración, en los sacramentos, en los pastores por los que iba a ser gobernada, al frente de los cuales fue puesto Pedro. Esta unidad visible, externa, debía constituir como una señal de su carácter divino, porque sería una manifestación de la presencia de Dios en ella. Así lo pidió Jesús en la Última Cena18. Así vivieron los primeros cristianos: unidos entre ellos, bajo la autoridad de los Apóstoles.
Cuando los Apóstoles están reunidos en el Cenáculo para recibir el Espíritu Santo, allí está Nuestra Señora con ellos. Aquellos pocos son la primera célula de la Iglesia universal. «María está en el centro de ella, como corazón que le da vida en lo más íntimo»19. Los Apóstoles perseveraban en la oración con María, la Madre de Jesús20. Las personas y los detalles que describe San Lucas son como atraídos por la figura de María, que ocupa el centro del lugar donde se han congregado los íntimos de Jesús. «La tradición ha contemplado y meditado este cuadro y ha concluido que en él aparece la maternidad que la Virgen ejerce sobre toda la Iglesia, tanto en su origen como en su desarrollo»21. En torno a María permanecen unidos quienes recibirán el Espíritu Santo. Pedro constituye la unidad interna de la Iglesia. «María creaba una atmósfera de caridad, de solidaridad, de unánime conformidad. Ella era, por consiguiente, la mejor colaboradora de Pedro y de los Apóstoles en la organización y en el gobierno»22.
Después de su Asunción a los Cielos, María ha velado sin cesar por la unidad de los miembros de su Hijo, y cuando estos no han acogido esta maternal protección que los mantenía unidos, no ha cesado de interceder para que vuelvan a la plena comunión en el seno de la Iglesia. A nosotros nos hace experimentar sentimientos de fraternidad, de comprensión y de paz. «La experiencia del Cenáculo no reflejaría la hora de gracia de la efusión del Espíritu, si no tuviese la gracia y la alegría de la presencia de María. Con María, la Madre de Jesús (Hech1, 14), se lee en el gran momento de Pentecostés (...). Ella. Madre del amor y de la unidad, nos une profundamente para que, como la primera comunidad nacida del Cenáculo, seamos un solo corazón y una sola alma. Ella, "Madre de la unidad", en cuyo seno el Hijo de Dios se unió a la humanidad, inaugurando místicamente la unión esponsalicia del Señor con todos los hombres, nos ayude para ser "uno" y para convertirnos en instrumentos de unidad (...)»23.
1 Misal Romano, Misa de Santa María, Madre y Reina de la unidad, Antífona de entrada. — 2 Ibídem, Colecta. — 3 Cfr. León XIII, Enc. Auditricem populi, 5-IX-1895. — 4 Cfr. Pablo VI, Insegnamenti, vol. II, p. 69. — 5 Juan Pablo II, Radiomensaje en la conmemoración del Concilio de Éfeso, 7-VI-1981. — 6 Pablo VI, Discurso al Concilio, 21-IX-1964. — 7 Cfr. San Bernardo, Homilías sobre la Virgen Madre, 2. — 8 Misal Romano, loc. cit., Prefacio. — 9 Cfr. Ef 2, 14 ss. — 10 Misal Romano, loc. cit., Prefacio. — 11 Jn 17, 21. — 12 Cfr. Juan Pablo II, Homilía 30-I-1979. — 13 Jn 19, 26-27. — 14 Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 58, — 15 Ibídem, 69. — 16 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 986. — 17 Misal Romano, loc. cit., Prefacio. — 18 Jn 17, 23. — 19 R. M. Spiazzi, María en el misterio cristiano, Studium, Madrid 1958, p. 69. — 20 Hech 1, 14. — 21 Sagrada Biblia, Hechos de los Apóstoles, EUNSA, Pamplona 1984, in loc. — 22 R. M. Spiazzi, o. c., p. 70. — 23 Juan Pablo II, Homilía 24-III-1980.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
San Francisco de Sales
Obispo, patrono de los periodistas
(1567-1622)
Se dice que escribía de día hojas clandestinas y la metía por debajo de las puertas, de noche. Por esa razón, se ganó el premio "patrono de los periodistas".
Escribía como un ángel. De forma, que los franceses lo tienen entre sus clásicos de literatura.
Montañés de cuerpo entero, nacido en los Alpes, en el castillo saboyano de Sales. Familia exquisita. Le llevan a estudiar a la universidad de París. Luego a Padua. Canónigo de Annecy, obispo auxiliar de Ginebra, líder de debates con los protestantes, apóstol de la región de Chablais. Vuelve a París, trata con san Vicente de Paul, en todas partes se le recibe con entusiasmo.
Hay un libro: "Introducción a la vida devota", cuarenta ediciones en vida del autor, y en aquello tiempos. Un libro utilizado muchísimo tiempo como lectura espiritual.
"¿No es una barbaridad -decía él- querer desterrar la vida devota del cuartel de los soldados, del taller de los artesanos, del palacio de los príncipes, del hogar de los casados?"
Hay una amistad que no se puede olvidar: la que mantuvo con Juana Chantal; con ella fundó la Orden de la Visitación.
Una virtud: la dulzura de este hombre, de quien dicen que en su juventud tenía tan mal genio.
Respecto a esto, es una constante en la biografía de todo santo su lucha ascética a fin de aumentar su capacidad de autodominio. Pero para demostrar que esta virtud no se consigue de la noche a la mañana, he aquí un detalle precisamente referida a nuestro santo.
Se cuenta que al hacerle al autopsia, le encontraron su hígado endurecido como un piedra. Esto se explica por la enorme violencia que tuvo que hacerse este hombre de fuerte carácter para hacerse y aparecer amable, delicado y bondadoso en el trato.
Esa dulzura de la que hablamos antes, no le fue fácil conseguirla.
San Francisco de Sales escribió: "No nos enojemos en el camino unos contra otros; caminemos con nuestros hermanos y compañeros con dulzura, paz y amor; y te lo digo con toda claridad y sin excepción alguna: no te enojes jamás, si es posible; por ningún pretexto des en tu corazón entrada al enojo"
Libros:
El arte de aprovechar nuestras faltas - San Francisco de …
INTRODUCCION VIDA DEVOTA --SAN FRANCISCO DE SALES
TRATADO DEL AMOR DE DIOS-SAN FRANCISCO DE SALES
En las fuentes de la alegría. Textos de san Francisco de …
El combate espiritual - P: Lorenzo Scupoli (libro de …
Conversaciones espirituales con San Francisco de Sales
San Francisco de Sales "a través del cristal"
El Año Litúrgico en compañía de San Francisco de Sales
10:02De acuerdo a visions de San Francisco de Sales
(el primer capítulo puede saltearse)
EL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA #1
EL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA #2
EL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA #3
EL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA #4
EL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA #5
EL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA #6 FINAL
San Francisco de Sales, tras sus pasos
Lugares y mensaje de SAN FRANCISCO DE SALES
Vida de San Francisco de Sales
Acordaos a la Sma. Virgen María (en audio)
Biografía (Audio)
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Audio Libro: Introducción a la Vida Devota Parte I San …
Audio Libro: Introducción a la Vida Devota Parte II San …
Audio Libro: Introducción a la Vida Devota Parte III San …
Audio Libro: Introducción a la Vida Devota Parte IV San …
Audio Libro: Introducción a la Vida Devota Parte V San …
SAN FRANCISCO DE SALES, (GUIA ESPIRITUAL) 1.
SAN FRANCISCO DE SALES, (GUIA ESPIRITUAL) 2.
SAN FRANCISCO DE SALES, (GUIA ESPIRITUAL) 3.
SAN FRANCISCO DE SALES, (GUIA ESPIRITUAL) 4.
SAN FRANCISCO DE SALES, (GUIA ESPIRITUAL) 5.
SAN FRANCISCO DE SALES, (GUIA ESPIRITUAL) 6.
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Fuente: Franciscanos.org
Paula Gambara Costa, Beata Terciaria Franciscana, 24 de enero
Terciaria Franciscana Martirologio Romano: En Binaco, cerca de Milán, en la Lombardía (hoy Italia), beata Paula Gambara Costa, viuda, que perteneció a la Tercera Orden de San Francisco y se distinguió por la paciencia con que soportó a su violento esposo hasta lograr su conversión, así como por la caridad exquisita que demostró hacia los pobres (1515). Nace en Brescia (Italia), de la noble familia de los Gambara, en la segunda mitad del siglo XV, y es educada esmeradamente por sus padres, saliendo la joven inclinada a la piedad y las buenas obras. |
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Fuente: Santiebeati.it || EWTN.com
Vicente Lewoniuk y doce compañeros, Beatos Mártires, 24 de enero
Laicos Mártires Martirologio Romano: En Pratulin, en la región de Siedlce, en Polonia, beatos Vicente Lewoniuk y doce compañeros, mártires, que por no haber cedido a las amenazas y halagos de los que querían apartarlos de la Iglesia católica, y por no haber querido entregar las llaves de la parroquia, fueron heridos mortalmente y asesinados.(1874) El beato Vicente (Wincenty) Lewoniuk y sus 12 compañeros eran católicos de Rito Bizantino que viven en Podlasie, la región oriental de la Polonia actual. En el siglo XVIII después del reordenamiento fronterizo del reino de Polonia-Lituania, esta área terminó siendo parte del imperio ruso. Los 13 Mártires Vicente (Wincenty) Lewoniuk, nacido en Krzyczew (Polonia) en 1849, casado, de 25años. Hombre piadoso y de buena reputación. Fue el primero en dar la vida en defensa de la iglesia y por ello ocupa el primer lugar del presente grupo. |
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Fuente: libro RICORDATI, SIGNORE, DEI NOSTRI PADRI
Timoteo Giaccardo, Beato Sacerdote, 24 de enero
Sacerdote Martirologio Romano: En Roma, beato Timoteo (José) Giaccardo, presbítero, que instruyó a muchos discípulos en la Pía Sociedad de San Pablo, para anunciar el Evangelio por medio de los instrumentos de comunicación social (1948).
ORACIÓN |
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Fuente: Dominicaspresentacion.com
Marie (María) Poussepin, Beata Fundadora, Enero 24
Virgen y Fundadora del Martirologio Romano: En el lugar de Sainville, en la región de Chartres, en Francia, beata María Poussepin, virgen, fundadora del Instituto de las Hermanas Dominicas de la Caridad y de la Presentación de la Santísima Virgen María, para ayudar a los pastores de almas en la formación de las jóvenes y para la asistencia de pobres y enfermos. |
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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