martes, 3 de diciembre de 2013

Miércoles de San José. 04/12/2013. Santa Bárbara ¡ruega por nosotros!

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 15, 29-37

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, llegó Jesús a la orilla del lago de Galilea; subió a la montaña y se sentó allí. Se le acercó mucha gente trayendo tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y otros muchos enfermos; los pusieron a sus pies y Jesús los curó. 
La gente se maravillaba al ver que los lisiados quedaban curados, los ciegos veían, los mudos hablaban y los tullidos caminaban; y se pusieron a alabar al Dios de Israel.
 
Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
 
"Siento lástima de esta gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen nada para comer. No quiero despedirlos en ayunas, no sea que se desmayen por el camino".
 
Los discípulos le dijeron:
 
"¿Dónde vamos a conseguir pan en este lugar despoblado para dar de comer a tanta gente?"
 
Jesús les preguntó:
 
"¿Cuántos panes tienen?"
 
Ellos contestaron:
 
"Siete, y unos pocos pescados".
Entonces Jesús mandó a la gente que se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los peces,
 
dio gracias, los partió y se los iba dando a los discípulos y éstos a la gente.
 
Todos comieron hasta hartarse, y con lo que sobró llenaron siete canastos.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354

Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

mie 1a. Adviento

Antífona de Entrada

Ven, Señor, no tardes, ilumina los secretos de las tinieblas y manifiéstate a todas las naciones.

 

Oración Colecta

Oremos:
Que tu gracia, Señor, prepare nuestros corazones para que, cuando venga Jesucristo, tu Hijo, nos encuentre dignos de sentarnos a su mesa y de recibir de sus propias manos el pan del cielo.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

Invita el Señor a su banquete y enjuga las lágrimas de todos los rostros

Lectura del libro del profeta Isaías 25, 6-9

En aquel día, el Señor todopoderoso preparará en este monte para todos los pueblos un banquete de exquisitos alimentos, un banquete de buenos vinos, sabrosos alimentos, vinos deliciosos. Y en este monte destruirá el velo que cubre a todos los pueblos, el lienzo que tapa a todas las naciones. 
Destruirá la muerte para siempre, secará las lágrimas de todos los rostros, y borrará de la tierra la deshonra de su pueblo -lo ha dicho el Señor-. Aquel día dirán:
"Este es nuestro Dios, de quien esperábamos la salvación, éste es el Señor en quién confiábamos; alegrémonos y hagamos fiesta pues él nos ha salvado". 
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 22, 1-3a.3b-4.5.6

Habitaré en la casa del Señor toda la vida.

El Señor es mi pastor, nada me falta. En prados de hierba fresca me hace descansar; me conduce junto a aguas tranquilas y renueva mis fuerzas.
Habitaré en la casa del Señor toda la vida.

Me guía por la senda del bien, haciendo honor a su nombre. Aunque pase por un valle tenebroso, ningún mal temeré, porque tú estas conmigo; tu vara y tu bastón me dan seguridad.
Habitaré en la casa del Señor toda la vida.

Me preparas un banquete para envidia de mis adversarios, perfumas con ungüento mi cabeza y mi copa está llena.
Habitaré en la casa del Señor toda la vida.

Tu amor y tu bondad me acompañan todos los días de mi vida; y habitaré por siempre en la casa del Señor.
Habitaré en la casa del Señor toda la vida.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Ya viene el Señor para salvar a su pueblo. Dichosos los que estén preparados para salir a su encuentro.
Aleluya.

Evangelio

Jesús sana a muchos enfermos y multiplica los panes

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 15, 29-37

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, llegó Jesús a la orilla del lago de Galilea; subió a la montaña y se sentó allí. Se le acercó mucha gente trayendo tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y otros muchos enfermos; los pusieron a sus pies y Jesús los curó. 
La gente se maravillaba al ver que los lisiados quedaban curados, los ciegos veían, los mudos hablaban y los tullidos caminaban; y se pusieron a alabar al Dios de Israel. 
Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: 
"Siento lástima de esta gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen nada para comer. No quiero despedirlos en ayunas, no sea que se desmayen por el camino". 
Los discípulos le dijeron: 
"¿Dónde vamos a conseguir pan en este lugar despoblado para dar de comer a tanta gente?" 
Jesús les preguntó: 
"¿Cuántos panes tienen?" 
Ellos contestaron: 
"Siete, y unos pocos pescados".
Entonces Jesús mandó a la gente que se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los peces, 
dio gracias, los partió y se los iba dando a los discípulos y éstos a la gente. 
Todos comieron hasta hartarse, y con lo que sobró llenaron siete canastos.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración sobre las Ofrendas

Te pedimos, Señor, que este sacrificio, signo de nuestra total entrega a ti, te sea ofrecido 
siempre, para que realice la intención que tuviste al instituir este sacramento y lleve a cabo plenamente en nosotros tu salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

Las dos venidas de Cristo

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Quien al venir por vez primera en la humildad de nuestra carne, realizó el plan de redención trazado desde antiguo y nos abrió el camino de la salvación; para que cuando venga de nuevo en la majestad de su gloria, revelando así la plenitud de su obra, podamos recibir los bienes prometidos que ahora, en vigilante espera, confiamos alcanzar.
Por eso, 
con los ángeles y arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Antífona de la Comunión

He aquí que el Señor vendrá con gran poder e iluminará los ojos de sus siervos.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Imploramos, Señor, tu misericordia, para que esta comunión que hemos recibido nos prepare a las fiestas que se acercan, purificándonos de todo pecado.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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Dia 4/12 San Juan Damasceno (presbítero y doctor de la Iglesia, blanco)

Antífona de Entrada

Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, serán como estrellas eternas.

Oración Colecta

Oremos:
Señor y Dios nuestro, que infundiste en san Juan Damasceno tu admirable doctrina, concédenos, por su intercesión, ser fieles a sus enseñanzas y dar testimonio de ellas con nuestra conducta.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura

Guarda este tesoro con la ayuda del Espíritu Santo

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 1, 13-14; 2, 1-3

Querido hermano: Conforma tu predicación a la sólida doctrina que recibiste de mí acerca de la fe y el amor que tienen su fundamento en Cristo Jesús. Guarda este tesoro con la ayuda del Espíritu Santo, que habita en nosotros.
Por tu parte, hijo mío, manténte firme con la gracia de Cristo Jesús. Y lo que me oíste proclamar en presencia de tantos testigos, confíalo a personas fieles, capaces, a su vez, de enseñarlo a otras personas. Comparte conmigo los sufrimientos, como buen soldado de Cristo Jesús.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 18

Los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.

La ley del Señor es perfecta del todo y reconforta el alma; inmutables son las palabras del Señor y hacen sabio al sencillo.
Los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.

En los mandamientos del Señor hay rectitud y alegría para el corazón; son luz los preceptos del Señor para alumbrar el camino.
Los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.

La voluntad de Dios es santa y para siempre estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.


Los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.

Más deseables que el oro y las piedras preciosas las normas del Señor, y más dulces que la miel de un panal que gotea.
Los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Yo soy el buen pastor, dice el Señor; yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí
Aleluya.

Evangelio

El buen pastor da la vida por sus ovejas

Ý Lectura del santo Evangelio según san Juan 10, 11-16

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos:
"Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas. En cambio, el asalariado, el que no es el pastor ni el dueño de las ovejas, cuando ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; el lobo se arroja sobre ellas y las dispersa, porque a un asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy el buen pastor, porque conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, así como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre. Yo doy la vida por mis ovejas. Tengo además otras ovejas que no son de este redil y es necesario que las traiga también a ellas; escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Oración sobre las Ofrendas

Oremos:
Que la participación en esta Eucaristía nos llene, Señor, de aquella misma luz de tu Espíritu que iluminó a san Juan Damasceno y lo hizo instrumento de tu gloria.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio

La gloria de los santos

En verdad es justo darte gracias y deber nuestro glorificarte, Padre santo. Porque tu gloria resplandece en cada uno de los Santos, ya que, al coronar sus méritos, coronas tus propios dones. Con su vida, nos proporcionas ejemplo; ayuda, con su intercesión, y por la comunión con ellos, nos haces participar de sus bienes, para que, alentados por testigos tan insignes, lleguemos victoriosos al fin de la carrera y alcancemos con ellos la corona inmortal de la gloria, por Cristo, Señor nuestro.
Por eso,
con los ángeles y arcángeles y con la multitud de los santos, te cantamos un himno de alabanza diciendo sin cesar:

Antífona de la Comunión

Nosotros proclamamos a Cristo crucificado: fuerza de Dios y sabiduría de Dios.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Alimentados con este sacramento, te pedimos, Señor, que fieles a las enseñanzas de san Juan Damasceno te demos gracias sin cesar por los dones recibidos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

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Meditación diaria

Adviento. 1ª semana. Miércoles

UN MESíAS MISERICORDIOSO

— Acudir siempre a la misericordia del Señor. Meditar su vida para aprender a ser misericordiosos con los demás.

— El Señor es especialmente compasivo y misericordioso con los pecadores que se arrepienten. Acudir al sacramento de la misericordia. Nuestro comportamiento con los demás.

— Las obras de misericordia.

I. Acudió a él mucha gente, llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros, leemos en el Evangelio de la Misa de hoy; los echaban a sus pies y él los curaba. La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos...

Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo: Me da lástima de la gente1. Esta es la razón que tantas veces mueve el corazón del Señor. Llevado por su misericordia hará a continuación el espléndido milagro de la multiplicación de los panes.

La liturgia nos hace considerar este pasaje del Evangelio durante el tiempo de Adviento porque la abundancia de bienes y la misericordia sin límites serían señales de la llegada del Mesías.

Me da lástima de la gente. Este es el gran motivo para darse a los demás: ser compasivos y tener misericordia.

Y para aprender a ser misericordiosos debemos fijarnos en Jesús, que viene a salvar lo que estaba perdido; no viene a terminar de romper la caña cascada ni a apagar del todo la mecha que aún humea2, sino a cargar con nuestras miserias para salvarnos de ellas, a compadecerse de los que sufren y de los necesitados. Cada página del Evangelio es una muestra de la misericordia divina.

Debemos meditar la vida de Jesús porque "Jesucristo resume y compendia toda esta historia de la misericordia divina (...). Nos han quedado muy grabadas también, entre muchas otras escenas del Evangelio, la clemencia con la mujer adúltera, la parábola del hijo pródigo, la de la oveja perdida, la del deudor perdonado, la resurrección del hijo de la viuda de Naím. ¡Cuántas razones de justicia para explicar este gran prodigio! Ha muerto el hijo único de aquella pobre viuda, el que daba sentido a su vida, el que podía ayudarla en su vejez. Pero Cristo no obra el milagro por justicia; lo hace por compasión, porque interiormente se conmueve ante el dolor humano"3. ¡Jesús que se conmueve ante nuestro dolor!

La misericordia de Dios es la esencia de toda la historia de la salvación, el porqué de todos los hechos salvíficos.

Dios es misericordioso, y ese divino atributo es como el motor que guía y mueve la historia de cada hombre. Cuando los Apóstoles quieren resumir la Revelación, aparece siempre la misericordia como la esencia de un plan eterno y gratuito, generosamente preparado por Dios. Con razón puede el Salmista asegurar que de la misericordia del Señor está llena la tierra4. La misericordia es la actitud constante de Dios hacia el hombre. Y el recurso a ella es el remedio universal para todos nuestros males, también para aquellos que creíamos que ya no tenían remedio.

Meditar en la misericordia del Señor nos ha de dar una gran confianza ahora y en la hora de nuestra muerte, como rezamos en el Avemaría. Qué alegría poderle decir al Señor, con San Agustín: "¡Toda mi esperanza estriba solo en tu gran misericordia!"5. Solo en eso, Señor. En tu misericordia se apoya toda mi esperanza. No en mis méritos, sino en tu misericordia.

II. De forma especial, el Señor muestra su misericordia con los pecadores: les perdona sus pecados. Con frecuencia, los fariseos le criticaban por esto, pero Él los rechaza diciendo que no necesitan de médico los sanos, sino los enfermos6.

Nosotros, que estamos enfermos, que somos pecadores, necesitamos recurrir muchas veces a la misericordia divina: Muéstranos, Señor, tu misericordia. Y danos tu salvación7, repite continuamente la Iglesia en este tiempo litúrgico.

En tantas ocasiones, cada día, tendremos que acudir al Corazón misericordioso de Jesús y decirle: Señor, si quieres, puedes limpiarme8. Especialmente en estas circunstancias, "el conocimiento de Dios, Dios de la misericordia y del amor benigno, es una constante e inagotable fuente de conversión, no solamente como momentáneo acto interior, sino también como disposición estable, como estado de ánimo. Quienes llegan a conocer de este modo a Dios, quienes lo ven así, no pueden vivir sino convirtiéndose sin cesar a Él"9. Verdaderamente, podemos exclamar también nosotros: ¡Qué grande es la misericordia del Señor y su piedad para los que se vuelven a Él!10. ¡Qué grande es la misericordia divina para cada uno de nosotros!

Esto nos impulsa a volver muchas veces al Señor, mediante el arrepentimiento de nuestras faltas y pecados, especialmente en el sacramento de la misericordia divina, que es la Confesión.

Pero el Señor ha puesto una condición para obtener de Él compasión y misericordia por nuestros males y flaquezas: que también nosotros tengamos un corazón grande para quienes nos rodean. En la parábola del buen samaritano11 nos enseña el Señor cuál debe ser nuestra actitud ante el prójimo que sufre. No nos está permitido "pasar de largo" con indiferencia, sino que debemos "pararnos" junto a él. "Buen samaritano es todo hombre que se para junto al sufrimiento de otro hombre, de cualquier género que ese sea. Esta parada no significa curiosidad, sino más bien disponibilidad. Es una determinada disposición interior del corazón, que tiene también su expresión emotiva. Buen samaritano es todo hombre sensible al sufrimiento ajeno, el hombre que se conmueve ante la desgracia del prójimo.

"Si Cristo, conocedor del interior del hombre, subraya esta conmoción, quiere decir que es importante para toda nuestra actitud frente al sufrimiento ajeno. Por lo tanto, es necesario cultivar en uno mismo esta sensibilidad del corazón hacia el que sufre. A veces esta compasión es la única o la principal manifestación de nuestro amor y de nuestra solidaridad hacia el hombre que sufre"12.

¿No tendremos en el propio hogar, en la oficina o en la fábrica, a esa persona herida, física o moralmente, que requiere, con urgencia quizá, nuestra disponibilidad, nuestro afecto y nuestros cuidados?

III. Existe en toda la Sagrada Escritura una urgencia por parte de Dios para que el hombre tenga también sentimientos de misericordia, esa "compasión de la miseria ajena, que nos mueve a remediarla, si es posible"13. Nos promete el Señor que seremos dichosos si tenemos un corazón misericordioso para con los demás, y que alcanzaremos misericordia de parte de Dios.

El campo de la misericordia es tan grande como el de la miseria humana que se trata de remediar. Y el hombre puede padecer miseria y calamidades en el orden físico, intelectual y moral... Por eso, las obras de misericordia son innumerables –tantas como necesidades tiene el hombre–, aunque tradicionalmente, por vía de ejemplo, se han señalado catorce obras de misericordia, en las que esta virtud se manifiesta de modo especial.

Nuestra actitud compasiva y misericordiosa ha de ser, en primer lugar, con quienes habitualmente tenemos un mayor trato –la familia, los amigos–, con quienes Dios ha puesto a nuestro lado y con aquellos que se encuentran más necesitados.

Muchas veces la misericordia consistirá en preocuparnos por la salud, por el descanso, por el alimento de los que Dios nos encomienda. Los enfermos merecen una atención especial: compañía, interés verdadero por su enfermedad, enseñarles y ayudarles a que ofrezcan a Dios su dolor... En una sociedad deshumanizada por los frecuentes ataques a la familia, es cada vez mayor el número de enfermos y ancianos abandonados, sin consuelo y sin cariño. Visitar a estas personas en su soledad es una obra de misericordia cada vez más necesaria. Dios premia de una manera especial estos ratos de compañía: lo que por uno de estos hicisteis, por Mí lo hicisteis14, nos dice el Señor.

También debemos practicar, junto a las llamadas obras materiales de misericordia, las espirituales. En primer lugar corregir al que yerra, con la advertencia oportuna, con caridad, sin que se ofenda; enseñar al que no sabe, especialmente en lo que se refiere a la ignorancia religiosa, el gran enemigo de Dios, que aumenta de día en día en proporciones alarmantes: la catequesis ha pasado en la actualidad a ser una obra de misericordia de primerísima importancia y urgencia; aconsejar al que duda, con honradez y rectitud de intención, ayudándole en su camino hacia Dios; consolar al afligido, compartiendo su dolor, animándole para que recupere la alegría y entienda el sentido sobrenatural de esa pena que sufre; perdonar al que nos ofende, con prontitud, sin darle demasiada importancia a la ofensa, y cuantas veces sea necesario; socorrer al que necesita ayuda, prestando ese servicio con generosidad y alegría; finalmente, rogar a Dios por los vivos y por los difuntos, sintiéndonos especialmente ligados por la Comunión de los Santos a esas personas con las que estamos más obligados por razones de parentesco, amistad, etcétera.

Nuestra actitud de misericordia hacia los demás se ha de extender a otras muchas manifestaciones de la vida, pues "nada puede hacerte tan imitador de Cristo –dice San Juan Crisóstomo– como la preocupación por los demás. Aunque ayunes, aunque duermas en el suelo, aunque, por así decir, te mates, si no te preocupas del prójimo, poca cosa hiciste, aún distas mucho de Su imagen"15.

Así obtendremos de Dios misericordia para nuestra vida, y quizá la merezcamos también para los demás, ese abismo de misericordia que se extiende de generación en generación16, según profetizó nuestra Señora a su prima Santa Isabel.

Pidamos la misericordia divina para nosotros mismos, ¡que tanto la necesitamos!, y para nuestra generación, a través de Santa María, Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra. Ante la próxima fiesta de la Inmaculada nuestro confiado recurso a la Virgen se hace, si cabe, más continuo y enamorado.

1 Mt 5, 7. 2 Lc 19, 10; Is 41, 9. — 3 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 7. 4 Sal 33, 5.— 5 San Agustín, Confesiones, 10. — 6 Mt 9, 12. 7 Sal 84, 8. — 8 Mt 8, 2. — 9 Juan Pablo II, Enc. Dives in misericordia, 13. — 10 Eccl 17, 28. 11 Lc 10, 30 ss. — 12 Juan Pablo II, Carta Apost. Salvifici doloris, 28. 13 San Agustín, La ciudad de Dios, 9, 5. — 14 Mt 25, 40. — 15 San Juan Crisóstomo, Coment. a la 1ª epístola a los Corintios. — 16 Lc 1, 50.

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4 de diciembre. 5º Día de la Novena

ROSA MíSTICA

— Siempre con Jesús. Vida de oración.

— Aprender a rezar.

— Las oraciones vocales. El Santo Rosario.

I. María, por su parte, guardaba estas cosas y las meditaba en su corazón1. Su Madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón2. Por dos veces el Evangelista hace referencia a esta actitud de María ante los acontecimientos que se van sucediendo: en la Nochebuena de Belén, y en Nazareth, a la vuelta de Jerusalén, después de encontrar a Jesús en el Templo. La insistencia del Evangelista parece ser el eco de la repetida reflexión de María, quien debió contarlo a los Apóstoles después de la Ascensión de Jesús al Cielo.

La Virgen conserva y medita. Sabe de recogimiento interior, y valora, guarda en su intimidad y hace tema de su oración los sucesos grandes y pequeños de su vida. Esta plegaria continua de María es como el aroma de la rosa "que constantemente se eleva hacia Dios. Esta elevación suya no cesa jamás, tiene una frescura igual a la primera; es siempre jubilosamente nueva y virginal. Si la brisa de nuestras plegarias o los vientos tormentosos de este mundo pasan junto a Ella y la rozan, el perfume de la oración se levanta entonces más fuerte y perceptible; se convierte en intercesora incluyendo nuestra oración en la suya para presentarla al Padre en Cristo Jesús, su Hijo"3.

Cuando estaba aquí en la tierra todo lo hacía en referencia a su Hijo: cada vez que hablaba a Jesús oraba, pues eso es la oración: hablar con Dios: y cuando le miraba, y siempre que le sonreía o pensaba en Él4.

En Caná de Galilea, en las bodas de aquellos parientes o amigos, nos enseña con qué delicadeza e insistencia se debe pedir. "Era su Madre, le había acunado en sus brazos, y, con todo, se abstiene de indicarle lo que puede hacer. Expone la necesidad y deja todo lo demás a su arbitrio, segura de que la solución que dé al problema, cualquiera que sea, y en cualquier sentido, es la mejor, la más indicada, la que lo resuelve de manera más conveniente. Deja al Señor el campo totalmente libre para que haga sin compromisos ni violencias su voluntad, pero es porque Ella estaba segura de que su voluntad era lo más perfecto que podía hacerse y lo que de verdad resolvía el asunto. No le ata las manos forzándole a adoptar un camino, a hacer algo determinado: confía en su sabiduría, en su superior conocimiento, en su visión más amplia y profunda de las cosas que abarca aspectos y circunstancias que Ella podía, quizá, desconocer, Ni siquiera se planteó Nuestra Señora la cuestión de que a lo mejor Él no consideraba conveniente intervenir: expone lo que ocurre y lo deja en sus manos. Y es que la fe deja a Dios comprometido con más fuerza que los argumentos más sagaces y contundentes"5.

Al pie de la Cruz nos anima a estar siempre junto a Cristo, en oración silenciosa, en los momentos más duros de la vida. La última noticia que de Ella nos dan los Evangelios nos refiere que se encuentra con los Apóstoles, orando juntamente con ellos6, en espera de la llegada del Espíritu Santo. El mismo Señor debió de aprender de su Madre muchas oraciones que se habían transmitido en el pueblo de Israel de generación en generación, de modo parecido a las que nosotros aprendimos de nuestras madres.

"El Santo Evangelio, brevemente, nos facilita el camino para entender el ejemplo de Nuestra Madre: María conservaba todas estas cosas dentro de sí, ponderándolas en su corazón (Lc 2, 19). Procuremos nosotros imitarla, tratando con el Señor, en un diálogo enamorado, de todo lo que nos pasa, hasta de los acontecimientos más menudos. No olvidemos que hemos de pesarlos, valorarlos, verlos con ojos de fe, para descubrir la Voluntad de Dios"7. A eso ha de llevarnos nuestra meditación diaria: a identificarnos plenamente con Jesús: a dar un contenido divino a los pequeños acontecimientos diarios.

II. El aroma de nuestra oración ha de subir constantemente a nuestro Padre Dios. Es más, le pedimos a Nuestra Señora que ya está en el Cielo en cuerpo y alma- que diga a Jesús constantemente cosas buenas de nosotros: Recordare, Virgo Mater..., in conspectu Domini, ut loquaris pro nobis bona... Acuérdate, Madre de Dios, cuando estés en la presencia del Señor, de hablarle cosas buenas de nosotros8. Y Ella, desde el Cielo, nos alienta siempre a no dejar jamás la oración, el trato con Dios, pues es nuestra fortaleza diaria.

Debemos aprender a tratar cada vez mejor al Señor en la oración mental esos ratos que dedicamos a hablarle calladamente de nuestros asuntos, a darle gracias, a pedirle ayuda, a decirle que le amamos...- y mediante la oración vocal, empleando muchas veces las que han servido a tantas generaciones para elevar su corazón y sus peticiones al Señor y a su Madre Santísima, y quizá con esas otras que aprendimos de labios de nuestra madre.

La oración nos hace fuertes contra las tentaciones. A veces, podremos oír también nosotros las mismas palabras que Jesús dirigió a sus discípulos en Getsemaní: ¿Por qué dormís? Levantaos y orad para no caer en tentación9. Hemos de rezar siempre, pero hay momentos en los que debemos intensificar esa oración, cuidarla mejor, esmerarnos en prestar más atención..., porque quizá son mayores las dificultades familiares o en el trabajo, o son más fuertes las tentaciones. Ella nos mantiene vigilantes ante el enemigo que acecha, nos ayuda a trabajar mejor, a cumplir las obligaciones y deberes con la familia y con la sociedad, a tratar mejor a los demás.

La Virgen Santa María nos enseña hoy a ponderar en nuestro corazón, a darle sentido en la presencia de Dios a todo aquello que constituye nuestra vida: lo que nos parece una gran desgracia, las pequeñas penas normales de toda vida, las alegrías, el nacimiento de un hijo o de un hermano, la muerte de un ser querido, las incidencias del trabajo o de la vida familiar, la amistad... También, como María, nos acostumbramos a buscar al Señor en la intimidad de nuestra alma en gracia. "Gózate con Él en tu recogimiento interior. Alégrate, con Él, ya que le tienes tan cerca.

"Deséale ahí; adórale ahí; no vayas a buscarle fuera de ti porque te distraerás y cansarás y no le hallarás; no le podrás gozar con más certeza, ni con más rapidez ni más cerca que dentro de ti"10.

Ninguna persona de este mundo ha sabido tratar a Jesús como su Madre; y, después de Ella, San José, quien pasó largas horas mirándole, contemplándole, hablando con Él de las pequeñas incidencias de un día cualquiera, con sencillez y veneración. Si acudimos a ellos con fe al comenzar nuestro diálogo habitual con el Señor, experimentaremos enseguida su eficaz ayuda.

III. En la oración mental tratamos al Señor de modo personal, entendemos lo que quiere de nosotros, vemos con más profundidad el contenido de la Sagrada Escritura, pues "crece la comprensión de las palabras y de las cosas transmitidas cuando los fieles las contemplan y estudian repasándolas en su corazón"11.

Junto a ese "ponderar las cosas en el corazón", la oración vocal es muy grata al Señor, como lo fue sin duda la de la Virgen, pues Ella ciertamente recitaría salmos y otras fórmulas contenidas en el Antiguo Testamento, propias del pueblo hebreo12. Cuando comenzamos el trabajo, al terminarlo, al caminar por la calle, al subir o bajar las escaleras..., se enciende el alma con las oraciones vocales y se convierte nuestra vida, poco a poco, en una continuada oración: el Padrenuestro, el Avemaría, jaculatorias que nos han enseñado o que hemos aprendido al leer y meditar el Santo Evangelio, expresiones con que muchos personajes pedían al Señor la curación, el perdón o su misericordia, y otras que inventó nuestro amor. Algunas las aprendimos de niños: "son frases ardientes y sencillas, enderezadas a Dios y a su Madre, que es Madre nuestra. Todavía recordaba San Josemaría Escrivá, por las mañanas y por las tardes, no un día, habitualmente, renuevo aquel ofrecimiento que me enseñaron mis padres: ¡oh Señora mía, oh Madre mía!, yo me ofrezco enteramente a Vos. Y, en prueba de mi filial afecto, os consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón... ¿No es esto –de alguna manera– un principio de contemplación, demostración evidente de confiado abandono?"13.

El Bendita sea tu pureza, el Acordaos... encierran para muchos cristianos el recuerdo y el candor de la primera vez que los rezaron. No dejemos que se pierdan esas bellísimas oraciones; cumplamos el deber de enseñarlas a otros. De modo muy particular podemos cuidar el Santo Rosario en estos días de la Novena, la oración tantas veces recomendada en la Iglesia.

Se encontraba el Papa Pío IX en su lecho de muerte, y uno de los prelados que le asistían le preguntó qué era lo que en aquella hora suprema pensaba, y el Papa contestó: "Mira: estoy contemplando dulcemente los quince misterios que adornan las paredes de esta sala, que son otros tantos cuadros de consuelo. ¡Si vieses cómo me animan! Contemplando los misterios de gozo, no me acuerdo de mis dolores; pensando en los de la cruz, me siento confortado en gran manera, pues veo que no voy solo en el camino del dolor, sino que delante de mí va Jesús; y cuando considero los de gloria, siento gran alegría, y me parece que todas mis penas se convierten en resplandores de gloria. ¡Cómo me consuela el rosario en este lecho de muerte!". Y dirigiéndose después a los que le rodeaban, dijo: "Es el rosario un evangelio compendiado y dará a los que lo rezan los ríos de paz de que nos habla la Escritura; es la devoción más hermosa, más rica en gracias y gratísima al corazón de María. Sea este, hijos míos decía a quienes le rodeaban, mi testamento para que os acordéis de mí en la tierra"14.

Hagamos en este día el propósito de cuidar mejor nuestro rato de meditación diaria y, las oraciones vocales, especialmente el Santo Rosario, con el que alcanzaremos tantas gracias para nosotros y para aquellos que queremos acercar al Señor.

1 Lc 2, 19. — 2 Lc 2, 51. — 3 F. M. Mosghner, Rosa mística, p. 201. — 4 Cfr. Card. J. H. Newman, Rosa mística, p. 79. — 5 F. Suárez, La Virgen Nuestra Señora, pp. 266-267. — 6 Hech 1, 14. — 7 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 285. — 8 Cfr. Graduale Romanum, 1979, p. 422. — 9 Lc 22, 46. — 10 San Juan de la Cruz, Cántico espiritual, 1, 8. — 11 Conc. Vat. II, Const. Dei Verbum, 8. — 12 Cfr. F. M. Willian, Vida de María, p. 160. — 13 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 296. — 14 Cfr. H. Marín, Doctrina Pontificia, IV; Documentos marianos, BAC, Madrid 1954, n. 322.

 

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

 

 

San Juan Damasceno
Obispo y Doctor de la Iglesia
Año 749

Se le llama "Damasceno", porque era de la ciudad de Damasco (en Siria).

Su fama se debe principalmente a que él fue el primero que escribió defendiendo la veneración de las imágenes.

Era hijo de un alto empleado del Califa de Damasco, y ejerció también el importante cargo de ministro de Hacienda en esa capital. Pero de pronto dejó todos sus bienes, los repartió entre los pobres y se fue de monje al monasterio de San Sabas, cerca de Jerusalén, y allí se dedicó por completo a leer y escribir.

Juan se dio cuenta de que Dios le había concedido una facilidad especial para escribir para el pueblo, y especialmente para resumir los escritos de otros autores y presentarlos de manera que la gente sencilla los pudiera entender.

Al principio sus compañeros del monasterio se escandalizaban de que Juan se dedicara a escurrir versos y libros, porque ese oficio no se había acostumbrado en aquella comunidad. Pero de pronto cambiaron de opinión y le dieron plena libertad de escribir (dice la tradición que este cambio se debió a que el superior del monasterio oyó en sueños que Nuestro Señor le mandaba dar plena libertad a Damasceno para que escribiera).

En aquel tiempo un emperador de Constantinopla, León el Isaúrico, dispuso prohibir el culto a las imágenes, metiéndose él en los asuntos de la Iglesia, cosa que no le pertenecía, y demostrando una gran ignorancia en religión, como se lo probó en carta famosa el Papa Gregorio II. Y fue entonces cuando le salió al combate con sus escritos San Juan Damasceno. Como nuestro santo vivía en territorios que no pertenecían al emperador (Siria era de los Califas mahometanos), podía escribir libremente sin peligro de ser encarcelado. Y así fue que empezó a propagar pequeños escritos a favor de las imágenes, y estos corrían de mano en mano por todo el imperio.

El iconoclasta León el Isaúrico, decía que los católicos adoran las imágenes (se llama iconoclasta al que destruye imágenes). San Juan Damasceno le respondió que nosotros no adoramos imágenes, sino que las veneramos, lo cual es totalmente distinto. Adorar es creer que una imagen en un Dios que puede hacernos milagros. Eso sí es pecado de idolatría. Pero venerar es rendirle culto a una imagen porque ella nos recuerda un personaje que amamos mucho, por ej. Jesucristo, la Sma. Virgen o un santo. Los católicos no adoramos imágenes (no creemos que ellas son dioses o que nos van a hacer milagros. Son sólo yeso o papel o madera, etc.) pero sí las veneramos, porque al verlas recordamos cuanto nos han amado Jesucristo o la Virgen o los santos. Lo que la S. Biblia prohibe es hacer imágenes para adorarlas, pero no prohibe venerarlas (porque entonces en ningún país podían hacerse imágenes de sus héroes y nadie podría conservar el retrato de sus padres).

San Juan Damasceno decía en sus escritos: "lo que es un libro para los que saben leer, es una imagen para los que no leen. Lo que se enseña con palabras al oído, lo enseña una imagen a los ojos. Las imágenes son el catecismo de los que no leen".

Dicen autores muy antiguos que el emperador León, por rabia contra San Juan Damasceno por lo bien que escribía en favor de las imágenes, mandó a traición que le cortaran la mano derecha, con la cual escribía. Pero el santo que era devotísimo de la Sma. Virgen, se encomendó a Ella con gran fe y la Madre de Dios le curó la mano cortada y con esa mano escribió luego sermones muy hermosos acerca de Nuestra Señora.

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Bárbara, Santa Virgen y mártir, Diciembre 4  

Bárbara, Santa

Virgen y Mártir

Martirologio Romano: Conmemoración de santa Bárbara, de la cual se dice que fue virgen y mártir en Nocomedia (s. III/IV).

Etimología: Bárbara = "Aquella que no es griega", es de origen griego.

Según la leyenda habría nacido en Nicomedia, cerca del mar de Mármara, hija de un sátrapa de nombre Dióscuro, que la encierra en una torre; según una leyenda, esto es para evitar que los hombres admiraran su belleza y la sedujeran, según otra para evitar el proselitismo cristiano.

En ausencia de su padre, Bárbara es convertida al catolicismo, y manda construir tres ventanas en su torre simbolizando la Trinidad; su padre se entera del significado de estas ventanas, se enfada y quiere matarla, por lo que ella huye y se refugia en una peña milagrosamente abierta para ella. Atrapada pese al milagro, se enfrenta a su destino.

Su martirio fue el mismo que el de San Vicente Mártir: habría sido atada a un potro, flagelada, desgarrada con rastrillos de hierro, colocada en un lecho de trozos de cerámica cortantes, quemada con hierros al fuego... Cada versión distinta cambia, añade o quita torturas. Finalmente, el mismo Dióscuro la habría decapitado en la cima de una montaña, por lo que un rayo le alcanza a él, muriendo.

También existe la versión de que su padre la habría enviado al juez, quien la mandó decapitar, versión que no incluye el rayo; por ello la primera versión es más explicativa de los patronatos que ejerce.

Es la patrona de las profesiones que manejan explosivos (debido a la leyenda del rayo) y muy especialmente de los mineros. En las Cuencas Mineras Asturianas le dedican un himno llamado Santa Bárbara Bendita. Asi mismo, es tambien patrona de los militares que pertenecen al Arma de Artillería de la mayoría de los ejercitos del mundo, ¡incluidos los de algunos paises musulmanes!.
Se celebra la onomastica el 4 de diciembre.

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Cirano (Sigiramnio), Santo Abad, Diciembre 4  

Cirano (Sigiramnio), Santo

Abad

Martirologio Romano: En el territorio de Bourges, actualmente en Francia, San Cirano (Sigiramnio), monje, peregrino y abad de Longoret.

Etimología: Cirano = "habitante de Córcega". Viene de la lengua latina.

Cirano fue un abad del siglo VII.

Vivió en Francia en el siglo VII y su vida nos la ha contado y narrado un biógrafo posterior con muchos detalles y pormenores.

Fue hijo del noble Berry.

Con el tiempo, llegó a ser obispo de Tours, la diócesis más apetecida de aquellos tiempos.

Fue educado en la ciudad de san Martín. Lo introdujeron en la corte para que hiciera una carrera brillante.

El padre le había preparado incluso una buena chica para el matrimonio.

Un buen día, Cirano dejó la corte. Siguiendo la devoción a san Martín de Tours se hizo eremita cerca de su tumba.

Más tarde, el clero de la ciudad lo acogió. Cirano había entregado todo su patrimonio a los pobres del Evangelio.

Sin que nadie se diera cuenta, abandonó Tours para unirse al obispo Flavio, un irlandés que llevaba una comunidad de peregrinación por toda Europa.

Ya en Roma, trabajaron mucho hasta que volvieron a Francia para fundar un monasterio en la localidad de Longoret.

Creció esta comunidad bajo la guía de san Cirano.

Reinaba una gran austeridad de vida en todos los monjes. Con decir, que él mismo pescaba cada día lo necesario pera comer.

Sin embargo, los santos por muy santos que sean, no se ven libres de calumnias. Desde este momento empezó su vida de errante por todos sitios hasta que murió en no sabe nadie dónde.

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Ada (Adrehildis) de Le Mans, Santa Abadesa, Diciembre 4  

Ada (Adrehildis) de Le Mans, Santa

Abadesa

Martirologio Romano: En Cenómano (hoy Le Mans), de Neustria, santa Adrehildis o Ada, abadesa del monasterio de Santa María (c. 692).

Etimología: Ada = "Aquella que lleva adorno y es bella", es de origen hebreo

Fue monja, abadesa, y virgen consagrada.

Vivió en el siglo VII.

Ella era sobrina de San Engelbert quien fue asesinado por su propio primo.

Ella y su familia eran muy debotos.

Fue monja en Soissons, Francia, y posteriormente abadesa de San Julien de Prés, Le Mans, Francia.

Es la santa patrona de las mujeres religiosas y monjas en Francia.

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Fuente: Kolping.net
Adolfo Kolping, Beato Presbítero y Fundador, Diciembre 4  

Adolfo Kolping, Beato

Presbítero y
Fundador de la Sociedad de Jóvenes Artesanos

Martirologio Romano: En Colonia, de Renania, en Prusia, beato Adolfo Kolping, presbítero, quien, ardientemente solícito para con los trabajadores y la justicia social, fundó una sociedad de jóvenes obreros, que difundió en muchos lugares (1865).

Etimología: Adolfo = "Aquel que es un guerrero osado", es de origen germánico

Sacerdote, reformador social, autor y editor, pastor de almas y "padre de los jóvenes artesanos"; todas estas actividades caracterizan a Adolfo Kolping (1813-1865). Adolfo Kolping nació en Kerpen, una ciudad alemana ubicada cerca de Colonia, y creció en un entorno humilde. Después de un breve período escolar, a los 13 años se hizo aprendiz de zapatero.

Trabajó durante diez años en este oficio y, al igual que otros artesanos jóvenes, viajaba de una localidad a otra. A los 23 años, se animó a dar un paso inusual y se decidió a ser sacerdote. Entró al "Colegio de San Marcelo" en Colonia, mientras tenía que ganarse la vida. A continuación, estudió teología en Munich y en Bonn. El 13 de abril de 1845, Adolfo Kolping fue ordenado sacerdote en la Iglesia de los Minoritas de Colonia. Su primer cargo como sacerdote fue el de vicario parroquial en Wuppertal-Elberfeld.


Allí se encontró con la miseria de los trabajadores a causa del cambio social de la industrialización. Debido a la caída de los gremios de artesanos, los jóvenes artesanos habían perdido el hogar que representaba la familia del maestro artesano. En Elberfeld,
Adolfo Kolping conoció la asociación de jóvenes artesanos fundada poco antes por el maestro de escuela Johann Gregor Breuer y fue nombrado su asesor eclesiástico (director espiritual). Kolping reconoció que este tipo de asociación constituía un medio adecuado para la solución de problemas sociales.


Ayuda para la autoayuda, cambio social mediante la transformación del hombre, así se caracterizarían más adelante sus principios. Kolping se trasladó poco después a Colonia, donde el 6 de mayo de 1849 fundó la primera "Asociación Católica de Jóvenes Artesanos", precursora de la actual Familia Kolping. En poco tiempo la idea de la autoayuda y de la ayuda comunitaria se difundió hasta los límitesde Europa y a ultramar.
El 27 de octubre de 1991, Adolfo Kolping fue beatificado por el Papa Juan Pablo II en Roma. En la actualidad, su obra de vida sigue presente en más de cincuenta países.

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Fuente: Vatican.va
Juan Calabria, Santo Presbítero Fundador, Diciembre 4  

Juan Calabria, Santo

Fundador de las Congregaciones de los Pobres Siervos
y de las Pobres Siervas de la Divina Providencia.

Martirologio Romano: En Verona, en Italia, san Juan Calabria, presbítero, quien fundó la Congregación de Pobres Siervos y Siervas de la Divina Providencia (1954).

Nació en Verona el 8 de octubre de 1873, séptimo y último hijo de Luis, zapatero, y de Angela Foschio, empleada al servicio doméstico, mujer de grande fe, educada por el Siervo de Dios Padre Nicolás Mazza en su escuela de niñas pobres.

Desde el nacimiento, para el niño Juan, la pobreza fue su maestra de vida. Cuando murió su papá, tuvo que interrumpir el cuarto año de escuela primaria para buscar un trabajo como ayudante.

Descubriendo las virtudes del joven, el rector de San Lorenzo, Padre Pedro Scapini, lo preparó en privado para los exámenes de ingreso al seminario. Una vez superados, fue admitido y frecuentó el liceo como alumno externo. Al tercer año tuvo que interrumpirlo para hacer el servicio militar.

La caridad fue la característica de toda su vida

Ya joven se distinguió sobre todo por su gran caridad. De hecho, se puso al servicio de todos haciendo los trabajos más humillantes y peligrosos. Se ganó la admiración de sus compañeros y superiores, llevando a muchos de ellos a la conversión y a la práctica de la fe.

Cuando terminó el servicio militar, retomó los estudios. Una fría noche de noviembre de 1897, cuando hacía su primer año de teología, volviendo de visitar a los enfermos en el hospital, encontró un niño acurrucado delante de su puerta; era fugitivo de los gitanos. Lo recogió y lo llevó en casa. Estuvo con él y al final lo acomodó en su pequeño dormitorio. Fue el principio de sus obras a favor de los huérfanos y abandonados.

Algunos meses más tarde, fundó la "Pía Unión para la asistencia de los enfermos pobres", reuniendo en torno a sí un buen grupo de seminaristas y de laicos.

Eran éstos los inicios de una vida totalmente caracterizada por la caridad. "Cada instante de su vida fue la personificación del maravilloso cántico de San Pablo sobre la caridad", escribe en una carta postulatoria a Pablo VI una doctora hebrea salvada por el Padre Calabria de la persecución nazi y fascista, escondiéndola vestida de hermana, entre las religiosas de su Instituto.

Sacerdote y Fundador de dos Congregaciones

Ordenado sacerdote el 11 de agosto de 1901, fue nombrado ayudante vicario en la parroquia de San Esteban y confesor en el seminario. Se dedicó con un particular celo a la confesión y al ejercicio de la caridad privilegiando sobre todo a los más pobres y marginados.

En el 1907, nombrado Vicario de la Rectoría de S. Benito del Monte, comenzó también a recibir y cuidar espiritualmente a los soldados. El 26 de noviembre de aquel año, en "Vicolo Case Rotte", dio inicio oficial al Instituto "Casa Buoni Fanciulli", que el año siguiente encontró la estabilidad definitiva en la calle San Zeno in Monte, en la actual Casa Madre.

Junto a los jóvenes el Señor le mandó laicos deseosos de compartir con él la propia donación al Señor. Con este puñado de hombres donados totalmente al Señor en el servicio a los pobres, con una vida radicalmente evangélica, hizo vivir a la Iglesia de Verona el clima de la Iglesia Apostólica. Y aquel primer núcleo de hombres fue la base de la "Congregación de los Pobres Siervos de la Divina Providencia" que será aprobada por el Obispo el 11 de febrero de 1932 y obtendrá la Aprobación Pontificia el 25 de abril de 1949.

Inmediatamente después de la aprobación diocesana, la Congregación se extendió en varias partes de Italia, siempre al servicio de los pobres, de los abandonados y marginados. Prolongó su acción a los ancianos y a los enfermos dando vida para ellos a la "Cittadella della caritá ". El corazón apostólico del Padre Calabria pensó además en los Parias de la India, mandando en el 1934 cuatro Hermanos a Vijayavada.

En el 1910 fundó también la rama femenina, las "Hermanas", que fue aprobada como Congregación de derecho diocesano el 25 de marzo de 1952 con el nombre de " Pobres Siervas de la Divina Providencia " y el 25 de diciembre de 1981 obtuvieron la Aprobación Pontificia.

Profeta de la paternidad de Dios y de la búsqueda de su reino

A las dos Congregaciones, el Padre Calabria, confió la misma misión que el Señor le había inspirado cuando joven sacerdote: "Mostrar al mundo que la Divina Providencia existe, que Dios no es extranjero, sino Padre, y piensa en nosotros, siempre que nosotros pensemos en Él y le correspondamos buscando en primer lugar el Santo Reino de Dios y su justicia" (cf. Mt 6, 25-34).
Y para testimoniar todo esto, acogió gratuitamente en sus casas, jóvenes, material y moralmente necesitados. Hizo hospitales y casas de acogida para asistir en el cuerpo y en el espíritu a enfermos y ancianos. Abrió casas de formación para jóvenes y adultos pobres, a fin de ayudarlos a alcanzar la propia vocación sacerdotal o religiosa. Los asistió gratuitamente hasta la teología o a la definitiva decisión por la vida religiosa. Después los dejaba libres para elegir aquella diócesis o congregación que el Señor les hubiera inspirado. Estableció que sus religiosos ejercieran el apostolado en las zonas más pobres, "donde nada hay, humanamente, para recibir".

"Resplandeció como un faro luminoso en la Iglesia de Dios"

Son exactamente éstas las palabras que el Card. Schuster hizo esculpir sobre su tumba.
De hecho al comenzar desde el 1939-40 hasta la muerte, en contraste con su innato deseo de anonimato, alargó sus horizontes hasta alcanzar las fronteras de la Iglesia, "gritando" a todos que el mundo se puede salvar sólo si se retorna a Cristo y a su Evangelio.

Fue así que se convirtió en una voz profética, un punto de referencia. Obispos, sacerdotes, religiosos y laicos vieron en él un guía seguro para ellos mismos y para sus iniciativas.
Por eso los Obispos de la Conferencia Episcopal del Trivéneto, en la propia carta postulatoria al Papa Juan Pablo II, pudieron escribir: "El Padre Calabria, justo para preparar la Iglesia del Dos Mil -expresión a él familiar- hizo de su vida un continuo sufrir y una cuidadosa llamada a la conversión, a la renovación, a la hora de Jesús, con tonos impresionantes de perentoria urgencia... Nos parece que la vida del Padre Calabria y su misma persona constituyen una " profecía " de vuestro apasionado grito a todo el mundo: "Aperite portas Christo Redemptori!"".

Comprendió que en esta radical y profunda renovación espiritual del mundo tenían que ser comprometidos también los laicos. Para esto, en el 1944 fundó la "Familia de los Hermanos Externos", integrada, en efecto, por laicos.

Rezó, escribió, actuó y sufrió por la unidad de los cristianos. Por eso, mantuvo fraternas relaciones con protestantes, ortodoxos y hebreos. Escribió, habló, amó, nunca discutió. Conquistó con el amor. El mismo pastor luterano Sune Wiman de Eskilstuna (Suiza) que tuvo con él un copioso intercambio epistolar, dirigió el 6 de marzo de 1964 una carta postulatoria al Santo Padre Pablo VI para pedirle la glorificación de su venerado amigo.

Fue este período el más misteriosamente doloroso de su vida. Parecía que Cristo lo hubiera asociado a la angustia del Getsemaní y del Calvario, aceptando su ofrecimiento como "víctima" para la santificación de la Iglesia y para la salvación del mundo. El beato card. Schuster lo comparó al Siervo de Jahvé.

Murió el 4 de diciembre del 1954. En la vigília, hizo su último gesto de caridad ofreciendo su vida al Señor por el Papa Pío XII, que agonizaba. El Señor había aceptado su oferta y, mientras él moría, el Papa, misteriosa e improvisamente recuperaba la salud viviendo con eficiencia otros cuatro años.

El mismo Pontífice, sin saber del último gesto del Padre Calabria pero conocedor profundo de toda su vida, cuando recibió la noticia de su muerte, en un telegrama de condolencia a la Congregación, definió "campeón de evangélica caridad".

Fue beatificado por el Papa Juan Pablo II el 17 de abril de 1988, y canonizado por el mismo Papa el 18 de abril de 1999.

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Fuente: Francisancos.net
Pedro de Siena (el Pectinario), Beato Penitente Franciscano, Diciembre 4  

Pedro de Siena (el Pectinario), Beato

Religioso Franciscano

Martirologio Romano: En Siena, de la Toscana, beato Pedro Pectinario, religioso de la Tercera Orden de San Francisco, insigne por su peculiar caridad hacia los pobres y los enfermos, y por su humildad y silencio (1289).

Pedro "Pettinaio" nació en Campi, región del Chianti, provincia de Siena. De temperamento jocoso e impulsivo en su juventud, se enmendó después de su conversión. Era fabricante y comerciante de peines, lo que confirma el epíteto de "pettinaio" que siempre acompaña su nombre. Comenzó a santificarse en el ejercicio de su profesión. Compraba y vendía siempre al precio justo; la calidad de sus productos era tan apreciada por los sieneses que él iba al mercado solamente después de las vísperas, para no condenar a la ruina a sus competidores. Casó, pero no tuvo hijos, y al comprobar la esterilidad de su mujer, hizo con ella el voto de castidad perfecta, pero se mostró excelente esposo, procurando hacerla sentirse a gusto hasta en las cosas más pequeñas.

Frecuentaba asiduamente las predicaciones y los oficios religiosos demostrando gran caridad para con los pobres. Visitaba continuamente el hospital de Santa María della Scala, curando a los enfermos, aplicando remedios y besando sus llagas. Vendió primero la viña de su propiedad y luego la casa, conservando solamente lo que le permitía vivir modestamente y fue a instalarse en una casucha cerca de la Puerta dell'Ovile. Se inscribió en la Tercera Orden de San Francisco y, después de haber renunciado a todo, se esforzó por vivir el espíritu de la altísima pobreza.

Su incesante celo por las obras de misericordia lo hizo adquirir pronto fama de gran santidad entre sus conciudadanos. En 1282 fue encargado de escoger entre los detenidos de las prisiones a cinco hombres entre los menos culpables, que debían ser liberados. En 1286 el común le confió el cuidado de distribuir dinero a los pobres azotados por la carestía.

Era inclinado a la contemplación y gozó de arrobamientos y éxtasis, a veces en presencia de compañeros. Hacia el final de su vida parecía vivir siempre más retirado del mundo. Después de una grave enfermedad, obtuvo el permiso para vivir en una celda del convento de los franciscanos, donde pasaba las noches en oración. Mostraba una devoción ardiente hacia la Virgen, ayunando en su honor el sábado y encomendándose a ella noche y día. También fue peregrino, fue a Roma, a Pistoia y a Asís y a la Verna. Su espiritualidad lleva la impronta franciscana. Después de 14 años de esfuerzos adquirió el don de no hablar sino por necesidad. Por esto a menudo es representado en la iconografía con un dedo sobre los labios, y es llamado el "Santo del silencio". Los Franciscanos le encomendaron los novicios, a los cuales supo dirigir por el camino de la perfección.

Murió el 4 de diciembre de 1289 (según algunos, ¡de 128 años de edad!) y sus últimas palabras fueron una advertencia a Siena, Florencia y Pistoia, a las cuales predijo grandes males.

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Fuente: FrateFrancesco.org
Francisco Gálvez, Jerónimo de Angelis y Simón Yempo. Beatos Religiosos Presbíteros, Diciembre 4  

Francisco Gálvez, Jerónimo de Angelis y Simón Yempo. Beatos

Mártires en Japón

Martirologio Romano: En el lugar llamado Edo, de Japón, beatos mártires Francisco Gálvez, presbítero de la Orden de Hermanos Menores, Jerónimo de Angelis, presbítero, y Simón Yempo, religioso, estos dos últimos de la Compañía de Jesús, todos los cuales fueron quemados por odio a la fe (c. 1622/1623).

Llegada del cristianismo a Japón

Los primeros cristianos japoneses recibieron el bautismo en 1548, en Goa, de manos del obispo Juan de Albuquerque. Ellos fueron los que guiaron los pasos de san Francisco Javier por el archipiélago nipón. Pero los jesuitas fueron pronto expulsados del país.

En 1593 desembarcaban en Japón los franciscanos descalzos Pedro Bautista Blázquez, Bartolomé Ruiz, Francisco de San Miguel y Gonzalo García, que no tardaron en recibir refuerzos desde Filipinas. En sólo tres años lograron bautizar a unos 20.000 neófitos, pero en 1596 estalló la persecución. Pedro Bautista y cinco compañeros suyos, tres jesuitas nativos y 17 cristianos seglares murieron crucificados en Nagasaki

En tres años llegaron a bautizar a unos 20.000 neófitos. En 1596 estalló la persecución contra los cristianos, y el 5 de febrero del año siguiente morían crucificados en Nagasaki san Pedro Bautista , cinco compañeros suyos, tres jesuitas nativos y 17 cristianos seglares. Su martirio supuso nuevas conversiones y mayor expansión misionera, y fue en una de las nuevas oleadas de misioneros cuando llegó al país el beato Francisco Gálvez

FRAY FRANCISCO GÁLVEZ DE URIEL

Este franciscano, sacerdote y misionero, nació de Francisco Gálvez y de Juana Iranzo, familia hidalga y bien situada de Utiel (Valencia), , unos días antes del 15 de agosto, fecha de su bautismo.

Se inició en las letras en la escuela de la parroquia, pero pasó enseguida al Colegio Seminario del Salvador, inaugurado el 6 de agosto de 1585, cuando Francisco estaba a punto de cumplir los siete años. En palabras del fundador, el sacerdote local Don Gonzalo Muñoz Iranzo, la finalidad del colegio era "que aquí los niños y niñas, desde chiquitos, aprendan la Doctrina cristiana, y los mayores y estudiantes aprendan los principios de Gramática y Latinidad, para que aquí salgan buenos ministros para la Iglesia y vayan a otras Universidades para aprender otras ciencias y facultades y a Religiones y Monasterios para mejor servir a Dios, que éste es el celo del Salvador del mundo, a quien se debe todo y a quien se le dé la honra y gloria por siempre jamás, amén".

Hacia los 14 años, ell joven Francisco saldrá de aquí bien preparado para empezar su formación universitaria en el Estudio General de Valencia. En su certificado de estudios del 10 de abril de 1598 consta que era ya subdiácono, que cursó Artes, Lógica y Filosofía, bajo el magisterio del catedrático José Roque Rocafull, doctor en Artes liberales, y, y que luego completó los cuatro años de Teología. Cumplidos todos los requisitos, recibió enseguida el diaconado, seguramente de manos del santo arzobispo de Valencia Juan de Ribera, quien lo destinó a una de las parroquias de la ciudad.

Muy fuerte debió de sentir la llamada a la vida religiosa, pues, sin esperar a la ordenación sacerdotal, solicitó ser admitido en el convento valenciano de San Juan de la Ribera, de los franciscanos descalzos o alcantarinos. Esta rama de la observancia, una de las de mayor austeridad, se caracterizaba por una vida de pobreza, austeridad, mortificación y compromiso evangelizador y con los pobres. Descalzos eran también, aparte de san Pedro de Alcántara, san Pascual Báilón y el beato Andrés Hibernón, contemporáneos suyos.

A Oriente por la ruta occidental

El beato Francisco Gálvez profesó la regla franciscana el 6 de mayo de 1600 y se ordenó sacerdote a finales del mismo año, o a comienzos de 1601. Poco después, el 28 de junio, a petición propia, partía como misionero hacia al Extremo Oriente desde el puerto de Sanlúcar de Barrameda. Lo sabemos porque el 1 de marzo de 1601, el rey Felipe II, por real cédula que se conserva en el sevillano Archivo de Indias, autorizaba a fray Juan Pobre, procurador de la Provincia franciscana de Filipinas, viajar a dichas islas con 40 misioneros, a expensas reales.

El viaje se hacía entonces por la ruta occidental. Tras dos meses de travesía, la misión dirigida por Juan Pobre desembarcaba en San Juan de Ulúa, el puerto de Veracruz, en Méjico. De aquí se dirigieron a pie hasta la capital azteca. Ocho años permaneció el beato Francisco en tierras mejicanas, sin que podamos precisar dónde residió ni en qué se ocupó todo ese tiempo. Lo que si sabemos es que sólo en 1609 pudo embarcarse en Acapulco, donde la congregación tenía una hospedería para los frailes de paso, rumbo a Manila. Tanto el archipiélago filipino como el japonés formaban parte de la floreciente provincia franciscana de San Gregorio Magno, cuyo primer procurador había sido san Pedro Bautista, uno de los protomártires de Japón recientemente crucificados en Nagasaki. A raíz del martirio la Provincia había experimentado un fuerte crecimiento, pasando de 41 conventos, 125 religiosos y 60.892 cristianos a finales del siglo XVI, a 57 conventos y 114.000 cristianos en 1622.

El beato Francisco Gálvez fue destinado al convento filipino de Dilao, un barrio del extrarradio de Manila, donde había una colonia de japoneses cristianos. Trabajando pastoralmente con ellos fue como fray Francisco pudo aprender la lengua nipona. Hizo tantos progresos que sus superiores lo nombraron ministro de los japoneses de Balete, jurisdicción de Dilao.

Evangelizador en Japón

En 1612, bien preparado por el contacto diario con los nipones, el beato Francisco hizo su primer viaje a Japón. Durante dos años pudo desarrollar una breve pero intensa labor misionera: anuncio del Evangelio en japonés con soltura, traducción de libros religiosos (Vidas de Santos, un Catecismo, varios opúsculos devocionales) que facilitaron su tarea, y atención a los leprosos de Asakusa hasta contagiarse con la enfermedad.

El 27 de octubre de 1614, por decreto imperial, el beato Galvez y los demás misioneros tuvieron que abandonar el territorio y regresar a Manila, pues Japón no se abrió a los europeos hasta el siglo XIX, y las persecuciones contra los cristianos no terminaron hasta el año 1873. Pero fray Francisco se las ingenió para regresar, porque allá había dejado a un pequeño grupo de cristianos que él mismo bautizó, y necesitaban de su presencia, apoyo, consejos y consuelos. En 1616, con la armada del Gobernador de Filipinas, llegó hasta Singapur, desde donde pudo llegar a Malaca, colonia portuguesa donde los franciscanos, seis años antes, habían obtenido del rey de Camboya permiso para evangelizar en su territorio. Sólo encontró una galeota que viajaba a Japón, pero no admitía pasajeros, y menos misioneros, pues aún estaba reciente el decreto de expulsión. Entonces recurrió a una estratagema: se tiznó de negro y se contrató como galeón o remero, a cambio de una pequeña ración diaria de arroz. Pero todo lo soportó con paciencia, incluso el año y medio que tuvo que esperar en Macao, antes de tocar suelo japonés.

Cumplido su propósito, aún pudo moverse con cierta libertad, gracias a la tolerancia de las autoridades locales. Incluso ejerció de mediador diplomático, entregando al príncipe de Voxu, Masamuné, por encargo del beato Luis de Sotelo, martirizado poco después en Omura, unas cartas y presentes que traía de parte del rey de España y del Papa. Fray Francisco fue bien recibido y agasajado, con orden de atenderle en todo lo necesario, y con la asignación de un lugar tranquilo donde poder dedicarse sin molestias a la evangelización. Gracias a este especial privilegio del príncipe Masamuné, el Beato Gálvez pudo desarrollar una intensa y fructuosa actividad misionera en los territorios de Voxy y Mongami, multiplicando las conversiones.

Martirizado en Yedo (Tokio)

Aún no se habían agotado las anteriores órdenes de expulsión, cuando, en agosto de 1623, el Emperador nombró nuevo "shogum" o jefe de gobierno a Iemitsu. Y éste, al ver que no se cumplían con demasiado rigor, ordenó eliminar a los cristianos, prometiendo honores y dinero a quiénes los denunciaran. Enseguida alguien (un cristiano renegado, o un bonzo que se hizo pasar por tal) delató ante el gobernador a los cristianos y misioneros de Yedo, la actual Tokio, entre ellos al jesuita siciliano Jerónimo de los Ángeles. Fray Francisco Gálvez fue apresado en Kamakura, antes de poder huir con el japonés converso Hilario Mongazaimón, síndico de la orden franciscana. Con él apresaron también a fray Juan Cambo, que había sido portero en el antiguo convento de Nagasaki, a fray Padre Doxico, a Hilario y a su esposa Marina, con confiscación de todos sus bienes.

Los llevaron a Yedo, y fueron presentados ante el Consejo del Emperador. Acusado de engañar a los conversos japoneses arriesgando sus vidas, el beato Francisco respondió en voz alta y en elegante japonés: "Yo no he engañado a nadie, ni predico falsa doctrina, ni he sido causa de muerte; antes bien, por amor de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Salvador del mundo, y por amor de sus escogidos los cristianos, les he predicado la verdad y verdadera salvación, sin la cual nadie se puede salvar, ni vuestras mercedes se salvarán, si no creen lo que yo predico. No he sido causa de la muerte de los cristianos, sino vuestras Mercedes lo son, que se la dan injustamente".

No le dejaron seguir hablando. En prisión se encontró con fray Jerónimo de los Ángeles, apresado pocos días antes que él. Se alegraron de verse, se confesaron mutuamente, se prepararon para morir y animaron a los demás cristianos detenidos con ellos. Cuando llegó Iemitsu a Yedo, condenó a muerte a los 51 detenidos, ordenando que los pasearan por las calles de la Corte antes de ser quedamos vivos en la hoguera. En el cortejo iban tres grupos: el primero estaba encabezado por el P. Jerónimo de los Ángeles, a caballo, y el hermano laico Simón Yempo y 17 condenados más a pie. El segundo lo presidía fray Francisco Gálvez a caballo, con otros 16 condenados tras él. A la cabeza del tercer grupo iba Faramondo, caballero pariente y primo del Emperador, noble y rico, que se bautizó en Osaka en 1600 y había sido torturado en una anterior persecución.

El martirio se consumó el 4 de diciembre de 1623: dos jesuitas, el beato Francisco Gálvez y 47 "cordígeros" o franciscanos seglares, fueron quedamos vivos en una gran plaza de las afueras de Yedo, a la vista de muchos nobles y señores que habían sido invitados a los festejos de la investidura del shogun, y de un gran gentío, también cristianos, que acudieron de todas partes. Aunque pusieron guardia para los cristianos no retiraran sus restos y cenizas, pero éstos supieron esperar hasta la cuarta noche, cuando ya nadie vigilaba.

En poco tiempo, los cristianos de Japón quedaron sin sacerdotes y reducidos al silencio y la clandestinidad, hasta que fueron descubiertos de nuevo en 1865, año en que se volvió a permitir la entrada de misioneros católicos en el país.

El 7 de julio de 1867, Pío XI lo beatificaba con los otros 204 mártires ejecutados en Japón entre los años 1617 y 1632. Franciscanos eran 11 descalzos o alcantarinos, 6 observantes, y 29 seglares. Los franciscanos y la diócesis de Valencia celebran su fiesta el 4 de diciembre.

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Fuente: Martirologio Romano
Otros Santos y Beatos Completando el santoral de este día, Diciembre 4  

Otros Santos y Beatos

San Heracles, obispo

En Alejandría, en Egipto, san Heraclas, obispo, famoso como discípulo de Orígenes, de quien fue colaborador y sucesor en la escuela, y elegido después para regir esta sede (247/249).

San Melecio, obispo

En Sebastopol, del Ponto, san Melecio, obispo, el cual, aunque ya famoso por su erudición, fue aún más famoso por su virtud y sencillez de vida (s. IV).

San Félix, obispo

En Bolonia, de la Emilia, san Félix, obispo, que fue diácono de la Iglesia de Milán con san Ambrosio (431/432).

San Apro, presbítero y eremita

En Vienne, de la Galia Lugdunense, san Apro, presbítero, el cual, abandonando su patria, se construyó una celda en donde llevó una vida solitaria y penitente (s. VII).

San Sola, presbítero y eremita

En el monasterio de Ellwangen, en Baviera, san Sola, presbítero y eremita (794).

San Juan, el Taumaturgo, obispo

En Poliboto, de Frigia, san Juan, llamado el Taumaturgo, obispo, que, contra el dictamen del emperador León el Armenio, trabajó intensamente en favor del culto de las sagradas imágenes (s. IX).

San Annon, obispo

En el monasterio de Siegburg, de Renania, en Alemania, san Annon, obispo de Colonia, hombre de agudo ingenio, que fue tenido en gran honor tanto, en la Iglesia como en los negocios civiles, en tiempo del emperador Enrique IV, y para aumentar la fe y la devoción, procuró la fundación de muchas iglesias y monasterios (1075).

San Osmundo, obispo

En Salisbury, en Inglaterra, san Osmundo, obispo, que junto con el rey Guillermo se trasladó de Normandía a Inglaterra y, promovido enseguida al episcopado, consagró la iglesia catedral, proveyendo a la administración de la sede y al culto divino (1099).

San Bernardo, monje y obispo

En Parma, de la Emilia, san Bernardo, obispo, el cual, siendo monje, se aplicó a una vida de perfección, y después, como cardenal, buscó el bien de la Iglesia, para, finalmente, ya obispo, procurar la salvación de las almas (1133).

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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