lunes, 2 de diciembre de 2013

Martes por los ángeles custodios. 03/12/2013. San Francisco Javier ¡ruega por nosotros!

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 10, 21-24

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, el Espíritu Santo llenó de alegría a Jesús, que dijo:
"Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y se las ha dado a conocer a los sencillos. Sí, Padre, así te ha parecido bien. 
Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre, sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar".
Dirigiéndose después a los discípulos, les dijo en privado: 
"Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven. Porque les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen pero no lo oyeron".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor, Jesús.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354

Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

mar 1a. Adviento

Antífona de Entrada

Vendrá el Señor y con él todos sus santos; aquel día brillará una gran luz.

 

Oración Colecta

Oremos:
Señor y Dios nuestro, acoge favorablemente nuestras súplicas y concédenos tu ayuda en las tribulaciones; que reanimados con la venida de tu Hijo, ya cercana, no volvamos a mancharnos con el pecado.
Por nuestro señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

El espíritu del Señor se posará sobre él

Lectura del Libro del profeta Isaías 11, 1-10

En aquel día saldrá un brote del tronco de Jesé, un retoño brotará de sus raíces. 
Sobre él reposará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor de Dios; lo inspirará el temor del Señor.
No juzgará por apariencias, ni atendiendo a rumores; juzgará con justicia a los indefensos, a los pobres del país con rectitud; herirá al violento con la vara de su boca, con el soplo de sus labios matará al malvado. Será la justicia el cinturón de sus caderas, la fidelidad, la correa de su cintura.
Habitará el lobo junto al cordero, la pantera se echará junto al cabrito, el ternero y el leoncillo comerán juntos y un pequeño cuidará de ellos. La vaca pastará con el oso, sus crías se echarán juntas; el león comerá paja, como el buey, el niño de pecho jugará junto al escondite de la culebra, el recién destetado meterá la mano en la cueva de la serpiente. Nadie hará el mal ni causará daño alguno en todo mi monte santo, porque del conocimiento del Señor está llena la tierra como las aguas cubren el mar.
Aquel día, la raíz de Jesé será puesta como estandarte de los pueblos; a ella se volverán las 
naciones y será gloriosa su morada.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 71, 2.7-8.12-13.17

Que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente.

Para que gobierne a tu pueblo con justicia y tus humildes con equidad.
Que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente.

Que florezca en sus días la justicia y haya gran prosperidad mientras alumbre la luna; que domine de mar a mar, desde el Eufrates hasta los extremos de la tierra.
Que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente.

Porque él librará al necesitado que suplica, al humilde que no tiene defensor, tendrá compasión del necesitado y del abandonado, y salvará la vida de los necesitados.
Que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente.

Que su nombre sea perpetuo y su descendencia dure como el sol; que traiga la bendición a las naciones y lo proclamen dichoso.
Que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Ya viene el Señor, nuestro Dios, para iluminar los ojos de sus hijos con todo su poder. 
Aleluya.

Evangelio

Jesús se llenó de júbilo en el Espíritu Santo

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 10, 21-24

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, el Espíritu Santo llenó de alegría a Jesús, que dijo:
"Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y se las ha dado a conocer a los sencillos. Sí, Padre, así te ha parecido bien. 
Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre, sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar".
Dirigiéndose después a los discípulos, les dijo en privado: 
"Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven. Porque les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen pero no lo oyeron".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor, Jesús.

 

Oración sobre las Ofrendas

Que los ruegos y ofrendas de nuestra pobreza te conmuevan, Señor, y, al vernos desvalidos y sin méritos propios, acude, compasivo, en nuestra ayuda.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

Las dos venidas de Cristo

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Quien al venir por vez primera en la humildad de nuestra carne, realizó el plan de redención trazado desde antiguo y nos abrió el camino de la salvación; para que cuando venga de nuevo en la majestad de su gloria, revelando así la plenitud de su obra, podamos recibir los bienes prometidos que ahora, en vigilante espera, confiamos alcanzar.
Por eso, 
con los ángeles y arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Antífona de la Comunión

El Señor, justo juez, dará la corona merecida a todos los que esperan con amor su venida.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Como fruto de nuestra participación en este sacramento de vida eterna, enséñanos, Señor, a no sobrevalorar las cosas terrenales y a estimar las del cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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Dia 3/12 San Francisco Javier (presbítero, blanco)

Antífona de Entrada

¡Qué hermoso es ver correr sobre los montes al mensajero que anuncia la paz, que trae buenas noticias, que anuncia la salvación!

 

Oración Colecta

Oremos:
Dios nuestro, que por medio de la predicación de san Francisco Javier quisiste iluminar con tu Evangelio a los pueblos de Oriente; concédenos a todos los cristianos un gran entusiasmo por darte a conocer, a fin de que tu Iglesia pueda llevar a todos los seres humanos tu mensaje de salvación.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

¡Ay de mí, si no anuncio el Evangelio!

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 9, 16-19. 22-23

Hermanos: No tengo por qué presumir de predicar el Evangelio, puesto que ésa es mi obligación. ¡Ay de mí, si no anuncio el Evangelio! Si yo lo hiciera por propia iniciativa, merecería recompensa; pero si no, es que se me ha confiado una misión. Entonces, ¿en qué consiste mi recompensa? Consiste en predicar el Evangelio gratis, renunciando al derecho que tengo a vivir de la predicación.
Aunque no estoy sujeto a nadie, me he convertido en esclavo de todos para ganarlos a todos. Con los débiles me hice débil, para ganar a los débiles. Me he hecho todo a todos, a fin de ganarlos a todos. Todo lo hago por el Evangelio, para participar yo también de sus bienes.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 116

Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio.

Que alaben al Señor todos los pueblos, que todas las naciones lo festejen.
Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio.

Porque grande es su amor hacia nosotros y su fidelidad dura por siempre.
Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Vayan y enseñen a todas las naciones, dice el Señor, y sepan que yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.
Aleluya.

Evangelio

Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio

Ý Lectura del santo Evangelio según san Marcos 16,15-18

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo:
"Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda criatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado. Estos son los milagros que acompañarán a los que hayan creído: arrojarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y éstos quedarán sanos".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración sobre las Ofrendas

Que este sacrificio que vamos a ofrecerte en memoria de san Francisco Javier, nos infunda, Señor, su espíritu de apóstol, y nos ayude a conducir a ti, mediante el testimonio de nuestra propia vida, a quienes viven lejos de tu amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

Los santos pastores siguen presentes en la Iglesia

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque permites que tu Iglesia se alegre hoy con la, festividad de san Francisco Javier, para animarnos con el ejemplo de su vida, instruirnos con su palabra y protegernos con su intercesión.
Por eso,
con los ángeles y los santos, te cantamos el himno de alabanza diciendo sin cesar:

Antífona de la Comunión

Vayan por todo el mundo a proclamar la Buena Nueva, dice el Señor; yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Que esta sagrada Eucaristía que hemos celebrado, encienda, Señor, en nosotros, el amor por Cristo y por las almas para que, a ejemplo de san Francisco Javier podamos vivir auténticamente nuestra vocación cristiana.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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Meditación diaria

Adviento. 1ª semana. Martes

EL MESíAS, "PRíNCIPE DE LA PAZ"

— La paz, don de Dios. Se pierde por el pecado, la soberbia y la insinceridad.

— Dar alegría y serenidad a quienes carecen de ellas.

— La filiación divina, fundamento de nuestra paz y de nuestra alegría.

I. La paz es uno de los grandes bienes constantemente implorados en el Antiguo Testamento. Se promete este don al pueblo de Israel como recompensa a su fidelidad1, y aparece como una obra de Dios2 de la que se siguen incontables beneficios. Pero la verdadera paz llegará a la tierra con la venida del Mesías. Por eso los ángeles anuncian cantando: Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad3. El Adviento y la Navidad son tiempos especialmente oportunos para aumentar la paz en nuestros corazones; son tiempos también para pedir la paz de este mundo lleno de conflictos y de insatisfacciones.

Mirad: Nuestro Señor llega con fuerza. Para visitar a su pueblo con la paz y darle la vida eterna4. Isaías nos recuerda en la Primera lectura de la Misa que en la era mesiánica habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos5. Con el Mesías se renuevan la paz y la armonía del comienzo de la Creación y se inaugura un orden nuevo.

El Señor es el Príncipe de la paz6, y desde el mismo momento en que nace nos trae un mensaje de paz y de alegría, de la única paz verdadera y de la única alegría cierta. Después las irá sembrando a su paso por todos los caminos: La paz sea con vosotros; soy yo, no temáis7. La presencia de Cristo en nuestras vidas es, en toda circunstancia, la fuente de una paz serena e inalterable: Soy yo, no temáis, nos dice.

Las enseñanzas del Señor constituyen la buena nueva de la paz8. Y este es también el tesoro que nos ha dejado en herencia a sus discípulos de todos los tiempos; la paz os dejo, mi paz os doy, no os la doy como la da el mundo9. "La paz sobre la tierra, nacida del amor al prójimo, es imagen y efecto de la paz de Cristo, que procede de Dios Padre. En efecto, el propio Hijo encarnado, Príncipe de la paz, ha reconciliado con Dios a todos los hombres por medio de su cruz (...), ha dado muerte al odio en su propia carne y, después del triunfo de su resurrección, ha infundido el Espíritu de amor en el corazón de los hombres"10. La paz del Señor trasciende por completo la paz del mundo, que puede ser superficial y aparente, quizá resultado del egoísmo y compatible con la injusticia.

Cristo es nuestra paz11 y nuestra alegría; el pecado, por el contrario, siembra soledad, inquietud y tristeza en el alma. La paz del cristiano, tan necesaria para el apostolado y para la convivencia, es orden interior, conocimiento de las propias miserias y virtudes, respeto a los demás y una plena confianza en el Señor, que nunca nos deja. Es consecuencia de la humildad, de la filiación divina y de la lucha contra las propias pasiones, siempre dispuestas al desorden.

Se pierde la paz por el pecado, y por la soberbia y la falta de sinceridad con uno mismo y con Dios. También se pierde la paz por la impaciencia: cuando no se sabe ver la mano de Dios providente en las dificultades y contrariedades.

La confesión sincera de nuestros pecados es uno de los principales medios puestos por Dios para recuperar la paz perdida por el pecado o por la falta de correspondencia a la gracia. "Paz con Dios, efecto de la justificación y alejamiento del pecado; la paz con el prójimo, fruto de la caridad difundida por el Espíritu Santo; y la paz con nosotros mismos, la paz de la conciencia, proveniente de la victoria sobre las pasiones y sobre el mal"12. Recuperar la paz, si la hubiésemos perdido, es una de las mejores muestras de caridad para quienes están a nuestro alrededor, y también la primera tarea para preparar en nuestro corazón la llegada del Niño Dios.

II. En la bienaventuranza en la que se enuncia el don de la paz "no se contenta el Señor con eliminar toda discusión y enemistad de unos con otros, sino que nos pide algo más: que tratemos de poner paz en quienes están enemistados"13.

El cristiano es un hombre abierto a la paz y su presencia debe dar serenidad y alegría. Pero se trata de la verdadera paz, no de sus sucedáneos. Somos bienaventurados cuando sabemos llevar la paz a quienes están afligidos, cuando servimos como instrumentos de unión en la familia, entre nuestros compañeros de trabajo, con todas las personas en medio de los sucesos de la vida de cada día. Para poder realizar este cometido importantísimo hemos de ser humildes y afables, pues la soberbia solo ocasiona disensiones14. El hombre que tiene paz en su corazón la sabe comunicar casi sin proponérselo, y en él buscan apoyo y serenidad los demás: es una gran ayuda en el apostolado. Los cristianos hemos de difundir la paz interior de nuestro corazón allí donde nos encontremos. Por el contrario, el amargado, el inquieto y el pesimista, que carecen de paz en su corazón, destruyen lo que encuentran a su paso.

Serán bendecidos especialmente por el Señor quienes velan por la paz entre las naciones y trabajan por ella con intención recta; y, sobre todo, los que oran y se sacrifican para poner a los hombres en paz con Dios. Este es el primer quehacer de cualquier actividad apostólica. El apostolado de la Confesión, que nos mueve a llevar a nuestros amigos a este sacramento debe tener un especial premio en el Cielo, pues este sacramento es verdaderamente la mayor fuente de paz y de alegría en el mundo. "No hablan de la severidad de Dios los confesonarios esparcidos por el mundo, en los cuales los hombres manifiestan los propios pecados, sino más bien de su bondad misericordiosa. Y cuantos se acercan al confesonario, a veces después de muchos años y con el peso de pecados graves, en el momento de alejarse de él, encuentran el alivio deseado, encuentran la alegría y la serenidad de la conciencia, que fuera de la Confesión no podrán encontrar en otra parte"15.

Quienes tienen la paz del Señor y la promueven a su alrededor se llamarán hijos de Dios16. Y San Juan Crisóstomo explica la razón: "A la verdad, esta fue la obra del Unigénito: unir a los que estaban alejados y reconciliar a los que estaban en guerra"17. En nuestra propia familia, en el lugar de trabajo, entre nuestros amigos, ¿no podríamos también nosotros fomentar en este tiempo de Adviento una mayor unión con Dios de las personas que nos rodean y una convivencia más amable todavía y más alegre?

III. "Cuando el hombre olvida su destino eterno y el horizonte de su vida se limita a la existencia terrena, se contenta con una paz ficticia, con una tranquilidad solo exterior a la que pide la salvaguardia del máximo bienestar material que puede alcanzarse con el mínimo esfuerzo. De este modo construye una paz imperfecta e inestable, pues no está radicada en la dignidad de la persona humana, hecha a imagen y semejanza de Dios y llamada a la filiación divina. Vosotros jamás tenéis que contentaros con estos sucedáneos de paz; sería un grave error, cuyo fruto produciría la más amarga de las desilusiones. Ya lo anunció Jesucristo poco antes de la Ascensión al cielo cuando dijo a sus discípulos: La paz os dejo, mi paz os doy; no como el mundo la da os la doy yo" (Jn 14, 27).

"Existen, por tanto, dos tipos de paz: la que los hombres son capaces de construir por sí solos, y la que es don de Dios; (...) la que viene impuesta por el poder de las armas y la que nace del corazón. La primera es frágil e insegura, podría llamarse una mera apariencia de paz porque se funda en el miedo y en la desconfianza. La segunda, por el contrario, es una paz fuerte y duradera porque, al fundarse en la justicia y en el amor, penetra en el corazón; es un don que Dios concede a quienes aman su ley (Cfr. Sal 119, 165)"18.

Si somos hombres y mujeres que tienen la verdadera paz en su corazón estaremos mejor capacitados para vivir como hijos de Dios y viviremos mejor la fraternidad con los demás. También, en la medida en que nos sintamos hijos de Dios, seremos personas de una paz inalterable.

La filiación divina es el fundamento de la paz y de la alegría del cristiano. En ella encontramos la protección que necesitamos, el calor paternal y la confianza ante el futuro. Vivimos confiados en que detrás de todos los azares de la vida hay siempre una razón de bien: todas las cosas contribuyen al bien de los que aman a Dios19, decía San Pablo a los primeros cristianos de Roma.

La consideración de nuestra filiación divina nos ayudará a ser fuertes ante las dificultades. "No os asustéis, ni temáis ningún daño, aunque las circunstancias en que trabajéis sean tremendas (...). Las manos de Dios son igualmente poderosas y, si fuera necesario, harían maravillas"20. Estamos bien protegidos.

Intentemos, pues, en estos días de Adviento, fomentar la paz y la alegría, superando los obstáculos; aprendamos a encontrar al Señor en todas las cosas, también en los momentos difíciles. "Buscad el rostro de Aquel que habita siempre, con presencia real y corporal, en su Iglesia. Haced, al menos, lo que hicieron los discípulos. Tenían solo una fe débil, no poseían gran confianza ni paz, pero al menos no se separan de Cristo (...). No os defendáis de Él, antes bien, cuando estéis en un apuro acudid a Él, día tras día, pidiéndole fervorosamente y con perseverancia aquello que solo Él puede otorgar (...). Así, aunque observe tanta falta de firmeza en vosotros, que no debía existir, se dignará increpar a los vientos y al mar, y dirá: Calma, estad tranquilos. Y habrá una gran paz"21.

Santa María, Reina de la paz, nos ayudará a tener paz en nuestros corazones, a recuperarla si la hubiéramos perdido, y a comunicarla a quienes nos rodean. Como ya se acerca la festividad de la Inmaculada, nos esforzaremos por acudir a Ella durante todo el día, teniéndola más presente en nuestro trabajo y ofreciéndole alguna muestra especial de cariño.

1 Lev 26, 6. — 2 Is 26, 12. — 3 Lc 2, 14. — 4 Antífona en la Liturgia de las horas. — 5 Cfr. Is 11, 1-10. — 6 Is 9, 6. — 7 Lc 24, 36. — 8 Hech 10, 36. — 9 Jn 14, 27. — 10 Conc. Vat. II, Const. Gaudium et spes, 78. — 11 Ef 2, 14. — 12 Juan Pablo II, Discurso al UNIV-86, Roma 24-III-1986. — 13 San Juan Crisóstomo, Homilía sobre San Mateo, 15, 4. — 14 Prov 13, 10. — 15 Juan Pablo II, Hom. Parroquia de S. Ignacio de A., Roma 16-III-1980. — 16 Cfr. Mt 5, 9. — 17 San Juan Crisóstomo, Homilías sobre San Mateo, 15, 4. — 18 Juan Pablo II, Discurso al UNIV-86, Roma 24-III-1986. — 19 Rom 8, 28. — 20 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 105. — 21 J. H. Newman, Sermón para el domingo IV de Epifanía, 1848.

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3 de diciembre. 4º Día de la Novena

CAUSA DE NUESTRA ALEGRÍA

— La alegría verdadera llega al mundo con María.

— Ella nos enseña a Ser motivo de alegría para los demás.

— Echar fuera toda tristeza.

I. Oh Dios, que, por la encarnación de tu Hijo, has llenado el mundo de alegría, concédenos, a los que veneramos a su Madre, causa de nuestra alegría, permanecer siempre en el camino de tus mandamientos, para que nuestros corazones estén firmes en la verdadera alegría1.

En Dios está la alegría verdadera, y lo que nos llega de Él viene siempre con este gozo. Cuando Dios hizo el mundo de la nada, todo fue una fiesta, y de modo particular cuando creó el hombre a imagen y semejanza suya. Hay un gozo contenido en la expresión con que concluye el relato de la creación: Y vio Dios que era muy bueno cuanto había hecho2. Nuestros primeros padres gozaban de cuanto existía y exultaban en amor, alabanza y gratitud a Dios. No conocían la tristeza.

Pero llegó el primer pecado, y con él algo perturbador cayó sobre el corazón humano. La pesadumbre vino a sustituir en el hombre a la clara y luminosa alegría, y la tristeza se infiltró en lo más íntimo de las cosas. Con la Concepción Inmaculada de María vino al mundo, silenciosamente, el primer destello de alegría auténtica. Su nacimiento fue de inmenso gozo para la Trinidad Beatísima, que miraba complacida al mundo porque en él estaba María. Y con el fiat de Nuestra Señora, por el que dio su asentimiento a los planes divinos de la redención, llenó su corazón más plenamente de la alegría de Dios, y ese gozo, que tiene su origen en la Santísima Trinidad, se ha desbordado a la humanidad entera. Cuando Dios «quiere trabajar un alma, elevarla a lo más alto de su amor, la instala primeramente en su alegría»3. Esto lo hizo con la Virgen Santísima; y la plenitud de este gozo es doble: en primer lugar porque está llena de gracia, llena de Dios, como ninguna otra criatura lo ha estado ni lo llegará a estar; en segundo lugar, porque desde el momento de su asentimiento a la embajada del Ángel, el Hijo de Dios ha tomado carne en sus purísimas entrañas: con Él llegó toda la alegría verdadera a los hombres. El anuncio de su nacimiento en Belén se llevará a cabo con estas significativas palabras: No temáis, pues vengo a anunciaros una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: hoy os ha nacido en la ciudad de David el Salvador, que es el Cristo, el Señor4. Cristo es el gran contento, que barre las tristezas del corazón; Nuestra Señora fue laCausa de nuestra alegría verdadera, porque con su asentimiento nos dio a Cristo, y actualmente, cada día, nos lleva a Él y nos lo vuelve a entregar. El camino de la vida interior conduce a Jesús a través de María. La alegría no podemos olvidarlo jamás es estar con Jesús, aunque nos rodeen por todas partes dolores y contradicciones; la única tristeza sería no tenerle. «Esta experiencia viva de Cristo y de nuestra unidad es el lugar de la esperanza y es, por tanto, fuente de gusto por la vida; y de este modo, hace posible la alegría; una alegría que no se ve obligada a olvidar o a censurar nada para tener consistencia»5.

II. La Virgen lleva la alegría allí donde va. Y en cuanto oyó Isabel el saludo de María, el niño saltó de gozo en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo6. Es la proximidad de María, que lleva en su seno al Hijo de Dios, la causa de tanto alborozo en aquella casa, que hasta el Bautista aún no nacido muestra su alegría en el vientre de su madre. «Estando presente el Señor no puede contenerse escribe San Juan Crisóstomo ni soporta esperar los plazos de la naturaleza, sino que trata de romper la cárcel del seno materno y se cuida de dar testimonio de que el Salvador está a punto de llegar»7.

La Virgen nos enseña a ser causa de alegría para los demás en el seno de la familia, en el trabajo, en las relaciones con aquellos a quienes tratamos, aunque sea por poco tiempo, con motivo de una entrevista, de un viaje, de esos pequeños favores que hacen más llevadero el tráfico difícil de la gran ciudad o la espera de un medio de transporte público que tarda en llegar. Debe sucedernos como a esas fuentes que existen en muchos pueblos, donde acuden por agua las mujeres del lugar. Unas llevan cántaros grandes, y la fuente los llena; otros son más pequeños, y también se vuelven repletos hasta arriba; otros van sucios, y la fuente los limpia... Siempre se cumple que todo cántaro que va a la fuente vuelve lleno. Y así ha de ocurrir con nuestra vida: cualquier persona que se nos acerque se ha de ir con más paz, con alegría. Todo aquel que nos visite porque estemos enfermos, o por razón de amistad, de vecindad, de trabajo... se ha de volver algo más alegre. A la fuente, normalmente, le llega el agua de otro lugar. El origen de nuestra alegría está en Dios, y la Virgen nos lleva a Él. Cuando una fuente no da agua se llena de muchas suciedades; como el alma que ha dejado de ser manantial de paz para los demás, porque posiblemente no están claras sus relaciones con el Señor. «¿No hay alegría? Piensa: hay un obstáculo entre Dios y yo. Casi siempre acertarás»8. Y una vez descubierto, Nuestra Señora nos ayudará a quitarlo.

La alegría enseña Santo Tomás de Aquino- nace del amor9. Y tanta fuerza tiene el amor «que olvidamos nuestro contento por contentar a quien amamos. Y verdaderamente es así, que, aunque sean grandísimos trabajos, entendiendo contentamos a Dios, se nos hacen dulces»10. El trato con Jesús nos hace pasar por encima de las diferencias o pequeñas antipatías que podrían surgir en algún momento, para llegar al fondo del alma de quienes tratamos, frecuentemente sedientos de una sonrisa, de una palabra amable, de una contestación cordial.

En este cuarto día de la Novena a la Inmaculada podemos examinar cómo es nuestra alegría, si es camino para que otros encuentren a Dios, si somos luz y no cruz para aquellos con quienes tenemos habitualmente una relación más intensa. Hoy podemos ofrecer a Nuestra Señora el propósito firme y sincero de ser motivo de alegría para otros, de «hacer amable y fácil el camino a los demás, que bastantes amarguras trae consigo la vida»11. Es un modo cordial de imitar a la Virgen, que nos sonreirá desde el Cielo y nos alentará a seguir por ese camino, en el que enseguida encontraremos a su Hijo. Y esto en los días en los que alegrar a los demás nos resulta fácil, y también en aquellos en los que, por cansancio o porque llevemos alguna sobrecarga, nos cueste un poco más. En esas ocasiones nos ayudará especialmente nuestra Madre del Cielo.

III. Quienes estuvieron cerca de Nuestra Señora participaron del inmenso gozo y de la paz inefable que llenaba su alma, pues en todo se reflejaba la riqueza y hermosura con que Dios la ha engrandecido. Principalmente por estar salvada y preservada en Cristo y reinar en Ella la vida y el amor divino. A ello aluden otras advocaciones de nuestra letanía: Madre amable, Madre admirable, Virgen prudentísima, poderosa, fiel... Siempre una nueva alegría brota de Ella, cuando está ante nosotros y la miramos con respeto y amor. Y si entonces alguna migaja de esa hermosura viene y se adentra en nuestra alma y la hace también hermosa, ¡qué grande es nuestra alegría!»12. ¡Qué fácil nos resulta imaginar cómo todos los que tuvieron la dicha de conocerla desearían estar cerca de Ella! Los vecinos se acercarían con frecuencia a su casa, y los amigos, y los parientes... Ninguno oyó de sus labios quejas o acentos pesimistas o quejumbrosos, sino deseos de servir, de darse a los demás.

Cuando el alma está alegre con penas y lágrimas, a veces se vierte hacia fuera y es estímulo para los demás; la tristeza, por el contrario, oscurece el ambiente y hace daño. Como la polilla al vestido y la carcoma a la madera, así la tristeza daña al corazón del hombre13; y daña también a la amistad, a la vida de familia..., a todo. Predispone al mal; por eso se ha de luchar enseguida contra ese estado de ánimo si alguna vez pesa en el corazón: Anímate, pues, y alegra tu corazón, y echa lejos de ti la congoja; porque a muchos mató la tristeza. Y no hay utilidad en ella14. El olvido de sí mismo, no andar excesivamente preocupado en los propios asuntos, que pocas veces son demasiado importantes, confiar más en Dios, es condición necesaria para estar alegres y servir a quienes nos rodean. Quien anda preocupado de sí mismo difícilmente encontrará la alegría, que es apertura a Dios y a los demás. Por el contrario, nuestro gozo será en muchas ocasiones camino para que otros encuentren al Señor.

La oración abre el alma al Señor, y de ella puede arrancar la aceptación de una contrariedad, causa, quizá, de ese estado triste, o dejar eso que nos preocupa en las manos de Dios, o nos puede llevar a ser más generosos, a hacer una buena Confesión, si la tibieza o el pecado han sido la causa del alejamiento del Señor y de la tristeza y el malhumor.

Terminamos nuestra oración dirigiéndonos a la Virgen: «Causa nostrae laetitiae!, ¡Causa de nuestra alegría, ruega por nosotros!Enséñanos a saber recoger, en la fe, la paradoja de la alegría cristiana, que nace y florece del dolor, de la renuncia, de la unión con tu Hijo crucificado: haz que nuestra alegría sea siempre auténtica y plena, para poderla comunicar a todos»15.

Ofrezcamos a nuestra Madre del Cielo en este día de la Novena el propósito firme de rechazar siempre la tristeza y de ser causa de paz y de alegría para los demás.

1 Misas de la Virgen María, Misa de Santa María, Causa de nuestra alegría. Oración colecta. — 2 Gen 1, 31. — 3 M. D. Philippe, Misterio de María, p. 134. — 4 Lc 2, 10-11. — 5 L. Giussani, La utopía y la presencia, en Revista 30 DÍAS, VIII-IX-1990, p. 9. — 6 Lc 1, 41. — 7 San Juan Crisóstomo, Sermón recogido por Metafrasto. — 8 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 662. — 9 Santo Tomás, Suma Teológica, 2-2, q. 28, a. 4. — 10 Santa Teresa, Libro de las Fundaciones, 5, 10. — 11 Cfr. San Josemaría Escrivá, Surco, n. 63.  12 F. M. Moschner, Rosa mística, Rialp, Madrid 1957, p. 180. — 13 Prov. 25, 20. — 14 Ecl 30, 24-25. — 15 Juan Pablo II, Homilía 31-V-1979.

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3 de diciembre

SAN FRANCISCO JAVIER*

Memoria

— El celo apostólico de San Francisco Javier.

— Ganar nuevos apóstoles para Cristo.

— La eficacia apostólica de nuestra vida.

I. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma?1. Estas palabras de Jesús se metieron hondamente en el alma de San Francisco Javier y le llevaron a un cambio radical de vida.

¿De qué servirían todos los tesoros de esta vida, si dejáramos pasar lo esencial? ¿Para qué querríamos éxitos y aplausos, triunfos y premios, si al final no encontráramos a Dios? Todo habría sido engaño, pérdida de tiempo: el fracaso más completo. Comprendió Javier el valor de su alma y de las almas de los demás, y Cristo llegó a ser el centro verdadero de su vida. Desde entonces, el celo por las almas fue en él «una apasionada impaciencia»2. Sintió en su alma el apremio incontenible de la salvación del mundo entero y estuvo dispuesto a dar su vida por ganar almas para Cristo3.

La impaciencia santa que consumió el corazón de San Francisco le hizo escribir, cuando se encontraba ya en el lejano Oriente, estas palabras que expresan bien lo que fue su vida: «... y los cristianos nativos, privados de sacerdotes, lo único que saben es que son cristianos. No hay nadie que celebre para ellos la Misa, nadie que les enseñe el Credo, el Padrenuestro... Por eso, desde que he llegado aquí, no me he dado momento de reposo: me he dedicado a recorrer las aldeas, a bautizar a los niños que no habían recibido aún este sacramento. De este modo, purifiqué a un número ingente de niños que, como suele decirse, no sabían distinguir la mano derecha de la izquierda. Los niños no me dejaban recitar el Oficio divino ni comer ni descansar, hasta que les enseñaba alguna oración»4.

El Santo contemplaba como nosotros hoy- el panorama inmenso de tantas gentes que no tienen quien les hable de Dios. Siguen siendo una realidad en nuestros días las palabras del Señor: La mies es mucha y los operarios, pocos5. Esto le hacía escribir a Javier, con el corazón lleno de un santo celo: «Muchos, en estos lugares, no son cristianos, simplemente porque no hay quien los haga tales. Muchas veces me vienen ganas de recorrer las Universidades de Europa, principalmente la de París, y de ponerme a gritar por doquiera, como quien ha perdido el juicio, para impulsar a los que poseen más ciencia que caridad, con estas palabras: "¡Ay, cuántas almas, por vuestra desidia, quedan excluidas del Cielo y se precipitan en el infierno!".

»¡Ojalá pusieran en este asunto el mismo interés que ponen en sus estudios! Con ello podrían dar cuenta a Dios de su ciencia y de los talentos que se les han confiado. Muchos de ellos, movidos por estas consideraciones y por la meditación de las cosas divinas, se ejercitarían en escuchar la voz divina que habla en ellos y, dejando a un lado sus ambiciones y negocios humanos, se dedicarían por entero a la voluntad y al querer de Dios, diciendo de corazón: Señor, aquí me tienes; ¿qué quieres que haga? Envíame donde Tú quieras, aunque sea hasta la India»6.

Este mismo celo debe arder en nuestro corazón. Pero de modo ordinario el Señor quiere que lo ejercitemos allí donde nos encontramos: en la familia, en medio del trabajo, con nuestros amigos y compañeros. «Misionero. -Sueñas con ser misionero. Tienes vibraciones a lo Xavier: y quieres conquistar para Cristo un imperio. ¿El Japón, China, la India, Rusia..., los pueblos fríos del norte de Europa, o América, o África, o Australia?

»Fomenta esos incendios en tu corazón, esas hambres de almas. Pero no me olvides que eres más misionero "obedeciendo". Lejos geográficamente de esos campos de apostolado, trabajas "aquí" y "allí": ¿no sientes ¡como Xavier! el brazo cansado después de administrar a tantos el bautismo?»7. ¡Cuántas gentes con el corazón y el alma pagana encontramos en nuestras calles y plazas, en la Universidad, en el comercio, en la política ...!

II. Y les dijo: Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura8. Todos los cristianos debemos sentirnos urgidos a dar cumplimiento a estas palabras dondequiera que nos encontremos, con valentía, con audacia, como nos lo recuerda Juan Pablo II: «los cristianos estamos llamados a la valentía apostólica, basada en la confianza en el Espíritu»9. Miramos a nuestro alrededor y nos damos cuenta de que son muchedumbre los que no conocen aún a Cristo. Incluso muchos que fueron bautizados viven como si Cristo no los hubiera redimido, como si Él no estuviera realmente presente en medio de nosotros. ¡Cuántos andan hoy como aquellos que atraían la misericordia de Jesús, porque andaban como ovejas sin pastor10, sin una dirección precisa en sus vidas, desorientados, perdiendo lo mejor de su tiempo porque no saben a dónde ir! También nosotros nos llenamos de compasión, como hacía el Señor, por esas personas que, aunque humanamente parecen triunfar en ocasiones, están en el mayor de los fracasos porque no sienten ni se comportan como hijos de Dios que se dirigen hacia la Casa del Padre. ¡Qué pena si alguno dejara de encontrar al Maestro por nuestra omisión, por la falta de ese espíritu apostólico!

Debemos comunicar nuestro celo por las almas a otros para que a su vez sean mensajeros de la Buena Nueva que Cristo ha dejado al mundo. De mil formas diferentes, con unas palabras u otras, con una conducta ejemplar siempre, hemos de hacer eco a aquellas palabras que el Papa Juan Pablo II pronunció en el lugar de nacimiento de San Francisco, en Javier: «Cristo necesita de vosotros y os llama para ayudar a millones de hermanos vuestros a ser plenamente hombres y salvarse. Vivid con esos nobles ideales en vuestra alma y no cedáis a la tentación de las ideologías de hedonismo, de odio y de violencia que degradan al hombre. Abrid vuestro corazón a Cristo, a su ley de amor; sin condicionar vuestra disponibilidad, sin miedo a respuestas definitivas, porque el amor y la amistad no tienen ocaso»11, duran para siempre. Y si alguna vez no sabemos qué decir a nuestros amigos y parientes para que se sientan comprometidos en esta tarea divina, la más alegre de todas, pensemos en cómo fue ganado Javier para la empresa grande que el Señor le preparaba, mientras realizaba sus estudios: «¿Razones?... ¿Qué razones daría el pobre Ignacio al sabio Xavier?»12. Pocas y pobres para operar el cambio profundo en el alma del amigo. Hemos de ser audaces y confiar siempre en la gracia, en la ayuda de la Virgen y de los Santos Ángeles Custodios.

Pidamos al Señor que despierte en nosotros el amor ardiente que inflamó a San Francisco Javier en el celo por la salvación de las almas...13. Pidamos a Santa María que sean muchos los que arrastremos con nosotros para que se conviertan a su vez en nuevos apóstoles.

III. San Francisco Javier, como han hecho todas las almas santas, pedía siempre a los destinatarios de sus cartas «la ayuda de sus oraciones»14, pues el apostolado ha de estar fundamentado en el sacrificio personal, en la oración propia y en la de los demás. En todo momento, pero de modo particular si alguna vez las circunstancias nos impidieran llevar a cabo un apostolado más directo, hemos de tener muy presente la eficacia de nuestro dolor, del trabajo bien hecho, de la oración.

Santa Teresa de Lisieux, intercesora de las misiones, junto a San Francisco Javier, a pesar de no haber salido del convento sentía con fuerza el celo por la salvación de todas las almas, también las más lejanas. Experimentaba en su corazón las palabras de Cristo en la Cruz,tengo sed, y encendía su corazón en deseos de llegar a los lugares más apartados. «Quisiera escribe recorrer la tierra predicando vuestro Nombre y plantando, Amado mío, en tierra infiel vuestra gloriosa Cruz. Mas no me bastaría una sola misión, pues desearía poder anunciar a un tiempo vuestro Evangelio en todas las partes del mundo, hasta en las más lejanas islas. Quisiera ser misionera, no solo durante algunos años, sino haberlo sido desde la creación del mundo, y continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos»15. Y cuando, encontrándose ya muy enferma, daba un breve paseo, y una hermana, al ver su fatiga, le recomendó descansar, respondió la Santa: «¿Sabe lo que me da fuerzas? Pues bien, ando para un misionero. Pienso que allá muy lejos puede haber uno casi agotado de fuerzas en sus excursiones apostólicas, y para disminuir sus fatigas, ofrezco las mías a Dios»16. Y hasta esos lugares llegó su oración y su sacrificio.

El celo por las almas también se ha de manifestar en todas las ocasiones. No pueden ser disculpa la enfermedad, la vejez o el aparente aislamiento. A través de la Comunión de los Santospodemos llegar muy lejos. Tan lejos como grande sea nuestro amor a Cristo. Entonces, la vida entera, hasta el último aliento aquí en la tierra, habrá servido para llevar almas al Cielo, como sucedió a San Francisco, que moría frente a las costas de China, anhelando poder llevar a esas tierras la Buena Nueva de Cristo. Ninguna oración, ningún dolor ofrecido con amor, se pierde: todos, de un modo misterioso pero real, producen su fruto. Ese fruto que un día, por la misericordia de Dios, veremos en el Cielo y nos llenará de una dicha incontenible.

1 Mc 8, 36. — 2 Juan Pablo II, Discurso en Javier, 6-XI-1982. — 3 Cfr. F. Zubillaga,Cartas y escritos de San Francisco Javier, BAC, Madrid 1953, 54, 4. — 4 Liturgia de las Horas. De las Cartas de San Francisco Javier a San Ignacio. — 5 Mt 9, 37. — 6Liturgia de las Horas, loc. cit. — 7 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 315. — 8 Mc16, 15. — 9 Juan Pablo II, Enc. Redemptoris missio, 7-XII-1990, n. 30. — 10 Mt 9, 36. — 11 Juan Pablo II, Discurso en Javier, cit. — 12 San Josemaría Escrivá, o. c., n. 798. — 13 Oración después de la comunión. — 14 Cfr. Juan Pablo II, Discurso en Javier, cit. — 15 Santa Teresa de Lisieux, Historia de un alma, ed. del P. Bruno de San José, El Monte Carmelo, 2ª. ed., Burgos 1974, XI, 13. — 16 Ibídem, XII, 9.

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3 de diciembre

SAN FRANCISCO JAVIER*

Memoria

— El celo apostólico de San Francisco Javier.

— Ganar nuevos apóstoles para Cristo.

— La eficacia apostólica de nuestra vida.

I. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma?1. Estas palabras de Jesús se metieron hondamente en el alma de San Francisco Javier y le llevaron a un cambio radical de vida.

¿De qué servirían todos los tesoros de esta vida, si dejáramos pasar lo esencial? ¿Para qué querríamos éxitos y aplausos, triunfos y premios, si al final no encontráramos a Dios? Todo habría sido engaño, pérdida de tiempo: el fracaso más completo. Comprendió Javier el valor de su alma y de las almas de los demás, y Cristo llegó a ser el centro verdadero de su vida. Desde entonces, el celo por las almas fue en él «una apasionada impaciencia»2. Sintió en su alma el apremio incontenible de la salvación del mundo entero y estuvo dispuesto a dar su vida por ganar almas para Cristo3.

La impaciencia santa que consumió el corazón de San Francisco le hizo escribir, cuando se encontraba ya en el lejano Oriente, estas palabras que expresan bien lo que fue su vida: «... y los cristianos nativos, privados de sacerdotes, lo único que saben es que son cristianos. No hay nadie que celebre para ellos la Misa, nadie que les enseñe el Credo, el Padrenuestro... Por eso, desde que he llegado aquí, no me he dado momento de reposo: me he dedicado a recorrer las aldeas, a bautizar a los niños que no habían recibido aún este sacramento. De este modo, purifiqué a un número ingente de niños que, como suele decirse, no sabían distinguir la mano derecha de la izquierda. Los niños no me dejaban recitar el Oficio divino ni comer ni descansar, hasta que les enseñaba alguna oración»4.

El Santo contemplaba como nosotros hoy- el panorama inmenso de tantas gentes que no tienen quien les hable de Dios. Siguen siendo una realidad en nuestros días las palabras del Señor: La mies es mucha y los operarios, pocos5. Esto le hacía escribir a Javier, con el corazón lleno de un santo celo: «Muchos, en estos lugares, no son cristianos, simplemente porque no hay quien los haga tales. Muchas veces me vienen ganas de recorrer las Universidades de Europa, principalmente la de París, y de ponerme a gritar por doquiera, como quien ha perdido el juicio, para impulsar a los que poseen más ciencia que caridad, con estas palabras: "¡Ay, cuántas almas, por vuestra desidia, quedan excluidas del Cielo y se precipitan en el infierno!".

»¡Ojalá pusieran en este asunto el mismo interés que ponen en sus estudios! Con ello podrían dar cuenta a Dios de su ciencia y de los talentos que se les han confiado. Muchos de ellos, movidos por estas consideraciones y por la meditación de las cosas divinas, se ejercitarían en escuchar la voz divina que habla en ellos y, dejando a un lado sus ambiciones y negocios humanos, se dedicarían por entero a la voluntad y al querer de Dios, diciendo de corazón: Señor, aquí me tienes; ¿qué quieres que haga? Envíame donde Tú quieras, aunque sea hasta la India»6.

Este mismo celo debe arder en nuestro corazón. Pero de modo ordinario el Señor quiere que lo ejercitemos allí donde nos encontramos: en la familia, en medio del trabajo, con nuestros amigos y compañeros. «Misionero. -Sueñas con ser misionero. Tienes vibraciones a lo Xavier: y quieres conquistar para Cristo un imperio. ¿El Japón, China, la India, Rusia..., los pueblos fríos del norte de Europa, o América, o África, o Australia?

»Fomenta esos incendios en tu corazón, esas hambres de almas. Pero no me olvides que eres más misionero "obedeciendo". Lejos geográficamente de esos campos de apostolado, trabajas "aquí" y "allí": ¿no sientes ¡como Xavier! el brazo cansado después de administrar a tantos el bautismo?»7. ¡Cuántas gentes con el corazón y el alma pagana encontramos en nuestras calles y plazas, en la Universidad, en el comercio, en la política ...!

II. Y les dijo: Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura8. Todos los cristianos debemos sentirnos urgidos a dar cumplimiento a estas palabras dondequiera que nos encontremos, con valentía, con audacia, como nos lo recuerda Juan Pablo II: «los cristianos estamos llamados a la valentía apostólica, basada en la confianza en el Espíritu»9. Miramos a nuestro alrededor y nos damos cuenta de que son muchedumbre los que no conocen aún a Cristo. Incluso muchos que fueron bautizados viven como si Cristo no los hubiera redimido, como si Él no estuviera realmente presente en medio de nosotros. ¡Cuántos andan hoy como aquellos que atraían la misericordia de Jesús, porque andaban como ovejas sin pastor10, sin una dirección precisa en sus vidas, desorientados, perdiendo lo mejor de su tiempo porque no saben a dónde ir! También nosotros nos llenamos de compasión, como hacía el Señor, por esas personas que, aunque humanamente parecen triunfar en ocasiones, están en el mayor de los fracasos porque no sienten ni se comportan como hijos de Dios que se dirigen hacia la Casa del Padre. ¡Qué pena si alguno dejara de encontrar al Maestro por nuestra omisión, por la falta de ese espíritu apostólico!

Debemos comunicar nuestro celo por las almas a otros para que a su vez sean mensajeros de la Buena Nueva que Cristo ha dejado al mundo. De mil formas diferentes, con unas palabras u otras, con una conducta ejemplar siempre, hemos de hacer eco a aquellas palabras que el Papa Juan Pablo II pronunció en el lugar de nacimiento de San Francisco, en Javier: «Cristo necesita de vosotros y os llama para ayudar a millones de hermanos vuestros a ser plenamente hombres y salvarse. Vivid con esos nobles ideales en vuestra alma y no cedáis a la tentación de las ideologías de hedonismo, de odio y de violencia que degradan al hombre. Abrid vuestro corazón a Cristo, a su ley de amor; sin condicionar vuestra disponibilidad, sin miedo a respuestas definitivas, porque el amor y la amistad no tienen ocaso»11, duran para siempre. Y si alguna vez no sabemos qué decir a nuestros amigos y parientes para que se sientan comprometidos en esta tarea divina, la más alegre de todas, pensemos en cómo fue ganado Javier para la empresa grande que el Señor le preparaba, mientras realizaba sus estudios: «¿Razones?... ¿Qué razones daría el pobre Ignacio al sabio Xavier?»12. Pocas y pobres para operar el cambio profundo en el alma del amigo. Hemos de ser audaces y confiar siempre en la gracia, en la ayuda de la Virgen y de los Santos Ángeles Custodios.

Pidamos al Señor que despierte en nosotros el amor ardiente que inflamó a San Francisco Javier en el celo por la salvación de las almas...13. Pidamos a Santa María que sean muchos los que arrastremos con nosotros para que se conviertan a su vez en nuevos apóstoles.

III. San Francisco Javier, como han hecho todas las almas santas, pedía siempre a los destinatarios de sus cartas «la ayuda de sus oraciones»14, pues el apostolado ha de estar fundamentado en el sacrificio personal, en la oración propia y en la de los demás. En todo momento, pero de modo particular si alguna vez las circunstancias nos impidieran llevar a cabo un apostolado más directo, hemos de tener muy presente la eficacia de nuestro dolor, del trabajo bien hecho, de la oración.

Santa Teresa de Lisieux, intercesora de las misiones, junto a San Francisco Javier, a pesar de no haber salido del convento sentía con fuerza el celo por la salvación de todas las almas, también las más lejanas. Experimentaba en su corazón las palabras de Cristo en la Cruz, tengo sed, y encendía su corazón en deseos de llegar a los lugares más apartados. «Quisiera escribe recorrer la tierra predicando vuestro Nombre y plantando, Amado mío, en tierra infiel vuestra gloriosa Cruz. Mas no me bastaría una sola misión, pues desearía poder anunciar a un tiempo vuestro Evangelio en todas las partes del mundo, hasta en las más lejanas islas. Quisiera ser misionera, no solo durante algunos años, sino haberlo sido desde la creación del mundo, y continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos»15. Y cuando, encontrándose ya muy enferma, daba un breve paseo, y una hermana, al ver su fatiga, le recomendó descansar, respondió la Santa: «¿Sabe lo que me da fuerzas? Pues bien, ando para un misionero. Pienso que allá muy lejos puede haber uno casi agotado de fuerzas en sus excursiones apostólicas, y para disminuir sus fatigas, ofrezco las mías a Dios»16. Y hasta esos lugares llegó su oración y su sacrificio.

El celo por las almas también se ha de manifestar en todas las ocasiones. No pueden ser disculpa la enfermedad, la vejez o el aparente aislamiento. A través de la Comunión de los Santos podemos llegar muy lejos. Tan lejos como grande sea nuestro amor a Cristo. Entonces, la vida entera, hasta el último aliento aquí en la tierra, habrá servido para llevar almas al Cielo, como sucedió a San Francisco, que moría frente a las costas de China, anhelando poder llevar a esas tierras la Buena Nueva de Cristo. Ninguna oración, ningún dolor ofrecido con amor, se pierde: todos, de un modo misterioso pero real, producen su fruto. Ese fruto que un día, por la misericordia de Dios, veremos en el Cielo y nos llenará de una dicha incontenible.

1 Mc 8, 36. — 2 Juan Pablo II, Discurso en Javier, 6-XI-1982. — 3 Cfr. F. Zubillaga, Cartas y escritos de San Francisco Javier, BAC, Madrid 1953, 54, 4. — 4 Liturgia de las Horas. De las Cartas de San Francisco Javier a San Ignacio. — 5 Mt 9, 37. — 6 Liturgia de las Horas, loc. cit. — 7 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 315. — 8Mc 16, 15. — 9 Juan Pablo II, Enc. Redemptoris missio, 7-XII-1990, n. 30. — 10 Mt 9, 36. — 11 Juan Pablo II,Discurso en Javier, cit. — 12 San Josemaría Escrivá, o. c., n. 798. — 13 Oración después de la comunión. — 14Cfr. Juan Pablo II, Discurso en Javier, cit. — 15 Santa Teresa de Lisieux, Historia de un alma, ed. del P. Bruno de San José, El Monte Carmelo, 2ª. ed., Burgos 1974, XI, 13. — 16 Ibídem, XII, 9.

* San Francisco nació en el castillo de Javier el 7 de agosto de 1506. Estudió en París, donde conoció a San Ignacio de Loyola. Fue uno de los miembros fundadores de la Compañía de Jesús. Ordenado sacerdote en Roma en 1537, se dedicó principalmente a llevar a cabo obras de caridad, En 1541 marchó a Oriente, y durante diez años evangelizó incansablemente la India y el Japón, convirtiendo a muchos. Murió el año 1552, en la isla de Shangchuan, en China.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

 

San Francisco Javier 
Misionero 
Año 1552

Francisco Javier: maravilloso misionero; 
pídele a Dios que conceda un espíritu como el tuyo 
a todos los misioneros del mundo. 

Piensa en el final de tu vida y evitarás
 muchos pecados (S. Biblia Ecl. 7, 36).

 Canción de Misa

Dame más almas

Acá estoy Jesús, dispuesto a seguir
De la mano de María el camino de amor que escribís.
Quiero ser santo, Señor, pero no lo quiero sólo para mí,
Quiero llevarte a dónde nadie te lleve
Y que no sea a mí a quien vean sino a Ti.
Por eso quiero gritar como San Francisco Javier alguna vez:
"Señor, dame más almas, Señor, dame más almas".
Porque mi vida no tiene sentido si no es hablando de Vos
Porque no puedo encontrar el camino si no es viviendo Tu amor.

 

El Papa Pío X nombró a San Francisco Javier como Patrono de todos los misioneros porque fue si duda uno de los misioneros más grandes que han existido. Ha sido llamado: "El gigante de la historia de las misiones". La oración del día de su fiesta dice así: "Señor, tú has querido que varias naciones llegaran al conocimiento de la verdadera religión por medio de la predicación de San Francisco Javier...". Esto es un gran elogio.

Empezó a ser misionero a los 35 años y murió de sólo 46. En once años recorrió la India (país inmenso), el Japón y varios países más. Su deseo de ir a Japón era tan grande que exclamaba: "si no consigo barco, iré nadando". Fue un verdadero héroe misional.

Francisco nació cerca de Pamplona (España) en el castillo de Javier, en el año 1506. Era de familia que había sido rica, pero que a causa de las guerras había venido a menos. Desde muy joven tenía grandes deseos de sobresalir y de triunfar en la vida, y era despierto y de excelentes cualidades para los estudios. Dios lo hará sobresalir pero en santidad.

Fue enviado a estudiar a la Universidad de París, y allá se encontró con San Ignacio de Loyola, el cual se le hizo muy amigo y empezó a repetirle la famosa frase de Jesucristo: "¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si se pierde a sí mismo?" Este pensamiento lo fue liberando de sus ambiciones mundanas y de sus deseos de orgullo y vanidad, y lo fue encaminando hacia la vida espiritual. Aquí se cumplió a la letra la frase del Libro del Eclesiástico: "Encontrar un buen amigo es como encontrarse un gran tesoro". La amistad con San Ignacio transformó por completo a Javier.

Francisco fue uno de los siete primeros religiosos con los cuales San Ignacio fundó la Compañía de Jesús o Comunidad de Padres Jesuitas. Ordenado Sacerdote colaboró con San Ignacio y sus compañeros en enseñar catecismo y predicar en Roma y otras ciudades.

El Sumo Pontífice pidió a San Ignacio que enviara algunos jesuitas a misionar en la India. Fueron destinados otros dos, pero la enfermedad les impidió marchar, y entonces el santo le pidió a Javier que se quisiera embarcar para tan remotas tierras. Él obedeció inmediatamente y emprendió el larguísimo viaje por el mar. En el barco aprovechó esas interminables semanas, para catequizar lo más posible a los marineros y viajeros. Con San Javier empezaron las misiones de los jesuitas.

Son impresionantes las distancias que Francisco Javier recorrió en la India, Indostán, Japón y otras naciones. A pie, solamente con el libro de oraciones, como único equipaje, enseñando, atendiendo enfermos, obrando curaciones admirables, bautizando gentes por centenares y millares, aprendiendo idiomas extraños, parecía no sentir cansancio. Por las noches, después de pasar todo el día evangelizando y atendiendo a cuanta persona le pedía su ayuda, llegaba junto al altar y de rodillas encomendaba a Dios la salvación de esas almas que le había encomendado. Si el sueño lo rendía, se acostaba un rato en el suelo junto al sagrario, y después de dormir unas horas, seguía su oración. De vez en cuando exclamaba: "Basta Señor: si me mandas tantos consuelos me vas a hacer morir de amor". Con razón su palabra tenía efectos fulminantes para convertir. Era que llegaba precedida de muchas oraciones y acompañada de costosos sacrificios. Algunas noches no era capaz de levantar su mano derecha. Tan cansada estaba de tanto bautizar a los que se habían convertido con sus predicaciones.

La gente lo consideraba un verdadero santo y le llevaban sus enfermos para que los bendijera. Cuando se conseguían curaciones milagrosas, él consideraba que esto se debía a otras causas y no a su santidad, o a su poder de intercesión,

Desde 1510 Goa era una ciudad portuguesa en la India. Y allá puso su centro de evangelización nuestro santo (en esa ciudad se conservan ahora sus restos). A los portugueses se les había olvidado que eran cristianos y lo único que les interesaba era enriquecerse y divertirse. Así que tuvo el misionero que dedicarse con todas sus fuerzas y su gran ascendiente a volver fervorosos otra vez a aquellos comerciantes sin conciencia y sin escrúpulos (él decía en una de sus cartas: "estoy aterrado de la variedad tan monstruosa de acciones que tienen estos hombres para poder robar").

Empezó a ganarse la buena voluntad de las gentes con su gran amabilidad (a uno de sus compañeros le escribía: "hágase amar y así logrará influir en ellos. Si emplea la amabilidad y el buen trato verá que consigue efectos admirables"). Estableció clases de catecismo para niños y adultos. Popularizó la costumbre de confesarse y comulgar. Enseñaba la religión por medio de hermosos cantos que los fieles repetían con verdadero gusto.

Por 13 veces consecutivas hizo larguísimos viajes por la nación enseñando la religión cristiana a esos paganos que nunca habían oído hablar de ella. Los de las clases altas (los brahamanes) no le hicieron caso, pero los de las clases populares se convertían por montones. En cada región dejaba catequistas para que siguieran instruyendo a la gente, y de vez en cuando les enviaba a algún jesuita para enfervorizarlos. Esas gentes nunca habían oído hablar de Jesucristo ni de sus maravillosas enseñanzas.

Francisco se esmeraba por asemejarse lo más posible a la vida pobre de las gentes que le escuchaban. Comía como ellos, simplemente arroz. En vez de bebidas finas sólo tomaba agua. Dormía en una pobre choza, en el suelo. Se ganaba la simpatía de los niños y a ellos les enseñaba las bellas historias de la S. Biblia, recomendándoles que cada uno las contara en su propia casa, y así el mensaje de nuestra religión llegaba a muchos sitios.

Visitó muchas islas y en cada una de ellas enseñó la religión cristiana. Sus viajes eran penosos y sumamente duros, pero escribía: "En medio de todas estas penalidades e incomodidades, siento una alegría tan grande y un gozo tan intenso que los consuelos recibidos no me dejan sentir el efecto de las duras condiciones materiales y de la guerra que me hacen los enemigos de la religión". Podría repetir la frase de San Pablo: "Sobreabundo en gozo en medio de mis tribulaciones".

Dispuso irse a misionar al Japón pero resultó que allá lo despreciaban porque vestía muy pobremente (y en cambio en la India lo veneraban por vestir como los pobres del pueblo). Entonces se dio cuenta de que en Japón era necesario vestir con cierta elegancia. Se vistió de embajador (y en realidad el rey de Portugal le había conferido el título de embajador) y así con toda la pompa y elegancia, acompañado de un buen grupo de servidores muy elegantes y con hermosos regalos se presentó ante el primer mandatario. Al verlo así, lo recibieron muy bien y le dieron permiso para evangelizar. Logró convertir bastantes japoneses, y se quedó maravillado de la buena voluntad de esas gentes.

Su gran anhelo era poder misionar y convertir a la gran nación china. Pero allá estaba prohibida la entrada a los blancos de Europa. Al fin consiguió que el capitán de un barco lo llevara a la isla desierta de San Cian, a 100 kilómetros de Hong – Kong, pero allí lo dejaron abandonado, y se enfermó y consumido por la fiebre, en un rancho tan maltrecho, que el viento entraba por todas partes, murió el tres de diciembre de 1552, pronunciando el nombre de Jesús. Tenía sólo 46 años. A su entierro no asistieron sino un catequista que lo asistía, un portugués y dos negros.

Cuando más tarde quisieron llevar sus restos a Goa, encontraron su cuerpo incorrupto (y así se conserva). Francisco Javier fue declarado santo por el Sumo Pontífice en 1622 (junto con Santa Teresa, San Ignacio, San Felipe y San Isidro).

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Birino de Dorchester, Santo Obispo, Diciembre 3  

Birino de Dorchester, Santo

Obispo

Martirologio Romano: En Winchester, en Inglaterra, sepultura de san Birino, el cual, enviado a Gran Bretaña por el papa Honorio, tuvo su primera sede en Dorchester y difundió con empeño el anuncio de la salvación entre los sajones occidentales (650).

Etimología: Birino = "rojizo". Viene de la lengua alemana.

Este joven inglés pasó a la gloria del Padre en el año 650. Cuenta el gran sabio de las islas, Beda el Venerable, que Birino fue el autor, con la ayuda de Dios, de la conversión de los Sajones al cristianismo.

Fu enviado por el mismo Papa Honorio I (625-38). Después de haber sido consagrado obispo por Asterio, se fue a Inglaterra.

Pero él quería ir a lugares en los que no hubiera entrado todavía nadie a predicar.

Comenzó por los Anglosajones de Occidente que eran totalmente paganos. Tan bien le fue con ellos que prefirió permanecer allí sin salir para otros sitios.

En el año 635 – llevaba tan sólo uno – el misionero intrépido por amor a Dios, pudo convertir al rey de la región. Asistió al bautismo el rey de Northumbria.

Beda, que ya lo conocía, dijo de él estas palabras sintéticas:"Santísimo y valiente".

Los dos reyes entregaron la ciudad de Dorchester a Birino para que pusiera allí la sede episcopal.

El apóstol aceptó con gusto. Y toda su vida allá la empleó en evangelizar y en construir iglesias.

Cuando murió, todos pidieron que fuera enterrado en su ciudad querida.

Después de muchos años, durante el episcopado de Edda (876-903), su cuerpo se trasladó a la iglesia de la ciudad de Venta (Winchester), que había sido consagrada en el 648. En 1035, los colocaron en un relicario, y más tarde volvieron de nuevo a su iglesia en donde están en la actualidad.

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Luis Gallo, Beato Mártir Mercedario, Diciembre 3  

Luis Gallo, Beato

Predicador mercedario, el beato Luis Gallo fue enviado a Maruecos para evangelizar.

Capturado y condenado a muerte por enseñar la Palabra del Señor e indicar los errores en la fe de los musulmanes.

Por la defensa de la religión de Cristo sufrió muchas multas y encarcelamiento, flagelado y finalmente recibió gloriosamente el martirio de la flama muriendo quemado en el año 1258.

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Juan Nepomuceno de Tschiderer, Beato Obispo de Trento, Diciembre 3  

Juan Nepomuceno de Tschiderer, Beato

Obispo

Martirologio Romano: En Trento, de la región del Véneto, beato Juan Nepomuceno De Tschiderer, obispo, el cual administró aquella Iglesia con el ardor evangélico de la fe, pero con comprensión, y en tiempo de aflicción dio a su grey un admirable testimonio de amor (1860).

Hijo de Joseph Joachim y Caterina de Giovanelli. nació el 15 de Abril de 1777 en Bolzano, Diócesis de Trento, Italia

Realizó sus estudios de enseñanza secundaria en un colegio franciscanos.

En 1792 su familia se mudó a Innsbruck, Austria, donde estudió filosofía y teología en la universidad.

Fue ordenado sacerdote el 27 de julio de 1800.

Aunque no era un benedictino, Juan en un ejemplo viviente del lema de aquellos "oración y rabajo."

Fue párroco de varias parroquias de las montañas tirolezas. fue profesor en el seminario teológico de Trento, y decano de las escuelas en Sarentino y Merano.

Retornó a Trento en 1827 como miembro de la Catedral de San Vigilio, Fue Pro Vicario General de la diócesis. Obispo Auxiliar de Bressanone de Vorarlberg en 1832. Obispo en Innsbruck el 20 de mayo de 1832. Obispo de Innsbruck, el 3 de mayo de 1835.

Juan nunca dejó que sus tareas administrativas eclipsaran sus labores pastorales, y pasó gran parte de su tiempo en la predicación, la escritura, como catequista, la reactivación de las misiones, ayudando a los pobres y enfermos, la celebración de la Santa Misa, escuchando confesiones, y administrando los sacramentos de la Confirmación y de la Ordenación Sacerdotal, incluyendo a veces a candidatos de otras diócesis cuyos obispos no estaban disponibles.

Supervisó la construcción y restauración de más de 60 iglesias, mantubo buenas relaciones con los sacerdotes, preocupandose por su formación permanente. Promueve la educación cristiana de los niños y niñas para la vida religiosa, con el apoyo seminaristas, aseguradose que las enseñanzas en el seminario fueran estrictamente apegadas a la doctrina. Ayudó en la fundación de un instituto de audición y lenguaje, y motivaba a todos a rezar el Rosario cada día.

Trabajó y proporcionó fondos para la atención de las víctimas de las epidemias de cólera de 1836 y 1855, y en la guerra de 1859.

Trabajó para superar aquellos obstáculos entre la Iglesia y el Estado que fueron creadas por la legislación de aquella época.

A finales de la vida tenía previsto una peregrinación a Roma para asistir a la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción, pero la enfermedad se lo impidió.

El 31 de diciembre de 1854, ordenó como sacerdote a San Daniel Comboni.

Murió el 3 de Diciembre de 1860 en Trento.

Beatificado por Juan Pablo II el 29 de Abril de 1995.

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Fuente: Martirologio Romano
Otros Santos y Beatos Completando el santoral de este día, Diciembre 3  

Otros Santos y Beatos

San Sofonías, santo del AT

Conmemoración de san Sofonías, profeta, que en los días de Josías, rey de Judá, anunció la ruina de los impíos en el día de la ira del Señor y robusteció con la esperanza de la salvación a los pobres y menesterosos.

San Casiano, mártir

En Tánger, de la Mauritania, san Casiano, mártir (c. 300).

San Lucio, eremita

En Chur (Coira), de la Recia, entre los helvecios (hoy Suiza), san Lucio, eremita (c. s. IV).

Beato Eduardo Coleman, mártir

En Londres, en Inglaterra, beato Eduardo Coleman, mártir, que, por haber abrazado la fe católica, fue acusado falsamente de conjuración contra el rey Carlos II, siendo ahorcado en Tyburn y, aún con vida, descuartizado (1678).

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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