miércoles, 14 de agosto de 2013

15/08/2013 Fiesta de PRECEPTO: Asunción de la Santísima Virgen a los Cielos !!! Dale una alegría a tu Madre y encuéntrala en la Misa. ELLA no se dejará ganar en generosidad. Le debemos la VIDA!

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-56

Gloria a ti, Señor.

Por aquellos días, María se puso en camino y fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y cuando Isabel oyó el saludo de María, el niño saltó en su seno. Entonces Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó a grandes voces:
"Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. Pero ¿cómo es posible que la madre de mi Señor venga a visitarme? Porque en cuanto oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. ¡Dichosa tú que has creído! Porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá".
Entonces María dijo:
"Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su sierva. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí cosas grandes el Poderoso. Su nombre es santo y su misericordia es eterna con aquellos que lo honran.
Actuó con la fuerza de su brazo y dispersó a los de corazón soberbio. Derribó de sus tronos a los poderosos y engrandeció a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y a los ricos despidió sin nada.
Tomó de la mano a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros antepasados, en favor de Abrahán y de sus descendientes para siempre".
María estuvo con Isabel unos tres meses; después regresó a su casa.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354

Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

Asunción de la Virgen María

Antífona de Entrada

Alegrémonos todos en el Señor y alabemos al Hijo de Dios, junto con los ángeles, al celebrar hay la Asunción al cielo de nuestra Madre, la Virgen María.

Se dice "Gloria".

Oración Colecta

Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, que hiciste subir al cielo en cuerpo y alma a la inmaculada Virgen María, Madre de tu Hijo; concédenos vivir en este mundo sin perder de vista los bienes del cielo y con la esperanza de disfrutar eternamente de su gloria.
Por nuestro Señor Jesucristo... 
Amén.

Primera Lectura

Una mujer envuelta por el sol, con la luna bajo sus pies

Lectura del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan 11, 19a; 12, 1-6a.10ab

Se abrió entonces en el cielo el templo de Dios y dentro de él apareció el arca de su alianza. Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza. Estaba encinta y las angustias del parto le arrancaban gemidos de dolor.
Entonces apareció en el cielo otra señal: un enorme dragón de color rojo con siete cabezas y diez cuernos y una diadema en cada una de sus siete cabezas. Con su cola arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra. 
Y el dragón se puso al acecho delante de la mujer que iba a dar a luz, con ánimo de devorar al hijo en cuanto naciera. La mujer dio a luz un hijo varón, destinado a gobernar todas las naciones con cetro de hierro, el cual fue puesto a salvo junto al trono de Dios, mientras la mujer huyó al desierto, a un lugar preparado por Dios. 
Entonces oí en el cielo una voz poderosa que decía: 
"Ya está aquí la salvación y el poder y el reinado de nuestro Dios, ya está aquí la autoridad de su Mesías".
Palabra de Dios. 
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 44, 11.12ab.16

De pie, a tu derecha, está la reina.

Escucha hija, mira y pon atención; olvida tu pueblo y la casa de tus padres.
De pie, a tu derecha, está la reina.

Has cautivado al rey con tu hermosura; él es tu Señor, inclínate ante él.
De pie, a tu derecha, está la reina.

En medio de festejos y cantos, entran en el palacio real.
De pie, a tu derecha, está la reina.

Segunda lectura

Resucitó primero Cristo, como primicia; después los que son de Cristo

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 20-27a

Hermanos: Cristo ha resucitado de entre los muertos, como primer fruto de quienes duermen el sueño de la muerte. Porque lo mismo que por un hombre vino la muerte, también por un hombre ha venido la resurrección de los muertos. Y como por su unión con Adán todos los hombres mueren, así también por su unión con Cristo, todos retornarán a la vida. Pero cada uno según su rango: como primer fruto, Cristo; luego, el día de su gloriosa manifestación, los que pertenezcan a Cristo. Después tendrá lugar el final, cuando, destruido todo dominio, toda potestad y todo poder, Cristo entregue el reino a Dios Padre.
Pues es necesario que Cristo reine hasta que Dios ponga a todos sus enemigos bajo sus pies. El último enemigo en destruir será la muerte, porque él ha puesto todas la cosas bajo sus pies.
Palabra de Dios. 
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del evangelio

Aleluya, aleluya. 
Hoy es la Asunción de María: se alegra el ejército de los ángeles.
Aleluya.

Evangelio

Ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Exaltó a los humildes

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-56

Gloria a ti, Señor.

Por aquellos días, María se puso en camino y fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y cuando Isabel oyó el saludo de María, el niño saltó en su seno. Entonces Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó a grandes voces:
"Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. Pero ¿cómo es posible que la madre de mi Señor venga a visitarme? Porque en cuanto oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. ¡Dichosa tú que has creído! Porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá".
Entonces María dijo:
"Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su sierva. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí cosas grandes el Poderoso. Su nombre es santo y su misericordia es eterna con aquellos que lo honran.
Actuó con la fuerza de su brazo y dispersó a los de corazón soberbio. Derribó de sus tronos a los poderosos y engrandeció a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y a los ricos despidió sin nada.
Tomó de la mano a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros antepasados, en favor de Abrahán y de sus descendientes para siempre".
María estuvo con Isabel unos tres meses; después regresó a su casa.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Se dice "Credo".

Oración de los Fieles

Celebrante:
Oremos, hermanos y hermanas, al Señor, que el día de hoy ha querido ensalzar a la Virgen María por encima de los coros de ángeles y santos, y pidámosle que escuche nuestra oración:
(Respondemos a cada petición: Escúchanos, Señor).

Para que todos los hijos de la Iglesia, unidos a la gloriosa y santa madre de Dios, proclamen la grandeza del Señor y se alegren en Dios, su salvador, roguemos al Señor. 
Escúchanos, Señor.

Para que la misericordia del Señor llegue a sus fieles de generación en generación, y todos los pueblos feliciten a aquélla en la cual Dios ha hecho obras grandes, roguemos al Señor. 
Escúchanos, Señor.

Para que el Señor, con las proezas de su brazo, enaltezca a los humildes, colme de bienes a los pobres y auxilie a Israel, como lo había prometido a los antiguos padres, roguemos al Señor. 
Escúchanos, Señor.

Para que Cristo, el Rey que ha coronado a María como reina, cuando entregue la creación al Padre, nos conceda a nosotros, como a María, la posesión del reino preparado desde la creación del mundo, roguemos al Señor. 
Escúchanos, Señor.

Celebrante:
Dios nuestro, que constituiste a la Madre de tu Hijo Madre y Reina nuestra; escucha nuestra oración y haz que, ayudados por la intercesión de María, participemos un día de felicidad eterna. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Oración sobre las Ofrendas

Acepta, Señor, este sacrificio que vamos a ofrecerte para celebrar la Asunción de la Virgen María; ayúdanos, por su intercesión, a buscarte y a vivir siempre en tu amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio

La gloriosa Asunción de la Virgen María

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque hoy ha sido llevada al cielo la Virgen Madre de Dios, figura y primicia de la Iglesia, garantía de consuelo y esperanza para tu pueblo, todavía peregrino en la tierra.
Con razón no permitiste, Señor, que conociera la corrupción del sepulcro aquella que, de un modo inefable, dio vida en su seno y carne de su carne al autor de la vida, Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro.
Por eso, 
unidos a los ángeles, te aclamamos llenos de alegría:

Antífona de la Comunión

Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre.

Oración después de la Comunión

Oremos: 
Tú que nos has hecho participes de este sacramento de vida eterna, concédenos, Señor, por intercesión de la Virgen María en este día de su Asunción al cielo, alcanzar la gloria de la resnurrección.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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Meditación diaria

19ª semana. Jueves

LA DEUDA PARA CON DIOS

— Los incontables beneficios del Señor.

— La Misa es la acción de gracias más perfecta que se puede ofrecer a Dios.

— Gratitud con todos; perdonar siempre cualquier ofensa.

I. El Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso arreglar cuentas con sus siervos, leemos en el Evangelio de la Misa1. Habiendo comenzado su tarea, se presentó uno que tenía una deuda de diez mil talentos, una suma inmensa, imposible de pagar. Este primer deudor somos nosotros mismos; adeudamos tanto a Dios que nos es imposible pagarlo. Le debemos el beneficio de nuestra creación, por el cual nos prefirió a otros muchos, a quienes pudo llamar a la existencia en nuestro lugar. Con la colaboración de nuestros padres formó el cuerpo, para el que creó, directamente, un alma inmortal, irrepetible, destinada, junto con el cuerpo, a ser eternamente feliz en el Cielo. Nos encontramos en el mundo por expreso deseo suyo. Le debemos la conservación en la existencia, pues sin Él volveríamos a la nada. Nos ha dado las energías y cualidades del cuerpo y del espíritu, la salud, la vida y todos los bienes que poseemos. Por encima de este orden natural, estamos en deuda con Él por el beneficio de la Encarnación de su Hijo, por la Redención, por la filiación divina, por la llamada a participar de la vida divina aquí en la tierra y más tarde en el Cielo con la glorificación del alma y del cuerpo.

Le debemos el don inmenso de ser hijos de la Iglesia, en la que tenemos la dicha de poder recibir los sacramentos y, de modo singular, la Sagrada Eucaristía. En la Iglesia, por la Comunión de los Santos, participamos en las buenas obras de los demás fieles; en cualquier momento estamos recibiendo gracias de otros miembros, de quienes están en oración o de aquellos que han ofrecido su trabajo o su dolor... También recibimos continuamente el beneficio de los santos que ya están en el Cielo, de las almas del Purgatorio y de los Ángeles. Todo nos llega por las manos de Nuestra Madre, Santa María, y en última instancia por la fuente inagotable de los méritos infinitos de Cristo, nuestra Cabeza2, nuestro Redentor y Mediador. Estas ayudas nos favorecen diariamente, preservándonos del pecado, iluminándonos interiormente, estimulándonos a cumplir con nuestro deber, a hacer el bien en todo momento, a callar cuando los demás murmuran, a salir en defensa de los más débiles...

Debemos a Dios la gracia necesaria para practicar el bien, la constancia en los propósitos, los deseos cada vez mayores de seguir a Jesucristo, y todo progreso en las virtudes. Le debemos de modo muy particular la gracia inmensa de la vocación a la que cada uno de nosotros ha sido llamado, y de la que se han derivado luego tantas otras gracias y ayudas...

En verdad, somos unos deudores insolventes, que no tenemos con qué pagar. Solo podemos adoptar la actitud del siervo de esta parábola: Entonces el servidor, echándose a sus pies, le suplicaba: Ten paciencia conmigo y te pagaré todo. Y como somos sus hijos, nos podemos acercar a Él con una confianza ilimitada. Los padres no se acuerdan de los préstamos que un día, llevados por el amor, hicieron a sus hijos pequeños. «Descansa en la filiación divina. Dios es un Padre –¡tu Padre!– lleno de ternura, de infinito amor.

»—Llámale Padre muchas veces, y dile –a solas– que le quieres, ¡que le quieres muchísimo!: que sientes el orgullo y la fuerza de ser hijo suyo»3. Nuestro hermano mayor, Jesucristo, paga con creces por todos nosotros.

II. Ten paciencia conmigo y te pagaré todo...

En la Santa Misa ofrecemos con el sacerdote la hostia pura, santa, inmaculada, una acción de gracias de infinito valor, y unimos a ella la insuficiencia de nuestro pobre agradecimiento: Dirige tu mirada serena y bondadosa sobre esta ofrenda, le suplicamos cada día; acéptala, como aceptaste el sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe, y la oblación pura de tu sumo sacerdote Melquisedec4. Por Cristo, con Él y en Él, a Ti, Dios Padre omnipotente, en unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos... Con Cristo, unidos a Él, podemos decir: todo te lo pagaré.

La Misa es la más perfecta acción de gracias que puede ofrecerse a Dios. La vida entera de Cristo fue una continuada acción de gracias al Padre, actitud interior que en diversas ocasiones se traducía al exterior en palabras y en gestos, como han recogido los Evangelistas. Gracias te doy, porque me has escuchado, exclama Jesús después de la resurrección de Lázaro5. Y en la multiplicación de los panes y de los peces da igualmente gracias antes de que sean repartidos a la multitud que espera6. En la Última Cena tomó pan, dio gracias, lo partió..., tomó luego un cáliz, y dadas las gracias...7.

En el milagro de la curación de los leprosos podemos apreciar cómo el Señor no es indiferente al agradecimiento: ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?8, pregunta Jesús extrañado; y, a la vez, no deja de alertar a sus discípulos sobre el pecado de ingratitud, en el que pueden incurrir aquellos que, a fuerza de recibir abundantes beneficios, acaban no agradeciendo ninguno, porque se acostumbran a recibir, y llegan incluso a considerar que les son debidos. Todo es don de Dios. Estar en sintonía con Dios supone acoger sus favores con el ánimo agradecido de quien es consciente del don del que es objeto. Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice «dame de beber», tú le pedirías a Él, y Él te daría a ti agua viva9, hubo de aclarar el Señor a la mujer samaritana, que estaba a punto de cerrarse a la gracia10.

Nuestro agradecimiento a Dios por tantos y tantos dones, que no podemos pagar, se ha de unir a la acción de gracias de Cristo en la Santa Misa. Quien es agradecido ve las cosas buenas con buenos ojos, y su disposición interior se identifica con el amor. Así debemos acudir cada día al Santo Sacrificio del Altar, diciéndole a Dios Padre, en unión con Jesucristo: ¡qué bueno eres, Padre!, ¡gracias por todo!: por aquellos bienes que contemplo a mi alrededor y por esos otros, mucho mayores, que Tú me das y que ahora están ocultos a mis ojos.

¿Cómo podré pagar a Dios todo el bien que me ha hecho?11, nos podemos preguntar cada día con el Salmista. Y no hallaremos mejor forma que participar cada día con más hondura en la Santa Misa, ofreciendo al Padre el sacrificio del Hijo, al que –a pesar de nuestra poquedad– uniremos nuestra personal oblación: Bendice y acepta, oh Padre, esta ofrenda haciéndola espiritual...12. La presencia del Señor en el Sagrario es otro motivo profundo para darle gracias con el corazón lleno de alegría.

III. Aunque toda la Misa es acción de gracias, esta queda particularmente señalada en el momento del Prefacio. En un particular clima de alegría, reconocemos y proclamamos que es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor.

Gracias siempre y en todo lugar... Esa debe ser nuestra actitud ante Dios: ser agradecidos en todo momento, en cualquier circunstancia. También cuando nos cueste entender algún acontecimiento. «Es muy grato a Dios el reconocimiento a su bondad que supone recitar un "Te Deum" de acción de gracias, siempre que acontece un suceso algo extraordinario, sin dar peso a que sea –como lo llama el mundo– favorable o adverso: porque viniendo de sus manos de Padre, aunque el golpe del cincel hiera la carne, es también una prueba de Amor, que quita nuestras aristas para acercarnos a la perfección»13. Todo es una continua llamada ut in gratiarum actione semper maneamus..., para que permanezcamos siempre en una continua acción de gracias14.

Ut in gratiarum actione semper maneamus... Debemos trasladar a nuestra vida corriente esta actitud agradecida para con Dios. Aprovechemos los acontecimientos pequeños del día para mostrarnos agradecidos por tantos servicios que lleva consigo la vida de familia y toda convivencia: en el trabajo, en las relaciones sociales... Mostremos nuestra gratitud a quien nos vende el periódico, al dependiente que nos atiende, a quien ha permitido que podamos salir con el coche en medio del tráfico de la gran ciudad, a la farmacéutica que tan amablemente nos ha despachado esas medicinas.

Pero el Señor nos muestra en este pasaje del Evangelio otro modo de saldar nuestras deudas con Él: también las que hemos contraído por las muchas culpas de nuestros pecados y faltas de correspondencia. Quiere el Señor que perdonemos y disculpemos las posibles ofensas que los demás pueden hacernos, pues, en el peor de los casos, la suma de las ofensas que hemos podido recibir no superan los cien denarios, algo completamente irrelevante en comparación de los diez mil talentos (unos sesenta millones de denarios). Si nosotros sabemos disculpar las pequeñeces de los demás (en algún caso quizá también una injuria grave), el Señor no tendrá en cuenta la larga deuda que tenemos con Él. Esta es la condición que nos pone Jesús al final de la parábola. Y es lo que decimos a Dios cada día al recitar el Padrenuestro: perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Cuando disculpamos y olvidamos, imitamos al Señor, pues nada «nos asemeja tanto a Dios como estar siempre dispuestos para el perdón»15.

Acabamos nuestra meditación con una oración muy frecuente en el pueblo cristiano: Te doy gracias, Dios mío, por haberme creado, redimido, hecho cristiano y conservado la vida. Te ofrezco mis pensamientos, palabras y obras de este día. No permitas que te ofenda y dame fortaleza para huir de las ocasiones de pecar. Haz que crezca mi amor hacia Ti y hacia los demás.

1 Mt 18, 23-35. — 2 Cfr. Santo Tomás, Suma Teológica, 3, q. 8. — 3 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 331. — 4 Misal Romano, Plegaria Eucarística I. — 5 Jn 11, 41. — 6Cfr. Mt 15, 36. — 7 Lc 22 19; Mt 26, 17. — 8 Lc 17, 18. — 9 Jn 4, 10. — 10 Cfr. J. M. Pero-Sanz, La hora sexta, Rialp, Madrid 1978, p. 267. — 11 Sal 115, 2. — 12 Misal Romano, loc. cit. — 13 San Josemaría Escrivá, o. c., n. 609. — 14 Misal Romano,Oración postcomunión en la fiesta de San Justino. — 15 San Juan Crisóstomo,Homilías sobre San Mateo, 19, 7.

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15 de agosto

LA ASUNCIÓN DE SANTA MARÍA VIRGEN*

Solemnidad

— María, asunta en cuerpo y alma a los Cielos. Contemplación del cuarto misterio glorioso del Santo Rosario.

— Desde el Cielo, la Virgen Santísima intercede y cuida de sus hijos.

— La Asunción de Nuestra Señora, esperanza de nuestra resurrección gloriosa.

I. Pondré enemistad entre ti y la mujer y entre tu linaje y el suyo1. Aparece así la Virgen Santa María asociada a Cristo Redentor en la lucha y en el triunfo sobre Satanás. Es el plan divino que la Providencia tenía preparado desde la eternidad para salvarnos. Este es el anuncio del primer libro de la Sagrada Escritura, y en el último volvemos a encontrar esta portentosa afirmación: Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas2. Es la Virgen Santísima, que entra en cuerpo y alma en el Cielo al terminar su vida entre nosotros. Y llega para ser coronada como Reina del Universo, por ser Madre de Dios. Prendado está el rey de tu belleza3, canta el Salmo responsorial.

El Apóstol San Juan, que seguramente fue testigo del tránsito de María el Señor se la había confiado, y no iba a estar ausente en esos momentos..., nada nos dice en su Evangelio de los últimos instantes de Nuestra Madre aquí en la tierra. El que con tanta claridad y fuerza nos habló de la muerte de Jesús en el Gólgota calla cuando se trata de Aquella de quien cuidó como a su madre y como a la Madre de Jesús y de todos los hombres4. Exteriormente, debió de ser como un dulce sueño: «salió de este mundo en estado de vigilia», dice un antiguo escritor5, en plenitud de amor. «Terminado el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial»6. Allí la esperaba su Hijo, Jesús, con su cuerpo glorioso, como Ella lo había contemplado después de la Resurrección. Con su divino poder, Dios asistió la integridad del cuerpo de María y no permitió en él la más pequeña alteración, manteniendo una perfecta unidad y completa armonía del mismo. Consiguió Nuestra Señora, «como supremo coronamiento de sus prerrogativas, verse exenta de la corrupción del sepulcro y, venciendo a la muerte como antes la había vencido su Hijo, ser elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial»7. Es decir, la armonía de los privilegios marianos postulaba su Asunción a los Cielos.

Muchas veces hemos contemplado este privilegio de Nuestra Señora en el Cuarto misterio de gloria del Santo Rosario: «Se ha dormido la Madre de Dios (...). Pero Jesús quiere tener a su Madre, en cuerpo y alma, en la Gloria. Y la Corte celestial despliega todo su aparato, para agasajar a la Señora. Tú y yo niños, al fin tomamos la cola del espléndido manto azul de la Virgen, y así podemos contemplar aquella maravilla.

»La Trinidad beatísima recibe y colma de honores a la Hija, Madre y Esposa de Dios... Y es tanta la majestad de la Señora, que hace preguntar a los Ángeles: ¿Quién es Esta?»8. Nosotros nos alegramos con los ángeles, llenos también de admiración, y la felicitamos en su fiesta. Y nos sentimos orgullosos de ser hijos de tan gran Señora.

Con frecuencia, la piedad popular y el arte mariano han representado a la Virgen, en este misterio, llevada por los ángeles y aureolada de nubes. Santo Tomás ve en estas intervenciones angélicas hacia quienes han dejado la tierra y se encaminan ya al Cielo, la manifestación de reverencia que los Ángeles y todas las criaturas tributan a los cuerpos gloriosos9. En el caso de Nuestra Señora, todo lo que podamos imaginar es bien poco. Nada, en comparación a como debió de suceder en la realidad. Cuenta Santa Teresa que vio una vez la mano, solo la mano, glorificada de Nuestro Señor, y decía después la Santa que, junto a ella, quinientos mil soles claros, reflejándose en el más limpio cristal, eran como noche triste y muy oscura.

¿Cómo sería el rostro de Cristo, su mirada...? Un día, si somos fieles, contemplaremos a Jesús y a Santa María, a quienes tantas veces hemos invocado en esta vida.

II. Hoy ha sido llevada al Cielo la Virgen, Madre de Dios; Ella es figura y primicia de la Iglesia que un día será glorificada; Ella es consuelo y esperanza de tu pueblo, todavía peregrino en la tierra10.

Miremos a Nuestra Señora, Asunta ya en los Cielos. «Y así como el viajero, haciendo pantalla con su mano para contemplar algún vasto panorama, busca en los alrededores alguna figura humana que le permita darse una idea de aquellos parajes, así nosotros, que miramos hacia Dios con ojos deslumbrados, identificamos y damos la bienvenida a una figura puramente humana, que está al lado de su trono. Un navío ha terminado su periplo, un destino se ha cumplido, una perfección humana ha existido. Y al mirarla vemos a Dios más claro, más grande, a través de esa obra maestra de sus relaciones con la humanidad»11.

Todos los privilegios de María tienen relación con su Maternidad y, por tanto, con nuestra redención. María, Asunta a los Cielos, es imagen y anticipo de la Iglesia que se encuentra aún en camino hacia la Patria. Desde el Cielo «precede con su luz al Pueblo peregrino como signo de esperanza cierta hasta que llegue el día del Señor»12. «Con el misterio de la Asunción a los cielos, se han realizado definitivamente en María todos los efectos de la única mediación de Cristo Redentor del mundo y Señor resucitado (...). En el misterio de la Asunción se expresa la fe de la Iglesia, según la cual María "está también íntimamente unida" a Cristo»13. Ella es la seguridad y la prueba de que sus hijos estaremos un día con nuestro cuerpo glorificado junto a Cristo glorioso. Nuestra aspiración a la vida eterna cobra alas al meditar que nuestra Madre celeste está allí arriba, nos ve y nos contempla con su mirada llena de ternura14. Con más amor, cuanto más necesitados nos ve. «Realiza aquella función, propia de la madre, de mediadora de clemencia en la venida definitiva»15.

Ella es gran valedora nuestra ante el Altísimo. Es verdad que la vida en la tierra se nos presenta como valle de lágrimas, porque no faltan los sacrificios, las penalidades (sobre todo, nos falta el Cielo). Pero, a la vez, el Señor nos da muchas alegrías y tenemos la esperanza de la Gloria para caminar con optimismo. Entre esos motivos de contento, está Santa María. Ella es vida, dulzura y esperanza nuestra: el cariño de la Madre se hace sentir en la vida del cristiano. Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, le decimos. Los ojos de Santa María, como los de su Hijo, son de misericordia, de compasión. Nunca deja de dar una mano a quien acude a su amparo: Jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección...16. Procuremos buscar más la intercesión de la Virgen, de la Reina de cielos y tierra. Acudamos al Refugio de los pecadores; y le diremos: muéstranos a Jesús, que es lo que más necesitamos.

¡Qué seguridad, qué alegría posee el alma que en toda circunstancia se dirige a la Santísima Virgen con la sencillez y la confianza de un hijo con su madre! «Como un instrumento dócil en manos del Dios excelso escribe un Padre de la Iglesia, así desearía yo estar sujeto a la Virgen Madre, íntegramente dedicado a su servicio. Concédemelo, Jesús, Dios e Hijo del hombre, Señor de todas las cosas e Hijo de tu Esclava (...). Haz que yo sirva a tu Madre de modo que Tú me reconozcas por servidor; que Ella sea mi soberana en la tierra de modo que Tú seas mi Señor por toda la eternidad»17. Pero hemos de examinar cómo es nuestro trato diario con Ella. «Si estás orgulloso de ser hijo de Santa María, pregúntate: ¿cuántas manifestaciones de devoción a la Virgen tengo durante la jornada, de la mañana a la noche?»18: el Ángelus, elSanto Rosario, las tres Avemarías de la noche...

III. Dichoso el vientre de María, la Virgen, que llevó al Hijo del eterno Padre19.

La Asunción de María es un precioso anticipo de nuestra resurrección y se funda en la resurrección de Cristo, que reformará nuestro cuerpo corruptible conformándolo a su cuerpo glorioso20. Por eso nos recuerda también San Pablo en la Segunda lectura de la Misa21: si la muerte llegó por un hombre (por el pecado de Adán), también por un hombre, Cristo, ha venido la resurrección. Por Él, todos volverán a la vida, pero cada uno a su tiempo: primero Cristo como primicia; después, cuando Él vuelva, todos los cristianos; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino... Esa venida de Cristo, de la que habla el Apóstol, «¿no debía acaso cumplirse, en este único caso (el de la Virgen) de modo excepcional, por decirlo así, "inmediatamente", es decir, en el momento de la conclusión de la vida terrestre? (...). De ahí que ese final de la vida que para todos los hombres es la muerte, en el caso de María la Tradición lo llama más bien dormición.

»Assumpta est Maria in caelum, gaudent Angeli! Et gaudet Ecclesia! Para nosotros, la solemnidad de hoy es como una continuación de la Pascua, de la Resurrección y de la Ascensión del Señor. Y es, al mismo tiempo, el signo y la fuente de la esperanza de la vida eterna y de la futura resurrección»22.

La Solemnidad de hoy nos llena de confianza en nuestras peticiones. «Subió al Cielo nuestra Abogada, para que, como Madre del Juez y Madre de Misericordia, tratara los negocios de nuestra salvación»23. Ella alienta continuamente nuestra esperanza. «Somos aún peregrinos, pero Nuestra Madre nos ha precedido y nos señala ya el término del sendero: nos repite que es posible llegar y que, si somos fieles, llegaremos. Porque la Santísima Virgen no solo es nuestro ejemplo: es auxilio de los cristianos. Y ante nuestra petición Monstra te esse Matrem (Himno litúrgico Ave maris stella), no sabe ni quiere negarse a cuidar de sus hijos con solicitud maternal (...).

»Cor Mariae Dulcissimum, iter para tutum; Corazón Dulcísimo de María, da fuerza y seguridad a nuestro camino en la tierra: sé tú misma nuestro camino, porque tú conoces la senda y el atajo cierto que llevan, por tu amor, al amor de Jesucristo»24.

1 Gen 3, 15. — 2 Antífona de entrada. Apoc. 12, 1. — 3 Salmo responsorial. Sal 44, 12. — 4 M. D. Philippe, Misterio de María, Rialp. Madrid 1986, p. 52. — 5 San Germán de Constantinopla, Homilías sobre la Virgen, I. — 6 Pío XII, Const. Munificentissimus Deus, 1-XI-1950. — 7 Ibídem. — 8 San Josemaría Escrivá, Santo Rosario. Cuarto misterio glorioso. — 9 Cfr. Santo Tomás, Suma Teológica, Supl., q. 84, a. l ad l. — 10Misal Romano, Prefacio en la fiesta de la Asunción. — 11 R. A. Knox, Sermón en la festividad de la Asunción de Nuestra Señora, 15-VIII-1954. — 12 Conc. Vat. II, Const.Lumen gentium, 68. — 13 Juan Pablo II, Enc. Redemptoris Mater, 25-III-1987, n. 41. — 14 Cfr. Pablo VI, Discurso 15-VIII-1963. — 15 Juan Pablo II, loc. cit. — 16 Oración de San Bernardo. — 17 San Ildefonso de Toledo, Libro sobre la virginidad perpetua de Santa María, 12. — 18 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 433. — 19 Antífona de comunión de la Misa vespertina de la Vigilia. Cfr. Lc 11, 27. — 20 Flp 3, 21. — 21Segunda lectura. 1 Cor 15, 20-26.  22 Juan Pablo II, Homilía 15-VIII-1980. — 23 San Bernardo, Homilía en la Asunción de la B. Virgen María, 1. — 24 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa. Rialp. 1.ª ed., Madrid 1973, 177-178.

* La Iglesia, desde los primeros siglos (v-vi), profesó pacíficamente la fe en la Asunción de María Santísima, en cuerpo y alma, a la vida celestial, como se deduce de la Liturgia, de los documentos devotos, de los escritos de los Padres y de los Doctores. Esta fe multisecular y universal está confirmada por todo el Episcopado en la Carta Apostólica de I-V-1946, que sirve para ilustrar las razones de su definición dogmática, realizada por Pío XII el 1-XI-1950.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

La Asunción de la Virgen María

Asunción de Nuestra Señora
Fuente: Archidiócesis de Madrid

"María, levántate, te traigo esta rama de un árbol del paraíso, para que cuando mueras la lleven delante de tu cuerpo, porque vengo a anunciarte que tu Hijo te aguarda".

 
Solemnidad de la Asunción de la bienaventurada Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo, que, acabado el curso de su vida en la tierra, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria de los cielos. Esta verdad de fe, recibida de la tradición de la Iglesia, fue definida solemnemente por el papa Pío XII en 1950.

Un ángel se aparecía a la Virgen y le entregaba la palma diciendo: "María, levántate, te traigo esta rama de un árbol del paraíso, para que cuando mueras la lleven delante de tu cuerpo, porque vengo a anunciarte que tu Hijo te aguarda". María tomó la palma, que brillaba como el lucero matutino, y el ángel desapareció. Esta salutación angélica, eco de la de Nazaret, fue el preludio del gran acontecimiento.

Poco después, los Apóstoles, que sembraban la semilla evangélica por todas las partes del mundo, se sintieron arrastrados por una fuerza misteriosa que les llevaba a Jerusalén en medio del silencio de la noche. Sin saber cómo, se encontraron reunidos en torno de aquel lecho, hecho con efluvios de altar, en que la Madre de su Maestro aguardaba la venida de la muerte. En sus burdas túnicas blanqueaba todavía, como plata desecha, el polvo de los caminos: en sus arrugadas frentes brillaba como un nimbo la gloria del apostolado. Se oyó de repente un trueno fragoroso; al mismo tiempo, la habitación de llenó de perfumes, y Cristo apareció en ella con un cortejo de serafines vestidos de dalmáticas de fuego.

Arriba, los coros angélicos cantaban dulces melodías; abajo, el Hijo decía a su Madre: "Ven, escogida mía, yo te colocaré sobre un trono resplandeciente, porque he deseado tu belleza". Y María respondió: "Mi alma engrandece al Señor". Al mismo tiempo, su espíritu se desprendía de la tierra y Cristo desaparecía con él entre nubes luminosas, espirales de incienso y misteriosas armonías. El corazón que no sabía de pecado, había cesado de latir; pero un halo divino iluminaba la carne nunca manchada. Por las venas no corría la sangre, sino luz que fulguraba como a través de un cristal.

Después del primer estupor, se levantó Pedro y dijo a sus compañeros: "Obrad, hermanos, con amorosa diligencia; tomad ese cuerpo, más puro que el sol de la madrugada; fuera de la ciudad encontraréis un sepulcro nuevo. Velad junto al monumento hasta que veáis cosas prodigiosas". Se formó un cortejo. Las vírgenes iniciaron el desfile; tras ellas iban los Apóstoles salmodiando con antorchas en las manos, y en medio caminaba san Juan, llevando la palma simbólica. Coros de ángeles agitaban sus alas sobre la comitiva, y del Cielo bajaba una voz que decía: "No te abandonaré, margarita mía, no te abandonaré; porque fuiste templo del Espíritu Santo y habitación del Inefable". Acudieron los judíos con intención de arrebatar los sagrados despojos. Todos quedaron ciegos repentinamente, y uno de ellos, el príncipe de los sacerdotes, recobró la vista al pronunciar estas palabras: "Creo que María es el templo de Dios".

Al tercer día, los Apóstoles que velaban en torno al sepulcro oyeron una voz muy conocida, que repetía las antiguas palabras del Cenáculo: "La paz sea con vosotros". Era Jesús, que venía a llevarse el cuerpo de su Madre. Temblando de amor y de respeto, el Arcángel San Miguel lo arrebató del sepulcro, y, unido al alma para siempre, fue dulcemente colocado en una carroza de luz y transportado a las alturas. En este momento aparece Tomás sudoroso y jadeante. Siempre llega tarde; pero esta vez tiene una buena excusa: viene de la India lejana. Interroga y escudriña; es inútil, en el sepulcro sólo quedan aromas de jazmines y azahares. En los aires una estela luminosa, que se extingue lentamente, y algo que parece moverse y que se acerca lentamente hasta caer junto a los pies del Apóstol. Es el cinturón que le envía la virgen en señal de despedida.

Esta bella leyenda iluminó en otros siglos la vida de los cristianos con soberanas claridades.

Nunca la Iglesia quiso incorporarla a sus libros litúrgicos, pero la dejó correr libremente para edificación de los fieles. Penetró en todos los países, iluminó a los artistas e inspiró a los poetas. Parece que resurgió, una vez más, en el valle de Josafat, allá donde los cruzados encontraron el sepulcro en el que se habían obrado tantas maravillas y sobre el cual suspendieron tantas lámparas. Como la piedad popular quiere saber, pidiendo certezas y realidades, la leyenda dorada aparece con los rasgos con que el oriental sabe tejerlos entre el perfume del incienso y azahares, adornada con estallidos y decorada con ángeles y pompas del Cielo. Se difunde en el siglo V en Oriente con el nombre de un discípulo de San Juan, Melitón de Sardes, Gregorio de Tours la pasa a las Galias, los españoles la leen en el fervor de la reconquista con peregrinos detalles y toda la Cristiandad busca en ella durante la Edad Media alimento de fe y entusiasmo religioso.

Ni fecha, ni lugar. ¿Cómo fue el prodigio? Escudriñando la Tradición hay un velo impenetrable. San Agustín dice que pasó por la muerte, pero no se quedó en ella. Los Orientales gustan de llamarla Dormición con ánimo de afirmar la diferencia. ¿Tránsito? Separación inefable. Ni el Areopagita, ni Epifanio, ni Dante acertaron a describir lo real indescriptible, inefable: el último eslabón de la cadena que se inicia con la Inmaculada Concepción y, despertando secretos armónicos, apostilla la Asunción con la Coronación que el arte de Fra Angélico se atreve a plasmar con pasta conservada en el Louvre. La Iglesia celebra, junto al Resucitado Hijo triunfante, a la Madre, singularmente redimida, Glorificada desde la Traslación.

La Asunción de la Virgen María a los cielos

 

 

 

Padre Jesús Martí Ballester

 

LOS ROSALES EN FLOR Y LOS LIRIOS DE CAMPO LA RODEAN COMO EN PRIMAVERA

 

1. LA ASUNCIÓN DE MARÍA EN LA TRADICIÓN DE LA IGLESIA

 

"¡Qué hermosa eres, amada mía! -exclama el Cantar de los Cantares ante la Esposa que sube a los cielos-, tus ojos de paloma por entre el velo; tu pelo es un rebaño de cabras descolgándose por las laderas de Galaad. Tus labios son cinta escarlata, y tu hablar, melodioso, tus sienes dos mitades de granada." La Asunción de María forma parte del designio divino y se fundamenta en la participación de María en la misión de su Hijo, sostiene la perenne y concorde tradición de la Iglesia. La Asunción de la Virgen está integrada, desde siempre, en la fe del pueblo cristiano, quien, al afirmar la llegada de María a la gloria celeste, ha querido también proclamar la glorificación de su cuerpo, cuyo primer testimonio aparece en los relatos apócrifos, titulados "Transitus Mariae", que se remontan a los siglos II y III.

 

2. LOS PADRES. LA TRADICION. JUAN PABLO II

 

La perenne y concorde tradición de la Iglesia muestra cómo la Asunción de María forma parte del designio divino y se fundamenta en la singular participación de María en la misión de su Hijo. Ya durante el primer milenio los autores sagrados se expresaban en este sentido. Así lo testifican san Ambrosio, san Epifanio y Timoteo de Jerusalén. San Germán de Constantinopla pone en labios de Jesús estas palabras: "Es necesario que donde yo esté, estés también tú, madre inseparable de tu Hijo". La misma tradición ve en la maternidad divina la razón fundamental de la Asunción. Un relato apócrifo del siglo V, atribuido al pseudo Melitón, imagina que Cristo pregunta a Pedro y a los Apóstoles qué destino merece María, y ellos le responden: "Señor, elegiste a tu esclava, para que se convirtiera en tu morada inmaculada. Por tanto, dado que reinas en la gloria, a tus siervos nos ha parecido justo que resucites el cuerpo de tu madre y la lleves contigo, dichosa, al cielo". La maternidad divina, que hizo del cuerpo de María la morada inmaculada del Señor, funda su destino glorioso. San Germán, lleno de poesía, dice que el amor de Jesús a su Madre exige que María se vuelva a unir con su Hijo divino en el cielo: "Como un niño busca y desea la presencia de su madre, y como una madre quiere vivir en compañía de su hijo, así también era conveniente que tú, de cuyo amor materno a tu Hijo y Dios no cabe duda alguna, volvieras a él. ¿Y no era conveniente que, de cualquier modo, este Dios que sentía por ti un amor verdaderamente filial, te tomara consigo?". E integra la relación entre Cristo y María con la dimensión salvífica de la maternidad: "Era necesario que la madre de la Vida compartiera la morada de la Vida". San Juan Damasceno subraya: "Era necesario que aquella que había visto a su Hijo en la cruz y recibido en pleno corazón la espada del dolor contemplara a ese Hijo suyo sentado a la diestra del Padre". A la luz del misterio pascual, se ve la oportunidad de que la Madre fuera glorificada después de la muerte junto con el Hijo. El Vaticano II, recordando el misterio de la Asunción, lo une al privilegio de la Inmaculada Concepción: Precisamente porque fue "preservada libre de toda mancha de pecado original" (LG, 59), María no debía permanecer como los demás hombres en el estado de muerte hasta el fin del mundo. La ausencia del pecado original y su santidad perfecta desde el primer instante de su existencia, exigían para la Madre de Dios la plena glorificación de su alma y de su cuerpo. Contemplando el misterio de la Asunción de la Virgen, se entiende el plan de la Providencia divina con respecto a la humanidad. María es la primera criatura humana después de Cristo, en la que se realiza el ideal escatológico, anticipando la plenitud de la felicidad, mediante la resurrección de los cuerpos. En la Asunción de la Virgen podemos ver también la voluntad divina de promover a la mujer. Como había sucedido en el origen del género humano, en el proyecto de Dios el ideal escatológico debía revelarse en una pareja. Por eso, en la gloria celestial, al lado de Cristo resucitado hay una mujer resucitada, María: el nuevo Adán y la nueva Eva, primicias de la resurrección general de los cuerpos de toda la humanidad. Ciertamente, la condición escatológica de Cristo y la de María no se han de poner en el mismo nivel. María, nueva Eva, recibió de Cristo, nuevo Adán, la plenitud de gracia y de gloria celestial, habiendo sido resucitada mediante el Espíritu Santo por el poder soberano del Hijo, lo que pone de relieve que la Asunción de María manifiesta la nobleza y la dignidad del cuerpo humano. Frente a la profanación y al envilecimiento a los que la sociedad moderna somete frecuentemente el cuerpo femenino, el misterio de la Asunción proclama el destino sobrenatural y la dignidad de todo cuerpo humano, llamado por el Señor a transformarse en instrumento de santidad y a participar en su gloria. María entró en la gloria, porque acogió al Hijo de Dios en su seno virginal y en su corazón. Contemplándola, el cristiano aprende a descubrir el valor de su cuerpo y a custodiarlo como templo de Dios, en espera de la resurrección. La Asunción, privilegio concedido a la Madre de Dios, representa así un inmenso valor para la vida y el destino de la humanidad (Juan Pablo II).

 

3. LOS POETAS

 

"Apareció una figura portentosa en el cielo: una mujer vestida del sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas" (Ap 11,19). Maravillado y transido de belleza canta el poeta:

 

"¿A dónde va, cuando se va la llama?

¿A dónde va, cuando se va la rosa?

¿Qué regazo, qué esfera deleitosa,

¿qué amor de Padre la abraza y la reclama?.

 

Esta vez como aquella, aunque distinto;

el Hijo ascendió al Padre en pura flecha.

Hoy va la Madre al Hijo, va derecha

al Uno y Trino, el trono en su recinto..

 

No se nos pierde, no; se va y se queda.

Coronada de cielos, tierra añora

y baja en descensión de Mediadora,

rampa de amor, dulcísima vereda".

 

4. SI MARIA TRIUNFA DEL PECADO, TAMBIEN DE LA MUERTE

 

El Apocalipsis pinta la imagen prodigiosa de una mujer glorificada que aparece encinta, a punto de dar a luz, "gritando entre los espasmos del parto", y acosada por un "enorme dragón rojo con siete cabezas y diez cuernos y siete diademas en las cabezas, dispuesto a tragarse el niño en cuanto naciera". El águila de Patmos vio en esta revelación a la Iglesia, en su doble dimensión de luminosidad y de oscuridad, de grandeza y de tribulación, coronada de estrellas y gritando de dolor. María, Madre del Hijo de Dios, Cabeza de la Iglesia que va a nacer, es también la primera hija privilegiada de la Iglesia, triunfadora del dragón que quiere devorar a la Madre y al Niño, pero fracasa en su intento porque el niño fue arrebatado al cielo junto al trono de Dios, mientras ella ha escapado al desierto. El misterio del mal en el mundo produce escándalo en algunos hombres. ¿Cómo Dios permite todo si lo puede arreglar todo? No se tiene en cuenta la libertad humana que Dios respeta conscientemente; ni la limitación del mundo creado, con sus leyes inmutables; ni la maldad del maligno, que intenta devorar a los hijos de la mujer mientras vivan en este destierro. Ni que Dios a ese mundo dolorido, probado y exhausto, le tiende la Mano Poderosa, que ayuda y restauradora del bien. El pueblo de Israel fue llevado por Dios al desierto, como la esposa de Oseas, para hablarle al corazón y fortalecerlo en el amor y en el coraje para implantar "el reino de nuestro Dios", "victoria que ya llega". Con María estamos todos en el desierto con la fuerza del Espíritu que nos ayuda a vencer los peligros del erial repleto de emboscadas.

 

5. MARIA FIGURA Y PRIMICIA DE LA IGLESIA

 

Pero si María ha sido subida al cielo, como tipo de la Iglesia, también lo será la Iglesia. Aunque hoy nos sintamos terrenos y pecadores, porque en el desierto "la Iglesia es a la vez santa y pecadora", seremos en el mundo futuro, resucitados y enaltecidos. Mirad cómo la traen entre alegría y algazara al palacio real ante la presencia del rey, prendado de la belleza de la reina, enjoyada de oro a la derecha del rey. Contemplad cómo le dice el rey: "Escucha, hija, inclina el oído a las palabras enamoradas que brotan de mi corazón encendido contemplando tu hermosura" (Sal 44). Y gozad con "el ejército de los ángeles que está lleno de alegría y de fiesta". "¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!" (Lc 1,39). Salta también de gozo Juan en el seno de Isabel. La fiesta de los ángeles del cielo se comunica por anticipado al pueblo de la montaña, donde, con la prisa del amor, llegó María, con un Jesús chiquitín en sus entrañas. El Espíritu Santo invadió aquella casa e hizo cantar a aquellas mujeres dichosas las grandezas y maravillas del Señor. María se sintió inspirada y proclamó el "Magnificat" cantando su alegría porque el Señor ha mirado la humillación de su esclava. Y como supo que la llamarían feliz todas las generaciones de los hombres, lo cantó sin complejos. Y enalteció la misericordia que tiene y que tendrá siempre, de generación en generación, con sus fieles amados. Y afirmó que no se había olvidado de lo prometido a nuestros primeros padres, a Abraham y su descendencia para siempre: porque una mujer aplastaría la cabeza de la serpiente, "el dragón rojo". María, ya glorificada en el cielo, no se olvida de los hermanos de su Hijo, que se debaten en las tentaciones y asechanzas del dragón en el desierto. Porque en el cielo no ha dejado su oficio salvador, sino que continúa alcanzándonos los dones de la eterna salvación (LG 62). "La Madre de Jesús, de la misma manera que ya glorificada en el cielo en cuerpo y alma, es imagen y principio de la Iglesia que llegará a la perfección en la vida futura, así también en esta tierra antecede como una antorcha radiante de esperanza segura y de consuelo para el pueblo de Dios peregrinante" (LG 68).

 

6. CULMINACION DEL EVANGELIO DE LA VIDA

 

En un mundo en que se desprecia la vida, en que se degrada la vida, en que se mata y se tortura la vida, en que se pisotean los derechos de las personas y del niño no nacido que el dragón en las madres, nuevos Herodes, quiere tragarse, tú honor de nuestra raza, eres "vida y esperanza nuestra". Cuando el Papa Pío XII definió el dogma de la Asunción, la Escuela Psicoanalítica de Zurich, dirigida por Jung, declaró que la definición del dogma había sido una respuesta genial al desprecio de la vida y la persona humana. Hija de un designio eterno, María es el epítome de todas las perfecciones. Si Dios tuviese necesidad del tiempo como nosotros, habría tenido que emplear la eternidad para idear una criatura tan perfecta. Ni el pecado proyectó su sombra en aquella alma privilegiada, ni la fealdad sentó su garra en aquel cuerpo transfigurado por celestiales reverberos. Ni se marchitaron sus nardos, ni palideció su luz, ni desapareció la fragante frescura que había dejado en ella la gloria del Verbo, al descender como rocío silencioso a sus entrañas. Admirados y gozosos han celebrado los Santos Padres la belleza de María. "San Juan Damasceno llama a María "la buena gracia de la naturaleza humana y el ornamento de la creación". El Areopagita, si San Pablo no le hubiese enseñado el nombre del Dios único, deslumbrado por el brillo de su rostro, la hubiera tomado por la misma divi­nidad. "Nada puede compararse a su belleza, dice San Epifanio, una belleza en que se mezclan la dulzura y la majestad, que levanta hacia Dios e inspira los nobles pensamientos, que ilu­mina el alma y hace germinar el santo amor". Viendo a Beatriz con los ojos fijos ante su imagen gloriosa, cantaba el Dante: "El amor que la precede, hiela los corazones vulgares y arranca los malos brotes del corazón. Todo el que se detenga a contemplarla, se convertirá en una noble criatura o morirá a sus pies." En medio de los dolores del Calvario, grandes como el mar, pudimos llamarla la más hermosa entre las mujeres; y cuando, terminados los años de su peregrinación terrena, sale de esta tierra que se había iluminado con sus ojos y enjoyecidos con su llanto, los coros celestiales claman llenos de estupor: "¿Quién es ésta que viene del desierto, bañada de encantos, bella como la luna, escogida como el sol, majestuosa como un ejército en orden de batalla?".

 

7. LA MUERTE DE MARIA

 

La muerte no se atrevió a destruir aquella maravilla de la mano de Dios. Ella que se había reído de Nemrod el cazador, de Hércules el invencible, y de Alejandro, debelador de imperios, llegaba ahora tímida y temblando, como una madre que se acerca de puntillas a la cuna de su niño dormido. Ni reacciones dolorosas, ni muecas grotescas, ni violentas sacudidas, ni lágrimas, ni espasmos, ni terrores. Su cuerpo se durmió con la gracia de un clavel desprendido de la clavellina; como un susurro del viento en el hayedo; como un arpegio de arpa al impulso del aire, como una orquídea dorada mecida en el perfume de las albahacas, como una ola de espuma en la playa de un mar de oro. Como el parpadeo de una estrella que se va escondiendo en el cielo; con el balanceo de una espiga dorada y granada mecida por el susurro del viento primaveral. Asi se inclinaría el cuerpo de la Virgen María, así sería su último suspiro, así brillarían sus ojos purísimos en aquella hora. Calma dulcísima de atardecer, nube de incienso que se pierde en el azul, flor que se cierra, sol que se desmaya en la curva del horizonte para arder resplandeciendo en otro hemisferio infinitamente más luminoso y más bello. Eso sería la muerte de María; un sueño dulcísimo, una separación inefable, un éxtasis de amor. "Ella es -exclama San Bernardo- la que pudo decir con verdad: "He sido herida del amor", porque la flecha del amor de Cristo la transverberó de tal modo que en su corazón virginal cada átomo se incendió en un fuego soberano. Fue una muerte de amor, de aquel amor que es más fuerte que la muerte, el que transverberó a Santa Teresa. El que le hacía decir aquellas palabras escritas para ella: "Hijas de Jerusalén, por los ciervos del campo os conjuro, decidme si habéis visto a mi amado, porque me muero de amor." "Vuelve, vuelve ya, amado mío vuelve con la celeridad del cervatillo". San Francisco de Sales decía: "Es imposible imaginar que esta verdadera Madre natural del Hijo de Dios haya muerto de otra muerte; muerte la más noble de todas y debida a la más noble vida que hubo jamás entre las criaturas; muerte que los ángeles mismos desearían gustar, si fuesen capaces de morir." Fue una "dormición", como decían los primeros cristianos, y siguen diciendo los cristianos orientales; una salida, un éxodo, según la expresión de los españoles de la Edad Media. La Iglesia Romana dice Asunción. Dios quiso que María pasase por la muerte, como su Hijo, aunque no la merecía, para ofrecernos el tipo de una muerte santa y el consuelo de su auxilio en nuestra hora suprema. María pasó por la muerte, dice San Agustín, pero no se quedó en ella. Así cantaba el poeta:

 

Meced a la esposa mía

para que se duerma ahora:

"Tota pulchra es María

Tota pulchra et decora."

¡Sueño bienaventurado!

¡Cuan dulcemente reposa!

Por las cabras del collado,

por los ciervos corredores,

no despertéis a la esposa,

que en los brazos del Amado

se está muriendo de amores.

 

Del cielo descendía la invitación apremi­ante : "Ven, amiga mía, paloma mía, inmaculada mía; ya pasó el invierno, cesó la lluvia y el granizo; ven para ser coronada con corona de gracias."

 

Y María enamorada, susurraba:

"Quedéme y olvidéme

el rostro recliné sobre el Amado

cesó todo y quedéme

dejando mi cuidado

entre las azucenas olvidado".

 

8. LA HORA TRIUNFAL

 

Un rumor extraño se alza en el sepulcro de Getsemaní donde reposan los restos sagrados. Zumbidos de alas, súbitos resplandores, embajadas de ángeles, como el de la noche sobre la gruta de Belén. Los lirios esparcen sus más exquisitos perfumes, las brisas traen caricias de jardines, los olivos inclinan suavemente sus ramas. Después, una procesión de luces, un soberano concierto, una voz acariciadora, un sepulcro vacío y una mujer que atraviesa los cielos, vestida de sol, llevando la luna por pedestal y, en torno suyo, cortejo de ángeles y de serafines. Es la Madre de Dios; como decía el poeta medieval, "la llama coronada que se va en pos de su divina primogenitura; la rosa en que el Verbo se hizo carne; la estrella fulgente que triunfa en la altura como triunfó en los abismos". El prodigio epilogaba una vida endiosada. El círculo abierto en el misterio de la Concepción Inmaculada se cerraba con el de la Asunción gloriosa. De todos los siglos cristianos brota la exclamación admirada: "La Virgen María ha sido trasladada al tálamo celeste, donde el Rey de la gloria se sienta sobre un trono de estrellas." Hace más de mil años clamaba ya la litur­gia en el día de la Asunción: "Alégremonos en el Señor al celebrar esta fiesta admirando tanto más la maravillosa traslación de María, cuanto más conveniente nos parece ese fin singular". ¿Qué cosa más natural que pase a otra vida sin dolor la que había dado a luz sin dolor? ¿Y qué más conveniente que ver libre de la corrupción a la que había permanecido sin mancha? La Madre de la Vida, no podía dormir en la muerte. La Madre del camino no podía quedarse en medio del camino. La Madre de la Luz no debía dormir en las tinieblas del sepulcro. Ante esa figura que se aleja de nuestro suelo radiante y gloriosa, la Iglesia llena de admiración, estalla en cánticos de alabanza mezclados con las más bellas imágenes, los ecos del Antiguo Testamento, los encantos de la naturaleza y el fulgor del lirismo:

 

Vi su radiante figura

remontándose a la altura

recostada en el Amado.

Y era como una paloma

que sube del agua pura

cortando el aire callado:

un inenarrable aroma

dejaba su vestidura,

como si todas las flores

que tiene la primavera

condensaran sus olores

en su hermosa cabellera.

Y ella subía, subía,

Subía hasta el Cielo sumo

como varita de humo,

que hacia los aires envía

la mirra más excelente.

mezclada con el incienso;

y el claro sol, a su ascenso,

le rodeaba la frente.

 

9. LA RECEPCION CELESTIAL

 

El amor del Padre a la Madre Inmaculada de su Hijo y el del Hijo a su Madre, Esposa del Espíritu, a la gloria celeste la ensalzan. No se puede comparar el recibimiento que Salomón hizo a su madre Betsabé cuando llegó a su palacio real, que se levantó para recibirla y le hizo una inclinación; luego se sentó en el trono, mandó poner un trono para su madre, y Betsabé se sentó a su derecha" (1 Re 2,19), con el que el Rey del Cielo le ha hecho a su madre glorificada con su abrazo tierno y eterno. "Levántate, amada mía, hermosa mía, ven a mí! Porque ha pasado el invierno, las lluvias han cesado y se han ido, brotan flores en la vega, el arrullo de la tórtola se deja oír en los campos; apuntan los frutos en la higuera, la viña en flor difunde perfume. Levántate, amada mía, hermosa mía, ven a mí" (Cant 2,10). Cuando surge el amor en el alma, el cuerpo exulta y resplandece. Y el amor a María, que creció siempre enamorada y "enferma de amor", "decidle que adolezco, peno y muero", ha llegado a la cumbre donde Dios hace la suprema excelsa maravilla de la criatura nueva que a todos nos precede y nos arrastra, dominando la muerte. El río de amor rebosante convertido en mar, ha entrado en el océano infinito de felicidad y la dulzura. " El día primero de noviembre de 1950, el Papa Pío XII proclamó solemnemente: "Declaramos, definimos, que la Santísima Virgen María, cumplido el curso de su vida mortal, fue asumpta en cuerpo y alma a la gloria del cielo".

 

10. LA LEYENDA AUREA

 

Ver primer texto.

 

11. AUNQUE LA IGLESIA NO LA RECOGE EN SU LITURGIA, PERMITIO QUE SE EXTENDIERA

 

Esta bella leyenda iluminó en otros siglos la vida de los cristianos. La Iglesia romana rehusó recogerla en sus libros litúrgicos, pero la dejó correr libremente para edificación de los fieles. Propagada por la piedad del pueblo, recorrió todos los países, penetró en la literatura, inspiró a los poetas y se hizo popular cuando en el valle de Josafat descubrieron los cruzados aquel sepulcro en que se habían obra­do tantas maravillas, y sobre el cual suspendieron ellos innu­merables lámparas de oro. Pero nadie la recogió con más amor ni la interpretó con tanta belleza como los artistas. La primera representación es anterior a la leyenda escrita. Se encuentra en un sarcófago romano de la basílica de Santa Engracia en Zaragoza. María apa­rece de pie en medio de los Apóstoles. Desde lo alto asoma una mano que aprisiona la suya, recordando aquellas frases del relato apócrifo: "El Señor extendió su mano y la puso sobre la Virgen; Ella la abrazó y la llevó a los ojos y lloró. Los discípulos se le acercaron diciendo: ¡0h Madre de la luz, ruega por este mundo que abandonas! Finalmente, el Señor extendió su mano santa y, tomando aquella alma pura, la llevó al tesoro del Padre."

 

12. LOS TESTIMONIOS DE LA BELLEZA

 

Después se suceden las representaciones en las telas, en los marfiles y en los mosaicos. Tanto el ro­mánico como el gótico convierten el tema, en una verdadera historia en la piedra. Unas veces veremos a los Apóstoles en torno de María mori­bunda; otras, desfila el cortejo precedido por el discípulo ama­do; otras, el grupo apostólico aparece a la puerta del monumento; o se presenta el ángel para arrebatar su presa a la muerte y al sepulcro. Motivos particularmente amados por el Oriente, que, más que la Asunción, celebra la Dormición de María. Los occidentales prefieren representar el momento en que María atraviesa los cielos pisando estrellas y alas de ángeles. Murillo y Rafael y los imagineros del Siglo de Oro la representaron en sus retablos. Nos trasportan al Cielo, poniendo ante nuestros ojos el momento de la coronación, como el cuadro del Louvre en que Fray Angélico nos presenta a María coronada por su Hijo entre coros de vírgenes, de santos y de mártires, vestidos de celestes colores. Pero ya dos siglos antes el tema estaba tratado con grandeza en Notre Dame de París, y al escultor había precedido el maestro románico de Silos. Se ha combinado la Anunciación con la Coronación. Gabriel dobla la rodilla, pronunciando su mensaje con graciosa sonrisa. Dos ángeles salen de las nubes y colocan la corona en las sienes de María. Su diestra hace un gesto de sorpresa ante el anuncio del mensajero divino, pero todo en su actitud revela imperio y majestad. En el Cielo y en la tierra todo se reunía para celebrar el triunfo definitivo de la Madre de Dios: el hombre y el ángel, la flor y la estrella, la inocencia y el pecado, la fe y el amor, la poesía y el arte, en un concierto universal en honor del vuelo sublime. La Madre del amor y de la esperanza se aleja de nosotros; pero no se nos ocurre llorar, sino asociarnos a los júbilos del paraíso. Ni un eco de melancolía en las melodías de la liturgia; a no ser aquel en que, imaginando a María en el momento de trasponer las nubes, se nos ocurre levantar a ella nuestro anhelo, y, asiendo la punta de su manto, repetir las palabras bíblicas: "Oh Reina, llévanos en pos de ti; queremos correr tras el olor de tus perfumes hasta la montaña santa, hasta la casa de Dios". Pero ya llegará el día de nuestro triunfo, porque también para nosotros hay una silla y una corona.

 

13. El MISTERIO DE ELCHE

 

Después del Concilio de Trento y basado en los Evangelios Apócrifos y en la Leyenda Aurea, surge El Misterio de Elche, drama asuncionista del siglo XV, que se celebra en la Basílica de Santa María, por bula papal de Urbano VIII en 1632, y que en la actualidad opta a ser declarado Patrimonio Oral e Intangible por la UNESCO. Se desarrolla en dos actos, en La Vesprá, se representa la muerte de María y La Festa, describe el entierro, la asunción y la coronación de la Virgen. Bajo la cúpula de la Basílica se coloca un cadafal, donde se desarrollan las escenas del drama asuncionista. En la cima de la cúpula, que dista 22 metros desde el cadafal, hay una abertura cubierta por una enorme tela pintada que simula el cielo, donde se esconden los artilugios que hacen aparecer y desaparecer los actores, que crean la magia del Misterio. La Festa La Magrana, una granada gigante desciende y al abrirse desprende una lluvia de oropel, transporta al ángel con la palma para comunicar a la Virgen su próxima muerte y su asunción a los cielos. En la Vesprá el Araceli transporta a cinco ángeles para llevar el alma de María al cielo y pedir a los apóstoles que la entierren en el valle de Josafat, y en la Festa, el ángel con el alma de la Virgen es sustituido por la imagen de la Virgen dormida. En la Coronación, Dios Padre corona a la Virgen en la apoteosis del Misterio. Para manifestar nuestro júbilo por la gloria de nuestra Madre, prenda sagrada de nuestra gloria.

 

Es bien que todos llenemos

nuestras almas de alegría,

por la grandeza en que vemos

a nuestra Madre María;

pues Dios le ha querido dar

tan soberanos honores,

porque ella los ha de usar

para mejor perdonar

a los pobres pecadores.

 

A la gloria celeste la ensalzan. No se puede comparar el recibimiento que Salomón hizo a su madre Betsabé cuando llegó a su palacio real, que se levantó para recibirla y le hizo una inclinación; luego se sentó en el trono, mandó poner un trono para su madre, y Betsabé se sentó a su derecha" (1 Re 2,19), con el que el Rey del Cielo le ha hecho a su madre glorificada con su abrazo tierno y eterno. "Levántate, amada mía, hermosa mía, ven a mí! Porque ha pasado el invierno, las lluvias han cesado y se han ido, brotan flores en la vega, el arrullo de la tórtola se deja oír en los campos; apuntan los frutos en la higuera, la viña en flor difunde perfume. Levántate, amada mía, hermosa mía, ven a mí" (Cant 2,10). Cuando surge el amor en el alma, el cuerpo exulta y resplandece. Y el amor a María, que creció siempre enamorada y "enferma de amor", "decidle que adolezco, peno y muero", ha llegado a la cumbre donde Dios hace la suprema excelsa maravilla de la criatura nueva que a todos nos precede y nos arrastra, dominando la muerte. El río de amor rebosante convertido en mar, ha entrado en el océano infinito de felicidad y la dulzura. " El día primero de noviembre de 1950, el Papa Pío XII proclamó solemnemente: "Declaramos, definimos, que la Santísima Virgen María, cumplido el curso de su vida mortal, fue asumpta en cuerpo y alma a la gloria del cielo". ___________________________________________________________________________________________

María Sagrario de San Luis Gonzaga, Beata Religiosa Mártir, 15 de agosto  

María Sagrario de San Luis Gonzaga, Beata

Religiosa Mártir

Martirologio Romano: En Madrid, también en España, beata María del Sagrario de San Luis Gonzaga (Elvira) Moragas Cantarero, virgen, de la Orden de las Carmelitas Descalzas, y mártir en la mencionada persecución (1936).

 

NEsta joven vino al mundo en Lillo, España, en el año 1881, y murió en san Isidro el 15 de agosto de 1936. El año 1997 Juan Pablo II la llevó al honor de los altares.

Sus padres eran Ricardo Moragas e Isabel Cantarero. Le pusieron por nombre Elvira, pero se lo cambió al entrar en la vida religiosa.

Tardó algún tiempo en entrar en el convento por los consejos de su director espiritual porque tenía que cuidar de su hermano menor.

En 1915, cuando su hermano se hizo mayor, por fin pudo cumplir uno de sus grandes deseos: ser carmelita.

Al terminar su noviciado, hizo ante el Señor los votos de su profesión religiosa el día de Reyes del año 1920.

En 1927 la eligieron abadesa o superiora del monasterio y poco tiempo después, debido a sus cualidades y a su santidad de vida le dieron el cargo difícil de maestra de novicias.

A menudo comentaba entre sus hermanas su anhelo de morir mártir. Dos semanas antes había estallado la cruel e inhumana guerra civil española.

En tiempos de dificultad enorme, la vuelven a elegir superiora el uno de julio del 1936.

Comenzó la persecución religiosa. Los conventos, seminarios e iglesias empezaron a notar la devastación de los enemigos de la fe. Uno de ellos fue su convento. Ella envió a las hermanas a lugares seguros y ella misma se fue a casa de su tía.

La arrestaron en agosto. Soportó inútiles interrogatorios. Y sin ninguna prueba contra ella, la mataron – confesando su fe en Cristo – en la Pradera de san Isidro.

Fue beatificada por Su Santidad Juan Pablo II el 10 de mayo de 1998,

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Fuente: www.agustinos-es.org
Alipio de Tagaste, Santo Obispo, 15 de agosto  

Alipio de Tagaste, Santo

Obisopo

Martirologio Romano: Conmemoración de san Alipio, obispo de Tagaste, en Numidia, que en un tiempo fue discípulo de san Agustín y, posteriormente, compañero suyo de conversión, colega en el ministerio pastoral, camarada en la lucha contra los herejes, para, finalmente, también ser partícipe con él de la gloria del cielo.

Etimología: Alipio = sin pena. Viene de la lengua griega.

 

Las noticias sobre la vida de ALIPIO podemos hallarlas, casi totalmente, en las obras de su gran amigo san Agustín, con quien compartió los errores de la juventud, la conversión y las fatigas del apostolado.

Nació en Tagaste (hoy Souk Ahras, Argelia), de padres que formaban parte de la clase noble local. Pequeño de estatura, pero de ánimo fuerte y de carácter virtuoso, trabó una afectuosa e íntima amistad con Agustín, hasta el punto de que éste lo llama repetidamente "frater cordis mei", hermano de mi corazón. Con él compartió los errores de juventud, la conversión, la vida religiosa y las fatigas del apostolado. San Agustín le describe como persona de índole religiosa, de gran honradez e imparcialidad por su amor a la justicia.

Algún año más joven que su amigo, frecuentó las escuelas de gramática de su tierra y las de retórica en Cartago; lo precedió en Roma, donde fue a estudiar derecho, y, más tarde, lo acompañó a Milán. En Roma fue consejero del "comes" distribuidor de las subvenciones a Italia, y dio muestras, poco frecuentes en estas circunstancias, de integridad y desinterés. Resistió enérgicamente a las pretensiones de un potente senador que intentó inducirlo a cometer irregularidades, mostrándose indiferente, con la admiración general, tanto ante las amenazas como ante las lisonjas: "Alma rara, escribe san Agustín, que no hizo caso de la amistad, ni temió el resentimiento de un hombre tan poderoso, célebre por los innumerables medios de que dispuso para hacer el bien o el mal". La amistad con Agustín sirvió para retraerlo momentáneamente de la pasión por los juegos del circo, pero le arrastró el maniqueísmo.

Con el amigo, Alipio vivió la aventura del retorno a la fe. Casto de constumbres, le fue una gran ayuda en la lucha contra las pasiones y le desaconsejó unirse a una mujer para no renunciar a vivir libremente en el amor de la sabiduría. Estuvo presente en la crisis de la conversión y siguió su ejemplo. Se retiró con él a Casiciaco, donde participaba en las discusiones filosóficas y, junto con él, recibió el bautismo el 25 de abril del 387. Al año siguiente, Alipio volvió a África, y en Tagaste se retiró con los amigos a la vida cenobítica. En el 391 siguió a Agustín en el monasterio de Hipona. Poco después, viajó a oriente e hizo amistad con san Jerónimo. Fue estimado por san Paulino de Nola, quien admiró su santidad y su celo.

Elegido obispo de Tagaste, hacia el año 394, cuando Agustín era todavía sacerdote, a su lado, casi durante cuarenta años, brilla en la iglesia de África como reformador del clero, maestro de vida monástica (santa Melania, la joven, permaneció siete años en Tagaste bajo su dirección) y defensor de la fe contra donatistas y pelagianos.

En el 411 participó en la conferencia de Cartago, siendo uno de los siete obispos católicos que disputaron con los donatistas. Contra los pelagianos se empleó con tal fuerza, que los herejes le unieron a Agustín en el odio y a Jerónimo en el mérito. En el 416 participó en el concilio de Milevi (Numidia) y escribió sobre esta reunión al papa Inocencio.

Por motivo de la causa pelagiana viajó varias veces a Italia, llevando obras agustinianas al pontífice Bonifacio y al "Comes" Valerio. En el 428, desde Roma, le mandó al amigo una réplica de Juliano, e insistió para que le contestara. Son las últimas noticias que tenemos de él. Se supone que estuvo en Hipona durante la muerte de san Agustín y que murió en el mismo año de 430.

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Alfredo, Santo Obispo, 15 de agosto  

Alfredo, Santo

Obispo

Martirologio Romano: En Hildesheim, de Sajonia, en Alemania, san Altfredo, obispo, que construyó la iglesia catedralicia y favoreció la construcción de monasterios (874).

 

También es conocido como Altfrid, nacido en elaño 800, ingresando luego al Reino del Padre el 15 de agosto de 874.

Fue un clérigo relevante del siglo IX y hacia el año 845 fue consagrado como el cuarto obispo de Hildesheim. Fundó la Abadía de Essen, dando origen a la actual ciudad de Essen. Aparte de su obra intelectual fue un consejero cercano del rey de Francia Oriental Luis el Germánico.

Hildseheim es célebre en Alemania por su arte y su catedral románica, cuya construcción la inició San Alfredo. Esta ciudad fue la sede episcopal de Ludovico Pío, hijo del emperador Carlomagno.

Fue el prestigio para esta ciudad durante todo el tiempo que duró su misión apostólica.

Llevó a cabo diversas misiones que le dieron una gran fama siguiendo el espíritu de san Agustín.
Logró la paz entre los diversos reinos carolingios.

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Fuente: EWTN
Estanislao de Kostka, Santo Seminarista, 15 de agosto  

Estanislao de Kostka, Santo

Patrono de los novicios y seminaristas


Su celebración litúrgica se celebra el 13 de agosto


Martirologio Romano: En Roma, san Estanislao de Kostka. Polaco de origen, con el deseo de entrar en la Compañía de Jesús huyó de la casa paterna y se dirigió a pie a Roma, siendo admitido allí en el noviciado por san Francisco de Borja y, consumado en breve tiempo realizando los mas humildes servicios, murió resplandeciente de santidad (1568).

Etimológicamente: Estanislao = Gloria y honor de su grupo

 

De este santo tan joven ha quedado una frase muy popular. Le preguntaron qué hay que hacer para demostrarle a la Virgen que la amamos, y respondió: "Ofrecerle pequeños homenajes, pero no dejar nunca de ofrecérselos".

Era hijo de un rico senador de Polonia, y nació en el castillo de su padre en 1550. A los 14 años entró a estudiar en un colegio de Jesuitas, pero tropezó con tres grandes obstaculos para su felicidad. El primero fue que su padre lo hizo hospedar en una casa de un calvinista protestante, el cual trataba mal a los católicos que eran fervorosos. El segundo fue su hermano mayor Pablo, fiestero y mundano (todo lo contrario a Estanislao que era recogido y piadoso). Y tercero, que el profesor que su padre les consigió para que les dirigiera, le tenía una antipatía especial y lo trataba con gran dureza. Todo esto le fue formando la personalidad y lo fue desprendiendo del mundo donde la gente no sabe hacer felices a los demás.

Como su hermano lo trataba mal, y el calvinista protestante no lo dejaba comulgar y el profesor era muy duro, y su padre se oponía a que se hiciera religioso, Estanislao dispuso huir de su casa e irse lejos, muy lejos, donde puediera realizar sus ideales religiosos. Quiso hacerse Jesuita en su país pero los padres de esa comunidad no se atrevieron a recibirlo por temor a echarse de enemigo a su padre. Entonces emprendió un viaje a pie a 500 kilómetros. Primero a Alemania, donde fue recibido amablemente por el superior regional de los Jesuitas. San Pedro Canisio, y luego hasta Roma, donde el superior general San Francisco de Borja lo recibió con especial cariño.

Al principio los religiosos lo emplearon en oficios humildes y domésticos, como lavar loza, servir en el comedor, etc. (a él que era de familia rica y distinguida), y lo hizo con muy buena voluntad y verdadera alegría.

Luego fue admitido en el noviciado donde resultó ser un verdadero modelo de santidad para todos. Se propuso hacer extraordinariamente bien las cosas ordinarias. Solamente alcanzó a durar nueve meses en aquella vida religiosa, pero fueron suficientes para dejar gran fama de piadoso, amable, servicial, buen trabajador, y excelente estudiante.

Su amor a Jesús Sacramentado era tan ardiente que cuando entraba al templo, su rostro se le volvía resplandeciente o se enrojecía. Y durante la santa misa o después de comulgar, frecuentemente era arrebatado en éxtasis, y quedaba como fuera de sí, sin darse cuenta de lo que sucedía a su alrededor.

Polonia, el país de Estanislao, es una tierra donde hace intenso frío. Y en cambio los calores de Roma son casi insoportables en el mes de agosto. Y esto afectó fuertemente la salud del joven novicio y al principio de agosto empezó a sentirse muy mal. El 10 de agosto charlando con un religioso le dijo: "Estoy pensando cómo será de grande y bonita en el cielo la fiesta de la Asunción de la Virgen María. Desearía ir este año a presenciarla". Y Dios le concedió su buen deseo.

Empezó a agravarse, y aunque los padres de la comunidad creían que la enfermedad le pasaría muy pronto, él estaba seguro de que la hora de su muerte estaba para llegar.

Y así el 15 de agosto de 1568, cuando sólo tenía 18 años, voló a la eternidad. Fue a presenciar la fiesta de la Asunción de la Virgen, en el cielo, como era su deseo.

Poco después llegó el hermano a llevárselo por la fuerza a Polonia, y se encontró con la amarga noticia de que había muerto. El pobre Pablo quedó toda la vida con el remordimiento de haber tratado tan duramente a Estanislao, y llegó a ser después un fervoroso creyente, y asistió a la beatificación de su hermano.

Por su intercesión se obtuvieron numerosos milagros, y el Santo Padre Pablo V lo canonizó el 31 de Diciembre de 1726 declarándolo patrono de los novicios y de los que se preparan al sacerdocio.

ORACION
Querido Benjamín de la Iglesia,
abrasado serafín de la Compañía de Jesús,
cuyo sagrado instituto abrazasteis
por orden de la misma Reina de los Ángeles,
haciendo para ello en traje de peregrino un largo y penoso viaje.
Hermoso Estanislao,
en cuyos dichosos brazos descansó el niño Dios,
trayéndote milagrosamente la salud
y recreándote con su dulcísimo presencia.
Ángel en carne humana,
a quién repetidas veces los
Espíritus angélicos dieron milagrosamente
el Pan de los Ángeles.
Nobilísimo joven,
que niño secular contenías con vuestra modestia
a la juventud disoluta,
y ya novicio de la Compañía
arrastrabais a otros con vuestro noble ejemplo
a la más sublime perfección.
Tu, cuyo pecho abrigaba tanto fuego de amor divino,
que no cesó de abrasaroS hasta consumiros,
haced, amabilísimo santo mío,
que prenda en mi corazón
un centella de la llama celestial,
que consumiendo mi amor propio,
purifique mi espíritu de manera
que logre después de este destierro,
entregar mi alma en los brazos de María Santísima,
y reinar con Vos eternamente en el cielo.
Amén.



Ésta y muchas oraciones las encontrarán en


Ponemos a vuestra disposición un folleto sobre San Estanislao de Kostka, son dos archivos en Word que los puede descargar en los siguientes vínculos:
Parte frontal del folleto
Dorso del folleto

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Fuente: Franciscanos.org
Claudio (Ricardo) Granzotto, Beato Religioso Franciscano, 15 de agosto  

Claudio (Ricardo) Granzotto, Beato

Escultor

Martirologio Romano: En Padua, en Italia, beato Claudio (Ricardo) Granzotto, religioso de la Orden de los Hermanos Menores, que unió el ejercicio de su profesión religiosa con el arte de escultor, y en pocos años consiguió la perfección imitando a Cristo (1947).

 

Religioso profeso de la Orden franciscana, de quien cabe destacar la exquisita bondad y la fina sensibilidad para el arte, en especial la escultura. Dócil a la acción del Espíritu, se convirtió, de joven obrero, en modelo para los religiosos en su entrega total al amor del Señor; para los artistas, en su búsqueda de la belleza de Dios; y para los enfermos, en su adhesión amorosa al Crucificado. Lo beatificó Juan Pablo II el 20 de noviembre de 1994.

Claudio nació el 23 de agosto de 1900 en Santa Lucía di Piave (Treviso, Italia). Su familia era económicamente modesta, pero muy cristiana. La naturaleza le dotó de una voluntad tenaz y de una exquisita bondad, que lo hacía amable a todos. El duro trabajo en el campo y, posteriormente, los oficios de carpintero y de albañil templaron su carácter y le formaron en el sacrificio y la generosidad. A los 15 años sintió repentinamente la pasión por el arte, especialmente por la escultura, la cual se convirtió muy pronto en el mayor sueño de su vida. El 2 de abril de 1918 se vio forzado a partir al frente militar y, tras un período de cuatro años transcurridos en Roma, Forlí, Nápoles, Sant´Arcangelo di Romagna y Albania, a la edad de 22 años, gracias a la ayuda de su párroco Mons. Morando, ingresó, con grandes sacrificios y admirable constancia, en la Academia de Bellas Artes de Venecia, donde, a los 29 años, obtuvo con la máxima nota el diploma de profesor de escultura.

Cuando ante la mirada del joven y apreciado profesor brillaba un espléndido futuro, el Señor lo llamó a la vida franciscana, injertando su ideal artístico en el ideal todavía más sublime de la santidad. El 7 de diciembre de 1933 ingresó en la Orden de los Frailes Menores, en San Francisco del Desierto, en la laguna véneta. Al presentarlo al ministro provincial de los Frailes Menores de Venecia, el arcipreste de Santa Lucía di Piave escribía: "La orden consigue no sólo un artista, sino también un santo".

Comienza su subida al monte santo de Dios, es un recorrido marcado por un inmenso amor a Dios; un total abandono en sus manos; una oración hecha vida y que lleva con frecuencia a fray Claudio a la adoración ante el Sagrario; al amor a todos, especialmente a los pobres y enfermos; una extraordinaria y suave humildad; una obediencia pronta y generosa; y una radiante castidad.

Su práctica heroica de todas las virtudes se alimenta de una piedad eminentemente eucarística y reparadora y de una devoción filial a María Inmaculada. Amó de corazón a la Madre del Señor, hasta el punto de poder afirmar: "¡Soy esclavo de la Virgen!... La Virgen quiere mi salvación, porque desde hace mucho tiempo estoy consagrado a su Corazón inmaculado, cuyo esclavo me considero". Por amor a la Virgen de Nazaret, construyó cuatro Grutas de Lourdes, una de las cuales, la de Chiampo, es de proporciones idénticas a las de la Gruta de Massabielle, en Francia.

Fray Claudio, que había escrito: "Señor, cuando me concedas el don de las espinas tendré la certeza de que has aceptado el sacrificio de mi vida", no rehuyó el don conclusivo con que Cristo quiso mostrarle su predilección. Atacado por un tumor cerebral, el 15 de agosto de 1947, en el hospital civil de Padua se encontró para siempre con Aquel a quien había confesado: "Quiero vivir y morir diciéndote y demostrándote que te amo más que a todos los tesoros del cielo y de la tierra". La Reina de los Ángeles, a quien había venerado y honrado con todo el corazón, lo acogía en la morada celestial el día de la solemnidad de su Asunción, atendiendo así el deseo de su siervo: "El día de la Asunción me voy". Sus restos mortales descansan en Chiampo, al pie de la gruta de Lourdes, convertida, según su promesa, en "lugar de oración y de encuentro con Dios para tanta gente".

Al principio de su vida franciscana, escribió: "Quisiera que mi vida permaneciese escondida como un grano de arena". Pero el proyecto de Dios sobre este humilde fraile menor era muy distinto. La fama de santidad de que gozaba ya en vida, tras su muerte se difundió rápidamente por el Véneto, el resto de Italia y otras muchas partes del mundo. El 16 de diciembre de 1959, el entonces Obispo de Vittorio Véneto, Mons. Albino Luciani, el futuro Papa Juan Pablo I, iniciaba el proceso diocesano sobre la vida y virtudes del artista franciscano. Este camino concluía el 7 de septiembre de 1989, día en que el Santo Padre Juan Pablo II declaraba la heroicidad de las virtudes del siervo de Dios, y el 6 de julio de 1993, aprobaba el milagro atribuido a su intercesión, declarándolo válido a los fines de la presente beatificación.

Con su vida de artista, de franciscano y de fidelidad al Evangelio, transmitió un mensaje de alegría y de esperanza tanto a los hombres de su tiempo como a los de nuestros días. Escultor de materia inerte, que supo convertir en testimonio elocuente de la Belleza divina, fray Claudio Granzotto fue, sobre todo, un espléndido escultor de sí mismo: "Me he entregado por entero a Jesús. Esto me ha costado mucho esfuerzo... Hay que dejarse moldear por él, de lo contrario vivimos la vida en vano".

En Cristo bebió el ardor que convirtió por entero su joven existencia en un fuego de caridad. Con la santidad de su vida heroica, aparece ante la Iglesia, ante los artistas y ante todo hombre de nuestros días como expresión de la humanidad nueva que el Espíritu de Jesús resucitado guía hacia los infinitos horizontes del Amor.

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Fuente: ArchiValencia.org
Carmelo Sastre Sastre, Beato Presbítero y Mártir, 15 de agosto  

Carmelo Sastre Sastre, Beato

Presbítero y Mártir

Martirologio Romano: En Palma de Gandía, en el territorio valenciano, España, beato Carmelo Sastre Sastre, presbítero y mártir, que, en la persecución contra la Iglesia, siguiendo las huellas de Cristo llegó, ayudado por su gracia, al reino eterno (1936).

 

El Beato nació en Pego el 21 de diciembre de 1890 y en la parroquial iglesia de la Asunción recibió ese mismo día el bautismo de manos de D. Jaime Ortí, Coadjutor. Era hijo legítimo de José Sastre Bañuls y de Josefa Sastre Ferrando, quienes formaron una familia cristiana. Ingresó en el Seminario de Valencia, de donde salió ordenado sacerdote en 1919. El primer pueblo que se le encomendó fue Margarida, pasando al poco tiempo a Villalonga, en donde realizó una extraordinaria labor apostólica de captación, especialmente a los niños, que fueron el principal objeto de sus muchos desvelos: después de instruirles en las enseñanzas del Catecismo, emprendió una ardorosa campaña contra el analfabetismo, tan extendido en aquellos tiempos. Su casa pronto se convirtió en una escuela, a la que acudían los niños a aprender a ser buenos ciudadanos y cristianos, y para ellos organizó excursiones con mucha frecuencia, alternando las enseñanzas con la sana diversión, porque, fiel seguidor de las enseñanzas evangélicas, fueron los niños los predilectos en sus tareas apostólicos: los amó, los educó, y, como su mayor elogio, podemos decir que se hizo como uno de ellos. Estableció la Congregación de San Luis Gonzaga, en la que recogió a un buen número de niños y niñas y, además, creó una banda de música. Más de cuatro años estuvo en Villalonga desplegando su tenaz actividad apostólica.

La Sra. Amparo Mascarell Roselló, doméstica del Beato, depone: Era "tan limosnero que muchas veces atravesábamos verdaderos apuros. Una vez vi como a una mujer de Piles, le ayudó con 35 duros. Otra vez dio 30 duros a otro hombre. Yo misma a veces negaba estuviera en casa sin él saberlo, porque venían a pedirle dinero, por su fama de limosnero. Incluso tuvo que vender una casa de sus padres, y un campo de Pego, para salir adelante y poder comer. Otra vez dijeron que habían entrado en su casa unos ladrones y le robaron. Como los vecinos vieran a los asaltantes, llamaron a la Guardia Civil, y cuando ésta llegó, el Beato, para que no los perjudicaran a los asaltantes, dijo que no sabía nada."

Tabernes de Valldigna fue luego el escenario de sus virtudes, población en la que estuvo dos años y allí encontró la capilla a medio construir y tuvo que recurrir a funciones teatrales y a recaudar limosnas hasta terminarla. Posteriormente desempeñó una vicaría en Oliva, en la Parroquia de Santa María, durante cuatro años. Por último, fue nombrado Párroco de Piles, en donde sus actividades apostólicas se vieron llenas de dificultades por el ambiente hostil que imperaba hacia todo lo que significara Religión. Muy pronto se dio a conocer por sus virtudes sacerdotales. Organizó grupos de formación y oración. Promovió los retiros espirituales y se entregó de lleno a la catequesis.

Tuvo un trato muy abierto y buscaba a la gente incluso en el café del pueblo. Era campechano con todos y hacía muchas obras de caridad con los más pobres y necesitados. Una feligresa declara: "De su peculio particular construyó un Vía Crucis y adquirió una máquina de cine que en aquel entonces era de los primeros. Al decirle, por qué tenía que gastar sus ahorros contestó: 'Mis hijos y herederos son la Iglesia, el Señor y las almas'. Todo cuanto gaste en ello es poco para la solemnidad que merece. Quedó tan sin un céntimo, que una tía mía y otras señoras habían de procurarle la comida. Visitaba a todos los enfermos. Tan limosnero que no hay hoy en el pueblo nadie, por enemigo o indiferente que sea, que no le recuerde con gratitud y como un santo. Hasta con los más enemigos se los quería atraer para evitar blasfemaran, o tomasen el Santo Nombre de Dios en vano. Vivió siempre para sí muy pobre, hasta dar sus propias prendas que vestía a los que llamaban a su puerta."

Al poco de llegar a Piles organizó una procesión para llevar la Unción de los enfermos, incluso a los que vivían alejados del pueblo, algunos de ellos muy distantes en medio del campo. De su predicación traslucía un encendido amor a la Eucaristía y a María Santísima. Un amigo del Beato, declara: "Era [don Carmelo], en cuanto yo lo podía apreciar, muy buen sacerdote, y un excelente cura. Yo tenía entonces trece años y recuerdo el gran atractivo que tenía su persona sacerdotal, para todos y especialmente para los niños. Su gran afán era siempre atraer a sus feligreses a la práctica del bien y al cumplimiento de sus deberes cristianos. Para los niños eran sus mejores afanes. La Casa Abadía era nuestra casa, nos enseñaba religión, música y cuanto pudiera instruirnos y formarnos." Los enemigos de la fe y la religión lo arrestaron y asesinaron por ser sacerdote.

LA PERSECUCIÓN RELIGIOSA EN PILES
A partir de las elecciones de febrero de 1936 comenzó a vivirse en Piles una situación violenta contra la Iglesia, ya que los virulentos arrojaron una botella de gasolina contra el templo. Las autoridades se incautaron del campanario y prohibieron los oficios religiosos de la Semana Santa. La reacción de algunos católicos fue muy valiente pero el pueblo católico en general no reaccionó por miedo a las violencias de los exaltados locales y otros procedentes de Oliva. Al estallar la revolución, quienes ejercían la autoridad, mandaron cerrar inmediatamente el templo parroquial que fue totalmente saqueado y mutilado en su fábrica, quedando solamente las cuatro paredes y éstas con muchos deterioros; lo mismo le pasó a la ermita enclava en la playa. Todo quedó incautado, y la parroquia destinada a mostrador, cocina, sala de teatro y de bailes. La ermita se convirtió en almacén de pescadores del comité revolucionario. Todas las imágenes, retablos, ornamentos y enseres de culto fueron robados y quemados.

La casa parroquial fue parcialmente destruida. El párroco, don Carmelo Sastre, y dos sacerdotes hijos del pueblo fueron perseguidos, encarcelados y martirizados. Lo mismo les ocurrió a siete seglares, asesinados por sus ideas religiosas ya que eran colaboradores del párroco. El culto católico fue totalmente suprimido durante todo el período revolucionario por prohibición expresa de los milicianos, pero en una caseta cercana a la playa un religioso que estaba escondido pudo celebrar algunos actos religiosos y administrar sacramentos en la clandestinidad. Los milicianos cometieron profanaciones, pues sacaron el copón del Sagrario y esparcieron las Sagradas Formas por las calles del pueblo, siendo recogidas por algunos niños que las sumieron. Se cometieron imitaciones sacrílegas escenificando una especie de entierro por las calles del pueblo, en plan de mofa y burla de la religión, revistiéndose con ornamentos sagrados.

Los testigos afirman que el Beato Carmelo Sastre Sastre era de carácter sencillo, agradable, servicial, bondadoso y paciente. Estaba dotado de un gran atractivo como persona y como sacerdote, digno, delicado, atento, amable, cordial. Era humilde, prudente, desapegado de los bienes terrenos, muy limosnero, constante, virtuoso en extremo, ejemplar, exacto en el cumplimiento de sus deberes parroquiales hasta la abnegación y el sacrificio. Amante de todos y de los pobres con los que era espléndido. Los testigos interrogados acerca de las virtudes practicadas por la Beato describen una personalidad moral rica, en la cual brillan las virtudes teologales, cardinales y anexas. Lo describen como un sacerdote, coherente, dedicado activamente al apostolado, al mismo tiempo que cumplía ejemplarmente y con exactitud sus deberes sacerdotales.

El perseguidor sin lugar a dudas provocó la muerte natural, cumpliendo uno de los requisitos, según la doctrina de Benedicto XIV, por los cuales se concreta el verdadero martirio. En el proceso, no obstante las dificultades para encontrar testimonios sobre el hecho del martirio del Beato, perpetrado de manera clandestina, se consiguieron suficientes testigos. a) Del hecho y las circunstancias de la detención depusieron de visu, dos testigos. b) De la período de encarcelamiento, depusieron de visu, la Sra. Amparo Mascarell Roselló y un compañero de prisión del Beato. c) De la llegada al lugar de la ejecución y del fusilamiento depuso de auditu el Sr. Vicente Císcar Torregrosa, quien lo supo de un vendedor de fruta el cual encontró agonizante el Beato, y de auditu la Sra. Julia Climent Borrás, porque se lo contó la sirvienta del Beato quien fue a recoger el cuerpo después de la ejecución y los mismos milicianos le confiaron detalles de la agonía del Beato. d) Reconocieron el cadáver la Sra. Julia Climent Borrás. e) Del ambiente hostil a la Iglesia depusieron, de visu, todos los testigos.

HORAS AMARGAS
El Beato era consciente, en los días previos a la revolución, de la situación que estaba por afrontar: persecución religiosa y probable martirio. Así lo manifiesta la doméstica del Beato: "En los meses anteriores a la Revolución él veía con claridad los acontecimientos. Sabía que mucha sangre se derramaría en España. Pero se mostraba sereno y optimista. Como al 14 de julio viniéramos a Villalonga, un socialista desde el Casino al verle pasar, se adelantó a él y le dijo: 'D. Carmelo venga aquí a Villalonga, yo respondo que aquí, no le pasará nada, Ud. es el amo de Villalonga'. Pero el Beato, cuando llegó el 15 de julio, víspera de la Virgen del Carmen, y no pudiendo resistir que en tal fecha su parroquia de Piles no tuviera Misa y dejaran de ganar la indulgencia del Jubileo, se volvió a Piles." Una feligresa del Beato, hasta 1935, cuando se fue a vivir a Austria, depone: "En los años que precedieron a la Revolución, nos reunía en su casa y nos leía del martirologio vidas de Santos, y luego nos hacia un comentario aleccionándonos a que los imitáramos. Cierto día recuerdo que dijo: 'Nosotros no tendremos esa dicha del martirio, porque es una gracia muy grande llegar a ser mártir por Cristo'." Otra feligresa del Beato, afirma: "Hasta que estalló el Movimiento ejerció el culto y se le vio animoso, muy animoso, pues contagiaba a todos de optimismo. Recuerdo que dos días antes del Alzamiento por ser su santo, como tuviese las puertas de casa de par en par abiertas, yo le dije: 'Cierre las puertas D. Carmelo, pues ¿no ve cómo está el ambiente?'."

El Sr. Eugenio Císcar Tur, feligrés del Beato, declara: "En el período pre revolucionario continuó al frente de la parroquia, afrontando una situación que iba haciéndose difícil. No se ocultaba la gravedad de la situación, y preveía los tristes sucesos que después vinieron. Solía decir que venían cosas muy malas. Más bien era pesimista. Pero se le veía animoso, decidido y hasta valiente. Los enemigos de Dios pusieron serias dificultades al cumplimiento de sus deberes ministeriales, llegando un día a arrojar en el campanario una botella incendiaria. El cura no se amedrentó y se le veía dispuesto a hacer frente a lo que se presentara." Una feligresa del Beato, confirma la deposición anterior y agrega: "Se afligió mucho cuando el día de Jueves Santo, se le impidió celebrar los Oficios Divinos." Y uno de sus feligreses del Beato, anota: "En los meses anteriores al movimiento mostraba su ánimo sereno y pacífico, y siempre decía igual: 'Paciencia. ¿qué hemos de hacer? Paciencia'." Y el Sr. Felipe Tur Salom, feligrés del Beato, afirma: "Lo traté en los meses anteriores al Movimiento. Recuerdo que el Beato veía con tanta claridad los acontecimientos que se avecinaban, que más de una vez me decía: 'Pasma el pensar los ríos de sangre que han de correr sobre el suelo de nuestra amada Patria'. Pero siempre nos traía optimismo."

La revolución en Piles inició con el cierre de la iglesia, la quema de objetos religiosos y la persecución de los católicos. Al estallar la revolución de 1936, el Beato, mantuvo el ánimo sereno y se confió en las manos de la Divina Providencia, viviendo su condición sacerdotal. La criada del Beato, afirma: "Iniciada la guerra, cerraron la iglesia, a los pocos días. Él se recluyó en la Abadía, pero a los cuatro o cinco días, salimos de la Abadía, para otra casa, con deseos de volver a Villalonga pues nos echaban de casa; le dijeron del Comité que no se fueran del pueblo, porque allí no le pasaría nada. Durante aquellos días de prueba, en que se lo quitaron todo, y le quemaron la biblioteca, el Beato, siempre decía: 'Paciencia, venga lo que Dios quiera'." Y agrega: "Lo mataron por ser sacerdote, pues además de no mezclarse jamás en política, como cierto día le viera yo, ya iniciada la guerra, que habían encerrado a dos de Piles por ser fascistas, el Beato sonriendo un poco me contestó: 'Pues a mi si me detienen y matan, no será por ser fascista, sino por ser sacerdote'."

La Sra. Bárbara Tomás Torres, feligresa del Beato, agrega: "Los días anteriores a su detención los pasó en casa de unas vecinas, que lo hospedaron al despedirle de la Casa Abadía. Como el pobre no tenía un céntimo yo misma recuerdo le dije: 'D. Carmelo aquí tiene este dinero - muy poco - para que pueda comer'." Un feligrés del Beato, afirma: "Cierta tarde, a escondidas, le visité y le advertí de las dificultades y peligros que se avecinaban. Le encontré tan animoso como siempre. Recuerdo que me decía estas palabras: 'No tengas miedo, ánimo y adelante; si a nosotros nos matan, otros harán triunfar la Causa de Dios. Confiemos en Él, que nos ayudará en todo momento... no pasa nada. Ya verás cómo todo se arregla. Pero no confiemos más que en Dios, por Él lo hemos de sufrir todo'. Y salí más confortado de la conversación." Y agrega: "Yo mismo en conversaciones con el Beato le decía: 'Mire, D. Carmelo, que esto no me gusta nada. Márchese, escóndase'. Y me contestó: 'No tengas miedo. Yo he de estar donde está mi obligación. No me voy'. Por eso juzgo que nunca pensó en ocultar su condición de sacerdote por salvarse."

En el mismo modo, una feligresa del Beato, anota: "Despedido de la Casa Abadía, se refugió en una casa vecina a la mía. Yo oía como rezaban el rosario. Yo le visité algunas veces y le vi animado y confiado en que todo se resolvería bien." Y agrega: "Conociendo bien a D. Carmelo yo puedo asegurar, que D. Carmelo no pensó jamás en ocultar su condición de sacerdote. Mucho menos que intentara renegar o apostatar, ni hacer ninguna indignidad por salvarse. Y digo esto porque yo misma le propuse que por la puerta trasera de mi casa, que había quedado sin sellar, se marchase a Villalonga o a otro lugar en que no lo conocieran, o donde pudiera esconderse más y me contestó: ' No; estoy bien aquí. Ocurra lo que Dios quiera, y en Dios solo he de confiar'. Esto se lo oí yo misma."

El Sr. Felipe Tur Salom, feligrés del Beato, anota: "Un día recibió un anónimo en que se le conminaba a que vaciara casa [Abadía] en 24 horas y que se quitara la sotana. Entonces él, para salvar el archivo y objetos de culto, los trasladó a mi casa vecina y otra del lado. El Ayuntamiento le advirtió que saliera de la Abadía, asegurando que no le ocurriría nada. Se trasladó a otra casa hasta que fueron por él para detenerlo. El no tomó medidas de seguridad personal para defenderse. Hasta una escopeta que tenía el Sr. Cura, la echó en un pozo."

El Sr. Felipe Todolí Climent, feligrés y acólito del Beato, declara: "Iniciado el movimiento, le traté mucho en esos días. Como acólito visitaba mucho su casa. Le veía casi siempre con el libro de rezo. Se mostraba muy alegre y bondadoso con los niños acólitos." Y agrega: "De tal manera preveía su muerte, que dijo a los que le habían acogido: 'Mi cuerpo pide tierra'." Y continúa: "El quería irse a su pueblo por aquellos días, pero los del Comité le dijeron que no le pasaría nada. Se quedó pues sereno, pero presintiendo su fin como dije antes."

DETENCIÓN
La empleada doméstica del Beato, afirma: "Estando en la casa de la familia que nos habían acogido, una noche, de doce a una, nos vinieron una caterva de milicianos llamando a la puerta. Abrimos la puerta y se coló el jefe, pero cerré inmediatamente y el jefe dentro la casa preguntó dónde estaba D. Carmelo. Lo llamé y bajó él. Le hizo una serie de preguntas y serenamente contestó D. Carmelo, diciendo que su actuación la sabían todos cuál había sido. La de un sacerdote preocupado de los intereses de Dios y de las almas. Salió el miliciano, yo cerré la puerta y pude oír cómo decían los demás: '¿Pero cómo sales sin el cura?' A lo que el jefe, haciendo un gesto de que callaran, se fueron tras de él. Entonces el Beato exclamó: 'Le he pedido a la Virgen que no fuera esta noche la de mi martirio, sino otro día, pues temía por vosotras, por si también les pasará algo'. El solía decir que la muerte no le importaba diez años antes o después." Y agrega: "El día 13 de agosto de 1936, sobre las cuatro de la tarde, nos lo vimos bajar de su habitación donde estaba tomando la siesta y todo impresionado nos dijo: '¿qué pasa?', le dijimos que no ocurría nada y como él insistiera que no había sido sueño, sino que ocurría algo grave, para serenarlo nos pusimos a rezar el rosario con él. Sobre el cuarto misterio, vinieron dos milicianos preguntando por él. Dijeron que les siguiera al Comité. Él sin ofrecer resistencia se ofreció y lo encerraron en el Ayuntamiento." Continúa: "Como yo le llevara la comida varias veces, y me viera llorar, me decía: 'Tonta, pero por qué lloras, morir como mártir es lo más glorioso y la gracia mejor'."

El Sr. Felipe Tur Salom, feligrés y compañero de prisión del Beato, depone: "Como yo estuviera detenido con él, lo veía sereno." Continúa: "Estoy convencido de que sí sabía su próxima muerte, puesto que como yo le dijera... si no tenía miedo de que nos mataran, pues le veía tan sereno, él lejos de negar el peligro, exclamó: '¿Tú has hecho mal a nadie?' - Yo no, le dije - 'Pues entonces, no temas, pues qué gloria más grande morir por la gloria de Dios'. Recuerdo me dijo el Beato, estas palabras." Y agrega: "Yo estuve con él hasta el mismo día 15 de agosto que lo mataron, pues estábamos detenidos juntos. Rezamos por la tarde el Rosario. Y como luego nos trajeran la cena los familiares, al ponernos a cenar, yo recuerdo que no podía tragar por el temor de que me mataran. Y al ver yo como D. Carmelo comía tan sereno, le dije: '¿Y Ud. no tiene miedo?', me contestó: 'No haciendo nada malo, qué gloria más grande si nos matan que por la Religión y la gloria de Dios'."

Una feligresa del Beato, depone: "Yo vi cómo sé lo llevaban detenido. Iba mansamente siguiendo a los milicianos. Estaba rezando cuando iban a por él." Y otro feligrés, afirma: "Fueron unos milicianos a detenerle. Estaba tan dispuesto a no ofrecer resistencia, que al atarle las muñecas les dijo: 'No apretéis tanto, que no me escaparé'."

EJECUCIÓN
La muerte del Beato está probada mediante el certificado de defunción y la documentación sobre el martirio del mismo, que se encuentra en la Sección Causa General del Archivo Histórico Nacional de Madrid.

Un feligrés del Beato, declara: "Un vendedor de uva que vino al pueblo nos contó que en Palmera, había visto muerto en la carretera a un sacerdote con rasgos y fisionomía que todos dedujimos había sido muerto nuestro cura D. Carmelo." Y agrega: "Dicen que tardó mucho en morir, y que mantuvo su fervor hasta el último momento. Esto nos lo dijo el vendedor de uva que lo vio y comentaba diciendo: 'Vaya hombre fuerte y fervoroso, después de martirizarlo tanto con qué fervor aguantaba'."

Uno de los compañeros de prisión del Beato, afirma: "Sé que su martirio fue largo y sufrió mucho antes de morir, pero esto lo sé por referencias." Y el que fuera acólito del Beato, depone: "Sé que uno de los milicianos que lo mató, dos días antes pasó por casa y nos dijo: 'Acabo de ver al Sr. cura, y le he dicho, que esté tranquilo, que no le pasará nada'. Luego al cabo de dos días, este mismo miliciano... lo mató. Su muerte, según dicen, fue muy lenta, de verdadero martirio... Dicen, que en la agonía se aclamaba mucho a la Santísima Virgen."

La Sra. Julia Climent Borrás, feligresa del Beato, declara: "Sé por referencias, que en la madrugada del 16 de agosto se lo llevaron del Ayuntamiento, y como un miliciano le atara fuertemente de las muñecas, el Beato, le dijo: .".., ¿qué mal te he hecho yo, para que así me ates las manos?.".. Y cuando fueron sus sirvientas a por el cadáver del Beato... les informaron que lo dejaron mal herido creyéndolo muerto, y en su larga agonía no cesaba de repetir: 'Ay Mare de Deu', hasta que lo remataron luego otra vez...." Confirmado por la deposición de la Sra. Bárbara Tomás Torres, feligresa del Beato.

La Sra. Amparo Mascarell Roselló, doméstica del Beato, afirma: "Lo mataron en Palma [de Gandía] y allí lo enterraron de momento hasta que terminó la guerra. Luego de acabada ésta lo trasladaron a Piles, donde está actualmente enterrado." En el mismo modo testifica una feligresa del Beato, anota: .".. Terminada la guerra, lo exhumaron y fue trasladado al cementerio de Piles. Yo misma estuve presente. Estaba natural y se le podían apreciar en la cabeza los orificios de las balas. Actualmente está enterrado en el panteón del cementerio." Confirmado por la deposición de varios feligreses: el Sr. Felipe Todolí Climent, acólito del Beato, del Sr. Felipe Tur Salom y de la Sra. Victoria Císcar Torregrosa.. Lo corroboran, además, los siguientes documentos: partida civil de defunción y certificado de enterramiento.

El Papa Juan Pablo II el 11 de marzo de 2001, en la plaza de San Pedro, beatificó a un grupo de
233 víctimas de la sangrienta Guerra Civil española, uno de ellos es nuestro beato Carmelo.

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Fuente: AgustinosRecoletos.com
Vicente Soler, Beato Presbítero y Mártir, 15 de agosto  

Vicente Soler, Beato

Presbítero y Mártir

Martirologio Romano: En Motril, junto a Granada, de Andalucía, en España, beato Vicente Soler, presbítero de la Orden de los Agustinos Recoletos y mártir, que, en la persecución contra la Iglesia, fue condenado a muerte junto con otros cautivos, a los que él había preparado piadosamente para la muerte y, fusilado ante los muros del cementerio, alcanzó la gloria del triunfo en Cristo (1936).

 

EL MARTIRIO
Del 25 de julio al 15 de agosto de 1936 siete agustinos recoletos, encabezados por su prior, y un sacerdote diocesano, entregaron su vida por Cristo en las calles de Motril. Desde la proclamación de la República, el 14 de abril de 1931, habían vivido en perpetua zozobra. El 13 de mayo, tras menos de un mes de vida republicana, las monjas recoletas tuvieron que abandonar su convento y no pudieron volver a él hasta el 21 de agosto. Con el triunfo del frente popular, el 16 de febrero de 1936, la inquietud fue en aumento hasta convertirse en congoja.

El 1 de mayo el pueblo impide el culto en su iglesia y por la tarde una turba de 7.000 personas se agolpa a las puertas del convento en son de amenaza. El 3 se vuelve a repetir la manifestación, "insultando y cacheando, pistola en mano", a los fieles que salían de la misa dominical. El 16 de julio fueron clausuradas las iglesias de la ciudad y el 19, domingo, quedaron prohibidas todas las misas. Al padre Julián Moreno le arrojaron de las recoletas, a donde había ido a celebrarla. Al día siguiente registraron minuciosamente los dos conventos recoletos.

La comunidad vivió estos acontecimientos con la natural inquietud. El 21 el padre Soler se sintió obligado a advertir a las monjas del peligro y a animarlas con la esperanza del premio futuro: "algunos caeremos y seremos mártires, pero después del Viernes Santo viene la Resurrección". Los padres Moreno y Vicente Pinilla se refugiaron en casa de un policía; y el hermano Jorge Hernández, en el hospital. Pero el 24 los dos primeros regresaron al convento y, a pesar de los avisos de gente amiga y del peligro cada día más inminente, la comunidad optó por permanecer en la ciudad. También don Manuel pudo acogerse a un refugio seguro, pero consideró la propuesta como una tentación y el 22 de julio juró no abandonar nunca su parroquia. Al día siguiente hizo lo propio la comunidad agustino-recoleta en pleno. La conciencia no les reprochaba culpa alguna y creyeron que su presencia en Motril podría ser útil para la ciudad.

Muy pronto los temores de la comunidad se hicieron realidad. A primeras horas de la mañana del 25 de julio cinco de sus ocho miembros, es decir los padres Deogracias Palacios, León Inchausti, José Rada y Julián Benigno Moreno, más el hermano José Ricardo Diez, fueron sacados violentamente del convento y acribillados a balazos en la vía pública. En ella permanecieron dos horas expuestos a la curiosidad de los transeúntes, sin que nadie se atreviera a cubrirlos ni a retirarlos, hasta que llegaron los camilleros de la Cruz Roja.

Al día siguiente, de 10 a 11 de la mañana, "entre burlas, mofas y escarnios" ametrallaron al padre Vicente Pinilla en el atrio de la iglesia de la Divina Pastora, en la que se había refugiado la noche anterior en compañía de su párroco, Manuel Martín Sierra, a quien mataron unos metros más adelante.

El padre Vicente Soler pudo eludir la vigilancia de los milicianos y refugiarse en casa de las señoritas Caridad y Felisa García. En ella permaneció escondido hasta el día 29, en que, delatado por un joven desplazado a quien él había socorrido repetidas veces, fue descubierto y encarcelado. En la cárcel halló modo de dirigir la oración de los presos, de infundirles ánimo con relatos de su vida misionera y de confesarlos. Confesó hasta al socialista Juan Antúnez, a quien rencillas partidistas tenían recluido en la cárcel. Murió fusilado junto con otros 18 presos en la madrugada del 15 de agosto. Cual otro padre Kolbe, y nueve años antes que él, se ofreció a substituir en el paredón a un preso, padre de ocho hijos, Manuel Pérez Reina. Su ofrecimiento fue desechado porque el miliciano de turno se percató de que su nombre ya estaba en la lista de los condenados.

Su caridad no terminó con este gesto heroico. A medida que los milicianos iban sacando de la fila a los prisioneros para asestarles el tiro de gracia en las tapias del cementerio, Soler les iba bendiciendo y absolviendo. Como él hacía el número 10 de la lista, pudo absolver a los nueve que le precedieron y también al siguiente, un joven de Acción Católica llamado Francisco Burgos. Este joven recibió tres tiros, pero logró sobrevivir. A él debemos estos detalles sobre la prisión y muerte del padre Soler.

POR LOS SENDEROS DE LA VIDA
Los siete religiosos eran hombres sencillos, alejados del debate político, consagrados a su ministerio sacerdotal y sin otras aspiraciones que su propia perfección y la salvación de las almas. Todos procedían de tierras y familias de abolengo cristiano. Soler, Rada y Pinilla eran aragoneses de Malón, Tarazona y Calatayud, respectivamente; Inchausti procedía de un caserío de Ajánguiz, en Vizcaya; Moreno, de Alfaro, en La Rioja, hijo de una hermana de san Ezequiel Moreno; Deogracias, de Baños de Valdearados, en el sur de Burgos; y José Ricardo, de Camposalinas, una aldea de León. Todos habían profesado la regla de san Agustín y todos habían crecido bajo la mirada maternal de la Virgen en conventos agustinos recoletos de la ribera navarra y de la vega granadina.

Los cinco primeros estrenaron su sacerdocio en Filipinas, donde trabajaron varios años en islas periféricas y experimentaron los rigores de la persecución. En 1898 tres cayeron en manos de los patriotas filipinos y durante unos meses conocieron las penalidades de la prisión. Luego regaron con sus sudores los dilatados campos del Brasil y, cuando sus fuerzas comenzaban a decaer, fijaron su residencia en Motril. Los testigos del proceso alaban su dedicación a sus deberes sacerdotales, reconocen su preocupación por el bienestar temporal de los motrileños y confiesan que ninguno de ellos tenía enemigos personales.

La vocación agustiniana y el martirio entrelazaron sus vidas, pero, como la gracia no destruye la naturaleza, cada uno encarriló la suya de modo muy personal. Inchausti y Pinilla llevaron una vida rectilínea, de sacerdotes y misioneros enamorados de su ministerio. Pinilla se distinguió por su sencillez, su jovialidad, su asiduidad en el confesonario, su devoción a la Virgen de la Consolación y su amor a los niños. "A su lado", escribía en octubre de 1916 un semanario de São Paulo, "es imposible estar triste, porque tiene por norma aquello de santa Teresa: "tristeza y melancolía no las quiero en casa mía". Es el padre de los niños, y cuando contemplamos el atractivo irresistible que siente la chiquillada hacia el amable padre Vicente, acude naturalmente a nuestra mente aquello de que la inocencia sabe conocer dónde se encuentra esta perla". Con cierta frecuencia le bailaba en el corazón la idea del martirio y entonces no lograba reprimir sus ansias de fecundar con la sangre sus trabajos apostólicos.

Rada y Moreno toparon con mayores obstáculos y atravesaron momentos difíciles. Moreno era un hombre culto, de fácil palabra y de sentimientos delicados. Amigo de la pluma, publicó centenares de artículos en periódicos, boletines y revistas religiosas de España y Venezuela. Sus escritos son de tema y corte muy heterogéneos. Alterna la prosa con el verso, y el artículo doctrinal con el cuento y la crónica de actualidad. En 1918 dedicó al cine una serie de 13 artículos y otra de nueve al rosario. Esta última serie la tituló, no sin cierta carga provocativa, "¿Por qué no rezo el rosario?".

En Venezuela su temperamento versátil, su elocuencia y su afición a la pluma encontraron clima propicio. El cariño del pueblo, el aprecio de la jerarquía, la estima de las autoridades y cierta relación con el reducido círculo literario de la nación convirtieron sus años venezolanos (1902-04 y 1907-20) en el periodo más fecundo y feliz de su vida. Ejerció el ministerio sacerdotal en las ciudades de La Victoria, Valencia, Coro, Maracaibo y Caracas. En todas desarrolló una intensa labor pastoral, con especial atención a la predicación, a la catequesis y a la enseñanza. En La Victoria contó con el apoyo del presidente de la República, Cipriano Castro, que admiraba sus dotes literarias.

Rada fue un párroco sensible a las necesidades espirituales y materiales de sus feligreses. En Filipinas mereció el aplauso del obispo diocesano por su celo en la preparación de las confirmaciones y en la construcción del templo y casa parroquial. El gobierno le otorgó la medalla del Mérito Civil por su interés en promover los recursos del pueblo.

Los mismos rasgos reviste su actuación en Brasil, sobre todo durante los seis años que trabajó en Fazenda do Centro (Espíritu Santo), un ministerio que combinaba la cura pastoral con la atención a las necesidades materiales de los emigrantes italianos. Entre 1909 y 1910 los religiosos adquirieron una gran hacienda abandonada a raíz de la liberación de los esclavos (1888) y formaron 118 lotes que luego distribuyeron entre otras tantas familias. Su celo volvió a llamar la atención del obispo que requirió su presencia en las visitas pastorales e incluso le llamaba a la sede episcopal (Vitoria) para confesar al clero o para que, en su ausencia y "no teniendo otro en quien depositar su confianza", sirviera la parroquia de San Gonzalo y las capellanías del hospital y del convento del Carmen. Las crónicas hacen notar su afición a las labores hortícolas.

Soler fue un religioso ejemplar, dotado de sentido social y amante de los pobres. Durante seis años dirigió la provincia de Andalucía y en 1926 fue elegido general de la orden. Este último oficio lo aceptó a disgusto, le pesó desde el primer momento y terminó por renunciarlo. En Motril infundió nueva vida a los Talleres de Santa Rita, fundó el Círculo Católico de Obreros (1914) y abrió una escuela nocturna. Su vida y su apostolado rezuman unción sacerdotal y amor a la Virgen, a san José y al Sagrado Corazón. Pasaba largas horas en el confesonario, difundió la esclavitud mariana y promovió las vocaciones religiosas y sacerdotales. Sin ser un escritor profesional, no dejó nunca de empuñar la pluma. Sus escritos son de índole histórica, devocional o religiosa.

Deogracias y José Ricardo, los jóvenes del grupo, no conocieron el horizonte filipino. Deogracias trabajó en parroquias de Brasil y Argentina hasta que, siendo todavía muy joven, fue llamado a tareas administrativas. En Argentina fue algún tiempo (1932-33) director espiritual del seminario diocesano de Santa Fe. En 1936 era superior de la comunidad de Motril, a la que mantuvo unida y serena en el momento de la prueba. De acuerdo con sus miembros, optó por permanecer en Motril a pesar de ser bien consciente de los peligros que corría. José Ricardo fue protagonista de una experiencia conmovedora. Hijo de madre soltera y deficiente mental, hubo de afrontar prejuicios sociales y un drama interior, que expresó en una copla que tarareaba con cierta frecuencia: "Yo no puedo llamar madre/ en la tierra a una mujer; /no ha querido ser mi padre/ el hombre que me dio el ser". De todo salió airoso y el 30 de enero de 1934 se consagró a Dios con los votos religiosos, con la esperanza de llegar un día al sacerdocio.

Ambos podrían haber evitado la muerte, pero ninguno de los dos prestó oído a propuestas que quizá les habrían liberado de ella, pero a costa de ser infieles a su vocación.

Don Manuel, segundo de once hermanos, de los que tres optaron por la vida religiosa, ingresó en el clero diocesano de Granada tras haber cursado el bachillerato con los escolapios de la ciudad. En 1929 bajó a Motril, donde se encargó de la parroquia de la Divina Pastora y en ella seguía al estallar la guerra civil. Fue un sacerdote ejemplar, pendiente siempre de sus feligreses. Vivía pobremente para poder socorrer con más largueza a los desvalidos. Fueron notorias su laboriosidad y celo apostólico, así como su devoción a la Virgen y a la Eucaristía. Salvador Huertas, cura mayor de Motril durante decenios, tejió un hermoso elogio sobre sus virtudes en el proceso diocesano. Subrayó "su humildad profundísima, que manifestaba en todo momento; su caridad inagotable para con los pobres, llegando a desprenderse aun de las cosas más necesarias en el alimento, en el vestido y en las atenciones más perentorias por socorrer a las necesidades de sus feligreses; su laboriosidad incansable y su celo infatigable en trabajar por la gloria de Dios y la salvación de las almas y su diligencia en el exacto cumplimiento de sus deberes sacerdotales y parroquiales".

EL MENSAJE
Estos mártires nos dejan en herencia la sencillez de una vida consagrada al servicio de los demás sin alharacas ni exterioridades; el amor a la Virgen, en el que descuellan Soler, que consagró la orden a la Virgen, y Pinilla, que difundió por doquier el culto a la Consolación; el celo misionero, que los llevó a difundir el Evangelio por tres continentes; la asiduidad en el confesonario; la atención a los pobres; y, sobre todo, el amor a Cristo ratificado en el momento supremo del martirio.

Impresiona la fidelidad con que toda una comunidad selló con su sangre el compromiso que había firmado en su profesión religiosa. A Pinilla le sorprendió el tiro de gracia en actitud de bendecir a sus perseguidores. Los testigos afirman que afrontó la muerte "con ánimo sereno y tranquilo", con un crucifijo en la mano y repitiendo las palabras de Cristo en la Cruz:

"perdónalos porque no saben lo que hacen". Uno de los asesinos exclamó emocionado: "Yo no mataré más a nadie. Si es verdad que hay santos, éste es uno". Otro pasante, que no acertaba a explicarse su actitud ante la muerte, exclamó: "¡Cuidado con la gente ésta! ¡Qué cabeza dura tienen, están viendo que los van a matar, y, sin embargo, siguen aferrados a sus ideas, besando el crucifijo!". Soler murió absolviendo a sus compañeros; y don Manuel, gritando "¡Viva Cristo Rey!".

LA GLORIFICACIÓN
Las circunstancias del martirio impidieron toda clase de honras fúnebres. Todos fueron enterrados a hurtadillas, en una fosa común, sin manifestación alguna de duelo. Sólo tras la liberación de la ciudad, se pudo pensar en rendirles el merecido homenaje. El 29 de abril de 1937 la ciudad celebró un solemne funeral por todos ellos, y en octubre de 1939 se procedió a la exhumación de sus restos con el fin de darles nombre y una sepultura digna.

La orden comenzó pronto a recoger datos con vistas a su posible beatificación. Pero en la curia granadina no tenían prisa. Preferían concentrar sus esfuerzos en la causa del padre Manjón. Sólo en 1952 accedió a instruir el proceso, que se arrastró con desesperante lentitud hasta 1971. En ese año la postulación aportó nuevos documentos, incoando una segunda etapa procesal que concluyó el 2 de junio del año siguiente. El 2 de mayo de 1986 la Congregación para la Causa de los Santos aprobó el proceso y en 1990 se publicó la Positio super martyrio. El 28 de mayo de 1996 el Congreso de los teólogos reconoció su martirio y, meses más tarde, el 21 de enero de 1997, la Comisión de cardenales y obispos confirmaba su dictamen. El 25 de marzo de 1997 el Santo Padre, acogiendo esos votos, mandó que se publicara el decreto de su martirio. El 7 de marzo de 1999, tras nuevas dilaciones debidas fundamentalmente a la dificultad de encontrar un hueco en su apretada agenda, Juan Pablo II inscribía a los ocho siervos de Dios en el catálogo de los mártires.

Fue proclamado beato el 7 de marzo de 1999 por S.S. Juan Pablo II.

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Fuente: Franciscanos.net
Domingo María de Alboraya (Agustín Hurtado Soler), Beato Presbítero y Mártir, 15 de agosto  

Domingo María de Alboraya (Agustín Hurtado Soler), Beato

Presbítero y Mártir

Martirologio Romano: Asimismo en Madrid, en España, beato Domingo (Agustín) Hurtado Soler, presbítero de los Terciarios Capuchinos de la Virgen de los Dolores y mártir, que fue coronado por el testimonio de Cristo (1936).

 

Nacido el 28 de agosto de 1872 en Alboraya (Valencia), hijo de Vicente y Antonia. En 1889 ingresa en el Instituto, ordenado sacerdote en 1890. Alterna los estudios eclesiásticos y literarios con los de armonía y composición. Varias veces superior, consejero y secretario general. Poseía gran don de gentes y carisma especial para la reforma de la juventud extraviada. Compositor, magnífico orador, animador de la vida fraterna.

Al estallar la guerra civil está en la Escuela de Reforma de Santa Rita, Madrid. Se refugia en casa de un abogado amigo. Detenido y llevado preso a Bellas Artes, el 15 de agosto fue asesinado cerca al parque del Retiro.

l Papa Juan Pablo II el 11 de marzo de 2001, en la plaza de San Pedro, beatificó a un grupo de
233 víctimas de la sangrienta Guerra Civil española, uno de ellos es nuestro beato Carmelo.

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José María Peris Polo, Beato Presbítero y Mártir, 15 de agosto  

José María Peris Polo, Beato

Presbítero y Mártir

Martirologio Romano: En Almazora, junto a Castellón, en el Levante, de España, beato José María Peris Polo, presbítero de la Sociedad de Sacerdotes Operarios Diocesanos y mártir, que, durante la persecución contra la Iglesia, alcanzó en el cementerio la palma del martirio (1936).

 

Nació nuestro protagonista en Cinctorres (Castellón), población de la comarca de Els Ports y perteneciente a la Diócesis de Tortosa, el 1 de noviembre de 1889. Estudió en el Colegio de San José de Tortosa, regentado por la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos. En octubre de 1912 ingresó en dicha Hermandad, siendo ordenado sacerdote en junio de 1914. Ejerció en el Colegio de Vocaciones Eclesiásticas de Tortosa durante catorce años, y después como rector de los seminarios de Córdoba y Barcelona, en este último desde 1933 a 1936. El cardenal Tarancón, alumno suyo en Tortosa, dejó escrito: "A Mn. Peris le debo lo mejor de mi formación sacerdotal. Era una persona muy inteligente, muy bien formada en Teología, gran músico y de muy sincera piedad. El tiempo en que fue Rector del Colegio le dio una madurez de criterio y una experiencia en el trato con los seminaristas que le convirtieron en un gran educador. Lleno de bondad y de alegría, siempre brindaba a todos su comprensión y amistad".

Al comenzar la guerra marchó a su pueblo, refugiándose en casa de su hermano Daniel, presidente local de la Comunión Tradicionalista. El 13 de agosto se presentaron unos milicianos para detenerlos. Daniel consiguió huir, pero no así José María, que fue apresado y conducido a Almassora (Castellón). El día antes de ser ejecutado, en la prisión donde estaba retenido, le dijo a su sobrina: "Me mataran, me mataran, pero no sufras. Es verdaderamente un gran placer morir por la fe". En las tapias del cementerio de dicha población fue asesinado la madrugada del día de la Asunción de 1936, a los 46 años de edad.

El papa Juan Pablo II, lo beatificó el 1 de octubre de 1995 junto a otros ocho sacerdotes de la Sociedad de Sacerdotes Operarios Diocesanos, todos rectores y maestros en Seminarios.

La lista la encabeza el padre
Pedro Ruiz de los Paños y la completan: José Sala Pico, Guillermo Plaza Hernández, Recaredo Centelles Abad, Antonio Perulles Estivill, Martín Martínez Pascual, José Pascual Carda Saporta, Isidro Bover Oliver, José Peris Polo; éste es un primer grupo de nueve beatificado, sobre un total de treinta sacerdotes de la Hermandad, absurdamente asesinados.

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Fuente: Vatican.va
Luis Batis Sáinz, Santo Presbítero y Mártir, 15 de agosto  

Luis Batis Sáinz, Santo

Presbítero y Mártir

Martirologio Romano: En la localidad de Chalchihuites, del territorio de Durango, en México, santos mártires Luis Batis Sáinz, presbítero, Manuel Morales, padre de familia, Salvador Lara Puente y David Roldán Lara, que, por odio al nombre cristiano, sufrieron la muerte durante la persecución mexicana (1926).

 

Nació en San Miguel del Mezquital, Zac. (Arquidiócesis de Durango), el 13 de septiembre de 1870. Párroco de San Pedro Chalchihuites, Zacatecas (Arquidiócesis de Durango).

Celoso sacerdote en todos sus ministerios, tuvo especial dedicación a los jóvenes. Fue para ellos un guía y padre bondadoso que de diversas formas les hacía crecer espiritual y culturalmente, y les ayudaba a superarse hasta en lo material. Especialmente supo infundir en la juventud el espíritu de heroísmo cristiano para profesar su fe.

Apenas habían pasado quince días de la suspensión del culto público ordenado por los Obispos, fue tomado prisonero. Al comunicarlevque los soldados lo buscaban, dijo:"¡Que se haga la voluntad de Dios, si Él quiere, yo seré uno de los mártires de la Iglesia!" Y al día siguiente, 15 de agosto de 1926, fue conducido junto con sus más cercanos colaboradores en el apostolado:
Manuel Morales, Salvador Lara Puente y David Roldán, al lugar conocido como "Puerto de Santa Teresa".

El Sr. Cura Batis y Manuel Morales fueron llevados fuera de la carretera para ser fusilados; entonces el sacerdote intercedió por su compañero recordándoles a los verdugos, que Manuel tenía esposa e hijos. Todo fue inútil y el párroco, con su característica sonrisa bondadosa, absolvió a su compañero y le dijo: "Hasta el cielo". Pocos segundos después se consumaba su martirio en el día de la fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen.

El 21 de mayo de 2000, en pleno año jubilar, el Papa Juan Pablo II canonizó a
25 mártires mexicanos, entre cuyos nombres consta San Luis Batis.

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Fuente: Vatican.va
Manuel Morales, Santo Laico Mártir, 15 de agosto  

Manuel Morales, Santo

Laico Mártir

Martirologio Romano: En la localidad de Chalchihuites, del territorio de Durango, en México, santos mártires Luis Batis Sáinz, presbítero, Manuel Morales, padre de familia, Salvador Lara Puente y David Roldán Lara, que, por odio al nombre cristiano, sufrieron la muerte durante la persecución mexicana (1926).

 

Nació en Mesillas, Zac., perteneciente a la parroquia de Sombrerete, Zacatecas (Arquidiócesis de Durango), el día 8 de febrero de 1898.

Cristiano de una pieza, esposo fiel, padre cariñoso con sus tres pequeños hijos, trabajador cumplido, laico comprometido en el apostolado de su parroquia y de intensa vida espiritual alimentada con la Eucaristía.

Miembro de la Acción Católica de la Juventud Mexicana y presidente de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, asociación que por medios pacíficos trataba de obtener la derogación de las leyes impías.

El día 15 de agosto de 1926, al conocer la prisión del Sr. Cura
Luis Batis se movilizó para ir a pedir la libertad de su párroco. Apenas había reunido un grupo de jóvenes para deliberar, cuando la tropa se presentó y el jefe gritó: "¡Manuel Morales!". Manuel dio un paso adelante y con mucho garbo se presentó: "Yo soy. A sus órdenes". Lo insultaron y comenzaron a golpearlo con saña. Junto con el Sr. Cura fue conducido fuera de la ciudad, y al escuchar que su párroco pedía que le perdonaran la vida en atención a su familia, lleno de valor y de fe le dijo: "Señor Cura, yo muero, pero Dios no muere. El cuidará de mi esposa y de mis hijos". Luego se irguió y exclamó: "¡Viva Cristo Rey y la Virgen de Guadalupe!". Y el testimonio de su vida quedó firmado con su sangre de mártir.

El 21 de mayo de 2000, en pleno año jubilar, el Papa Juan Pablo II canonizó a
25 mártires mexicanos, entre cuyos nombres consta San Manuel Morales.

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Fuente: Vatican.va
Salvador Lara Puente, Santo Laico Mártir, 15 de agosto  

Salvador Lara Puente, Santo

Laico Mártir

Martirologio Romano: En la localidad de Chalchihuites, del territorio de Durango, en México, santos mártires Luis Batis Sáinz, presbítero, Manuel Morales, padre de familia, Salvador Lara Puente y David Roldán Lara, que, por odio al nombre cristiano, sufrieron la muerte durante la persecución mexicana (1926).

 

Nació en el poblado de Berlín, Durangogo, perteneciente a la parroquia de Súchil (Arquidiócesis de Durango) el 13 de agosto de 1905.

En plena juventud Salvador era alto y fuerte de cuerpo, aficionado a practicar el deporte de la charrería; educado y fino en el trato con todos, respetuoso y cariñoso con su madre viuda; íntegro y responsable como empleado en una empresa minera. Vivía su fe en la pureza de sus costumbres y en la entrega al apostolado como militante de la Acción Católica de la Juventud Mexicana.

Cuando llegaron los soldados para apresarlo, junto con
Manuel Morales y David Roldán, respondió al ser llamado: "Aquí estoy". Caminó sonriente, como siempre, junto a su compañero y primo David hasta el lugar que les señalaron para ser fusilados. Acababan de darse cuenta del fusilamiento de su párroco, el Sr. Cura Luis Batis y de su amigo Manuel Morales. Orando en voz baja, Salvador recibió la descarga que abrió las heridas para que brotara su sangre de mártir y se descubriera su grandeza de cristiano, el 15 de agosto de 1926.

El 21 de mayo de 2000, en pleno año jubilar, el Papa Juan Pablo II canonizó a
25 mártires mexicanos, entre cuyos nombres consta San Salvaor Lara.

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Fuente: ACIprensa.com
David Roldán Lara, Santo Laico Mártir, 15 de agosto  

David Roldán Lara, Santo

Laico Mártir

Martirologio Romano: En la localidad de Chalchihuites, del territorio de Durango, en México, santos mártires Luis Batis Sáinz, presbítero, Manuel Morales, padre de familia, Salvador Lara Puente y David Roldán Lara, que, por odio al nombre cristiano, sufrieron la muerte durante la persecución mexicana (1926).

 

Nació en Chalchihuites el 2 de marzo de 1907. Quedó huérfano de padre cuando sólo tenía un año de edad. ingresó muy joven al seminario de Durango, pero tuvo que abandonarlo por las necesidades económicas de su familia. Se distinguió por ser un cristiano comprometido, pertenecía a la A.C.J.M. y en 1925 fue nombrado presidente de la misma.

Cuando se inició el conflicto religioso lo nombraron vicepresidente de la liga nacional para la defensa de la libertad religiosa, y trabajó con sus compañeros reuniendo firmas para pedir al gobierno la derogación de las leyes persecutorias. En 1926, denunciado el
P. Luis Batis y sus colaboradores como incitadores del movimiento armado, David fue aprehendido en su casa por el general Ortiz. Fue reunido junto al P. Batis y sus compañeros que ya estaban presos.

En vano se gestionó su libertad, aun ofreciendo una fuerte cantidad de dinero. Los condujeron a Zacatecas, en la carretera se detuvo el primer automóvil, y los jóvenes que venían en el segundo presenciaron la ejecución del sacerdote y de Manuel Corrales.

Luego a
Salvador Lara y David Roldán los llevaron cerca del lugar de la ejecución anterior donde se encontraba el pelotón de fusilamiento que segó su vida al grito de "viva Cristo rey y la virgen de Guadalupe".

El 21 de mayo de 2000, en pleno año jubilar, el Papa Juan Pablo II canonizó a
25 mártires mexicanos, entre cuyos nombres consta San David Roldán.

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Fuente: www.ocarm.pcn.net
Isidoro Bakanja, Beato Mártir Laico, 15 de agosto  

Isidoro Bakanja, Beato

Laico Mártir

Martirologio Romano: En la ciudad de Wenga, en las cercanías de Busira, en el Congo Belga, beato Isidoro Bakanja, mártir, que iniciado en la fe cristiana en su adolescencia, la cultivó diligentemente y dio testimonio de ella con valentía, mientras realizaba su trabajo. El encargado de la colonia, por odio a la religión cristiana, lo torturó azotándole largo tiempo y pasados pocos meses, y perdonando a su verdugo, entregó a Dios su espíritu (1909).

 

Nacido entre el 1880 y el 1890 en Bokendela (Zaire), en la tribu de los Boangi.

Desde pequeño, para vivir tuvo que trabajar como albañil o en los campos. Se convirtió al cristianismo en 1906. Mientras trabaja en las dependencias de los colonizadores en una plantación de Ikili, le fue prohibido por sus patrones la cristianización de sus compañeros de trabajo.

El 22 de Abril de 1909 el superintendente de la factoría, después de haberle arrancado el escapulario del Carmen, que Isidoro llevaba como expresión de su fe cristiana, lo hizo azotar hasta sangrar. Como consecuencia de las heridas de este castigo sufrido por su fe, soportado pacientemente, perdonando a su agresor, murió el 15 de agosto del mismo año.

Fue beatificado por Juan Pablo II el 24 de abril de 1994.

 

 

Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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