martes, 2 de julio de 2013

Miércoles de San José. 03/07/2013. Santo Tomás Apóstol ¡ruega por nosotros! ¡que aumente nuestra fe!

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 24-29

Gloria a ti, Señor.

Tomás, uno del grupo de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando se les apareció Jesús. Le dijeron, pues, los otros discípulos: 
"Hemos visto al Señor". 
Tomás les contestó: 
"Si no veo las señales dejadas en sus manos por los clavos y si no meto mi dedo en ellas, si no meto mi mano en la herida abierta en su costado, no lo creeré".
Ocho días después, se encontraban de nuevo reunidos en casa todos los discípulos de Jesús. Estaba también Tomás. Aunque las puertas estaban cerradas, Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo: 
"La paz esté con ustedes". 
Después dijo a Tomás: 
"Acerca tu dedo y comprueba mis manos; acerca tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino creyente".
Tomás respondió: 
"¡Señor mío y Dios mío!" 
Jesús añadió: 
"¿Has creído porque me has visto? Dichosos los que han creído sin haber visto".
Palabra del Señor. 
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354

Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

Santo Tomás, Apóstol (3 de jul)

Antífona de Entrada

Te alabaré y te daré gracias siempre, porque tú eres mi salvador, Señor mío y Dios mío.

Se dice "Gloria".

Oración Colecta

Oremos:
Padre todopoderoso, tú que concediste a santo Tomás reconocer a Cristo como su Señor y su Dios; por intercesión de este apóstol, haz que crezcamos en la fe, para que creyendo firmemente en tu Hijo Jesucristo podamos participar de su vida divina. 
El, que vive y reina contigo...
Amén.

Primera Lectura

Ustedes han sido edificados sobre el cimiento de los apóstoles

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 2, 19-22

Hermanos: Ya no son extranjeros o huéspedes, sino conciudadanos de los que forman el pueblo de Dios: son familia de Dios, edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas siendo el mismo Cristo Jesús la piedra fundamental, en quien todo el edificio, bien trabado, va creciendo hasta formar un templo consagrado al Señor, y en quien ustedes van formado conjuntamente parte de la construcción, hasta llegar a ser, por medio del Espíritu, morada de Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 116, 1.2

Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio.

Alaben al Señor todas las naciones, aclámenlo todos los pueblos.
Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio.

Grande es su amor por nosotros, y la fidelidad del Señor dura por siempre.
Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, Aleluya.
Tomás, tú crees porque me has visto, dice el Señor; dichosos los que crean sin haberme visto. 
Aleluya.

Evangelio

¡Señor mío y Dios mío!

† Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 24-29

Gloria a ti, Señor.

Tomás, uno del grupo de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando se les apareció Jesús. Le dijeron, pues, los otros discípulos: 
"Hemos visto al Señor". 
Tomás les contestó: 
"Si no veo las señales dejadas en sus manos por los clavos y si no meto mi dedo en ellas, si no meto mi mano en la herida abierta en su costado, no lo creeré".
Ocho días después, se encontraban de nuevo reunidos en casa todos los discípulos de Jesús. Estaba también Tomás. Aunque las puertas estaban cerradas, Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo: 
"La paz esté con ustedes". 
Después dijo a Tomás: 
"Acerca tu dedo y comprueba mis manos; acerca tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino creyente".
Tomás respondió: 
"¡Señor mío y Dios mío!" 
Jesús añadió: 
"¿Has creído porque me has visto? Dichosos los que han creído sin haber visto".
Palabra del Señor. 
Gloria a ti, Señor Jesús.

Oración de los Fieles

Celebrante:
Oremos, hermanos y hermanas, a Dios Padre misericordioso, que ha querido que fuésemos edificados en la solidez de la fe por las enseñanzas de los santos apóstoles.
(Respondemos a cada petición: Escúchanos, Señor).

Para que la Iglesia conserve sin alterar en todo el mundo la enseñanza que recibió en sus orígenes por medio de la predicación apostólica y la transmita con fidelidad de generación en generación, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Para que no dejen de nacer en todo el mundo Iglesias que, como retoño legítimo de las primeras comunidades fundadas por los apóstoles, se alimenten de la palabra que ellos anunciaron, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Para que quienes hoy, a ejemplo de los apóstoles, sufren persecución por causa del nombre de Cristo, sean semilla de una nueva primavera cristiana en nuestros días, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Para que el Señor, que iluminó todo el universo por medio de los escritos de los apóstoles, nos ilumine y nos dé fuerza con la claridad del Evangelio, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Celebrante:
Señor, que con tu poder confirmaste el testimonio valiente de los apóstoles, escucha la oración de tu Iglesia y llénala de la fuerza y sabiduría del Espíritu, para que sea, también hoy, mensajera de tu Evangelio en el mundo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Oración sobre las Ofrendas

Acepta, Señor, el sacrificio de alabanza que vamos a ofrecerte en esta festividad de santo Tomás, apóstol, y conserva en nosotros los dones de tu redención. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio

Los apóstoles, pastores del pueblo de Dios

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso, Pastor eterno. 
Porque no abandonas a tu rebaño, sino que lo cuidas continuamente por medio de los santos apóstoles, para que sea gobernado por aquellos mismos pastores que le diste como vicarios de tu Hijo. 
Por eso, 
con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Antífona de la Comunión

Acerca tu mano, toca las cicatrices dejadas por los clavos, y no seas incrédulo, sino creyente.

Oración después de la Comunión

Oremos:
Padre misericordioso, que nos has alimentado con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo; haz que, junto con el apóstol Tomás, reconozcamos en Cristo a nuestro Señor y a nuestro Dios y demos testimonio con la vida de lo que creemos por la fe. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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Meditación diaria

13ª Semana. Miércoles

LA OPORTUNIDAD PERDIDA

— El Señor se presenta, en ocasiones, de manera distinta a como nosotros le esperábamos.

— Desprendimiento para ver a Jesús y para hacer su voluntad cuando no coincide con la nuestra.

— Mirar con fe las circunstancias humanamente desfavorables, y descubrir en ellas al Señor.

I. Llegó Jesús a la otra orilla del lago, a la región de los gadarenos, en tierra de gentiles1; quizá busca un sitio retirado para descansar con sus discípulos. Allí curó el Señor a dos endemoniados que le salieron al encuentro. Cerca del lugar había una piara de cerdos; los demonios le rogaron que, si los expulsaba de estos hombres atormentados, los enviara a la piara. Y el Señor se lo permitió. Y ellos salieron y entraron en los cerdos. Entonces toda la piara corrió con ímpetu por la pendiente hacia el mar y pereció en el agua. Los porqueros huyeron y al llegar a la ciudad contaron todo, en particular lo de los endemoniados. Ante esto, toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, al verle, le rogaron que se alejara de su región.

Le rogaron que se alejara de aquel lugar. Fue la gran oportunidad perdida por estas gentes; tuvieron a Dios mismo entre ellos, y no supieron verlo. Quizá nunca más pasó por aquellas tierras. ¡Lo tuvieron tan cerca!, ¡y le rogaron que se alejara! ¡A Aquel que llevaba consigo todos los bienes! ¡Qué poco hospitalario es a veces el mundo para con su Señor! Con frecuencia, para muchos, son los bienes materiales lo que cuenta, y no es raro ver cómo se intenta construir una sociedad en la que el Señor no está presente, no le dejan sitio, «como si Dios no mereciera ningún interés en el ámbito del proyecto operativo y asociativo del hombre»2. El que da sentido a todo es excluido. El Señor ilumina el dolor, la alegría, la vida, la muerte, el trabajo... Y sin Él nada vale la pena. «Exclusión de Dios, ruptura con Dios, desobediencia a Dios; a lo largo de toda la historia humana esto ha sido y es bajo formas diversas el pecado, que puede llegar hasta la negación de Dios y de su existencia, hasta el ateísmo»3. En el fondo de muchas actitudes que rechazan o excluyen la verdad sobrenatural se encuentra un radical materialismo práctico, el aprecio a los bienes materiales por encima de todo, que impide ver la acción del Señor en lo que nos rodea.

Nosotros decimos a Jesús que queremos ponerle en la cima de todas las tareas humanas, a través de un trabajo profesional hecho a conciencia; que queremos que entre de lleno en nuestra vida, en la familia, que dé sentido a lo que somos y a lo que poseemos: a nuestra inteligencia, a nuestro corazón, a la amistad, a los amores limpios de cada uno según su peculiar vocación. Le decimos que queremos estar vigilantes, como el centinela, para darle entrada en el alma, también cuando se presente de una manera distinta a como le esperábamos.

II. Aquellos gentiles, a pesar del milagro relatado por los porqueros y de ver libres y sanos a los dos endemoniados, no quisieron recibir a Jesús. ¡Cómo se hubieran llenado de bienes sus casas y, sobre todo, sus almas!; pero estaban ciegos para los bienes espirituales. Como ocurre hoy a tantos; muchos tienen sus proyectos para ser felices, y demasiado a menudo miran a Dios simplemente como alguien que les ayudará a llevarlos a cabo. «El estado verdadero de las cosas es completamente al contrario. Dios tiene sus planes para nuestra felicidad, y está esperando que le ayudemos a realizarlos. Y quede bien claro que nosotros no podemos mejorar los planes de Dios»4.

Algunos cristianos, por estar excesivamente apegados a sus ideas y caprichos, le dicen a Jesús que se retire de su vida, precisamente cuando más cerca estaba y cuando más le necesitaban: al llegar la enfermedad, la contradicción..., cuando se han perdido unos bienes materiales que probablemente era necesario perder para recibir al Bien supremo, que llega, en bastantes ocasiones, por caminos distintos a los que ellos deseaban. Quizá le esperaban en el triunfo, y se presenta en la ruina o en el fracaso; no en el fracaso producido por la desidia, por no haber puesto los medios o el estudio necesario, que debe llevar en todo caso a un acto de contrición y a recomenzar con un propósito firme, sino al fracaso que llega cuando, a nuestro entender, se habían puesto todos los medios humanos y sobrenaturales para salir a flote. Él llega en ocasiones por caminos diferentes a aquellos por los que le estábamos esperando. ¡Cuántas veces la lógica de Dios no coincide con la lógica de los hombres! Es el momento de abrazarse a su santa voluntad: «¿Lo quieres, Señor?... ¡Yo también lo quiero!»5. ¡Cuántas veces, ante la contradicción que no esperábamos, hemos hecho nuestra esta oración, de mil modos repetida!

Se ha dicho que «el plan de Dios es de una pieza». Quizá la conversión de aquellos gentiles habría comenzado por la pérdida de estos cerdos, por el desprendimiento que esto suponía; quizá habrían sido los primeros gentiles en recibir el Bautismo después de la dispersión producida con motivo de la primera persecución en Judea. Al final de la vida, a veces mucho antes, veremos cómo encajan esas piezas que parecían sueltas y sin sentido: todas las cosas concurren para el bien de los que aman a Dios6.

Para descubrir la voluntad del Señor en todos los acontecimientos de la vida, también en los menos gratos, en los que nos han ocasionado perjuicios y molestias, para seguir de cerca a Cristo en toda circunstancia, «hemos de estar seriamente desprendidos de nosotros mismos: de los dones de la inteligencia, de la salud, de la honra, de las ambiciones nobles, de los triunfos, de los éxitos.

»Me refiero también (...) a esas ilusiones limpias, con las que buscamos exclusivamente dar toda la gloria a Dios y alabarle, ajustando nuestra voluntad a esta norma clara y precisa: Señor, quiero esto o aquello solo si a Ti te agrada, porque si no, a mí, ¿para qué me interesa? Asestamos así un golpe mortal al egoísmo y a la vanidad, que serpean en todas las conciencias; de paso que alcanzamos la verdadera paz en nuestras almas, con un desasimiento que acaba en la posesión de Dios, cada vez más íntima y más intensa»7.

Es necesario purificar el corazón de amores desordenados (con frecuencia el amor desordenado de uno mismo, el excesivo apagamiento a los bienes que posee o a los que desearía tener, a las propias ideas y opiniones, a los proyectos que uno se ha hecho acerca de su propia felicidad...) para confiar más en nuestro Padre Dios. Entonces podremos ver con claridad y podremos interpretar acertadamente los acontecimientos, descubriendo siempre a Jesús en ellos.

III. Si no hubiera tenido lugar aquella hecatombe de los cerdos, los porqueros probablemente no habrían bajado al pueblo y sus habitantes no se habrían enterado de que Jesús estaba allí, tan cerca. Si la mujer que encontró al Maestro en Cafarnaún no hubiera estado tantos años enferma y malgastado sus bienes en médicos, no se hubiera quizá acercado al Maestro para tocar la orla de su vestido y no habría oído nunca aquellas palabras consoladoras de Jesús, las más importantes de su vida, que bien valían todos los sufrimientos y los gastos inútiles... Lo que a nosotros nos parece un mal, quizá no lo es tanto; solo el pecado es un mal absoluto, y de él –con amor, con humildad y contrición– se puede sacar el sabrosísimo fruto de un encuentro nuevo con Cristo8, en el que el alma sale rejuvenecida.

Detrás de esos males aparentes (enfermedad, cansancio, dolor, ruina...) encontramos siempre a Jesús que nos sonríe y nos da la mano para sobrellevar esa situación y crecer por dentro. ¡Cómo daría gracias aquel leproso por el mal terrible de su enfermedad, pues fue lo que le llevó a Cristo! Los males de esta vida son una continua llamada a nuestro corazón, que nos dice: ¡el Maestro está aquí y te llama!9. Pero si estamos más apegados a nuestros proyectos, a la salud, a la vida... que a la voluntad de Dios –a veces misteriosa e incomprensible al principio para nosotros–, solo veremos en la desgracia la pérdida de un bien que, siendo relativo y parcial, quizá nosotros hemos convertido en absoluto y definitivo. ¡Qué error tan grande si no supiéramos ver en esos momentos a Jesús que nos visita!

Con una lógica distinta a la nuestra, el Señor va disponiendo los acontecimientos para que, con dolor unas veces y con gusto otras, nos vayamos desprendiendo de todo para que Él llene nuestra existencia entera. Muchas veces hemos de pensar en la acción íntima de Dios en nosotros, pues Él dispone hasta la más pequeña circunstancia para que seamos felices, para facilitar el desprendimiento de nosotros mismos, de nuestros proyectos..., para que seamos santos. A los ojos de Dios «una sola alma tiene más valor que todo el universo, y las maravillas que Dios opera en lo secreto de nuestras vidas son, con mucho, más extraordinarias que todos los esplendores del cosmos material»10. Si estos gentiles hubieran comprendido quién estaba delante de ellos, si hubieran captado el prodigio obrado en aquellos dos hombres que fueron redimidos del demonio, ¿qué hubiera importado la desgracia económica, si por ella habían conocido a Jesús? Habrían dado gracias por ella, invitarían a Jesús y habrían organizado una buena fiesta porque el Maestro estaba con ellos y porque habían recuperado a dos hombres de los suyos.

Si miramos con fe las pequeñas o las grandes desgracias de la vida, terminaremos siempre dando gracias por ellas: por aquella enfermedad, por la humillación que sufrimos por parte de quien menos la esperábamos, por el hambre, por la sed, por la pérdida de un empleo... ¡Gracias, Señor –le diremos en la intimidad del corazón–, porque Te has presentado, aunque haya sido por donde menos te esperaba! Pidámosle a la Virgen, ¡que tanto supo de contradicciones, de zozobras y de dolor!, que nos enseñe a no perder esas oportunidades de encontrar a Jesús en medio de esas circunstancias humanamente más desfavorables.

1 Mt 8, 28-34. — 2 Juan Pablo II, Exhor. Apost. Reconciliatio et poenitentia, 2-XII-1984, 14. — 3 Ibídem. — 4 E. Boylan, El amor supremo, Rialp, Madrid 1954, vol. II, p. 46. — 5 Cfr. San Josemaría Escrivá, Camino, n. 762. — 6 Rom 8, 28. — 7 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, Rialp, 2ª ed., Madrid 1977, 114. — 8 Cfr. San Bernardo, Sobre La falacia y brevedad de la vida, 6. — 9 Jn 11, 28. — 10 M. M. Philipon, Los dones del Espíritu Santo, Palabra, Madrid 1983, p. 249.

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3 de julio

SANTO TOMÁS, APÓSTOL*

Fiesta

— En ausencia de Tomás.

— Su incredulidad.

— Su fe.

I. Cuando Jesús, llamado por las hermanas de Lázaro enfermo, se disponía a ir a Judea, donde le esperaban asechanzas y odio por parte de los judíos, dijo Tomás a los demás discípulos: Vayamos nosotros también y muramos con Él1. El Señor aceptaría con gratitud este gesto valiente y generoso del Apóstol. Son las primeras palabras de él recogidas por San Juan.

Más tarde, durante el discurso de despedida en la Última Cena, Tomás hizo una pregunta al Maestro por la que le debemos estar reconocidos, ya que dio lugar a que Jesús nos legara una de las grandes definiciones de Sí mismo. Preguntó el discípulo: Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podremos saber el camino? Jesús respondió con estas palabras tantas veces meditadas: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida; nadie va al Padre sino por Mí2.

La misma tarde del domingo en que resucitó se apareció Jesús a sus discípulos. Se presentó en medio de ellos sin necesidad de abrir las puertas, ya que su Cuerpo había sido glorificado; pero para deshacer la posible impresión de que era solo un espíritu, les mostró las manos y el costado. A los discípulos no les quedó duda alguna de que era Jesús mismo y de que verdaderamente había resucitado. Les saludó por dos veces con la fórmula usual entre los judíos, con el acento propio que tantas veces pondría en estas mismas palabras. Los Apóstoles, poco propensos a admitir lo que excedía los cauces de su experiencia y de su razón, no podían albergar ya duda alguna al ver a Cristo, al que ellos conocían bien, hablando como en otras ocasiones. Con su conversación amigable y cordial quedaban disipados el temor y la vergüenza que tendrían por haber abandonado al Amigo cuando más necesidad tenía de ellos. De esta forma, se creó de nuevo el ambiente de intimidad, en el que Jesús va a comunicar sus poderes trascendentales3. Pero Tomás no estaba con ellos. Es el único que falta. ¿Por qué no estaba allí? ¿Fue solo una casualidad? Quizá San Juan, el Evangelista que nos narra con todo detalle esta escena, calla por delicadeza que Tomás, después de haber visto a Cristo en la cruz, no solo había sufrido como los demás, sino que se encontraba alejado del grupo y sumido en una particular desesperanza4.

Por los relatos de San Mateo y de San Marcos sabemos que los Apóstoles recibieron la indicación de Jesús de marcharse enseguida a Galilea, donde le verían glorioso. ¿Por qué aguardaron ocho días más en Jerusalén, cuando ya nada les retenía allí? Es muy posible que no quisieran marcharse sin Tomás, al que buscaron enseguida e intentaron convencer de mil formas distintas de que el Maestro había resucitado y les esperaba una vez más junto al mar de Tiberíades. Al encontrarle, le dijeron con una alegría incontenible: ¡Hemos visto al Señor!5. Se lo repitieron una y otra vez, con acentos distintos. Intentaron en este tiempo recuperarlo para Cristo por todos los medios. Es seguro que el Señor, que siempre nos busca a cada uno como Buen Pastor, aprobaría esta demora. ¡Cómo agradecería Tomás más tarde todos estos intentos, y que a pesar de su tozudez no le dejaran solo en Jerusalén! Es una lección que nos puede servir hoy a nosotros para que examinemos cómo es la calidad de nuestra fraternidad y de nuestra fortaleza con aquellos cristianos, nuestros hermanos, que en un momento dado pueden caer en el desaliento y en la soledad. No podemos abandonarlos.

II. Trae tu mano y toca la señal de los clavos: y no seas incrédulo, sino creyente6.

El desaliento y la incredulidad de Tomás no eran fácilmente vencibles. Ante la insistencia de los demás Apóstoles, él respondió: Si no veo la señal de los clavos en sus manos, y no meto mi dedo en esa señal de los clavos y mi mano en su costado, no creeré7. Estas palabras parecen una respuesta definitiva, inconmovible. Es una réplica dura a la solicitud de los amigos. Sin duda la alegría de los demás ¡qué inmenso gozo llenaría su alma! le abrió una ventana a la esperanza. Por eso vuelve y ya no se separa de ellos. Esta oscura tozudez de Tomás contrasta con la grandeza de Jesús y con su amor por todos. El Señor no permite que ninguno de los suyos se pierda; ya había rogado por sus discípulos en la Última Cena, y su oración es siempre eficaz8. Él mismo interviene ante Tomás. San Juan lo relata así: A los ocho días, estaban de nuevo dentro sus discípulos y Tomás con ellos. ¡Al menos han conseguido que permanezca unido a ellos! Y estando cerradas las puertas, vino Jesús, se presentó en medio y dijo: La paz sea con vosotros. Se dirigió entonces amablemente a Tomás, y le dijo: Trae aquí tu dedo y mira mis manos, y trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente9.

Es un motivo de esperanza para nosotros considerar que el Señor no nos dejará nunca, si nosotros no le abandonamos, porque también ha rogado por nosotros10. Tampoco nos desampararán los que Dios ha puesto a nuestro lado. Si alguna vez estamos a oscuras, cualquiera que sea nuestra situación interior, podremos apoyarnos en la fe de los demás, en su ejemplaridad y en la fortaleza de su caridad. Nosotros tenemos el deber de «arropar» y cuidar a quienes de alguna manera el Señor nos ha encomendado o comparten con nosotros la misma fe y los mismos ideales, si alguna vez pasaran por un mal momento. La responsabilidad de la fidelidad de los demás será siempre un buen soporte de la propia fidelidad. «Todo iría mejor y seríamos más felices si nos propusiéramos conocer siempre mejor –para poder amar más– esas verdades y esas personas a las que nos hemos vinculado con lazos de responsabilidad permanente. Reflexionar sobre los propios deberes, sobre las circunstancias que afectan la vida y la paz de otros, meditar en las consecuencias de nuestra conducta, evaluar el daño que puede causar la deserción, es la primera garantía de fidelidad. A la que debemos siempre agregar una consideración sobrenatural: Fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas (1 Cor 10, 13)»11. Nunca nos fallará el Señor. No fallemos nosotros a nuestros hermanos. No olvidemos que todos nosotros también podemos pasar por una etapa de ceguera y de desaliento. Nadie en la familia y entre los amigos es irrecuperable para Dios, porque contamos con la poderosa ayuda de la caridad y de la oración, que adquiere entonces manifestaciones tan diversas, y de la gracia.

III. Cuando Tomás vio y oyó a Jesús expresó en pocas palabras lo que sentía en su corazón: ¡Señor mío y Dios mío!, exclama conmovido hasta lo más hondo de su ser. Es a la vez un acto de fe, de entrega y de amor. Confiesa abiertamente que Jesús es Dios y le reconoce como su Señor. Jesús le contestó: Porque me has visto has creído; bienaventurados los que sin ver creyeron12. Y comenta el Papa Juan Pablo II: «Esta es la fe que nosotros debemos renovar, siguiendo la estela de incontables generaciones cristianas que a lo largo de dos mil años han confesado a Cristo, Señor invisible, llegando incluso al martirio. Debemos hacer nuestras, como las hicieron suyas antes otros muchos, las palabras de Pedro en su primera Carta: Vosotros no lo visteis, pero lo amáis; ahora, creyendo en Él sin verlo, sentís un gozo indecible. Esta es la auténtica fe: entrega absoluta a cosas que no se ven, pero que son capaces de colmar y ennoblecer toda una vida»13.

Desde aquel momento, Tomás fue un hombre distinto, gracias en buena parte a la caridad fraterna que tuvieron con él los demás Apóstoles. Su fidelidad al Maestro, que parecía imposible en aquellos días de oscuridad, fue para siempre firme e incondicional. Sus palabras nos han servido quizá para hacer muchas veces un acto de fe ¡Señor mío y Dios mío! ¡Mi Señor y mi Dios!- al pasar delante de un Sagrario o en el momento de la Consagración en la Santa Misa. Su figura es hoy para nosotros motivo de confianza en el Señor, que nunca nos dejará, y motivo de esperanza si alguna vez aquellos que tenemos más cerca por voluntad divina pasan momentos de desconcierto en su fidelidad a Dios. Nuestro aliento en esa situación y la gracia del Señor harán milagros.

Con la Liturgia pedimos hoy al Señor: ...concédenos celebrar con alegría la fiesta de tu Apóstol Santo Tomás; que él nos ayude con su protección para que tengamos en nosotros vida abundante por la fe en Jesucristo, tu Hijo, a quien tu Apóstol reconoció como su Señor y su Dios.

La Virgen, que tan cerca de los Apóstoles estaba en aquellos días, seguiría atenta la evolución del alma de Tomás. Quizá fue Ella la que impidió que el Apóstol se alejara definitivamente. Nosotros le confiamos hoy nuestra fidelidad al Señor y la de aquellos que de alguna manera Dios ha puesto a nuestro cuidado. ¡Virgen fiel... ruega por ellos... ruega por mí!

1 Jn 11, 16. — 2 Jn 14, 5-6. — 3 Cfr. Sagrada Biblia, Santos Evangelios, EUNSA, 2ª ed., Pamplona 1985, nota a Jn 20, 19-20. — 4 Cfr. O. Hophan, Los Apóstoles, Palabra, Madrid 1982, p. 216. — 5 Jn 2, 25. — 6 Antífona de comunión, Cfr. Jn 20, 27. — 7 Jn 20, 25. — 8 Cfr. Jn 17, 9. — 9 Jn 20, 26-27. — 10 Cfr. Jn 17, 20. — 11 J. Abad. Fidelidad, Palabra, Madrid 1987, pp. 66-67. — 12 Jn 20, 29, — 13 Juan Pablo II,Homilía 9-IV-1983.

* Tomás es conocido entre los demás Apóstoles por su incredulidad ante Jesús resucitado, que se desvaneció ante la aparición de Cristo. Su falta de fe da ocasión al Señor para invitarnos a afianzar la nuestra, que tiene su piloto sólido en el hecho histórico de la Resurrección de Cristo. Nada sabemos con certeza acerca de su vida, salvo las breves referencias que se contienen en los Evangelios. Según la Tradición evangelizó la India. Desde el siglo vi se celebra su fiesta el 3 de julio, fecha del traslado de su cuerpo a Edesa.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

Santo Tomás Apóstol 
Siglo I

SEÑOR: AUMÉNTANOS LA FE

 

Tomás significa "gemelo"

La tradición antigua dice que Santo Tomás Apóstol fue martirizado en la India el 3 de julio del año 72. Parece que en los últimos años de su vida estuvo evangelizando en Persia y en la India, y que allí sufrió el martirio.

De este apóstol narra el santo evangelio tres episodios.

El primero sucede cuando Jesús se dirige por última vez a Jerusalem, donde según lo anunciado, será atormentado y lo matarán. En este momento los discípulos sienten un impresionante temor acerca de los graves sucesos que pueden suceder y dicen a Jesús: "Los judíos quieren matarte y ¿vuelves allá?. Y es entonces cuando interviene Tomás, llamado Dídimo (en este tiempo muchas personas de Israel tenían dos nombres: uno en hebreo y otro en griego. Así por ej. Pedro en griego y Cefás en hebreo). Tomás, es nombre hebreo. En griego se dice "Dídimo", que significa lo mismo: el gemelo.

Cuenta San Juan (Jn. 11,16) "Tomás, llamado Dídimo, dijo a los demás: Vayamos también nosotros y muramos con Él". Aquí el apóstol demuestra su admirable valor. Un escritor llegó a decir que en esto Tomás no demostró solamente "una fe esperanzada, sino una desesperación leal". O sea: él estaba seguro de una cosa: sucediera lo que sucediera, por grave y terrible que fuera, no quería abandonar a Jesús. El valor no significa no tener temor. Si no experimentáramos miedo y temor, resultaría muy fácil hacer cualquier heroísmo. El verdadero valor se demuestra cuando se está seguro de que puede suceder lo peor, sentirse lleno de temores y terrores y sin embargo arriesgarse a hacer lo que se tiene que hacer. Y eso fue lo que hizo Tomás aquel día. Nadie tiene porque sentirse avergonzado de tener miedo y pavor, pero lo que sí nos debe avergonzar totalmente es el que a causa del temor dejemos de hacer lo que la conciencia nos dice que sí debemos hacer, Santo Tomás nos sirva de ejemplo.

La segunda intervención: sucedió en la Última Cena. Jesús les dijo a los apóstoles: "A donde Yo voy, ya sabéis el camino". Y Tomás le respondió: "Señor: no sabemos a donde vas, ¿cómo podemos saber el camino?" (Jn. 14, 15). Los apóstoles no lograban entender el camino por el cual debía transitar Jesús, porque ese camino era el de la Cruz. En ese momento ellos eran incapaces de comprender esto tan doloroso. Y entre los apóstoles había uno que jamás podía decir que entendía algo que no lograba comprender. Ese hombre era Tomás. Era demasiado sincero, y tomaba las cosas muy en serio, para decir externamente aquello que su interior no aceptaba. Tenía que estar seguro. De manera que le expresó a Jesús sus dudas y su incapacidad para entender aquello que Él les estaba diciendo.
Admirable respuesta:
Y lo maravilloso es que la pregunta de un hombre que dudaba obtuvo una de las respuestas más formidables del Hijo de Dios. Uno de las más importantes afirmaciones que hizo Jesús en toda su vida. Nadie en la religión debe avergonzarse de preguntar y buscar respuestas acerca de aquello que no entiende, porque hay una verdad sorprendente y bendita: todo el que busca encuentra.

Le dijo Jesús: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí" Ciertos santos como por ejemplo el Padre Alberione, Fundador de los Padres Paulinos, eligieron esta frase para meditarla todos los días de su vida. Porque es demasiado importante como para que se nos pueda olvidar. Esta hermosa frase nos admira y nos emociona a nosotros, pero mucho más debió impresionar a los que la escucharon por primera vez.

En esta respuesta Jesús habla de tres cosas supremamente importantes para todo israelita: el Camino, la Verdad y la Vida. Para ellos el encontrar el verdadero camino para llegar a la santidad, y lograr tener la verdad y conseguir la vida verdadera, eran cosas extraordinariamente importantes.

En sus viajes por el desierto sabían muy bien que si equivocaban el camino estaban irremediablemente perdidos, pero que si lograban viajar por el camino seguro, llegarían a su destino. Pero Jesús no sólo anuncia que les mostrará a sus discípulos cuál es el camino a seguir, sino que declara que Él mismo es el Camino, la Verdad y la Vida.

Notable diferencia: Si le preguntamos al alguien que sabe muy bien: ¿Dónde queda el hospital principal? Puede decirnos: siga 200 metros hacia el norte y 300 hacia occidente y luego suba 15 metros... Quizás logremos llegar. Quizás no. Pero si en vez de darnos eso respuesta nos dice: "Sígame, que yo voy para allá", entonces sí que vamos a llegar con toda seguridad. Es lo que hizo Jesús: No sólo nos dijo cual era el camino para llegar a la Eterna Feliz, sino que afirma solemnemente: "Yo voy para allá, síganme, que yo soy el Camino para llegar con toda seguridad". Y añade: Nadie viene al Padre sino por Mí: "O sea: que para no equivocarnos, lo mejor será siempre ser amigos de Jesús y seguir sus santos ejemplos y obedecer sus mandatos. Ese será nuestro camino, y la Verdad nos conseguirá la Vida Eterna".

El hecho más famoso de Tomás

Los creyentes recordamos siempre al apóstol Santo Tomás por su famosa duda acerca de Jesús resucitado y su admirable profesión de fe cuando vio a Cristo glorioso.

Dice San Juan (Jn. 20, 24) "En la primera aparición de Jesús resucitado a sus apóstoles no estaba con ellos Tomás. Los discípulos le decían: "Hemos visto al Señor". El les contestó: "si no veo en sus manos los agujeros de los clavos, y si no meto mis dedos en los agujeros sus clavos, y no meto mi mano en la herida de su constado, no creeré". Ocho días después estaban los discípulos reunidos y Tomás con ellos. Se presento Jesús y dijo a Tomás: "Acerca tu dedo: aquí tienes mis manos. Trae tu mano y métela en la herida de mi costado, y no seas incrédulo sino creyente". Tomás le contestó: "Señor mío y Dios mío". Jesús le dijo: "Has creído porque me has visto. Dichosos los que creen sin ver".

Parece que Tomás era pesimista por naturaleza. No le cabía la menor duda de que amaba a Jesús y se sentía muy apesadumbrado por su pasión y muerte. Quizás porque quería sufrir a solas la inmensa pena que experimentaba por la muerte de su amigo, se había retirado por un poco de tiempo del grupo. De manera que cuando Jesús se apareció la primera vez, Tomás no estaba con los demás apóstoles. Y cuando los otros le contaron que el Señor había resucitado, aquella noticia le pareció demasiado hermosa para que fuera cierta.

Tomás cometió un error al apartarse del grupo. Nadie está pero informado que el que está ausente. Separarse del grupo de los creyentes es exponerse a graves fallas y dudas de fe. Pero él tenía una gran cualidad: se negaba a creer sin más ni más, sin estar convencido, y a decir que sí creía, lo que en realidad no creía. El no apagaba las dudas diciendo que no quería tratar de ese tema. No, nunca iba a recitar el credo un loro. No era de esos que repiten maquinalmente lo que jamás han pensado y en lo que no creen. Quería estar seguro de su fe.

Y Tomás tenía otra virtud: que cuando se convencía de sus creencias las seguía hasta el final, con todas sus consecuencias. Por eso hizo es bellísima profesión de fe "Señor mío y Dios mío", y por eso se fue después a propagar el evangelio, hasta morir martirizado por proclamar su fe en Jesucristo resucitado. Preciosas dudas de Tomás que obtuvieron de Jesús aquella bella noticia: "Dichosos serán los que crean sin ver".

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Fuente: www.mercaba.org
Heliodoro, Santo Obispo, Julio 3  

Heliodoro, Santo

Obispo de Altino

Etimológicamente significa "don del sol". Viene de la lengua griega.

Es contemporáneo y amigo de San Jerónimo. Como él, natural de Dalmacia. Acompaña al bíblico doctor en sus correrías por Jerusalén y Belén, viviendo como anacoreta en el desierto de Judea, dedicados al estudio y a la traducción de los textos sagrados.

Enterado de la muerte de su hermano, Heliodoro retorna a Italia donde cuida de su familia e instruye a su pequeño sobrino en la vida cristiana. San Jerónimo le advierte de los peligros del dinero y las riquezas, si acepta la herencia paterna y conculca el voto de pobreza; pero los temores eran infundados: la caridad de Heliodoro es mayor que sus muchos bienes; asegurado el digno sustento de sus familiares lo demás tiene como únicos dueños a los pobres.

La comunidad de Aquileya le elige obispo y Heliodoro resulta un campeón de la verdad y de la interpretación bíblica en contra de tanta herejía, junto a san Ambrosio de Milán o a su entrañable Jerónimo.

Fallece alrededor del año 410.

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Guntier de Bretaña, Santo Ermitaño, Julio 3  

Guntier de Bretaña, Santo

Ermitaño

Para Dios no hay acepción de personas. Todas, sea cual sea la profesión o el rango social al que pertenezcan, están llamadas a la perfección.

Sitúate en el año 500. Gunter era un príncipe del País de Gales. Todas las tierras y posesiones que tenía vio que no eran nada comparadas con el amor y el ansia de perfección que latía dentro de sí.

Y en plena juventud, cuando la vida se abre como primavera, él, en lugar de hacer como los demás, se sentía llamado a la vida de ermitaño.

¡Qué cosa más rara! Pues así es. Sin embargo, cada uno que tenga la cabeza sobre los hombros, busca la felicidad donde puede encontrarla. Se marchó a la isla de Groie. El gobernador le entregó unos terrenos para que construyera un monasterio.

Le hizo la donación con mucho gusto porque se había quedado impresionado por su aspecto de austeridad, su alta santidad y sus deseos inmensos de hacer el bien.

A la abadía se le conoce con el nombre de Kemperle por estar situada entre el Isol y los ríos Wile.

Se cuenta que hubo una vez una gran plaga de insectos que amenazaban con destruir por completo las cosechas del aquel año.

El conde Guerech I de Vannes, temiendo un hambre feroz en los habitantes, envió a tres dignatarios para que tomasen nota de la realidad sobre el terreno, y al mismo tiempo, que le pidiesen a san Gunter que con sus oraciones evitase la catástrofe.

¿Qué hizo el príncipe?

Bendijo agua y ordenó que la esparcieran por todos los campos.

Siguieron, por supuesto, a rajatabla las órdenes del príncipe santo. Y cuando nadie lo esperaba, no quedó ni un insecto.

Durante las invasiones normandas, el cuerpo del príncipe se llevó a la isla Groie. Al descubrirse en el siglo XI, se hizo su traslado a la abadía de Kemperle que pertenece hoy ala Orden de los Benedictinos.
Hay muchas iglesias que llevan su nombre.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Anatolio de Cosntantinopla, Santo Patriarca de Constantinopla, Julio 3  

Anatolio de Cosntantinopla, Santo

Patriarca de Constantinopla

San Flaviano murió a causa de los malos tratos que había recibido en la asamblea conciliar de Efeso. Anatolio, que fue elegido para sucederle en la sede de Constantinopla, fue consagrado por el monofisita Dióscoro de Alejandría.

San Anatolio, que era originario de Alejandría, se había distinguido en el Concilio de Efeso como adversario del nestorianismo. Poco después de su consagración episcopal, San Anatolio reunió en Constantinopla un sínodo, en el que ratificó solemnemente la carta dogmática ("el Tomo") que el Papa San León había enviado a San Flaviano, mandó a cada uno de sus metropolitanos una copia de dicha carta así como una condenación de Nestorio y Eutiques para que las firmasen.

Inmediatamente después, lo comunicó así al Papa, protestó de su ortodoxia y le pidió que le confirmase como legítimo sucesor de Flaviano. San León aceptó, pero no sin hacer notar expresamente que lo hacía "más bien por misericordia que por justicia", dado que Anatolio había admitido la consagración episcopal de manos del hereje Dióscoro. Al año siguiente, en el gran Concilio de Calcedonia, que definió la doctrina católica contra el monofisismo y el nestorianismo y reconoció, en términos precisos, la autoridad de la Santa Sede,

San Anatolio desempeñó un papel de primera importancia; ocupó el primer sitio después de los legados pontificios y secundó sus esfuerzos en favor de la fe católica. Es lástima que en la décima quinta sesión, a la que no asistieron los legados pontificios, el santo se haya unido con los prelados orientales para declarar que la sede de Constantinopla sólo cedía en importancia a la de Roma, haciendo caso omiso de los derechos históricos de las sedes de Alejandría y Antioquía, las cuales, según la tradición habían sido fundadas por los Apóstoles. San León se negó a aceptar ese canon y escribió a Anatolio que "un católico, y sobre todo un sacerdote del Señor, no debería dejarse llevar por la ambición ni caer en el error."

Es muy de lamentar que no poseamos ningún dato sobre la vida privada de Anatolio, ya que su carrera pública presenta ambigüedades que concuerdan mal con su fama de santidad. Baronio reprochaba a Anatolio la forma en que había sido consagrado y le acusaba de ambición, de convivencia con los herejes y de algunos otros errores. Pero los bolandistas le absuelven de tales cargos. Los católicos del rito bizantino han celebrado siempre su fiesta el 3 de julio. El santo murió en esa fecha, el año 458.

Los bolandistas publicaron una biografía griega muy encomiástica, tomada de un manuscrito de París. Dicho documento es de poco peso; pero en la historia general de la Iglesia se encuentran abundantes materiales sobre San Anatolio.
Véase a Hergenrbther en Photius, vol. I, pp, 66 ss; DGH., vol. II, cc. 1497-1500; y las obras de historia referentes a ese período.

 

 

Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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