JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 12, 38-42
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, unos escribas y fariseos dijeron a Jesús:
"Maestro, queremos verte hacer una señal prodigiosa".
El les respondió:
"Esta gente malvada e infiel está reclamando una señal, pero la única señal que se le dará, será la del profeta Jonás. Pues de la misma manera que Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre de la ballena, así también el Hijo del hombre estará tres días y tres noches en el seno de la tierra.
Los habitantes de Nínive se levantarán el día del juicio contra esta gente y la condenarán, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay alguien más grande que Jonás.
La reina del sur se levantará el día del juicio contra esta gente y la condenará, porque ella vino de los últimos rincones de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien más grande que Salomón".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
lun 16a. Ordinario año impar
Antífona de Entrada
Confío, Señor, en tu misericordia; alegra mi corazón con tu auxilio. Cantaré al Señor por el bien que me ha hecho.
Oración Colecta
Oremos:
Concédenos, Señor, ser dóciles a las inspiraciones de tu Espíritu, para que realicemos siempre en nuestra vida tu santa voluntad.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
Cuando me haya cubierto de gloria a expensas del faraón, sabrán que Yo soy el Señor
Lectura del libro del Exodo 14, 5-18
En aquellos días, cuando le avisaron al faraón que los israelitas habían escapado, el faraón y sus servidores cambiaron de parecer con respecto al pueblo de Israel y exclamaron:
"¿Qué hemos hecho? Hemos dejado escapar a nuestros esclavos israelitas".
Entonces el faraón mandó enganchar su carro y llevó consigo sus tropas: seiscientos carros escogidos y todos los carros de Egipto, cada uno con sus respectivos guerreros.
El Señor endureció el corazón del faraón, rey de Egipto, para que persiguiera a los israelitas, mientras éstos se alejaban jubilosos. Los egipcios los persiguieron con todo un ejército de caballos, carros y guerreros, y les dieron alcance, mientras acampaban junto al mar, cerca de Fehirot, frente a Baal Sefón. Al acercarse el faraón, los hijos de Israel alzaron sus ojos, y viendo que los egipcios los perseguían, tuvieron miedo, clamaron al Señor y le dijeron a Moisés:
"¿Acaso no había sepulturas en Egipto, para que nos trajeras a morir en el desierto? ¿Para qué nos sacaste de Egipto? ¿No te dijimos claramente allá: "Déjanos en paz; queremos servir a los egipcios?" Pues más vale servir a los egipcios que morir en el
desierto".
Moisés le contestó al pueblo:
"No teman; permanezcan firmes y verán la victoria que el Señor les va a conceder hoy. Los egipcios que ven ahora, no los volverán a ver nunca. El Señor peleará por ustedes, y ustedes no tendrán que preocuparse por nada".
Entonces el Señor le dijo a Moisés:
"¿Por qué sigues clamando a mí? Dile a los israelitas que se pongan en marcha. Y tú, alza tu bastón, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los israelitas entren en el mar sin mojarse. Yo voy a endurecer el corazón de los egipcios para que los persigan, y me cubriré de gloria a expensas del faraón y de todo su ejército, de sus carros y jinetes. Cuando me haya cubierto de gloria a expensas del faraón, de sus carros y jinetes, los egipcios sabrán que yo soy el Señor".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Exodo 15
Alabemos al Señor por su victoria.
Cantemos al Señor, sublime es su victoria: caballos y jinetes arrojó en el mar. Mi fortaleza y mi canto es el Señor, él es mi salvación; él es mi Dios, y yo lo alabaré, es el Dios de mis padres, y yo le cantaré.
Alabemos al Señor por su victoria.
El Señor es un guerrero, su nombre es el Señor. Precipitó en el mar los carros del faraón, y a sus guerreros; ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes.
Alabemos al Señor por su victoria.
Las olas los cubrieron, cayeron hasta el fondo como piedras. Señor, tu diestra brilla por su fuerza, tu diestra, Señor, tritura al enemigo.
Alabemos al Señor por su victoria.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Hagámosle caso al Señor, que nos dice: "No endurezcan su corazón".
Aleluya.
Evangelio
La reina del sur se levantará el día del juicio contra esta generación
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 12, 38-42
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, unos escribas y fariseos dijeron a Jesús:
"Maestro, queremos verte hacer una señal prodigiosa".
El les respondió:
"Esta gente malvada e infiel está reclamando una señal, pero la única señal que se le dará, será la del profeta Jonás. Pues de la misma manera que Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre de la ballena, así también el Hijo del hombre estará tres días y tres noches en el seno de la tierra.
Los habitantes de Nínive se levantarán el día del juicio contra esta gente y la condenarán, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay alguien más grande que Jonás.
La reina del sur se levantará el día del juicio contra esta gente y la condenará, porque ella vino de los últimos rincones de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien más grande que Salomón".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Que este sacrificio de acción de gracias y de alabanza que vamos a ofrecerte, nos ayude, Señor, a conseguir nuestra salvación eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
La alabanza, don de Dios
nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario,es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Pues aunque no necesitas de nuestra alabanza, es don tuyo el que seamos agradecidos; y aunque nuestras bendiciones no aumentan tu gloria, nos aprovechan para nuestra salvación, por Cristo, Señor nuestro.
Por eso,
unidos a los ángeles, te aclamamos
llenos de alegría:
Antífona de la Comunión
Señor, yo creo que eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Que el Cuerpo y la Sangre de Cristo que nos has dado en este sacramento, Señor, sean para todos nosotros prenda segura de vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
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Dia 22/07 Santa María Magdalena (blanco)
Antífona de Entrada
Dijo el Señor a María Magdalena: "Anda, ve con mis hermanos y diles: Subo al Padre mío y Padre suyo, al Dios mío y Dios suyo".
Oración Colecta
Oremos:
Señor, Dios nuestro: Cristo, tu Unigénito, confió, antes que a nadie, a María Magdalena la misión de anunciar a los suyos la alegría pascual; concédenos a nosotros, por intersección y el ejemplo de aquella cuya memoria celebramos, anunciar siempre a Cristo resucitado y verle un día glorioso en el Reino de los cielos.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
Encontré al amor de mi alma
Lectura del libro del Cantar de los Cantares 3,1-4a
Esto dice la esposa:
"En mi lecho, por las noches, a mi amado yo buscaba. Lo busqué, pero fue en vano. Me levantaré. Por las plazas y barrios de la ciudad buscaré al amor de mi alma; lo busqué, pero fue en vano. Y me encontraron los guardias de la ciudad, y les dije:
"¿Qué no vieron a aquel que ama mi alma?" Y apenas se fueron, encontré al amor de mi alma".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Del salmo 62
Señor, mi alma tiene sed de ti.
Señor, tú eres mi Dios, a ti te busco; de ti sedienta está mi alma. Señor, todo mi ser te añora, como el suelo reseco añora el agua.
Señor, mi alma tiene sed de ti.
Para admirar tu gloria y tu poder, anhelo contemplarte en el santuario. Pues mejor es tu amor que la existencia; siempre, Señor, te alabarán mis labios.
Señor, mi alma tiene sed de ti.
Podré así bendecirte mientras viva y levantar en oración mis manos. De lo mejor se saciará mi alma; te alabaré con júbilo en los labios.
Señor, mi alma tiene sed de ti.
Fuiste mi auxilio y a tu sombra, canté lleno de gozo. A ti se adhiere mi alma y tu diestra me da seguro apoyo.
Señor, mi alma tiene sed de ti.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
¿Qué has visto de camino, María, en la mañana? A mi Señor glorioso, la tumba abandonada.
Aleluya.
Evangelio
Mujer, ¿por qué estás llorando? ¿A quién buscas?
Lectura del santo Evangelio según san Juan 20,1-2.11-18
Gloria a ti, Señor.
El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
"Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto".
María se había quedado llorando junto al sepulcro de Jesús. Sin dejar de llorar, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados en el lugar donde había estado el cuerpo de Jesús, uno en la cabecera y el otro junto a los pies. Los ángeles le preguntaron:
"¿Por qué estás llorando, mujer?"
Ella les contestó:
"Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo habrán puesto".
Dicho esto, miró hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Entonces él le dijo:
"Mujer, ¿por qué estás llorando? ¿A quién buscas?"
Ella, creyendo que era el jardinero, le respondió:
"Señor, si tú te lo llevaste, dime dónde lo has puesto".
Jesús le dijo:
"¡María!"
Ella se volvió y exclamó:
"¡Rabbuní!", que en hebreo significa "maestro".
Jesús le dijo:
"Déjame ya, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: "Subo a mi Padre y su Padre, a mi Dios y su Dios"".
María Magdalena se fue a ver a los discípulos para decirles que había visto al Señor y para darles su mensaje.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Recibe, Señor, los dones que te presentamos en la fiesta de santa María Magdalena, cuya ofrenda de amor aceptó con tanta misericordia tu Hijo Jesucristo.
Que vive y reina por los siglos de siglos.
Amén.
Prefacio
La vida consagrada a Dios es un signo Del Reino de los cielos
En verdad es justo y necesario que te alaben, Señor, tus criaturas del cielo y de la tierra.
Porque al celebrar a los santos que por amor al Reino de los cielos se consagraron a Cristo,
reconocemos tu Providencia admirable, que no cesa de llamar al hombre a la santidad primera, para hacerlo participar ya desde ahora de la vida que gozará en el cielo, por Cristo, Señor nuestro.
Por eso,
con todos los ángeles y santos, te alabamos proclamando sin cesar:
Antífona de la Comunión
Nos apremia el amor de Cristo, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Que la participación en tus misterios, Señor, infunda en nosotros aquel amor que impulsó a santa María Magdalena a entregarse por siempre a Cristo, su maestro.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
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† Meditación diaria
16ª Semana. Lunes
LA FE Y LOS MILAGROS
— Necesidad de buenas disposiciones para recibir el mensaje de Jesús.
— Querer conocer la verdad.
— Limpiar el corazón para ver claro. Dejarse ayudar en momentos de oscuridad.
I. Leemos en el Evangelio de la Misa1 que se acercaron a Jesús algunos escribas y fariseos para pedirle un nuevo milagro que definitivamente les mostrase que Él era el Mesías esperado; querían que Jesús confirmara con espectáculo lo que predicaba con sencillez. Pero el Señor les contesta anunciando el misterio de su muerte y de su Resurrección, sirviéndose de la figura de Jonás: no se dará otro prodigio que el del Profeta Jonás. Con estas palabras muestra que su Resurrección gloriosa al tercer día (tantos cuantos estuvo el Profeta en el vientre de la ballena) es la prueba decisiva del carácter divino de su Persona, de su misión y de su doctrina2.
Jonás fue enviado a la ciudad de Nínive, y sus habitantes hicieron penitencia por la predicación del Profeta3. Jerusalén, sin embargo, no quiere reconocer a Jesús, de quien Jonás era solo figura e imagen. También nos dice Jesús cómo la reina del mediodía, la reina de Saba, visitó a Salomón4 y quedó maravillada de la sabiduría que Dios había infundido al rey de Israel. Jesús está prefigurado también en Salomón, en quien la tradición veía al hombre sabio por excelencia. El reproche de Jesús cobra más fuerza con el ejemplo de estos paganos convertidos, y termina diciendo: aquí hay algo más que Jonás... aquí hay algo más que Salomón. Ese algo más en realidad es infinitamente más, pero Jesús, quizá pensando en sí mismo y con una cariñosa ironía, prefiere suavizar esa inconmensurable diferencia entre Él y los que lo habían prefigurado, que eran como sombra y signo del que había de venir5.
Jesús no hará en esta ocasión más milagros y no dará más señales. No están dispuestos a creer, y no creerán por muchas palabras que les hable y por muchas señales que les muestre. A pesar del valor apologético que tienen los milagros, si no hay buenas disposiciones, hasta los mayores prodigios pueden ser mal interpretados. Lo que se recibe, ad modum recipientis recipitur: las cosas que se reciben toman la forma del recipiente que las contiene, reza el viejo adagio. San Juan nos dice en su Evangelio que algunos, aunque habían visto muchos milagros, no creían en Él6. El milagro es solo una ayuda a la razón humana para creer, pero si faltan buenas disposiciones, si la mente se llena de prejuicios, solo verá oscuridad, aunque tenga delante la más clara de las luces.
Nosotros pedimos a Jesús en esta oración que nos dé un corazón bueno para verle a Él en medio de nuestros días y de nuestros quehaceres, y una mente sin prejuicios para comprender a nuestros hermanos los hombres, para jamás juzgar mal de ninguno de ellos.
II. Para oír la verdad de Cristo, es necesario escucharle, acercarse a Él con una disposición interna limpia, estar abiertos con sinceridad de corazón a la palabra divina.
Carecían de buenas disposiciones aquellos fariseos que piden al ciego de nacimiento, a quien ha curado Jesús, una nueva explicación del milagro: ¿Qué hizo contigo? ¿Cómo te abrió los ojos? Y la respuesta del ciego descubre que los prejuicios de aquellos hombres les impiden entender la verdad; quizá oyen, pero no escuchan. Él replicó: os lo he dicho ya y no me habéis escuchado. ¿Por qué queréis oírlo otra vez?7.
Lo mismo ocurre con Pilato: oye a Jesús estas palabras: He venido al mundo para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz. Entonces le preguntó el procurador romano:¿Qué es la verdad? Y como no estaba dispuesto a escuchar, dicho esto volvió a salir donde los judíos8. Se vuelve de espaldas, sin dejar tiempo a una respuesta que en el fondo no le interesaba. A Pilato no le interesa la verdad; quiere averiguar el modo de salir de aquel asunto, que le resulta oneroso, incómodo.
Si estamos bien dispuestos, el Señor, por caminos muy diversos, nos dará abundancia y sobreabundancia de señales para seguir fieles en el camino que hemos emprendido. Tendremos la alegría de poder contemplarle en lo que nos rodea: en la naturaleza misma, en la que ha dejado huellas para que le veamos como Creador; en medio del trabajo; en la alegría; en la enfermedad... La historia de cada hombre está llena de señales. Muchas veces, la luz para verle la obtendremos en la intimidad de la oración; otras muchas, en los consejos de la dirección espiritual.
Muchos fariseos no cambiaron, no se convirtieron al Mesías a pesar de tenerle tan cerca y de ser espectadores de muchos de sus milagros, por su falta de buenas disposiciones: su orgullo los dejó ciegos para lo esencial. Incluso llegaron a decir: expulsa a los demonios por arte del príncipe de los demonios9. Muchos hombres se encuentran hoy también como ciegos para lo sobrenatural por su soberbia, por su empeño en no rectificar su juicio cargado de suspicacias, por su apegamiento a las cosas de aquí abajo, por su desmedido deseo de confort y de bienestar, por su hedonismo y sensualidad. «Oí hablar a unos conocidos de sus aparatos de radio. Casi sin darme cuenta, llevé el asunto al terreno espiritual: tenemos mucha toma de tierra, demasiada, y hemos olvidado la antena de la vida interior...
»—Esta es la causa de que sean tan pocas las almas que mantienen trato con Dios: ojalá nunca nos falte la antena de lo sobrenatural»10.
III. Aquí hay algo más que Jonás... aquí hay algo más que Salomón. ¡Está el mismo Cristo a nuestro lado! Llama al interior del hombre –a su inteligencia y a su corazón–, no como un extraño, sino como la persona que nos ama, que desea comunicar sus sentimientos y hasta su propia vida, que quiere dar solución divina a aquello que nos preocupa o incluso nos atenaza.
Pero, de la misma manera que en las ondas sonoras se dan interferencias que impiden una buena sintonía, se pueden presentar obstáculos en el campo de la fe. En ocasiones, puede darse la oscuridad en personas que llevan años siguiendo a Cristo y que se quedan, culpablemente o no, desconcertadas y como perdidas, sin ver la alegría y la belleza de la entrega. En esos casos, se hacen precisas unas preguntas hechas con sinceridad en la intimidad del alma: ¿verdaderamente deseo ver?, ¿estoy plenamente dispuesto a querer ver, a afirmar al menos que existe una serie de razones y de sucesos que descubren la presencia de Dios en mi vida?, ¿me dejo ayudar?, ¿expongo mi situación con claridad?, ¿desvelo mi intimidad, sin hacer teorías, sin maquillajes, sin paliativos?
Junto a la soberbia, que es el principal obstáculo, se pueden presentar otras dificultades: el ambiente ávido de confort, que tiende a rechazar de plano lo que suponga sacrificio y cruz, y que puede tender sutiles lazos cargados de razones humanas contrarias a lo que Dios pide en ese momento: un camino lleno de alegría, pero más arduo y empinado que el de un ambiente cargado de hedonismo. Se precisará entonces un esfuerzo, hablar con valentía en la dirección espiritual y luchar decididamente para desprenderse de toda rémora, de pasiones que tiran hacia el polvo de la tierra; es necesario purificar el corazón de amores desordenados para llenarlo del amor verdadero que Cristo ofrece, pues difícilmente podrá apreciar la luz quien tiene la mirada turbia.
La pereza y la comodidad son otros tantos obstáculos que se pueden interponer en el camino hacia Dios. Como todo amor auténtico, la fe y la vocación conllevan entrega de la persona, que al amor nunca le parece suficiente. La pereza y la comodidad tienden a señalar un límite, a defender unos derechos mezquinos, que entorpecen y retrasan la respuesta definitiva para esa fe amorosa.
Alguna vez, el Señor puede ocultarse a nuestra vista, para que le busquemos con más amor, para que crezcamos en humildad, dejándonos llevar por quien Dios ha puesto a nuestro lado para realizar esa misión. Siempre, sin fallar nunca, se acaba descubriendo el rostro amable de Cristo, con más claridad que antes, con más amor.
La palabra fe tiene en su raíz un matiz que viene a significar dejarse llevar por otra persona que es más fuerte que nosotros, confiar en otro que nos presta su ayuda11. Confiamos fundamentalmente en Dios, pero también Él quiere que nos apoyemos en esas personas que ha puesto a nuestro lado para que nos ayuden a ver. Dios da frecuentemente luz a través de otros.
El Señor pasa a nuestro lado con las suficientes referencias para verle y seguirle. El sacramento de la Confesión será, de manera habitual, un medio excelente para ver a Dios con más claridad en nosotros y en quienes nos rodean. Pidamos a la Virgen que nos ayude a purificar la mirada y el corazón para poder interpretar acertadamente los acontecimientos de cada día, descubriendo a Dios en ellos.
Creo, Señor, pero ayúdame a creer con más firmeza; espero, pero haz que espere con más confianza; te amo, pero haz que te ame con más fuego12.
1 Mt 12, 38-42. — 2 Cfr. Sagrada Biblia, Santos Evangelios, EUNSA, Pamplona 1983, in loc. — 3 Jon 3, 6-9. — 4 1 Rey 10, 1-10. — 5 Cfr. Sagrada Biblia, ibídem. — 6 Jn12, 37. — 7 Jn 9, 26-27. — 8 Jn 18, 38. — 9 Mt 9, 34 — 10 San Josemaría Escrivá,Forja, n. 510. — 11 Cfr. J Dhetlly, Diccionario bíblico, Herder, Barcelona 1970, voz FE, p. 445 ss. — 12 Misal Romano, Acción de gracias para después de la Misa: oración del Papa Clemente XI.
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22 de julio
SANTA MARÍA MAGDALENA*
Memoria
— Nos enseña a buscar a Jesús en toda circunstancia.
— Reconoce a Jesús cuando la llama por su nombre. Su alegría ante Cristo resucitado.
— Es enviada por el Señor a los Apóstoles. La alegría de todo apostolado.
I. Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; // mi carne tiene ansia de ti, // como tierra reseca, agostada, sin agua1, leemos en el Salmo responsorial de la Misa.
Al cabo de veinte siglos resultan conmovedores la delicadeza, la fidelidad y el amor de María Magdalena por Jesús. San Juan nos narra en el Evangelio de la Misa2 cómo esta mujer se dirigió al sepulcro en cuanto se lo permitió el descanso sabático, cuando todavía estaba oscuro, en busca del Cuerpo muerto de su Señor. Él la había librado del Maligno3 y la gracia fructificó en su corazón, siguió fielmente al Maestro en algunos de sus viajes apostólicos y le sirvió generosamente con sus bienes. En los momentos terribles de la crucifixión permaneció en el Calvario4, cerca de quien la había curado de sus males. Es más, cuando depositaron a Jesús en el sepulcro, ella permaneció cerca haciéndole compañía, como hemos hecho nosotros quizá junto al cadáver de una persona amada. Lo consigna San Mateo: Estaban allí María Magdalena y la otra María sentadas frente al sepulcro5.
Pasado el sábado, al alborear el día primero de la semana6, se dirigió con otras santas mujeres al lugar donde se encontraba el Cuerpo de Jesús, para embalsamarlo. Pero el Señor ya no está allí: ¡ha resucitado! Ve la piedra corrida y el sepulcro vacío; entonces echó a correr, fue a Simón y al otro discípulo al que amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto7. Pedro y Juan salieron corriendo hacia el sepulcro vacío. San Juan nos cuenta que aquel momento fue definitivo en su vida: vio y creyó8. Ambos Apóstoles se volvieron de nuevo a casa9, pero María se quedó allí, llorando por la ausencia del Cuerpo del Maestro. Con una tristeza indefinible, sin creer aún en la Resurrección, persevera, no se quiere separar del lugar donde vio por última vez el Cuerpo adorable del Maestro.
Nosotros consideramos hoy «la intensidad del amor que ardía en el corazón de aquella mujer, que no se apartaba del sepulcro, aunque los discípulos se habían marchado de allí. Buscaba al que no había hallado, lo buscaba llorando y, encendida en el fuego de su amor, ardía en deseos de aquel de quien pensaba que se habían llevado. Por esto ella fue la única en verlo entonces, porque se había quedado buscándolo, pues lo que da fuerza a las buenas obras es la perseverancia en ellas»10. No dejemos nosotros de buscar siempre a Jesús; también en los momentos en los que, si el Señor lo permite, el desaliento o la oscuridad penetren en el alma. No olvidemos nunca que Él siempre está muy cerca de nuestra vida, aunque no lo veamos. Siempre está cercano, porque, como dice el Apóstol, «"Dominus prope est"! - el Señor me sigue de cerca. Caminaré con Él, por tanto, bien seguro, ya que el Señor es mi Padre..., y con su ayuda cumpliré su amable Voluntad, aunque me cueste»11.
II. Por su perseverancia en buscarle, por su gran amor, María Magdalena recibió el don de ser la primera persona a la que Jesús se apareció12. Al principio, María no reconoció a Jesús, a pesar de estar a su lado. San Juan nos dice que se volvió atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús13. A pesar de que le habló no se dio cuenta de que era Cristo ¡vivo! quien estaba a su lado: Mujer le dijo el Señor, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?14, Las lágrimas no la dejaban ver al Maestro, a quien adivinamos sonriendo, feliz con el encuentro, como cuando se dirige a nosotros, que le buscamos sin cesar, porque Él es el mismo entonces y ahora. Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde le has puesto y yo lo recogeré15. Entonces, Jesús la llamó por su nombre, con la entonación propia que el Maestro empleaba cuando se dirigía a ella.Jesús le dijo: ¡María!16. Todos los nubarrones, almacenados en su corazón desde tres días atrás, desaparecieron de golpe. «¡Cuántas penas interiores, cuántos tormentos del espíritu causados por un gran amor y para los que parecía no haber consuelo, se han deshecho como la espuma ante una sola palabra de Jesús!»17. ¡Tantas veces! Y como un río incontenible, como si todo hubiera sido una pesadilla, María le mira y le dice: Rabboni! ¡Maestro!18. San Juan ha querido dejarnos, como si fuera una realidad intraducible, el término hebreo, familiar, con el que tantas veces le llamó.
«Se le buscaba muerto comenta San Agustín-, y se presentó vivo. ¿Cómo vivo? La llama por su nombre: María, y ella responde al instante nada más oír su nombre: Rabboni. El hortelano pudo haber dicho "¿A quién buscas? ¿Por qué lloras?"; María, en cambio, solo Cristo podía decirlo. La llamó por su nombre el mismo que la llamó al reino de los cielos. Pronunció el nombre que había escrito en su libro: María. Y ella:Rabboni, que significa "Maestro". Ya había reconocido a quien la iluminaba para que lo reconociera; ya veía a Cristo en quien antes había visto a un hortelano. Y el Señor le dijo: No me toques, pues aún no he subido a mi Padre (Jn 20, 17)»19.
¡Cómo desaparecen nuestros pesares cuando descubrimos a Jesús vivo, glorioso, que está a nuestro lado y que nos llama por nuestro nombre! ¡Qué alegría encontrarle tan próximo, tan familiar, poderle llamar con nuestro acento peculiar, que Él bien conoce! Nuestra oración es nuestra dicha más profunda. Y también el soporte donde se apoya la vida entera. No dejemos de buscarle si alguna vez no le vemos; si perseveramos, Él se hará encontradizo con nosotros y nos llamará por el apelativo familiar, y recobraremos la paz y la alegría, si la hubiéramos perdido. Una sola palabra de Jesús nos devuelve la esperanza y los deseos de recomenzar. No olvidemos, en ninguna situación, que «el día del triunfo del Señor, de su Resurrección, es definitivo. ¿Dónde están los soldados que había puesto la autoridad? ¿Dónde están los sellos, que habían colocado sobre la piedra del sepulcro? ¿Dónde están los que condenaron al Maestro? ¿Dónde están los que crucificaron a Jesús?... Ante su victoria, se produce la gran huida de los pobres miserables.
»Llénate de esperanza: Jesucristo vence siempre»20. También vence en nuestra vida, triunfa sobre aquellos defectos y flaquezas que podrían parecer inamovibles.
III. Después de consolar a María, Jesús le da un mensaje para los Apóstoles, a quienes llama con el apelativo entrañable de hermanos. Y fue María Magdalena y anunció a los discípulos: ¡He visto al Señor!, y a continuación les contó todo lo que había sucedido21. Nos imaginamos la alegría con que María pronunciaría estas palabras: ¡He visto al Señor! Es el gozo y alegría de todo apostolado en el que anunciamos a los demás, de mil formas distintas, que Jesús vive. Y comenta Santo Tomás de Aquino: «Por esta mujer, que fue la más solícita en reconocer el sepulcro de Cristo, se designa a toda persona que ansía conocer la verdad divina y, por tanto, es digna de anunciar a los demás el conocimiento de tal gracia, como María lo anunció a los discípulos, para que no deba ser reprendida por haber escondido el talento». Y concluye el Santo Doctor: «No se os ha concedido este gozo para que lo ocultéis en el secreto de vuestro corazón, sino para enseñarlo a los que aman»22, para publicarlo a los cuatro vientos. Quien encuentra a Cristo en su vida, lo encuentra para todos. La noticia de la Resurrección se propagó como un incendio en los primeros siglos; los cristianos eran conscientes de ser portadores de la Buena Nueva, los discípulos gozosos de Aquel que murió por todos y resucitó al tercer día, como había predicho. Eran un pueblo feliz en medio de un mundo triste; y su alegría, como la nuestra, procedía de estar cerca de Cristo vivo. El apostolado es siempre la comunicación de un mensaje alegre, el más gozoso de todos.
Hoy pedimos a Santa María Magdalena que nos alcance del Señor su amor y su perseverancia en buscarle. Y que ya que a ella, antes que a nadie, le confió la misión de anunciar a los suyos la alegría pascual, nos conceda a nosotros la alegría de anunciar siempre a Cristo resucitado y verle un día glorioso en el reino de los cielos23. Allí le contemplaremos, también a Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, que nunca se ha separado de nuestro lado. Y veremos con particular gozo a todos aquellos a quienes anunciamos, a través tantas veces de la amistad, que Cristo resucitado sigue entre nosotros.
1 Salmo responsorial. Sal 62, 2. — 2 Jn 20, 1-2; 11-18. — 3 Lc 8, 2. — 4 Cfr. Mt 27, 56. — 5 Mt 27, 61. — 6 Cfr. Mt 28, 1. — 7 Jn 20, 2. — 8 Cfr. Jn. 20, 8. — 9 Jn 20, 10. — 10 Liturgia de las Horas, Segunda lectura. San Gregorio Magno. Homilías sobre los evangelios, 25, 1-2. — 11 Cfr. San Josemaría Escrivá, Surco, n. 53. — 12Mc 16, 9 — 13 Jn 20, 14. — 14 Jn 20, 15. — 15 Jn 20, 15. — 16 Jn 20, 16. — 17 M. J. Indart, Jesús en su mundo, Herder, Barcelona 1963, p. 124. — 18 Jn 20, 16. — 19San Agustín, Sermón 246, 3-4. — 20 San Josemaría Escrivá, Forja, Rialp, 2.ª ed., Madrid 1987, n. 660. — 21 Cfr. Jn 20, 18. — 22 Santo Tomás, en Catena Aurea, vol. VIII, p. 400. — 23 Cfr. Oración colecta de la Misa.
* Era originaria de Magdala, pequeña ciudad de Galilea al noroeste del lago de Tiberíades. Formó parte del grupo de mujeres que seguía a Jesús y le atendía con sus bienes. Estuvo presente en el Calvario y, en la madrugada del día de Pascua, tuvo el privilegio de ser la primera, después de la Virgen, que vio al Redentor resucitado, a quien conoció cuando la llamó por su nombre. Su culto se extendió considerablemente en la Iglesia de Occidente durante la Edad Media. No parece probable que fuera la misma que aquella que derramó sobre los pies de Jesús un frasco de alabastro en casa de Simón el fariseo.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
Santa María Magdalena
"Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados."
(Mt 5,5)
Su nombre era María, que significa "preferida por Dios", y era natural de Magdala en Galilea; de ahí su sobrenombre de Magdalena. Magdala, ciudad a la orilla del Mar de Galilea, o Lago de Tiberiades.
Jesús, al dar su Espíritu a sus apóstoles, les dijo que perdonasen los pecados conforme se lo habían visto a Él hacer: y la liturgia nos recuerda hoy un ejemplo, que será siempre famoso, de la misericordia del Salvador con los que se duelen de sus pasados extravíos.
María, hermana de Marta y Lázaro, era pública pecadora, hasta que tocada un día por la gracia, vino a rendirse a los pies del Señor. "No te acerques a mí, porque estoy puro", le dirían los soberbios; pero el Señor, al contrario, la recibe y perdona. Por eso Jesús, "acoge bondadoso la ofrenda de sus servicios", y le ofrece para siempre un sitial de honor en su corte real. La contrición transforma su amor. "Por haber amado mucho, se le perdonan muchos pecados". Movido por sus ruegos resucita Jesús a Lázaro, su hermano, y cuando Jesús es crucificado, le asiste, más muerta que viva; preguntando, como la esposa de los Cantares, a dónde han puesto su esposo Divino, Cristo la llama por su propio nombre, y mándale llevar a los discípulos la nueva de su Resurrección.
A imitación de la gran Santa María Magdalena, vengamos en espíritu de amor y de compunción, a ofrecer a Jesús, presente en la santa Misa, el tesoro de nuestras alabanzas. Hagámosle compañía, como las dos hermanas Marta y María; adornemos su altar, con ese recio espíritu de fe que no teme el escándalo farisaico, con todo el esplendor que conviene a la casa de Dios. Imitémosla sobre todo en su acendrado amor a Jesús, seguros de que haciéndolo así, lograremos la remisión entera de nuestras pasadas culpas, elevándonos, desde el fondo de nuestra miseria a la sima de la santidad. Al que busca a Dios con gemidos, pronto le abre la puerta de su misericordia y de sus ricos tesoros.
Cuatro menciones en los Evangelios:
1) Los siete demonios. Lo primero que dice el Evangelio acerca de esta mujer, es que Jesús sacó de ella siete demonios (Lc 8,2), lo cual es un favor grandísimo, porque una persona poseída por siete espíritus inmundos tiene que haber sido impresionantemente infeliz. Esta gran liberación obrada por Jesús debió dejar en Magdalena una gratitud profundísima.
Nuestro Señor decía que cuando una persona logra echar lejos a un mal espíritu, este se va y consigue otros siete espíritus peores que él y la atacan y así su segundo estado llega a ser peor que el primero (Lc 11,24). Eso le pudo suceder a Magdalena. Y que enorme paz habrá experimentado cuando Cristo alejó de su alma estos molestos espíritus.
A nosotros nos consuela esta intervención del Salvador, porque a nuestra alma la atacan también siete espíritus dañosísimos: el orgullo, la avaricia, la ira, la gula, la impureza o lujuria, envidia, la pereza y quizás varios más. ¿Quién puede decir que el espíritu del orgullo no le ataca día por día? ¿Habrá alguien que pueda gloriarse de que el mal espíritu de la impureza no le ha atacado y no le va a atacar ferozmente? Y lo mismo podemos afirmar de los demás.
Pero hay una verdad consoladora: Y es que los espíritus inmundos cuando veían o escuchaban a Jesús empezaban a tembar y salían huyendo. ¿Por qué no pedirle frecuentemente a Cristo que con su inmenso poder aleje de nuestra alma todo mal espíritu? El milagro que hizo en favor de la Magdalena, puede y quiere seguirlo haciendo cada día en favor de todos nosotros.
2) Se dedicó a servirle con sus bienes. Amor con amor se paga. Es lo que hizo la Magdalena. Ya que Jesús le hizo un gran favor al librarla de los malos espíritus, ella se dedicó a hacerle pequeños pero numerosos favores. Se unió al grupo de las santas mujeres que colaboraban con Jesús y sus discípulos (Juana, Susana y otras). San Lucas cuenta que estas mujeres habían sido liberadas por Jesús de malos espíritus o de enfermedades y que se dedicaban a servirle con sus bienes (Lc 8,3). Lavaban la ropa, preparaban los alimentos; quizás cuidaban a los niños mientras los mayores escuchaban al Señor; ayudaban a catequizar niños, ancianos y mujeres, etc...
3) Junto a la cruz. La tercera vez que el Evangelio nombra a Magdalena es para decir que estuvo junto a la cruz, cuando murió Jesús. La ausencia de hombres amigos junto a la cruz del Redentor fue escandalosa. Sencillamente no se atrevieron a aparecer por ahí. No era nada fácil declararse amigo de un condenado a muerte. El único que estuvo junto a Él fue Juan. En cambio las mujeres se mostraron mucho más valerosas en esa hora trágica y fatal. Y una de ellas fue Magdalena.
San Mateo (Mt 27,55), San Marcos (Mc 15, 40) y San Juan (Jn 19, 25) afirman que junto a la cruz de Jesús estaba la Magdalena. En las imágenes religiosas de todo el mundo los artistas han pintado a María Magdalena junto a María, la Madre de Jesús, cerca de la cruz del Redentor agonizante, como un detalle de gratitud a Jesús.
4) Jesús resucitado y la Magdalena. Uno de los datos más consoladores del Evangelio es que Jesús resucitado se aparece primero a dos personas que habían sido pecadoras pero se habían arrepentido: Pedro y Magdalena. Como para animarnos a todos los pecadores, con la esperanza de que si nos arrepentimos y corregimos lograremos volver a ser buenos amigos de Cristo.
Los cuatro evangelistas cuentan como María Magdalena fue el domingo de Resurrección por la mañana a visitar el sepulcro de Jesús. San Juan lo narra de la siguiente manera:
"Estaba María Magdalena llorando fuera, junto al sepulcro y vio dos ángeles donde había estado Jesús. Ellos le dicen: - ¿Mujer, por qué lloras? - Ella les responde: - Porque se han llevado a mi Señor, y no sé donde lo han puesto.
Dicho esto se volvió y vio que Jesús estaba ahí, pero no sabía que era Jesús.
Le dice Jesús: - ¿Mujer por qué lloras? ¿A quién buscas?
Ella, pensando que era el encargado de aquella finca le dijo: - Señor, si tú lo has llevado, dime donde lo has puesto, yo me lo llevaré.
Jesús le dice: '¡María!'
Ella lo reconoce y le dice : '¡Oh Maestro!' (y se lanzó a besarle los pies).
Le dijo Jesús: - Suéltame, porque todavía no he subido al Padre. Vete donde los hermanos y diles: 'Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios a vuestro Dios'.
Fue María Magdalena y les dijo a los discípulos: - He visto al Señor, y me ha dicho esto y esto." (Jn. 27, 11).
Esta mujer tuvo el honor de ser la encargada de comunicar la noticia de la resurrección de Jesús.
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Fuente: cpalsj.org
Felipe Evans, Santo Sacerdote y Mártir, 22 de julio
Sacerdote y Mártir Martirologio Romano: En Cardiff, ciudad de Gales, santos Felipe Evans, de la Compañía de Jesús, y Juan Lloyd, presbíteros y mártires, que, siendo rey Carlos II, fueron ahorcados al descubrirse que ejercían el sacerdocio en su patria (1679). Felipe nace el año 1645, en Monmouthshire, Gales. Cerca de la parroquia de Abergavenny, se encuentra la casa paterna. Sus padres, que han permanecido como buenos católicos, lo envían al continente, cuando tiene quince años, para recibir su educación en el Colegio Inglés de la Compañía de Jesús ubicado en la ciudad de Saint Omer, en Flandes. |
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Agustín de Biella Fangi, Beato Sacerdote, 22 de julio
Presbítero Dominico Martirologio Romano: En Venecia, beato Agustín de Biella Fangi, presbítero de la Orden de Predicadores, que prestó grandes servicios en Soncino, en Viglebano y en la misma Venecia (1493). Agustín fue un confesor del siglo XV. La línea Biella-Soncino-Venecia representa, imaginativamente, los datos biográficos de Agustín. |
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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Vandregisilo, Santo Abad, 22 de julio
Abad Martirologio Romano: En el monasterio de Fontenelle, en Neustria, san Vandregisilo, abad, que, habiendo renunciado a vivir en la corte con el rey Dagoberto, hizo vida monástica en varios lugares, y promovido al sacerdocio por san Audeno, obispo de Rouen, en el bosque llamado Gemeticense fundó y rigió el monasterio de este mismo nombre (c. 668). Vandregisilo nació en las cercanías de Verdún (Francia), a fines del siglo VI o a principios del VII. Era pariente del Beato Pepino de Landen, predecesor de la dinastía carolingia. Sus padres le educaron piadosa y sobriamente, y en la escuela aprendió los rudimentos de las ciencias profanas. Los nobles de aquella época sólo podían hacer carrera en la corte, de suerte que Vandregisilo fue enviado a la corte de Austrasia, en cuanto tuvo edad suficiente para ello. Ahí contrajo matrimonio por complacer a sus padres, aunque personalmente no lo deseaba, pues desde tiempo atrás tenía la intención de abrazar la vida religiosa. Felizmente, los deseos de su esposa concordaban con los suyos, de suerte que vivieron juntos como hermano y hermana (aunque también se cuenta que fueron los padres de Santa Landrada). |
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Fuente: Martirologio Romano
Otros Santos y Beatos Completando el santoral de este día, 22 de julio
San Platón, mártir |
Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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