JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos 9, 30-37
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo Jesús y sus discípulos atravesaban Galilea, pero él no quería que nadie lo supiera porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía:
"El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará".
Pero ellos no entendían lo que quería decir y tenían miedo de preguntarle. Llegaron a Cafarnaún y, una vez en casa, les preguntó:
"¿De qué discutían por el camino?"
Pero ellos se quedaron callados, porque por el camino habían discutido acerca de quién era el más importante.
Entonces Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:
"El que quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos".
Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:
"El que recibe a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me recibe a mí,
no me recibe a mí, sino al que me ha enviado".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las “palabras de vida eterna” (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=272692
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: “si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). “Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso”. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: “quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación” (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesar pecados graves al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
25a. Dom Ord Ciclo B
Antífona de Entrada
Yo soy la salvación de mi pueblo, dice el Señor. Los escucharé en cualquier tribulación en que me llamen y seré siempre su Dios.
Oración Colecta
Oremos:
Dios nuestro, que en el amor a ti y a nuestro prójimo has querido resumir toda tu ley; concédenos descubrirte y amarte en nuestros hermanos para que podamos alcanzar la vida eterna.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
Condenemos al justo a una muerte ignominiosa
Lectura del libro de la Sabiduría
2, 12.17-20
Los malvados dijeron entre sí: Tendamos una trampa al justo, porque nos molesta y se opone a lo que hacemos; nos echa en cara nuestras violaciones a la ley y nos reprocha las faltas contra los principios en que fuimos educados.
Veamos si es cierto lo que dice, comprobemos como le va al final. Si el justo es hijo de Dios, él lo ayudará y lo librará de las manos de sus enemigos. Sometámoslo a la humillación y a la tortura, para conocer su temple y su valor. Condenémoslo a una muerte ignominiosa, pues, según dice, Dios lo librará.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 53, 3-4.5.6.8
El Señor es quien me ayuda.
Sálvame, Dios mío, por tu nombre, con tu poder defiéndeme. Escucha, Señor, mi oración y a mis palabras atiende.
El Señor es quien me ayuda.
Gente arrogante y violenta contra mí se ha levantado; andan queriendo matarme. ¡Dios los tiene sin cuidado!
El Señor es quien me ayuda.
Pero el Señor Dios es mi ayuda, él es quien me mantiene vivo. Por eso te ofreceré con agrado un sacrificio y te agradeceré, Señor, tu inmensa bondad conmigo.
El Señor es quien me ayuda.
Segunda Lectura
Los pacíficos siembran la paz y cosechan frutos de justicia
Lectura de la carta del apóstol Santiago
3, 16-18; 4, 1-3
Hermanos míos: Donde hay envidias y rivalidades, hay desorden y toda clase de males. En cambio, la sabiduría que viene de arriba es intachable y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de
misericordia y buenos frutos, imparcial, sincera. Los pacíficos siembran la paz y cosechan frutos de justicia.
¿De dónde vienen las luchas y los conflictos que se dan entre ustedes? ¿No es acaso de las malas pasiones que siempre están en guerra dentro de ustedes? Codician lo que no pueden tener; y acaban asesinando. Ambicionan algo que no pueden alcanzar; así que combaten y pelean. No lo alcanzan porque no piden; piden y no reciben, porque piden mal, para derrocharlo en placeres.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Dios nos ha llamado, por medio del Evangelio, a participar de la gloria de nuestro Señor Jesucristo.
Aleluya.
Evangelio
El Hijo del hombre va a ser entregado. Si alguno quiere ser el primero que se haga el servidor de todos
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos 9, 30-37
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo Jesús y sus discípulos atravesaban Galilea, pero él no quería que nadie lo supiera porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía:
"El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará".
Pero ellos no entendían lo que quería decir y tenían miedo de preguntarle. Llegaron a Cafarnaún y, una vez en casa, les preguntó:
"¿De qué discutían por el camino?"
Pero ellos se quedaron callados, porque por el camino habían discutido acerca de quién era el más importante.
Entonces Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:
"El que quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos".
Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:
"El que recibe a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me recibe a mí,
no me recibe a mí, sino al que me ha enviado".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Reunidos en nombre de Jesús y confiando en su promesa, pidamos, hermanos y hermanas por las necesidades de todos los seres humanos.
(Respondemos: Escúchanos, Señor).
Por el Papa, los obispos y sacerdotes, por todo el pueblo santo de Dios: para que anunciemos sin cesar la buena nueva del Evangelio, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Por todas las naciones y sus gobernantes, por todos los que de distintos modos trabajan por la justicia, la libertad y la paz, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Por los pobres, los enfermos, los moribundos y por todos los que necesitan nuestra ayuda y nuestro amor, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Por los religiosos y religiosas: para que sean ante el mundo signo vivo de los bienes eternos, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Por los que celebramos esta Eucaristía: para que aumenten los lazos de unión y nos sintamos responsables los unos de la suerte de los otros, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Celebrante:
Dios nuestro, Padre de todos, que quieres que el último sea el primero y propusiste a un niño como ejemplo para los discípulos; danos la sabiduría que viene de arriba para que acojamos la palabra de tu Hijo y entendamos que, ante tus ojos, el primero ha de ser el servidor de todos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, los dones que te presentamos, a fin de que por medio de esta Eucaristía podamos obtener las gracias de la redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
Nuestra salvación por el Hijo de Dios hecho hombre
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque manifestaste admirablemente tu poder no sólo al socorrer nuestra débil naturaleza con la fuerza de tu divinidad, sino haber previsto el remedio en la misma debilidad humana, y de lo que fue causa de nuestra ruina hiciste el principio de nuestra salvación, por Cristo, Señor nuestro.
Por él,
los ángeles te cantan con júbilo eterno, y nosotros nos unimos a sus voces cantando humildemente tu alabanza:
Antífona de la Comunión
Tú promulgas, Señor, tus preceptos para que se observen con exactitud. Que mi conducta se ajuste siempre al cumplimiento de tu voluntad.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Concede siempre tu ayuda, Señor, a quienes has alimentado con la Eucaristía, a fin de que la gracia recibida en este sacramento transforme continuamente nuestra vida.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
† Meditación diaria
Vigésimo quinto Domingo ciclo b
EL MÁS IMPORTANTE DE TODOS
— Mandar es servir.
— El ejercicio de la autoridad y la obediencia en la Iglesia proceden de una misma fuente: el amor a Cristo.
— La autoridad en la Iglesia es un gran bien. Obedecer como lo hizo Cristo.
I. La Primera lectura de la Misa1 nos presenta una enseñanza acerca de los padecimientos de los hijos de Dios injustamente perseguidos a causa de su honradez y santidad. Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra conducta errada; declara que conoce a Dios y se da el nombre de hijo de Dios; es un reproche constante para nuestra vida...; lo someteremos a la afrenta y a la tortura para comprobar su paciencia; lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él. Estas palabras, escritas siglos antes de la llegada de Cristo, las aplica hoy la liturgia al justo por excelencia, a Jesús, Hijo Unigénito de Dios, condenado a una muerte ignominiosa después de padecer todas las afrentas.
En el Evangelio de la Misa2, San Marcos nos relata que Jesús atravesaba Galilea con los suyos, y en el camino los instruía acerca de su muerte y resurrección. Les decía con toda claridad: El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán y, después de muerto, resucitará a los tres días. Pero los discípulos, que se habían formado otra idea del futuro reino del Mesías, no entendían sus palabras y temían preguntarle.
Sorprende que, mientras el Maestro les comunicaba los padecimientos y la muerte que había de sufrir, los discípulos discutían a sus espaldas sobre quién sería el mayor. Por eso, al llegar a Cafarnaún, estando ya en casa, Jesús les preguntó por la discusión que habían mantenido en el camino. Ellos, quizá avergonzados, callaban. Entonces se sentó y, llamando a los Doce, les dijo: Si alguno quiere ser el primero, hágase el último de todos y servidor de todos. Y para hacer más gráfica la enseñanza tomó a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: El que recibe a uno de estos niños, a Mí me recibe; y quien me recibe, no me recibe a Mí, sino al que me envió.
El Señor quiere enseñar a los que han de ejercer la autoridad en la Iglesia, en la familia, en la sociedad, que esa facultad es un servicio que se presta. Nos habla a todos de humildad y abnegación para saber acoger en los más débiles a Cristo mismo. “En este niño que Jesús abraza están representados todos los niños del mundo, y también todos los hombres necesitados, desvalidos, pobres, enfermos, en los cuales nada brillante y destacado hay que admirar”3.
II. El Señor, en este pasaje del Evangelio, quiere enseñar principalmente a los Doce cómo han de gobernar la Iglesia. Les indica que ejercer la autoridad es servir. La palabra autoridad procede del vocablo latino auctor, es decir, autor, promotor o fuente de algo4. Sugiere la función del que vela por los intereses y el desarrollo de un grupo o una sociedad. Gobierno y obediencia no son acciones contrapuestas: en la Iglesia nacen del mismo amor a Cristo. Se manda por amor a Cristo y se obedece por amor a Cristo.
La autoridad es necesaria en toda sociedad, y en la Iglesia ha sido querida directamente por el Señor. Cuando en una sociedad no se ejerce, o se manda indebidamente, se hace un daño a sus miembros, que puede ser grave, sobre todo si el fin de esa corporación o grupo social es esencial para los individuos que la componen. “Se esconde una gran comodidad –y a veces una gran falta de responsabilidad– en quienes, constituidos en autoridad, huyen del dolor de corregir, con la excusa de evitar el sufrimiento a otros.
“Se ahorran quizá disgustos en esta vida..., pero ponen en juego la felicidad eterna –suya y de los otros– por sus omisiones, que son verdaderos pecados”5.
En la Iglesia, la autoridad se ha de ejercer como lo hizo Cristo, que no vino a ser servido, sino a servir: non veni ministrari sed ministrare6. Su servicio a la humanidad va encaminado a la salvación, pues vino a dar su vida en redención de muchos7, de todos. Poco antes de estas palabras, y ante una situación semejante a la que se lee en el Evangelio de la Misa de hoy, el Señor había manifestado a los Doce: Sabéis que los jefes de las naciones las tratan despóticamente y los grandes abusan de su autoridad. No ha de ser así entre vosotros; antes bien, quien quisiere entre vosotros llegar a ser grande, sea vuestro servidor; y quien quisiere entre vosotros ser primero, sea vuestro esclavo8. Los Apóstoles fueron entendiendo poco a poco estas enseñanzas del Maestro, y las comprenderían en toda su plenitud después de la venida del Espíritu Santo en Pentecostés. San Pedro escribirá años más tarde9 a los presbíteros que debían apacentar el rebaño de Dios a ellos confiado, no como dominadores sobre la heredad, sino sirviendo de ejemplo. Y San Pablo afirmará que, no estando sometido a nadie, se hace siervo de todos para ganarlos a todos10. Cuanto más “arriba” se esté en la jerarquía eclesiástica, más obligación hay de servir. Una profunda conciencia de esta verdad se refleja en el título adoptado desde antiguo por los Papas: Servus servorum Dei, el siervo de los siervos de Dios11.
Los buenos pastores en la Iglesia han de saber “armonizar perfectamente la entereza que en el seno de la familia descubrimos en el padre con la amorosa intuición de la madre, que trata a sus hijos desiguales de desigual manera”12.
Nosotros hemos de pedir que no falten nunca buenos pastores en la Iglesia que sepan servir a todos con abnegación y especialmente a los más necesitados de ayuda. Nuestra oración diaria por el Romano Pontífice, por los obispos, por quienes de alguna manera han sido constituidos en autoridad, por los sacerdotes y por aquellos que el Señor ha querido que nos ayuden en el camino de la santidad, subirá hasta el Señor y le será especialmente agradable.
III. Se sirve al ejercer la autoridad, como sirvió Cristo; y se sirve obedeciendo, como el Señor, que se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz13. Y para obedecer hemos de entender que la autoridad es un bien, un bien muy grande, sin el cual no sería posible la Iglesia, tal como Cristo la fundó.
Cualquier comunidad que quiere subsistir tiende naturalmente a buscar alguien que la dirija, sin lo cual pronto dejaría de existir. “La vida ordinaria ofrece un sinfín de ejemplos de esta tendencia del espíritu comunitario a buscar la autoridad: desde clubes, sindicatos laborales o asociaciones profesionales (...). En una verdadera comunidad –cuyos componentes están unidos por fines e ideales comunes–, la autoridad no es objeto de temor, sino de respeto y de acatamiento, por parte de quienes están bajo ella. La conciencia individual, en una persona normalmente constituida, no tiene propensión natural a desconfiar de la autoridad o rebelarse contra ella; su disposición es más bien de aceptarla, de recurrir a ella, de apoyarla”14. En la Iglesia, el sentido sobrenatural –la vida de fe– nos hace ver en sus mandatos y consejos al mismo Cristo, que sale a nuestro encuentro en esas indicaciones.
Para obedecer hemos de ser humildes, pues en cada uno de nosotros existe un principio disgregador, fruto amargo del amor propio, herencia del pecado original, que en ocasiones puede tratar de encontrar cualquier excusa para no someter gustosamente la voluntad ante un mandato de quien Dios ha puesto para conducirnos a Él. “Hoy, cuando el ambiente está lleno de desobediencia, de murmuración, de trapisonda, de enredo, hemos de amar más que nunca la obediencia, la sinceridad, la lealtad, la sencillez: y todo, con sentido sobrenatural, que nos hará más humanos”15. Para que la virtud de la obediencia tenga esas características, acudimos al término de esta meditación al amparo de Nuestra Madre Santa María, que quiso ser Ancilla Domini, la Sierva del Señor16. Ella nos enseñará que servir –tanto al ejercer la autoridad como al obedecer– es reinar17.
1 Sab 2, 17-20. — 2 Mc 9, 29-36. — 3 Sagrada Biblia, Santos Evangelios, EUNSA, Pamplona 1983, nota a Mc 9, 36-37. - 4 Cfr. J. Corominas, Diccionario crítico etimológico castellano e hispano, Gredos. Madrid 1987, vol. I, voz Autor. — 5 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 577. — 6 Mt 20, 28. — 7 Ibídem.— 8 Mt 20, 24-27. — 9 Cfr. 1 Pdr 5, 1-3. — 10 Cfr. 1 Cor 9, 19 ss.; 2 Cor 4, 5, — 11 Cfr. C. Burke, Autoridad y libertad en la Iglesia, Rialp, Madrid 1988, p. 179. — 12 A. del Portillo, Escritos sobre el sacerdocio, Palabra, 5ª ed. Madrid 1979, p. 35. — 13 Flp 2, 8. —14 C. Burke, o. c., pp. 183-184. — 15 San Josemaría Escrivá, o. c., n. 530.—16 Lc 1. 38. — 17 Cfr. Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 36.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
Padre Pío, Santo
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Biografía “ En cuanto a mí,¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo! “ (Gal 6, 14).
Padre Pío de Pietrelcina, al igual que el apóstol Pablo, puso en la cumbre de su vida y de su apostolado la Cruz de su Señor como su fuerza, su sabiduría y su gloria. Inflamado de amor hacia Jesucristo, se conformó a Él por medio de la inmolación de sí mismo por la salvación del mundo. En el seguimiento y la imitación de Cristo Crucificado fue tan generoso y perfecto que hubiera podido decir “con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 19). Derramó sin parar los tesoros de la gracia que Dios le había concedido con especial generosidad a través de su ministerio, sirviendo a los hombres y mujeres que se acercaban a él, cada vez más numerosos, y engendrado una inmensa multitud de hijos e hijas espirituales.
Este dignísimo seguidor de San Francisco de Asís nació el 25 de mayo de 1887 en Pietrelcina, archidiócesis de Benevento, hijo de Grazio Forgione y de María Giuseppa De Nunzio. Fue bautizado al día siguiente recibiendo el nombre de Francisco. A los 12 años recibió el Sacramento de la Confirmación y la Primera Comunión.
El 6 de enero de 1903, cuando contaba 16 años, entró en el noviciado de la orden de los Frailes Menores Capuchinos en Morcone, donde el 22 del mismo mes vistió el hábito franciscano y recibió el nombre de Fray Pío. Acabado el año de noviciado, emitió la profesión de los votos simples y el 27 de enero de 1907 la profesión solemne.
Después de la ordenación sacerdotal, recibida el 10 de agosto de 1910 en Benevento, por motivos de salud permaneció en su familia hasta 1916. En septiembre del mismo año fue enviado al Convento de San Giovanni Rotondo y permaneció allí hasta su muerte.
Enardecido por el amor a Dios y al prójimo, Padre Pío vivió en plenitud la vocación de colaborar en la redención del hombre, según la misión especial que caracterizó toda su vida y que llevó a cabo mediante la dirección espiritual de los fieles, la reconciliación sacramental de los penitentes y la celebración de la Eucaristía. El momento cumbre de su actividad apostólica era aquél en el que celebraba la Santa Misa. Los fieles que participaban en la misma percibían la altura y profundidad de su espiritualidad.
En el orden de la caridad social se comprometió en aliviar los dolores y las miserias de tantas familias, especialmente con la fundación de la “Casa del Alivio del Sufrimiento”, inaugurada el 5 de mayo de 1956. Para el Siervo de Dios la fe era la vida: quería y hacía todo a la luz de la fe. Estuvo dedicado asiduamente a la oración. Pasaba el día y gran parte de la noche en coloquio con Dios. Decía: “En los libros buscamos a Dios, en la oración lo encontramos. La oración es la llave que abre el corazón de Dios”. La fe lo llevó siempre a la aceptación de la voluntad misteriosa de Dios.
Estuvo siempre inmerso en las realidades sobrenaturales. No era solamente el hombre de la esperanza y de la confianza total en Dios, sino que infundía, con las palabras y el ejemplo, estas virtudes en todos aquellos que se le acercaban.
El amor de Dios le llenaba totalmente, colmando todas sus esperanzas; la caridad era el principio inspirador de su jornada: amar a Dios y hacerlo amar. Su preocupación particular: crecer y hacer crecer en la caridad.
Expresó el máximo de su caridad hacia el prójimo acogiendo, por más de 50 años, a muchísimas personas que acudían a su ministerio y a su confesionario, recibiendo su consejo y su consuelo. Era como un asedio: lo buscaban en la iglesia, en la sacristía y en el convento. Y él se daba a todos, haciendo renacer la fe, distribuyendo la gracia y llevando luz. Pero especialmente en los pobres, en quienes sufrían y en los enfermos, él veía la imagen de Cristo y se entregaba especialmente a ellos.Ejerció de modo ejemplar la virtud de la prudencia, obraba y aconsejaba a la luz de Dios. Su preocupación era la gloria de Dios y el bien de las almas. Trató a todos con justicia, con lealtad y gran respeto.
Brilló en él la luz de la fortaleza. Comprendió bien pronto que su camino era el de la Cruz y lo aceptó inmediatamente con valor y por amor. Experimentó durante muchos años los sufrimientos del alma. Durante años soportó los dolores de sus llagas con admirable serenidad. Aceptó en silencio las numerosas intervenciones de las Autoridades y calló siempre ante las calumnias. Recurrió habitualmente a la mortificación para conseguir la virtud de la templanza, de acuerdo con el estilo franciscano. Era templado en la mentalidad y en el modo de vivir.
Consciente de los compromisos adquiridos con la vida consagrada, observó con generosidad los votos profesados. Obedeció en todo las órdenes de sus superiores, incluso cuando eran difíciles. Su obediencia era sobrenatural en la intención, universal en la extensión e integral en su realización. Vivió el espíritu de pobreza con total desprendimiento de sí mismo, de los bienes terrenos, de las comodidades y de los honores. Tuvo siempre una gran predilección por la virtud de la castidad. Su comportamiento fue modesto en todas partes y con todos.
Se consideraba sinceramente inútil, indigno de los dones de Dios, lleno de miserias y a la vez de favores divinos. En medio de tanta admiración del mundo, repetía: “Quiero ser sólo un pobre fraile que reza”.
Su salud, desde la juventud, no fue muy robusta y, especialmente, en los últimos años de su vida, empeoró rápidamente.
La hermana muerte lo sorprendió preparado y sereno el 23 de septiembre de 1968, a los 81 años de edad. La concurrencia a su funeral fue extraordinaria.
El 20 de febrero de 1971, apenas tres años después de la muerte del Siervo de Dios, Pablo VI, dirigiéndose a los Superiores de la orden Capuchina, dijo de él: “!Mirad qué fama ha tenido, qué clientela mundial ha reunido en torno a sí! Pero, ¿por qué? ¿Tal vez porque era un filósofo? ¿Porqué era un sabio? ¿Porqué tenía medios a su disposición? Porque celebraba la Misa con humildad, confesaba desde la mañana a la noche, y era, es difícil decirlo, un representante visible de las llagas de Nuestro Señor. Era un hombre de oración y de sufrimiento”.
Ya durante su vida gozó de notable fama de santidad, debida a sus virtudes, a su espíritu de oración, de sacrificio y de entrega total al bien de las almas.
En los años siguientes a su muerte, la fama de santidad y de milagros creció constantemente, llegando a ser un fenómeno eclesial extendido por todo el mundo y a toda clase de personas.
De este modo, Dios manifestaba a la Iglesia su voluntad de glorificar en la tierra a su Siervo fiel. No pasó mucho tiempo hasta que la Orden de los Frailes Menores Capuchinos realizó los pasos previstos por la ley canónica para iniciar la causa de beatificación y canonización. Examinadas todas las circunstancias, la Santa Sede, a tenor del Motu Proprio “Sanctitas Clarior” concedió el nulla osta el 29 de noviembre de 1982. El Arzobispo de Manfredonia pudo así proceder a la introducción de la Causa y a la celebración del proceso de conocimiento (1983-1990). El 7 de diciembre de 1990 la Congregación para las Causas de los Santos reconoció la validez jurídica. Acabada la Positio, se discutió, como es costumbre, si el Siervo de Dios había ejercitado las virtudes en grado heroico. El 13 de junio de 1997 tuvo lugar el Congreso Peculiar de Consultores teólogos con resultado positivo. En la Sesión ordinaria del 21 de octubre siguiente, siendo ponente de la Causa Mons. Andrea María Erba, Obispo de Velletri-Segni, los Padres Cardenales y obispos reconocieron que el Padre Pío ejerció en grado heroico las virtudes teologales, cardinales y las relacionadas con las mismas.
El 18 de diciembre de 1997, en presencia de Juan Pablo II, fue promulgado el Decreto sobre la heroicidad de las virtudes.
Para la beatificación del Padre Pío, la Postulación presentó al Dicasterio competente la curación de la Señora Consiglia De Martino, de Salerno (Italia). Sobre este caso se celebró el preceptivo proceso canónico ante el Tribunal Eclesiástico de la Archidiócesis de Salerno-Campagna-Acerno de julio de 1996 a junio de 1997 y fue reconocida su validez con decreto del 26 de septiembre de 1997. El 30 de abril de 1998 tuvo lugar, en la Congregación para las Causas de los Santos, el examen de la Consulta Médica y, el 22 de junio del mismo año, el Congreso peculiar de Consultores teólogos. El 20 de octubre siguiente, en el Vaticano, se reunió la Congregación ordinaria de Cardenales y obispos, miembros del Dicasterio, siendo Ponente Mons. Andrea M. Erba, y el 21 de diciembre de 1998 se promulgó, en presencia de Juan Pablo II, el Decreto sobre el milagro.
El 2 de mayo de 1999 a lo largo de una solemne Concelebración Eucarística en la plaza de San Pedro Su Santidad Juan Pablo II, con su autoridad apostólica declaró Beato al Venerable Siervo de Dios Pío de Pietrelcina, estableciendo el 23 de septiembre como fecha de su fiesta litúrgica.Para la canonización del Beato Pío de Pietrelcina, la Postulación ha presentado al Dicasterio competente la curación del pequeño Mateo Pio Colella de San Giovanni Rotondo. Sobre el caso se ha celebrado el regular Proceso canónico ante el Tribunal eclesiástico de la archidiócesis de Manfredonia‑Vieste del 11 de junio al 17 de octubre del 2000. El 23 de octubre siguiente la documentación se entregó en la Congregación de las Causas de los Santos. El 22 de noviembre del 2001 tuvo lugar, en la Congregación de las Causas de los Santos, el examen médico. El 11 de diciembre se celebró el Congreso Particular de los Consultores Teólogos y el 18 del mismo mes la Sesión Ordinaria de Cardenales y Obispos. El 20 de diciembre, en presencia de Juan Pablo II, se ha promulgado el Decreto sobre el milagro y el 26 de febrero del 2002 se promulgó el Decreto sobre la canonización.
Los Estigmas
Un día, el 2 de septiembre de 1915, doña Josefa llamó a su hijo: "¡Padre Pío! ¡Padre Pío!" Después de unos momentos, su hijo salió de la cabaña agitando las manos, como si se las hubiera quemado.
Su madre de carácter siempre alegre, se sonrió y le dijo: ¿Qué trae ahora que viene tocando la guitarra con las dos manos?
"No es nada", contestó el Padre Pío, "dolores insignificantes".
En realidad el Padre Pío acababa de recibir los estigmas invisibles. Ya antes había sentido dolores en los pies y en las manos.
En 1912 los dolores se extendieron al corazón. En una carta de aquel tiempo, así escribía: "El corazón, las manos y los pies, me parecen estar traspasados por una espada".
El 10 de octubre de 1915 comunicó a su director espiritual, Padre Agustín, haber recibido los estigmas invisibles, sintiendo, especialmente en algunos días "agudísimo dolor".
Un día en que estaba en el coro con los demás religiosos, después de que terminó el rezo de la Liturgia de las Horas, todos se retiraron, quedando solamente el Padre Pío recogido en su oración personal junto al padre Arcángel. Al toque de la campanilla para la comunidad, los dos se levantan. Las manos del Padre Pío están sangrando. El Padre Arcángel preocupado, le pregunta: "¿Se ha herido?".
Con paso incierto y con el rostro pálido se fue a presentar al Superior, quien al verlo quedó petrificado. Además de las manos y los pies, también el costado sangraba abundantemente. Lo raro también era que la sangre no coagulaba y, además, emanaba un agradable perfume.
El Superior enseguida pone al tanto al Padre Provincial. Como es de imaginar, la noticia no duró mucho tiempo oculta. El estupor y la alegría llenó los corazones de miles de personas, que iban a ver al "santo". Todo el mundo quería confesarse con el Padre Pío o participar en su Santa Misa.
El caso preocupó mucho al Superior Provincial quién se propuso estudiar bien su caso. Pidió fotografías y las envió, junto con un amplio reporte a la Santa Sede. Como respuesta, recibió la orden de intensificar el estudio médico y sustraer al Padre Pío de la curiosidad popular. Se le prohibió celebrar misa en público y confesar.
El Padre Pío calla y obedece. Durante dos largos años vivió una vida perfecta de claustro y bajo las órdenes de los médicos, que no encontraban las causas naturales de sus heridas, no dejaban en paz al padre.
Un día un doctor le hizo esta pregunta:
-Padre, dígame ¿Por qué tiene lesiones exactamente allí y no en otra parte?
-Más bien debería ser usted el que me conteste, doctor: ¿por qué he de tenerlas en otras partes y no allí?
Al Padre Pío no le faltaban ni el sentido del humor ni las respuestas sagaces.
la Bilocación
En el convento de San Elías de Pennisi, Fray Pío experimentó por primera vez el fenómeno de la bilocación. La noche del 18 de enero de 1905, mientras se encontraba en el coro, recogido en profunda oración, se sintió trasladado a una casa señorial de la ciudad de Údine, donde estaba muriéndose un hombre y naciendo una niña.
El caso curioso fue narrado por el mismo religioso que, por obediencia lo puso por escrito y, después de muchos años, por la joven que entonces había nacido.
"Hace días- escribe Fray Pío- me pasó algo insospechado: Mientras me encontraba en el coro con Fray Atanasio, eran como las 23 horas del 18 de este mes cuando me encontré en una casa señorial donde moría un papá mientras nacía una niña. Se me apareció entonces la Santísima Virgen que me dijo: ‘Te confío esta criatura, es una piedra preciosa en su estado bruto. Trabájala, límpiala, hazla lo más brillante posible, porque un día quiero usarla para adornarme…’ Le contesté a la Virgen: ‘¿Cómo podría ser posible, si yo soy todavía un estudiante y no sé si un día podré tener la suerte y la alegría de ser sacerdote? Y aunque llegue a ser sacerdote, ¿cómo podré ocuparme de esta niña, viviendo yo tan lejos de aquí?’ La Virgen me respondió: ‘No dudes. Será ella quien irá a buscarte, pero antes la encontrarás en la Basílica de San Pedro en Roma’. Después de esto… me encontré otra vez en el coro".
Este escrito fue cuidadosamente guardado por el director espiritual del Padre Pío, el padre Agustín de San Marco en Lamis. La niña de la que se habla en el escrito se llama Giovanna Rizzani. Su Papá estaba inscrito en la Masonería. Durante su última enfermedad, su lujosa residencia fue rigurosamente vigilada día y noche por los masones, situada en la calle Tiberio de Ciani No. 33 de la ciudad italiana de Údine. Esto, para impedir el paso de cualquier sacerdote.
Horas antes de morir, su esposa Leonilde- que era muy religiosa- estaba cerca del lecho del moribundo recogida en oración y lágrimas. De repente vio salir de la recámara y alejarse por el pasillo a un fraile capuchino. Se levantó enseguida, lo llamó y lo siguió mientras el fraile desaparecía.
La señora estaba extremadamente angustiada pensando en su esposo que se moría sin los auxilios religiosos. En aquel momento, oyó gemir al perro que estaba amarrado en el jardín de la casa, como si el animal percibiera la muerte ya próxima del amo.
La señora, no aguantando el gemido del perro, fue a soltarlo. En esos momentos sintió los dolores del parto y allí mismo dio a luz a una niña. El administrador de la casa corrió para ayudarle. De lejos vieron la escena los dos masones que vigilaban la entrada y también el párroco que quería entrar a la casa para auxiliar al moribundo.
El administrador, después de que ayudó a la señora a alcanzar la recámara, bajó indignado contra los masones que impedían el paso al sacerdote y les gritó: "Dejen entrar al padre. Ustedes pueden impedirle que asista al moribundo, pero no tienen derecho a impedirle que vaya a bautizar a la niña que acaba de nacer prematuramente".
Fue así como se dejó pasar al sacerdote, que además de bautizar a la niña, administró los últimos sacramentos al moribundo arrepentido.
A la muerte del señor Juan Bautista Rizzani, la joven viuda se trasladó a Roma con sus papás. Allí, la pequeña Giovanna creció educada cristianamente.
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San Andrés
Huberto Fournet
Fundador de la Comunidad
de Hermanas de la Santa Cruz
(1752-1834)
SU VIDA
Este fue el muchacho que cuando era estudiante firmaba sus libros con esta frase: "Andrés, que nunca será ni religioso ni sacerdote". Y Dios le hizo la jugada de hacerlo sacerdote y fundador de una orden de religiosas. Nació cerca de Poitiers (Francia) en 1752.
En sus primeros años era rebelde y molestón y la única que medio lo podía soportar era su propia madre. Pero esta santa mujer se propuso hacer de esa fierecilla un buen pastor, que salvara otras almas que estuvieran en dificultades.
Su mamá era supremamente generosa con los pobres. Andrés la criticaba porque le parecía que ella daba demasiado, y le decía que a los pobres había que darles las sobras únicamente. Ella le dijo un día: "Mira, vas a la mesa, echas en una bandeja las mejores frutas, los panes más grandes y los traes y los regalas al pobre que está en la puerta pidiendo. Recuerda que lo que se dé al necesitado se le da a Nuestro Señor, y que para el Señor siempre se da lo mejor". En el momento el muchacho no entendió la lección, pero más tarde hará de este consejo de su madre una ley para toda su vida.
Los papás lo enviaron a un colegio a estudiar interno, pero Andrés era el promotor de todos los desórdenes. Parecía que tuviera cien pulgas debajo de la camisa. No era capaz de estarse quieto. Al fin el rector, como castigo, lo hizo encerrar en un cuarto oscuro. Pero el inquieto estudiante se fugó de allí y se fue para la casa. Cuando su padre ya le iba a dar por ello un tremendo castigo, la mamá intercedió por él y obtuvo que le perdonara el castigo con tal de que volviera al colegio y se portara bien. Así lo prometió y así lo cumplió. En adelante su conducta fue excelente.
Al empezar sus estudios de filosofía en Poitiers, perdió el poco fervor que tenía y se dedicó a una vida mundana y de continuos paseos y fiestas y bailes. Pero todo esto le dejaba un vacío inmenso en el alma y una insatisfacción completa y horrible.
Sin consultar a ninguno de su familia se entró de militar. Pero cuando quiso visitar a sus familiares, ninguno lo quiso aceptar. Y tuvo la mamá que ir al ejército y pagar una fuerte multa para que lo licenciaran y lo dejaran retirarse. Quiso buscar puesto como empleado público, pero tenía una letra tan enredada que en todas las oficinas donde pidió empleo fue rechazado.
Fue entonces cuando le recomendaron que se fuera a pasar unas semanas con un tío sacerdote, párroco, que tenía fama de santo. Y allí en compañía de este hombre de Dios, le llegó a Andrés el cambio total en su comportamiento y en su modo de pensar, y se dedicó a los estudios eclesiásticos, y a la oración y la meditación.
Fue ordenado sacerdote y enviado como ayudante de su tío el párroco.
Empezó a predicar y lo hacía con palabras muy elegantes y rebuscadas. Un día al empezar el sermón se le olvidó todo y tuvo que suspender su sermón. Su tío, el anciano párroco, le dijo: "Es que lo que buscas es lucirte y aparecer bien ante los demás, y eso no le gusta a Dios. Debes predicar con más sencillez". Cambió entonces de método y en adelante la gente comentaba: "Antes el padrecito aparecía como muy sabio, pero nadie le entendía nada. Ahora habla como nosotros, y su predicación nos vuelve mejores".
Cuando ya lo nombraron párroco, Andrés se dedicó a vivir muy elegantemente con lujosas comodidades en su casa cural. Más le interesaba aparecer como un señor muy importante que como un santo sacerdote. Su madre seguía rezando mucho por él. Y un día que había preparado un gran almuerzo para los más ricos de la parroquia llegó un pordiosero a pedirle limosna y entró hasta el comedor. El Padre le dijo que no tenía nada para darle, y el otro observando esas mesas tan bien servidas le dijo: "¿Y todo esto qué es?". Y mirándolo fijamente le dijo: "Padre Andrés, usted vive más como un rico que como un pobre, como lo manda Cristo". Esta frase le impresionó inmensamente al joven párroco. Esa noche se fue a la iglesia y le pidió perdón a Nuestro Señor y desde el día siguiente quitó todos los lujos de su casa parroquial, y se dedicó por completo a ayudar a los pobres. En adelante en vez de invitar a los ricos se iba a visitar a los más abandonados. Desde que dejó su vida de lujos y de comilonas y se dedicó a gastar todo lo que recibía a favor de los pobres, la santidad de Andrés empezó a crecer notablemente.
En 1789 estalló la terrible Revolución Francesa que asesinó a miles de católicos y persiguió sin compasión a todos los sacerdotes. El Padre Andrés tuvo que esconderse y los guardias de la revolución lo buscaban por todas partes. Un día cuando estaba escondido en un armario en una familia, al oír que los perseguidores amenazaban a los demás de la casa, salió y se les presentó a los militares, y estos quedaron tan impresionados ante su venerable presencia, que se fueron y no se lo llevaron preso.
El Padre Andrés se disfrazó de labrador y se fue a vivir en la finca de una señora muy católica. Pero un día llegaron allá los enviados del gobierno en busca de él para llevárselo y matarlo. La señora y Andrés estaban charlando junto a la chimenea cuando de repente llegaron los gendarmes preguntando por el sacerdote. La dama sin más ni más le dio una cachetada al padre diciéndole: "Váyase inmediatamente a hacer sus oficios y deje de estar por aquí sin hacer nada". Los militares creyeron que era un servicial de la casa y no lo siguieron, y así él pudo salir huyendo. Después decía por burla: "Fue lo mejor que usted podía hacer. Si no, me habrían descubierto".
Después tuvo que salir huyendo hacia España y allá estuvo cinco años. Cuando suavizó la persecución, volvió a su querida parroquia de Maillé y se dedicó a reavivar el fervor de sus parroquianos predicándoles misiones y dedicando muchas horas a confesar. Todos lo querían.
Tuvo la suerte de encontrar una mujer con grandes cualidades para la vida religiosa, Santa Isabel Bichier, y con ella fundó la Comunidad de Hermanas de la Santa Cruz, que se llaman también, hermanas de San Andrés. Él fue hasta su muerte el director espiritual de esa comunidad. Un día en que las religiosas no tenían casi harina para hacer pan para sus muchos niños pobres, el santo le dio la bendición a un poco de harina, y con ella pudieron hacer pan para todos.
Muchos laicos y sacerdotes lo buscaban para que les diera dirección espiritual porque tenía el don de saber aconsejar muy bien.
El 13 de mayo de 1834 pasó a gozar de la paz del Señor
Para nosotros la vida de San Andrés Fournet es un ejemplo de cómo aunque en nuestros primeros años no hayamos sido muy fervorosos, si tenemos buena voluntad y deseo de tener contento a Dios, podremos ir avanzando notablemente hacia la santidad.
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Fuente: Archidiócesis de Madrid
Zacarías e Isabel, Santos Padres de Juan el Bautista, Septiembre 23
Padres de Juan el Bautista Martirologio Romano: Conmemoración de los santos Zacarías e Isabel, padres de san Juan Bautista, Precursor del Señor. Isabel, al recibir a su pariente María en su casa, llena de Espíritu Santo saludó a la Madre del Señor como bendita entre todas las mujeres, y Zacarías, sacerdote lleno de espíritu profético, ante el hijo nacido alabó a Dios redentor y predicó la próxima aparición de Cristo, Sol de Oriente, que procede de lo Alto. |
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Fuente: Archidiócesis de Madrid
Tecla de Iconio, Santa Mártir, Septiembre 23
Mártir Martirologío Romano: En Seleucia, de Cilicia, santa Tecla, virgen y mártir, originaria de Iconio, en Licaonia (s. inc.). |
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magnificat.qc.ca
Lino, Santo II Papa y Mártir, Septiembre 23
II Papa de la Iglesia Martirologio Romano: En Roma, conmemoración de san Lino, papa, a quien, según testimonio de san Ireneo, los santos apóstoles le encomendaron el episcopado de la Iglesia fundada en la Urbe. Pablo apóstol lo recuerda como compañero (s. I).
los instituyeron como obispos y como diáconos de los futuros creyentes. Más tarde impusieron esta regla: que después de su muerte hombres probados deberían sucederlos en el ministerio". |
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Sosso (Sosio) de Misena, Santo Diacono y Mártir, Septiembre 23
Diácono y Mártir Martirologio Romano: En Misena de Campania, en Italia, san Sosso (antes Sosio), diácono y mártir, quien, al decir del papa san Símaco, deseando proteger de la muerte a su obispo, consiguió también él el martirio con igual precio y gloria (c. 305). |
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Fuente: Vatican.va
Emilia Tavernier Gamelin, Beata Viuda y Fundadora, Septiembre 23
Fundadora de la Congregación de Martirologio Romano:En Montreal, en la provincia de Quebec, en Canadá, beata María Emilia Tavernier, religiosa, que, al perder el marido y los hijos, se entregó a cuidar a los necesitados, fundando la Congregación de las Hermanas de la Providencia, en favor de los huérfanos, ancianos y débiles mentales (1851). |
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Bernardina María Jablonska, Beata Cofundadora, Septiembre 23
Cofundadora de la Congregación de En Cracovia, en Polonia, beata Bernardina Jablonska, virgen, cofundadora de la Congregación de Hermanas Servidoras de los Pobres, siempre solícita para con los necesitados y enfermos (1940). |
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Elena Duglioli Dall’Olio, Beata Viuda, Septiembre 23
Esta viuda boloñesa no ha tenido, por desgracia, biógrafos muy objetivos: en un intento de ensalsar la figura, inventaron detalles cada cual más fantasioso. |
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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