JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (8, 1-10)
Gloria a ti, Señor.
En aquellos días, vio Jesús que lo seguía mucha gente y no tenían qué comer. Entonces llamó a sus discípulos y les dijo: "Me da lástima esta gente: ya llevan tres días conmigo y no tienen qué comer. Si los mando a sus casas en ayunas, se van a desmayar en el camino. Además, algunos han venido de lejos".
Sus discípulos le respondieron:
"¿Y dónde se puede conseguir pan, aquí en despoblado,para que coma esta gente?"
El les preguntó:
"¿Cuántos panes tienen?"
Ellos le contestaron: "Siete".
Jesús mandó a la gente que se sentara en el suelo; tomó los siete panes, pronunció la acción de gracias, los partió y se los fue dando a sus discípulos, para que los distribuyeran. Y ellos los fueron distribuyendo entre la gente.
Tenían, además, unos cuantos pescados. Jesús los bendijo también y mandó que los distribuyeran. La gente comió hasta quedar satisfecha, y todavía se recogieron siete canastos de sobras. Eran unos cuatro mil. Jesús los despidió y luego se embarcó con sus discípulos y llegó a la región de Dalmanuta.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te quiero, pero no te quiero ver todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesar pecados graves al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
Nuestra Señora de Lourdes
Memoria libre
Perdona, Señor, las culpas de tu pueblo
Antífona de Entrada
Te aclamamos, santa Madre de Dios, porque has dado a luz al Rey que gobierna cielo y tierra por los siglos de los siglos.
Oración Colecta
Oremos:
Padre misericordioso, ven en ayuda de nuestra debilidad y, por intercesión de María, Madre inmaculada de tu Hijo, haz que podamos resurgir del pecado a una vida nueva.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.
Primera Lectura
Lectura del primer libro de los Reyes (12, 26-32; 13, 33-34)
En aquellos días, Jeroboam, rey de Israel, pensaba para sus adentros: "El reino todavía puede volver a la casa de David. Si el pueblo sigue yendo a Jerusalén a ofrecer sacrificios en el templo del Señor, acabará por ponerse de parte de Roboam, rey de Judá, y a mí me matarán".
Por tanto, después de consultarlo, Jeroboam mandó hacer dos becerros de oro y le dijo al pueblo: "Ya no tienen para qué ir a Jerusalén, porque aquí tienes, Israel, a tu Dios, el que te sacó de Egipto". El colocó uno de los becerros en Betel, mientras el pueblo iba con el otro a la ciudad de Dan.
Además mandó construir templos en la cima de los montes y puso de sacerdotes a hombres del pueblo, que no pertenecían a la tribu de Leví.
Instituyó una fiesta el día quince del octavo mes, parecida a la que se celebraba en Judá. El mismo subió al altar en Betel para ofrecer sacrificios a los becerros que había mandado hacer; y ahí, en Betel, designó a los sacerdotes para los templos que había construido.
Jeroboam no cambió su mala conducta y siguió nombrando a gente común y corriente para que fueran sacerdotes de los templos que había construido en la cima de los montes; consagraba como sacerdote a todo aquel que lo deseaba.
Este fue el pecado que causó la destrucción y el exterminio de la dinastía de Jeroboam.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial Salmo 105
Perdona, Señor, las culpas de tu pueblo.
Hemos pecado igual que nuestros padres, cometimos maldades e injusticias. Allá en Egipto, nuestros padres no entendieron, Señor, tus maravillas.
Perdona, Señor, las culpas de tu pueblo.
En el Horeb hicieron un becerro, un ídolo de oro, y lo adoraron. Cambiaron al Dios que era su gloria por la imagen de un buey que come pasto.
Perdona, Señor, las culpas de tu pueblo.
Se olvidaron del Dios que los salvó, y que hizo portentos en Egipto, en la tierra de Cam, mil maravillas, y en las aguas del mar Rojo, sus prodigios.
Perdona, Señor, las culpas de tu pueblo.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Aleluya.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (8, 1-10)
Gloria a ti, Señor.
En aquellos días, vio Jesús que lo seguía mucha gente y no tenían qué comer. Entonces llamó a sus discípulos y les dijo: "Me da lástima esta gente: ya llevan tres días conmigo y no tienen qué comer. Si los mando a sus casas en ayunas, se van a desmayar en el camino. Además, algunos han venido de lejos".
Sus discípulos le respondieron:
"¿Y dónde se puede conseguir pan, aquí en despoblado,para que coma esta gente?"
El les preguntó:
"¿Cuántos panes tienen?"
Ellos le contestaron: "Siete".
Jesús mandó a la gente que se sentara en el suelo; tomó los siete panes, pronunció la acción de gracias, los partió y se los fue dando a sus discípulos, para que los distribuyeran. Y ellos los fueron distribuyendo entre la gente.
Tenían, además, unos cuantos pescados. Jesús los bendijo también y mandó que los distribuyeran. La gente comió hasta quedar satisfecha, y todavía se recogieron siete canastos de sobras. Eran unos cuatro mil. Jesús los despidió y luego se embarcó con sus discípulos y llegó a la región de Dalmanuta.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Padre lleno de bondad, que nos socorra el inmenso amor de tu Hijo unigénito para que, quien al nacer de la Virgen María, no menoscabó la integridad de la Madre, sino que la consagró, nos libre de nuestras culpas y haga acepta a ti nuestra oblación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
de Santa María Virgen I
Maternidad de la santísima
Virgen María
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Y alabar, bendecir y proclamar tu gloria en la conmemoración de Santa María, siempre virgen: Porque ella concibió a tu único Hijo por obra del Espíritu Santo y sin perder la gloria de su virginidad, hizo brillar sobre el mundo la luz eterna, Jesucristo nuestro Señor.
Por él, los ángeles y los arcángeles y todos los coros celestiales, celebran tu gloria, unidos en común alegría.
Permítenos asociarnos a sus voces, cantando humildemente tu alabanza:
Santo, Santo, Santo…
Antífona de la Comunión
Dichosa la Virgen María, que llevó en su seno al Hijo del eterno Padre.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Señor, al recibir el sacramento celestial en esta conmemoración de la santísima Virgen María, te pedimos que nos concedas celebrar dignamente, a imitación suya, el misterio de nuestra redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
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† Meditación diaria
5ª semana. Sábado
MADRE DE MISERICORDIA
— María participa en grado eminente de la misericordia divina.
— Salud de los enfermos, Refugio de los pecadores.
— Consuelo de los afligidos, Auxilio de los cristianos.
I. Una gran multitud seguía a Jesús, y van tan pendientes de su doctrina que se han ido alejando de las ciudades y aldeas, sin tener nada que comer. El Señor llamó entonces a sus discípulos, y les dijo: Siento profunda compasión por la muchedumbre, porque ya hace tres días que permanecen junto a mí y no tienen qué comer; y si los despido en ayunas a sus casas desfallecerán en el camino, pues algunos han venido de lejos1. La compasión misericordiosa es, una vez más, lo que lleva a Jesús a realizar el extraordinario milagro de la multiplicación de los panes y de los peces.
Nosotros debemos recurrir frecuentemente a la misericordia divina, porque en su compasión por nosotros está nuestra salvación y seguridad, y también debemos aprender a ser misericordiosos con los demás: este es el camino para atraer con más prontitud el favor de Dios. Nuestra Madre Santa María nos alcanza continuamente la compasión de su Hijo y nos enseña el modo de comportarnos ante las necesidades de los hombres: Dios te salve, Reina y Madre de Misericordia..., le hemos dicho tantas veces. Quizá, como muchos cristianos, un día a la semana como hoy sábado, acudimos a Ella de modo particular, cantándole o rezándole esa antiquísima oración. María "es la que conoce más a fondo el misterio de la misericordia divina. Sabe su precio y sabe cuán alto es. En este sentido la llamamos Madre de la misericordia: Virgen de la Misericordia o Madre de la divina Misericordia; en cada uno de estos títulos se encierra un profundo significado teológico, porque expresan la preparación particular de su alma, de toda su personalidad, sabiendo ver primeramente a través de los complicados acontecimientos de Israel, y de todo hombre y de la humanidad entera después, aquella misericordia de la que nos hacemos partícipes por todas las generaciones (Lc 1, 50), según el eterno designio de la Santísima Trinidad"2.
Enseña San Agustín que la misericordia nace del corazón y se apiada de la miseria ajena, corporal o espiritual, de tal manera que le duele y entristece como si fuera propia, llevando a poner –si es posible– los remedios oportunos para intentar sanarla3. Se derrama sobre otros y toma los defectos y miserias ajenos como propios e intenta librarles de ellos. Por esto, dice la Sagrada Escritura que Dios es rico en misericordia4; y "es más glorioso para Él sacar bien del mal que crear algo nuevo de la nada; es más grande convertir a un pecador dándole la vida de la gracia, que crear de la nada todo el universo físico, el cielo y la tierra"5.
En Jesucristo, Dios hecho hombre, encontramos plenamente la expresión de esta misericordia divina, manifestada de muchas maneras a lo largo de la historia de la salvación. Se entregó en la Cruz, en acto supremo de Amor misericordioso, y ahora la ejerce desde el Cielo y en el Sagrario, donde nos espera, para que vayamos a exponerle las necesidades propias y las ajenas. No es tal nuestro Pontífice, que sea incapaz de compadecerse de nuestras miserias (...). Lleguémonos, pues, confiadamente, al trono de la gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar la gracia para ser socorridos al tiempo oportuno6. ¡Qué frutos de santidad produce en el alma la meditación frecuente de esa divina invitación!
María participa en grado eminente de esta perfección divina, y en Ella la misericordia se une a la piedad de madre; Ella nos conduce siempre al trono de la gracia. El título de Madre de la Misericordia, ganado con su fiat en Nazaret y en el Calvario, es uno de los mayores y más bellos nombres de María. Es nuestro consuelo y nuestra seguridad: "Con su amor materno se cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada. Por este motivo, la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora"7. Ni un solo día ha dejado de ayudarnos, de protegernos, de interceder por nuestras necesidades.
II. El título de Madre de Misericordia se ha expresado tradicionalmente a través de estas advocaciones: Salud de los enfermos, Refugio de los pecadores, Consuelo de los afligidos, Auxilio de los cristianos. "Esta gradación de las letanías es bellísima. Muestra cómo María ejerce su misericordia sobre aquellos que sufren en el cuerpo para curar su alma, y cómo seguidamente les consuela en sus aflicciones y les hace fuertes en medio de todas las dificultades que tienen que sobrellevar"8.
Santa María nos espera como Salud de los enfermos, porque obtiene la curación del cuerpo, sobre todo cuando está ordenada a la del alma. Otras veces, nos concede algo más importante que la salud corporal: la gracia de entender que el dolor, el mal físico, es instrumento de Dios. Él espera que –al aceptarlo con amor– lo convirtamos en un gran bien, que nos purifique y nos permita obtener innumerables dones para toda la Iglesia. A través de la enfermedad, llevada con paciencia y visión sobrenatural, conseguimos una buena parte del tesoro que vamos a encontrar en el Cielo y abundantes frutos apostólicos: decisiones de entrega a Dios y la salvación de personas que, sin aquellas gracias, no hubieran encontrado la puerta del Cielo. La Virgen nos remedia también de las heridas que el pecado original dejó en el alma y que han agravado los pecados personales: la concupiscencia desordenada, la debilidad para realizar el bien. Fortalece a los que vacilan, levanta a los caídos, ayuda a disipar las tinieblas de la ignorancia y la oscuridad del error.
La Virgen misericordiosa se nos muestra como Refugio de los pecadores. En Ella encontramos amparo seguro. Nadie después de su Hijo ha detestado más el pecado que Santa María, pero, lejos de rechazar a los pecadores, los acoge, los mueve al arrepentimiento: ¡en cuántas Confesiones ha intervenido Ella con un auxilio particular! Incluso a quienes están más alejados les envía gracias de luz y de arrepentimiento, y si no se resistiesen serían conducidos de gracia en gracia hasta alcanzar la conversión. "¿Quién podrá investigar, pues, ¡oh Virgen bendita!, la longitud y latitud, la sublimidad y profundidad de tu misericordia? Porque su longitud alcanza hasta su última hora a los que la invocan. Su latitud llena el orbe para que toda la tierra se llene de su misericordia"9. A Ella acudimos hoy, y le pedimos que tenga piedad de nuestra vida. Le decimos que somos pecadores, pero que queremos amar cada vez más a su Hijo Jesucristo; que tenga compasión de nuestras flaquezas y que nos ayude a superarlas. Ella es Refugio de los pecadores y, por tanto, nuestro resguardo, el puerto seguro donde fondeamos después de las olas y de los vientos contrarios, donde reparamos los posibles daños causados por la tentación y nuestra debilidad. Su misericordia es nuestro amparo y nuestra paz: Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores...
III. La Virgen, Nuestra Madre, fue durante toda su vida consuelo de aquellos que andaban afligidos por un peso demasiado grande para llevarlo ellos solos: dio ánimos a San José aquella noche en Belén, cuando, después de explicar en una puerta y otra la necesidad de alojamiento, no encontró ninguna casa abierta. Le bastó una sonrisa de María para recuperar fuerzas y acondicionar lo que encontró: un establo a las afueras del pueblo. Y le ayudó a salir adelante en la fuga a Egipto, y a establecerse en aquel país... Y a José, a pesar de ser un hombre lleno de fortaleza, se le hizo más fácil el cumplimiento de la voluntad de Dios con el consuelo de María. Y las vecinas de Nazaret encontraron siempre apoyo y comprensión en unas palabras de la Virgen... Los Apóstoles hallaron amparo en María cuando todo se les volvió negro y sin sentido después que Cristo expiró en la cruz. Cuando volvieron de sepultar el Cuerpo de Jesús y las gentes de Jerusalén se preparaban para celebrar en familia la fiesta de la Pascua, los Apóstoles, que no habían estado presentes, andaban perdidos, y casi sin darse cuenta se encontraron en casa de María.
Desde entonces no ha dejado un momento de dar consuelo a quien se siente oprimido por el peso de la tristeza, de la soledad, de un gran dolor. "Ha cobijado a muchos cristianos en las persecuciones, liberado a muchos poseídos y almas tentadas, salvado de la angustia a muchos náufragos; ha asistido y fortalecido a muchos agonizantes recordándoles los méritos infinitos de su Hijo"10. Si alguna vez nos pesan las cosas, la vida, la enfermedad, el empeño en la tarea apostólica, el esfuerzo por sacar la familia adelante, los obstáculos que se juntan y amontonan, acudamos a Ella, en la que siempre encontraremos consuelo, aliento y fuerza para cumplir en todo la voluntad amable de su Hijo. Le repetiremos despacio: Dios te salve, Reina y Madre de Misericordia, vida, dulzura, esperanza nuestra... En Ella aprenderemos a consolar y alentar, a ejercer la misericordia con quienes veamos que necesitan esa ayuda grande o pequeña –una palabra de estímulo, de condolencia...– que tan grata es al Señor.
La Virgen es auxilio de los cristianos, porque se favorece principalmente a quienes se ama, y nadie amó más a quienes formamos parte de la familia de su Hijo. En Ella encontramos todas las gracias para vencer en las tentaciones, en el apostolado, en el trabajo... En el Rosario encontramos un "arma poderosa"11 para superar tantos obstáculos con los que nos vamos a encontrar. Muchos son los cristianos en el mundo que, siguiendo la enseñanza ininterrumpida de los Romanos Pontífices, han introducido en su vida de piedad la costumbre de rezarlo a diario: en sus familias, en las iglesias, por la calle o en los medios de transporte.
"En mí se encuentra toda gracia de doctrina y de verdad, toda esperanza de vida y de virtud (Eclo 24, 25). ¡Con cuánta sabiduría la Iglesia ha puesto esas palabras en boca de nuestra Madre, para que los cristianos no las olvidemos! Ella es la seguridad, el Amor que nunca abandona, el refugio constantemente abierto, la mano que acaricia y consuela siempre"12.
1 Mc 8, 1-10. — 2 Juan Pablo II, Enc. Dives in misericordia, 30-XI-1980, 8. — 3 Cfr. San Agustín, Sobre la Ciudad de Dios, 9. — 4 Ef 2, 4. — 5 Santo Tomás, Suma Teológica, 1-2, q. 113, a. 9. — 6 Hebr 4, 15-16. — 7 Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium. 62. — 8 R. Garrigou-Lagrange, La Madre del Salvador, p. 305. — 9 San Bernardo, Homilía en la Asunción de la B. Virgen María. 4, 8-9. — 10 R. Garrigou-Lagrange, o. c., p. 311. — 11 San Josemaría Escrivá, Santo Rosario. Introducción. — 12 ídem, Amigos de Dios, 279.
11 de febrero
NUESTRA SEÑORA DE LOURDES*
Memoria
— Las apariciones de la gruta. Santa María, Salus infirmorum.
— El sentido de la enfermedad y del dolor.
— Santificar el dolor. Acudir a Nuestra Señora.
I. Cuatro años después de haberse proclamado el dogma de la Inmaculada Concepción, se apareció la Santísima Virgen a una niña de catorce años, Bernadette Soubirous, en una gruta cercana a Lourdes. La Virgen era de tal belleza que era imposible describirla, cuenta la Santa1. Cuando años más tarde el escultor de la gruta preguntó a Bernadette si su obra, que representaba a la Virgen, se asemejaba a la aparición, respondió con gran ingenuidad y sencillez: "¡Oh, no, señor, de ninguna manera! ¡No se parece en nada!". La Virgen es siempre más bella.
Las apariciones se sucedieron durante diecisiete días más. La niña preguntaba su nombre a la Señora, y esta "sonreía dulcemente". Por fin, Nuestra Señora le reveló que era la Inmaculada Concepción.
En Lourdes se han sucedido muchos prodigios sobre los cuerpos y más aún sobre las almas. Incontables han sido las curaciones, y muchos más quienes han vuelto sanos de las diferentes enfermedades que también puede padecer el alma, habiendo recobrado la fe, con una piedad más recia o con una aceptación amorosa de la voluntad divina.
La Primera lectura de la Misa2 propone a nuestra consideración las palabras del Profeta Isaías que consolaba al pueblo elegido en el destierro con la vuelta a la ciudad santa, en la que encontrarían el consuelo como un hijo pequeño en su madre. Porque así dice el Señor: Yo haré derivar hacia ella, como un río de paz, como un torrente en crecida, las riquezas de las naciones. Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán; como un niño a quien su madre consuela, así os consolaré Yo...
Al meditar en la fiesta de hoy, vemos cómo el Señor ha querido poner en manos de su Madre todas las verdaderas riquezas que los hombres debemos implorar, y nos ha dejado en Ella el consuelo del que andamos tan necesitados. Aquellas dieciocho apariciones a la pequeña Bernadette son una llamada que nos recuerda la misericordia de Dios, que se ejerce a través de Santa María.
La Virgen se muestra siempre como Salud de los enfermos y Consoladora de los afligidos. Nosotros, al hacer hoy nuestra oración, acudimos a Ella, pues son muchas las necesidades que tenemos a nuestro alrededor. Ella las conoce bien, nos escucha allí donde nos encontramos y quiere que acudamos a su protección. Y esto nos llena de alegría y de consuelo, especialmente en la fiesta que hoy celebramos. A Nuestra Señora acudimos como hijos que no se quieren alejar de Ella: "Madre, Madre mía...", le decimos en la intimidad de nuestra oración, pidiéndole ayuda en tantas necesidades como nos apremian: en el apostolado, en la propia vida interior, en aquellos que tenemos a nuestro cargo, y de los que nos pedirá cuentas el Señor.
II. También la Santísima Virgen quiso recordar en aquella gruta la necesidad de la conversión y de la penitencia. Quiso Nuestra Madre poner de relieve que la humanidad fue redimida en la Cruz, y el valor redentor actual del dolor, del sufrimiento y de la mortificación voluntaria.
Lo que los hombres consideran, con mirada solo humana, como un gran mal, con ojos de buenos cristianos puede ser un gran bien: la enfermedad, la pobreza, el dolor, el fracaso, la difamación, la falta de trabajo... En momentos humanamente muy difíciles, podemos descubrir, con la ayuda de la gracia, que esa situación de debilidad es un gran camino para una sincera humildad, al sentirnos necesitados y en especial dependencia de Dios. La enfermedad, o cualquier otra desgracia, puede ayudarnos mucho a despegarnos un poco más de las cosas de la tierra, en las que, casi sin darnos cuenta, estábamos quizá demasiado metidos. Sentimos entonces la necesidad de mirar al Cielo y de fortalecer la esperanza sobrenatural, al comprobar la endeblez de la esperanza humana.
La enfermedad nos ayuda a confiar más en Dios, que nunca tienta por encima de nuestras fuerzas3, y a poner nuestra seguridad en Él, en la filiación divina, en el abandono pleno en sus brazos fuertes de padre. Él conoce bien nuestras fuerzas y no nos pedirá nunca más de lo que podamos dar. La enfermedad, o cualquier desgracia, es buena ocasión para llevar a la práctica el consejo de San Agustín: hacer todo lo que se pueda y pedir lo que no se puede4, pues Él no manda cosas imposibles.
La gran prueba de amor que podemos dar es aceptar la enfermedad, y la misma muerte, entregando la vida como oblación y sacrificio por Cristo, para bien de todo su Cuerpo Místico, la Iglesia. Nuestras penas y dolores pierden su amargura cuando se elevan hasta el Cielo. Poenae sunt pennae, las penas son alas, dice una antigua expresión latina. Una enfermedad puede ser, en algunas ocasiones, alas que nos levanten hasta Dios. ¡Qué diferente es la enfermedad acogida con fe y humildad, aceptando de corazón la voluntad de Dios, de la que, por el contrario, se recibe con fe corta, malhumorados, resentidos o tristes!
III. ... Y estaba allí la Madre de Jesús5. Con alegría vemos cómo a los santuarios de la Virgen se acercan personas de todo tipo y condición y se postran a los pies de Nuestra Señora. Quizá no se habrían acercado si no hubieran experimentado la debilidad, el dolor o la necesidad, propia o ajena.
Refiriéndose a la fiesta que hoy celebramos, se preguntaba el Papa Juan Pablo II por qué gentes tan diversas acuden a la gruta donde tuvieron lugar las apariciones, y respondía: "Porque saben que allí, como en Caná, "está la madre de Jesús": y donde Ella está no puede faltar su Hijo. Esta es la certeza que mueve a las multitudes que cada año se vuelcan en Lourdes en busca de un alivio, de un consuelo, de una esperanza (...).
"La curación milagrosa, sin embargo, es, a pesar de todo, un acontecimiento excepcional. La potencia salvífica de Cristo, obtenida por la intercesión de su Madre, se revela en Lourdes sobre todo en el ámbito espiritual. En el corazón de los enfermos hace oír la voz del Hijo que desata prodigiosamente los entumecimientos de la acritud y de la rebelión, y restituye los ojos al alma para ver con una luz nueva el mundo, los demás, el propio destino"6.
El Señor, a quien nos conduce siempre su Madre, amaba a los enfermos. San Pedro compendia su vida en estas pocas palabras: Jesús de Nazareth... pasó haciendo el bien y sanando...7. Los Evangelios no se cansan de ponderar la misericordia del Maestro con quienes padecían en el alma o en el cuerpo. Gran parte de su ministerio aquí en la tierra lo dedicó a curar a los enfermos y a consolar a los afligidos. "Era sensible a todo sufrimiento humano, tanto del cuerpo como del alma"8. Él es compasivo y espera de nuestra parte que pongamos los medios a nuestro alcance para salir de esa enfermedad o de ese agobio; y nunca permitirá pruebas por encima de nuestras fuerzas. En todo momento nos dará las gracias suficientes para que esas circunstancias dolorosas no nos separen de Él; por el contrario, deben acercarnos más y más y ayudarnos a llevar a otras personas a una mejora espiritual de sus vidas. Podemos pedir la curación o que se resuelvan los problemas que pesan sobre nosotros, pero, ante todo, debemos pedir ser dóciles a la gracia para que en esas circunstancias -en esas y no en otras sepamos crecer en fe, en esperanza y en caridad.
Nos aliviará las penas y sufrimientos el no pensar excesivamente en ellos, porque los hemos dejado en manos de Dios, y tampoco en las consecuencias futuras de los males que padecemos, pues aún no tenemos la gracia para sobrellevarlas... y quizá no se presenten. Bástele a cada día su propio afán9. No olvidemos que "todos estamos llamados a sufrir, pero no todos en el mismo grado y de la misma manera; cada uno seguirá en esto su llamada, correspondiendo a ella generosamente. El sufrimiento, que desde el punto de vista humano es tan desagradable, se convierte en fuente de santificación y de apostolado, cuando lo aceptamos con amor y en unión con Jesús..."10, corredimiendo con Él, sintiéndonos hijos de Dios, especialmente en esas circunstancias.
Acudamos en todo a María. Ella nos atenderá siempre. Nos alcanzará lo que pedimos, o nos conseguirá gracias mayores y más abundantes para que de los "males saquemos bienes; y de los grandes males, grandes bienes". Y sea cual sea nuestra situación, experimentaremos siempre su consuelo. Consolatrix afflictorum, Salus infirmorum, Auxilium christianorum... ora pro eis... ora pro me.
Ven en ayuda de nuestra debilidad, Dios de misericordia, y haz que, al recordar hoy a la Inmaculada Madre de tu Hijo, por su intercesión nos veamos libres de nuestras culpas11.
1 Liturgia de las Horas, Segunda lectura del Oficio, Carta de Santa María Bernarda Soubirous al padre Godrand, año 1861. — 2 Is 66, 10-14. — 3 Cfr. 1 Cor 10, 13. — 4 Cfr. San Agustín, Tratado de la naturaleza y de la gracia, 43, 5. — 5 Cfr. Jn 2, 1. — 6 Juan Pablo II, Homilía 11-II-1980. — 7 Hech 10, 38. — 8 Juan Pablo II, Carta Apost. Salvifici doloris, 11-II-1984, 16. — 9 Mt 6, 34. — 10 A. Tanquerey, La divinización del sufrimiento, Rialp, Madrid 1955, p. 240. — 11 Liturgia de las Horas, Oración conclusiva de laudes.
* En el año 1858, la Inmaculada Virgen María se apareció dieciocho veces a la niña Bernadette Soubirous en una gruta cercana a Lourdes. La primera aparición tuvo lugar el 11 de febrero. Por medio de esta niña, la Virgen llama a los pecadores a la conversión y a un mayor espíritu de oración y caridad, principalmente con los más necesitados. Recomienda el rezo del Santo Rosario, oración con la que acudimos a nuestra Madre como hijos pequeños y necesitados. León XIII aprobó esta festividad y Pío X la extendió a toda la Iglesia. Bernadette fue beatificada y canonizada por Pío XI en 1925.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
Nuestra Señora de Lourdes (ver meditación arriba y links abajo)
La Historia
El mensaje de la Virgen Santa Bernardette La Piedad de Bernardette Después de las apariciones Ultimos años en Lourdes La vocación religiosa La religiosa, la Santa Hermana María Bernarda Profesión anticipada
La Virgen de Lourdes - Dibujos Animados
I Sta.Bernardita de Lourdes-1965, película española
II Sta.Bernardita de Lourdes-1965, película española
III Sta.Bernardita de Lourdes-1965, película española
LA PASION DE BERNADETTE- LA PELICULA
1O.L. Lourdes & St. Bernadette-Eng./Ital./Sp.
2N. Sra. de Lourdes y Sta. Bernardita-Ital./Esp./Inglés
3N. Sra. de Lourdes y Sta. Bernardita-Ital./Esp./Inglés
BERNADETTE-Película de jean Delannoy
Incorrupt body of St. Bernadette Soubirous.
Lourdes. Con Bernardita. Haciendo la señal de la Cruz
CON BERNARDITA REZA EL PADRE NUESTRO-SANTUARIO DE LOURDES
La historia de la aparición empieza cuando Bernardita, quien nació el 7 de enero de 1844, salió, junto a dos amigas, en … Masabielle. Para ello, tenía que atravesar un pequeño río, pero como Bernardita sufría de asma, no podía meter los pies en agua fría, y las aguas de …
Virgen María de Lourdes (11 de Febrero)
SANTA BERNARDITA DE SUBIROUS 16 de abril
RENÉ LAURENTIN APARICIONES ACTUALES DE LA VIRGEN MARIA
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Eloisa, Santa Religiosa, Febrero 11
Religiosa Etimología: Eloisa = guerrera ilustre. Es de origen germánico. |
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Tobías (Francisco) Borras Romeu, Beato Religioso y Mártir, Febrero 11
Religioso y Mártir Martirologio Romano: En Vinaroz, en la región de Valencia, en España, beato Tobías (Francisco) Borras Romeu, religioso de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios y mártir, que consumó su glorioso sacrificio por odio a la fe durante la persecución religiosa (1937). |
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Fuente: AgenciaCatolica.com
Pedro de Jesús Maldonado Lucero, Santo Sacerdote y Mártir, 11 de febrero
Sacerdote y Mártir Martirologio Romano: En Chihuahua, en México, san Pedro Maldonado, presbítero y mártir, que durante la persecución, arrestado mientras administraba el sacramento de la penitencia, alcanzó el triunfo del martirio al ser golpeado en la cabeza (1927). |
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Pascual I, Santo XCVIII Papa, Febrero 11
XCVIII Papa Martirologio Romano: En Roma, memoria de san Pascual I, papa, que, llevado por la devoción, trasladó muchos cuerpos de mártires desde las catacumbas a distintas iglesias de la ciudad (824). |
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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Gregorio II, Santo LXXXIX Papa, Febrero 11
LXXXIX Papa Martirologio Romano: En Roma, en la basílica de San Pedro, sepultura de san Gregorio II, papa, que en los tiempos difíciles bajo el emperador León el Isáurico trabajó en defensa de la Iglesia y del culto de las sagradas imágenes, y envió a san Bonifacio a predicar el Evangelio en tierras de Germania (731). |
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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Soteris, Santa Virgen y Mártir, Febrero 11
Virgen y Mártir Martirologio Romano: En Roma, en la vía Apia, en el cementerio que lleva su nombre, santa Soteris, virgen y mártir, que, como relata san Ambrosio, renunciando por causa de la fe a la nobleza y a los honores de su familia, no se prestó a inmolar a los ídolos, ni se dejó vencer por las injurias humillantes, ni temió morir herida por una espada (c. 304). |
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Fuente: Martirologio Romano
Otros Santos y Beatos Completando el santoral de este día, Febrero 11
Santos Mártires de Numidia, mártires |
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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