JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (2, 1-12)
Gloria a ti, Señor.
Cuando Jesús volvió a Cafarnaúm, corrió la voz de que estaba en casa, y muy pronto se aglomeró tanta gente, que ya no había sitio frente a la puerta. Mientras él enseñaba su doctrina, le quisieron presentar a un paralítico, que iban cargando entre cuatro.
Pero como no podían acercarse a Jesús por la cantidad de gente, quitaron parte del techo, encima de donde estaba Jesús, y por el agujero bajaron al enfermo en una camilla.
Viendo Jesús la fe de aquellos hombres, le dijo al paralítico: "Hijo, tus pecados te quedan perdonados". Algunos escribas que estaban ahí sentados comenzaron a pensar: "¿Por qué habla ése así? Eso es una blasfemia. ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?"
Conociendo Jesús lo que estaban pensando, les dijo:
"¿Por qué piensan así? ¿Qué es más fácil, decirle al paralítico: 'Tus pecados te son perdonados' o decirle: 'Levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa?' Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados —le dijo al paralítico—: Yo te lo mando: levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa".
El hombre se levantó inmediatamente, recogió su camilla y salió de allí a la vista de todos, que se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: "¡Nunca habíamos visto cosa igual!"
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te quiero, pero no te quiero ver todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesar pecados graves al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario
Día del Señor
Confío, Señor, en tu misericordia
Sáname, Señor, pues he pecado contra ti
Antífona de Entrada
Confío, Señor, en tu misericordia; alegra mi corazón con tu auxilio. Cantaré al Señor por el bien que me ha hecho.
Se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Concédenos, Señor, ser dóciles a las inspiraciones de tu Espíritu para que realicemos siempre en nuestra vida tu santa voluntad.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.
Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Isaías (43, 18-19. 21-22. 24-25)
Esto dice el Señor:
"No recuerden lo pasado ni piensen en lo antiguo; yo voy a realizar algo nuevo. Ya está brotando. ¿No lo notan? Voy a abrir caminos en el desierto y haré que corran los ríos en la tierra árida. Entonces el pueblo que me he formado proclamará mis alabanzas.
Pero tú, Jacob, no me has invocado; no te has esforzado por servirme, Israel, sino que pusiste sobre mí la carga de tus pecados y me cansaste con tus iniquidades. Si he borrado tus crímenes y no he querido acordarme de tus pecados, ha sido únicamente por amor de mí mismo".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial Salmo 40
Sáname, Señor,
pues he pecado contra ti.
Dichoso el que cuida de los pobres; en los momentos difíciles lo librará el Señor. El lo cuidará y defenderá su vida, hará que viva feliz sobre la tierra y no lo entregará al odio de sus enemigos. El Señor lo confortará en el lecho del dolor y calmará sus sufrimientos.
Sáname, Señor,
pues he pecado contra ti.
Apiádate de mí, Señor, te lo suplico; sáname, pues he pecado contra ti. Hazme recordar la salud y vivir en tu amistad toda mi vida. Bendito sea el Señor, Dios de Israel, ahora y siempre.
Sáname, Señor,
pues he pecado contra ti.
Segunda Lectura
Lectura de la segunda carta
del apóstol san Pablo a los
Corintios (1, 18-22)
Hermanos:
Dios es testigo de que la palabra que les dirigimos a ustedes no fue primero "sí" y luego "no".
Cristo Jesús, el Hijo de Dios, a quien Silvano, Timoteo y yo les hemos anunciado, no fue primero "sí" y luego "no". Todo él es un "sí".
En él, todas las promesas han pasado a ser realidad. Por él podemos responder "Amén" a Dios, quien a todos nosotros nos ha dado fortaleza en Cristo, y nos ha consagrado. Nos ha marcado con su sello y ha puesto el Espíritu Santo en nuestro corazón, como garantía de lo que vamos a recibir.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
El Señor me ha enviado para anunciar a los pobres la buena nueva y proclamar la liberación a los cautivos.
Aleluya.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (2, 1-12)
Gloria a ti, Señor.
Cuando Jesús volvió a Cafarnaúm, corrió la voz de que estaba en casa, y muy pronto se aglomeró tanta gente, que ya no había sitio frente a la puerta. Mientras él enseñaba su doctrina, le quisieron presentar a un paralítico, que iban cargando entre cuatro.
Pero como no podían acercarse a Jesús por la cantidad de gente, quitaron parte del techo, encima de donde estaba Jesús, y por el agujero bajaron al enfermo en una camilla.
Viendo Jesús la fe de aquellos hombres, le dijo al paralítico: "Hijo, tus pecados te quedan perdonados". Algunos escribas que estaban ahí sentados comenzaron a pensar: "¿Por qué habla ése así? Eso es una blasfemia. ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?"
Conociendo Jesús lo que estaban pensando, les dijo:
"¿Por qué piensan así? ¿Qué es más fácil, decirle al paralítico: 'Tus pecados te son perdonados' o decirle: 'Levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa?' Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados —le dijo al paralítico—: Yo te lo mando: levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa".
El hombre se levantó inmediatamente, recogió su camilla y salió de allí a la vista de todos, que se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: "¡Nunca habíamos visto cosa igual!"
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Se dice Credo.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Oremos a Dios, que por la fuerza de su amor todo lo hace nuevo, y oremos con confianza sabiendo que no quedaremos defraudados.
Digamos:
Padre, escúchanos.
Por la Iglesia: para que con valentía haga oír el mensaje del amor de Dios que se manifestó en Cristo.
Oremos.
Padre, escúchanos.
Por el Papa, los obispos y los sacerdotes: para que ayuden al Pueblo de Dios a abrirse al amor y a dar testimonio del Evangelio en un mundo secularizado.
Oremos.
Padre, escúchanos.
Por los que nos gobiernan: para que buscando el bien común, obren con justicia, terminen con la corrupción y sean portadores de serenidad para nuestro pueblo, especialmente para los más pobres.
Oremos.
Padre, escúchanos.
Por los que sufren el horror de la guerra, por los que están en campos de refugiados, por los que son maltratados: para que reciban ayuda de los cristianos y en ella descubran la cercanía de Dios.
Oremos.
Padre, escúchanos
Por los enfermos, por los que están tristes, por los que se encuentran solos: para que sientan cómo Jesús los libera por dentro y los invita a tener fe.
Oremos.
Padre, escúchanos.
Por nosotros, elegidos por Dios y consagrados por el Bautismo: para que seamos testigos de Jesús en nuestro entorno.
Oremos.
Padre, escúchanos.
Celebrante:
Mira, Señor, la fe de tu pueblo que te suplica, atiende nuestras oraciones y danos tu Espíritu Santo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Que este sacrificio de acción de gracias y de alabanza que vamos a ofrecerte, nos ayude, Señor, a conseguir nuestra salvación eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio Dominical VII
La salvación por la obediencia de Cristo
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque tu amor al mundo fue tan misericordioso, que no sólo nos enviaste como redentor a tu propio Hijo, sino que lo quisiste en todo semejante a nosotros, menos en el pecado, para poder así amar en nosotros lo que en él amabas.
Y con su obediencia nos devolviste aquellos dones que por nuestra desobediencia habíamos perdido.
Por eso, ahora nosotros, llenos de alegría, te aclamamos con los ángeles y los santos, diciendo:
Santo, Santo, Santo…
Antífona de la Comunión
Proclamaré Señor, todas tus maravillas y me alegraré en ti y entonaré salmos a tu nombre, Dios Altísimo.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Que el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que nos has dado, Señor, en este sacramento, sean para todos nosotros una prenda segura de vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
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† Meditación diaria
Séptimo Domingo
ciclo b
COOPERAR AL BIEN
— Ayudar al bien espiritual y material de los demás.
— No ser meros espectadores de la vida social. Iniciativas. No cooperar al mal: algunos ejemplos. Ofrecer soluciones.
— Amparar y favorecer todo lo bueno. Espíritu de colaboración. Destacar lo positivo.
I. En la humanidad entera se respiran ansias de liberación, de arrojar lejos toda opresión y cualquier forma de esclavitud. Hoy aparece Cristo en el Evangelio de la Misa1 como el único y verdadero libertador. Cuatro amigos conducen a un paralítico deseoso de verse libre de la enfermedad que lo tiene postrado en la camilla. Después de incontables esfuerzos para llevarle a donde está Jesús, oyen estas palabras dirigidas a su amigo: Tus pecados te son perdonados. Es muy posible que no fueran estas las que esperaban oír al Maestro ante el enfermo, pero Cristo nos indica que la peor de todas las opresiones, la más trágica de las esclavitudes que puede sufrir un hombre, está ahí: el pecado, que no es uno más entre los males que padecen las criaturas, sino el que reviste mayor gravedad, el único que lo es de un modo absoluto.
Los amigos que llevaron al paralítico comprendieron que Jesús había otorgado al amigo postrado el bien más grande: la liberación de sus pecados. Y nosotros no podemos olvidar la gran cooperación al bien que significa poner todos los medios para desterrar el pecado del mundo. En muchas ocasiones, el mayor favor, el mayor beneficio que podemos otorgar a un amigo, al hermano, a los padres, a los hijos, es ayudarles a que tengan en mucho el sacramento de la misericordia divina. Es un bien para la familia, para la Iglesia, para la humanidad entera, aunque aquí en la tierra apenas se enteren unas pocas personas, o ninguna.
Cristo libera del pecado con su poder divino: ¿Quién puede perdonar los pecados fuera de Dios? A esto vino a la tierra: Dios, que es rico en misericordia, movido por el excesivo amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos por los pecados, nos dio vida juntamente en Cristo2. Después de perdonar los pecados al paralítico, el Señor le curó también de sus males físicos. Este hombre debió de comprender en esos instantes que la gran suerte de aquel día fue la primera: sentir su alma traspasada por la misericordia divina, y poder mirar a Jesús con un corazón limpio.
El paralítico sanó de alma y de cuerpo. Y sus amigos son ejemplo hoy para nosotros de cómo debemos estar dispuestos a prestar nuestra ayuda para el bien de las almas –con un apostolado de amistad principalmente, colaborando en iniciativas apostólicas...– y potenciando el bien humano de la sociedad con todos los medios a nuestro alcance: en toda obra a favor del bien, de la vida, de la cultura..., ofreciendo soluciones positivas ante el mal (desde el propio trabajo profesional hasta el ámbito muchas veces pequeño en el que nos movemos: vecindad, asociación de padres, parroquia...): cooperando positivamente siempre al bien y evitando cooperar al mal.
II. No es raro observar cómo muchos en la vida social adoptan una postura de meros espectadores ante problemas que les afectan, a veces profundamente, a ellos o a sus hijos, a su entorno social... Tienen la impresión equivocada de que son "otros" quienes deberían tomar iniciativas para frenar el mal y para hacer el bien, y no ellos mismos; se contentan con un lamento ineficaz. Un cristiano no puede adoptar esa línea de conducta porque sabe que dentro de la sociedad debe ejercer una labor de fermento. En medio de las realidades humanas, "lo que el alma es en el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo"3. Tal es el "puesto que Dios les ha señalado y no les es lícito desertar de él"4.
Existe una positiva obligación de cooperar al bien, que ha de llevar a todo cristiano a contribuir con todas sus fuerzas a informar con el mensaje de Cristo todos los campos de su actividad, también su actuación profesional5, huyendo de planteamientos que se limiten a no realizar personalmente obras malas, desentendiéndose de la influencia que las obras propias pueden y deben tener en la acción ajena. Los amigos del paralítico de la escena evangélica no se limitan a no realizar el mal: están activos; ayudan positivamente a que aquel enfermo se acerque a Jesús; cooperan de modo eficaz a su deseo de curarse y hacen posible el milagro del Señor: Tus pecados te son perdonados.
La cooperación al bien incluye, lógicamente, no cooperar al mal, no solamente en decisiones importantes, sino en aquel poco que está al alcance de nuestras manos: no gastar dinero –aunque sea poco– en revistas, periódicos, libros, espectáculos... que, por su carácter sectario anticristiano o inmoral, hacen daño a las almas; no comprar el periódico en aquel quiosco y sí en el otro, aunque tengamos que andar un poco más, porque en el primero se distribuyen publicaciones que atacan a nuestra Madre la Iglesia o a la moral; lo mismo en la farmacia que anuncia anticonceptivos...; o bien no comprar aquel producto –quizá de calidad– que patrocina un programa inmoral o anticatólico en la televisión o en la radio... Y si lo sugerimos a los amigos, mejor. Si los cristianos tibios dejaran de comprar determinadas revistas y publicaciones..., muchas no podrían subsistir. Da pena pensar que, en ocasiones, gran parte del inmenso daño que producen lo realizan gracias a los medios económicos de muchos cristianos flojos que, a su vez, se quejan de la ruina moral de la sociedad.
El cristiano debe cooperar al bien buscando y ofreciendo soluciones positivas a los problemas de siempre y a los que, por las condiciones particulares de la sociedad actual, se van planteando. La peor derrota sería el silencio y la inhibición, como si fueran asuntos que no nos concernieran; un buen cristiano no debe limitarse a no dar su voto a un partido o a un proyecto que ataca al ideal de la familia cristiana o a la libertad de enseñanza o a la vida desde su concepción. Esta actitud no es suficiente. Es preciso realizar, según las propias posibilidades, en el ámbito que a cada uno compete, un apostolado doctrinal constante, intenso, sin falsas prudencias, sin miedo a navegar contra corriente sobre esos temas vitales para la misma sociedad y sobre los que existe una completa desorientación o, en el mejor de los casos, una verdad parcial, que a veces confunde aún más por la parte de verdad que posee.
Ese apostolado doctrinal amable, queriendo a las personas, cada uno en su ámbito, haciendo llegar la doctrina de Cristo de una manera capilar, sin desaprovechar ninguna ocasión (amigos, viajes, clientes...), hace que la levadura transforme esa masa.
III. La tarea de recristianizar la sociedad actual se asemeja a la que emprendieron nuestros primeros hermanos en la fe, y supone poner medios análogos a los que ellos emplearon: la ejemplaridad en sus actuaciones privadas y públicas, la oración, la amistad y la nobleza humana, el propio prestigio, el compartir los afanes de los demás, el hondo deseo de hacerles felices, junto al convencimiento de que no existe paz –ni personal, ni familiar o social– al margen de Dios.
Los primeros cristianos encontraron un entorno social bien lejano de la doctrina que llevaban en el corazón, y, si bien no dejaron de hacer oír su voz contra aquellas costumbres en las que se había perdido hasta la misma dignidad humana, no gastaron sus mejores energías en la queja y en la denuncia del mal. Por el contrario, prefirieron emplearlas en difundir el tesoro que llevaban en su alma, con un testimonio alegre y fraternal, sirviendo a la sociedad con incontables iniciativas de cultura, de asistencia social, de enseñanza, de redención de cautivos, etc. Hubieran podido pasarse la vida fijándose en todo lo que no concordaba con una vida recta, y habrían dejado de dar al mundo la verdadera solución, que era entonces como un grano de mostaza, pero que encerraba en sí una fuerza portentosa.
Para percibir el mal no se requiere una gran agudeza; para lo que se requiere un espíritu cristiano es para descubrir la presencia de Dios en todo momento. Tengamos nosotros los ojos abiertos al bien, como estos verdaderos buenos amigos de los que nos habla San Marcos, y procuremos –nos lo aconseja San Pablo– vencer al mal con el bien6.
En muchas ocasiones la misión del cristiano será precisamente señalar lo positivo que encuentra a su paso, pues lo bueno y las cosas humanas rectas bien realizadas empujan y animan a ser mejores y acercan a Dios. Destaquemos las virtudes de quienes viven cerca: la generosidad del amigo, la laboriosidad del compañero de trabajo, el espíritu de colaboración de la vecina, la paciencia del profesor... Y si alguna vez no podemos alabar, callaremos; en todo caso, procuraremos ayudar con una amable corrección y rezando. Fomentemos todo cuanto de positivo nace a nuestro alrededor: unas veces con una palabra de aliento, otras con una colaboración efectiva de tiempo y de dinero. Ante tanta lectura inútil o perjudicial, difundamos la noticia de la aparición de los libros buenos que se editan, de las revistas que pueden estar con dignidad en la sala de estar de un hogar, sin que los padres se sientan avergonzados ante sus hijos... Escribamos una pequeña carta alabando y agradeciendo un buen programa, un buen artículo...; cuesta poco y es siempre eficaz.
Dios no pide a sus hijos la ingenuidad ante los duros acontecimientos de la vida; sí les pide que no sean nunca resentidos, agrios, que tengan ojos para ver lo bueno de las personas y de las realidades sociales, que no pasen lo mejor de su vida con la queja o la denuncia, sino entregando el inmenso tesoro de su fe, que es capaz de transformar a las personas y a la sociedad. No olvidemos tampoco que el bien es atractivo y que engendra siempre mucha más felicidad que la tibieza: que una familia numerosa, por ejemplo, con todas sus exigencias y sacrificios, reporta siempre más felicidad que aquella que por puro egoísmo buscó la felicidad en una mayor comodidad, en un poco más de bienestar material. Y este gozo que se palpa es también una forma de cooperar al bien; con frecuencia, la más eficaz.
La Santísima Virgen, que marcha cum festinatione7, deprisa, a ayudar a su prima, nos enseña a mantener el ánimo vigilante para ser en todo cooperadores del bien, para que su Hijo Jesús, con su gracia, continúe haciendo milagros en la tierra, en favor de los hombres todos.
1 Mc 2, 1-12. — 2 Ef 2, 4-5. — 3 Carta a Diogneto, 5. — 4 Ibídem. — 5 Cfr. Conc. Vat. II, Decr. Apostolicam actuositatem, 16. — 6 Rom 12, 21. — 7 Lc 1, 39.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
Conrado de Piacenza Confalonieri, Santo Eremita Franciscano, Febrero 19
Eremita Martirologio Romano: En Neto, en Sicilia, san Conrado de Piacenza Confalonieri, eremita de la Tercera Orden de San Francisco, que, abandonando los placeres seculares, perseveró durante más de cuarenta años en una vida austera de oración y penitencia (1351). |
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Fuente: Parroquiabeatoalvaro.org
Álvaro de Zamora de Córdoba, Beato Predicador Dominico, Febrero 19
Predicador Dominico Martirologio Romano: En Córdoba, en la región española de Andalucía, conmemoración del beato Álvaro de Zamora, presbítero de la Orden de Predicadores, que se hizo célebre por su modo de predicar y contemplar la Pasión del Señor (c. 1430). |
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Fuente: Servitascadiz.com
Isabel Picenardi, Beata Virgen Servita, Febrero 19
Virgen Servita Martirologio Romano: En Mantua, en Lombardía, beata Isabel Picenardi, virgen, la cual, habiendo revestido el hábito de la Orden de los Siervos de María, se consagró a Dios en su casa paterna, recibiendo frecuentemente la comunión eucarística, dedicándose a la celebración de la Liturgia de las Horas, a la meditación de las Sagradas Escrituras y a la devoción a la Santísima Virgen (1468). |
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Fuente: Martirologio Romano
Otros Santos y Beatos Completando santoral de este día, Febrero 19
San Quodvultdeus, obispo y mártir |
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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