jueves, 16 de junio de 2016

Viernes de la Pasión y Muerte de Jesucristo: día de penitencia y abstinencia de carne, excepto fiesta de precepto (CDC 1250/3). 17/06/2016. Beato José María Cassant ¡ruega por nosotros!

JA

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 6, 19-23

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
"No acumulen ustedes tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho los destruyen, donde los ladrones perforan las paredes y se los roban. Más bien acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho los destruyen, ni hay ladrones que perforen las paredes y se los roben; porque donde está tu tesoro, allí también está tu corazón.
Tus ojos son la luz de tu cuerpo; de manera que, si tus ojos están sanos, todo tu cuerpo tendrá luz. Pero si tus ojos están enfermos, todo tu cuerpo tendrá oscuridad. Y si lo que en ti debería ser luz, no es más que oscuridad, ¡qué negra será tu propia oscuridad!"
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.

El Misterio de la Misa en 2 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk

El que no valora una obra de arte es porque necesita cultura: https://www.youtube.com/watch?v=mTKKaT-KaKw

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu

El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

San Leonardo, "El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc

Audio (1/5): https://www.youtube.com/watch?v=2NjKuVnxH58

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?

Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).

Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?

Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html

Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).

 

 

Misal

vie 11a. Ordinario año impar

Antífona de Entrada

Dios nuestro y protector nuestro; un solo día en tu casa es más valioso para tus elegidos que mil en cualquier otra parte.

 

Oración Colecta

Oremos:
Enciende, Señor, nuestros corazones con el fuego de tu amor, a fin de que, amándote en todo sobre todo, podamos obtener aquellos bienes que no podemos nosotros ni siquiera imaginar y has prometido tú a los que te aman.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

Además de éstas y otras cosas, pesa sobre mí diariamente la preocupación por todas las comunidades cristianas

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 11, 18. 21b-30

Hermanos: Ya que otros presumen de cosas humanas, yo también voy a presumir de ellas. Porque de cualquier cosa que alguien presume, aunque sea una insensatez lo que digo, también yo puedo presumir.
¿Ellos presumen de que son hebreos? Yo también lo soy. ¿De que son israelitas? Yo también lo soy. ¿De que son descendientes de Abrahán? Yo también lo soy. ¿De que sirven a Cristo? Es una locura decirlo, pero yo lo sirvo más: yo les gano en fatigas y cárceles; y les gano por mucho en azotes y en peligro de muerte.
Cinco veces me han dado los judíos los treinta y nueve azotes. Otras tres veces me han azotado con varas y una vez me han apedreado. He naufragado tres veces y me he pasado un día y una noche perdido en el mar. He viajado sin descanso y me he visto en peligro en los ríos y entre ladrones; peligros por parte de los de mi raza y por parte de los paganos; peligros en las ciudades y en despoblado, en el mar y entre falsos hermanos. He andado muerto de cansancio; he pasado muchas noches sin dormir, con hambre y sed; muchos días sin comer, con frío y sin ropa.
Además de éstas y otras cosas, pesa sobre mí diariamente la preocupación por todas las comunidades cristianas. ¿Quién se enferma en ellas sin que yo no me enferme? ¿Quién cae en pecado sin que yo no me consuma de dolor? Si se trata de presumir, presumiré de mis debilidades.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 33

El Señor libra al justo de todas sus angustias.

Bendigo al Señor a todas horas, no cesará mi boca de alabarlo. Me siento orgulloso del Señor, que se alegre su pueblo al escucharlo.
El Señor libra al justo de todas sus angustias.

Proclamemos la grandeza del Señor y alabemos todos juntos su poder. Cuando acudí al Señor, me hizo caso y me libró de todos mis temores.
El Señor libra al justo de todas sus angustias.

Confía en el Señor y saltarás de gusto, jamás te sentirás decepcionado, porque el Señor escucha el clamor de los pobres y los libra de todas sus angustias. El Señor libra al justo de todas sus angustias

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Aleluya.

Evangelio

Donde está tu tesoro, allí también está tu corazón

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 6, 19-23

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
"No acumulen ustedes tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho los destruyen, donde los ladrones perforan las paredes y se los roban. Más bien acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho los destruyen, ni hay ladrones que perforen las paredes y se los roben; porque donde está tu tesoro, allí también está tu corazón.
Tus ojos son la luz de tu cuerpo; de manera que, si tus ojos están sanos, todo tu cuerpo tendrá luz. Pero si tus ojos están enfermos, todo tu cuerpo tendrá oscuridad. Y si lo que en ti debería ser luz, no es más que oscuridad, ¡qué negra será tu propia oscuridad!"
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración sobre las Ofrendas

Señor, que este sacrificio nos purifique y nos renueve, y sea causa de eterna recompensa para los que cumplen tu voluntad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

La salvación por Cristo

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, que por amor creaste al hombre, y, aunque condenado justamente, lo redimiste por tu misericordia, por Cristo, Señor nuestro.
Por él, los ángeles y arcángeles, y todos los coros celestiales, celebran tu gloria unidos en común alegría. Permítenos asociarnos a sus voces cantando humildemente tu alabanza:

Antífona de la Comunión

Mi alma espera al Señor con más ansia que los centinelas el amanecer, porque con el Señor viene la misericordia y la abundancia de su gracia.

 

Oración después de la comunión

Oremos:
Señor, tú que nos has hecho partícipes de la vida de Cristo en este sacramento, transfórmanos a imagen de tu Hijo para que participemos también de su gloria en el cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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Meditación diaria

11ª Semana. Viernes

DONDE ESTá TU CORAZóN

— La familia, "el primer ambiente apto para sembrar la semilla del Evangelio".

— Delicada atención hacia las personas que Dios ha puesto a nuestro cuidado.

— Dedicarles el tiempo necesario, que está por encima de otros intereses. La oración en familia.

I. Nos aconseja el Señor que no amontonemos tesoros en la tierra, porque duran poco y son inseguros y frágiles: la polilla y la herrumbre los corroen, o bien los ladrones socavan y los roban1. Por mucho que lográramos acumular durante una vida, no vale la pena. Ninguna cosa de la tierra merece que pongamos en ella el corazón de un modo absoluto. El corazón está hecho para Dios y, en Dios, para todas las cosas nobles de la tierra. A todos nos es muy útil preguntarnos con cierta frecuencia: ¿en qué tengo yo puesto el corazón?, ¿cuál es mi tesoro?, ¿en qué pienso de modo habitual?, ¿cuál es el centro de mis preocupaciones más íntimas?... ¿Es Dios, presente en el Sagrario quizá a poca distancia de donde vivo o de la oficina en la que trabajo? O, por el contrario, ¿son los negocios, el estudio, el trabajo, lo que ocupa el primer plano..., o los egoísmos insatisfechos, el afán de tener más? Muchos hombres y mujeres, si se respondieran con sinceridad, quizá encontrarían una respuesta muy dura: pienso en mí, solo en mí, y en las cosas y personas en cuanto hacen referencia a mis propios intereses. Pero nosotros queremos tener puesto el corazón en Dios, en la misión que de Él hemos recibido, y en las personas y cosas por Dios. Jesús, con una sabiduría infinita, nos dice: Amontonad tesoros en el Cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre corroen, y donde los ladrones no socavan ni roban. Porque donde está tu tesoro allí está tu corazón.

Nuestro corazón está puesto en el Señor, porque Él es el tesoro, de modo absoluto y real. Y no lo es la salud, ni el prestigio, ni el bienestar... Solo Cristo. Y por Él, de modo ordenado, los demás quehaceres nobles de un cristiano corriente que está vocacionalmente metido en el mundo. De modo particular, el Señor quiere que pongamos el corazón en las personas de la familia humana o sobrenatural que tengamos, que son, de ordinario, a quienes en primer lugar hemos de llevar a Dios, y la primera realidad que debemos santificar.

La preocupación por los demás ayuda al hombre a salir de su egoísmo, a ganar en generosidad, a encontrar la alegría verdadera. El que se sabe llamado por el Señor a seguirle de cerca no se considera ya a sí mismo como el centro del universo, porque ha encontrado a muchos a quienes servir, en los que ve a Cristo necesitado2.

El ejemplo de los padres en el hogar, o de los hermanos, es en muchas ocasiones definitivo para los demás miembros, que aprenden a ver el mundo desde un entorno cristiano. Es de tal importancia la familia, por voluntad divina, que en ella "tiene su principio la acción evangelizadora de la Iglesia"3. Ella "es el primer ambiente apto para sembrar la semilla del Evangelio y donde padres e hijos, como células vivas, van asimilando el ideal cristiano del servicio a Dios y a los hermanos"4. Es un lugar espléndido de apostolado. Examinemos hoy si es así nuestra familia, si somos levadura que día a día va transformando, poco a poco, a quienes viven con nosotros. Si pedimos frecuentemente al Señor la vocación de los hijos o de los hermanos –o incluso de nuestros padres– a una entrega plena a Dios: la gracia más grande que el Señor les puede dar, el verdadero tesoro que muchos pueden encontrar.

II. Donde está el propio tesoro, allí están el amor, la entrega, los mejores sacrificios. Por eso debemos valorar mucho la particular llamada que cada uno ha recibido, y las personas con las que convivimos, que son beneficiarias inmediatas de ese tesoro nuestro, porque difícilmente se quiere lo que consideramos de escaso valor. Y el Señor no querría una caridad que no cuidara en primer lugar a quienes Él ha puesto –por lazos de sangre o por un vínculo sobrenatural– a nuestro cuidado, porque no sería ordenada y verdadera.

La familia es la pieza más importante de la sociedad, donde Dios tiene su más firme apoyo. Y, quizá, la más atacada desde todos los frentes: sistemas de impuestos que ignoran el valor de la familia, determinadas políticas educativas, materialismo y hedonismo que tratan de fomentar una concepción familiar antinatalista, falso sentido de la libertad y de independencia, programas sociales que no favorecen que las madres puedan dedicar el tiempo necesario a los hijos... En numerosos lugares, principios tan elementales como el derecho de los padres a la educación de los hijos han sido olvidados por muchos ciudadanos que, ante el poder del Estado, acaban por acostumbrarse a su intervencionismo excesivo, renunciando al deber de ejercer un derecho que es irrenunciable. A veces, y debido en parte a esas inhibiciones, se imponen tipos de enseñanza orientados por una visión materialista del hombre: líneas pedagógicas y didácticas, textos, esquemas, programas y material escolar que orillan intencionadamente la naturaleza espiritual del alma humana.

Los padres han de ser conscientes de que ningún poder terreno puede eximirles de esta responsabilidad, que les ha sido dada por Dios en relación con sus hijos. Y todos hemos recibido del Señor, de distintas formas, el cuidado de otros: el sacerdote, las almas que tiene encomendadas; el maestro, sus alumnos; y lo mismo tantas otras personas sobre quienes haya recaído una tarea de formación espiritual. Nadie responderá por nosotros ante Dios cuando nos dirija la pregunta: ¿Dónde están los que te di? Que cada uno podamos responder: No he perdido a ninguno de los que me diste5, porque supimos poner, Señor, con tu gracia, medios ordinarios y extraordinarios para que ninguno se extraviara.

Todos debemos poder decir en relación a quienes se nos han confiado: Cor meum vigilat: Mi corazón está vigilante. Es la inscripción ante una de las muchas imágenes de la Virgen de la ciudad de Roma. Vigilantes nos quiere el Señor ante todos, pero en primer lugar ante los nuestros, ante los que Él nos confió.

Dios pide un amor atento, un amor capaz de percibir que quizá uno descuida sus deberes para con Dios, y entonces se le ayuda con cariño; o que está triste y aislado de los demás, y se tienen con él más atenciones; o se facilita a otro acercarse al confesonario, con cariño, amablemente, insistiendo cuando sea oportuno... Un corazón vigilante para percibir si en el ambiente familiar se van introduciendo modos de proceder que desdicen de un hogar cristiano, si en la televisión se ven programas sin seleccionar o con demasiada frecuencia, si se habla poco de temas comunes, si no hay un clima de laboriosidad o falta preocupación por los otros... Y sin enfados, dando ejemplo, con oración, con más detalles de cariño, pidiendo a San José vivir la fortaleza y la constancia, llenas de caridad y de cariño humano. Y si uno cae enfermo todos se desviven, porque hemos aprendido que los enfermos son los predilectos de Dios, y en ese momento la persona que sufre es el tesoro de la casa, y se le ayuda a ofrecer su enfermedad, a rezar alguna oración, y se procura que padezca lo menos posible, porque el cariño quita el dolor o lo alivia; al menos, es un dolor distinto.

III. Pensemos hoy en nuestra oración si la familia y las personas a nuestro cargo y cuidado ocupan el lugar querido por Dios, si el nuestro es para ellos un corazón que vigila. ¡Ese, junto a la propia vocación, sí que es un tesoro que dura hasta la vida eterna! Otros tesoros que nos parecieron importantes quizá encontremos un día que la falta de rectitud de intención los convirtió en herrumbre y en orín, o que eran falsos tesoros, o de menor cuantía.

Vida familiar significa en muchos casos tener tiempo los unos para los otros: celebrar fiestas de familia, hablar, escuchar, comprender, rezar juntos... No basta con tener un cariño latente y genérico, sino que hay que hacerlo crecer: es necesario empeño y oración, ejercicio de las virtudes humanas y olvido de uno mismo. No es ocioso que nos preguntemos: ¿para qué –o para quién– vivo yo?, ¿qué intereses llenan mi corazón?

Ahora, cuando parece que los ataques a la familia se han multiplicado, el mejor modo de defenderla es el cariño humano verdadero –contando con los defectos propios y ajenos– y hacer presente a Dios gratamente en el hogar: la bendición de la mesa, el rezar con los hijos más pequeños las oraciones de la noche..., leer con los mayores algún versículo del Evangelio, rezar por los difuntos alguna oración breve, por las intenciones de la familia y del Papa..., y el Santo Rosario, la oración que los Romanos Pontífices tanto han recomendado que se rece en familia y que tantas gracias lleva consigo. Alguna vez se puede rezar durante un viaje, o en un momento que se acomoda al horario familiar..., y no siempre tiene que ser iniciativa de la madre o de la abuela: el padre o los hijos mayores pueden prestar una colaboración inestimable en esta grata tarea. Muchas familias han conservado la saludable costumbre de ir juntos los domingos a Misa.

No es necesario que sean numerosas las prácticas de piedad en la familia, pero sería poco natural que no se realizara ninguna en un hogar en el que todos, o casi todos, se profesan creyentes. No tendría mucho sentido que individualmente se consideren buenos creyentes y que ello no se refleje en la vida familiar. Se ha dicho que a los padres que saben rezar con sus hijos les resulta más fácil encontrar el camino que lleva hasta su corazón. Y estos jamás olvidan las ayudas de sus padres para rezar, para acudir a la Virgen en todas las situaciones. ¡Cuántos habrán hallado la puerta del Cielo gracias a las oraciones que aprendieron de labios de su madre, de la abuela o de la hermana mayor!

Y unidos así, con un cariño grande y con una fe recia, se resisten mejor y con eficacia los ataques de fuera. Y si alguna vez llega el dolor o la enfermedad, se lleva mejor entre todos, y es ocasión de una mayor unión y de una fe más honda. La Virgen, nuestra Madre, nos enseñará que el tesoro lo tenemos en la llamada del Señor, con todo lo que ella implica, y en la propia casa, en el propio hogar, en las personas que Dios ha querido vincular de diversos modos a nuestra vida.

Dentro del Corazón de Jesús encontraremos infinitos tesoros de amor6. Procuremos que nuestro corazón se asemeje al Suyo.

1 Mt 6, 19-21. — 2 Cfr. F. Koenig, Carta pastoral sobre la familia, 23-III-1977. — 3 Juan Pablo II, Discurso en Guadalajara -México-, 30-I-1979. — 4 ídem, Discurso a los obispos de Venezuela, 15-XI-1979. — 5 Jn 18, 9. — 6 Cfr. Misal Romano, Oración colecta de la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

Avito, Santo Abad, Junio 17  

Fuente: Archidiócesis de Madrid

Avito, Santo

Abad

La lejana historia de Avito la conoce plenamente sólo Dios; los documentos que tenemos hoy muestran el núcleo histórico de su existencia santa, pero a falta de otros datos, los relatos posteriores hablan de él con los adornos añadidos por la fábula y la devoción popular menos exigente con la verdad histórica y más condescendiente con los efluvios de la piedad.

Se dice de él que nació en la zona de Orleáns, teniendo por padres a unos cristianos pobres y que, cuando era pequeño conoció a los monjes de la abadía de Micy que está próxima a la ciudad; llevado de la curiosidad propia de los niños, les preguntó, quienes eran, qué hacían, por qué vivían lejos de la gente y para qué servían. Esas preguntas, contestadas con simpatía y desparpajo por alguno de aquellos frailes que tenía gracejo y estaba lleno de sentido sobrenatural, dichas al alcance de una cabecita pequeña dieron fruto con el paso de los años. Un buen día, aquella curiosidad se convirtió en deseo de imitarlos, pero con tal gana y empeño que el joven Avito ruega al abad Maximino o Mesmino que le admita en el monasterio y que si no puede ser como monje, que lo admita como criado. Está dispuesto a no dejar la puerta del convento y a morir de frío y de hambre hasta conseguir lo que pide.

Cuentan de él que la primera época de fraile la vivió tan amable, servicial y obediente que su sencillez y deseos de agradar a la comunidad a veces fue considerado por algunos como una actitud que rayaba con lo estúpido.

De todos modos, el abad experimentado descubre el regalo que les ha llegado del cielo; el abad le encomienda muy pronto el oficio de ecónomo y pasa a ser el responsable de preparar las cosas que atañen en el convento al alimento de los frailes; debe cuidar de que no les falte el alimento necesario, ha de disponer el orden de las comidas, cuidar del pobre almacén, reponer alimentos y reservar una parte para los pobres cosa en la que siempre se mostró lleno de generosidad. Que lo hiciera bien o mal en preparar la intendencia sólo Dios lo sabe, pero el resultado fue la continua crítica y murmuración que provocó en los compañeros de salmos.

La situación de aparente fracaso le llevó a replantearse con mayor seriedad sus deseos de soledad. Resuelve el asunto, después de haberlo rezado y pensando Dios le pedía un cambio; organiza una trama nocturna consistente en introducirse en la celda del abad, esperar a que lo rinda el sueño y meter bajo su almohada las llaves de ecónomo, simbolizando con ello su renuncia al cargo. Se marcha del monasterio. Ahora sí que podrá en el bosque cercano dedicarse a la oración y penitencia a sus anchas sin necesidad de escuchar las protestas de sus hermanos y dando cuenta al abad de su vida de vez en cuando. Intentará imitar a los ermitaños comiendo la yerba, raíces y frutas que encuentre por el campo.

Hizo falta el ruego de los frailes y la intervención del obispo de Orleáns para sacarlo del retiro de Solaña y conseguir que aceptara el gobierno de la abadía, en el año 520, después de la muerte de Maximiano. El nuevo abad hace más con humildad y ejemplo que con mandatos; pero por su medio se restablece la primera disciplina y se eleva el tono sobrenatural del monasterio. Las cosas marchan bien, pero a él le sigue hormigueando en el alma el run-run de la soledad.

Ahora será Percha, más distante y menos accesible el nuevo lugar donde plantará su residencia entre cuevas o chozas de ramas de árboles. Allí no será fácil que le encuentren los monjes en caso de que le busquen; ha llevado con él a otro fraile que también tenía las mismas ansias de soledad. Vivirán como en la primera época en la contemplación y penitencia, metidos en el alejamiento y el silencio. Sólo que no pudo ser por mucho tiempo porque lo descubrió el milagro de Avito: un porquero mudo desde niño, por mandato del santo ha comenzado a hablar, y ya es imposible hacerlo callar. Y la gente se entera ¡Adiós soledad! La noticia del hecho se transmite y la gente acude a ver y a tocar; él catequiza, enseña, reza y hace rezar. Vienen discípulos y, sin quererlo, no hay más remedio que fundar el monasterio que con el tiempo llevará su nombre.

Dicen que a ruegos de Avito, llegaron a soltar en Orleáns a los presos de la cárcel. Y además hablan del ciego curado milagrosamente; y el mismo Lubin, el obispo de Chartres, relata la resurrección de un monje. Y con el rey Clodomiro, el hijo de Clodoveo y Clotilde, tiene palabras de paz intercediendo por el preso rey de Borgoña, Segismundo y su familia.

Después de muerto, refieren de él muchos milagros y le atribuyen bastantes victorias guerreras logradas por su intercesión.

Avito terminó sus días el 17 de junio del año 530. Chateaudrum y Orleáns se distribuirán posteriormente sus preciosas reliquias.

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Fuente: Vatican.va
Joseph-Marie Cassant, Beato Monje Trapense, 17 de junio  

Joseph-Marie Cassant, Beato

Monje Trapense



Joseph-Marie Cassant nació el 6 de marzo de 1878 en Casseneuil, en el Lot-et-Garonne (diócesis de Agen, Francia) en una familia de agricultores que ya contaba con un hijo varón de nueve años.

Estudió en el internado de los hermanos de San Juan Bautista de la Salle de Casseneuil, donde tuvo dificultades debido a su falta de memoria. Tanto en su casa como en el internado recibió una sólida formación cristiana y, poco a poco, creció en él el deseo profundo de ser sacerdote.

Su párroco, D. Filhol, le apreciaba mucho y le ayudó en sus estudios por medio de un vicario, pero su poca memoria siguió siendo un obstáculo para su ingreso en el seminario menor. Mientras tanto, el adolescente fue introduciéndose en el silencio, el recogimiento y la oración. El párroco Filhol le sugirió que se dirigiera a la Trapa: el joven de 16 años aceptó sin dudarlo. Tras un tiempo de prueba en la casa parroquial, Joseph entró en la abadía cisterciense de Santa María del Desierto (diócesis de Toulouse, Francia) el 5 de diciembre de 1894.

En ese momento el maestro de novicios era el Padre André Malet. Él sabia captar las necesidades de las almas y responder a ellas con humanidad. Desde el primer encuentro manifestó su benevolencia: "!Confía! yo te ayudaré a amar a Jesús". Los hermanos del monasterio no tardaron en mostrar aprecio por el recién llegado: Joseph no era ni discutidor ni gruñón, sino que siempre estaba contento y sonriente.

Contemplando frecuentemente a Jesús en su pasión y en la cruz, el joven monje se impregnó del amor a Cristo. El "camino del Corazón de Jesús", que le enseñó el Padre André, es una llamada incesante a vivir el instante presente con paciencia, esperanza y amor. El Hermano Joseph-Marie es consciente de sus lagunas y su debilidad. Pero se fía cada vez más de Jesús que es su fuerza. No le gustan las medias tintas. Quiere darse totalmente a Cristo. Su divisa lo atestigua: "Todo por Jesús, todo por María". Fue admitido a pronunciar sus votos definitivos el 24 de mayo del 1900, en la fiesta de la Ascensión.

A partir de entonces comenzó su preparación al sacerdocio. El Hermano Joseph-Marie lo deseaba sobre todo en función de la Eucaristía. Ésta es para él la realidad presente y viviente de Jesús: el Salvador entregado totalmente a los hombres, cuyo corazón traspasado en la cruz, acoge con ternura a los que acuden a Él con confianza. Los cursos de teología que le dio un hermano poco comprensivo causaron afrentas muy dolorosas en la viva sensibilidad del joven monje. En todas las contradicciones él se apoya en Cristo presente en la Eucaristía, "la única felicidad en la tierra", y confía su sufrimiento al Padre André que lo ilumina y reconforta. Finalmente, habiendo aprobado los exámenes, tiene la inmensa alegría de recibir la ordenación sacerdotal el 12 de octubre de 1902.

Pronto constatan que está afectado de tuberculosis. El mal está muy avanzado. El joven sacerdote no revela sus sufrimientos hasta el momento en que no puede ocultarlos más:
)por qué quejarse cuando se medita frecuentemente el Vía Crucis del Salvador? A pesar de su estancia de siete semanas con su familia, a petición del Padre Abad, sus fuerzas declinan cada vez más. A su regreso al monasterio, lo mandan a la enfermería donde tuvo una nueva ocasión de ofrecer, por Cristo y la Iglesia, sus sufrimientos físicos cada vez más intolerables, agravados por las negligencias de su enfermero. Más que nunca, el Padre André le escucha, le aconseja y le sostiene. Joseph-Marie dijo: "Cuando no pueda celebrar más la Misa, Jesús podrá retirarme de este mundo". El 17 de Junio de 1903, por la mañana, tras comulgar, el Padre Joseph-Marie alcanzó para siempre a Cristo Jesús.

El 9 de junio de 1984, el Santo Padre Juan Pablo II reconoció la heroicidad de sus virtudes, beatificándolo el 3 de octubre de 2004 en la Plaza de San Pedro en Roma.

A veces se ha subrayado la banalidad de esta corta existencia: dieciséis años discretos pasados en Casseneuil y nueve años en la clausura de un monasterio, haciendo cosas simples: oración, estudios, trabajo. Cosas simples, sí, pero supo vivirlas de forma extraordinaria; pequeñas acciones, pero realizadas con una generosidad sin límites. Cristo puso en su espíritu, limpio como agua de manantial, la convicción de que sólo Dios es la suprema felicidad, que su Reino es semejante a un tesoro escondido y a una perla preciosa.

El mensaje del Padre Joseph-Marie es muy actual: en un mundo de desconfianza, a menudo víctima de la desesperación, pero sediento de amor y de ternura, su vida puede ser una respuesta, sobre todo para los jóvenes que buscan un sentido a la propia vida. Joseph-Marie fue un adolescente sin relieve ni valor a los ojos de los hombres. Debe el acierto de su vida al encuentro impresionante con Jesús. Supo seguirle en una comunidad de hermanos, con el apoyo de un Padre espiritual que fue al mismo tiempo testimonio de Cristo y capaz de acoger y comprender.

Él es para los pequeños y humildes un magnífico modelo. Les enseña cómo vivir, día tras día, para Cristo, con amor, energía y fidelidad, aceptando ser ayudados por un hermano o una hermana experimentados, capaces de conducirlos tras las huellas de Jesús.

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Fuente: Catholic.net || ACI Prensa
Alberto Adamo Chmielowski, Santo Fundador, Junio 17  

Alberto Adamo Chmielowski, Santo

Fundador

Martirologio Romano: En Cracovia, en Polonia, san Alberto (Adán) Chmielowski, religioso, célebre pintor, el cual se entregó a los pobres procurando ser bueno con todos, y fundó las Congregaciones de Hermanos y Hermanas de la Tercera Orden de San Francisco, siervos de los pobres (1916).

Alberto Chmielowski nació en Igolomia, cerca de Cracovia (Polonia), el 20 de agosto de 1845, de padres nobles. Creció en un clima de ideales patrióticos, de una profunda fe en Dios y de amor cristiano hacia los pobres. Quedó huérfano muy pronto y sus familiares se hicieron cargo de él y de los demás hermanos. A los 18 años se matriculó en el Instituto Politécnico de Pulawy. Tomó parte en la insurrección de Polonia en 1863. Cayó prisionero y se le amputó una pierna a causa de una herida. Al fracasar la insurrección, se trasladó al extranjero, huyendo de la represalia zarista.

En Gante (Bélgica) inició estudios de ingeniería. Dotado de buenas cualidades artísticas, decidió estudiar pintura en París y en Munich. En 1874, maduro ya como artista, regresó a Polonia, decidido a dedicar "el arte, el talento y sus aspiraciones a la gloria de Dios". Uno de los mejores cuadros, el "Ecce Homo", fue el resultado de una experiencia profunda del amor misericordioso de Cristo hacia el hombre, experiencia que llevó a Chmielowski a su transformación espiritual.

En 1880 entró en la Compañía de Jesús como hermano lego. Después de seis meses tuvo que dejar el noviciado por su mala salud. Acercándose a la miseria material y moral de quienes carecen de techo y a los desheredados en los dormitorios públicos de Cracovia, descubrió en la dignidad menospreciada de aquellos pobrecillos el rostro humillado de Cristo, y decidió por amor del Señor renunciar al arte y vivir al lado de los marginados una vida pobre, dedicándoles toda su persona.

El 25 de agosto de 1887 vistió el sayal gris y tomó el nombre de hermano Alberto. Pasado un año, pronunció los votos religiosos, iniciando la congregación de los Hermanos de la Orden Tercera de San Francisco, denominados Siervos de los Pobres o Albertinos. En 1891 fundó la rama femenina de la misma congregación (Albertinas) con la finalidad de socorrer a las mujeres necesitadas y a los niños. El hermano Alberto organizó asilos para pobres, casas para mutilados e incurables, envió a las hermanas a trabajar en hospitales militares y lazaretos, fundó comedores públicos para pobres, orfanatorios para niños y jóvenes sin techo. Todos contaban con su ayuda, sin distinción de religión o nacionalidad.

Para su acción caritativa tomaba fuerza del misterio de la Eucaristía y de la Cruz. A pesar de su invalidez, viajaba mucho para fundar nuevos asilos en otras ciudades de Polonia y para visitar las casas religiosas. Gracias a su espíritu emprendedor, cuando murió dejó fundadas 21 casas religiosas en las cuales prestaban su trabajo 40 hermanos y 120 religiosos. Murió pobre entre los pobres, de cáncer de estómago, el día de Navidad de 1916 en Cracovia, en el asilo que él mismo fundó. Antes de su muerte dijo a los hermanos y hermanas, señalando a la Virgen de Czestochowa: "Esta Virgen es vuestra fundadora, recordadlo". Y "Ante todo, observad la pobreza". Enseñó a todos con el ejemplo de su vida que "es necesario ser buenos como el pan, que está en la mesa, y que cada cual puede tomar para satisfacer

el hambre".

Es considerado entre sus hermanos el San Francisco polaco del siglo XX.

El hermano Alberto fue beatificado en Cracovia el 22 de junio de 1983 por el Papa Juan Pablo II, quien también lo canonizó el 12 de noviembre de 1989 en Roma.

 

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Fuente: notidiocesis.agenciacatolica.com
Rainiero de Pisa, Santo Trovador, Junio 17  

Rainiero de Pisa, Santo

Trovador

Nació en el año 1117 en Pisa (Italia). Sus padres, Gandulfo Scacceri, próspero comerciante, y Mingarda, perteneciente a la noble familia de los Buzzacherini, deseosos de impartirle una educación rigurosa a su único hijo, encomendaron su formación al sacerdote don Enrico de San Martino. Pero Rainiero, particularmente dotado para la música (tocaba la lira) y para el canto, prefería las diversiones y la vagancia a los estudios.

De nada valieron los esfuerzos de sus padres por conducirlo a un comportamiento más cristiano, pues el joven pisano descuidó tanto las enseñanzas de sus padres como las de don Enrico. No obstante, a los 19 años su vida cambió. Fue crucial, para su conversión y decisión de abrazar plenamente la fe y vivir en extrema austeridad, su encuentro con el eremita Alberto, establecido en el monasterio pisano de San Vito y del cual escuchó sus consejos y lo hizo su modelo.
Cuatro años después, hacia el 1140, se embarcó rumbo a Tierra Santa decidido a imitar fielmente a Cristo en los lugares donde nuestro Señor había consumado su sacrificio.

Permaneció ahí por trece años, viviendo exclusivamente de limosnas, comiendo dos veces a la semana y exponiendo su cuerpo a grandes sacrificios. Además, peregrinaba en repetidas ocasiones a todos los lugares santos, demorándose de preferencia en el Calvario cerca del Santo Sepulcro, donde recibió de un sacerdote la túnica pelosa del eremita, la "pilurica", con la cual es representado en la iconografía.

Regresó a Pisa en 1153, rodeado de fama de santidad por los muchos milagros que Dios operó a través de su mano en Tierra Santa. Fue acogido por los canónigos de la Catedral y por el pueblo, quienes estaban al corriente de su admirable vida. Vivió un año en calidad de oblato en el monasterio de San Andrés, en Chinseca, y de ahí se transfirió a San Vito, donde desarrolló una intensa actividad apostólica con la venia del clero, predicando como simple laico y obrando numerosas conversiones.

Tanta era su fama de santidad que a su muerte, acaecida el 17 de junio de 1161, fue súbitamente proclamado santo, y este día -en el que actualmente le conmemoramos- fue declarado fiesta de precepto.

En 1632 el Arzobispo de Pisa, el Clero local, el Magistrado pisano, con la anuencia de la sacra Congregación de los Ritos, eligieron a Rainiero patrono principal de la ciudad y de la diócesis; y en 1689 fueron solemnemente colocados sus restos sobre el altar mayor de la Catedral pisana.

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Ismael, Santo Mártir, Junio 17  

Ismael, Santo

Mártir

Etimológicamente significa "Dios escucha". Viene de la lengua hebrea.

Esta primavera es visible donde el espíritu de misericordia aparece para humanizar nuestro corazón por la claridad de un amor fraterno. Y allí se enciende una hoguera.

Incluso bajo las cenizas, una brasa continuará ardiendo.

Ismael y dos hermanos, Manuel y Savelio, eran primaveras en su tierra porque quisieron humanizar a los pueblos.

Eran muy conocidos en Calcedonia y Bitinia. ¿Por qué razón?, te preguntarás.

Y es muy sencilla. Querían que Juliano el Apóstata y el rey de Persia llegaran a un acuerdo para que reinase la paz entre los súbditos.

Ellos, en el hogar, habían recibido una densa y práctica formación cristiana, al mismo tiempo que una amplia cultura.

Todo se debió, en gran parte, a su preceptor Eunoico.

El testimonio de sus vidas les llevó, sin querer, a verse envueltos en un acontecimiento que dio lugar a otra dura persecución.

El templo del dios Sol se incendió. Y, naturalmente, les echaron la culpa a ellos.

Vinieron una serie de interrogatorios postizos, una pura farsa. Al final de los mismos, se les entregó al martirio tal día como hoy del año 326.

De las brasas de su martirio por la fe en Cristo, su testimonio continuó ardiendo por siglos y siglos.

Juliano el Apóstata no respetó los tratados de paz, y le hizo la vida imposible a los persas.

Al clavársele una flecha en una batalla, exclamó:"Venciste, Galileo".
Juliano el Apóstata murió en el año 363.

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Fuente: sagradafamilia.devigo.net
Teresa de Portugal, Santa Cisterciense, Junio 17  

Teresa de Portugal, Santa

Santa Teresa, hija del rey Sancho I de Portugal y de Dª. Dulce de Aragón, se casó con su primo, el rey Alfonso IX de León. Tras varios años de feliz vida marital (y varias hijas), el matrimonio fue declarado nulo por el parentesco demasiado estrecho entre ella y Alfonso y no haber recibido las dispensaciones apropiadas. Alfonso se casó con doña Berenguela, la madre de Fernando III el Santo.

Teresa volvió al monasterio cisterciense de San Benito de Lorbao, próximo a Coimbra. Allí se entregó a la práctica de todas las virtudes hasta su muerte, en gran ancianidad, el 17 de junio de 1250.

Fue enterrada en su mismo monasterio, junto a la tumba que ella había dispuesto veinte años antes para su santa hermana Sancha, virgen clarisa, fundadora del convento de Santa María de las Cellas.

Teresa pudo fácilmente haber guardado rencor, no lo hizo así. Con su ayuda se alcanzó un acuerdo pacífico.

Guardar rencor es como montar en bicicleta con una piedra en el zapato. A veces se va para un lado, pero la mayoría de las veces hace que cada pedalada sea miserable.

Lo peor de los rencores es la amargura que crean en nuestra alma. A menudo la persona a la que guardamos rencor ni siquiera sabe que estemos molestos y enfurecidos con ella. Acabamos por gastar extraordinarias cantidades de tiempo labrando y planeando nuestra venganza, para acabar descubriendo que la venganza nunca es tan dulce como creemos que lo va a ser. Si mantienes rencor contra alguien o contra algo, ahora es el momento de sacarte la piedra del zapato. Tienes la garantía de que te sentirás mejor y caminarás mejor.

El 20 de mayo de 1705 el Papa Clemente XI confirmó su culto.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Pablo Burali, Beato Cardenal, Junio 17  

Pablo Burali, Beato

Cardenal Obispo de Nápoles

En la población de Itri, situada cerca de la costa meridional de Italia, entre Fondi y Gaeta, nacía en 1511 el segundo de los cuatro hijos que concedió el cielo a los nobles esposos Pablo Burali de Arezzo y Victoria Olivers, siéndole impuesto en el bautismo el nombre de Escipión.

La antigua familia de los Burali procedía de la ciudad toscana de Arezzo y se había distinguido por los meritorios servicios prestados a la monarquía en el reino de Nápoles. El padre de Escipión era gentilhombre del rey católico de España y diplomático al servicio de Clemente VII. Su madre, Victoria Olivers, pertenecía a la alta nobleza de Barcelona.

La infancia del gentil retoño de los Burali se caracterizó por precoces manifestaciones de una inteligencia despejada, ardientes muestras de amor a Dios y generosos sentimientos de compasión y afecto hacia los pobres y desgraciados. En el año 1524, en que Cayetano de Thiene fundaba en Roma su Orden de clérigos regulares, la antigua universidad de Salerno abría sus puertas al joven Escipión, que en la flor de sus trece años emprendía la ruta de sus estudios literarios para ser más tarde gloria fulgente de la misma Orden.

Pocos años después fue Bolonia, la milenaria y docta ciudad de las cien torres, la que con el prestigio de su rancio abolengo cultural atrajo las miradas y el corazón del joven D´Arezzo. En su célebre Universidad, que resplandecía como "antorcha del derecho", completó su formación intelectual y cursó con brillantez los estudios de derecho civil y canónico, desentrañando ágilmente los áridos latines del Digesto, del Decreto de Graciano y de las decretales de los pontífices, que eran los textos vigentes en aquel tiempo. En la grave teoría de sus togados profesores emerge la relevante figura de Hugo Buoncompagni, el futuro Papa reformador del calendario, del cual será Burali, al correr de los años, colega en el Sacro Colegio Cardenalicio. En una época en que no existía una clara línea divisoria entre las disciplinas sacras y profanas, el novel jurisconsulto fue investido a los veinticinco años con la birreta doctoral en ambos derechos, avalando su ciencia jurídica con una profunda formación en teología dogmática y moral.

El foro napolitano fue la palestra donde, por espacio de doce años, ejerció el flamante jurista su carrera de abogado. Sus excepcionales dotes de prudencia y sinceridad, su insobornable lealtad y su acrisolado amor a los pobres, le granjearon bien pronto las generales simpatías de los napolitanos, los cuales rindieron homenaje a su sabiduría y a su virtud al designarle con este mote asaz honorable y expresivo: "el doctor de la verdad".

En 1550 una fuerte crisis religiosa, acompañada de lacerantes escrúpulos, le obligó a dejar las ocupaciones del foro para retirarse a su amada soledad de Itri y buscar en el silencio y trato íntimo con Dios la ruta definitiva que diera paz y consuelo a su espíritu, A los dos años el virrey de Felipe II, don Pedro de Toledo, le llamó otra vez a Nápoles y le nombró consejero regio y juez de lo criminal. Con repugnancia, y sólo por consejo de su director espiritual, aceptó Burali estos importantes cargos, que procuró servir con toda fidelidad y diligencia.

Cinco años antes, en 1547, había fallecido santamente, en la casa teatina de San Pablo el Mayor, Cayetano de Thiene. La bella Parténope, que había recibido con gozo el apostolado multiforme del fundador de los teatinos, postrada ahora ante su sepulcro, se nutría de su enjundiosa espiritualidad e imploraba su celestial protección. El padre Juan Marinonio, compañero e íntimo amigo de Cayetano, había recogido su herencia y presidía la Casa de San Pablo con la madurez de un magisterio lúcido en la dirección de los espíritus.

El jurisconsulto Burali frecuentaba la Casa de San Pablo y era hijo espiritual de Marinonio, lo mismo que otro abogado famoso, Andrés Avelino, que era ya sacerdote. Conquistados ambos por la espiritualidad teatina, suplicaron a su director y prepósito de la Casa su ingreso en la Orden, haciendo juntos el noviciado bajo la sabia dirección del mismo Marinonio. Exquisita amistad de tres almas excelsas, que se compenetraron tan intensamente hasta escalar las tres cumbres de la santidad y ser venerados en los altares. Más tarde un discípulo de Avelino, el padre Lorenzo Escúpoli, acuñará en uno de los más famosos libros de ascética, El combate espiritual, esa recia espiritualidad teatina que provocó el clima de la reforma católica y troqueló tan egregias figuras de santidad.

Al ingresar Burali, en 1557, en la Orden de clérigos regulares cambió su nombre de Escipión por el de Pablo, cuyo amor a Cristo deseaba imitar. La humildad y el desprecio absoluto de los bienes terrenos son notas básicas de la espiritualidad teatina. Por ello, al solicitar a sus cuarenta y seis años su entrada en la Orden, pidió ser admitido en calidad de hermano coadjutor, porque se reputaba indigno del ministerio sacerdotal. Marinonio no sólo no accedió a sus deseos, sino que, antes de terminar el noviciado, le mandó recibir las órdenes menores y el subdiaconado. En la festividad de la Purificación de María de 1558 emitió el antiguo consejero regio su profesión religiosa, y pocos meses después fue ordenado diácono y presbítero, celebrando su primera misa el domingo de Pascua de Resurrección.

Entonces comenzó la lucha entre la humildad del padre Burali, que desplegaba toda su sagacidad para esquivar honores y dignidades, y la providencia del Señor, que se complacía en elevarlo a los más altos cargos para que fuera uno de los mejores adalides de la reforma católica, Venció el brazo de Dios, que quiso hacer cosas grandes en su siervo. Pero éste exclamará humildemente a lo largo de su vida, con los ojos arrasados en lágrimas: "Dios le perdone al padre Juan, que quiso que yo me ordenase sacerdote".

El capítulo general le nombró en 1560 prepósito de la Casa de San Pablo, y poco después Felipe II le ofreció el obispado de Cortona y el arzobispado de Brindis. El padre Burali los rehusó muy de corazón, no sin haber recibido un aviso del Papa Pío IV, que le decía: "Te ruego aceptes estos cargos, que podrán ser gravosos para ti, pero serán provechosos para las almas".

En 1565, temerosos los napolitanos de que Felipe II implantara en el reino la Inquisición española, decidieron enviar a Madrid una embajada prestigiosa que disuadiera al monarca de tal propósito. La ciudad escogió al padre Burali para llevar a término tan delicada misión diplomática. La elección fue vista con muy buenos ojos por el virrey don Perafán de Ribera, duque de Alcalá, y por la misma Santa Sede. Burali se resistía con todas sus fuerzas. Carlos Borromeo, secretario de Estado de Pío IV, tuvo que escribirle varias cartas en nombre del Papa y, por fin, un mandato formal para que aceptara la embajada.

El padre Burali fue acogido en Madrid con singulares muestras de consideración y de afecto. Felipe II le recibió con toda deferencia, escuchó atento el mensaje de la ciudad y prometió estudiarlo con cariño, queriendo que el embajador napolitano celebrara la misa en su presencia en la capilla del real alcázar. Con motivo de las fiestas de Navidad se ausentó el monarca de la capital, esquivando dar en un asunto tan vidrioso como el de la Inquisición una respuesta categórica. Burali se mantuvo impertérrito en la corte, fiel a su legacía. Después de varios meses de ausencia regresó Felipe II a Madrid y accedió, en parte, a los deseos de los napolitanos, a los cuales prometió en breve una visita. Conmovida la ciudad, tributó a su embajador un recibimiento triunfal, que revistió caracteres de fervoroso plebiscito.

Nombrado en abril de 1567 prepósito de la Casa de San Silvestre, de Roma, el padre Burali pasó a residir en la Ciudad Eterna. El Papa San Pío V desplegaba una enérgica actividad apostólica para convertir en sustancia y vida de la Iglesia los decretos reformadores del concilio de Trento. San Carlos Borromeo, cardenal arzobispo de Milán, implantaba en su sede la reforma con celo enardecido. La vecina diócesis de Plasencia vegetaba en franca decadencia religiosa. El padre Burali fue preconizado obispo de la misma en el consistorio de julio de 1568. Esta vez su humildad no pudo hallar escapatoria, Obligado por el Papa, recibió la consagración episcopal el 1 de agosto siguiente en la propia iglesia de San Silvestre, de manos del cardenal de Pisa, monseñor Escipión Rebiba, haciendo su entrada solemne en la diócesis el 29 de septiembre.

El celo pastoral del prelado, unido al talento y sentido humano del antiguo jurista, transformaron en plazo breve la diócesis placentina, promulgando en ella la legislación del Tridentino. Animado por el espíritu litúrgico de la Orden, restauró la catedral y veló por el esplendor del culto divino, asistiendo cada domingo a la misa mayor y a las vísperas. Llamó a los teatinos, capuchinos y somascos para que fundaran en la diócesis. Pero centró toda su actividad apostólica en tres empresas importantísimas, pilares básicos de la reforma católica: la visita pastoral, que realizó meticulosamente varias veces; el sínodo diocesano, que celebró dos veces, y la fundación del seminario, uno de los primeros de Italia, y cuyo primer director espiritual fue San Andrés Avelino, el cual se multiplicaba para complacer a sus dos amigos Burali y Borromeo.

En el consistorio del 27 de mayo de 1570, San Pío V creó al obispo de Plasencia cardenal presbítero del título de Santa Pudenciana. Otra gran "tribulación" para el obispo teatino -así calificaba él a los honores-, al cual no quedó más remedio que ir a Roma para recibir el capelo de manos de Su Santidad. Al retornar a su diócesis, toda Plasencia saltó de júbilo y dispensó al que llamaba "el obispo santo" un recibimiento apoteósico.

Mas los cantos de alegría se trocaron en lágrimas de dolor al ser promovido en 1576 a la sede arzobispal de Nápoles. Durante ocho años había laborado incansable en la diócesis placentina, en amigable colaboración con San Carlos Borromeo, asistiendo al III concilio provincial de Milán que éste convocó. Reunido en 1572 el cónclave que debía dar sucesor a San Pío V, los votos de los purpurados se polarizaron en torno a dos grandes figuras del Sacro Colegio: Hugo Buoncompagni y Pablo Burali. Elevado aquél al solio de San Pedro con el nombre de Gregorio XIII, quiso recompensar el celo reformador de su antiguo alumno de Bolonia enviándole a la sede de San Jenaro.

En Nápoles desplegó el cardenal Burali el mismo celo apostólico y renovador. Pero a los dos años escasos, macerado por las mortificaciones y agobiado por los achaques, la fractura de una pierna le llevó al sepulcro. Devotísimo siempre de la Santísima Virgen, había hecho edificar un templo en su honor y visitaba con fervor sus imágenes más veneradas. Con frecuencia se le veía con el rosario en la mano y cada noche lo rezaba con sus familiares. Postrado ahora en el lecho del dolor, recibidos con ejemplar piedad los Santos Sacramentos, hizo colocar junto a su cama una imagen de María y, fijando en ella su mirada de hijo amantísimo, expiró santamente en el ósculo del Señor el día 16 de junio de 1578, a los sesenta y siete años de edad.

El Papa Clemente XIV, el día 18 de junio de 1772, procedió a la beatificación de este hijo insigne de San Cayetano, que por su extraordinario celo en favor de la reforma católica mereció el título de "obispo ideal del renacimiento tridentino".

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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