lunes, 6 de junio de 2016

Martes por los ángeles custodios. 07/06/2016. Venerable Mateo Talbot ¡ruega por nosotros!

JA

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 13-16

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
"Ustedes son la sal de la tierra; pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se salará? Ya no sirve para nada, sino para tirarla fuera y que la pisen los hombres.
Ustedes son la luz del mundo.
No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de una montaña. Tampoco se enciende una lámpara de aceite para cubrirla con una vasija de barro; sino que se pone sobre el candelero para que alumbre
a todos los que están en la casa.
Brille su luz delante de los hombres de modo que, al ver sus buenas obras, den gloria a su Padre que está en los cielos".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.

El Misterio de la Misa en 2 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk

El que no valora una obra de arte es porque necesita cultura: https://www.youtube.com/watch?v=mTKKaT-KaKw

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu

El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

San Leonardo, "El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc

Audio (1/5): https://www.youtube.com/watch?v=2NjKuVnxH58

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?

Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).

Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?

Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html

Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).

 

 

Misal

mar 10a. Ordinario año Par

Antífona de Entrada

El Señor es mi protector; él me libro de las manos de mis enemigos y me salvó, porque me ama.

 

Oración Colecta

Oremos:
Concédenos, Señor, que el curso de los acontecimientos del mundo se desenvuelva, según tu voluntad, en la justicia y en la paz, y que tu Iglesia pueda servirte con tranquilidad y alegría.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

La tinaja de harina no se vació, según las palabras que dijo el Señor por medio de Elías

Lectura del primer libro de los Reyes 17, 7-16

Después de algún tiempo se secó el torrente donde el profeta Elías estaba escondido, a causa de la pertinaz sequía. Entonces, el Señor le ordenó:
"Levántate y vete a vivir a Sarepta de Sidón; yo ordenaré a una viuda de allí que te alimente".
Elías se levantó y se fue a Sarepta. Cuando entraba por la puerta de la ciudad, vio a una viuda recogiendo leña. La llamó y le dijo: "Por favor, tráeme un vaso de agua para beber".
Cuando ella iba por el agua, Elías le gritó:
"Tráeme también un poco de pan".
Ella le respondió:
"¡Vive el Señor, tu Dios, que no tengo nada de pan cocido; sólo me queda un puñado de harina en una vasija y un poco de aceite en una jarra! Precisamente estaba recogiendo un poco de leña para preparar algo para mi hijo y para mí; lo comeremos y luego moriremos".
Elías le dijo:
"No temas; ve a casa y haz lo que has dicho; pero antes hazme a mí una pequeña porción de pan y tráemela. Para ti y para tu hijo la harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: No faltará harina en la vasija ni aceite en la jarra hasta el día en que el Señor haga caer la lluvia sobre la tierra".
Ella fue e hizo lo que le había dicho Elías, y tuvieron comida para él, para ella y para toda su familia durante mucho tiempo. No faltó harina en la vasija ni aceite en la jarra, según la palabra que el Señor pronunció por medio de Elías.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 4, 2-3.4-5.7-8

Respóndeme cuando te invoco, Dios mi salvador.

Respóndeme cuando te invoco, Dios mi salvador; tú, que en la angustia me diste alivio, ten piedad de mí y escucha mi oración. Y ustedes, ¿hasta cuando ofenderán mi honor? ¿Hasta cuándo amarán la vanidad y buscarán la mentira?
Respóndeme cuando te invoco, Dios mi salvador.

Sepan que el Señor me ha mostrado su amor. El Señor me escucha cuando lo invoco. ¡Tiemblen y no pequen más, reflexionen en su lecho y guarden silencio!
Respóndeme cuando te invoco, Dios mi salvador.

Hay muchos que dicen: "¿Quién nos mostrará la felicidad?" Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, pues tú, Señor, me das más alegría, que si tuviera trigo y vino en abundancia.
Respóndeme cuando te invoco, Dios mi salvador.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, Aleluya.
Que brille su luz delante de los hombres, dice el Señor, para que viendo sus buenas obras, den gloria a su Padre que está en los cielos.
Aleluya.

Evangelio

Ustedes son la luz del mundo

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 13-16

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
"Ustedes son la sal de la tierra; pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se salará? Ya no sirve para nada, sino para tirarla fuera y que la pisen los hombres.
Ustedes son la luz del mundo.
No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de una montaña. Tampoco se enciende una lámpara de aceite para cubrirla con una vasija de barro; sino que se pone sobre el candelero para que alumbre
a todos los que están en la casa.
Brille su luz delante de los hombres de modo que, al ver sus buenas obras, den gloria a su Padre que está en los cielos".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración sobre las Ofrendas

Que este pan y este vino que tú mismo nos das para ofrecértelos, nos ayuden, Señor, convertidos en el Cuerpo y Sangre de tu Hijo, a conseguir el premio de la felicidad eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

Jesús, buen samaritano

En verdad es justo darte gracias, y deber nuestro alabarte, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, en todos los momentos y circunstancias de la vida, en la salud y en la enfermedad, en el sufrimiento y en el gozo, por tu siervo, Jesús, nuestro Redentor.
Porque él, en su vida terrena, pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal.
También hoy, como buen samaritano, se acerca a todo hombre que sufre en su cuerpo o en su espíritu, y cura sus heridas con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza.
Por este don de tu gracia, incluso cuando nos vemos sumergidos en la noche del dolor,
vislumbramos la luz pascual en tu Hijo, muerto y resucitado.
Por eso,
unidos a los ángeles y a los santos, cantamos a una voz el himno de tu gloria:

Antífona de la Comunión

Cantaré al Señor por el bien que me ha hecho, entonaré un himno de alabanza al Dios altísimo.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Te pedimos, Padre misericordioso, que por este sacramento con que ahora nos fortaleces, nos hagas algún día participar de la vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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Meditación diaria

 

10ª semana. Martes

LA SAL DESVIRTUADA

— La tibieza.

— La verdadera piedad, los sentimientos y la aridez espiritual.

— Hemos de ser sal de la tierra. Necesidad de la vida interior.

I. El Señor dice a sus discípulos que son la sal de la tierra1; realizan en el mundo lo que la sal en los alimentos: los preserva de la corrupción y los hace agradables y sabrosos al paladar. Pero la sal se puede desvirtuar o corromper. Entonces es un estorbo. Es, junto al pecado, lo más triste que le puede ocurrir a un cristiano: estar para dar luz a muchos y ser oscuridad; ser un indicador del camino y estar tirado en el suelo; estar puesto para ser fortaleza de muchos y no tener sino debilidad.

La tibieza es una enfermedad del alma que afecta a la inteligencia y a la voluntad, y deja al cristiano sin fuerza apostólica y con una interioridad triste y empobrecida. Comienza esta enfermedad por una voluntad debilitada, a causa de frecuentes faltas y dejaciones culpables; entonces, la inteligencia no ve con claridad a Cristo en el horizonte de su vida: queda lejano por tanto descuido en detalles de amor. La vida interior va sufriendo un cambio profundo: no tiene ya como centro a Jesucristo; las prácticas de piedad quedan vacías de contenido, sin alma y sin amor. Se hacen por rutina o costumbre, no por amor.

En este estado se pierde la prontitud y la alegría en lo que a Dios se refiere, que son características de un alma enamorada. Un cristiano tibio "está de vuelta", es un "alma cansada" en el empeño por mejorar; Cristo está desdibujado en el horizonte de su vida. El alma ve al Señor, en todo caso, como una figura lejana, inconcreta, de rasgos poco definidos, quizá indiferente; y ya no realiza las afirmaciones de generosidad de otros tiempos: se conforma con menos2.

Santo Tomás señala como característico de este estado "una cierta tristeza, por la que el hombre se vuelve tardo para realizar actos espirituales a causa del esfuerzo que comportan"3. Las normas de piedad y de devoción son más una carga mal soportada que un motor que empuja y ayuda a vencer las dificultades.

Son muchos los cristianos sumidos en la tibieza, existe mucha sal desvirtuada. Pensemos hoy en la oración si caminamos nosotros con la firmeza que Jesús nos pide, si cuidamos la oración como el tesoro que permite que la vida interior no se pare, si alimentamos nuestro amor. Pensemos si, ante las flaquezas y faltas de correspondencia a la gracia, nacen con prontitud los actos de contrición que reparan la brecha que había abierto el enemigo.

II. No se puede confundir el estado del alma tibia con la aridez en los actos de piedad producida a veces por el cansancio o la enfermedad, o por la pérdida del entusiasmo sensible. En estos casos, a pesar de la sequedad, la voluntad está firme en el bien. El alma sabe que se encamina directamente a Cristo, aunque esté pasando por un pedregal en el que no encuentra una sola fuente y las piedras dañan sus piernas. Pero sabe dónde está la cima, y se dirige derechamente allí, a pesar del cansancio y de la sed y del mal terreno que pisa.

En la aridez, aunque el alma no tenga ningún sentimiento y parezca trabajoso el trato con Dios, permanece la verdadera devoción, que Santo Tomás de Aquino define como la "voluntad decidida para entregarse a todo lo que pertenece al servicio de Dios"4. Esta "voluntad decidida" se vuelve débil en el estado de tibieza: tengo contra ti –dice el Señor– que has perdido el fervor de la primera caridad5, que has aflojado, que ya no me quieres como antes. La persona que mantiene con empeño la oración aun en época de aridez, de falta de sentimientos, se encuentra quizá como quien saca agua de un pozo, cubo a cubo: una jaculatoria y otra, un acto de desagravio... Es trabajoso y cuesta esfuerzo, pero saca agua. En la tibieza, por el contrario, la imaginación anda suelta, no se rechazan con empeño las distracciones voluntarias y prácticamente se abandona la oración con la excusa de que no se saca fruto de ella. Sin embargo, el verdadero trato con Dios, aun con aridez, si así el Señor lo permite, siempre está lleno de frutos, en cualquier circunstancia, si existe una voluntad recta y decidida de estar con Él.

Hemos de recordar ahora, en la presencia de Dios, que la verdadera piedad no es cuestión de sentimiento, aunque los afectos sensibles son buenos y pueden ser de gran ayuda en la oración, y en toda la vida interior, porque son parte importante de la naturaleza humana, tal como Dios la creó. Pero no deben ocupar el primer lugar en la piedad; no son la parte principal de nuestras relaciones con el Señor. El sentimiento es ayuda y nada más, porque la esencia de la piedad no es el sentimiento, sino la voluntad decidida de servir a Dios, con independencia de los estados del ánimo, ¡tan cambiante!, y de cualquier otra circunstancia. En la piedad no debemos dejarnos llevar por el sentimiento sino por la inteligencia, iluminada y ayudada por la fe. "Guiarme por el sentimiento es dar la dirección de la casa al criado y hacer abdicar al dueño. No es malo el sentimiento, sino la importancia que se le señala..."6.

La tibieza es estéril, la sal desvirtuada no vale sino para tirarla fuera y que la pisotee la gente7. Por el contrario, la aridez puede ser señal positiva de que el Señor desea purificar a ese alma.

III. Los hombres podemos ser causa de alegría o de tristeza, luz u oscuridad, fuente de paz o de inquietud, fermento que esponja o peso muerto que retrasa el camino de otros. Nuestro paso por la tierra no es indiferente: ayudamos a otros a encontrar a Cristo o los separamos de Él; enriquecemos o empobrecemos. Y nos encontramos a tantos amigos, compañeros de profesión, familiares, vecinos..., que parecen ir como ciegos detrás de los bienes materiales, que los alejan del verdadero Bien, Jesucristo. Van como perdidos. Y para que el guía de ciegos no sea también ciego8 no basta saber de oídas, por referencias; para ayudar a quienes tratamos no basta un vago y superficial conocimiento del camino. Es necesario andarlo, conocer los obstáculos... Es preciso tener vida interior, trato personal diario con Jesús, ir conociendo cada vez con más profundidad su doctrina, luchar con empeño por superar los propios defectos. El apostolado nace de un gran amor a Cristo.

Los primeros cristianos fueron verdadera sal de la tierra, y preservaron de la corrupción a personas e instituciones, a la sociedad entera. ¿Qué ha ocurrido en muchas naciones para que los cristianos den esa triste impresión de incapacidad para frenar la ola de corrupción que irrumpe contra la familia, la escuela, las instituciones...? Porque la fe sigue siendo la misma. Y Cristo vive entre nosotros como antes, y su poder sigue siendo infinito, divino. "Solo la tibieza de tantos miles, millones de cristianos, explica que podamos ofrecer al mundo el espectáculo de una cristiandad que consiente en su propio seno que se propale todo tipo de herejías y barbaridades. La tibieza quita la fuerza y la fortaleza de la fe y es amiga, en lo personal y lo colectivo, de las componendas y de los caminos cómodos"9. Existen muchas realidades, en el terreno personal y en el público, que se hacen difíciles de explicar si no tenemos en cuenta que la fe se ha dormido en muchos que tenían que estar bien despiertos, vigilantes y atentos; y el amor se ha apagado en tantos y tantos. En muchos ambientes, lo "normal cristiano" es lo tibio y mediocre. En los primeros cristianos lo "normal" era lo "heroico de cada día" y, cuando se presentaba, el martirio: la entrega de la propia vida en defensa de su fe.

Cuando el amor se enfría y la fe se adormece, la sal se desvirtúa y ya no sirve para nada, es un verdadero estorbo. ¡Qué pena si un cristiano fuera un estorbo! La tibieza es con frecuencia la causa de la ineficacia apostólica, pues entonces lo poco que se realiza se convierte en una tarea sin garbo humano ni sobrenatural, sin espíritu de sacrificio. Una fe apagada y con poco amor ni convence ni encuentra la palabra oportuna que arrastra a los demás a un trato más profundo e íntimo con Cristo.

Pidamos fervientemente al Señor esa fuerza para reaccionar. Seremos sal de la tierra si mantenemos diariamente un trato personal con el Señor, si nos acercamos cada vez con más fe y amor a la Sagrada Eucaristía. El amor ha sido, y es, el motor de la vida de los santos. Es la razón de ser de toda vida entregada a Dios. El amor da alas para superar cualquier obstáculo personal o del ambiente. El amor nos hace inconmovibles ante las contrariedades. La tibieza se detiene ante la más pequeña dificultad (una carta que debemos escribir, una llamada, una visita, una conversación, la carencia de algunos medios...): hace una montaña de un grano de arena. El amor de Dios, por el contrario, hace un grano de arena de una montaña, transforma el alma, le da nuevas luces y le abre horizontes nuevos, la hace capaz de más altos empeños y de capacidades desconocidas. El amor no regatea esfuerzos, ni le falta la alegría al llevarlos a cabo.

Al terminar nuestra meditación, acudamos confiadamente a la Santísima Virgen, modelo perfecto de la correspondencia amorosa a la vocación cristiana, para que aparte eficazmente de nuestra alma toda sombra de tibieza. Y le pedimos también a los Ángeles Custodios que nos hagan ser diligentes en el servicio de Dios.

1 Mt 5, 13. — 2 Cfr. F. Fernández Carvajal, La tibieza, Palabra, 12ª ed., Madrid 2001, 3 Santo Tomás, Suma Teológica, 1, q. 63, a. 2. — 4 Santo Tomás, o. c., 2-2, q. 82, a. 1. — 5 Apoc 2, 4. — 6 J. Tissot, La vida interior, p. 100. — 7 Mt 5, 13. — 8 Cfr. Mt 15, 14. — 9 P. Rodríguez, Fe y vida de fe, p. 142.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

Venerable Mateo Talbot

+ 7 de junio, 1925


SU VIDA

Muy joven todavía, un obrero auxiliar de Dublín, llamado Mateo (Matt) Talbot, empezó a beber y parecía que pronto sería una víctima más del alcoholismo. Aunque todas las mañanas, al despertarse de su borrachera, sentía una infinita vergüenza ante Dios y ante el mundo por su falta de carácter, y aunque su madre le rogaba casi de rodillas que cambiase su vida, todos los días de pago olvidaba sus promesas y buenas intenciones, llegando a vender cuanto llevaba encima para satisfacer su vicio. No era ninguna pena o sufrimiento especial lo que lo impulsaba hacia la cantina, sino una absoluta carencia de voluntad y responsabilidad.

A pesar de su pobreza era un muchacho alegre que mantenía en alto su fe y, cuando no estaba bebido, sus padres no tenían por qué avergonzarse de él.

Repentinamente, cuando ya había cumplido 24 años de edad y se le notaban los signos inconfundibles del bebedor, arrojó un día el vaso con licor por la ventana y juró que no volvería a beber ni una gota de alcohol. Jamás confió a nadie la causa de esta repentina decisión; se llevó el secreto a la tumba. Las causas de su transformación, aparentemente, no fueron ni un sentimiento de hastío o repugnancia, ni el temor natural a la ruina corporal, sino más bien se originó por un profundo movimiento de la gracia de Dios, una gracia que aún no se apagaba en su alma.

Ante un sacerdote juró Matt Talbot renunciar en lo futuro al alcohol. No se fió de sus propias fuerzas, sino que, con la bendición de la Iglesia, con la fuerza del Señor, quiso emprender la lucha contra sus malas inclinaciones y resistió con heroísmo. Sin hacer caso a las burlas de los compañeros, dejaba pasar la botella si se la presentaban. Sin embargo, esa renuncia de ninguna manera le pareció una penitencia suficiente para expiar el pecado que lo había dominado durante diez largos años.

Dejó de fumar, prescindió de la comida completa del mediodía y vivía rigurosamente, como un ermitaño. Se conformaba con pocas horas de sueño después de sus diez horas de trabajo. Al estilo de los penitentes medievales, llevaba una cadena bajo la ropa de trabajo. Su jornada comenzaba a las dos de la madrugada. De rodillas rezaba hasta que las campanas llamaban a misa; después de escucharla se presentaba entre los primeros a la obra. A la hora del almuerzo se retiraba a una choza para proseguir sus rezos sin que lo vieran. Durante muchas noches cuidaba a algún amigo enfermo o leía libros religiosos.

Todo lo que logró ahorrar de su escaso salario se lo pasó a cuatro seminaristas de la misión en China, para sus estudios.

Nadie sabía de sus penitencias y de sus sacrificios voluntarios. Durante cuarenta años sólo fue uno más en la fila gris de los obreros que, al amanecer, marchaban por las calles de Dublín rumbo a su pesado trabajo, para regresar agotados al anochecer. El 7de junio de 1925 Matt Talbot, ya de 70 años, cayó desmayado en plena calle. Murió allí mismo, antes de que una mano solícita lo pudiese ayudar. A raíz de su muerte se manifestó la santidad oculta de este hombre sencillo, que había comprendido la palabra del Señor: "... el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan (Mt. 11,12)".

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Fuente: Archidiócesis de Madrid
Isaac y compañeros, Mártires Mártires, Junio 7  

Isaac y compañeros, Mártires

Mártires

En la ciudad los moros están cansados de matar; los cristianos que conviven allí están cansados también de aguantar insolencias y de sufrir humillaciones con peligro. Bastantes han preferido la salida y se han instalado en los alrededores, ocupando las cuevas de la montaña donde viven como ermitaños. Son más de los que se esperaba; casi se puede decir que han formado un cinturón cercando la ciudad de los emires. Con frecuencia reciben la visita de Eulogio que les conforta con la palabra clara, fuerte y enérgica que deja en sus almas regustos de mayor entrega a Dios, mezclada con deseos de fidelidad a la fe cristiana y a los derechos de la patria.

Gran parte de ellos avivan en el alma deseos sinceros de perfección. Pasan el día y la noche repitiendo las costumbres ascéticas de los antiguos anacoretas entre la meditación y la alabanza. Las numerosas ermitas de la montaña forman un gran monasterio que sigue la Regla de los antiguos y pasados reformadores visigóticos Leandro, Isidoro, Fructuoso y Valerio quienes muy probablemente recopilaron, adaptándolas, las primeras reglas cenobíticas de los orientales recogidas por Pacomio, Casiano, Agustín y Benito. El más importante es el Tabanense.

Estalló la tormenta con el martirio del sacerdote cordobés Perfecto que fue arrastrado al tribunal, condenado y degollado.

Hay revuelo en la ciudad y protesta e indignación en el campo. Ha nacido un sentimiento por mucho tiempo tapado; muchos, llenos de ánimo, se lanzan en público a maldecir al Profeta y se muestran deseosos de morir por la justicia y la verdad. El mismo Eulogio pretendió serenar los ánimos, pero de todos modos sostiene que "nadie puede detener a aquellos que van al martirio inspirados por el Espíritu Santo".

Isaac es un joven sacerdote de Tábanos, hijo de familia ilustre cordobesa; de buena educación, conocedor excelente del árabe, hábil en los negocios, servidor en la administración de Abderramán y de sus rentas. Pero amargado en la casa de su amo por la insolencia de los dominantes, por su prepotencia altanera, o quizá por escrúpulos de conciencia, decidió irse y entrar en Tábanos donde le trató Eulogio. Ahora, indignado por la persecución de los musulmanes, toma la decisión de presentarse al cadí con la intención de ridiculizar la injusticia y acabar en el martirio.

Simula querer tener razones para aceptar la religión del Profeta y las pide con ironía y sarcasmo al juez que cae en la trampa. Tan de plano rechaza ante el público reunido la mentira del Profeta, la bajeza de la vida del mahometano y la falsía de la felicidad prometida que, resaltando la verdad del Crucificado, la dignidad que pide a sus fieles y la verdad del único Cielo prometido, que, fuera de sí el improvisado y timado maestro, abofetea a Isaac, contra la ley y la usanza.

La crónica del suceso narrada por Eulogio coincide con la versión árabe relatada en las Historias de los jueces de Córdoba, de Alioxaní, por la que sabemos hasta el nombre del cadí, Said-ben Soleiman el Gafaquí, que le juzgó. Abderramán II mandó aplicar el rigor de la ley a su antiguo servidor; y para que los cristianos no pudieran hacer de su cadáver un estandarte dándole veneración, lo mantuvo dos días en la horca, lo hizo quemar y desparramar después sus cenizas por el río Guadalquivir. Fue martirizado el 7 de juno de 851.

Eso sucedió el miércoles 3 de junio. Dos días más tarde, el mártir es Sancho, un joven admirador de Eulogio, nacido cerca del Pirineo, que era un esclavo de la guardia del sultán; a éste, por ser culpado de alta traición además de impío, lo tendieron en el suelo, le metieron por su cuerpo una larga estaca, lo levantaron en el aire y así murió tras una larga agonía; esa era la muerte de los empalados.

Seis hombres que vestían con cogulla monacal se presentaron el domingo, día 7, ante el juez musulmán, diciéndole: "Nosotros repetimos lo mismo que nuestros hermanos Isaac y Sancho; mucho nos pesa de vuestra ignorancia, pero debemos deciros que sois unos ilusos, que vivís miserablemente embaucados por un hombre malvado y perverso. Dicta sentencia, imagina tormentos, echa mano de todos tus verdugos para vengar a tu profeta". Eran Pedro, un joven sacerdote y Walabonso, diácono, nacido en Niebla, ambos del monasterio de Santa María de Cuteclara; otros dos, Sabiniano y Wistremundo, pertenecían al monasterio de Armelata; Jeremías era un anciano cordobés que había sido rico en sus buenos tiempos, pero había sabido adaptar su cuerpo a los rigores de la penitencia en el monasterio de Tábanos que ayudó a construir con su fortuna personal y ya sólo le quedaba esperar el Cielo y, otro tabanense más, Habencio, murieron decapitados.

En unos días, ocho hombres fueron mártires de Cristo.

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Mártires Mozárabes

Santos Pedro presbítero, Walabonso, Sabiniano, Wistremundo, Habencio y Jeremías monjes, y mártires mozárabes  1

Se llaman mozárabes los cristianos que vivieron en tierra de musulmanes en España (711-1492) manteniendo su fe. En general, se puede decir que llevaron una vida muy difícil, y los que aquí enumeramos pagaron su fidelidad a Cristo con el martirio. También hoy son un modelo para el que quiera vivir al Evangelio fielmente.
El elenco de los santos mozárabes, que recoge el "Martyrologium Romanum" (Roma 2001), está compuesto en su mayoría por mártires, y por unos pocos confesores. Tenemos relatos de los martirios de la mayoría de ellos, escritos por contemporáneos, que los conocieron personalmente, y, que incluso compartieron la cárcel con ellos, y, posteriormente, padecieron el martirio.
Estos hombres y mujeres son mártires en el verdadero sentido de la palabra, es decir, que padecieron la muerte violenta por no renegar de su fe, y por practicar libremente el cristianismo, dando así un "testimonio" inapelable de la Resurrección de Jesucristo. Llevaron una vida santa, de oración, amor a Dios y al prójimo, sin usar la violencia, detestable para un cristiano, y recibieron la muerte que ni deseaban, ni buscaban, con una inexplicable entereza y paz del alma, haciendo el bien, y no causando el mal. Fueron, en definitiva, buenos imitadores de Jesucristo, el Dios único, que se hizo Hombre y bajó a la tierra para salvarnos.
(1) Cf.CONGREGATIO DE CULTU DIVINO ET DISCIPLINA SACRAMENTORUM "Martyrologium Romanum" (Roma 2001).
(2) SAN EULOGIO, "Memorial de los santos"; "Documento martirial"; "Apologético de los mártires"; ÁLVARO DE CÓRDOBA, "Vida de Eulogio".

Oremos

Que la poderosa intercesión de los santos mártires  Pedro, Walabonso, Sabiniano, Wistremundo, Habencio y Jeremías la valentía de aceptar la muerte por el nombre de Cristo: concede también tu fuerza a nuestra debilidad para que, a ejemplo de aquellos que no dudaron en morir por ti, nosotros sepamos también ser fuertes, confesando tu nombre con nuestras vidas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
María Teresa de Soubiran, Santa Fundadora, 7 de junio  

María Teresa de Soubiran, Santa

Fundadora de la Sociedad de María Auxiliadora

La familia Soubiran pertenecía a la antigua nobleza. Sus orígenes datan por lo menos del siglo XIII, y entre sus antecesores indirectos se cuentan San Luis de Francia, San Eleazar de Sabran y su esposa la Beata Delfina, Santa Roselina de Villeneuve, Santa Isabel de Hungría y buena parte de las familias reales de Europa. En el segundo cuarto del siglo XIX, el jefe de la familia Soubiran era José de Soubiran la Louviere, quien vivía en Castelnaudary, cerca de Carcasona. José se casó con Noemí de Gélis de l´Isle d´Albi. Sofía Teresa Agus tina María, segunda hija de este matrimonio, nació el 16 de mayo de 1835.

Los Soubiran mantenían las tradiciones religiosas de la familia, aunque en una forma que reflejaba más la severidad que la alegría del cristianismo. Sofía, dirigida por su tío, el canónigo Luis de Soubiran, se sintió pronto llamada a la vida religiosa. En la congregación mariana bajo la dirección del canónigo, había otras jóvenes que se sentían también llamadas por Dios. Cuando Sofía tenía diecinueve años, Don Luis determinó fundar una comunidad de "beguinas", es decir, de mujeres que viviesen en comunidad con votos temporales de castidad y obediencia. Pero Sofía no creía que ésa fuese su vocación, ya que las "beguinas" gozaban de mucha libertad y podían volver al mundo en el momento en que lo deseasen. Ella se sentía más bien inclinada a la austeridad y a la vida retirada del Carmelo. Sin embargo, al cabo de un período de vacilaciones y de solicitar consejos, decidió finalmente plegarse a los deseos de su tío. Así pues, se trasladó a Gante para estudiar el género de vida de las "beguinas" y, a su vuelta, fue nombrada superiora de la comunidad de Castelnaudary, que entonces inauguró su tío el canónigo. Estos acontecimientos tuvieron lugar entre 1854 y 1855.

En los años siguientes, la nueva fundación prosperó, aunque en una forma bastante diferente a la de los "beguinatos" belgas, ya que Sofía y sus compañeras renunciaron a sus propiedades, establecieron un orfelinato y practicaron, por regla la adoración nocturna al Santísimo Sacramento. A pesar de los progresos, fue aquélla una época tan difícil para la comunidad y su superiora, que la casa en que habitaban recibió el nombre de "el convento del sufrimiento". En 1863, la madre María Teresa, como la llamaremos en adelante, consultó acerca de su vocación a la superiora del convento de Nuestra Señora de la Caridad, en Toulouse y a algunas personas de su confianza, quienes le aconsejaron que hiciese los Ejercicios de San Ignacio. Así lo hizo bajo la dirección del famoso jesuita, P. Pablo Ginhac. Dios le manifestó entonces claramente que debía llevar adelante su propósito de fundar la congregación de María Auxilidaora, tal como lo tenía planeado. El fin de dicha congregación consistía en que sus miembros practicasen la vida religiosa en toda su plenitud y trabajasen por "la empresa más divina y más humana que existe: la salvación de las almas". Ningún trabajo debería parecer demasiado grande ni demasiado pequeño a las religiosas, sobre todo si otras congregaciones no podían o no querían tomarlo entre manos. El canónigo de Soubiran acabó por plegarse a los deseos de su sobrina. El "beguinato" no se disolvió; simplemente, en septiembre de 1864 la madre Maria Teresa y unas cuantas hermanas se mudaron al convento de la Rue des Buchers de Toulouse, que iba a ser la residencia de la nueva congregación. A partir del año siguiente, los escritos de la beata nos permiten seguir de cerca su evolución interior hasta su muerte, ocurrida un cuarto de siglo más tarde.

Las nuevas religiosas siguieron dedicándose al cuidado de los huérfanos y a la instrucción de los niños pobres e inauguraron en Toulouse la primera casa de huéspedes para jóvenes trabajadoras a la que se dio el nombre de Maison de famille, porque era un verdadero hogar para las jóvenes que no lo tenían o que vivían lejos del suyo. Las auxiliadoras practicaban diariamente la adoración nocturna, en tanto que las "beguinas" sólo lo hacían una vez al mes. La madre Teresa calcó las constituciones de su congregación sobre las de la Compañía de Jesús. El P. Ginhac, que tomó parte muy activa en la nueva fundación se encargó de revisar las constituciones. En 1867, el arzobispo de Toulouse aprobó a las auxiliadoras y la Santa Sede publicó, en 1868, un breve laudatorio. En 1869, se inauguraron los conventos de Amiens y de Lyon, en los cuales las religiosas siguieron consagrándose al cuidado de las jóvenes trabajadoras. Durante la guerra franco-prusiana, las religiosas de los tres conventos se refugiaron primero en Southwark y después, en Brompton, donde los padres oratorianos las ayudaron mucho. Más tarde, establecieron una "casa de familia" en Kenington. Tal fue la primera fundación inglesa de las auxiliadoras.

En 1868, ingresó en la congregación una novicia que tres años después fue elegida por voto casi unánime del capítulo, consejera y asistenta de la madre general. Se trataba de la madre Maria Francisca, una mujer muy hábil e inteligente, cinco años mayor que la madre María Teresa de Soubiran. A la vuelta de Inglaterra, la madre María Francisca presentó un proyecto sobre el desarrollo de la congregación; con "el brillo de sus discursos, la fuerza y claridad de sus argumentos, la precisión de sus juicios, su tacto, su habilidad el manejo de los negocios y su fe ardiente y avasalladora", consiguió que el plan fuese aprobado. La cita anterior procede de los escritos de la beata María Teresa y muestra claramente la influencia que ejercía sobre ella su asistenta. Desgraciadamente, la beata no se dio cuenta durante mucho tiempo de que la madre María Francisca era "dominadora, inestable y ambiciosa", como el tiempo había de probar. El hecho fue que la congregación se desarrolló demasiado rápidamente y se abrieron nuevas casas sin recursos suficientes. A principios de 1874, la madre María Francisca declaró que la situación económica de congregación era desesperada. (Actualmente sabemos que tal juicio era exagerado).

Al principio, la madre María Francisca se echó a sí misma la culpa; pero pronto empezó a atacar a la madre María Teresa, acusándola de ser orgullosa, débil, vacilante y de poco espíritu religioso. Al poco tiempo, empezó a correr por todos los conventos de la congregación el rumor de que el mal estado de cosas se debía a la fundadora. La madre María Teresa recordó entonces que m poco antes le había parecido que el Señor le decía: "Tu misión ha terminado dentro de poco, no habrá sitio para ti en tu congregación. Pero mi poder mi bondad estarán contigo." Ella había respondido: "Amén". Desde entona estuvo dispuesta a repetir nuevamente su "amén", pero antes quiso consultar al P. Ginhac. Este quedó un tanto desconcertado e, inmediatamente, mandó llamar a la madre María Francisca, quien le expuso a su modo la situación. Entonces, el siervo de Dios aconsejó a la madre María Teresa que renunciase. Su consejera fue nombrada superiora general.

La casa madre de la congregación era entonces la de Bourges. La nueva superiora general no quiso que su predecesora retornase ni residiese en ninguno de los conventos de la congregación. Así pues, la madre María Teresa se retiró al convento de las Hermanas de la Caridad de Clermont, so pretexto de descansar algunas semanas. El descanso se prolongó siete meses -"siete meses de angustia"-, en tanto que la madre María Francisca determinaba su destino. No hay para qué narrar en detalle las desagradables medidas que la madre María Francisca tomó para evitar que la madre María Teresa reconquistase su antigua influencia y su autoridad. Baste con decir que esas medidas culminaron con la expulsión de la fundadora de la congregación. La beata tuvo que abandonar d convento de Clermont y el hábito religioso en septiembre de aquel año. A fines de 1874, la madre María Teresa, fundadora de la Compañía de María Auxiliadora, volvió a ser simplemente Sofía de Soubiran la Louviere.

Sofía estuvo veinte años en el convento y tuvo que empezar una nueva vida, una prueba muy dura para las personas que no viven "en el mundo", En vano solicitó ser admitida en la congregación de la Visitación y en la orden del Carmelo, "su primer amor". Entonces, pidió su admisión entre sus antiguas amigas del convento de Nuestra Señora de la Caridad en Toulouse, quienes se dedicaban a rescatar mujeres perdidas. Aquellas religiosas no le cerraron las puertas y comprendieron su deseo de ingresar más bien en el convento de París. Después de ciertas dilaciones debidas a algunas dificultades canónicas y a una enfermedad que casi costó la vida a la beata, ésta hizo finalmente la profesión en 1877, a los cuarenta y dos años de edad. Su diario muestra que entró entonces en un período de gran serenidad espiritual y que el poder y la bondad del Señor estaban con ella. El P. Hamon, su director espiritual, escribió: "La abnegación de la madre de Soubiran era tan extraordinaria, que consiguió olvidar completamente a su antigua familia religiosa, confiándola enteramente en manos de la providencia; en esa forma obligó al Divino Pastor a mirar por sus hijas huérfanas. La generosidad de ese sacrificio rayaba, a mi modo de ver, en el heroísmo."

En todo caso, la madre María Francisca no permitía ningún trato, epistolar ni personal, entre sus religiosas y la fundadora de la congregación. Sin embargo, al cabo de ocho años, el contacto se restableció de un modo dramático. La madre María Francisca despidió también de la congregación a la madre María Javier, hermana de la fundadora, pues temía que su presencia conservase vivo el recuerdo de la madre María Teresa. La madre María Javier ingresó también en el convento de Nuestra Señora de la Caridad de París y dio a su hermana noticias muy tristes sobre el estado de la congregación de María Auxiliadora. La madre María Teresa escribió por entonces: "Ahora sí que estoy segura de que esa pequeña compañía que Dios quiere tanto, sobre la cual ha velado tan amorosamente y en la cual había tantas almas fervorosas y verdaderamente virtuosas, estoy segura, digo, de que esa compañía está moralmente muerta, o sea que su fin, su forma y sus métodos han cesado de existir. Acepto amorosamente los planes de Dios, pues soy nada ante su santa e incomprensible voluntad." La Beata María Teresa había contraído la tuberculosis. La larga enfermedad la obligó a pasar en la enfermería los últimos siete meses de su vida. Murió el 7 de junio de 1889, al murmurar estas palabras: "Ven, Señor Jesús". Trató de hacer la señal de la cruz, pero no llegó a signarse. Fue sepultada en el cementerio de Montparnase, en la cripta del convento de Nuestra Señora de la Caridad. Actualmente, sus reliquias se hallan en la casa madre de las auxiliadoras en París. La madre María Teresa de Soubiran fue beatificada en 1946. La síntesis de su espíritu queda expresada en las palabras que escribió en una carta, poco después de su expulsión de la congregación de María Auxiliadora "Como podéis imaginaros, todo ello me ha hecho sufrir enormemente Dios es capaz de medir la intensidad y la profundidad de mi dolor y sabe hasta qué punto esa pena se ha convertido en una fuente de fe, esperanza y caridad. La gran verdad de que Dios es todo y el resto nada se va convirtiendo en la vida de mi alma y, sobre esa verdad me puedo apoyar seguridad, en medio de los incomprensibles misterios de este mundo. Es éste un bien superior a todos los bienes de la tierra, porque en el amor omnipotente podemos confiar durante la vida y por toda la eternidad. No sé si hubiese podido aprender esa gran lección sin pasar por tantas angustias; no lo creo. El tiempo pasa y pasa de prisa; pronto veremos la razón de tantas cosas que sorprenden y desconciertan a nuestra inteligencia débil y miope." La fiesta de la beata se celebra el 20 de octubre.

Dado que la fundación forma parte de la vida de un fundador, añadiremos unas palabras sobre la historia de la congregación que fundó la madre Soubiran. La beata había predicho que las cosas iban a cambiar totalmente en la compañía de María Auxiliadora, uno o dos años después de su muerte. Su profecía se verificó. La congregación estaba muy descontenta del gobierno de la madre María Francisca, y varias casas habían sido clausura das. A par 1884, la inestabilidad administrativa se hizo intolerable. Por ejemplo, en menos de cinco años, la sede del noviciado cambió siete veces. La crisis estalló 1889, cuando el capítulo general se negó a ratificar los nuevos cambios que la superiora proyectaba. El 13 de febrero de 1890, exactamente dieciséis después de la expulsión de la fundadora, la madre María Francisca dejó ser superiora y salió de la congregación.

El cardenal Richard, arzobispo de París, nombró a la madre Maria Isabel de Luppé superiora general. Bajo su gobierno, se hizo luz acerca de la verdadera historia de la fundadora, la madre María Javier ingresó nuevamente en la congregación y la compañía de María Auxiliadora recobró su forma original y empezó a adquirir las características que le han merecido el sitio tan distinguido que ocupa actualmente en la Iglesia.

Este corto artículo basta para probar que la historia de la Beata M Teresa de Soubiran fue realmente extraordinaria(1). Lo mismo puede decirse sobre la vida de la madre María Francisca, por más que no tenga cabida en una vida de santos. Nos limitaremos simplemente a observar que murió en 1921, cuando la causa de beatificación de la madre María Teresa ya estaba introducida. Después de la muerte de María Francisca, se descubrió que era casada y que para entrar en la congregación de María Auxiliadora había abandonado a su esposo. Como su marido vivía aún y ella lo sabía, María Francisca no pudo hacer votos válidos, de suerte que su generalato fue también inválido y, por consiguiente, todos sus actos fueron nulos. Por la misma razón, la madre María Teresa no dejó nunca de pertenecer, canónicamente, a la congregación que había fundado. Nada sabemos acerca de los últimos treinta años de la vida de María Francisca; según parece, poseía una fortuna personal y vivió sola en París.

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Fuente: www.huerto.yocreo.com
Antonio María Gianelli, Santo Obispo y Fundador, Junio 7  

Antonio María Gianelli, Santo

Obispo y
Fundador de la Congregación de las Hijas de María Santísima del Huerto

Antonio Gianelli nace en tierra Ligur, en Cereta, pequeña fracción de Carro, en una famila pobrísima que cultiva tierras arrendadas. En la escuela para niños fundada por el Párroco de Castello, realiza sus primeros estudios.

Hasta los 18 años distribuye su tiempo entre el estudio, la oración, el catecismo, el servicio de a las familias labriegas y las obras de caridad.

Una acaudalada genovesa propietaria de los terrenos que sus padres cultivaban, le facilita la entrada al Seminario de Génova, Continúa con éxito sus estudios, pero sobre todo cultiva la piedad y la mortificación.

En 1813, después de haber recibido la ordenación sacerdotal, es destinado como ayudante del Abad de la Iglesia de S. Mateo en Génova, donde permanece por dos años.

En Cáracari, Diócesis de Acqui se desempeña como profesor modelo, en el Colegio de los Escolapios durante el curso escolar 1815-1816.

Conocido y apreciado por el Cardenal Spina es llamado al año siguiente al Seminario de Génova y se le confía la Cátedra de Retórica, que Gianelli ejerce por 10 años. Años plenos de intenso trabajo y responsabilidad al servicio de futuros sacerdotes de los que quiere: "Sean doctos, sí, pero por sobre todo santos".

Al quedar vacante, en 1826, la colegiala de S. Juan Bautista en Chiavari, el nuevo Arzobispo de Génova, Mons. Luis Lambruschini escribe a los Chiavareses: "Os envío la más bella flor de mi jardín". Y vuelto a Gianelli: "haga de cuenta que emprende una misión, no de pocos días, sino de 10 o 12 años..."

¿Fue una profecía? Estos 12 años de intensa actividad apostólica sacerdotal son, al mismo tiempo, escuela de ascética y pastoral, que preparan a Gianelli para una más difícil y sublime misión.

Antonio Gianelli atento al hombre era profundamente sensible a la promoción humana. Atento a la realidad histórica delmomento desde su llegada a Chiávari, favorece las obras sociales que en aquel momento son útiles y necesarias.

Se inscribe en la Sociedad Económica fundada en Chiávari en 1791 por el Patricio Esteban Rivarola para el desarrollo de las artes, de la industria, de la agricultura y del comercio y toma a pecho la vida y las iniciativas de esta Sociedad. el promotor quiere unir una Institución, particularmente benéfica para Chiávari: el Hospicio de Caridad y Trabajo cuyo objeto era ya, acoger a las huérfanas de la ciudad de Gianelli, durante su permanencia en Chiávari, formaba parte del Gobierno del Hospicio que era regido por un Consejo constituido por miembros de la misma sociedad.

Naturalmente como Párroco, sacerdote y padre de la gran familia chiavarense debía ocuparse y preocuparse más que los otros de las internas del Instituto.

tenía un lugar especial para la dirección del Hospicio, la cual era ejercida por turno, por señoras, generalmente viudas. Él, en verdad se daba cuenta que era necesario resolver radicalmente ese problema ya que se deseaba una sólida formación cristiana y Cívica para las niñas del Hospicio. Pensó confiar la dirección del Instituto a miembros de una Congregación religiosa, pero las precarias condiciones económicas, impidieron la actuación del proyecto.

El Instituto de las Hijas de María Santísima del Huerto nació por un impulso interior, un acto de amor intenso, brotó del corazón de Gianelli del amor apasionado que intuía las necesidades de los hijos de su Parroquia sin que se las manifestaran.

La caridad de Gianelli, a imitación de Cristo es vigilante, atenta, pronta a captar y comprender, a descubrir nuevas necesidades, a encontrar las soluciones del caso. Caridad evangélica, abierta a todos, siempre alerta superando el cansancio y la ingratitud. El Instituto nació para ser orfanatorio de Chiávari bajo el impulso del Espíritu Santo se extendió en toda la liguria, asumiendo otros servicios de caridad. Una síntesis de la amplitud de nuevas formas de servicio y de la rápida expansión del Instituto la da el mismo Gianellien la alocución que dirige al pueblo de Chiávari el 3 de abril de 1837 con ocasión de la bendición de la Piedra Fundamental del Conservatorio (Casa Madre del Instituto).

Después de 8 años de sufrida pero entusiasmante experiencia, Gianelli presenta su Institución como una respuesta a las urgencias religiosas y humanas de la ciudad de Chiávari, de la Liguria, de toda Italia, del mundo, porque con su Instituto abraza en su amor de Pastor, casi todas las necesidades del hombre en la Iglesia Universal.

El párroco, escribe Gianelli, es el padre de una gran familia es, sobre todo, el padre de los pobres que debe pensar aún en sus necesidades materiales. Todo en vista al gran fin: la santificación. "Vosotros que me véis aquí, entregado a una obra lisonjera, costosa, difícil, qué concepto tendréis de vuestro Pastor? Qué pensarán los pobres de este su Padre? También con esta empresa miro a una gran finalidad de mi ministerio. Nada hay en ella que no esté totalmente realizado para vosotros. todo a favor del Evangelio; todo amadísimos, para vuestra santificación". Gianelli relata a los Chiavareses la historia de los primeros 8 años de la vida de la Congregación. Es una evaluación que hace con su pueblo de la obra y espíritu de sus Hijas de María Santísima del Huerto.

En la Catedral de San Lorenzo, en Génova, Antonio María es consagrado Obispo el 6 de mayo de 1838 por S. Excia. el Cardenal Tadini. Aquella tarde un amigo suyo, rector del Seminario de Génova, confiaba a sus seminaristas: "Hoy he asistido a la consagración episcopal de un santo".

El 8 de julio, Monseñor Gianelli inicia su ministerio de Padre de la Fe en la Diócesis de Bobbio.

Consumido por las fatigas apostólicas vive pocos años y el 7 de junio de 1846 muere en Placencia.

La Iglesia lo cuenta entre sus Santos desde el 21 de octubre de 1951 en el pontificado de S.S. Pío XII.

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Fuente: Enciclopedia Católica | ACI Prensa
Roberto de Newminster, Santo Abad cisterciense, Junio 7  

Roberto de Newminster, Santo

Nació en el distrito de Craven (Yorkshire), probablemente en el pueblo de Gargrave; murió el 7 de junio de 1159.

Estudió en la Universidad de París, donde se dice que compuso un comentario a los Salmos; se hizo cura de Gargrave y luego benedictino en Whitby, desde donde se unió, con el permiso del abad, a los fundadores del monasterio cisterciense de Fountains.

Alrededor de 1138, encabezó la primer colonia mandada desde Fountains y estableció la abadía de Newminster, cerca del castillo de Ralph de Merlay, en Morpeth (Northumberland). En el tiempo que fue abad, se mandaron tres colonias de monjes y se fundaron monasterios: Pipewell (1143), Roche (1147) y Sawley (1148).

La vida de Capgrave nos dice que sus propios monjes lo acusaron de mala conducta y que viajó al extranjero (1147-48) para defenderse ante san Bernardo; mas se duda de la veracidad de esta historia, que pudo haber surgido de un deseo de asociar personalmente al santo inglés con el máximo de los cistercienses.

Su tumba en la iglesia de Newminster se convirtió en objeto de peregrinaje.

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Fuente: Carmelnet.org
Ana de San Bartolomé, Beata Carmelita Descalza, Junio 7  

Ana de San Bartolomé, Beata

Nació el 10.10.1549 en Almendral (Avila), de familia pobre en bienes materiales, pero muy buenos cristianos.

Ingresó en el Carmelo de San José de Avila en 1570. Fue la primera lega de la Reforma de Santa Teresa. Desde un principio fue muy querida de la Santa Doctora, en cuyas manos hizo sus votos el 15.8.1572.

Por obra de Dios, méritos de Santa Teresa y obediencia de esta beata, ascendió de simple hermana conversa y analfabeta a la secretaria muy particular de la doctora mística.

Así llegó a ser discípula predilecta y heredera aventajada del espíritu de Teresa, como del gran vidente Elías lo fue el profeta Eliseo. Tal rezan los procesos de la causa de la beata Ana.

En funciones de secretaria acompañó a Santa Teresa en sus correrías fundacionales. Y la Santa, reconociendo la valía de su prestación personal y su extraordinaria santidad, llegó a decirle:

"Ana, Ana, tú tIenes las obras, yo tengo la fama".

Aprendió a escribir de modo milagroso.

Descolló siempre por su extraordinaria caridad, tanto para con Dios como para con el prójimo.

En su autobiografía se lee que deseaba con ansias morir de amor y suspiraba por esta dicha. Suya es la frase: "¡Ay, como me pesa este cuerpo!. Y estoy cansada de cuidarle, todo mí deseo sería ver rotas estas cadenas!"

Muerta Santa Teresa, pasó a Francia, donde fundó varios conventos, dando maravillosos ejem-píos de todas las virtudes. En su Autobiografía, escrita por obediencia, nos dejó constancia de las muchas gracias místicas que gozó durante su vida, como fruto de su gran amor a la Humanidad de Jesús y al Misterio de la Sma. Trinidad.

Murió en 1622 y fue beatificada en 1917 por el Papa Benedicto XV.

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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