viernes, 17 de junio de 2016

Domingo por la Santísima Trinidad. 19/06/2016. Excepto causa grave, no asistir a Misa dominical es pecado GRAVE (CIC 2042, 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). Precepto (desde los 7 años): Misa ENTERA. Víspera del Domingo comienza

JA

JMJ

Pax

Tú eres el Mesías de Dios

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 9, 18-24

Gloria a ti, Señor.

Un día en que Jesús, acompañado de sus discípulos, había ido a un lugar solitario para orar, les preguntó:

"¿Quién dice la gente que soy yo?"

Ellos contestaron:

"Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros que Elías, y otros que alguno de los antiguos profetas que ha resucitado".

El les preguntó:

"Y ustedes, ¿quien dicen que soy yo?"

Respondió Pedro:

"El Mesías de Dios".

Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie. Después les dijo:

"Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y resucite al tercer día".

Luego, dirigiéndose a la multitud, dijo:

"Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga; pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la salvará".

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.

El Misterio de la Misa en 2 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk

El que no valora una obra de arte es porque necesita cultura: https://www.youtube.com/watch?v=mTKKaT-KaKw

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu

El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

San Leonardo, "El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc

Audio (1/5): https://www.youtube.com/watch?v=2NjKuVnxH58

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?

Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).

Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?

Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html

Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).

 

 

Misal

 

12o. Dom Ord Ciclo C

Antífona de Entrada

Firmeza es el Señor para su pueblo, defensa y salvación para sus fieles. Sálvanos, Señor, vela sobre nosotros y guíanos siempre.

Se dice "Gloria".

Oración Colecta

Oremos:

Padre misericordioso, que nunca dejas de tu mano a quienes has hecho arraigar en tu amistad, concédenos vivir siempre movidos por tu amor y un filial temor de ofenderte.

Por nuestro Señor Jesucristo...

Amén.

Primera Lectura

Mirarán al que traspasaron

Lectura del libro del profeta Zacarías 12, 10-11; 13, 1

Esto dice el Señor:

"Derramaré sobre la descendencia de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de piedad y de compasión. Ellos volverán sus ojos hacia mí, a quien traspasaron con la lanza; harán duelo como se hace duelo por el hijo único, y llorarán por él amargamente como se llora por la muerte del primogénito.

En ese día será grande el llanto en Jerusalén, como el llanto en la aldea de Hadad-Rimón, en el valle de Meguido.

En aquel día, brotará una fuente para la casa de David y los habitantes de Jerusalén que los purificará de sus pecados e inmundicias".

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 62

Señor, mi alma tiene sed de ti.

Señor, tú eres mi Dios, a ti te busco; de ti sedienta está mi alma. Señor, todo mi ser te añora como el suelo reseco añora el agua.

Señor, mi alma tiene sed de ti.

Para admirar tu gloria y tu poder, con este afán te busco en tu santuario, pues mejor es tu amor que la existencia; siempre, Señor, te alabarán mis labios.

Señor, mi alma tiene sed de ti.

Podré así bendecirte mientras viva y levantar en oración mis manos. De lo mejor se saciará mi alma . Te alabaré con jubilosos labios.

Señor, mi alma tiene sed de ti.

Segunda Lectura

Cuantos han sido bautizados en Cristo, se han revestido de Cristo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 3, 26-29

Hermanos: Todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús, pues cuantos han sido incorporados a Cristo por medio del bautismo, se han revestido de Cristo. Ya no existe diferencia entre judíos y no judíos, entre esclavos y libres, entre varón y mujer, porque todos ustedes son uno, en Cristo Jesús.

Y si ustedes son de Cristo, son, también, descendientes de Abrahán, y la herencia que Dios

le prometió les corresponde a ustedes.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.

Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor; yo las conozco y ellas me siguen.

Aleluya

Evangelio

Tú eres el Mesías de Dios

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 9, 18-24

Gloria a ti, Señor.

Un día en que Jesús, acompañado de sus discípulos, había ido a un lugar solitario para orar, les preguntó:

"¿Quién dice la gente que soy yo?"

Ellos contestaron:

"Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros que Elías, y otros que alguno de los antiguos profetas que ha resucitado".

El les preguntó:

"Y ustedes, ¿quien dicen que soy yo?"

Respondió Pedro:

"El Mesías de Dios".

Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie. Después les dijo:

"Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y resucite al tercer día".

Luego, dirigiéndose a la multitud, dijo:

"Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga; pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la salvará".

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Se dice "Credo".

Oración de los Fieles

Celebrante:

Elevemos, hermanos y hermanas, nuestros ojos al Señor, y esperemos confiados su ayuda salvífica:

Respondemos a cada petición: Señor, ten piedad.

Por el santo Padre, el Papa, por nuestros obispos y por todos los sacerdotes y diáconos de Jesucristo, roguemos al Señor.

Señor, ten piedad.

Por el buen tiempo, por el fruto de las investigaciones de los estudiosos y por la prosperidad del trabajo de todos, roguemos al Señor.

Señor, ten piedad.

Por las vírgenes consagradas al Señor y por los religiosos que trabajan en nuestras comunidades, roguemos al Señor.

Señor, ten piedad.

Por todos los que hacen el bien en nuestras parroquias y por los que cuidan de los pobres y de los enfermos, roguemos al Señor.

Señor, ten piedad.

Celebrante:

Escucha, Padre de misericordia, las oraciones de tu pueblo y haz que seamos fieles discípulos de aquella sabiduría que reconoce como a único maestro a Cristo elevado sobre la cátedra de la cruz, para que, fieles a sus enseñanzas, aprendamos a vencer las tentaciones y el miedo que germinan en nosotros y arraigan en el mundo, y caminemos con paso decidido hacia la vida eterna por el camino de la cruz.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

Oración sobre las Ofrendas

Acepta, Señor, este sacrificio de reconciliación y alabanza que vamos a ofrecerte, a fin de que purifique nuestros corazones y podamos corresponder a tu amor con nuestro amor.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

Prefacio

Nuestra salvación por el Hijo de Dios

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque manifestaste admirablemente tu poder no sólo al socorrer nuestra débil naturaleza con la fuerza de tu divinidad, sino prever el remedio en la misma debilidad humana; y así, de lo que fue causa de nuestra ruina hiciste el principio de nuestra salvación, por Cristo, nuestro Señor.

Por él

los ángeles te cantan con júbilo eterno, y nosotros nos unimos a sus voces cantando humildemente tu alabanza:

Antífona de la Comunión

Los ojos de todos los humanos te miran, Señor, llenos de esperanza y tú das a cada uno su alimento.

Oración después de la Comunión

Oremos:

Señor, tú que nos has renovado con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, concédenos que la participación en esta Eucaristía nos ayude a obtener la plenitud de la redención.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén

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Meditación diaria

Duodécimo Domingo

Ciclo C

AMOR Y TEMOR DE DIOS

— Amor a Dios y sumisión ante su santidad infinita.

— Temor filial. Su importancia para desterrar el pecado.

— El santo temor de Dios y la Confesión.

I. Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,

mi alma está sedienta de ti;

mi carne tiene ansia de ti,

como tierra reseca, agostada, sin agua.

Mi alma está sedienta de ti,

Señor, Dios mío,

rezamos con el Salmo responsorial de la Misa1, haciendo nuestra la oración de la liturgia. Y para acercarnos más y más a nuestro Dios y Señor hemos de apoyarnos en dos fundamentos sólidos que mutuamente se unen y complementan: confianza y reverencia respetuosa; cercanía y sumisión reverencial; amor y temor. «Son los dos brazos con los cuales abrazamos a Dios»2, enseña San Bernardo. Ante Dios Padre, lleno de misericordia y de bondad, plenitud de todo bien verdadero, nos sentimos atraídos, y ante el mismo Dios, absolutamente excelso, majestuoso, elevado, nos inclinamos con la humildad del que se sabe menos que nada; a Él sometemos nuestra voluntad y tememos sus justos castigos. También en la Misa de hoy rezamos la siguiente oración: Sancti nominis tui, Domine, timorem pariter et amorem fac nos habere perpetuum... «Concédenos vivir siempre, Señor, en el amor y temor a tu santo nombre, porque jamás dejas de dirigir a quienes estableces en el sólido fundamento de tu amor»3. Amor y santo temor filial son las dos alas para levantarnos hacia Él.

La Sagrada Escritura nos enseña que el temor de Dios es el principio de la sabiduría4 y el fundamento de toda virtud, pues si no te atas fuertemente al temor de Dios, pronto será derribada tu casa5. Y Cristo mismo enseña a sus amigos que no deben temer a los que quitan la vida al cuerpo, porque después ya poco más pueden hacer.Yo os mostraré a quién habéis de temer -dice precisamente a sus más fieles seguidores, a quienes lo han dejado todo por Él-: temed al que después de la muerte tiene poder para arrojar en el Infierno. Sí, os digo: temed a éste6. Los Hechos de los Apóstoles nos narran cómo la primitiva Iglesia se extendía, se fortalecía y andaba en el temor del Señor, llena de los consuelos del Espíritu Santo7.

No debemos olvidar que el amor a Dios se hace fuerte en la medida en que estamos lejos del pecado mortal y luchamos decididamente, con empeño, contra el pecado venial deliberado. Y para mantenernos en esa lucha abierta contra todo aquello que ofende al Señor es de mucha ayuda el santo temor de Dios, temor siempre filial, de un hijo que teme causar dolor y tristeza a su Padre, pues sabe quién es su Padre, qué es el pecado y la infinita distancia en la que coloca al pecador. Por eso dice San Agustín: «Bienaventurada el alma de quien teme a Dios, pues está fuerte contra las tentaciones del diablo: Bienaventurado el hombre que persevera en el temor (Prov 28, 14) y a quien le ha sido dado tener siempre ante los ojos el temor de Dios. Quien teme al Señor se aparta del mal camino y dirige sus pasos por la senda de la virtud; el temor de Dios hace al hombre precavido y vigilante para no pecar. Donde no hay temor de Dios reina la vida disoluta»8.

El amor a Dios y el temor filial son los dos aspectos de una única actitud, que nos permite caminar con seguridad: mirando la infinita bondad de Dios, que se nos hace cercana en la Humanidad Santísima de Jesucristo, nos movemos a quererle más y más; contemplando la majestad y justicia de Dios y la propia pequeñez se despierta el temor de entristecer al Señor y de perder, por causa de los pecados personales, a quien tanto se ama. Por eso, «el temor y el amor deben ir juntos; continuad temiendo –aconseja el Cardenal Newman–, continuad amando hasta el último día de vuestra vida»9. Después de ese instante ya solo quedará el amor: La caridad perfecta echa fuera el temor10.

II. El santo temor de Dios, garantía y respaldo del verdadero amor, nos ayuda a romper definitivamente con los pecados graves, nos mueve a hacer penitencia por los pecados cometidos y nos preserva de las faltas deliberadas. «El temor a los castigos que por nuestros pecados hemos merecido nos da valor para tomar sobre nosotros los esfuerzos diarios, las renuncias y luchas sin las cuales no podemos librarnos del pecado ni unirnos plenamente a Dios. Siempre tenemos motivos para sentirnos traspasados del temor de Dios en vista de las muchas ocasiones de pecar, en vista de nuestra flaqueza, de la fuerza de las costumbres y aficiones torcidas, de la inclinación de nuestra naturaleza a dejarse llevar por los atractivos de la concupiscencia y del mundo, de las muchas faltas, descuidos y defectos que cada día cometemos»11. ¿Cómo no temer ante tanta flaqueza personal? ¿Cómo no confiar ante la inmensa bondad divina?

El temor filial aleja la afición al pecado, mantiene el alma vigilante ante una falsa y engañosa tranquilidad, pues quizá el mayor de los males sea precisamente permanecer sin inquietud en el pecado cometido, y la ligereza y superficialidad, que pueden llegar hasta la misma pérdida del sentido del pecado. Esta actitud, que vemos en gentes que parecen volver de nuevo al paganismo, es consecuencia de haber perdido el santo temor de Dios. En estas tristes circunstancias se ridiculiza, se hace trivial o se le quita importancia a la ofensa a Dios, y se consideran «naturales» las más graves aberraciones, porque se han roto las referencias entre la criatura y su Creador, de quien realmente depende en su ser y en el existir. Las deformaciones más graves de la conciencia –y, por tanto, de la orientación esencial del hombre– se derivan frecuentemente de haberse perdido esta actitud de respeto sagrado hacia Aquel que hizo todas las cosas de la nada.

El temor filial y el amor van siempre unidos. Quien no acoge en su alma el temor filial –ese deseo de agradarle e interés por no entristecerle– corre el peligro de descuidar la lucha ascética y de caer en una falsa confianza en la bondad de Dios; por el contrario, quien solo conoce el temor se cierra al amor misericordioso y grande de nuestro Padre Dios, a la sencillez, al abandono, actitudes imprescindibles para el alma que aspira a la santidad.

El comienzo del temor de Dios es un amor imperfecto, pues se basa en el temor al castigo, pero este temor puede y debe ser elevado a una actitud filial desde la que contemplamos ante todo la grandeza de Dios, su infinita majestad y nuestra condición de criaturas. «"Timor Domini sanctus". —Santo es el temor de Dios. —Temor que es veneración del hijo para su Padre, nunca temor servil, porque tu Padre-Dios no es un tirano»12. Se convierte en temor de hijo que ama sinceramente a su padre, y su amor le da fuerzas para evitar todo lo que le pueda causar dolor o separación.

III. Cuando nos acerquemos al sacramento de la Penitencia nos ayudará mucho el fomentar en nuestra alma el santo temor de Dios. Aunque para la recepción del sacramento es suficiente la atrición (dolor sobrenatural, pero imperfecto, por miedo al castigo, por la fealdad del pecado...), recibiremos muchas gracias si movemos nuestra alma a un sentimiento de temor filial, por haber ofendido a un Dios Todopoderoso, que a la vez es nuestro Padre. De esa actitud filial será más fácil pasar a la contrición, al arrepentimiento por amor, al dolor de amor. Entonces la Confesión se convierte en una fuente inmensa de gracias, un lugar donde cada vez se hace más fuerte el amor13.

La vida interior crece más delicada y profunda si consideramos aquellas verdades que nos muestran los fundamentos de este don del Espíritu Santo: la santidad de Dios y la propia miseria, nuestros diarios desfallecimientos, la total dependencia de la criatura de su Creador, la importancia que adquiere un solo pecado venial ante la santidad divina, la ingratitud que suponen las faltas de generosidad ante las exigencias de nuestra vocación...14. Sobre todo, comprenderemos más el misterio del pecado, si nos acostumbramos a considerar con frecuencia la Pasión de Nuestro Señor. Allí aprendemos a amar, y a temer cometer una sola falta venial. En la contemplación de tanto dolor como padeció Cristo por nuestros pecados, por los de cada uno en particular, se fortalece también la esperanza, se hace más firme la contrición y el empeño por rechazar toda falta deliberada.

El santo temor de Dios, unido al amor, da a la vida cristiana una particular fortaleza: nada hay que pueda atemorizarla, porque ya nada la separará de su Dios15. El alma se reafirma en la virtud de la esperanza, alejándose de una falsa tranquilidad y manteniendo un amor vigilante –Cor meum vigilat– contra el atractivo de la tentación.

Pidámosle a nuestra Madre Santa María –Refugium peccatorum– que entendamos bien lo mucho que perdemos cada vez que damos un paso fuera del camino que conduce a su Hijo Jesús, aunque sean solo faltas leves.

1 Sal 62, 2. — 2 San Bernardo, Sobre la consideración, 5, 15. — 3 Oración colecta. — 4 Sal 110, 10.  5 Eclo 27, 3-4. — 6 Lc 12, 4.— 7 Hech 9, 31. — 8 San Agustín,Sermón sobre la humildad y el temor de Dios. — 9 Card. J. H. Newman, Sermones parroquiales, Sermón 24. — 10 1 Jn 4, 18. — 11 B. Baur, La confesión frecuente, p. 153. — 12 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 435. — 13 Cfr. Juan Pablo II, Exhor. Apost. Reconciliatio et Paenitentia, 2-XII-1984, 31, III. — 14 Cfr. B. Baur, o. c., p. 156. — 15 Cfr. Rom 8, 35-39.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

 

San Romualdo

Año 1027 Fundador de los Camaldulenses, rechazado por otros monjes, pero acogido por Jesús.

 

Romualdo significa: glorioso en el mando. El que gobierna con buena fama. (Rom: buena fama Uald: gobernar).

En un siglo en el que la relajación de las costumbres era espantosa, Dios suscitó un hombre formidable que vino a propagar un modo de vivir dedicado totalmente a la oración, a la soledad y a la penitencia, San Romualdo.

San Romualdo nació en Ravena (Italia) en el año 950. Era hijo de los duques que gobernaban esa ciudad.

Educado según las costumbres mundanas, su vida fue durante varios años bastante descuidada, dejándose arrastrar hacia los placeres y siendo víctima y esclavo de sus pasiones. Sin embargo de vez en cuando experimentaba fuertes inquietudes y serios remordimientos de conciencia, a los que seguían buenos deseos de enmendarse y propósito de volverse mejor. A veces cuando se internaba de cacería en los montes, exclamaba: "Dichosos los ermitaños que se alejan del mundo a estas soledades, donde las malas costumbres y los malos ejemplos no los esclavizan".

Su padre era un hombre de mundo, muy agresivo, y un día desafió a pelear en duelo con un enemigo. Y se llevó de testigo a su hijo Romualdo. Y sucedió que el papá mató al adversario. Horrorizado ante este triste espectáculo, Romualdo huyó a la soledad de una montaña y allá se encontró con un monasterio de benedictinos, y estuvo tres años rezando y haciendo penitencia. El superior del convento no quería recibirlo de monje porque tenía miedo de las venganzas del padre del joven, el Duque de Ravena. Pero el Sr. Arzobispo hizo de intermediario y Romualdo fue admitido como un monje benedictino.

Y le sucedió entonces al joven monje que se dedicó con tan grande fervor a orar y hacer penitencia, que los demás religiosos que eran bastante relajados, se sentían muy mal comparando su vida con la de este recién llegado, que hasta se atrevía a corregirlos por su conducta algo indebida y le pidieron al superior que lo alejara del convento, porque no se sentían muy bien con él. Y entonces Romualdo se fue a vivir en la soledad de una montaña, dedicado sólo a orar, meditar y hacer penitencia.

En la soledad se encontró con un monje sumamente rudo y áspero, llamado Marino, pero éste con sus modos fuertes logró que nuestro santo hiciera muy notorios progresos en su vida de penitencia en poco tiempo. Y entre Marino y Romualdo lograron dos notables conversiones: la del Jefe civil y militar de Venecia, el Dux de Venecia (que más tarde se llamará San Pedro Urseolo) que se fue a dedicarse a la vida de oración en la soledad; y el mismo papá de Romualdo que arrepentido de su antigua vida de pecado se fue a reparar sus maldades en un convento. Este Duque de Ravena después sintió la tentación de salirse del convento y devolverse al mundo, pero su hijo fue y logró convencerlo, y así se estuvo de monje hasta su muerte.

Durante 30 años San Romualdo fue fundando en uno y otro sitio de Italia conventos donde los pecadores pudieran hacer penitencia de sus pecados, en total soledad, en silencio completo y apartado del mundo y de sus maldades.

El por su cuenta se esforzaba por llevar una vida de soledad, penitencia y silencio de manera impresionante, como penitencia por sus pecados y para obtener la conversión de los pecadores. Leía y leía vidas de santos y se esmeraba por imitarlos en aquellas cualidades y virtudes en las que más sobresalió cada uno. Comía poquísimo y dedicaba muy pocas horas al sueño. Rezaba y meditaba, hacía penitencia, día y noche.

Y entonces, cuando mayor paz podía esperar para su alma, llegaron terribles tentaciones de impureza. La imaginación le presentaba con toda viveza los más sensuales gozos del mundo, invitándolo a dejar esa vida de sacrificio y a dedicarse a gozar de los placeres mundanos. Luego el diablo le traía las molestas y desanimadoras tentaciones de desaliento, haciéndole ver que toda esa vida de oración, silencio y penitencia, era una inutilidad que de nada le iba a servir. Por la noche, con imágenes feas y espantosas, el enemigo del alma se esforzaba por obtener que no se dedicara más a tan heroica vida de santificación. Pero Romualdo redoblaba sus oraciones, sus meditaciones y penitencias, hasta que al fin un día, en medio de los más horrorosos ataques diabólicos, exclamó emocionado: "Jesús misericordioso, ten compasión de mí", y al oír esto, el demonio huyó rápidamente y la paz y la tranquilidad volvieron al alma del santo.

Volvió otra vez al monasterio de Ravena (del cual lo habían echado por demasiado cumplidor) y sucedió que vino un rico a darle una gran limosna. Sabiendo Romualdo que había otros monasterios mucho más pobres que el de Ravena, fue y les repartió entre aquellos toda la limosna recibida. Eso hizo que los monjes de aquel monasterio se le declararan en contra (ya estaban cansados de verlo tan demasiado exacto en penitencias y oraciones y en silencio) y lo azotaron y lo expulsaron de allí. Pero sucedió que en esos días llegó a esa ciudad el Emperador Otón III y conociendo la gran santidad de este monje lo nombró abad, Superior de tal convento. Los otros tuvieron que obedecerle, pero a los dos años de estar de superior se dio cuenta que aquellos señores no lograrían conseguir el grado de santidad que él aspiraba obtener de sus religiosos y renunció al cargo y se fue a fundar en otro sitio.

Dios le tenía reservado un lugar para que fundara una Comunidad como él la deseaba. Un señor llamado Málduli había obsequiado una finca, en región montañosa y apartada, llamada campo de Málduli, y allí fundo el santo su nueva comunidad que se llamó "Camaldulenses", o sea, religiosos del Campo de Málduli.

En una visión vio una escalera por la cual sus discípulos subían al cielo, vestidos de blanco. Desde entonces cambió el antiguo hábito negro de sus religiosos, por un hábito blanco.

San Romualdo hizo numerosos milagros, pero se esforzaba porque se mantuviera siempre ignorado en nombre del que los había conseguido del cielo.

Un día un rico al ver que al hombre de Dios ya anciano le costaba mucho andar de pie, le obsequió un hermoso caballo, pero el santo lo cambió por un burro, diciendo que viajando en un asnillo podía imitar mejor a Nuestro Señor.

En el monasterio de la Camáldula sí obtuvo que sus religiosos observaran la vida religiosa con toda la exactitud que él siempre había deseado. Y desde el año 1012 existen monasterios Camaldulenses en diversas regiones del mundo. Observan perpetuo silencio y dedican bastantes horas del día a la oración y a la meditación. Son monasterios donde la santidad se enseña, se aprende y se practica.

San Romualdo deseaba mucho derramar su sangre por defender la religión de Cristo, y sabiendo que en Hungría mataban a los misioneros dispuso irse para allá a misionar. Pero cada vez que emprendía el viaje, se enfermaba. Entonces comprendió que la voluntad de Dios no era que se fuera por allá a buscar martirios, sino que se hiciera santo allí con sus monjes, orando, meditando, y haciendo penitencia y enseñando a otros a la santidad.

Veinte años antes el santo había profetizado la fecha de su muerte. Los últimos años frecuentemente era arrebatado a un estado tan alto de contemplación que lleno de emoción, e invadido de amor hacia Dios exclamaba: "Amado Cristo Jesús, ¡tú eres el consuelo más grande que existe para tus amigos!". Adonde quiera que llegaba se construía una celda con un altar y luego se encerraba, impidiendo la entrada allí de toda persona. Estaba dedicado a orar y a meditar.

La última noche de su existencia terrenal, fueron dos monjes a visitarlo porque se sentía muy débil. Después de un rato mandó a los dos religiosos que se retiraran y que volvieran a la madrugada a rezar con él los salmos. Ellos salieron, pero presintiendo que aquel gran santo se pudiera morir muy pronto se quedaron escondidos detrás de la puerta. Después de un rato se pusieron a escuchar atentamente y al no percibir adentro ni el más mínimo ruido ni movimiento, convencidos de lo que podía haber sucedido empujaron la puerta, encendieron la luz y encontraron el santo cadáver que yacía boca arriba, después de que su alma había volado al cielo. Era un amigo más que Cristo Jesús se llevaba a su Reino Celestial.

Todos estos datos los hemos tomado de la Biografía de San Romualdo, que escribió San Pedro Damián, otro santo de ese tiempo.

Al recordar los hechos heroicos de este gran penitente y contemplativo se sienten ganas de repetir las palabras que decía San Grignon de Monfort: "Ante estos campeones de la santidad, nosotros somos unos pollos mojados y unos burros muertos".

Sobre los "Camaldulenses", actualmente hay dos congregaciones, la de Camaldoli, integrada en la Confederación Benedictina, y la reformada de Monte Corona, fundada por el Beato Pablo Giustiniani que restauró la vida camaldulense en su forma más eremítica y austera. Estos últimos tienen monasterios en Italia, Polonia, España, Estados Unidos, Colombia y Venezuela.

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Fuente: Mercaba.org

Lamberto de Zaragoza, Santo Mártir, 19 de junio  

Lamberto de Zaragoza, Santo

Mártir

Martirologio Romano: En Zaragoza, en Hispania, España, san Lamberto, mártir ( c.s.VIII)

 

Etimológicamente: Lamberto = Aquel que es popular en su país, es de origen germánico.

 

En la noche del 13 al 14 de agosto de 1808 volaba, con horrísono estruendo, la fábrica secular del monasterio de Santa Engracia, de Zaragoza. Los franceses dejaban ese triste recuerdo al tener que levantar el sitio. Conservamos una descripción contemporánea, en la que se nos narra la pena de los zaragozanos cuando, al día siguiente, contemplaron aquel espectáculo de desolación y de horror. La voladura había arrastrado consigo la destrucción de valiosísimos elementos arqueológicos y de un archivo que nos podría ilustrar sobre muchos aspectos de la historia de la gloriosa sede cesaraugustana.

 

No obstante, aunque, como consecuencia de tan triste acontecimiento, la actual cripta de la parroquia de Santa Engracia no presente prácticamente nada de su primitiva planta ni casi de sus primeros materiales, sabemos que se trata de uno de los templos más antiguos y venerables de la cristiandad. Se construyó la cripta en época constantiniana, para recoger en ella los restos de los mártires zaragozanos. Un sarcófago del siglo IV, en el que arqueólogos y teólogos quieren ver la primera representación iconográfica del misterio de la Asunción de Nuestra Señora, es testimonio de la gran antigüedad de la cripta. En ella se conservaban, y se conservan, las cenizas de los mártires de Zaragoza, las "santas masas", junto a las de Santa Engracia y a las de San Lamberto.

 

De todos estos mártires hace mención el 16 de abril el martirologio romano. No obstante, la fiesta de San Lamberto se celebra en la diócesis de Zaragoza y en algunas otras de Aragón el día 19 de junio, impedida como está la fecha del 16 de abril por la fiesta misma de Santa Engracia. Por otra parte, en este mismo día 19 se encontraba su fiesta en alguno de los antiguos martirológios, incluido el romano, en sus primeras ediciones.

 

Esta coincidencia en una misma fecha de la conmemoración de los mártires de Zaragoza y de San Lamberto dio pie a una antigua leyenda, que, según los Bolandos. y según el unánime criterio de todos los historiadores modernos, en manera alguna puede sostenerse, falta por completo del más mínimo apoyo documental o arqueológico. Según ella San Lamberto, por los mismos días de Daciano, había sido decapitado por odio a su religión cristiana. Tomando entonces su cabeza entre las manos, había marchado al lugar en que estaban las cenizas de los mártires, y su cuerpo se había unido a ellas, conservándose únicamente la cabeza. Ni el nombre de Lamberto, de clara estirpe nórdica y desusado, por tanto, en la España romana, ni el corte de la narración, claramente inspirada en una errónea interpretación de la costumbre medieval de presentar a los mártires decapitados con su cabeza entre las manos, ni la debilidad del fundamento de dar algún martirologio su nombre el mismo día que el de los otros mártires, permiten tomar esta leyenda en serio.

 

Nos queda, pues, bien poca cosa. La existencia de un mártir llamado Lamberto. La época probable de su martirio, muy verosimilmente cuando Zaragoza gemía bajo la dominación de los moros. El dato de que ese martirio ocurrió en Zaragoza. Y la tradición, que parece tener cierto fundamento, de que se trataba de un labrador. Esto es todo.

 

El caso de San Lamberto no es único, ni mucho menos, en el martirologio. Son legión los mártires de los que sólo nos ha quedado la mención escueta de sus nombres. Y aun algunos ni eso nos han dejado. Santos hay, como los cuatro coronados, que han pasado incluso al mismo culto litúrgico universal sin que sepamos cómo se llamaban. Fenómeno este que se presta a muy provechosas reflexiones.

 

Limitar la santidad únicamente a los santos de los que se ha tenido pormenorizada noticia y cuyo martirio o heroicas virtudes constan de forma plena y con todos los trámites jurídicos, sería hacer grande injuria a la verdad que todos los días presenciamos. En el siglo XX nos consta la existencia de martirios, tras el telón de acero por ejemplo, de los que nunca llegará a saberse con exactitud qué es lo que ocurrió. Dígase lo mismo de las virtudes heroicas. ¡En cuántas diócesis y en cuántas casas religiosas se conserva viva la memoria del olor de santidad que tras sí dejaron sacerdotes, seglares o religiosos, que luego, por circunstancias a veces de orden político, en ocasiones de tipo económico, en otras ocasiones de simple descuido humano, no se llegó a recoger y plasmar jurídicamente! La Iglesia recuerda a todos ellos en la fiesta de Todos los Santos. Y conserva con cariño la mención que la Historia le ha legado de algunos desconocidos, como San Lamberto, en su universal martirologio.

 

Los modernos hagiógrafos nos explican lo sucedido en estos casos. Lamberto era un labrador santo que dio su sangre por Cristo. A los primeros destinatarios del martirologio que recogió su nombre no hacía falta decirles más. Unos le recordarían personalmente: otros habrían oído hablar de él a sus padres o amigos. La simple mención de su martirio, el día de su natalicio para el cielo, bastaba. Pero los años pasaron; las circunstancias, que antes eran tan conocidas, se fueron borrando de la memoria de los hombres, y la hermosa y edificante historia del santo labrador quedó reducida a sólo su nombre en el martirologio. Es decir, no a eso sólo, porque Lamberto gozaba ya en el cielo del premio a su heroísmo e interponía su mediación en favor de quienes, corno los labradores de las tierras de Teruel, se refugiaban bajo su glorioso patrocinio.

 

Para el cristiano, su nombre, como el de tantos otros a quienes pudiéramos llamar "santos sin historia", es fuente de gran consuelo. Lo que al tender a la santificación buscamos no es una gloria humana, efímera y frágil, como lo demuestra el caso de estos hombres que un día hicieron actos heroicos que hoy desconocemos por completo, sino una gloria mil veces más firme y duradera. Lo que hoy no sabemos lo supo y lo sigue sabiendo Dios, que es quien se lo premia. Nuestras acciones buenas, aun las mal interpretadas por los hombres que nos rodean, son bien conocidas por Dios, nuestro supremo y último Juez. Y este su definitivo juicio, y no el contingente de la Historia, es el que verdaderamente nos interesa. Nada sabe la Historia hoy de San Lamberto. Pero él goza de la visión de Dios, que con sus desconocidas acciones mereció en sus tiempos.

 

Nos quedan, en cambio, sus reliquias. Perdida la memoria de la existencia misma de la cripta de Santa Engracia, el 12 de marzo de 1389, al realizar unas obras, apareció de nuevo, y se reavivó con esta ocasión el culto de los mártires. Pero todavía recibió mayor impulso con motivo del paso del papa Adriano VI por Zaragoza. Sabido es que este papa fue elegido encontrándose en Vitoria y que desde esta ciudad emprendió su viaje hasta Tortosa, donde embarcó para ir a Roma. Forzoso le era, siguiendo el curso del Ebro, pasar por Zaragoza, y así lo hizo, visitando entonces la iglesia de las Santas Masas, o de Santa Engracia. Mostró con esta ocasión particular devoción a Lamberto, glorioso homónimo de otros santos de ese mismo nombre, muy venerados en su tierra natal de Flandes. Y tanta fue su devoción, que mandó el Papa abrir el sepulcro para tomar de él alguna reliquia Y ocurrió que, al separar una quijada del santo cuerpo, salió tanta copia de sangre, según nos cuenta el célebre historiador padre Risco, que fue necesario recibirla en una fuente de plata, y hoy se conserva una buena porción de ella en un relicario de cristal.

 

La devoción mostrada por Adriano VI y el suceso prodigioso de salir sangre fresca del cuerpo santo, acrecentó la devoción de Zaragoza hacia San Lamberto. Por eso se determinó edificar en el sitio en que San Lamberto fue martirizado un convento de la Orden de la Santísima Trinidad. Se comenzó éste el año 1522, concurriendo los zaragozanos con copiosas limosnas, Para estimularles en esta tarea expidió el Papa el 22 de junio del mismo año un breve, en el que expresa con gran ternura su devoción hacia este santo. Cuenta Adriano VI cómo se había dirigido a él el padre Juan Ferrer, de la Orden de la Santísima Trinidad, exponiéndole el propósito que tenían de edificar el convento en el sitio en que se había verificado el martirio, y en el que aún se conservaba una mata plantada por el mismo Santo. "Nos, considerando el grandísimo afecto de devoción que ya desde hace tiempo teníamos a ese Santo, y continuamos teniéndole..., concedemos las indulgencias solicitadas."

 

Concluido el convento, se trasladó a él una canilla del brazo de San Lamberto con parte de la sangre de que se ha hecho memoria. En los tiempos siguientes se mejoró todavía más su fábrica, llegando a ser, cuando el padre Risco escribe, "un convento suntuoso, que mantiene un buen número de religiosos, cuya virtud y observancia hacen resplandecer el espiritual edificio".

 

Desaparecido el convento con los tristes avatares de la desamortización, la devoción a San Lamberto se refugió únicamente en la cripta de la iglesia de Santa Engracia. La voladura del monasterio, ocurrida en 1808, respetó las reliquias de los santos. Llevadas a la Seo, pasaron después a la sacristía del Pilar y a una de las parroquias de Zaragoza, hasta que, restaurada la cripta entre los años 1813 a julio de 1819, pudieron volver a ella. La cripta no tiene ya el carácter vetusto y primitivo que un día debió de tener. No obstante, los zaragozanos, a cuya diócesis se incorporó recientemente la parroquia de Santa Engracia, que durante siglos perteneció a la de Huesca, continúan siendo fieles a la devoción a sus gloriosos mártires, a los que el 26 de abril de 1480 tomaron por patronos de la ciudad. El Concejo de ésta ejerce, a su vez, patronato sobre la misma cripta.

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Fuente: multimedios.org

Gervasio y Protasio, Santos Hermanos Mártires, Junio 19  

Gervasio y Protasio, Santos

Hermanos Gemelos

Hijos de San Vidal y Santa Valeria, estos dos hermanos, en la carne y en la fe, padecieron martirio en Milán, en el siglo I. Sus reliquias fueron halladas providencialmente por San Ambrosio, y desde entonces la Iglesia les tributa culto. — Fiesta: 19 de junio.

 

Gervasio y Protasio son dos nombres que encontramos en las letanías de los santos y en frecuentes conmemoraciones martiriales, y que corresponden a dos hermanos milaneses que vivieron en el siglo I y merecieron la palma del martirio. Todo lo que sabemos de ellos lo debemos a San Ambrosio y a San Agustín, que nos explican, en sus escritos, cómo el primero halló, hacia el año 386, las reliquias de estos dos gloriosos mártires de la primitiva iglesia milanesa.

 

Sus vidas permanecen ignoradas, porque no se han conservado testimonios de su tiempo, pero el hecho del hallazgo de sus despojos es más elocuente que todas las actas que pudiésemos tener. No importa que se hayan perdido los testimonios de sus buenos ejemplos y de sus heroísmos. Lo importante para la Iglesia son sus reliquias, que proclaman perennemente la fe de aquellos héroes que supieron permanecer fieles a Cristo aun a costa de la propia vida. Su canto heroico trasciende a la misma muerte y nos llega a través de los siglos como un mensaje del Dios vivo, que nos mueve a la fidelidad.

 

Y si bien su historia está envuelta por la leyenda, por carecer de testimonios de sus días, no nos faltan los de ambos Santos Doctores de la Iglesia, que nos explican cómo Dios quiso que fuesen halladas las reliquias de aquellos dos mártires, cuya memoria ya casi había desaparecido de entre los cristianos. En la carta a su hermana Santa Marcelina, San Ambrosio nos cuenta cómo debiendo consagrar el nuevo templo de Milán, muchos le rogaban que lo hiciese con gran solemnidad. Él respondió que lo haría si hallaba reliquias de mártires, sintiendo en aquel mismo momento un movimiento interior, que le pareció el presagio de lo que había de suceder. San Agustín, que por entonces ocupaba el cargo de maestro de retórica en la escuela de Milán, nos explica —con su emocionante y sugestivo estilo de las "Confesiones"— cómo se vio confirmado este presagio del gran obispo Ambrosio

 

"Entonces —dice el más ilustre de los Padres occidentales, dirigiéndose a Dios— fue cuando por medio de una visión descubriste al susodicho obispo el lugar en que yacían ocultos los cuerpos de San Gervasio y San Protasio, que Tú habías conservado incorruptos en el tesoro de tu misterio tantos años, a fin de sacarlos oportunamente para reprimir una rabia femenina y además regia. Porque habiendo sido descubiertos y desenterrados, al ser trasladados con la pompa conveniente a la basílica ambrosiana, no sólo quedaban sanos los atormentados por los espíritus inmundos, confesándolo los mismos demonios, sino también un ciudadano, ciego hacía muchos años y muy conocido en la ciudad, quien, como preguntara la causa de aquel alegre alboroto del pueblo y se la indicasen, dio un salto y rogó a su lazarillo que lo condujera al lugar; llegado allí, suplicó se le concediese tocar con el pañuelo el féretro de los santos, cuya muerte había sido preciosa en tu presencia. Hecho esto, y aplicado después el pañuelo a los ojos, recobró al instante la vista.

 

"Al punto corrió la fama del hecho, y al punto sonaron tus alabanzas, fervientes y luminosas, con lo que si el ánimo de aquella adversaria no se acercó a la salud de la fe, se reprimió al menos en su furor de persecución. Gracias te sean dadas, Dios mío".

 

La adversaria de San Ambrosio a quien se refiere San Agustín, era Justina, la madre del emperador Valentiniano, todavía niño, que perseguía al santo obispo porque ella era arriana y encontraba en él al gran defensor de la ortodoxia católica.

 

Ante el hallazgo de aquellas reliquias, a través de las que Dios se dignó realizar tales prodigios, pudo exclamar con razón el gran obispo de Milán: "Nuestra Iglesia ya no es estéril". No era infundado el gozo del santo: los cuerpos enteros de dos hombres de admirable estatura, hallados en las mismas puertas del templo de los Santos Félix y Nabor, eran los cuerpos de dos jóvenes campeones de Cristo. Por si alguno dudase de ello, quiso Dios mostrar su complacencia hacia los restos de aquellos héroes, obrando por ambos los milagros que nos narran San Agustín y San Ambrosio. Éste podía ya consagrar los altares con la deseada solemnidad, y dirigirse a su pueblo con el primer panegírico que se hacía en la Historia de los dos gloriosos mártires.

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Miguelina Metelli, Beata Viuda, Junio 19  

Miguelina Metelli, Beata

Viuda

Etimológicamente significa "¿quién como Dios?". Viene de la lengua hebrea.

 

Miguelina vino al mundo en Pésaro, Italia. Por compromisos familiares, tuvo que casarse a los 12 años con el duque Malatesta.

Este "mala cabeza" la hizo una infeliz. Tuvieron un hijo que murió.

 

Cuando contaba con 20 años, era ya una chica viuda. Por eso, pensándose bien las cosas, decidió entrar en el convento franciscano para ser terciaria.

 

Antes de entrar, distribuyó todos sus bienes a los pobres. Y se dedicó a pedir limosna para que todo el mundo se riera de ella.

 

Tuvo que soportar muchas pruebas. Los familiares la llamaban la loca. Y como tal, y sobre todo para quedar bien ante la gente, la encerraron en la torre. Los guardianes, al ver lo buena que era, la dejaron escapar.

 

Cuando la gente la vio por la calle, se alegró mucho y se pusieron de su parte.

A medida que hacía falta, su caridad se desbordaba en amor para con todos, pero sobretodo con los leprosos.

 

Al final de sus años, se fue en peregrinación a Tierra Santa. Y de vuelta, cayó enferma y murió en el año 1356.

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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