JMJ
Pax
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 3, 1-3
Queridos hermanos: Consideren el amor tan grande que nos ha demostrado el Padre: hasta el punto de llamarnos hijos de Dios; y en verdad lo somos. El mundo no nos conoce, porque no lo ha conocido a él.
Hermanos queridos, ahora ya somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/swf/l.swf?video_id=v82JVdXAUUs
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? abortar (todos los métodos anticonceptivos son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
Todos los Santos (1o. de nov)
Antífona de Entrada
Alegrémonos en el Señor al celebrar este día la solemnidad de Todos los Santos; por la cual se alegran los ángeles y alaban al Hijo de Dios.
Oración Colecta
Oremos:
Dios omnipotente y eterno, que otorgas a tu Iglesia la alegría de celebrar en esta solemnidad los méritos y la gloria de todos los Santos; concede a tu pueblo, por intercesión de todos estos hermanos nuestros, la abundancia de tu misericordia y tu perdón.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
Vi una muchedumbre tan grande, que nadie podía contarla. Eran individuos de todas las naciones y razas, de todos lo pueblos y lenguas
Lectura del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan 7, 2-4.9-14
Yo, Juan, vi otro ángel que venía del oriente; traía el sello del Dios vivo y gritó con voz poderosa a los cuatro ángeles encargados de hacer daño a la tierra y al mar:
"¡No dañen a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello en la frente a los servidores de nuestro Dios!"
Y oí el número de los que habían sido marcados: eran ciento cuarenta y cuatro mil, de todas las tribus de Israel.
Vi luego una muchedumbre enorme que nadie podía contar. Gentes de toda nación, raza, pueblo y lengua, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con túnicas blancas y con palmas en sus manos. Y clamaban con voz poderosa:
"¡La salvación viene de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!"
Y todos los ángeles que estaban alrededor del trono, alrededor de los ancianos y de los cuatro seres vivientes, cayeron rostro a tierra ante el trono y adoraron a Dios, diciendo:
"Amén. Alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza son de nuestro Dios, por los siglos de los siglos. Amén".
Entonces uno de los ancianos me preguntó:
"¿Quiénes son y de dónde han venido éstos que llevan túnicas blancas?"
Yo le respondí:
"Señor mío, lo sabrás".
El me dijo:
"Estos son los que vienen de la gran persecución, los que han lavado y blanqueado sus túnicas en la sangre del Cordero".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 23, 1-2.4ab.5-6
Estos son los que buscan al Señor.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el mundo y todos sus habitantes, pues él la estableció sobre los mares, él la fundó sobre los ríos.
Estos son los que buscan al Señor.
¿Quién subirá al monte del Señor? ¿Quién podrá estar en su recinto sagrado? El hombre de manos puras y limpio corazón.
Estos son los que buscan al Señor.
Este recibirá la bendición del Señor, y Dios, su salvador, lo proclamará inocente.
Estos son los que buscan al Señor.
Segunda Lectura
Veremos a Dios tal cual es
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 3, 1-3
Queridos hermanos: Consideren el amor tan grande que nos ha demostrado el Padre: hasta el punto de llamarnos hijos de Dios; y en verdad lo somos. El mundo no nos conoce, porque no lo ha conocido a él.
Hermanos queridos, ahora ya somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Vengan a mí todos lo que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré, dice el Señor.
Aleluya.
Evangelio
Dichosos los pobres en el Espíritu
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo
5, 1-12
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, al ver tanta gente Jesús subió a la montaña, se sentó y se le acercaron sus discípulos; enseguida comenzó a enseñarles, hablándoles así:
"Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque ellos obtendrán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan contra ustedes toda clase de calumnias por causa mía. Alégrense y regocíjense, porque su premio será grande en los cielos".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Iluminados con el ejemplo de los santos, que fueron en su vida sal de la tierra y luz del mundo, y uniendo nuestra oración a la de la inmensa multitud de los que ya están en presencia del Señor, oremos confiadamente al Señor:
(Respondemos a cada petición: Escúchanos, Señor).
Para que el Señor suscite en su Iglesia ejemplos de una santidad heroica que atraiga a los no creyentes a Cristo, y conceda a a todos los bautizados redescubrir que Dios los llama a la santidad, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Para que nuestros hermanos que no conocen la luz y la hermosura del Evangelio de Cristo sean liberados de las tinieblas, entren en el reino de la luz y compartan la herencia de los santos, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Para que el ejemplo de los santos, que experimentaron que para entrar en el Reino de Dios hay que sufrir muchas tribulaciones, fortalezca a los que sufren y se tambalean en su combate, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Para que quienes hoy nos hemos reunido para celebrar la solemnidad de Todos los Santos, nos encontremos con nuestros familiares y amigos difuntos en el reino glorioso de Jesucristo, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Celebrante:
Señor, Padre santo, que has glorificado en tu Reino a los siervos fieles que han velado esperando la llegada del Esposo, escucha nuestra oración y no permitas que se apaguen nuestras lámparas, y así merezcamos entrar en el banquete de tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, el sacrificio de alabanza que te ofrecemos al celebrar hoy la fiesta de todos los santos que gozan ya de tu vida inmortal, y concédenos experimentar siempre su protección y su ayuda en nuestro camino hacia ti.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
La gloria de la Iglesia, nuestra Madre
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque hoy nos concedes celebrar la gloria de Todos los Santos, asamblea de la Jerusalén celestial que eternamente te alaba.
Hacia ella, aunque peregrinos en la tierra, nos encaminamos alegres, guiados por la fe y
animados por la gloria de los mejores hijos de la Iglesia; en ellos encontramos ejemplo y ayuda para nuestra debilidad.
Por eso,
unidos a estos santos y a los coros de los ángeles, te glorificamos y cantamos diciendo:
Antífona de la Comunión
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios; bienaventurados los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios; bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Dios nuestro, fuente única de toda santidad y admirable en todos tus santos; haz que este sacramento nos encienda en el fuego de tu amor y nos prepare para la alegría de tu Reino.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
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† Meditación diaria
31ª semana. Martes
SOLIDARIDAD CRISTIANA
— Miembros de un mismo Cuerpo.
— La unión en la caridad.
— La unión en la fe. Apostolado.
I. El Señor ha querido asociarnos a Él con los más apretados lazos, con nudos tan estrechos como aquellos que atan a los miembros de un cuerpo vivo. San Pablo nos enseña en una de las lecturas de la Misa1 que siendo muchos formamos un solo cuerpo en Cristo, siendo todos miembros los unos de los otros. Cada cristiano, conservando su propia vida, está insertado en la Iglesia con vínculos vitales muy íntimos. El Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia, es algo inmensamente más trabado y compacto que un cuerpo moral, algo más sólido que cualquier grupo humano. La misma Vida, la Vida de Cristo, corre por todo el Cuerpo, y mucho dependemos unos de otros. El más pequeño dolor lo acusa el ser entero, y todo el cuerpo trabaja en la reparación de cualquier herida. "Volvemos a encontrar en las palabras de Pablo el eco fiel de las enseñanzas del mismo Jesús, que nos ha revelado la misteriosa unidad de sus discípulos con Él y entre sí, presentándola como imagen y prolongación de aquella arcana comunión que liga el Padre al Hijo y el Hijo al Padre en el vínculo amoroso del Espíritu (cfr. Jn 17, 21). Es la misma unidad de la que habla Jesús con la imagen de la vid y de los sarmientos: Yo soy la vid, vosotros los sarmientos (Jn 15, 5); imagen que da luz no solo para comprender la profunda intimidad de los discípulos con Jesús, sino también la comunión vital de los discípulos entre sí: todos son sarmientos de la única Vid"2.
Cada fiel cristiano, con sus obras buenas, con su empeño por estar más cerca del Señor, enriquece a toda la Iglesia, a la vez que hace suya la riqueza común. "Esta es la Comunión de los Santos que profesamos en el Credo; el bien de todos se convierte en el bien de cada uno, y el bien de cada uno se convierte en el bien de todos"3.
De una manera misteriosa pero real, con nuestra santidad personal estamos contribuyendo a la vida sobrenatural de todos los miembros de la Iglesia. El cumplimiento del deber diario, la enfermedad, la oración... son una continua fuente de méritos sobrenaturales para nuestros hermanos. "Si tú oras por todos, también la oración de todos te aprovechará a ti, pues tú formas parte del todo. De esta manera obtendrás un gran beneficio, pues la oración de cada miembro del Pueblo se enriquece con la oración de los demás"4. La meditación de esta verdad, ¿nos mueve a vivir mejor el día de hoy, con más amor, con más entrega?
II. Cada uno de nosotros hemos de sentir la responsabilidad personal de aportar –con nuestro empeño por ser mejores, con el ejercicio de las virtudes– nueva savia a los miembros del Cuerpo Místico de Cristo, y a la humanidad entera. Todos los días, "cada uno sostiene a los demás y los demás le sostienen a él"5. Por eso, no son del todo exactas "esas formas de discurrir, que distinguen las virtudes personales de las virtudes sociales. No cabe virtud alguna que pueda facilitar el egoísmo; cada una redunda necesariamente en bien de nuestra alma y de las almas de los que nos rodean (...). Todos hemos de sentirnos solidarios y, en el orden de la gracia, estamos unidos por los lazos sobrenaturales de la Comunión de los Santos"6.
San Pablo, después de indicar los diversos carismas, las gracias particulares que Dios otorga para servicio de los demás, señala el gran don común a todos, que es la caridad, con la que cada día podemos sembrar tanto bien a nuestro alrededor, amándoos de corazón unos a otros con el amor fraterno, honrando cada uno a los otros más que a sí mismo; diligentes en el deber, fervorosos en el espíritu, servidores del Señor; alegres en la esperanza, pacientes en la tribulación; en la oración constantes; compartiendo las necesidades de los santos, procurando practicar la hospitalidad.
Quizá pensemos en alguna ocasión que no tenemos dotes excepcionales para ayudar a los demás, que carecemos de medios...; sin embargo, la caridad, participación en el amor de Cristo por sus hermanos, está al alcance de todos los que siguen al Maestro. Todos los días damos mucho y recibimos mucho. Nuestra vida es un intercambio continuo en lo humano y en lo sobrenatural. ¡Qué grato es al Señor cuando nosotros al ver una rotura en ese tejido finísimo que componemos los miembros de la lglesia, procuramos repararla con amor, con desagravio! ¡Cómo se alegra cuando nos ve compartir, hacer nuestras, las necesidades de los santos! No existe flaqueza ni virtud solitaria. Lo bueno y lo malo tienen efectos centuplicados en los demás. Sembramos un grano de trigo en la tierra y brota una espiga, buena o mala según la semilla que esparcimos. Si caminamos con firmeza hacia Cristo, nuestros amigos corren. Si flaqueamos, quizá ellos se detengan. "Todo lo bueno y santo que emprende un individuo –enseña el Catecismo Romano– repercute en bien de todos, y la caridad es la que permite les aproveche, pues esta virtud no busca su propio provecho"7. No dejemos de sembrar; nuestra vida es en realidad una gran siembra en la que nada se pierde. Son incontables las oportunidades de hacer el bien, de enriquecer a los hombres, de aumentar el Cuerpo Místico de Cristo. No desaprovechemos las ocasiones, no esperemos grandes momentos que quizá nunca lleguen a presentarse.
III. Al crearnos, Dios nos hizo a los hombres hermanos, necesitados unos de otros en la vida familiar y social. Y también mantuvo esta complementariedad en el plano sobrenatural. La Trinidad Beatísima ha querido salvar a los hombres a través de los hombres y propagar la fe por medio de ellos. A través del apostolado personal de los cristianos, que se encuentran en el mundo, en las situaciones más variadas (en el hogar, en una peluquería, en el comercio, en la banca, en el Parlamento...), "la irradiación del Evangelio puede hacerse extremadamente capilar, llegando a tantos lugares y ambientes como son aquellos ligados a la vida cotidiana y concreta de los laicos. Se trata, además, de una irradiación constante, pues es inseparable de la continua coherencia de la vida personal con la fe; y se configura también como una forma de apostolado particularmente incisiva, ya que al compartir plenamente las condiciones de vida y de trabajos, las dificultades y esperanzas de sus hermanos, los fieles laicos pueden llegar al corazón de sus vecinos, amigos o colegas, abriéndolo al horizonte total, al sentido pleno de la existencia humana: la comunión con Dios y entre los hombres"8. Cada miembro trabaja para el mejor rendimiento de todo el cuerpo, y encender la fe de otros, o avivarla si estaba en sus cenizas, es el mayor bien que podemos comunicar. "Ansí me acaece –escribe Santa Teresa– que, cuando en la vida de los santos leemos que convirtieron almas, mucha más devoción me hace y más ternura y más envidia que todos los martirios que padecen (por ser esta la inclinación que Dios me ha dado), pareciéndome que precia más un alma que por nuestra industria y oración le ganásemos mediante su misericordia, que todos los servicios que le podamos hacer"9.
Si con el ejemplo y la palabra acercamos a otros a Cristo, no permaneceremos indiferentes a sus necesidades corporales: ¡Tanta ignorancia, tanta miseria, tanta soledad...! El trato diario con el Señor llenará nuestro corazón, cada vez más, de misericordia y de generosidad para compartir lo mucho o lo poco que tengamos: el talento, el tiempo, los bienes materiales, la alegría... Si no está en nuestras manos remediar esos males, al menos sentirán el calor de nuestra amistad, de nuestro empeño por ayudarles. No dejaremos solos a los enfermos, a los impedidos, a quien lleva una carga superior a sus fuerzas... Aunaremos nuestros esfuerzos con otros cristianos y con los hombres de buena voluntad en orden al bien común, superando posiciones partidistas que separan y enfrentan. Así imitaremos a los primeros cristianos, que con su amor, y muchas veces con sus escasos medios materiales para ayudar a los demás, asombraron al mundo pagano porque hicieron realidad el mandato de Jesucristo: un precepto nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; como Yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor entre vosotros10. El amor es ingenioso y suple, cuando es preciso, la escasez de tiempo, de medios económicos, de posibilidades humanas.
1 Primera lectura. Año I. Rom 12, 5-16. — 2 Juan Pablo II, Exhort. Apost. Christifideles laici, 30-XII-1988, 12. — 3 Ibídem, 28. — 4 San Ambrosio, Tratado sobre Caín y Abel, 1. — 5 San Gregorio Magno, Homilías sobre Ezequiel, 2, 1, 5. — 6 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 76. — 7 Catecismo Romano, I, 10, n. 23. — 8 Juan Pablo II, loc. cit., 28. — 9 Santa Teresa, Libro de las Fundaciones, 1, 7. — 10 Jn 13, 34-35.
1 de noviembre
TODOS LOS SANTOS*
Solemnidad
— Personas que se santificaron a través de una vida corriente.
— Todos hemos sido llamados a la santidad.
— La caridad, distintivo de los que han alcanzado la bienaventuranza.
I. Alegrémonos todos en el Señor, al celebrar este día de fiesta en honor de todos los santos: de esta solemnidad se alegran los ángeles y alaban al Hijo de Dios1.
La fiesta de hoy recuerda y propone a la meditación común algunos componentes fundamentales de nuestra fe cristiana señalaba el Papa Juan Pablo II-. En el centro de la Liturgia están sobre todo los grandes temas de la Comunión de los Santos, del destino universal de la salvación, de la fuente de toda santidad que es Dios mismo, de la esperanza cierta en la futura e indestructible unión con el Señor, de la relación existente entre salvación y sufrimiento y de una bienaventuranza que ya desde ahora caracteriza a aquellos que se hallan en las condiciones descritas por Jesús. Pero la clave de la fiesta que hoy celebramos "es la alegría, como hemos rezado en la antífona de entrada: Alegrémonos todos en el Señor al celebrar este día de fiesta en honor de todos los Santos; y se trata de una alegría genuina, límpida, corroborante, como la de quien se encuentra en una gran familia donde sabe que hunde sus propias raíces..."2. Esta gran familia es la de los santos: los del Cielo y los de la tierra.
La Iglesia, nuestra Madre, nos invita hoy a pensar en aquellos que, como nosotros, pasaron por este mundo con dificultades y tentaciones parecidas a las nuestras, y vencieron. Es esa muchedumbre inmensa que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, según nos recuerda la Primera lectura de la Misa3. Todos están marcados en la frente y vestidos con vestiduras blancas, lavadas en la sangre del Cordero4. La marca y los vestidos son símbolos del Bautismo, que imprime en el hombre, para siempre, el carácter de la pertenencia a Cristo, y la gracia renovada y acrecentada por los sacramentos y las buenas obras.
Muchos Santos de toda edad y condición- han sido reconocidos como tales por la Iglesia, y cada año los recordamos en algún día preciso y los tomamos como intercesores para tantas ayudas como necesitamos. Pero hoy festejamos, y pedimos su ayuda, a esa multitud incontable que alcanzó el Cielo después de pasar por este mundo sembrando amor y alegría, sin apenas darse cuenta de ello; recordamos a aquellos que, mientras estuvieron entre nosotros, hicieron, quizá, un trabajo similar al nuestro: oficinistas, labriegos, catedráticos, comerciantes, secretarias...; también tuvieron dificultades parecidas a las nuestras y debieron recomenzar muchas veces, como nosotros procuramos hacer; y la Iglesia no hace una mención nominal de ellos en el Santoral. A la luz de la fe, forman "un grandioso panorama: el de tantos y tantos fieles laicos a menudo inadvertidos o incluso incomprendidos; desconocidos por los grandes de la tierra, pero mirados con amor por el Padre, hombres y mujeres que, precisamente en la vida y actividad de cada jornada, son los obreros incansables que trabajan en la viña del Señor; son los humildes y grandes artífices por la potencia de la gracia, ciertamente del crecimiento del Reino de Dios en la historia"5. Son, en definitiva, aquellos que supieron "con la ayuda de Dios conservar y perfeccionar en su vida la santificación que recibieron"6 en el Bautismo.
Todos hemos sido llamados a la plenitud del Amor, a luchar contra las propias pasiones y tendencias desordenadas, a recomenzar siempre que sea preciso, porque "la santidad no depende del estado soltero, casado, viudo, sacerdote, sino de la personal correspondencia a la gracia, que a todos se nos concede"7. La Iglesia nos recuerda que el trabajador que toma cada mañana su herramienta o su pluma, o la madre de familia dedicada a los quehaceres del hogar, en el sitio que Dios les ha designado, deben santificarse cumpliendo fielmente sus deberes8.
Es consolador pensar que en el Cielo, contemplando el rostro de Dios, hay personas con las que tratamos hace algún tiempo aquí abajo, y con las que seguimos unidas por una profunda amistad y cariño. Muchas ayudas nos prestan desde el Cielo, y nos acordamos de ellas con alegría y acudimos a su intercesión.
Hacemos hoy nuestra aquella petición de Santa Teresa, que también ella misma escuchará, en esta Solemnidad: "¡Oh ánimas bienaventuradas, que tan bien os supisteis aprovechar, y comprar heredad tan deleitosa...! Ayudadnos, pues estáis tan cerca de la fuente; coged agua para los que acá perecemos de sed"9.
II. En la Solemnidad de hoy, el Señor nos concede la alegría de celebrar la gloria de la Jerusalén celestial, nuestra madre, donde una multitud de hermanos nuestros le alaban eternamente. Hacia ella, como peregrinos, nos encaminamos alegres, guiados por la fe y animados por la gloria de los Santos; en ellos, miembros gloriosos de su Iglesia, encontramos ejemplo y ayuda para nuestra debilidad10.
Nosotros somos todavía la Iglesia peregrina que se dirige al Cielo; y, mientras caminamos, hemos de reunir ese tesoro de buenas obras con el que un día nos presentaremos ante nuestro Dios. Hemos oído la invitación del Señor: Si alguno quiere venir en pos de Mí... Todos hemos sido llamados a la plenitud de la vida en Cristo. Nos llama el Señor en una ocupación profesional, para que allí le encontremos, realizando aquella tarea con perfección humana y, a la vez, con sentido sobrenatural: ofreciéndola a Dios, ejercitando la caridad con las personas que tratamos, viviendo la mortificación en su realización, buscando ya aquí en la tierra el rostro de Dios, que un día veremos cara a cara. Esta contemplación trato de amistad con nuestro Padre Dios podemos y debemos adquirirla a través de las cosas de todos los días, que se repiten muchas veces, con aparente monotonía, pues "para amar a Dios y servirle, no es necesario hacer cosas raras. A todos los hombres sin excepción, Cristo les pide que sean perfectos como su Padre celestial es perfecto (Mt 5, 48). Para la gran mayoría de los hombres, ser santo supone santificar el propio trabajo, santificarse en su trabajo, y santificar a los demás con el trabajo, y encontrar así a Dios en el camino de sus vidas"11.
¿Qué otra cosa hicieron esas madres de familia, esos intelectuales o aquellos obreros..., para estar en el Cielo? Porque a él queremos ir nosotros; es lo único que, de modo absoluto, nos importa. Esta santa decisión tiene mucha importancia para los demás. Si, con la gracia de Dios y la ayuda de tantos, alcanzamos el Cielo, no iremos solos: arrastraremos a muchos con nosotros.
Quienes han llegado ya, procuraron santificar las realidades pequeñas de todos los días; y si alguna vez no fueron fieles, se arrepintieron y recomenzaron el camino de nuevo. Eso hemos de hacer nosotros: ganarnos el Cielo cada día con lo que tenemos entre manos, entre las personas que Dios ha querido poner a nuestro lado.
III. Muchos de los que ahora contemplan la faz de Dios quizá no tuvieron ocasión, a su paso por la tierra, de realizar grandes hazañas, pero cumplieron lo mejor posible sus deberes diarios, sus pequeños deberes diarios. Tuvieron errores y faltas de paciencia, de pereza, de soberbia, tal vez pecados graves. Pero amaron la Confesión, y se arrepintieron, y recomenzaron. Amaron mucho y tuvieron una vida con frutos, porque supieron sacrificarse por Cristo. Nunca se creyeron santos; todo lo contrario: siempre pensaron que iban a necesitar en gran medida de la misericordia divina. Todos conocieron, en mayor o menor grado, la enfermedad, la tribulación, las horas bajas en las que todo les costaba; sufrieron fracasos y tuvieron éxitos. Quizá lloraron, pero conocieron y llevaron a la práctica las palabras del Señor, que hoy también nos trae la Liturgia de la Misa: Venid a Mí, todos los que estáis trabajados y cargados, y Yo os aliviaré12. Se apoyaron en el Señor, fueron muchas veces a verle y a estar con Él junto al Sagrario; no dejaron de tener cada día un encuentro con Él.
Los bienaventurados que alcanzaron ya el Cielo son muy diferentes entre sí, pero tuvieron en esta vida terrena un común distintivo: vivieron la caridad con quienes les rodeaban. El Señor dejó dicho: en esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis unos a otros13. Esta es la característica de los Santos, de aquellos que están ya en la presencia de Dios.
Nosotros nos encontramos caminando hacia el Cielo y muy necesitados de la misericordia del Señor que es grande y nos mantiene día a día. Hemos de pensar muchas veces en él y en las gracias que tenemos, especialmente en los momentos de tentación o de desánimo.
Allí nos espera una multitud incontable de amigos. Ellos "pueden prestarnos ayuda, no solo porque la luz del ejemplo brilla sobre nosotros y hace más fácil a veces que veamos lo que tenemos que hacer, sino también porque nos socorren con sus oraciones, que son fuertes y sabias, mientras las nuestras son tan débiles y ciegas. Cuando os asoméis en una noche de noviembre y veáis el firmamento constelado de estrellas, pensad en los innumerables santos del Cielo, que están dispuestos a ayudarnos..."14. Nos llenará de esperanza en los momentos difíciles. En el Cielo nos espera la Virgen para darnos la mano y llevarnos a la presencia de su Hijo, y de tantos seres queridos como allí nos aguardan.
1 Antífona de entrada. — 2 Juan Pablo II, Homilía 1-XI-1980. — 3 Apoc 7, 9. — 4 Cfr. Apoc 7, 3-9. — 5 Juan Pablo II, Exhort. Apost. Christifideles laici, 30-XII-1988, 17. — 6 Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 40. — 7 San Josemaría Escrivá, Amar a la Iglesia, p. 67. — 8 Cfr. Juan Pablo II, Exhort. Apost. Christifideles laici, cit. — 9 Santa Teresa, Exclamaciones, 13, 4. — 10 Cfr. Misal Romano, Prefacio de la Misa. — 11 Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, n. 55. — 12 Aleluya. Mt 11, 28. — 13 Jn 13, 34-35. — 14 R. A. Knox, Sermón a los colegiales de Alli Hallws, 1-XI-1950.
* La Iglesia nos invita a levantar el pensamiento y a dirigir la oración a esa inmensa multitud de hombres y mujeres que siguieron a Cristo aquí en la tierra y se encuentran ya con Él en el Cielo. La fiesta se celebra en toda la Iglesia desde el siglo viii. En ella se nos recuerda que la santidad es asequible a todos, en las diversas profesiones y estados, y que para ayudarnos a alcanzar esa meta debemos vivir el dogma de la Comunión de los Santos.
Si desea adquirir los libros: http://www.palabra.es/buscar.asp?buscar=Hablar+con+Dios&tc=8501
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
Rainero de Santosepulcro, Santo Confesor, 1 de noviembre
Confesor |
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Fuente: SagradaFamilia.net
Licinio (Lucinio) de Santo Obispo, Noviembre 1
Obispo de Angers del siglo VIIMartirologio Romano: En Anjou, en Neustria, san Licinio, obispo, a quien el papa san Gregorio I Magno encomendó los monjes que se dirigían a Inglaterra (c. 618). |
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Fuente: Carmelnet.org / Carmelitas.info
Nuño de Santa Maria Alvares Pereira, Santo Carmelita, 1 Noviembre
Fundador de la casa de Braganza, nació en Sernache de Bomjardím, Portugal, el 24.6.1360 del noble caballero D. Alvaro, Gran Prior de los Caballeros de San Juan de Jerusalén. |
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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina04
Austremonio de Armenia, Santo Obispo, 1 Noviembre
No sabemos con certeza mucho sobre este santo sino que fue misionero en Armenia, lo mismo que San Estremonio, y que se le venera como apóstol y primer obispo de Clermont. |
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Cesario de Terracina, Santo Mártir, 1 Noviembre
Existía en Terracina, Italia, la bárbara costumbre de que, en ciertas ocasiones solemnes, un joven se ofreciese voluntariamente en sacrificio a Apolo, que era el dios tutelar de la ciudad. |
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Juan y Jacobo de Persia, Santos Mártires, 1 Noviembre
Los santos Juan, Obispo, y Jacobo, presbítero, que fueron encarcelados durante el reinado de Sapor II y al cabo de un año consumaron su maritiro muertos por decapitación por espada. |
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Jerónimo Hermosilla, Santo Mártir dominico, 1 Noviembre
Obispo y martiriza en Vietnam. |
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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina04
Marcelo de París, Santo Obispo, 1 Noviembre
Se cuenta que San Marcelo nació en París. |
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Pedro Almató Ribera, Santo Mártir, 1 Noviembre
En la diócesis catalana de Vic está el pueblo de San Feliu Saserra, en donde el año 1830 vio la primera luz el que habría de ser sacerdote misionero dominico y mártir de Vietnam, Pedro, en el seno de la familia Almató y Ribera. Entró como dominico en el convento de Ocaña en 1847. |
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Fuente: Vatican.va
Teodor Romza, Beato Obispo y mártir, 1 Noviembre
Obispo y administrador apostólico de Mukacevo (1911-1947). Mártir |
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_Fuente: Dominicos.org
Valentín de Berri Otxoa, Santo Obispo y mártir, 1 de noviembre
Obispo y Mártir DominicoMartirologio Romano: En la ciudad de Hai Duong, en Tonquín, santos mártires Jerónimo Hermosilla y Valentían Barrio Ochoa, obispos, y Pedro Almató Ribeira, presbíteros de la Orden de Predicadores, que fueron decapitados por orden del emperador Tu Duc (1861).
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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina04
Vigor de Bayeux, Santo Obispo, 1 Noviembre
Vigor nació en Artois, en la Francia septentrional, y vivió en la época de Childeberto I. |
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Fuente: Iberopuebla.edu.mx
Rupert Mayer, Beato Se opuso al nazismo, 1 Noviembre
El P. Rupert Mayer s.j. fue una persona que supo sostener sus convicciones. Al terminar la educación secundaria indicó a su padre que él deseaba ser jesuita. Como él le pidiera que se ordenara antes de sacerdote, estudió filosofía y teología. Ordenado, durante un año se desempeñó como Vicario en una parroquia. Ingresó a la Compañía en el Noviciado de Feldkirch, Austria, el 1 de octubre de 1900. Más tarde él mostraría igual firmeza en la oposición al Movimiento Nacional Socialista de Adolfo Hitler. |
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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Omar (Audomaro), Santo Obispo, 1 de noviembre
ObispoMartirologio Romano: En el territorio de Théouranne, en Flandes, san Audomaro, que, siendo discípulo de san Eustasio, abad de Luxeuil, fue elegido obispo de los Marinos y renovó allí la fe cristiana (c. 670).
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Benigno, Santo Mártir, 1 de noviembre
Noviembre 1 Etimológicamente significa "bueno". Viene de la lengua latina. |
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net
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