J†A
JMJ
Pax
Jesús debía
morir para congregar a los hijos de Dios, que estaban dispersos
† Lectura del
santo Evangelio según san Juan 11, 45-56
Gloria a ti,
Señor.
En aquel tiempo,
muchos judíos que habían ido a visitar a María, al ver lo que Jesús había hecho
creyeron en él. Otros, en cambio, fueron a contar a los fariseos lo que había
hecho. Entonces, los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron a reunión del
Consejo. Se decían:
"¿Qué hacemos? Este hombre está realizando muchos signos. Si dejamos que siga actuando así, toda la gente creerá en él;
entonces las autoridades romanas tendrán que intervenir y destruirán nuestro templo y nuestra nación".
Uno de ellos, llamado Caifás, que era el sumo sacerdote aquel año, les dijo:
"Están completamente equivocados. ¿No se dan cuenta de que es preferible que muera un solo hombre por el pueblo, a que toda la nación sea destruida?"
Caifás no hizo esta propuesta por su cuenta, sino que, como desempeñaba el oficio de sumo sacerdote aquel año, anunció bajo la inspiración de Dios que Jesús iba a morir por toda la nación; y no solamente por la nación judía, sino para conseguir la unión de todos los hijos de Dios que estaban dispersos.
A partir de este momento tomaron la decisión de dar muerte a Jesús. Por eso, Jesús ya no se mostraba públicamente entre los judíos; dejó la región de Judea y se fue a un pueblo, llamado Efraín, muy cerca del desierto. Y se quedó allí con sus discípulos.
Estaba muy próxima la fiesta judía de la pascua. Ya antes de la fiesta, mucha gente de las distintas regiones del país subía a Jerusalén para asistir a los ritos de purificación. Estas gentes buscaban a Jesús y, estando en el templo, se decían unos a otros:
"¿Qué les parece? ¿Vendrá a la fiesta?"
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
"¿Qué hacemos? Este hombre está realizando muchos signos. Si dejamos que siga actuando así, toda la gente creerá en él;
entonces las autoridades romanas tendrán que intervenir y destruirán nuestro templo y nuestra nación".
Uno de ellos, llamado Caifás, que era el sumo sacerdote aquel año, les dijo:
"Están completamente equivocados. ¿No se dan cuenta de que es preferible que muera un solo hombre por el pueblo, a que toda la nación sea destruida?"
Caifás no hizo esta propuesta por su cuenta, sino que, como desempeñaba el oficio de sumo sacerdote aquel año, anunció bajo la inspiración de Dios que Jesús iba a morir por toda la nación; y no solamente por la nación judía, sino para conseguir la unión de todos los hijos de Dios que estaban dispersos.
A partir de este momento tomaron la decisión de dar muerte a Jesús. Por eso, Jesús ya no se mostraba públicamente entre los judíos; dejó la región de Judea y se fue a un pueblo, llamado Efraín, muy cerca del desierto. Y se quedó allí con sus discípulos.
Estaba muy próxima la fiesta judía de la pascua. Ya antes de la fiesta, mucha gente de las distintas regiones del país subía a Jerusalén para asistir a los ritos de purificación. Estas gentes buscaban a Jesús y, estando en el templo, se decían unos a otros:
"¿Qué les parece? ¿Vendrá a la fiesta?"
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos
tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al
menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María,
llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las
mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es
igual: las “palabras de vida
eterna” (Jn 6,68; Hc
7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar
por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a
Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la
Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a
Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que
hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y
de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d)
pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del
mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Nota: es una
película protestante, por eso falta LA MADRE.
El que no valora una obra de arte es porque necesita cultura: https://www.youtube.com/watch?v=mTKKaT-KaKw
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús
está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: “si no coméis la
carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Jn 6,53;
1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera
"si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana".
Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión)
con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del
Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda
su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar
eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta
del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el
altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: “Te amo, pero no quiero
verte todos los días, y menos los de descanso”? ¿Le ama realmente?
Faltar a
Misa viola los principales mandamientos: el primero (“Amar a Dios sobre todas
las cosas”) y tercero (“Santificar las fiestas”). Por nuestro propio bien y
evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168
horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los “dioses” son el descanso,
entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al
oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías
para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! “Una misa vale más que todos los
tesoros del mundo”… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la
Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch
20,7; 2 Ts 2,15).
Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir “Padre Nuestro” si rechazamos
volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir “Santificado sea Tu Nombre”, “Venga a
nosotros Tu Reino”, “Hágase Tu Voluntad”, “Danos hoy nuestro pan supersubstancial
de cada día” y “no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo”, si
todo eso lo obtenemos de la Misa?
Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la
santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es
posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en
la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos
los pecados mortales: “quien come y bebe sin
discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación” (1 Cor
11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no
confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al
menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los
métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho
a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación
natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por
iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a
reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo
importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html
Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende
la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo
1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales
objetivamente, pero subjetivamente,
pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que
lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).
† Misal
sab 5a. Sem
cuaresma
Señor, no te quedes lejos; tú, que eres
mi fuerza, ven aprisa en mi ayuda, porque ya no soy humano, sino un gusano
despreciado por la gente y rechazado por el pueblo.
Oremos:
Señor, tú que nunca dejas de procurar nuestra salvación, y en estos días de Cuaresma nos otorgas gracias más abundantes; mira con amor a esta familia tuya y concede tu auxilio protector a quienes se preparan para el bautismo y a quienes hemos renacido ya a una vida nueva.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Señor, tú que nunca dejas de procurar nuestra salvación, y en estos días de Cuaresma nos otorgas gracias más abundantes; mira con amor a esta familia tuya y concede tu auxilio protector a quienes se preparan para el bautismo y a quienes hemos renacido ya a una vida nueva.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Haré de ellos un solo pueblo
Lectura del libro del profeta Ezequiel
37, 21-28
Esto dice el Señor:
"Yo recogeré a los israelitas de entre las naciones adonde han ido y los reuniré de todas partes para llevarlos a su tierra. Haré de ellos un solo pueblo en mi tierra, en las montañas de Israel; tendrán todos un solo rey, y ya no serán dos naciones, dos reinos divididos. No se contaminarán más con sus ídolos, con sus perversas
acciones y sus crímenes; los libraré de todos los lugares donde pecaron y los purificaré. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios.
Mi siervo David será su rey, y tendrán todos un solo pastor; caminarán por la senda de mis preceptos, observarán mis mandamientos y los pondrán en práctica. Vivirán en la tierra que yo di a mi siervo Jacob, donde vivieron sus antepasados. Allí vivirán ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos para siempre; mi siervo David será su príncipe eternamente. Haré con ellos una alianza de paz, una alianza eterna, y pondré mi santuario en medio de ellos para siempre. Pondré en medio de ellos mi morada, yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Y cuando mi santuario esté en medio de ellos por siempre, reconocerán las naciones que yo, el Señor, he consagrado a Israel".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
"Yo recogeré a los israelitas de entre las naciones adonde han ido y los reuniré de todas partes para llevarlos a su tierra. Haré de ellos un solo pueblo en mi tierra, en las montañas de Israel; tendrán todos un solo rey, y ya no serán dos naciones, dos reinos divididos. No se contaminarán más con sus ídolos, con sus perversas
acciones y sus crímenes; los libraré de todos los lugares donde pecaron y los purificaré. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios.
Mi siervo David será su rey, y tendrán todos un solo pastor; caminarán por la senda de mis preceptos, observarán mis mandamientos y los pondrán en práctica. Vivirán en la tierra que yo di a mi siervo Jacob, donde vivieron sus antepasados. Allí vivirán ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos para siempre; mi siervo David será su príncipe eternamente. Haré con ellos una alianza de paz, una alianza eterna, y pondré mi santuario en medio de ellos para siempre. Pondré en medio de ellos mi morada, yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Y cuando mi santuario esté en medio de ellos por siempre, reconocerán las naciones que yo, el Señor, he consagrado a Israel".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Jr 31, 10.11-12ab.13
El Señor nos cuidará como pastor a su
rebaño.
Escuchen, pueblos, la palabra del Señor,
anúncienla en las islas remotas: "El que dispersó a Israel lo reunirá, lo
cuidará como pastor a su rebaño".
El Señor nos cuidará como pastor a su rebaño.
El Señor nos cuidará como pastor a su rebaño.
El Señor redimió a Israel y lo rescató
de las manos del poderoso. Vendrán para aclamarlo al monte Sión, acudirán a
gozar de los bienes del Señor.
El Señor nos cuidará como pastor a su rebaño.
El Señor nos cuidará como pastor a su rebaño.
Entonces las muchachas bailarán
alegremente, junto con los jóvenes y los viejos. Yo convertiré su tristeza en
alegría, los llenaré de gozo y aliviaré sus penas.
El Señor nos cuidará como pastor a su rebaño.
El Señor nos cuidará como pastor a su rebaño.
Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Purifíquense de todas sus iniquidades; renueven su corazón y su espíritu, dice el Señor.
Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Purifíquense de todas sus iniquidades; renueven su corazón y su espíritu, dice el Señor.
Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Jesús debía morir para congregar a los
hijos de Dios, que estaban dispersos
† Lectura del santo Evangelio según san
Juan 11, 45-56
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, muchos judíos que
habían ido a visitar a María, al ver lo que Jesús había hecho creyeron en él.
Otros, en cambio, fueron a contar a los fariseos lo que había hecho. Entonces,
los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron a reunión del Consejo. Se decían:
"¿Qué hacemos? Este hombre está realizando muchos signos. Si dejamos que siga actuando así, toda la gente creerá en él;
entonces las autoridades romanas tendrán que intervenir y destruirán nuestro templo y nuestra nación".
Uno de ellos, llamado Caifás, que era el sumo sacerdote aquel año, les dijo:
"Están completamente equivocados. ¿No se dan cuenta de que es preferible que muera un solo hombre por el pueblo, a que toda la nación sea destruida?"
Caifás no hizo esta propuesta por su cuenta, sino que, como desempeñaba el oficio de sumo sacerdote aquel año, anunció bajo la inspiración de Dios que Jesús iba a morir por toda la nación; y no solamente por la nación judía, sino para conseguir la unión de todos los hijos de Dios que estaban dispersos.
A partir de este momento tomaron la decisión de dar muerte a Jesús. Por eso, Jesús ya no se mostraba públicamente entre los judíos; dejó la región de Judea y se fue a un pueblo, llamado Efraín, muy cerca del desierto. Y se quedó allí con sus discípulos.
Estaba muy próxima la fiesta judía de la pascua. Ya antes de la fiesta, mucha gente de las distintas regiones del país subía a Jerusalén para asistir a los ritos de purificación. Estas gentes buscaban a Jesús y, estando en el templo, se decían unos a otros:
"¿Qué les parece? ¿Vendrá a la fiesta?"
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
"¿Qué hacemos? Este hombre está realizando muchos signos. Si dejamos que siga actuando así, toda la gente creerá en él;
entonces las autoridades romanas tendrán que intervenir y destruirán nuestro templo y nuestra nación".
Uno de ellos, llamado Caifás, que era el sumo sacerdote aquel año, les dijo:
"Están completamente equivocados. ¿No se dan cuenta de que es preferible que muera un solo hombre por el pueblo, a que toda la nación sea destruida?"
Caifás no hizo esta propuesta por su cuenta, sino que, como desempeñaba el oficio de sumo sacerdote aquel año, anunció bajo la inspiración de Dios que Jesús iba a morir por toda la nación; y no solamente por la nación judía, sino para conseguir la unión de todos los hijos de Dios que estaban dispersos.
A partir de este momento tomaron la decisión de dar muerte a Jesús. Por eso, Jesús ya no se mostraba públicamente entre los judíos; dejó la región de Judea y se fue a un pueblo, llamado Efraín, muy cerca del desierto. Y se quedó allí con sus discípulos.
Estaba muy próxima la fiesta judía de la pascua. Ya antes de la fiesta, mucha gente de las distintas regiones del país subía a Jerusalén para asistir a los ritos de purificación. Estas gentes buscaban a Jesús y, estando en el templo, se decían unos a otros:
"¿Qué les parece? ¿Vendrá a la fiesta?"
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Dios eterno y todopoderoso, que por
medio del sacramento del bautismo haces renacer a quienes confiesan tu nombre;
acepta nuestros dones y plegarias para que, cuantos en ti esperan, puedan ver
realizados sus deseos
y perdonadas sus culpas.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
y perdonadas sus culpas.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
La fuerza de la Cruz
En verdad es justo y necesario, es
nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre
santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque en la pasión salvadora de tu Hijo diste a los hombres una nueva comprensión de tu majestad y una nueva manera de alabarla, al poner de manifiesto, por la eficacia inefable de la cruz, el poder del Crucificado y el juicio que del mundo has hecho.
Por eso,
ahora nosotros, llenos de alegría, te aclamamos con los ángeles y los santos diciendo:
Porque en la pasión salvadora de tu Hijo diste a los hombres una nueva comprensión de tu majestad y una nueva manera de alabarla, al poner de manifiesto, por la eficacia inefable de la cruz, el poder del Crucificado y el juicio que del mundo has hecho.
Por eso,
ahora nosotros, llenos de alegría, te aclamamos con los ángeles y los santos diciendo:
Cristo fue entregado a la muerte para
congregar en la unidad a los hijos de Dios, que estaban dispersos.
Oremos:
Señor, tú que nos has hecho partícipes del Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, concédenos participar también de su vida divina.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
Señor, tú que nos has hecho partícipes del Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, concédenos participar también de su vida divina.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
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† Meditación
diaria
Cuaresma. 5ª semana. Sábado
Pasión de Nuestro Señor
Pasión de Nuestro Señor
PRENDIMIENTO DE JESÚS
— La traición de Judas. Perseverancia en
el camino que Dios ha señalado a cada uno. La fidelidad diaria en lo pequeño.
— El pecado en la vida del cristiano.
Volver de nuevo al Señor mediante la contrición, y con esperanza.
— La huida de los discípulos. Necesidad
de la oración.
I. Terminada su oración en el Huerto de
Getsemaní, se levantó el Señor del suelo y despertó una vez más a sus
discípulos, adormilados de cansancio y de tristeza. Levantaos, vamos –les
dice–; ya llega el que me va a entregar. Todavía estaba hablando,
cuando llegó Judas, uno de los doce, acompañado de un gran gentío con espadas y
palos1.
Se consuma la traición con una muestra
de amistad: Se acercó a Jesús y dijo: Salve, Rabí; y le besó2. Nos parece imposible que un hombre que
ha conocido tanto a Cristo pueda ser capaz de entregarlo. ¿Qué pasó en el alma
de Judas? Porque él estuvo presente en muchos milagros y conoció de cerca la
bondad del corazón del Señor para con todos, y se sintió atraído por su palabra
y, sobre todo, experimentó la predilección de Jesús llegando a ser uno de los
Doce más íntimos. Fue elegido y llamado para ser Apóstol por el mismo Señor.
Después de la Ascensión, cuando fue necesario cubrir su vacante, Pedro
recordará que era contado entre nosotros, habiendo tenido parte en
nuestro ministerio3. También fue enviado a predicar, y
vería el fruto copioso de su apostolado; quizá hizo milagros como los demás. Y
mantendría diálogos íntimos y personales con el Maestro, como el resto de los
Apóstoles. ¿Qué ha pasado en su alma para que ahora traicione al Señor por treinta
monedas de plata?
La traición de esta noche debió tener
una larga historia. Desde tiempos antes se hallaba ya distante de Cristo,
aunque estuviera en su compañía. Permanecía normal en lo externo, pero su ánimo
estaba lejos. La ruptura con el Maestro, el resquebrajamiento de su fe y de su
vocación, debió producirse poco a poco, cediendo cada vez en cosas más
importantes. Hay un momento en que protesta porque le parecen «excesivos» los
detalles de cariño que otros tienen con el Señor, y encima su protesta la
disfraza de «amor a los pobres». Pero San Juan nos dice la verdadera razón: era
ladrón y, como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella4.
Permitió que su amor al Señor se fuera
enfriando, y ya solo quedó un mero seguimiento externo, de cara a los demás. Su
vida de entrega amorosa a Dios se convirtió en una farsa; más de una vez
consideraría que hubiera sido mejor no haber seguido al Señor.
Ahora ya no se acuerda de los milagros,
de las curaciones, de sus momentos felices junto al Maestro, de su amistad con
el resto de los Apóstoles. Ahora es un hombre desorientado, descentrado, capaz
de cometer culpablemente la locura que acaba de hacer. El acto que ahora se consuma
ha sido ya precedido por infidelidades y faltas de lealtad cada vez mayores.
Este es el resultado último de un largo proceso interior.
Por contraste, la perseverancia es la
fidelidad diaria en lo pequeño; se apoya en la humildad de recomenzar de nuevo
cuando por fragilidad hubo algún descamino. «Una casa no se hunde por un
impulso momentáneo. Las más de las veces es a causa de un viejo defecto de
construcción. En ocasiones es la prolongada desidia de sus moradores lo que
motiva la penetración del agua. Al principio se infiltra gota a gota y va
insensiblemente carcomiendo el maderaje y pudriendo el armazón. Con el tiempo
el pequeño orificio va tomando mayores proporciones, originándose grietas y
desplomes considerables. Al final, la lluvia penetra a torrentes»5.
Perseverar en la propia vocación es
responder a las sucesivas llamadas que el Señor hace a lo largo de una vida,
aunque no falten obstáculos y dificultades y, a veces, errores aislados,
cobardías y derrotas.
Mientras contemplamos estas escenas de
la Pasión hacemos examen sobre la fidelidad en lo pequeño a la propia vocación.
¿Se insinúa en algún aspecto como una doble vida? ¿Soy fiel a los deberes del
propio estado? ¿Cuido el trato sincero con el Señor? ¿Evito el aburguesamiento
y el apego a los bienes materiales –a las «treinta monedas de plata»–?
II. «Tampoco perdió el Señor la ocasión
para hacer el bien a quien le hacía mal. Después de haber besado sinceramente a
Judas, le amonestó, no con la dureza que merecía, sino con la suavidad con que
se trata a un enfermo. Le llamó por su nombre, que es señal de amistad... Judas,
¿con un beso entregas al Hijo del hombre? (Lc 22, 48).
¿Con muestras de paz me haces la guerra? Y aún, para moverle más a que
reconociera su culpa, le hizo otra pregunta llena de amor:Amigo, ¿a qué has
venido? (Mt 26, 50). Amigo, es mayor la injuria que me
haces porque has sido amigo, más duele el daño que me haces.Porque si fuera
un enemigo el que me maldijera, lo soportaría..., pero tú, amigo mío, mi amigo
íntimo, con quien me unía un amigable trato... (Sal 54,
13). Amigo, que lo has sido y lo debías ser; por Mí puedes serlo de nuevo. Yo
estoy dispuesto a serlo tuyo. Amigo, aunque tú no me quieres, Yo sí. Amigo,
¿por qué haces esto, a qué has venido?»6.
La traición se consuma en el cristiano
por el pecado mortal. Todo pecado, incluso el venial, está relacionado íntima y
misteriosamente con la Pasión del Señor. Nuestra vida es afirmación o negación
de Cristo. Pero Él está dispuesto a admitirnos siempre en su amistad, aun
después de las mayores infamias. Judas rechazó la mano que le tendió el Señor.
Su vida, sin Jesús, quedó rota y sin sentido.
Después de entregarle, Judas debió de
seguir con profundo desasosiego las incidencias del proceso contra Jesús. ¿En
qué acabaría todo aquello? Pronto se enteró de que los príncipes de los
sacerdotes habían dictado sentencia de muerte. Quizá nunca esperó una pena de
tal gravedad, quizá vio al Maestro maltratado... Lo cierto es que viendo
a Jesús sentenciado, arrepentido de lo hecho, restituyó las treinta monedas de
plata. Se arrepintió de su locura, pero le faltó ejercitar la virtud de la
esperanza –que podría alcanzar el perdón– y la humildad para volver a Cristo.
Podía haber sido uno de los doce fundamentos de la Iglesia a pesar de la
enormidad de su culpa, si hubiera pedido perdón a Dios.
El Señor nos espera, a pesar de nuestros
pecados y fallos, en la oración confiada y en la Confesión. «El que antes de la
culpa nos prohibió pecar, una vez aquella cometida, no cesa de esperarnos para
concedernos su perdón. Ved que nos llama el mismo a quien despreciamos. Nos
separamos de Él, mas Él no se separa de nosotros»7.
Por muy grandes que puedan ser nuestros
pecados, el Señor nos espera siempre para perdonar, y cuenta con la flaqueza
humana, los defectos y las equivocaciones. Está siempre dispuesto a volver a
llamarnos amigo, a darnos las gracias necesarias para salir
adelante, si hay sinceridad de vida y deseos de lucha. Ante el aparente fracaso
de muchas tentativas debemos recordar que Dios no pide tanto el éxito, como la
humildad de recomenzar sin dejarse llevar por el desaliento y el pesimismo,
poniendo en práctica la virtud teologal de la esperanza.
III. Emociona contemplar en esta escena
a Jesús pendiente de sus discípulos, cuando era Él quien corría peligro: si
me buscáis a mí, dice a quienes acompañaban a Judas, dejad marchar
a estos8. El Señor cuida de los suyos.
Entonces apresaron a Jesús y le
condujeron a casa del Sumo Sacerdote9. San Juan dice que le ataron10. Y lo harían sin consideración alguna,
con violencia. Aquella chusma le va empujando en medio de un vocerío descortés
e insultante. Los discípulos, asustados y desconcertados, se olvidan de sus
promesas de fidelidad en aquella memorable Cena, y abandonándole,
huyeron todos11.
Jesús se queda solo. Los discípulos han
ido desapareciendo uno tras otro. «El Señor fue flagelado, y nadie le ayudó;
fue afeado con salivas, y nadie le amparó; fue coronado de espinas, y nadie le
protegió; fue crucificado, y nadie le desclavó»12. Se encuentra solo ante todos los
pecados y bajezas de todos los tiempos. Allí estaban también los nuestros.
Pedro le seguía de lejos13. Y de lejos, como comprendería pronto
Pedro después de sus negaciones, no se puede seguir a Jesús. También nosotros
lo sabemos. O se sigue al Señor de cerca o se le acaba negando. «Solo nos falta
cambiar un pronombre en la breve frase evangélica para descubrir el origen de
nuestras propias defecciones: faltas leves o caídas graves, relajamiento
pasajero o largos períodos de tibieza, Sequebatur eum a longe: nosotros
le seguíamos de lejos (...). La Humanidad sigue a Cristo con desesperante
parsimonia, porque hay demasiados cristianos que solo siguen a Jesús de lejos,
desde muy lejos»14.
Pero ahora le aseguramos que queremos
seguirle de cerca; queremos permanecer con Él, no dejarle solo. También en los
momentos y en los ambientes en los que no es popular declararse discípulo suyo.
Queremos seguirle de cerca en medio del trabajo y del estudio, cuando vamos por
la calle y cuando estamos en el templo, en la familia, en medio de una sana
diversión. Pero sabemos que por nosotros mismos nada podemos; con nuestra oración
diaria, sí.
Quizá alguno de los discípulos fue en
busca de la Santísima Virgen y le contó que se habían llevado a su Hijo. Y
Ella, a pesar de su inmenso dolor, les dio paz en aquellas horas amargas.
También nosotros hallaremos refugio en ella –Refugium peccatorum–, si a
pesar de nuestros buenos deseos nos ha faltado valentía para dar la cara por el
Señor cuando Él contaba con nosotros. En Ella encontramos las fuerzas
necesarias para permanecer junto al Señor en los momentos difíciles, con afanes
de desagravio y de corredención.
1 Mt 26, 46-47. — 2 Mt 26, 49. — 3 Hech 1, 17. — 4 Jn 12, 6. — 5 Casiano,Colaciones, 6. — 6 L. de la Palma, La Pasión
del Señor, pp. 59-60. — 7 San Gregorio Magno, Hom.
34 sobre los Evangelios. — 8 Jn 18, 8. — 9 Lc 22, 54. — 10 Jn 18, 12. — 11 Mc 14, 50. — 12 San Agustín, Comentario al
Salmo 21, 2, 8. — 13 Lc 22, 54. — 14 G. Chevrot, Simón Pedro,
Rialp, 14ª ed., Madrid 1982, pp. 242-243.
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Fuente: Archidiócesis de Madrid
Dionisio de Corinto, Santo Obispo, Abril 8
Dionisio de Corinto, Santo Obispo, Abril 8
Obispo de Corinto
Martirologio Romano:
Conmemoración de san Dionisio, obispo de Corinto, el cual, dotado de admirable
conocimiento de la palabra de Dios, no sólo enseñó con la predicación a los
fieles de su ciudad y de su provincia, sino también a los obispos de otras
ciudades y provincias mediante sus cartas (180).
Etimológicamente: Dionisio = Aquel que mantiene la fe en Dios, es de origen griego.
Los menologios
griegos dan noticia de su condición episcopal cuando lo incluyen en las
listas de obispos, mencionando su óbito alrededor del año 180. También
Eusebio de Cesarea nos relata algo de su actividad al recogerlo en la
Historia Eclesiástica como uno de los grandes hombres que contribuyeron a
extender por el mundo el Evangelio.
Pertenece a las primeras generaciones de cristianos. Es uno de los primitivos eslabones de la larga cadena que sólo tendrá fin cuando acabe el tiempo. Por el momento en que vivió, resulta que con él entramos en contacto con la antiquísima etapa en que la Iglesia está aún, como aprendiendo a andar, dando sus primeros pasos; su expresión en palabras sólo se siente en la tierra como un balbuceo y la gente que conoce y sigue a Cristo son poco más que un puñado de hombres y mujeres echados al mundo, como a voleo, por la mano del sembrador y desparramados por el orbe. Dionisio fue un obispo que destaca por su celo apostólico y se aprecia en él la preocupación ordinaria de un hombre de gobierno. Rebasa los límites geográficos del terruño en donde viven sus fieles y se vuelca allá donde hay una necesidad que él puede aliviar o encauzar. En su vida resuena el eco paulino de sentir la preocupación por todas las iglesias. Aún la organización eclesiástica -distinta de la de hoy- no entiende de intromisiones; la acción pastoral es aceptada como buena en cualquier terreno en donde hay cristianos. Posiblemente el obispo Dionisio pensaba que si se puede hacer el bien, es pecado no hacerlo. Todas las energías se aprovechan, porque son pocos los brazos, es extenso el campo de labranza... y corto el tiempo. Siendo la labor tan amplia, el estilo que impera es prestar atención espiritual a los fieles cristianos donde quiera que se encuentren sin sentirse coartado por el espacio; la jurisdicción territorial vino después. Él se siente responsable de todos porque todos sirven al mismo Señor y tienen el mismo Dueño. Los discípulos -pocos para lo que es el mundo- se tratan mucho entre ellos, todo lo que pueden; traen y llevan noticias de unos y de otros; todos se encuentran inquietos, ocupados por la suerte del "misterio" y dispuestos siempre a darlo a conocer. Las dificultades para el contacto son muchas, lentas y hasta peligrosas algunas veces, pero por las vías van los carros y por los mares los veleros; lo que sirve a los hombres para la guerra, las conquistas, la cultura o el dinero, el cristiano lo usa —como uno más— para extender también el Reino. Se saben familia numerosa esparcida por el universo; tienen intereses, dificultades, proyectos y anhelos comunes ¡lógico que se sientan unidos en un entorno adverso en tantas ocasiones! Y en este sentido tuvo mucho que ver Corinto, —junto al istmo y al golfo del mismo nombre— que en este tiempo es la ciudad más rica y próspera de Grecia, aunque no llega al prestigio intelectual de Atenas. Corinto es la sede de Dionisio; fue, no hace mucho, aquella iglesia que fundó Pablo con la predicación de los primeros tiempos y que luego atendió, vigiló sus pasos, guió su vida y alentó su caminar. Tiene una situación privilegiada: es una ciudad con dos puertos, un importante nudo de comunicaciones en donde se mezcla el sabio griego con el comerciante latino y el rico oriental; allí viven hermanadas la grandeza y el vicio, la avaricia, la trampa, la insidia y el desconcierto; todas las razas tienen sitio y también los colores y los esclavos y los dueños. El barullo de los mercados es trajín en los puertos. Hay intercambio de culturas, de pensamiento. Entre los miles que van vienen, de vez en cuando un cristiano se acerca, contacta, trae noticias y lleva nuevas a otro sitio del Imperio. ¡Cómo aprovechó Dionisio sus posibilidades! Porque resalta su condición de escritor. Que se tengan noticias, mandó cartas a los cristianos Lacedemonios, instruyéndoles en la fe y exhortándoles a la concordia y la paz; a los Atenienses, estimulándoles para que no decaiga su fe; a los cristianos de Nicomedia para impugnar muy eruditamente la herejía de Marción; a la iglesia de Creta a la que da pistas para que sus cristianos aprendan a descubrir la estrategia que emplean los herejes cuando difunden el error. En la carta que mandó al Ponto expone a los bautizados enseñanzas sobre las Sagradas Escrituras, les aclara la doctrina sobre la castidad y la grandeza del matrimonio; también los anima para que sean generosos con aquellos pecadores que, arrepentidos, quieran volver desde el pecado. Igualmente escribió carta a los fieles de Roma en tiempos del papa Sotero; en ella, elogia los notables gestos de caridad que tienen los romanos con los pobres y testifica su personal veneración a los Vicarios de Cristo. La vida de este obispo griego —incansable articulista— terminó en el último tercio del siglo II. Sin moverse de Corinto, ejerció un fecundo apostolado epistolar que no conoció fronteras; el papel, la pluma y el mar Mediterráneo fueron sus cómplices generosos en la difusión de la fe. |
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María Rosa Julia Billiart, Santa Fundadora, Abril 8
Fundadora del Instituto de Santa María
Martirologio Romano:
En Namur, junto al Mosa, en Brabante, santa Julia Billiart, virgen, que, para
asegurar la educación de las jóvenes, fundó el Instituto de Santa María y
propagó la devoción al Sagrado Corazón de Jesús (1816).
(1752-1816)
María Rosa Julia
Billiart nació el 12 de julio de 1752 en Cuvilly (Bélgica), en el seno de una
familia de agricultores acomodados propietarios también un pequeño comercio.
Habiendo aprendido el catecismo de memoria, el párroco le permitió hacer la
primera comunión a los nueve años.
Aunque Julia tenía que trabajar, pues entonces en la familia había necesidades económicas, siempre buscaba tiempo para visitar a los enfermos, ayudar a los demás y hacer oración. Un día en que se hallaba sentada junto a su padre, alguien disparó una pistola contra éste; el atentado la impresionó tanto que perdió el movimiento de las piernas. Con frecuencia la gente la oía decir: ¡Qué bueno es Dios! En 1790, durante la revolución francesa y la época napoleónica, tuvo que huir a Compregne, perseguida por las autoridades, debiendo cambiar de residencia constantemente. Las penalidades agravaron de tal suerte su enfermedad que perdió el habla durante varios meses. Al fin del tiempo del Terror se trasladó a Amiens a la casa del vizconde Blin de Borbón. Ahí recobró el habla y conoció a Francisca Blin de Borbón, mujer inteligente y culta, vizcondesa de Gézaincourt, que sería su amiga íntima y colaboradora. La persecución estalló nuevamente y Julia debió refugiarse en casa de la familia Doria, en Bettencourt, donde conoció al padre José Varin. En Amiens, Julia y Francisca fundaron el Instituto de Nuestra Señora con apoyo del padre Varin. El fin del instituto era el cuidado espiritual de los niños y la formación de catequistas. Fue la primera congregación religiosa moderna sin distinciones entre las religiosas. Pronto ingresaron al instituto algunas candidatas, se abrió un orfanato y se inauguraron clases nocturnas de catecismo. Julia decía: “Pensad cuán pocos sacerdotes hay actualmente y cuántos niños necesitados se debaten en la ignorancia. Tenemos que luchar para ganarlos para Cristo”. En 1804, al final de una misión popular, sucedió un hecho extraordinario. El padre Enfantin pidió a la madre Julia se uniera a él en una novena por una intención particular. Al quinto día de la novena, que era día del Sagrado Corazón, el padre se acercó a la madre, que llevaba veintidós años paralítica, y le dijo: “Madre, si tiene fe, dé un paso en honor al Sagrado Corazón de Jesús”. La madre se levantó y comenzó a caminar. La salud le permitió consolidar y extender su obra: se inauguraron los conventos de Namur, Gante y Tournai. El padre Varin fue sustituido por otro sacerdote. El nuevo confesor sembró la discordia y logró alejar de la madre Julia a muchas personas que hasta entonces habían visto con buenos ojos la fundación. El obispo de Amiens exigió que la madre saliera de su diócesis y se retiró con las religiosas al convento de Namur donde el obispo las recibió cordialmente. La madre Julia pasó los siete últimos años de su vida formando a las religiosas y fundando nuevas casas. Inicios Desde 1816 la salud de la madre decayó rápidamente. Murió el 8 de abril de ese mismo año mientras recitaba el Magnificat; el cardenal Sterckx calificó la obra de la madre como explosión del espíritu apostólico en el corazón de una mujer que supo creer y amar. Fue beatificada por san Pío X en 1906. Pablo VI la canonizó el 22 de julio de 1969. |
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Fuente: L´Osservatore romano
Augusto Czartoryski, Beato Sacerdote Salesiano, Abril 8
Augusto Czartoryski, Beato Sacerdote Salesiano, Abril 8
Sacerdote Salesiano
Martirologio Romano:
En Alassio, cerca de Albenga, de la Liguria, en Italia, beato Augusto
Czartoryski, presbítero de la Sociedad Salesiana, cuya salud enfermiza no le impidió
caminar según la llamada de Dios, mostrando eximios ejemplos de santidad
(1893).
Etimológicamente: Augusto = Aquel que es venerado y respetado, es de origen latino.
Príncipe polaco del
siglo XIX, presbítero y religioso de la Sociedad Salesiana de San Juan Bosco
(fecha de beatificación: 25 de abril de 2004).
Nació en París el 2 de agosto de 1858, en el exilio. Desde hacía unos treinta años su noble estirpe, vinculada a la historia y los intereses dinásticos de Polonia, había emigrado a Francia. El príncipe Adán Czartoryski había cedido la sucesión de la estirpe, así como de la actividad patriótica, al príncipe Ladislao, unido en matrimonio con la princesa María Amparo (hija de la reina de España María Cristina y del duque Rianzárez). Son estos los padres de Augusto, primogénito de la familia. Cuando tenía seis años murió su madre, enferma de tuberculosis, que transmitirá a su hijo. Cuando el mal manifestó en él sus primeros síntomas, comenzó para Augusto una larga peregrinación en busca de la salud, que nunca recuperaría: Italia, Suiza, Egipto, España... Pero no era la salud el principal objetivo de su búsqueda: coexistía en su alma juvenil otra búsqueda mucho más preciosa, la de su vocación. Era consciente de que no estaba hecho para la vida de la corte. A los veinte años, en una carta a su padre le decía, entre otras cosas, aludiendo a las fiestas mundanas, en las que se veía obligado a participar: “Le confieso que estoy cansado de todo esto. Son diversiones inútiles, que me angustian”. San José Kalinowski —canonizado por Juan Pablo II en 1991—, que había sufrido diez años de trabajos forzados en Siberia, y después se hizo carmelita, fue preceptor de Augusto sólo durante tres años (1874-1877), pero dejó en él una profunda huella. Por él sabemos que quienes orientaron al príncipe en su búsqueda vocacional fueron sobre todo las figuras de san Luis Gonzaga y de san Estanislao de Kostka. Le entusiasmaba el lema de este último: “Ad maiora natus sum”. “La vida de san Luis, del padre Cepari, que me mandaron de Italia —escribe Kalinowski— influyó mucho en el progreso espiritual de Augusto y le abrió el camino a una unión más fácil con Dios”. Pero el acontecimiento decisivo de su vida fue el encuentro con don Bosco. Augusto tenía 25 años. Sucedió en París, precisamente en el palacio Lambert, donde el fundador de los salesianos celebró la misa en el oratorio de la familia. Los acólitos fueron el príncipe Ladislao y Augusto. Desde aquel día Augusto vio en el santo educador al padre de su alma y al árbitro de su porvenir. En el joven la vocación a la vida religiosa se había ido afirmando cada vez más. A pesar de ser el primer heredero, no sentía inclinación a formar una familia. Después del encuentro con don Bosco, Augusto no sólo sintió que se reforzaba su vocación al estado religioso, sino que tuvo la clara convicción de que estaba llamado a ser salesiano. Desde entonces, en cuanto su padre se lo permitía, iba a Turín para encontrarse con don Bosco y recibir sus consejos. Hizo también varias veces ejercicios espirituales bajo la dirección del santo. Don Bosco tuvo siempre una actitud de gran cautela sobre la aceptación del príncipe en su congregación. Fue el Papa León XIII, en persona, quien disipó toda duda. Reconociendo la voluntad de Augusto, el Papa concluyó: “Decid a don Bosco que es voluntad del Papa que os reciba entre los salesianos”. “Muy bien, amigo mío”, respondió inmediatamente don Bosco, “yo lo acepto. Desde este instante, usted forma parte de nuestra Sociedad y deseo que pertenezca a ella hasta la muerte”. A finales de junio de 1887, tras renunciar a todos sus derechos en favor de sus hermanos, fue enviado a San Benigno Canavese para un breve aspirantado, antes del noviciado, que comenzó en ese mismo año. Tuvo que luchar contra los intentos de su familia, que no se resignaba a esa elección. Su padre iba a visitarlo y trataba de disuadirlo. Emitió los votos el 24 de noviembre de 1887 en la basílica de María Auxiliadora ante don Bosco. “Ánimo, mi príncipe —le susurró el santo—. Hoy hemos alcanzado una magnífica victoria. Pero puedo también decirle, con gran alegría, que llegará un día en el que usted será sacerdote y por voluntad de Dios hará mucho bien a su patria”. Don Bosco murió dos meses después. A causa de su enfermedad lo enviaron a estudiar la teología a la costa de Liguria. El decurso de su enfermedad hizo que su familia renovara con mayor insistencia sus intentos de alejarlo de la vocación. Al cardenal Parocchi, a quien pidieron que influyera para apartarlo de la vida salesiana, él le escribe: “En plena libertad he querido emitir los votos, y lo hice con gran alegría de mi corazón. Desde aquel día, viviendo en la Congregación, disfruto de una gran paz de espíritu, y doy gracias al Señor que me ha permitido conocer la Sociedad Salesiana y me ha llamado a vivir en ella”. Fue ordenado sacerdote el 2 de abril de 1892 en San Remo por mons. Tommaso Reggio, obispo de Ventimiglia. Su padre, el príncipe Ladislao, y su tía Isa no asistieron a la ordenación, aunque poco después toda la familia aceptó plenamente su vocación. La vida sacerdotal de don Augusto duró sólo un año, que pasó en Alassio, en una habitación que daba al patio de los muchachos. El cardenal Cagliero resume así este último período de su vida: “Ya no era de este mundo. Su unión con Dios, la conformidad perfecta con la divina voluntad en la enfermedad agravada, el deseo de configurarse con Jesucristo en los sufrimientos y en las aflicciones lo hacían heroico en la paciencia, sereno en el espíritu, e invencible, más que en el dolor, en el amor de Dios”. Murió en Alassio la tarde del sábado 8 de abril de 1893, en la octava de Pascua, sentado en el sillón que había usado don Bosco. “¡Qué hermosa Pascua!”, había dicho el lunes al hermano que lo asistía, sin imaginar que el último día de la octava lo habría celebrado en el paraíso. Tenía treinta y cinco años de edad y cinco de vida salesiana. En su recordatorio de primera misa había escrito: “Para mí un día en tus atrios vale más que mil fuera. Bienaventurado quien vive en tu casa: siempre canta tus alabanzas” (Salmo 83). Sus restos fueron trasladados a Polonia y sepultados en la cripta parroquial de Sieniawa, junto a la tumba de familia. Sucesivamente fueron trasladados a la iglesia salesiana de Przemysl. (Texto: L’Osservatore romano, edición en lengua española, 23 de abril de 2004). |
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Fuente: Franciscanos.org
Julián de San Agustín, Beato Religioso Franciscano, Abril 8
Julián de San Agustín, Beato Religioso Franciscano, Abril 8
Religioso Franciscano
Martirologio Romano:
En Alcalá de Henares, en España, beato Julián de San Agustín, religioso de
la Orden de Hermanos Menores Descalzos, que fue tomado por loco a causa de su
exagerada penitencia y varias veces rechazado de la vida religiosa,
predicando a Cristo más con el ejemplo que con palabras (1606).
Etimológicamente: Julián = Aquel que pertenece a la familia Julia, es de origen latino.
Religioso profeso de
la Primera Orden franciscana, que nació hacia 1553 y murió en 1606. Fue
beatificado por León XII el 23 de mayo de 1825.
Julián Martinet, nuestro beato, nació en Medinaceli (Soria), en Castilla la Vieja, España, hijo de Andrés Martinet, francés fugitivo de Toulouse a causa de los calvinistas, y de Catalina Gutiérrez, joven obrera de Aguaviva. Ya enteramente educado, en edad juvenil vistió el hábito de los Hermanos Menores en el Convento-Retiro de La Salceda. Desde un principio se dio a tan exageradas penitencias, que sus hermanos de religión lo juzgaron loco y le aconsejaron retirarse. Después de mucha insistencia, fue recibido nuevamente, pero luego fue despedido por los mismos motivos. Entonces se pasó a vivir cerca del convento llevando una vida eremítica; cada día pedía a los frailes un trozo de pan, y éstos, conmovidos por su vida santa, lo aceptaron por tercera vez en el convento y así finalmente pudo emitir la profesión en la Orden franciscana en calidad de religioso laico. Después de una breve permanencia en los conventos de Alcalá y de Ocaña, regresó de nuevo al convento de San Diego de Alcalá. Al encomendársele el oficio de limosnero se distinguió por la rigurosa mortificación, la pobreza y la humildad. Favorecido con el don de profecía y de ciencia infusa, mereció una gran veneración de parte del pueblo, al que edificó con sus virtudes y en el que logró muchas conversiones. El amor hacia Dios le inspiraba comprensión para con el prójimo. La miseria de los pobres despertaba en él una tierna compasión. Se interesaba por sus necesidades, los consolaba hablándoles de la felicidad del cielo; exhortaba a los ricos a ayudar a los pobres y a darles trabajo. Dividía su alimento con los hambrientos. Era maravilloso su apostolado cuando de puerta en puerta pedía la limosna. Por muchos años ejercitó este apostolado con humildad y paciencia; tenía para todos una palabra de aliento, para llevar almas a Dios, quien glorificaba la humildad de su siervo con prodigios: muchos enfermos fueron curados, multiplicaba los alimentos; profesores de la universidad de Alcalá a menudo iban a consultarle sobre difíciles asuntos y volvían maravillados de sus respuestas, convencidos de que Dios le había infundido la ciencia. Después de una vida pura, inocente, mortificada, plena de obras buenas, Fray Julián vio llegar finalmente la hora de la recompensa. Recibió los últimos sacramentos con gran fervor y luego, con el rostro iluminado por una luz divina, abandonó el destierro para llegar a la patria del cielo. Era el 8 de abril de 1606. Tenía 53 años de edad. A la noticia de su muerte el clero, los profesores de la universidad, los nobles y sobre todo el pueblo que él había amado tanto, acudieron al convento de los Hermanos Menores para venerar al siervo de Dios, cuyo cuerpo permaneció expuesto por dieciocho días. Numerosos milagros sucedieron en su tumba, que fue colocada en una capilla que el pueblo de inmediato llamó de San Julián. En Alcalá le dedicaron una calle: Calle San Julián |
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Fuente: OsaNet.org
Clemente de Ósimo, Beato Presbítero Agustino, Abril 8
Clemente de Ósimo, Beato Presbítero Agustino, Abril 8
Presbítero Agustino
Martirologio Romano:
En Orvieto, de la Toscana, en Italia, beato Clemente de Ósimo, presbítero de
la Orden de Ermitaños de San Agustín, que dirigió y promovió la Orden con
gran eficacia y adaptó sabiamente sus leyes (1291).
Etimológicamente: Clemente = Aquel que es comprensivo, bondadoso y capaz de perdonar, es de origen griego.
Nació a primeros del
siglo XIII en la región italiana de las Marcas (Italia), muy proba-blemente
en San Elpidio, si bien los primeros historiadores lo hacen natural de Osimo.
De adolescente entró a formar parte de la Congregación eremítica de Bréttino, llegará a ser agustino en 1256.. En 1269 era provincial de la provincia anconitana. A partir del 1271 gobernó la Orden por tres años. Después de haber renunciado a su oficio, llevo una vida retirada. Aun así, tuvo el cargo de visitador de la Provincia Romana. Por segunda vez es elegido General, ahora por unanimidad, en el Capítulo de 1284. Luego, en el Capítulo celebrado en Florencia en 1287 sería confirmado por otros tres años, y obligado a aceptar nuevamente el cargo de General en el Capítulo de Ratisbona de 1290. La muerte le sorprendió en la primavera del año siguiente. Clemente desarrolló en su generalato una gran labor en beneficio de la Orden: interviene en algunas Provincias, potencia los estudios, insiste en la observancia religiosa, consigue ayudas económicas, dispensas pontificias, como por ejemplo la exención de la jurisdicción de los obispos, funda conventos femeninos, fomenta la creación de bibliotecas y archivos provinciales, etc. Su gobierno destaca por haber comenzado en la Orden la tradición mariana (1284) cuando habla de Benedicta tu y Vigiliae B. M. Virginis en honor de Nuestra Señora de Gracia; por la formulación y promulgación de leyes estables o Constituciones para toda la Orden, conocidas por Constituciones de Ratisbona (1290), que permanecieron en vigor, salvo ciertos retoques, hasta 1551; y por apostar firmemente por la cultura, creando cuatro Estudios Generales en Italia – Roma, Bolonia, Padua y Nápoles – y otro más en París, centro de la cultura europea del tiempo. Cuatro veces General, gobernó la Orden de forma admirable, labor que le fue reconocida por los Papas Honorio IV y Nicolás IV. Visitó los conventos de Francia, Alemania e Italia, y fue confesor del cardenal Gaetani, futuro Bonifacio VIII. Murió con fama de taumaturgo y de santo en Orvieto el 8 de abril de 1291, siendo enterrado en el convento agustino de la ciudad. En épocas sucesivas sus restos fueron repartidos entre Orvieto, Ósimo y San Elpidio. A principios del siglo XIX gran parte de sus reliquias fueron trasladadas a la iglesia de San Agustín de Roma, donde permanecieron hasta que en 1970 pasaron a la capilla de la Curia General de la Orden. Clemente XIII confirmó el culto ab immemorabili en 1761. |
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Domingo del Santísimo Sacramento
(Iturrate Zubero), Beato
Sacerdote Trinitario, Abril 8
Sacerdote Trinitario
Martirologio Romano:
En el convento de Belmonte, cerca de Cuenca, en España, beato Domingo del Santísimo
Sacramento Iturrate, presbítero de la Orden de la Santísima Trinidad, que
trabajó con todas sus fuerzas en la salvación de las almas y en fomentar la
glorificación de la Trinidad (1927).
Nació en Dima,
Vizcaya, el 26 de mayo de 1901 y murió de tuberculosis en el monasterio
trinitario de Belmonte, Murcia, el 7 de abril de 1927.
En su infancia define su vocación e ingresa al seminario (1914). tomando el nombre religioso de Domingo del Santísmo Sacramento, fue ordenado sacerdote en 1918. A pesar de su juventud, Dios permitió que su entrega fuese definitiva. Destacó por su extraordinaria devoción a Cristo en la Eucaristía. En Roma obtuvo el grado de doctor en Filosofía y Teología. Para Domingo lo importante fue: "...no hacer muchas cosas sino hacer bien todo lo que es del agrado de Dios". Quienes lo rodeaban atestiguaron que: "Cuando celebraba la Eucaristía, se identificaba con la persona de Cristo". El concepto de santidad que adquirió en su vida, lo asistió en su enfermedad, ya que una tuberculosis aceleró su entrada a la patria celestial. No solo se destacó por su amor a Cristo, la Virgen María, y la Eucaristía, también por su piedad y por su erudición teológica, como también por su amór a los enfermos abandonados. Beatificado por S.S. Juan Pablo II el 30 de Octubre de 1983, quien afirmó: "Todo lo orientaba hacia la Trinidad y todo lo contemplaba desde ese inefable misterio". |
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Fuente:
Martirologio Romano
Otros Santo y Beatos Completando el santoral de este día, Abril 8
Otros Santo y Beatos Completando el santoral de este día, Abril 8
San Agabo, santo del NT
Conmemoración de san Agabo, profeta, que, según atestiguan los Hechos de los apóstoles, movido por el Espíritu Santo anunció una gran hambre sobre toda la tierra, así como las dificultades que Pablo habría de soportar de los gentiles (s. I). Santos Herodión, Asíncrito y Flegón, santos del AT Conmemoración de los santos Herodión, Asíncrito y Flegón, a los que el apóstol san Pablo saluda en la Carta a los romanos (s. I). Santos Timoteo, Diógenes, Macario y Máximo, mártires En Antioquía, en Siria, santos Timoteo, Diógenes, Macario y Máximo, mártires (s. inc.). San Dionisio, obispo y confesor En Alejandría, en Egipto, san Dionisio, obispo, varón de gran erudición, preclaro por su confesión de la fe y por la diversidad de sufrimientos y tormentos, descansando como confesor de la fe, ya anciano, en tiempo de los emperadores Valeriano y Galieno (c. 265). ...[leer hagiografía] San Amancio, obispo En Como, de la Liguria, san Amancio, obispo, que fue el tercero en la cátedra de esta Iglesia y fundó la basílica de los Apóstoles (449). |
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Fuentes:
IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com
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