J†A
JMJ
Pax
† Lectura del
santo Evangelio según san Juan (8, 31-42)
Gloria a ti,
Señor.
En aquel tiempo,
Jesús dijo a los que habían creído en él:
“Si se mantienen
fieles a mi palabra, serán verdaderos discípulos míos, conocerán la
verdad y la verdad los hará libres”.
Ellos
replicaron:
“Somos hijos de
Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú:
‘Serán libres’?”
Jesús les
contestó:
“Yo
les aseguro que todo el que peca es un esclavo y el esclavo no
se queda en la casa para siempre; el hijo sí se queda para
siempre. Si el Hijo les da la libertad, serán realmente libres. Ya sé
que son hijos de Abraham; sin embargo, tratan de matarme, porque
no aceptan mis palabras. Yo hablo de lo que he visto en casa de
mi Padre: ustedes hacen lo que han oído en casa de su padre”.
Ellos le
respondieron:
“Nuestro padre
es Abraham”.
Jesús les dijo:
“Si fueran hijos
de Abraham, harían las obras de Abraham. Pero tratan de matarme
a mí, porque les he dicho la verdad que oí de Dios. Eso no lo hizo
Abraham. Ustedes hacen las obras de su padre”.
Le respondieron:
“Nosotros
no somos hijos de prostitución. No tenemos más padre que a Dios”.
Jesús les dijo
entonces:
“Si Dios
fuera su Padre me amarían a mí, porque yo salí de Dios y vengo de Dios;
no he venido por mi cuenta, sino enviado por él”.
Palabra del
Señor.
Gloria a ti,
Señor Jesús.
Suplicamos
tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al
menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María,
llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las
mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es
igual: las “palabras de vida
eterna” (Jn 6,68; Hc
7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar
por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a
Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la
Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a
Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que
hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y
de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d)
pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del
mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Nota: es una
película protestante, por eso falta LA MADRE.
El que no valora una obra de arte es porque necesita cultura: https://www.youtube.com/watch?v=mTKKaT-KaKw
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús
está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: “si no coméis la
carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Jn 6,53;
1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera
"si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana".
Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión)
con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del
Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda
su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar
eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta
del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el
altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: “Te amo, pero no quiero
verte todos los días, y menos los de descanso”? ¿Le ama realmente?
Faltar a
Misa viola los principales mandamientos: el primero (“Amar a Dios sobre todas
las cosas”) y tercero (“Santificar las fiestas”). Por nuestro propio bien y
evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168
horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los “dioses” son el descanso,
entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al
oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías
para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! “Una misa vale más que todos los
tesoros del mundo”… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la
Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch
20,7; 2 Ts 2,15).
Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir “Padre Nuestro” si rechazamos
volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir “Santificado sea Tu Nombre”, “Venga a
nosotros Tu Reino”, “Hágase Tu Voluntad”, “Danos hoy nuestro pan supersubstancial
de cada día” y “no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo”, si
todo eso lo obtenemos de la Misa?
Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la
santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es
posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en
la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos
los pecados mortales: “quien come y bebe sin
discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación” (1 Cor
11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no
confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al
menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los
métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho
a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación
natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por
iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a
reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo
importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html
Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende
la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo
1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales
objetivamente, pero subjetivamente,
pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que
lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).
† Misal
Bendito seas,
Señor, para siempre
Feria de la 5a.
semana de Cuaresma
Señor, haz que
seamos fieles a tu palabra
Antífona de Entrada
Tú me libras,
Señor, de la ira de mis enemigos, me haces triunfar sobre mis
adversarios y me salvas del hombre malvado.
Oración Colecta
Oremos:
Ilumina, Señor,
el corazón de tus hijos, purificado por las penitencias
cuaresmales y concédenos manifestar en nuestra vida el deseo
de servirte que nos has inspirado.
Por nuestro
Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
Lectura del
libro del profeta Daniel (3, 14-20.
49-50. 91-92. 95)
En aquellos días
dijo el rey Nabucodonosor:
“¿Es
cierto, Sedrak, Mesak y Abednegó, que no quieren servir a
mis dioses, ni adorar la estatua de oro que he mandado
levantar? Pues bien, si no es cierto, estén dispuestos para que,
al oír sonar el cuerno, la flauta, la cítara, el salterio, la
chirimía y toda clase de instrumentos, se postren y adoren la
estatua que he mandado hacer. Pero si no la adoran, serán
arrojados inmediatamente a un horno encendido. ¿Y qué dios
podrá librarlos entonces de mis manos?”
Pero Sedrak,
Mesak y Abednegó contestaron al rey Nabucodonosor: “No es necesario
responder a tu pregunta, pues el Dios a quien servimos puede
librarnos del horno encendido y nos librará de tus manos; y aunque no
lo hiciera, sábete que de ningún modo serviremos a tus
dioses, ni adoraremos la estatua de oro,que has mandado levantar”.
Entonces
Nabucodonosor se enfureció y la expresión de su rostro cambió para
Sedrak, Mesak y Abednegó. Mandó encender el horno y aumentar la
fuerza del fuego siete veces más de lo acostumbrado. Después ordenó
que algunos de los hombres más fuertes de su ejército ataran a
Sedrak, Mesak y Abednegó y los arrojaran al
horno encendido.
Pero el ángel
del Señor bajó del cielo, se puso junto a ellos, apartó las llamas y
produjo en el horno un frescor como de brisa y de rocío, y el
fuego no los atormentó, ni los hirió, ni siquiera los tocó. El
rey Nabucodonosor, estupefacto, se levantó precipitadamente y
dijo a sus consejeros: “¿Acaso no estaban atados los tres hombres que
arrojamos al horno?” Ellos contestaron: “Sí, señor”. El rey replicó:
“¿Por qué, entonces, estoy viendo cuatro hombres sueltos, que se
pasean entre las llamas, sin quemarse? Y el cuarto, parece un ángel”.
Nabucodonosor
los hizo salir del horno y exclamó: “Bendito sea el Dios de Sedrak,
Mesak y Abednegó, que ha enviado a su ángel para librar a sus siervos,
que confiando en él, desobedecieron la orden del rey y expusieron su
vida, antes que servir y adorar a un dios extraño”.
Palabra de Dios.
Te alabamos,
Señor.
Salmo
Responsorial Daniel 3
Bendito seas,
Señor, para siempre.
Bendito seas, Señor,
Dios de nuestros padres. Bendito sea tu nombre santo y glorioso.
Bendito seas,
Señor, para siempre.
Bendito seas en
tu templo santo y glorioso. Bendito seas en el trono de tu reino.
Bendito seas,
Señor, para siempre.
Bendito eres tú,
Señor, que penetras con tu mirada los abismos y te sientas en un
trono rodeado de querubines.Bendito seas, Señor, en la bóveda del cielo.
Bendito seas,
Señor, para siempre.
Aclamación antes
del Evangelio
Honor y gloria a
ti, Señor Jesús.
Dichosos los que
cumplen la palabra del Señor con un corazón bueno y sincero, y
perseveran hasta
dar fruto.
Honor y gloria a
ti, Señor Jesús.
Evangelio
† Lectura del
santo Evangelio según san Juan (8, 31-42)
Gloria a ti,
Señor.
En aquel tiempo,
Jesús dijo a los que habían creído en él:
“Si se mantienen
fieles a mi palabra, serán verdaderos discípulos míos,
conocerán la verdad y la verdad los hará libres”.
Ellos
replicaron:
“Somos hijos de
Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú:
‘Serán libres’?”
Jesús les contestó:
“Yo
les aseguro que todo el que peca es un esclavo y el esclavo no
se queda en la casa para siempre; el hijo sí se queda para
siempre. Si el Hijo les da la libertad, serán realmente libres. Ya sé
que son hijos de Abraham; sin embargo, tratan de matarme, porque
no aceptan mis palabras. Yo hablo de lo que he visto en casa de
mi Padre: ustedes hacen lo que han oído en casa de su padre”.
Ellos le
respondieron:
“Nuestro padre
es Abraham”.
Jesús les dijo:
“Si fueran hijos
de Abraham, harían las obras de Abraham. Pero tratan de matarme
a mí, porque les he dicho la verdad que oí de Dios. Eso no lo hizo
Abraham. Ustedes hacen las obras de su padre”.
Le respondieron:
“Nosotros
no somos hijos de prostitución. No tenemos más padre que a Dios”.
Jesús les dijo
entonces:
“Si Dios
fuera su Padre me amarían a mí, porque yo salí de Dios y vengo de
Dios; no he venido por mi cuenta, sino enviado por él”.
Palabra del
Señor.
Gloria a ti,
Señor Jesús.
Oración sobre
las Ofrendas
Acepta, Señor,
estos dones que tú has querido que te ofrezcamos para alabanza
tuya y salvación nuestra.
Por Jesucristo,
nuestro Señor.
Amén.
Prefacio de la
pasión del Señor I
La fuerza de la
cruz
El Señor esté
con ustedes.
Y con tu
espíritu.
Levantemos el
corazón.
Lo tenemos levantado
hacia el Señor.
Demos gracias al
Señor, nuestro Dios.
Es justo y
necesario.
En verdad es
justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre
y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque en la
pasión salvadora de tu Hijo diste a los hombres una nueva comprensión
de tu majestad y una nueva manera de alabarla, al poner de
manifiesto, por la eficacia inefable de la cruz, el poder del
crucificado y el juicio que del mundo has hecho.
Por eso, ahora
nosotros, llenos de alegría, te aclamamos con los ángeles y los
santos diciendo:
Santo, Santo,
Santo...
Antífona de
la Comunión
Dios nos ha
hecho entrar al Reino de su Hijo amado, por cuya sangre recibimos
la redención y el perdón de los pecados.
Oración después
de la Comunión
Oremos:
Concédenos,
Señor, que este sacramento que hemos recibido, nos purifique
de todos nuestros vicios y nos confirme para siempre en tu amistad.
Por Jesucristo,
nuestro Señor.
Amén.
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Dia 5/04 San
Vicente Ferrer (presbítero, blanco)
Antífona de
Entrada
Estos son los
hombres santos amigos de Dios, insignes predicadores del Evangelio.
Oración
Colecta
Oremos:
Señor y Dios nuestro, tú que concediste a los pueblos infieles salir de las tinieblas a la luz de la verdad mediante la predicación de san Vicente Ferrer, concédenos, por su intercesión, permanecer firmes en la fe y constantes en la esperanza evangélica que él anunció.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Señor y Dios nuestro, tú que concediste a los pueblos infieles salir de las tinieblas a la luz de la verdad mediante la predicación de san Vicente Ferrer, concédenos, por su intercesión, permanecer firmes en la fe y constantes en la esperanza evangélica que él anunció.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera
Lectura
Ahora sólo
espero la corona merecida
+ Lectura de
la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4, 6-8. 17-18
Querido
hermano: Ha llegado para mí la hora del sacrificio y se acerca el momento de mi
partida. He luchado bien en el combate, he corrido hasta la meta, he
perseverado en la fe. Ahora sólo espero la corona merecida, con la que el
Señor, justo juez, me premiará en aquel día, y no solamente a mí, sino a todos
aquellos que esperan con amor su glorioso advenimiento.
Cuando todos me abandonaron, el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, por mi medio, se proclamara claramente el mensaje de salvación y lo oyeran todos los paganos. Y fui librado de las fauces del león. El Señor me seguirá librando de todos los peligros y me llevará sano y salvo a su Reino celestial.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Cuando todos me abandonaron, el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, por mi medio, se proclamara claramente el mensaje de salvación y lo oyeran todos los paganos. Y fui librado de las fauces del león. El Señor me seguirá librando de todos los peligros y me llevará sano y salvo a su Reino celestial.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo
Responsorial
Del salmo 39
Aquí estoy,
Señor, para hacer tu voluntad.
Con una gran confianza
esperé en el Señor; él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. El me puso en
la boca un canto nuevo, un himno a nuestro Dios.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Sacrificios y
ofrendas ya no quieres, en cambio me has dejado oír tu voz; no pides
expiaciones ni holocaustos, así que dije: "Aquí estoy".
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
En el libro
sagrado se me ordena cumplir lo que tú mandas. Me agrada hacer tu voluntad,
Dios mío, pues tu ley es la entraña de mi entraña.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
He dado a
conocer tu salvación ante todo tu pueblo; tú bien sabes, Señor, que no guardé
silencio.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Aclamación
antes del Evangelio
Aleluya,
aleluya.
Velen y oren, para que puedan presentarse sin temor ante el Hijo del hombre.
Aleluya.
Velen y oren, para que puedan presentarse sin temor ante el Hijo del hombre.
Aleluya.
Evangelio
También
ustedes estén preparados
+ Lectura del
santo Evangelio según san Lucas 12, 35-40
Gloria a
ti,Señor.
En aquel
tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
"Estén listos, con la túnica puesta y las lámparas encendidas. Sean semejantes a los criados que están esperando a que su señor regrese de la boda, para abrirle en cuanto llegue y toque. Dichosos aquellos a quienes su señor, al llegar, encuentre en vela. Yo les aseguro que se recogerá la túnica, los hará sentar a la mesa y él mismo les servirá. Y si llega a medianoche o a la madrugada y los encuentra en vela, dichosos ellos.
Fíjense en esto: Si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa. Pues también ustedes estén preparados, porque a la hora en que menos lo piensen vendrá el Hijo del hombre".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
"Estén listos, con la túnica puesta y las lámparas encendidas. Sean semejantes a los criados que están esperando a que su señor regrese de la boda, para abrirle en cuanto llegue y toque. Dichosos aquellos a quienes su señor, al llegar, encuentre en vela. Yo les aseguro que se recogerá la túnica, los hará sentar a la mesa y él mismo les servirá. Y si llega a medianoche o a la madrugada y los encuentra en vela, dichosos ellos.
Fíjense en esto: Si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa. Pues también ustedes estén preparados, porque a la hora en que menos lo piensen vendrá el Hijo del hombre".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre
las Ofrendas
Mira, Señor
todopoderoso, el sacrificio que vamos a ofrecerte en honor a san Vicente
Ferrer, y a cuantos celebramos los misterios de la pasión de tu Hijo,
concédenos imitarlo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
Los santos
pastores siguen presentes en la Iglesia
En verdad es
justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor
nuestro.
Porque permites que tu Iglesia se alegre hoy con la festividad de San Vicente Ferrer, para animarnos con el ejemplo de su vida, instruirnos con su palabra y protegernos con su intercesión.
Por eso,
con los ángeles y los santos, te cantamos el himno de alabanza diciendo sin cesar:
Porque permites que tu Iglesia se alegre hoy con la festividad de San Vicente Ferrer, para animarnos con el ejemplo de su vida, instruirnos con su palabra y protegernos con su intercesión.
Por eso,
con los ángeles y los santos, te cantamos el himno de alabanza diciendo sin cesar:
Antífona de
la Comunión
Yo mismo
apacentaré mis ovejas, dice el Señor; yo les buscaré un lugar para su descanso.
Oración
después de la Comunión
Oremos:
Por la gracia de este sacramento, confirma, Señor, a tus hijos en la verdad de la fe, para que den testimonio de ella con las palabras y las obras, a ejemplo de san Vicente Ferrer que consagró su vida a propagarla.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
Por la gracia de este sacramento, confirma, Señor, a tus hijos en la verdad de la fe, para que den testimonio de ella con las palabras y las obras, a ejemplo de san Vicente Ferrer que consagró su vida a propagarla.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
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† Meditación diaria
Cuaresma. 5ª
semana. Miércoles
CORREDIMIR
CON CRISTO
— Jesucristo
nos redimió y liberó del pecado, raíz de todos los males. Valor de corredención
del dolor sufrido por amor a Cristo.
— Jesucristo
ha venido a traernos la salvación. Todos los demás bienes han de ordenarse a la
vida eterna.
— A cada
hombre se le aplican los méritos que Cristo nos alcanzó en la Cruz. Necesidad
de corresponder. La Redención se actualiza de modo singular en la Santa Misa.
Corredentores con Cristo.
I. Nos ha
trasladado Dios al reino de su Hijo querido, por cuya Sangre hemos recibido la
redención, el perdón de los pecados1.
Redimir significa
liberar por medio de un rescate. Redimir a un cautivo era pagar un rescate por
él, para devolverle la libertad. Os aseguro –son palabras de Jesucristo,
en el Evangelio de la Misa de hoy– que quien comete pecado es esclavo del
pecado2. Nosotros, después del pecado original, estábamos como
en una cárcel, éramos esclavos del pecado y del demonio, y no podíamos alcanzar
el Cielo. Jesucristo, perfecto Dios y perfecto Hombre, pagó el rescate con su
Sangre, derramada en la Cruz. Satisfizo sobreabundantemente la deuda contraída
por Adán al cometer el pecado original y la de todos los pecados personales
cometidos por los hombres y que se habrían de cometer hasta el fin de los
tiempos. Es nuestro Redentor y su obra se llama Redención y Liberación,
pues verdaderamente Él nos ha ganado la libertad de hijos de Dios3.
Jesucristo
nos liberó del pecado, y así sanó la raíz de todos los males; de esa forma hizo
posible la liberación integral del hombre. Ahora cobran su sentido pleno las
palabras del Salmo que hoy reza la Iglesia en la liturgia de las Horas: “Dominus
illuminatio mea et salus mea, quem timebo?, el Señor es mi luz y mi
salvación, ¿a quién temeré? (...) Si un ejército acampa contra mí, mi corazón
no tiembla; si me declaran la guerra, me siento tranquilo”4. Si no
se hubiera curado el mal en su raíz, que es el pecado, el hombre jamás habría
podido ser verdaderamente libre y sentirse fuerte ante el mal. Jesús mismo
quiso padecer voluntariamente el dolor y vivir pobre para mostrarnos que el mal
físico y la carencia de bienes materiales no son verdaderos males. Solo existe
un mal verdadero, que hemos de temer y rechazar con la gracia de Dios: el
pecado5; esa es la esclavitud más honda, es la única desgracia para
toda la humanidad y para cada hombre en concreto.
Los demás
males que aquejan al hombre solo es posible vencerlos –parcialmente en esta
vida y totalmente en la otra– a partir de la liberación del pecado. Más aún,
los males físicos –el dolor, la enfermedad, el cansancio–, si se llevan por
Cristo, se convierten en verdaderos tesoros para el hombre. Esta es la mayor
revolución obrada por Cristo, que solo se puede entender en la oración, con la
luz que da la fe. “Yo te voy a decir cuáles son los tesoros del hombre en la
tierra para que no los desperdicies; hambre, sed, calor, frío, dolor, deshonra,
pobreza, soledad, traición, calumnia, cárcel...”6.
Por eso hoy
podemos examinar si de verdad consideramos el dolor, físico o moral, como un
tesoro que nos une a Cristo. ¿Hemos aprendido a santificarlo o, por el contrario,
nos quejamos? ¿Sabemos ofrecer a Dios con prontitud y serenidad las pequeñas
mortificaciones previstas y las que surjan a lo largo del día?
II. La
liturgia de las Horas hoy proclama: Vultum tuum, Domine, requiram: Tu
rostro buscaré, Señor7. La contemplación de Dios saciará nuestras
ansias de felicidad. Y esto tendrá lugar al despertar, porque la vida es como
un sueño... Así la compara muchas veces San Pablo8.
Mi reino no
es de este mundo, había dicho
el Señor. Por esto, cuando declaró: Yo he venido para que tengan vida y la
tengan en abundancia9, no se refería a una vida terrena cómoda y
sin dificultades, sino a la vida eterna, que se incoa ya en esta. Vino a
liberarnos principalmente de lo que nos impide alcanzar la felicidad
definitiva: del pecado, único mal absoluto, y de la condenación a la que el
pecado conduce. Si el Hijo os hace libres seréis realmente libres, nos
dice el Señor en el Evangelio de hoy10. Nos dio también así la
posibilidad de vencer las otras consecuencias del pecado: la opresión, las
injusticias, las diferencias económicas desorbitadas, la envidia, el odio..., o
padecerlas por Dios con alegría cuando no se pueden evitar.
Es de tal
valor la vida que Cristo nos ha ganado que todos los bienes terrenos deben
estarle subordinados. De ninguna manera quiere decir esto que los cristianos
debamos quedar pasivos ante el dolor y la injusticia; por el contrario, toca a
cada uno, manteniendo esa subordinación de todos los demás bienes al bien
absoluto del hombre, asumir el compromiso, nacido de la caridad y en ocasiones
de la justicia, de hacer un mundo más humano y más justo, comenzando por la
empresa en que trabajamos, en el barrio de la gran ciudad o en el pueblo en el
que nos encontramos.
El precio que
Cristo pagó por nuestro rescate fue su propia vida. Así nos mostró la gravedad
del pecado, y cuánto vale nuestra salvación eterna y los medios para
alcanzarla. San Pablo también nos recuerda: Habéis sido comprados a gran
precio; y a continuación añade, como consecuencia: glorificad a Dios y
llevadle en vuestro cuerpo11. Pero sobre todo, quiso el Señor
llegar tan lejos para demostrarnos su amor, pues nadie tiene mayor amor que el
que da la vida por sus amigos12, porque la vida es lo más que
puede dar el hombre. Esto hizo Cristo por nosotros. No se conformó con hacerse
uno de nosotros, sino que quiso dar su vida como rescate para salvarnos. Nos
amó y se entregó a sí mismo por nosotros13. “Nos ha trasladado Dios
al reino de su Hijo querido, por cuya Sangre hemos recibido la redención, el
perdón de los pecados”14. Cualquier hombre puede decir: El Hijo
de Dios me amó y se entregó por mí15.
¿Cómo aprecio
la vida de la gracia que me consiguió Cristo en el Calvario?, nos podemos
preguntar hoy cada uno de nosotros. ¿Pongo los medios para aumentarla: sacramentos,
oración, buenas obras? ¿Evito las ocasiones de pecar, manteniendo una lucha
decidida contra la sensualidad, la soberbia, la pereza...? Os aseguro que
quien comete pecado, es esclavo del pecado...
III. El
aparente “fracaso” de Cristo en la Cruz se vuelve redención gozosa para todos
los hombres, cuando estos quieren. Nosotros estamos ahora recibiendo
copiosamente los frutos de aquel amor de Jesús en la Cruz. “En la misma
historia humana que es el escenario del mal, se va tejiendo la obra de la
salvación eterna”16, en medio de nuestros olvidos y negaciones, y de
nuestra correspondencia llena de amor.
La Cuaresma
es un buen momento para recordar que la Redención se sigue haciendo día a día y
para detenernos a considerar los momentos en que se hace más patente: “Cada vez
que se celebra en el altar el sacrificio de la Cruz, por el que se inmoló
Cristo nuestra Pascua, se realiza la obra de nuestra redención”17.
Cada Misa posee un valor infinito; los frutos en cada fiel dependen de las
disposiciones personales. Con San Agustín podemos decir, aplicándolo a la Misa,
que “no está permitido querer con amor menguado (...), pues debéis llevar
grabado en vuestro corazón al que por vosotros murió clavado en la Cruz”18.
La Redención se realizó una sola vez mediante la Pasión, Muerte y Resurrección
de Jesucristo, y se actualiza ahora en cada hombre, de un modo particularmente
intenso, cuando participa íntimamente del Sacrificio de la Misa.
Se realiza
también la redención, de modo distinto a lo dicho anteriormente sobre la Misa,
en cada una de nuestras conversiones interiores, cuando hacemos una buena
Confesión, cuando recibimos con piedad los sacramentos, que son como “canales
de la gracia”. El dolor ofrecido en reparación de nuestros pecados –que
merecían un castigo mucho mayor–, por nuestra salvación eterna y la de todo el
mundo, nos hace también corredentores con Cristo. Lo que era inútil y
destructivo se convierte en algo de valor incalculable. Un enfermo en un
hospital, la madre de familia que se enfrenta a problemas que aparentemente la
superan, la noticia de una desgracia que nos hiere profundamente, los
obstáculos con los que cada día tropezamos, las mortificaciones que hacemos sirven
para la Redención del mundo si las ponemos en la patena, junto al pan que el
sacerdote ofrece en la Santa Misa. Nos puede parecer que son cosas muy
pequeñas, de poco peso, como las gotas de agua que el sacerdote añade al vino
en el Ofertorio. Sin embargo, del mismo modo que esas gotas de agua se unen al
vino que se convertirá en la Sangre de Cristo, también nuestras acciones así
ofrecidas alcanzarán un valor inmenso a los ojos de Dios, porque las hemos
unido al Sacrificio de Jesucristo. “El pecador perdonado es capaz de unir su
propia mortificación física y espiritual, buscada o al menos aceptada, a la
Pasión de Jesús que le ha obtenido el perdón”19. Nos hacemos así
corredentores con Cristo.
Acudimos a la
Virgen para que nos enseñe a vivir nuestra vocación de corredentores con Cristo
en medio de nuestra vida ordinaria. “¿Qué sentiste, Señora, al ver así a tu
Hijo? –le preguntamos en la intimidad de nuestra oración–. Te miro, y no
encuentro palabras para hablar de tu dolor. Pero sí entiendo que al ver a tu
Hijo que lo necesita, al comprender que tus hijos lo necesitamos, aceptas todo
sin vacilar. Es un nuevo “hágase” en tu vida. Un nuevo modo de aceptar la
corredención. ¡Gracias, Madre mía! Dame esa actitud decidida de entrega, de olvido
absoluto de mí mismo. Que frente a las almas, al aprender de ti lo que exige el
corredimir, todo me parezca poco. Pero acuérdate de salir a mi encuentro, en el
camino, porque solo no sabré ir adelante”20.
1 Antífona de comunión. Col 1,
13-14. — 2 Jn 8, 34. — 3 Cfr. Gal 4, 31. — 4
Sal 26. — 5 Cfr. San Josemaría Escrivá, Camino, n. 386. — 6
Ibídem, n. 194. — 7 Sal 26. — 8 Cfr. 1 Tes
4, 14. — 9 Jn 10, 10. — 10 Jn 8, 36. — 11 1
Cor 6, 20. — 12 Jn 15, 13. — 13 Cfr. Ef 5, 2. —
14 Antífona de comunión. Gal 1, 13-14. — 15 Gal 2,
20. — 16 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 186. — 17
Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 3. — 18 San Agustín, Sobre
la santa virginidad, 55. — 19 Juan Pablo II, Exhor. Apost. Reconciliatio
et Paenitentia, 31. — 20 M. Montenegro, Vía Crucis, Palabra,
3ª ed., Madrid 1976, IV.
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San Vicente
Ferrer
Predicador
(año 1419)
Predicador
(año 1419)
Nació en 1350 en Valencia, España. Sus padres
le inculcaron desde muy pequeñito una fervorosa devoción hacia Jesucristo y a
la Virgen María y un gran amor por los pobres. Le encargaron repartir las
cuantiosas limosnas que la familia acostumbraba a dar. Así lo fueron haciendo
amar el dar ayudas a los necesitados. Lo enseñaron a hacer una mortificación
cada viernes en recuerdo de la Pasión de Cristo, y cada sábado en honor de la
Virgen Santísima. Estas costumbres las ejercitó durante toda su vida.
Se hizo religioso en la Comunidad de los
Padres Dominicos y, por su gran inteligencia, a los 21 años ya era profesor de
filosofía en la universidad.
Durante su juventud el demonio lo asaltó
con violentas tentaciones y, además, como era extraordinariamente bien
parecido, varias mujeres de dudosa conducta se enamoraron de él y como no les
hizo caso a sus zalamerías, le inventaron terribles calumnias contra su buena
fama. Todo esto lo fue haciendo fuerte para soportar las pruebas que le iban a
llegar después.
Siendo un simple diácono lo enviaron a predicar
a Barcelona. La ciudad estaba pasando por un período de hambre y los barcos
portadores de alimentos no llegaban. Entonces Vicente en un sermón anunció una
tarde que esa misma noche llegarían los barcos con los alimentos tan deseados.
Al volver a su convento, el superior lo regañó por dedicarse a hacer profecías
de cosas que él no podía estar seguro de que iban a suceder. Pero esa noche
llegaron los barcos, y al día siguiente el pueblo se dirigió hacia el convento
a aclamar a Vicente, el predicador. Los superiores tuvieron que trasladarlo a
otra ciudad para evitar desórdenes.
Vicente estaba muy angustiado porque la
Iglesia Católica estaba dividida entre dos Papas y había muchísima desunión. De
tanto afán se enfermó y estuvo a punto de morir. Pero una noche se le apareció
Nuestro Señor Jesucristo, acompañado de San Francisco y Santo Domingo de Guzmán
y le dio la orden de dedicarse a predicar por ciudades, pueblos, campos y
países. Y Vicente recuperó inmediatamente su salud
En adelante por 30 años, Vicente recorre
el norte de España, y el sur de Francia, el norte de Italia, y el país de
Suiza, predicando incansablemente, con enormes frutos espirituales.
Los primeros convertidos fueron judíos y
moros. Dicen que convirtió más de 10,000 judíos y otros tantos musulmanes o
moros en España. Y esto es admirable porque no hay gente más difícil de
convertirse al catolicismo que un judío o un musulmán.
Las multitudes se apiñaban para
escucharle, donde quiera que él llegaba. Tenía que predicar en campos abiertos
porque las gentes no cabían en los templos. Su voz sonora, poderosa y llena de
agradables matices y modulaciones y su pronunciación sumamente cuidadosa,
permitían oírle y entenderle a más de una cuadra de distancia.
Sus sermones duraban casi siempre más de
dos horas (un sermón suyo de las Siete Palabras en un Viernes Santo duró seis
horas), pero los oyentes no se cansaban ni se aburrían porque sabía hablar con
tal emoción y de temas tan propios para esas gentes, y con frases tan propias
de la S. Biblia, que a cada uno le parecía que el sermón había sido compuesto
para él mismo en persona.
Antes de predicar rezaba por cinco o más
horas para pedir a Dios la eficacia de la palabra, y conseguir que sus oyentes
se transformaran al oírle. Dormía en el puro suelo, ayunaba frecuentemente y se
trasladaba a pie de una ciudad a otra (los últimos años se enfermó de una
pierna y se trasladaba cabalgando en un burrito).
En aquel tiempo había predicadores que
lo que buscaban era agradar a los oídos y componían sermones rimbombantes que
no convertían a nadie. En cambio a San Vicente lo que le interesaba no era
lucirse sino convertir a los pecadores. Y su predicación conmovía hasta a los
más fríos e indiferentes. Su poderosa voz llegaba hasta lo más profundo del
alma. En pleno sermón se oían gritos de pecadores pidiendo perdón a Dios, y a
cada rato caían personas desmayadas de tanta emoción. gentes que siempre habían
odiado, hacían las paces y se abrazaban. Pecadores endurecidos en sus vicios
pedían confesores. El santo tenía que llevar consigo una gran cantidad de
sacerdotes para que confesaran a los penitentes arrepentidos. Hasta 15,000
personas se reunían en los campos abiertos, para oírle.
Después de sus predicaciones lo seguían
dos grandes procesiones: una de hombres convertidos, rezando y llorando,
alrededor de una imagen de Cristo Crucificado; y otra de mujeres alabando a
Dios, alrededor de una imagen de la Santísima Virgen. Estos dos grupos lo
acompañaban hasta el próximo pueblo a donde el santo iba a predicar, y allí le
ayudaban a organizar aquella misión y con su buen ejemplo conmovían a los
demás.
Como la gente se lanzaba hacia él para
tocarlo y quitarle pedacitos de su hábito para llevarlos como reliquias, tenía
que pasar por entre las multitudes, rodeado de un grupo de hombres encerrándolo
y protegiéndolo entre maderos y tablas. El santo pasaba saludando a todos con
su sonrisa franca y su mirada penetrante que llegaba hasta el alma.
Las gentes se quedaban admiradas al ver
que después de sus predicaciones se disminuían enormemente las borracheras y la
costumbre de hablar cosas malas, y las mujeres dejaban ciertas modas
escandalosas o adornos que demostraban demasiada vanidad y gusto de aparecer. Y
hay un dato curioso: siendo tan fuerte su modo de predicar y atacando tan duramente
al pecado y al vicio, sin embargo las muchedumbres le escuchaban con gusto
porque notaban el gran provecho que obtenían al oírle sus sermones.
Vicente fustigaba sin miedo las malas
costumbres, que son la causa de tantos males. Invitaba incesantemente a recibir
los santos sacramentos de la confesión y de la comunión. Hablaba de la
sublimidad de la Santa Misa. Insistía en la grave obligación de cumplir el
mandamiento de Santificar las fiestas. Insistía en la gravedad del pecado, en
la proximidad de la muerte, en la severidad del Juicio de Dios, y del cielo y
del infierno que nos esperan. Y lo hacía con tanta emoción que frecuentemente
tenía que suspender por varios minutos su sermón porque el griterío del pueblo
pidiendo perdón a Dios, era inmenso.
Pero el tema en que más insistía este
santo predicador era el Juicio de Dios que espera a todo pecador. La gente lo
llamaba "El ángel del Apocalipsis", porque continuamente recordaba a
las gentes lo que el libro del Apocalipsis enseña acerca del Juicio Final que
nos espera a todos. El repetía sin cansarse aquel aviso de Jesús: "He aquí
que vengo, y traigo conmigo mi salario. Y le daré a cada uno según hayan sido
sus obras" (Apocalipsis 22,12). Hasta los más empecatados y alejados de la
religión se conmovían al oírle anunciar el Juicio Final, donde "Los que
han hecho el bien, irán a la gloria eterna y los que se decidieron a hacer el
mal, irán a la eterna condenación" (San Juan 5, 29).
Los milagros acompañaron a San Vicente
en toda su predicación. Y uno de ellos era el hacerse entender en otros
idiomas, siendo que él solamente hablaba su lengua materna y el latín. Y
sucedía frecuentemente que las gentes de otros países le entendían
perfectamente como si les estuviera hablando en su propio idioma. Era como la repetición
del milagro que sucedió en Jerusalén el día de Pentecostés, cuando al llegar el
Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego, las gentes de 18 países escuchaban
a los apóstoles cada uno en su propio idioma, siendo que ellos solamente les
hablaban en el idioma de Israel.
San Vicente se mantuvo humilde a pesar
de la enorme fama y de la gran popularidad que le acompañaban, y de las muchas
alabanzas que le daban en todas partes. Decía que su vida no había sido sino
una cadena interminable de pecados. Repetía: "Mi cuerpo y mi alma no son
sino una pura llaga de pecados. Todo en mí tiene la fetidez de mis
culpas". Así son los santos. Grandes ante la gente de la tierra pero se
sienten muy pequeñitos ante la presencia de Dios que todo lo sabe.
Los últimos años, ya lleno de
enfermedades, lo tenían que ayudar a subir al sitio donde iba a predicar. Pero
apenas empezaba la predicación se transformaba, se le olvidaban sus
enfermedades y predicaba con el fervor y la emoción de sus primeros años. Era
como un milagro. Durante el sermón no parecía viejo ni enfermo sino lleno de
juventud y de entusiasmo. Y su entusiasmo era contagioso. Murió en plena
actividad misionera, el Miércoles de Ceniza, 5 de abril del año 1419. Fueron
tantos sus milagros y tan grande su fama, que el Papa lo declaró santo a los 36
años de haber muerto, en 1455.
El santo regalaba a las señoras que
peleaban mucho con su marido, un frasquito con agua bendita y les recomendaba:
"Cuando su esposo empiece a insultarle, échese un poco de esta agua a la
boca y no se la pase mientras el otro no deje de ofenderla". Y esta famosa
"agua de Fray Vicente" producía efectos maravillosos porque como la
mujer no le podía contestar al marido, no había peleas. Ojalá que en muchos de
nuestros hogares se volviera a esta bella costumbre de callar mientras el otro
ofende. Porque lo que produce la pelea no es la palabra ofensiva que se oye, si
no la palabra ofensiva que se responde.
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Jorge, Santo Mártir, Abril 5
Mártir
Etimológicamente significa
“agricultor”. Viene de la
lengua griega.
Este Jorge de hoy no es el mismo del 23 de abril. El santo de hoy era originario del Asia Menor. Murió mártir en el año 1801. La primera parte de su vida fue un desastre para él mismo y para su mujer e hijos. Se emborrachaba un día y otro también. Era un verdadero desastre de padre y de esposo. Fue justamente por el efecto de una borrachera, por lo que renegó de Cristo y se hizo musulmán. Las cosas empezaron a irle peor todavía. Las dudas interiores, la culpabilidad que sentía en su corazón no le dejaban vivir. Entonces decidió volver de nuevo a Cristo. Para seguirlo más de cerca, se fue a la isla de Samos. Sin embargo, los musulmanes no le dejaron tranquilo. El, para indicarles que no estaba de acuerdo con que lo arrestaran, se echó de nuevo a la bebida e incluso se dejó circuncidar. Los árabes lo pusieron como guardián de una mezquita. Aguantó solamente un año. Atormentado de nuevo por lo que había hecho, les dijo que él confesaba a Cristo. Al ver que no estaba bebido ni loco, el juez mandó que le ataran los pies con estacas. Le pedían que renunciara de Cristo. El se negó en rotundo. Y por esta causa lo decapitaron. |
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Fuente: Franciscanos.org
María Crescencia Höss, Santa Monja, Abril 5
María Crescencia Höss, Santa Monja, Abril 5
Monja de la
Tercera Orden Regular de San Francisco
Nació el 20 de octubre de 1682.
Era hija de un modesto tejedor de lana en la ciudad de Kaufbeuren, que en
aquel tiempo contaba sólo con dos mil quinientos habitantes, en su mayoría
protestantes. En la escuela se distinguió por su inteligencia y su devoción.
Se hizo tejedora, para ayudar a su padre, pero su mayor aspiración era entrar
en el monasterio de las Franciscanas de Kaufbeuren. Sin embargo, su familia
era demasiado pobre para pagar la dote requerida y sólo con la ayuda decisiva
del alcalde protestante pudo entrar finalmente en el convento.
Su vida consagrada estuvo siempre impregnada de amor alegre a Dios, con la preocupación fundamental de cumplir en todo su santísima voluntad. Vivía una gozosa y profunda relación con Dios. Su intensa oración, mediante fervorosos coloquios con la Trinidad, con la Virgen María y con los santos, desembocó muchas veces en visiones místicas, de las que sólo hablaba por obediencia ante sus superiores eclesiásticos. Desde su infancia oraba mucho y con fervor al Espíritu Santo, devoción que cultivó durante toda su vida. Deseaba que las personas vieran en él un camino más fácil de vida espiritual. Se la suele representar sosteniendo la cruz con la mano derecha, mientras con la izquierda se dirige al Salvador crucificado, pues durante toda su vida predominó en ella la contemplación y devoción a Cristo en su agonía, que la llevaba a un gran espíritu de sacrificio personal, siguiendo el ejemplo del Salvador. Siempre buscó hacerlo todo por amor a Dios, a quien deseaba glorificar por la fe, con obediencia y humildad. Sus experiencias místicas no la alejaban del mundo real; al contrario, sus ojos se hallaban abiertos de par en par a las necesidades del prójimo. Ciertamente, dedicaba largos ratos a la oración y a la contemplación, pero durante gran parte de su jornada se entregaba a socorrer a los necesitados, en los que veía a Cristo mismo. Durante muchos años fue portera del convento, cargo que aprovechó para aconsejar a mucha gente y realizar una generosa labor de caridad. Más tarde, nombrada maestra de novicias, se entregó a la formación espiritual de las hermanas jóvenes para la vida monástica. En 1741 fue elegida superiora. Desempeñando ese cargo dirigió de modo sabio y prudente el monasterio, tanto en el campo espiritual como en sus intereses seculares, mejorando hasta tal punto la posición económica que, por mérito suyo, el monasterio pudo ayudar a mucha gente con sus limosnas. Solía subrayar que sin amor a los demás no podía haber amor a Dios y que “todo el bien que se hacía al prójimo era tributado a Dios, que se escondía en los andrajos de los pobres”. Consideraba importante que también las mujeres se realizaran en la vida religiosa. De modo constante y consciente se esforzó siempre por aumentar la fe en todos aquellos con quienes entraba en contacto, haciéndoles comprender cuál era el camino que debían seguir. Por eso, para numerosas personas, tanto consagradas como laicas, fue guía espiritual y consejera decisiva. Tenía la rara capacidad de reconocer rápidamente los problemas y ofrecerles la solución adecuada y razonable. El príncipe heredero y arzobispo de Colonia Clemente Augusto la consideraba una guía de almas sabia y muy comprensiva; quedó tan prendado de su santidad que llegó a pedir al Papa que la canonizara inmediatamente después de su muerte. Numerosas personas iban a consultarla en su monasterio y con tal de mantener una conversación con ella estaban dispuestas a esperar varios días. Eran miles los que le escribían desde las regiones de Europa de lengua alemana, pidiéndole consejo y ayuda, y recibiendo siempre una respuesta adecuada. Gracias a ella, el pequeño monasterio de Kaufbeuren desempeñó un sorprendente e importante apostolado epistolar. Inmediatamente después de su muerte, que aconteció el 5 de abril de 1744, domingo de Pascua, la gente acudió en gran número a visitar su tumba en la iglesia del monasterio, convencida de encontrarse ante una santa. Kaufbeuren se convirtió en un lugar famoso de peregrinaciones en Europa. Ese fenómeno se verificó ininterrumpidamente desde su muerte, y se intensificó después de su beatificación, llevada a cabo por el Papa León XIII el 7 de octubre de 1900. Esa veneración ha seguido viva hasta hoy de modo sorprendente, no sólo entre los católicos sino también entre las comunidades surgidas de la Reforma. La canonizó Juan Pablo II el 25 de noviembre del 2001. |
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Fuente: Vatican.va
Mariano de la Mata Aparicio, Beato Sagerdote Agustino, Abril 5
Mariano de la Mata Aparicio, Beato Sagerdote Agustino, Abril 5
Nació el 31 de diciembre de 1905
en Barrio de la Puebla (Palencia, España), en el seno de una familia profundamente
cristiana. Sus padres se llamaban Manuel y Martina. Siguiendo el ejemplo de
tres hermanos suyos ―Leovigildo, Tomás y Baltasar―, después de los estudios
humanísticos, el 9 de septiembre de 1921, ingresó en la Orden de San Agustín.
Un año más tarde, el 10 de septiembre de 1922, terminado el tiempo de
noviciado, emitió la profesión temporal, depositándola en manos del prior de
la casa, Anselmo Polanco, futuro obispo de Teruel, mártir de la fe de Cristo,
beatificado por el Papa Juan Pablo II en 1995.
Con los estudios filosóficos iniciados en la capital del Pisuerga, en 1926 se trasladó al monasterio de "Santa María" de La Vid (Burgos), en el cual realizó los teológicos, formando parte de la provincia agustiniana de España. Se consagró definitivamente a Dios con los votos solemnes el 23 de enero de 1927 y recibió la ordenación sacerdotal el 25 de julio de 1930. Tras una fugaz estancia en el colegio de la Encarnación de Llanes (Asturias) como profesor, en julio de 1931 fue destinado a la viceprovincia de Brasil, primero a Taquaritinga, donde desempeñó durante dos años el ministerio sacerdotal, y posteriormente a Santo Agostinho, donde conjugó la labor educativa con los cargos de administrador (1942-1945) y secretario. Durante el trienio (1945-1948) fue prior viceprovincial, y más tarde (1948-1951 y 1960-1963) asesoró a sus sucesores en ese cargo como consejero. Finalizada la tarea de comisario, se incorporó al colegio Engenheiro Schmitt como ecónomo (1951), director (1957) y profesor. En 1961 regresó de nuevo a São Paulo, en cuyo centro simultaneó la tarea docente y el cargo de viceprior del colegio San Agustín (1973-1977), con el trabajo de coadjutor parroquial. Físicamente el padre Mariano fue una persona alta y bien proporcionada, con gruesas gafas y abundante calvicie. Era un hombre activo y emprendedor, generoso, abierto y comunicativo, lleno de simpatía, sencillez y bondad, con la sonrisa siempre en los labios. Aunque tenía un temperamento fuerte, era incapaz de ocultar los sentimientos y las lágrimas. Sus hermanos de Brasil recuerdan con emoción el momento en el que, tras haber sido operado de cataratas en Belo Horizonte y llevar varios días con los ojos cerrados, al volver a abrirlos y contemplar un cuadro de la Virgen de la Consolación, comenzó a llorar como un niño. El padre Mariano nació para ayudar humana y espiritualmente a las personas que estaban a su lado, que no eran otras que las hambrientas de pan humano y divino. Era un mensajero de la caridad: amigo de los niños y los mayores, un cirineo de los enfermos y necesitados, consolador y limosnero de los pobres, sacerdote celoso de sus obligaciones ministeriales. Por las tardes era frecuente verlo recorrer las calles de São Paulo, visitando los 200 Talleres de Caridad de Santa Rita, de los que fue muchos años asesor religioso, y llevando ayuda material y espiritual a los sedientos de salud humana y religiosa. La muerte ―solía decir― no espera. ¡Cuántas veces volvió tarde al colegio, porque la atención al prójimo le había impedido llegar a tiempo! Para él siempre existían otras prioridades más importantes que la hora comunitaria. Una de sus grandes pasiones la constituían las plantas. Hablaba con ellas, acariciaba sus hojas, le emocionaba su colorido. Sus pétalos le recordaban la grandeza del Creador. La terraza del colegio San Agustín de São Paulo sabe mucho de este su mimo por las flores y los pájaros. Tampoco le eran ajenas las colecciones de sellos y estampas religiosas. La edad y el esfuerzo que había desplegado en todas sus actividades terminaron haciendo mella en su naturaleza física. En los últimos días de enero de 1983 comenzó a sentir un extraño dolor en el vientre, como si un "gatinho", según sus palabras, lo estuviera arañando. Era el principio del fin. Desde hacía tiempo venía enseñando una herida en la sien derecha, que a pesar de las atenciones médicas, no logró restañar. Sin duda alguna era la terrible enfermedad del cáncer que se estaba insinuando y de la que moriría el 5 de abril de 1983. Contaba 77 años de edad y 60 de vida religiosa. Sus restos descansan en la iglesia agustiniana de São Paulo. Su trayectoria humana y religiosa fuera de lo común ―era un gran devoto de la Eucaristía y de la Santísima Virgen― hizo que el pueblo de Dios y sus hermanos de la Orden acudieran a las autoridades eclesiásticas pidiendo el reconocimiento de sus virtudes con vistas a una próxima beatificación, ceremonia que se llevó a cabo en São Paulo el 31 de mayo de 1997 con la presencia del cardenal Paulo Evaristo Arns, o.f.m. La Orden agustiniana le tiene dedicadas en esa ciudad una guardería, un centro de juventud y un colegio profesional; y la alcaldía, una calle. Igualmente el Gobierno español, a través de su consulado general en Brasil, le concedió la gran cruz de Isabel la Católica. |
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Fuente: ACI Prensa
Juliana de Monte Cornillon, Beata Monja, Abril 5
Juliana de Monte Cornillon, Beata Monja, Abril 5
Monja, nacida en Retinnes, cerca
de Lieja, Bélgica, en 1193; murió en Fosses el 5 de abril de 1258.
A la edad de cinco años perdió a sus padres y fue colocada en el convento de Mont-Cornillon, cerca de Lieja. Hizo rápidos progresos, y leyó con placer los escritos de San Agustín y San Bernardo. También cultivó un ardiente amor por la Santísima Virgen, la Sagrada Pasión, y especialmente el Santísimo Sacramento. En 1206 recibió el velo y se dedicó a los enfermos en el hospital a cargo del convento. Desde muy temprano empleó toda su energía para introducir la fiesta del Corpus Christi. Este deseo se dice haberse intensificado por una visión que ella tuvo de la Iglesia bajo la apariencia de luna llena con una mancha negra, que significaba la ausencia de esta solemnidad. Ella comunicó esta visión a Roberto de Thorete, el entonces obispos de Liège, también al docto Dominico Hugh, más tarde cardenal legado de los Países Bajos; a Jacques Pantaleón, en ese tiempo archidiácono de Liège, después obispo de Verdun, Patriarca de Jerusalén y finalmente al Papa Urbano IV. El obispo Roberto se impresionó favorablemente y como en ese tiempo los obispos tenían el derecho de ordenar fiestas para sus diócesis, invocó un sínodo en 1246 y ordenó que la celebración se tuviera el año entrante; también el Papa ordenó, que un monje de nombre Juan debía escribir el oficio para esa ocasión. En 1230 fue elegida superiora por el voto unánime de la comunidad. Pero pronto Dios le envió pruebas pesadas. Su convento estaba bajo la supervisión de un superior general, Roger, un hombre de hábitos viciosos y escandalosos; él aseguró esta posición en 1233 mediante intrigas y sobornos. Disgustado por las virtudes y la piedad de Juliana, y mucho más por sus súplicas y reproches, incitó a la multitud contra ella. Ella escapó a la celda de Beata Eva de Lieja, y luego a una casa que le fue dada por John, un canónigo de Lausana. Reivindicada en las cortes mediante la influencia de Roberto de Thorate, Obispo de Lieja, ella fue restaurada a su posición en la comunidad, y Roger fue desposeído. Pero en 1247 Roger estaba otra vez en el poder, y consiguió de nuevo expulsar a la beata. Juliana encontró refugio en Namur y después en Fosses, donde pasó los últimos años de su vida en reclusión. Por petición propia fue enterrada en Villiers. Después de su muerte, un número de milagros ocurrieron por su intercesión (Acta SS., April, I, 435 sq.). En 1869 Pío IX confirmó el culto y permitió el oficio y Misa en su honor. |
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uente: Mercaba.org
Catalina Tomás, Santa Monja, 5 de abril
Catalina Tomás, Santa Monja, 5 de abril
Monja
Martirologio
Romano: En la
ciudad de Palma, en la isla de Mallorca, en España, santa Catalina Tomás,
virgen, que, habiendo ingresado en la Orden de Canonesas Regulares de San
Agustín, destacó por su humildad y la abnegación de la voluntad (1574).
Sí alguna vez van ustedes a Mallorca,
será obligado que visiten Valldemosa. El turismo se basa, por desgracia, en
lo espectacular. Y así, les enseñarán la Cartuja, con sus celdas, y aquellas
donde vivieron el pobre Federico Chopin y la escritora George Sand una bien
pobre aventura humana. O en La Foradada, la mancha de humo de aquella hoguera
que encendió Rubén Darío, cuando quiso hacer una paella junto al mar. Salvo
que ustedes pregunten, nadie o casi nadie les hablará de Catalina Thomás,
aquella "santita mucama", como la llamó un escritor viajero
español.
Pues allí, en Valldemosa, nació la chiquilla. En 1531, según unos historiadores. O en 1533, según otros. Hija de Jaime Thomás y Marquesina Gallard. Y desde su niñez, la leyenda dorada que acompaña piadosamente a los santos con milagros candorosos y prodigios extraños. Las biografías de Catalina Thomás recogen un sinfín de estos datos que muestran que la Santa tuvo, ya en vida, una admiración popular fervorosa: mientras recoge espigas, Catalina recibe la visión de Jesús crucificado. Otra vez, huyendo de una fiesta popular que no le gustaba, es Nuestra Señora misma quien baja a decirla que está escogida por su Hijo. Hasta prodigios candorosos: una vez, llorando arrepentida por haber deseado unos vestidos como los de su hermana, dice la tradición que Santa Práxedes y Santa Catalina mártir —que será siempre fiel protectora suya— bajan del cielo para consolarla. Pocos prodigios tan poéticos, tan bellos como el de aquella noche en que, al despertarse, vio Catalina la habitación inundada de una luz hermosa y clara. Era la luz blanca, azulada, del plenilunio. Catalina piensa que está amaneciendo y se levanta a por agua a una cercana fuente. Estando allí, dieron las doce de la noche en la Cartuja y luego la campana que llamaba a coro a los frailes del convento. Catalina se asusta entonces, al encontrarse perdida en aquella noche de luz tan misteriosa. Como es una chiquilla, empieza a llorar. Y San Antonio Abad, dicen, bajó del cielo y la tomó de la mano para llevarla a casa. Catalina va a conocer una gran amargura muy joven. A los tres años murió su padre. Ella se puso a rogar por su alma y un ángel vino a decirle que estuviese contenta, porque su padre estaba en la gloria de Dios. Cuatro años más tarde, tenía siete la chiquilla, se le aparece su madre: "Hija mía, acabo de expirar en este mismo momento. Estoy esperando tus oraciones para entrar en la gloria." Y tres horas más tarde, Catalina recibía el consuelo de que su madre estaba en el cielo. Huérfana, Catalina fue recogida por unos tíos suyos, quienes la llevaron al predio "Son Gallart". Durante once años, Catalina vivió en aquella finca, a seis o siete kilómetros de Valldemosa. Es éste un momento duro para Catalina, pues la ausencia de Valldemosa significa dificultad para ir al templo, para oír misa y para las prácticas religiosas en la casa de Dios. Los domingos, al fin, podía asistir a misa en el oratorio de la Trinidad. Es aquella zona donde los eremitas buscaban la paz de Dios frente a la paz de aquel mar inolvidable; frente a esos crepúsculos de Mallorca en los que el sol parece incendiar finalmente las aguas, teñirlas de rojo o, cuando está en lo alto, revela desde la cornisa valldemosina, el fondo limpísimo del mar. Pero Catalina no tenía mucho tiempo para la contemplación poética. Una finca como "Son Gallart" exige mucho trabajo. Hay en ella muchos peones, y ganado, y faenas de labranza que realizar. Catalina es una muchacha activa. Ya es la criadita. Va a donde trabajan unos peones a llevarles la comida de mediodía, trabaja en la casa, fregando, cosiendo, barriendo; guarda algún rebaño cuando lo manda tío Bartolomé. Y tiene siempre buen semblante, sonrisa a punto, corazón abierto. Aparece entonces en la vida de Catalina un personaje importante y muy decisivo. Uno de aquellos ermitaños, el venerable padre Castañeda. Es un hombre que ha abandonado el mundo buscando la total entrega de su alma al Señor. Vive en las colinas y de limosna. Un día pasa por el predio a pedir y Catalina le conoce. Surge entre ambos una corriente de simpatía y de afecto. Recomendada más tarde por Ana Más, Catalina va a visitar al padre Castañeda al oratorio de la Trinidad. Catalina se le confía: ella quiere ser religiosa. A la segunda entrevista, el padre Castañeda está convencido. La dirección espiritual del religioso hará todavía un gran bien a la muchacha. Pero entonces empieza un largo episodio: el de las dificultades. Los tíos, al saber la vocación de su sobrina, se oponen decididamente. Por aquellas fechas, una muchacha valldemosina, que había ingresado en un convento de Palma, se sale, reconociéndose sin verdadera vocación. Es, pues, mal momento político para que nadie ayude a Catalina. Por otra parte, Catalina era una muchacha guapa y muy atractiva. Es natural que muchos jóvenes de los alrededores se fijaran en ella con el deseo de entablar relaciones y casarse. Catalina espera pacientemente. Y otra dificultad llega. El padre Castañeda decide marcharse de Mallorca. Catalina se despide de él con una sonrisa misteriosa. No, el padre se irá, pero volverá, porque Dios quiere que él sea su apoyo para entrar en el convento. Efectivamente, el barco que llevaba al religioso sale de Sóller con una fuerte tormenta que le impide llegar a Barcelona. Y regresa de nuevo a Valldemosa. El religioso ve que la profecía de la muchacha se ha cumplido y decide ayudarla plenamente. Va a hablar con los tíos y los convence. Catalina se marcha a Palma, para ir realizando las gestiones previas a su ingreso en un convento. Y, en tanto, se coloca como sirvienta en la casa de don Mateo Zaforteza Tagamanent y, en concreto, al servicio de una hija de este señor llamada Isabel. Las dos muchachas se cobran un fuerte cariño. Isabel la enseña a leer, escribir, bordar y otros trabajos. Catalina da más; Catalina habla de Dios, permanentemente, a Isabel. Y lleva una vida tan heroica, tan mortificada, que cae enferma. Los señores y sus hijos se turnan celosamente junto al lecho de la criada. Como si la criada fuese ahora la señora y ellos los honrados en servirla. Y llega el momento de intentar, ya en serio, el ingreso en alguno de los conventos de Palma. El padre Castañeda los recorre, uno tras otro. Hay un grave inconveniente: Catalina carece de dote. Es totalmente pobre. Pero estos conventos son también necesitados. No pueden acoger a una aspirante que no traiga alguna ayuda... Convento de Santa Magdalena, de San Jerónimo, de Santa Margarita... Las noticias que el padre va llevando a Catalina son descorazonadoras. Catalina se refugia en la oración. Y reza tan intensamente que, cuando ya todo aparece perdido, los tres conventos a la vez, interesados por la descripción que de la joven les ha hecho el religioso, deciden pasar por alto el requisito de la dote. Y los tres conventos están dispuestos a admitir a Catalina Thomás. Una tradición representa a Santa Catalina, sentada en una piedra del mercado, llorando tristemente su soledad. Y en aquella piedra, según la misma tradición, recibe Catalina la noticia de que ha sido admitida. Aún se conserva esta piedra, adosada al muro exterior de la sacristía, en la parroquia de San Nicolás, con una lápida —colocada en 1826— que lo acredita. Catalina, entonces, decide ingresar en el primero de los tres conventos visitados, el de Santa Magdalena. A los dos meses y doce días de su ingreso, Catalina toma el velo blanco. Media ciudad de Palma, con su nobleza al frente, acude al acto, pues tanta es ya la fama de la muchacha. Enero de 1553. Los años que vive Catalina en el convento palmesano serán casi ocultos. Pero como es tan difícil que la santidad pueda estar bajo el celemín, toda la ciudad acude a verla, a consultarle sus problemas, a encomendarse a sus oraciones, a pedirle consejo... Ella se resiste a salir al locutorio, se negaba a recibir regalos y cuando tenía que recibirlos, los daba a las demás monjas. Practicaba la pobreza, la obediencia, la castidad, siempre en grado heroico. La prelada decidió un día someterla a una prueba bien dura. En pleno verano, le ordenó que se saliese al patio y estuviera bajo el sol hasta nueva orden. Catalina no dice una sola palabra: va al lugar indicado y permanece allí varias horas, hasta que la superiora, admirada de su fortaleza, la manda llamar. Catalina crece en amor y sabiduría. Sus éxtasis son cada vez más frecuentes e intensos. Algunos duran hasta días. En su celda se conserva aún la piedra sobre la que se arrodillaba y que muestra las hendiduras practicadas por tantísimas horas de oración en hinojos. Aunque ella procuraba ocultar, por humildad, estos regalos de Dios, era natural que sus hermanas se enterasen. Y la fama crecía. Un día, Catalina recibe el aviso de Dios. Diez años antes de su muerte, supo cuándo sería llamada por el Señor. Y estuvo esperando ansiosamente este momento. La Dominica de Pasión de 1574, el 28 de marzo, Catalina entró en el locutorio donde estaba una hermana suya con una visita. Iba a despedirse —dijo—, pues se marchaba al cielo. Y efectivamente, al día siguiente, después de comulgar en éxtasis, mandó llamar al sacerdote porque se sentía morir. Los médicos dijeron que no la encontraban grave, pero el sacerdote acudió y apenas recibidos los sacramentos, mientras la superiora rezaba con ella las oraciones, tras haber pedido perdón a la madre y a las hermanas, cayó en un éxtasis al final del cual entregó su alma a Dios el 5 de abril. Lo demás, vendría por sus pies contados. El proceso de beatificación, la beatificación, el proceso siguiente y por fin la gloria de los altares. Con una particularidad. El fervor popular por Santa Catalina Thomás iría creciendo y manteniéndose de tal modo que, aunque ella murió en 1574, la beatificación se dicta —por Pío VI— en 1792 y la canonización —por Pío XI— en 1930. El cuerpo de Catalina Thomás se ha conservado incorrupto. La vida de esta muchacha mallorquina es, ya lo decimos, un distinto camino de la santidad, Una santidad vivida con impresionante sencillez, con rotunda eficacia. Una santidad hecha de la elevación de la virtud al grado heroico. Y, al mismo tiempo, una santidad popular. En el alma de Mallorca sigue bien recio el amor por su santita criada, su santita pastora, su santita monja. Aunque el turismo no muestre su itinerario, está en el corazón de los mallorquines. En Valldemosa se la festeja durante dos días, 27 y 28 de Julio. El Martirologio romano la recuerda el 5 de Abril. |
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Fuentes:
IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com
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