lunes, 9 de marzo de 2015

Martes por los ángeles custodios. 10/03/2015. Santos mártires de Sebaste ¡rueguen por nosotros y quienes mueren de frío!

JA

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 18, 21-35

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó:
"Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano cuando me ofende? ¿Siete veces?"
Jesús le respondió:
"No te digo siete veces, sino setenta veces siete".
Y les propuso esta parábola:
"El Reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar cuentas con sus empleados. Al comenzar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que lo vendieran a él, a su mujer y a sus hijos, para pagar la deuda. El empleado se echó a sus pies suplicando:
"Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo".
El rey tuvo compasión de aquel empleado, lo dejó libre y le perdonó la deuda. Nada más salir, aquel empleado encontró a un compañero que le debía cien denarios; lo agarró y le apretaba el cuello, diciendo:
"Págame lo que me debes".
El compañero se echó a sus pies, suplicándole:
"Ten paciencia conmigo y te lo pagaré".
Pero él no quiso, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.
Al verlo sus compañeros se disgustaron mucho y fueron a contar a su rey todo lo ocurrido. Entonces el rey lo llamó y le dijo:
"Siervo miserable. Yo te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías haberte compadecido de tu compañero como yo me compadecí de ti?"
Entonces el rey, muy enojado, lo entregó para que lo castigaran hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con ustedes mi Padre celestial si no se perdonan de corazón unos a otros".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu

El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

"El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?

Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).

Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?

Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html

Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

 

Misal

 

mar 3a. Sem cuaresma

Antífona de Entrada

Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío; atiéndeme y escucha mis palabras. Cuídame como a las niñas de tus ojos y cúbreme bajo la sombra de tus alas.

 

Oración Colecta

Oremos:
Señor, que tu gracia no nos abandone, para que, entregados plenamente a tu servicio, obtengamos siempre tu ayuda.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

Acepta, Señor, nuestro corazón adolorido y nuestro espíritu humillado

Lectura del libro del profeta Daniel 3, 25.34-43

En aquel tiempo, Azarías oró al Señor así:
"Señor Dios nuestro, por tu nombre, te lo pedimos: no nos abandones para siempre, no rompas tu alianza, no nos retires tu amor. Por Abrahán, tu amigo, por Isaac, tu siervo, por Jacob, tu consagrado, a quienes prometiste descendencia numerosa como las estrellas del cielo, como las arenas de la playa del mar.
A causa de nuestros pecados, Señor, somos hoy el más insignificante de todos los pueblos y estamos humillados en toda la tierra. No tenemos príncipes, ni jefes, ni profetas; estamos sin holocaustos, sin sacrificios, sin poder hacerte ofrendas, ni quemar incienso en tu honor; no tenemos un lugar dónde ofrecerte los primeros frutos y poder así alcanzar tu favor.
Pero tenemos un corazón contrito y humillado; acéptalo como si fuera un holocausto de carneros y toros, de millares de los mejores corderos. Que éste sea hoy nuestro sacrificio ante ti, y que te sirvamos fielmente, pues no quedarán defraudados quienes confían en ti.
Ahora queremos seguirte con todo el corazón, queremos serte fieles y buscar tu rostro. No nos defraudes, Señor; trátanos conforme a tu ternura, según la grandeza de tu amor. Sálvanos con tu fuerza prodigiosa y muestra la gloria de tu nombre".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 24, 4bc-5ab.6-7bc.8-9

Señor, recuerda tu misericordia.

Muéstrame, Señor, tus caminos, muéstrame tus sendas. Guíame en tu verdad, enséñame, pues tú eres el Dios que me salva.
Señor, recuerda tu misericordia.

Acuérdate, Señor, que tu ternura y tu amor son eternos; acuérdate de mí por tu amor, por tu bondad, Señor.
Señor, recuerda tu misericordia.

El Señor es bueno y recto; señala el camino a los pecadores, guía por la senda del bien a los humildes, les enseña su camino.
Señor, recuerda tu misericordia.

Aclamación antes del Evangelio

Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Todavía es tiempo, dice el Señor. Arrepiéntanse de todo corazón y vuélvanse a mí, que soy compasivo y misericordioso.
Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

Evangelio

Si no perdonan de corazón a su hermano, tampoco el Padre celestial los perdonará a ustedes

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 18, 21-35

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó:
"Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano cuando me ofende? ¿Siete veces?"
Jesús le respondió:
"No te digo siete veces, sino setenta veces siete".
Y les propuso esta parábola:
"El Reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar cuentas con sus empleados. Al comenzar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que lo vendieran a él, a su mujer y a sus hijos, para pagar la deuda. El empleado se echó a sus pies suplicando:
"Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo".
El rey tuvo compasión de aquel empleado, lo dejó libre y le perdonó la deuda. Nada más salir, aquel empleado encontró a un compañero que le debía cien denarios; lo agarró y le apretaba el cuello, diciendo:
"Págame lo que me debes".
El compañero se echó a sus pies, suplicándole:
"Ten paciencia conmigo y te lo pagaré".
Pero él no quiso, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.
Al verlo sus compañeros se disgustaron mucho y fueron a contar a su rey todo lo ocurrido. Entonces el rey lo llamó y le dijo:
"Siervo miserable. Yo te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías haberte compadecido de tu compañero como yo me compadecí de ti?"
Entonces el rey, muy enojado, lo entregó para que lo castigaran hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con ustedes mi Padre celestial si no se perdonan de corazón unos a otros".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración sobre las Ofrendas

Concede, Señor, que este sacrificio nos purifique de nuestros pecados y nos obtenga la ayuda de tu poder.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

La penitencia espiritual

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque has establecido generosamente este tiempo especial de gracia para renovar en santidad a tus hijos, de modo que, libres de todo afecto desordenado, vivamos las realidades temporales como primicias de las realidades eternas.
Por eso,
con todos los ángeles y los santos, te alabamos, proclamando sin cesar:

Antífona de la Comunión

Señor, ¿quién puede hospedarse en tu casa y descansar en tu monte santo? El que procede honradamente y practica la justicia.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Que nuestra participación en este sacramento, Señor, renueve toda nuestra vida y nos alcance tu perdón y tu ayuda.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén


Meditación diaria

Cuaresma. 3ª semana. Martes

PERDONAR Y DISCULPAR

— Perdonar y olvidar las pequeñas ofensas que se producen a veces en la convivencia diaria.

— Nuestro perdón en comparación con lo que el Señor nos perdona.

— Disculpar y comprender. Aprender a ver lo bueno de los demás.

I. En el trato con los demás, en el trabajo, en las relaciones sociales, en la convivencia de todos los días, es prácticamente inevitable que se produzcan roces. Es también posible que alguien nos ofenda, que se porte con nosotros de manera poco noble, que nos perjudique. Y esto, quizá, de forma un tanto habitual. ¿Hasta siete veces he de perdonar? Es decir, ¿he de perdonar siempre? Esta es la cuestión que le propone Pedro al Señor en el Evangelio de la Misa de hoy1. Es también nuestro tema de oración: ¿sabemos disculpar en todas las ocasiones?, ¿lo hacemos con prontitud?

Conocemos la respuesta del Señor a Pedro, y a nosotros: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Es decir, siempre. Pide el Señor a quienes le siguen, a ti y a mí, una postura de perdón y de disculpa ilimitados. A los suyos, el Señor les exige un corazón grande. Quiere que le imitemos. "La omnipotencia de Dios –dice Santo Tomás– se manifiesta, sobre todo, en el hecho de perdonar y usar de misericordia, porque la manera que Dios tiene de demostrar su poder supremo es perdonar libremente..."2, y por eso a nosotros "nada nos asemeja tanto a Dios como estar siempre dispuestos a perdonar"3. Es donde mostramos también nuestra mayor grandeza de alma.

"Lejos de nuestra conducta, por tanto, el recuerdo de las ofensas que nos hayan hecho, de las humillaciones que hayamos padecido –por injustas, inciviles y toscas que hayan sido–, porque es impropio de un hijo de Dios tener preparado un registro, para presentar una lista de agravios"4. Aunque el prójimo no mejore, aunque recaiga una y otra vez en la misma ofensa o en aquello que me molesta, debo renunciar a todo rencor. Mi interior debe conservarse sano y limpio de toda enemistad.

Nuestro perdón ha de ser sincero, de corazón, como Dios nos perdona a nosotros: Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, decimos cada día en el Padrenuestro. Perdón rápido, sin dejar que el rencor o la separación corroan el corazón ni por un momento. Sin humillar a la otra parte, sin adoptar gestos teatrales ni dramatizar. La mayoría de las veces, en la convivencia ordinaria, ni siquiera será necesario decir "te perdono": bastará sonreír, devolver la conversación, tener un detalle amable; disculpar, en definitiva.

No es necesario que suframos grandes injurias para ejercitarnos en esta muestra de caridad. Bastan esas pequeñas cosas que suceden todos los días: riñas en el hogar por cuestiones sin importancia, malas contestaciones o gestos destemplados ocasionados muchas veces por el cansancio de las personas, que tienen lugar en el trabajo, en el tráfico de las grandes ciudades, en los transportes públicos...

Mal viviríamos nuestra vida cristiana si al menor roce se enfriara nuestra caridad y nos sintiéramos separados de los demás, o nos pusiéramos de mal humor. O si una injuria grave nos hiciera olvidar la presencia de Dios y nuestra alma perdiera la paz y la alegría. O si somos susceptibles. Hemos de hacer examen para ver cómo son nuestras reacciones ante las molestias que, a veces, la convivencia lleva consigo. Seguir al Señor de cerca es encontrar también en este punto, en las contrariedades pequeñas y en las ofensas graves, un camino de santidad.

II. Y si siete veces al día te ofende... siete veces le perdonarás5. Siete veces, en muchas ocasiones. Incluso en el mismo día y sobre lo mismo. La caridad es paciente, no se irrita6.

En algún caso, nos puede costar el perdón. En lo grande o en lo pequeño. El Señor lo sabe y nos anima a recurrir a Él, que nos explicará cómo este perdón sin límite, compatible con la defensa justa cuando sea necesaria, tiene su origen en la humildad. Cuando acudimos a Jesús, Él nos recuerda la parábola que narra el Evangelio de la Misa de hoy. Un rey quiso arreglar cuentas con sus siervos. Y le presentaron uno que le debía diez mil talentos7. ¡Una enormidad! Unos sesenta millones de denarios (un denario era el jornal de un trabajador del campo).

Cuando una persona es sincera consigo misma y con Dios no es difícil que se reconozca como aquel siervo que no tenía con qué pagar. No solamente porque todo lo que es y tiene a Dios se lo debe, sino también porque han sido muchas las ofensas perdonadas. Solo nos queda una salida: acudir a la misericordia de Dios, para que haga con nosotros lo que hizo con aquel criado: compadecido de aquel siervo, le dejó libre y le perdonó la deuda.

Pero cuando este siervo encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios, no supo perdonar ni esperar a que pudiera pagárselos, a pesar de que el compañero se lo pidió de todas las formas posibles. Entonces su señor lo mandó llamar y le dijo: Siervo malo, yo te he perdonado toda la deuda porque me lo has suplicado. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo la he tenido en ti?

La humildad de reconocer nuestras muchas deudas para con Dios nos ayuda a perdonar y a disculpar a los demás. Si miramos lo que nos ha perdonado el Señor, nos damos cuenta de que aquello que debemos perdonar a los demás –aun en los casos más graves– es poco: no llega a cien denarios. En comparación de los diez mil talentos nada es.

Nuestra postura ante los pequeños agravios ha de ser la de quitarles importancia (en realidad la mayoría de las veces no la tienen) y disculpar también con elegancia humana. Al perdonar y olvidar, somos nosotros quienes sacamos mayor ganancia. Nuestra vida se vuelve más alegre y serena, y no sufrimos por pequeñeces. "Verdaderamente la vida, de por sí estrecha e insegura, a veces se vuelve difícil. —Pero eso contribuirá a hacerte más sobrenatural, a que veas la mano de Dios; y así serás más humano y comprensivo con los que te rodean"8.

"Hemos de comprender a todos, hemos de convivir con todos, hemos de disculpar a todos, hemos de perdonar a todos. No diremos que lo injusto es justo, que la ofensa a Dios no es ofensa a Dios, que lo malo es bueno. Pero, ante el mal, no contestaremos con otro mal, sino con la doctrina clara y con la acción buena: ahogando el mal en abundancia de bien (Cfr. Rom 12, 21)"9. No cometeremos el error de aquel siervo mezquino que, habiéndosele perdonado a él tanto, no fue capaz da perdonar tan poco.

III. La caridad ensancha el corazón para que quepan en él todos los hombres, incluso aquellos que no nos comprenden o no corresponden a nuestro amor. Junto al Señor no nos sentiremos enemigos de nadie. Junto a Él aprenderemos a no juzgar las intenciones íntimas de las personas.

No percibimos de los demás sino unas pocas manifestaciones externas, que ocultan, en muchas ocasiones, los verdaderos motivos de su actuar. "Aunque vierais algo malo, no juzguéis al instante a vuestro prójimo –aconseja San Bernardo–, sino más bien excusadle en vuestro interior. Excusad la intención, si no podéis excusar la acción. Pensad que lo habrá hecho por ignorancia, o por sorpresa, o por debilidad. Si la cosa es tan clara que no podéis disimularla, aun entonces procurad creerlo así, y decid para vuestros adentros: la tentación habrá sido muy fuerte"10.

¡Cuántos errores cometemos en los pequeños roces de la convivencia diaria! Muchos de ellos se deben a que nos dejamos llevar por juicios o sospechas temerarias. ¡Cuántas divisiones familiares se tornarían atenciones si viéramos que ese mal detalle, esa inoportunidad, se debe al cansancio de aquella persona después de un día largo y difícil! Además, "mientras interpretes con mala fe las intenciones ajenas, no tienes derecho a exigir comprensión para ti mismo"11.

La comprensión nos inclina a vivir amablemente abiertos hacia los demás, a mirarlos con simpatía; alcanza las profundidades del corazón y sabe encontrar la parte de bondad que hay siempre en todas las personas.

Solo es capaz de comprender quien es humilde. Si no, las faltas más pequeñas de los demás se ven aumentadas, y se tiende a disminuir y justificar las mayores faltas y errores propios. La soberbia es como esos espejos curvos que deforman la verdadera realidad de las cosas.

Quien es humilde es objetivo, y entonces puede vivir el respeto y la comprensión con los demás: surge fácil la disculpa para los defectos ajenos. Ante ellos, el humilde no se escandaliza. "No hay pecado –escribe San Agustín– ni crimen cometido por otro hombre que yo no sea capaz de cometer por razón de mi fragilidad, y si aún no lo he cometido es porque Dios, en su misericordia, no lo ha permitido y me ha preservado en el bien"12. Además, "aprenderemos también a descubrir tantas virtudes en los que nos rodean –nos dan lecciones de trabajo, de abnegación, de alegría...–, y no nos detendremos demasiado en sus defectos; solo cuando resulte imprescindible, para ayudarles con la corrección fraterna"13.

La Virgen nos enseñará, si se lo pedimos, a saber disculpar –en Caná, la Virgen no critica que se haya acabado el vino, sino que ayuda a solucionar su falta–, y a luchar en nuestra vida personal en esas mismas virtudes que, en ocasiones, nos puede parecer que faltan en los demás. Entonces estaremos en excelentes condiciones de poder prestarles nuestra ayuda.

1 Mt 18, 21-35. — 2 Santo Tomás, Suma Teológica, 1, q. 25, a. 3, ad 3. — 3 San Juan Crisóstomo, Homilías sobre San Mateo, 30, 5. — 4 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 309. — 5 Cfr. Lc 17, 4. — 6 1 Cor 13, 7. — 7 Cfr. Mt 18, 24 ss. — 8 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 762. — 9 ídem, Es Cristo que pasa, 182. — 10 San Bernardo, Sermón 40 sobre el Cantar de los Cantares. — 11 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 635. — 12 San Agustín, Confesiones, 2, 7. — 13 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 20.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

San Juan de Mata
Fundador
(año 1213)

Este santo es el fundador de la Comunidad de la Sma. Trinidad, o Padres Trinitarios, que tiene 75 casas en el mundo con 580 religiosos.

Nació en Francia, en los límites con España, en 1160.

Durante sus primeros años se dedicó a los estudios de bachillerato y a la equitación y al deporte de la natación. Pero las dos actividades que más le agradaban eran la oración y el dedicarse a ayudar a los pobres. Frecuentemente se retiraba a una ermita alejada del pueblo y allí pasaba varios días dedicado a la meditación.

Su padre lo envió a París y allá obtuvo el doctorado y luego fue ordenado sacerdote.

Las antiguas crónicas dicen que durante la celebración de su Primera Misa tuvo una visión celestial: vio a unos pobres cristianos prisioneros de los mahometanos y con peligro de renunciar a su religión, y observó cómo un religioso vestido de blanco y con una cruz roja y azul en el pecho los libraba y los salvaba de perder su fe. Con esto creyó sentir una invitación celestial a fundar una comunidad para libertar cristianos.

Juan fue a consultar a San Félix de Valois, que vivía retirado meditando y rezando y después de varios días de rezar con él, le narró la idea que tenía de fundar una comunidad de religiosos para libertar cautivos. A San Félix le pareció muy buena idea y los dos se fueron a Roma a conseguir el permiso del Papa.

Inocencio III no era muy amigo de fundar nuevas congregaciones religiosas pero las oraciones de estos dos santos lograron la buena voluntad del Pontífice y les concedió su aprobación. Juan fue consagrado obispo y a los religiosos se les concedió un hábito banco con una cruz roja y azul en el pecho. Superior General de la Comunidad fue nombrado Juan de Mata.

El rey de Francia Felipe Augusto les concedió autorización para conseguir fondos en favor de los prisioneros, y así nuestro santo hizo varios viajes al Africa a libertar cautivos.

Los piratas mahometanos llegaban a las costas españolas y francesas y se llevaban prisioneros a todos los que encontraban. Y había el grave peligro de que aquellos pobres esclavos, en medio de tan terribles sufrimientos, renegaran de su fe para que no los trataran mal. Por eso San Juan de Mata se propuso rescatarlos.

En el año 1201 Juan de Mata y sus religiosos lograron rescatar en Marruecos 186 prisioneros. Al año siguiente en Túnez rescataron 110 prisioneros. Por cada uno había que pagar una crecida suma de dinero, y los Padres Trinitarios iban de ciudad en ciudad y de campo en campo consiguiendo con qué pagar el rescate de los pobres esclavos.

San Juan de Mata tuvo que sufrir mucho por parte de los mahometanos que le tenían mucha antipatía por los sabios consejos que les daba a los esclavos cristianos para que no se dejaran quitar su santa religión.

Un día en que Juan volvía del Africa con 120 prisioneros cristianos que había libertado de la esclavitud de los musulmanes, un grupo de piratas mahometanos asaltó su barco, destruyó el timón y rasgó las velas (telas por las cuales el viento empujaba la embarcación). Los pasajeros creyeron que iban a naufragar en el mar, pero el santo hizo unas nuevas velas uniendo los mantos de todos ellos, y se puso a rezar, y así sin timón, pero lleno de confianza en Dios, y suplicando que Nuestro Señor hiciera de piloto, y colocándose en la proa del barco con un crucifijo en las manos, logró tener un próspero viaje y desembarcaron sanos y salvos en Ostia (Italia).

Los últimos años los pasó en Roma dedicado a la predicación y a conseguir ayudas para los pobres y murió santamente en el año 1213.

Este santo se preocupó siempre de ocultar los hechos más admirables de su vida. El cumplía aquel antiguo principio: "Hay que amar el permanecer oculto y el no ser conocido".

Un religioso de su comunidad, el Padre Juan Gil, recató en 1580 a Miguel de Cervantes, autor del Quijote, que estaba preso de los musulmanes desde 1575.

En el año 1660 la Santa Sede autorizó el culto a San Juan de Mata, y hoy en día son muchos los que en el mundo entero siguen recibiendo de Dios el mismo llamamiento que él recibió del cielo: ir a ayudar a los que sufren en cárceles y prisiones.

Jesús prometió que en el día del Juicio Final dirá a muchos de los que estarán a su derecha: "Venid benditos de mi Padre, porque cuando Yo estuve preso me fuisteis a ayudar. Todo lo que hicisteis con los demás aun con los más humildes, a Mí me lo hicisteis" (S. Mateo 35,40).

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Fuente: Archidiócesis de Madrid 
Los 40 mártires de Sebaste Fiesta, 10 de marzo 

SAN MELITÓN

Imperando Licinio, hizo publicar un edicto en que mandaba, so pena de la vida, abjurar la religión cristiana. Había en el ejército cuarenta soldados que eran cristianos, y el prefecto Agricolao los exhortó a negar la fe de Cristo. No siendo obedecido, hízolos encerrar en la cárcel, donde pasaron la noche cantando alabanzas al Señor, y Cristo se les apareció diciendo: «Bien habéis comenzado: mirad que acabéis bien». Arrojados desnudos en una laguna helada, pidieron al Señor que ninguno flaquease; mas uno de ellos, vencido del frío, se pasó a un baño caliente, y luego expiró.

Habiendo visto un portero que velaba bajar los ángeles con treinta y nueve coronas, movido de la maravilla, se hizo cristiano. Sacáronlos de la laguna para conducirlos en carros a una hoguera, y reservaron a San Melitón, que por ser más joven, había resistido más a la violencia del frío; pero su madre le cogió en sus brazos y le echó en uno de los carros, y todos fueron quemados el día 9 de Marzo año de 316.

 

La Legión XII Fulminata se hizo célebre entre los cristianos del siglo IV por el martirio de 40 de sus soldados. Junto a la Legión XV Apollinaris tenía a su cargo la defensa de Asia Menor.

En el año 312 Constantino y Licinio publicaron un edicto favorable a los cristianos. Majencio había sido derrotado el 28 de Abril de ese año junto al puente Milvio y quedaba Constantino como único emperador de Occidente. En Oriente, vencido Maximiano Daia, es Licinio el único dueño. Constantino y Licinio son emperadores asociados. Por ese momento hay abundantes cristianos enrolados en las filas del ejército por la tranquilidad que por años los fieles cristianos van disfrutando al amparo del edicto imperial. En lenguaje de Eusebio, el ambicioso Licinio ´se quita la máscaraª e inicia en Oriente una cruenta persecución contra los cristianos.

La verdad histórica del martirio, con sus detalles más nimios, no llega uniformemente a nuestros tiempos. La predicación viva de su entrega hasta la muerte -propuesta una y otra vez como paradigma a los fieles- está necesariamente adaptada a la necesidad interior de los diferentes auditorios; esto hace que se resalten más unos aspectos que otros, según lo requiera el mayor provecho espiritual, a los distintos oyentes y probablemente ahí radique la diferencia de las memorias.

San Gregorio de Nisa, apologista acérrimo de los soldados mártires, sitúa el lugar del martirio en Armenia, cerca de la actual Sivas, en la ciudad de Sebaste. Fue en el año 320 y en un estanque helado. (San Efrén, al comentarlo, debió imaginarlo tan grande que lo llamó ´lagoª). Dice que de la XII Fulminata, cuarenta hombres aguerridos prefirieron la muerte gélida a renunciar a su fe cristiana. Sobre el hielo y hundiéndose en el rigor del agua fría, los soldados, con sus miembros yertos, se animan mutuamente orando: ´Cuarenta, Señor, bajamos al estadio; haz que los cuarenta seamos coronadosª. Quieren ser fieles hasta la muerte... pero uno de ellos flaquea y se escapa; el encargado de su custodia -dice el relato-, asombrado por la entereza de los que mueren y aborreciendo la cobardía del que huye, entra en el frío congelador y completa el número de los que, enteros, mantienen su ideal con perseverancia. Los sepultaron, también juntos, en el Ponto, dato difícil de interpretar. 


Pronto comenzó el culto a los soldados y se propagó por Constantinopla, Palestina -donde santa Melania la Joven construyó un monasterio poniéndolo bajo su protección-, Roma y de allí a toda la cristiandad. La antigüedad cristiana vibraba con la celebración del heroísmo de sus soldados, admiró la valentía, la constancia, el desprendimiento, la renuncia a una vida larga y privilegiada. Deseaban las iglesias particulares conseguir alguna de sus reliquias tanto que san Gaudencio afirma se valoraban más que el oro y san Gregorio Niseno las apreciaba hasta el punto de colocarlas junto a los cuerpos de sus padres para que en la resurrección última lo hicieran junto a sus valientes intercesores.

Sus nombres, según se hallan en las actas más antiguas, son los siguientes: Quirión, Cándido, Domno, Melitón (el más joven), Domiciano, Eunoico, Sisino, Heraclio, Alejandro, Juan, Claudio, Atanasio, Valente, Heliano, Ecdicio, Acacio, Vibiano, Elio, Teóduío, Cirilo, Flavio, Severiano, Valerio, Cudión, Sacerdón, Prico, Eutiquio, Eutiques, Smoragdo, Filoctemon, Aecio, Nicolás, Lisímaco, Teófilo, Xanteas, Angeas, Leoncio, Hesiquio, Cayo y Gorgonio.

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Fuente: Archidiócesis de Madird 
Simplicio, San XLVII Papa, 10 Marzo 

Simplicio, San

Natural de Tívoli, en el campo de Roma. Es hijo de Castino. Le vemos formando parte del clero romano y sucediendo al papa san Hilario en la Sede de Roma, en marzo del año 467.

Le toca vivir y ser Supremo Pastor en un tiempo difícil por la herejía y la calamidad dentro de la Iglesia que aparece como inundada por el error. En Occidente, Odaco se ha hecho dueño de Italia y es arriano como los godos en las Galias, los de España y los vándalos en África; el panorama no es muy consolador, no. Los ingleses aún están en el paganismo. Para Oriente no van mejor las cosas, aunque con otros tonos, en cuanto a la vida de fe: el emperador Zenón y el tirano Basílico favorecen la herejía de Eutiques; los Patriarcas han resultado ambiciosos de poder y las sedes patriarcales son una deseada presa más que un centro de irradiación cristiana. ¡Lamentable estado general de la Iglesia que está necesitando un buen timonel!

El nuevo papa adopta en su pontificado una actitud fundamental: atiende preferente al clero. Procura su reforma, detectando el error y proponiendo el remedio con la verdad sin condescendencias que lo acaricien; muestra perseverancia firme y tesón férreo cuando debe reprimir la ambición de los altos eclesiásticos.

Modera la Iglesia que está en Oriente siendo un muro de contención frente a las ambiciones de poder y dominio que muestra Acacio, Patriarca de Constantinopla, cuando pretendía los derechos de Alejandría y Antioquía. No cedió a las pretensiones del usurpador Timoteo Eluro, ni a las del intruso Pedro el Tintorero. Defendió la elección canónica de Juan Tabenas como Patriarca de Alejandría frente a las presiones de Pedro Mingo protegido por el emperador Zenón.

Gobierna la Iglesia que está en Occidente mandando cartas a otro Zenón -obispo de Sevilla-, encargándole rectitud y alabando su dedicación permanente a la familia cristiana que tiene encomendada. También escribe a Juan, Obispo de Rávena, en el 482, con motivo de ordenaciones ilícitas: "Quien abusa de su poder -le dice- merece perderle". En el año 475 manda a los obispos galos Florencio y Severo corregir a Gaudencio y privar del ejercicio episcopal a los que ordenó ilícitamente al tiempo que da orientaciones para distribuir los bienes de la Iglesia y evitar abusos.

En su diócesis de Roma se comporta como modelo episcopal, entregándose al cuidado de sus fieles como si no tuviera en sus hombros a la Iglesia Universal. Aquí cuida especialmente la instrucción religiosa de los fieles, facilita la distribución de limosnas entre los más pobres y dicta normas para atender primordialmente la administración del bautismo. Aún tuvo tiempo para dedicar el primer templo en el occidente a San Andrés, el hermano del apóstol Pedro, iuxta sanctam Mariam o iuxta Praesepe, sobre el monte Esquilino.

También convocó un concilio para explicitar la fe ante los errores que había difundido Eutiques, equivocándose en la inteligencia de la verdad, pues, en su monofisismo, sólo admitía en Cristo la naturaleza divina con lo que se llegaba a negar la Redención.

Los datos exactos de su óbito no están aún perfectamente esclarecidos, si bien se conoce que fue en el mes de Febrero del año 483. Sus reliquias se conservan en Tívoli.

Los contemporáneos del santo conocieron bien la austeridad de su vida y su constante oración hasta el punto de afirmar que rezó como un monje y se mortificó como un solitario del desierto. Sin esos medios su labor de servicio a la Iglesia hubiera resultado imposible.

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Simplicio Santo Papa, 10 de marzo 

Simplicio Santo

Papa
Marzo 10

 

San Simplicio nació en Tívoli (Italia) y ejerció su ministerio pontificio del 468 al 483, un período de graves dificultades para la vida de la Iglesia y del Estado. En el 476, Odoacro, después de haber eliminado a Orestes, deportó al hijo Rómulo, último representante imperial. Lo confinó en una villa cerca de Nápoles y le asignó una renta anual de 6.000 libras de oro, y las insignias imperiales se las envió al emperador de Oriente, Zenón.

Tampoco éste se encontraba viviendo sus mejores días, porque precisamente en el 475-476 tuvo que hacer frente a la rebelión de Basilisco. Logró vencerlo sólo con la ayuda de Teodorico, rey de los ostrogodos, que después destronó a Odoacro. Esta serie de acontecimientos perjudicaba también la vida de la Iglesia en Occidente y en Oriente, pues Odoacro y Teodorico eran seguidores de la herejía arriana, y Basilisco era monofisita.

El monofisismo había sido suscitado por Dióscoro, patriarca de Alejandría de Egipto, y sobre todo por el monje Eutiquio. Su tesis central, y que le da el nombre, era que en Cristo no hay sino una sola naturaleza, la divina. A pesar de la importante y enérgica intervención de san León Magno, la herejía triunfó en el llamado "latrocinio de Éfeso" del 449; pero a los dos años la doctrina ortodoxa quedó confirmada con claridad en el concilio de Calcedonia, que asumió como artículo de fe el documento de san León Magno.

Este concilio emanó también el famoso canon 28, que reconocía una cierta preeminencia al patriarcado de Constantinopla. Los enviados del Papa la juzgaron como una innovación peligrosa, y fue combatida también por san Simplicio. La controversia sobre el monofisismo duró por algún tiempo: responsable de ello fue el emperador Zenón que en el 482 intentó un imposible compromiso con su Henoticon, contra el cual el Papa Simplicio tomó una clara posición.

Además de esta defensa a la doctrina cristiana genuina, san Simplicio tiene el mérito de haber restaurado y dedicado algunas iglesias romanas como la de san Esteban Rotondo y santa Bibiana. También salvó de la destrucción algunos mosaicos paganos que se encontraban en la iglesia de san Andrés. Las reliquias de san Simplicio reposan en su ciudad natal, Tívoli.

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Juan Ogilvie, Santo Religioso Mártir. 10 Marzo 

Juan Ogilvie, Santo

Religioso Mártir


El padre Juan Ogilvie procedía de una familia noble. Nació en Drum-na-Kelth (Escocia), en el año 1579 y fue educado en el calvinismo. A los trece años su padre lo envió a Francia, Italia y Alemania para darle una educación más completa.

Allí tuvo los primeros contactos con el catolicismo dado que las controversias religiosas eran muy populares en esos lugares. Se convirtió al catolicismo y fue recibido en la iglesia del colegio escocés de Lovaina en 1596, a los diecisiete años. Abrazar la fe católica significaba para Juan la ruptura con la familia y la pérdida del apoyo que de ella recibía, la renuncia a una carrera brillante y la persecución reservada a los traidores. El 15 de noviembre de 1599 ingresó al noviciado de los jesuitas en Brno, estudió filosofía en Gratz, fue profesor del colegio de los jesuitas en Viena y finalmente estudió la teología en Olmutz, siendo ordenado sacerdote en París el año 1610. Después de tres años de vida pastoral en la ciudad de Ruán consiguió permiso para ir a Inglaterra.

Llegó a Escocia, bajo la guía de un exoficial, dedicado al comercio de caballos, con el seudónimo de Juan Watson y fingiéndose tratante de caballos, pues las leyes contra los sacerdotes que ingresaban en la Gran Bretaña eran muy severas. Desembarcó en noviembre de 1613 en el puerto de Leith.

Concentró su actividad en Renfrewshire, Edimburgo y Glasgow, afrontando mil peligros. La comunidad católica del padre Ogilvie comenzó a crecer en la clandestinidad y se

Juan Ogilvie, Santo

hizo famoso por la insistencia con que predicaba el fervor en la vida católica; con grandes peligros, visitaba a los católicos: sir James MacDonald recordaba con satisfacción las visitas en la prisión del padre Ogilvie, quien fue traicionado y arrestado en Glasgow el 14 de octubre de 1614.

Fue sometido a torturas e interrogatorios prolongados para que denunciara a los católicos, llegando a privarle del sueño por ocho días consecutivos. Siendo interrogado sobre si la jurisdicción del Papa se extendía a la autoridad del rey en materia espiritual, lo afirmó constantemente declarando que estaba dispuesto a morir para defenderlo. En todos los juicios que se prolongaron durante meses, ya en Glasgow, ya en Edimburgo, el padre no retrocedió porque no podía, ni quería traicionar a Dios. La noticia de su heroísmo corrió por toda Escocia, de tal manera que los perseguidores y especialmente el arzobispo anglicano hubieran dado cualquier cosa para que renegara de su fe y aceptara la supremacía del rey. Aunque los guardias comenzaron a tratarlo con mayor rigor, el padre Ogilvie pudo escribir en latín un relato sobre su prisión; cuando lo terminó, consiguió deslizarlo por debajo de la puerta a algunos católicos que habían entrado en la cárcel. Al fin declaró: Salvaré mi vida solamente si puedo salvarla sin ser forzado a perder a Dios. No pudiendo conservar ambas cosas, pierdo voluntariamente el bien menor, por conservar el mayor. Fue sentenciado a morir como traidor. Los verdugos le ofrecieron la libertad si renegaba de la fe. Murió ahorcado el 10 de marzo de 1615, en Glasgow. 

Fue beatificado en 1929 por el papa Pío XI y canonizado en 1976 por el papa Pablo VI.

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Juan de Vallumbrosa, Beato Monje, 10 Marzo 

Juan de Vallumbrosa, Beato

Marzo 10 
Monje

Etimológicamente significa "Dios es misericordia". Viene de la lengua hebrea.

Este monje descubrió en su propia vida lo que son desgarrones por dedicarse a cosas que no estaban de acuerdo con la regla benedictina que profesó libremente.

Nació en Florencia y murió en el año 1380. La historia de Juan nos recuerda que tuvo muchas tentaciones, no sólo contra el sexo, sino también por sus lecturas continuas acerca de libros prohibidos. Todas estas lecturas le llevaron a la práctica de necromancia y de las Artes Negras.

Antes de que lo descubrieran, había ejercido el cargo de abad del monasterio.

Cuando lo sometieron a juicio, negó su pecado contra la humildad y la bondad de Dios.

Lo encarcelaron hasta que, finalmente, confesó sus pecados. Su encarcelamiento le hizo pensar mucho. Se consideró un pecador y culpable de cuanto había negado antes.

Desde este momento, se dedicó a hacer penitencia con severidad y una austeridad digna de encomio para los hermanos monjes.

Estos le rogaban de vez en cuando que volviera a la vida de comunidad.

El, sin embargo, prefería quedarse en la prisión como un anacoreta hasta que le llegase el instante de su muerte.

En su soledad alcanzó una gran santidad. Dedicaba su tiempo, además de a la plegaria y a la penitencia, a escribir hermosos libros.

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Fuente: Vatican.va 
María Eugenia de Jesús Milleret Brou, Santa Fundadora, Marzo 10 

María Eugenia de Jesús Milleret Brou, Santa

Fundadora de la Congregación
de Hermanas de la Asunción

Martirologio Romano: En París, en Francia, beata María Eugenia Milleret de Brou, virgen, fundadora de la Congregación de Hermanas de la Asunción, para la educación cristiana de niñas.

Etimología: Eugenia = aquella que es bien nacida, es de origen griego


Nacida en una familia burguesa, en 1817 en Metz (Francia), tras la derrota definitiva de Napoleón y la Restauración de la Monarquía, Ana-Eugenia Milleret no parecía estar destinada a trazar un camino espiritual en la Iglesia de Francia. 

Su padre, liberal y seguidor de las ideas de Voltaire, desarrolla su actividad como banquero y en la vida política. Ana-Eugenia, dotada de una gran sensibilidad, recibe de su madre una educación que le da un carácter fuerte y el sentido del deber. La vida familiar desarrolla en ella una curiosidad intelectual y el espíritu romántico, un interés por las cuestiones sociales y una amplitud de mirada. 

Esta educación, lejos de la Iglesia, de Cristo, de la escuela, está marcada por una gran libertad unida a un gran sentido de la responsabilidad. La bondad, la generosidad, la rectitud y la sencillez aprendidas junto a su madre, le llevará a decir más tarde que su educación era más cristiana que la de muchos católicos piadosos de su tiempo. Según la costumbre, como su contemporánea George Sand, Ana-Eugenia asistía a la Misa los días de fiesta y había recibido los sacramentos de la iniciación cristiana sin comprometerse a nada. Su primera comunión fue, con todo, una gran experiencia mística para Ana–Eugenia en la que ya se encontraba todo el secreto del futuro. Solo más tarde, captará el sentido profético de esta experiencia y reconocerá en ella el fundamento de su camino hacia una pertenencia total a Cristo y a la Iglesia. 

Vivió una juventud feliz, aunque no faltó el sufrimiento. La muerte de un hermano mayor que ella, la de una hermana pequeña, una salud frágil y una caída que le dejará sus secuelas, marcaron su infancia. Ana-Eugenia mostrará una madurez superior a la de su edad, sabrá esconder sus sentimientos y hacer frente a lo que va viniendo. Más tarde, tras un periodo de gloria, tendrá que enfrentarse al fracaso de los bancos de su padre, a la incomprensión y separación de sus padres, a la pérdida de toda seguridad. Ana-Eugenia tiene que abandonar la casa de su infancia e ir a París con su madre, mientras que su hermano Luis, su gran compañero de juegos, se marchará con su padre. 

En París, junto a su madre a la que adoraba, la verá afectada terriblemente por el cólera que se la llevó en unas horas, dejando a su hija de 15 años sola en el mundo, en una sociedad mundana y superficial. En esta situación y a través de una búsqueda angustiosa y casi desesperada de la verdad, Ana-Eugenia llegará a su conversión sedienta del Absoluto y abierta a lo transcendente.

A los 19 años, Ana–Eugenia asiste a las Conferencias cuaresmales en la Catedral de Nuestra Señora, en París, predicadas por el Padre Lacordaire, joven pero ya conocido por su talento como orador. Antiguo discípulo de Lamennais —habitado como él por la visión de una Iglesia renovada jugando un papel nuevo en el mundo— Lacordaire comprende su tiempo y quiere cambiarlo. Conoce los interrogantes y las aspiraciones de los jóvenes, su idealismo y su ignorancia sobre Cristo y la Iglesia. Su palabra llega al corazón de Ana-Eugenia, responde a sus propios interrogantes y despierta en ella una gran generosidad. Ana Eugenia ve a Cristo como Liberador universal y su Reino en la tierra a través una sociedad fraterna y justa. Me sentía realmente convertida, escribe, y sentía el deseo de entregar todas mis fuerzas, o mas bien toda mi debilidad, a esta Iglesia que desde entonces me parecía que era la única que poseía aquí abajo el secreto y el poder del bien. 

En este momento, conoce a otro predicador, también antiguo discípulo de Lammenais, el Padre Combalot, que escogerá como confesor. El Padre Combalot se da cuenta que tiene ante a él a un alma privilegiada y designa a Ana-Eugenia como fundadora de la Congregación que él soñaba desde hacía tiempo. Insistiendo en que esta fundación es la voluntad de Dios y que Dios la había escogido para realizar esta obra, el Padre Combalot convence a Ana-Eugenia para que asuma este proyecto: una obra de educación. El P. Combalot está convencido de que solamente a través de la educación, se podrá evangelizar las inteligencias, hacer que las familias sean verdaderamente cristianas y así transformar la sociedad de su tiempo. Ana-Eugenia acepta este proyecto como un deseo de Dios y se deja guiar por el P. Combalot. 

A los 22 años, María Eugenia se convierte en Fundadora de las Religiosas de la Asunción, entregadas a consagrar toda su vida y todas sus fuerzas para extender el Reino de Cristo en el mundo. En 1839, con otras dos jóvenes, Ana-Eugenia Milleret empieza una vida comunitaria de oración y de estudio en un apartamento de la calle Férou, muy cerca de la Iglesia de San Sulpicio en París. En 1841, abren la primera escuela con el apoyo de Mme de Chateaubriand, Lacordaire, Montalembert y sus amigos. Años más tarde la comunidad contará con 16 hermanas de cuatro nacionalidades. 

Maria Eugenia y las primeras hermanas de la Asunción quisieron unir lo antiguo y lo nuevo: unir los antiguos tesoros de la espiritualidad y de la sabiduría de la Iglesia con una nueva forma de vida religiosa y de educación que respondieran a las necesidades de las mentalidades modernas. Se trata de asumir los valores de su tiempo, y a la vez, transmitir valores evangélicos a la cultura naciente de una nueva era industrial y científica. La Congregación desarrollará una espiritualidad centrada en Cristo y en el misterio de la Encarnación, a la vez profundamente contemplativa y profundamente apostólica. Será una vida vivida en la búsqueda de Dios y en un fuerte compromiso apostólico. 

La vida de María Eugenia de Jesús fue larga, una vida que atravesó casi todo el siglo XIX. Amaba profundamente su tiempo y quería participar activamente en su historia. Progresivamente todas sus energías se fueron unificando, de una u otra manera, en el desarrollo y la extensión de la Congregación, la obra de su vida. Dios le iba enviando hermanas y amigos. Una de las primeras fue una irlandesa, mística y amiga íntima a la que María Eugenia, al final de su vida, la llama "la mitad de mi ser". Kate O'Neill, en religión Madre Thérèse Emmanuel, se considera como co-fundadora. El P. Emmanuel d'Alzon, que llegó a ser el director espiritual de María Eugenia poco después de la fundación, será para ella padre, hermano, amigo según las etapas de la vida. En 1845, el P. d'Alzon fundó los Agustinos de la Asunción y los dos fundadores se ayudaron mutuamente a lo largo de 40 años. Los dos tenía un don para la amistad y trabajaron en la Iglesia con numerosos laicos. Juntos, en seguimiento de Jesús, religiosas, religiosos y laicos han trazado el camino de la Asunción y forman parte de la inmensa nube de testigos. 

En los últimos años de su vida, M. María Eugenia de Jesús experimentará poco a poco el debilitamiento físico, vivido en la humildad y en el silencio, en una vida totalmente centrada en Jesucristo. El 9 de marzo de 1898 recibe por última vez la comunión y en la noche del 10 de marzo se duerme dulcemente en el Señor. Fue beatificada por Pablo VI, en Roma, el 9 de febrero de 1975 y canonizada por Benedicto XVI el 3 de junio del 2007.

La rama laica –Asunción Juntos– formada por Amigos de la Asunción y Comunidades o Fraternidades de la Asunción, es numerosa: unos miles de Amigos y algunos centenares de Laicos comprometidos según el Camino de Vida.

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Fuente: www.OSANET.org 
Elías del Socorro, Beato Mártir, 10 Marzo 

Elías del Socorro, Beato

Mateo Elías Nieves nace en Yuriria (Guanajuato - México). Hijo de modestos agricultores, muy pronto manifestó el deseo de ser sacerdote, pero a los doce años su padre era asesinado por unos salteadores, y le resultó necesario dejar los estudios para poder ganar algún dinero con el que contribuir al sustentamiento de la familia.

En 1904, no obstante su escasa preparación y a su edad adulta, consiguió ser admitido en el seminario agustiniano de Yuriria. Las dificultades por causa de los estudios iniciados por quien a los veintiún años abandonaba las faenas del campo fueron superadas con tesón y esfuerzo. En las provenientes de la carencia de recursos económicos y la débil constitución física - estuvo a punto de perder la vista - nunca faltó quien le echara una mano. En reconocimiento a la ayuda de lo alto en tantos momentos de su vida y movido de su filial devoción a María, al profesar en 1911 cambió el nombre de Mateo Elías por el de Elías del Socorro.

Ordenado sacerdote en 1916, ejerce su ministerio en diversas localidades del Bajío, hasta que en 1921 es nombrado vicario parroquial de La Cañada de Caracheo (Gto.), un poblado en las estribaciones del "Culiacán". En este centro de escasos recursos económicos, desprovisto de servicios sanitarios y de escuela pública no se limitó a la asistencia espiritual de su grey. Habiendo conocido el trabajo manual y la indigencia, no le pesaron ni las privaciones ni la pobreza, que compartió con ánimo generoso, jovial disponibilidad y confianza en la Providencia.

Fue precisamente durante estos años cuando nace el movimiento popular de los "cristeros". El P. Nieves, que se mantuvo al margen de esta revolución armada, cuando a finales del 1926 se llegó a la efectiva persecución de la Iglesia, a pesar de su carácter tímido, en vez de obedecer la orden del gobierno de pasar a vivir en las ciudades, se estableció en la cueva de un cerro cercano, asegurando así a sus fieles la asistencia religiosa.

Esta clandestinidad forzada, llevada adelante durante catorce meses finalizará la mañana en que se tropezó con un destacamento de soldados, a los que llamó la atención que bajo el vestido blanco de campesino se entreviera el oscuro que empleaba en su ministerio pastoral nocturno. Interrogado, declaró su condición de sacerdote, siendo arrestado inmediatamente junto con un par de rancheros que se ofrecieron a acompañarlo. Al amanecer del 10 de marzo de 1928 militares y prisioneros se pusieron en camino en dirección al pequeño centro urbano de Cortazar. En el primer alto el capitán al frente del destacamento dio la orden de pasar por las armas a los dos acompañantes del Padre, testigos incómodos, quienes después de confesarse murieron victoreando a Cristo Rey. En la siguiente parada, ya próximos al poblado, el capitán se dirige al Padre diciéndole: "Ahora le toca a Vd., vamos a ver si morir es como decir misa". El P. Nieves pidió unos momentos para recogerse, después dió la bendición a los soldados y comenzó a recitar el credo mientras estos preparaban las armas para fusilarlo. Sus últimas palabras fueron un sonoro "Viva Cristo Rey".

Sus restos descansan en la iglesia parroquial de la Cañada.

Fue solemnemente beatificado el 12 de octubre de 1997.

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Fuente: ACIprensa.com 
Macario de Jerusalén, Santo Obispo, 10 Marzo 

Macario de Jerusalén, Santo

Obispo de Jerusalén (312-34).



La fecha en la que Macario fue consagrado Obispo se encuentra en la versión de San Jerónimo de las "Crónicas" de Eusebio. 

Su muerte debe haber acaecido antes del Concilio de Tiro, en el año 335, en el que su sucesor, Máximo, fue aparentemente uno de los obispos participantes. 

Macario fue uno de los obispos a quienes San Alejandro de Alejandría escribiera previniéndolos contra Ario. 

El vigor de su oposición a la nueva herejía se evidencia en la manera abusiva en la que Ario se refiere a él en su carta a Eusebio de Nicomedia. 

Asistió al Concilio de Nicea, y vale mencionar aquí dos conjeturas relacionadas con el papel que desempeñó en dicho concilio. La primera es que hubo un forcejeo entre él y su obispo metropolitano Eusebio de Cesarea, en cuanto a los derechos de sus respectivas sedes. El séptimo canon del concilio ("Debido a que la costumbre y la tradición antigua muestran que el obispo de Elia [Jerusalén] debe ser honrado y debe tener precedencia; sin que esto perjudique, sin embargo, la dignidad que corresponde al obispo de la Metrópolis"), por su vaguedad sugiere que fue el resultado de una prolongada batalla. 

La segunda conjetura es que Macario, junto con Eustaquio de Antioquía, tuvo mucho que ver con la redacción del Credo adoptado finalmente por el Concilio de Nicea. 

Para mayores datos sobre la base de esta conjetura (expresiones que aparecen en el Credo y que recuerdan las de Jerusalén y Antioquía) el lector puede consultar a Hort, "Two Dissertations", etc., 58 sqq.; Harnack, "Dogmengesch.", II (3a edición), 231; Kattenbusch, "Das Apost. Symbol." (Ver el índice del volumen II.). 

De las conjeturas podemos pasar a la ficción. En la "Historia del Concilio de Nicea" atribuida a Gelasio de Cícico hay varias discusiones imaginarias entre los Padres del Concilio y los filósofos al servicio de Ario. 

En una de esas discusiones, en donde Macario actúa como vocero de los obispos, éste defiende el Descendimiento a los infiernos. 

Este hecho, consecuencia de la incertidumbre de si el Descenso a los infiernos se encontraba en el Credo de Jerusalén, es interesante, sobre todo si se tiene en cuenta que, en otros aspectos, el lenguaje de Macario aparece más conforme al del Credo. 

El nombre de Macario ocupa el primer lugar los de los obispos de Palestina que suscribieron el Concilio de Nicea; el de Eusebio aparece en quinto lugar. San Atanasio, en su encíclica a los obispos de Egipto y Libia, incluye el nombre de Macario (quien había muerto ya hacía mucho tiempo) entre los de los obispos reconocidos por su ortodoxia. 

San Teofano en su "Cronografía" indica que Constantino, al finalizar el concilio de Nicea, ordenó a Macario buscar los sitios de la Resurrección y de la Pasión y la Verdadera Cruz. 

Es muy probable que esto haya sido así, ya que las excavaciones comenzaron muy poco tiempo después del concilio y se realizaron, aparentemente, bajo la superintendencia de Macario. 

El gran montículo y las bases de piedra coronadas por el templo de Venus, que se habían construido sobre el Santo Sepulcro en la época de Adriano, se demolieron y "cuando de inmediato apareció la superficie original del suelo, contrario a todas las expectativas, se descubrió el Santo Monumento de la Resurrección de nuestro Salvador".

Al oír la noticia, Constantino escribió a Macario dándole órdenes y detalladas para la construcción de una Iglesia en ese lugar.

Más tarde escribió otra carta "A Macario y a los demás Obispos de Palestina" ordenando la construcción de una Iglesia en Mambré, que también había sido profanada por un templo pagano. Eusebio, tal vez pensando en su dignidad como Obispo Metropolitano, aunque relata lo antes descrito, se refiere a la carta como "dirigida a mí". 

También se construyeron iglesias en los lugares e la Natividad y la Ascensión.

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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