JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san Juan 17, 11b-19
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo:
"Padre santo, protege en tu nombre a los que me has dado para que sean uno, como tú y yo somos uno.
Mientras yo estaba con ellos en el mundo, yo mismo protegía en tu nombre a los que me diste. Los he custodiado de tal manera que ninguno de ellos se ha perdido, fuera del que tenía que perderse, para que se cumpliera lo que dice la Escritura. Ahora, en cambio, yo me voy a ti. Si digo estas cosas mientras todavía estoy en el mundo, es para que ellos puedan participar plenamente en mi alegría.
Yo les he comunicado tu mensaje, pero el mundo los odia, porque no pertenecen al mundo, como tampoco pertenezco yo. No te pido que los saques del mundo, sino que los defiendas del maligno. Ellos no pertenecen al mundo como tampoco pertenezco yo. Haz que ellos sean completamente tuyos por medio de la verdad; tu palabra es la verdad.
Yo los he enviado al mundo, como tú me enviaste a mí. Por ellos yo me consagro a ti, para que también ellos se consagren a ti, por medio de la verdad".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
mie 7a. Sem Pascua
Antífona de Entrada
Pueblo todos, aplaudan, aclamen a Dios con clamores de júbilo. Aleluya.
Oración Colecta
Oremos:
Dios misericordioso, concede a tu Iglesia, congregada por el Espíritu Santo, entregarse
plenamente a ti y vivir siempre unida en el amor.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
Ahora los dejo en manos de Dios, que puede hacerlos crecer y alcanzar la herencia prometida
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 20, 28-38
En aquellos días dijo Pablo a los responsables de la iglesia de Efeso:
"Cuídense a ustedes mismos y a todo el rebaño, pues el Espíritu Santo los ha constituido pastores vigilantes de la Iglesia de Dios, que él adquirió con la sangre de su propio Hijo.
Yo sé que, después de mi partida, entrarán en medio de ustedes lobos crueles, que no perdonarán al rebaño. Incluso de entre ustedes mismos saldrán algunos difundiendo doctrinas perniciosas, para arrastrar a los discípulos tras de sí. Por eso, estén siempre atentos y acuérdense de que durante tres años, día y noche, no me cansé de exhortarlos hasta con lágrimas a cada uno de ustedes.
Ahora los encomiendo a Dios y a su mensaje de gracia, que tiene fuerza para que crezcan en la fe y para hacerlos partícipes de la herencia reservada a los consagrados. A nadie le he pedido plata, oro o vestidos. A ustedes mismos les consta que con el trabajo de mis manos he ganado lo necesario para mí y para mis compañeros. Siempre les he mostrado que es así como se debe trabajar para poder socorrer a los débiles, recordando las palabras del Señor Jesús, que dijo: "Hay más felicidad en dar que en recibir"".
Cuando terminó de hablar, se puso de rodillas y rezó con todos ellos. Todos comenzaron a llorar, abrazaban a Pablo y lo besaban. Estaban tristes, sobre todo porque les había dicho que no lo volverían a ver. Después lo acompañaron hasta el barco.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 67, 29-30.33-35a.35b-36c
Reyes de la tierra, canten al Señor.
Despliega, oh Dios, tu poder, el poder que actúa en favor nuestro. A tu templo, que domina Jerusalén, te traerán dones los reyes.
Reyes de la tierra, canten al Señor.
Canten a Dios, reinos de la tierra, toquen para el Señor que cabalga sobre los cielos, los cielos eternos, que hace resonar su voz, su voz poderosa: "Reconozcan el poderío de Dios".
Reyes de la tierra, canten al Señor.
Su majestad resplandece sobre Israel, su potencia sobre las nubes. ¡Que Dios sea bendito!
Reyes de la tierra, canten al Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Tu palabra, Señor, es la verdad: santifícanos en la verdad.
Aleluya.
Evangelio
Padre, que ellos sean uno, como nosotros
† Lectura del santo Evangelio según san Juan 17, 11b-19
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo:
"Padre santo, protege en tu nombre a los que me has dado para que sean uno, como tú y yo somos uno.
Mientras yo estaba con ellos en el mundo, yo mismo protegía en tu nombre a los que me diste. Los he custodiado de tal manera que ninguno de ellos se ha perdido, fuera del que tenía que perderse, para que se cumpliera lo que dice la Escritura. Ahora, en cambio, yo me voy a ti. Si digo estas cosas mientras todavía estoy en el mundo, es para que ellos puedan participar plenamente en mi alegría.
Yo les he comunicado tu mensaje, pero el mundo los odia, porque no pertenecen al mundo, como tampoco pertenezco yo. No te pido que los saques del mundo, sino que los defiendas del maligno. Ellos no pertenecen al mundo como tampoco pertenezco yo. Haz que ellos sean completamente tuyos por medio de la verdad; tu palabra es la verdad.
Yo los he enviado al mundo, como tú me enviaste a mí. Por ellos yo me consagro a ti, para que también ellos se consagren a ti, por medio de la verdad".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Acepta Señor, este sacrificio de alabanza que tú mismo nos has mandado celebrar, y dígnate, por esta Eucaristía, santificarnos y darnos tu salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
El misterio de la Ascensión
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque el Señor Jesús, rey de la gloria, triunfador del pecado y de la muerte, ante la admiración de los ángeles, ascendió a lo más alto de los cielos, como mediador entre Dios y los hombres, Juez del mundo y Señor de los espíritus celestiales.
No se ha ido para alejarse de nuestra pequeñez, sino para que pusiéramos nuestra esperanza en llegar, como miembros suyos, a donde él, nuestra cabeza y principio, nos ha precedido.
Por eso,
con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y también los coros
celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan sin cesar el himno de tu gloria:
Antífona de la Comunión
Cuando venga el Consolador, que yo les enviaré, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí, y tambien ustedes darán testimonio, dice el Señor. Aleluya.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Señor, que esta comunión aumente en nosotros tu gracia, nos purifique de nuestros pecados y nos disponga mejor a recibir tus dones.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
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Dia 15/05 San Isidro (labrador, blanco)
Antífona de Entrada
El agricultor aguarda paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía.
Oración Colecta
Oremos:
Señor, Dios nuestro, que en la humildad y sencillez de san Isidro labrador nos dejaste un ejemplo de vida escondida en ti, con Cristo; concédenos que el trabajo de cada día humanice nuestro mundo y sea al mismo tiempo plegaria de alabanza a tu nombre.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
El labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra
Lectura de la carta del apóstol Santiago 5. 7-8.11.16-17
Hermanos: Tengan paciencia "hasta la venida del Señor. El labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía. Tengan paciencia también ustedes manténganse firmes, porque la venida del Señor está cerca. Consideramos dichosos a los que sufren con paciencia. Han oído ponderar la paciencia de Job y conocer el fin que le otorgó el, Señor, porque el Señor es compasivo y misericordioso.
Así, pues, confiesen los pecados unos a otros, y recen unos por otros para que los curen. Mucho puede hacer la oración del justo. Elías, que era un hombre de la misma condición que nosotros, oró fervorosamente para que no lloviese; y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Del salmo 1
Dichoso quien ama la ley de Dios.
Dichoso aquel que no se guía por mundanos criterios, que no anda en malos pasos ni se burla del bueno; que ama la ley de Dios y se goza en cumplir sus mandamientos.
Dichoso quien ama la ley de Dios.
Es como un árbol plantado junto al río, que da fruto a su tiempo y nunca se marchita. En todo tendrá éxito.
Dichoso quien ama la ley de Dios.
En cambio los malvados serán como la paja barrida por el viento. Porque el Señor protege el camino del justo y al malo sus caminos acaban por perderlo.
Dichoso quien ama la ley de Dios.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
El que me ama cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y haremos en él nuestra morada, dice el Señor.
Aleluya.
Evangelio
Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador
Ý Lectura del santo Evangelio según san Juan 15, 1-7
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
"Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto, lo arranca; y a todo el que da fruto, lo poda, para que dé más fruto. Ustedes ya están limpios por las palabras que les he hablado; permanezcan en mí y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí si no permanece en la vid, así tampoco ustedes si no permanecerán en mi.
Yo soy la vid; vosotros, los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no pueden hacer nada. Al que no Permanece en mí, lo tiran fuera, como al sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pedirán lo que desean, y se realizará".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Acepta y santifica, Señor, estos dones de pan y vino, fruto de la tierra que cultivó san Isidro labrador, regándola con el sudor de su frente.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
La gloria de los santos
En verdad es justo darte gracias y deber nuestro glorificarte, Padre santo. Porque tu gloria resplandece en cada uno de los Santos, ya que, al coronar sus méritos, coronas tus propios dones. Con su vida, nos proporcionas ejemplo; ayuda, con su intercesión, y por la comunión con ellos, nos haces participar de sus bienes, para que, alentados por testigos tan insignes, lleguemos victoriosos al fin de la carrera y alcancemos con ellos la corona inmortal de la gloria. Por Cristo, Señor nuestro.
Por eso,
con los ángeles y arcángeles, y con la multitud de San Isidro, te cantamos un himno de alabanza, diciendo sin cesar:
Antífona de la Comunión
Oró y el cielo derramó lluvia y la tierra produjo sus frutos.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Te pedimos, Señor, que el alimento santo que hemos recibido sea en nosotros siembra prometedora de cosecha abundante de caridad; para que, a imitación de san Isidro, cuya memoria hemos celebrado, sepamos compartir nuestro pan de cada día con nuestros hermanos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
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† Meditación diaria
Pascua. 7ª semana. Miércoles
Decenario al Espíritu Santo
EL DON DE FORTALEZA
— El Espíritu Santo proporciona al alma la fortaleza necesaria para vencer los obstáculos y practicar las virtudes.
— El Señor espera de nosotros el heroísmo en lo pequeño, en el cumplimiento diario de los propios deberes.
— Fortaleza en nuestra vida ordinaria. Medios para facilitar la acción de este don.
I. La historia del pueblo de Israel manifiesta la continua protección de Dios. La misión de quienes habrían de guiarlo y protegerlo hasta llegar a la Tierra Prometida superaba con mucho sus fuerzas y sus posibilidades. Cuando Moisés le expone al Señor su incapacidad para presentarse ante el Faraón y liberar de Egipto a los israelitas, el Señor le dice: Yo estaré contigo1. Este mismo auxilio divino se garantiza a los Profetas y a todos aquellos que reciben especiales encargos. En los cánticos de acción de gracias reconocen siempre que solo por la fortaleza que han recibido de lo Alto han podido llevar a cabo su tarea. Los salmos no cesan de exaltar la fuerza protectora de Dios: Yahvé es la Roca de Israel, su fortaleza y su seguridad.
El Señor promete a los Apóstoles –columnas de la Iglesia– que serán revestidos por el Espíritu Santo de la fuerza de lo alto2. El Paráclito mismo asistirá a la Iglesia y a cada uno de sus miembros hasta el fin de los siglos. La virtud sobrenatural de la fortaleza, la ayuda específica de Dios, es imprescindible al cristiano para luchar y vencer contra los obstáculos que cada día se le presentan en su pelea interior por amar cada día más al Señor y cumplir sus deberes. Y esta virtud es perfeccionada por el don de fortaleza, que hace prontos y fáciles los actos correspondientes.
En la medida en que vamos purificando nuestras almas y somos dóciles a la acción de la gracia, cada uno puede decir, como San Pablo: todo lo puedo en Aquel que me conforta3. Bajo la acción del Espíritu Santo, el cristiano se siente capaz de las acciones más difíciles y de soportar las pruebas más duras por amor a Dios. El alma, movida por este don, no pone la confianza en sus propios esfuerzos, pues nadie mejor que ella, si es humilde, tiene conciencia de su propia endeblez y de su incapacidad para llevar a cabo la tarea de su santificación y la misión que el Señor le encarga en esta vida; pero oye, de modo particular en los momentos más difíciles, que el Señor le dice: Yo estaré contigo. Entonces se atreve a decir: si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros? (...). ¿Quién podrá separarnos del amor de Cristo? ¿Acaso la tribulación, o la angustia, o el hambre, o la desnudez, o el riesgo, o la persecución, o el cuchillo? (...). Pero en medio de todas estas cosas triunfamos por virtud de Aquel que nos amó. Por lo que estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni virtudes, ni lo presente, ni lo venidero, ni la fuerza, ni lo que hay de más alto, ni de más profundo, ni otra ninguna criatura, podrá jamás separarnos del amor de Dios, que se funda en Jesucristo Nuestro Señor4. Es este un grito de fortaleza y de optimismo que se apoya en Dios.
Si dejamos que el Paráclito tome posesión de nuestra vida, nuestra seguridad no tendrá límites. Comprendemos entonces de una manera más profunda que el Señor escoge lo débil, lo que a los ojos del mundo no tiene nobleza ni poder (...), para que nadie pueda gloriarse ante Dios5, y que no pide a sus hijos más que la buena voluntad de poner todo lo que está de su parte, para llevar Él a cabo maravillas de gracia y de misericordia. Nada parece entonces demasiado difícil, porque todo lo esperamos de Dios, y no ponemos la confianza de modo absoluto en ninguno de los medios humanos que habremos de utilizar, sino en la gracia del Señor. El espíritu de fortaleza proporciona al alma una energía renovada ante los obstáculos, internos o externos, y para practicar las virtudes en el propio ambiente y en los propios quehaceres.
II. La Tradición asocia el don de fortaleza al hambre y sed de justicia6. "El vivo deseo de servir a Dios a pesar de todas las dificultades es justamente esa hambre que el Señor suscita en nosotros. Él la hace nacer y la escucha, según le fue dicho a Daniel: Y Yo vengo para instruirte, porque tú eres un varón de deseos (Dan 9, 23)"7. Este don produce en el alma dócil al Espíritu Santo un afán siempre creciente de santidad, que no mengua ante los obstáculos y dificultades. Santo Tomás dice que debemos anhelar esta santidad de tal manera que "nunca nos sintamos satisfechos en esta vida, como nunca se siente satisfecho el avaro"8.
El ejemplo de los santos nos impulsa a crecer más y más en la fidelidad a Dios en medio de nuestras obligaciones, amándole más cuanto mayores sean las dificultades por las que pasemos, dándole más firmeza a nuestro afán de santidad, sin dejar que tome cuerpo el desánimo ante la posible falta de medios en el apostolado, o al experimentar quizá que no avanzamos, al menos aparentemente, en las metas de mejora que nos habíamos propuesto. Como dejó escrito Santa Teresa: "importa mucho, y el todo, una grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar a ella (a la santidad), venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabájese lo que se trabajare, murmure quien murmurare, siquiera llegue allá, siquiera se muera en el camino o no tenga corazón para los trabajos que hay en él, siquiera se hunda el mundo"9.
La virtud de la fortaleza, perfeccionada por el don del Espíritu Santo, nos permite superar los obstáculos que, de una manera u otra, vamos a encontrar en el camino de la santidad, pero no suprime la flaqueza propia de la naturaleza humana, el temor al peligro, el miedo al dolor, a la fatiga. El fuerte puede tener miedo, pero lo supera gracias al amor. Precisamente porque ama, el cristiano es capaz de enfrentarse a los mayores riesgos, aunque la propia sensibilidad sienta repugnancia no solo en el comienzo, sino a lo largo de todo el tiempo que dure la prueba o el conseguir lo que ama. La fortaleza no evita siempre los desfallecimientos propios de toda naturaleza creada.
Esta virtud lleva hasta dar la vida voluntariamente en testimonio de la fe, si el Señor así lo pide. El martirio es el acto supremo de la fortaleza, y Dios lo ha pedido a muchos fieles a lo largo de la historia de la Iglesia. Los mártires han sido –y son– la corona de la Iglesia, y una prueba más de su origen divino y santidad. Cada cristiano debe estar dispuesto a dar la vida por Cristo si las circunstancias lo exigieran. El Espíritu Santo daría entonces las fuerzas y la valentía para afrontar esta prueba suprema. Lo ordinario será, sin embargo, que espere de nosotros el heroísmo en lo pequeño, en el cumplimiento diario de los propios deberes.
Cada día tenemos necesidad del don de fortaleza, porque cada día debemos ejercitar esta virtud para vencer los propios caprichos, el egoísmo y la comodidad. Deberemos ser firmes ante un ambiente que en muchas ocasiones se presentará contrario a la doctrina de Jesucristo, para vencer los respetos humanos, para dar un testimonio sencillo pero elocuente del Señor, como hicieron los Apóstoles.
III. Debemos pedir frecuentemente el don de fortaleza para vencer la resistencia a cumplir los deberes que cuestan, para enfrentarnos a los obstáculos normales de toda existencia, para llevar con paciencia la enfermedad cuando llegue, para perseverar en el quehacer diario, para ser constantes en el apostolado, para sobrellevar la adversidad con serenidad y espíritu sobrenatural. Debemos pedir este don para tener esa fortaleza interior que nos facilita el olvido de nosotros mismos y andar más pendientes de quienes están a nuestro lado, para mortificar el deseo de llamar la atención, para servir a los demás sin que apenas lo noten, para vencer la impaciencia, para no dar muchas vueltas a los propios problemas y dificultades, para no quejarnos ante la dificultad o el malestar, para mortificar la imaginación rechazando los pensamientos inútiles... Necesitamos fortaleza en el apostolado para hablar de Dios sin miedo, para comportarnos siempre de modo cristiano aunque choque con un ambiente paganizado, para hacer la corrección fraterna cuando sea preciso... Fortaleza para cumplir eficazmente nuestros deberes: prestando una ayuda incondicional a quienes dependen de nosotros, exigiendo de forma amable y con la firmeza que cada caso requiera... El don de fortaleza se convierte así en el gran recurso contra la tibieza, que lleva a la dejadez y al aburguesamiento.
El don de fortaleza encuentra en las dificultades unas condiciones excepcionales para crecer y afianzarse, si en estas situaciones sabemos estar junto al Señor. "Los árboles que crecen en lugares sombreados y libres de vientos, mientras que externamente se desarrollan con aspecto próspero, se hacen blandos y fangosos, y fácilmente les hiere cualquier cosa; sin embargo, los árboles que viven en las cumbres de los montes más altos, agitados por muchos vientos y constantemente expuestos a la intemperie y a todas las inclemencias, golpeados por fortísimas tempestades y cubiertos de frecuentes nieves, se hacen más robustos que el hierro"10.
Este don se obtiene siendo humildes –aceptando la propia flaqueza– y acudiendo al Señor en la oración y en los sacramentos.
El sacramento de la Confirmación nos fortaleció para que lucháramos como milites Christi11, como soldados de Cristo. La Comunión –"alimento para ser fuertes"12– restaura nuestras energías; el sacramento de la Penitencia nos fortalece contra el pecado y las tentaciones. En la Unción de los enfermos, el Señor da ayuda a los suyos para la última batalla, aquella en la que se decide la eternidad para siempre.
El Espíritu Santo es un Maestro dulce y sabio, pero también exigente, porque no da sus dones si no estamos dispuestos a pasar por la Cruz y a corresponder a sus gracias.
1 Ex 3, 12. — 2 Lc 24, 29. — 3 Flp 4, 13. — 4 Rom 8, 31-39. — 5 Cfr. 1 Cor 1, 27-29. — 6 Mt 5, 6. — 7 R. Garrigou-Lagrange, Las tres edades de la vida interior, Palabra, 2ª ed., Madrid 1978, vol. II, p. 594. — 8 Santo Tomás, Comentario sobre San Mateo, 5, 2. — 9 Santa Teresa, Camino de perfección, 21, 2. — 10 San Juan Crisóstomo, Hom. sobre la gloria en la Tribulación. — 11 Cfr. 2 Tim 2, 3. — 12 Cfr. San Agustín, Confesiones, 7, 10.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
San Isidro labrador
(Año 1130)
San Isidro bendito: ruega por nuestros campos y por nuestros agricultores.
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Dionisia de Troas, Santa Mártir, Mayo 15
Mártir Etimológicamente significa "dios del vino". Viene de la lengua griega. |
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Fuente: Corazones.org
Dimpna (o Difna), Santa Mártir, patrona de los enfermos mentales, 15 de mayo
Patrona de los epilépticos y de los enfermos mentales Etimológicamente significa " ciervo pequeño, venadito". Viene de la lengua irlandesa. ORACIÓN |
Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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