viernes, 19 de abril de 2013

Domingo de la 4ta semana de Pascua. 21/04/2013. Excepto causa grave, no asistir a Misa dominical es pecado GRAVE. Precepto: Misa ENTERA. Desde Sábado 16:00 puede ser Domingo, según diócesis (Catecismo 2042, 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Juan 10, 27-30

Gloria a Ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: 
"Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen; les doy la vida eterna y no perecerán jamás, nadie las arrebatará de mi mano. Me las ha dado mi Padre, y el Padre es superior a todos. El Padre y yo somos uno".
Palabra del Señor. 
Gloria a Ti, Señor Jesús.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354

Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

4o. Dom. de Pascua Ciclo C

Antífona de Entrada

Que nuestra única gloria sea la Cruz de nuestro Señor Jesucristo, en quien hemos sido redimidos y liberados.

Aleluya.

No se dice "Gloria".

Oración Colecta

Oremos:
Dios nuestro, que quisiste que tu Hijo muriera en la Cruz para salvar a todos los hombres, concédenos aceptar por su amor la cruz del sufrimiento aquí en la tierra, para poder gozar en el cielo los frutos de su redención.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura

Yo te he puesto como luz de las naciones

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 13, 14. 43-52

En aquellos días, Pablo y Bernabé prosiguieron su camino desde Pergue hasta Antioquía de Pisidia; el sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento. Cuando se disolvió la asamblea, muchos judíos y prosélitos piadosos acompañaron a Pablo y a Bernabé, quienes siguieron exhortándolos a permanecer fieles a la gracia de Dios.
El sábado siguiente casi toda la ciudad de Antioquía acudió a oír la palabra de Dios. Cuando los judíos vieron una concurrencia tan grande, se llenaron de envidia y comenzaron a contradecir a Pablo con palabras injuriosas. Entonces Pablo y Bernabé dijeron con valentía:
"La palabra de Dios debía ser predicada a ustedes; pero como la rechazan y no se juzgan dignos de la vida eterna, nos dirigiremos a los paganos. Así lo ha ordenado el Señor, cuando dijo:
"Yo te he puesto como luz de las naciones, para que lleves la salvación hasta los últimos rincones de la tierra"".
Al enterarse de esto, los paganos se regocijaban y glorificaban la palabra de Dios; y abrazaron la fe todos aquellos que estaban destinados a la vida eterna. La palabra de Dios se iba propagando por toda la región. Pero los judíos azuzaron a las mujeres devotas de la alta sociedad y a los ciudadanos principales, provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé, y los expulsaron de su territorio.
Pablo y Bernabé se sacudieron el polvo de los pies, como señal de protesta, y se marcharon a Iconio, mientras los discípulos se quedaron llenos de alegría y del Espíritu Santo.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del Salmo 99

El Señores nuestro Dios y nosotros su pueblo. Aleluya.

Alabemos a Dios todos los hombres, sirvamos al Señor con alegría y con júbilo entremos en su templo.
El Señores nuestro Dios y nosotros su pueblo. Aleluya.

Reconozcamos que el Señor es Dios, que él fue quien nos hizo y somos suyos, que somos su pueblo y su rebaño.
El Señores nuestro Dios y nosotros su pueblo. Aleluya.

Porque el Señor es bueno, bendigámoslo, porque es eterna su misericordia y su fidelidad nunca se acaba.
El Señores nuestro Dios y nosotros su pueblo. Aleluya.

Segunda Lectura

El Cordero será su pastor y los conducirá a las fuentes del agua de la vida

Lectura del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan 7, 9.14-17

Yo, Juan, vi en la visión una muchedumbre tan grande que nadie podía contarla. Eran individuos de todas las naciones y razas, de todos los pueblos y lenguas: estaban de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con túnicas blancas y con palmas en las manos. Uno de los ancianos, que estaban junto al trono, me dijo: 
"Esos vestidos de blanco son los que han pasado por la gran persecución; han lavado y blanqueado sus túnicas con la sangre del Cordero, por eso están ante el trono de Dios, sirviéndole día y noche en su santuario; el que está en el trono los protegerá continuamente. Ya nunca sufrirán hambre ni sed, no los quemará el sol ni los agobiará el calor, pues el Cordero que está en el trono será su pastor y los conducirá a las fuentes del agua de la vida; y Dios enjugará de sus ojos toda lágrima".
Palabra de Dios. 
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Yo soy el bueno pastor. dice el Señor; yo conozco a mis ovejas a mis ovejas y ellas me conocen a mí.
Aleluya.

Evangelio

Yo doy la vida eterna a mis ovejas

† Lectura del santo Evangelio según san Juan 10, 27-30

Gloria a Ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: 
"Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen; les doy la vida eterna y no perecerán jamás, nadie las arrebatará de mi mano. Me las ha dado mi Padre, y el Padre es superior a todos. El Padre y yo somos uno".
Palabra del Señor. 
Gloria a Ti, Señor Jesús.

No se dice "Credo".

Oración de los Fieles

Celebrante:
Levantemos, hermanos y hermanas, nuestros ojos a Cristo, obispo y pastor de nuestras almas, y pongamos en sus manos con toda confianza las necesidades de los hombres:
A cada petición respondemos: Te rogamos, Señor, óyenos.
Para que los obispos, presbíteros y diáconos, apacienten santamente a los pueblos que tienen encomendados, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.

Para que la paz que Jesucristo concedió a los discípulos arraigue con fuerza en nuestro mundo, y se alejen de las naciones el odio y las guerras, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.

Para que los enfermos, los pobres y todos los que sufren, encuentren en Cristo resucitado luz y esperanza, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.

Para que Dios derrame en las familias cristianas el espíritu de piedad y de renuncia a lo mundano, de manera que germinen abundantes vocaciones al ministerio eclesial, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.

Celebrante: 
Dios nuestro, fuente de gozo y de paz, que has concedido a tu Hijo el poder y la realeza sobre los hombres y los pueblos; escucha nuestra oración y sosténnos con la fuerza de tu Espíritu, para que nunca nos separemos de nuestro pastor que nos conducirá hacia fuentes de aguas vivas, y que vive y reina, inmortal y glorioso, por los siglos de los siglos.
Amén.

Oración sobre las Ofrendas

Señor, que este sacrificio que Cristo te ofreció sobre la Cruz para borrar los pecados del mundo, nos purifique ahora de todas nuestras culpas. 

Amén.

Prefacio

La gloriosa victoria de la cruz

Porque, has puesto la salvación del género humano en el árbol de la cruz, para que de donde tuvo origen la muerte, de allí surgiera la vida; y el que en un árbol venció, fuera en un árbol vencido, por Cristo Señor nuestro. Por él, los ángeles y los arcángeles y todos los coros celestiales celebran tu gloria, unidos en común alegría. Permítenos asociarnos a sus voces cantando humildemente tu alabanza: Santo, Santo, Santo...

Antífona de la Comunión

Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí, dice el Señor. Aleluya.

Oración después de la Comunión

Oremos:
Señor nuestro Jesucristo, tú que nos has redimido por medio de la cruz y nos has hecho partícipes de tu Cuerpo y de tu Sangre, concédenos participar también de la gloria de tu resurrección. 
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

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Meditación diaria

 

Pascua. Cuarto domingo

EL BUEN PASTOR. AMOR AL PAPA

— Jesús es el buen Pastor y encarga a Pedro y a sus sucesores que continúen su misión aquí en la tierra en el gobierno de su Iglesia.

— El primado de Pedro. El amor a Pedro de los primeros cristianos.

— Obediencia fiel al Vicario de Cristo; dar a conocer sus enseñanzas. El "dulce Cristo en la tierra".

I. Ha resucitado el buen Pastor que dio la vida por sus ovejas, y se dignó morir por su grey. Aleluya1.

La figura del buen Pastor determina la liturgia de este domingo. El sacrificio del Pastor ha dado la vida a las ovejas y las ha devuelto al redil. Años más tarde, San Pedro afianzaba a los cristianos en la fe recordándoles en medio de la persecución lo que Cristo había hecho y sufrido por ellos: por sus heridas habéis sido curados. Porque erais como ovejas descarriadas; mas ahora os habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras almas2. Por eso la Iglesia entera se llena del gozo inmenso de la resurrección de Jesucristo3 y le pide a Dios Padre que el débil rebaño de tu Hijo tenga parte en la admirable victoria de su Pastor4.

Los primeros cristianos manifestaron una entrañable predilección por la imagen del Buen Pastor, de la que nos han quedado innumerables testimonios en pinturas murales, relieves, dibujos que acompañan epitafios, mosaicos y esculturas, en las catacumbas y en los más venerables edificios de la antigüedad. La liturgia de este domingo nos invita a meditar en la misericordiosa ternura de nuestro Salvador, para que reconozcamos los derechos que con su muerte ha adquirido sobre cada uno de nosotros. También es una buena ocasión para llevar a nuestra oración personal nuestro amor a los buenos pastores que Él dejó en su nombre para guiarnos y guardarnos.

En el Antiguo Testamento se habla frecuentemente del Mesías como del buen Pastor que habría de alimentar, regir y gobernar al pueblo de Dios, frecuentemente abandonado y disperso. En Jesús se cumplen las profecías del Pastor esperado, con nuevas características. Él es el buen Pastor que da la vida por sus ovejas y establece pastores que continúen su misión. Frente a los ladrones, que buscan su interés y pierden el rebaño, Jesús es la puerta de salvación5; quien pasa por ella encontrará pastos abundantes6. Existe una tierna relación personal entre Jesús, buen Pastor, y sus ovejas: llama a cada una por su nombre, va delante de ellas; las ovejas le siguen porque conocen su voz... Es el pastor único que forma un solo rebaño7 protegido por el amor del Padre8. Es el pastor supremo9.

En su última aparición, poco antes de la Ascensión, Cristo resucitado constituye a Pedro pastor de su rebaño10, guía de la Iglesia. Se cumple entonces la promesa que le hiciera poco antes de la Pasión: pero yo he rogado por ti para que no desfallezca tu fe, y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos11. A continuación le profetiza que, como buen pastor, también morirá por su rebaño.

Cristo confía en Pedro, a pesar de las negaciones. Solo le pregunta si le ama, tantas veces cuantas habían sido las negaciones. El Señor no tiene inconveniente en confiar su Iglesia a un hombre con flaquezas, pero que se arrepiente y ama con obras.

Pedro se entristeció porque le preguntó por tercera vez si le amaba, y le respondió: Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te amo. Le dijo Jesús: Apacienta mis ovejas.

La imagen del pastor que Jesús se había aplicado a sí mismo pasa a Pedro: él ha de continuar la misión del Señor, ser su representante en la tierra.

Las palabras de Jesús a Pedro –apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas– indican que la misión de Pedro será la de guardar todo el rebaño del Señor, sin excepción. Y "apacentar" equivale a dirigir y gobernar. Pedro queda constituido pastor y guía de la Iglesia entera. Como señala el Concilio Vaticano II, Jesucristo "puso al frente de los demás Apóstoles al bienaventurado Pedro e instituyó en la persona del mismo el principio y fundamento, perpetuo y visible, de la unidad de fe y de comunión"12.

Donde está Pedro se encuentra la Iglesia de Cristo. Junto a él conocemos con certeza el camino que conduce a la salvación.

II. Sobre el primado de Pedro –la roca– estará asentado, hasta el fin del mundo, el edificio de la Iglesia. La figura de Pedro se agranda de modo inconmensurable, porque realmente el fundamento de la Iglesia es Cristo13, y, desde ahora, en su lugar estará Pedro. De aquí que el nombre posterior que reciban sus sucesores será el de Vicario de Cristo, es decir, el que hace las veces de Cristo.

Pedro es la firme seguridad de la Iglesia frente a todas las tempestades que ha sufrido y padecerá a lo largo de los siglos. El fundamento que le proporciona y la vigilancia que ejerce sobre ella como buen pastor son la garantía de que saldrá victoriosa a pesar de que estará sometida a pruebas y tentaciones. Pedro morirá unos años más tarde, pero su oficio de pastor supremo "es preciso que dure eternamente por obra del Señor, para perpetua salud y bien perenne de la Iglesia, que, fundada sobre roca, debe permanecer firme hasta la consumación de los siglos"14.

El amor al Papa se remonta a los mismos comienzos de la Iglesia. Los Hechos de los Apóstoles15 nos narran la conmovedora actitud de los primeros cristianos, cuando San Pedro es encarcelado por Herodes Agripa, que espera darle muerte después de la fiesta de Pascua. Mientras tanto la Iglesia rogaba incesantemente por él a Dios. "Observad los sentimientos de los fieles hacia sus pastores –dice San Crisóstomo–. No recurren a disturbios ni a rebeldía, sino a la oración, que es el remedio invencible. No dicen: como somos hombres sin poder alguno, es inútil que oremos por él. Rezaban por amor y no pensaban nada semejante"16.

Debemos rezar mucho por el Papa, que lleva sobre sus hombros el grave peso de la Iglesia, y por sus intenciones. Quizá podemos hacerlo con las palabras de esta oración litúrgica: Dominus conservet eum, et vivificet eum, et beatum faciat eum in terra, et non tradat eum in animam inimicorum eius: Que el Señor le guarde, y le dé vida, y le haga feliz en la tierra, y no le entregue en poder de sus enemigos17. Todos los días sube hacia Dios un clamor de la Iglesia entera rogando "con él y por él" en todas partes del mundo. No se celebra ninguna Misa sin que se mencione su nombre y pidamos por su persona y por sus intenciones. El Señor verá también con mucho agrado que nos acordemos a lo largo del día de ofrecer oraciones, horas de trabajo o de estudio, y alguna mortificación por su Vicario aquí en la tierra.

"Gracias, Dios mío, por el amor al Papa que has puesto en mi corazón"18: ojalá podamos decir esto cada día con más motivo. Este amor y veneración por el Romano Pontífice es uno de los grandes dones que el Señor nos ha dejado.

III. Junto a nuestra oración, nuestro amor y nuestro respeto para quien hace las veces de Cristo en la tierra. "El amor al Romano Pontífice ha de ser en nosotros una hermosa pasión, porque en él vemos a Cristo"19. Por esto, "no cederemos a la tentación, demasiado fácil, de oponer un Papa a otro, para no otorgar nuestra confianza sino a aquel cuyos actos respondan mejor a nuestras inclinaciones personales. No seremos de aquellos que añoran al Papa de ayer o que esperan al de mañana para dispensarse de obedecer al jefe de hoy. Leed los textos del ceremonial de la coronación de los pontífices y notaréis que ninguno confiere al elegido por el cónclave los poderes de su dignidad. El sucesor de Pedro tiene esos poderes directamente de Cristo. Cuando hablemos del sumo Pontífice eliminemos de nuestro vocabulario, por consiguiente, las expresiones tomadas de las asambleas parlamentarias o de la polémica de los periódicos y no permitamos que hombres extraños a nuestra fe se cuiden de revelarnos el prestigio que tiene sobre el mundo el jefe de la Cristiandad"20.

Y no habría respeto y amor verdadero al Papa si no hubiera una obediencia fiel, interna y externa, a sus enseñanzas y a su doctrina. Los buenos hijos escuchan con veneración aun los simples consejos del Padre común y procuran ponerlos sinceramente en práctica.

En el Papa debemos ver a quien está en lugar de Cristo en el mundo: al "dulce Cristo en la tierra", como solía decir Santa Catalina de Siena; y amarle y escucharle, porque en su voz está la verdad. Haremos que sus palabras lleguen a todos los rincones del mundo, sin deformaciones, para que, lo mismo que cuando Cristo andaba sobre la tierra, muchos desorientados por la ignorancia y el error descubran la verdad y muchos afligidos recobren la esperanza. Dar a conocer sus enseñanzas es parte de la tarea apostólica del cristiano.

Al Papa pueden aplicarse aquellas mismas palabras de Jesús: Si alguno está unido a mí, ese lleva mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada21. Sin esa unión todos los frutos serían aparentes y vacíos y, en muchos casos, amargos y dañosos para todo el Cuerpo Místico de Cristo. Por el contrario, si estamos muy unidos al Papa, no nos faltarán motivos, ante la tarea que nos espera, para el optimismo que reflejan estas palabras de San Josemaría Escrivá: "Gozosamente te bendigo, hijo, por esa fe en tu misión de apóstol que te llevó a escribir: "No cabe duda: el porvenir es seguro, quizá a pesar de nosotros. Pero es menester que seamos una sola cosa con la Cabeza –'ut omnes unum sint!'–, por la oración y por el sacrificio""22.

1 Antífona de comunión. — 2 1 Pdr 2, 25. — 3 Oración colecta de la Misa. — 4 Ibídem. — 5 Cfr. Jn 10, 10. — 6 Cfr. Jn 10, 9-10. — 7 Cfr. Jn 10, 16. — 8 Cfr. Jn 10, 29. — 9 1 Pdr 5, 4. — 10 Cfr. Jn 21, 15-17. — 11 Lc 22, 32. — 12 Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 18. — 13 1 Cor 3, 11. — 14 Conc. Vat. I, Const. Pastor aeternus, cap. 2. — 15 Cfr. Hech 12, 1-12. — 16 San Juan Crisóstomo, Hom. sobre los Hechos de los Apóstoles, 26. — 17 Enchiridium indulgentiarum, 1986, n. 39, Oración pro Pontífice. — 18 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 573. — 19 ídem, Homilía Lealtad a la Iglesia, 4-VI-1972. — 20 G. Chevrot, Simón Pedro, Rialp, Madrid 1967, pp. 126-127. — 21 Jn 15, 5. — 22 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 968.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

San Anselmo 
Arzobispo. Doctor de la Iglesia
(1109)

21 de abril

Historia:

Anselmo significa: Dios en mi defensa.

Nacio en Aosta del Piamonte (Italia). De noble familia lombarda, su padre quiso educarle para la politica, por lo que nunca aprobo su temprana decision de hacerse monje. Recibio una excelente educacion clasica, siendo tenido pir uno de los mejores latinistas de su tiempo. Esta educacion le llevo al uso preciso de la palabra y a la necesidad de claridad de su pensamineto.

Su padre era muy amigo de las fiestas y de aparecer bien en público. La mamá en cambio era sumamente piadosa y humilde. Mientras el papá lo animaba a ser un triunfador en el mucho, la madre le mostraba el bellísimo cielo azul de Italia y le decía: allá arriba empieza el verdadero reino de Dios. Y Anselmo se fue inclinando más a ganarse su cielo que la mamá le mostraba, que las glorias humanas que le ponderaba su padre.

De jovencito fue encomendado a un profesor muy riguroso, regañón y humillante y el niño empezó a perder la alegría y a volverse demasiado tímido y retraído. Entonces lo llevaron a los Padres Benedictinos y estos por medio de la bondad y de la alegría lo transformaron en un estudiante alegre y entusiasta. Más tarde Anselmo dirá: "Mis progresos espirituales, después de Dios y mi madre, los debo a haber tenido unos excelentes profesores en mi niñez, los Padres Benedictinos".

El papá le ofrece triunfar en el mundo y lo lleva a fiestas y a torneos. Pero aunque Anselmo participa con mucho entusiasmo, después de cada fiesta mundana siente su alma llena de tristeza y desilusión. Y exclama: "El navío de mi corazón pierde el timón en cada fiesta y se deja llevar por las olas de la perdición". Toda la vida se arrepentirá de esos años de mundanalidad. Afortunadamente se decide a aceptar otra propuesta: la de hacerse religioso. Y allí sí encuentra la paz.

Ha muerto la mamá y no se entiende bien con el papá. Anselmo huye del hogar y se va para Francia donde, según le han contado hay un monje famoso, muy sabio y muy amable que sabe dirigir maravillosamente a la juventud. Ese monje se llama Lanfranco. El joven Anselmo tiene 27 años y sale de su país acompañado solamente de un burrito que lleva sus pocas pertenencias. Va a hacerse monje benedictino.

Lanfranco recibe a Anselmo con gran amabilidad y se dedica a dirigirlo y a formarlo. En adelante serán grandes amigos por toda la vida y Anselmo irá reemplazando a su maestro en sus altos cargos. Cuando a Lanfranco lo nombran arzobispo, Anselmo es nombrado superior del convento, y aunque se negaba totalmente a aceptar tan delicado cargo, lo obligaron a aceptar y gobernó con gran prudencia y con la más exquisita bondad. Exigía exacto cumplimiento del deber pero sabía gobernar con gran prudencia y amabilidad, por eso lo amaban y lo estimaban.

Todos los ratos libres los dedicaba a estudiar y a escribir, llegando así a ser uno de los autores más leídos en la Iglesia Católica. Durante siglos los maestros de teología han leído y citado las enseñanzas de este gran sabio que escribió dos libros muy famosos: El Monologio y el Prosologio, y fue el verdadero precursor de Santo Tomás, el escritor que más unió las dos grandes ciencias, la Filosofía y la Teología (El dice que Monologio significa: manera de meditar en las razones de la fe). Fue el mayor teólogo de su tiempo. Gran sabio.

Su amigo Lanfranco, Arzobispo de Cantorbery, murió muy pronto, más por angustias, por las persecuciones del gobierno, que por viejo o por enfermedad. Y entonces el Papa nombró para reemplazarlo a San Anselmo. Casi se desmaya del susto, al recibir el nombramiento, pero tuvo que obedecer.

El rey Guillermo quería nombrar él mismo a obispos y sacerdotes. Anselmo se le opuso diciéndole que esto era un derecho exclusivo de la Iglesia Católica. El rey entonces expulsó de Inglaterra al arzobispo Anselmo, el cual aprovechó para dedicarse en Francia y en Italia a estudiar y a escribir.

A la muerte de Guillermo regresó Anselmo a Inglaterra pero el nuevo rey Enrique quería también nombrar él mismo a los obispos y disponer de los bienes de la Iglesia. Anselmo se le opuso valientemente. Enrique quiso expulsarlo. El Sumo Pontífice amenazó con excomulgar al rey si expulsaba al arzobispo. Entonces enviaron delegados a Roma y el Papa le dio toda la razón a Anselmo. El santo consiguió con sus ruegos en Roma que no fuera sancionado el rey y así obtuvo que Inglaterra no se separara de la Iglesia Católica todavía. El era extraordinariamente bondadoso.

San Anselmo murió el 21 de abril del año 1109.

Por la gran sabiduría de sus escritos, la Santa Sede lo ha nombrado Doctor de la Iglesia. Era gran devoto de la Virgen María y decía que no hay criatura tan sublime y tan perfecta como Ella y que en santidad sólo la supera Dios. Sus últimas palabras antes de morir fueron estas: "Allí donde están los verdaderos goces celestiales, allí deben estar siempre los deseos de nuestro corazón".

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Maximiano de Constantinopla, Santo Obispo, Abril 21  

Maximiano de Constantinopla, Santo

Obispo

Etimológicamente: Maximiano = Aquel que es el más grande, es de origen latino.

 

Hoy nos encontramos con este santo que murió el año 434. Lo vemos como un luchador valiente contra Nestorio.

Aunque nació en Roma, se fue a Constantinopla para seguir sus estudios para el sacerdocio. El propio patriarca de la gran ciudad lo ordenó de sacerdote. El nombre del patriarca era Sisinio.
Con el tiempo, a la muerte de Sisinio la sucedió en el cargo Nestorio.

Este señor – sale mucho en el santoral – era un hereje porque su doctrina personal y particular a cerca de la persona de Cristo.

Maximiano le atacaba dura y con argumentos basados en la Biblia y en los concilios ya celebrados anteriormente.

El concilio de Efeso lo condenó. Dos años más tarde – para tranquilidad de los fieles y para su formación cristiana – se proclamaron la total divinidad y la total humanidad de Jesucristo.

Y le tocó el turno de patriarca de Constantinopla a Maximiano. San Celestino, que era el Papa de Roma, se alegró profundamente.

San Cirilo, patriarca de Alejandría atribuyó la restauración de la unidad de la Iglesia a las oraciones y a la actividad de este obispo prudente y santo.

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Bartolomé Cerveri, Beato Sacerdote y Mártir, Abril 21  

Bartolomé Cerveri, Beato

Presbítero y Mártir

Martirologio Romano: En Cervere, cerca de Fossano, en el Piamonte, beato Bartolomé Cerveri, presbítero de la Orden de Predicadores y mártir, que luchó por defender la fe católica y la confirmó al morir atravesado por lanzas de herejes (1466).

Etimológicamente: Bartolomé = Aquel que es hijo de Tolomeo, es de origen hebreo.

 

Nacido en Savigliano (Turín) alrededor de 1420.

Sacerdote de la Orden de Predicadores (Dominicos), fue profesor de teología en Turín (1452) y varias veces prior de Savigliano. Insigne por su magisterio y por su ministerio apostólico fue encargado del oficio de inquisidor general (1459).

Luchó eficazmente por la defensa de la fe y selló su enseñanza con el martirio cuando fue asesinado por los herejes cerca de Cerveri el 21 de abril de 1466.

Bartolomé supo de antemano que iba a morir, por lo que antes de viajar a Cerveri se confesó y luego le comentó a su confesor "Me llamarán Bartolomé de Cerveri, aunque nunca he puesto un piea allí. Hoy voy como inquisidor, y allí he de morir".

Su cuerpo fue trasladado a la iglesia parroquial de Cerveri.

Pío IX confirmó su culto el 22 de septiembre de 1853.

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Fuente: Arquidiocesisgdl.org.mx
Román Adame Rosales, Santo Presbítero y Mártir Méxicano, 21 de abril  

Román Adame Rosales, Santo

Presbítero y Mártir

Martirologio Romano: En Nochistlán, en el territorio de Guadalajara, en México, san Román Adame, presbítero y mártir, que en la persecución contra la Iglesia fue martirizado por confesar a Cristo Rey (1927).

Etimológicamente: Román = Aquel que pertenece a Roma, es de origen latino.

 

Nacido en Teocaltiche, Jalisco, el 27 de febrero de 1859, fue ordenado presbítero por su obispo, Don Pedro Loza y Pardavé, el 30 de noviembre de 1890, tras lo cual, le fueron conferidos varios nombramientos hasta que el 4 de enero de 1914 llegó al que sería su último destino, Nochistlán, Zacatecas.

Prudente y ponderado en su ministerio, fue nombrado Vicario Episcopal foráneo para las parroquias de Nochistlán, Apulco y Tlachichila.

Quienes lo conocieron, lo recuerdan fervoroso; rezaba el oficio divino con particular recogimiento; todas las mañanas, antes de celebrar la Eucaristía, se recogía en oración mental. Atendía con prontitud y de buena manera a los enfermos y moribundos, predicaba con el ejemplo y con la palabra. Evitaba la ostentación; vivía pobre y ayudaba a los pobres. Su vida y su conducta fueron intachables y la obediencia a sus superiores constante. Edificó en su parroquia un templo a Señor San José y algunas capillas en los ranchos; fundó la asociación Hijas de María y la cofradía Adoración Nocturna del Santísimo Sacramento.

En agosto de 1926, viéndose como todos los sacerdotes de su época, en la disyuntiva de abandonar su parroquia o permanecer en ella aún con la persecución religiosa, el anciano párroco de Nochistlán se decidió por la segunda, ejerciendo su ministerio en domicilios particulares y no pasó un año cuando tuvo que abandonar su domicilio, siendo desde entonces su vida, un constante andar de la "Ceca a la Meca".

La víspera de su captura, el 18 de abril de 1927, comía en la ranchería Veladores; una de las comensales, María Guadalupe Barrón, exclamó: ¡Ojalá no vayan a dar con nosotros! Sin titubeos, el párroco dijo: ¡Qué dicha sería ser mártir!, ¡dar mi sangre por la parroquia!.

Un nutrido contingente del ejército federal, a las órdenes del Coronel Jesús Jaime Quiñones, ocupaban la cabecera municipal, Nochistlán, cuando un vecino de Veladores, Tiburcio Angulo, pidió una entrevista con el jefe de los soldados para denunciar la presencia del párroco en aquel lugar.

El coronel dispuso de inmediato una tropa con 300 militares para capturar al indefenso clérigo. Después de la media noche del 19 de abril; sitiada la modesta vivienda donde se ocultaba, el señor cura fue arrancado del lecho, y sin más, descalzo y en ropa interior, a sus casi setenta años, maniatado, fue forzado a recorrer al paso de las cabalgaduras la distancia que separaba Veladores de Yahualica.

Al llegar a río Ancho, uno de los soldados, compadecido, le cedió su cabalgadura, gesto que le valió injurias y abucheos de sus compañeros. El Padre Adame estuvo preso, sin comer ni beber, sesenta horas. Durante el día era atado a una columna de los portales de la plaza, con un soldado de guardia y durante la noche era recluido en el cuartel; conforme pasaban las horas, su salud se deterioraba.

A petición del párroco, Francisco González, Jesús Aguirre, y Francisco González Gallo, gestionaron su libertad ante el coronel Quiñones, quien, luego de escucharlos, les dijo: Tengo órdenes de fusilar a todos los sacerdotes, pero si me dan seis mil pesos en oro, a éste le perdono la vida.

Con el dinero en sus manos, el coronel quiso fusilar a quienes aportaron la cantidad, pero intervinieron Felipe y Gregorio González Gallo, para garantizar que el pueblo no sufriera represalias. El azoro y el terror impuesto por los militares y la inutilidad de las gestiones cancelaron las esperanzas de obtener la libertad del párroco.

La noche del 21 de abril un piquete de soldados condujo al reo del cuartel al cementerio municipal. Muchas personas siguieron al grupo llorando y exigiendo la libertad del eclesiástico. Junto a una fosa recién excavada, el sacerdote rechazó que le vendaran los ojos, sólo pidió que no le dispararan en el rostro; sin embargo antes de fusilarlo uno de los soldados, Antonio Carrillo Torres, se negó repetidas veces a obedecer la orden de preparen armas, por lo que se le despojó de su uniforme militar y fue colocado junto al señor cura. Se dio la orden ¡apunten!, enseguida la voz ¡fuego!; el impacto de las balas derrumbó al Padre Adame y, acto continuo, a Antonio Carrillo. Quince minutos después, cuatro vecinos colocaron el cadáver del mártir en un mal ataúd, y lo sepultaron en la fosa inmediata al lugar de la ejecución, donde yacía el soldado Carrillo.

Años después, fueron exhumados los restos del sacerdote y trasladados a Nochistlán, Zacatecas, donde se veneran. El párroco de Yahualica, Don Ignacio Íñiguez, testigo de la exhumación, consignó que el corazón de la víctima se petrificó, y su Rosario estaba incrustado en él.

Fueron muchos los fieles que sufrieron el martirio por defender su fe, de entre ellos presentamos ahora a veinticinco que fueron proclamados santos de la Iglesia por Juan Pablo II.

Los 25 santos canonizados el 21 de mayo del 2000 fueron:

Cristobal Magallanes Jara, Sacerdote
Roman Adame Rosales, Sacerdote
Rodrigo Aguilar Aleman, Sacerdote
Julio Alvarez Mendoza, Sacerdote
Luis Batis Sainz, Sacerdote
Agustin Caloca Cortés, Sacerdote
Mateo Correa Magallanes, Sacerdote
Atilano Cruz Alvarado, Sacerdote
Miguel De La Mora De La Mora, Sacerdote
Pedro Esqueda Ramirez, Sacerdote
Margarito Flores Garcia, Sacerdote
Jose Isabel Flores Varela, Sacerdote
David Galvan Bermudez, Sacerdote
Salvador Lara Puente, Laico
Pedro de Jesús Maldonado Lucero, Sacerdote
Jesus Mendez Montoya, Sacerdote
Manuel Morales, Laico
Justino Orona Madrigal, Sacerdote
Sabas Reyes Salazar, Sacerdote
Jose Maria Robles Hurtado, Sacerdote
David Roldan Lara, Laico
Toribio Romo Gonzalez, Sacerdote
Jenaro Sanchez Delgadillo
David Uribe Velasco, Sacerdote
Tranquilino Ubiarco Robles, Sacerdote

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Fuente: Franciscanos.org
Conrado (Juan Evangelista) Birndorfer de Parzham, Santo Religioso Capuchino, Abril 21  

Conrado (Juan Evangelista) Birndorfer de Parzham, Santo

Religioso Capuchino

Martirologio Romano: En Altötting, en la región alemana de Baviera, san Conrado de Parzham (Juan) Birndorfer, religioso de la Orden de Hermanos Menores Capuchinos, que durante más de cuarenta años ejerció el humilde oficio de portero, siempre generoso con los pobres, y que nunca dejaba marchar a un menesteroso sin haberle ofrecido una ayuda cristiana con sus amables palabras (1891).

Etimológicamente: Conrado = Aquel que da consejos inteligentes, es de origen germánico.

 

Hermano religioso que nació en Parzham (Alemania), de padres labradores, y, después de una juventud ejemplar, profesó en la Orden capuchina en 1842. Durante cuarenta y tres años ejerció el oficio de portero en el convento de Altötting (Baviera), célebre santuario mariano, dando a todos ejemplo de oración, caridad activa y paciencia. Lo canonizó Pío XI en 1934.

Este admirable santo capuchino es, como quien dice, de ayer. El autor de estas líneas recuerda que el día en que fray Conrado fue beatificado, 15 de junio de 1930, tuvo la dicha de comentar sus virtudes en compañía de un anciano misionero de la Araucanía (Chile), que vivió varios años en el mismo convento en que nuestro santo era portero. Su figura tiene toda la frescura de las flores recién cortadas; sus ejemplos son de una actualidad que debe hacernos mucho bien, y esa actualidad añade un nuevo encanto a la vida ejemplar de este santo capuchino.

A nadie se le habría ocurrido pensar jamás que la portería de un convento pueda ser campo propicio para grandes hazañas, ni pedestal apropiado para conseguir la inmortalidad. Una puerta y una campana, y junto a ellas un hombre sin literatura y sin armas, un hombre que va envejeciendo poco a poco, con una tenue sonrisa en los labios, que no grita, ni escribe, ni pronuncia discursos, que casi no habla, que se mueve pausadamente atendiendo a los innumerables llamados de los que llegan al convento. Éste es el hombre, famoso hoy en todo el mundo, y ése fue el escenario donde se deslizó toda su vida, recogida y silenciosa.

Debo confesar que los capuchinos fuimos los primeros en sorprendernos al escuchar las maravillas y portentos que se contaban de aquel humilde hermanito lego que perteneció a nuestra numerosa familia; los primeros en asombrarnos ante los rápidos procesos de beatificación y canonización de aquel religioso que murió hace pocos años, dejando en los libros de su convento apenas un nombre, desprovisto, al parecer, de todo relieve y de toda gloria.

Cuando comenzó a hablarse de fray Conrado, viose al punto que no era "uno de tantos", uno más entre esos buenos religiosos que viven y mueren en nuestra compañía, dedicados al silencio y a la oración. La figura del portero de Altötting empezó a crecer victoriosa, se agigantó con el estudio minucioso de sus virtudes; y entonces caímos en la cuenta de que realmente nos encontrábamos ante un hombre extraordinario, ante un prodigioso santo, digno de figurar entre las almas más puras y perfectas de la Orden Seráfica.

Los milagros que siguieron a estos comienzos de gloria vinieron a demostrarnos que Dios quería fijar la atención del mundo moderno en este religioso de nuestros días, confundiendo la soberbia de los grandes, caldeando la frialdad de los tibios, enseñando a todos de manera admirable los rumbos olvidados de la perfección cristiana.

La vida de este santo moderno es, además, para nosotros los capuchinos, una garantía de que el primitivo y austero espíritu de nuestra Orden se conserva en su prístino vigor, de que es posible la perfección en todos los siglos, si seguimos los excelsos caminos trillados por nuestros mayores.

Hay también otra lección para todos los cristianos en la vida sencilla de San Conrado; y es que la santidad no consiste en obras extraordinarias, ni en penitencias asombrosas, ni en oraciones extáticas, sino en la simple y pura observancia de los deberes propios de cada uno, bajo el impulso de la gracia y del amor a Dios.

Fray Conrado nació en 1818 en la pequeña aldea de Parzham (Baviera), de padres cristianos. Bartolomé Birndorfer y Gertrudis Niedermaier, labradores acomodados, eran el tipo de esos fornidos campesinos alemanes que saben unir la piedad con el trabajo, el tesón con la dulzura.

Cuando nacía un hijo en aquel hogar, no se permitía a los demás hermanos acercarse a él para darle el beso de la fraternidad, antes de que fuese bautizado. Juan, nuestro santo, fue hecho cristiano el mismo día de su nacimiento; después de la ceremonia, llamó Gertrudis a sus ocho hijos, y, presentándoles al nuevo vástago, les dijo: "Ahora sí, abrazadle, besadle... Juanito es un ángel, un amigo de Dios".

La vida de esta familia es un modelo de honradez y de poesía cristiana. "Rezan todos juntos, y de rodillas, el Ángelus y el rosario", cuenta un testigo; se fomenta la devoción a la Virgen; se narran las historias del Antiguo y Nuevo Testamento, que tanto agradan a los niños; se vive una vida de paz inalterable; de suerte que un anciano que estuvo muchos años al servicio de aquella casa ha podido decir al fin de sus días: "En la casa de los Birndorfer la vida era un idilio sagrado y patriarcal".

Una persona que conoció por aquellos días al pequeño Juan, ha dicho: "Le gustaba orar y oír hablar de Dios".

Es fácil imaginarse al piadoso niño, sentado en su sillita baja, al amor de la lumbre, escuchando atentamente las enseñanzas de sus padres... Los ojos, iluminados por el fuego y embellecidos por la inocencia, mirarían fijos y candorosos, ora al padre, ora a la madre, sin perder una tilde de tan preciosas lecciones. Su corazón sentiría crecer las santas emociones del amor divino, los nobles deseos de la santidad, el horror a todo pecado, la simpatía por la virtud. Un día, le llamaría la atención la vida de un santo, se entusiasmaría con algún ejemplo de penitencia o de oración, y se recogería interiormente para decirse con firme esperanza: "Así seré yo".

Su madre, viéndole tan atento, le hacía con frecuencia esta pregunta: "Juan, ¿quieres amar a Dios?"; y él contestaba con ansia: "Mamá, enséñeme usted cómo debo amarle con todas mis fuerzas".

El párroco del pueblo empezó a interesarse vivamente por aquel niño que, a los seis años, sabía el catecismo y hablaba de las verdades religiosas con la seriedad de un hombrecito, y cuya conducta angelical era un modelo precioso para todos. Entre sus compañeros de estudio o de juego, la presencia de Juanito Birndorfer era el más eficaz de los sermones; en la escuela, en la calle o en el templo, el pequeño era ya considerado como un futuro santo. Un día, uno de sus compañeros de juego lanzó colérico una blasfemia contra Dios y la Virgen. Juan palideció repentinamente como herido por un rayo, las lagrimas saltaron de sus ojos, y cayó de rodillas implorando misericordia para el blasfemo.

Según iba creciendo en edad, se confirmaba en el espíritu de recogimiento y de oración, que sería más tarde el alimento preferido de su vida religiosa. Todas las criaturas le hablaban de Dios y le impulsaban al amor y a la alabanza del Creador: el espíritu de San Francisco de Asís, eminentemente poético, entraba pleno de encantos en aquel corazón sensible e inocente.

Hasta los catorce años, la vida del joven fue una sucesión continua de las más puras alegrías y de apacibles goces familiares; pero muy pronto la mano de Dios quiso probarle también en el áspero camino del dolor. Bartolomé y Gertrudis murieron santamente, dejando a sus diez hijos el recuerdo de las más altas virtudes. Las lágrimas de la resignación vinieron a ser el bálsamo cristiano de aquella familia huérfana. Y la paz siguió inalterable, presidiendo la vida de todos, gracias a la influencia y exquisito tacto de Juan a quien todos sus hermanos, a pesar de sus pocos años, obedecían y respetaban como a jefe moral y representante perfecto de las virtudes de los padres difuntos. "Los hermanos Birndorfer -dice un testigo- eran muy piadosos y devotos; y, aunque ricos, sin ambiciones y enemigos de todo lujo. Se acercaban con frecuencia a los sacramentos; y en la casa, tanto los amos como los criados, parecían tener un solo corazón y una sola alma".

Nuestro santo siguió practicando cada día con mayor perfección el programa que inició en sus primeros años: trabajo, obediencia a los mayores, soledad y oración en todos los momentos libres. Si el día no fue propicio para la vida del espíritu, aprovecha la noche para sus oraciones y penitencias. Un día, su hermana Teresa entró en el dormitorio de Juan y vio que la cama estaba perfectamente arreglada. "¿Qué te pasa? -preguntó solícita a su hermano-. ¿Por qué no te has acostado esta noche?". "¿Y crees tú -le contestó él sonriente- que no sé hacer la cama tan bien como cualquiera?". Desde aquel día, para evitar sospechas, desarregla el lecho con tal arte, que nadie nota ya sus vigilias y oraciones nocturnas.

Un amor va creciendo pujante en su alma: es el amor a la Madre de Dios, cuyo santuario de Altötting, famoso en Alemania, atrae su corazón con fuerza irresistible. En las frecuentes visitas que hace a su Señora, le parece que una voz sale de la imagen y le invita con cariñoso acento: "Quédate aquí; ésta es tu casa".

También le encanta la vida admirable del Patriarca de Asís; y para imitar sus virtudes, se hace hijo y discípulo suyo, inscribiéndose en la Orden Tercera de Penitencia, hoy llamada también Orden Franciscana Seglar.

Pero una inquietud interna le insta a mayores alturas, siente algo extraño, parecido a un llamamiento de Dios; el mundo le hastía, las riquezas le repugnan, los peligros le amedrentan. Es la vocación religiosa que no le dejará sosegar hasta conseguir su total renuncia a la tierra para vivir en el cielo.

Consulta con su confesor, pide a la Virgen de Altötting que le muestre claramente la voluntad del Señor, redobla las plegarias y las mortificaciones, y un día su director espiritual le dice sin rodeos: "Dios te quiere capuchino". En pocos días sus actividades se orientan en derredor de esa única idea: reparte sus cuantiosos bienes entre los pobres y la parroquia, se presenta al Provincial de los capuchinos y se fija el día de su ingreso en el convento. Vuelve a su casa, reúne a todos los miembros de la familia y les da la gran noticia con la alegría de un triunfador. Uno de sus sobrinitos recordará, después de sesenta años, aquella emocionante escena de renunciamiento y de firmeza espiritual, entre las lágrimas de toda la familia.

Juan Birndorfer toma el hábito capuchino en el convento de Laufen, a los treinta y tres años de edad, el día 17 de septiembre de 1851, fiesta de las llagas de San Francisco, y recibe su nuevo nombre: Conrado de Parzham.

Desde ese día hasta el momento de la muerte, los cuarenta y tres años de la vida religiosa de este hermano lego son, a nuestros ojos, de una monotonía desconcertante; en todo ese tiempo no hay un suceso que pueda llamar nuestra atención, nada que merezca los honores de un comentario. Pero, a los ojos del espíritu y de la fe, el alma de fray Conrado era como el águila que ha emprendido su vuelo y que no lo terminará ni descansará hasta llegar a la cima de la más excelsa perfección.

El padre Maestro de novicios le somete a duras pruebas de obediencia, a humillaciones y trabajos; le hace pasar, delante de la comunidad, como hipócrita y presuntuoso, y hasta llega a negarle la sagrada Comunión... Fray Conrado recibe las reprimendas mejor que si fueran elogios, y aun le parece que el padre Maestro se queda corto en los castigos. "¿Qué pensabas? -se dice a sí mismo-; ¿creías que ibas a recibir caricias como los niños?".

No sería exacta la frase si dijéramos que la oración del nuevo religioso era frecuente; supo armonizar con tal arte el trabajo y la meditación, su vida interior era tan intensa, que es más propio asegurar que su oración duró lo mismo que su vida, sin interrupciones de ninguna clase. Esto es lo que se deduce de los testimonios de religiosos que vivieron muchos años con fray Conrado, y eso es lo que él mismo dice en un cuadernito de apuntes que escribió durante el noviciado y que cumplió fielmente hasta el último suspiro: "Adquiriré la costumbre de estar siempre en la presencia de Dios. Observaré riguroso silencio en cuanto me sea posible. Así me preservaré de muchos defectos, para entretenerme mejor en coloquios con mi Dios".

Apenas hecha la profesión religiosa, sus superiores le dieron una grata noticia: deberá ir de portero al convento de Santa Ana de Altötting, a pocos metros del célebre santuario de su querida Virgen. Y fray Conrado, lleno de gozo, se instala en aquella portería que no había de abandonar en toda su larga existencia.

La portería de Altötting es quizá una de las más importantes y movidas de los conventos capuchinos. Miles de peregrinos acuden sin cesar al devoto santuario. Ordinariamente, el cargo de portero se confía a religiosos maduros, de tacto exquisito, de sólida piedad y de paciencia inalterable. Los superiores de fray Conrado vieron en él al portero ideal, y la experiencia demostró con creces el acierto de aquella elección.

Así como otros se han santificado en el vasto terreno de un apostolado multiforme, nuestro santo comenzó a santificarse en el reducido espacio alrededor de la puerta de un convento. El Sumo Pontífice Pío XI, en la homilía de la canonización de San Conrado, sintetizó toda su vida aplicándole las palabras que los campesinos de Judea decían de Jesucristo: "Todo lo hizo bien".

El humilde lego se convenció de que, en su oficio, cabían todas las virtudes cristianas y toda la perfección religiosa; y desde el primer momento se esforzó por poner en práctica su precioso programa.

El fundamento de todos sus esfuerzos, el secreto del admirable dominio del espíritu, fue una oración incesante y ardorosa: era el hombre que vivía arrobado en el cielo, el serafín que cada día se inflamaba más en el amor de Dios, el paje fiel de la Reina de los Ángeles, la lámpara siempre encendida del Sagrario. Es necesaria la gran habilidad de los santos para saber conservar tan hondo recogimiento en medio del ajetreo mareador de una portería como aquélla. "La campanilla de la puerta -dice un escritor- estaba en movimiento todo el día; ya eran los religiosos que iban a sus trabajos o regresaban del ministerio; ya los peregrinos que a centenares encargaban misas, o pedían que se les bendijera algún objeto piadoso; ya los fieles que llamaban a algún padre para confesarse o pedir consejo; ya los numerosos pobres que a cada instante llegaban a pedir pan, comida o vestidos". Fray Conrado se asustó los primeros días, creyendo que su espíritu naufragaría en el vaivén incesante de la puerta que se abría y cerraba sin descanso. Miraba la quietud de la noche como un puerto seguro, y aprovechaba las horas del sueño y de la soledad para postrarse en un rincón de la iglesia, y allí se entretenía largo rato en coloquios con su Dios, caldeando el espíritu en la hoguera del amor divino, fuente de consuelos y de energías para su alma. Muy pronto, el miedo de la portería y de sus trajines se trocó en un sabroso placer; el sonido de la campana fue para el portero como la voz de Cristo, las peticiones de los visitantes eran acogidas con una sonrisa de cariño, las idas y venidas por el claustro eran una oración ferviente que llegaba a las efusiones del éxtasis.

Fray Conrado había hallado, además, un tesoro escondido; junto a la puerta encontró una celdilla pequeña y oscura, oculta debajo de la escalera, rincón que nadie habitaba y que era conocido con el nombre de "celda de San Alejo". El corazón de fray Conrado saltó de gozo al fijarse en la única ventanita que tenía aquel cuchitril: daba precisamente a la iglesia, y desde allí podría ver, siempre que lo quisiera, su amado Sagrario. El santo portero bendijo a Dios por el hallazgo inesperado, subió a la celda del padre Guardián y le rogó con infantil insistencia que le permitiera habitar en la "celda de San Alejo". Fray Conrado no la hubiera cambiado por nada del mundo; desde entonces sería el nido de sus amores, su cielo en la tierra. Al encerrarse en su rincón todos los momentos libres, nadie notaría sus fervores, sus plegarias, sus penitencias; allí podría dar rienda suelta a todas las efusiones de su corazón; y cuando suene la campana, saldrá sin meter ruido, y estará en la portería antes que puedan impacientarse los visitantes. ¡Qué poco necesita fray Conrado para estar contento! ¡Cómo se puede encontrar el paraíso debajo de una escalera!

La vida del santo portero, durante los cuarenta años de permanencia en Altötting, estuvo sujeta a un horario jamás alterado. A las tres de la mañana, baja a la iglesia, hace una larga oración, prepara la sacristía, adorna los altares, ayuda las primeras misas en el santuario de María, mientras el hermano sacristán, enfermo y anciano, puede gozar de un poco de reposo. En la primera misa, fray Conrado comulga todos los días con la compostura y el fervor de un serafín; los superiores, en atención a su angelical pureza y a los evidentes frutos que sacaba del banquete eucarístico, le concedieron esa gracia, a pesar de que la comunión diaria era entonces un caso excepcional.

Uno de los más grandes amores del santo portero era la devoción a Jesús Crucificado. "El crucifijo es mi libro -decía-; una mirada a la cruz me enseña en cada momento el modo de portarme". Cuando fray Conrado hacía el Vía-crucis, las lágrimas saltaban de sus ojos, y parecía no poder apartarse de las distintas estaciones; no menos de una hora empleaba en ese piadoso ejercicio, sacando de él aquella humildad y mansedumbre que eran sus rasgos más característicos y visibles. La vida penitente de nuestro santo tuvo en la cruz su origen, su sostén y su poesía.

La devoción a la Virgen María es otro delicado matiz de esta alma llena de perfecciones. Desde los primeros años de su vida aprendió, de labios de su santa madre, el amor a María. La edad no hizo sino robustecer y hermosear esta devoción. En el convento de Altötting es el portero de la Virgen, el celoso propagador de su culto, el apóstol de sus bondades y el juglar enamorado de la Reina de los cielos. Los que llamaban a la puerta, ya sabían que las primeras palabras de fray Conrado serían un saludo cortés mezclado con una invitación al amor de Jesús y María. En la "celda de San Alejo" rezaba diariamente el oficio parvo de la Virgen y la corona de la Inmaculada, leía libros que trataban de sus virtudes y de sus glorias, meditaba en sus perfecciones, dirigía frecuentes miradas hacia el altar de su Reina.

Un estudiante de Neutötting cuenta el caso siguiente: "Un día observé cómo el ardor de su devoción a María se manifestaba de una manera visible y prodigiosa. Globos resplandecientes, como de fuego, salían de sus labios y subían hasta la imagen de la Madre de Dios. Después presencié muchas veces el mismo fenómeno". Otras muchas personas fueron testigos de parecido espectáculo. No era un secreto para nadie que el portero de los capuchinos de Altötting estaba enamorado de su celestial Señora.

La mansedumbre y la caridad de fray Conrado se hicieron proverbiales en toda la comarca. Las pruebas más crueles llovían sobre él; pero jamás se le vio perder un átomo de aquellas virtudes. Había en la vecindad una pobre mujer, medio demente, que, durante más de veinte años, molestó al santo portero con impertinencias e insultos de la más baja índole. Fray Conrado le daba todos los días lo mejor de sus limosnas, recibía las palabras de la loca con una sonrisa de indulgencia, y siempre tenía para ella una frase de piedad y de simpatía.

Una vez, después de haber repartido a numerosos pobres todo lo que tenía a su alcance, se presentó un pordiosero de feroz catadura. Fray Conrado, compadecido de su aspecto miserable, le dijo amablemente: "Voy a ver si encuentro algo para ti". Y a los pocos minutos regresó de la cocina con un plato de sopa, humeante y apetitosa. El mendigo prueba con avidez la primera cucharada, pero no la encuentra a su gusto. Levanta el plato en sus manos y, en un arrebato de ira, lo lanza al suelo gritando fuera de sí: "Cómetela tú si quieres, frailón". Fray Conrado, sin turbarse, se arrodilla tranquilamente, recoge los trozos del plato y dice al iracundo mendigo: "¿No te gusta? Espérame un instante; voy a traerte otra cosa mejor". Y en efecto, vuelve a la cocina y regresa rápidamente con otro alimento más sabroso.

Otras veces, los niños abusan de su paciencia heroica. Llaman a la puerta, y se esconden en cuanto ven que el portero aparece. Al minuto, otra llamada y otro chasco; y así muchas veces, sin conseguir que fray Conrado pierda por un momento su admirable mansedumbre.

Desde la ventanita de su portería, fray Conrado ejecutaba un apostolado intenso y variado, cuyos frutos se recogían en abundancia por todas partes. En una ocasión, un Padre vio en la iglesia a un joven con todo el aspecto de un criminal, pero de un criminal arrepentido, porque estaba llorando amargamente y sin consuelo. El Padre le preguntó: "¿Por qué lloras?" Y el joven, avergonzado y tembloroso, le contestó: "Porque soy el mayor pecador del mundo. Pero quiero confesarme y enmendarme. He ido a pedir un pedazo de pan a fray Conrado, y al darme la limosna ha fijado en mí su dulce mirada con tal insistencia y con tan elocuente reproche, que me ha conmovido y quiero cambiar de vida. Quiero que fray Conrado pueda mirarme de otro modo".

Otro día, el portero comenzó a reprender a una joven vestida con poca decencia, y añadió proféticamente: "Señorita, vístase mejor, que ese traje que lleva es indigno de una futura monja". La muchacha, algunos años más tarde, fue una religiosa ejemplar.

Otras veces reúne junto a la puerta a varios granujillas y, adivinando su ignorancia religiosa, les enseña pacientemente todo el catecismo y les prepara para la primera comunión.

Pero su apostolado irresistible es el del ejemplo de todas las virtudes. Una señora que le conoció escribe: "La venerable figura de fray Conrado está todavía vivamente impresa en mi memoria. Recuerdo hasta el presente su modo de presentarse en la portería, con los ojos bajos, la cabeza inclinada, con el rosario o el crucifijo en la mano y moviendo los labios que no cesaban de rezar".

"Quienquiera que lo veía -escribe un sacerdote amigo de nuestro santo-, se sentía lleno de veneración hacia él y movido a imitarle. Por su rostro se adivinaba la unión íntima de su corazón con Dios, y se tenía la impresión de hallarse ante un santo".

Los vagabundos y mendigos llegaban a sentir tal emoción ante él, que muchos de ellos acabaron por hacerse religiosos, movidos por la santidad de fray Conrado, que era el mejor amigo de los pobres, su consuelo, su maestro y su padre.

Sólo él parecía ignorar sus méritos y virtudes, cuya fama empezaba a divulgarse por toda Alemania; la humildad le hacía creerse el más grande de los pecadores. Cuando alguien le pedía el auxilio y valimiento de sus oraciones, el humilde portero solía decir con deliciosa ingenuidad: "¡Pedirme oraciones a mí! Ya se ve que usted no me conoce. De todos modos, lo mejor será que nos encomendemos mutuamente". El padre Victricio, Provincial de Baviera, hombre de eminente virtud, a quien esperamos ver pronto en los altares, un día alabó calurosamente la virtud de fray Conrado en presencia de varios religiosos. El buen hermanito, confuso ante aquellos elogios, rompió en amargo llanto y exclamó lleno de vergüenza: "¡Qué ocurrencias tienen los santos!", atribuyendo a una desmesurada bondad del padre Victricio aquellas alabanzas, que le dolían más que los vituperios.

Los dones sobrenaturales de profecía y adivinación con que Dios favoreció a fray Conrado, dieron a veces a los religiosos del convento sorpresas desagradables. Un Padre, que debía predicar un sermón de mucho compromiso, se retiró para preparar más tranquilamente su trabajo. Creíase libre de toda molestia, escondido en lo más alto de la torre, y empezó a repasar su sermón. A los pocos minutos, siente la voz del santo portero, que le llama desde la escalera y le dice que una persona le espera en el confesonario.

Terminemos este rápido bosquejo de la vida de San Conrado con algunas frases expresivas de su propia pluma. Son trozos de sus cartas y de sus apuntes espirituales, que afortunadamente se conservan como preciosas reliquias. "Mi vida -escribe- consiste en amar y padecer. En el amor de mi Dios no hallo nunca límite, y no hay cosa en el mundo que me sea obstáculo para ese amor. Me encuentro unido con mi Amado mucho más de lo que puede expresarse con palabras; y las mismas ocupaciones, que son múltiples, no tienen otro efecto que estrecharme más y más a Él. Le hablo con toda confianza, como un niño a su padre...". "Me asalta el temor -dice en una carta- de no amar a Dios, ¡yo, que quisiera ser un serafín de amor e invitar a todas las criaturas para que me ayudasen a amar a mi Dios! Voy a terminar, porque esto va demasiado largo. El amor no conoce límites".

Así, con esa sencillez encantadora y con esos arrebatos que parecen copiados de una epístola de San Pablo, expresaba el santo portero sus anhelos de toda la vida. Y en esa atmósfera de amor divino vivió hasta que su corazón dejó de palpitar en la tierra.

Fray Conrado fue haciéndose viejo sin sentirlo. Llegó a los setenta y seis años con las mismas aspiraciones de la juventud. Su barba blanca y sus cabellos canos eran ya una aureola de madurez y de candor. Un día, después de comulgar con inusitados transportes de fervor, siente el llamamiento del cielo. Las piernas se niegan a sostenerle en la tierra. Apoyado en su bastón, con el aliento entrecortado, llama a la puerta del padre Guardián y le dice: "Padre, ya no puedo más".

Tres días de lenta agonía; nuevos incendios de amor al recibir los últimos sacramentos; el amor a su Dios, como una llamita temblorosa, en los ojos, en los labios, en el corazón. La lámpara del sagrario aletea moribunda... De repente, suena la campana de la portería y vuelve a sonar. El portero suplente debe de estar ocupado; no hay nadie que acuda al imperioso sonido que llega a los oídos del enfermo. Fray Conrado se levanta, toma una vela en la mano, requiere su bastón y sale por el claustro apoyándose en la pared. Un joven religioso que le vio a punto de caer pudo convencerle de su temeridad y le ayudó a acostarse.

El sábado 21 de abril de 1894, día dedicado a la Virgen, mientras la campana de la torre tocaba el Ángelus, fray Conrado, el portero de María, se durmió plácidamente, para despertar junto a su querida Reina. Uno de los presentes, viendo su última mirada de felicidad, exclamó: "La Santísima Virgen, sin duda, ha venido a llevar al cielo el alma de fray Conrado".

Apenas el cadáver del humilde lego capuchino descansó en el sepulcro, la fama de sus virtudes traspasó los límites de su patria y llegó rápidamente hasta los últimos rincones del mundo. El milagro, sello que suele poner Dios a sus obras, vino también a glorificar la santidad del desconocido portero de Altötting.

Dios quiso manifestar, con un elocuente prodigio, lo mucho que se había complacido con la devoción de fray Conrado a su Madre Santísima: el dedo anular de la mano izquierda, en el cual nuestro santo acostumbraba a sujetar el rosario, se conserva todavía sin corrupción.

Los procesos de beatificación y canonización se terminaron con gran rapidez: el 15 junio de 1930 fray Conrado fue beatificado y el 20 de mayo de 1934 canonizado: la Iglesia Católica proclamaba por boca de Pío XI la gloria de San Conrado de Parzham.

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Fuente: Catacombe.Roma.it || Actas de los Mártires: Eusebio de Cesarea
Apolonio de Roma, Santo Mártir, Abril 21  

Apolonio de Roma, Santo

Mártir

Martirologio Romano: En Roma, conmemoración de san Apolonio, filósofo y mártir, que, en tiempo del emperador Cómodo, ante el prefecto Perenio y el Senado defendió con aguda palabra la causa de la fe cristiana, que confirmó con el testimonio de su sangre al ser condenado a la pena capital (185).

Etimológicamente: Apolonio = Aquel que brilla, es de origen griego.

 

Apolonio, senador romano, era conocido entre los cristianos de la Urbe por su elevada condición social y profunda cultura. Denunciado probablemente por un esclavo suyo, el juez invitó a Apolonio a sincerarse frente al senado.

El presentó -escribe Eusebio de Cesarea- una elocuentísima defensa de la propia fe, pero igualmente fue condenado a muerte.

El procónsul Perenio, en atención a la nobleza y fama de Apolonio deseaba sinceramente salvarlo, pero se vio obligado a pronunciar la condena por el decreto del emperador Cómodo (alrededor del año 185).

Reproducimos aquí algunos pasajes del proceso, en que el mártir afirma su amor por la vida, recuerda las normas morales de los cristianos recibidas del Señor Jesús, y proclama la esperanza en una vida futura.

Apolonio: Los decretos de los hombres no pueden suprimir el decreto de Dios; más creyentes ustedes maten, y más se multiplicará su número por obra de Dios. Nosotros no encontramos duro el morir por el verdadero Dios, porque por medio de él somos lo que somos; por no morir de una mala muerte, lo soportamos todo con constancia; ya vivos, ya muertos, somos del Señor.
Perenio: ¡Con estas ideas, Apolonio, tú sientes gusto en morir!
Apolonio: Yo experimento gusto en la vida, pero es por amor a la vida que no temo en absoluto la muerte; indudablemente, no hay cosa más preciosa que la vida, pero que la vida eterna, que es inmortalidad del alma que ha vivido bien en esta vida terrena. El Logos (= Palabra) de Dios, nuestro Salvador Jesucristo "nos enseñó a frenar la ira, a moderar el deseo, a mortificar la concupiscencia, a superar los dolores, a estar abiertos y sociables, a incrementar la amistad, a destruir la vanagloria, a no tratar de vengarnos contra aquellos que nos hacen mal, a despreciar la muerte por la ley de Dios, a no devolver ofensa por ofensa, sino a soportarla, a creer en la ley que él nos ha dado, a honrar al soberano, a venerar solamente a Dios inmortal, a creer en el alma inmortal, en el juicio que vendrá después de la muerte, a esperar en el premio de los sacrificios hechos por virtud, que el Señor concederá a quienes hayan vivido santamente.

Cuando el juez pronunció la sentencia de muerte, Apolonio dijo: "Doy gracias a mi Dios, procónsul Perenio, juntamente con todos aquellos que reconocen como Dios al omnipotente y unigénito Hijo suyo Jesucristo y al Espíritu santo, también por esta sentencia tuya que para mí es fuente de salvación".

Apolonio murió decapitado en Roma el domingo 21 de abril. Eusebio comenta así la muerte de Apolonio: "El mártir, muy amado por Dios, fue un santísimo luchador de Cristo, que fue al encuentro del martirio con alma pura y corazón fervoroso. Siguiendo su fúlgido ejemplo, vivifiquemos nuestra alma con la fe".
Sabemos también por el mismo Eusebio que el acusador de Apolonio - como también más tarde el del futuro papa Calixto- fue condenado a tener las piernas quebradas. En efecto, según una disposición imperial, que Tertuliano (Ad Scap. IV, 3) atribuye a Marco Aurelio, los acusadores de los cristianos debían ser condenados a muerte. Las Actas del martirio de Apolonio, descubiertos en el siglo pasado, existen hoy en versión original armenia y griega y en varias traducciones modernas (de las "Actas de los antiguos mártires", incorporadas en Eusebio,"Historia Eclesiástica", V, 21).

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Fuente: Santiebeati.it
Juan Saziari, Beato Religioso Franciscano, Abril 21  

Juan Saziari, Beato

Religioso Franciscano

Martirologio Romano: En la ciudad de Cagli, del Piceno, en Italia, beato Juan Saziari, religioso de la Tercera Orden de San Francisco (c. 1372).

Etimológicamente: Juan = Dios es misericordioso, es de origen hebreo.

 

En el 1287, durante una cruenta batalla, la antiquísima comuna de Cagli fue casi totalmente incendiada. Esta comuna surgió sobre el Monte Petrano pero dos años después de los habitantes decidieron desplazar el centro de las actividades ciudadanas a sus faldas. Es aquí, donde algunas décadas después, vivió el beato Juan Saziari.

Nació alrededor del año 1327, llevó una vida simple, dividiendo su tiempo entre el trabajo en el campo y la oración. No se casó, no tuvo a hijos, pero fue querido por todo. Tuvo un carisma ciertamente no ordinario. Se hizo terciario franciscano queriendo así seguir las enseñanzas y el ideal de vida del santo de Asís. Murió entre el 1370 y el 1372, dejándoles a sus conciudadanos un extraordinario ejemplo de santidad vivida en la modestia de la vida cotidiana. El Señor, por intercesión del piadoso campesino de Cagli, contestó a los ruegos de sus devotos, concediendo gracias y milagros. Estos tuvieron lugar enseguida de su muerte y su memoria fue transmitida a través de inscripciones en la lápida sepulcral. En particular, su celeste ayuda se hizo sentir durante una terrible peste. La parte frontal del urna marmórea, elaborada por el maestro Antonio de Cagli, está ahora próxima al altar donde son custodiadas sus reliquias. Un notario de Imola, en 1374, registró oficialmente algunos milagros. En un antiguo documento de 1441 ya era llamado beato.

Juan es enterrado en la iglesia de San Francisco, la más antigua de la orden franciscana en la región de Marcas, provincia de Piceno. En el 1642 fue puesto en un urna de madera. A las reliquias se le han realizado dos reconocimientos, en 1764 y en 1849. En la Curia de Cagli, hoy unida con la de Fano, se conserva la documentación del proceso de beatificación que vio su culminación 9 de diciembre de 1980 –en el pontificado de Juan Pablo II– considerando la veneración que le ha sido tributada ininterrumpidamente por siglos. La fiesta de lo beato, hoy familiarmente llamado beato Juanino, fue fijada para el 21 de abril.

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Fuente: Martirologio Romano
Otros Santos y Beatos Completando el santoral de este día, Abril 21  

Otros Santos y Beatos

San Aristo, presbítero y mártir
En Alejandría, en Egipto, san Aristo, presbítero y mártir (s. inc.).

San Anastasio, abad
En el monte Sinaí, san Anastasio, hegúmeno, que defendió incansablemente la fe ortodoxa ante los monofisitas y escribió obras destinadas a la salvación de las almas (c. 700).

San Maelrubo, abad
En el monasterio de Applecroos, en Escocia, san Maelrubo, abad, el cual, oriundo de Irlanda y monje de Bangor, fundó un monasterio de misioneros, desde el que distribuyó, durante cincuenta años, la luz de la fe a la población de aquellas regiones (722).

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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