jueves, 8 de diciembre de 2011

Lecturas Viernes 09 de Diciembre de 2011

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (11, 16-19)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo:

"¿Con qué podré comparar a esta gente? Es semejante a los niños que se sientan en las plazas y se vuelven a sus compañeros para gritarles: 'Tocamos la flauta y no han bailado; cantamos canciones tristes y no han llorado'.

Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dijeron:

'Tiene un demonio'.

Viene el Hijo del hombre, y dicen: 'Ese es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y gente de mal vivir'. Pero la sabiduría de Dios se justifica a sí misma por sus obras".

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/swf/l.swf?video_id=v82JVdXAUUs

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? abortar (todos los métodos anticonceptivos son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

Dichoso el hombre que confía en el Señor

Feria de Adviento: viernes de la 2a. semana o memoria libre de san Juan Diego

Esperamos como salvador a nuestro Señor

Antífona de Entrada

He aquí que el Señor vendrá con esplendor a visitar a su pueblo, para traerle la paz y la

vida eterna.

Oración Colecta

Oremos:

Concédenos, Padre todopoderoso, estar siempre preparados a la venida de tu Hijo para que, cuando él llegue, podamos salir a su encuentro, conforme a su palabra, con nuestras lámparas encendidas.

Por nuestro Señor Jesucristo...

Amén.

 

Primera Lectura

Lectura del libro del profeta

Isaías (48, 17-19)

Esto dice el Señor, tu redentor, el Dios de Israel:

"Yo soy el Señor, tu Dios, el que te instruye en lo que es provechoso, el que te guía por el camino que debes seguir. ¡Ojalá hubieras obedecido mis mandatos! Sería tu paz como un río y tu justicia, como las olas del mar.

Tu descendencia sería como la arena y como granos de arena, los frutos de tus entrañas. Nunca tu nombre hubiera sido borrado ni arrancado de mi presencia".

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

 

Salmo Responsorial Salmo 1

Dichoso el hombre que

confía en el Señor.

Dichoso aquel que no se guía por mundanos criterios, que no anda en malos pasos ni se burla del bueno, que ama la ley de Dios y se goza en cumplir sus mandamientos.

Dichoso el hombre

que confía en el Señor.

Es como un árbol plantado junto al río, que da fruto a su tiempo y nunca se marchita.

En todo tendrá éxito.

Dichoso el hombre

que confía en el Señor.

En cambio los malvados serán como la paja barrida por el viento. Porque el Señor protege el camino del justo y al malo sus caminos acaban por perderlo.

Dichoso el hombre

que confía en el Señor.

 

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.

Ya viene el Señor, salgamos a su encuentro; él es el príncipe de la paz.

Aleluya.

 

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (11, 16-19)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo:

"¿Con qué podré comparar a esta gente? Es semejante a los niños que se sientan en las plazas y se vuelven a sus compañeros para gritarles: 'Tocamos la flauta y no han bailado; cantamos canciones tristes y no han llorado'.

Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dijeron:

'Tiene un demonio'.

Viene el Hijo del hombre, y dicen: 'Ese es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y gente de mal vivir'. Pero la sabiduría de Dios se justifica a sí misma por sus obras".

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración sobre las Ofrendas

Que te sean agradables, Señor, nuestras humildes ofrendas y oraciones, y que tu misericordia supla la extrema pobreza de nuestros méritos.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

 

Prefacio de Adviento I

Las dos venidas de Cristo

El Señor esté con ustedes.

Y con tu espíritu.

Levantemos el corazón.

Lo tenemos levantado hacia el Señor.

Demos gracias al Señor, nuestro Dios.

Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor.

El cual, al venir por vez primera en la humildad de nuestra carne, realizó el plan de redención trazado desde antiguo y nos abrió el camino de la salvación, para que cuando venga de nuevo, en la majestad de su gloria, revelando así la plenitud de su obra, podamos recibir los bienes prometidos que ahora, en vigilante espera, confiamos alcanzar.

Por eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Santo, Santo, Santo...

 

Antífona de la Comunión

Esperamos como salvador a nuestro Señor Jesucristo, el cual transformará nuestro cuerpo frágil en cuerpo glorioso como el suyo.

Oración después de la Comunión

Oremos:

Como fruto de nuestra participación en este sacramento de vida eterna, enséñanos, Señor, a no sobrevalorar las cosas terrenales y a estimar las

del cielo.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

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Meditación diaria

 

Adviento. 2ª semana. Viernes

TIBIEZA Y AMOR DE DIOS

— El amor al Señor y el peligro de la tibieza.

— Causas de la tibieza.

— Remedios contra esta grave enfermedad del alma.

I. El que te sigue, Señor, tendrá la luz de la vida. Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón, no se marchitan sus hojas1.

Nuestra vida no tiene sentido si no es junto al Señor. ¿A dónde iremos, Señor? Solo Tú tienes palabras de vida eterna2. Nuestros éxitos, la felicidad humana que podamos acaparar es paja que arrebata el viento3. Verdaderamente, podemos decirle al Señor en nuestra oración personal: "Quédate con nosotros, porque nos rodean en el alma las tinieblas y solo Tú eres luz, solo Tú puedes calmar esta ansia que nos consume. Porque entre todas las cosas hermosas y honestas no ignoramos cuál es la primera: poseerte siempre a Ti, Señor"4.

Él viene a traernos un amor que lo penetra todo como el fuego y a darle sentido a nuestra vida sin sentido. Amor exigente es el del Señor, que pide siempre más y nos lleva a crecer en finura del alma con Dios y a dar muchos frutos.

Todo cristiano lleno de amor a Dios es el árbol frondoso del que nos habla el salmo responsorial, que no se seca jamás. Cristo mismo es quien le da vida. Pero si el cristiano deja que el amor se enfríe, que penetre en su alma el aburguesamiento, vendrá esa grave enfermedad interior que le dejará como paja que arrebata el viento: es la tibieza, que vuelve la vida desamorada y sin sentido, aunque externamente pueda parecer que nada ha cambiado. Cristo queda como oscurecido, por descuido culpable, en la mente y en el corazón: no se le ve ni se le oye. Queda entonces en el alma un vacío de Dios que se intentará llenar de otras cosas, que no son Dios y no llenan, y un especial y característico desaliento impregna toda la vida de piedad. Se pierde la prontitud y la alegría de la entrega, y la fe queda adormecida, precisamente porque se ha enfriado el amor.

Si en algún momento notáramos que nuestra vida íntima se aleja de Dios, hemos de saber que, si ponemos los medios, todas las enfermedades del alma tienen curación. Las enfermedades del amor, también. Siempre se puede volver a descubrir aquel tesoro escondido, Cristo, que una vez dio sentido a la vida. Más fácil en los comienzos de la enfermedad, pero también más adelante, como en el caso de aquel leproso de que nos habla San Lucas5, que estaba cubierto de lepra, totalmente enfermo. Pero un día decidió acercarse de verdad y humildemente a Cristo y encontró la curación.

"Preguntaron al Amigo que cuál era la fuente del amor. Respondió que aquella en donde el Amado nos ha limpiado de nuestras culpas, y en la cual da de balde el agua viva, de la cual, quien bebe, logra la vida eterna en amor sin fin"6. En la oración abierta y franca y en los sacramentos nos espera siempre el Señor.

II. Como paja que arrebata el viento. Sin peso y sin frutos. Por faltas aisladas no se cae necesariamente en la tibieza. Esta enfermedad del alma "se caracteriza por no tomar en serio, de un modo más o menos consciente, los pecados veniales, un estado sin celo por parte de la voluntad. No es tibieza el sentirse y hallarse en estado de sequedad, de desconsuelo y de repugnancia de sentimientos contra lo religioso y lo divino, porque, a pesar de todos estos estados, puede subsistir el celo de la voluntad, el querer sincero. Tampoco es tibieza el incurrir con frecuencia en pecados veniales, con tal de que se arrepienta uno seriamente de ellos y los combata. Tibieza es el estado de una falta de celo consciente y querida, una especie de negligencia duradera o de vida de piedad a medias, fundada en ciertas ideas erróneas: que no debe ser uno minucioso, que Dios es demasiado grande para ser tan exigente en las cosas pequeñas, que otros también lo practican así, y excusas semejantes"7.

La tibieza nace de una dejadez prolongada en la vida interior. Suele ir precedida siempre de un conjunto de pequeñas infidelidades, cuya culpa –no zanjada– está influyendo en las relaciones de esa alma con Dios.

La dejadez se expresa en el descuido habitual de las cosas pequeñas, en la falta de contrición ante los errores personales, en la falta de metas concretas en el trato con el Señor. Se vive sin verdaderos objetivos en la vida interior que atraigan e ilusionen. "Se va tirando". Se ha dejado de luchar por ser mejores, o se lleva una lucha ficticia o ineficaz8. Se abandona la mortificación, y "con el cuerpo pesado y harto de mantenimiento, muy mal aparejado está el ánimo para volar a lo alto"9.

El estado de tibieza se parece a una pendiente inclinada que cada vez va separando más de Dios. Casi insensiblemente nace una cierta preocupación por no excederse, por quedarse en el límite, en lo suficiente para no caer en el pecado mortal, aunque se descuida y se acepta sin dificultad el venial.

El alma tibia justifica esta actitud de poca lucha y de falta de exigencia personal con razones de naturalidad, de eficacia, de trabajo, de salud, etc., que ayudan al tibio a ser indulgente con sus pequeños afectos desordenados, apegos a personas o cosas, comodidades que llegan a presentarse como una necesidad subjetiva. Las fuerzas del alma se van debilitando cada vez más.

Cuando hay tibieza, falta un verdadero culto interno a Dios en la Santa Misa; las Comuniones suelen estar acompañadas de una gran frialdad por falta de amor y de preparación. La oración suele ser vaga, difusa, dispersa: no hay un verdadero trato personal con el Señor. El examen –consecuencia de una especial sensibilidad– queda ahora abandonado, bien porque se deja de hacer, o porque se hace de modo rutinario, sin fruto.

En ese triste estado, el tibio pierde el deseo de un acercamiento profundo a Dios (que prácticamente se da por imposible): "Me duele ver el peligro de tibieza en que te encuentras –se dice en Camino– cuando no te veo ir seriamente a la perfección dentro de tu estado"10.

En resumen: "Eres tibio si haces perezosamente y de mala gana las cosas que se refieren al Señor; si buscas con cálculo o "cuquería" el modo de disminuir tus deberes; si no piensas más que en ti y en tu comodidad; si tus conversaciones son ociosas y vanas; si no aborreces el pecado venial; si obras por motivos humanos"11.

Luchemos para no caer jamás en esa enfermedad del alma, estemos alerta para percibir los primeros síntomas, acudamos con prontitud a Santa María. Ella aumenta siempre nuestra esperanza, y nos trae la alegría del nacimiento de Jesús: Alégrate y goza, hija de Jerusalén: mira a tu Rey que viene; no temas, Sión, tu salvación está cerca12.

Nuestra Señora, cuando acudimos a Ella, nos lleva a su Hijo.

III. Fomentar el espíritu de lucha, nos llevará a cuidar cada día el examen de conciencia. De ahí sacaremos frecuentemente un punto en el que mejorar para el día siguiente y un acto de contrición por las cosas en que aquel día no fuimos del todo fieles al Señor. Este amor vigilante, deseo eficaz de buscar al Señor a lo largo del día, es el polo opuesto a la tibieza, que es dejadez, falta de interés, pereza y tristeza en nuestras obligaciones de piedad para con Él.

Este deseo de lucha no nos llevará siempre a la victoria: habrá fracasos, pero el desagravio y la contrición nos acercarán más a Dios. La contrición rejuvenece el alma.

"Ante nuestras miserias y nuestros pecados, ante nuestros errores –aunque, por la gracia divina, sean de poca monta–, vayamos a la oración y digamos a nuestro Padre: ¡Señor, en mi pobreza, en mi fragilidad, en este pobre barro mío de vasija rota, Señor, colócame unas lañas y –con mi dolor y con tu perdón– seré más fuerte y más gracioso que antes! Una oración consoladora, para que la repitamos cuando se destroce este pobre barro nuestro"13.

Y, de nuevo, cerca de Cristo. Con una alegría nueva, con una humildad nueva. Humildad, sinceridad, arrepentimiento... y volver a empezar. Hay que saber empezar una vez más; todas cuantas veces haga falta. Dios cuenta con nuestra fragilidad.

Dios perdona siempre, pero es preciso levantarse, arrepentirse, ir a la Confesión cuando sea necesario. Hay una alegría profunda, incomparable, cada vez que recomenzamos. A lo largo de nuestra vida hemos de hacerlo muchas veces, porque faltas las habrá siempre y tendremos deficiencias, fragilidades, pecados. Quizá este rato de oración nos puede servir para recomenzar una vez más. El Señor cuenta con nuestros fracasos, pero también espera de nosotros muchas pequeñas victorias a lo largo de nuestros días. Así no caeremos en el aburguesamiento, en la dejadez, en el desamor.

1 Salmo responsorial de la Misa, Sal 1, 1-4. — 2 Cfr. Jn 6, 68. — 3 Salmo responsorial. — 4 San Gregorio Nacianceno, Epístola, 212. — 5 Cfr. Lc 5, 12-13. — 6 R. Llull, Libro del Amigo y del Amado, 115. — 7 B. Baur, La confesión frecuente, p. 103. — 8 Cfr. F. Fernández Carvajal, La tibieza, pp. 28-42. — 9 San Pedro de Alcántara, Trat. de la oración y meditación, 2, 3. — 10 Cfr. San Josemaría Escrivá, Camino, n. 326. — 11 Ibídem, n. 331. — 12 Antífona 2 de las lecturas del Oficio divino. — 13 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 95.

 

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Santoral             (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 San Pedro Fourier
Fundador y educador
 Año 1640

Dios, Padre misericordioso, quiera seguir enviando a su 
Santa Iglesia muchos educadores, al estilo de San Pedro Fourier.

El que mucho cultiva, mucho cosechará (San Pablo).

 

Al santo de hoy se le ocurrieron en el año 1600 las ideas educadoras que más tarde iban a propagar por todo el mundo San Juan de la Salle (en 1700) y San Juan de Bosco (en 1850). Fue un precursor de la educación gratuita y popular.

Nació en Lorena (Francia) en 1565.

Habiendo terminado brillantemente sus estudios en la Universidad, fundó una escuela gratuita en su ciudad, caso bien raro en ese entonces. Luego ingresó en la comunidad de canónigos regulares de San Agustín y allá fue ordenado sacerdote.

Como se sentía indigno de celebrar la Santa Misa, duró tres meses sin hacer la celebración de su primera misa, desde su ordenación, preparándose para ello (algo parecido hizo San Ignacio de Loyola).

Le pusieron a escoger entre tres parroquias, para que dijera de cuál quería ser párroco. Él escogió la más abandonada, la que más problemas tenía, y la que más estaba necesitando de un trabajo fuerte y constante. Era un pueblecito de los Vosgos que estaba lleno de protestantes calvinistas y donde la moralidad estaba por el suelo. Allí trabajó San Pedro Fourier por treinta años (un caso parecido a los que sucederá siglos después en Ars, cuando llegó allá san Juan Vianey). Aún hoy, todavía allá, cuando hablan de nuestro santo lo llaman "el buen padre Pedro".

Lo primero que hizo para lograr convertir aquellas gentes fue dedicarse a orar, y a sacrificarse por ellas. Recordaba lo que decía Jesús: "ciertos malos espíritus no se alejan sino con la oración y los sacrificios". Aún en el más crudo invierno no encendía fuego para calentarse, y la estufa que iba a calentar el ambiente no se encendía sino cuando llegaban visitantes muy friolentos.

Las otras dos armas con las cuales se propuso ganar las almas de aquellos pecadores fueron la limosna y el buen ejemplo. Quería cumplir aquel mandato del Señor que dice: "De tal manera luzca ante los demás la luz de vuestro buen ejemplo, que los demás al ver vuestras buenas obras, glorifiquen al Padre Celestial". Y en cuanto a las limosnas los necesitados encontraban siempre dispuesto al Padre Pedro a darles alguna ayuda, pero acompañada de buenos consejos que les sirvieran también para la salvación de su alma.

En su parroquia existían numerosas personas que habían tenido bienes de fortuna pero por un mal negocio o un incendio o una enfermedad o un robo, etc., habían quedado en gran pobreza. Para ellos fundó nuestro santo una caja de Mutua Ayuda, en la cual depositaba las contribuciones que las gentes le hacían, y de allí iba sacando para prestar a quienes habían quedado en la ruina. Lo único que les exigía era que si un día lograban volver a tener otra vez los bienes suficientes, devolvieran lo que se les había prestado. Así muchas familias que no se atrevían mendigar, fueron socorridas a tiempo sin ser humilladas. La Caja progresó notablemente.

San Pedro Fourier estaba convencido de que para poder hacer apostolado sin desanimarse ni desorientarse es necesario asociarse con algún grupo apostólico donde a uno lo animen, lo corrijan, lo guíen y lo acompañen. Por eso fundó en su parroquia tres asociaciones apostólicas: la de San Sebastián, para hombres, la del Rosario para señoras y la de la Inmaculada para señoritas. Les hacía reunión semanal para cada grupo por separado y allí organizaba los trabajos de apostolado y se animaban para seguir adelante.

A San Pedro Fourier se le ocurrió en aquellos años algo que cien años después le iba a dar gran éxito a San Juan Bautista de la Salle, pero que en aquel 1600 todavía no encontraba ambiente favorable: fundar las escuelas gratuitas para el pueblo. Trató de hacerlo en su parroquia pero se encontró con que los sacerdotes no aceptaban dar clases en primaria y a los padres de familia si eran pobres, no les interesaba que sus hijos estudiaran, y los maestros que encontraba no tenían vocación para ello. Total: fracasó totalmente en su intento. El mismo lo reconoció humildemente. El terreno todavía no estaba abonado para tan grande cosecha. Solamente cuando La Salle un siglo después se dedique a preparar maestros totalmente entusiasmados por la educación, logrará llenar la nación de casas de educación.

Habiendo fracasado en cuanto a escuelas para los niños, nuestro santo se propuso hacer una fundación para las niñas. Pero amaestrado por la amarga experiencia anterior, se propuso preparar antes muy bien a las profesoras. Reunió cuatro muchachas (dirigidas por la beata Alicia, que fue la cofundadora de su comunidad) y empezó a darles a cada día una hora de clase de pedagogía y de técnicas para enseñar a la juventud. Luego las fue enviando a dar clases a grupos de jovencitas, y pronto ya pudo fundar con ellas la Comunidad de Hermanas de San Agustín, que fue aprobada en 1616 por el Sumo Pontífice. Los expertos en Roma decían que el Padre Pedro había obtenido en seis meses una aprobación que otras comunidades sólo habían conseguido en treinta años. Pero es que se hizo apoyar por unos padres jesuitas muy importantes y por varios padres franceses muy estimados en el Vaticano, y además su congregación había dado muestras del gran bien que se consigue educando a la juventud.

El Padre Pedro puso en práctica varios métodos educativos que después otros famosos educadores católicos popularizarán por todas partes. Lo primero: hacer que la educación fuera práctica. Que no se redujera sólo a aprender cuestiones teóricas, sino que enseñara a la juventud muchas cosas que en la vida práctica de cada día iban a ser necesarias. Y así le dio gran importancia a la contabilidad, tanto que sus colegios eran verdaderamente unos secretariados comerciales, donde las jóvenes se familiarizaban con todo lo que les iba a servir para ser después unas eficientes secretarias y unas hábiles contadoras. También se les enseñaban artes prácticas como bordado, pastelería, dibujo artístico, etc.

Otro de sus métodos nuevos, fue el de enseñar por medio de la declamación. Como lo hará más tarde San Juan Bosco, a San Pedro Fourier se le ocurrió preparar dramas, sainetes, comedias, diálogos y recitales, donde mientras se hacía reír y se emocionaba a los oyentes, se iban enseñando verdades de la religión y de otras ciencias. Los domingos por la tarde daban sus alumnas representaciones muy amenas e instructivas para el pueblo, con notable asistencia. Era un modo de valerse del teatro para enseñar y hacer progresar. Y el mismo tener que declamar en público les daba a las jóvenes mayor facilidad para expresarse en reuniones de sociedad, y obtenían más habilidad para ser buenas maestras.

Su parroquia estaba infestada de calvinistas y evangélicos, lo cual era un serio peligro para los católicos. Lo primero que se propuso nuestro santo fue instruir a sus feligreses acerca de los 10 errores o herejías que enseñan los protestantes, para que no se dejaran engañar por ellos. Luego fue insistiendo en que el católico por pertenecer a la mejor religión del mundo debe tener un comportamiento mejor que el de los demás. Y a los protestantes les recordaba cuán bueno y provechoso es pertenecer a la Santa Iglesia Católica. Y los feligreses de su parroquia comentaban: "el Padre Pedro ha logrado más en cuanto a los protestantes en varios meses, que lo que habían logrado los otros sacerdotes en 30 años".

En 1622 nuestro santo fue nombrado superior de su comunidad de Canónigos de San Agustín, y al posesionarse de su alto cargo dijo: "Así como Jesucristo se entrega a nosotros en la Sagrada Comunión, sin esperar pago alguno, y buscando solamente el bien de los que la reciben, así me dedicaré desde este día a todos los que pertenecen a nuestra comunidad, no para obtener algún honor, o ventaja alguna, sino pensando solamente en la salvación de las almas". Programa verdaderamente digno de ser imitado, por todos los superiores en todas partes.

En su nuevo cargo se dedicó con todas sus fuerzas a mejorar el comportamiento de los socios de su comunidad, la cual había caído en bastante descuido en cuanto al cumplimiento de los reglamentos. Al principio encontró bastante resistencia, pero poco a poco fue logrando que los canónigos de San Agustín empezaran a ser verdaderamente fervorosos.

En 1636 el gobierno de Francia quiso exigirle que hiciera un juramento que iba contra su conciencia. En vez de jurar prefirió salir desterrado. Los últimos cuatro años de su vida los pasó en el destierro, enseñando en una escuela gratuita que él mismo había fundado allá.

Dios lo llamó a Sí el 9 de diciembre de 1640. El Sumo Pontífice lo declaró santo en 1897. El santuario donde están sus restos es visitado por numerosas peregrinaciones y su comunidad logró extenderse por varios países.

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Juan Diego Cuauhtlatoatzin, Santo Vidente de la Virgen de Guadalupe, 9 de Diciembre  

Juan Diego Cuauhtlatoatzin, Santo

Vidente de la Virgen de Guadalupe

 


Juan Diego Cuauhtlatoatzin (que significa: Águila que habla o El que habla como águila), un indio humilde, de la etnia indígena de los chichimecas, nació en torno al año 1474, en Cuauhtitlán, que en ese tiempo pertenecía al reino de Texcoco. Juan Diego fue bautizado por los primeros franciscanos, aproximadamente en 1524. En 1531, Juan Diego era un hombre maduro, como de unos 57 años de edad; edificó a los demás con su testimonio y su palabra; de hecho, se acercaban a él para que intercediera por las necesidades, peticiones y súplicas de su pueblo; ya "que cuanto pedía y rogaba la Señora del cielo, todo se le concedía".

Juan Diego fue un hombre virtuoso, las semillas de estas virtudes habían sido inculcadas, cuidadas y protegidas por su ancestral cultura y educación, pero recibieron plenitud cuando Juan Diego tuvo el gran privilegio de encontrarse con la Madre de Dios, María Santísima de Guadalupe, siendo encomendado a portar a la cabeza de la Iglesia y al mundo entero el mensaje de unidad, de paz y de amor para todos los hombres; fue precisamente este encuentro y esta maravillosa misión lo que dio plenitud a cada una de las hermosas virtudes que estaban en el corazón de este humilde hombre y fueron convertidas en modelo de virtudes cristianas; Juan Diego fue un hombre humilde y sencillo, obediente y paciente, cimentado en la fe, de firme esperanza y de gran caridad.

Poco después de haber vivido el importante momento de las Apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe, Juan Diego se entregó plenamente al servicio de Dios y de su Madre, transmitía lo que había visto y oído, y oraba con gran devoción; aunque le apenaba mucho que su casa y pueblo quedaran distantes de la Ermita. Él quería estar cerca del Santuario para atenderlo todos los días, especialmente barriéndolo, que para los indígenas era un verdadero honor; como recordaba fray Gerónimo de Mendieta: "A los templos y a todas las cosas consagradas a Dios tienen mucha reverencia, y se precian los viejos, por muy principales que sean, de barrer las iglesias, guardando la costumbre de sus pasados en tiempos de su gentilidad, que en barrer los templos mostraban su devoción (aun los mismos señores)."

Juan Diego se acercó a suplicarle al señor Obispo que lo dejara estar en cualquier parte que fuera, junto a las paredes de la Ermita para poder así servir todo el tiempo posible a la Señora del Cielo. El Obispo, que estimaba mucho a Juan Diego, accedió a su petición y permitió que se le construyera una casita junto a la Ermita.
Viendo su tío Juan Bernardino que su sobrino servía

Juan Diego Cuauhtlatoatzin, Santo

muy bien a Nuestro Señor y a su preciosa Madre, quería seguirle, para estar juntos; "pero Juan Diego no accedió. Le dijo que convenía que se estuviera en su casa, para conservar las casas y tierras que sus padres y abuelos les dejaron".

Juan Diego manifestó la gran nobleza de corazón y su ferviente caridad cuando su tío estuvo gravemente enfermo; asimismo Juan Diego manifestó su fe al estar con el corazón alegre, ante las palabras que le dirigió Santa María de Guadalupe, quien le aseguró que su tío estaba completamente sano; fue un indio de una fuerza religiosa que envolvía toda su vida; que dejó sus casas y tierras para ir a vivir a una pobre choza, a un lado de la Ermita; a dedicarse completamente al servicio del templo de su amada Niña del Cielo, la Virgen Santa María de Guadalupe, quien había pedido ese templo para en él ofrecer su consuelo y su amor maternal a todos lo hombres y mujeres. Juan Diego tenía "sus ratos de oración en aquel modo que sabe Dios dar a entender a los que le aman y conforme a la capacidad de cada uno, ejercitándose en obras de virtud y mortificación." También se nos refiriere en el Nican motecpana: "A diario se ocupaba en cosas espirituales y barría el templo. Se postraba delante de la Señora del Cielo y la invocaba con fervor; frecuentemente se confesaba, comulgaba, ayunaba, hacía penitencia, se disciplinaba, se ceñía cilicio de malla y escondía en la sombra para poder entregarse a solas a la oración y estar invocando a la Señora del cielo."

Toda persona que se acercaba a Juan Diego tuvo la oportunidad de conocer de viva voz los pormenores del Acontecimiento Guadalupano, la manera en que había ocurrido este encuentro maravilloso y el privilegio de haber sido el mensajero de la Virgen de Guadalupe; como lo indicó el indio Martín de San Luis cuando rindió su testimonio en 1666: "Todo lo cual lo contó el dicho Diego de Torres Bullón a este testigo con mucha distinción y claridad, que se lo había dicho y contado el mismo Indio Juan Diego, porque lo comunicaba." Juan Diego se constituyó en un verdadero misionero.

Cuando Juan Diego se casó con María Lucía, quien había muerto dos años antes de las Apariciones, habían escuchado un sermón a fray Toribio de Benavente en donde se exaltaba la castidad, que era agradable a Dios y a la Virgen Santísima, por lo que los dos decidieron vivirla; se nos refiere: "Era viudo: dos años antes de que se le apareciera la Inmaculada, murió su mujer, que se llamaba María Lucía. Ambos vivían castamente." Como también lo testificó el P. Luis Becerra Tanco: "el indio Juan Diego y su mujer María Lucía, guardaron castidad desde que recibieron el agua del Bautismo Santo, por haber oído a uno de los primeros ministros evangélicos muchos encomios de la pureza y castidad y lo que ama nuestro Señor a las vírgenes, y esta fama fue constante a los que conocieron y comunicaron mucho tiempo estos dos casados". Aunque esto no obsta de que Juan Diego haya tenido descendencia, sea antes del bautismo, sea por la línea de algún otro familiar; ya que, por fuentes históricas sabemos que Juan Diego efectivamente tuvo descendencia; sobre esto, uno de los principales documentos se conserva en el Archivo del Convento de Corpus Christi en la Ciudad de México, en el cual se declara: "Sor Gertrudis del Señor San José, sus padres caciques [indios nobles] Dn. Diego de Torres Vázquez y Da. María del la Ascención de la región di Xochiatlan […] y tenida por descendiente del dichoso Juan Diego." Lo importante también es el hecho de que Juan Diego inspiró la búsqueda de la santidad y de la perfección de vida, incluso en medio de los miembros de su propia familia, ya que su tío, como ya veíamos, al constatar como Juan Diego se había entregado muy bien al servicio de la Virgen María de Guadalupe y de Dios, quiso seguirlo, aunque Juan Diego le convino que era preferible que se quedara en su casa; y ahora tenemos también este ejemplo de Sor Gertrudis del Señor San José, descendiente de Juan Diego, quien ingresó a un monasterio, a consagrar su vida al servicio de Dios, buscando esa perfección de vida, buscando la Santidad.

Es un hecho que Juan Diego siempre edificó a los demás con su testimonio y su palabra; constantemente se acercaban a él para que intercediera por las necesidades, peticiones y súplicas de su pueblo; ya "que cuanto pedía y rogaba la Señora del cielo, todo se le concedía".

El indio Gabriel Xuárez, quien tenía entre 112 y 115 años cuando dio su testimonio en las Informaciones Jurídicas de 1666; declaró cómo Juan Diego era un verdadero intercesor de su pueblo, decía: "que la dicha Santa Imagen le dijo al dicho Juan Diego la parte y lugar, donde se le había de hacer la dicha Ermita que fue donde se le apareció, que la ha visto hecha y la vio empezar este testigo, como lleva dicho donde son muchos los hombres y mujeres que van a verla y visitarla como este testigo ha ido una y muchas veces a pedirle remedio, y del dicho indio Juan para que como su pueblo, interceda por él." El anciano indio Gabriel Xuárez también señaló detalles importantes sobre la personalidad de Juan Diego y la gran confianza que le tenía el pueblo para que intercediera en sus necesidades: "el dicho Juan Diego, –decía Gabriel Xuárez– respecto de ser natural de él y del barrio de Tlayacac, era un Indio buen cristiano, temeroso de Dios, y de su conciencia, y que siempre le vieron vivir quieta y honestamente, sin dar nota, ni escándalo de su persona, que siempre le veían ocupado en ministerios del servicio de Dios Nuestro Señor, acudiendo muy puntualmente a la doctrina y divinos oficios, ejercitándose en ello muy ordinariamente porque a todos los Indios de aquel tiempo oía este testigo, decirles era varón santo, y que le llamaban el peregrino, porque siempre lo veían andar solo y solo se iba a la doctrina de la iglesia de Tlatelulco, y después que se le apareció al dicho Juan Diego la Virgen de Guadalupe, y dejó su pueblo, casas y tierras, dejándolas a su tío suyo, porque ya su mujer era muerta; se fue a vivir a una casa Juan Diego que se le hizo pegada a la dicha Ermita, y allá iban muy de ordinario los naturales de este dicho pueblo a verlo a dicho paraje y a pedirle intercediese con la Virgen Santísima les diese buenos temporales en sus milpas, porque en dicho tiempo todos lo tenían por Varón Santo."

La india doña Juana de la Concepción que también dio su testimonio en estas Informaciones, confirmó que Juan Diego, efectivamente, era un hombre santo, pues había visto a la Virgen: "todos los Indios e Indias –declaraba– de este dicho pueblo le iban a ver a la dicha Ermita, teniéndole siempre por un santo varón, y esta testigo no sólo lo oía decir a los dichos sus padres, sino a otras muchas personas". Mientras que el indio Pablo Xuárez recordaba lo que había escuchado sobre el humilde indio mensajero de Nuestra Señora de Guadalupe, decía que para el pueblo, Juan Diego era tan virtuoso y santo que era un verdadero modelo a seguir, declaraba el testigo que Juan Diego era "amigo de que todos viviesen bien, porque como lleva referido decía la dicha su abuela que era un varón santo, y que pluguiese a Dios, que sus hijos y nietos fuesen como él, pues fue tan venturoso que hablaba con la Virgen, por cuya causa le tuvo siempre esta opinión y todos los de este pueblo." El indio don Martín de San Luis incluso declaró que la gente del pueblo: "le veía hacer al dicho Juan Diego grandes penitencias y que en aquel tiempo le decían varón santísimo."

Como decíamos, Juan Diego murió en 1548, un poco después de su tío Juan Bernardino, el cual falleció el 15 de mayo de 1544; ambos fueron enterrados en el Santuario que tanto amaron. Se nos refiere en el Nican motecpana: "Después de diez y seis años de servir allí Juan Diego a la Señora del cielo, murió en el año de mil y quinientos y cuarenta y ocho, a la sazón que murió el señor obispo. A su tiempo le consoló mucho la Señora del cielo, quien le vio y le dijo que ya era hora de que fuese a conseguir y gozar en el cielo, cuanto le había prometido. También fue sepultado en el templo. Andaba en los setenta y cuatro años." En el Nican motecpana se exaltó su santidad ejemplar: "¡Ojalá que así nosotros le sirvamos y que nos apartemos de todas las cosas perturbadoras de este mundo, para que también podamos alcanzar los eternos gozos del cielo!"


Consulta también:

Juan Diego, el fenómeno guadalupano

Carta Pastoral por la canonización de Juan Diego

¿Qué podemos aprender de Juan Diego

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Fuente: Archidiócesis de Madrid
Leocadia de Toledo, Santa Mártir, 9 de diciembre  

Leocadia de Toledo, Santa


Procedente de las Galias, entra el gobernador Daciano dejando un rastro de sangre cristiana por donde pasa. Los primeros años pacíficos y benevolentes del emperador Diocleciano han quedado atrás. Parece ser que el césar Galerio ha movido los ánimos de la tetrarquía gobernante contra todo lo que lleva el nombre de cristiano. Girona, Barcelona, Zaragoza, Alcalá, Toledo, Ávila y Mérida presentan cada una su lista de nombres conocidos y venerados que, por el mismo tiempo, dieron sus vidas con entereza.

En su libro De las coronas, el Peristephanon, dejará Prudencio su testimonio escrito del siglo IV sobre los hechos martiriales en arte pindárico. Entre ellos, el encantador relato del martirio de Santa Leocadia.

En Toledo la joven Leocadia, casi niña, fue llevada al tribunal del gobernador. Dulce, fuerte y enamorada de su Señor, resiste primero las halagüeñas proposiciones del regalante y luego las amenazas del duro tirano. Puesta en cárcel en condiciones infrahumanas muere, sin derramar sangre, el 9 de diciembre del 303 o del 304. Así supo ser fiel.

Junto a su tumba, en el cementerio local, en la vega del Tajo, se comienza a desarrollar el culto martirial. La basílica romana del siglo IV es mejorada a comienzos del VII por el rey Sisebuto, siglo en el que el culto a la santa vive su esplendor. Pronto, arzobispos —incluido san Ildefonso— ponen propias tumbas junto a su tumba y concilios toledanos se celebran bajo la cercana protección.

Las reliquias de la santa patrona toledana han soportado desde mediados del siglo VIII un largo peregrinaje. Muchos y no siempre triunfales han sido los traslados hasta su reposición en la catedral, a hombros también de Felipe II, en el siglo XVI. Hoy reposan en arca de plata fabricada por el platero Merino en El Ochavo de la catedral.

Niña inocente Leocadia, enséñanos a los sesudos, sabios, prudentes, sensatos, viejos, juiciosos y muy experimentados de la vida donde está la Verdad y qué hay que hacer para tenerla.

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Fuente: sanpablo.com.co
Siro de Pavia, Santo Obispo, 9 Diciembre  

Siro de Pavia, Santo

Una leyenda que apareció en Italia identifica al obispo de Pavía, san Siro, con el niñito galileo que presentó a Jesús los panes y los peces para el milagro de la multiplicación. Una segunda leyenda, de origen francés, ve en ese jovencito a san Marcial. La primera leyenda la refiere el autor del De laudibus Papiae, un escrito del 1330, en el que se dice también que san Siro, primer obispo de Pavía, fue enterrado en la iglesia de los santos Gervasio y Protasio "que fue la primera iglesia ticinesa".

El autor del De laudibus sacaba, a su vez, las noticias de la Vida de san Siro, escrita por un anónimo en el siglo VIII con la clara intención de hacer ver que la Iglesia de Pavía era más antigua que la de Milán, de la que dependía: sus obispos eran consagrados por el metropolita de Milán, y esto no les gustaba a los ciudadanos de Pavía, la ciudad elegida como capital del reino longobardo y rival en prestigio de la ciudad de san Ambrosio (que en época más reciente le dedicó a san Siro su más famoso estadio de fútbol).

Según esta Vida los orígenes del obispo de Pavía están unidos con Aquileia, cuyo primer obispo Ermagora fue consagrado por el evangelista san Marcos. Siro habría ido de Palestina a Italia siguiendo a san Pedro y a san Marcos, y se habría detenido en Aquileia con el obispo Ermagora, en compañía de Evencio.

Enviados ambos a la ciudad a orillas del Ticino colaboraron ambos en la difusión del Evangelio en toda esa región y alrededores. Aunque verosímil, la biografía de san Siro contrasta con los datos cronológicos, porque se sabe que el tercer obispo de Pavía, Evencio, vivió entre el 381 y el 397.

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Clara Isabel Fornari, Beata Monja, 9 de diciembre  

Monja


Etimológicamente significa "ilustre,". Viene de la lengua latina.

Esta joven nació en Roma el 25 de Junio de 1697 y fue bautizada como Ana Felicia Fornari. Murió en Todi en 1744.

Cuando tenía apenas 15 años, ingresó en el convento de las Clarisas de Todi, al año siguiente hizo sus votos y tomó el nombre de Clara Isabel.

A esta edad comenzó a tener fenómenos extraordinarios que se repetiran en su vida.

En sus largos y frecuentes momentos de éxtasis tuvo visitas de Jesús, Nuestra Señora, Santa Clara de Asís y Santa Catalina de Siena.

Durante uno de éstos momentos, Jesús puso un anillo en su dedo, y la llamó su "esposa en el dolor".

Los médicos y el confesor atestiguaron que sus éxtasis eran reales.

Sus manos, sus pies y su costado se marcaron con los estigmas de la Pasión de Jesús, y a veces le sangraban

En su cabeza una corona de espinas que atravesaban su interior. Por la frente sudaba gotas de sangre.

El demonio, descontento –suponemos– con tanta inspiración divina, la sometía a un miedo continuo. Le daba golpes, la tiraba por las escaleras y le metía en la cabeza la idea de que se suicidara.

Ella, sin embargo, se

Clara Isabel Fornari, Beata

sentía consolada por Dios y le alentaba en el camino a la santidad.

La Madre de Dios hizo la siguiente promesa a la Hna. Clara Isabel Fornari: "Todas las almas que con confianza, se presenten delante de la imagen de Nuestra Señora de la Confianza, obtendrán verdadero conocimiento, dolor y arrepentimiento de sus pecados, y la Santísima Virgen les concederá una particular devoción y ternura hacia Ella"

Desde luego, que para los que leemos todos estos dones, recordamos las palabras de Pablo a Timoteo: No hagas estéril el don que has recibido.

¡Felicidades a quien lleve este nombre!

"A menudo me arrepiento de haber hablado; nunca de haber callado" (Siro).

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Fuente: Passiochristi.org
Bernardo María Silvestrelli, Beato Sacerdote Pasionista, 9 Diciembre  

Bernardo María Silvestrelli, Beato

Cesar Pedro Silvestrelli nace en un bello palacio gentilicio de Roma el 7 de noviembre de 1831. El padre Juan Tomás es un noble rico de Toscaza; la madre, Teresa Gozzani, pertenece a los marqueses de San Giorgio del Casale Monferrato (AL). Los Silvestrelli tenían una capilla familiar y un maestro eclesiástico para la asistencia en la formación escolar y cristiana de los hijos.

Cesar tiene un aspecto agradable, es inteligente, culto, emprendedor, sabe tratar con todos.

Frecuenta con éxito la escuela del Colegio Romano de los Jesuitas. Cuida mucho su preparación religiosa bajo la guía del maestro eclesiástico. Probablemente sigue con interés la vida política; el hermano Luis será diputado en el Parlamento.

Está dotado de muchas cualidades naturales que pondrá al servicio de Dios en la Congregación Pasionista.

Un alto imprevisto en el convento pasionista de San Eutizio (VT) después de una jornada de cacería lo pone en contacto con la vida pasionista. Poco después, a los 23 años, hace la experiencia de un mes en el convento pasionista de los Santos Juan y Pablo en Roma. Al partir regala un crucifijo de marfil a cada uno de sus familiares. Como respuesta a la sorpresa de estos él explica: "Nunca se puede saber qué pasará". Pero él ya sabe que no regresará más a su casa: irá directamente al noviciado pasionista sobre el Monte Argentario. Pero después de un mes debe interrumpir el noviciado por motivos de salud. Con todo no abandona el convento e inicia los estudios de teología en preparación al sacerdocio. El 22 de diciembre de 1855 es ordenado sacerdote. Repuesto en su salud, renueva la petición de ser pasionista y es nuevamente acogido y enviado al noviciado de Morrovalle (MC). Aquí toma el hábito y el nombre de Bernardo María de Jesús. Pronto llegará también al noviciado de Morrovale Francisco Possenti, Gabriel de la Dolorosa y nacerá una bella y santa amistad. Al primer impacto Bernardo, que entiende las cosas del mundo exclama: "¿Lo logrará este lechuguino? " refinamiento exagerado, quizás si, pero la elegancia no es un pecado. Pero enseguida deberá decir de él: "Este lechuguino pasará primero que los demás". Ambos tienen la fortuna de tener la dirección espiritual del venenerable P. Norberto Cassinelli.

En abril de 1856 emite la profesión religiosa e inicia su larga militancia en la congregación pasionista. Dan frutos su cultura y santidad como profesor, director de estudiantes de teología y maestro de novicios. Por su capacidad de gobierno es elegido superior y consultor provincial y por 25 años llevará la carga de superior general. Por humildad trata de rechazar, de retirarse; a cada reelección se declara incapaz de gobernar la congregación; pero los co hermanos ven en él un perfecto superior, exigente y paternal, unido a las sanas tradiciones y abierto a nuevas instancias enseñando más con el ejemplo que con palabras y lo reeligen siempre en el primer escrutinio. En 1893, para evitar la reelección, no participa en el capítulo general; pero mientras se da a la fuga, se le aparece San Gabriel de la Dolorosa quien le ordena regresar al capítulo. El P. Bernardo no pudiendo huir a la voluntad de Dios, regresa y se entrega por completo con infatigable empeño.

Bajo su gobierno la congregación toma nuevo impulso y se expande ya sea en Italia como en el exterior. Al momento de su muerte el número de religiosos, de las casas y de las provincias se cuenta al doble. Abre nuevos conventos en Italia y en varias naciones de Europa y de América. Pone mucho cuidado en la formación intelectual y espiritual de los religiosos; funda el seminario menor y abre un estudiantado internacional en Roma para los jóvenes pasionistas.

Robándole tiempo al sueño, escribe libros maravillosos, verdaderas joyas de ascética y de historia de los primeros tiempos pasionistas para conservar en la posteridad el genuino espíritu del fundador y los mejores ejemplos y modelos de la vida pasionista. Desea que no se pierda tanta riqueza y santidad. Escribe para animar a los co hermanos, para formar conciencia religiosa y pasionista. Envía cartas pastorales, dialoga con todos, visita comunidades tanto dentro como fuera de Italia, estimula a cada uno a ser fiel al carisma pasionista. Y está su propio ejemplo. Irreprensible en todo tanto que lo llaman "La primera regla viviente" y es saludado como "segundo fundador".

Es estimado de los Papas por su santidad y por sus dotes humanas. León XIII lo llama "hombre santísimo"; Pío X dice a los Pasionistas: "Ustedes tienen un santo como superior general". Muchos, pero inútiles son los intentos por hacerlo cardenal. Los últimos años los pasa en continua oración y soledad. Frecuentemente cambia de convento para huir de continuas visitas que los distraen del recogimiento.

Muere el 9 de diciembre de 1911 en Moricone (Rm), como fue previsto por él mismo, por una caída mientras subía una escalera corta pero empinada. Juan Pablo II lo declara beato el 16 de octubre de 1988. Un día Bernardo, pensando en San Gabriel había dicho: "Aquel muchacho me la hizo, pero yo lo alcanzaré".
Y lo alcanzó en todos los sentidos.

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

 

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