miércoles, 11 de octubre de 2017

[ † ] Miércoles de San José. 11/10/2017. San Juan XXIII ¡ruega por nosotros!

JA

JMJ

Pax

Señor, enséñanos a orar

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 11, 1-4

Gloria a ti, Señor.

Un día, Jesús estaba orando y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
"Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos".
Entonces Jesús les dijo:
"Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu nombre, venga tu Reino; danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas, puesto que también nosotros perdonamos a todo aquél que nos ofende, y no nos dejes caer en tentación".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.

El Misterio de la Misa en 2 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk

El que no valora una obra de arte es porque necesita cultura: https://www.youtube.com/watch?v=mTKKaT-KaKw

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu

El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

San Leonardo, "El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc

Audio (1/5): https://www.youtube.com/watch?v=2NjKuVnxH58

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?

Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).

Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?

Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html

Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).

 

 

Misal

 

mie 27a. Ordinario año impar

Antífona de Entrada

Alégrese el corazón de los que buscan al Señor. Busquen la ayuda del Señor; busquen continuamente su presencia.

 

Oración Colecta

Oremos:
Aumenta, Señor, en nosotros la fe, la esperanza y la caridad para que cumplamos con amor tus mandamientos y podamos conseguir, así, el cielo que nos tienes prometido.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

Tú estás triste por una hiedra, ¿y yo no voy a tener lástima de Nínive, la gran ciudad?

Lectura del libro del profeta Jonás 4, 1-11

Jonás se disgustó mucho de que Dios no hubiera castigado a los habitantes de Nínive, e irritado, oró al Señor en estos términos:
"Señor, esto es lo que yo me temía cuando estaba en mi tierra, y por eso me di prisa en huir a Tarsis. Bien sabía yo que tú eres un Dios clemente y compasivo, lleno de paciencia y de misericordia, siempre dispuesto a perdonar. Ahora, Señor, quítame la vida, pues prefiero morir a vivir".
Pero el Señor le respondió:
"¿Crees que hay motivo para que te enojes?"
Jonás salió de Nínive y acampó al oriente de la ciudad; allí construyó una enramada y se sentó a su sombra, para ver qué pasaba con Nínive. Entonces, el Señor Dios hizo nacer una hiedra, que creció tan tupida que le daba sombra y lo resguardaba del ardor del sol. Jonás se puso muy contento por la hiedra.
Pero al día siguiente, al amanecer, el Señor envió un gusano, el cual dañó la hiedra, que se secó. Y cuando el sol ya quemaba, el Señor envió un viento caliente y abrasador; el sol le daba a Jonás en la cabeza y lo hacía desfallecer. Entonces Jonás deseó morir y dijo:
"Prefiero morir a vivir".
Entonces el Señor le dijo a Jonás:
"¿Crees que hay motivo para que te enojes así por la hiedra?" Contestó él:
"Sí, y tanto, que quisiera morirme".
Le respondió el Señor:
"Tú estás triste por una hiedra que no cultivaste con tu trabajo, que nace una noche y perece la otra. Y yo, ¿no voy a tener lástima de Nínive, la gran ciudad, en donde viven más de ciento veinte mil seres humanos que no son responsables y gran cantidad de animales?"
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del Salmo 85

Tú, Señor, eres bueno y clemente.

Ten compasión de mí, pues clamo a ti, Dios mío, todo el día, y ya que en ti, Señor, levanto el alma, llena a este siervo tuyo de alegría.
Tú, Señor, eres bueno y clemente.

Puesto que eres, Señor, bueno y clemente y todo amor con quien tu nombre invoca, escucha mi oración y a mi súplica de respuesta pronto.
Tú, Señor, eres bueno y clemente.

Dios entrañablemente compasivo, todo amor y lealtad, lento a la cólera, ten compasión de mí, pues clamo a ti, Señor, a toda hora.
Tú, Señor, eres bueno y clemente.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Hemos recibido un espíritu de hijos, que nos hace exclamar; ¡Padre!
Aleluya.

Evangelio

Señor, enséñanos a orar

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 11, 1-4

Gloria a ti, Señor.

Un día, Jesús estaba orando y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
"Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos".
Entonces Jesús les dijo:
"Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu nombre, venga tu Reino; danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas, puesto que también nosotros perdonamos a todo aquél que nos ofende, y no nos dejes caer en tentación".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración sobre las Ofrendas

Mira, Señor, con bondad, las ofrendas que te presentamos, a fin de que esta celebración eucarística sea para tu gloria y alabanza.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

Alabanza a Dios por la creación y redención del género humano

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque has querido ser, por medio de tu amado Hijo, no sólo el creador del género humano, sino también el autor generoso de la nueva creación.
Por eso,
con razón te sirven todas las criaturas, con justicia te alaban todos los redimidos y unánimes te bendicen tus santos.
Con ellos, unidos con los ángeles, nosotros queremos celebrarte y te alabamos, diciendo:

Antífona de la Comunión

Cristo nos amó y se entregó a la muerte por nosotros, como ofrenda y víctima agradable a Dios.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Concédenos, Señor, que este memorial de la muerte y resurrección de tu Hijo nos haga morir de veras al pecado y renacer a una nueva vida.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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Meditación diaria

 

27ª semana. Miércoles

PADRE NUESTRO

— La oración del Señor.

— Filiación divina y oración.

— Oración y fraternidad.

I. Los discípulos veían muchas veces cómo Jesús se retiraba a solas y permanecía largo tiempo en oración; en ocasiones, noches enteras. Por eso, un día –leemos en el Evangelio de la Misa1–, al terminar el Maestro su oración, se dirigieron a Él y le dijeron con toda sencillez: Señor, enséñanos a orar.

De labios de Jesús aprendieron entonces aquella plegaria –el Padrenuestro– que millones de bocas, en todos los idiomas, habrían de repetir tantas veces a lo largo de los siglos. Son unas pocas peticiones –que el Señor enseñaría también en otras ocasiones, y quizá por eso difieren los textos de San Lucas y de San Mateo2– y un modo completamente nuevo de dirigirse a Dios. Hay en estas peticiones "una sencillez tal, que hasta un niño las aprende, y a la vez una profundidad tan grande, que se puede consumir una vida entera en meditar el sentido de cada una de ellas"3.

La primera palabra que, por expresa indicación del Señor, pronunciamos es Abba, Padre. Los primeros cristianos quisieron conservar, sin traducirla, la misma palabra aramea que utilizó Jesús: Abba, y es muy probable que así pasara a la liturgia más primitiva y antigua de la Iglesia4. Este primer vocablo ya nos sitúa en el clima de confianza y de filiación en el que nos debemos dirigir siempre a Dios. El Señor omitió otras palabras –enseña el Catecismo Romano– "que podían causarnos al mismo tiempo temor, y solo empleó aquella que inspira amor y confianza en los que oran y piden alguna cosa; porque ¿qué cosa hay más agradable que el nombre del padre, que indica ternura y amor?"5. Esta palabra –Abba– utilizada por Jesús es la misma con la que los niños hebreos se dirigen familiar y cariñosamente a sus padres de la tierra. Y fue este el término elegido por Jesús como el más adecuado para invocar al Creador del Universo: Abba!, ¡Padre!

El mismo Dios que trasciende absolutamente todo lo creado está muy próximo a nosotros, es un Padre estrechamente ligado a la existencia de sus hijos, débiles y con frecuencia ingratos, pero a quienes quiere tener con Él por toda la eternidad. Hemos nacido para el Cielo. "A las demás criaturas –enseña Santo Tomás de Aquino– les dio como donecillos; a nosotros, la herencia. Esto, por ser hijos; al ser hijos, también herederos. No habéis recibido un espíritu de esclavitud, para caer de nuevo en el temor, sino un espíritu de hijos, que nos hace gritar Abba! ¡Padre! (Ef 3, 15)"6.

Cuando rezamos el Padrenuestro, y muchas veces a lo largo del día, podemos saborear esta palabra llena de misterio y de dulzura, Abba, Padre, Padre mío... Y esta oración influirá de una manera decisiva a lo largo del día, pues "cuando llamamos a Dios Padre nuestro tenemos que acordarnos de que hemos de comportarnos como hijos de Dios"7.

II. Mientras muchos buscan a Dios como en medio de la niebla, a tientas, los cristianos sabemos, de modo muy particular, que Él es nuestro Padre y que vela por nosotros. "La expresión "Dios-Padre" no había sido revelada nunca a nadie. Moisés mismo, cuando le preguntó a Dios quién era, escuchó como respuesta otro nombre. Pero a nosotros este nombre nos ha sido revelado por el hijo"8. Cada vez que acudimos a Él, nos dice: Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo9. Ninguna de nuestras necesidades, de nuestras tristezas, le deja indiferente. Si tropezamos, Él está atento para sostenernos o levantarnos. "Todo cuanto nos viene de parte de Dios y que al pronto nos parece próspero o adverso, nos es enviado por un Padre lleno de ternura y por el más sabio de los médicos, con miras a nuestro propio bien"10.

La vida, bajo el influjo de la filiación divina, adquiere un sentido nuevo; no es ya un enigma oscuro que descifrar, sino una tarea que llevar a cabo en la casa del Padre, que es la Creación entera: Hijo mío, nos dice a cada uno, ve a trabajar a mi viña11. Entonces la vida no produce temores, y la muerte se ve con paz, pues es el encuentro definitivo con Él. Si nos sentimos en todo momento así, hijos, seremos personas de oración; con esa piedad que dispone a "tener una voluntad pronta para entregarse a lo que pertenece al servicio de Dios"12. Y nuestra vida servirá para tributar a Dios gloria y alabanza, porque el trato de un hijo con su padre está lleno de respeto, de veneración y, a la vez, de reconocimiento y amor. "La piedad que nace de la filiación divina es una actitud profunda del alma, que acaba por informar en todos los pensamientos, en todos los deseos, en todos los afectos"13. Lo llena todo.

El Señor, a lo largo de toda su vida terrena, nos enseña a tratar a nuestro Padre Dios. En Jesús se da ese trato y afecto filial hacia su Padre en grado sumo. El Evangelio nos muestra cómo, en diversas ocasiones, se retira lejos de la multitud para unirse en oración con su Padre14, y de Él aprendemos la necesidad de dedicar algunos ratos exclusivamente a Dios, en medio de las tareas del día. En momentos especiales ora por Sí mismo; es una oración de filial abandono en la voluntad de su Padre Dios, como en Getsemaní15 y en la Cruz16. En otras ocasiones ora confiadamente por los demás, especialmente por los Apóstoles y por sus futuros discípulos17, por nosotros. Nos dice de muchas maneras que este trato filial y confiado con Dios nos es necesario para resistir la tentación18, para obtener los bienes necesarios19 y para la perseverancia final20.

Esta conversación filial ha de ser personal, en el secreto de la casa21; discreta22; humilde, como la del publicano23; constante y sin desánimo, como la del amigo importuno o la de la viuda rechazada por el juez24; debe estar penetrada de confianza en la bondad divina25, pues es un Padre conocedor de las necesidades de sus hijos, y les da no solo los bienes del alma sino también lo necesario para la vida material26. "Padre mío –¡trátale así, con confianza!–, que estás en los Cielos, mírame con compasivo Amor, y haz que te corresponda.

"—Derrite y enciende mi corazón de bronce, quema y purifica mi carne inmortificada, llena mi entendimiento de luces sobrenaturales, haz que mi lengua sea pregonera del Amor y de la Gloria de Cristo"27. Padre mío..., enséñanos y enséñame a tratarte con confianza filial.

III. La oración es personal, pero de ella participan nuestros hermanos. El recogimiento y la soledad interior no son obstáculo para que, de algún modo, los demás hombres estén presentes mientras oramos. El Señor nos enseñó a decir Padre nuestro, porque compartimos la dignidad de hijos con todos nuestros hermanos.

Padre nuestro. Y el Señor ya nos había dicho28 que si en el momento de orar nos acordáramos de que uno de nuestros hermanos tenía alguna queja contra nosotros, debíamos primero hacer las paces con él. Entonces aceptaría nuestra ofrenda.

Tenemos derecho a llamar Padre a Dios si tratamos a los demás como hermanos, especialmente a aquellos con quienes nos unen lazos más estrechos, con los que más nos relacionamos, con los más necesitados..., con todos. Porque si alguno dice: amo a Dios, pero aborrece a su hermano, escribe San Juan, miente. Pues el que no ama a su hermano, a quien ve, no es posible que ame a Dios, a quien no ve29. "No podéis llamar Padre nuestro al Dios de toda bondad –señala San Juan Crisóstomo–, si conserváis un corazón duro y poco humano, pues, en tal caso, ya no tenéis en vosotros la marca de bondad del Padre celestial"30.

Cuando decimos a Dios: Padre nuestro no le presentamos solamente nuestra pobre oración, sino también la adoración de toda la tierra. Por la Comunión de los Santos sube ante Dios una oración permanente en nombre de la humanidad. Oramos por todos los hombres, por los que nunca supieron orar, o ya no saben, o no quieren hacerlo. Prestamos nuestra voz a quienes ignoran o han olvidado que tienen un Padre todopoderoso en los Cielos. Damos gracias por aquellos que se olvidan de darlas. Pedimos por los necesitados que no saben que tienen tan cerca la fuente de las gracias. En nuestra oración vamos cargados con las inmensas necesidades del mundo entero. En nuestro recogimiento interior, mientras nos dirigimos a nuestro Padre Dios, nos sentimos como delegados de todos los que padecen necesidad, especialmente de aquellos que Dios puso a nuestro lado o a nuestro cuidado.

También nos será de gran consuelo considerar que cada uno de nosotros participa de la oración de todos los hermanos. En el Cielo tendremos la alegría de conocer a todos aquellos que intercedieron por nosotros, y también la cantidad incontable de cristianos que ocupaban nuestro lugar cuando nos olvidábamos de hacerlo, y que de este modo nos han obtenido gracias que no hemos pedido. ¡Cuántas deudas por saldar!

La oración del cristiano, aunque es personal, nunca es aislada. Decimos Padre nuestro, e inmediatamente esta invocación crece y se amplifica en la Comunión de los Santos. Nuestra oración se funde con la de todos los justos: con la de aquella madre de familia que pide por su hijito enfermo, con la de aquel estudiante que reclama un poco de ayuda para su examen, con la de aquella chica que desea ayudar a su amiga para que haga una buena Confesión, con la de aquel que ofrece su trabajo, con la del que ofrece precisamente su falta de trabajo.

En la Santa Misa, el sacerdote reza con los fieles las palabras del Padrenuestro. Y consideramos que, con las diferencias horarias de los distintos países, se está celebrando continuamente la Santa Misa y la Iglesia recita sin cesar esta oración por sus hijos y por todos los hombres. La tierra se presenta así como un gran altar de alabanza continua a nuestro Padre Dios por su Hijo Jesucristo, en el Espíritu Santo.

1 Lc 11, 1-4. — 2 Cfr. Mt 6, 9 ss. — 3 Juan Pablo II, Audiencia general 14-III-1979. — 4 Cfr. W. Marchel, Abba! Père. La prière du Christ et des chrétiens, Roma 1963, pp, 188-189. — 5 Catecismo Romano, IV, 9, n. 1. — 6 Santo Tomás, Sobre el Padrenuestro, en Escritos de Catequesis, p. 126. — 7 San Cipriano, Tratado de la oración del Señor, 11. — 8 Tertuliano, Tratado sobre la oración, 3. — 9 Lc 15, 31. — 10 Casiano, Colaciones, 7, 28. — 11 Mt 20, 1. — 12 Santo Tomás, Suma Teológica, 2-2, q. 8, a. 1, c. — 13 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 146. — 14 Mt 14, 23; Lc 6, 12. — 15 Cfr. Mc 14, 35-36. — 16 Cfr. Mc 15, 34; Lc 23, 34-36. — 17 Cfr. Lc 22, 32; Jn 17. — 18 Cfr. Mt 26, 41. — 19 Cfr. Jn 4, 10; 6, 27. — 20 Cfr. Lc 21, 36. — 21 Mt 6, 5-6. — 22 Cfr. Mt 6, 7-8. — 23 Cfr. Lc 18, 9-14. — 24 Cfr. Lc 11, 5-8; 18, 1-8. — 25 Cfr. Mc 11, 23. — 26 Cfr. Mt 7, 7-11; Lc 11, 9-13. — 27 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 3. — 28 Cfr. Mt 5, 23. — 29 1 Jn 4, 20. — 30 San Juan Crisóstomo, Homilía sobre la puerta estrecha.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

Santa María Soledad Torres
Año 1887

Dios sea bendito por estas obras de caridad tan admirables 
que inspira en su Santa Iglesia Católica. 
Que sigan apareciendo muchas más.

Esta es la santa fundadora de las hermanas Siervas de María, Ministras de los enfermos, que tienen 126 casas en el mundo con 2,380 religiosas.

Nació en 1826 en Madrid (España), hija de modestos comerciantes que la instruyeron muy bien en la religión.

Estudió con las hermanas Vicentinas y al ver la dedicación total de estas religiosas a los más pobres, se entusiasmó por la vida religiosa. Pero era muy débil de salud y no fue admitida en la comunidad. Solamente a la edad de 25 años logrará cumplir su anhelo de ser religiosa.

El párroco de un barrio pobre de Madrid se entristecía al ver que muchos enfermos morían en el más completo abandono y sin recibir los santos sacramentos. Y pensó en reunir a un grupo de mujeres piadosas que visitaran a los enfermos en sus domicilios y les ayudaran a bien morir.

Al enterarse Soledad Torres de este deseo del párroco se presentó a él para ofrecerse a ayudarle en tan caritativa misión. Ella desde niña había asistido a varios moribundos y sentía un gusto especial por asistir a enfermos y moribundos. Era una gracia que le había concedido el Espíritu Santo. Aunque el sacerdote le rechazó en una primera entrevista porque le parecía muy débil y enfermiza para esas labores, después se dio cuenta de que era un alma de Dios y con ella y seis compañeras más, fundó el 15 de agosto de 1851, la comunidad de Siervas de María o Ministros de los enfermos.

La novedad de esta comunidad era que ellas debían asistir a domicilio y totalmente gratis a los enfermos que lo solicitaran.

Por aquellos tiempos llegó a Europa la terrible epidemia del cólera y en los hospitales no cabían los enfermos. Muchos de ellos eran abandonados por sus familiares por temor al contagio. Fue entonces cuando María Soledad y sus religiosas se multiplicaron por todas partes para atender a los más abandonados.

El fundador de la comunidad se fue de misionero a lejanas tierras y el sucesor se dejó creer de cuentos y habladurías y destituyó a Soledad del cargo de superiora. Ella se alegró de poder asemejarse a Cristo en padecer incomprensiones y persecuciones. En sus visitas a Jesús Sacramentado obtenía fuerzas para sufrir con paciencia y por amor a Dios. Después se supo la verdad de todo y fue restablecida en su cargo, y bajo su dirección se extendió admirablemente su congregación. Murió la santa el 11 de octubre de 1887 a la edad de 61 años. Fue canonizada por Pablo VI en 1970.

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Fuente: Vatican.va
Juan XXIII, Santo CCLXI Papa, Octubre 11  

Película: http://gloria.tv/?media=229659

Juan XXIII, Santo

CCLXI Papa
Octubre 11

Nació en el seno de una numerosa familia campesina, de profunda raigambre cristiana. Pronto ingresó en el Seminario, donde profesó la Regla de la Orden franciscana seglar. Ordenado sacerdote, trabajó en su diócesis hasta que, en 1921, se puso al servicio de la Santa Sede. En 1958 fue elegido Papa, y sus cualidades humanas y cristianas le valieron el nombre de "papa bueno". Juan Pablo II lo beatificó el año 2000 y estableció que su fiesta se celebre el 11 de octubre.

Nació el día 25 de noviembre de 1881 en Sotto il Monte, diócesis y provincia de Bérgamo (Italia). Ese mismo día fue bautizado, con el nombre de Ángelo Giuseppe. Fue el cuarto de trece hermanos. Su familia vivía del trabajo del campo. La vida de la familia Roncalli era de tipo patriarcal. A su tío Zaverio, padrino de bautismo, atribuirá él mismo su primera y fundamental formación religiosa. El clima religioso de la familia y la fervorosa vida parroquial, fueron la primera y fundamental escuela de vida cristiana, que marcó la fisonomía espiritual de Ángelo Roncalli.

Recibió la confirmación y la primera comunión en 1889 y, en 1892, ingresó en el seminario de Bérgamo, donde estudió hasta el segundo año de teología. Allí empezó a redactar sus apuntes espirituales, que escribiría hasta el fin de sus días y que han sido recogidos en el "Diario del alma". El 1 de marzo de 1896 el director espiritual del seminario de Bérgamo lo admitió en la Orden franciscana seglar, cuya Regla profesó el 23 de mayo de 1897.

De 1901 a 1905 fue alumno del Pontificio seminario romano, gracias a una beca de la diócesis de Bérgamo. En este tiempo hizo, además, un año de servicio militar. Fue ordenado sacerdote el 10 de agosto de 1904, en Roma. En 1905 fue nombrado secretario del nuevo obispo de Bérgamo, Mons. Giácomo María Radini Tedeschi. Desempeñó este cargo hasta 1914, acompañando al obispo en las visitas pastorales y colaborando en múltiples iniciativas apostólicas: sínodo, redacción del boletín diocesano, peregrinaciones, obras sociales. A la vez era profesor de historia, patrología y apologética en el seminario, asistente de la Acción católica femenina, colaborador en el diario católico de Bérgamo y predicador muy solicitado por su elocuencia elegante, profunda y eficaz.

En aquellos años, además, ahondó en el estudio de tres grandes pastores: san Carlos Borromeo (de quien publicó las Actas de la visita apostólica realizada a la diócesis de Bérgamo en 1575), san Francisco de Sales y el entonces beato Gregorio Barbarigo. Tras la muerte de Mons. Radini Tedeschi, en 1914, don Ángelo prosiguió su ministerio sacerdotal dedicado a la docencia en el seminario y al apostolado, sobre todo entre los miembros de las asociaciones católicas.

En 1915, cuando Italia entró en guerra, fue llamado como sargento sanitario y nombrado capellán militar de los soldados heridos que regresaban del frente. Al final de la guerra abrió la "Casa del estudiante" y trabajó en la pastoral de estudiantes. En 1919 fue nombrado director espiritual del seminario.

En 1921 empezó la segunda parte de la vida de don Ángelo Roncalli, dedicada al servicio de la Santa Sede. Llamado a Roma por Benedicto XV como presidente para Italia del Consejo central de las Obras pontificias para la Propagación de la fe, recorrió muchas diócesis de Italia organizando círculos de misiones. En 1925 Pío XI lo nombró visitador apostólico para Bulgaria y lo elevó al episcopado asignándole la sede titular de Areópoli. Su lema episcopal, programa que lo acompañó durante toda la vida, era: "Obediencia y paz".

Tras su consagración episcopal, que tuvo lugar el 19 de marzo de 1925 en Roma, inició su ministerio en Bulgaria, donde permaneció hasta 1935. Visitó las comunidades católicas y cultivó relaciones respetuosas con las demás comunidades cristianas. Actuó con gran solicitud y caridad, aliviando los sufrimientos causados por el terremoto de 1928. Sobrellevó en silencio las incomprensiones y dificultades de un ministerio marcado por la táctica pastoral de pequeños pasos. Afianzó su confianza en Jesús crucificado y su entrega a él.

En 1935 fue nombrado delegado apostólico en Turquía y Grecia. Era un vasto campo de trabajo. La Iglesia católica tenía una presencia activa en muchos ámbitos de la joven república, que se estaba renovando y organizando. Mons. Roncalli trabajó con intensidad al servicio de los católicos y destacó por su diálogo y talante respetuoso con los ortodoxos y con los musulmanes. Cuando estalló la segunda guerra mundial se hallaba en Grecia, que quedó devastada por los combates. Procuró dar noticias sobre los prisioneros de guerra y salvó a muchos judíos con el "visado de tránsito" de la delegación apostólica. En diciembre de 1944 Pío XII lo nombró nuncio apostólico en París.

Durante los últimos meses del conflicto mundial, y una vez restablecida la paz, ayudó a los prisioneros de guerra y trabajó en la normalización de la vida eclesiástica en Francia. Visitó los grandes santuarios franceses y participó en las fiestas populares y en las manifestaciones religiosas más significativas. Fue un observador atento, prudente y lleno de confianza en las nuevas iniciativas pastorales del episcopado y del clero de Francia. Se distinguió siempre por su búsqueda de la sencillez evangélica, incluso en los asuntos diplomáticos más intrincados. Procuró actuar como sacerdote en todas las situaciones. Animado por una piedad sincera, dedicaba todos los días largo tiempo a la oración y la meditación.

En 1953 fue creado cardenal y enviado a Venecia como patriarca. Fue un pastor sabio y resuelto, a ejemplo de los santos a quienes siempre había venerado, como san Lorenzo Giustiniani, primer patriarca de Venecia.

Tras la muerte de Pío XII, fue elegido Papa el 28 de octubre de 1958, y tomó el nombre de Juan XXIII. Su pontificado, que duró menos de cinco años, lo presentó al mundo como una auténtica imagen del buen Pastor. Manso y atento, emprendedor y valiente, sencillo y cordial, practicó cristianamente las obras de misericordia corporales y espirituales, visitando a los encarcelados y a los enfermos, recibiendo a hombres de todas las naciones y creencias, y cultivando un exquisito sentimiento de paternidad hacia todos. Su magisterio, sobre todo sus encíclicas "Pacem in terris" y "Mater et magistra", fue muy apreciado.

Convocó el Sínodo romano, instituyó una Comisión para la revisión del Código de derecho canónico y convocó el Concilio ecuménico Vaticano II. Visitó muchas parroquias de su diócesis de Roma, sobre todo las de los barrios nuevos. La gente vio en él un reflejo de la bondad de Dios y lo llamó "el Papa de la bondad". Lo sostenía un profundo espíritu de oración. Su persona, iniciadora de una gran renovación en la Iglesia, irradiaba la paz propia de quien confía siempre en el Señor. Falleció la tarde del 3 de junio de 1963.

Juan Pablo II lo beatificó el 3 de septiembre del año 2000, y estableció que su fiesta se celebre el 11 de octubre, recordando así que Juan XXIII inauguró solemnemente el Concilio Vaticano II el 11 de octubre de 1962.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina04
Alejandro Sauli, Santo Obispo de Pavía, Octubre 11  

Alejandro Sauli, Santo

Obispo

Se cuenta que Alejandro Sauli era muy joven todavía cuando se presentó un día con un crucifijo en la mano ante una multitud que asistía a un espectáculo de acróbatas y saltimbanquis, y predicó severamente contra ese tipo de diversiones frívolas, con gran asombro de todos los presentes. Aunque el santo exageró tal vez un tanto al proceder así; ese gesto puede considerarse como un símbolo de su vida, ya que se consagró por entero a la restauración del orden cristiano en la atmósfera de negligencia y fríaldad religiosas de mediados del siglo XVI. Alejandro nació en Milán en 1535, pero su familia era originaria de Génova. A los diecisiete años, ingresó en la congregación de los clérigos regulares barnabitas. Sus superiores le enviaron a proseguir sus estudios en el colegio que la congregación tenía en Pavía, y el santo pagó de su bolsillo la obra de ensanchamiento de la biblioteca del establecimiento. En 1556, después de su ordenación sacerdotal, empezó a enseñar filosofía y teología en la Universidad. El obispo de la ciudad le tomó pronto por teólogo suyo, y la reputación de Alejandro como predicador empezó a crecer rápidamente. El éxíto que tuvo en Pavía fue tan grande, que San Carlos Borromeo le invitó a predicar en la catedral; a sus sermones asistieron el propio San Carlos y el cardenal Sfondrati quien fue más tarde Papa con el nombre de Gregorio XIV. Las ardientes palabras del joven barnabita arrancaron lágrimas a ambos personajes, quienes le tomaron por confesor; San Carlos Borromeo siguió dirigiéndose con él muchos años. En 1567, el P. Sauli fue elegido preboste general de su congregación. Aunque no tenía más que treinta y ocho años, parecía bastante seguro de sí mismo como para oponerse al parecer de San Pío V y de san Borromeo. En efecto, el cardenal Borromeo, quien era protector de los "Humiliati" que quedaban, había recibido la misión de reformarlos, ya que dichos frailes eran tan ricos como de costumbres poco edificantes. Para ello decidió fundir a los "Humiliati" con la fervorosa congregación de los barnabitas, recientemente fundada. Pero San Alejandro, aunque estaba dispuesto hacer cuanto pudiera por ayudar a los "Humiliati", no se sentía oblígado a aceptar una medida que podía hacer daño a sus hijos, y San Carlos Borromeo tuvo que renunciar a su propósito.

La firmeza de San Alejandro y su celo apostólico no pasaron ínadvertidos a los ojos del gran reformador San Pío V, quien le nombró en 1570 obispo de Aleria, en Córcega, a pesar de sus protestas. San Carlos Borromeo le confirió la consagración, y el nuevo obispo se trasladó a su diócesis. La tarea que tenía ante sí era imponente. El clero era tan ignorante como corrompido; el pueblo, que conservaba aún muchas costumbres bárbaras, poseía apenas algunos rudimentos de religión; la isla estaba infestada de bandidos, y las salvajes venganzas entre las familias eran cosa de todos los días. San Alejandro llevó consigo a tres barnabitas para que le ayudasen en la tarea. Inmediatamente después de establecerse en Tallona, porque la ciudad episcopal estaba en ruinas, congregó un sínodo y anunció las reformas que se proponía llevar a cabo. En seguida procedió a visitar su diócesis, y en el curso de la visita comenzó a aplicar las nuevas leyes con todo el rigor que se imponía. El gobierno del santo duró veinte años, y el cambio que se efectuó en la isla fue tan notable, que las gentes le llamaban el apóstol de Córcega. En el tercer sínodo diocesano, el santo promulgó los decretos del Concilio de Trento y la energía con que supo exigir su cumplimiento fue sin duda lo que más contribuyó a la reforma de las costumbres. San Alejandro tuvo que hacer frente no sólo a la oposición de sus subalternos, sino también a la violencia de los extraños, ya que los piratas berberiscos solían atacar con frecuencia la isla. Debido a ello, el santo obispo se vio obligado a cambiar tres veces de residencia y, finalmente, estableció en Cervione su catedral, su capítulo y su seminario.

Durante su gobierno, tuvo que hacer frecuentes viajes a Roma, donde se hizo muy amigo de San Felipe Neri, quien le consideraba como modelo de prelados. Era un canonista consumado que escribió varias cartas pastorales y obras catequéticas. Habiendo tenido un éxito tan grande en Córcega, es muy natural que se le hayan ofrecido las diócesis de Tortona y Génova; pero el santo se negó a cambiar de sede hasta que Gregorio XIV le impuso, por obediencia, que aceptase el gobierno de la diócesis de Pavía en 1591. Dios le llamó a Sí al año siguiente, cuando se hallaba en Calozza visitando la diócesis. Durante su vida, San Alejandro poseyó el don de profecía y el de calmar las tempestades. Los milagros continuaron después de su muerte y su canonización tuvo lugar en 1904.

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Zenaida, Santa Biografía, 11 de octubre  

Octubre 11

 

Etimológicamente significa "la que recibe la vida de Zeus". Viene de la lengua griega.

Hay en la naturaleza humana un deseo de poseer todo. Pero quien quiere todo a la vez raya en el vértigo delo imposible; y nada que sea amplio, nada que sea duradero, puede realizarse.

Zenaida fue del siglo I de nuestra era y se convirtió al cristianismo por san Pablo, que era su primo.

Nació en Tarso, Turquía, y salió de esta ciudad para marcharse a las montañas que bordean el Cydnus para instalarse en una gruta.

Se sabe que antes de su conversión, había ejercido la medicina. Una vez conversa, continuó haciéndolo con cualquier persona que se encontrase o que fuera a su consulta.

Una de sus preferencias fue tratar siempre a los niños enfermos y a los poseídos por el diablo.
Un día se presentaron ante su gruta tres hombres atraídos por su santidad.

Le rogaban que tuviera la bondad de tenderles y celebrar con ella una entrevista.

Zenaida consintió. Al poco tiempo, los tres caballeros, Papas, Pateras y Filosiro, se entregaron a la vida contemplativa en aquellos lugares.

A los tres años fueron a decirle:"Por qué, en lugar de estar aquí escondidos, no nos vamos a la ciudad??"

Zenaida se dejó convencer y se marchó con ellos. El primer día de viaje, ella se clavó una espina en el pie y murió.

Zenaida es muy venerada entre los griegos, y sobre su figura se han escrito muchos libros.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina04
Jaboco de Ulm, Beato Religioso, 11 Octubre  

Jaboco de Ulm, Beato

El Beato Jacobo nació en 1407, en Ulm de Alemania, en el seno de la respetable familia de los Griesinger. A los veinticinco años partió de su patria a Italia, donde se enroló como soldado en Nápoles; pero, disgustado por las costumbres licenciosas de sus compañeros de filas y al comprobar que su buen ejemplo no les hacía mella, abandonó el ejército y entró a servir como secretario a un abogado de Capua.

Desempeñó su oficio con tanto acierto que, cinco años después cuando decidió partir, el abogado no se lo permitió. Pero Jacobo logró escabullirse y se dirigió a Alemania, aunque no llegó a su país natal, pues en Bolonia volvió a enrolarse en el ejército. Durante su estancia en esa ciudad, acostumbraba a ir con frecuencia al santuario de Santo Domingo y acabó por ingresar en la orden como hermano lego. Su prior, queriendo demostrar la obediencia de Jacobo a un prelado que se hallaba de paso en el convento, le entregó una carta y le dijo que la llevase inmediatamente a París. No obstante que el viaje era largo, difícil y peligroso, el hermano Jacobo tomó la carta como la cosa más natural del mundo y pidió simplemente permiso de pasar por su celda para tomar su sombrero y su bastón.

Los hijos de Santo Domingo ocupan un sitio distinguido en la historia del arte. El Beato Jacobo, como su hermano en religión Guillermo de Marcillat, era un maestro consumado en el arte de pintar sobre vidrio. Sus superiores le dedicaron a ese trabajo y el beato solía prepararse a él con la oración asidua.

En cierta ocasión, fue arrebatado en éxtasis y se le atribuyeron numerosos milagros, antes y después de su muerte. Dios le llamó a Sí el 11 de octubre 1491, cuando tenía ochenta y cuatro años. Fue beatificado en 1825.

Su contemporáneo, Fray Ambrosino de Saracino, nos legó una semblanza del Jacobo en italiano; puede verse traducida al latín en Acta Sanctorum, oct., vol. v. CL Wilms, lakob Griesinger (1922); y Procter, Dominican Saints, pp. 287-291.

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Meinardo de Letonia, Santo Primer Obispo de Letonia, 11 Octubre  

Meinardo de Letonia, Santo

San Meinardo (1134/36-1196).


El primer apóstol de Letonia fue el canónigo lateranense alemán San Meinardo. Construyó en madera la primera iglesia en Ikškile. Sucedía en 1184. El Papa Clemente III lo nombró primer obispo. Nueve siglos después, durante su visita apostólica el 8 de setiembre de 1993 Juan Pablo II restauró el culto de San Meinardo (+ 1196), patrono de Letonia.

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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