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JMJ
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† Lectura del santo Evangelio según san Juan 11, 19-27
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para consolarlas por la muerte de su hermano Lázaro. Apenas oyó Marta que Jesús llegaba, salió a su encuentro; pero María se quedó en casa. Le dijo Marta a Jesús:
"Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le pidas".
Jesús le dijo:
"Tu hermano resucitará".
Marta respondió:
"Ya sé que resucitará en la resurrección del último día".
Jesús le dijo:
"Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquél que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú ésto?"
Ella le contestó:
"Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías , el Hijo de Dios vivo, el que tenía que venir al mundo".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.
El Misterio de la Misa en 2 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk
El que no valora una obra de arte es porque necesita cultura: https://www.youtube.com/watch?v=mTKKaT-KaKw
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu
El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX
Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
San Leonardo, "El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc
Audio (1/5): https://www.youtube.com/watch?v=2NjKuVnxH58
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?
Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).
Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?
Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html
Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).
† Misal
Dia 29/07 Santa Marta (blanco)
Entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.
Oremos:
Dios todopoderoso, tu Hijo aceptó la hospitalidad de santa Marta y se albergó en su casa; concédenos, por intercesión de esta santa mujer, servir fielmente a Cristo en nuestros hermanos y ser recibidos, como premio, en tu casa del cielo.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 4 7-16
Queridos hijos: Amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor. El amor que Dios nos tiene, se ha manifestado en que envió al mundo a su Hijo unigénito para que vivamos por él.
El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero y nos envió a su Hijo, como víctima de expiación por nuestros pecados.
Si Dios nos ha amado tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. A Dios nadie lo ha visto nunca; pero si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y su amor en nosotros es perfecto.
En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado su Espíritu. Nosotros hemos visto y de ello damos testimonio, que el Padre envió a su Hijo como salvador del mundo. Quien confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, permanece en Dios y Dios en él.
Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en ese amor. Dios es amor y quien permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 33
Bendigamos al Señor a todas horas.
Bendeciré al Señor a todas horas, no cesará mi boca de alabarlo. Yo me siento orgulloso del Señor; que se alegre su pueblo al escucharlo.
Bendigamos al Señor a todas horas.
Proclamemos qué grande es el Señor y alabemos su nombre. Cuando acudí al Señor, me hizo caso y me libró de todos mis temores.
Bendigamos al Señor a todas horas.
Vuélvanse a él y quedarán radiantes, jamás se sentirán decepcionados. El Señor siempre escucha al afligido, de su tribulación lo pone a salvo.
Bendigamos al Señor a todas horas.
A quien teme al Señor, el ángel del Señor lo salva y cuida. ¡Prueben! Verán qué bueno es el Señor; dichoso quien en él confía.
Bendigamos al Señor a todas horas.
Que amen al Señor todos sus fieles, pues nada faltará a quienes lo aman. El rico empobrece y pasa hambre; a quien busca al Señor nada le falta.
Bendigamos al Señor a todas horas.
Aleluya, aleluya.
Yo soy la luz del mundo, dice el Señor; el que me sigue tendrá la luz de la vida.
Aleluya.
Creo que tú eres el Hijo de Dios vivo
† Lectura del santo Evangelio según san Juan 11, 19-27
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para consolarlas por la muerte de su hermano Lázaro. Apenas oyó Marta que Jesús llegaba, salió a su encuentro; pero María se quedó en casa. Le dijo Marta a Jesús:
"Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le pidas".
Jesús le dijo:
"Tu hermano resucitará".
Marta respondió:
"Ya sé que resucitará en la resurrección del último día".
Jesús le dijo:
"Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquél que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú ésto?"
Ella le contestó:
"Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías , el Hijo de Dios vivo, el que tenía que venir al mundo".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Señor, al proclamar las maravillas que has realizado en santa Marta, te rogamos que, así como aceptaste con agrado su solicitud caritativa, aceptes de igual modo el homenaje de nuestro servicio.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Acción de los santos en la Iglesia
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque con la vida de tus santos, enriqueces a tu Iglesia con formas siempre nuevas de admirable santidad, y nos das pruebas indudables de tu amor por nosotros; y también, porque su ejemplo nos impulsa y su intercesión nos ayuda a colaborar en el misterio de la salvación.
Por eso,
ahora nosotros, llenos de alegría, te aclamamos con los ángeles y los santos diciendo:
Marta dijo a Jesús: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo".
Oremos:
Te rogamos, Señor, que la participación en el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo nos aparte de las cosas perecederas; concédenos que, a ejemplo de santa Marta, podamos servirte en la tierra con caridad sincera y gozar eternamente de tu vista en el cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amen
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† Meditación diaria
17ª Semana. Viernes
SIN RESPETOS HUMANOS
— Valentía para seguir a Cristo en cualquier ambiente y circunstancias.
— Vencer los respetos humanos, parte de la virtud de la fortaleza.
— Muchos necesitan el testimonio claro de nuestro sentir cristiano. Ejemplaridad.
I. Cuando Jesús inició su vida pública, muchos vecinos y parientes le tomaron por loco1, y en su primera visita a Nazaret, que leemos en el Evangelio de la Misa2, sus paisanos se niegan a ver en Él nada sobrenatural y extraordinario. En sus palabras se puede ver la envidia, apenas contenida. ¿De dónde le viene a este esa sabiduría y esos poderes? ¿No es este el hijo del artesano?... Y se escandalizaban de Él.
Desde el principio, Jesús arrostró una corriente de maledicencias y de desprecios, nacidas de egoísmos cobardes, porque proclamaba la Verdad sin respetos humanos. Esa corriente iría aumentando con los años, hasta desatarse en calumnias y en persecución abierta, que le llevaría a la muerte. Sus mismos enemigos reconocerán en ocasiones diversas: Maestro, sabemos que eres sincero y que con verdad enseñas el camino de Dios, sin darte cuidado de nadie, y que no haces acepción de personas3.
La misma disposición –desprendimiento de juicios y alabanzas– pide el Maestro a sus discípulos. Los cristianos debemos cultivar y defender el debido prestigio profesional, moral y social, justamente labrado, porque forma parte de la dignidad humana, y para llevar a cabo la labor apostólica que hemos de realizar en medio de nuestras tareas. Pero no debemos olvidar que, en muchas ocasiones, nuestra conducta chocará con el comportamiento de los que se oponen a la moral cristiana, o de aquellos otros que se han aburguesado en el seguimiento de Cristo. Además, el Señor nos puede pedir también –en circunstancias extraordinarias– que renunciemos incluso a ese patrimonio de honra, y aun a la misma vida. Y a eso estamos dispuestos, con la ayuda de la gracia. Todo lo nuestro es del Señor.
El cristiano debe rechazar el miedo de parecer chocante si, por vivir como discípulo de Cristo, su conducta es mal interpretada o claramente rechazada. Quien ocultara su condición de cristiano en medio de un ambiente de costumbres paganas, se doblegaría, por cobardía, al respeto humano, y sería merecedor de aquellas palabras de Jesús: quien me niegue ante los hombres, Yo también le negaré ante mi Padre que está en los cielos4. El Señor nos enseña que la confesión de la fe –con todas sus consecuencias, en cualquier ambiente– es condición para ser discípulo suyo.
De este modo se comportaron muchos fieles seguidores de Jesús, como José de Arimatea y Nicodemo, que –siendo discípulos ocultos del Señor– no tuvieron inconveniente en dar la cara a la hora en que humanamente parece todo perdido, pues Jesús ha muerto crucificado. Ellos, al contrario de otros, "son valientes declarando ante la autoridad su amor a Cristo –"audacter"– con audacia, a la hora de la cobardía"5. Así se comportaron después los Apóstoles, que se mostraron firmes ante el abuso del Sanedrín y ante las persecuciones de los paganos, bien convencidos de que la doctrina de la Cruz de Cristo es necedad para los que se pierden, pero para los que se salvan, para nosotros, es fuerza de Dios6. Y el mismo San Pablo, que nunca se avergonzó de predicar el Evangelio, escribía a su discípulo Timoteo: no nos ha dado Dios un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de templanza. No te avergüences jamás del testimonio de nuestro Señor7. Son palabras dirigidas hoy a nosotros para que mantengamos la fidelidad al Maestro cuando las circunstancias o el ambiente se presenta adverso.
II. La vida del cristiano ha de desarrollarse llena de normalidad, allí donde le ha tocado vivir, pero con frecuencia representará un fuerte contraste con modos de obrar tibios, aburguesados o indiferentes, y más con tantos comportamientos anticristianos, que no raramente son indignos de un ser humano. En estos casos, es lógico que la diferencia sea más llamativa; y no ha de sorprendernos que quienes actúan al margen de las enseñanzas de Cristo juzguen injustamente a los cristianos y que exterioricen esos juicios con ironías, comentarios mordaces e incluso con palabras ofensivas. Lo mismo sucedió a Nuestro Señor.
Quizá no se trate, normalmente, de sufrir grandes violencias físicas por causa del Evangelio, sino de soportar murmuraciones y calumnias, sonrisas burlonas, discriminaciones en el lugar de trabajo, pérdida de ventajas económicas o de amistades superficiales... A veces, quizá en la misma familia o con los amigos será necesaria una buena dosis de serenidad y fortaleza sobrenatural para mantener una postura coherente con la fe. Y en esas incómodas situaciones se puede presentar la tentación de escoger el camino fácil y evitar en los otros un movimiento de rechazo, de incomprensión, incluso de burla, a costa de ceder en la postura que debe mantener siempre un buen cristiano; puede meterse en el alma la idea de no perder amigos, de no cerrarse puertas por las que quizá será necesario pasar más tarde... Viene la tentación de dejarse llevar por los respetos humanos, ocultando la propia identidad, la condición de discípulos de Cristo que quieren vivir muy cerca de Él.
En esas situaciones difíciles, el cristiano no debe preguntarse qué es lo más oportuno, aquello que será bien acogido o aceptado, sino qué es lo mejor, qué espera el Señor en aquella concreta circunstancia. Muchas veces los respetos humanos son consecuencia de la comodidad de no llevarse un pequeño mal rato, del afán de agradar siempre o del deseo de no distinguirse dentro de un grupo. Y quizá el Señor espera eso, que nos distingamos, que seamos coherentes con la fe y el amor que llevamos en el corazón, que expresemos, aunque solo sea con el silencio, con unas pocas palabras, con un gesto o con una actitud... nuestras convicciones más profundas. Esta firmeza en la fe, que se transparenta en la conducta, es frecuentemente, sin darnos cuenta, el mejor modo de expresar el atractivo de la fe cristiana, y el comienzo del retorno de muchos hacia la Casa del Padre.
Para muchos que comienzan a seguir a Cristo, este es uno de los principales obstáculos que se presentarán en su camino. "¿Sabéis –pregunta el Santo Cura de Ars– cuál es la primera tentación que el demonio presenta a una persona que ha comenzado a servir mejor a Dios? Es el respeto humano"8, porque toda persona normal posee un sentido innato de vergüenza que la lleva a rehuir aquellas situaciones que la ponen en evidencia delante de los demás. Esta será nuestra mayor alegría: dar la cara por Jesucristo, cuando la ocasión lo requiera. Jamás nos arrepentiremos de haber sido coherentes con nuestra fe cristiana.
III. Muchas personas están a nuestro alrededor esperando el testimonio claro de un sentir cristiano. ¡Cuánto bien podemos hacer con la conducta! ¡Qué necesitado está el mundo de cristianos trabajadores, amables, cordiales y firmes en su fe! A veces oímos hablar de un "artículo valiente" porque ataca el magisterio del Papa o porque defiende el aborto o los anticonceptivos... Sin embargo, lo valiente en la época en que nos ha tocado vivir es precisamente defender la autoridad del Romano Pontífice en lo que a la fe y a la moral se refiere, defender el derecho a la vida de toda persona concebida, tener –si esa es la voluntad de Dios– una familia numerosa o defender la indisolubilidad del matrimonio. ¡Cuántos corazones vacilantes han sido fortalecidos por una actuación llena de firmeza!
Es necesario y urgente obtener de Dios, si nos faltara, la audacia propia de los hijos de Dios para vencer los temores. No podemos permitir que al Señor se le expulse o se le ponga entre paréntesis en la vida social, que hombres sectarios pretendan relegarlo al ámbito de la conciencia individual amparados en la inoperancia de gente buena acobardada.
No nos ha de extrañar sentir la tentación de pasar inadvertidos en determinadas situaciones que resultan conflictivas, a causa del Evangelio. El mismo San Pedro, después de haber sido confirmado como Cabeza de la Iglesia, después de recibir el Espíritu Santo, por respetos humanos cayó en pequeñas concesiones prácticas al ambiente adverso, que le fueron señaladas por San Pablo con firmeza y lealtad9. Este episodio, lejos de empañar la santidad y la unidad de la Iglesia, demostró la perfecta unión de los Apóstoles, el aprecio de San Pablo hacia la Cabeza visible de la Iglesia y la gran humildad de San Pedro para rectificar. También nosotros nos podemos ayudar mucho si en estos casos, con fortaleza y aprecio verdadero, practicamos la corrección fraterna, como hacían los cristianos de la primera hora.
El Señor nos da ejemplo de la conducta que hemos de seguir. Él sabía, desde aquel día en Nazaret, que muchos no estarían de acuerdo con Él. Jamás actuó de cara a los hombres; solo le importó una cosa: cumplir la voluntad del Padre. Nunca dejó de curar, por ejemplo, en sábado, aunque bien sabía que estaban espiándole para ver si curaba en ese día10. Jesús sabe lo que quiere, y lo sabe desde el principio. Jamás se le ve en todo su ministerio, ya sea en sus palabras o en su modo de actuar, vacilar, permanecer indeciso, y menos volverse atrás. Jesús pide esta misma voluntad firme a los suyos. "Con ello infunde a sus discípulos su modo de ser. Están muy lejos de Él la precipitación y más aún la indecisión, las claudicaciones y las salidas de compromiso. Todo su ser y su vida son un "sí" o un "no". Jesús es siempre el mismo, siempre dispuesto, porque cuando habla y cuando obra, siempre lo hace con plena lucidez de conciencia y con toda su voluntad"11.
Pidamos a Jesús esa firmeza para guiarnos en toda circunstancia por el querer de Dios, que permanece para siempre, y no por la voluntad de los hombres, que es cambiante, antojadiza y poco duradera.
1 Mc 3, 21. — 2 Mt 13, 54-58. — 3 Mt 22, 16. — 4 Mt 10, 32. — 5 Cfr. San Josemaría Escrivá, Camino, n. 841. — 6 1 Cor 1, 18. — 7 2 Tim 1, 7-8 — 8 Santo Cura de Ars, Sermón sobre las tentaciones. — 9 Gal 2, 11-14. — 10 Mc 3, 2. — 11 K. Adam, Jesucristo, Herder, Barcelona 1970, p. 95.
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29 de julio
SANTA MARTA*
Memoria
— Confianza y amor al Maestro.
— La Humanidad Santísima de Jesús.
— La amistad con el Señor nos hace fácil el camino.
I. La festividad de Santa Marta nos permite entrar una vez más en el hogar de Betania, bendecido tantas veces por la presencia de Jesús. Allí, en la familia formada por aquellos hermanos, Marta, María y Lázaro, el Señor encontraba cariño, y también descanso para su cuerpo fatigado por recorridos interminables por aldeas y ciudades. Jesús buscaba refugio entre sus amigos, especialmente cuando en los últimos días tropezaba más frecuentemente con la incomprensión y el desprecio, por parte principalmente de los fariseos. Los sentimientos del Maestro hacia los hermanos de Betania vienen expresados por San Juan en su Evangelio: Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro1. ¡Eran amigos!
El Evangelio de la Misa2 nos relata la llegada de Jesús al hogar de esta familia, cuando hacía cuatro días que Lázaro había muerto. Poco tiempo antes, cuando ya Lázaro estaba muy grave, las hermanas enviaron al Maestro este recado lleno de confianza: Señor, mira, aquel a quien amas está enfermo3. Y Jesús, que se encontraba en Galilea, a varias jornadas de camino, cuando oyó que estaba enfermo, se quedó aún dos días en el mismo lugar. Después, pasados estos, dijo a sus discípulos: Vamos otra vez a Judea4. Cuando llegó a Betania, Lázaro llevaba ya cuatro días sepultado.
Marta, siempre atenta y activa, probablemente antes de que Jesús llegara a la casa se enteró de que se aproximaba, y salió enseguida a recibirlo. Y a pesar de que, aparentemente, el Señor no había acudido a la llamada, su confianza y su amor no han disminuido. Señor le dice Marta, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano...5. Le reprocha con suma delicadeza no haber llegado antes. Marta esperaba la curación de su hermano cuando estaba todavía enfermo. Y Jesús, con un gesto amable, quizá con una sonrisa en los labios, la sorprende: Tu hermano resucitará6. Marta acoge estas palabras como un consuelo y piensa en la resurrección definitiva, y contesta: Ya sé que resucitará en la resurrección, en el último día7. Estas palabras provocan una portentosa declaración de Jesús acerca de su divinidad: Yo soy la Resurrección y la Vida, el que cree en Mí, aunque hubiera muerto, vivirá, y todo el que vive y cree en Mí no morirá para siempre8. Y le pregunta: ¿Crees tú esto? ¿Quién podría sustraerse a la autoridad soberana de esta declaración? ¡Yo soy la Resurrección y la Vida! ¡Yo...! ¡Yo soy la razón de ser de todo cuanto existe! Jesús es la Vida, no solo la que empieza en el más allá, sino también la vida sobrenatural que la gracia opera en el alma del hombre que todavía se encuentra en camino. Son palabras extraordinarias que nos llenan de seguridad, que nos acercan cada vez más a Cristo, y que nos llevan a hacer nuestra la respuesta de Marta: Yo he creído que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido a este mundo9. El Señor, momentos después, resucitará a Lázaro.
Admiramos en Marta su fe, y querríamos imitarla en su amistad confiada con el Maestro. "¿Has visto con qué cariño, con qué confianza trataban sus amigos a Cristo? Con toda naturalidad le echan en cara las hermanas de Lázaro su ausencia: ¡te hemos avisado! ¡Si Tú hubieras estado aquí!...
"-Confíale despacio: enséñame a tratarte con aquel amor de amistad de Marta, de María y de Lázaro; como te trataban también los primeros Doce, aunque al principio te seguían quizá por motivos no muy sobrenaturales"10.
II. Un tiempo después, estando ya cercana la Pascua, Jesús visitó de nuevo a estos amigos: fue a Betania donde vivía Lázaro, al que Jesús resucitó de entre los muertos. Allí le prepararon una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban a la mesa con Él11.
Marta servía... ¡Con qué amor agradecido lo haría! Allí, en su casa, estaba el Mesías, allí estaba Dios necesitado de sus atenciones. Y ella podía servirle. Dios se ha hecho Hombre para estar muy cerca de nuestras necesidades, para que aprendamos a amarle a través de su Humanidad Santísima, para que podamos ser sus amigos entrañables. No podemos dejar de considerar una y otra vez que el mismo Jesús de Nazareth, de Cafarnaún, de Betania, es el mismo que nos espera en el Sagrario más próximo, "necesitado" de nuestras atenciones. "Es verdad que a nuestro Sagrario le llamo siempre Betania... Hazte amigo de los amigos del Maestro: Lázaro, Marta, María. Y después ya no me preguntarás por qué llamo Betania a nuestro Sagrario"12. Allí está Él. No podemos pasar indiferentes, no debemos dejar de visitarle cada día..., y permanecer en su compañía esos minutos de acción de gracias, después de la Comunión, sin prisas, sin inquietud. Nada hay más importante.
Enseña Santo Tomás que no hubo otro modo más conveniente para redimir a los hombres que el de su Encarnación13. Y aduce estas razones: en cuanto a la fe, porque se hacía más fácil creer, ya que Dios mismo era el que hablaba; en cuanto a la esperanza, por la prueba tan grande de su voluntad salvífica que esto representaba; en cuanto a la caridad, porque nadie tiene amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos14; en cuanto a las obras, porque el mismo Dios nos iba a servir de modelo: asumiendo nuestra carne nos mostraba la importancia de la criatura humana, con su humillación curaba nuestra soberbia...
En la Humanidad Santísima de Jesús toma forma humana el amor que Dios nos tiene, abriéndose así un plano inclinado que nos lleva suavemente a Dios Padre. Por eso, la vida cristiana consiste en querer a Cristo, en imitarle, en seguirle de cerca, atraídos por su vida. La santificación no tiene su centro en la lucha contra el pecado, no es algo negativo; está centrada en Jesucristo, objeto de nuestro amor: no se trata solo de evitar el mal, sino de amar al Maestro y de imitarle a Él, que pasó haciendo el bien...15. La vida cristiana es profundamente humana: el corazón tiene un importante lugar en la obra de nuestra santidad porque Dios se ha puesto a su alcance. Y cuando se descuida la vida de piedad, la amistad personal con el Maestro, dejando que el corazón ande desparramado en las criaturas, la fuerza de la voluntad no basta para ir hacia adelante en el camino de la santidad. Por eso, hemos de esforzarnos en verle siempre cercano a nuestra vida, y servirnos de la imaginación para representarnos a Cristo vivo: el que nació en Belén, trabajó en Nazareth, tuvo amigos durante su vida mortal a los que apreciaba de verdad y a quienes acudió muchas veces porque su compañía lo confortaba.
Aprendamos de los amigos de Jesús a tratarle con inmenso respeto, porque es Dios, y con gran confianza, por ser el Amigo de siempre, que busca continuamente nuestro trato.
III. En otra ocasión, Jesús y sus discípulos se detuvieron en casa de estos amigos de Betania, antes de llegar a Jerusalén. Las dos hermanas se dispusieron a preparar todo lo necesario para dar hospitalidad al Maestro y al grupo de los que le acompañaban. Pero María, quizá al poco tiempo de llegar Jesús, se sentó a sus pies, y escuchaba su palabra16, y Marta quedó sola en el trabajo de la casa. María se despreocupa de lo mucho que aún falta por disponer y se entrega por completo a escuchar al Maestro. "La familiaridad con que se instala a sus pies, el hábito que tiene de escucharle, el hambre de oír sus palabras, demuestran que no es este un primer encuentro, sino que hay una verdadera intimidad"17. Marta no es ciertamente indiferente a las palabras de Jesús; ella también atiende, pero está más ocupada en las tareas domésticas. Sin darse cuenta, Jesús ha pasado a un segundo plano: la absorbe aquello mismo que ha de disponer para atenderle bien. Y se inquieta al sentirse sola, con más trabajo quizá del que puede realizar. Mientras, contempla a su hermana a los pies de Jesús. Quizá un tanto desasosegada, y con gran confianza, se puso delante de Jesús, precisa San Lucas, y le dijo: Señor, ¿no te importa nada que mi hermana me deje sola en el trabajo de la casa? Dile, pues, que me ayude18. ¡Qué confianza tan grande tiene con el Maestro!: Dile que me ayude...
Jesús le responde en el mismo tono familiar, como parece indicar la misma repetición del nombre: Marta, Marta le dice, tú te preocupas y te inquietas por muchas cosas. En verdad una sola cosa es necesaria19. María, que con toda seguridad tendría que haber estado ayudando a su hermana, no ha olvidado con todo lo esencial, lo verdaderamente necesario: tener a Cristo como centro de su atención y de su vida. No alaba el Señor toda su actitud, sino lo principal: su amor.
Ni siquiera las cosas que se refieren al Señor nos deben hacer olvidar al Señor de las cosas. Nunca olvidaría Marta esta amable reconvención de Jesús. A pesar de lo indispensable que era su trabajo, mayor aún era el esmero que debía tener por no dejar a Jesús en segundo plano.
Ni siquiera en las tareas que se refieren directamente al Señor debemos olvidar nosotros que lo principal, lo necesario, es su Persona. También en nuestra vida ordinaria debemos tener presente que asuntos que parecen primordiales, como es el trabajo, tampoco se han de anteponer a la familia misma; de poco servirían otras ayudas mejoras económicas, relaciones sociales... si la misma vida familiar se fuera deteriorando por quedar en segundo plano, excepto en casos excepcionales que pueden llevar a que, por ejemplo, sea necesario que el cabeza de familia trabaje en un lugar distante de donde reside el resto de la familia (emigrantes, marinos...). Si un padre o una madre de familia gana más dinero, pero descuida el trato con los hijos, ¿de qué servirá?
Santa Marta, que goza en el Cielo para siempre de la presencia inefable de Cristo, nos alcanzará la gracia de apreciar más la amistad con el Maestro; nos enseñará a cuidar con diligencia de las cosas del Señor, sin olvidar al Señor de las cosas; ella intercederá ante Jesús para que nosotros aprendamos a no posponer tampoco la familia a esos logros buenos que queremos alcanzar en favor de la familia misma.
1 Jn 11, 5. — 2 Jn 11, 17-27. — 3 Jn 11, 3. — 4 Jn 11, 67. — 5 Jn 11, 21. — 6 Jn 11, 23. — 7 Jn 11, 24. — 8 Jn 11, 25. — 9 Jn 11, 27. — 10 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 495. — 11 Jn 12, 1-2. — 12 San Josemaría Escrivá. Camino, n. 322. — 13 Cfr. Santo Tomás, Suma Teológica. 3, q. I. a. 2. — 14 Jn 15, 13. — 15 Hech 10, 38. — 16 Lc 10, 39. — 17 M. J. Indart, Jesús en su mundo, p. 36. — 18 Lc 10, 40. — 19 Lc 10, 41-42.
* Santa Marta vivía en Betania, cerca de Jerusalén, con sus hermanos María y Lázaro. En la última etapa de la vida pública, Jesús se hospedó con frecuencia en su casa. Fuertes lazos de amistad unían a aquellos hermanos con Jesús.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
29 de julio
Santa Marta
patrona de las cocineras y amas de casa
Siglo I
Marta significa: "señora; jefe de hogar".
En Betania, un pueblecito cercano a Jerusalén, vivía una familia de la cual dice el Evangelio un elegio hermosísimo: "Jesús amaba a Marta, a María y a su hermano Lázaro". Difícil encontrar un detalle más simpático acerca de alguna familia: eran muy amados por Jesús.
Los dos primeros años de su apostolado, Jesús estuvo la mayor parte del tiempo en la provincia de Galilea, al norte de su país. Pero en el tercer año se trasladó a Judea, en el sur, y con él sus discípulos. En Jerusalén era bastante peligroso el quedarse por las noches porque los enemigos le habían jurado guerra a muerte y buscaban cualquier ocasión propicia para matar al Redentor. Pero allí, a cuatro kilómetros de Jerusalén, había un pueblecito tranquilo y amable y en él un hogar donde Jesús se sentía bien. Era el hogar de Marta, María y Lázaro. En esta casa siempre había una habitación lista y bien arreglada para recibir al Divino Maestro, cualquier día a la hora en que llegara. Y tres corazones verdaderamente amigos de Jesús, le esperaban con afecto fraternal. Allí Jesús se sentía como en su casa. (S. Marta es la patrona de los hoteleros, porque sabía atender muy bien). Con razón dice el Evangelio que Jesús amaba a Marta, a María y a Lázaro. Que bueno fuera que de cada uno de nuestros hogares se pudiera decir lo que la Biblia afirma del hogar de estas tres afortunadas personas.
Famosa se ha hecho la escena que sucedió un día en que Jesús llegó a Betania con sus 12 apóstoles y las santas mujeres (mamás de algunos apóstoles, etc). Marta corría de allá para acá preparando los alimentos, arreglando las habitaciones, llevando refrescos para los sedientos viajeros. Jesús como siempre, aprovechando aquellos instantes de descanso, se dedicó a dar sabias instrucciones a sus discípulos. Oír a Cristo es lo más hermoso que pueda existir. El estaba sentado en un sillón y los demás, atentísimos, sentados en el suelo escuchando. Y allí, en medio de todos ellos, sentada también en el suelo estaba María, la hermana de Marta, extasiada,oyendo tan formidables enseñanzas.
De pronto Marta se detiene un poco en sus faenas y acercándose a Jesús le dice con toda confianza: "Señor, ¿cómo te parece que mi hermana me haya dejado a mí sola con todo el oficio de la casa? Por qué no le dices que me ayude un poco en esta tarea?".
Y Jesús con una suave sonrisa y tono bondadoso le responde: "Marta, Marta, te afanas y te preocupas por muchas cosas. Sólo una cosa es necesaria. María ha escogido la mejor parte, la que no le será quitada". Marta entendió la lección y arremangándose el delantal, se sentó también allí en el suelo para escuchar las divinas instrucciones del Salvador. Ahora sabía que todos los afanes materiales no valen tanto como escuchar las enseñanzas que vienen del cielo y aprender a conseguir la eterna salvación.
Narra San Juan en el capítulo 11 "Sucedió que un día Lázaro se enfermó, se agravó y empezó a dar señales muy graves de que se iba a morir. Y Jesús estaba lejos. Las dos hermanas le enviaron un empleado con este sencillo mensaje: Señor aquel que tú amas, está enfermo. Que bello modo de comunicarle la noticia. Sabemos que lo amas, y si lo amas lo vas a ayudar.
Pero Jesús (que estaba al otro lado del Jordán) no se movió de donde estaba. Un nuevo mensajero y Jesús no viene. A los apóstoles les dice: "Esta enfermedad será para gloria de Dios". Y luego les añade: "Lázaro nuestro amigo ha muerto. Y me alegro de que esto haya sucedido sin que yo hubiera estado allí, proque ahora váis a creer".
A los cuatro días de muerto Lázaro, dispuso Jesús dirigirse hacia Betania, la casa estaba llena de amigos y conocidos que habían llegado a dar el pésame a las dos hermanas. Tan pronto Marta supo que Jesús venía, salió a su encuentro y le dijo: Oh Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano; pero aún ahora yo sé que cuánto pidas a Dios te lo concederá.
Jesús le dice: "Tu hermano resucitará".
Marta le contesta: Ya sé que resucitará el último día en la resurrección de los muertos.
Jesús añadió: Yo soy la resurreción y la vida. Todo el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá ¿Crees esto?
Marta respondió: Sí Señor; yo creo que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.
Maravillosa profesión de fe hecha por esta santa mujer. Dichosa Marta que hizo decir a Jesús verdades tan formidables.
Jesús dijo: "¿Dónde lo han colocado?" Y viendo llorar a Marta y a sus acompañantes, Jesús también empezó a llorar. Y las gentes comentaban: "Mirad cómo lo amaba".
Y fue al sepulcro que era una cueva con una piedra en la entrada. Dijo Jesús: "Quiten la piedra". Le responde Marta: "Señor ya huele mal porque hace cuatro días que está enterrado". Le dice Jesús "¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?". Quitaron la piedra y Jesús dijo en voz alta: "Lázaro ven afuera". Y el muerto salió, llevando el suadrio y las vendas de sus manos.
Santa Marta bendita, no dejes de rogar a Jesús por tantos Lázaros muertos que tenemos en nuestras familias. Son los que viven en pecado mortal. Que Cristo el Salvador venga a nuestros hogares y resucite a los que están muertos por el pecado y los libre de la muerte eterna, por medio de una verdadera conversión.
Dijo Jesús: si crees verás la gloria de Dios.
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Fuente: Archidiócesis de Madrid
Lázaro de Betania, Santo Amigo de Jesús, 29 de julio
| Lázaro de Betania, Santo | Amigo de Jesús Martirologio Romano: Conmemoración de los santos Lázaro, hermano de santa Marta, a quien lloró el Señor al enterarse de que había muerto, y al que resucitó, y María, su hermana, la cual, mientras Marta se ocupaba inquieta y nerviosa en preparar todo lo necesario, ella, sentada a los pies del Señor, escuchaba sus palabras (s. I). La primera y principal fuente de información que tenemos de Lázaro es el Evangelio. Vive en Betania a corta distancia de Jerusalén, en lo que a mí me gusta llamar una zona residencial. Su casa es también la casa de Marta y de María sus hermanas. Y hasta da la sensación por el relato evangélico que no es él quien lleva la voz cantante en la mansión. Parece que es Marta la que maneja el cotarro diario. Alguien ha atribuido a la mala salud de Lázaro este hecho ciertamente poco frecuente en una sociedad en la que la mujer pintaba poco o, al menos, no tenía mucho que decir. Tampoco quiero afirmar que esta suposición esté avalada por el relato, ya que bien podría suceder que la diferencia de edades entre ellos fuera un dato a favor de la preeminencia de Marta que quizá debió hacerse cargo de la casa a la muerte de sus padres de quienes, por otra parte, no tenemos ni la más mínima referencia.
El caso es que Jesucristo visitaba con frecuencia esa casa bien cuando pasaba de un lado a otro en sus andanzas apostólicas o cuando necesitaba un refugio de reposo para dar descanso a su cuerpo cansado. Allí se encontraba a gusto. Era una familia encantadora. Con ellos no había secretos. Esperaban la llegada de la Salvación que Dios había prometido desde antiguo y que sospechaban inminente. Reinaba la confianza y lo mismo que abrigaban a Jesús peregrino se hacían merecedores de la entrega de Jesús.
Un día enfermó Lázaro, no hubo remedio entre los que suelen aplicarse que solucionara su mal y murió. Por más que enviaron recado a Jesús, Él llegó a Betania cuando ya llevaba cuatro días enterrado. Acompañado de las hermanas, rodeado de sus discípulos, contemplado por los apesadumbrados amigos que acompañaban a las hermanas aliviando su dolor, ante el sepulcro sucede un hecho espectacular: Jesús se emociona profundamente y llora sin tapujos por el amigo muerto. Reza y da una voz imperiosa
| Lázaro de Betania, Santo | "¡Lázaro, sal fuera!", y el muerto de cuatro días que ya estaba hediondo sale del sepulcro; así, vive.
Luego suceden las cosas con rapidez. Los jefes del pueblo que ya tenían entre ojos a Jesús, al comprobar que es imposible ocultar lo evidente, que la gente —entre curiosa y asombrada— se desplaza a Betania para ver vivo al que habían enterrado bien muerto días atrás, que las voces son un continuo transmisor imparable del hecho y que les dejan solos, deciden acelerar la muerte de Jesús e incluyen a Lázaro en sus planes de exterminio.
Hasta aquí llega la referencia histórica sobre Lázaro.
A partir de esta maravilla grandiosa, la asombrada capacidad humana deja rienda suelta a la imaginación que se recrea poniendo al anfitrión del relato en el punto de mira de las posibilidades y comienza a generarse la fábula. Unos lo hacen coincidir con el Lázaro de la parábola de Epulón y terminan señalándolo como protector de lazaretos, leproserías y ulcerados; los más osados hablarán de él como discípulo de Jesús que llega a obispo y termina muriendo mártir de Cristo. Otros lo hacen navegante hasta tierras galas y predicador infatigable del Evangelio en Marsella...
Fuera de estos apéndices que a la postre no sirven para mucho, me queda un pensamiento a modo de pregunta que en verdad es atractivo por lo que de misterio encierra: ¿Cómo sería Lázaro para haber suscitado en Jesucristo tanto cariño que lleguen a conmoverse hasta el llanto los sentimientos más nobles de su Santísima Humanidad? |
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Fuente: santabeatriz.vidaconsagrada.net
Beatriz de Nazaret, Beata Superiora, Julio 29
| Beatriz de Nazaret, Beata | Virgen Etimología: Beatriz = la que hace feliz, del latín.
Había la costumbre en los monasterios belgas del siglo XI de admitir para el coro a las chicas de buenas familias de la alta burguesía. Las otras, incultas, entraban solamente en calidad de conversas. Recibían la ayuda de familias importantes, como los Brabantes o Tirlemont.
Beatriz, la benjamina de seis hermanos, era hija de esta última familia. Nació en Tirlemont (Bélgica) en 1200.
Su padre, el Beato Bartolomé, ingresó como lego cisterciense al fallecer su mujer. Ayudó a construir otros tres Monasterios de Monjas, como el Oplinter y el de Nazaret.
A los 17 años Beatriz ingresó en este último cerca de Lier en Brabant, siendo después la superiora durante muchos años. Pero no porque fuera hija del padre de la fundación del monasterio, sino porque brillaba ante todos por su virtud, su piedad y su generosidad sin límites.
Se habla de que en sus primeros años le sucedió como a san Bernardo, entregándose a penitencias más para admirar que para imitar, cosa frecuente en los principiantes, quienes al meditar la pasión de Cristo que dio su vida por nosotros en la cruz entre indecibles tormentos, se suscita en ellos un ansia de inmolarse por amor a él. San Bernardo lamentará más tarde tales excesos de juventud, pues toda la vida tendrá que luchar para mantenerse en pie. Igual le pasó a Beatriz: se entregó a severas austeridades, entre ellas usando un cinturón de espinas y comprimiendo su cuerpo con cuerdas y más tarde pagaría el coste de aquellas penitencias indiscretas.
Luego de profesar, la enviaron al monasterio de La Ramee para que se perfeccionase en la caligrafía e iluminación de manuscritos, habiendo resultado una excelente maestra en el arte de iluminar pergaminos. Allí se encontró con una religiosa santa - Ida de Nivelles - la cual le serviría de maestra y como madre espiritual, gracias a su perfecta preparación y experiencia en los caminos de Dios de que estaba adornada. Se dio cuenta Beatriz que esta religiosa se esmeraba demasiado en atenderla, y como le preguntara cómo era que dedicaba tanto tiempo a ayudarla espiritualmente, la contestación fue porque veía claro que Dios la había elegido para grandes cosas. Palabras proféticas que se cumplirían con creces.
Beatriz se esmeró en seguir de cerca los pasos de su maestra, viviendo una espiritualidad centrada toda ella en el amor. Fijándose en dos textos de San Juan: "El amor procede de Dios", es decir, el amor pertenece a la razón, a la afectividad y a la voluntad, siendo Dios mismo el sujeto en el obrar, y a la vez, "Dios es amor", el amor entendido como medio por el cual Dios se manifiesta a la criatura y a quien ésta puede contestar, dio por resultado de esta experiencia mística la obra preciosa titulada: "De siete modos de practicar el amor", la cual según quienes la han estudiado a fondo es un tratado que contiene una belleza singular. "Su estilo es sobrio y sus frases muy elegantes; su exposición neta y clara; la prosa es dulce y ágil con lindas asonancias y rimas muy naturales. La autora posee una inteligencia excepcional, logra expresar magistralmente en el plano de la forma y del pensamiento sus experiencias místicas extraordinarias... El tratado es muy sintético, cada palabra tiene su peso y su valor... dejándonos seducir por su mensaje, a través de la belleza literaria del texto, que, más que toda otra cosa, expresa la belleza de su alma y es testimonio de su búsqueda absoluta del amor".
Escrito en flamenco medieval, resume las siete maneras de amar santamente. Su descripción experiencial es una gozada por la forma y la sencillez de cómo el alma se acerca a Dios.
Las tres experiencias activas son ´el amor purificante, el amor devorante y amor elevante´, a las que siguen cuatro pasivas: amor infuso, amor vulnerado, amor triunfante y amor eterno.
Escribió otras obras. Sus lecturas preferidas eran la Biblia y los tratados sobre la Santísima Trinidad.
Se cuenta que le apareció Nuestro Señor y le perforó el corazón con una flecha incandescente...
Murió en el año 1269. Sus restos hubo que esconderlos para que los calvinistas no los profanaran y se ha creído que su cuerpo fue trasladado por ángeles para Lier. |
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Fuente: Enciclopedia Católica || ACI Prensa
Olaf (Olav) de Noruega, Santo Mártir y Rey que llevó a Noruega el cristianismo, Julio 29
| Martirologio Romano: En Nídaros (hoy Trondheim), ciudad de Noruega, san Olav, mártir, que siendo rey de su pueblo, lo liberó de la idolatría y propagó con gran diligencia la fe cristiana que había conocido en Inglaterra, pero finalmente, atacado por sus enemigos, murió asesinado
Etimología: Olaf = Herencia de los ancestros, del noruego
Nació en el año 995 y murió en el 1030.
Fue hijo del rey Harald Grenske de Noruega. De acuerdo a Snorre, fue bautizado en el 998 en Noruega, pero probablemente lo fue por el 1010 en Rouen, Francia, por el Arzobispo Robert. Durante su juventud fue a Inglaterra como vikingo, donde tomó parte en muchas batallas y se volvió seriamente interesado por el cristianismo. Luego de muchas dificultades fue elegido rey de Noruega y cumplió su objetivo de extirpar el gentilismo y hacer a la religión Cristiana la base de su reino.
Él es el gran legislador noruego para la Iglesia y como su ancestro (Olaf Trygvesson), lanzó frecuentemente severos ataques a la fe antigua y a las costumbres, demoliendo los templos y construyendo iglesias cristianas en esos lugares.
Trajo a muchos obispos y sacerdotes de Inglaterra, como el rey San Cnut lo hiciera después en Dinamarca. Algunos de ellos son conocidos por nombre (Grimkel, Sigfrid, Rudolf, Bernhard). Pareciera que hubo tomado las condiciones anglo-sajonas como modelo para la organización eclesiástica de su reino. Pero al final, la exasperación contra él se tornó tan fuerte que los clanes se rebelaron contra él y acudieron al rey Cnut de Dinamarca e Inglaterra por ayuda. Esta fue gustosamente dada, así que Olaf fue expulsado y Cnut elegido rey de Noruega. Se debe recordar que el resentimiento contra Olaf era debido no sólo contra su ser cristiano, sino también en un alto grado a su valerosa lucha contra la vieja constitución del condado y por la unión de Noruega.
Él, es de este modo mirado por los noruegos de nuestros días como un gran campeón de la independencia nacional, y católicos y protestantes cercanos pueden encontrar en San Olaf a un gran modelo.
Después de dos años de exilio retornó a Noruega con un ejército y se encontró con los que se le rebelaron en Stiklestad, donde la celebrada batalla se llevó a cabo el 29 de Julio de 1030. Ni el rey Cnut ni los daneses tomaron parte de esta batalla. El rey Olaf luchó con gran coraje y valor, pero fue mortalmente herido y cayó en el campo de batalla, rezando "Dios ayúdame". Muchos hechos milagrosos son relatados en relación con su muerte y su exhumación un año más tarde, luego que la creencia en su santidad se había expandido a gran distancia.
Sus amigos, el Obispo Grimkel and Einar Tambeskjelver, pusieron su cuerpo en el ataúd y lo ubicaron en el altar mayor de la iglesia de San Clemente, en Nidaros (ahora Trondhjem). Desde ahí, Olaf ha sido tomado como un santo no sólo por la gente de Noruega sino también por la gente de Roma. Su culto se expandió anchamente en la edad media, no solo en Noruega sino también en Dinamarca y Suecia, incluso en Londres hay en Hart Street una iglesia de San Olaf, dedicada al canonizado rey de Noruega. En 1856 una gran iglesia de San Olaf fue construida en Christiania, capital de Noruega, donde una gran reliquia de San Olaf (donación del museo royal danés) es preservada y venerada. El escudo de armas de Noruega es un león con el hacha de armas de San Olaf en la pata delantera. |
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Fuente: SDB.org
José Calasanz Marqués, Beato Sacerdote y Mártir, Julio 29
| José Calasanz Marqués, Beato | Martirologio Romano: En Valencia, en España, beato José de Calasanz Marqués, presbítero de la Sociedad Salesiana y mártir, que derramó su sangre por Cristo en la persecución.
El Padre José Calasanz (1872-1936) nació en Azanuy. En 1886 vio a Don Bosco en Sarriá, quien ya se encontraba en esa época cansado y sufriendo.
Se convirtió en Salesiano en 1890 y en sacerdotes cinco años más tarde. Fue secretario de Don Rinaldi y después superior provincial en Perú y Bolivia. Después regresó a España para convertirse en Provincial de Terraconense (Barcelona – Valencia).
Era un hombre de gran corazón y muy trabajador, desde el inicio interesado en la salvación de sus cofrades.
Fue capturado junto con otros Salesianos mientras llevaba a cabo un Retiro en Valencia. Fue asesinado mientras lo llevaban, con un solo disparo en la cabeza.
Fue beatificado por S.S. Juan Pablo II el 11 de marzo de 2001 junto a otros 232 mártires españoles en Valencia. |
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Fuente: Enciclopedia Católica || ACI Prensa
Urbano II, Beato CLIX Papa, 29 Julio
| Urbano II, Beato | CLIX Papa Martirologio Romano: En Roma, en la basílica de San Pedro, beato Urbano II, papa, que defendió la libertad de la Iglesia de las intromisiones de los laicos, luchó contra los clérigos simoníacos e indignos y, en el Concilio de Clermont, exhortó a los soldados cristianos a que, con el signo de la cruz, liberasen a sus hermanos cristianos de la opresión de los infieles y recuperasen el sepulcro del Señor, que estaba su poder (1099).
Nacido de una familia de caballeros en Châtillon-sur-Mame, provincia de Champagne, alrededor de 1042; muerto el 29 de julio de 1099. Bajo la dirección de San Bruno (posteriormente fundador de los cartujos), Otto estudió en Reims, donde más tarde llegó a ser canónigo y archidiácono. Alrededor de 1070 se retiró a Cluny y allí profesó bajo el gran abad San Hugo. Después de ocupar el cargo de prior fue enviado por San Hugo a Roma como uno de los monjes solicitados por Gregorio VII, y fue de gran ayuda para Gregorio en la difícil tarea de reformar la Iglesia. En 1078 se convirtió en Cardenal Obispo de Ostia y consejero y asistente principal de Gregorio.
Durante los años 1082 a 1085 fue legado papal en Francia y Alemania. Mientras regresaba a Roma en 1083 fue hecho prisionero por el Emperador Enrique IV, pero fue pronto liberado. Mientras estuvo en Sajonia (1084-1085) llenó muchas de las sedes vacantes con hombres leales a Gregorio y depuso a quienes el papa había condenado. Celebró un gran sínodo en Quedlimburgo, Sajonia, en el cual el antipapa Guiberto de Ravenna y sus partidarios fueron anatematizados de nombre. Víctor III ya había sido elegido cuando Otto regresó a Roma en 1085. Otto parece haberse opuesto a Víctor al comienzo, no por alguna animosidad o carencia de buena voluntad, sino porque él juzgaba mejor, y crítico a la vez, que Víctor renunciara al honor que no deseaba retener. Después de la muerte de Víctor se envió una citación a tantos obispos del grupo de Gregorio como fue posible para asistir a una reunión en Terracina. Se dio a conocer en este encuentro que Otto había sido sugerido por Gregorio y Víctor como su sucesor. Por consiguiente, el 12 de marzo de 1088, fue elegido por unanimidad, tomando el título de Urbano II. Su primer acto fue proclamar al mundo su elección y exhortar a los príncipes y obispos que habían sido leales a Gregorio para continuar en su fidelidad: Otto declaró su intención de seguir la política y el ejemplo de su gran predecesor —"todo lo que él rechazaba, yo lo rechazo, lo que él condenaba, yo lo condeno, lo que él amaba, yo lo abrazo, lo que él consideraba como Católico, yo lo confirmo y apruebo".
Fue una tarea difícil la que afrontó el nuevo papa. La entrada a Roma era imposible. Los Normandos, con quienes, junto con Matilda, sólo podía contar, estaban ocupados en una guerra civil. Antes de que pudiera hacerse cualquier cosa, Roger y Bohemund debían reconciliarse y para efectuar esto, el papa partió para Sicilia. Se reunió con Roger en Troina, pero la historia no dice nada sobre lo que ocurrió entre ellos. El año siguiente, sin embargo, hubo paz entre los dos príncipes, y la primera entrada de Urbano en Roma en noviembre de 1088, según afirman algunos, se hizo posible gracias a las tropas Normandas. Su difícil situación en Roma era verdaderamente lamentable; toda la ciudad estaba prácticamente en manos del antipapa, y Urbano tuvo que refugiarse en la Isla de San Bartolomé, siendo resguardado el acceso por Pierleone, quien había convertido el teatro de Marcelo en la ribera izquierda del río en una fortaleza. En Alemania no se contemplaba la perspectiva de ofrecer esperanzas de triunfo del grupo papal; sus partidarios más fieles en el episcopado habían muerto, y Enrique estaba ganando terreno continuamente. En medio de la pobreza y escasez de su miserable refugio, Urbano dictó sentencia de excomunión contra el emperador e igualmente el antipapa. Guiberto replicó realizando un sínodo en San Pedro antes del cual citó a Urbano a asistir. Las tropas del papa y el antipapa se trabaron en un combate desesperado que duró tres días; Guiberto fue sacado de la ciudad, y Urbano entró triunfante a San Pedro. Ahora estaba decidido a unir a sus seguidores en Italia y Alemania. La Condesa Matilda había perdido su primer esposo, Godofedo de Lorraine. Ahora era ya de edad avanzada, pero esto no evitó su matrimonio con el Conde Welf de Baviera, un joven de dieciocho años, cuyo padre, El Duque de Welf IV de Baviera, estaba en armas contra Enrique. Urbano encaminó de nuevo sus pasos hacia el sur. En el otoño de 1089, setenta obispos se reunieron con él en el sínodo de Melfi, donde se promulgaron decretos contra la simonía y el matrimonio clerical. En diciembre regresó a Roma, pero no antes de haber construido una paz duradera entre Roger y Bohemund, y de recibir su completa lealtad. Los volubles Romanos habían de nuevo renunciado a él ante las noticias del éxito de Enrique contra Matilda en el norte de italia, y habían llamado a Guiberto de regreso a la ciudad. Este celebraba la Navidad en San Pedro mientras Urbano lo anatematizaba desde extramuros.
Por tres años Urbano fue obligado a vagar en el exilio por el sur de italia. Pasó el tiempo celebrando concilios y mejorando el carácter de la disciplina eclesiástica. Mientras tanto Enrique por fin sufrió una represión de las fuerzas de Matilda en Canossa, la misma fortaleza que había presenciado su humillación ante Gregorio. Su hijo Conrado, aterrorizado, se dice, ante la depravación de su padre, y rehusando convertirse en su socio en el pecado, huyó al bando de Matilda y Welf. La Liga Lombarda – Milán, Lodi, Piacenza y Cremona – lo recibió con gusto y fue coronado rey en Milán, el centro del poder imperial en Italia. El camino estaba ahora despejado para el ingreso de Urbano en Roma, pero todavía los partidarios de Guiberto mantenían las posiciones fuertes de la ciudad. Esta vez el papa fijó su residencia en la fortaleza de los Frangipani, una familia que le había permanecido leal y que había establecido una posición defensiva bajo el Palatino cerca a la Iglesia de Santa María Nuova. Su situación era lastimosa, pues tenía que depender de la caridad y ya estaba lleno de deudas. Un abad francés, Gregorio de Vendôme, sabiendo de la difícil situación de Urbano, corrió rápidamente a Roma "que podría convertirse en partícipe de sus padecimientos y trabajo y mitigar su necesidad". En retribución por esto fue erigido Cardenal Diácono de Santa Prisca. Un poco antes de la Pascua de 1094, el gobernador del palacio de Letrán ofreció cederlo a Urbano mediante el pago de una gran suma de dinero. Gregorio de Vendôme suministró este dinero vendiendo ciertas posesiones de su monasterio; Urbano ingresó al Lateranense a tiempo para la solemnidad pascual, y se sentó por primera vez en el trono papal justo seis años después de su elección en Terracina.
Pero no era época para permanecer largo tiempo en Roma. La causa de Enrique estaba constantemente volviéndose más débil, y Urbano corrió al norte para celebrar un concilio en Piacenza con intereses de paz y reforma. La infortunada Praxedis, segunda esposa de Enrique, había sufrido injusticias que eran ahora la propiedad común de los Cristianos. Su causa fue escuchada, sin tratar Enrique de defenderse. Ella fue públicamente declarada inocente y absuelta de toda censura. Luego se trató el caso de Felipe de Francia, quien había repudiado a su esposa Bertha y se había desposado con Bertrada, la esposa de Fulk de Anjou. Varios obispos habían reconocido la unión, pero el Arzobispo Hugo de Lyon había tenido el valor de excomulgar a Felipe por adulterio. Tanto el rey como el arzobispo fueron convocados al concilio, y ambos fallaron a la cita. A Felipe le fue concedida una prórroga adicional, pero Hugo fue suspendido de su cargo. En este concilio Urbano pudo empezar a hablar del tema de las Cruzadas. El Emperador de Oriente, Alexius I, había enviado una embajada al papa en busca de ayuda contra los Turcos Seljuk quienes eran una seria amenaza para el Imperio de Constantinopla. Urbano tuvo éxito en inducir a muchos de los presentes a prometer ayuda para Alexius, pero no fue tomada ninguna acción definitiva por parte de él hasta pocos meses más tarde, cuando convocó el más famoso de sus concilios, el de Clermont en Auvergne. El concilio se reunió en noviembre de 1095; trece arzobispos, doscientos treinta y cinco obispos, y más de noventa abades respondieron a la citación del papa. El sínodo se reunió en la Iglesia de Notre-Dame du Port y comenzó reiterando lo Decretos Gregorianos contra la simonía, la investidura y el matrimonio clerical. La sentencia que durante algunos meses había estado amenazando a Felipe de Francia, se puso ahora en acción contra él, y fue excomulgado por adulterio. Luego se discutió el candente asunto del Oriente. La recepción de Urbano en Francia había sido muy entusiasta, y el entusiasmo por la Cruzada se había difundido en cuanto el papa viajó allí desde Italia. Miles de nobles y caballeros se habían reunido para el concilio. Se decidió que un ejército de caballería e infantería marcharía a rescatar de los Sarracenos a Jerusalén y las Iglesias de Asia. Se concedió indulgencia plenaria a todos los que emprendieran el viaje pro sola devotione, y para ayudar más al movimiento, se ofreció la Tregua de Dios, y los bienes de aquellos que habían tomado la cruz serían vistos como sagrados. Aquellos que fueran incapaces para la expedición eran vedados para emprenderla, y los fieles eran exhortados a tomar el consejo de sus obispos y sacerdotes antes de ponerse en marcha. Saliendo al frente de la iglesia, el papa se dirigió a la inmensa multitud. Utilizó al máximo sus maravillosos dones de elocuencia, describiendo la cautividad de la Ciudad Sagrada donde Cristo había sufrido y muerto –"Déjenlos volver sus armas goteantes con la sangre de sus hermanos contra los enemigos de la Fe Cristiana. Déjenlos – opresores de huérfanos y viudas, asesinos y violadores de iglesias, ladrones de la propiedad de otros, buitres atraídos por el olor del combate – déjenlos precipitarse, si aman sus almas, al rescate de Sion, bajo el mando de su capitán, Cristo."- Cuando el papa dejó de hablar un poderoso grito de Deus lo volt brotó de la multitud. Sus más optimistas esperanzas no habían anticipado tal entusiasmo como el que ahora prevalecía. Se le trató de persuadir reiteradamente a dirigir personalmente la Cruzada, pero él designó a Ademar, Obispo de Le Puy, en su lugar, y dejando Clermont viajó en Francia de ciudad en ciudad predicando la Cruzada. Se enviaron cartas a los obispos que no habían podido asistir al concilio, y se enviaron predicadores por toda Europa para despertar entusiasmo. En toda forma posible Urbano animó al pueblo a tomar la cruz, y no dispensaba fácilmente de sus obligaciones a aquellos que se habían eximido por sí mismos de emprender la expedición.
En marzo de 1096 el papa celebró un sínodo en Tours y confirmó la excomunión del rey francés, el cual ciertos miembros del episcopado francés habían intentado remover. En julio de 1096, el rey, habiendo despedido a Bertrada, fue absuelto por Urbano en un sínodo celebrado en Nimes, pero habiendo reincidido, fue nuevamente excomulgado por el legado del papa en 1097. Algunos de los más grandes prelados de Francia debían ahora someterse al papa, estando entre ellos el Arzobispo de Viena, quien había rehusado atenerse a la decisión papal considerando la jurisdicción del Obispo de Grenoble, y el Arzobispo de Sens, quien había rehusado reconocer al Arzobispo de Lyons como legado papal. Después de un triunfal progreso a través de Francia, Urbano regresó a Italia. En su camino a Roma se encontró en Lucca con los príncipes cruzados, y otorgó el estandarte de San Pedro sobre Hugo de Vermandois. Algunos afirman que este ejército cruzado hizo posible a Urbano entrar en Roma, la cual en este momento estaba de nuevo ocupada por el antipapa. Si esto fue así, de acuerdo con el relato de un testigo ocular, el ingreso parece haberse efectuado sin combate. Sin duda la presencia de tropas bien disciplinadas, bajo los más distinguidos caballeros de la Cristiandad, infundió terror en los fieros partidarios de Guiberto. Pero el triunfo final de Urbano sobre el "imbecile", estaba ahora asegurado. Italia central y del norte estaban bajo el poder de Matilda y Conrado, y Enrique fue finalmente obligado a abandonar Italia. Se celebró un concilio en el Lateranense en 1097, y antes de finalizar el año, Urbano pudo ir nuevamente al sur para solicitar ayuda de los Normandos para facilitarle recuperar el Castillo de San Angelo. El castillo capituló en aosto de 1098. Ahora pudo disfrutar de un breve período de reposo después de una vida de incesante actividad y feroz contienda, que lo había llevado al exilio y la penuria. Su amistad con los Normandos se fortaleció por la designación del Conde Roger como legado papal en Sicilia, donde la Iglesia había sido casi barrida por los Sarracenos; el antipapa estaba dentro de su Arzobispado de Ravenna, y el poder de Enrique, aunque fortalecido por el Conde Welf, quien había abandonado a Matilda, no era suficientemente fuerte para seguir siendo una amenaza seria.
En otubre de 1098, el papa celebró un concilio en Bari con la intención de reconciliar a los Griegos con los Latinos sobre el problema del filioque (Nota del Traductor: Fórmula adicionada al Credo de Nicea en el Concilio de Toledo en 589: "Creo en el Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo" - Credo in Spiritum Sanctum qui ex patre filioque procedit) ciento ochenta obispos asistieron, entre los cuales estaba San Anselmo de Canterbury, quien había huido hacia Urbano para colocar ante él sus quejas contra el Rey Rojo. El final de Noviembre vio de nuevo al papa en Roma; ese fue su regreso final a la ciudad. Aquí celebró su último concilio en Abril de 1099. Una vez más elevó su elocuente voz en medio de las Cruzadas, y muchos respondieron a su llamado. En julio 15 de 1099, Jerusalén cayó ante el ataque de los cruzados, pero Urbano no vivió para escuchar las nuevas. Murió en la casa de Pierleone que tan a menudo le había brindado refugio. Sus restos no pudieron ser sepultados en la Lateranense porque los seguidores de Guiberto aún permanecían en la ciudad, sino que fueron llevados a la cripta de San Pedro donde fueron enterrados cerca a la tumba de Adriano I. Guiberto de Nogent asegura que se obraron milagros en la tumba de Urbano, quien figura como santo en muchos de los Martirologios. Así parece haber existido un culto de Urbano II desde el momento de su muerte, aunque su fiesta (julio 29) nunca ha sido extendida a la Iglesia Universal. Entre las figuras pintadas en el ábside del oratorio construido por Calixto II en la Palacio de Letrán está la de Urbano II con las palabras sanctus Urbanus secundus debajo de ella. La cabeza está coronada por una nube cuadrada, y el papa es representado a los pies de Nuestra Señora.
El acto formal de beatificación no tuvo lugar hasta el pontificado de León XIII. La causa fue presentada por Monseñor Langenieux, Arzobispo de Reims en 1878, y después de haber pasado por varias instancias la decisión fue tomada por León XIII el 14 de julio de 1881. |
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Fuente: www.archivalencia.org
Lucio Martínez Mancebo y 7 compañeros Mártires, Julio 29
| Lucio Martínez Mancebo y 7 compañeros | Mártires Martirogio Romano: En Calanda, población cercana a Teruel, en España, beatos Lucio Martínez Mancebo, presbítero de la Orden de Predicadores, y compañeros, mártires, que, apoyándose en la fortaleza de Cristo, dieron su vida durante la misma persecución (1936). Cuyos nombres son: Antonio López Couceiro, Felicísimo Díez González, Saturio Rey Robles, Tirso Manrique Melero, presbíteros; Gumersindo Soto Barros y Lamberto de Navascués y de Juan, religiosos, de la Orden de Predicadores; y Manuel Albert Ginés, presbítero diocesano.
Lucio Martínez Mancebo
Fraile sencillo pero de personalidad recia y temperamento vigoroso, que demostró al hacer frente a los estudios eclesiásticos, que le costaron mucho. Su tenacidad y espíritu religioso le permitieron alcanzar el grado de Lector. Ejerció como profesor, y en 1936 era Maestro de Novicios y Subprior en el Convento de Calanda (Teruel).
Alejado el Convento de grandes ciudades, era peligroso en caso de conflicto. Al llegar la persecución, el P. Lucio se preocupó de que los jóvenes saliesen del Convento y buscasen acogida fuera de Calanda, mirando a Zaragoza. Al despedirlos con su bendición les aconsejó que de llegar el caso de dar la vida por la fe, lo asumiesen con valentía.
Él con algunos religiosos quedaron en el Convento que al ser asaltado, tuvieron que refugiarse en casas particulares. Al amenazar de muerte a los que tenían frailes en la casa, salieron a la calle donde fueron apresados, y dos días después fusilados. Subidos al camión que los llevaba al lugar del martirio, inició con voz poderosa el rezo del Rosario hasta el lugar del suplicio, en el que manifestaron su perdón a todos, consumando el sacrificio de su vida al grito de ¡Viva Cristo Rey!
Antonio López Couceiro
Perseveró fiel en los caminos de justicia (Eco 9,11)
Varón de hondo espíritu religioso y elevado sentido de austeridad, sus penitencias eran proverbiales y notorias, físicas y morales. De plena obediencia ejerció ministerios varios y diversos destinos. Carácter duro que compensaba y dominaba con seria humildad y reconocimiento de sus limitaciones. Alguien dijo de él que para la cima de la santidad sólo le faltaba el martirio. El Señor se lo concedió en julio de 1936, a sus 66 años de edad.
Dispuesto y bien preparado para el martirio, sirvió de ejemplo y estímulo para los demás en las horas trágicas que precedieron al sacrificio de su vida. Recordóles la conveniencia de la confesión sacramental en aquellos momentos, y la absoluta necesidad de perdonar evangélicamente. Por querer ayudar al religioso mayor del grupo, que se desplazaba con dificultad, ambos fueron apresados y fusilados con todo el grupo de dominicos que había quedado en el pueblo.
Malherido, caído en tierra, juntó las manos, miró al Cielo, y le oyeron musitar: "¡Señor, perdónalos, porque no saben lo que hacen!". Fueron sus últimas palabras.
Tirso Manrique Melero
En todas sus empresas dio gracias a Dios (Eco 47,9)
Humanamente se le podía considerar buen pedagogo, pastoralmente fue un predicador apóstol de la doctrina social de la Iglesia. Excelente compañero en la vida comunitaria, dotado de gracia especial para la convivencia. Espiritualmente era de profunda piedad y vigoroso sentido ascético.
Se le veía a veces un tanto abatido ante el futuro que intuía conflictivo. Era un fondo de humildad y conciencia de pequeñez que le hacía sentirse poca cosa en momentos difíciles. No le importaba morir, pero le preocupaba el no estar a la altura de las circunstancias.
Sin embargo hizo frente a momentos duros. Fue rechazado en varias casas, ya que la presencia de un fraile resultaba peligrosa. Saboreó la amargura de quienes se lo habían ofrecido todo y a la hora de la verdad, se lo negaron todo. No le quedó más refugio que sentarse en un banco de la plaza de Calanda y esperar. Poco después era apresado y conducido donde estaban los demás. Aquella misma noche fueron fusilados.
Felicísimo Díez González
De bendita memoria (Eco 45,1)
Estaba en sus primeros años de vida sacerdotal, que ejercía como profesor de los aspirantes al hábito en la Orden. Formaba parte de la Comunidad de Calanda. De carácter severo, lo era con todos pero más consigo mismo. Aunque resultase un tanto duro, supo moldearlo hasta el punto de forjar un comportamiento jovial y muy agradable. Parece ser que era de los que veían con mayor claridad la conflictiva situación social. Entre bromas y veras se despedía a veces aludiendo a la eternidad.
Al llegar la persecución fue de los primeros en ser detenido, junto con otros dos miembros de la Comunidad. Fueron llevado a Alcañiz donde los milicianos quisieron matarles ya. De momento los liberó la energía del comandante militar que exigió fuesen devueltos y juzgados en Calanda, de donde procedían. Fueron los tres primeros frailes que entraron en la cárcel. Después les fueron agregados los demás, a medida que los apresaban, hasta completar el número de siete dominicos que habían quedado en el pueblo. Recibieron la palma del martirio comunitariamente, como habían vivido durante años. Era el 29 de julio y tenía 29 años.
Gumersindo Soto Barrios
Con todo su corazón amó a su Hacedor (Eco 47,10)
Piadoso Hermano de Obediencia, ejemplo de religiosidad sencilla y profunda. Gran trabajador, con dotes de organizador y muy dado a las Matemáticas, lo que le valió el haber sido profesor de los aspirantes al ingreso en la Orden. Hizo honor a su nombre, no sólo siendo obediente hasta la muerte, sino obedeciendo lo mejor que podía.
Al llegar la persecución contaba 67 años de edad y 37 de vida religiosa, pero por sus achaques no estaba en condiciones de largas caminatas. Al ver que su presencia en casas particulares comprometía y él no podían andar, optó por dejarse en manos de la Providencia y quedó sentado en un banco de la plaza del pueblo. Apresado fue conducido a Alcañiz, pero devuelto a Calanda para ser juzgado. En la cárcel encontró los otros miembros de la Comunidad y todos se prepararon para la hora final. Juntos recibieron la palma del martirio el 29 de julio del mismo 1936.
Saturio Rey Robles
Por gracia de Dios soy lo que soy (2 Co 15,10)
Amigo inseparable del P. Felicísimo, y de su misma edad, lo fueron hasta el martirio. Temperamento nervioso tuvo que hacer grandes esfuerzos para aclimatarse a la vida religiosa. Con todo, dio muestras de sólida vocación religiosa, en especial en la caridad para con enfermos.
La noche en que se consumó el sacrificio, los nervios le motivaron una crisis, que unas palabras del P. Antonio L. Couceiro calmaron inmediatamente. Así continuó a la altura de los demás. El ejemplo, fortaleza y oportunas palabras del P. Antonio fueron el aliento definitivo que necesitaba el P. Saturio. En cambio, el P. Couceiro, traspasado de Cristo, pudo decir: "Él nos alienta en nuestras luchas hasta el punto de poder nosotros alentar a los demás en cualquier lucha compartiendo con ellos el mismo ánimo que recibimos de Dios" (2 Co 1,4). El P. Saturio fue el gran beneficiario en este caso.
Lamberto de Nasvascués y de Juan
Donde hay humildad, allí hay sabiduría (Prov 11 ,2)
De familia noble, educación exquisita, formación humana completa y gran poder de captación. A punto de terminar la carrera de Derecho, renunció a todo y solicitó ser religioso en calidad Hermano Cooperador. Tuvo que luchar mucho pues la mayoría consideraron un desacierto su decisión. Veían en él un prometedor candidato para el sacerdocio. Pero Lamberto se mantuvo fiel a su carisma personal.
A mediados del 1936 era novicio-cooperador en el Convento dominicano de Calanda (Teruel). Al llegar la persecución la Comunidad tuvo que desperdigarse, pero fray Lamberto quiso quedarse con los religiosos mayores en el Convento y sufrir la suerte de los mayores. Con ellos fue detenido el 28 de julio y conducido a la cárcel.
Sometido con los demás a un simulacro de juicio, se les decretó condena de muerte. Después de muchos malos tratos de palabra y de obra, fueron cargados en un camión y conducidos al lugar del martirio. Rezando el Rosario en voz alta y perdonando de corazón a sus verdugos, fueron fusilados a unos seis kilómetros del pueblo, mientras ellos proclamaban "¡Viva Cristo Rey!". Era media noche del 29 de julio.
Fray Lamberto tenía 25 años de edad y Llevaba dos meses y algunas semanas de novicio en la Orden.
Manuel Albert Ginés
Al que me sirva, mi Padre le honrará (Jn 12,26)
Iba a cumplir 70 años y llevaba 45 de plena dedicación sacerdotal en Calanda, primero como capellán del santuario local del Pilar y después también como coadjutor de aquella Parroquia. Era tenido en gran consideración y estima por su ejemplaridad y obras de caridad con atención a los enfermos. Al llegar la persecución, se mantuvo sereno en su casa, que fue la primera que asaltaron los revolucionarios, por lo que mostró un gran contento dando gracias a Dios por haberle permitido participar de sus persecuciones. Detenido hicieron un simulacro de juicio y fue condenado por ser sacerdote. Pidió le uniesen al grupo de dominicos encarcelados y se lo concedieron. Dos días estuvieron en la cárcel.
Juntos se prepararon para el martirio que veían seguro. Se reconciliaron mutuamente, rezaron el Rosario con frecuencia y se animaban unos a otros, distinguiéndose Mosén Albert y el P. Couceiro insistiendo en la necesidad de perdonar. La noche del 29 de julio entre insultos, burlas y blasfemias los subieron a un camión que los llevaría al suplicio. Con palabras de perdón y vivas a Cristo Rey, ráfagas de ametralladora segaron sus vidas.
En este vínculo puedes ver más sobre los 233 mártires en España beatificados por S.S. Juan Pablo II el 11 de marzo de 2001. |
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Fuente: clairval.com
Celia y Luis Martin, Beatos Padres de familia, 29 de julio
| Celia y Luis Martin, Beatos | Padres de Santa Teresita de Lisieux Martirologio Romano: En Burdeos, Francia, beatos Celia Guérin y Luis Martin, matrimonio cristiano, fallecidos respectivamente el 28 de agosto de 1877 y el 29 de julio de 1894. Luis Martin nació en Burdeos el 22 de agosto de 1823, segundo hijo de una familia de cinco hermanos. Su padre, militar de carrera, se encuentra por esa época en España; los primeros años de infancia de los hermanos Martin transcurren a merced de las guarniciones de su padre: Burdeos, Aviñón y Estrasburgo (Francia). Llegada su jubilación, en diciembre de 1830, el capitán Martin se establece en Alençon, en Normandía. Durante su actividad de militar había destacado por su piedad ejemplar. En una ocasión, al decirle el capellán de su regimiento que, entre la tropa, se extrañaban de que, durante la Misa, permaneciera tanto tiempo de rodillas después de la consagración, él respondió sin pestañear: "¡Dígales que es porque creo!". Tanto en el seno de su familia como con los Hermanos de las Escuelas Cristianas, Luis recibe una fuerte educación religiosa. Al contrario de la tradición familiar, no escoge el oficio de las armas, sino el de relojero, que casa mejor con su temperamento meditabundo y silencioso, y con su gran habilidad manual. Primeramente aprende el oficio en Rennes y, luego, en Estrasburgo.
En el umbral del otoño de 1845, Luis toma la decisión de entregarse por completo a Dios, por lo que se encamina al Hospicio de San Bernardo el Grande, en el corazón de los Alpes, donde los canónigos consagran su vida a la oración y a rescatar a los viajeros perdidos en la montaña. Se presenta ante el prior, quien le insta a que regrese a su casa a fin de completar sus estudios de latín antes de un eventual ingreso en el noviciado. Tras una infructuosa tentativa de incorporación tardía al estudio, Luis, muy a pesar suyo, renuncia a su proyecto. Para perfeccionar su instrucción, se marcha a París, regresando e instalándose a continuación en Alençon, donde vive con sus padres. Lleva una vida tan ordenada que sus amigos dicen : "Luis es un santo".
Tantas son sus ocupaciones que Luis ni siquiera piensa en el matrimonio. A su madre le preocupa, pero en la escuela de encajes, donde ella asiste a clase, se fija en una joven, hábil y de buenos modales. ¿Y si fuera la "perla" que ella desea para su hijo? Aquella joven es Celia Guérin, nacida en Gandelain, en el departamento de Orne (Normandía), el 23 de diciembre de 1831, la segunda de tres hermanos. Tanto el padre como la madre son de familia profundamente cristiana. En septiembre de 1844 se instalan en Alençon, donde las dos hermanas mayores reciben una esmerada educación en el internado de las Religiosas del Sagrado Corazón de Picpus.
Celia piensa en la vida religiosa, al igual que su hermana mayor, que llegará a ser sor María Dositea en la Visitación de Le Mans. Pero la superiora de las Hijas de la Caridad, a quien Celia solicita su ingreso, le responde sin titubear que no es ésa la voluntad de Dios. La joven se inclina ante tan categórica afirmación, aunque no sin tristeza. Pero un hermoso optimismo sobrenatural la hace exclamar: "Dios mío, accederé al estado de matrimonio para cumplir con tu santa voluntad. Te ruego, pues, que me concedas muchos hijos y que se consagren a ti". Celia entra entonces en una escuela de encajes con objeto de perfeccionarse en la confección del punto de Alençon,
técnica de encaje especialmente célebre. El 8 de diciembre de 1851, festividad de la Inmaculada Concepción, tiene una inspiración: "Debes fabricar punto de Alençon". A partir de ese momento se instala por su cuenta.
Un día, al cruzarse con un joven de noble fisonomía, de semblante reservado y de dignos modales, se siente fuertemente impresionada, y una voz interior le dice: "Este es quien he elegido para ti". Pronto se entera de su identidad; se trata de Luis Martin. En poco tiempo los dos jóvenes llegan a apreciarse y a amarse, y el entendimiento es tan rápido que contraen matrimonio el 13 de julio de 1858, tres meses después de su primer encuentro. Luis y su esposa se proponen vivir como hermano y hermana, siguiendo el ejemplo de San José y de la Virgen María. Diez meses de vida en común en total continencia hacen que sus almas se fundan en una intensa comunión espiritual, pero una prudente intervención de su confesor y el deseo de proporcionar hijos al Señor les mueven a interrumpir aquella santa experiencia. Celia escribirá más tarde a su hija Paulina: "Sentía el deseo de tener muchos hijos y educarlos para el Cielo". En menos de trece años tendrán nueve hijos, y su amor será hermoso y fecundo.
En las antípodas
"Un amor que no es "hermoso", es decir, un amor que queda reducido a la satisfacción de la concupiscencia, o a un "uso" mutuo del hombre y de la mujer, hace que las personas lleguen a ser esclavas de sus debilidades" (Carta a las familias, 13). Desde ese punto de vista, las personas son utilizadas como si fueran cosas: la mujer puede llegar a ser un objeto de deseo para el hombre, y viceversa; los hijos, una carga para los padres; la familia, una institución molesta para la libertad de sus miembros. Nos encontramos entonces en las antípodas del verdadero amor. "Al buscar sólo el placer, podemos llegar a matar el amor, y a matar sus frutos, dice el Papa. Para la cultura del placer, el fruto bendito de tu seno" (Lc 1, 42) se convierte en cierto sentido en un "fruto maldito", es decir, no deseado, que se quiere suprimir mediante el aborto. Esa cultura de muerte se opone a la ley de Dios: "Respecto a la vida humana, la Ley de Dios carece de equívocos y es categórica. Dios nos ordena: No matarás (Ex 20, 13). Así pues, ningún legislador humano puede afirmar: Te está permitido matar, tienes derecho a matar, deberías matar" (Ibíd., 21).
"Sin embargo, añade el Papa, constatamos cómo se está desarrollando, sobre todo entre los jóvenes, una nueva conciencia por el respeto a la vida a partir de la concepción... Es un germen de esperanza para el futuro de la familia y de la humanidad" (Ibíd.). Así es; pues en el recién nacido se realiza el bien común de la familia y de la humanidad. Los esposos Martin experimentan esa verdad al recibir a sus numerosos hijos: "No vivíamos sino para nuestros hijos; eran toda nuestra felicidad y solamente la encontrábamos en ellos", escribirá Celia. Sin embargo, su vida conyugal no está carente de pruebas. Tres de sus hijos mueren prematuramente, dos de ellos eran los varones; después fallece de repente María Helena, de cinco años y medio. Plegarias y peregrinaciones se suceden en medio de la angustia, en especial en 1873, durante la grave enfermedad de Teresa y la fiebre tifoidea de María. En medio de los mayores desasosiegos, la confianza de Celia se ve fortificada por la demostración de fe de su esposo, en particular por su estricta observancia del descanso dominical: Luis nunca abre la tienda los domingos. Es el día del Señor, que se celebra en familia; primero con los oficios de la parroquia y luego con largos paseos; los niños disfrutan en las fiestas de Alençon, jalonadas de cabalgatas y de fuegos artificiales.
La educación de los hijos es a la vez alegre, tierna y exigente. En cuanto tienen uso de razón, Celia les enseña a ofrecer su corazón al Señor cada mañana, a aceptar con sencillez las dificultades diarias "para contentar a Jesús". Esta será la marca indeleble y la base de la "pequeña vía" que enseñará su benjamina, la futura Santa Teresita. "El hogar es así la primera escuela de vida cristiana", como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica (Catecismo, 1657). Luis ayuda a su esposa en sus tareas con los niños: sale a las cuatro de la madrugada en busca de una nodriza para uno de los más pequeños, que está enfermo; acompaña a su mujer a diez kilómetros de Alençon durante una noche helada hasta la cabecera de su primer hijo, José; cuida a su hija mayor, María, cuando padece la fiebre tifoidea, a la edad de trece años, etc.
El dinamismo que da el amor
El gran dinamismo de Luis Martin no recuerda en nada a aquel "dulce soñador", como se le ha descrito a veces. Para ayudar a Celia, que se encuentra desbordada por el éxito de su empresa de encajes, abandona la relojería. El encaje se trabaja en piezas de 15 a 20 centímetros, empleándose hilos de lino de una gran calidad y de una finura extrema. Una vez ejecutado el "trazo", el "pedazo" pasa de mano en mano según el número de puntos de que se compone – existen nueve, que constituyen otras tantas especialidades. A continuación se procede a su encajadura, una delicada labor que se consigue mediante agujas e hilos cada vez más finos. Es la propia Celia quien une de manera invisible las piezas que le traen las encajeras que trabajan a domicilio. Pero hay que buscar salidas para el producto, y Luis destaca en el aspecto comercial y hace que aumenten considerablemente los beneficios de la empresa. Sin embargo, también sabe encontrar momentos de descanso y de ir a pescar.
Además, los esposos Martin forman parte de varias asociaciones piadosas: Orden Tercera de San Francisco, adoración nocturna, etc. La fuerza que necesitan la obtienen de la observancia amorosa de las prescripciones y de los consejos de la Iglesia: ayunos, abstinencias, Misa diaria y confesión frecuente. "La fuerza de Dios es mucho más poderosa que vuestras dificultades – escribe el Papa Juan Pablo II a las familias. La eficacia del sacramento de la Reconciliación es inmensamente mayor que el mal que actúa en el mundo... Incomparablemente mayor es, sobre todo, el poder de la Eucaristía... En este sacramento, Cristo se entrega a sí mismo como alimento y como bebida, como fuente de poder salvífico... La vida que de Él procede es para vosotros, queridos esposos, padres y familias. Recordad que instituyó la Eucaristía en un contexto familiar, en el transcurso de la Última Cena... Y las palabras que entonces pronunció conservan todo el poder y la sabiduría del sacrificio de la Cruz" (Ibíd., 18).
Unos frutos duraderos
Del manantial eucarístico, Celia obtiene una energía superior a la media de las mujeres, y su esposo una ternura superior a la media de los hombres. Luis gestiona la economía y consiente de buen grado ante las peticiones de su esposa: "En cuanto al retiro de María en la Visitación, escribe Celia a Paulina, sabes que a papá no le gusta nada separarse de vosotras, y había dicho primero formalmente que no iría... Anoche María se estaba quejando de ello y yo le dije: "Déjalo de mi cuenta; siempre consigo lo que quiero, sin forzar demasiado; todavía falta un mes; es suficiente para convencer diez veces a tu padre". No me equivocaba, pues apenas una hora después, cuando regresó, se puso a hablar amistosamente con tu hermana (María)... "Bien, me dije, este es el momento oportuno", e hice una insinuación al respecto. "¿Así que deseas de verdad ir a ese retiro?", dijo papá a María: "Sí, papá. – ¡Pues bien, puedes ir!"... Creo que yo tenía una buena razón para que María fuera a aquel retiro. Si bien suponía un gasto, el dinero no es nada cuando se trata de la santificación de un alma; y el año pasado María regresó completamente transformada. Los frutos todavía duran, aunque ya es hora de que renueve su provisión".
Los retiros espirituales producen frutos de conversión y de santificación, porque, bajo el efecto de su dinamismo, el alma, dócil a las iluminaciones y a los movimientos del Espíritu Santo, se purifica siempre más de los pecados y practica las virtudes, imitando al modelo absoluto que es Jesucristo, para conseguir una unión más íntima con él. Por eso dijo el Papa Pablo VI: "La fidelidad a los ejercicios anuales en un medio apartado asegura el progreso del alma". Entre todos los métodos de ejercicios espirituales "existe uno que obtuvo la completa y reiterada aprobación de la Sede Apostólica... el método de San Ignacio de Loyola, de quien Nos complace llamar Maestro especializado en ejercicios espirituales" (Pío XI, Encíclica Mens Nostra).
La vida profundamente cristiana de los esposos Martin se abre naturalmente a la caridad para con el prójimo: limosnas discretas a las familias necesitadas, a las que se unen sus hijas, según su edad; asistencia a los enfermos, etc. No tienen miedo de luchar justamente para reconfortar a los oprimidos. Así mismo, realizan juntos las gestiones necesarias para que un indigente pueda entrar en el hospicio, cuando éste no tiene derecho al no tener suficiente edad para ello. Son servicios que sobrepasan los límites de la parroquia y que dan testimonio de un gran espíritu misionero: espléndidas ofrendas anuales para la Propagación de la Fe, participación en la construcción de una iglesia en Canadá, etc.
Pero la intensa felicidad familiar de los Martin no debía durar demasiado tiempo. A partir de 1865, Celia se percata de la presencia de un tumor maligno en el pecho, surgido después de una caída contra el borde de un mueble. Tanto su hermano, que es farmacéutico, como su marido no le conceden demasiada importancia; pero a finales de 1876 el mal se manifiesta y el diagnóstico es concluyente: "tumor fibroso no operable" a causa de su avanzado estado. Celia lo afronta hasta el final con toda valentía; consciente del vacío que supondrá su desaparición, le pide a su cuñada, la señora Guérin, que, después de su muerte, ayude a su marido en la educación de los más pequeños.
Su muerte acontece el 28 de agosto de 1877. Para Luis, de 54 años de edad, supone un abatimiento, una profunda llaga que sólo se cerrará en el Cielo. Pero lo acepta todo, con un espíritu de fe ejemplar y con la convicción de que su "santa esposa" está en el Cielo. Y cumplirá con la labor que había empezado en la armonía de un amor intachable: la educación de sus cinco hijas. Para ello, escribe Teresita, "aquel corazón tierno de papá había añadido al amor que ya poseía un amor realmente maternal". La señora Guérin se ofrece para ayudar a la familia Martin, invitando a su cuñado a trasladar su hogar a Lisieux. Para aquellas pequeñas huérfanas, la farmacia de su marido será su segunda casa y la intimidad que une a ambas familias crecerá con las mismas tradiciones de sencillez, labor y rectitud. A pesar de los recuerdos y de las fieles amistades que podrían retenerlo en Alençon, Luis se decide a sacrificarlo todo y a mudarse a Lisieux.
Un gran honor
La vida en los "Buissonnets", la nueva casa de Lisieux, resulta más austera y retirada que en Alençon. La familia mantiene pocas relaciones, y cultiva el recuerdo de la persona a la que el señor Martin sigue designando con el nombre de "vuestra santa mamá". Las más jovencitas son confiadas a las Benedictinas de Nuestra Señora del Prado. Pero Luis sabe procurarles distracciones: sesiones teatrales, viajes a Trouville, estancia en París, etc., intentando que, a través de todas las realidades de la vida, encuentren la gloria de Dios y la santificación de las almas.
Su santidad personal se revela sobre todo en la ofrenda de todas sus hijas, y después de sí mismo. Celia ya preveía la vocación de las dos mayores, pues Paulina ingresaba en el Carmelo de Lisieux en octubre de 1882, y María en octubre de 1886. Al mismo tiempo, Leonina, de difícil temperamento, inicia una serie de infructuosos intentos; en primer lugar en las Clarisas, y luego en la Visitación, donde, tras dos intentos fallidos, acabará ingresando definitivamente en 1899. Teresa, la benjamina, la "pequeña reina", conseguirá vencer todos los obstáculos hasta ingresar en el Carmelo a los 15 años, en abril de 1888. Dos meses después, el 15 de junio, Celina revela a su padre que también ella siente la llamada de la vida religiosa. Ante aquel nuevo sacrificio, la reacción de Luis Martin es espléndida: "Ven, vayamos juntos ante el Santísimo a darle gracias al Señor por concederme el honor de llevarse a todas mis hijas".
A imitación del señor Martin, los padres deben acoger las vocaciones como un don de Dios, escribe el Papa Juan Pablo II: "Vosotros, padres, dad gracias al Señor si ha llamado a la vida consagrada a alguno de vuestros hijos. ¡Debe ser considerado un gran honor – como lo ha sido siempre– que el Señor se fije en una familia y elija a alguno de sus miembros para invitarlo a seguir el camino de los consejos evangélicos! Cultivad el deseo de ofrecer al Señor a alguno de vuestros hijos para el crecimiento del amor de Dios en el mundo. ¿Qué fruto de vuestro amor conyugal podríais tener más bello que éste?" (Vita consecrata, 25 de marzo de 1996, nº 107).
La vocación es ante todo una iniciativa divina, pero una educación cristiana favorece la respuesta generosa a la llamada de Dios: "En el seno de la familia, los padres han de ser para sus hijos los primeros anunciadores de la fe con su palabra y con su ejemplo, y han de fomentar la vocación personal de cada uno y, con especial cuidado, la vocación a la vida consagrada" (Catecismo, 1656). Por lo tanto, "si los padres no viven los valores evangélicos, será difícil que los jóvenes y las jóvenes puedan percibir la llamada, comprender la necesidad de los sacrificios que han de afrontar y apreciar la belleza de la meta a alcanzar. En efecto, es en la familia donde los jóvenes tienen las primeras experiencias de los valores evangélicos, del amor que se da a Dios y a los demás. También es necesario que sean educados en el uso responsable de su libertad, para estar dispuestos a vivir de las más altas realidades espirituales según su propia vocación" (Vita consecrata, ibíd.).
"Soy demasiado feliz"
Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz dará testimonio de la manera concreta en que su padre vivía el Evangelio: "Lo que más me llamaba la atención eran los progresos en la perfección que hacía papá; a imitación de San Francisco de Sales, había conseguido dominar su natural vivacidad, hasta el punto que parecía que poseía la naturaleza más dulce del mundo... Las cosas de este mundo apenas parecían rozarle, y se recuperaba con facilidad de las contrariedades de la vida". En mayo de 1888, en el transcurso de una visita a la iglesia donde se había celebrado su boda, a Luis se le representan las etapas de su vida, y enseguida se lo cuenta sus hijas: "Hijas mías, acabo de regresar de Alençon, donde he recibido tantas gracias y consuelos en la iglesia de Nuestra Señora que he hecho la siguiente plegaria: Dios mío, ¡esto es demasiado! Sí, soy demasiado feliz, no es posible ir al Cielo de este modo, quiero sufrir algo por ti. Así que me he ofrecido...". La palabra "víctima" desaparece de sus labios, no se atreve a pronunciarla, pero sus hijas lo han comprendido.
Así pues, Dios no tarda en satisfacer a su siervo. El 23 de junio de 1888, aquejado de accesos de arteriosclerosis que le afectan en sus facultades mentales, Luis Martin desaparece de su domicilio. Tras muchas tribulaciones, lo encuentran en Le Havre el día 27. Es el principio de una lenta e inexorable degradación física. Poco tiempo después de que Teresa tomara los hábitos, momento en que se había mostrado "tan apuesto y tan digno", es víctima de una crisis de delirio que hace necesario su internamiento en el hospital del Salvador de Caen; es una situación humillante que acepta con extraordinaria fe. Cuando consigue expresarse repite sin cesar: "Todo sea para la mayor gloria de Dios"; o también: "Nunca había sufrido una humillación en la vida, por eso necesitaba una". En mayo de 1892, cuando ya las piernas sufren de parálisis, lo devuelven a Lisieux. "¡Adiós, hasta el Cielo!", consigue decir a sus hijas con motivo de su última visita al Carmelo. Se apagará dulcemente como consecuencia de una crisis cardíaca el 29 de julio de 1894, asistido por Celina, que había demorado su entrada en el Carmelo para dedicarse a él.
Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz llegará a decir: "El Señor me concedió un padre y una madre más dignos del Cielo que de la tierra". Que podamos llegar también nosotros, siguiendo su ejemplo, a la Morada eterna que la santa de Lisieux denomina "el hogar Paterno de los Cielos".
Beatificación
La Santa Sede admitió la "inexplicable curación" de un niño nacido en 2002 con grave e incurable insuficiencia pulmonar en Monza (Italia) por intercesión del matrimonio de Martín y Celia Guérin.
El niño nació el 25 de mayo del año 2002, y el 2 de junio, cuando lo bautizaron, a sus padres se les informó que su muerte era inminente.
Los padres dedicaron una novena a Louis y Zelie Martin pidiendo por su hijo y en pocas semanas la condición del niño mejoró notablemente. Hace poco cumplió un año y es un niño sano sin síntomas ni signos de su prematura gravedad.
Los médicos que analizaron el caso sostienen que no hay explicación científica para justificar la curación del niño.
S.S. Benedicto XVI los declararó beatos de la Iglesia el día 19 de Octubre de 2008. |
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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Lupo de Troyes, Santo Obispo, 29 de julio
| Lupo de Troyes, Santo | Obispo Martirologio Romano: En Troyes, ciudad de la Galia Lugdunense, san Lupo, obispo, que con san Germán de Auxerre fue a Bretaña para luchar contra la herejía de los pelagianos, defendió después con la oración a su ciudad del furor de Atila y, habiendo ejercido de modo admirable el sacerdocio durante cincuenta años, descansó en paz (c. 478). San Lupo nació en Toul (Francia) hacia el año 383. Después de seis años de matrimonio con la hermana de San Hilario de Arles, ambos esposos se separaron de común acuerdo para consagrarse al servicio de Dios. Lupo vendió sus posesiones y repartió el producto entre los pobres. Después se retiró a la famosa abadía de Lérins, gobernada entonces por San Honorato. Pero algo más tarde, hacia el año 426, fue elegido obispo de Troyes. En su cargo se mostró tan humilde y mortificado como antes y siguió practicando la pobreza como si se hallase en el monasterio. Sus vestidos eran sencillísimos, dormía en un lecho de tablas, pasaba largas horas en oración y ayunaba con mucha frecuencia. Así vivió cincuenta años, cumpliendo celosamente sus deberes pastorales.
El año 429, cuando San Germán de Auxerre pasó por Troyes de camino a Inglaterra, a donde iba a combatir la herejía pelagiana, San Lupo fue elegido para acompañarle. Los dos obispos aceptaron esa misión con tanto mayor entusiasmo cuanto que prometía ser difícil y laboriosa. Con sus oraciones, predicación y milagros lograron extirpar la herejía, cuando menos por algún tiempo. A su vuelta a Francia, San Lupo se entregó con renovado vigor a la reforma de su grey. La prudencia y piedad que desplegó fueron tan grandes que San Sidonio Apolinar le llama "padre de padres, obispo de obispos, cabeza de los prelados de las Galias, norma de conducta, columna de verdad, amigo de Dios e intercesor de los hombres ante El." San Lupo no vacilaba en arrostrar lo peor por salvar la oveja perdida, y su apostolado tenía un éxito que rayaba frecuentemente en lo milagroso. Entre otros ejemplos, se cuenta que un hombre de su diócesis había abandonado a su esposa y se había ido a vivir a Clermont. San Lupo escribió a San Sidonio, el obispo de esa ciudad, una carta muy firme, pero al mismo tiempo de un tono tan suave y comedido que, cuando el desertor la leyó, se arrepintió y regresó a su casa. A ese propósito comenta San Sidonio: "¿Qué milagro mayor puede darse que una reprimenda que mueve al pecador al arrepentimiento y le hace amar a quien le reprende?"
Por aquella época, Atila, a la cabeza de un innumerable ejército de hunos, invadió la Galia. La invasión fue tan bárbara, que las gentes consideraban a Atila como "el azote de Dios" que venía a castigar los pecados del pueblo. Reims, Cambrai, Besangon, Auxerre y Langres habían sufrido ya la cólera del invasor. La amenaza se cernía, pues, sobre Troyes. El obispo, después de haber encomendado fervorosamente su grey a Dios, salió al encuentro de Atila y consiguió que no entrase a la provincia, pero en cambio, el rey de los hunos se llevó consigo a San Lupo como rehén. Después de la derrota de los bárbaros en la llanura de Chálons, se acusó a San Lupo de haber ayudado a Atila a escapar y el santo tuvo que salir de su diócesis y abandonarla durante dos años, víctima de lo que podríamos llamar "histeria anticolaboracionista." En el exilio vivió como ermitaño en un bosque, con gran austeridad, entregado a la contemplación. Cuando la malicia de sus enemigos cedió finalmente ante la caridad y paciencia del obispo, volvió éste a su diócesis y la gobernó con el mismo entusiasmo de siempre, hasta su muerte, ocurrida el año 478.
Dado que acompañó a San Germán a Inglaterra, antiguamente se veneraba a San Lupo en ese país. Se ha puesto en duda la historicidad de la resistencia que el santo opuso a Atila y las consecuencias que se derivaron de ello. En todo caso, lo cierto es que los hombres de Dios se santifican por la oración y son capaces de obrar maravillas. Por la oración obtuvo Elías que bajase fuego del cielo, alcanzó misericordia Manases en la prisión, vio Ezequías restablecida su salud; la oración salvó a los ninivitas de la catástrofe, con la oración preservaron Judit y Ester al pueblo de Dios y, finalmente, la oración libró a Daniel de los leones y a San Pedro de sus cadenas. |
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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