JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 7, 7-12
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
"Pidan y Dios les dará, busquen y encontrarán, llamen y Dios les abrirá. Porque todo el que pide recibe, el que busca encuentra, y al que llama, Dios le abre.
¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan le da una piedra?; o si le pide un pez, ¿le da una serpiente? Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre del cielo dará cosas buenas a los que se las pidan!
Así pues, traten a los demás como quieran que ellos los traten, porque en esto consisten la ley y los profetas".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.
El Misterio de la Misa en 2 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk
El que no valora una obra de arte es porque necesita cultura: https://www.youtube.com/watch?v=mTKKaT-KaKw
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu
El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX
Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
San Leonardo, "El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc
Audio (1/5): https://www.youtube.com/watch?v=2NjKuVnxH58
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?
Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).
Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?
Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html
Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).
† Misal
jue 1a. Sem cuaresma
Antífona de Entrada
Señor, oye mis palabras, escucha mi lamento, haz caso de mi voz suplicante, Rey mío y Dios mío.
Oración Colecta
Oremos:
Puesto que sin ti nada podemos, concédenos, Señor, luz para distinguir el bien y valor para ponerlo en práctica, a fin que vivamos siempre según tu voluntad.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
No tengo otro defensor más que tú, Señor
Lectura del libro de Ester 14, 1.3-5.12-14
En aquellos días la reina Ester, angustiada porque la muerte se le venía encima, recurrió al Señor, y oró así al Señor de Israel:
"Señor mío, tú eres nuestro único rey, ayúdame, porque estoy sola, no tengo a más protector que a ti, y el peligro me amenaza. Desde niña he oído en mi familia que tú, Señor, elegiste a Israel entre todas las naciones, y a nuestros padres entre todos sus antepasados, como heredad perpetua, cumpliendo todas tus promesas.
Acuérdate de nosotros, Señor, y hazte presente en medio de nuestra tribulación. Dame valor, Rey de los dioses y dominador de todo poder; inspírame palabras oportunas; cuando tenga que hablar al león, cambia su corazón; haz que aborrezca a nuestro adversario, para que muera con sus cómplices. Líbrame, Señor, con tu poder, y ayúdame a mí, que estoy sola, y no tengo a nadie más que a ti, Señor".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 137, 1-2a.2bc-3.7c-8
Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón; te cantaré en presencia de los dioses extranjeros, postrado hacia tu templo santo.
Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste.
Doy gracias a tu nombre por tu amor y tu fidelidad. Cuando te invoqué, me escuchaste y fortaleciste mi ánimo.
Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste.
Despliegas tu poder contra la saña de mis enemigos. El Señor completará lo que hace por mí: Señor, tu amor es eterno, no abandones la obra de tus manos.
Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste.
Aclamación antes del Evangelio
Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Crea en mí, Señor, un corazón puro y devuélveme tu salvación que regocija.
Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Evangelio
Todo el que pide, recibe
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 7, 7-12
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
"Pidan y Dios les dará, busquen y encontrarán, llamen y Dios les abrirá. Porque todo el que pide recibe, el que busca encuentra, y al que llama, Dios le abre.
¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan le da una piedra?; o si le pide un pez, ¿le da una serpiente? Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre del cielo dará cosas buenas a los que se las pidan!
Así pues, traten a los demás como quieran que ellos los traten, porque en esto consisten la ley y los profetas".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, en tu bondad las ofrendas y súplicas que te presentamos, y convierte hacia ti nuestros corazones.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
Las privaciones voluntarias
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque con nuestras privaciones voluntarias nos enseñas a reconocer y agradecer tus dones, a dominar nuestro afán de suficiencia y a repartir nuestros bienes con los necesitados, imitando así tu generosidad.
Por eso, con todos los ángeles, te glorificamos y te aclamamos diciendo:
Antífona de la Comunión
Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que toca se le abre.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Concédenos, Señor Dios nuestro, que el sacramento que nos has dado como ayuda para nuestra salvación, nos sirva de auxilio tanto para esta vida como para la futura.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
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† Meditación diaria
Cuaresma. 1ª semana. Jueves
LA ORACIÓN DE PETICIÓN
— Pedir y agradecer, dos formas de relacionarnos con Dios. Dos modos de oración muy gratos al Señor. Rectitud de intención al pedir.
— Humildad y perseverancia en la petición.
— El Señor siempre nos atiende. Buscar también la intercesión de la Virgen, nuestra Madre, y del Ángel Custodio.
I. Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá; porque todo el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y a quien llama se le abrirá1.
Pasamos una buena parte de nuestra vida pidiendo cosas a otras personas que tienen más, o que tienen unos conocimientos superiores a los nuestros. Pedimos, porque somos gente necesitada. Y es, en muchas ocasiones, la única posibilidad de relacionarnos con los demás. Si no pidiéramos nunca nada, terminaríamos en una especie de vacío y de falsa y empobrecida autosuficiencia. Pedir y dar; eso es la mayor parte de nuestra vida y de nuestro ser. Al pedir nos reconocemos necesitados. Al dar podemos ser conscientes de la riqueza sin término que Dios ha puesto en nuestro corazón.
Lo mismo nos ocurre con Dios. Gran parte de nuestras relaciones con Él están definidas por la petición; el resto, por el agradecimiento. Al pedir nos manifestamos en nuestra radical insuficiencia. Pedir nos hace humildes; además, damos a nuestro Dios la oportunidad de mostrarse como Padre. Conocemos así el amor que Dios nos tiene. Pues, ¿quién hay entre vosotros a quien si el hijo le pide pan le dé una piedra?... ¿Cuánto más vuestro Padre que está en los Cielos dará cosas buenas a quienes le pidan?2.
No pedimos con egoísmo, ni llenos de soberbia, ni con avaricia, ni por envidia. Si nuestra petición es, por ejemplo, la ayuda en unos exámenes, un favor material, sanar de una enfermedad, etc., debemos examinar en la presencia de Dios los verdaderos motivos de esa petición. Le preguntaremos en la intimidad de nuestra alma si eso que hemos solicitado nos ayudará a amarle más y a cumplir mejor su Voluntad. En muchas ocasiones nos daremos enseguida cuenta de la poca entidad de ese asunto que nos parecía de vida o muerte, y nos haremos cargo de que aquello que deseábamos desesperadamente no era tan importante. Sabremos enderezar nuestra voluntad con la Voluntad de Dios y, entonces, va mucho mejor encaminada nuestra petición.
Podemos pedir al Señor que nos sane pronto de una enfermedad; pero también debemos pedir juntamente que, si esto no sucede porque sus planes son otros –planes misteriosos y desconocidos para nosotros, pero que vienen de un Padre–, nos conceda entonces la gracia necesaria para llevar con paciencia esos dolores, y la sabiduría para sacar de esa enfermedad grandes frutos que benefician a nuestra alma y a toda la Iglesia.
La primera condición de toda petición eficaz es conformar primero nuestra voluntad a la Voluntad de Dios, que en ocasiones quiere o permite cosas y acontecimientos que nosotros no queremos ni entendemos, pero que terminarán siendo de grandísimo provecho para nosotros y para los demás. Cada vez que hacemos ese acto de identificación de nuestro querer con el de Dios, hemos dado un paso muy importante en la virtud de la humildad.
Existen innumerables bienes que el Señor espera que le pidamos para que se nos concedan. Bienes espirituales y materiales; ordenados todos a nuestra salvación y a la del prójimo. "¿No convendréis conmigo en que, si no alcanzamos lo que pedimos a Dios, es porque no oramos con fe, con el corazón bastante puro, con una confianza bastante grande, o porque no perseveramos en la oración como debiéramos? Jamás Dios ha denegado ni denegará nada a los que le piden sus gracias debidamente"3.
II. Siempre procuramos ir a la oración con la confianza de hijos. Y entonces buscamos identificar nuestra voluntad con la de nuestro Padre Dios: no se haga mi voluntad, sino la tuya4, podríamos añadir después de cada petición. Porque no queremos afirmar nuestro proyecto de vida sino, ante todo, cumplir la Voluntad de Dios. El Evangelio nos presenta muchos casos de esta oración filial, humilde y perseverante. San Mateo narra5 la petición de una mujer que puede servir de ejemplo para todos nosotros. Llegó Jesús a la región de Tiro y Sidón, tierra de gentiles. Debía ir buscando en esos lugares algún descanso para sus Apóstoles, ya que no lo pudo encontrar en la región desértica de Betsaida; quiere pasar unos días a solas con ellos.
Mientras caminaban, se les acercó una mujer, con una insistente petición. Y a pesar de su perseverancia en el ruego, Jesús guarda silencio: Pero Él no contestó palabra, dice el Evangelista.
Los discípulos le dicen que la atienda, para que se vaya. No hace más que molestar con su insistencia. Pero Jesús pensaba de otro modo. Después de un rato, sale de su silencio y, lleno de ternura al ver su humildad, la atiende. Le explica el plan divino de la salvación: No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Era el plan divino desde la eternidad. Él redimiría con su Vida y su Muerte en la Cruz a todos los hombres, pero la evangelización comenzará por Israel; luego los apóstoles de todos los tiempos la llevarán hasta el fin de la tierra6, a todos los hombres.
Pero esta mujer cananea, que acaso ni comprendió el plan divino, no se desanima ante su respuesta: Mas ella, acercándose, se postró ante Él, diciendo: ¡Señor, socórreme! Sabe lo que quiere y sabe que puede conseguirlo de Jesús.
El Señor le explica de nuevo, con una parábola, lo mismo que acaba de decirle poco antes: No es bueno tomar el pan de los hijos y arrojarlo a los perrillos. Los "hijos" eran el pueblo de Israel7, al que ella no pertenece. Muy pronto llegará también la hora de los gentiles.
Pero la mujer no cede en su empeño. Su fe se acrecienta y se desborda. Y ella se introduce en la parábola, con gran humildad, como un personaje más: Verdad, Señor, pero también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.
Tanta fe, tanta humildad, tanta constancia, hacen exclamar al Señor: ¡Oh mujer, grande es tu fe! Y, con un tono entre solemne y lleno de condescendencia, añade: Hágase conforme tú lo deseas.
El Evangelista tendrá buen cuidado en anotar: Y a la misma hora su hija quedó curada. Para este milagro excepcional fueron necesarias también una fe, una humildad y una constancia excepcionales.
Jesús nos oye siempre: también cuando parece que calla. Quizá es entonces cuando más atentamente nos escucha. Quizá está provocando –con este aparente silencio– que se den en nosotros las condiciones necesarias para que el milagro se realice: que le pidamos confiadamente, sin desánimo, con fe.
Cuántas veces nuestra oración, ante necesidades perentorias, será la misma: ¡Señor, socórreme! ¡Qué estupenda jaculatoria para tantas necesidades –sobre todo del alma– que nos son tan urgentes!
Pero no basta pedir; hay que hacerlo con perseverancia, como esa mujer, sin cansarnos, para que la constancia alcance lo que no pueden nuestros méritos. Mucho vale la oración perseverante del justo8. Dios ha previsto todas las gracias y ayudas que necesitamos, pero también ha previsto nuestra oración.
Pedid y se os dará... llamad y se os abrirá. Y recordamos ahora nuestras muchas necesidades personales y las de aquellas personas que viven cerca de nosotros. No nos abandona el Señor.
III. Si alguna vez no se nos concedió algo que pedimos confiadamente es que no nos convenía: "bien mira por ti quien no te da, cuando le pides lo que no te conviene"9. ¡Él sí que sabe lo que nos conviene! Esta oración que hicimos con tanta insistencia quizá, habría sido eficaz para otros bienes, o para otra ocasión más necesaria. ¡Nuestro Padre Dios la encaminó bien!: "Siempre da más de lo que le pedimos"10. Siempre.
Para que nuestra petición sea atendida con más prontitud, podemos solicitar las oraciones de otras personas cercanas a Dios, como hizo aquel Centurión de Cafarnaún: le envió algunos ancianos de los judíos a suplicarle que viniese a curar a su criado. Estos amigos cumplieron bien su cometido: fueron a Jesús, y rogaron con gran insistencia que condescendiese: Es un sujeto –le decían– que merece que le hagas este favor...11. El Señor atendió sus ruegos.
A la hora de pedir oraciones nos puede ser útil recordar que "después de la oración del Sacerdote y de las vírgenes consagradas, la oración más grata a Dios es la de los niños y la de los enfermos"12.
También pediremos a nuestro Ángel Custodio que interceda por nosotros y presente nuestra petición al Señor, pues "el ángel particular de cada cual, aun de los más insignificantes dentro de la Iglesia, por estar contemplando siempre el rostro de Dios que está en los cielos, viendo la divinidad de nuestro Creador, une su oración a la nuestra y colabora en cuanto le es posible en favor de lo que pedimos"13.
Tenemos además un camino, que la Iglesia nos ha enseñado desde siempre, para que nuestras peticiones lleguen con prontitud ante la presencia de Dios. Este camino es la mediación de María, Madre de Dios y Madre nuestra. A Ella acudimos ahora y siempre: "Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo..."14.
1 Evangelio de la Misa, Mt 7, 7-12. — 2 Mt 7, 9 y 11. — 3 Santo Cura de Ars, Sermón sobre la oración. — 4 Lc 22, 42. — 5 Mt 15, 21-28. — 6 Hech 1, 8. — 7 Cfr. Ex 4, 23; Is 1, 2; Jer 31, 20; Os 11, 1; etc. — 8 Sant 5, 17. — 9 San Agustín, Sermón 126. — 10 Santa Teresa, Camino de perfección, 37. — 11 Lc 7, 3-4. — 12 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 98. — 13 Orígenes, Trat. sobre la oración, 10. — 14 Oración "Acordaos" de San Bernardo.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
Santa Bernardita Soubirous
(1879)
Nació en Lourdes (Francia) en 1844. Hija de padres supremamente pobres. En el bautismo le pusieron por nombre María Bernarda (nombre que ella empleará después cuando sea religiosa) pero todos la llamaban Bernardita.
Era la mayor de varios hermanos. Sus padres vivían en un sótano húmedo y miserable, y el papá tenía por oficio botar la basura del hospital. La niña tuvo siempre muy débil salud a causa de la falta de alimentación suficiente, y del estado lamentablemente pobre de la habitación donde moraba. En los primeros años sufrió la enfermedad de cólera que la dejó sumamente debilitada. A causa también del clima terriblemente frío en invierno, en aquella región, Bernardita adquirió desde los diez años la enfermedad del asma, que al comprimir los bronquios produce continuos ahogos y falta de respiración.
Esta enfermedad la acompañará y la atormentará toda su vida. Al final de su existencia sufrirá también de tuberculosis. En ella se cumplieron aquellas palabras de Jesús: "Mi Padre, el árbol que más quiere, más lo poda (con sufrimientos) para que produzca más frutos" (Jn. 15).
En Bernardita se cumplió aquello que dijo San Pablo: "Dios escoge a lo que no vale a los ojos del mundo, para confundir las vanidades del mundo". Bernardita a los 14 años no sabía leer ni escribir ni había hecho la Primera Comunión porque no había logrado aprenderse el catecismo. Pero tenía unas grandes cualidades: rezaba mucho a la Virgen y jamás decía una mentira. Un día ve unas ovejas con una mancha verde sobre la lana y pregunta al papá: ¿Por qué tienen esa mancha verde? El papá queriendo chancearse, le responde: "Es que se indigestaron por comer demasiado pasto". La muchachita se pone a llorar y exclama: "Pobres ovejas, se van a reventar". Y entonces el señor Soubirous le dice que era una mentirilla. Una compañera le dice: "Es necesario ser muy tonta para creer que eso que le dijo su padre era verdad". Y Bernardita le responde: ¡Es que como yo jamás he dicho una mentira, me imaginé que los demás tampoco las decían nunca!
Desde el 11 de febrero de 1859 hasta el 16 de julio del mismo año, la Sma. Virgen se le aparece 18 veces a Bernardita. Las apariciones las podemos leer en detalle en el día 11 de febrero. Nuestra Señora le dijo: "No te voy a hacer feliz en esta vida, pero sí en la otra". Y así sucedió . La vida de la jovencita, después de las apariciones estuvo llena de enfermedades, penalidades y humillaciones, pero con todo esto fue adquiriendo un grado de santidad tan grande que se ganó enorme premio para el cielo.
Las gentes le llevaban dinero, después de que supieron que la Virgen Santísima se le había aparecido, pero ella jamás quiso recibir nada. Nuestra Señora le había contado tres secretos, que ella jamás quiso contar a nadie. Probablemente uno de estos secretos era que no debería recibir dineros ni regalos de nadie y el otro, que no hiciera nunca nada que atrajera hacia ella las miradas. Por eso se conservó siempre muy pobre y apartada de toda exhibición. Ella no era hermosa, pero después de las apariciones, sus ojos tenían un brillo que admiraba a todos.
Le costaba mucho salir a recibir visitas porque todos le preguntaban siempre lo mismo y hasta algunos declaraban que no creían en lo que ella había visto. Cuando la mamá la llamaba a atender alguna visita, ella se estremecía y a veces se echaba a llorar. "Vaya ", le decía la señora, ¡tenga valor! Y la jovencita se secaba las lágrimas y salía a atender a los visitantes demostrando alegría y mucha paciencia, como si aquello no le costara ningún sacrificio.
Para burlarse de ella porque la Virgen le había dicho que masticara unas hierbas amargas, como sacrificio, el sr. alcalde le dijo: ¿Es que la confundieron con una ternera? Y la niña le respondió: ¿Señor alcalde, a usted si le sirven lechugas en el almuerzo? "Claro que sí" ¿Y es que lo confunden con un ternero? Todos rieron y se dieron cuenta de que era humilde pero no era tonta.
Bernardita pidió ser admitida en la Comunidad de Hijas de la Caridad de Nevers. Demoraron en admitirla porque su salud era muy débil. Pero al fin la admitieron. A los 4 meses de estar en la comunidad estuvo a punto de morir por un ataque de asma, y le recibieron sus votos religiosos, pero enseguida curó.
En la comunidad hizo de enfermera y de sacristana, y después por nueve años estuvo sufriendo una muy dolorosa enfermedad. Cuando le llegaban los más terribles ataques exclamaba: "Lo que le pido a Nuestro Señor no es que me conceda la salud, sino que me conceda valor y fortaleza para soportar con paciencia mi enfermedad. Para cumplir lo que recomendó la Sma. Virgen, ofrezco mis sufrimientos como penitencia por la conversión de los pecadores".
Uno de los medios que Dios tiene para que las personas santas lleguen a un altísimo grado de perfección, consiste en permitir que les llegue la incomprensión, y muchas veces de parte de personas que están en altos puestos y que al hacerles la persecución piensan que con esto están haciendo una obra buena.
Bernardita tuvo por superiora durante los primeros años de religiosa a una mujer que le tenía una antipatía total y casi todo lo que ella hacía lo juzgaba negativamente. Así, por ejemplo, a causa de un fuerte y continuo dolor que la joven sufría en una rodilla, tenía que cojear un poco. Pues bien, la superiora decía que Bernardita cojeaba para que la gente al ver las religiosas pudiera distinguir desde lejos cuál era la que había visto a la Virgen. Y así en un sinnúmero de detalles desagradables la hacía sufrir. Y ella jamás se quejaba ni se disgustaba por todo esto. Recordaba muy bien la noticia que le había dado la Madre de Dios: "No te haré feliz en esta vida, pero sí en la otra".
Duró quince años de religiosa. Los primeros 6 años estuvo trabajando, pero fue tratada con mucha indiferencia por las superioras. Después los otros 9 años padeció noche y día de dos terribles enfermedades: el asma y la tuberculosis. Cuando llegaba el invierno, con un frío de varios grados bajo cero, se ahogaba continuamente y su vida era un continuo sufrir.
Deseaba mucho volver a Lourdes, pero desde el día en que fue a visitar la Gruta por última vez para irse de religiosa, jamás volvió por allí. Ella repetía: "Ah quién pudiera ir hasta allá, sin ser vista. Cuando se ha visto una vez a la Sma. Virgen, se estaría dispuesto a cualquier sacrificio con tal de volverla a ver. Tan bella es".
Al llegar a la Comunidad reunieron a las religiosas y le pidieron que les contara cómo habían sido las apariciones de la Virgen. Luego le prohibieron volver a hablar de esto, y en los 15 años de religiosa ya no se le permitió tratar este tema. Son sacrificios que a los santos les preparan altísimo puesto en el cielo.
Cuando ya le faltaba poco para morir, llegó un obispo a visitarla y le dijo que iba camino de Roma, que le escribiera una carta al Santo Padre para que le enviara una bendición, y que él la llevaría personalmente. Bernardita, con mano temblorosa, escribe: "Santo Padre, qué atrevimiento, que yo una pobre hermanita le escriba al Sumo Pontífice. Pero el Sr. Obispo me ha mandado que lo haga. Le pido una bendición especial para esta pobre enferma". A vuelta del viaje el Sr. Obispo le trajo una bendición especialísima del Papa y un crucifijo de plata que le enviaba de regalo el Santo Padre.
El 16 de abril de 1879, exclamó emocionada: "Yo vi la Virgen. Sí, la vi, la vi ¡Que hermosa era!" Y después de unos momentos de silencio exclamó emocionada: "Ruega Señora por esta pobre pecadora", y apretando el crucifijo sobre su corazón se quedó muerta. Tenía apenas 35 años.
A los funerales de Bernardita asistió una muchedumbre inmensa. Y ella empezó a conseguir milagros de Dios en favor de los que le pedían su ayuda. Y el 8 de diciembre de 1933, el Santo Padre Pío Once la declaró santa.
Bernardita: tú que tuviste la dicha de ver a la Sma. Virgen aquí en la tierra, haz que nosotros tengamos la dicha de verla y acompañarla para siempre en el cielo.
MAS SOBRE LA HISTORIA DE LA VIRGEN DE LOURDES
http://www.ewtn.com/spanish/Maria/lourdes.htm
Fuente: Archidiócesis de Madrid
Eladio, Santo Arzobispo, 18 de febrero del 632.
Arzobispo
|
Fray Angelico, San Pintor, 18 de febrero
Febrero 18
Etimológicamente significa "mensajero". Viene de la lengua griega. |
Angilberto de Centula Abad, 18 de febrero
Febrero 18
|
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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