JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san Juan 15, 9-17
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
"Como el Padre me ama a mí, así los amo yo a ustedes. Permanezcan en mi amor. Pero sólo permanecerán en mi amor, si ponen en práctica mis mandamientos, lo mismo que yo he puesto en práctica los
mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho todo esto para que participen en mi alegría, y su alegría sea completa.
Mi mandamiento es éste: Amense unos a otros, como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando.
En adelante, ya no los llamaré siervos, porque el siervo no conoce lo que hace su señor. Desde ahora los llamaré amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí a mi Padre.
No me eligieron ustedes a mí; fui yo quien los elegí a ustedes. Y los he destinado para que vayan y den fruto abundante y duradero. Así, el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre. Lo que yo les mando es esto: que se amen unos a otros".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
San Matías, Apóstol 14 mayo
Antífona de Entrada
No son ustedes los que me han elegido, dice el Señor; soy yo quien los he elegido para que vayan y den fruto, y ese fruto dure. Aleluya.
Oración Colecta
Oremos:
Señor Dios, tú que Ilamaste a san Matías a formar parte del grupo de tus apóstoles; concédenos, por sus méritos, corresponder al don de tu amor para que podamos Ilegar a compartir la gloria de tus elegidos.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
Echaron suertes, le tocó a Matías y lo asociaron a los once apóstoles
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 1, 15-17.20-26
En aquellos días, Pedro se puso en pie en medio de los hermanos, que eran unos ciento veinte, y dijo:
"Hermanos, tenía que cumplirse la Escritura que el Espíritu Santo había anunciado por boca de David acerca de Judas, el que guió a los que apresaron a Jesús. Era uno de los nuestros y participaba de este ministerio. Así está escrito en el libro de los Salmos:
Que su morada quede desierta, y no haya quien la habite.
Y también:
Que otro ocupe su cargo.
Es necesario, por lo tanto, que uno de los que nos acompañaron durante todo el tiempo que el Señor Jesús estuvo con nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que fue elevado a los cielos, entre a formar parte de nuestro grupo, para que sea, junto con nosotros, testigo de su resurrección".
Presentaron a dos: a José, apellidado Barsabás, por sobrenombre Justo, y a Matías. Y oraron así:
"Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, señala a cuál de estos dos has elegido para ocupar, en este ministerio apostólico, el puesto del que se apartó Judas para irse al lugar que le correspondía".
Echaron suertes, y la elección cayó sobre Matías, el cual entró a formar parte del grupo de los once apóstoles.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 112, 1-2.3-4.5-6.7-8
Bendito sea el nombre del Señor.
Alaben, siervos del Señor, alaben el nombre del Señor. Bendito sea el nombre del Señor, desde ahora y para siempre.
Bendito sea el nombre del Señor.
Desde la salida del sol hasta su ocaso, sea alabado el nombre del Señor. El Señor está por encima de todas las naciones, su gloria está sobre los cielos.
Bendito sea el nombre del Señor.
¿Quién como el Señor, nuestro Dios, que reina en las alturas y sin embargo se inclina para mirar cielos y tierra?
Bendito sea el nombre del Señor.
El levanta del polvo al desamparado y alza de la miseria al necesitado, para sentarlo con los príncipes de su pueblo.
Bendito sea el nombre del Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Yo los he elegido del mundo, dice el Señor, para que vayan y den fruto y su fruto permanezca.
Aleluya.
Evangelio
No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido
† Lectura del santo Evangelio según san Juan 15, 9-17
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
"Como el Padre me ama a mí, así los amo yo a ustedes. Permanezcan en mi amor. Pero sólo permanecerán en mi amor, si ponen en práctica mis mandamientos, lo mismo que yo he puesto en práctica los
mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho todo esto para que participen en mi alegría, y su alegría sea completa.
Mi mandamiento es éste: Amense unos a otros, como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando.
En adelante, ya no los llamaré siervos, porque el siervo no conoce lo que hace su señor. Desde ahora los llamaré amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí a mi Padre.
No me eligieron ustedes a mí; fui yo quien los elegí a ustedes. Y los he destinado para que vayan y den fruto abundante y duradero. Así, el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre. Lo que yo les mando es esto: que se amen unos a otros".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, los dones que tu Iglesia te presenta en la festividad de san Matías, apóstol, y por medio de esta Eucaristía fortalécenos con tu amor y tu gracia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
Los apóstoles, pastores del pueblo de Dios
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso, Pastor eterno.
Porque no abandonas a tu rebaño, sino que lo cuidas continuamente por medio de los santos apóstoles, para que sea gobernado por aquellos mismos pastores que le diste como vicarios de tu Hijo.
Por eso,
con los ángeles y arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Antífona de la Comunión
Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado, dice el Señor. Aleluya.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Te rogamos, Señor, por intercesión de san Matías, apóstol, que no nos prives nunca de este pan de vida para que podamos prepararnos, con tu gracia, a recibir la herencia reservada a tus hijos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
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† Meditación diaria
14 de mayo
SAN MATÍAS, APÓSTOL*
Fiesta
— Dios es el que elige.
— Nunca faltan las gracias para llevar a cabo la propia vocación.
— La felicidad y el sentido de la vida están en seguir la llamada que Dios hace a cada hombre, a cada mujer.
I. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy Yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca1.
Después de la traición de Judas había quedado un puesto vacante entre los Doce. Con la elección del nuevo Apóstol se había de cumplir lo que el mismo Espíritu Santo había profetizado y lo que Jesús expresamente había instituido. El Señor quiso que fueran doce sus Apóstoles2. El nuevo Pueblo de Dios debía estar asentado sobre doce columnas, como el antiguo lo había estado sobre las doce tribus de Israel3. San Pedro, ejerciendo su potestad primada ante aquellos ciento veinte discípulos reunidos, declara las condiciones que ha de tener el que complete el Colegio Apostólico, según había aprendido del Maestro: el discípulo ha de conocer a Jesús y ser testigo suyo. Por eso, Pedro señala en su discurso: Es necesario que de los hombres que nos han acompañado todo el tiempo en que el Señor Jesús vivió entre nosotros, empezando desde el bautismo de Juan hasta el día en que fue elevado de entre nosotros, uno de ellos sea constituido con nosotros testigo de su resurrección4. El Apóstol pone de relieve la necesidad de que el nuevo elegido sea testigo ocular de la predicación y de los hechos de Jesús a lo largo de su vida pública, y de modo especial de la Resurrección. Treinta años más tarde, asegura en las últimas palabras que dirigió a todos los cristianos: No os hemos dado a conocer el poder de Jesús y su venida siguiendo fábulas ingeniosas, sino como testigos oculares de su grandeza5.
Pedro no elige, sino que deja la suerte a Dios, según se hacía a veces en el Antiguo Testamento6. Se echan suertes, pero es Dios quien da la decisión, se lee en el Libro de los Proverbios7. Presentaron a dos, a José, llamado Barsabas, por sobrenombre Justo, y a Matías, forma abreviada de Matatías, que significa regalo de Dios. Echaron suertes, y la suerte recayó sobre Matías, que fue agregado al número de los Once Apóstoles. Un historiador antiguo recoge una tradición que afirma que este discípulo pertenecía al grupo de los setenta y dos que, enviados por Jesús, fueron a predicar por las ciudades de Israel8.
Antes de la elección, Pedro y toda la comunidad ruegan a Dios, porque la elección no la hacen ellos, la vocación es siempre elección divina. Por eso dice: Tú, Señor, que conoces el corazón de todos, muestra a cuál de estos has elegido. Los Once y los demás discípulos no se atreven por sí mismos, por sus propias consideraciones o simpatías, a tomar la responsabilidad de señalar un sucesor a Judas. San Pablo, cuando se siente movido a declarar el origen de su misión, indica que ha sido constituido no por los hombres ni por la autoridad de un hombre, sino solo por Jesucristo, y por Dios, su Padre9. Es el Señor el que elige y envía. También ahora.
Cada uno de nosotros tiene una vocación divina, una llamada a la santidad y al apostolado, recibida en el Bautismo y especificada después en las sucesivas intervenciones de Dios en la propia historia personal. Y hay momentos en que esta llamada a seguir de cerca a Jesús se hace particularmente intensa y clara. «Yo tampoco pensaba que Dios me cogiera como lo hizo. Pero el Señor (...) no nos pide permiso para "complicarnos la vida". Se mete y... ¡ya está!»10. Y luego toca a cada uno corresponder. Hoy podemos preguntarnos en nuestra oración: ¿soy fiel a lo que el Señor quiere de mí?, ¿busco hacer la voluntad de Dios en todos mis proyectos?, ¿estoy dispuesto a corresponder a lo que el Señor a lo largo de la vida me va pidiendo?
II. ... et cecidit sors super Matthiam..., y recayó la suerte sobre Matías... La llamada de Matías nos recuerda que la vocación recibida es un don siempre inmerecido. Dios nos destina a asemejarnos cada vez más a Cristo, a participar de la vida divina, nos asigna una misión en la vida y nos quiere junto a Él, en una vida eterna felicísima. Cada uno tiene una llamada de Dios para estar cerca de Cristo y para extender su reinado en el propio ámbito y según sus circunstancias.
Además de esta llamada universal a la santidad, Jesús hace especiales llamamientos. Y llama a muchos: a algunos para que den un testimonio particular alejándose del mundo, o para prestar un servicio particular en el sacerdocio; a la inmensa mayoría, el Señor los llama para que, estando en el mundo, lo vivifiquen desde dentro en el matrimonio, que es «camino de santidad»11, o en el celibato, en el que se entrega el corazón entero por amor a Dios y a las almas.
La vocación no nace de buenos deseos o de grandes aspiraciones. Los Apóstoles, y ahora Matías, no eligieron ellos al Señor como Maestro, según la costumbre judía de seleccionar al rabino del que uno debía aprender. Fue Cristo quien los entresacó a ellos; a unos directamente, a Matías a través de esta elección que la Iglesia deja en las manos de Dios. No sois vosotros los que me habéis elegido -les recordará Jesús en la Última Cena, y hoy leemos en el Evangelio de la Misa-, sino Yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca12. ¿Por qué llegaron estos hombres a gozar de este inmenso don? ¿Por qué ellos precisamente y no otros? No cabe preguntarse por qué razón fueron elegidos. Simplemente, los llamó el Señor. Y en esa libérrima elección de Cristo –llamó a los que quiso13– estriba todo su honor y la esencia de su vida.
Desde el primer momento en que Jesús se fija en un alma y la invita a seguirle, se suceden luego otras muchas llamadas, que quizá parecen pequeñas, pero que señalan el camino; «a lo largo de la vida, de ordinario poco a poco pero constantemente, Dios nos propone –con invitación exigente– muchas "determinaciones" de esa llamada radical, que implican siempre la relación de persona a persona con Cristo. Dios nos pide desde el principio la decisión de seguirle, pero nos oculta, con sabia pedagogía, la totalidad de las posteriores determinaciones de aquella decisión, tal vez porque no seríamos capaces de aceptarlas in actu»14, en aquel momento. El Señor da luces y gracias particulares en esos impulsos en los que el Espíritu Santo parece tirar del alma hacia arriba, en deseos de ser mejores, de servir más a los hombres, y de modo particular a los que cada día conviven con nosotros. Nunca faltan sus gracias.
Matías, según nos señala la tradición, murió mártir, como los demás Apóstoles. La esencia de su vida estuvo en llevar a cabo el dulce y a veces doloroso encargo que aquel día puso el Espíritu Santo sobre sus hombros. También en la fidelidad a la propia vocación está nuestra mayor felicidad y el sentido de la propia vida, que el Señor va desvelando a su tiempo.
III. Jesús elige a los suyos, les llama. Este llamamiento es su mayor honor, lo que les da derecho a una particular unión con el Maestro, a especiales gracias, a ser escuchados de modo muy particular en la intimidad de la oración. «La vocación de cada uno se funde, hasta cierto punto, con su propio ser: se puede decir que vocación y persona se hacen una misma cosa. Esto significa que en la iniciativa creadora de Dios entra un particular acto de amor para con los llamados, no solo a la salvación, sino al ministerio de la salvación. Por eso, desde la eternidad, desde que comenzamos a existir en los designios del Creador y Él nos quiso criaturas, también nos quiso llamados, predisponiendo en nosotros los dones y las condiciones para la respuesta personal, consciente y oportuna a la llamada de Cristo o de la Iglesia. Dios que nos ama, que es Amor, es también Aquel que llama (cfr. Rom 9, 11)»15.
Pablo comienza sus cartas así: Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado al apostolado, elegido para predicar el Evangelio de Dios16. Llamado y elegido no por los hombres ni por la autoridad de un hombre, sino solo por Jesucristo, y por Dios, su Padre17. El Señor nos llama como llamó a Moisés18, a Samuel19, a Isaías20. Vocación que no se fundamenta en ningún mérito personal: Yahvé me llamó desde antes de mi nacimiento21. Y San Pablo lo dirá aún más categóricamente: Nos llamó con vocación santa, no en virtud de nuestras obras, sino en virtud de su designio22.
Jesús llamó a sus discípulos para que compartieran con Él su cáliz, es decir, su vida y su misión. Ahora nos invita a nosotros: hemos de estar atentos para no oscurecer esa voz con el ruido de las cosas, que, si no son en Él y por Él, no tienen el menor interés. Cuando se oye la voz de Cristo que invita a seguirle del todo, nada importa frente a la realidad de seguirle. Y Él, a lo largo de la vida, nos va desvelando la riqueza inmensa contenida en la primera llamada, la de aquel día que pasó más cerca de nosotros.
Apenas elegido, Matías se hunde de nuevo en el silencio. Con los demás Apóstoles experimentó el ardiente gozo de Pentecostés. Caminó, predicó y curó a enfermos, pero su nombre no vuelve a aparecer en la Sagrada Escritura. Como los demás Apóstoles, dejó una estela de fe imborrable que dura hasta nuestros días. Fue una luz encendida que Dios contempló con inmenso gozo desde el Cielo.
1 Antífona de entrada, Jn 15, 16. — 2 Cfr. Mt 19, 28. — 3 Cfr. Ef 2, 20. — 4 Hch 1. 21-22. — 5 2 Pdr 1. 16. — 6 Cfr. Lev 16, 8-9; Num 26, 55. — 7 Prov 16, 33. — 8 Cfr.Eusebio, Historia Ecclesiástica, 1, 12. — 9 Gal 1, 1. — 10 San Josemaría Escrivá,Forja, n. 902. — 11 Cfr. Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer, Rialp, 14ª ed., Madrid 1985, n. 92. — 12 Jn 15, 16. — 13 Mc 3, 13. — 14 P. Rodríguez,Vocación, trabajo, contemplación, EUNSA, Pamplona 1986, p. 28. — 15 Juan Pablo II, Alocución en Porto Alegre, 5-VII-1980. — 16 Rom 1. 1; 1 Cor 1, 1. — 17 Gal 1, 1. — 18 Ex 3, 4: 19, 20; 24, 16. — 19 1 Sam 3. 4. — 20 1, 49, 1. — 21 Is 48, 8. — 22 2 Tim 1, 9.
* Después de la Ascensión, mientras esperaban la venida del Espíritu Santo, los Apóstoles eligieron a Matías para que ocupara el puesto de Judas y quedara completo el número de los Doce, que representaban a las doce tribus de Israel. Matías había sido discípulo del Señor y testigo de la Resurrección. Según la tradición, evangelizó Etiopía, donde sufrió martirio. Sus reliquias, por encargo de Santa Elena, fueron llevadas a Tréveris. Es el Patrono de esta ciudad.
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Pascua. 4ª semana. Miércoles
ACCIONES DE GRACIAS
— El agradecimiento a Dios por todos los bienes es una manifestación de fe, de esperanza y de amor. Innumerables motivos para ser agradecidos.
— Ver la bondad de Dios en nuestra vida. La virtud humana de la gratitud.
— La acción de gracias después de la Santa Misa y de la Comunión.
I. Te daré gracias entre las naciones, Señor; contaré tu fama a mis hermanos. Aleluya1, rezamos en la Antífona de entrada de la Misa.
Constantemente nos invita la Sagrada Escritura a dar gracias a Dios: los himnos, los salmos, las palabras de todos los hombres justos están penetradas de alabanza y de agradecimiento a Dios. ¡Bendice, alma mía, a Yahvé y no olvides ninguno de sus favores!2, dice el Salmista. El agradecimiento es una forma extraordinariamente bella de relacionarnos con Dios y con los hombres. Es un modo de oración muy grato al Señor, que anticipa de alguna manera la alabanza que le daremos por siempre en la eternidad, y una manera de hacer más grata la convivencia diaria. Llamamos precisamente Acción de gracias al sacramento de la Sagrada Eucaristía, por el que adelantamos aquella unión en que consistirá la bienaventuranza eterna.
En el Evangelio vemos cómo el Señor se lamenta de la ingratitud de unos leprosos que no saben ser agradecidos: después de haber sido curados ya no se acordaron de quien les había devuelto la salud, y con ella su familia, el trabajo..., la vida. Jesús se quedó esperándolos3. En otra ocasión se duele de la ciudad de Jerusalén, que no percibe la infinita misericordia de Dios al visitarla4, ni el don que le hace el Señor al tratar de acogerla como la gallina reúne a sus polluelos bajo las alas5.
Agradecer es una forma de expresar la fe, pues reconocemos a Dios como fuente de todos los bienes; es una manifestación de esperanza, pues afirmamos que en Él están todos los bienes; y lleva al amor6 y a la humildad, pues nos reconocemos pobres y necesitados. San Pablo exhortaba encarecidamente a los primeros cristianos a que fueran agradecidos: Dad gracias a Dios, porque esto es lo que quiere Dios que hagáis en Jesucristo7, y considera la ingratitud como una de las causas del paganismo8.
"San Pablo –señala San Juan Crisóstomo– da gracias en todas sus cartas por todos los beneficios de la tierra. Démoslas también nosotros por los beneficios propios y por los ajenos, por los pequeños y por los grandes"9. Un día, cuando estemos ya en la presencia de Dios para siempre, comprenderemos con entera claridad que no solo nuestra existencia se la debemos a Él, sino que toda ella estuvo llena de tantos cuidados, gracias y beneficios "que superan en número a las arenas del mar"10. Nos daremos cuenta de que no tuvimos más que motivos de agradecimiento a Dios y a los demás. Solo cuando la fe se apaga se dejan de ver estos bienes y esta grata obligación.
"Acostúmbrate a elevar tu corazón a Dios, en acción de gracias, muchas veces al día. —Porque te da esto y lo otro. —Porque te han despreciado. —Porque no tienes lo que necesitas o porque lo tienes.
"Porque hizo tan hermosa a su Madre, que es también Madre tuya. —Porque creó el sol y la luna y aquel animal y aquella otra planta. —Porque hizo a aquel hombre elocuente y a ti te hizo premioso...
"Dale gracias por todo, porque todo es bueno"11.
II. El Señor nos enseñó a ser agradecidos hasta por los favores más pequeños: Ni un vaso de agua que deis en mi nombre quedará sin su recompensa12. El samaritano que volvió a dar gracias se marchó con un don todavía mayor: la fe y la amistad del Señor: Levántate y vete, tu fe te ha salvado, le dijo Jesús13. Los nueve leprosos desagradecidos se quedaron sin la parte mejor que les había reservado. El Señor espera de nosotros los cristianos que cada día nos acerquemos a Él para decirle muchas veces: "¡Gracias, Señor!".
Como virtud humana, la gratitud constituye un eficaz vínculo entre los hombres y revela con bastante exactitud la calidad interior de la persona. "Es de bien nacidos ser agradecidos", dice la sabiduría popular. Y si falta esta virtud se hace difícil la convivencia humana.
Cuando somos agradecidos con los demás guardamos el recuerdo afectuoso de un beneficio, aunque sea pequeño, con el deseo de pagarlo de alguna manera. En muchas ocasiones solo podremos decir "gracias", o algo parecido. En la alegría que ponemos en ese gesto va nuestro agradecimiento. Y todo el día está lleno de pequeños servicios y dones de quienes están a nuestro lado. Cuesta poco manifestar nuestra gratitud y es mucho el bien que se hace: se crea un mejor ambiente, unas relaciones más cordiales, que facilitan la caridad.
La persona agradecida con Dios lo es también con quienes la rodean. Con más facilidad sabe apreciar esos pequeños favores y agradecerlos. El soberbio, que solo está en sus cosas, es incapaz de agradecer; piensa que todo le es debido.
Si estamos atentos a Dios y a los demás, apreciaremos en nuestro propio hogar que la casa esté limpia y en orden, que alguien haya cerrado las ventanas para que no entre el frío o el calor, que la ropa esté limpia y planchada... Y si alguna vez una de estas cosas no está como esperábamos, sabremos disculpar, porque es incontablemente mayor el número de cosas gratas y favores recibidos.
Y al salir a la calle, el portero merece nuestro agradecimiento por guardar la casa, y la señora de la farmacia que nos ha proporcionado las medicinas, y quienes componen el periódico y han pasado la noche trabajando, y el conductor del autobús... Toda la convivencia humana está llena de pequeños servicios mutuos. ¡Cómo cambiaría esta convivencia si además de pagar y de cobrar lo justo en cada caso, lo agradeciéramos! La gratitud en lo humano es propio de un corazón grande.
III. Las acciones de gracias frecuentes deben informar nuestro comportamiento diario con el Señor, porque estamos rodeados de sus cuidados y favores: "nos inunda la gracia"14. Pero existe un momento muy extraordinario en el que el Señor nos llena de sus dones, y en él debemos ser particularmente agradecidos: la acción de gracias que sigue a la Misa.
Nuestro diálogo con Jesús en esos minutos debe ser particularmente íntimo, sencillo y alegre. No faltarán los actos de adoración, de petición, de humildad, de desagravio y de agradecimiento. "Los santos (...) nos han dicho repetidamente que la acción de gracias sacramental es para nosotros el momento más precioso de la vida espiritual"15.
En esos momentos debemos cerrar la puerta de nuestro corazón para todo aquello que no sea el Señor, por muy importante que pueda ser o parecer. Unas veces nos quedaremos a solas con Él y no serán necesarias las palabras; nos bastará saber que Él está allí, en nuestra alma, y nosotros en Él. Bastará poco para estar hondamente agradecidos, contentos, experimentando la verdadera amistad con el Amigo. Allí cerca están los ángeles, que le adoran en nuestra alma... En ese momento el alma es lo más semejante al Cielo en este mundo. ¿Cómo vamos a estar pensando en otras cosas...?
En otras ocasiones echaremos mano de esas oraciones que recogen los devocionarios, que han alimentado la piedad de generaciones de cristianos durante muchos siglos: Te Deum, Trium puerorum, Adoro te devote, Alma de Cristo..., y otras muchas, que los santos y los buenos cristianos que han amado de verdad a Jesús Sacramentado nos han dejado como alimento de nuestra piedad.
"El amor a Cristo, que se ofrece por nosotros, nos impulsa a saber encontrar, acabada la Misa, unos minutos para una acción de gracias personal, íntima, que prolongue en el silencio del corazón esa otra acción de gracias que es la Eucaristía. ¿Cómo dirigirnos a Él, cómo hablarle, cómo comportarse?
"No se compone de normas rígidas la vida cristiana (...). Pienso, sin embargo, que en muchas ocasiones el nervio de nuestro diálogo con Cristo, de la acción de gracias después de la Santa Misa, puede ser la consideración de que el Señor es, para nosotros, Rey, Médico, Maestro, Amigo"16.
Rey, porque nos ha rescatado del pecado y nos ha trasladado al reino de la luz. Le pedimos que reine en nuestro corazón, en las palabras que pronunciemos en ese día, en el trabajo que le hemos ofrecido, en nuestros pensamientos, en cada una de nuestras acciones.
En la Comunión vemos a Jesús como Médico, y junto a Él encontramos el remedio de todas nuestras enfermedades. Acudimos a la Comunión como se llegaban a Él los ciegos, los sordos, los paralíticos... Y no olvidamos que tenemos en nuestra alma, a nuestra disposición, la Fuente de toda vida. Él es la Vida.
Jesús es el Maestro, y reconocemos que Él tiene palabras de vida eterna..., y en nosotros ¡existe tanta ignorancia! Él enseña sin cesar, pero debemos estar atentos. Si estuviéramos con la imaginación, la memoria, los sentidos dispersos... no le oiríamos.
En la Comunión contemplamos al Amigo, el verdadero Amigo, del que aprendemos lo que es la amistad. A Él le contamos lo que nos pasa, y siempre encontramos una palabra de aliento, de consuelo... Él nos entiende bien. Pensemos que está con la misma presencia real con la que se encuentra en el Cielo, que le rodean los ángeles... En ocasiones pediremos ayuda a nuestro Ángel Custodio: "Dale gracias por mí, tú lo sabes hacer mejor". Ninguna criatura como la Virgen, que llevó en su seno durante nueve meses al Hijo de Dios, podrá enseñarnos a tratarle mejor en la acción de gracias de la Comunión. Acudamos a Ella.
1 Antífona de entrada. Sal 17, 50; 21, 23. — 2 Sal 102, 2. — 3 Cfr. Lc 17, 11 ss. — 4 Cfr. Lc 19, 44. — 5 Cfr. Mt 23, 37. — 6 Cfr. Santo Tomás, Suma Teológica, 2-2, q. 101, a. 3. — 7 1 Tes 5, 18. — 8 Cfr. Rom 1, 18-32. — 9 San Juan Crisóstomo, Homilías sobre San Mateo, 25, 4. — 10 Ibídem. — 11 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 268. — 12 Mt 10, 42. — 13 Lc 17, 19. — 14 Ch. Journet, Charlas acerca de la gracia, Madrid 1979, p. 17. — 15 R. Garrigou-Lagrange, Las tres edades de la vida interior, Palabra, 4ª ed., Madrid 1982, vol. I, p. 489. — 16 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 92.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
Matías significa: "Regalo de Dios".
Este es el apóstol No. 13 (El 14 es San Pablo). Es un apóstol "póstumo" (Se llama póstumo al que aparece después de la muerte de otro). Matías fue elegido "apóstol" por los otros 11, después de la muerte y Ascensión de Jesús, para reemplazar a Judas Iscariote que se ahorcó. La S. Biblia narra de la siguiente manera su elección:
"Después de la Ascensión de Jesús, Pedro dijo a los demás discípulos: Hermanos, en Judas se cumplió lo que de él se había anunciado en la Sagrada Escritura: con el precio de su maldad se compró un campo. Se ahorcó, cayó de cabeza, se reventó por medio y se derramaron todas sus entrañas. El campo comprado con sus 30 monedas se llamó Haceldama, que significa: "Campo de sangre". El salmo 69 dice: "su puesto queda sin quién lo ocupe, y su habitación queda sin quién la habite", y el salmo 109 ordena: "Que otro reciba su cargo".
"Conviene entonces que elijamos a uno que reemplace a Judas. Y el elegido debe ser de los que estuvieron con nosotros todo el tiempo en que el Señor convivió con nosotros, desde que fue bautizado por Juan Bautista hasta que resucitó y subió a los cielos".
Los discípulos presentaron dos candidatos: José, hijo de Sabas y Matías. Entonces oraron diciendo: "Señor, tú que conoces los corazones de todos, muéstranos a cual de estos dos eliges como apóstol, en reemplazo de Judas".
Echaron suertes y la suerte cayó en Matías y fue admitido desde ese día en el número de los doce apóstoles (Hechos de los Apóstoles, capítulo 1).
San Matías se puede llamar un "apóstol gris", que no brilló de manera especial, sino que fue como tantos de nosotros, un discípulo del montón, como una hormiga en un hormiguero. Y a muchos nos anima que haya santos así porque esa va a ser nuestra santidad: la santidad de la gentecita común y corriente. Y de estos santos está lleno el cielo: San Chofer de camión y Santa Costurera. San Cargador de bultos y Santa Lavandera de ropa. San Colocador de ladrillos y Santa Vendedora de Almacén, San Empleado y Santa Secretaria, etc. Esto democratiza mucho la santidad, porque ella ya no es para personajes brillantes solamente, sino para nosotros los del montón, con tal de que cumplamos bien cada día nuestros propios deberes y siempre por amor de Dios y con mucho amor a Dios.
San Clemente y San Jerónimo dicen que San Matías había sido uno de los 72 discípulos que Jesús mandó una vez a misionar, de dos en dos. Una antigua tradición cuenta que murió crucificado. Lo pintan con una cruz de madera en su mano y los carpinteros le tienen especial devoción.
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Fuente: Vatican.va
Teodora Guérin, Santa Virgen, Mayo 14
"¡Qué fortaleza adquiere el alma en la plegaria! En medio de la tormenta, ¡qué dulce es la calma que la plegaria halla en el corazón de Jesús! Pero... ¿qué consuelo queda para aquéllos que no rezan? ". Estas palabras, escritas por la Madre Teodora Guerin tras sobrevivir una violenta tormenta en alta mar, quizás sean las que mejor ejemplifiquen su vida y su ministerio. Por cierto, la Madre Teodora obtuvo fuerzas en la oración, en su diálogo con Dios, con Jesús y con la Sagrada Virgen María. A lo largo de su vida, la Madre Teodora difundió la oración compartiendo su amor a Dios con gentes de todas partes. |
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Fuente: ACI Prensa
María Dominica Mazzarello, Santa Fundadora, Mayo 14
Fundadora de la Comunidad de Hermanas Salesianas Nació el 9 de mayo de 1837 en Mornese, Italia. |
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Fuente: Clairval.com
Miguel Garicoits, Santo Fundador, Mayo 14
Fundador de los |
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Fuente: op.org.ar
Gil de Santarem, Beato Dominico, Mayo 14
Dominico Gil nace en el pueblo de Vaozela, diócesis de Viseo (Portugal) hacia el 1190, siendo su padre el noble Rodrigo Pelagio Valladares. |
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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