JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san Juan 8, 12-20
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo dijo Jesús a los judíos:
"Yo soy la luz del mundo. El que me siga no caminará a oscuras, sino que tendrá la luz de la vida".
Al oír esto, los fariseos le dijeron:
"Estás dando testimonio de ti mismo; por tanto, tu testimonio no tiene valor".
Jesús les contestó:
"Aunque doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es válido, porque sé de dónde vengo y a dónde voy. Ustedes, en cambio, no saben ni de dónde vengo ni a dónde voy. Ustedes juzgan con criterios mundanos. Yo no juzgo a nadie, pero si lo hiciera, mi juicio es válido, porque no soy yo sólo el juez, sino que también está conmigo el Padre, que me envió. En su ley está escrito que el testimonio dado por dos testigos es válido. Pues bien: un testigo a mi favor soy yo mismo; pero también da testimonio a mi favor el Padre, que me envió".
Ellos le preguntaron:
"¿Dónde está tu Padre?"
Jesús les contestó:
"Ni me conocen a mí ni conocen a mi Padre; si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre".
Jesús dijo esto cuando estaba enseñando en el templo, junto a las alcancías de las ofrendas. Sin embargo, nadie se atrevió a detenerlo, porque aún no había llegado su hora.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=272692
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
lun 5a. Sem cuaresma
Antífona de Entrada
Ten compasión de mí, Señor, que me pisotean y acosan todo el día mis enemigos.
Oración Colecta
Oremos:
Dios nuestro, que con el don de tu amor nos colmas de bendiciones, transfórmanos en una nueva criatura para que estemos preparados a la Pascua gloriosa de tu Reino.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
La inocencia de Susana
Lectura del libro del profeta Daniel 13, 1-9.15-17.19-30.33-62
En aquellos días, vivía en Babilonia un hombre llamado Joaquín. Se había casado con una mujer llamada Susana, hija de Jelcías, de gran belleza y fiel a Dios, pues sus padres eran justos y la habían educado conforme a la ley de Moisés. Joaquín era muy rico y tenía un espacioso jardín junto a su casa. Como era el más ilustre de los judíos, todos ellos se reunían allí.
Aquel año habían sido designados jueces de entre el pueblo dos viejos de ésos de quienes dice el Señor: "Los ancianos y los jueces que se hacen pasar por guías del pueblo han traído la maldad a Babilonia". Frecuentaban estos dos viejos la casa de Joaquín, y todos los que tenían algún pleito que resolver acudían a ellos.
Al mediodía, cuando la gente se había ido, Susana salía a pasear por el jardín de su marido. Los dos viejos la veían entrar y pasear todos los días, y comenzaron a desearla con pasión. Su mente se pervirtió y se olvidaron de Dios y de sus justos juicios.
Un día, mientras ellos estaban aguardando la ocasión oportuna, entró Susana, como de
costumbre, acompañada solamente por dos criadas jóvenes, y quiso bañarse en el jardín, porque hacía mucho calor. No había allí nadie más que los dos viejos, que estaban escondidos observando. Susana dijo a sus criadas:
"Tráiganme aceite y perfumes y cierren las puertas del jardín, para que pueda bañarme".
En cuanto se fueron las criadas, los dos viejos salieron del lugar donde estaban y fueron corriendo adonde estaba Susana, y le dijeron:
"Mira, las puertas del jardín están cerradas, nadie nos ve.
Nosotros te deseamos apasionadamente; consiente, pues, y deja que nos acostemos contigo. De lo contrario daremos testimonio contra ti, diciendo que un joven estaba contigo y que por eso mandaste fuera a las criadas".
Susana suspiró profundamente y dijo:
"No tengo escapatoria. Si consiento, me espera la muerte; si me resisto, tampoco escaparé de sus manos. Pero prefiero caer en sus manos sin hacer el mal, a pecar en presencia del Señor".
Así que Susana gritó con todas sus fuerzas, pero también los dos viejos se pusieron a gritar contra Susana, y uno de ellos corrió a abrir la puerta del jardín. Al oír gritos en el jardín, la servidumbre entró corriendo por la puerta de atrás para ver lo que ocurría. Cuando oyeron lo que contaban los dos viejos, los criados se avergonzaron, porque jamás se había dicho de Susana una cosa semejante.
Al día siguiente, cuando el pueblo se reunió en casa de Joaquín, vinieron los dos viejos con el criminal propósito de condenarla a muerte. Y dijeron ante el pueblo:
"Manden a buscar a Susana, hija de Jelcías, la mujer de Joaquín".
Fueron a buscarla, y ella vino con sus padres, sus hijos y todos sus parientes. Los familiares de Susana lloraban al igual que todos cuantos la veían.
Entonces los dos viejos, de pie en medio de la asamblea, pusieron sus manos sobre la cabeza de Susana. Ella, llorando, levantó los ojos al cielo, porque su corazón estaba lleno de confianza en el Señor. Los viejos dijeron:
"Estábamos nosotros dos solos paseando por el jardín cuando entró ésta con dos criadas, cerró las puertas del jardín y mandó irse a las criadas. Entonces se acercó a ella un joven que estaba escondido y se acostó con ella. Nosotros, que estábamos en un rincón del jardín, al ver la infamia, corrimos hacia ellos y los sorprendimos juntos; a él no pudimos sujetarlo, porque era más fuerte que nosotros y, abriendo la puerta, se escapó; pero a ésta si la agarramos y le preguntamos quién era el joven, pero no quiso decirlo. De todo esto somos testigos".
La asamblea les creyó, porque eran ancianos y jueces del pueblo, y Susana fue condenada a muerte.
Pero ella gritó con todas sus fuerzas:
"Oh Dios eterno, que conoces lo que está oculto y sabes todas las cosas antes que sucedan: tú sabes que éstos han dado falso testimonio contra mí; y ahora yo voy a morir sin haber hecho nada de lo que la maldad de éstos ha inventado contra mí".
El Señor escuchó la súplica de Susana y, cuando la llevaban para matarla, Dios despertó el santo espíritu de un jovencito llamado Daniel, el cual se puso a gritar:
"¡Yo soy inocente de la sangre de esta mujer!"
Todo el pueblo lo miró y le preguntó:
"¿Qué has querido decir con eso?"
El, poniéndose en medio de ellos, dijo:
"¿Tan torpes son, israelitas, que sin examinar la cuestión y sin investigar a fondo la verdad, han condenado a una hija de Israel? Regresen al lugar del juicio, porque éstos han dado falso testimonio contra ella".
Todo el pueblo regresó inmediatamente, y los ancianos dijeron a Daniel:
"Ven, toma asiento en medio de nosotros e infórmanos, ya que Dios te ha dado la madurez de un anciano".
Daniel les dijo:
"Separen a uno de otro, que quiero interrogarlos".
Una vez separados, llamó a uno y le dijo:
"Viejo en años y en maldad: ahora vas a recibir el castigo por los pecados que cometiste en el pasado, cuando dictabas
sentencias injustas condenando a los inocentes y dejando libres a los culpables, contra el mandato del Señor: "No condenarás a muerte al inocente y al que no tiene culpa". Si de verdad la has visto, dinos bajo qué árbol los viste juntos".
El viejo respondió:
"Bajo una acacia".
Sentenció Daniel:
"Tu propia mentira te va a traer la perdición, porque el ángel del Señor ha recibido ya la orden divina de partirte por la mitad".
Después hizo que se fuera, mandó traer al otro y le dijo:
"Raza de Canaán y no de Judá: la hermosura te ha seducido y la pasión pervirtió tu corazón. Esto es lo que hacían con las hijas de Israel y ellas, por miedo, se les entregaban. Pero una hija de Judá no se ha sometido a su maldad. Dinos, pues, ¿bajo qué árbol los sorprendiste juntos?"
Respondió el viejo:
"Bajo una encina".
Daniel sentenció:
"También a ti tu propia mentira te traerá la perdición, porque el ángel del Señor está ya esperando, espada en mano, para partirte por el medio. Y de esta manera acabará con ustedes".
Entonces toda la asamblea comenzó a bendecir a Dios en alta voz, pues salva a los que esperan en él. Se lanzaron contra los dos viejos, a quienes por propia confesión Daniel había declarado culpables de dar falso testimonio, y les aplicaron el mismo castigo que ellos habían planeado para su prójimo. De acuerdo con la ley de Moisés fueron ejecutados, y así aquel día se salvó una vida inocente.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 22, 1-3a.3b-4.5.6
Nada temo, Señor, porque tú estás conmigo.
El Señor es mi pastor, nada me falta. Me conduce junto a aguas tranquilas y renueva mis fuerzas.
Nada temo, Señor, porque tú estás conmigo.
Me guía por la senda del bien, haciendo honor a su nombre. Aunque pase por un valle tenebroso, ningún mal temeré, porque tú estás conmigo; tu vara y tu bastón me dan seguridad.
Nada temo, Señor, porque tú estás conmigo.
Me preparas un banquete para envidia de mis adversarios, perfumas con ungüento mi cabeza y mi copa está llena.
Nada temo, Señor, porque tú estás conmigo.
Tu amor y tu bondad me acompañan todos los días de mi vida; y habitaré por siempre en la casa del Señor.
Nada temo, Señor, porque tú estás conmigo.
Aclamación antes del Evangelio
Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Yo soy la luz del mundo, dice el Señor; el que me siga tendrá la luz de la vida.
Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Evangelio
Yo soy la luz del mundo
† Lectura del santo Evangelio según san Juan 8, 12-20
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo dijo Jesús a los judíos:
"Yo soy la luz del mundo. El que me siga no caminará a oscuras, sino que tendrá la luz de la vida".
Al oír esto, los fariseos le dijeron:
"Estás dando testimonio de ti mismo; por tanto, tu testimonio no tiene valor".
Jesús les contestó:
"Aunque doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es válido, porque sé de dónde vengo y a dónde voy. Ustedes, en cambio, no saben ni de dónde vengo ni a dónde voy. Ustedes juzgan con criterios mundanos. Yo no juzgo a nadie, pero si lo hiciera, mi juicio es válido, porque no soy yo sólo el juez, sino que también está conmigo el Padre, que me envió. En su ley está escrito que el testimonio dado por dos testigos es válido. Pues bien: un testigo a mi favor soy yo mismo; pero también da testimonio a mi favor el Padre, que me envió".
Ellos le preguntaron:
"¿Dónde está tu Padre?"
Jesús les contestó:
"Ni me conocen a mí ni conocen a mi Padre; si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre".
Jesús dijo esto cuando estaba enseñando en el templo, junto a las alcancías de las ofrendas. Sin embargo, nadie se atrevió a detenerlo, porque aún no había llegado su hora.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Concede, Señor, a tus hijos reunidos para celebrar esta Eucaristía, ofrecerte como fruto de su penitencia una conciencia limpia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
La fuerza de la cruz
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque en la pasión salvadora de tu Hijo el universo aprende a proclamar tu grandeza y, por la fuerza de la cruz, el mundo es juzgado como reo y el Crucificado exaltado como juez poderoso.
Por eso,
ahora nosotros, llenos de alegría, te aclamamos con los ángeles y los santos diciendo:
Antífona de la Comunión
Yo soy la luz del mundo, dice el Señor. El que me siga no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Que la fuerza de tus sacramentos nos libre, Señor, de nuestras malas inclinaciones y nos ayude a seguir a Cristo para acercarnos cada vez más a ti.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
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Día 18/03 San Cirilo de Jerusalén (obispo y doctor de la Iglesia, blanco)
Antífona de Entrada
El Señor lo ha llenado del espíritu de sabiduría e inteligencia, ha abierto sus labios en medio de la asamblea y lo ha revestido de gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, que pusiste al servicio de tu Iglesia como doctor en la fe a san Cirilo de Jerusalén; concédenos que lo que él enseñó por inspiración del Espíritu Santo, arraigue con fuerza en nuestros corazones, y que aquél a quien, por gracia tuya, tenemos como protector, sea también nuestro abogado.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
Nuestra fe es la que nos ha dado la victoria sobre el mundo
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 5, 1-5
Queridos hermanos: Todo el que cree que Jesús es el Mesías, ha nacido de Dios. Todo el que ama a un padre, ama también a los hijos de éste. Conocemos que amamos a los hijos de Dios, en que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos, pues el amor de Dios consiste en que cumplamos sus preceptos. Y sus mandamientos no son pesados, porque todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Y nuestra fe es la que nos ha dado la victoria sobre el mundo. Porque, ¿quién es el que vence al mundo? Sólo el que cree que Jesús es el Hijo de Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Del salmo 18
Los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.
La ley del Señor es perfecta del todo y reconforta el alma; inmutables son las palabras del Señor y hacen sabio al sencillo.
Los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.
En los mandamientos del Señor hay rectitud y alegría para el corazón; son luz los preceptos del Señor para alumbrar el camino.
Los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.
La voluntad de Dios es santa y para siempre estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.
Los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.
Más deseables que el oro y las piedras preciosas las normas del Señor, y más dulces que la miel de un panal que gotea.
Los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Permanezcan en mi amor, dice el Señor; el que permanezca en mí y yo en él, ése da fruto abundante.
Aleluya.
Evangelio
El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante
Lectura del santo Evangelio según san Juan 15, 1-8
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
"Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Al sarmiento que no da fruto en mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto.
Ustedes ya están purificados por las palabras que les he dicho. Permanezcan en mí y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer. Al que no permanece en mí se le echa fuera, como al sarmiento, y se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde.
Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá. La gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten así como discípulos míos".
palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Que te sea grato, Señor, el sacrificio que vamos a ofrecerte en la fiesta de san Cirilo de Jerusalén, cuyas enseñanzas y ejemplo nos mueven a alabarte con todo nuestro ser.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
Los santos pastores siguen presentes en la Iglesia
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque permites que tu Iglesia se alegre hoy con la festividad de san Cirilo de Jerusalén, para animarnos con el ejemplo de su vida, instruirnos con su palabra y protegernos con su intercesión.
Por eso,
con los ángeles y los santos, te cantamos el himno de alabanza, diciendo sin cesar:
Antífona de la Comunión
Este es el siervo fiel y sensato a quien su señor ha puesto al frente de su familia, para darles la ración de trigo a su tiempo.
Oración después de la Comunión
Oremos:
A quienes nos has alimentado con el Cuerpo de Cristo, ilumínanos, Señor, con sus enseñanzas, para que en la festividad de san Cirilo de Jerusalén, aprendamos tu verdad e imitemos tu amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
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† Meditación diaria
Cuaresma. 5ª semana. Lunes
VETE Y NO PEQUES MÁS
— Es Cristo quien perdona en el sacramento de la Penitencia.
— Gratitud por la absolución: el apostolado de la Confesión.
— Necesidad de la satisfacción que impone el confesor. Ser generosos en la reparación.
I. Mujer, ¿ninguno te ha condenado? —Ninguno, Señor. —Tampoco yo te condeno. Anda y en adelante no peques más1. Habían llevado a Jesús una mujer sorprendida en adulterio. La pusieron en medio, dice el Evangelio2. La han humillado y abochornado hasta el extremo, sin la menor consideración. Recuerdan al Señor que la Ley imponía para este pecado el severo castigo de la lapidación: ¿Tú qué dices?, le preguntan con mala fe, para tener de qué acusarle. Pero Jesús los sorprende a todos. No dice nada: inclinándose, escribía con el dedo en tierra.
La mujer está aterrada en medio de todos. Y los escribas y fariseos insistían con sus preguntas. Entonces, Jesús se incorporó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado que tire la primera piedra. E inclinándose de nuevo, seguía escribiendo en la tierra.
Se marcharon todos, uno tras otro, comenzando por los más viejos. No tenían la conciencia limpia, y lo que buscaban era tender una trampa al Señor. Todos se fueron: y quedó solo Jesús y la mujer, de pie, en medio. Jesús se incorporó y le dijo: Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?
Las palabras de Jesús están llenas de ternura y de indulgencia, manifestación del perdón y la misericordia infinita del Señor. Y contestó enseguida: Ninguno, Señor. Y Jesús le dijo: Tampoco yo te condeno; vete y desde ahora no peques más. Podemos imaginar la enorme alegría de aquella mujer, sus deseos de comenzar de nuevo, su profundo amor a Cristo.
En el alma de esta mujer, manchada por el pecado y por su pública vergüenza, se ha realizado un cambio tan profundo, que solo podemos entreverlo a la luz de la fe. Se cumplen las palabras del profeta Isaías:No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo, mirad que realizo algo nuevo... Abriré un camino por el desierto, ríos en el yermo...; para apagar la sed de mi pueblo escogido, el pueblo que yo formé, para que proclamara mi alabanza3.
Cada día, en todos los rincones del mundo, Jesús, a través de sus ministros los sacerdotes, sigue diciendo: «Yo te absuelvo de tus pecados...», vete y no peques más. Es el mismo Cristo quien perdona. «La fórmula sacramental "Yo te absuelvo...", y la imposición de la mano y la señal de la cruz, trazada sobre el penitente, manifiestan que en aquel momento el pecador contrito y convertido entra en contacto con el poder y la misericordia de Dios. Es el momento en el que, en respuesta al penitente, la Santísima Trinidad se hace presente para borrar su pecado y devolverle la inocencia, y la fuerza salvífica de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús es comunicada al penitente (...). Dios es siempre el principal ofendido por el pecado –tibi soli peccavi–, y solo Dios puede perdonar»4.
Las palabras que pronuncia el sacerdote no son solo una oración de súplica para pedir a Dios que perdone nuestros pecados, ni una mera certificación de que Dios se ha dignado concedernos su perdón, sino que, en ese mismo instante, causan y comunican verdaderamente el perdón: «en aquel momento todo pecado es perdonado y borrado por la misericordiosa intervención del Salvador»5.
Pocas palabras han producido más alegría en el mundo que estas de la absolución: «Yo te absuelvo de tus pecados...». San Agustín afirma que el prodigio que obran supera a la misma creación del mundo6. ¿Con qué alegría las recibimos nosotros cuando nos acercamos al sacramento del Perdón? ¿Con qué agradecimiento? ¿Cuántas veces hemos dado gracias a Dios por tener tan a mano este sacramento? En nuestra oración de hoy podemos mostrar nuestra gratitud al Señor por este don tan grande.
II. Por la absolución, el hombre se une a Cristo Redentor, que quiso cargar con nuestros pecados. Por esta unión, el pecador participa de nuevo de esa fuente de gracias que mana sin cesar del costado abierto de Jesús.
En el momento de la absolución intensificaremos el dolor de nuestros pecados, diciendo quizá alguna de las oraciones previstas en el ritual, como las palabras de San Pedro: «Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo»; renovaremos el propósito de la enmienda, y escucharemos con atención las palabras del sacerdote que nos conceden el perdón de Dios.
Es el momento de traer a la memoria la alegría que supone recuperar la gracia (si la hubiésemos perdido) o su aumento y nuestra mayor unión con el Señor. Dice San Ambrosio: «He aquí que (el Padre) viene a tu encuentro; se inclinará sobre tu hombro, te dará un beso, prenda de amor y de ternura; hará que te entreguen un vestido, calzado... Tú temes todavía una reprensión...; tienes miedo de una palabra airada, y prepara para ti un banquete»7. Nuestro Amén se convierte entonces en un deseo grande de recomenzar de nuevo, aunque solo nos hayamos confesado de faltas veniales.
Después de cada Confesión debemos dar gracias a Dios por la misericordia que ha tenido con nosotros y detenernos, aunque sea brevemente, para concretar cómo poner en práctica los consejos o indicaciones recibidas o cómo hacer más eficaz nuestro propósito de enmienda y de mejora. También una manifestación de esa gratitud es procurar que nuestros amigos acudan a esa fuente de gracias, acercarlos a Cristo, como hizo la samaritana: transformada por la gracia, corrió a anunciarlo a sus paisanos para que también ellos se beneficiaran de la singular oportunidad que suponía el paso de Jesús por su ciudad8.
Difícilmente encontraremos una obra de caridad mejor que la de anunciar a aquellos que están cubiertos de barro y sin fuerzas, la fuente de salvación que hemos encontrado, y donde somos purificados y reconciliados con Dios.
¿Ponemos los medios para hacer un apostolado eficaz de la confesión sacramental? ¿Acercamos a nuestros amigos a ese Tribunal de la misericordia divina? ¿Fomentamos el deseo de purificarnos acudiendo con frecuencia al sacramento de la Penitencia? ¿Retrasamos ese encuentro con la Misericordia de Dios?
III. «La satisfacción es el acto final, que corona el signo sacramental de la Penitencia. En algunos países lo que el penitente perdonado y absuelto acepta cumplir, después de haber recibido la absolución, se llama precisamente penitencia»9.
Nuestros pecados, aun después de ser perdonados, merecen una pena temporal que se ha de satisfacer en esta vida o, después de la muerte, en el Purgatorio, al que van las almas de los que mueren en gracia, pero sin haber satisfecho por sus pecados plenamente10.
Además, después de la reconciliación con Dios quedan todavía en el alma las reliquias del pecado: debilidad de la voluntad para adherirse al bien, cierta facilidad para equivocarse en el juicio, desorden en el apetito sensible... Son las heridas del pecado y las tendencias desordenadas que dejó en el hombre el pecado de origen, que se enconan con los pecados personales. «No basta sacar la saeta del cuerpo –dice San Juan Crisóstomo–, sino que también es preciso curar la llaga producida por la saeta; del mismo modo en el alma, después de haber recibido el perdón del pecado, hay que curar, por medio de la penitencia, la llaga que quedó»11.
Después de recibida la absolución –enseña Juan Pablo II–, «queda en el cristiano una zona de sombra, debida a las heridas del pecado, a la imperfección del amor en el arrepentimiento, a la debilitación de las facultades espirituales en las que obra un foco infeccioso de pecado, que siempre es necesario combatir con la mortificación y la penitencia. Tal es el significado de la humilde, pero sincera, satisfacción»12.
Por todos estos motivos, debemos poner mucho amor en el cumplimiento de la penitencia que el sacerdote nos impone antes de impartir la absolución. Suele ser fácil de cumplir y, si amamos mucho al Señor, nos daremos cuenta de la gran desproporción entre nuestros pecados y la satisfacción. Es un motivo más para aumentar nuestro espíritu de penitencia en este tiempo de Cuaresma, en el que la Iglesia nos invita a ello de una manera particular.
«"Cor Mariae perdolentis, miserere nobis!" —invoca al corazón de Santa María, con ánimo y decisión de unirte a su dolor, en reparación por tus pecados y por los de los hombres de todos los tiempos.
»—Y pídele –para cada alma– que ese dolor suyo aumente en nosotros la aversión al pecado y que sepamos amar, como expiación, las contrariedades físicas o morales de cada jornada»13.
1 Jn 8, 10-11. — 2 Cfr. Jn 8, 1-11. — 3 Is 43, 16-21. — 4 Juan Pablo II, Exhor. Apost.Reconciliatio et paenitentia, 2-XII-1984, n. 31, III. — 5 Ibídem. — 6 Cfr. San Agustín,Coment. sobre el Evang. de San Juan, 72.— 7 San Ambrosio, Coment. sobre el Evang. de San Lucas, 7. — 8 Cfr. Jn 4, 28. — 9 Juan Pablo II, loc. cit. — 10 Cfr.Conc. de Florencia, Decreto para los griegos, Dz 673. — 11 San Juan Crisóstomo,Hom. sobre San Mateo, 3, 5. — 12 Juan Pablo II, loc. cit.; Cfr. también Audiencia general, 7-III-1984. — 13 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 258.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
San Cirilo de Jerusalén
Doctor de la Iglesia
(año 386)
San Cirilo nació cerca de Jerusalem y fue Arzobispo de esa ciudad durante 30 años, de los cuales estuvo 16 años en destierro. 5 veces fue desterrado: tres por los de extrema izquierda y dos por los de extrema derecha.
Era un hombre suave de carácter, enemigo de andar discutiendo, que deseaba más instruir que polemizar, y trataba de permanecer neutral en las discusiones. Pero por eso mismo una vez lo desterraban los de un partido y otra vez los del otro.
Aunque los de cada partido extremista lo llamaban hereje, sin embargo San Hilario (el defensor del dogma de la Santísima Trinidad) lo tuvo siempre como amigo, y San Atanasio (el defensor de la divinidad de Jesucristo) le profesaba una sincera amistad, y el Concilio general de Constantinopla, en el año 381, lo llama "valiente luchador para defender a la Iglesia de los herejes que niegan las verdades de nuestra religión".
Una de las acusaciones que le hicieron los enemigos fue el haber vendido varias posesiones de la Iglesia de Jerusalem para ayudar a los pobres en épocas de grandes hambres y miserias. Pero esto mismo hicieron muchos obispos en diversas épocas, con tal de remediar las graves necesidades de los pobres.
El emperador Juliano, el apóstata, se propuso reconstruir el templo de Jerusalem para demostrar que lo que Jesús había anunciado en el evangelio ya no se cumplía. San Cirilo anunció mientras preparaban las grandes cantidades de materiales para esa reconstrucción, que aquella obra fracasaría estrepitosamente. Y así sucedió y el templo no se reconstruyó.
San Cirilo de Jerusalem se ha hecho célebre y ha merecido el título de Doctor de la Iglesia, por unos escritos suyos muy importantes que se llaman "Catequesis". Son 18 sermones pronunciados en Jerusalem, y en ellos habla de la penitencia, del pecado, del bautismo, y del Credo, explicándolo frase por frase. Allí instruye a los recién bautizados acerca de las verdades de la fe y habla bellísimamente de la Eucaristía.
En sus escritos insiste fuertemente en que Jesucristo sí esta presente en la Santa Hostia de la Eucaristía. A los que reciben la comunión en la mano les aconseja: "Hagan de su mano izquierda como un trono en el que se apoya la mano derecha que va a recibir al Rey Celestial. Cuidando: que no se caigan pedacitos de hostia. Así como no dejaríamos caer al suelo pedacitos de oro, sino que los llevamos con gran cuidado, hagamos lo mismo con los pedacitos de Hostia Consagrada".
Al volver de su último destierro que duró 11 años, encontró a Jerusalem llena de vicios y desórdenes y divisiones y se dedicó con todas sus fuerzas a volver a las gentes al fervor y a la paz, y a obtener que los que se habían pasado a las herejías volvieran otra vez a la Santa Iglesia Católica.
A los 72 años murió en Jerusalem en el año 386.
En 1882 el Sumo Pontífice lo declaró Doctor de la Iglesia.
Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Anselmo II de Lucca, Santo Obispo, Marzo 18
Patrono de Mantua Martirologio Romano: En Mantua, en Lombardía, tránsito de san Anselmo, el cual, siendo obispo de Lucca, en la controversia de las investiduras, fidelísimo a la Sede de Roma, puso en manos del papa san Gregorio VII el anillo y el báculo pastoral que, de mala gana, había recibido de manos del emperador Enrique IV, y expulsado de la sede por los canónigos que rechazaban la vida comunitaria, fue enviado a Lombardía como legado del Papa, de quien fue un valiente colaborador (1086). San Anselmo nació en Mantua en el año 1036, y ya en 1073 su tío, el Papa Alejandro II, lo nombró candidato al obispado de Lucca, que había quedado vacante cuando el Pontífice ocupó el trono de San Pedro. Siguiendo la lamentable costumbre de su tiempo, el Papa mandó a Anselmo a recibir de manos del emperador Enrique IV el báculo pastoral y el anillo. Anselmo estaba tan convencido de que un poder secular no podía conferir dignidades eclesiásticas, que no aceptó recibir la investidura del emperador y regresó a Italia. |
Eduardo II el Martir, Santo Rey de Inglaterra, Marzo 18
Rey de Inglaterra Martirologio Romano: En Wareham, en Inglaterra, san Eduardo, rey, que, todavía adolescente, fue asesinado dolosamente por los criados de la madrastra (978). Eduardo el Mártir nació en el año 962, siendo el primogénito de Edgar el Pacífico, rey de Inglaterra, y de su primera esposa Ethelfleda, hija del caballero Ordmaer. |
Fuente: Franciscanos.org
Salvador de Horta, Santo Franciscano Profeso, Marzo 18
Religioso Franciscano Martirologio Romano: En Cagliari, en Cerdeña, san Salvador de Horta Grionesos, religioso de la Orden de los Hermanos Menores, que para la salvación de cuerpos y almas se hizo humilde instrumento de Cristo (1567). A principios del siglo XVI vivían en la aldea de Bruñola, de la diócesis de Gerona, dos esposos jóvenes, propietarios de una masía llamada Masdevall, y regularmente ricos y buenos cristianos. El porvenir se presentaba a sus ojos apacible y lleno de esperanzas; pero por circunstancias que ignoramos, los dos esposos se vieron completamente arruinados, y de allí a poco hubieron de ser admitidos por caridad, enfermos y sin recursos, en el hospicio de Santa Coloma de Farnés. |
Fuente: Escolapios.es
Celestina de la Madre de Dios (Mariana) Donati, Beata Fundadora, Marzo 18
Fundadora de la Congregación de las Hijas Pobres de San José de Calasanz Etimológicamente: Celestina = Aquella que es caida del cielo, es de origen latino. Nació el 26 de Octubre de 1848 en Florencia, Italia. |
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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