JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san Juan 13, 1-15
Gloria a ti, Señor.
Era la víspera de la fiesta de la pascua. Jesús sabía que le había llegado la hora de dejar este mundo para ir al Padre. Y él, que había amado a los suyos, que estaban en el mundo, llevó su amor hasta el final.
Estaban cenando y ya el diablo había convencido a Judas Iscariote, hijo de Simón, para que entregara a Jesús. Entonces Jesús, sabiendo que el Padre le había entregado todo, y que de Dios había venido y a Dios regresaba, se levantó de la mesa, se quitó el manto, tomó una toalla y se la colocó en la cintura.
Después echó agua en una palangana y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba a la cintura.
Cuando llegó a Simón Pedro, éste se resistió:
"Señor, ¿cómo vas a lavarme tú a mí los pies?"
Jesús le contestó:
"Lo que estoy haciendo, tú no lo puedes comprender ahora; lo comprenderás después".
Pedro insistió:
"Jamás permitiré que me laves los pies".
Entonces Jesús le contestó:
"Si no te lavo los pies, no tendrás nada que ver conmigo".
Simón Pedro reaccionó diciendo:
"Señor, no sólo los pies; lávame también las manos y la cabeza".
Pero Jesús le dijo:
"El que se ha bañado sólo necesita lavarse los pies, porque está completamente limpio; y ustedes están limpios, aunque no todos".
Sabía muy bien Jesús quién lo iba a entregar; por eso dijo: "No todos están limpios".
Después de lavarles los pies, se puso de nuevo el manto, volvió a sentarse a la mesa y dijo:
"¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque efectivamente lo soy. Pues bien, si yo, que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben hacer lo mismo unos con otros. Les he dado ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=272692
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
Jueves Santo (Misa crismal)
Celebración Eucarística y bendición de los óleos
Antífona de Entrada
Jesucristo nos ha convertido en un reino, y hecho sacerdotes de Dios, su Padre. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
Oración Colecta
¡Oh Dios!, que por la unción del Espíritu Santo constituiste a tu Hijo Mesías y Señor, y a nosotros, miembros de su cuerpo, nos haces partícipes de su Misma unción; ayúdanos a ser en el mundo testigos fieles de la redención que ofreces a todos los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén
Primera Lectura
El Señor me ha ungido y me ha enviado a anunciar la buena nueva a los pobres y a darles un aceite perfumado de alegría
Lectura del libro del profeta Isaías 61, 1-3a. 6a. 8b-9
El espíritu del Señor está sobre mi, porque me ha ungido y me ha enviado para anunciar la buena nueva a los pobres, a curar a los de corazón quebrantado, proclamar el perdón a los cautivos, y la libertad a los prisioneros; a pregonar el año de gracia del Señor, el día de la venganza de nuestro Dios.
El Señor me ha enviado a consolar a los afligidos, los afligidos de Sión, a cambiar su ceniza en diadema, sus lágrimas en aceite perfumado de alegría y su abatimiento, en cánticos.
Ustedes serán llamados "sacerdotes del Señor"; ministros de nuestro Dios" se les llamará.
Esto dice el Señor:
"Yo les daré su recompensa fielmente y haré con ellos un pacto perpetuo. Su estirpe será célebre entre las naciones, y sus vástagos, entre los pueblos. Cuantos los vean reconocerán que son la estirpe que bendijo el Señor".
Palabra de Dios.Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 88, 21-22.25 y 27
Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.
"He encontrado a David, mi servidor, y con mi aceite santo lo he ungido. Lo sostendrá mi mano y le dará mi brazo fortaleza.
Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.
Contará con mi amor y mi lealtad y su poder aumentará en mi nombre. El me podrá decir: "Tú eres mi padre, el Dios que me protege y que me salva".
Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.
Segunda Lectura
Ha hecho de nosotros un reino de sacerdotes para Dios
Lectura del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan 1, 5-8
Hermanos míos: Gracia y paz a ustedes, de parte de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el soberano de los reyes de la tierra, aquel que nos amó y nos purificó de nuestros pecados con su sangre y ha hecho de nosotros un reino de sacerdotes para su Dios y Padre. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
Miren: él viene entre las nubes, y todos lo verán, aun aquellos que lo traspasaron. Todos los pueblos de la tierra harán duelo por su causa.
"Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, el que es, el que era y el que ha de venir; el todopoderoso".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
El Espíritu del Señor está sobre mí. Me ha enviado para anunciar la buena nueva a los pobres.
Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Evangelio
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 4,16-21
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús fue a Nazaret, donde se había criado. Entró en la sinagoga, como era su costumbre hacerlo los sábados, y se levantó para hacer la lectura. Se le dio el volumen del profeta Isaías, lo desenrolló y encontró el pasaje en que estaba escrito:
"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor".
Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó. Los ojos de todos los asistentes a la sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a hablar, diciendo:
"Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que ustedes acaban de oír".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Renovación de las promesas sacerdotales
Acabada la homilía, el obispo dialoga con los presbísteros con éstas o semejantes palabras:
Obispo :
Hijos amadísimos: En esta conmemoración anual del día en que Cristo confirió su sacerdocio a los Apóstoles y a nosotros, ¿queréis renovar las promesas que hicisteis un día ante vuestro obispo y ante el pueblo santo de Dios?
Sacerdotes:
Sí, quiero.
Obispo :
¿Queréis uniros más fuertemente a Cristo y configuraros con él, renunciando a vosotros mismos y reafirmando la promesa de cumplir los sagrados deberes que, por amor a Cristo, aceptasteis gozosos el día de vuestra ordenación para el servicio de la Iglesia?
Sacerdotes:
Sí, quiero.
Obispo :
¿Deseáis permanecer como fieles dispensadores de los misterios de Dios en la celebración eucarística y en las demás acciones litúrgicas, y desempeñar fielmente el ministerio de la predicación como seguidores de Cristo, Cabeza y Pastor, sin pretender los bienes temporales, sino movidos únicamente por el celo de las almas?
Sacerdotes:
Sí, quiero.
Obispo :
Y ahora vosotros, hijos muy queridos, orad por vuestros presbíteros, para que el Señor derrame abundantemente sobre ellos sus bendiciones: que sean ministros fieles de Cristo, Sumo Sacerdote, y os conduzcan a él, única fuente de salvación.
Pueblo:
Cristo, óyenos. Cristo, escúchanos.
Seguidamente, dirigiéndose al pueblo, prosigue:
Obispo:
Y rezad también por mí, para que sea fiel al ministerio apostólico confiado a mi humilde persona y sea imagen, cada vez más viva y perfecta, de Cristo Sacerdote, Buen Pastor, Maestro y Siervo de todos.
Pueblo:
Cristo, óyenos. Cristo, escúchanos.
Obispo:
El Señor nos guarde en su caridad y nos conduzca a todos, pastores y grey, a la vida eterna.
Todos:
Amén.
Procesión de las Ofrendas
Después de la renovación de las promesas sacerdotales, los diáconos y ministros designados llevan los óleos, o, en efecto, algunos presbíteros y ministros, o bien los mismos fieles que presentan pan, el vino y el agua, se dirigen ordenadamente a la sacristia donde se han dejado preparados los óleos y las otras ofrendas. Al volver al altar, lo hacen de este modo: en primer lugar el ministro que lleva el recipiente con los aromas, si es que el obispo quiere hacer él la mezcla del crisma; después otro ministro con la vasdija de óleo con de los catecúmenos; seguidamente, otro con la vasija del óleo de los enfermos. El óleo para el crisma es llevado en último lugar por un diácono o un presbítero. A ellos les siguen los ministros que llevan el pan, el vino y el agua para la celebración eucarística.
Cuando llegan al altar o a la sede, el obispo recibe los dones. El diácono que lleva la vasija para el santo crisma, se la presenta al obispo, diciendo en voz alta: "Oleo para el santo crisma"; el obispo la recibe y se la entrega a uno de los diáconos que le ayudan, el cual la coloca sobre la mesa que se ha preparado. Lo mismo hacen los que llevan las vasijas para el óleo de los enfermos y de los catecúmenos. El primero dice: "Oleo de los enfermos"; el otro: "Oleo de los catecúmenos". El obispo recibe ambas vasijas, y los ministros las colocan sobre la mesa que se ha preparado.
La misa se desarrolla como en el rito de la concelebración, hasta el final de la plegaria eucarística, a no ser que todo el rito de la bendición se tenga inmediatamente. En este caso todo se dispone según se describirá más adelante.
Oración sobre las Ofrendas
Te pedimos, Señor, que la eficacia de este sacrificio nos purifique del antiguo pecado, acreciente en nosotros la vida nueva y nos otorgue la plena salvación.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén
Prefacio
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Que constituiste a tu único Hijo Pontífice de la Alianza nueva y eterna por la unción del Espíritu Santo, y determinaste, en tu designio salvífico, perpetuar en la Iglesia su único sacerdocio.
El no sólo confiere el honor del sacerdocio real a todo su pueblo santo, sino también, con amor de hermano, elige a hombres de este pueblo, para que, por la imposición de las manos, participen de su sagrada misión.
Ellos renuevan en nombre de Cristo el sacrificio de la redención, preparan a tus hijos el banquete pascual, presiden a tu pueblo santo en el amor, lo alimentan con tu palabra y lo fortalecen con los sacramentos.
Tus sacerdotes, Señor, al entregar su vida por ti y por la salvación de los hermanos, van configurandose a Cristo, y han de darte así testimonio constante de fidelidad y amor.
Por eso,
nosotros, Señor, con los ángeles y los santos, cantamos tu gloria diciendo:
Bendición del Oleo de los Enfermos
Antes de que el obispo diga "Por él sigues creando todos los bienes...", en la plegaria eucarística I o antes de la doxología "Por Cristo, con él y en él ", en las obras plegarias eucarísticas , el que llevó la vasija del óleo de los enfermos, la lleva cerca del altar y la sostiene delante del obispo, mientras bendice el óleo de los enfermos diciendo está oración:
Señor Dios, Padre de todo consuelo, que has querido sanar las dolencias de los enfermos por medio de tu Hijo: escucha con amor la oración de nuestra fe y derrama desde el ciceo tu Espíritu Santo Paráclito sobre este óleo.
Tú que has hecho que el leño verde del olivo produzca aceite abundante para vigor de nuestro cuerpo, enriquece con tu bendición este óleo para que cuantos sean ungidos con él sientan en cuerpo y alma tu divina protección y experimenten alivio en sus enfermedades y dolores. Que por tu acción, Señor, este aceite sea para nosotros óleo santo, en nombre de Jesucristo nuestro Señor. Que vive y reina por los siglos de los siglos).
Amén.
La conclusión "Que vive y reina" se dice solamente cuando la bendición se hace fuera de la plegaría eucarística.
Acababa la bendición, la vasija del óleo de los enfermos se lleva de nuevo a su lugar, y la misa prosigue después de la comunión.
Antífona de Comunión
Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Oración después de la Comunión
Concédenos Dios todopoderoso, que quienes han participado en tus sacramentos sean en el mundo buen olor de Cristo. Que vive y reina.
Amén.
Bendición del Oleo de los Catecúmenos
Dicha la oración después de la comunión, los miembros colocan las vasijas con los óleos que se han de bendecir sobre una mesa que se ha dispuesto oportunamente en medio del prebisterio. El obispo, teniendo a ambos lados suyos a los prebíteros concelebrantes, que forman un semicírculo, y a los otros ministros detrás de él, procede a la bendición del óleo de los catecúmenos y la consagración del crisma.
Estando todo dispuesto, el obispo, de pie y cara al pueblo, con las manos extendidas, dice la siguiente oración.
Señor Dios, fuerza y defensa de tu pueblo, que has hecho del aceite un símbolo de vigor, dígnate bendecir este óleo y concede tu fortaleza a los catecúmenos que han de ser ungidos con él, para que, al aumentar en ellos el conocimiento de las realidades divinas y la valentía en el combate de la fe, vivan más hondamente el Evangelio de Cristo, emprendan animosos la tarea cristiana y, admitidos entre tus hijos de adopción, gocen de la alegría de sentirse renacidos y de formar parte de la Iglesia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Consagración del Crisma
Seguidamente el Obispo derrama los aromas sobre el óleo y hace el crisma en silencio, a no ser que ya estuviese preparado de antemano.
Una vez hecho ésto, dice la siguiente invitación a orar:
Hermanos: pidamos a Dios Padre todopoderoso que se digne bendecir y santificar este ungüento para que aquellos cuyos cuerpos van a ser ungidos con él sientan interiormente la unción de la bondad divina y sean dignos de los frutos de la redención.
Entonces el obispo, oportunamente, sopla sobre la boca de la vasija del crisma, y con las manos extendidas dice la siguiente oración de consagración:
Señor Dios, autor de todo crecimiento y de todo progreso espiritual: recibe complacido la acción de gracias que gozosamente, por nuestro medio, te dirige la Iglesia.
Al principio del mundo, tú mandaste que de la tierra brotasen árboles que dieran fruto, y entre ellos el olivo, que ahora nos suministra el aceite con el que hemos preparado el santo crisma.
Ya David, en los tiempos antiguos, previendo con espíritu profético los sacramentos que tu amor instituiría en favor de los hombres, nos invitaba a ungir nuestros rostros con óleo en señal de alegría. También, cuando en los días del diluvio las aguas purificaron de pecado la tierra, una paloma, signo de la gracia futura, anunció con un ramo de olivo la restauración de la paz entre los hombres.
Y en los últimos tiempos, el símbolo de la unción alcanzó su plenitud: después que el agua bautismal lava los pecados, el óleo santo consagra nuestros cuerpos y da paz y alegría a nuestros rostros.
Por eso, Señor, tú mandaste a tu siervo Moisés que, tras purificar en el agua a su hermano Aarón, lo consagrase sacerdote con la unción de este óleo.
Todavía alcanzó la unción mayor grandeza cuando tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, después de ser bautizado por Juan en el Jordán, recibió el Espíritu Santo en forma de paloma y se oyó tu voz declarando que él era tu Hijo, el Amado, en quien te complacías plenamente.
De este modo se hizo manifiesto que David ya hablaba de Cristo cuando dijo: "El Señor, tu Dios, te ha ungido con aceite de júbilo entre todos tus compañeros".
Todos los concelebrantes, en silencio, extienden la mano derecha hacia el crisma, y la mantienen así hasta el final de la oración.
A la vista de tantas maravillas, te pedimos, Señor, que te dignes santificar con tu bendición † este óleo y que, con la cooperación de Cristo, tu Hijo, de cuyo nombre le viene a este óleo el nombre de crisma, infundas en él la fuerza del Espíritu Santo con la que ungiste a sacerdotes, reyes, profetas y mártires, y hagas que este crisma sea sacramento de la plenitud de la vida cristiana para todos los que van a ser renovados por el baño espiritual del bautismo; haz que los consagrados por esta unción, libres del pecado en que nacieron, y convertidos en templo de tu divina presencia, exhalen el perfume de una vida santa; que, fieles al sentido de la unción, vivan según su condición de reyes, sacerdotes y profetas y que este óleo sea para cuantos renazcan del agua y del Espíritu Santo, crisma de salvación, les haga partícipes de la vida eterna y herederos de la gloria celestial.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Todos los concelebrantes, en silencio, extienden la mano de, recha hacia el crisma, y la mantienen así hasta el final de la oración.
Por tanto, te pedimos, Señor, que mediante el poder de tu gracia hagas que esta mezcla de aceite y perfume sea para nosotros instrumento y signo de tus t bendiciones; derrama sobre nuestros hermanos, cuando sean ungidos con este crisma, la abundancia de los dones del Espíritu Santo, y que los lugares y objetos consagrados por este óleo sean para tu pueblo motivo de santificación.
Pero ante todo, Señor, te suplicamos que por medio del sacramento del crisma hagas crecer a tu Iglesia en el número y santidad de sus hijos, hasta que, según la medida de Cristo, alcance aquella plenitud en la que tú, en el esplendor de tu gloria, junto con tu Hijo y en la unidad del Espíritu Santo, lo serás todo en todos por los siglos de los siglos.
Amén.
Cuando todo el rito de la bendición de los óleos se realiza después de la liturgia de la Palabra, acabada la oración de los fieles, el obispo con los concelebrantes se acerca a la mesa donde se va a tener la bendición del óleo de los catecúmenos, y del óleo de los enfermos, y la consagración del crisma. Todo se hace según se ha descrito más arriba.
Dada la bendición conclusiva de la misa, el obispo pone incienso en el incensario y se organiza la procesión hacia la sacristía.
Los óleos bendecidos son llevados por sus ministros inmediatamente después de la cruz.
En la sacristía, el obispo, oportunamente, puede advertir a los presbíteros cómo hay que tratar y venerar los óleos, y también cómo hay que conservarlos cuidadosamente.
___________________________________________________________________________________________
Jueves Santo
Según una antiquísima tradición de la Iglesia, en este día están prohibidas todas las misas sin pueblo.
Al atardecer, en la hora más oportuna, se celebra la misa de la Cena del Señor, en la que participa plenamente toda la comunidad local y todos los sacerdotes y clérigos que ejercen su ministerio.
Los sacerdotes que han participado en la misa crismal o ya han celebrado para bien de los fieles, pueden concelebrar de nuevo la misa vespertina.
Donde lo exija el bien pastoral, el Ordinario del lugar puede permitir la celebración de otra misa, por la tarde, en los templos u oratorios públicos o semipúblicos, y en caso de verdadera necesidad, incluso por la mañana, pero solamente para los fieles que de ningún modo puedan participar en la misa vespertina.
Cuídese que estas misas no se celebren solamente para bien de unos pocos y no perjudiquen en nada a la misa vespertina, que es la principal.
La sagrada comunión solamente se puede distribuir a los fieles dentro de la misa; a los enfermos se la pueden llevar a cualquier hora del día.
El sagrario debe estar completamente vacío. Conságrense en esta misa suficientes hostias, de modo que alcancen para la comunión del clero y del pueblo hoy y mañana.
Antífona de Entrada
Nosotros hemos de gloriarnos en la cruz de nuestro Señor Jesucristo: en él está nuestra salvación, vida y resurrección, él nos ha salvado y libertado.
Oración Colecta
Oremos:
Dios nuestro, nos has reunido hoy para celebrar aquella misma memorable Cena en que tu Hijo, antes de entregarse a la muerte, confió a la Iglesia el sacrificio nuevo y eterno, sacramento de su amor; concédenos alcanzar, por la participación en este sacramento, la plenitud del amor y de la vida. Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
Prescripciones sobre la cena pascual
Lectura del libro del Exodo 12, 1-8.11-14
En aquellos días, el Señor dijo a Moisés y a Aarón en Egipto:
"Este mes será para ustedes el más importante de todos, será el primer mes del año. Digan a toda la asamblea de Israel:
Que el día décimo de este mes prepare cada uno un cordero por familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comerlo entero, que invite a cenar en su casa a su vecino más próximo, según el número de personas y la porción de cordero que cada cual pueda comer.
Será un animal sin defecto, macho, de un año; podrá ser cordero o cabrito. Lo guardarán hasta el día catorce de este mes, y toda la comunidad de Israel lo inmolará al atardecer. Luego rociarán con la sangre el marco de la puerta en las casas donde vayan a comerlo. Lo comerán esa noche asado al fuego, con panes sin levadura y hierbas amargas. Y lo comerán así: el cinturón puesto, los pies calzados, bastón en mano y a toda prisa, porque es la pascua del Señor.
Esa noche pasaré yo por el país de Egipto y mataré a todos sus primogénitos, tanto de los hombres como de los animales. Así ejecutaré mi sentencia contra todos los dioses de Egipto. Yo, el Señor. La sangre servirá de señal en las casas donde estén; al ver yo la sangre, pasaré de largo y, cuando yo castigue a Egipto, la plaga exterminadora no los alcanzará cuando hiera yo a Egipto.
Este día lo recordarán siempre y lo celebrarán como fiesta del Señor, institución perpetua para todas las generaciones".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 115, 12-13.15-16bc.17-18
Gracias, Señor, por tu sangre que nos lava.
¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Levantaré el cáliz de la salvación, invocando su nombre.
Gracias, Señor, por tu sangre que nos lava.
El Señor siente profundamente la muerte de sus fieles. Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava; rompiste mis ataduras.
Gracias, Señor, por tu sangre que nos lava.
Te ofreceré un sacrificio de acción de gracias invocando tu nombre; cumpliré mis promesas al Señor en presencia de todo el pueblo.
Gracias, Señor, por tu sangre que nos lava.
Segunda Lectura
Cada vez que comen de este pan y beben de este cáliz, proclaman la muerte del Señor
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios
11, 23-26
Hermanos: Por lo que a mí toca, del Señor recibí la tradición que les he transmitido, a saber, que Jesús, el Señor, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, después de dar gracias, lo partió y dijo:
"Esto es mi cuerpo entregado por ustedes; hagan esto en memoria mía".
Igualmente, después de cenar, tomó el cáliz y dijo:
"Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; cuantas veces beban de él, háganlo en memoria mía".
Así pues, siempre que coman de este pan y beban de este cáliz, anuncian la muerte del Señor hasta que él venga.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Les doy un mandamiento nuevo: que se amen unos a otros como yo los he amado, dice el Señor.
Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Evangelio
Los amó hasta el extremo
† Lectura del santo Evangelio según san Juan 13, 1-15
Gloria a ti, Señor.
Era la víspera de la fiesta de la pascua. Jesús sabía que le había llegado la hora de dejar este mundo para ir al Padre. Y él, que había amado a los suyos, que estaban en el mundo, llevó su amor hasta el final.
Estaban cenando y ya el diablo había convencido a Judas Iscariote, hijo de Simón, para que entregara a Jesús. Entonces Jesús, sabiendo que el Padre le había entregado todo, y que de Dios había venido y a Dios regresaba, se levantó de la mesa, se quitó el manto, tomó una toalla y se la colocó en la cintura.
Después echó agua en una palangana y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba a la cintura.
Cuando llegó a Simón Pedro, éste se resistió:
"Señor, ¿cómo vas a lavarme tú a mí los pies?"
Jesús le contestó:
"Lo que estoy haciendo, tú no lo puedes comprender ahora; lo comprenderás después".
Pedro insistió:
"Jamás permitiré que me laves los pies".
Entonces Jesús le contestó:
"Si no te lavo los pies, no tendrás nada que ver conmigo".
Simón Pedro reaccionó diciendo:
"Señor, no sólo los pies; lávame también las manos y la cabeza".
Pero Jesús le dijo:
"El que se ha bañado sólo necesita lavarse los pies, porque está completamente limpio; y ustedes están limpios, aunque no todos".
Sabía muy bien Jesús quién lo iba a entregar; por eso dijo: "No todos están limpios".
Después de lavarles los pies, se puso de nuevo el manto, volvió a sentarse a la mesa y dijo:
"¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque efectivamente lo soy. Pues bien, si yo, que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben hacer lo mismo unos con otros. Les he dado ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
No se dice "Credo".
Lavatorio de los pies
Los ministros invitan a las personas designadas a que ocupen los asientos que se han preparado en un lugar apto, donde fácilmente el rito sea visible a los fieles. Entonces el celebrante, quitándose si es necesario la casulla y ayudándole los ministros, se acerca a cada uno, echa agua sobre sus pies y se los seca.
Mientras tanto se cantan las siguientes antífonas u otros cantos apropiados:
Antífona Primera
El Señor se levantó de la mesa,echó agua en un recipiente y se puso a lavar los pies de sus discípulos para darles ejemplo.
Señor, ¿cómo me vas a lavar los pies tú a mí?
Antífona Segunda
"Señor, ¿pretendes tú lavarme los pies?"
Jesús le respondió:
"Si no te lavo los pies, no tendrás nada que ver conmigo".
Señor, ¿cómo me vas a lavar los pies tú a mí?
Antífona Tercera
Fue Jesús hacia Simón Pedro y éste le dijo:
"Señor, ¿pretendes tú lavarme los pies?"
Jesús le dijo:
"Lo que yo estoy haciendo, tú no lo entiendes ahora; lo entenderás más tarde".
Señor, ¿cómo me vas a lavar los pies tú a mí?
Antífona Cuarta
"Si yo, que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies,
cuánto más ustedes deben
lavarse los pies unos a otros.
Señor, ¿cómo me vas a lavar
los pies tú a mí?
Antífona Quinta
"En esto reconocerán todos que son mis discípulos: en que se aman unos a otros".
Señor, ¿cómo me vas a lavar los pies tú a mí?
Antífona Sexta
Les doy un mandamiento nuevo: que se amen unos a otros como yo los he amado, dice el Señor.
Señor, ¿cómo me vas a lavar los pies tú a mí?
Antífona Séptima
"Que permanezca en ustedes la fe, la esperanza y el amor; pero la mayor de estas tres virtudes es el amor. Ahora tenemos la fe, la esperanza y el amor; pero la mayor de estas tres virtudes es el amor".
Señor, ¿cómo me vas a lavar los pies tú a mí?
Oración de los Fieles
Celebrante:
Supliquemos, hermanos y hermanas, a Cristo, el ungido de Dios, en cuyas manos el Padre ha puesto todas las cosas, y pidámosle que escuche nuestras oraciones:
(Respondemos a cada petición: Te lo pedimos, Señor).
Para que todos los cristianos sepan seguir el ejemplo de humildad del Señor, que lavó los pies de sus discípulos, e imiten la bondad de aquél que aceptó las lágrimas de Pedro, que lo había negado, roguemos al Señor.
Te lo pedimos Señor.
Para que nuestros obispos y sus presbíteros, que en estos días han recordado el inicio de su ministerio y han renovado sus promesas, vivan plenamente conformes a Jesús y sean siempre fieles a lo que en su ordenación prometieron, roguemos al Señor.
Te lo pedimos Señor.
Para que el Señor, que se entregó a la muerte para reunir a los hijos de Dios que estaban dispersos, inspire sentimientos de conversión a los que por el pecado o por la indiferencia se han alejado de la Iglesia, roguemos al Señor
Te lo pedimos Señor.
Para que los enfermos, al ser ungidos con el óleo de la salvación, experimenten la protección del Señor y sientan mejora en su enfermedad y alivio en sus dolores, roguemos al Señor.
Te lo pedimos Señor.
Para que el Señor, que con su humillación nos exalta, con su entrega nos merece el perdón, con su sangre nos purifica y con su carne nos alimenta, ilumine también nuestra mentes para que comprendamos y amemos los misterios que hoy conmemoramos, roguemos al Señor.
Te lo pedimos Señor.
Celebrante:
Señor Jesucristo, ya que, mientras vivimos aún en este mundo, nos invitas a participar en la mesa que es imagen del banquete eterno, escucha nuestra oración y haz que los que ahora nos reunimos para celebrar el sacramento de tu triunfo, podamos ser también tus comensales en el banquete de la Pascua eterna. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Concédenos, Señor, participar dignamente en esta Eucaristía, porque cada vez que celebramos el memorial de la muerte de tu Hijo, se realiza la obra de nuestra redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
El sacrificio y el sacramento de Cristo
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro, verdadero y único sacerdote.
El cual, al instituir el sacrifico de la eterna alianza, se ofreció a sí mismo como víctima de salvación, y nos mandó perpetuar esta ofrenda en conmemoración suya. Su carne, inmolada por nosotros, es alimento que nos fortalece; su sangre, derramada por nosotros, es bebida que nos purifica.
Por eso,
con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Antífona de la Comunión
Esto es mi Cuerpo, que se da por ustedes. Este cáliz es la nueva alianza establecida por mi Sangre; cuantas veces lo beban, háganlo en memoria mía, dice el Señor.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Señor, tú que nos permites disfrutar en esta vida de la Cena instituida por tu Hijo, concédenos participar también del banquete celestial de tu Reino.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Traslado del Santísimo Sacramento
Dicha la oración después de la comunión, el celebrante, de pie ante el altar, pone incienso en el incensario y, arrodillado, inciensa tres veces al Santísimo Sacramento. Poniéndose el paño de hombros, toma en sus manos el copón y lo cubre con las extremidades del paño.
Se forma entonces la procesión para llevar el Santísimo Sacramento a través del templo hasta el sitio de la reserva. Durante la procesión se canta algún canto eucarístico.
Al llegar la procesión al lugar de la reserva, el celebrante deposita el copón y, poniendo incienso, lo inciensa arrodillado. Después se cierra el tabernáculo o la urna del depósito.
Después de unos momentos de adoración en silencio, el celebrante y los ministros hacen genuflexión y vuelven a la sacristía.
Seguidamente se desnuda el altar, y si es posible, se quitan del templo las cruces. Si algunas no se pueden quitar, es conveniente que queden cubiertas con un velo.
Exhórtese a los fieles, según las circunstancias y costumbres del lugar, a dedicar alguna parte de su tiempo, en la noche, a la adoración delante del Santísimo Sacramento. Esta adoración, después de la medianoche, hágase sin solemnidad.
___________________________________________________________________________________________
† Meditación diaria
Jueves Santo
Pasión de Nuestro Señor
LA ÚLTIMA CENA DEL SEÑOR
— Jesús celebra la Última Cena con los Apóstoles.
— Institución de la Sagrada Eucaristía y del sacerdocio ministerial.
— El Mandamiento Nuevo del Señor.
I. Este Jueves Santo nos trae el recuerdo de aquella Última Cena del Señor con los Apóstoles. Como en años anteriores, Jesús celebrará la Pascua rodeado de los suyos. Pero esta vez tendrá características muy singulares, por ser la última Pascua del Señor antes de su tránsito al Padre y por los acontecimientos que en ella tendrán lugar. Todos los momentos de esta Última Cena reflejan la Majestad de Jesús, que sabe que morirá al día siguiente, y su gran amor y ternura por los hombres.
La Pascua era la principal de las fiestas judías y fue instituida para conmemorar la liberación del pueblo judío de la servidumbre de Egipto.Este día será para vosotros memorable, y lo celebraréis solemnemente en honor de Yahvé, de generación en generación. Será una fiesta a perpetuidad1. Todos los judíos están obligados a celebrar esta fiesta para mantener vivo el recuerdo de su nacimiento como Pueblo de Dios.
Jesús encomendó la disposición de lo necesario a sus discípulos predilectos: Pedro y Juan. Los dos Apóstoles hacen con todo cuidado los preparativos. Llevaron el cordero al Templo y lo inmolaron, luego vuelven para asarlo en la casa donde tendrá lugar la cena. Preparan también el agua para las abluciones2, las «hierbas amargas» (que representan la amargura de la esclavitud), los «panes ácimos» (en recuerdo de los que tuvieron que dejar de cocer sus antepasados en la precipitada salida de Egipto), el vino, etc. Pusieron un especial empeño en que todo estuviera perfectamente dispuesto.
Estos preparativos nos recuerdan a nosotros la esmerada preparación que hemos de realizar en nosotros mismos cada vez que participamos en la Santa Misa. Se renueva el mismo Sacrificio de Cristo, que se entregó por nosotros, y nosotros somos también sus discípulos, que ocupamos el lugar de Pedro y Juan.
La Última Cena comienza a la puesta del sol. Jesús recita los salmos con voz firme y con un particular acento. San Juan nos ha transmitido que Jesús deseó ardientemente comer esta cena con sus discípulos3.
En aquellas horas sucedieron cosas singulares que los Evangelios nos han dejado consignadas: la rivalidad entre los Apóstoles, que comenzaron a discutir quién sería el mayor; el ejemplo sorprendente de humildad y de servicio al realizar Jesús el oficio reservado al ínfimo de los siervos: se puso a lavarles los pies; Jesús se vuelca en amor y ternura hacia sus discípulos: Hijitos míos..., llega a decirles. «El mismo Señor quiso dar a aquella reunión tal plenitud de significado, tal riqueza de recuerdo, tal conmoción de palabras y de sentimientos, tal novedad de actos y de preceptos, que nunca terminaremos de meditarlos y explorarlos. Es una cena testamentaria; es una cena afectuosa e inmensamente triste, al tiempo que misteriosamente reveladora de promesas divinas, de visiones supremas. Se echa encima la muerte, con inauditos presagios de traición, de abandono, de inmolación; la conversación se apaga enseguida, mientras la palabra de Jesús fluye continua, nueva, extremadamente dulce, tensa en confidencias supremas, cerniéndose así entre la vida y la muerte»4.
Lo que Cristo hizo por los suyos puede resumirse en estas breves palabras de San Juan: los amó hasta el fin5. Hoy es un día particularmente apropiado para meditar en ese amor de Jesús por cada uno de nosotros, y en cómo estamos correspondiendo: en el trato asiduo con Él, en el amor a la Iglesia, en los actos de desagravio y de reparación, en la caridad con los demás, en la preparación y acción de gracias de la Sagrada Comunión, en nuestro afán de corredimir con Él, en el hambre y sed de justicia...
II. Y ahora, mientras estaban comiendo, muy probablemente al final, Jesús toma esa actitud trascendente y a la vez sencilla que los Apóstoles conocen bien, guarda silencio unos momentos y realiza la institución de la Eucaristía.
El Señor anticipa de forma sacramental –«mi Cuerpo entregado, mi Sangre derramada»– el sacrificio que va a consumar al día siguiente en el Calvario. Hasta ahora la Alianza de Dios con su pueblo estaba representada en el cordero pascual sacrificado en el altar de los holocaustos, en el banquete de toda la familia en la cena pascual. Ahora, el Cordero inmolado es el mismo Cristo6: Esta es la nueva alianza en mi Sangre... El Cuerpo de Cristo es el nuevo banquete que congrega a todos los hermanos: Tomad y comed...
El Señor anticipó sacramentalmente en el Cenáculo lo que al día siguiente realizaría en la cumbre del Calvario: la inmolación y ofrenda de Sí mismo –Cuerpo y Sangre– al Padre, como Cordero sacrificado que inaugura la nueva y definitiva Alianza entre Dios y los hombres, y que redime a todos de la esclavitud del pecado y de la muerte eterna.
Jesús se nos da en la Eucaristía para fortalecer nuestra debilidad, acompañar nuestra soledad y como un anticipo del Cielo. A las puertas de su Pasión y Muerte, ordenó las cosas de modo que no faltase nunca ese Pan hasta el fin del mundo. Porque Jesús, aquella noche memorable, dio a sus Apóstoles y sus sucesores, los obispos y sacerdotes, la potestad de renovar el prodigio hasta el final de los tiempos: Haced esto en memoria mía7. Junto con la Sagrada Eucaristía, que ha de durar hasta que el Señor venga8, instituye el sacerdocio ministerial.
Jesús se queda con nosotros para siempre en la Sagrada Eucaristía, con una presencia real, verdadera y sustancial. Jesús es el mismo en el Cenáculo y en el Sagrario. En aquella noche los discípulos gozaron de la presencia sensible de Jesús, que se entregaba a ellos y a todos los hombres. También nosotros, esta tarde, cuando vayamos a adorarle públicamente en el Monumento, nos encontraremos de nuevo con Él; nos ve y nos reconoce. Podemos hablarle como hacían los Apóstoles y contarle lo que nos ilusiona y nos preocupa, y darle gracias por estar con nosotros, y acompañarle recordando su entrega amorosa. Siempre nos espera Jesús en el Sagrario.
III. La señal por la que conocerán que sois mis discípulos será que os amáis lo unos a los otros9.
Jesús habla a los Apóstoles de su inminente partida. Él se marcha para prepararles un lugar en el Cielo10, pero, mientras, quedan unidos a Él por la fe y la oración11.
Es entonces cuanto enuncia el Mandamiento Nuevo, proclamado, por otra parte, en cada página del Evangelio: Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os he amado12. Desde entonces sabemos que «la caridad es la vía para seguir a Dios más de cerca»13 y para encontrarlo con más prontitud. El alma entiende mejor a Dios cuando vive con más finura la caridad, porque Dios es Amor, y se ennoblece más y más en la medida en que crece en esta virtud teologal.
El modo de tratar a quienes nos rodean es el distintivo por el que nos conocerán como sus discípulos. Nuestro grado de unión con Él se manifestará en la comprensión con los demás, en el modo de tratarles y de servirles. «No dice el resucitar a muertos, ni cualquier otra prueba evidente, sino esta: que os améis unos a otros»14. «Se preguntan muchos si aman a Cristo, y van buscando señales por las cuales poder descubrir y reconocer si le aman: la señal que no engaña nunca es la caridad fraterna (...). Es también la medida del estado de nuestra vida interior, especialmente de nuestra vida de oración»15.
Os doy un mandamiento nuevo: que os améis...16. Es un mandato nuevo porque son nuevos sus motivos: el prójimo es una sola cosa con Cristo, el prójimo es objeto de un especial amor del Padre. Es nuevo porque es siempre actual el Modelo, porque establece entre los hombres nuevas relaciones. Porque el modo de cumplirlo será nuevo:como yo os he amado; porque va dirigido a un pueblo nuevo, porque requiere corazones nuevos; porque pone los cimientos de un orden distinto y desconocido hasta ahora. Es nuevo porque siempre resultará una novedad para los hombres, acostumbrados a sus egoísmos y a sus rutinas.
En este día de Jueves Santo podemos preguntarnos, al terminar este rato de oración, si en los lugares donde discurre la mayor parte de nuestra vida conocen que somos discípulos de Cristo por la forma amable, comprensiva y acogedora con que tratamos a los demás. Si procuramos no faltar jamás a la caridad de pensamiento, de palabra o de obra; si sabemos reparar cuando hemos tratado mal a alguien; si tenemos muchas muestras de caridad con quienes nos rodean: cordialidad, aprecio, unas palabras de aliento, la corrección fraterna cuando sea necesaria, la sonrisa habitual y el buen humor, detalles de servicio, preocupación verdadera por sus problemas, pequeñas ayudas que pasan inadvertidas... «Esta caridad no hay que buscarla únicamente en los acontecimientos importantes, sino, ante todo, en la vida ordinaria»17.
Cuando está ya tan próxima la Pasión del Señor recordamos la entrega de María al cumplimiento de la Voluntad de Dios y al servicio de los demás. «La inmensa caridad de María por la humanidad hace que se cumpla, también en Ella, la afirmación de Cristo: nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos (Jn 15, 13)»18.
1 Ex 12, 14. — 2 Jn 13, 5. — 3 Jn 13, 1. — 4 Pablo VI, Homilía de la Misa del Jueves Santo, 27-III-1975. — 5 Jn 13, 1. — 6 1 Cor 5, 7. — 7 Lc 22, 19; 1 Cor 2, 24. — 8 1 Cor 11, 26. — 9 Lavatorio de los pies. Antífona 4ª Jn 13, 35. — 10 Jn 14, 2-3. — 11Jn 14, 12-14. — 12 Jn 15, 12. — 13 Santo Tomás, Coment. a la Epístola a los Efesios, 5, 1. — 14 ídem, Opúsculo sobre la caridad. — 15 B. Baur, En la intimidad con Dios, Herder, Barcelona 1973, p. 246. — 16 Jn 13, 34. — 17 Conc. Vat. II, Const.Gaudium et spes, 38. — 18 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 287.
___________________________________________________________________________________________
† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
Beato Enrique Susso
Religioso
Fue un prodigio de santidad en un ambiente muy corrompido. Nació en 1296 en Suabia, Alemania.
A los 15 años fue admitido como religioso en el convento de los Padres Dominicos en Constanza. Su apellido era Von Berg, pero como su padre era descuidado borrachín y en cambio la mamá era una santa, el joven tomó el apellido materno que era Susso.
En la comunidad encontró como profesor un místico muy famoso que influyó en él de manera inmensa. Era el Padre Eckart, cuyos consejos seguían muchas personas con gran entusiasmo. Enrique decía: "El Padre Eckart demuestra tan gran sabiduría que parece como si Dios no le hubiera ocultado nada".
Los datos que vamos a narrar enseguida están extraídos de la "Autobiografía" del propio Enrique Susso.
Los primeros años de religioso no fue muy fervoroso, pero luego un día empezó a oír continuamente este mandato: "Renuncie a todo lo que no lo ayude a conseguir la santidad". Y se repetía tan frecuentemente este mandato en su mente que se propuso empezar una vida espiritual verdaderamente seria.
El demonio intentó disuadirlo y desanimarlo con consideraciones de prudencia humana, haciéndole ver que esa conversión era demasiado rápida y que no sería capaz de perseverar en el bien. El se dedicó a pedir a Dios la sabiduría celestial. Y repetía las palabras del libro de la Sabiduría: "Señor, envíame la sabiduría que procede de tu trono. Tú sabes que soy muy joven, sin experiencia y de pocos años. Pero si Tú me mandas la sabiduría podré perseverar". Y pedía al Espíritu Santo el don de Consejo y la virtud de la prudencia, y así logro perseverar. En adelante durante toda su vida será un admirador constante de la Sabiduría Eterna, y recomendará a sus discípulos el pedir mucho a Dios el don de la sabiduría. Y les repetía las palabras del Libro Santo: "Sabiendo que no tendría la sabiduría si Dios no me la concedía, me dediqué a pedirla en oración, y me fue concedida".
Su amor a la Virgen María era inmenso y predicaba constantemente su devoción.
Publicó el libro titulado "Sabiduría Eterna", el cual fue sumamente famoso y muy popular por varios siglos.
Al principio de su conversión, creyó Enrique que debía dedicarse a mortificaciones muy fuertes y así lo hizo. Sus ayunos, vigilias, azotes y demás penitencias llegaron a causar asombro y casi acaban con su vida. Pero según cuenta en su "Autobiografía", una iluminación del cielo le comunicó que en vez de estas mortificaciones buscadas por él, debía más bien dedicarse a aceptar con buena voluntad los sufrimientos que Dios iba a permitir que le llegaran. Y fue entonces cuando empezaron a llegarle penas tremendas.
Los enemigos del alma trataban de atacarle de mil maneras. Le llegaban los pensamientos más impuros y las imaginaciones más indecentes. Y una melancolía o sentimiento continuo de tristeza que trataba de desanimarlo del todo. Y luego las tentaciones contra la fe. Y como si no bastara todo esto, le llegó la convicción de que él estaba destinado a condenarse para siempre.
Afortunadamente había tenido un buen profesor y se fue en busca del sabio Padre Eckart y le contó todo. "El famoso místico me consoló y logró sacarme de aquel infierno en el cual estaba viviendo". Y volvió a su alma la paz. Una vez más se cumplía lo que dice el Libro de los Proverbios: "Triunfarán los que saben pedir consejos". Pero ahora le iba a llegar un tercer tormento.
Una voz interior le dijo: "Hasta ahora has sufrido ataques venidos del interior. Ahora empezarán los ataques que llegan desde el exterior". Y así sucedió. Pronto empezó a experimentar la ingratitud y la pérdida de los amigos y de la buena fama. Sus paisanos se dividían en dos clases: los fervorosos y los relajados. Los fervorosos querían que se cumpliera exactamente los deberes de piedad. Entre ellos estaban Enrique Susso, su profesor Eckart y el gran predicador Taulero. Pero los otros eran mayoría y empezaron a perseguir a Susso.
Durante 37 años había recorrido campos y ciudades predicando. Había obtenido curaciones milagrosas. En pleno sermón vieron su rostro rodeado de resplandores. Pero insistía muy fuertemente en que había que dedicarse con toda seriedad a la santidad, y esto no agradaba a los relajados. Y entonces se valieron de la calumnia.
Se valieron de un muchacho mentiroso para inventar que él había cometido sacrilegios. Logró comprobar que era inocente. Luego inventaron que Enrique había tratado de envenenar a una persona. Pronto se supo que eso era mentira. Lo acusaron de haber inventado un milagro, pero los mentirosos quedaron al descubierto. Fueron tantas las acusaciones que tuvo que huir por un tiempo a Holanda. Allá lo acusaron de haber escrito herejías contra la fe. El logró probar que todo lo que había escrito estaba de acuerdo con nuestra santa religión.
Luego le llegó otro sufrimiento: su hermana, que era religiosa, perdió el fervor y se retiró de su comunidad. Enrique ofreció por ella una grave enfermedad que él tuvo que sufrir, y con este sufrimiento logró que la prófuga volviera otra vez al convento donde pasó santamente sus últimos años.
Enrique estaba dirigiendo espiritualmente a una mujer que lo engañaba diciéndole que ella se estaba convirtiendo de su mala vida. Pero cuando el santo sacerdote se dio cuenta de que aquella mujer le mentía, se negó a seguirle dando dirección espiritual. Entonces ella en venganza inventó el cuento de que él era el padre de una criatura que ella tenía. Y algunos hasta creyeron porque el religioso demostraba mucha caridad para con el pobre niño. Entonces el Superior General de la Comunidad mandó hacer una severa investigación y se supo que todo eran cuentos de aquella perversa mujer.
Fue nombrado Enrique como superior de un convento de Padres Dominicos y aquel convento estaba terriblemente endeudado. El nuevo superior en vez de dedicarse a pedir limosnas o a conseguir empréstitos lo que hizo fue recomendar a sus religiosos que se dedicaran a celebrar con mayor fervor la santa misa y a rezar con mayor fe y devoción. Muchos se burlaban de él diciendo que era un hombre que no ponía los pies en la tierra y que se imaginaba que con rezos se pagaban las deudas. Pero poco después un hombre rico sintió una inspiración interior de que debía ayudar a aquel convento y llegó con veinte libras de monedas de plata y con esto se pagaron todas las deudas.
Los últimos años los pasó el Padre Enrique dedicado a dar dirección espiritual a las religiosas, especialmente a las dominicas, las cuales lo consideraban un verdadero hombre de Dios y un guía espiritual sumamente acertado.
Le ofrecieron altos puestos pero una iluminación interior le dijo que si quería llegar a altos puestos en la santidad tenía que huir de los cargos que producen muchos honores. Y por eso se mantuvo siempre entre los más humildes y desconocidos aunque su sabiduría y sus escritos y su santidad lo hacían resplandecer ante muchísimas gentes piadosas que lo admiraban fervorosamente.
Murió en 1365, y dicen que su cuerpo permaneció muchos años incorrupto. Pero después el templo donde estaba enterrado pasó a poder de los protestantes y no se volvió a saber de sus restos.
Tuvo muchas visiones y se le apareció la Santísima Virgen María a traerle mensajes celestiales. En una de sus visiones preguntó qué medios debería emplear para alcanzar más fácilmente la santidad y la salvación y le fue respondido: "Negarse a sí mismo; no apegarse a las criaturas; recibir todo lo que sucede, como venido de la mano de Dios, y ser infinitamente paciente y amable con todos, aún con los que son ásperos e injustos en su modo de tratarlo a uno".
San Alfonso de Ligorio al meditar en las mortificaciones y en los sufrimientos de este hombre de Dios exclamaba: "Qué pequeños nos sentimos nosotros ante estos campeones tan valerosos para sufrir todo por amor de Dios y por la salvación de las almas".
___________________________________________________________________________________________
Fuente: VidasEjemplares.org
Juana María de Maillé Viuda, Marzo 28
Terciaria Franciscana La Beata Juana María de Maillé es un ejemplo ideal de mujer noble terciaria. Viuda y virgen de un valiente, el barón de Silly. |
___________________________________________________________________________________________
Doroteo de Gaza, Santo Asceta, Marzo 28
Asceta Etimológicamente significa " don de Dios". Viene de la lengua griega.
|
___________________________________________________________________________________________
Fuente: Vatican.va
José Sebastián Pelczar, Santo Obispo, Marzo 28
Obispo de Przemyśl Fundador de la Congregación de las
|
___________________________________________________________________________________________
Guntrano, Santo Laico, 28 de marzo
Rey de Borgoña y Orleáns. Era nieto de Santa Clotilde. Hermano de los reyes Charibert y Sigebert. |
___________________________________________________________________________________________
Fuente: ACI Prensa
Esteban Harding, Santo Abad, Marzo 28
Tercer abad de Cîster Martirologio Romano: En el monasterio de Cister, en Borgoña (hoy Francia), san Esteban Harding, abad, que junto con otros monjes vino de Molesmes y, más tarde, estuvo al frente de este célebre cenobio, donde instituyó a los hermanos conversos, recibió a san Bernardo con treinta compañeros y fundó doce monasterios, que unió con el vínculo de la Carta de Caridad, para que no hubiese discordia alguna entre ellos, sino que los monjes actuasen con unidad de amor, de Regla y con costumbres similares (1134). Nació en Sherborne en Dorsetshire, Inglaterra, a mediados del siglo XI; murió el 28 de Marzo de 1134. |
___________________________________________________________________________________________
Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
Si NO desea el evangelio, santoral y meditación diaria y sólo artículos interesantes censurados por la prensa (la mayoría), unos 4 por semana escriba a: ave-maria-purisima+subscribe@googlegroups.com (responder el mensaje de confirmación).
Para de-suscribirse escribir desde su casilla de email a:
Evangelio+unsubscribe@googlegroups.com
NO debe colocarlo en CC sino en "Para/To"
Si no se desuscribe es porque recibe el mensaje en su otro email que le reenvía al actual: debe escribir desde ese otro email.