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Pax
Lectuas abajo.
Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=272692
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
Domingo de Ramos C
(I) Procesión
1. A la hora señalada los fieles se reúnen fuera del templo llevando ramos en la mano.
2. El celebrante, revestido con los ornamentos rojos requeridos para la misa, se acerca al lugar donde el pueblo está congregado. El celebrante, en lugar de casulla, puede usar la capa pluvial, que se quitará después de la procesión.
3. Se canta la siguiente antífona (Mt 21,9) o un canto apropiado
¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel! ¡Hosanna en el cielo!
4. El celebrante saluda al pueblo y hace una breve exhortación para invitar a los fieles a participar activa y conscientemente en la celebración de este día. Puede hacerlo con éstas palabras:
Queridos hermanos y hermanas: Desde el principio de la Cuaresma nos venimos preparando con obras de penitencia y caridad.
Hoy, cercana ya la noche de Pascua, en comunión con toda la Iglesia, nos reunimos para iniciar la celebración de los misterios de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo.
Acompañemos con fe y devoción a nuestro Salvador en su entrada a la ciudad santa, para que participando ahora de su cruz, merezcamos un día tener parte en la Resurrección.
5. Después de la exhortación, el celebrante dice la siguiente oración para bendecir los Ramos
Dios todopoderoso y eterno, dígnate bendecir † estos ramos y, a cuantos acompañamos jubilosos a Cristo, nuestro rey y Señor, concédenos reunirnos contigo en la Jerusalén del cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
En silencio, rocía con agua bendita los ramos
6. El celebrante proclama el Evangelio de la entrada del Señor.
Evangelio
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 21, 1-11
Gloria a ti, Señor.
Cuando se aproximaban ya a Jerusalén, al llegar a Betfagé, junto al monte de los Olivos, envió Jesús a dos de sus discípulos, diciéndoles:
"Vayan al pueblo que ven allí enfrente; al entrar, encontrarán amarrada una burra y un burrito con ella; desátenlos y tráiganmelos. Si alguien les pregunta algo, díganle que el Señor los necesita y enseguida los devolverá".
Esto sucedió para que se cumplieran las palabras del profeta: "Díganle a la hija de Sión: He aquí que tu rey viene a ti, apacible y montado en un burro, en un burrito, hijo de animal de yugo".
Fueron, pues, los discípulos e hicieron lo que Jesús les había encargado y trajeron consigo la burra y el burrito. Luego pusieron sobre ellos sus mantos y Jesús se sentó encima. La gente, muy numerosa, extendía sus mantos por el camino; algunos cortaban ramas de los árboles y las tendían a su paso. Los que iban delante de él y los que lo seguían gritaban:
"¡Hosanna! ¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en el cielo!"
Al entrar Jesús en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió. Unos decían:
"¿Quién es éste?"
Y la gente respondía:
"Este es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
7. Después del evangelio, si se cree oportuno, se puede tener una breve homilía. Antes de comenzar la procesión, puede hacer una monición con estas palabras:
Como la muchedumbre que aclamaba a Jesús, acompañemos también nosotros con júbilo al Señor.
8. Comienza la procesión hacia el templo. Va delante el que lleva el incienso, luego el que lleva la cruz adornada, en medio de dos ministros con velas encendidas. A continuación el celebrante con los demás ministros. Por último, los fieles con los ramos cantando del salmo 23.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes,
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
"¡Hosanna! ¡Viva el Hijo de David!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Hosanna en el cielo!"
¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sagrado?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos ni jura contra el prójimo en falso.
"¡Hosanna! ¡Viva el Hijo de David!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Hosanna en el cielo!"
Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Este es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
"¡Hosanna! ¡Viva el Hijo de David!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Hosanna en el cielo!"
¡Portones!, alzad los linteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es el Rey de la gloria?
El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
"¡Hosanna! ¡Viva el Hijo de David!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Hosanna en el cielo!"
¡Portones!, alzad los linteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es el Rey de la gloria?
El Señor, Dios de los ejércitos:
él es el Rey de la gloria.
"¡Hosanna! ¡Viva el Hijo de David!
¡Hosanna en el cielo!"
9. El celebrante, al llegar al altar, lo venera y -si lo juzga oportuno- lo inciensa. Después va a la sede (se quita la capa pluvial y se pone la casulla) y, omitiendo otros ritos, dice la oración colecta de la misa, que seguidamente ya se desarrolla como de costumbre.
(II)Entrada Solemne
1. La entrada solemne antes de la misa principal se celebra dentro del templo.
2. Los fieles se reúnen o en la puerta de la iglesia o en la misma iglesia, teniendo los ramos en la mano. El celebrante y los ministros se dirigen al lugar más apto de la iglesia donde la mayor parte de los fieles puedan apreciar el rito.
3. Mientras el celebrante se dirige al lugar escogido,se canta la siguiente antífona (Mt 21,9) o un canto apropiado
¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel! ¡Hosanna en el cielo!
4. El celebrante saluda al pueblo y hace una breve exhortación para invitar a los fieles a participar activa y conscientemente en la celebración de este día. Puede hacerlo con éstas palabras:
Queridos hermanos y hermanas: Desde el principio de la Cuaresma nos venimos preparando con obras de penitencia y caridad.
Hoy, cercana ya la noche de Pascua, en comunión con toda la Iglesia, nos reunimos para iniciar la celebración de los misterios de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo.
Acompañemos con fe y devoción a nuestro Salvador en su entrada a la ciudad santa, para que participando ahora de su cruz, merezcamos un día tener parte en la Resurrección.
5. Después de la exhortación, el celebrante dice la siguiente oración para bendecir los Ramos
Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, dígnate bendecir † estos ramos y, a cuantos acompañamos jubilosos a Cristo, nuestro rey y Señor, concédenos reunirnos contigo en la Jerusalén del cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
En silencio, rocía con agua bendita los ramos
6. El celebrante proclama el Evangelio de la entrada del Señor.
Evangelio
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 21, 1-11
Gloria a ti, Señor.
Cuando se aproximaban ya a Jerusalén, al llegar a Betfagé, junto al monte de los Olivos, envió Jesús a dos de sus discípulos, diciéndoles:
"Vayan al pueblo que ven allí enfrente; al entrar, encontrarán amarrada una burra y un burrito con ella; desátenlos y tráiganmelos. Si alguien les pregunta algo, díganle que el Señor los necesita y enseguida los devolverá".
Esto sucedió para que se cumplieran las palabras del profeta: "Díganle a la hija de Sión: He aquí que tu rey viene a ti, apacible y montado en un burro, en un burrito, hijo de animal de yugo".
Fueron, pues, los discípulos e hicieron lo que Jesús les había encargado y trajeron consigo la burra y el burrito. Luego pusieron sobre ellos sus mantos y Jesús se sentó encima. La gente, muy numerosa, extendía sus mantos por el camino; algunos cortaban ramas de los árboles y las tendían a su paso. Los que iban delante de él y los que lo seguían gritaban:
"¡Hosanna! ¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en el cielo!"
Al entrar Jesús en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió. Unos decían:
"¿Quién es éste?"
Y la gente respondía:
"Este es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
7. Después del Evangelio, el celebrante con los ministros se dirigen solemnemente por la iglesia hacia el altar, mientras se puede cantar el salmo 46.
Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo,
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra.
"¡Hosanna! ¡Viva el Hijo de David!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!"
El nos somete los pueblos
y nos sojuzga las naciones;
él nos escogió por heredad suya:
gloria de Jacob, su amado.
"¡Hosanna! ¡Viva el Hijo de David!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!"
Dios asciende entre aclamaciones,
el Señor al son de trompetas:
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad;
porque Dios es Rey del mundo:
tocad con maestría.
"¡Hosanna! ¡Viva el Hijo de David!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!"
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado:
los príncipes de los gentiles se reúnen
con el pueblo del Dios de Abrahán,
porque de Dios son los grandes de la tierra,
y él es excelso.
"¡Hosanna! ¡Viva el Hijo de David!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!"
8. Cuando ha llegado al altar, el celebrante lo venera, después va a la sede y, omitiendo otros ritos, dice la oración colecta de la misa, que seguidamente se desarrolla como de costumbre.
(III) Entrada Simple
1. En las restantes misas de este domingo en las que no se tiene entrada solemne, se hace memoria de la entrada del Señor en Jerusalén por medio de la entrada simple.
2. Mientras el celebrante se dirige al altar, se canta la antífona de entrada con el salmo:
Seis días antes de la solemnidad de la Pascua, cuando el Señor subía a la ciudad de Jerusalén, los niños, con ramos de palmas, salieron a su encuentro, y con júbilo proclamaban:
"¡Hosanna en el cielo! ¡Bendito tú que vienes y nos traes la misericordia de Dios!"
Llegado al altar, el celebrante lo venera y saluda al pueblo. Seguidamente, la misa se desarrolla como de costumbre.
3. Es conveniente, donde no se haya podido tener procesión ni entrada solemne, que se tenga una celebración de la Palabra sobre la entrada del Mesías y la Pasión del Señor, o en la tarde del sábado o en una hora oportuna del domingo.
Oración Colecta
Dios todopoderoso y eterno, tú quisiste que nuestro Salvador se hiciese hombre y muriese en la cruz, para mostrar al género humano el ejemplo de una vida sumisa a tu voluntad; concédenos que las enseñanzas de su pasión nos sirvan de testimonio y que un día participemos en su gloriosa resurrección.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
No oculté el rostro a insultos, y sé que no quedaré avergonzado
Lectura del libro del profeta Isaías
50, 4-7
En aquel entonces, dijo Isaías:
"El Señor me ha dado una lengua experta, para que pueda confortar al abatido con palabras de aliento. Mañana tras mañana, el Señor despierta mi oído, para que escuche yo, como discípulo. El Señor Dios me ha hecho oír sus palabras y yo no he opuesto resistencia ni me he echado para atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro de los insultos y salivazos. Pero el Señor me ayuda, por eso no quedaré confundido, por eso endureció mi rostro como roca y sé que no quedaré avergonzado".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Del Salmo 21
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Al verme se burlan de mí, hacen muecas, mueven la cabeza:
"Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre si tanto lo quiere".
Dios mío Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Me acorrala una jauría de perros, me rodea una banda de malhechores; me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos.
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. Fieles del Señor, alábenlo; linaje de Jacob, glorifíquenlo; témanlo, linaje de Israel.
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado
Segunda Lectura
Cristo se humilló a sí mismo; por eso Dios lo exaltó
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses
2, 6-11
Hermanos: Cristo, siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina, sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres. Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que, al nombre de Jesús, todos doblen la rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y todos reconozcan públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Segunda Lectura Cristo se humilló a sí mismo; por eso Dios lo exaltó Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 6-11 Hermanos: Cristo, siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina, sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres. Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que, al nombre de Jesús, todos doblen la rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y todos reconozcan públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Honor y gloria a Ti, Señor Jesús.
Cristo se humilló por nosotros y por obediencia aceptó incluso la muerte y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está
sobre todo nombre. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Evangelio
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 22, 14-71; 23, 1-56
A. Llegada la hora de cenar, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo:
† "Cuánto he deseado celebrar esta Pascua con ustedes, antes de padecer, porque yo les aseguro que ya no la volveré a celebrar, hasta que tenga cabal cumplimiento en el Reino de Dios".
A. Luego tomó en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias y dijo:
†. "Tomen esto y repártanlo entre ustedes, porque les aseguro que ya no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios".
Tomando después un pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo:
†. "Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía".
A. Después de cenar, hizo lo mismo con una copa de vino, diciendo:
†. "Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por ustedes. Pero miren: la mano del que me va a entregar está conmigo en la mesa. Porque el Hijo del hombre va a morir, según lo decretado; pero ¡ay de aquel hombre por quien será entregado!"
A. Ellos empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser el que lo iba a traicionar.
Después los discípulos se pusieron a discutir sobre cuál de ellos debería ser considerado como el más importante. Jesús les dijo:
†. "Los reyes de los paganos los dominan, y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Pero ustedes no hagan eso, sino todo lo contrario: que el mayor entre ustedes actúe como si fuera el menor, y el que gobierna, como si fuera un servidor. Porque, ¿quién vale más, el que está a la mesa o el que sirve? ¿Verdad que es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de ustedes como el que sirve. Ustedes han perseverado conmigo en mis pruebas, y yo les voy a dar el Reino, como mi Padre me lo dio a mí, para que coman y beban a mi mesa en el Reino, y se siente cada uno en un trono, para juzgar a las doce tribus de Israel".
A. Luego añadió:
†. "Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido permiso para zarandearlos como trigo; pero yo he orado por ti, para que tu fe no desfallezca; y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos".
A. El le contestó:
B. "Señor, estoy dispuesto a ir contigo incluso a la cárcel y a la muerte".
†.Jesús le replicó:
"Te digo, Pedro, que hoy, antes de que cante el gallo, habrás negado tres veces que me conoces".
A. Después les dijo a todos ellos:
†. "Cuando los envié sin provisiones, sin dinero ni sandalias, ¿acaso les faltó algo?"
A. Ellos contestaron:
B. "Nada".
A. El añadió:
†. "Ahora, en cambio, el que tenga dinero o provisiones, que los tome; y el que no tenga espada, que venda su manto y compre una. Les aseguro que conviene que se cumpla esto que está escrito de mí: "Fue contado entre los malhechores", porque se acerca el cumplimiento de todo lo que se refiere a mí".
A. Ellos le dijeron:
B. "Señor, aquí hay dos espadas".
A. El les contestó:
†. "¡Basta ya!"
A. Salió Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos y lo acompañaron los discípulos. Al llegar a ese sitio, les dijo:
†. "Oren, para no caer en la tentación".
A. Luego se alejó de ellos a la distancia de un tiro de piedra y se puso a orar de rodillas, diciendo:
†. "Padre, si quieres, aparta de mí esta amarga prueba; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya".
A. Se le apareció entonces un ángel para confortarlo; él, en su angustia mortal, oraba con mayor insistencia, y comenzó a sudar gruesas gotas de sangre, que caían hasta el suelo. Por fin terminó su oración, se levantó, fue hacia sus discípulos y los encontró dormidos por la pena. Entonces les dijo:
†. "¿Por qué están dormidos? Levántense y oren para no caer en la tentación".
A. Todavía estaba hablando, cuando llegó una turba encabezada por Judas, uno de los Doce, quien se acercó a Jesús para besarlo. Jesús le dijo:
†. "Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?"
A. Al darse cuenta de lo que iba a suceder, los que estaban con él dijeron:
B. "Señor, ¿los atacamos con la espada?"
A. Y uno de ellos hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Jesús intervino, diciendo:
†. "¡Dejen! ¡Basta!"
A. Le tocó la oreja y lo curó.
Después Jesús dijo a los sumos sacerdotes, a los encargados del templo y a los ancianos que habían venido a arrestarlo:
†. "Han venido a aprehenderme con espadas y palos, como si fuera un bandido. Todos los días he estado con ustedes en el templo y no me echaron mano. Pero ésta es su hora y la del poder de las tinieblas".
A. Ellos lo arrestaron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en la casa del sumo sacerdote. Pedro los seguía desde lejos. Encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor y Pedro se sentó también con ellos. Al verlo sentado junto a la lumbre, una criada se le quedó mirando y dijo:
B. "Este también estaba con él".
A. Pero él lo negó diciendo:
B. "No lo conozco, mujer".
A. Poco después lo vio otro y le dijo:
B. "Tú también eres uno de ellos".
A. Pedro replicó:
B. "¡Hombre, no lo soy!"
A. Y como después de una hora, otro insistió:
B. "Sin duda que éste también estaba con él, porque es galileo".
A. Pedro contestó:
B. "¡Hombre, no sé de qué hablas!"
A. Todavía estaba hablando, cuando cantó un gallo.
El Señor, volviéndose, miró a Pedro. Pedro se acordó entonces de las palabras que el Señor le había dicho: "Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces", y saliendo de allí se soltó a llorar amargamente.
Los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de él, le daban golpes, le tapaban la cara y le preguntaban:
B. "¿Adivina quién te ha pegado?"
A. Y proferían contra él muchos insultos.
Al amanecer se reunió el consejo de los ancianos con los sumos sacerdotes. Hicieron comparecer a Jesús ante el sanedrín y le dijeron:
B. "Si tú eres el Mesías, dínoslo".
A. El les contestó:
†. "Si se lo digo, no lo van a creer, y si les pregunto, no me van a responder. Pero ya desde ahora, el Hijo del hombre está sentado a la derecha de Dios todopoderoso".
A. Dijeron todos:
B. "Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?"
A. El les contestó:
†. "Ustedes mismos lo han dicho: sí lo soy".
A. Entonces ellos dijeron:
B. "¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca".
A. El consejo de los ancianos, con los sumos sacerdotes y los escribas, se levantaron y llevaron a Jesús ante Pilato. Entonces comenzaron a acusarlo, diciendo:
B. "Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación y oponiéndose a que se pague tributo al César y diciendo que él es el Mesías rey".
A. Pilato preguntó a Jesús:
B. "¿Eres tú el rey de los judíos?"
A. El le contesto:
†. "Tú lo has dicho".
A. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la turba:
B. "No encuentro ninguna culpa en este hombre".
A. Ellos insistían con más fuerza, diciendo:
B. "Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí".
A. Al oír esto, Pilato preguntó si era galileo, y al enterarse de que era de la jurisdicción de Herodes, se lo remitió, ya que Herodes estaba en Jerusalén precisamente por aquellos días.
Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento, porque hacía mucho tiempo que quería verlo, pues había oído hablar mucho de él y esperaba presenciar algún milagro suyo. Le hizo muchas preguntas, pero él no le contestó ni una palabra. Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas, acusándolo sin cesar. Entonces Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él, y le mandó poner una vestidura blanca. Después se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes eran enemigos.
Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, y les dijo:
B. "Me han traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; pero yo lo he interrogado delante de ustedes y no he encontrado en él ninguna de las culpas de que lo acusan. Tampoco Herodes, porque me lo ha enviado de nuevo. Ya ven que ningún delito digno de muerte se ha probado. Así pues, le aplicaré un escarmiento y lo soltaré".
A. Con ocasión de la fiesta, Pilato tenía que dejarles libre a un preso. Ellos vociferaron en masa, diciendo:
B. "¡Quita a ése! ¡Suéltanos a Barrabás!"
A. A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.
Pilato volvió a dirigirles la palabra, con la intención de poner en libertad a Jesús; pero ellos seguían gritando:
B. "¡Crucifícalo, crucifícalo!"
A. El les dijo por tercera vez:
B. "¿Pues qué ha hecho de malo? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte; de modo que le aplicaré un escarmiento y lo soltaré".
A. Pero ellos insistían, pidiendo a gritos que lo crucificara. Como iba creciendo el griterío, Pilato decidió que se cumpliera su petición; soltó al que le pedían, al que había sido encarcelado por revuelta y homicidio, y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.
Mientras lo llevaban a crucificar, echaron mano a un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo obligaron a cargar la cruz, detrás de Jesús. Lo iba siguiendo una gran multitud de hombres y mujeres, que se golpeaban el pecho y lloraban por él. Jesús se volvió hacia las mujeres y les dijo:
†. "Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren por ustedes y por sus hijos, porque van a venir días en que se dirá: "¡Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado!" Entonces dirán a los montes: "Desplómense sobre nosotros", y a las colinas: "Sepúltennos", porque si así tratan al árbol verde, ¿qué pasará con el seco?"
A. Conducían, además, a dos malhechores, para ajusticiarlos con él. Cuando llegaron al lugar llamado "la Calavera", lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Jesús decía desde la cruz:
†. "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen".
A. Los soldados se repartieron sus ropas, echando suertes.
El pueblo estaba mirando. Las autoridades le hacían muecas, diciendo:
B. "A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el elegido".
A. También los soldados se burlaban de Jesús, y acercándose a él, le ofrecían vinagre y le decían:
B. "Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo".
A. Había, en efecto, sobre la cruz, un letrero en griego, latín y hebreo, que decía: "Este es el rey de los judíos".
Uno de los malhechores crucificados insultaba a Jesús, diciéndole:
B. "Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros".
A. Pero el otro le reclamaba, indignado:
B. "¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo suplicio? Nosotros justamente recibimos el pago de lo que hicimos. Pero éste ningún mal ha hecho".
A. Y le decía a Jesús:
B. "Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí".
A. Jesús le respondió:
†. "Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso".
A. Era casi el mediodía, cuando las tinieblas invadieron toda la región y se oscureció el sol hasta las tres de la tarde. El velo del templo se rasgó a la mitad. Jesús, clamando con voz potente, dijo:
†. "¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!"
A. Y dicho esto, expiró.
Aquí se arrodillan todos y se hace una breve pausa.
A. El oficial romano, al ver lo que pasaba, dio gloria a Dios, diciendo:
B. "Verdaderamente este hombre era justo".
A. Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, mirando lo que ocurría, se volvió a su casa dándose golpes de pecho. Los conocidos de Jesús se mantenían a distancia, lo mismo que las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, y permanecían mirando todo aquello.
Un hombre llamado José, consejero del sanedrín, hombre bueno y justo, que no había estado de acuerdo con la decisión de los judíos ni con sus actos, que era natural de Arimatea, ciudad de Judea, y que aguardaba el Reino de Dios, se presentó ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Lo bajó de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía. Era el día de la Pascua y ya iba a empezar el sábado. Las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea acompañaron a José para ver el sepulcro y cómo colocaban el cuerpo. Al regresar a su casa, prepararon perfumes y ungüentos, y el sábado guardaron reposo, conforme al mandamiento.
Hasta aquí la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, según san Lucas.
Palabra del Señor
Oración de los Fieles
Celebrante: Imploremos, hermanos y hermanas, a Jesús, el Sumo Sacerdote de la fe que profesamos, que en la cruz presentó, con lágrimas en los ojos, oraciones y súplicas al Padre, y oremos también nosotros por todos los hombres: Respondemos: Escúchanos, Señor. Para que el Señor, que en la cruz excusó a los ignorantes y pidió perdón por ellos, tenga piedad de los fieles que han caído en el pecado, les dé valor para recurrir al sacramento de la penitencia y les conceda el gozo del perdón y de la paz, roguemos al Señor. Escúchanos, Señor. Para que la sangre de Jesús, que habla más favorablemente que la de Abel, reconcilie con Dios a los que aún están lejos a causa de la ignorancia, la indiferencia, la maldad o las propias pasiones, roguemos al Señor. Escúchanos, Señor. Para que el Señor, que en la cruz experimentó la amargura de sentirse triste y abandonado, se apiade de los enfermos, los afligidos y los oprimidos y les envíe a su ángel para que los conforte, roguemos al Señor. Escúchanos, Señor. Para que el Señor, que recibió en su reino al ladrón arrepentido, se apiade de nosotros, nos dé sentimientos de contrición y nos admita, después de la muerte, en su paraíso, roguemos al Señor. Escúchanos, Señor. Celebrante: Dios todopoderoso y eterno, que enviaste a tu Hijo al mundo, para que, con su pasión, destruyese el pecado y la muerte y, con su resurrección, nos devolviese la vida y la felicidad, escucha las oraciones de tu pueblo y haz que podamos gozar de los frutos de la cruz gloriosa de Jesucristo. El, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Por la Pasión de tu Hijo sé propicio a tu pueblo, Señor, y concédenos, por esta celebración que actualiza el único sacrificio de Jesucristo, la misericordia que no merecen nuestros pecados.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
La Pasión del Señor
El cual, siendo inocente, se entregó a la muerte por los pecadores, y aceptó la injusticia de ser contado entre los criminales. De esta forma, al morir, destruyó nuestra culpa, y, al resucitar, fuimos justificados. Por eso, te alaban los ángeles y los arcángeles, proclamando sin cesar: Santo, Santo, Santo...
Antífona de la Comunión
Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Padre todopoderoso, que nos has alimentado con esta Eucaristía, y por medio de la muerte de tu Hijo nos das la esperanza de alcanzar lo que la fe nos promete; concédenos, Señor, llegar por medio de su Pasión, Muerte y Resurrección a la meta de nuestras esperanzas.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
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† Meditación diaria
Domingo de Ramos
ENTRADA TRIUNFAL EN JERUSALÉN
— Entrada solemne, y a la vez sencilla, en Jerusalén. Jesús da cumplimiento a las antiguas profecías.
— El Señor llora sobre la ciudad. Correspondencia a la gracia.
— Alegría y dolor en este día: coherencia para seguir a Cristo hasta la Cruz.
I. "Venid, y al mismo tiempo que ascendemos al monte de los Olivos, salgamos al encuentro de Cristo, que vuelve hoy de Betania y, por propia voluntad, se apresura hacia su venerable y dichosa pasión, para llevar a plenitud el misterio de la salvación de los hombres"1.
Jesús sale muy de mañana de Betania. Allí, desde la tarde anterior, se habían congregado muchos fervientes discípulos suyos; unos eran paisanos de Galilea, llegados en peregrinación para celebrar la Pascua; otros eran habitantes de Jerusalén, convencidos por el reciente milagro de la resurrección de Lázaro. Acompañado de esta numerosa comitiva, junto a otros que se le van sumando en el camino, Jesús toma una vez más el viejo camino de Jericó a Jerusalén, hacia la pequeña cumbre del monte de los Olivos.
Las circunstancias se presentaban propicias para un gran recibimiento, pues era costumbre que las gentes saliesen al encuentro de los más importantes grupos de peregrinos para entrar en la ciudad entre cantos y manifestaciones de alegría. El Señor no manifestó ninguna oposición a los preparativos de esta entrada jubilosa. Él mismo elige la cabalgadura: un sencillo asno que manda traer de Betfagé, aldea muy cercana a Jerusalén. El asno había sido en Palestina la cabalgadura de personajes notables ya desde el tiempo de Balaán2.
El cortejo se organizó enseguida. Algunos extendieron su manto sobre la grupa del animal y ayudaron a Jesús a subir encima; otros, adelantándose, tendían sus mantos en el suelo para que el borrico pasase sobre ellos como sobre un tapiz, y muchos otros corrían por el camino a medida que adelantaba el cortejo hacia la ciudad, esparciendo ramas verdes a lo largo del trayecto y agitando ramos de olivo y de palma arrancados de los árboles de las inmediaciones. Y, al acercarse a la ciudad, ya en la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los que bajaban, llena de alegría, comenzó a alabar a Dios en alta voz por todos los prodigios que había visto, diciendo: ¡Bendito el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el Cielo y gloria en las alturas!3.
Jesús hace su entrada en Jerusalén como Mesías en un borrico, como había sido profetizado muchos siglos antes4. Y los cantos del pueblo son claramente mesiánicos. Esta gente llana –y sobre todo los fariseos– conocían bien estas profecías, y se manifiesta llena de júbilo. Jesús admite el homenaje, y a los fariseos que intentan apagar aquellas manifestaciones de fe y de alegría, el Señor les dice: Os digo que si estos callan gritarán las piedras5.
Con todo, el triunfo de Jesús es un triunfo sencillo, "se contenta con un pobre animal, por trono. No sé a vosotros; pero a mí no me humilla reconocerme, a los ojos del Señor, como un jumento: como un borriquito soy yo delante de ti; pero estaré siempre a tu lado, porque tú me has tomado de tu diestra (Sal 72, 23-24), tú me llevas por el ronzal"6.
Jesús quiere también entrar hoy triunfante en la vida de los hombres sobre una cabalgadura humilde: quiere que demos testimonio de Él, en la sencillez de nuestro trabajo bien hecho, con nuestra alegría, con nuestra serenidad, con nuestra sincera preocupación por los demás. Quiere hacerse presente en nosotros a través de las circunstancias del vivir humano. También nosotros podemos decirle en el día de hoy: Ut iumentum factus sum apud te... "Como un borriquito estoy delante de Ti. Pero Tú estás siempre conmigo, me has tomado por el ronzal, me has hecho cumplir tu voluntad; et cum gloria suscepisti me, y después me darás un abrazo muy fuerte"7. Ut iumentum... como un borrico soy ante Ti, Señor..., como un borrico de carga, y siempre estaré contigo. Nos puede servir de jaculatoria para el día de hoy.
El Señor ha entrado triunfante en Jerusalén. Pocos días más tarde, en esa ciudad, será clavado en una cruz.
II. El cortejo triunfal de Jesús había rebasado la cima del monte de los Olivos y descendía por la vertiente occidental dirigiéndose al Templo, que desde allí se dominaba. Toda la ciudad aparecía ante la vista de Jesús. Al contemplar aquel panorama, Jesús lloró8.
Aquel llanto, entre tantos gritos alegres y en tan solemne entrada, debió de resultar completamente inesperado. Los discípulos estaban desconcertados viendo a Jesús. Tanta alegría se había roto de golpe, en un momento.
Jesús mira cómo Jerusalén se hunde en el pecado, en su ignorancia y en su ceguera: ¡Ay si conocieras por lo menos en este día que se te ha dado, lo que puede traerte la paz! Pero ahora todo está oculto a tus ojos9. Ve el Señor cómo sobre ella caerán otros días que ya no serán como este, día de alegría y de salvación, sino de desdicha y de ruina. Pocos años más tarde, la ciudad sería arrasada. Jesús llora la impenitencia de Jerusalén. ¡Qué elocuentes son estas lágrimas de Cristo! Lleno de misericordia, se compadece de esta ciudad que le rechaza.
Nada quedó por intentar: ni en milagros, ni en obras, ni en palabras; con tono de severidad unas veces, indulgente otras... Jesús lo ha intentado todo con todos: en la ciudad y en el campo, con gentes sencillas y con sabios doctores, en Galilea y en Judea... También ahora, y en cada época, Jesús entrega la riqueza de su gracia a cada hombre, porque su voluntad es siempre salvadora.
En nuestra vida, tampoco ha quedado nada por intentar, ningún remedio por poner. ¡Tantas veces Jesús se ha hecho el encontradizo con nosotros! ¡Tantas gracias ordinarias y extraordinarias ha derramado sobre nuestra vida! "El mismo Hijo de Dios se unió, en cierto modo, con cada hombre por su encarnación. Con manos humanas trabajó, con mente humana pensó, con voluntad humana obró, con corazón de hombre amó. Nacido de María Virgen se hizo de verdad uno de nosotros, igual que nosotros en todo menos en el pecado. Cordero inocente, mereció para nosotros la vida derramando libremente su sangre, y en Él el mismo Dios nos reconcilió consigo y entre nosotros mismos y nos arrancó de la esclavitud del diablo y del pecado, y así cada uno de nosotros puede decir con el Apóstol: el Hijo de Dios me amó y se entregó por mí (Gal 2, 20)"10.
La historia de cada hombre es la historia de la continua solicitud de Dios sobre él. Cada hombre es objeto de la predilección del Señor. Jesús lo intentó todo con Jerusalén, y la ciudad no quiso abrir la puertas a la misericordia. Es el misterio profundo de la libertad humana, que tiene la triste posibilidad de rechazar la gracia divina. "Hombre libre, sujétate a voluntaria servidumbre para que Jesús no tenga que decir por ti aquello que cuentan que dijo por otros a la Madre Teresa: "Teresa, yo quise... Pero los hombres no han querido""11.
¿Cómo estamos respondiendo nosotros a los innumerables requerimientos del Espíritu Santo para que seamos santos en medio de nuestras tareas, en nuestro ambiente? Cada día, ¿cuántas veces decimos sí a Dios y no al egoísmo, a la pereza, a todo lo que significa desamor, aunque sea pequeño?
III. Al entrar el Señor en la ciudad santa, los niños hebreos profetizaban la resurrección de Cristo, proclamando con ramos de palmas: "Hosanna en el cielo"12.
Nosotros conocemos ahora que aquella entrada triunfal fue, para muchos, muy efímera. Los ramos verdes se marchitaron pronto. El hosanna entusiasta se transformó cinco días más tarde en un grito enfurecido: ¡Crucifícale! ¿Por qué tan brusca mudanza, por qué tanta inconsistencia? Para entender algo quizá tengamos que consultar nuestro propio corazón.
"¡Qué diferentes voces eran –comenta San Bernardo–: quita, quita, crucifícale y bendito sea el que viene en nombre del Señor, hosanna en las alturas! ¡Qué diferentes voces son llamarle ahora Rey de Israel, y de ahí a pocos días: no tenemos más rey que el César! ¡Qué diferentes son los ramos verdes y la cruz, las flores y las espinas! A quien antes tendían por alfombra los vestidos propios, de allí a poco le desnudan de los suyos y echan suertes sobre ellos"13.
La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén pide a cada uno de nosotros coherencia y perseverancia, ahondar en nuestra fidelidad, para que nuestros propósitos no sean luces que brillan momentáneamente y pronto se apagan. En el fondo de nuestros corazones hay profundos contrastes: somos capaces de lo mejor y de lo peor. Si queremos tener la vida divina, triunfar con Cristo, hemos de ser constantes y hacer morir por la penitencia lo que nos aparta de Dios y nos impide acompañar al Señor hasta la Cruz.
"La liturgia del Domingo de Ramos pone en boca de los cristianos este cántico: levantad, puertas, vuestros dinteles; levantaos, puertas antiguas, para que entre el Rey de la gloria (Antífona de la distribución de los ramos). El que se queda recluido en la ciudadela del propio egoísmo no descenderá al campo de batalla. Sin embargo, si levanta las puertas de la fortaleza y permite que entre el Rey de la paz, saldrá con Él a combatir contra toda esa miseria que empaña los ojos e insensibiliza la conciencia"14.
María también está en Jerusalén, cerca de su Hijo, para celebrar la Pascua. La última Pascua judía y la primera Pascua en la que su Hijo es el Sacerdote y la Víctima. No nos separemos de Ella. Nuestra Señora nos enseñará a ser constantes, a luchar en lo pequeño, a crecer continuamente en el amor a Jesús. Contemplemos la Pasión, la Muerte y la Resurrección de su Hijo junto a Ella. No encontraremos un lugar más privilegiado.
1 San Andrés de Creta, Sermón 9 sobre el Domingo de Ramos. — 2 Cfr. Num 22, 21 ss. — 3 Lc 19, 37-38. — 4 Zac 9, 9. — 5 Lc 19, 40. — 6 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 181. — 7 ídem, citado por A. Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei, Rialp, Madrid 1983, p. 124. — 8 Lc 19, 41. — 9 Lc 19, 42. —10 Conc. Vat. II, Const. Gaudium et spes, 22. — 11 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 761. — 12 Himno a Cristo Rey. Liturgia del Domingo de Ramos. — 13 San Bernardo, Sermón en el Domingo de Ramos, 2, 4. — 14 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 82.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
Fuente: Archidiócesis de Madrid
Catalina de Suecia, Santa Virgen, Marzo 24
Virgen Martirologio Romano: En Vástena, en Suecia, santa Catalina, virgen, hija de santa Brígida, que casada contra su voluntad, con consentimiento de su cónyuge conservó la virginidad y, al enviudar, se entregó a la vida piadosa. Peregrina en Roma y en Tierra Santa, trasladó los restos de su madre a Suecia y los depositó en el monasterio de Vástena, donde ella misma tomó el hábito monástico (1381). A Catalina de Suecia o de Vadstena nació alrededor del año 1331 del matrimonio formado por el príncipe Ulf Gudmarsson y Brigitta Birgesdotter; fue la cuarta de ocho hermanos. La educaron, como era frecuente en la época, al calor del monasterio; en este caso lo hicieron las monjas de Riseberga.
de penalidades y sufrimientos por Jesucristo. Las dos juntas y emprenden una época de oración intensa, de mortificación y pobreza extrema; sus cuerpos no conocen sino el suelo duro para dormir; visitan iglesias y hacen caridad. La joven viuda rechaza proposiciones matrimoniales que surgen frecuentes, llegando algunas hasta la impertinencia y el acoso. Peregrinan a los santuarios famosos y organizan una visita a Tierra Santa para empaparse de amor a Dios en los lugares donde padeció y murió el Redentor. |
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Fuente: Franciscanos.org
Diego José de Cadiz, Beato Sacerdote Capuchino, Marzo 24
Presbítero Capuchino Martirologio Romano: En Ronda, en Andalucía, región de España, beato Diego José de Cádiz (Francisco José) López-Caamaño, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, predicador insigne y propugnador intrépido de la libertad de la Iglesia (1801). Treinta años de activísima vida misionera no caben en unas páginas. No es posible reducir a tan breve síntesis la labor de este apóstol capuchino, que, siempre a pie, recorrió innumerables veces Andalucía entera en todas direcciones; que se dirigió después a Aranjuez y Madrid, sin dejar de misionar a su paso por los pueblos de la Mancha y de Toledo; que emprendió más tarde un largo viaje desde Roma hasta Barcelona, predicando a la ida por Castilla la Nueva y Aragón, y a la vuelta por todo Levante; que salió, aunque ya enfermo, de Sevilla y, atravesando Extremadura y Portugal, llegó hasta Galicia y Asturias, regresando por León y Salamanca. |
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Fuente: Vatican.va
María Karlowska, Beata Fundadora, Marzo 24
Fundadora de la Congregación |
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Fuente: Santiebeati.it
Juan del Báculo, Beato Monje y Presbítero, Marzo 24
Presbítero y Monje Martirologio Romano: En Fabriano, del Piceno, en Italia, beato Juan del Báculo, presbítero y monje, compañero de san Silvestre, abad (1290). En el pequeño ayuntamiento de Paterno, a las faldas del Montefano en el comuna de Fabriano (AN), vivió a los principios del 1200, una familia de acomodados campesinos, los Bottegoni. La familia estaba compuesta por el padre Bonello y del madre Supercla y por los hijos Giunta, Nicolás, Bienvenido, Buonora y Juan. |
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Fuente: Martirologio Romano
Otros Santos y Beatos Completando santoral de este día, Marzo 24
Santos Timolao, Dionisio, Páusides, Rómulo, Alejandro y otro Alejandro, mártires |
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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