JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (12, 35-37)
Gloria a ti, Señor.
Un día, mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó: "¿Cómo pueden decir los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David, inspirado por el Espíritu Santo, ha declarado: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha y yo haré de tus enemigos el estrado donde pongas los pies.
Si el mismo David lo llama 'Señor', ¿cómo puede ser hijo suyo?" La multitud que lo rodeaba, que era mucha, lo escuchaba con agrado.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu
El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX
Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
"El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?
Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).
Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?
Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html
Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).
† Misal
San Bonifacio, obispo y mártir
Memoria
Alaba, alma mía, al Señor
Antífona de Entrada
Este santo luchó hasta la muerte por la ley de Dios y no se aterrorizó ante la amenaza de los impíos, pues estaba afianzado sobre roca firme.
Oración Colecta
Oremos:
Señor, que la intercesión de tu mártir san Bonifacio, nos ayude a mantener con firmeza y a proclamar con nuestras obras, aquella misma fe que él predicó con su palabra y atestiguó con su sangre.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.
Primera Lectura
Lectura del libro de Tobías (11, 5-17)
Ana se sentaba todos los días y observaba el camino para ver si regresaba su hijo Tobías. Un día vio que se acercaba y le dijo a su esposo Tobit: "Ya viene tu hijo con el hombre que lo acompañó".
Rafael le dijo a Tobías antes de que llegaran a donde estaba el padre de éste: "Estoy seguro de que sus ojos se abrirán. Untale la hiel del pescado en los ojos y el medicamento le quitará las manchas blancas de los ojos.
Entonces tu padre recobrará la vista y podrá ver la luz". Ana se acercó y abrazó a su hijo, diciéndole: "¡Hijo mío, ya puedo morir, después de verte!" Y rompió a llorar. Tobit se levantó, y a tropezones llegó hasta la puerta del patio. Entonces Tobías corrió a su encuentro, con la hiel del pescado en la mano, le sopló en los ojos, lo sostuvo y le dijo: "¡Padre mío, ten ánimo!" Entonces le untó el medicamento y con sus dos manos le desprendió las manchas blancas que tenía en los lagrimales. Tobit, al ver a su hijo, lo abrazó entre lágrimas y le dijo: "¡Hijo mío, luz de mis ojos: ya puedo verte!" Y añadió: "¡Bendito sea Dios y bendito sea su excelso nombre; benditos sean todos sus ángeles para siempre, porque él me castigó, pero ahora ya puedo ver a mi hijo Tobías!"
Tobit y Ana, su esposa, entraron en la casa, llenos de alegría y alabando a Dios a voz en cuello por todo lo que les había sucedido. Entonces Tobías le contó a su padre que el Señor Dios lo había conducido por el mejor camino; que había traído el dinero; que había tomado como esposa a Sara, hija de Ragüel, y que ella estaba ya cerca de las puertas de Nínive. Tobit y Ana, llenos de alegría, salieron al encuentro de su nuera, a las puertas de Nínive. Los ninivitas, al ver que Tobit venía caminando con pasos seguros, sin que nadie lo llevara de la mano, se quedaron admirados. Tobit alababa y bendecía a Dios con grandes voces delante de todos ellos, porque Dios se había compadecido de él y le había devuelto la vista.
Tobit se acercó a Sara, la esposa de su hijo Tobías, y la bendijo con estas palabras: "¡Bienvenida seas, hija mía! ¡Bendito sea tu Dios, que te ha traído a nosotros! ¡Bendito sea tu padre, bendito sea mi hijo Tobías y bendita seas tú, hija! ¡Bienvenida seas a tu casa! Que goces de alegría y bienestar.Entra, hija mía".
Y aquel fue un día de fiesta para todos los judíos que habitaban en Nínive.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial Salmo 145
Alaba, alma mía, al Señor.
Alaba, alma mía, al Señor; alabaré al Señor toda mi vida; cantaré y tocaré para mi Dios, mientras yo exista.
Alaba, alma mía, al Señor.
El Señor siempre es fiel a su palabra, y es quien hace justicia al oprimido; él proporciona pan a los hambrientos y libera al cautivo.
Alaba, alma mía, al Señor.
Abre el Señor los ojos de los ciegos y alivia al agobiado. Ama el Señor al hombre justo y toma al forastero a su cuidado.
Alaba, alma mía, al Señor.
A la viuda y al huérfano sustenta y trastorna los planes del inicuo. Reina el Señor eternamente, reina tu Dios, oh Sión, reina por siglos.
Alaba, alma mía, al Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
El que me ama cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y haremos en él nuestra morada, dice el Señor.
Aleluya.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (12, 35-37)
Gloria a ti, Señor.
Un día, mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó: "¿Cómo pueden decir los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David, inspirado por el Espíritu Santo, ha declarado: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha y yo haré de tus enemigos el estrado donde pongas los pies.
Si el mismo David lo llama 'Señor', ¿cómo puede ser hijo suyo?" La multitud que lo rodeaba, que era mucha, lo escuchaba con agrado.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofendas
Santifica, Señor, con tu bendición estas ofrendas y enciende en nosotros ese amor a ti, por el que tu santo mártir Bonifacio, fue capaz de soportar todos los tormentos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio de los Santos Mártires
Testimonio y ejemplo de los mártires
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor. Porque la sangre del glorioso mártir san Bonifacio, derramada como la de Cristo para proclamar su fidelidad a ti, manifiesta tu admirable poder, que convierte la fragilidad en fortaleza y al hombre débil robustece para que sea testigo tuyo.
Por eso, como los ángeles te cantan en el cielo, así nosotros en la tierra te aclamamos, diciendo sin cesar:
Santo, Santo, Santo…
Antífona de la Comunión
Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga,dice el Señor.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Que el sacramento que hemos recibido nos dé, Señor, la misma fortaleza con la que tu santo mártir Bonifacio, fue fiel en tu servicio y generoso en el sufrimiento.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
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† Meditación diaria
9ª semana. Viernes EL ÁNGEL CUSTODIO — Presencia continua del Ángel Custodio. — Devoción. Ayuda en la vida ordinaria y en el apostolado. — Acudir a su auxilio en la vida interior. I. Además de la creación del mundo visible y del hombre, Dios quiso también difundir su bondad dando el ser a los ángeles, criaturas exclusivamente espirituales, de una perfección altísima. Los ángeles, espíritus puros –sin composición de materia o cuerpo–, son las criaturas más perfectas de la creación. Por una parte, su inteligencia procede con una simplicidad y agudeza de las que el hombre es incapaz, y su voluntad es más perfecta que la humana. Por otra parte, al estar ya elevados a la visión beatífica, son criaturas glorificadas que ven a Dios cara a cara. Esta mayor excelencia, por naturaleza y por gracia, constituye a los ángeles en ministros ordinarios de Dios –que quiere servirse corrientemente de causas segundas en el gobierno del mundo–, y les capacita para influir sobre los hombres y los seres inferiores. "El nombre que la Sagrada Escritura les atribuye indica que lo que más cuenta en la Revelación es la verdad sobre las tareas de los ángeles respecto a los hombres: ángel quiere decir, en efecto, mensajero"1. En muchos lugares del Nuevo y del Antiguo Testamento se nos habla de ellos, y de tal manera es patente su presencia que es inseparable de la acción salvadora de Dios en favor de los hombres2. Además de intervenir en acontecimientos singulares de la historia humana, los ángeles actúan continuamente en la vida personal de los hombres, pues "la providencia de Dios ha dado a los ángeles la misión de guardar al linaje humano y de socorrer a cada hombre"3. Son una muestra más de la bondad divina con nosotros, y por eso socorren, animan, confortan, y nos llaman al bien, a la confianza y a la serenidad. Todo un libro del Antiguo Testamento está dedicado a relatar la ayuda de un arcángel, San Rafael, a la familia de Tobías4. Sin dar a conocer su condición angélica, acompaña al joven Tobías en un largo y difícil viaje, y le presta consejos y servicios inestimables; al final de la narración, él mismo se presenta: Yo soy Rafael, uno de los siete santos ángeles que presentamos las oraciones de los justos y tienen entrada ante la majestad del Santo5. El Señor conocía bien la conducta honrada de aquella familia: Cuando orabais (...) yo presentaba ante Dios vuestras oraciones. Cuando enterrabas a los muertos, también yo te asistía. Cuando con diligencia los sepultabas (...) yo estaba contigo6. Nuestra vida es también un largo camino, y al final de ella, cuando con la ayuda de la gracia estemos en la casa de nuestro Padre Dios, el Ángel Custodio también podrá decirnos: "yo estaba contigo", pues los Ángeles Custodios tienen la misión de ayudar a cada hombre a alcanzar el fin sobrenatural al que es llamado por Dios. Yo mandaré un Ángel delante de ti -dijo el Señor a Moisés- para que te defienda en el camino y te haga llegar al lugar que te he dispuesto7. Agradezcamos al Señor que haya querido encomendarnos a estos príncipes del Cielo tan inteligentes y eficaces en su operación, y manifestemos frecuentemente la estima que les profesamos. II. Los Hechos de los Apóstoles narran algunos episodios que nos enseñan la solicitud de los ángeles por el hombre: la liberación de los Apóstoles de la prisión, y sobre todo la de Pedro, amenazado de muerte por Herodes; o la intervención de un ángel en la conversión de Cornelio y de su familia, o el que lleva al diácono Felipe hasta el ministro de la reina Candace, en el camino de Jerusalén a Gaza8. El Papa Juan Pablo II citaba estos hechos a modo de ejemplo en su catequesis sobre los ángeles. Y comenta: "se comprende cómo en la conciencia de la Iglesia se ha podido formar la persuasión sobre el ministerio confiado a los ángeles en favor de los hombres. Por ello, la Iglesia confiesa su fe en los ángeles custodios, venerándolos en la liturgia con una fiesta especial, y recomendando el recurso a su protección con una oración frecuente, como en la invocación del "Ángel de Dios". Esta oración parece atesorar las bellas palabras de San Basilio: "Todo fiel tiene junto a sí un ángel como tutor y pastor, para llevarlo a la vida""9. Esta oración del "Ángel de Dios", que tantos cristianos han aprendido de labios de sus padres, suele tener en los países de lengua castellana esta versión, con ligeras variantes: Ángel de Dios, bajo cuya custodia me puso el Señor con amorosa piedad, a mí que soy vuestro encomendado, alumbradme hoy, guardadme, regidme y gobernadme. Amén. Es una oración breve que sirve desde que se tienen pocos años de edad, y continúa haciéndonos bien cuando ha pasado ya buena parte de la vida y seguimos teniendo la misma necesidad de protección y amparo. Si hacemos el propósito de tratar más al Ángel de la Guarda durante el día de hoy, no dejaremos de notar su presencia y recibiremos muchas gracias y ayudas por su mediación. Además de su auxilio espiritual, nos prestará su apoyo y colaboración en las pequeñas necesidades de la vida ordinaria: encontrar algo que habíamos perdido, acordarnos de un asunto olvidado que nos es necesario tener presente, ser puntuales... En todo aquello que se ordena a la gloria de Dios –y todo lo humano recto puede ser ordenado y dirigido– podemos contar con la ayuda de nuestro Ángel de la Guarda10. También podemos relacionarnos con los Ángeles Custodios de nuestros amigos, de modo particular en la tarea de acercarlos al Señor y de evitar que se alejen de Él: sugiriendo un oportuno cambio de conversación, apoyando una iniciativa para que se acerquen al sacramento de la Penitencia o para que asistan a un medio de formación ascética o doctrinal... La piedad cristiana considera desde antiguo que allí donde se encuentra reservada la Santísima Eucaristía hay ángeles adorando constantemente a Jesús Sacramentado. El arte cristiano, recogiendo la piedad popular, ha representado muchas veces a los ángeles que rodean las custodias con las caras tapadas con sus alas, porque se consideran indignos de estar en su presencia. ¡Tan grande es su majestad! Pidámosles nosotros que nos enseñen a tratar con amor a Jesús, realmente presente en el Sagrario, y a la vez con la mayor reverencia que podamos. III. A pesar de la perfección de la naturaleza espiritual, los ángeles no tienen un poder y una sabiduría divinas; no pueden leer en el interior de las conciencias, pues no poseen un saber ilimitado. Por eso es necesario que les demos a conocer lo que necesitamos de ellos en cada ocasión. No hacen falta palabras; pero sí es necesario dirigirse a ellos con la mente, pues su inteligencia está capacitada para conocer lo que imaginamos y pensamos explícitamente. De ahí la frecuente recomendación de fomentar una honda amistad con el propio Ángel Custodio. En el orden sensible, el trato con el Ángel Custodio es menos experimentable que el de un amigo de la tierra, pero su eficacia es mucho mayor. Sus consejos vienen de Dios y penetran más profundamente que la voz humana; su capacidad para oírnos y comprendernos es inmensamente mayor que la del mejor amigo; no solo porque su permanencia a nuestro lado es continua, sino porque penetra mucho más hondamente en lo que necesitamos o expresamos. Es muy valiosa la asistencia que nos puede prestar en nuestra vida interior, facilitando nuestra piedad, orientándonos en la oración mental y en las oraciones vocales, y particularmente en la presencia de Dios. Nuestro Custodio pondrá a raya la imaginación si se lo pedimos, cuando persista en dificultarnos el trabajo o el trato con Dios. Nos sugerirá de algún modo propósitos de mejora, o una manera sencilla y práctica de concretar algún buen deseo que hasta entonces permanecía inoperante. Siempre tendremos el recurso confiado de rogarle que se dirija por nosotros al Señor, diciéndole lo que, por nuestra torpeza, no sepamos expresar en la oración personal11, o nos sugiera en la dirección espiritual las palabras adecuadas para vivir plenamente la sencillez y la sinceridad, después de hacer junto a él el examen de conciencia. En la debilidad, su trato nos tornará más serenos. La misión del Ángel Custodio comienza en la tierra, pero tendrá su cumplimiento en el Cielo, porque su amistad está llamada a perpetuarse para siempre. Su contenido es tan íntimo y personal que los vínculos de amistad sobrenatural que nacieron en la tierra permanecerán en el Cielo. En el momento en que demos cuenta a Dios de nuestra vida será el gran aliado. "Él será quien, en tu juicio particular, recordará las delicadezas que hayas tenido con Nuestro Señor, a lo largo de tu vida. Más: cuando te sientas perdido por las terribles acusaciones del enemigo, tu Ángel presentará aquellas corazonadas íntimas –quizá olvidadas por ti mismo–, aquellas muestras de amor que hayas dedicado a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo. "Por eso, no olvides nunca a tu Custodio, y ese Príncipe del Cielo no te abandonará ahora, ni en el momento decisivo"12. Será nuestro mejor amigo aquí en la tierra y más tarde en la eternidad. 1 Juan Pablo II, Audiencia general 30-VII-1986. — 2 Cfr. ídem, Audiencia general 9-VII-1986. — 3 Catecismo Romano, IV, 9, n. 4. — 4 Cfr. Primera lectura de la Misa, Año I, Tob 11, 5-17. — 5 Tob 12, 15. — 6 Cfr. Tob 12, 12-14. — 7 Ex 23, 20. — 8 Cfr. Hech 5, 18-20; 12, 5-10; 10, 3-8; 8, 26 ss. — 9 Juan Pablo II, Audiencia general 6-VIII-1986. — 10 Cfr. G. Hubert, Mi ángel marchará delante de ti, Palabra, 7ª ed., Madrid 1985, p. 155. — 11 Cfr. San Josemaría Escrivá, Forja, n. 272. — 12 ídem, Surco, n. 693. |
Meditaciones sobre la Sagrada Eucaristía. 4
LAS LLAGAS QUE VIO TOMÁS
— Fe con obras.
— Fe y Eucaristía.
— Trato con Jesús presente en el Sagrario.
I. Plagas, sicut Thomas, non intueor, Deum tamen meum te confiteor... No veo las llagas como las vio Tomás, pero confieso que eres mi Dios; haz que yo crea más y más en Ti, que en Ti espere, que te ame.
Tomás no estaba presente cuando se apareció Jesús a sus discípulos. Y a pesar del testimonio de todos, que le aseguraban con firmeza: ¡Hemos visto al Señor!1, este Apóstol se resistió a creer en la Resurrección del Maestro: Si no veo la señal de los clavos, y no meto mi dedo en esa señal de los clavos, y mi mano en su costado, no creeré2.
Ocho días más tarde, el Señor se apareció de nuevo a sus discípulos. Tomás está ya entre ellos. Entonces Jesús se dirigió al Apóstol y, en un tono de reconvención singularmente amable, le dijo: Trae aquí tu dedo y mira mis manos, y trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente. Ante tanta delicadeza de Jesús, el discípulo exclamó: ¡Señor mío y Dios mío!3. Era un acto de fe y de entrega. La respuesta de Tomás no fue una simple exclamación de sorpresa, era una afirmación, un profundo acto de fe en la divinidad de Jesucristo. ¡Señor mío y Dios mío! Estas palabras pueden servir como una espléndida jaculatoria; quizá nosotros la hemos repetido muchas veces en el momento de la Consagración o al hacer una genuflexión ante el Sagrario. En ese acto de fe también nosotros queremos decirle a Jesús que creemos firmemente en su presencia real allí y que puede disponer de nuestra vida entera.
Nosotros no vemos ni tocamos las llagas sacratísimas de Jesús, como Tomás, pero nuestra fe es firme como la del Apóstol después de ver al Señor, porque el Espíritu Santo nos sostiene con su constante ayuda. "Y –comenta San Gregorio Magno– nos alegra mucho lo que sigue: Bienaventurados los que sin haber visto creyeron. Sentencia en la que, sin duda, estamos incluidos nosotros, que confesamos con el alma al que no hemos visto en la carne. Se alude a nosotros, con tal que vivamos conforme a la fe; porque solo cree de verdad el que practica lo que cree"4.
Cuando estemos delante del Sagrario, miremos a Jesús, que se dirige a nosotros para fortalecer la fe, para que esta se manifieste en nuestros pensamientos, palabras y obras: en el modo de juzgar a otros con un espíritu amplio, lleno de caridad; en la conversación que anima siempre a los demás a ser personas honradas, a seguir a Jesús de cerca; en las obras, siendo ejemplares en terminar con perfección lo que tenemos encomendado, huyendo de las chapuzas, de los trabajos y obras mal acabadas. "Pongamos de nuevo los ojos en el Maestro. Quizá tú también escuches en este momento el reproche dirigido a Tomás: Mete aquí tu dedo, y registra mis manos (...); y, con el Apóstol, saldrá de tu alma, con sincera contrición, aquel grito: ¡Señor mío y Dios mío! (Jn 20, 28), te reconozco definitivamente por Maestro, y ya para siempre –con tu auxilio– voy a atesorar tus enseñanzas y me esforzaré en seguirlas con lealtad"5.
II. Jesús aseguró a Tomás que eran más dichosos aquellos que sin ver con los ojos de la carne tienen, sin embargo, esa aguda visión de la fe. Por eso les anunció durante la Última Cena: Conviene que Yo me vaya6. Cuando estaba con sus discípulos y recorría los caminos de Palestina, la divinidad de Jesús estaba lo suficientemente oculta para que ellos ejercitaran constantemente la fe. Ver, oír, tocar significan poco si la gracia no actúa en el alma y no se tiene el corazón limpio y dispuesto para creer. Ni siquiera los milagros por sí mismos determinan a la fe si no hay buenas disposiciones. Después de la resurrección de Lázaro muchos judíos creyeron en Jesús, pero otros fueron a ver a los fariseos con ánimo de perderle7. El resultado de la reunión del Sanedrín, que tuvo lugar a raíz de estos testimonios, se concreta en una frase recogida por San Juan: Desde aquel día decidieron darle muerte8.
En el fondo, la suerte de aquellos que estuvieron con Él, le vieron, le oyeron y le hablaron es la misma que la nuestra. Lo que decide es la fe. Por eso escribe Santa Teresa que "cuando oía decir a algunas personas que quisieran ser en el tiempo que andaba Cristo nuestro bien en el mundo, me reía entre sí, pareciéndome que teniéndole tan verdaderamente en el Santísimo Sacramento como entonces, qué más se les daba"9.
Y el Santo Cura de Ars señala que incluso nosotros tenemos más suerte que aquellos que vivieron con Él durante su vida terrena, pues a veces habían de andar horas o días para encontrarle, mientras nosotros le tenemos tan cerca en cada Sagrario10. Normalmente es bien poco lo que hemos de esforzarnos para encontrar al mismo Jesús.
Al Señor le vemos en esta vida a través de los velos de la fe, y un día, si somos fieles, le veremos glorioso, en una visión inefable. "Después de esta vida desaparecerán todos los velos para que podamos ver cara a cara"11. Todo ojo le verá12, nos dice San Juan en el Apocalipsis, y sus siervos le servirán y verán su rostro13. Mientras tanto, en esta vida, creemos en Él y le amamos sin haberle Visto14. Pero un día le veremos con su cuerpo glorificado, con aquellas santísimas llagas que mostró a Tomás. Ahora le confesamos como a nuestro Dios y Señor: ¡Señor mío y Dios mío!, le diremos tantas veces. En este rato de oración le pedimos. Haz que yo crea más y más en Ti, con una fe más firme; que en Ti espere con una esperanza más segura y alegre; que te ame con todo mi ser.
Hoy, al considerar una vez más esa proximidad de Jesús en la Sagrada Eucaristía, hacemos el propósito de vivir muy unidos al Sagrario más cercano. Nos ayudará saber cuál es el más próximo a nuestro lugar de trabajo o a nuestro hogar. Tendremos siempre esta referencia en nuestro corazón: cuando practicamos algún deporte, mientras viajamos..., pues "es muy buena compañía la del buen Jesús para no separarnos de ella y de su sacratísima Madre"15, siempre cerca de su Hijo.
"Acude perseverantemente ante el Sagrario, de modo físico o con el corazón, para sentirte seguro, para sentirte sereno: pero también para sentirte amado..., ¡y para amar!"16.
III. Cuando Jesús iba a un lugar, sus amigos fieles estaban pendientes de su llegada. No podía ser de otro modo. Nos narra San Lucas que, en cierta ocasión, Jesús llegaba a Cafarnaún, en barca, desde la orilla opuesta y todos estaban esperándole17. Nos imaginamos a cada uno de ellos con su propia alegría esperando al Maestro, con las peticiones que querían hacerle, con su anhelo por estar con Él. Allí –dice el Evangelista– hizo dos portentosos milagros: la curación de una mujer que se atrevió a tocar la orla de su vestido, y la resurrección de la hija de Jairo. Pero todos se sintieron confortados por las palabras de Jesús, por una mirada o por una pregunta acerca de los suyos... Quizá alguno se decidió aquel día a seguirle con más generosidad. Los amigos estaban atentos al Amigo.
Nosotros, que no le vemos físicamente, estamos tan cerca de Él como aquellos que le esperaban y salían a su encuentro al desembarcar. También nosotros hemos de cobrar cada vez más un sentido vivo de su presencia en nuestras ciudades y pueblos. Hemos de tratarle –Él lo quiere así– como a nuestro Dios y Señor, pero también como al Amigo por excelencia. "Cristo, Cristo resucitado, es el compañero, el Amigo. Un compañero que se deja ver solo entre sombras, pero cuya realidad llena toda nuestra vida, y que nos hace desear su compañía definitiva"18.
Cada día salimos a su encuentro. Y Él nos espera. Y nos echa de menos si alguna vez –¡qué enorme pena!– nos olvidáramos de tratarle con intimidad, "sin anonimato", con la misma realidad con la que tratamos a otras personas que encontramos en el trabajo, en el ascensor o en la calle. Para hallarle, poca ayuda vamos a recibir de los sentidos, en los que tanto solemos apoyarnos en la vida corriente. Muchas veces nos sentiremos "como ciegos delante del Amigo"19, y esa oscuridad inicial se irá transformando en una claridad que jamás tuvieron los sentidos. Dice Santa Teresa que fue tanta la humildad del buen Jesús, que quiso como pedir licencia para quedarse con nosotros20. ¿Cómo no vamos a agradecerle tanta bondad, tanto amor?
Le decimos al terminar nuestra oración: Señor, "te trataríamos aunque tuviésemos que hacer muchas antesalas, aunque hubiera que pedir muchas audiencias. ¡Pero no hay que pedir ninguna! Eres tan todopoderoso, también en tu misericordia, que, siendo el Señor de los señores y el Rey de los que dominan, te humillas hasta esperar como un pobrecito que se arrima al quicio de nuestra puerta. No aguardamos nosotros; nos esperas Tú constantemente.
"Nos esperas en el Cielo, en el Paraíso. Nos esperas en la Hostia Santa. Nos esperas en la oración. Eres tan bueno que, cuando estás ahí escondido por Amor, oculto en las especies sacramentales –yo así lo creo firmemente–, al estar real, verdadera y sustancialmente, con tu Cuerpo y tu Sangre, con tu Alma y tu Divinidad, también está la Trinidad Beatísima: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Además, por la inhabitación del Paráclito, Dios se encuentra en el centro de nuestras almas, buscándonos"21. No le hagamos esperar nosotros. Y nuestra Madre Santa María nos anima constantemente a salir a su encuentro. ¡Cómo hemos de cuidar la diaria Visita al Santísimo!
1 Jn 20, 25. — 2 lbídem. — 3 Jn 20, 26-29. — 4 San Gregorio Magno, Homilías sobre los Evangelios, 26, 9. — 5 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 145. — 6 Jn 16, 7. — 7 Cfr. Jn 11, 45-46. — 8 Jn 11, 53. — 9 Santa Teresa, Camino de perfección, 34, 6. —10 Cfr. Santo Cura de Ars, Sermón sobre el Jueves Santo. — 11 San Agustín, en Catena Aurea, vol. VIII, p. 86. — 12 Apoc 1, 7. — 13 Apoc 22, 4. — 14 Cfr. 1 Pdr 1, 8. — 15 Santa Teresa, Moradas, VI, 7, 13. — 16 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 837. — 17 Lc 8, 40. — 18 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 116. — 19 Pablo VI, Audiencia general, 13-I-1971. — 20 Cfr. Santa Teresa, Camino de perfección, 33, 2. — 21 S. Bernal, Apuntes sobre la vida del Fundador del Opus Dei, Rialp, 2ª ed., Madrid 1976, p. 318.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
San Bonifacio
Apóstol de Alemania
Bonifacio nació hacia el año 680, en el territorio de Wessex (Inglaterra). Su verdadero nombre era Winfrido. Ordenado sacerdote, en el año 716 con dos compañeros se encaminó a Turingia; pero aún no era la hora de su apostolado. Regresó a su monasterio y en el año 718 viajó a Roma para solicitar del papa Gregorio II autorización de misionar en el continente. El Sumo Pontífice lo escuchó complacido y, en el momento de otorgarle la bendición, le dijo: "Soldado de Cristo, te llamarás Bonifacio". Este nombre significa "bienhechor".
En 719 se dirigió a Frislandia. Allí estuvo tres años; luego se marchó a Hesse, convirtiendo a gran número de bárbaros. En Amoneburg, a orillas del río Olm, fundó el primer monasterio. Regresó a Roma, donde el papa lo ordenó obispo.
Poco después, en el territorio de Hesse, fundaba el convento de Fritzlar. En el año 725 volvió a dirigirse a Turingia y, continuando su obra misionera, fundó el monasterio de Ordruf. Presidió un concilio donde se encontraba Carlomán, hijo de Carlos Martel y tío de Carlomagno, quien lo apoyó en su empresa. En el año 737, otra vez en Roma, el papa lo elevó a la dignidad de arzobispo de Maguncia. Prosiguió su misión evangelizadora y se unieron a él gran cantidad de colaboradores. También llegaron desde Inglaterra mujeres para contribuir a la conversión del país alemán, emparentado racialmente con el suyo. Entre éstas se destacaron santa Tecla, santa Walburga y una prima de Bonifacio, santa Lioba. Este es el origen de los conventos de mujeres. Prosiguió fundando monasterios y celebrando sínodos, tanto en Alemania como en Francia, a consecuencia de lo cual ambas quedaron íntimamente unidas a Roma.
El anciano predicador había llegado a los ochenta años. Deseaba regresar a Frisia (la actual Holanda). Tenía noticias de que los convertidos habían apostatado. Cincuenta y dos compañeros fueron con él. Atravesaron muchos canales, hasta penetrar en el corazón del territorio. Al desembarcar cerca de Dochum, miles de habitantes de Frisia fueron bautizados. El día de pentecostés debían recibir el sacramento de la confirmación.
Bonifacio se encontraba leyendo, cuando escuchó el rumor de gente que se acercaba. Salió de su tienda creyendo que serían los recién convertidos, pero lo que vio fue una turba armada con evidente determinación de matarlo. Los misioneros fueron atacados con lanzas y espadas. "Dios salvará nuestras almas", grito Bonifacio. Uno de los malhechores se arrojó sobre el anciano arzobispo, quien levantó maquinalmente el libro del evangelio que llevaba en la mano, para protegerse. La espada partió el libro y la cabeza del misionero. Era el 5 de junio del año 754.
El sepulcro de san Bonifacio se halla en Fulda, en el monasterio que él fundó. Se lo representa con un hacha y una encina derribada a sus pies, en recuerdo del árbol que los gentiles adoraban como sagrado y que Bonifacio abatió en Hesse. Es el apóstol de Alemania y el patriarca de los católicos de ese país.
Otros Santos cuya fiesta se celebra hoy: Sancho, Florencio, Julián, Ciriaco, Marcelino, Nicanor, Faustino, Apolonio, Marciano, Zenaida, Ciria, Valeria, Marcia, Doroteo, Claudio, Adalaro, Lupercio, mártires; Eutiquio, obispo; Doroteo, presbítero; Félix, monje; beato Fernando de Portugal.
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Autor: Archidiócesis de Madrid
Fernando de Portugal, Beato Principe, Junio 5
PrincipeHijo de Juan I de Portugal, empleaba desde muy joven sus rentas personales en el rescate de cautivos cristianos de las manos sarracenas. |
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Fuente: Martirologio Romano
Doroteo de Tiro, Santo Obispo y Mártir, Junio 5
En Tiro, de Fenicia (hoy Líbano), san Doroteo, obispo, que siendo aún presbítero, padeció mucho bajo el emperador Diocleciano, y en tiempo del emperador Juliano, con más de ciento siete años de edad, honró su ancianidad con el martirio, que consumó en Odyssopolis (Varna), Tracia (actual Bulgaria) (siglo IV). |
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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