viernes, 7 de febrero de 2014

Viernes de la Pasión y Muerte de Jesucristo. 07/02/2014. Beata Rosalía ¡ruega por nosotros!

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (6, 14-29)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido tanto, llegó a oídos del rey Herodes el rumor de que Juan el Bautista había resucitado y sus poderes actuaban en Jesús. Otros decían que era Elías; y otros, que era un profeta, comparable a los antiguos. Pero Herodes insistía: "Es Juan, a quien yo le corté la cabeza, y que ha resucitado".

Herodes había mandado apresar a Juan y lo había metido y encadenado en la cárcel. Herodes se había casado con Herodías, esposa de su hermano Filipo, y Juan le decía:

"No te está permitido tener por mujer a la esposa de tu hermano". Por eso Herodes lo mandó encarcelar.

Herodías sentía por ello gran rencor contra Juan y quería quitarle la vida; pero no sabía cómo, porque Herodes miraba con respeto a Juan, pues sabía que era un hombre recto y santo, y lo tenía custodiado. Cuando lo oía hablar, quedaba desconcertado, pero le gustaba escucharlo.

La ocasión llegó cuando Herodes dio un banquete a su corte, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea, con motivo de su cumpleaños. La hija de Herodías bailó durante la fiesta y su baile les gustó mucho a Herodes y a sus invitados. El rey le dijo entonces a la joven: "Pídeme lo que quieras y yo te lo daré".

Y le juró varias veces: "Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino".

Ella fue a preguntarle a su madre: "¿Qué le pido?"

Su madre le contestó:

"La cabeza de Juan el Bautista".

Volvió ella inmediatamente junto al rey y le dijo: "Quiero que me des ahora mismo, en una charola, la cabeza de Juan el Bautista".

El rey se puso muy triste, pero debido a su juramento y a los convidados, no quiso desairar a la joven, y enseguida mandó a un verdugo que trajera la cabeza de Juan. El verdugo fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una charola, se la entregó a la joven y ella se la entregó a su madre.

Al enterarse de esto, los discípulos de Juan fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354

Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

Bendito sea Dios, mi salvador

Viernes. Feria de la 4a. semana del T. O.

Adoremos a Dios en su santo templo

Antífona de Entrada

Adoremos a Dios en su santo templo. El nos hace habitar juntos en su casa. El es la fuerza y el poder de su pueblo.

Oración Colecta

Oremos:

Padre santo y todopoderoso, protector de los que en ti confían, ten misericordia de nosotros y enséñanos a usar con sabiduría de los bienes de la tierra, a fin de que no nos impidan alcanzar los del cielo.

Por nuestro Señor Jesucristo…

Amén.

 

Primera Lectura

Lectura del libro del Eclesiástico (Sirácide) (47, 2-13)

Como se aparta la grasa para los sacrificios, así fue escogido David entre los hijos de Israel. El jugaba con leones, como si fueran cabritos y con osos, como si fueran corderos. Joven aún, mató al gigante y lavó la deshonra de su pueblo:

hizo girar su honda y de una pedrada derribó la soberbia de Goliat. Porque invocó al Dios altísimo, él le dio fuerza a su brazo para aniquilar a aquel poderoso guerrero y restaurar el honor de su pueblo. Por eso celebraban con canciones su victoria sobre diez mil enemigos, y lo bendecían en nombre del Señor.

Ya cuando era rey, peleó con todos sus enemigos y los derrotó. Aniquiló a los filisteos y quebrantó su poder para siempre.

Por todos sus éxitos daba gracias al Dios altísimo y lo glorificaba. Amaba con toda el alma a su creador y le entonaba canciones de alabanza. Instituyó salmistas para el servicio del altar, que con sus voces hicieron armoniosos los cantos.

Celebró con esplendor las fiestas y organizó el ciclo de las solemnidades. El santuario resonaba desde el alba con alabanzas al nombre del Señor.

El Señor le perdonó sus pecados y consolidó su poder para siempre. Le prometió una dinastía perpetua y le dio un trono glorioso en Israel. Por sus méritos le sucedió un hijo sabio,que vivió en paz:

Salomón fue rey en tiempos tranquilos, porque Dios pacificó sus fronteras; le construyó un templo al Señor y le dedicó un santuario eterno.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

 

Salmo Responsorial Salmo 17

Bendito sea Dios, mi salvador.

Perfecto es el camino del Señor y firmes sus promesas. Quien al Señor se acoge en él halla defensa.

Bendito sea Dios, mi salvador.

Bendito seas, Señor, que me proteges; que tú, mi salvador seas bendecido. Te alabaré, Señor, ante los pueblos y elevaré mi voz, agradecido.

Bendito sea Dios, mi salvador.

Tú concediste al rey grandes victorias y con David, tu ungido, y con su estirpe siempre has mostrado, Señor, misericordia.

Bendito sea Dios, mi salvador.

 

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.

Dichosos los que cumplen la palabra del Señor con un corazón bueno y sincero,

y perseveran hasta dar fruto.

Aleluya.

 

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (6, 14-29)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido tanto, llegó a oídos del rey Herodes el rumor de que Juan el Bautista había resucitado y sus poderes actuaban en Jesús. Otros decían que era Elías; y otros, que era un profeta, comparable a los antiguos. Pero Herodes insistía: "Es Juan, a quien yo le corté la cabeza, y que ha resucitado".

Herodes había mandado apresar a Juan y lo había metido y encadenado en la cárcel. Herodes se había casado con Herodías, esposa de su hermano Filipo, y Juan le decía:

"No te está permitido tener por mujer a la esposa de tu hermano". Por eso Herodes lo mandó encarcelar.

Herodías sentía por ello gran rencor contra Juan y quería quitarle la vida; pero no sabía cómo, porque Herodes miraba con respeto a Juan, pues sabía que era un hombre recto y santo, y lo tenía custodiado. Cuando lo oía hablar, quedaba desconcertado, pero le gustaba escucharlo.

La ocasión llegó cuando Herodes dio un banquete a su corte, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea, con motivo de su cumpleaños. La hija de Herodías bailó durante la fiesta y su baile les gustó mucho a Herodes y a sus invitados. El rey le dijo entonces a la joven: "Pídeme lo que quieras y yo te lo daré".

Y le juró varias veces: "Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino".

Ella fue a preguntarle a su madre: "¿Qué le pido?"

Su madre le contestó:

"La cabeza de Juan el Bautista".

Volvió ella inmediatamente junto al rey y le dijo: "Quiero que me des ahora mismo, en una charola, la cabeza de Juan el Bautista".

El rey se puso muy triste, pero debido a su juramento y a los convidados, no quiso desairar a la joven, y enseguida mandó a un verdugo que trajera la cabeza de Juan. El verdugo fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una charola, se la entregó a la joven y ella se la entregó a su madre.

Al enterarse de esto, los discípulos de Juan fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración sobre las Ofrendas

Oremos:

Acepta, Señor, estos dones que tu generosidad ha puesto en nuestras manos, y concédenos que este sacrificio santifique toda nuestra vida y nos conduzca a la felicidad eterna.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

Prefacio Común III

Alabanza a Dios por la creación

y la redención del hombre

El Señor esté con ustedes.

Y con tu espíritu.

Levantemos el corazón.

Lo tenemos levantado hacia el Señor.

Demos gracias al Señor, nuestro Dios.

Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.

Pues por medio de tu amado Hijo, eres el creador del género humano, y también el autor bondadoso de la nueva creación.

Por eso, con razón te sirven todas las criaturas, con justicia te alaban todos los redimidos, y unánimes te bendicen tus santos. Con ellos, también nosotros, a una con los ángeles, cantamos tu gloria gozosos diciendo:

Santo, Santo, Santo…

 

Antífona de la Comunión

Bendice, alma mía, al Señor y no olvides sus muchos beneficios.

Oración después de la Comunión

Oremos:

Señor, que esta Eucaristía, memorial de la muerte y resurrección de tu Hijo, nos ayude a corresponder al don inefable de su amor y a procurar cada día nuestra salvación eterna.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

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Meditación diaria

4ª semana. Viernes

FORTALEZA EN LA VIDA ORDINARIA

— El ejemplo de los mártires. Nuestro testimonio de cristianos corrientes. La virtud de la fortaleza.

— Fortaleza para seguir a Cristo, para ser fieles en lo pequeño, para vivir el desprendimiento efectivo de los bienes, para ser pacientes.

— Heroísmo en la vida sencilla y normal del cristiano. Ejemplaridad.

I. El Evangelio de la Misa de hoy nos relata el martirio de Juan el Bautista1, que fue fiel, hasta dar la vida, a la misión recibida de Dios. Si en los momentos difíciles hubiera callado o se hubiera mantenido al margen de los acontecimientos, no habría muerto degollado en la cárcel de Herodes. Pero Juan no era como caña que se mueve con cualquier viento. Fue coherente hasta el final con su vocación y con los principios que daban sentido a su existencia.

La sangre que derramó Juan, junto a la de los mártires de todos los tiempos, se uniría a la Sangre redentora de Cristo para darnos un ejemplo de amor y de firmeza en la fe, de valentía y de fecundidad. El martirio es la mayor expresión de la virtud de la fortaleza y el testimonio supremo de una verdad que se confiesa hasta dar la vida por ella. El ejemplo del mártir "nos trae a la memoria que a la fe se debe un testimonio (...) personal, preciso, y –si llega el caso– costoso, intrépido; y nos recuerda, en fin, que el mártir de Cristo no es un héroe extraño, sino que es para nosotros, es nuestro"2: nos enseña que todo cristiano debe estar dispuesto a entregar su propia vida, si fuera necesario, en testimonio de su fe.

Los mártires no son solo un ejemplo incomparable del pasado; nuestra época actual es también tiempo de mártires, de persecución, incluso sangrienta. "Las persecuciones por la fe son hoy muchas veces semejantes a las que el martirologio de la Iglesia ha registrado ya durante los siglos pasados. Ellas asumen formas diversas de discriminación de los creyentes, y de toda la comunidad de la Iglesia (...).

"Hoy hay centenares y centenares de miles de testigos de la fe, muy frecuentemente desconocidos u olvidados por la opinión pública, cuya atención está absorbida por otros hechos; frecuentemente solo Dios los conoce. Ellos soportan privaciones diarias, en las más diversas regiones de cada uno de los continentes.

"Se trata de creyentes obligados a reunirse clandestinamente porque su comunidad religiosa no está ya autorizada. Se trata de obispos, de sacerdotes, de religiosos a los que les está prohibido ejercer el santo ministerio en sus iglesias o en sus reuniones públicas (...).

"Se trata de jóvenes generosos, a los que se impide entrar en un seminario o en un lugar de formación religiosa para realizar allí su propia vocación (...). Se trata de padres a los que se niega la posibilidad de asegurar a sus hijos una educación inspirada en la propia fe.

"Se trata de hombres y mujeres, trabajadores manuales, intelectuales y de todas las profesiones, los cuales, por el simple hecho de profesar su fe, afrontan el riesgo de verse privados de un porvenir brillante para sus carreras o sus estudios"3. Sin embargo, el Señor no pide a la mayor parte de los cristianos que derramen su sangre en testimonio de la fe que confiesan. Pero reclama de todos una firmeza heroica para proclamar la verdad con la vida y la palabra en ambientes quizá difíciles y hostiles a las enseñanzas de Cristo, y para vivir con plenitud las virtudes cristianas en medio del mundo, en las circunstancias en las que nos ha colocado la vida: es la senda que deberán recorrer la mayoría de los cristianos, que han de santificarse siendo heroicos en los deberes y circunstancias de cada día. El cristiano de hoy tiene necesidad de modo particular de la virtud de la fortaleza, que, además de ser humanamente tan atractiva, resulta imprescindible dada la mentalidad materialista de muchos, la comodidad, el horror a todo lo que suponga mortificación, renuncia o sacrificio...: todo acto de virtud incluye un acto de valentía, de fortaleza; sin ella no se puede ser fiel a Dios.

Enseña Santo Tomás4 que esta virtud se manifiesta en dos tipos de actos: acometer el bien sin detenerse ante las dificultades y peligros que pueda comportar, y resistir los males y dificultades de modo que no nos lleven a la tristeza. En el primer caso encuentran su campo propio de actuación la valentía y la audacia; en el segundo, la paciencia y la perseverancia. Todos los días se nos presentan muchas ocasiones para vivir estas virtudes: para superar los estados de ánimo, para evitar las quejas inútiles, para perseverar en el trabajo cuando comienza el cansancio, para sonreír cuando nos encontramos con menos facilidad de hacerlo, para corregir lo que sea necesario, para comenzar cada labor en su momento, para ser constante en el apostolado con nuestros familiares y amigos...

II. Poner la meta de nuestra vida en seguir de cerca a Jesucristo y en progresar siempre en ese seguimiento ya requiere fortaleza, porque nunca fue empresa cómoda seguir a Cristo. Es tarea alegre, inmensamente alegre, pero sacrificada. Y después de la primera decisión está la de cada tiempo, la de cada día. Fuerte ha de ser el cristiano para emprender el camino de la santidad y para reemprenderlo en cada una de sus etapas, para perseverar sin amilanarse a pesar de todos los obstáculos, internos y externos, que se presentan.

Tenemos necesidad de la fortaleza para ser fieles en lo pequeño de cada día, que es, en definitiva, lo que nos acerca o nos separa del Señor. Esta actitud de firmeza se manifiesta en el trabajo, en la vida familiar, ante el dolor y la enfermedad, ante los posibles desánimos que quitarían la paz si no hubiera una lucha decidida por superarlos, apoyados siempre en la consideración de que Dios es nuestro Padre y permanece junto a cada uno de sus hijos.

Necesitamos la virtud de la fortaleza para evitar el descamino, para dejar a un lado las baratijas de la tierra y no permitir que el corazón se apegue a ellas en una época en la que muchos las tienen como el fin de su vida y olvidan que su corazón lo creó Dios de manera que solo Él puede saciar su ansia de felicidad. Muchos cristianos parecen haber olvidado que Cristo es verdaderamente el tesoro escondido, la perla preciosa5, por cuya posesión vale la pena no llenar el corazón de bienes pequeños y relativos, pues "el que conoce las riquezas de Cristo Señor nuestro, por ellas desprecia todas las cosas; para este son basuras las haciendas, las riquezas y los honores. Porque nada hay que pueda compararse con aquel tesoro supremo, ni que pueda ponerse en su presencia"6, Para estar efectivamente desprendidos de los bienes que debemos utilizar, para no convertirlos en fines, debemos ser fuertes.

Esta virtud nos lleva a ser pacientes ante los acontecimientos y noticias desagradables y ante los obstáculos que cada día se presentan, a saber esperar el momento oportuno para hacer una corrección. No es propio de un cristiano que vive en la presencia de su Padre Dios el andar con un gesto agrio, malhumorado o triste ante una espera que se prolonga, ante planes imprevistos que ha de cambiar a última hora, o frente a los pequeños (o grandes) fracasos que lleva consigo toda vida normal. La paciencia nos lleva también a ser comprensivos con los demás, cuando parece que no mejoran o no ponen todo el interés en corregirse, y a tratarlos siempre con caridad, con aprecio humano y sentido sobrenatural. Quien tiene a su cargo la formación de otras personas (padres, maestros, superiores...) necesita particularmente de la paciencia, porque "gobernar, muchas veces, consiste en saber "ir tirando" de la gente, con paciencia y cariño"7. A todos nos puede ayudar este consejo para hacer hoy examen en nuestra oración personal: "Has de conducirte cada día, al tratar a quienes te rodean, con mucha comprensión, con mucho cariño, junto –claro está– con toda la energía necesaria: si no, la comprensión y el cariño se convierten en complicidad y en egoísmo"8. La caridad nunca es debilidad, y la fortaleza no debe tomar una actitud desabrida, áspera y malhumorada.

III. Son pocos, efectivamente, en comparación a todos los fieles que componen la Iglesia, los hombres a los que pide el Señor un testimonio de la fe derramando su sangre, dando su vida en el martirio (mártir significa testigo), pero sí nos pide a todos la entrega de la vida, poco a poco, con heroísmo escondido, en el cumplimiento fiel del deber: en el trabajo, en la familia, en la lucha por ser siempre coherentes con la fe cristiana, con un ejemplo que arrastra y estimula. Por esto, no basta con que vivamos interiormente la doctrina de Cristo: falsa fe sería aquella que careciera de manifestaciones externas. Por pasividad, por afán de no comprometerse, no pueden dar a entender los cristianos que no estiman su fe como lo más importante de su vida o no consideran las enseñanzas de la Iglesia como un elemento vital de su conducta. "El Señor necesita almas recias y audaces, que no pacten con la mediocridad y penetren con paso seguro en todos los ambientes"9. En ocasiones, pueden existir graves razones de caridad para confortar con el testimonio de nuestra fe a los que andan vacilantes: una confesión decidida como la del Bautista, sin complejos, que arrastre y remueva.

El honor de Dios está por encima de las conveniencias personales. No podemos permanecer pasivos cuando se quiere poner al Señor entre paréntesis en la vida pública o cuando hombres sectarios pretenden arrinconarlo en el fondo de las conciencias. Tampoco podemos estar callados cuando hay tantas personas a nuestro lado que esperan un testimonio coherente con la fe que profesamos. Ese testimonio consistirá unas veces en la ejemplaridad en el trabajo profesional, en la caridad y la comprensión con todos, en la alegría que revela la paz que nace del trato con Dios...; otras, en el silencio ante una injusta acusación, o en la defensa serena pero firme del Romano Pontífice o de la jerarquía de la Iglesia, en la refutación de una doctrina errónea o confusa... Siempre con serenidad y sin intemperancias, que no hacen bien y no son propias de un cristiano, pero con firmeza.

La fortaleza de Juan y su vida coherente es para nosotros un ejemplo a imitar. Si lo seguimos en los acontecimientos diarios, corrientes y sencillos, muchos de nuestros amigos verán el temple de nuestra vida y se moverán por ese testimonio sereno, de la misma manera que muchos se convertían al contemplar el martirio –el testimonio de fe– de los primeros cristianos.

1 Mc 6, 14-29. — 2 Pablo VI, Alocución 3-XI-1965. — 3 Juan Pablo II, Meditación-plegaria, Lourdes, 14-VIII-1983. — 4 Santo Tomás, Suma Teológica, 2-2, q. 123, a. 6. — 5 Cfr. Mt 13, 44-46. — 6 Catecismo Romano, IV, 11, n. 15. — 7 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 405. — 8 Ibídem, n. 803. — 9 Ibídem, n. 416.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

 

San Tobías
(año 700 a. C.)

Tobías significa: "Dios es bueno".

Uno de los libros más agradables de la Sagrada Escritura es el de Tobías. Si abrimos nuestra Biblia, allá donde el índice nos dice que está el Libro de Tobías y nos dedicamos a leerlo, pasaremos ratos verdaderamente agradables en esta lectura. Allí se cuenta lo siguiente:

Tobías fue siempre un exacto cumplidor de sus deberes religiosos. Siendo todavía muy joven, cuando sus familiares se apartaron de la verdadera religión y empezaron a adorar al becerro de oro, él en cambio nunca quiso adorar ese ídolo y era el único que en su familia iba en las grandes fiestas a Jerusalén a adorar al verdadero Dios. Y siempre daba la décima parte de lo que ganaba para el templo y para los pobres.

Se casó con una mujer de su propia religión, llamada Ana, y tuvo un hijo al cual le puso también el nombre de Tobías.

Cuando el pueblo de Israel fue llevado cautivo a Nínive, Tobías tuvo que ir también allá en destierro, pero allá le concedió Dios la simpatía de los gobernantes y llegó a ocupar un alto puesto en la administración del gobierno. Aprovechó el buen sueldo que tenía para hacer sus buenos ahorros y prestó a un amigo suyo, que vivía en una ciudad lejana, los dineros que había logrado conseguir.

Después hubo cambio de gobierno y el nuevo rey, llamado Senaquerib, atacó a Jerusalén, pero por milagro de Dios no pudo tomarla, y volvió lleno de rabia a Nínive y empezó a perseguir a los israelitas que allí había. Quitó el cargo a Tobías y éste quedó en pobreza.

El rey hizo morir a muchos israelitas y prohibió que los sepultaran, pues quería que los dejaran en los campos para que los devoraran los cuervos. Pero Tobías, que era muy piadoso y muy caritativo, se dedicó de noche a sepultar los cadáveres de sus paisanos. Y un día volvió a casa muy cansado de estos trabajos y se sentó junto a una pared y se quedó dormido. Y arriba había un nido de golondrinas y de allá le cayó estiércol caliente en los ojos y quedó ciego. Y así estuvo por 4 años.

Como Tobías estaba ciego, su esposa tuvo que emplearse en una fábrica de tejidos, para ganar el sustento. Y un día a ella le regalaron un cabrito. Tobías al oír balar al animalito le dijo a la mujer: "Cuidado, no sea que te hayas robado ese cabrito. Si es ajeno hay que devolverlo, porque preferimos ser totalmente pobres a tener que quitar a alguien nada". La esposa al oírle esto lo insultó y le dijo: "¿De qué le han servido tantas limosnas que regalaba y tantas oraciones que rezaba? Mire a qué estado tan desdichado ha llegado".

Tobías, lleno de tristeza ante estas palabras, se retiró a llorar y rezaba diciendo: "Dios mío, todos estos sufrimientos nos llegan por los pecados que hemos cometido. Señor, apiádate de mí, y si he de seguir sufriendo tantas humillaciones, más bien acuérdate de mí, y llévame hacia Ti".

Mientras tanto, allá, en una ciudad lejana, una joven estaba también siendo humillada terriblemente. Se llamaba Sara. Se había casado siete veces, pero cada vez que se casaba, antes de que su esposo se le acercara llegaba el demonio Asmodeo y mataba al hombre. Y un día Sara regañó justamente a una sirvienta, y ésta, para desquitarse, le dijo: "Que nadie vea hijos tuyos, porque eres una asesina de siete maridos". Al oír semejante infamia, la joven Sara se fue a la azotea a llorar y hasta le llegó el deseo de suicidarse, pero rechazó este mal pensamiento porque aquello traería muchos sufrimientos a sus padres. Entonces oró a Dios diciendo: "Señor, tú sabes que yo he hecho siempre lo mejor posible por tener un buen comportamiento. Oh Señor, si he de seguir escuchando semejantes insultos de la gente, prefiero más bien que me lleves a Ti y me saques de esta vida. Pero si crees que lo mejor es que yo siga viviendo en esta tierra, te suplico que me libres de esta pena tan grande".

Y las dos oraciones llegaron al mismo tiempo al cielo. La de Tobías, que había sido humillado, y la de Sara, que había sido insultada. Y Dios dispuso responder a estas dos plegarias enviándoles un ángel a ayudarlos.

En aquel tiempo se acordó Tobías de que el amigo Gabael que vivía en una ciudad lejana le debía dinero que él le había prestado. Y llamó a su hijo Tobías y le dijo: "Vaya a la plaza y busque un buen hombre que lo quiera acompañar durante el largo y peligroso viaje, y dígale que le pagaremos el sueldo debido durante todo el tiempo que dure el viaje".

Y entonces envió Dios al ángel San Rafael disfrazado de hombre, el cual se le ofreció a Tobías para acompañarlo en el largo recorrido. Tobías padre lo aceptó porque parecía ser muy buena persona.

Antes de que su hijo se despidiera para partir, Tobías le dio estos consejos: "Tu mejor tesoro será siempre tener temor de ofender a Dios, y alejarte de todo pecado. Te conviene pedir siempre consejo a los que son prudentes y bien instruidos. Debes bendecir a Dios en toda circunstancia. Pídele que sean buenos todos tus comportamientos y que lleguen a buen fin tus proyectos. Te aconsejo que compartas tus alimentos con los hambrientos y tus comodidades con los que no las tienen. Todo cuanto no necesites debes darlo a los pobres. No hagas nunca a nadie lo que no quieres que te hagan a ti. Jamás se te vaya a ocurrir casarte con una mujer que no sea de nuestra santa religión. No pierdas el tiempo, porque la ociosidad es la madre de la miseria. Haz limosnas con generosidad, pero con alegría y sin echar en cara lo que regalas. Recuerda que el dar limosna libra de muchos males. Trata siempre con mucho cariño a tu madre. Recuerda lo mucho que ella ha sufrido por ti. Recuerda que si te esfuerzas por pórtate bien, el Señor Dios te concederá muchos éxitos".

Bendecido por su padre emprendió Tobías a la lejana ciudad de Ragués, acompañado por el ángel Rafael. La mamá lloraba mucho y estaba desconsolada, pero Tobías le decía: "No te afanes tanto, que Dios, que nos ama y nos protege, hará que nuestro hijo logre ir y volver sin que le suceda nada malo".

Y al llegar al río Tigris, Tobías entró al agua, pero un enorme pez se le lanzó a morderlo. El ángel le gritó: "Agarre fuerte al pez y láncelo fuera". Así lo hizo. Y en seguida Rafael le dijo: "Ábralo y sáquele la hiel, y el corazón, que nos van a ser muy útiles". Tobías sacó la hiel y el corazón del pez y los envolvió y los guardó.

Al llegar a la ciudad de Ecbatana, se hospedaron en casa del israelita Raguel, padre de Sara, la joven que había orado con tanta tristeza. Tobías se enamoró de Sara, pero Raguel le contó que el demonio había matado a los otros siete que habían tratado de casarse con ella. Rafael le dijo a Tobías que podía casarse tranquilamente, pues él alejaría al demonio Asmodeo. Se celebraron las bodas muy festivamente y Tobías y Sara rezaron con mucha fe pidiendo a Dios que bendijera su matrimonio. Tobías dijo: "Señor: tú sabes que no me caso por satisfacer mis pasiones, sino por formar un hogar donde se honre al verdadero Dios y se practique la verdadera religión". Y Sara también rezó encomendando a Dios su nuevo hogar. Y el ángel Rafael ató al demonio Asmodeo y lo llevó a un desierto y no permitió que les hiciera daño a los esposos.

Mientras en la familia se celebraban fiestas en honor de los desposados, el ángel Rafael fue hasta donde vivía Gabael y presentándole el recibo de Tobías, cobró el dinero que le debía y lo trajo. Y con este dinero y con toda la herencia que los papás de Sara le dieron a su hija se dispusieron a regresar a Nínive.

Tobías y su esposa Sara volvieron a Nínive, donde los ancianos padres estaban ya muy angustiados por su ausencia. El ángel le dijo: "Tan pronto te encuentres con tu padre, refriégale en los ojos la hiel del pescado". Así lo hizo el joven, y apenas su padre lo abrazó, el le refregó por los ojos la hiel, y se le cayeron unas escamas y recobró la vista y empezó a bendecir a Dios delante de todos.

Tobías le dijo a su hijo: ¿qué le daremos a este compañero tan bueno que tantos favores nos ha hecho? Démosle la mitad de todo lo que hemos conseguido. Pero el ángel les dijo: "Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están siempre delante de Dios. El Señor me envió a ayudarlos, porque El ha escuchado todas las oraciones que ustedes le han dirigido. Porque eras aceptable a Dios por eso te permitió sufrimientos para que consiguieras mayores premios. Pero cuando ustedes rezaban angustiados, yo llevaba sus oraciones ante el Trono de Dios".

Y continuo diciendo: "No sientan nunca vergüenza de contar a todos los favores que Dios les ha hecho. Recuerden que la limosna borra muchos pecados. La oración y el hacer sacrificios hacen inmenso bien. Los que se dedican a pecar son enemigos de la propia felicidad. Pero los que se dedican a repartir limosnas consiguen muchos favores de Dios".

Ellos se arrodillaron para venerar al ángel, y éste desapareció.

Y así la familia de Tobías gozó en adelante de mucha paz y felicidad porque Dios los bendecía mucho y los ayudaba siempre, y ellos siguieron todos siendo fieles a la santa y verdadera religión.

Familias como ésta, sí en verdad merecen ser imitadas por todas nuestras familias.

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Fuente: Archidiócesis de Madrid
Teodoro de Heraclea, Mártir Mártir, 7 de febrero  

Teodoro de Heraclea, Mártir

Mártir
Febrero 7

 


Uno de los mártires orientales provenientes del mundo de la milicia. Fue capitán de soldados. Hizo honor a su nombre -Teodoro es Adorador de Dios- con el testimonio de su sangre derramada. Ejerce el mando en tiempos del emperador Licinio. Murió mártir, en Heraclea, por el año 319, defendiendo la fe y sabiendo anteponer a su lealtad de soldado la preeminencia de obedecer a Dios.

El resto es otro cantar. Muchos consideran los relatos como producto de la fábula que se hace en torno a su persona y a su entrega; puede que tengan razón. Siendo sinceros, también nosotros encontramos dificultades para aceptar el relato tal cual nos lo entrega el tiempo sin pasarlo por la criba de la historia que lo purifique. Muy probablemente hay elementos del relato bordados en el telar de la leyenda.

Porque dicen que pasaba su valiente vida librando las tierras de alimañas, monstruos y dragones. Y donde se resalta su condición de hombre de fe es en una de las caminatas que hacía el emperador visitando el imperio, revisando sus fuerzas militares y comprobando el estado de las posiciones. En esta ocasión, lleva consigo todas las imágenes idolátricas de los dioses romanos. Son ricas y minuciosamente trabajadas por los artistas palatinos. Quiere donarlas a sus tropas para que le sirvan de protección en las campañas.

El capitán Teodoro hace los honores del recibimiento. Luego, de modo ingenuo y servicial, pide permiso al emperador para que las estatuas de los dioses paganos sean depositadas en las dependencias de su casa con el pretexto de custodiarlas y perfumarlas. Así -asegura con pillería- estarán más vistosas a la hora de ser presentadas al gran público. Y lo más ocurrente que resuelve es destruir las imágenes de los dioses falsos, obtener el oro que las recubre y posteriormente donarlo a los pobres para que remedien sus miserias.

¡Claro que con su actuación alegre y decidida da un testimonio de dónde tiene puestos sus valores y de en quién tiene depositada su fe! Pero le valió el martirio por degüello precedido de incontables tormentos que ya están previstos en los relatos de las actas martiriales tardías. Sí, se habla de sus muchas heridas sanadas por ángeles y de conversiones multitudinarias de testigos presenciales al comprobar su firmeza hasta el último momento de su muerte.

En el cielo nos encontraremos con Teodoro, el capitán de Heraclea y, si lo cree oportuno, nos contará la verdad de lo que pasó. No deja por ello de animar nuestra existencia conocer lo que los ancestros dijeron de este intrépido santo soldado pícaro, queriendo personificar en él que la fe no está reñida con el sentido práctico y que la valentía profesional debe acompañar a la fortaleza que da la entrega a Dios.

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Lucas el Joven, San Ermita, 7 de febrero  

Ermita
Febrero 7

 

Etimológicamente significa " luminoso". Viene del griego y latín.

Este maravilloso trabajador – como se le conoce en la iglesia griega, o el taumaturgo – murió en el año 946.

Sus padres eran campesinos en la isla Aegina, pero tuvieron que salir de ella a causa de la invasión de los Sarracenos. Pero Dios siempre ayuda a quien pone su confianza en sus manos.

Lograron, con muchos esfuerzos, situarse en Tessaly. No tenían muchos medios económicos, pero al menos intentaron dar una buena educación a sus siete hijos.

Lucas era piadoso pero no podía dominar su mal genio. Fue mirando la cara de los más pobres que él, y así logró ir perdiendo poco a poco su mal temperamento.

Dios bendecía a esta familia con buenas cosechas en el campo. Lucas trabajaba mucho y, sin embargo, no dejaba ningún día de hacer sus oraciones a Cristo.

Pero él, a medida que pasaba el tiempo, buscaba su vocación verdadera. En una ocasión su madre Eufrosina le dio hospitalidad a dos monjes que iban para Tierra Santa.

Ya en la conversación, le dijeron que le permitiera a su hijo que se fuera con ellos. La madre, muy generosa y respetando al hijo, lo dejó partir.

Y hablando cada día con ellos por el camino, le entró la vocación de hacerse monje como ellos.

El abad del monasterio que le dio la bienvenida y su entrada para seguir sus caminos, le dijo que su madre le necesitaba. Sin embargo, la madre se dio cuenta de que su hijo debía hacer su vida y no la suya. Y a los cuatro meses le permitió que se fuera al monasterio.

A los 18 años se construyó una ermita en un monte cerca de Corinto y vivió feliz todo el resto de su vida. Tenía éxtasis en la oración y levitaba. A su muerte le levantaron dos capillas.

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Nivardo y Hermanos Monje del siglo XII, 7 de febrero  

Nivardo y Hermanos

Monje del siglo XII
Febrero 7

 

Etimológicamente significa "relativo a la nieve" o "Nirvana" (Tenerife). Viene de la lengua latina.

Toda comunión está minada en la base por la desconfianza y el recelo, el lacerante recelo que puede llegar a tomar formas seductoras. La confianza es esencial para evitar rupturas humanas e incluso guerras..

La familia de san Bernardo de Claraval vivió la unidad completa. Sus padres soñaban con grandes glorias para sus hijos, y ellos, sin embargo, añoraban y ansiaban la santidad como ideal de sus vidas.

Los padres lees educaron a que visen todo bajo el prisma de la fe. Así les fue relativamente fácil lograr lo que se proponían.

Nivardo era el último de sus hijos, seis en total. A los 13 años se iba de vez en cuando a la abadía ver a su hermano Bernardo.
Todos le decían que se quedara en casa para que la herencia pasara enteramente a él.

El, con envidia, les decía: Vosotros habéis escogido el cielo y a mí me dejáis la tierra.
Les dijo que no. El prefería quedarse en la abadía con ellos para estar más unido a Dios y parecerse más a Jesús de Nazaret.

Se cuenta que Doña Sancha de Castilla quería fundar en su reino algún que otro monasterio. Y llevada por la fama de san Bernardo, le rogó que le enviase monjes.

Bernardo, al ver que su hermano Nivardo ardía en deseos de ser monje, lo envió como abad del nuevo monasterio de la Santa Espina.

Todo el fue de maravilla. Pero cuando vio que sus años tocaban a su fin, se marchó a Claraval.
Todo el mundo sintió en España su ida a Francia. Fue un monje del siglo XII.
Si alguna vez tienes tiempo, te recomiendo que leas el libro "La familia que alcanzó a Cristo".

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Fuente: Vatican.va
Rosalía Rendu, Beata Virgen, 7 de febrero  

Rosalía Rendu, Beata

Hija de la Caridad

Martirologio Romano: En la ciudad de París, en Francia, beata Rosalía (Juana María) Rendu, virgen de la Hijas de la Caridad, que trabajó incansablemente en una vivienda de los suburbios más pobres de la ciudad, dispuesta como refugio para necesitados, visitando en sus casas a los pobres. En tiempo de luchas civiles trabajó a favor de la paz y convenció a muchos jóvenes y a ricos para que se dedicasen a obras de caridad (1856).

Etimológicamente: Rosalía = Corona de rosas, es de origen latino.

 

Jeanne Marie se preocupa mucho por corresponder bien a las exigencias de su nueva vida. Su salud se resiente tanto por la tensión de su espíritu como por la falta de ejercicio físico. Siguiendo el consejo del médico y de su padrino, señor Emery, envían a Jeanne Marie a la casa de las Hijas de la Caridad del barrio Mouffetard, para dedicarse al servicio de los pobres. Allí permanecerá 54 años.

La sed de acción, de entrega, de servicio, que abrasaba a Jeanne Marie no podía encontrar un terreno mas propicio para ser saciada que este barrio parisiense. Es, en aquella época, el barrio más miserable de la capital en plena expansión: pobreza en todas sus formas, miseria psicológica y espiritual, enfermedades, tugurios insalubres, necesidades... son el lote cotidiano de sus habitantes que luchan por sobrevivir. Jeanne Marie, que recibió el nombre de Sor Rosalía, hizo allí "su aprendizaje" acompañando a las Hermanas en la visita a los enfermos y a los pobres. Al mismo tiempo enseña el catecismo y la lectura a las niñas que acogían en la escuela gratuita. En 1807, Sor Rosalía, con emoción y con una profunda alegría, rodeada de las Hermanas de su comunidad, se compromete por medio de los votos al servicio de Dios y de los pobres.

En 1815, Sor Rosalía es nombrada Superiora de la comunidad de la calle de los "Francs Bourgeois", que será trasladada dos años más tarde a la calle de "L´Epée de Bóis" por razones de espacio y de comodidad. Entonces van a poder revelarse todas sus cualidades de abnegación, de autoridad natural, de humildad, de compasión, su capacidad de organización, etc. Sus pobres, como los llama, son cada vez más numerosos en esta época turbulenta. Los estragos de un liberalismo económico triunfante acentúan la miseria de los marginados. Sor Rosalía envía a sus Hermanas a todos los rincones de la feligresía de la parroquia de "Saint Médard" para llevar alimentos, ropa, atender a enfermos, decir una palabra reconfortante... las damas de la Caridad las ayudan en las visitas a domicilio. La joven Conferencia de San Vicente de Paúl viene a buscar en Sor Rosalía apoyo y consejos para ir en ayuda de todos los necesitados.

Con el fin de aliviar a todos los que sufren, Sor Rosalía abre un dispensario, una farmacia, una escuela, un orfanato, una guardería, un patronato para las jóvenes obreras y una casa para ancianos sin recursos. Muy pronto, va a establecerse toda una red de obras caritativas para combatir la pobreza.

Su ejemplo estimula a sus Hermanas, con frecuencia les dice: "Debéis ser como un apoyo en el que todos los que están cansados tienen derecho a depositar su carga". Y así, sencillamente, vive la pobreza y deja transparentar la presencia de Dios en ella.

Su fe, firme como una roca y límpida come una fuente, le hace ver a Jesucristo en toda circunstancia: experimenta en lo cotidiano la convicción de San Vicente: "Si vais diez veces cada día a ver a un pobre, diez veces encontraréis en él a Dios... vais a pobres casas, pero allí encontraréis a Dios". Su vida de oración es intensa; como afirma una Hermana, "vivía continuamente en la presencia de Dios; si tenía que cumplir una misión difícil, estábamos seguras de verla subir a la capilla o de encontrarla de rodillas en su despacho".

Estaba atenta a asegurar a sus compañeras el tiempo para la oración, pero había "que saber dejar a Dios por Dios" como San Vicente había enseñado a sus Hijas. Así, Sor Rosalía, al ir con una Hermana a hacer una visita de caridad, la invita diciendo: "Hermana comencemos nuestra oración". Indica con pocas y sencillas palabras la historia y entra en un profundo recogimiento.

Como la religiosa en el claustro, Sor Rosalía camina con Dios: le habla de aquella familia con dificultades porque el padre no tiene ya trabajo, de ese anciano que corre el riesgo de morir sólo en la buhardilla: "Nunca he hecho tan bien la oración como en la calle" dice ella.

"Los pobres notaban su modo de rezar y de actuar", dice una de sus compañeras. "Humilde en su autoridad, Sor Rosalía nos reprendía con una gran delicadeza y tenía el don de consolar. Sus consejos, procedentes de la justicia y con todo su afecto, penetraban en las almas".

Es muy atenta en el modo de acoger a los pobres. Su espíritu de fe ve en ellos a nuestros "maestros y señores". "Los pobres os maltratarán". Cuanto más maleducados e insolentes sean, con más dignidad debéis tratarlos. Dice: "Recordad que esos harapos esconden a Nuestro Señor".

Los superiores le mandan las postulantes y las Hermanas jóvenes para la formación. Le envían a su casa, por cierto tiempo, a Hermanas un poco difíciles o frágiles. A una de sus Hermanas en crisis le da un día un consejo, que es el secreto de su vida: "Si quiere que alguien la quiera, sea la la primera en amar, y si no tiene nada que dar, dése a sí misma". Con el aumento de Hermanas, la casa de beneficencia se convierte en una casa de caridad con un ambulatorio y una escuela. Ella ve en ello la Providencia de Dios.

Su notoriedad se extiende pronto por todos los barrios de la capital y, más allá, a las ciudades de provincias. Sor Rosalía sabe rodearse de colaboradores generosos, eficaces y cada vez más numerosos. Los donativos afluyen rápidamente, pues los ricos no saben resistir a esta mujer persuasiva. Incluso los soberanos que se sucedieron en el gobierno del país no lo olvidaron en sus generosidades.

Las Damas de la Caridad ayudan en sus visitas a domicilio. A menudo podía verse en el recibidor de la casa a obispos, sacerdotes, el embajador de España, Donoso Cortés, Carlos X, el general Cavaignac, los hombres de Estado y de la cultura, hasta el emperador Napoleón III con su cónyuge, así como estudiantes de derecho, de medicina, alumnos del politécnico, que iban a buscar información, recomendaciones o a pedir consejo sobre a qué puerta ir a llamar antes de hacer una buena obra. Entre ellos el
beato Federico Ozanam, cofundador de las "Conferencias de San Vicente de Paúl" y el Venerable Juan León Le Prévost, futuro fundador de los Religiosos de San Vicente de Paúl, que buscaban consejo para poner en marcha sus proyectos.

Ella estaba en el centro de un movimiento de caridad que caracterizó París y Francia en la primera mitad del siglo XIX.

La experiencia de Sor Rosalía es inestimable para aquellos jóvenes. Ella orienta su apostolado, guía sus idas y venidas en el suburbio, les da direcciones de familias necesitadas escogiéndolas con cuidado.

Entra también en relación con la Superiora del "Bon Sauveur" de Caen y le pide que acoja a muchas personas. Está especialmente atenta a los sacerdotes y religiosas afectados de trastornos psíquicos. Su correspondencia es breve pero emocionante por su delicadeza, paciencia y respeto hacia esos enfermos.

Las pruebas no faltan en el barrio Mouffetard. Las epidemias de cólera se suceden. La falta de higiene, la miseria favorecen su virulencia. De modo particular, en 1832 y en 1846, la abnegación y riesgos que corren Sor Rosalía y sus Hermanas causaron admiración. Se la vio recoger ella misma los cuerpos abandonados en las calles durante las jornadas de motines de julio de 1830 y de febrero de 1848 en las barricadas y las luchas sangrientas que enfrentan el poder a una clase obrera desencadenada. Monseñor Affre, arzobispo de París, es asesinado al querer interponerse entre los beligerantes. Sor Rosalía sufre, ella también sube a las barricadas para socorrer a los combatientes heridos, fueran del bando que fueran. Sin temor alguno, arriesga su vida en los enfrentamientos. Su valentía y su espíritu de libertad causan admiración.

Cuando se restablece el orden, trata de salvar a muchos de aquellos hombres que conoce bien y que son víctimas de una feroz represión. Le ayuda mucho el alcalde del distrito, doctor Ulyssse Trélat, republicano puro, muy popular él también.

En 1852, Napoleón III decide imponerle la Cruz de la Legión de honor. Ella está dispuesta a rehusar este honor personal, pero el Padre Etienne, superior de los Sacerdotes de la Misión y de las Hijas de la Caridad, le obliga a aceptar.

De salud frágil, Sor Rosalía nunca se tomó un instante de descanso, y acababa siempre por superar sus fatigas y sus fiebres. Pero, la edad, una gran sensibilidad y la acumulación de tareas, acaban por llegar al extremo de su gran resistencia y de su fuerte voluntad. Durante los dos últimos años de su vida, se va quedando progresivamente ciega y muere el 7 de febrero de 1856, tras una corta enfermedad.

La emoción es grande en el barrio y en todos los medios sociales de París y provincias. Después de celebrar los funerales en la Iglesia de Saint Médard, su parroquia, una multitud inmensa, embargada por la emoción, sigue a su cadáver hasta el cementerio de Montparnasse, queriendo así manifestar su admiración por la obra que ha realizado y su afecto hacia esta Hermana extraordinaria.

Numerosos artículos de la prensa dan testimonio de la admiración e incluso de la veneración que Sor Rosalía había suscitado. Periódicos de toda tendencia se hacen eco de los sentimientos del pueblo.

L´Univers, periódico principal católico de la época, dirigido por Louis Veuillot, escribe el 8 de febrero: "Nuestros lectores comprenderán la gran desgracia que acaba de acontecer a la clase pobre de París y unirán sus sufragios a las lágrimas y oraciones de los necesitados".

El Constitutionnel, periódico de la izquierda anticlerical, no duda en anunciar la muerte de esta Hija de la Caridad."Los pobres del distrito 12 acaban de tener una pérdida muy lamentable: Sor Rosalía, superiora de la comunidad de la rue de l´Epée de Bois murió ayer después de una larga enfermedad. Desde hace muchos años, esta respetable religiosa era la providencia de las clases necesitadas, muy numerosas en ese barrio".

El periódico oficial del Imperio, le Moniteur, alaba la acción benéfica de esta Hermana: "Se han rendido las honras fúnebres a la Hermana Rosalía con un brillo inhabitual: esta santa mujer era, desde hace cincuenta y dos años, muy caritativa en un barrio donde hay muchos miserables que socorrer. Todos los pobres, llenos de gratitud, la han acompañado a la Iglesia y al cementerio. Un piquete de honor formaba parte del cortejo"

Muy numerosos son los que van a visitarla al cementerio "Montparnasse". Y a recogerse ante la tumba de aquella que fue su Providencia. Pero !qué difícil es encontrar el lugar reservado a las Hijas de la Caridad! Por eso, se trasladan sus restos a un lugar mucho más accesible, mas cerca de la entrada del cementerio. En su tumba sencilla, hay una gran cruz, en cuya base están grabadas estas palabras: "A Sor Rosalía, sus amigos agradecidos, los pobres y los ricos". Manos anónimas han adornado y continúan adornando con flores su sepultura como homenaje, discreto pero permanente, a esta humilde Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl.

Fue beatificada el 9 de noviembre de 2003

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Fuente: Corazones.org
Pio IX, Beato CCLV Papa, 7 de febrero  

Pio IX, Beato

CCLV Papa

Martirologio Romano: En Roma, beato Pío IX, papa, que proclamó la verdad de Cristo, a quien estaba íntimamente unido, e instituyó muchas sedes episcopales, promoviendo el culto de la Santísima Virgen María y convocando el Concilio Vaticano I (1878).

 

Pío IX, en el siglo Giovanni Maria Mastai Ferretti, nació el 13 de mayo de 1792 en Senigallia. Fué elegido pontífice el 16 de junio de 1846, suscitando esperanzas en los ambientes patrióticos liberales y católicos: uno de los primeros actos fue la promulgación de una amnistía para los prisioneros políticos y consintió algunas reformas en el Estado Pontificio. En los primeros dos años del pontificado, se ganó el título de papa liberal, patriótico y reformador.

En abril de 1848, cuando era evidente que la masonería internacional fomentaba atentados, revoluciones y desórdenes contra el Papado y las naciones tradicionalmente católicas, Pío IX tomó distancia de las facciones más radicales de los patriotas italianos. A raiz del desencadenamiento de motines insurreccionales en Roma, se trasladó a Gaeta, mientras que en la ciudad eterna se proclamaba poco después, en 1849, la República Romana por parte de Giuseppe Mazzini, Carlo Armellini e Aurelio Saffi. Las iglesias fueron saqueadas mientras Mazzini se incautaba de obras de arte, propiedad de la Iglesia, para pagar a la masonería británica que había anticipado el dinero necesario para tomar Roma.

Gracias a la intervención de las tropas francesas, la República romana cayó y el Papa pudo volver a la capital en 1850. Desde entonces, el Pontífice puso en marcha una política de intransigencia ("Non possumus") hacia las exigencias del poder laico, convirtiéndose en el adversario más acérrimo del ala anticlerical de la masonería.

En 1854, proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción y, en el primer Concilio Vaticano (1869_70), el dogma de la infalibilidad papal. En 1864, promulgó la encíclica "Quanta cura", con el anexo del "Sillabus", una lista de enseñanzas prohibidas, con la que la iglesia condenaba los errores del momento y conceptos liberales e iluministas. Con la llegada de la unidad de Italia, el último papa_rey se vió desposeido de las regiones de la Romaña (1859), Umbría, las Marcas (1860) y, en 1870, la misma Roma, con la conocida toma de Porta Pia, el 20 de septiembre, que marcó el fin del poder temporal de los papas.

Desde entonces, la masonería italiana celebra su propia fiesta anual, justamente el 20 de septiembre, en recuerdo de la victoria contra la Iglesia. Los documentos antimasónicos del Pontificado de Pío IX son unos 124 y se subdividen en 11 encíclicas, 61 cartas breves, 33 discursos y alocuciones y documentos de varios dicasterios eclesiásticos. Según Pío IX, todos los males que se abatieron en aquél tiempo sobre la Iglesia y sobre la sociedad provenían del ateismo y del cientismo del siglo XVII, postulado por la masonería y exaltado por la Revolución Francesa. En la encíclica "Qui pluribus" (9/10/1849), Pio IX habla de "hombres ligados por una unión nefanda" que corrompen las costumbres y combaten la fe en Dios y en Cristo postulando el naturalismo y el racionalismo y, sobre todo, poniendo en marcha el conflicto entre ciencia y fe. Otro error atribuido a este círculo de pensadores es el hablar de progreso como un mito y contraponerlo a la fe.

Ante estas acusaciones precisas, la Masonería reaccionó con un desdén violento. En primer lugar, convocó un "Anticoncilio masónico, Asamblea de librepensadores" con la idea de liderar un movimiento internacional dedicado a combatir sin tregua al Vaticano. Entre los escritos que se difundieron para esta convocatoria masónica, había uno que decía "El Anticoncilio quiere luz y verdad, quiere ciencia y razón, no fe ciega, no fanatismo, no dogmas, no hogueras. La infalibilidad papal es una herejía. La religión católica romana es una mentira; su reino es un delito".

En esta situación de beligerancia contínua, Pío IX no perdió el ánimo y siguió su trabajo para compactar la Iglesia en torno a un principio de unidad. Atribuyó gran importancia a la espiritualidad popular, a la relación con los santos, especialmente a María a través del reconocimiento de las apariciones de La Salette y de Lourdes. Dió impulso a procesiones, peregrinaciones y todas las formas de piedad popular. En 1870, inauguró un nuevo modo de elección de obispos y prelados, elegidos no ya preferentemente entre los notables sino entre los sacerdotes comunes, allí donde se manifestasen los méritos pastorales. Su popularidad creció enormemente. Fue obstinado en no aceptar ningún arreglo con el Estado italiano. Murió el 7 de febrero de 1878, pero la masonería trató de perseguirlo encarnizadamente incluso tras la muerte. En la noche del 12 al 13 de julio de 1881, su féretro fue trasladado del Vaticano al cementerio del Verano. La masonería organizó una manifestación irreverente, con lanzamiento de piedras, imprecaciones, blasfemias, y canciones vulgares y obscenas, contra el cortejo fúnebre, que a su vez respondía con la recitación del rosario, los salmos, el oficio de difuntos y pías jaculatorias.

El culmen de la agresión tuvo lugar cuando el cortejo fúnebre pasó por el puente Sant´Angelo. Al grito de "¡muerte al Papa, muerte a los curas!", un grupo de desalmados trató de arrojar el cadáver de Pío IX al Tíber. Pero los católicos apretaron las filas en torno a los restos mortales del pontífice y rechazaron el ataque. A la luz de estos acontecimientos, el reconocimiento de la virtud heroica del nuevo beato hace justicia a una persona de gran espesor humano y a un gran Papa.

Pio IX fue beatificado el 30 de Septiembre del 2000.

La causa de beatificación de Pío IX fue una de las más largas y difíciles de la historia de la Iglesia. Fue puesta en marcha por Pío X, el 11 de febrero de 1907. Relanzada, por Benedicto XV, sin gran éxito, y también Pío XI animó el proyecto. Tras la segunda guerra mundial, la instructoría canónica fue reiniciada por Pío XII, el 7 de diciembre de 1954. Con Pablo VI la causa experimentó importantes avances: se completó la "positio", es decir, la recogida de las actas del proceso canónico, el análisis de la vida del candidato a la santidad, los interrogatorios de los testigos y las evaluaciones de los historiadores y de los teólogos.

El decreto sobre el ejercicio heroico de las virtudes teologales y cardinales fue promulgado por la Congregación para las Causas de los Santos, el 6 de julio de 1985, y aprobado por Juan Pablo II. Entre las virtudes del Pontífice, figuran el amor sin reservas por la iglesia, la caridad y la gran estima por el sacerdocio y los misioneros. El milagro atribuido a Pío IX, verificado por la Consulta de médicos el 15 de enero de 1986, es la curación inexplicable de una religiosa francesa.

Pío IX defendió a los judíos

La campaña contra el Papa Pio IX (1792-1878), alcanzó su colmo con la protesta del gobierno israelita que expresó a la Santa Sede su más profundo descontento por la beatificación de Pío IX ("Jerusalem Post", 3 de septiembre 2000). En relidad como lo recordó Mons. Carlo Liberati, de la Congregación para las Causas de los Santos, en dos entrevistas acordadas a los diarios italianos "Corriere della Sera" y "Avvenire", Pío IX fue "el promotor de la liberación de los judíos del ghetto. Hizo suprimir las labores indignas y humillantes que estaban asignadas a los judíos. Declaró que no eran ´extranjeros´ y ordenó colocar patrullas encargadas de protegerlos contra una rebelión popular que explotó efectivamente contra esta emancipación del ghetto".

En lo que concierne al caso de Edgardo Mortara, el niño judío que, a la edad de dos años en riesgo de morir fue bautizado por una doméstica católica y fue luego educado por la Iglesia contra el parecer de sus padres, Mons. Liberati declaró que "lo que nadie nunca ha querido recordar, es que cuando Edgardo Mortara llegó a la edad de la adolescencia, se le dejó libre de regresar a su casa. Pasó un mes con sus padres pero en seguida decidió quedarse en Roma y hacerse sacerdote. Una vez sacerdote se reconcilió con sus padres. Edgardo Montara fue uno de los primeros testigos que se pronunciaron a favor de la beatificación de Pío IX, haciendo una declaración en el proceso canónico".

El Papa Pío IX permanece incorrupto

El 4 de abril pasado en Roma, en la cripta de la basílica de San Lorenzo al Verano, se desarrolló el reconocimiento del cuerpo del venerable Pío IX que reposa desde el 13 de julio de 1881, tres años después de su muerte acaecida el 7 de febrero de 1878, en el Vaticano. En la ceremonia del acto de reconocimiento de los restos mortales de Pío IX estaban presentes, entre otros, el Postulador de la Causa de Beatificación, Mons. Bruneno Gherardini, S. Emin. el cardenal Jorge Medina Estévez, Pref. de la Congregación para el Culto Divino, el Obispo emérito de Senigallia, Mons. Odo Fusi Pecci, representantes de la Curia Romana, sacerdotes y religiosas venidos inclusive del extranjero.

"Pío IX - escribió Mons. Carlo Liberati - conservado casi perfectamente desde el último reconocimiento, hecho bajo Pío XII, del 25 de octubre al 24 de noviembre de 1956, apareció en toda la serenidad de su humanidad tal como se recuerda en la documentación fotográfica, en la iconografía tradicional y establecida por la descripción hecha de los textos en las actas de procedimiento. Si es permitido referirnos a los análisis de autores y agiógrafos modernos de gran valor, como el inolvidable Piero Bargellini y el P. Domenico Mondrone s.j., hechas para educar e invitar a la santidad, podremos definirlo como un hombre dotado de una gran humanidad y de una impresionante dignidad, hecha aún más significativa por la serenidad del rostro intacto en la majestad silenciosa de la muerte" (Mons. Carlo Liberati, La ricognizione dei resti mortali del venerabile Papa Pio IX en "L´Ossevatore Romano", 9 de abril 2000, p. 4).

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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