JMJ
Pax
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 7, 1-10
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar a la gente, entró en Cafarnaúm. Había allí un oficial romano, que tenía enfermo y a punto de morir a un criado muy querido. Cuando le dijeron que Jesús estaba en la ciudad, le envió a algunos de los ancianos de los judíos para rogarle que viniera a curar a su criado. Ellos, al acercarse a Jesús, le rogaban encarecidamente, diciendo:
"Merece que le concedas ese favor, pues quiere a nuestro pueblo y hasta nos ha construido una sinagoga". Jesús se puso en marcha con ellos.
Cuando ya estaba cerca de la casa, el oficial romano envió unos amigos a decirle: "Señor, no te molestes, porque yo no soy digno de que tú entres en mi casa; por eso ni siquiera me atreví a ir personalmente a verte. Basta con que digas una sola palabra y mi criado quedará sano. Porque yo, aunque soy un subalterno, tengo soldados bajo mis órdenes y le digo a uno:
"¡Ve!", y va; a otro: "¡Ven!", y viene; y a mi criado: "¡Haz esto!", y lo hace".
Al oír esto, Jesús quedó lleno de admiración, y volviéndose hacia la gente que lo seguía, dijo:
"Yo les aseguro que ni en Israel he hallado una fe tan grande".
Los enviados regresaron a la casa y encontraron al criado perfectamente sano.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
lun 24a. Ordinario año impar
Antífona de Entrada
Confío, Señor, en tu misericordia; alegra mi corazón con tu auxilio. Cantaré al Señor por el bien que me ha hecho.
Oración Colecta
Oremos:
Concédenos, Señor, ser dóciles a las inspiraciones de tu Espíritu para que realicemos siempre en nuestra vida tu santa voluntad
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
Pidan a Dios por todos los hombres, pues él quiere que todos se salven
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo 2, 1-8
Te ruego, hermano, que ante todo se hagan oraciones, plegarias, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, y en particular por los jefes de Estado y las demás autoridades, para que podamos llevar una vida tranquila y en paz, entregada a Dios y respetable en todo sentido.
Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro salvador, pues él quiere que todos los hombres se salven y todos lleguen al conocimiento de la verdad. Porque no hay sino un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres: Cristo Jesús, hombre él también que se entregó como rescate por todos.
él dio testimonio de esto a su debido tiempo y de esto yo he sido constituido; digo la verdad y no miento, pregonero y apóstol para enseñar la fe y la verdad.
Quiero, pues, que los hombres libres de odios y divisiones hagan oración donde quiera que se encuentren, levantando al cielo sus manos puras.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Del salmo 27
Salva, Señor, a tu pueblo.
Escucha, Señor, mi súplica cuando te pido ayuda y levanto las manos hacia tu santuario.
Salva, Señor, a tu pueblo.
El Señor es mi fuerza y mi escudo, en él confía mi corazón; él me socorrió y mi corazón se alegra y le canta agradecido.
Salva, Señor, a tu pueblo.
El Señor es la fuerza de su pueblo, el apoyo y la salvación de su Mesías. Salva, Señor, a tu pueblo y bendícelo porque es tuyo; apaciéntalo y condúcelo para siempre.
Salva, Señor, a tu pueblo.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.
Aleluya.
Evangelio
Ni en Israel he hallado una fe tan grande.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 7, 1-10
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar a la gente, entró en Cafarnaúm. Había allí un oficial romano, que tenía enfermo y a punto de morir a un criado muy querido. Cuando le dijeron que Jesús estaba en la ciudad, le envió a algunos de los ancianos de los judíos para rogarle que viniera a curar a su criado. Ellos, al acercarse a Jesús, le rogaban encarecidamente, diciendo:
"Merece que le concedas ese favor, pues quiere a nuestro pueblo y hasta nos ha construido una sinagoga". Jesús se puso en marcha con ellos.
Cuando ya estaba cerca de la casa, el oficial romano envió unos amigos a decirle: "Señor, no te molestes, porque yo no soy digno de que tú entres en mi casa; por eso ni siquiera me atreví a ir personalmente a verte. Basta con que digas una sola palabra y mi criado quedará sano. Porque yo, aunque soy un subalterno, tengo soldados bajo mis órdenes y le digo a uno:
"¡Ve!", y va; a otro: "¡Ven!", y viene; y a mi criado: "¡Haz esto!", y lo hace".
Al oír esto, Jesús quedó lleno de admiración, y volviéndose hacia la gente que lo seguía, dijo:
"Yo les aseguro que ni en Israel he hallado una fe tan grande".
Los enviados regresaron a la casa y encontraron al criado perfectamente sano.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Evangelio Mujer, ahí está tu hijo. Hijo, ahí está tu madre † Lectura del santo Evangelio según san Juan 19, 25-27 Gloria a Ti, Señor. Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre: "Mujer, ahí está tu hijo". Luego dijo al discípulo: "Ahí está tu madre". Y desde entonces, el discípulo se la llevó a vivir con él. Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús.
Oración sobre las ofrendas
Que este sacrificio de acción de gracias y de alabanza que vamos a ofrecerte, nos ayude, Señor, a conseguir nuestra salvación eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
El misterio de nuestra salvación en Cristo
En verdad es justo y necesario,es nuestro deber y salvación darte gracias, Padre santo, siempre y en todo lugar, por Jesucristo, tu Hijo amado.
Por él, que es tu Palabra, hiciste todas las cosas; tú nos lo enviaste para que, hecho hombre por obra del Espíritu Santo y nacido de María la Virgen, fuera nuestro Salvador y Redentor.
él, en cumplimiento de tu voluntad, para destruir la muerte y manifestar la resurrección, extendió sus brazos en la cruz y así adquirió para ti un pueblo santo.
Por eso,
con los ángeles y los santos, proclamamos tu gloria diciendo:
Antífona de la Comunión
Proclamaré Señor, todas tus maravillas y me alegraré en ti y entonaré salmos a tu nombre, Dios altísimo.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Que el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que nos has dado, Señor, en este sacramento, sean para todos nosotros una prenda segura de vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
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Dia 16/09 San Cornelio, san Cipriano (obispo, mártires, rojo)
Antífona de Entrada
Los santos, que siguieron las huellas de Cristo, viven gozoso a en el cielo. Derramaron la sangre por su amor; por eso se alegran con Cristo para siempre.
Oración Colecta
Oremos:
Concédenos, Señor, que nuestras oraciones nos sirvan de alegría y ayuda, para que, al celebrar la fiesta anual de los santos mártires Cornelio y Cipriano, imitemos su constancia en la fe.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
Llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios
4, 7-15
Hermanos: Este tesoro lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es Dios y no proviene de nosotros. Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban pero no nos rematan; en toda ocasión y por todas parte llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.
Mientras vivimos, continuamente nos están entregando a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. Así, la muerte está actuando en nosotros, y la vida en ustedes. Teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito:
"Creí , por eso hablé", también nosotros creemos y por eso hablamos, sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús, también con Jesús nos resucitará y nos hará estar con ustedes. Todo es para su bien. Cuantos más reciban la gracia, mayor será el agradecimiento, para la gloria de Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Del Salmo 125
Los que sembraban con lágrimas, cosechan entre cantares.
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares.
Los que sembraban con lágrimas, cosechan entre cantares.
Hasta los gentiles decían: "El Señor ha estado grande con ellos". El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres.
Los que sembraban con lágrimas, cosechan entre cantares.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas, cosechan entre cantares.
Los que sembraban con lágrimas, cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Los que sembraban con lágrimas, cosechan entre cantares.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Bendito sea el Padre de las misericordias y Dios de toda consolación, que nos consuela en todas nuestras tribulaciones.
Aleluya.
Evangelio
El mundo los ha odiado
Ý Lectura del santo Evangelio según san Juan
17, 11-19
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, Jesús oró diciendo:
"Padre santo: guárdalos en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba y, ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría cumplida.
Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviase al mundo, así los envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Recibe; Padre santo, las ofrendas que te presentamos en la fiesta de tus mártires Cornelio y Cipriano; y concédenos la gracia de permanecer siempre firmes en la confesión de tu nombre.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
Testimonio y ejemplo de los mártires
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, nuestro Señor.
Porque la sangre de los gloriosos mártires Cornelio y Cipriano, derramada como la de Cristo para proclamar su fidelidad a ti, manifiesta tu admirable poder, que convierte la fragilidad en fortaleza y al hombre débil robustece para que sea testigo tuyo.
Por eso,
como los ángeles te cantan en el cielo, así nosotros en la tierra te aclamamos, diciendo sin cesar:
Antífona de la Comunión
Ustedes son los que han preservado conmigo en mis pruebas, y yo les transmito el Reino, dice el Señor: Comerán y beberán a mi mesa en mi Reino.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Señor y Dios nuestro, que iluminaste el misterio de la cruz en la muerte gloriosa de tus mártires; escucha nuestra súplica y haz que, fortalecidos por este sacrificio, nos unamos a Cristo fielmente y trabajemos en la Iglesia por la salvación de todos los hombres.
Por Jesucristo, Señor nuestro.
Amén.
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† Meditación diaria
24ª semana. Lunes
LA FE DE UN CENTURIÓN
— La humildad, primera condición para creer.
— El crecimiento de la fe.
— Humildad para perseverar en la fe.
I. Es posible que la escena que se narra en el Evangelio de la Misa1tuviera lugar a la caída de la tarde, cuando Jesús, terminadas sus enseñanzas al pueblo, entró en la ciudad de Cafarnaún. Llegaron entonces unos ancianos de los judíos para interceder por un Centurión que tenía un criado enfermo, al que estimaba mucho. Aparece este gentil como un alma de grandes virtudes. Es un hombre que sabe mandar, pues le dice a un soldado ve y va; y a otro: ven y viene. Y al mismo tiempo tiene un gran corazón, sabe querer a los que le rodean, como a ese criado enfermo, por quien hace todo lo que está en su mano para que sane. Es un hombre generoso, que había costeado la sinagoga de esta ciudad: se hace respetar y querer, pues, como escribe San Lucas, los judíos principales que acuden a Jesús le insisten diciendo: merece que le concedas esto, aprecia a nuestro pueblo.
Sobre todo, sobresale por su fe humilde. Después de recibir estas recomendaciones de sus amigos, Jesús se puso en camino con ellos. Y cuando estaba ya cerca de la casa, el Centurión envió al Maestro una nueva embajada para decirle: Señor, no te tomes esa molestia, porque no soy digno de que entres en mi casa, por eso ni siquiera yo mismo me he considerado digno de venir a ti, pero di una palabra y mi criado quedará sano...
Esta fe llena de humildad conquistó el corazón de Jesús, de tal manera que el Señor quedó admirado de él, y volviéndose a la multitud que le seguía, dijo: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
La humildad es la primera condición para creer, para acercarnos a Cristo. Esta virtud es el camino ancho por el que llega la fe y también el medio para aumentarla. La humildad nos capacita para hacernos entender por Jesús. Al comentar San Agustín este pasaje del Evangelio, asegura que fue la humildad la puerta por donde el Señor entró a posesionarse del que ya poseía2. Pidamos hoy nosotros al Señor una sincera humildad que nos acerque a Él, que haga más grande y firme nuestra fe y que nos disponga a hacer en todo su Voluntad santísima. «Me confiaste que, en tu oración, abrías el corazón al Señor con las siguientes palabras: "considero mis miserias, que parecen aumentar, a pesar de tus gracias, sin duda por mi falta de correspondencia. Conozco la ausencia en mí de toda preparación, para la empresa que pides. Y, cuando leo en los periódicos que tantos y tantos hombres de prestigio, de talento y de dinero hablan y escriben y organizan para defender tu reinado..., me miro a mí mismo y me encuentro tan nadie, tan ignorante y tan pobre, en una palabra, tan pequeño..., que me llenaría de confusión y de vergüenza si no supiera que Tú me quieres así. ¡Oh, Jesús! Por otra parte, sabes bien cómo he puesto, de buenísima gana, a tus pies, mi ambición... Fe y Amor: Amar, Creer, Sufrir. En esto sí que quiero ser rico y sabio, pero no más sabio ni más rico que lo que Tú, en tu Misericordia sin límites, hayas dispuesto: porque todo mi prestigio y honor he de ponerlo en cumplir fielmente tu justísima y amabilísima Voluntad"»3.
II. Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe. ¡Qué elogio tan grande! ¡Con qué alegría pronunciaría el Señor estas palabras! Meditemos hoy cómo es nuestra fe y pidamos a Jesús que nos otorgue la gracia de crecer en ella, día a día.
San Agustín enseñaba que tener fe es: «Credere Deo, credereDeum, credere in Deum»4, en una fórmula clásica entre los teólogos. Es decir: creer a Dios que sale a nuestro encuentro y se da a conocer; creer todo lo que Dios dice y revela, las verdades que comunica en ese encuentro personal; y, por último, creer en Dios, amándole, confiar sin medida en Él. Progresar en la fe es crecer en estas facetas. Creer a Dios lleva consigo la seria preocupación por mejorar la formación doctrinal, por crecer en el conocimiento de Dios. Hoy podemos examinar cómo es nuestro afán por conocer mejor a Dios y todo lo que Él nos ha revelado; quizá podríamos preguntarnos por el interés en lalectura espiritual, con cuya asiduidad adquirimos, a lo largo de los años, unos fundamentos firmes, y por la constancia en los medios de formación (círculos, charlas, retiros...), que quizá tenemos la inmensa suerte de encontrar a nuestro alcance. El afán por conocer mejor a Dios se concretará además en la fidelidad a la verdad revelada por Dios, proclamada por la Iglesia, protegida y predicada por su Magisterio.
Creer a Dios lleva consigo crecer en nuestra relación personal con Él, tratarle diariamente en la oración, en diálogo amoroso, como a nuestro Creador y Redentor, que viene diariamente a nuestro encuentro en la Sagrada Eucaristía, en la oración personal, y en tantas ocasiones en medio del trabajo, y en las dificultades y en las alegrías... Creer a Dios nos lleva a verle muy cerca de nuestro vivir diario5.
El tercer aspecto de la fe –creer en Dios– es la coronación y el gozo de los otros dos: es el amor que lleva consigo toda fe verdadera. «Señor, creo en Ti y te amo, hablo contigo, pero no como con un extraño, porque al tratarte, te voy conociendo y es imposible que te conozca y no te ame; pero si te amo, veo claro que he de luchar por vivir, día tras día, con arreglo a tu palabra, a tu voluntad, a tu verdad»6.
III. Y cuando volvieron a casa, los enviados encontraron sano al siervo.
Todos los milagros que hizo Jesús procedían de un Corazón lleno de amor y de misericordia; nunca realizó un prodigio que lastimase a nadie. Tampoco efectuó un milagro para su propia utilidad. Le vemos pasar hambre y no convierte las piedras en pan, padecer sed y le pide de beber a una mujer samaritana, junto al pozo de Jacob7. Y cuando Herodes le exige que haga una proeza, guarda silencio, a sabiendas de que aquel hombre podía darle la libertad... El fin de los milagros es el bien de los que se acercaban a Él, para que crean que Tú me has enviado8. Las obras de misericordia corporales se transforman en un mayor bien de las almas. Por eso, aquella tarde, cuando el Centurión pudo contemplar sano a su siervo, el milagro le unió más a Jesús. Hemos de suponer que después de Pentecostés fue uno de aquellos primeros gentiles que recibieron el Bautismo, y sería fiel al Maestro hasta el fin de sus días.
La fe verdadera nos une a Jesucristo Redentor y a su potestad sobre todas las criaturas, y nos da una seguridad y una firmeza que están por encima de toda circunstancia humana, de cualquier acontecimiento que pueda sobrevenir. Pero para tener esa fe necesitamos la humildad de este Centurión: sabernos nada ante Jesús; no desconfiar jamás de su auxilio, aunque alguna vez tarde algo en llegar o venga de distinto modo a como nosotros esperábamos.
San Agustín afirmaba que todos los dones de Dios podían reducirse a este: «Recibir la fe y perseverar en ella hasta el último instante de la vida»9. La humildad de saber que podemos traicionar la fe recibida, que somos capaces de separarnos del Maestro, nos ayudará a no dejar jamás el trato diario con Él, y esos medios de formación que nos enseñan a conocer mejor a Dios y nos suministran los argumentos que precisamos para darlo a conocer. El verdadero obstáculo para perseverar en la fe es la soberbia. Dios resiste a los soberbios, y da su gracia a los humildes10. Por eso hemos de pedir la humildad con mucha frecuencia.
En Nuestra Señora encontramos esa unión profunda entre la fe y la humildad. Su prima Isabel la saludará, movida por el Espíritu Santo, con estas palabras: Bienaventurada, feliz tú, porque has creído... Y el Espíritu Santo pondrá en boca de la Virgen Madre: —Una inmensa felicidad embarga mi alma. Y todas las generaciones me llamarán bienaventurada... Pero la razón última no es nada mío, sino que Dios ha puesto sus ojos en la humildad de su esclava, Él ha abierto mi corazón y lo ha llenado de gracias...11. Acudamos a Ella para que nos enseñe a crecer en esta virtud de la humildad, donde la fe tiene sus cimientos firmes. «La Esclava del Señor es hoy la Reina del Universo. Quien se humilla será exaltado (Mt 23, 12). Que sepamos ponernos al servicio de Dios sin condiciones y seremos elevados a una altura increíble; participaremos en la vida íntima de Dios, ¡seremos como dioses!, pero por el camino reglamentario: el de la humildad y la docilidad al querer de nuestro Dios y Señor»12.
1 Lc 7, 1-10. — 2 Cfr. San Agustín, Sermón 46, 12. — 3 San Josemaría Escrivá, Forja, Rialp, 2ª ed., Madrid 1987, n. 822. — 4 San Agustín, Sermón 144, 2. — 5 Cfr. P. Rodríguez, Fe y vida de fe, EUNSA, Pamplona 1974, pp. 124-125. — 6 Ibídem, p. 125. — 7 Cfr. Jn 4, 7. — 8 Jn 11, 42. — 9 San Agustín, Sobre el don de la perseverancia, 17, 47; 50, 641. — 10 Sant 4, 6. — 11 Cfr. Lc 1, 45 ss. — 12 A. Orozco, Mirar a María, Rialp, Madrid 1981, p. 238.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
San Cornelio y San Cipriano
Mártires
A San Cipriano le rogamos que ruegue a Dios para que
los que somos seguidores de Cristo,
no sintamos nunca vergüenza de ser cristianos,
y proclamemos siempre y en todas partes
con palabras y buenas obras
nuestra santa religión.
San Cornelio. Papa. Año 253.
Cornelio significa: "fuerte como un cuerno".
Este Pontífice fue martirizado en la persecución del emperador Decio en el año 253.
Su Pontificado se vió amargado por la rebelión de un hereje llamado Novaciano que proclamaba que la Iglesia Católica no tenía poder para perdonar pecados y que por lo tanto el que alguna vez hubiera renegado de su fe, nunca más podía ser admitido en la Santa Iglesia.
El hereje afirmaba también que ciertos pecados como la fornicación e impureza y el adulterio, no podían ser perdonados jamás. El Papa Cornelio se le opuso y declaró que si un pecador se arrepiente en verdad y quiere empezar una vida nueva de conversión, la Santa Iglesia puede y debe perdonarle sus antiguas faltas y admitirlo otra vez entre los fieles. A San Cornelio lo apoyaron San Cipriano desde Africa y todos los demás obispos de occidente.
El gobierno del perseguidor Decio lo desterró de Roma y a causa de los sufrimientos y malos tratos que recibió, murió en el destierro, como un mártir.
San Cipriano. Obispo de Cartago y mártir. Año 258.
Este fue el Santo más importante del Africa y el más brillante de los obispos de este continente, antes de que apareciera San Agustín.
Había nacido en el año 200 en Cartago (norte de Africa) y se dedicó a la labor de educador, conferencista y orador público. Tenía una inteligencia privilegiada, una gran habilidad para hablar en público, y una personalidad brillante y simpática que le conseguía un impresionante ascendiente sobre los demás.
Llegado a la mayoría de edad se convirtió al cristianismo por el ejemplo y las palabras de un santo sacerdote llamado Cecilio. Se hizo bautizar y una vez bautizado hizo el juramento de permanecer siempre casto, y de no contraer matrimonio (celibato se llama a este modo de vivir). A las gentes les llenó de admiración el tal voto o juramento, porque esto no se acostumbraba en aquellos tiempos.
Desde su conversión, descubrió Cipriano que la S. Biblia contiene tesoros maravillosos de buenas enseñanzas y se dedicó con toda su brillante inteligencia a estudiar este Libro Santo y a leer los comentarios que los antiguos santos habían escrito, respecto de la Sagrada Escritura. Hizo el sacrificio de renunciar a sus literatos mundanos que tanto le agradaban antes, y en adelante ya nunca citará ni siquiera una frase de un autor que no sea cristiano católico. Escribió un comentario acerca del Padrenuestro, tan bello, que hasta ahora no ha sido superado por otro autor.
Fue ordenado sacerdote, y en el año 248 al morir el obispo de Cartago, el pueblo y los sacerdotes aclamaron a Cipriano como el más digno para ser el nuevo obispo de la ciudad.
El se resistía y quería huir o esconderse, pero al fin se dio cuenta de que era inútil oponerse al querer popular y aceptó tan importante cargo, diciendo: "Me parece que Dios ha expresado su voluntad por medio del clamor del pueblo y de la aclamación de los sacerdotes". Y llegó a ser el más importante de todos los obispos que tuvo Cartago.
Un escritor de ese tiempo dejó este retrato de la bondad y venerabilidad de Cipriano: "Era majestuoso y venerable, inspiraba confianza a primera vista y nadie podía mirarle sin sentir veneración hacia él. Tenía una agradable mezcla de alegría y venerabilidad, de manera que los que lo trataban no sabían qué hacer más: si quererlo o venerarlo, porque merecía el más grande respeto y el mayor amor".
En el año 251 el emperador Decio decreta una terrible persecución contra los cristianos. Le interesaba sobre todo acabar con los obispos y destruir los libros sagrados. Y para que el mal a la religión sea mayor invita a todos los que quieren renegar de la religión cristiana a que quemen incienso ante los dioses y ya con eso quedan perdonados. Muchísimos caen en esta trampa, y con tal de no perder sus bienes, su libertad y su vida misma, queman incienso ante las imágenes de los ídolos paganos, y reniegan de la santa religión. El mal es inmenso.
Cipriano, con gran prudencia, viendo que lo que primero buscan es acabar con todos los jefes de la Iglesia, huye y se esconde, pero desde su escondite envía continuas cartas a los creyentes invitándolos a no abandonar la religión por nada en la vida. Los paganos recorren las calles de Cartago gritando: "Pedimos que Cipriano sea echado a los leones". Pero no lo lograron encontrar para echarlo a las fieras.
Hubo un corto período de paz y Cipriano volvió a su cargo de obispo. Pero encontró que algunos aceptaban sin más en la Iglesia a los que habían apostatado de la religión, sin exigirles hacer penitencia de ninguna clase. Se opuso a esta relajación y en adelante a todo renegado que quiso volver a la Iglesia le exigió que hiciera antes cierto tiempo de penitencia. Así preparaba a los creyentes para que en las próximas persecuciones no se dejaran dominar por el miedo y no renegaran tan fácilmente de sus creencias. Muchos se oponían a esta severidad, pero era necesaria para prevenir el peligro de apostatías en la próxima persecución que ya se avecinaba. Y sucedió que cuando vinieron después las más espantables persecuciones, los cristianos prefirieron morir antes que quemar incienso a los dioses de los paganos. Y fueron mártires gloriosos.
El año 252, llega la peste de tifo negro a Cartago y empiezan a morir cristianos por centanares y quedan miles de huérfanos. El obispo Cipriano se dedica a repartir ayudas a los que han quedado en la miseria. Vende todo lo más valioso que hay en su casa episcopal, y pronuncia unos de los sermones más bellos que se han compuesto en la Iglesia Católica acerca de la limosna. Todavía hoy al leer tan emocionantes sermones, siente uno un deseo inmenso de dedicarse a ayudar a los necesitados. Sus oyentes se conmovieron al escucharle tan impresionantes enseñanzas y fueron generosísimos en auxiliar a las víctimas de la epidemia.
El año 257 el emperador Valeriano decretó una violentísima persecución contra los cristianos. Pena de destierro para todo creyente que asistiera a un acto de culto cristiano, y pena de muerte para cualquier obispo o sacerdote que se atreviera a celebrar una ceremonia religiosa. A Cipriano le decretan en el año 157 pena de destierro, pero como donde quiera que vaya sigue celebrando ceremonias religiosas, en el año 258 le decretan pena de muerte. Se conservan las actas de la última audiencia que los jueces le hicieron para condenarlo al martirio. Son muy interesantes. Dicen así:
El juez: El emperador Valeriano ha dado órdenes de que no se permite celebrar ningún otro culto, sino el de nuestros dioses. ¿Ud. Qué responde?
Cipriano: Yo soy cristiano y soy obispo. No reconozco a ningún otro Dios, sino al único y verdadero Dios que hizo el cielo y la tierra. A El rezamos cada día los cristianos.
El 14 de septiembre una gran multitud de cristianos se reunió frente a la casa del juez. Este le preguntó al mártir: "¿Es usted el responsable de toda esta gente?
Cipriano: Si, lo soy.
El juez: El emperador le ordena que ofrezca sacrificios a los dioses.
Cipriano: No lo haré nunca.
El juez: Píenselo bien.
Cipriano: Lo que le han ordenado hacer, hágalo pronto. Que en estas cosas tan importantes mi decisión es irrevocable, y no va a cambiar.
El juez Valerio consultó a sus consejeros y luego de mala gana dictó esta sentencia: "Ya que se niega a obedecer las órdenes del emperador Valeriano y no quiere adorar a nuestros dioses, y es responsable de que todo este gentío siga sus creencias religiosas, Cipriano: queda condenado a muerte. Le cortarán la cabeza con una espada".
Al oír la sentencia, Cipriano exclamó: ¡Gracias sean dadas a Dios!
Toda la inmensa multitud gritaba: "Que nos maten también a nosotros, junto con él", y lo siguieron en gran tumulto hacia el sitio del martirio.
Al llegar al lugar donde lo iban a matar Cipriano mandó regalarle 25 monedas de oro al verdugo que le iba a cortar la cabeza. Los fieles colocaron sábanas blancas en el suelo para recoger su sangre y llevarla como reliquias.
El santo obispo se vendó él mismo los ojos y se arrodilló. El verdugo le cortó la cabeza con un golpe de espada. Esa noche los fieles llevaron en solemne procesión, con antorchas y cantos, el cuerpo del glorioso mártir para darle honrosa sepultura.
A los pocos días murió de repente el juez Valerio. Pocas semanas después, el emperador Valeriano fue hecho prisionero por sus enemigos en una guerra en Persia y esclavo prisionero estuvo hasta su muerte.
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Fuente: www.ArzobispadoDeLima.org
Juan Macías, Santo Dominico, 16 de septiembre
El padre de los pobres Martirologio Romano: En Lima, en el Perú, san Juan Macías, religioso dominico, que, dedicado por mucho tiempo a oficios humildes, atendió con diligencia a pobres y enfermos y rezó asiduamente el Rosario por las almas de los difuntos (1645). Nació en Rivera de Fresno, en Extremadura, España, el 2 de marzo de 1585. Era muy niño cuando sus padres murieron, quedando él bajo el cuidado de un tío suyo que lo hizo trabajar como pastor. Después de un tiempo conoció a un comerciante con el cual comenzó a trabajar, en 1616 el mercader viajó a América y Juan junto con él. |
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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Eufemia de Calcedonia, Santa Mártir, 16 de septiembre
Mártir Martirologio Romano: En Calcedonia, de Bitinia (hoy Turquía), santa Eufemia, mártir; que, según tradición, después de sufrir varias torturas bajo el emperador Diocleciano y el procónsul Prisco, al final de su combate alcanzó la corona de la gloria (c. 303). Santa Eufemia era hija de un respetable hombre de Calcedonia, cerca de Constantinopla. En la época de Dioclesiano, fue tomada prisionera, torturada, y finalmente arrojada a los leones. Por lo general, se la representa con la palma del martirio, la rueda y a su lado, uno o más leones. |
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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Víctor III, Beato CLVIII Papa, 16 de septiembre
CLVIII Papa Martirologio Romano: En Montecasino, tránsito del beato Víctor III, papa, quien, después de regir sabiamente durante treinta años el célebre monasterio y enriquecerlo magníficamente, fue elegido para gobernar la Iglesia romana (1087). El joven que habría de llegar a Papa con el nombre de Víctor III, era conocido en la vida secular como Daufar y pertenecía a la familia lombarda de los duques de Benevento. |
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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Ludmila, Santa Mártir, 16 de septiembre
Mártir Laica Martirologio Romano: En Praga, en el territorio de Bohemia, santa Ludmila, mártir, duquesa de Bohemia, que como responsable de la educación de su nieto san Wenceslao, procuró infundir en su ánimo el amor de Cristo, hasta morir estrangulada por la conjuración de su nuera Drahomira y otros nobles paganos (921). Santa Ludmila fue la primera santa checa. El monje Cristian dice de ella: "Era piadosa y mesurada, colmada de cariño. Generosa en limosnas y en oraciones nocturnas perseverante". |
Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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