JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 11, 28-30
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús exclamó:
"Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy sencillo y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus vidas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las “palabras de vida eterna” (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=272692
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: “si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). “Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso”. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: “quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación” (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesar pecados graves al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
jue 15a. Ordinario año Par
Antífona de Entrada
Yo quiero acercarme a ti, Señor, y saciarme de gozo en tu presencia.
Oración Colecta
Oremos:
Señor, tú que iluminas a los extraviados con la luz de tu Evangelio para que vuelvan al camino de la verdad; concede a cuantos nos llamamos cristianos imitar fielmente a Cristo y rechazar lo que pueda alejarnos de él.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
Despierten jubilosos los que habitan en los sepulcros
Lectura del libro del profeta Isaías 26, 7-9.12.16-19
El camino del justo es recto, tú nivelas el sendero del justo; caminamos por la senda que señalan tus leyes, hemos puesto en ti, Señor, nuestra esperanza; ansiamos tu nombre y tu recuerdo. Mi alma te anhela de noche, mi espíritu en mi interior madruga por ti, pues cuando tú gobiernas la tierra aprenden justicia los habitantes del mundo. Señor, tú nos concederás la paz, pues todo lo que hacemos eres tú quien para nosotros lo realiza. Señor, en la angustia acudieron a ti, cuando los castigaste susurraban una oración.
Como la embarazada al acercarse el parto se retuerce y grita de dolor, así nosotros ante ti, Señor. Habíamos concebido, nos retorcimos de dolor y dimos a luz, pero sólo era viento; no trajimos salvación a la tierra, no nacieron habitantes al mundo.
Pero revivirán tus muertos, los cadáveres se levantarán; se despertarán alegres los habitantes del polvo, pues rocío de luz es tu rocío, y los muertos resurgirán de la tierra.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 101, 13-14ab.15.16-18.19-21
El Señor tiene compasión de nosotros.
Tú, Señor, reinas por siempre, tu fama dura eternamente. Por favor, compadécete de Sión, es ya tiempo que te apiades de ella. ¡Cuánto cariño tienen tus siervos a sus piedras, hasta de sus escombros sienten compasión!
El Señor tiene compasión de nosotros.
Los paganos honrarán tu nombre, Señor, y todos los reyes de la tierra te engrandecerán; porque tú, Señor, reconstruirás Sión y manifestarás así tu gloria, atenderás la súplica del desamparado y no rechazarás su oración.
El Señor tiene compasión de nosotros.
Que se escriba todo esto para las generaciones futuras, para que el pueblo que va a ser creado alabe al Señor; pues el Señor miró desde su alto templo, desde los cielos se fijó en la tierra, para atender los lamentos de los cautivos y liberar a los condenados a muerte.
El Señor tiene compasión de nosotros.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré, dice el Señor.
Aleluya.
Evangelio
Soy manso y humilde de corazón
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 11, 28-30
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús exclamó:
"Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy sencillo y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus vidas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Mira bondadosamente, Señor, las ofrendas de tu Iglesia suplicante, y conviértelas en alimento espiritual que ayude a crecer en santidad a todos tus fieles.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
La gloria de Dios es el hombre viviente
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Tú eres el Dios vivo y verdadero; el universo está lleno de tu presencia, pero sobre todo has dejado la huella de tu gloria en el hombre, creado a tu imagen.
Tú lo llamas a cooperar con el trabajo cotidiano en el proyecto de la creación y le das tu Espíritu para que sea artífice de justicia y de paz, en Cristo, el hombre nuevo.
Por eso,
unidos a los ángeles y a los santos, cantamos con alegría el himno de tu alabanza:
Antífona de la Comunión
Yo soy el pan de vida: el que viene a mí no pasará hambre y el que cree en mí no pasará sed, dice el Señor.
Oración después de la Comunión
Oremos:
A quienes has renovado con el pan del cielo, prótegelos siempre con tu auxilio, Señor, y, ya que no cesas de reconfortarlos, haz que sean dignos de la redención eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
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† Meditación diaria
15ª Semana. Jueves
EL YUGO DEL SEÑOR ES LLEVADERO
— Jesucristo nos libera de las cargas más pesadas.
— Hemos de contar con el peso del dolor, de las contradicciones y de los obstáculos.
— Deportividad, reciedumbre y alegría para afrontar todo aquello que nos es contrario o menos agradable, lo que se opone a nuestros planes o produce pesar y dolor. Huir del desaliento.
I. Venid a Mí todos los fatigados y agobiados –nos dice Jesús en el Evangelio de la Misa1–, y Yo os aliviaré. Se dirige a las multitudes que le siguen, maltratadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor2, y las libera de los pesos que las agobian. Los fariseos las sobrecargaban de minuciosas prácticas insoportables3 y a cambio no les daban la paz en sus corazones.
Las cargas más pesadas de los hombres –enseña San Agustín– son los pecados. “Dice Jesús a los hombres que llevan cargas tan pesadas y detestables y que sudan en vano bajo ellas: Venid a Mí... y Yo os aliviaré. ¿Cómo alivia a los cargados con los pecados, sino mediante el perdón de los mismos?”4. Cada Confesión es liberadora, porque los pecados –aun los veniales– abruman y oprimen. De este sacramento salimos restaurados, dispuestos de nuevo para luchar, llenos de paz. “Como si dijera: todos los que andáis atormentados, afligidos y cargados con la carga de vuestros cuidados y deseos, salid de ellos, viniendo a Mí, y Yo os recrearé, y hallaréis para vuestras almas el descanso que os quitan vuestras pasiones”5.
El Señor, a cambio de estas cargas del pecado, de la soberbia, de la falta de generosidad..., nos invita a compartir su propio yugo: Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas: porque mi yugo es suave y mi carga ligera... Y comenta San Agustín: “Esta carga no es un peso para quien la lleva, sino alas para quien va a volar”6. Son un dulce peso los compromisos propios de nuestra vocación cristiana y aquella parte de la Cruz que a cada uno toca llevar; y esta amable carga nos permite remontarnos hasta Dios mismo.
Junto a Cristo, además, las dificultades y los obstáculos normales que se encuentran en la vida de todo hombre adquieren un sentido bien diferente. En vez de ser “nuestra cruz” se convierten en la Cruz de Cristo, con quien corredimimos, se purifican nuestras faltas y crecen las virtudes. Y, sin embargo, tantas veces, a nuestro alrededor se alza la voz de gente buena, pero sin fe viva, inmersa en la comodidad, que no entiende el sacrificio. “Ese camino es muy difícil, te ha dicho. Y, al oírlo, has asentido ufano, recordando aquello de que la Cruz es la señal cierta del camino verdadero... Pero tu amigo se ha fijado solo en la parte áspera del sendero, sin tener en cuenta la promesa de Jesús: “mi yugo es suave”.
“Recuérdaselo, porque –quizá cuando lo sepa– se entregará”7, comprenderá mejor que él también ha sido llamado a la santidad.
Debemos proclamar a los cuatro vientos que el camino que sigue de cerca las pisadas de Cristo es un camino lleno de alegría, de optimismo y de paz, aunque estemos siempre cerca de la Cruz. Y precisamente de esas tribulaciones, llevadas por Dios, sacaremos los mayores frutos. “Acuérdate –nos aconseja San Francisco de Sales– que las abejas en el tiempo que hacen la miel comen y se sustentan de un mantenimiento muy amargo; y que así nosotros no podemos hacer actos de mayor mansedumbre y paciencia, ni componer la miel de las mejores virtudes, sino mientras comemos el pan de la amargura y vivimos en medio de las aflicciones”8.
II. Es difícil, quizá imposible, encontrar a una persona que no tenga dolor, enfermedad, preocupaciones de un sentido o de otro. Al cristiano no le debe ocurrir lo que comenta San Gregorio Magno: “hay algunos que quieren ser humildes, pero sin ser despreciados; quieren contentarse con lo que tienen, pero sin padecer necesidad; ser castos, pero sin mortificar su cuerpo; ser pacientes, pero sin que nadie los ultraje. Cuando tratan de adquirir virtudes, y a la vez rehúyen los sacrificios que las virtudes llevan consigo, se parecen a quienes, huyendo del campo de batalla, quisieran ganar la guerra viviendo cómodamente en la ciudad”9. Sin dolor y sin esfuerzo no hay virtudes.
Hemos de contar con dificultades, con preocupaciones y con penas; en unas épocas se manifestarán de una forma más costosa, y en otras más liviana; pero junto a Cristo serán siempre llevaderas. Estas contradicciones –grandes o pequeñas–, aceptadas y ofrecidas a Dios, no oprimen; por el contrario, disponen al alma para la oración y para ver a Dios en los pequeños sucesos de la vida. El Señor no permitirá que nos llegue un dolor, ningún apuro, que no podamos sobrellevar acudiendo a Él en demanda de ayuda. Si alguna vez tropezamos con una contrariedad más grande, también el Señor nos dará una gracia mayor: “Si Dios te da la carga, Dios te dará la fuerza”10.
Mientras nos encontremos en la tierra hemos de contar con las dificultades como algo normal. San Pedro ya lo advertía a los primeros cristianos: carísimos, cuando Dios os pruebe con el fuego de las tribulaciones, no lo extrañéis como si os aconteciese una cosa muy extroordinaria11. No nos sorprendamos; precisamente por el camino de la Cruz pasa la senda de la felicidad y de la eficacia. El Señor permite con frecuencia que venga la contradicción sobre aquellos que más quiere para que den más fruto aún: todo sarmiento que unido a la vid da fruto, lo poda para que dé más fruto12. Pero nunca nos deja solos; Jesús está siempre junto a los suyos, especialmente cuando más se hace notar el peso de la vida.
III. Del Señor solo nos llegan bienes. Cuando permite el dolor, la contrariedad, problemas económicos o familiares..., es que desea para nosotros algo mejor.
Frecuentemente, Dios bendice a quienes más quiere con la Cruz y con su gracia para que sepan llevarla con garbo humano y sobrenatural. Cuando Santa Teresa, ya casi al final de su vida, se dirigía a una fundación, se encontró con caminos impracticables y los ríos desbordados por las inundaciones. Después de pasar la noche, enferma y fatigada, en una posada tan pobre que no tenía ni camas13, decidió proseguir su viaje, porque el Señor así se lo pedía. Él le había dicho: “No hagas caso de estos fríos, que Yo soy la verdadera calor. El demonio pone todas sus fuerzas para impedir esa fundación; ponlas tú de mi parte porque se haga y no dejes de ir en persona, que se hará gran provecho”14. Lo cierto es que al día siguiente la Santa decidió atravesar el río Arlanzón en unas condiciones tales que cuando llegó la caravana a la orilla del río, no se veía más que una inmensa sabana de agua sobre la cual apenas se distinguían los pontones de madera15. Los que estaban en la orilla vieron cómo su carruaje oscilaba y quedaba suspendido al borde de la corriente. Teresa saltó, con el agua hasta las rodillas, pero como estaba poco ágil se lastimó. Se dirigió entonces al Maestro en tono amablemente quejoso: “¡Señor, entre tantos daños y me viene esto!”. Y Jesús le respondió: “Teresa, así trato Yo a mis amigos”. Y la Santa, llena de ingenio y de amor, le contestó: “¡Ah, Señor, por eso tenéis tan pocos!”16. Después, todos estaban contentos, “porque en pasando el peligro era recreación hablar de él”17.
Quiere el Señor que llevemos las contradicciones con paz, con reciedumbre, con alegría y confianza en Él, sabiendo que “nunca falló a sus amigos”, especialmente si estos solo pretenden hacer Su voluntad. Junto al Sagrario –mientras le decimos quizá: Adoro te devote, latens deitas, te adoro con devoción, deidad escondida– comprobaremos que, aun en los casos más difíciles y apurados, la carga junto a Cristo se hace ligera y su yugo suave. Él nos ayuda a tener paciencia y a hacer frente a los obstáculos con espíritu deportivo y siempre que sea posible con buen humor, como hicieron los santos. Con esta actitud llevamos un gran bien a nuestra alma y a todos aquellos que viven cerca de nosotros.
Deportividad y alegría para afrontar todo aquello que nos es contrario o menos agradable, lo que se opone a nuestros planes o produce pesar y dolor. Y también sencillez y humildad para no inventarse problemas y dolores que no existen en la realidad, para dejar a un lado suspicacias, para no complicarse falsamente la vida. Porque, aunque los obstáculos sean reales y se deba contar con ellos, en ocasiones se corre el riesgo de desorbitarlos, dándoles excesiva importancia. Puede ocurrir que alguna vez se piense que nada se hace bien, que todo va de mal en peor, que se es ineficaz en el apostolado, que el ambiente influye demasiado para ir contra corriente... Es una visión deformada de las cosas, quizá por no contar con la verdadera realidad: somos hijos de Dios, y jamás nos faltará la gracia para salir adelante con un mayor bien. Junto a Él y con la protección de Santa María, refugium nostrum et virtus, refugio y fortaleza nuestra, sabremos matizar y definir aquello que va menos bien, pediremos ayuda en la dirección espiritual y lo que nos parecía tan costoso se hará llevadero. Este espíritu optimista, alegre y lleno de fortaleza es imprescindible para adelantar en el amor a Dios y para llevar a cabo toda labor de apostolado. El alma envuelta en dificultades se enrecia, se hace generosa y paciente. En los obstáculos hemos de ver siempre la gran ocasión de hacernos fuertes y de amar más.
1 Mt 11, 28-30. — 2 Mt 9, 36. — 3 Cfr. Hech 15, 10. — 4 San Agustín, Sermón 164, 4. — 5 San Juan de la Cruz, Subida al Monte Carmelo, I, 7, 4 — 6 San Agustín, o. c., 7. — 7 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 198. — 8 San Francisco de Sales, Introducción a la vida devota, III, 3. — 9 San Gregorio Magno, Moralia, 7, 28, 34. — 10 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 325. — 11 1 Pdr 4, 12. — 12 Cfr. Jn 15, 2. — 13 Santa Teresa de Jesús, Fundaciones, 27, 12. — 14 Ibídem, 31, 11. — 15 Cfr. M. Auclair, La vida de Santa Teresa de Jesús, Palabra, 4.ª ed., Madrid 1984, pp. 422-423. — 16 Ibídem, p. 423. — 17 Santa Teresa de Jesús, Fundaciones, 31, 17.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
Fuente: ACIprensa.com
Arsenio, Santo Anacoreta, Julio 19
Anacoreta Etimológicamente significa “viril”. Viene de la lengua griega. |
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Macrina la Joven, Santa Biografía, julio 19
Julio 19 Etimológicamente significa “resplandeciente”. Viene de la lengua griega. |
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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