viernes, 20 de julio de 2012

Domingo 22 de Julio de 2012

JMJ

Pax

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 6, 30-34

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. El les dijo:
"Vengan ustedes solos a un lugar deshabitado, para descansar un poco".
Porque eran tantos los que iban y venían, que no tenían ni tiempo para comer.
Se fueron, pues, en la barca, ellos solos, a un lugar deshabitado. Pero los vieron alejarse y muchos, al reconocerlos, fueron allá por tierra desde todos los pueblos, llegando incluso antes que ellos. Al desembarcar, vio Jesús un gran gentío, sintió compasión de ellos, pues eran como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las “palabras de vida eterna” (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354

Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=272692

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: “si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). “Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso”. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: “quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación” (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesar pecados graves al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

16o. Dom Ord Ciclo B

Antífona de Entrada

Señor Dios, tú eres mi auxilio y el único apoyo de mi vida; te ofreceré de corazón un sacrificio y te daré gracias, Señor, porque eres bueno.

Se dice "Gloria".

Oración Colecta

Oremos:
Señor, míranos con amor y multiplica en nosotros los dones de tu gracia, para que, llenos de fe, esperanza y caridad, permanezcamos siempre fieles en el cumplimiento de tus mandatos.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura

Reuniré el resto de mis ovejas y les pondré pastores

Lectura del libro del profeta Jeremías 23, 1-6

¡Ay de los pastores que extravían y dispersan el rebaño de mis pastizales! -palabra del Señor-. Por eso, así dice el Señor, Dios de Israel, contra los pastores que pastorean a mi pueblo: Ustedes han dispersado mi rebaño, lo han ahuyentado sin preocuparse de él. Pero yo me voy a ocupar ahora de ustedes, palabra del Señor, y castigaré sus malas acciones.
Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas de todos los países por donde las dispersé y las traeré a sus praderas, donde crecerán y se multiplicarán. Pondré al cuidado de ellas pastores que las apacentarán; no temerán más ni se espantarán, ni volverá a faltar ninguna, palabra del Señor.
He aquí que vienen días, palabra del Señor, en que yo suscitaré a David un retoño legítimo, que reinará con sabiduría, que practicará el derecho y la justicia en esta tierra. En sus días se salvará Judá, e Israel vivirá en paz. Y lo llamarán así: "El Señor nuestra salvación".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 22, 1-3a.3b-4.5.6

El Señor es mi pastor, nada me falta.

El Señor es mi pastor, nada me falta: en prados de hierba fresca me hace descansar, me conduce junto a aguas tranquilas y renueva mis fuerzas.
El Señor es mi pastor, nada me falta.

Me guía por la senda del bien, haciendo honor a su nombre. Aunque pase por un valle tenebroso, ningún mal temeré, porque tú estás conmigo; tu vara y tu bastón me dan seguridad.
El Señor es mi pastor, nada me falta.

Me preparas un banquete para envidia de mis adversarios, perfumas con ungüento mi cabeza y mi copa está llena.
El Señor es mi pastor, nada me falta.

Tu amor y tu bondad me acompañan todos los días de mi vida; y habitaré por siempre en la casa del Señor.
El Señor es mi pastor, nada me falta.

Segunda Lectura

Cristo es nuestra paz; él ha hecho de los judíos y de los no judíos un solo pueblo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 2, 13-18

Hermanos: Ahora, en cambio, en Cristo Jesús y gracias a su muerte, los que antes estaban lejos, han sido acercados.
Porque Cristo es nuestra paz. El ha hecho de los dos pueblos uno solo, destruyendo el muro de enemistad que los separaba. El ha anulado en su propia carne la ley con sus preceptos y sus normas. El ha creado en sí mismo de las dos pueblos una nueva humanidad, estableciendo la paz.
El ha reconciliado a los dos pueblos con Dios uniéndolos en un solo cuerpo por medio de la cruz y destruyendo la enemistad. Su venida ha traído la buena noticia de la paz: paz para ustedes los de lejos y paz también para los de cerca; porque gracias a él unos y otros, unidos en un solo Espíritu, tenemos acceso al Padre.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor; yo las conozco y ellas me siguen.
Aleluya.

Evangelio

Andaban como ovejas sin pastor

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 6, 30-34

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. El les dijo:
"Vengan ustedes solos a un lugar deshabitado, para descansar un poco".
Porque eran tantos los que iban y venían, que no tenían ni tiempo para comer.
Se fueron, pues, en la barca, ellos solos, a un lugar deshabitado. Pero los vieron alejarse y muchos, al reconocerlos, fueron allá por tierra desde todos los pueblos, llegando incluso antes que ellos. Al desembarcar, vio Jesús un gran gentío, sintió compasión de ellos, pues eran como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Se dice "Credo".

Oración de los Fieles

Celebrante:
Pidamos, hermanos y hermanas, al Dios de misericordia que auxilie nuestra pequeñez, para que podamos invocar su nombre con los sentimientos que él desea.
(Respondemos a cada petición: Escúchanos, Señor).

Por la paz y concordia de las Iglesias, por la unión de todos los cristianos y por la salvación de nuestras almas, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Por los responsables de las naciones, para que bajo su gobierno tengamos una vida feliz y pacífica, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Por los que están lejos de casa, por los enfermos y los encarcelados y por todos los que sufren, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Por nuestra comunidad reunida en la fe, la piedad y el temor de Dios, por los que hacen el bien a nuestras parroquias y por los que ayudan a los pobres, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Celebrante:
Escucha, Señor, las oraciones de tu pueblo reunido para celebrar el domingo y haz que, escuchando la palabra de tu Hijo y comiendo su pan de vida, lo reconozcamos como el verdadero profeta y como el buen pastor que nos guía hacia las fuentes de vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Oración sobre las Ofrendas

Señor Dios, que has llevado a la perfección del sacrificio único los diferentes sacrificios de la Antigua Alianza; recibe y santifica las ofrendas de tus fieles, como bendijiste la de Abel, para que la ofrenda que ofrece cada uno de nosotros en honor de tu nombre sirva para la salvación de todos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio

El día del Señor

En verdad es justo bendecirte y darte gracias, Padre santo, fuente de la verdad y de la vida, porque nos has convocado en tu casa en este día de fiesta.
Hoy tu familia, reunida en la escucha de tu Palabra y en la comunión del pan único y partido, celebra el memorial del Señor resucitado, mientras espera el domingo sin ocaso en el que la humanidad entera entrará en tu descanso.
Entonces contemplaremos tu rostro y alabaremos por siempre tu misericordia.
Con esta gozosa esperanza y unidos a los ángeles y a los santos, cantamos unánimes el himno de tu gloria:

Antífona de la Comunión

Miren que estoy a la puerta y llamo, dice el Señor; si alguno oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo.

Oración después de la Comunión

Oremos:
Señor, tú que nos has concedido participar en esta Eucaristía, míranos con bondad y ayúdanos a vencer nuestra fragilidad humana para poder vivir como hijos tuyos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

 

 

Meditación diaria

 

Décimo sexto Domingo
ciclo b

EN EL TIEMPO DE DESCANSO

— Santificar la fatiga.

— El descanso del cristiano.

— Las fiestas cristianas.

I. En la Primera lectura1 nos dice el Profeta Jeremías: Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas (...) y las volveré a traer a sus dehesas para que crezcan y se multipliquen. La profecía hace referencia al cuidado y atención del Mesías con todos los hombres y cada uno de ellos. Me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas, leemos en el Salmo responsorial2.

El Evangelio3 muestra la solicitud de Jesús con sus discípulos, cansados después de una misión apostólica por las ciudades y aldeas vecinas. Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco, les dice. Y explica el Evangelista que eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer. Se marcharon, pues, en la barca a un lugar apartado ellos solos. “¡Qué cosas les preguntaría y les contaría Jesús!”4.

Nuestra vida, que es también servicio a Cristo, a la familia, a la sociedad, está repleta de trabajo y de dedicación a los demás. Por eso no podemos extrañarnos si experimentamos la fatiga y sentimos la necesidad de descansar. En el tiempo libre recuperamos fuerzas para servir mejor y evitamos daños innecesarios a la salud que, entre otras cosas, repercutirían en quienes nos rodean, en la calidad de lo que ofrecemos a Dios y en la propia tarea apostólica: en la atención debida a los hijos, a la mujer, al marido, a los hermanos, a los amigos; afectaría a la dedicación a esa labor de apostolado, a la atención y formación de las personas que quizá el Señor nos ha encomendado.

En ocasiones, el oportuno reposo constituirá un deber grave. “La cuerda no puede soportar una tensión ininterrumpida, y las extremidades del arco necesitan un poco de relajación, si se quiere poder tensar el arco de nuevo sin que se haya vuelto inútil para el arquero”5. El Señor quiere, en lo que depende de nuestra parte, que pongamos los medios para estar en buenas condiciones físicas, pues es mucho lo que espera de todos. “¡Cuánto nos ama Dios, hermanos –exclamaba San Agustín–, pues cuando descansamos nosotros, llega a decir que descansa Él!”6. Pero hemos de distraernos como buenos cristianos, santificando, en primer lugar, esa pérdida de fuerzas, amando a Dios en la fatiga, aun prolongada, cuando por determinadas circunstancias debamos seguir en la tarea de siempre. Entonces nos consolará, de modo muy particular, acudir al Señor, que en tantas ocasiones terminaba sus jornadas extenuado. Él nos comprende bien.

II. Muchos días, quizá en largas temporadas, sentiremos la dureza de no encontrarnos bien y de tener que sacar adelante el negocio, la casa, el estudio... No nos debe desconcertar nuestra situación: es parte de la flaqueza humana y señal muchas veces de que trabajamos con intensidad. “Vienen días –confesaba Santa Teresa con gran sencillez– que sola la palabra me aflige y querría irme del mundo, porque me parece me cansa todo”7. También esos momentos deben ser para Dios, también en esas situaciones el Señor está muy cerca, y quiere que tomemos las medidas que en cada caso sean oportunas: acudir al médico, si es necesario, y obedecer sus indicaciones; dormir un poco más; dar un paseo o leer un libro sano... Son circunstancias que el Señor permite para que ahondemos en el desprendimiento de la propia salud, para crecer en caridad, esforzándonos por sonreír, aunque nos resulte costoso, incluso muy costoso. El ofrecimiento de esa situación a Dios puede ser de un valor sobrenatural de gran mérito, aunque el corazón parezca seco y sin fuerzas para los actos de piedad.

Venid vosotros... y descansad un poco, nos dice el Maestro. Lejos de centrar la atención en el propio yo, también en el descanso buscamos a Cristo, porque en el Amor no existen vacaciones. “A cualquier lugar que se dirija el hombre, si no se apoya en Dios, hallará siempre dolor”8, nos advierte San Agustín. Al menos el dolor de haberle dejado a Él a un lado.

El tiempo de vacaciones no debemos emplearlo en no hacer nada. “Descanso significa represar: acopiar fuerzas, ideales, planes... En pocas palabras: cambiar de ocupación, para volver después –con nuevos bríos– al quehacer habitual”9. Ese tiempo ha de suponer un enriquecimiento interior, consecuencia de haber amado a Dios, de haber cuidado con esmero las normas de piedad, y de haber vivido también la entrega a los demás, tratando de fomentar el olvido de nosotros mismos; deben ser días en los que especialmente procuramos hacer la vida más amable a quienes nos rodean. Su alegría y su felicidad constituirán una buena parte de nuestro descanso.

Hoy son muchos quienes dejan su vida sobrenatural a un lado al elegir, imprudentemente, lugares de vacaciones donde el ambiente moral se ha degradado de tal modo que un buen cristiano no puede frecuentarlo, si desea ser consecuente con su vida cristiana. Sería triste que una persona que habitualmente vive de cara a Dios aprobase con su presencia el triste espectáculo de esos ambientes y se expusiera gravemente a ofender al Señor. Más grave sería, si se tratara de unos padres, cooperar a que sus hijos y las personas que de ellos dependen sufrieran en sus almas un daño, muchas veces irreparable: cargarían sobre sus conciencias los pecados propios y los de los hijos.

A muchos podría decir el Señor: “¿Por qué sigues caminando por caminos difíciles y penosos? El descanso no está donde tú lo buscas. Haces bien en buscar lo que buscas; pero debes saber que no está donde lo buscas. Buscas la vida feliz en la región de la muerte. ¡No está allí! ¿Cómo es posible que haya vida feliz donde ni siquiera hay vida?”10.

Aunque en algunos ambientes se haya olvidado la doctrina moral de la cooperación al mal, nosotros, que deseamos ser buenos cristianos y que muchos otros lo sean, la recordaremos, con oportunidad y con espíritu positivo, a nuestros amigos y compañeros. No olvidemos que, aunque el descanso es un deber, no lo es de un modo absoluto, y que el bien del alma, propia y ajena, está por encima del bien corporal. En un cristiano que desea conducirse en unidad de vida, no quiere Dios un tiempo en el que reponerse físicamente significara para el alma quedar enferma, rota o, al menos, empobrecida. Además, con un poco de buena voluntad, siempre será posible encontrar o crear lugares y modos en los que se pueda descansar teniendo a Dios muy cerca, en nuestra alma en gracia, aprovechar el tiempo para reforzar amistades y realizar un apostolado fecundo.

III. “Los cristianos deben colaborar para que las manifestaciones culturales y las actividades colectivas, que son características de nuestro tiempo, se impregnen de espíritu humano y cristiano”11. Es tarea nuestra abrir horizontes nobles y gratos a una sociedad en la que muchas personas gozan de más tiempo libre debido a la tendencia de las legislaciones a disminuir la jornada de trabajo, con fines de semana más largos, mayor tiempo de vacaciones, etc. Hemos de enseñar también el sentido esencialmente religioso que tienen las fiestas, sin el cual quedarían vacías de contenido: Navidad, Semana Santa, domingos y demás fiestas del Señor y de la Virgen. Este es un apostolado que nos urge, pues cada vez son más los que aprovechan estos días para evadirse de los deberes cotidianos y, quizá, para alejarse más de Dios.

Las fiestas tienen una importancia decisiva “para ayudar a los cristianos a recibir mejor la acción de la gracia divina y permitirles responder a ella más generosamente”12. La Santa Misa es “el corazón de la fiesta cristiana”13, y en ella hemos de ofrecer todo lo que constituye el día. Nada tendría sentido si se descuidara este primer deber para con Dios, o si se relegara a una hora que solo llenara un hueco del día, repleto de otras actividades a las que se consideraría como más importantes. Revelaría al menos poco amor de Dios en un cristiano que quiere tener a Dios como verdadero centro de su vida. Para Él ha de ser lo mejor, especialmente cuando celebramos una fiesta, aunque para eso tengamos que llevar a cabo un cambio de planes. Si somos generosos, sentiremos la alegría profunda de quien ha correspondido al amor de su Padre Dios.

Cuando Jesús se dirigió en una barca con los suyos a un lugar apartado –continúa el Evangelio de la Misa–, muchos los vieron marchar y fueron allá a pie, y llegaron antes que ellos. Al desembarcar, vio Jesús una gran multitud, y se llenó de compasión, porque estaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas. No pudieron descansar aquel día, ni Jesús ni sus discípulos. Nos enseña aquí el Señor con su ejemplo que las necesidades de los demás están por encima de las nuestras. También nosotros, ¡en tantas ocasiones!, habremos de dejar el descanso para otro momento, porque otros esperan nuestra atención y nuestros cuidados. Hagámoslo con la alegría con que el Señor se ocupó de aquella multitud que le necesitaba, dejando a un lado los planes que había proyectado. Es un buen ejemplo de desprendimiento que debemos aplicar a nuestras vidas.

1 Is 23, 1-6. — 2 Sal 22, 1-6. — 3 Mc 6, 30-34. — 4 Cfr. San Josemaría Escrivá, Surco, n. 470. — 5 San Gregorio Nacianceno, Oración 26. — 6 San Agustín, Comentario sobre los Salmos, 131, 12. — 7 Santa Teresa, Camino de perfección, 38, 6. — 8 San Agustín, Las Confesiones, 4, 10, 15. — 9 Cfr. San Josemaría Escrivá, o. c., n. 514. — 10 San Agustín, Las Confesiones, 4, 12, 18; cfr. Comentario sobre los Salmos, 33, 2. — 11 Conc. Vat. II, Const. Gaudium et spes, 61. — 12 Conferencia Episcopal Española, Las fiestas del calendario cristiano, 13-XII-1982, 1, 5 — 13 Ibídem.

 

 

22 de julio

SANTA MARÍA MAGDALENA*

Memoria

— Nos enseña a buscar a Jesús en toda circunstancia.

— Reconoce a Jesús cuando la llama por su nombre. Su alegría ante Cristo resucitado.

— Es enviada por el Señor a los Apóstoles. La alegría de todo apostolado.

I. Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; // mi carne tiene ansia de ti, // como tierra reseca, agostada, sin agua1, leemos en el Salmo responsorial de la Misa.

Al cabo de veinte siglos resultan conmovedores la delicadeza, la fidelidad y el amor de María Magdalena por Jesús. San Juan nos narra en el Evangelio de la Misa2 cómo esta mujer se dirigió al sepulcro en cuanto se lo permitió el descanso sabático, cuando todavía estaba oscuro, en busca del Cuerpo muerto de su Señor. Él la había librado del Maligno3 y la gracia fructificó en su corazón, siguió fielmente al Maestro en algunos de sus viajes apostólicos y le sirvió generosamente con sus bienes. En los momentos terribles de la crucifixión permaneció en el Calvario4, cerca de quien la había curado de sus males. Es más, cuando depositaron a Jesús en el sepulcro, ella permaneció cerca haciéndole compañía, como hemos hecho nosotros quizá junto al cadáver de una persona amada. Lo consigna San Mateo: Estaban allí María Magdalena y la otra María sentadas frente al sepulcro5.

Pasado el sábado, al alborear el día primero de la semana6, se dirigió con otras santas mujeres al lugar donde se encontraba el Cuerpo de Jesús, para embalsamarlo. Pero el Señor ya no está allí: ¡ha resucitado! Ve la piedra corrida y el sepulcro vacío; entonces echó a correr, fue a Simón y al otro discípulo al que amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto7. Pedro y Juan salieron corriendo hacia el sepulcro vacío. San Juan nos cuenta que aquel momento fue definitivo en su vida: vio y creyó8. Ambos Apóstoles se volvieron de nuevo a casa9, pero María se quedó allí, llorando por la ausencia del Cuerpo del Maestro. Con una tristeza indefinible, sin creer aún en la Resurrección, persevera, no se quiere separar del lugar donde vio por última vez el Cuerpo adorable del Maestro.

Nosotros consideramos hoy “la intensidad del amor que ardía en el corazón de aquella mujer, que no se apartaba del sepulcro, aunque los discípulos se habían marchado de allí. Buscaba al que no había hallado, lo buscaba llorando y, encendida en el fuego de su amor, ardía en deseos de aquel de quien pensaba que se habían llevado. Por esto ella fue la única en verlo entonces, porque se había quedado buscándolo, pues lo que da fuerza a las buenas obras es la perseverancia en ellas”10. No dejemos nosotros de buscar siempre a Jesús; también en los momentos en los que, si el Señor lo permite, el desaliento o la oscuridad penetren en el alma. No olvidemos nunca que Él siempre está muy cerca de nuestra vida, aunque no lo veamos. Siempre está cercano, porque, como dice el Apóstol, ““Dominus prope est”! - el Señor me sigue de cerca. Caminaré con Él, por tanto, bien seguro, ya que el Señor es mi Padre..., y con su ayuda cumpliré su amable Voluntad, aunque me cueste”11.

II. Por su perseverancia en buscarle, por su gran amor, María Magdalena recibió el don de ser la primera persona a la que Jesús se apareció12. Al principio, María no reconoció a Jesús, a pesar de estar a su lado. San Juan nos dice que se volvió atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús13. A pesar de que le habló no se dio cuenta de que era Cristo ¡vivo! quien estaba a su lado: Mujer le dijo el Señor, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?14, Las lágrimas no la dejaban ver al Maestro, a quien adivinamos sonriendo, feliz con el encuentro, como cuando se dirige a nosotros, que le buscamos sin cesar, porque Él es el mismo entonces y ahora. Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde le has puesto y yo lo recogeré15. Entonces, Jesús la llamó por su nombre, con la entonación propia que el Maestro empleaba cuando se dirigía a ella. Jesús le dijo: ¡María!16. Todos los nubarrones, almacenados en su corazón desde tres días atrás, desaparecieron de golpe. “¡Cuántas penas interiores, cuántos tormentos del espíritu causados por un gran amor y para los que parecía no haber consuelo, se han deshecho como la espuma ante una sola palabra de Jesús!”17. ¡Tantas veces! Y como un río incontenible, como si todo hubiera sido una pesadilla, María le mira y le dice: Rabboni! ¡Maestro!18. San Juan ha querido dejarnos, como si fuera una realidad intraducible, el término hebreo, familiar, con el que tantas veces le llamó.

“Se le buscaba muerto comenta San Agustín-, y se presentó vivo. ¿Cómo vivo? La llama por su nombre: María, y ella responde al instante nada más oír su nombre: Rabboni. El hortelano pudo haber dicho “¿A quién buscas? ¿Por qué lloras?”; María, en cambio, solo Cristo podía decirlo. La llamó por su nombre el mismo que la llamó al reino de los cielos. Pronunció el nombre que había escrito en su libro: María. Y ella: Rabboni, que significa “Maestro”. Ya había reconocido a quien la iluminaba para que lo reconociera; ya veía a Cristo en quien antes había visto a un hortelano. Y el Señor le dijo: No me toques, pues aún no he subido a mi Padre (Jn 20, 17)”19.

¡Cómo desaparecen nuestros pesares cuando descubrimos a Jesús vivo, glorioso, que está a nuestro lado y que nos llama por nuestro nombre! ¡Qué alegría encontrarle tan próximo, tan familiar, poderle llamar con nuestro acento peculiar, que Él bien conoce! Nuestra oración es nuestra dicha más profunda. Y también el soporte donde se apoya la vida entera. No dejemos de buscarle si alguna vez no le vemos; si perseveramos, Él se hará encontradizo con nosotros y nos llamará por el apelativo familiar, y recobraremos la paz y la alegría, si la hubiéramos perdido. Una sola palabra de Jesús nos devuelve la esperanza y los deseos de recomenzar. No olvidemos, en ninguna situación, que “el día del triunfo del Señor, de su Resurrección, es definitivo. ¿Dónde están los soldados que había puesto la autoridad? ¿Dónde están los sellos, que habían colocado sobre la piedra del sepulcro? ¿Dónde están los que condenaron al Maestro? ¿Dónde están los que crucificaron a Jesús?... Ante su victoria, se produce la gran huida de los pobres miserables.

“Llénate de esperanza: Jesucristo vence siempre”20. También vence en nuestra vida, triunfa sobre aquellos defectos y flaquezas que podrían parecer inamovibles.

III. Después de consolar a María, Jesús le da un mensaje para los Apóstoles, a quienes llama con el apelativo entrañable de hermanos. Y fue María Magdalena y anunció a los discípulos: ¡He visto al Señor!, y a continuación les contó todo lo que había sucedido21. Nos imaginamos la alegría con que María pronunciaría estas palabras: ¡He visto al Señor! Es el gozo y alegría de todo apostolado en el que anunciamos a los demás, de mil formas distintas, que Jesús vive. Y comenta Santo Tomás de Aquino: “Por esta mujer, que fue la más solícita en reconocer el sepulcro de Cristo, se designa a toda persona que ansía conocer la verdad divina y, por tanto, es digna de anunciar a los demás el conocimiento de tal gracia, como María lo anunció a los discípulos, para que no deba ser reprendida por haber escondido el talento”. Y concluye el Santo Doctor: “No se os ha concedido este gozo para que lo ocultéis en el secreto de vuestro corazón, sino para enseñarlo a los que aman”22, para publicarlo a los cuatro vientos. Quien encuentra a Cristo en su vida, lo encuentra para todos. La noticia de la Resurrección se propagó como un incendio en los primeros siglos; los cristianos eran conscientes de ser portadores de la Buena Nueva, los discípulos gozosos de Aquel que murió por todos y resucitó al tercer día, como había predicho. Eran un pueblo feliz en medio de un mundo triste; y su alegría, como la nuestra, procedía de estar cerca de Cristo vivo. El apostolado es siempre la comunicación de un mensaje alegre, el más gozoso de todos.

Hoy pedimos a Santa María Magdalena que nos alcance del Señor su amor y su perseverancia en buscarle. Y que ya que a ella, antes que a nadie, le confió la misión de anunciar a los suyos la alegría pascual, nos conceda a nosotros la alegría de anunciar siempre a Cristo resucitado y verle un día glorioso en el reino de los cielos23. Allí le contemplaremos, también a Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, que nunca se ha separado de nuestro lado. Y veremos con particular gozo a todos aquellos a quienes anunciamos, a través tantas veces de la amistad, que Cristo resucitado sigue entre nosotros.

1 Salmo responsorial. Sal 62, 2. — 2 Jn 20, 1-2; 11-18. — 3 Lc 8, 2. — 4 Cfr. Mt 27, 56. — 5 Mt 27, 61. — 6 Cfr. Mt 28, 1. — 7 Jn 20, 2. — 8 Cfr. Jn. 20, 8. — 9 Jn 20, 10. — 10 Liturgia de las Horas, Segunda lectura. San Gregorio Magno. Homilías sobre los evangelios, 25, 1-2. — 11 Cfr. San Josemaría Escrivá, Surco, n. 53. — 12 Mc 16, 9 — 13 Jn 20, 14. — 14 Jn 20, 15. — 15 Jn 20, 15. — 16 Jn 20, 16. — 17 M. J. Indart, Jesús en su mundo, Herder, Barcelona 1963, p. 124. — 18 Jn 20, 16. — 19 San Agustín, Sermón 246, 3-4. — 20 San Josemaría Escrivá, Forja, Rialp, 2.ª ed., Madrid 1987, n. 660. — 21 Cfr. Jn 20, 18. — 22 Santo Tomás, en Catena Aurea, vol. VIII, p. 400. — 23 Cfr. Oración colecta de la Misa.

* Era originaria de Magdala, pequeña ciudad de Galilea al noroeste del lago de Tiberíades. Formó parte del grupo de mujeres que seguía a Jesús y le atendía con sus bienes. Estuvo presente en el Calvario y, en la madrugada del día de Pascua, tuvo el privilegio de ser la primera, después de la Virgen, que vio al Redentor resucitado, a quien conoció cuando la llamó por su nombre. Su culto se extendió considerablemente en la Iglesia de Occidente durante la Edad Media. No parece probable que fuera la misma que aquella que derramó sobre los pies de Jesús un frasco de alabastro en casa de Simón el fariseo.

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Santoral                   (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

 

Santa María Magdalena

 

"Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados."
(Mt 5,5)

 

Su nombre era María, que significa "preferida por Dios", y era natural de Magdala en Galilea; de ahí su sobrenombre de Magdalena. Magdala, ciudad a la orilla del Mar de Galilea, o Lago de Tiberiades.


Jesús, al dar su Espíritu a sus apóstoles, les dijo que perdonasen los pecados conforme se lo habían visto a Él hacer: y la liturgia nos recuerda hoy un ejemplo, que será siempre famoso, de la misericordia del Salvador con los que se duelen de sus pasados extravíos.

María, hermana de Marta y Lázaro, era pública pecadora, hasta que tocada un día por la gracia, vino a rendirse a los pies del Señor.  “No te acerques a mí, porque estoy puro”, le dirían los soberbios; pero el Señor, al contrario, la recibe y perdona. Por eso Jesús, “acoge bondadoso la ofrenda de sus servicios”, y le ofrece para siempre un sitial de honor en su corte real. La contrición transforma su amor. “Por haber amado mucho, se le perdonan muchos pecados”. Movido por sus ruegos resucita Jesús a Lázaro, su hermano, y cuando Jesús es crucificado, le asiste, más muerta que viva; preguntando, como la esposa de los Cantares, a dónde han puesto su esposo Divino, Cristo la llama por su propio nombre, y mándale llevar a los discípulos la nueva de su Resurrección.

A imitación de la gran Santa María Magdalena, vengamos en espíritu de amor y de compunción, a ofrecer a Jesús, presente en la santa Misa, el tesoro de nuestras alabanzas. Hagámosle compañía, como las dos hermanas Marta y María; adornemos su altar, con ese recio espíritu de fe que no teme el escándalo farisaico, con todo el esplendor que conviene a la casa de Dios. Imitémosla sobre todo en su acendrado amor a Jesús, seguros de que haciéndolo así, lograremos la remisión entera de nuestras pasadas culpas, elevándonos, desde el fondo de nuestra miseria a la sima de la santidad. Al que busca a Dios con gemidos, pronto le abre la puerta de su misericordia y de sus ricos tesoros.    


Cuatro menciones en los Evangelios:

1) Los siete demonios. Lo primero que dice el Evangelio acerca de esta mujer, es que Jesús sacó de ella siete demonios (Lc 8,2), lo cual es un favor grandísimo, porque una persona poseída por siete espíritus inmundos tiene que haber sido impresionantemente infeliz. Esta gran liberación obrada por Jesús debió dejar en Magdalena una gratitud profundísima.

Nuestro Señor decía que cuando una persona logra echar lejos a un mal espíritu, este se va y consigue otros siete espíritus peores que él y la atacan y así su segundo estado llega a ser peor que el primero (Lc 11,24). Eso le pudo suceder a Magdalena. Y que enorme paz habrá experimentado cuando Cristo alejó de su alma estos molestos espíritus.

A nosotros nos consuela esta intervención del Salvador, porque a nuestra alma la atacan también siete espíritus dañosísimos: el orgullo, la avaricia, la ira, la gula, la impureza o lujuria, envidia, la pereza y quizás varios más. ¿Quién puede decir que el espíritu del orgullo no le ataca día por día? ¿Habrá alguien que pueda gloriarse de que el mal espíritu de la impureza no le ha atacado y no le va a atacar ferozmente? Y lo mismo podemos afirmar de los demás.

Pero hay una verdad consoladora: Y es que los espíritus inmundos cuando veían o escuchaban a Jesús empezaban a tembar y salían huyendo. ¿Por qué no pedirle frecuentemente a Cristo que con su inmenso poder aleje de nuestra alma todo mal espíritu? El milagro que hizo en favor de la Magdalena, puede y quiere seguirlo haciendo cada día en favor de todos nosotros.

2) Se dedicó a servirle con sus bienes. Amor con amor se paga. Es lo que hizo la Magdalena. Ya que Jesús le hizo un gran favor al librarla de los malos espíritus, ella se dedicó a hacerle pequeños pero numerosos favores. Se unió al grupo de las santas mujeres que colaboraban con Jesús y sus discípulos (Juana, Susana y otras). San Lucas cuenta que estas mujeres habían sido liberadas por Jesús de malos espíritus o de enfermedades y que se dedicaban a servirle con sus bienes (Lc 8,3). Lavaban la ropa, preparaban los alimentos; quizás cuidaban a los niños mientras los mayores escuchaban al Señor; ayudaban a catequizar niños, ancianos y mujeres, etc...

3) Junto a la cruz. La tercera vez que el Evangelio nombra a Magdalena es para decir que estuvo junto a la cruz, cuando murió Jesús. La ausencia de hombres amigos junto a la cruz del Redentor fue escandalosa. Sencillamente no se atrevieron a aparecer por ahí. No era nada fácil declararse amigo de un condenado a muerte. El único que estuvo junto a Él fue Juan. En cambio las mujeres se mostraron mucho más valerosas en esa hora trágica y fatal. Y una de ellas fue Magdalena.

San Mateo (Mt 27,55), San Marcos (Mc 15, 40) y San Juan (Jn 19, 25) afirman que junto a la cruz de Jesús estaba la Magdalena. En las imágenes religiosas de todo el mundo los artistas han pintado a María Magdalena junto a María, la Madre de Jesús, cerca de la cruz del Redentor agonizante, como un detalle de gratitud a Jesús.

4) Jesús resucitado y la Magdalena. Uno de los datos más consoladores del Evangelio es que Jesús resucitado se aparece primero a dos personas que habían sido pecadoras pero se habían arrepentido: Pedro y Magdalena. Como para animarnos a todos los pecadores, con la esperanza de que si nos arrepentimos y corregimos lograremos volver a ser buenos amigos de Cristo.

Los cuatro evangelistas cuentan como María Magdalena fue el domingo de Resurrección por la mañana a visitar el sepulcro de Jesús. San Juan lo narra de la siguiente manera:

"Estaba María Magdalena llorando fuera, junto al sepulcro y vio dos ángeles donde había estado Jesús. Ellos le dicen: - ¿Mujer, por qué lloras? - Ella les responde: - Porque se han llevado a mi Señor, y no sé donde lo han puesto.

Dicho esto se volvió y vio que Jesús estaba ahí, pero no sabía que era Jesús.

Le dice Jesús: - ¿Mujer por qué lloras? ¿A quién buscas?

Ella, pensando que era el encargado de aquella finca le dijo: - Señor, si tú lo has llevado, dime donde lo has puesto, yo me lo llevaré.

Jesús le dice: '¡María!'

Ella lo reconoce y le dice : '¡Oh Maestro!' (y se lanzó a besarle los pies).

Le dijo Jesús: - Suéltame, porque todavía no he subido al Padre. Vete donde los hermanos y diles: 'Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios a vuestro Dios'.

Fue María Magdalena y les dijo a los discípulos: - He visto al Señor, y me ha dicho esto y esto." (Jn. 27, 11).

Esta mujer tuvo el honor de ser la encargada de comunicar la noticia de la resurrección de Jesús.

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Fuente: cpalsj.org
Felipe Evans, Santo Sacerdote y Mártir, 22 de julio  

Felipe Evans, Santo

Sacerdote y Mártir

Martirologio Romano: En Cardiff, ciudad de Gales, santos Felipe Evans, de la Compañía de Jesús, y Juan Lloyd, presbíteros y mártires, que, siendo rey Carlos II, fueron ahorcados al descubrirse que ejercían el sacerdocio en su patria (1679).

Etimológicamente: Felipe = Aquel que es amigo de los caballos, es de origen griego.

 

Felipe nace el año 1645, en Monmouthshire, Gales. Cerca de la parroquia de Abergavenny, se encuentra la casa paterna. Sus padres, que han permanecido como buenos católicos, lo envían al continente, cuando tiene quince años, para recibir su educación en el Colegio Inglés de la Compañía de Jesús ubicado en la ciudad de Saint Omer, en Flandes.

En la Compañía de Jesús

Terminados los estudios de filosofía, hace discernimiento vocacional e ingresa en la Compañía a la edad de 20 años. Es ordenado de sacerdote en 1675.

Se conserva un informe de su vida, escrito por su Provincial: "Tiene una disposición maravillosamente franca y un comportamiento simpático, sin nubarrones. Su frente est siempre libre de arrugas".

De regreso a Gales

Tan pronto como completa la formación, los superiores lo destinan a la patria. Queda asignado al pequeño Colegio de Cwm.

Muy pronto empieza a ser conocido por su extraordinario celo apostólico. Dice regularmente la misa y predica, a los numerosos grupos católicos, en la mansión de Thomas Gunter, ubicada en la calle de la Santa Cruz, una de las principales de Abergavenny. Más de un centenar de personas se agrupa, cada domingo y día festivo, en la capilla adornada en el frontis con el IHS de los jesuitas. La iglesia está en el amplio jardín y, en la casa, hay un lugar secreto que puede ocultar al sacerdote.

Felipe también frecuenta, dos millas al norte de Abergavenny, la casa de campo de Charles Proger, quien hábilmente combina su cargo de juez de paz con su calidad de católico. Allí acuden también algunos cientos de personas.

Igualmente, recorre el valle de Glamorgan en la zona oeste de Gales, y dice misa en Sker House, propiedad de Christopher Turberville, quien con gran valentía lo protege.

Cuando estalla, en 1678, la tormenta provocada por Titus Oates, el juez de paz de Llanvihangel Court, John Arnold, ofrece una recompensa de 200 libras esterlinas por la captura de Felipe.

Los amigos avisan a Felipe y lo tratan de convencer para que salga de Gales, por lo menos hasta que pase la tormenta. Pero él no acepta dejar el lugar donde lo ha colocado la obediencia. Christopher Turberville tiene el valor de ocultarlo en Sker House, su casa.

El 2 de diciembre de 1678, Felipe es detenido por William Bassett y un grupo de hombres armados. La traición, por parte de un pariente protestante del dueño de casa, parece ser cierta.

Felipe y su anfitrión son llevados a la cárcel de Dunraven Castle. Allí Richard Lougher, el juez de paz, ofrece una fianza por Felipe, la que es rechazada por William Bassett. Con escolta armada, es conducido a Cardiff.

Durante la noche, se detiene la comitiva en Cowbridge. Esta vez, es Sir Edward Stradling quien ofrece una fianza a Felipe con la condición de que preste el juramento prescrito en las Actas de Supremacía y de Fidelidad. Él agradece al magistrado su atención, pero manifiesta que rechaza el ofrecimiento porque no puede ir contra la propia conciencia.

En la prisión de Cardiff, Felipe es confinado en un calabozo sin luz y sin ventilación, ubicado en los subterráneos de la Torre negra. Pasa veinte días en estricto aislamiento, hasta que el gobernador accede a que Felipe pueda compartir una celda con otro sacerdote. Este es John Lloyd, diocesano y buen amigo de Felipe, quien sufre prisión por la misma causa. John ha sido formado en el Colegio jesuita inglés de Valladolid y, por lo tanto, tienen muchas cosas en común. Juntos ocupan, ahora, una celda amplia en el primer piso de la Torre con una pequeña ventana ubicada en lo alto.

Felipe y John son mantenidos prisioneros durante cinco meses, mientras las autoridades buscan testigos adecuados, que los acusen de haberlos visto actuar como sacerdotes.

Los testigos y el juicio

El primero de los testigos católicos que encuentran rechaza vehementemente prestarse a sus propósitos. Por ello es golpeado con tal violencia, que una de sus costillas se rompe y muere en la tortura. Varios otros, que rechazan, son azotados. Al fin, convencen, con una recompensa de doscientas libras a cada una, a la anciana Margaret John Lewis y a su hija Mary Lewis, ambas antiguas católicas. Otros cinco testigos, por cien libras, son encontrados para atestiguar contra John Lloyd.

El proceso queda fijado para el día 9 de mayo. Ambos prisioneros son acusados de ser sacerdotes y jesuitas, lo cual los hace jurídicamente traidores y no merecedores de un veredicto de inocencia. Nada dicen acerca de complicidad en el complot fraguado por Oates.

Las dos mujeres declaran contra Felipe. Afirman que ellas han asistido a las misas celebradas por el P. Evans y que han recibido la comunión de sus manos. A estos cargos, Felipe no responde, porque sabe que dicen la verdad. Mayne Trott, contratado también por Bassett, pretende envolverlo en el complot de Titus Oates, pues jura que a los pocos días de manifestado ese complot, Felipe habría dicho: "Si ustedes temen a las leyes penales actúan tontamente, porque les aseguro que dentro de poco no habrá en Inglaterra otra religión que la católica".

Con ello, Felipe estaría anunciando que el duque de York, católico, hermano y heredero del rey, iba a restablecer en su reinado al catolicismo como a única religión de Inglaterra. Felipe, solemnemente, niega estos cargos, a lo cual el Juez accede retirarlos. El Juez, que es un hombre amable, invita a Felipe para que rechace los primeros testimonios. Pero Felipe no puede hacerlo y nuevamente guarda silencio.

Entonces el Juez se dirige al jurado: "Señores, si Uds. creen que estas mujeres han dicho la verdad, es un deber pronunciar el veredicto de que es culpable". Richard Bassett, que es miembro del jurado, hace castañetear sus dedos y en voz alta dice: "Deje Ud. este asunto a nosotros. Le aseguro, por Dios, que lo declararemos culpable".

El veredicto del jurado es unánime: culpable. Al escuchar Felipe esa condena a muerte, inclina la cabeza. Agradece al Juez, después al jurado, y muy especialmente a Richard Bassett.

Los testigos contra John Lloyd no se presentan. Las evidencias de su sacerdocio las presentan: Samuel Hancorne, Benjamin Browne, la misma Margaret Lewis y John Nicholls. El jurado también declara culpable al sacerdote John Lloyd.

En la antesala de la muerte

De regreso a la Torre del Castillo, ambos son encadenados. Felipe pide al alcaide permiso para hacer traer su arpa. Con las cadenas en los pies, toca, canta y hace cantar a muchos en la prisión. La ejecución es diferida casi tres meses. Hay rumores de una posible liberación. Debido a ello, Felipe y John empiezan a ser tratados con mayor atención. Les quitan las cadenas, les permiten salir de la celda y aun jugar tenis en el patio.

El 21 de julio, repentinamente, mientras Felipe juega un partido de tenis, es informado por el alcaide que su muerte ha sido fijada para el día siguiente en la mañana. Continuó jugando hasta terminar el partido. Después se mostró feliz.

Más tarde Felipe y John son nuevamente encadenados. Con mucha paz, dedica las horas a tocar el arpa, a cantar y a conversar alegremente con las numerosas personas que vienen a despedirse. Después a solas, con su amigo John, rezan un largo rato.

Hacia el patíbulo

El 22 de julio de 1679, alrededor de las nueve de la mañana, Felipe y John son subidos a una carreta en dirección a Gallows Field, el lugar del suplicio. Ambos van con los brazos atados a la espalda. Muy temprano, ambos han recitado al breviario.

Cardiff era una ciudad pequeña en ese entonces. La comitiva tomó la calle principal, hasta Gallows Field. No sabemos, con exactitud, qué actitud tomaron las personas que siguieron el cortejo. Sin duda, unos eran amigos, otros son hostiles.

Cuando llegan al lugar donde están las horcas, los dos las saludan con las palabras de San Andrés apóstol: "Salve, cruz santa, tanto tiempo deseada". Se ponen de rodillas y besan el cadalso. Se levantan y preguntan al capitán Thomas Gibbon cuál de los dos deber morir primero. Este dice: "Felipe Evans". Felipe abraza a su amigo y sube al patíbulo.

De pie, junto al cadalso, Felipe dice sus últimas palabras:

"Sin duda éste es el mejor púlpito que un hombre puede tener para decir un sermón. En verdad, solamente puedo decir de nuevo que muero por Dios y por la religión. Me siento muy feliz. Si tuviera muchas vidas, las daría todas, libremente, por esta buena causa.

Si yo pudiera vivir, eso sería por poco tiempo, aunque soy joven. Soy dichoso porque puedo adquirir con un sufrimiento breve una vida eterna. Yo agradezco a los que han sido amables conmigo, en especial a usted, capitán.

Adiós, querido amigo John. Será por muy poco tiempo, porque, en breve, estaremos nuevamente juntos. Rueguen por mí, todos. Yo les devolveré estas oraciones, con el favor de Dios, desde el cielo. Si ustedes que me ven así morir libremente por mi religión, tienen un buen pensamiento sobre mi muerte, yo me sentiré feliz".

Después, reza por el rey y termina pidiendo a los católicos presentes que se unan a su oración. Los amigos que están cerca se ponen de rodillas.

Al llegar a la horca, Felipe se dirige a John: "Padre Lloyd, cumpla lo que Ud. ha prometido". No podemos saber el significado estricto de esta frase. Tal vez es una exhortación a tener valor, tal vez es un recuerdo, porque ha pedido recibir la absolución.

Después, hace una pausa. Felipe se concentra un momento, y dice con voz clara y cariñosa: "Señor, en tus manos encomiendo mi alma". Unos segundos después, su cuerpo queda suspendido en la horca.

John, con lágrimas en los ojos, contempla la ejecución de Felipe. Le da la absolución y mira, con veneración, cuando es descuartizado. Felipe tiene apenas 34 años.

San Felipe Evans es canonizado por el papa Pablo VI, el día 25 de octubre de 1970, conjuntamente con San Edmundo Campion y otros ocho mártires jesuitas ingleses. También el mismo día el Papa canoniza al amigo de San Felipe Evans: John Lloyd.

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Agustín de Biella Fangi, Beato Sacerdote, 22 de julio  

Agustín de Biella Fangi, Beato

Presbítero Dominico

Martirologio Romano: En Venecia, beato Agustín de Biella Fangi, presbítero de la Orden de Predicadores, que prestó grandes servicios en Soncino, en Viglebano y en la misma Venecia (1493).

Etimológicamente: Agustín = Aquel que es venerado, es de origen latino.

 

Agustín fue un confesor del siglo XV. La línea Biella-Soncino-Venecia representa, imaginativamente, los datos biográficos de Agustín.

Nabía nacido en Biella (Piamonte, Italia). Llamado por Dios para ser monje, al poco tiempo de iniciar sus estudios profesionales, eligió la carrera sacerdotal y tras algún tiempo de experiencia, fue nombrado superior del convento de Soncino. Murió en Venecia el 22 de julio de 1491.

Entró en la vida religiosa en el convento de los padres dominicos cuando era todavía joven y tenía ya cierta madurez doctrinal.

Permaneció 30 años en Soncino, centro cultural de mucha importancia en aquella época, célebre sobre todo por su tipografía.

Los diez últimos años de su vida los pasó en Venecia. Es en esta preciosa ciudad del Adriático en donde se encuentran sus reliquias, concretamente, en la iglesia de santo Tomás.

Cuando cayó enfermo, pasó toda su enfermedad sin una queja, e hizo de sus sufrimientos la mejor ofrenda para el Señor.

En 1530 obreros encontraron su ataúd flotando en el agua que había rezumado en la cámara mortuoria, cuando se abrió el féretro encontraron que tanto el cuerpo y sus ropas no se habían corrompido ni por el paso de los años ni por efecto del agua.

Entre las muchas y buena cualidades de que hizo gala, en nombre del Señor, cabe destacar su magnífica predicación y su tono de humildad en todo momento.

En el año 1872 del Papa Pío IX confirmó su culto, y fue beatificado oficialmente en 1878.

También es conocido como: Agustín Fangi

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Vandregisilo, Santo Abad, 22 de julio  

Vandregisilo, Santo

Abad

Martirologio Romano: En el monasterio de Fontenelle, en Neustria, san Vandregisilo, abad, que, habiendo renunciado a vivir en la corte con el rey Dagoberto, hizo vida monástica en varios lugares, y promovido al sacerdocio por san Audeno, obispo de Rouen, en el bosque llamado Gemeticense fundó y rigió el monasterio de este mismo nombre (c. 668).

 

Vandregisilo nació en las cercanías de Verdún (Francia), a fines del siglo VI o a principios del VII. Era pariente del Beato Pepino de Landen, predecesor de la dinastía carolingia. Sus padres le educaron piadosa y sobriamente, y en la escuela aprendió los rudimentos de las ciencias profanas. Los nobles de aquella época sólo podían hacer carrera en la corte, de suerte que Vandregisilo fue enviado a la corte de Austrasia, en cuanto tuvo edad suficiente para ello. Ahí contrajo matrimonio por complacer a sus padres, aunque personalmente no lo deseaba, pues desde tiempo atrás tenía la intención de abrazar la vida religiosa. Felizmente, los deseos de su esposa concordaban con los suyos, de suerte que vivieron juntos como hermano y hermana (aunque también se cuenta que fueron los padres de Santa Landrada).

Cuando Vandregisilo puso en orden todos sus asuntos seculares, ambos se retiraron a la vida religiosa, el año 628. El rey Dagoberto no dejó de oponerse a ello, ya que no quería perder a un servidor tan eficaz y de tanta confianza. Vandregisilo comenzó por quedar bajo la dirección de San Baudry de Montfaugon, cerca de Verdún; pero a los pocos meses, comprendió que debía retirarse durante algún tiempo a la soledad. Así pues, se construyó una choza en los bosques, a orillas del río Doubs, cerca de Saint-Ursanne, en el Jura, donde pasó seis años. Su modo de vida y las penitencias que practicaba recuerdan mucho la disciplina de los monjes de Irlanda, ya que sólo comía dos veces por semana, dormía una o dos horas diarias y rezaba el oficio descalzo sobre el suelo helado. Por ello, se ha dicho que San Vandregisilo estaba bajo la influencia de San Columbano; tal hipótesis es bastante verosímil, puesto que San Ursicino, uno de los discípulos de San Columbano, había santificado con su vida y su muerte el sitio en el que habitaba entonces San Vandregisilo y éste proyectó, en una época, un viaje a Irlanda. Abandonando a los discípulos que se habían congregado a su derredor, el santo pasó algún tiempo en la abadía de San Columbano en Bobbio y después se trasladó a la abadía de Romain-Moütier. Ahí permaneció diez años, hasta perfeccionarse en las reglas y prácticas de la vida cenobítica. El arzobispo de Rouen, San Ouén (también llamado San Audeno), en cuya diócesis trabajó algún tiempo Vandregisilo, le confirió las órdenes sagradas.

Una vez que Dios formó así perfectamente a su instrumento, le dio a entender que había llegado el momento de emprender la gran obra de su vida, o sea la fundación de la abadía de Fontenelle, en las cercanías de Caudebec-en-Caux. Pronto se unieron a Vandregisilo numerosos discípulos. El año 657, San Ouén (San Audeno) consagró a San Pedro la iglesia de la nueva abadía. Fontenelle fue uno de los monasterios más característicos de la Edad Media, ya que era a la vez hogar de ascetas, centro misional y escuela de artes y letras. San Vandregisilo se preocupó particularmente por el bienestar de los habitantes de los alrededores; no contento con encargarse de la instrucción de las personas que trabajaban en las dependencias del monasterio, que eran muy numerosas, extendió su celo a toda la región de Caux, donde había todavía muchos paganos. La bondad del santo ablandó y transformó a muchas almas; su humildad atrajo aun a los más renuentes y su predicación obró numerosas conversiones.

En julio del año 668, Vandregisilo tuvo que guardar cama a causa de una ligera indisposición. Entonces, fue arrebatado en éxtasis y comprendió que su muerte estaba próxima. En cuanto volvió en sí, reunió a sus monjes y les dijo: "Quedad tranquilos. Si permanecéis fieles a mis enseñanzas y recordáis lo que os he predicado, si estrecháis entre vosotros los lazos de unidad, amor y humildad y no dejáis que la discordia se introduzca entre vosotros, el monasterio prosperará. El Señor estará siempre entre vosotros y os reconfortará y ayudará en todo".

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Fuente: Martirologio Romano
Otros Santos y Beatos Completando el santoral de este día, 22 de julio  

Otros Santos y Beatos

San Platón, mártir
En Ancira, de Galacia, san Platón, mártir (s. III/IV).

Santos Mártires Masilitanos, mártires
En África, santos mártires Masilitanos, de quienes, en el aniversario de su muerte, san Agustín predicó un sermón a los fieles (s. III/IV).

San Cirilo, obispo
En Antioquía, ciudad de Siria, san Cirilo, obispo, el cual, siendo emperador Diocleciano, fue encarcelado y desterrado (c. 306).

San Anastasio, monje
En la fortaleza de Suania, en los montes del Cáucaso, san Anastasio, monje, discípulo de san Máximo el Confesor, con el que, por defender la fe ortodoxa, fue encarcelado y tuvo que sufrir toda suerte de tormentos. Falleció en dicha fortaleza, o tal vez en camino, cuando se dirigía hacia ella (662).

San Meneleo, abad
En Menat, en la Galia Arvernense, san Meneleo, abad (c. 700).

San Jerónimo, obispo
En Pavía, ciudad de la Lombardía, san Jerónimo, obispo (s. VIII).

San Gualterio, fundador
En Lodi, en la Lombardía, san Gualterio, fundador del Hospital de la Misericordia (1224).

San Juan Lloyd, presbítero y mártir
En Cardiff, ciudad de Gales, santos Felipe Evans, de la Compañía de Jesús, y Juan Lloyd, presbíteros y mártires, que, siendo rey Carlos II, fueron ahorcados al descubrirse que ejercían el sacerdocio en su patria (1679).

Santos Ana Wang, Lucía Wang Wangzhi y su hijo Andrés Wang Tianqing, mártires
En un lugar llamado Majiazhuang, cerca de Daining, en la provincia de Hebei, en China, santos mártires Ana Wang, virgen, Lucía Wang Wangzhi y su hijo Andrés Wang Tianqing, asesinados por el nombre de Cristo durante la persecución promovida por los Yihetuan (1900).

Santa María Wang Lizhi, mártir
Cerca de Daining, también en la provincia china de Hebei, santa María Wang Lizhi, mártir, que en la misma persecución, cuando algunos paganos intentaban salvarla pidiéndole que dijera que no era cristiana, ella afirmó abiertamente que era sierva de Cristo Jesús, por lo que fue ejecutada inmediatamente (1900).

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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