lunes, 5 de marzo de 2018

[ † ] Lunes por las almas del Purgatorio. 05/03/2018. San Adrián ¡ruega por nosotros!

JA

JMJ

Pax

Como Elías y Eliseo, Jesús no ha sido enviado sólo a los judíos

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 4, 24-30

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo Jesús llegó a Nazareth, entró en la sinagoga y dijo al pueblo:
"La verdad es que ningún profeta es apreciado en su tierra. Les aseguro que muchas viudas había en Israel en tiempo de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en la región de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino únicamente Namán el sirio".
Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron; se levantaron, lo echaron fuera de la ciudad y lo llevaron hasta un precipicio de la montaña sobre el cual estaba edificada su ciudad, con ánimo de despeñarlo. Pero él, abriéndose paso entre ellos, se fue.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.

El Misterio de la Misa en 2 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk

El que no valora una obra de arte es porque necesita cultura: https://www.youtube.com/watch?v=mTKKaT-KaKw

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu

El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

San Leonardo, "El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc

Audio (1/5): https://www.youtube.com/watch?v=2NjKuVnxH58

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?

Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).

Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?

Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html

Catecismo 2181: La Eucaristía del domingo fundamenta y confirma toda la práctica cristiana. Por eso los fieles están obligados a participar en la Eucaristía los días de precepto, a no ser que estén excusados por una razón seria (por ejemplo, enfermedad, el cuidado de niños pequeños) o dispensados por su pastor propio (cf CIC can. 1245). Los que deliberadamente faltan a esta obligación cometen un pecado grave."

 

Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).

 

 

Misal

 

lun 3a. Sem cuaresma

Antífona de Entrada

Mi alma desfallece y suspira por los atrios del Señor; mi corazón y todo mi ser se han regocijado en el Dios vivo.

 

Oración Colecta

Oremos:
Señor, que tu continua misericordia purifique a tu Iglesia y la proteja; y ya que sin ti no puede encontrar la salvación, dirígela siempre con tu gracia. 
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

Muchos leprosos había en Israel, pero ninguno fue curado, sino Naamán, el sirio

Lectura del segundo libro de los Reyes 5, 1-15a

En aquellos días, Naamán, general del ejército de Siria, gozaba de la estima y del favor de su rey, pues el Señor había dado la victoria a Siria por medio de él. Pero este gran guerrero era leproso. 
Sucedió que una banda de sirios, en una de sus correrías, se llevó de Israel a una jovencita, que fue destinada al servicio de la mujer de Naamán. Ella dijo a su señora: 
"Ojalá mi mi señor fuera donde está el profeta que hay en Samaria; él lo curaría de la lepra". 
Naamán se lo fue a decir al rey: 
"Esto y esto me ha dicho la muchacha israelita". 
El rey de Siria respondió: 
"Bien. Ponte en camino, yo te daré una carta para el rey de Israel". 
Naamán partió llevando consigo diez barras de plata, seis mil monedas de oro y diez vestidos, y entregó al rey de Israel la carta que decía: 
"Cuando recibas esta carta, verás que te envío a mi siervo Naamán para que lo cures de la lepra".
Cuando el rey de Israel leyó la carta, rasgó sus vestiduras exclamando: 
"¿Soy yo acaso Dios, capaz de dar la vida o la muerte, que éste me manda un hombre leproso para que lo sane? Es evidente que lo que busca es un pretexto para hacerme la guerra".
Cuando Eliseo, el hombre de Dios, se enteró de que el rey había rasgado sus vestiduras, envió a decirle: 
"¿Por qué has hecho eso? Que venga a mí, y sabrá que hay un profeta en Israel". 
Llegó Naamán con sus caballos y su carroza, y se detuvo ante la puerta de la casa de Eliseo. Este le mandó decir con un mensajero: 
"Anda, báñate siete veces en el Jordán, y tu carne quedará limpia". 
Naamán se alejó enojado diciendo:
"Pensaba que saldría a mi recibirme, que invocaría el nombre del Señor, su Dios, me tocaría y me curaría de la lepra. ¿Acaso los ríos de Damasco, el Abaná y el Farfar, no son muchos mejores que todas las aguas de Israel? ¿No podría yo bañarme en ellos y quedar limpio?" 
Y se fue indignado, pero sus criados y le dijeron: 
"Padre, si el profeta te hubiera mandado una cosa extraordinaria. ¿no lo habrías hecho? Pues, ¡cuánto más habiéndote dicho: "Báñate y quedarás limpio"!"
Entonces Naamán bajó al Jordán, se bañó siete veces, como había dicho el hombre de Dios, y su carne quedó limpia como la de un niño. Volvió con su comitiva a donde estaba el hombre de Dios y, de pie ante él, dijo:
"Reconozco que no hay otro Dios en toda la tierra, fuera del Dios de Israel".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 41, 2.3; 42, 3.4

Estoy sediento del Dios que da la vida.

Como busca el venado corrientes de agua, así, Dios mío, te busca todo mi ser.
Estoy sediento del Dios que da la vida.

Tengo sed de Dios, del Dios vivo, ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?
Estoy sediento del Dios que da la vida.

Envíame tu luz y tu verdad, que ellas me guíen, y me lleven a tu santo monte, hasta tu morada.
Estoy sediento del Dios que da la vida.

Y me acercaré al altar de Dios, al Dios de mi alegría, y te daré gracias con el arpa, Dios, Dios mío.
Estoy sediento del Dios que da la vida.

Aclamación antes del Evangelio

Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Confío en el Señor y en sus palabras, porque del Señor viene la misericordia y la redención.
Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

Evangelio

Como Elías y Eliseo, Jesús no ha sido enviado sólo a los judíos

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 4, 24-30

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo Jesús llegó a Nazareth, entró en la sinagoga y dijo al pueblo:
"La verdad es que ningún profeta es apreciado en su tierra. Les aseguro que muchas viudas había en Israel en tiempo de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en la región de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino únicamente Namán el sirio".
Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron; se levantaron, lo echaron fuera de la ciudad y lo llevaron hasta un precipicio de la montaña sobre el cual estaba edificada su ciudad, con ánimo de despeñarlo. Pero él, abriéndose paso entre ellos, se fue.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración sobre las Ofrendas

Acepta, Señor, esta ofrenda que te presentamos como signo de nuestra entrega a ti y conviértela en el sacramento que ha de darnos la salvación. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

La penitencia espiritual

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. 
Porque has establecido generosamente este tiempo de gracia para renovar en santidad a tus hijos, de modo que, libres de todo afecto desordenado, vivamos las realidades temporales como primicias de las realidades 
eternas.
Por eso,
con todos los ángeles y santos, te alabamos proclamando sin cesar:

Antífona de la Comunión

Alaben al Señor todas las naciones, aclámenlo todos los pueblos, porque grande es su amor hacia nosotros y su fidelidad dura por siempre.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Que el sacramento que hemos recibido nos purifique, Señor, y realice nuestra unidad. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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Meditación diaria

Cuaresma. 3ª semana. Lunes

DOCILIDAD Y BUENAS DISPOSICIONES PARA ENCONTRAR A JESÚS

— Fe y correspondencia a la gracia. Purificar nuestra alma para ver a Jesús.

— La curación de Naamán. Docilidad y humildad.

— Docilidad en la dirección espiritual.

I. Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor, mi corazón salta de gozo por el Dios vivo, leemos en la Antífona de entrada de la Misa1. Y para penetrar en la morada de Dios es necesario tener un alma limpia y humilde; para ver a Jesús hacen falta buenas disposiciones. Nos lo muestra, una vez más, el Evangelio de la Misa.

El Señor, después de un tiempo de predicación por las aldeas y ciudades de Galilea, vuelve a Nazaret, donde se había criado. Allí todos le conocen: es el hijo de José y de María. El sábado asistió a la sinagoga, según era su costumbre2. Jesús se levantó para la lecturadel texto sagrado, y escogió un pasaje mesiánico del profeta Isaías. San Lucas recoge la extraordinaria expectación que había en el ambiente: enrollando el libro se lo devolvió al ministro, y se sentó; todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Habían oído maravillas del hijo de María y esperaban ver cosas más extraordinarias en Nazaret.

Sin embargo, aunque al principio todos daban testimonio a favor de Él, y se admiraban de las palabras de gracia que procedían de sus labios3, no tienen fe. Jesús les explica que los planes de Dios no se fundan en razones de patria o de parentesco: no basta con haber convivido con Él. Es necesaria una fe grande.

Utiliza algunos ejemplos del Antiguo Testamento: Muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio. Se conceden las gracias del Cielo, sin limitaciones por parte de Dios, sin tener en cuenta la raza –Naamán no pertenecía al pueblo judío–, la edad o la posición social. Pero Jesús no encontró buenas disposiciones en los oyentes, en la tierra donde se había criado, y por esto no hizo allí ningún milagro. Aquellas gentes solo vieron en Él al hijo de José, el que les hacía las mesas y les arreglaba las puertas. ¿No es este el hijo de José?, se preguntaban4. No supieron ver más allá. No descubrieron al Mesías que les visitaba.

Nosotros, para contemplar al Señor, también debemos purificar nuestra alma. «Ese Cristo, que tú ves, no es Jesús. —Será, en todo caso, la triste imagen que pueden formar tus ojos turbios... —Purifícate. Clarifica tu mirada con la humildad y la penitencia. Luego... no te faltarán las limpias luces del Amor. Y tendrás una visión perfecta. Tu imagen será realmente la suya: ¡Él!»5.

La Cuaresma es buena ocasión para intensificar nuestro amor con obras de penitencia que disponen el alma a recibir las luces de Dios.

II. En la Primera lectura de la Misa se nos narra la curación de Naamán, general del ejército del rey de Siria6, al que hace referencia el Señor en el Evangelio. Este enfermo de lepra oyó decir a una esclava hebrea que en Israel vivía un Profeta con poder para curarle de su mal. Y después de un largo viaje llegó Naamán con sus caballos y sus carros, y se paró ante Eliseo. Y el profeta le mandó un mensajero diciendo: ve, y lávate siete veces en el Jordán y tu carne recobrará la salud y quedarás limpio.

Pero Naamán no entendió estos caminos de Dios, tan distintos de los que él había imaginado. Yo creía -dice- que saldría a mí, y puesto en pie invocaría el nombre de Yahvé, su Dios, y tocaría con su mano el lugar de la lepra y me curaría. Pues qué, ¿no son mejores el Abana y el Farfar, ríos de Damasco, que todas las aguas de Israel, para lavarme en ellas y limpiarme?

El general sirio quería curarse y había recorrido un largo camino para esto, pero llevaba su propia solución sobre el modo de ser curado. Y cuando ya regresaba, dando como inútil el viaje, sus servidores le decían: aunque el profeta te hubiese mandado una cosa difícil debieras hacerla. Cuanto más habiéndote dicho lávate y serás limpio.

Naamán reflexionó sobre las palabras de sus acompañantes y volvió con humildad a cumplir lo que le había dicho el Profeta Eliseo. Marchó, pues, y se lavó siete veces en el Jordán, conforme a las palabras del varón de Dios, y su carne se volvió como la de un niño, y quedó limpio. Recibió con humildad y docilidad un buen consejo que humanamente podía parecer inútil y quedó curado. Sus disposiciones interiores hicieron eficaz la oración de Eliseo.

También nosotros andamos con frecuencia enfermos del alma, con errores y defectos que no acabamos de arrancar. El Señor espera que seamos humildes y dóciles a las indicaciones y consejos de aquellas personas que Dios ha puesto para ayudarnos a buscar la santidad en medio de nuestro trabajo y en nuestra familia. No tengamos soluciones propias cuando el Señor nos indica otras, quizá contrarias a nuestros gustos y deseos. En lo que se refiere al alma, no somos buenos consejeros de nosotros mismos, ni buenos médicos. De ordinario, el Señor se vale de otras personas. «También a San Pablo le llamó Cristo por sí mismo y le habló. Mas, pudiendo revelarle en el acto el camino de la santidad, prefirió encaminarlo a Ananías y le ordenó que aprendiera de sus labios la verdad: levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que has de hacer»7. San Pablo se dejará guiar. Su fuerte personalidad, manifestada de tantos modos y en tantas ocasiones, le sirve ahora para ser dócil. Primero sus compañeros de viaje le llevaron a Damasco; luego Ananías le devolverá la vista y será ya un hombre útil para pelear las batallas del Señor.

En la dirección espiritual el alma se dispone para encontrar al Señor y reconocerle en lo ordinario.

III. La fe en los medios que el Señor nos da, obra milagros. En una ocasión el Señor pidió a un hombre que hiciera algo de lo que tenía sobrada experiencia que no podía realizar: extender una mano «seca», sin movimiento. Y la docilidad, muestra de una fe operativa, hizo posible el milagro: la extendió y quedó tan sana como la otra8. A nosotros nos pedirán a veces cosas de las que nos sentimos incapaces, pero que serán posibles si dejamos que la gracia de Dios actúe en nosotros. Gracia que, con gran frecuencia, nos llegará como consecuencia de la docilidad en la dirección espiritual.

A nosotros nos pide el Señor no tener solo un apoyo humano, que nos llevaría al pesimismo, sino una confianza sobrenatural. Nos pide sersobrenaturalmente realistas, que es contar con Él, sabiendo que Jesucristo sigue actuando en nuestra vida.

Diez hombres encuentran su curación porque son dóciles. Jesucristo solo les dice9: —Id, mostraos a los sacerdotes. Y mientras iban, quedaron curados.

En otra ocasión, el Señor se compadeció de un mendigo ciego de nacimiento10 y, nos dice San Juan, Jesús escupió en tierra e hizo lodo con la saliva, y con este barro le untó sus ojos y le dijo: ve, lávate en la piscina de Siloé. El mendigo no lo dudó un instante. Fue, pues, y se lavó allí, y volvió con vista.

«¡Qué ejemplo de fe segura nos ofrece este ciego! Una fe viva, operativa (...). ¿Qué poder encerraba el agua, para que al humedecer los ojos fueran curados? Hubiera sido más apropiado un misterioso colirio, una preciosa medicina preparada en el laboratorio de un sabio alquimista. Pero aquel hombre cree; pone por obra el mandato de Dios, y vuelve con los ojos llenos de claridad»11.

La ceguera, los defectos, las flaquezas son males que tienen remedio. Nosotros no podemos nada, pero Jesucristo es omnipotente. El agua de aquella piscina siguió siendo agua, y el barro, barro. Pero el ciego recuperó la vista, y después, además, una fe más viva en el Señor. Y así, tantas veces a lo largo del Evangelio, se nos muestra la fe de los que tratan a Jesús. Sin docilidad la dirección espiritual quedaría sin frutos. Y no podrá ser dócil quien se empeñe en ser tozudo, obstinado, incapaz de asimilar una idea distinta de la que ya tiene o de la que le dicta una experiencia negativa porque no contó con la ayuda de la gracia. El soberbio es incapaz de ser dócil, porque para aprender hay que estar convencido de que aún hay cosas que desconocemos y de que es necesario que alguien nos enseñe. Y para mejorar espiritualmente, debemos estar convencidos de que no somos todo lo buenos que Dios espera de nosotros.

En asuntos de la propia vida interior debemos estar prevenidos con una prudente desconfianza en el propio juicio, para poder aceptar otro criterio distinto u opuesto al nuestro. Y dejaremos que Dios nos haga y nos rehaga a través de acontecimientos e inspiraciones, a través de las luces recibidas en la dirección espiritual. Con la docilidad del barro en las manos del alfarero. Sin poner resistencias, con visión sobrenatural, oyendo a Cristo en aquella persona. Así nos dice la Sagrada Escritura:Bajé a casa del alfarero, y hallé que estaba trabajando sobre la rueda. Y la vasija de barro que estaba haciendo se deshizo entre sus manos; y al instante volvió a formar del mismo barro otra vasija de la forma que le plugo (...). Sabed que lo que es el barro en manos del alfarero eso sois vosotros en mis manos12. Disponibilidad, docilidad, dejarnos hacer y rehacer por Dios cuantas veces sea necesario. Este puede ser el propósito de nuestra oración de hoy, que llevaremos a cabo con la ayuda de la Virgen.

1 Antífona de entrada. Sal 83, 3. — 2 Lc 2, 16. — 3 Lc 4, 22. — 4 Ibídem. — 5 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 212. — 6 Cfr. 2 Rey 5, 1-15. — 7 Casiano, Colaciones, 2. — 8 Cfr. Mt 12, 9 ss. — 9 Lc 17, 11-19. — 10 Jn 9, 1 ss.  11 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 193. — 12 Jer 18, 1-7.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

Fuente: Archidiócesis de Madrid
Eusebio Palatino, Santo Mártir, Marzo 5  

Eusebio Palatino, Santo

Mártir


Es uno de los innumerables mártires anónimos. Voy a ver si consigo explicarme. El Martirologio Romano lo menciona junto con Pedro, Rústico, Herabo, Mario Palatino y ocho compañeros más de martirio cuyos nombres ni siquiera se mencionan. Le doy el calificativo de "anónimo" o desconocido por no tener noticia de ninguna circunstancia que nos hable del lugar, tiempo o clase de padecimientos que tanto él como sus compañeros sufrieran por la fe. Sólo conocemos sus nombres. A lo más que podemos llegar -y esto como suposición- es que padecieron por Jesucristo en África, por el relato concordante, aunque dependientes entre sí por las fuentes que utilizan, de hagiógrafos que se inclinan por este probable detalle.

El Hagiologio lusitano de Pedro Cardoso, la Crónica de España de Martín Carrillo y Moreno Vargas en su Historia de Mérida sostienen que sufrieron martirio en la Bética, en un lugar llamado Medellín, cerca de Mérida.

En este caso no se ha dado paso a la fábula; la imaginación popular no pudo poner aditamentos posteriores y postizos a la figura humana de estos héroes cristianos; el genio no ha sabido describir minuciosamente, como en otros muchos casos, gestas sobreaumentadas con afanes ejemplarizantes pero ajenos a la estricta realidad histórica. Esta influencia de la fantasía disculpable y bienintencionada hizo mucho bien a generaciones de lectores y de oyentes cristianos; muchos se sintieron animados a la fidelidad más estrecha a la fe y a la paciencia en los momentos duros. Otro tipo de lectores no corrieron la misma suerte; por tener un espíritu más crítico en asuntos históricos, o por estar imbuidos de una mentalidad racionalista cerrada a todo lo sobrenatural, el estilo anteriormente descrito les llevó a un apartamiento de la Iglesia en cualquiera de sus manifestaciones y la tildaron de arcaica y demasiado crédula. Como sucede en todos los asuntos, hay para todos los gustos y nunca llueve a gusto de todos.

A la muerte de estos mártires, por razones ignotas para nosotros y que sólo Dios conoce, no siguió un culto martirial posterior que mantuviera viva su memoria hasta el fin del tiempo; nos queda la noticia escueta de su entrega hasta la muerte y la heroicidad de la paciencia.

Hacen bien las sociedades cultas en mostrar agradecimiento a los héroes -aunque éstos sean anónimos- que en épocas difíciles fueron quienes sostuvieron la patria con su cultura, su libertad y las tradiciones de los mayores que, una vez pasada la situación de crisis, luego siguen disfrutando las generaciones futuras, cada una "actual" en su época. No se les atribuyen gestas concretas reconocidas ni están avalados por triunfos personales; simplemente dieron su vida ¿se les puede pedir más? Juntos forman una masa anónima y son los más y probablemente los más importantes. Hicieron posibles los bienes presentes que son su herencia. Probablemente este sea el lógico y noble intento de las sociedades cultas actuales cuando levantan en lugares preferentes monumento al "Soldado Desconocido", queriendo expresar de algún modo -y dejarlo testimoniado a las generaciones futuras- su agradecimiento.

Eusebio Palatino fue uno de estos personajes anónimos que supo personar la fidelidad a Jesucristo y la fortaleza hasta el fin con el tesón de los que entienden valer la pena su entrega. Mi testimonio agradecido a él y a sus compañeros anónimos.

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Fuente: Oremosjuntos.com
Adriano (Adrián) de Cesarea, Santo Mártir, Marzo 5  

Adriano (Adrián) de Cesarea, Santo

Mártir

Martirologio Romano: En Cesarea de Palestina, san Adriano, mártir, que en la persecución bajo el emperador Diocleciano, en el día en que solían celebrarse los festejos de la Fortuna de los Cesarienses, por mandato del procurador y por su fe de Cristo fue arrojado ante un león y después degollado a espada (309).

Etimológicamente: Adriano = Adrián = Aquel que viene del mar, es de origen latino.

 

En el sexto año de la persecución de Diocleciano, siendo Firmiliano gobernador de Palestina, Adrián y Eubulo (o Eusebio) fueron de Batenea a Cesarea para visitar a los confesores de la fe.

Cuando los guardias de la ciudad les interrogaron sobre el motivo de su viaje, los mártires respondieron sin rodeos que habían ido a visitar a los cristianos.

Inmediatamente fueron conducidos ante el gobernador, quien los mandó azotar y desgarrar las carnes con los garfios de hierro, para ser arrojados después a las fieras.

Dos días más tarde, durante las fiestas de la diosa Fortuna, Adrián fue decapitado, después de haber sido atacado por un león.

Eubolo corrió la misma suerte, uno o dos días después. El juez le había prometido la libertad a este último, con tal de que sacrificara a los ídolos, pero el santo prefirió la muerte.

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Fuente: Enciclopedia Católica || ACI Prensa
Lucio I, Santo XXII Papa, Marzo 5  

Lucio I, Santo

XXII Papa

Martirologio Romano: En Roma, en la vía Apia, en el cementerio de Calisto, sepultura de san Lucio, papa, sucesor de Cornelio, que sufrió el exilio por la fe de Cristo y fue, en tiempos angustiosos, eximio confesor de la fe, actuando con moderación y prudencia (254).

Etimológicamente: Lucio = nacido con la primera luz, es de origen latino.

Fue Pontífice de 253-254; murió en Roma el 5 de marzo de 254. Después de la muerte del Papa San Cornelio, quien murió en el exilio en el verano del 253, Lucio fue elegido para tomar su lugar, y fue consagrado Obispo de Roma. Nada se sabe de la vida temprana de este Papa antes de su elevación. De acuerdo con el libro "Liber Pontificalis", era romano de nacimiento y su [[padre] se llamaba Porfirio. No se sabe de dónde el autor obtuvo esta información. Todavía continuaba la persecución de la Iglesia bajo el Emperador Gallo durante la cual Cornelio había sido desterrado. Lucio también fue enviado al exilio pronto después de su consagración, pero en un corto tiempo, presuntamente cuando Valeriano fue designado emperador, a él le fue permitido regresar a su rebaño. El Catálogo Feliciano, cuya información se encuentra en el "Liber Pontificalis", nos informa del exilio y del milagroso retorno de Lucio: "Hic exul fuit et postea nutu Dei incolumis ad ecclesiam reversus est." San Cipriano, quien escribió una carta (perdida) de felicitaciones a Lucio en su elevación a la Santa Sede y sobre su exilio, envió una segunda carta de felicitaciones para él y sus acompañantes en el exilio, como también a toda la Iglesia Romana (ep. LXI, ed. Hartel, II, 695 sqq.).

La carta comienza: "Querido Hermano, hace muy poco tiempo te ofrecimos nuestras felicitaciones, cuando Dios te exaltó a gobernar Su Iglesia y te concedió la doble gloria de confesor y obispo. De nuevo te felicitamos a ti, a tus acompañantes y a toda la congregación; con esto, debido a la bondadosa y poderosa protección de nuestro Dios, Él te ha guiado de regreso con alabanzas y gloria a Sí mismo, de manera que el rebaño pueda recibir de nuevo a su pastor, el barco a su piloto y la gente a un director que los gobierne y les muestre abiertamente que fue el designio de Dios que permitió tu destierro, no para que el obispo exiliado fuera privado de su Iglesia, sino más bien para que regresara a su Iglesia con mayor autoridad".

Cipriano continúa, refiriéndose a los tres niños hebreos en el horno ardiente, que el regreso del exilio no aminoraba la gloria de la confesión, y que la persecución, la cual iba dirigida sólo contra los confesores de la Iglesia verdadera, comprobaba cuál era la Iglesia de Cristo. En conclusión, él describe la felicidad de la Roma cristiana ante la llegada de su pastor. Cuando Cipriano afirma que Dios por medio de la persecución buscó "hacer avergonzar y silenciar a los herejes" y así probar dónde estaba la Iglesia, quién era su único obispo elegido por el designio de Dios, quiénes eran sus presbíteros sujetos al obispo en la gloria del sacerdocio, quiénes eran la verdadera gente de Cristo, unidos a Su rebaño por un amor excepcional, quiénes eran los oprimidos por sus enemigos, y al mismo tiempo dónde estaban aquellos que el Diablo protege como suyos, refiriéndose obviamente a los novacianos. El Cisma de Novaciano, a través del cual se presentó como antipapa, en oposición a Cornelio, todavía continuaba en Roma bajo Lucio.

En referencia a la confesión y a la restauración de los "Lapsi" (caídos), Lucio se adhirió a los principios de San Cornelio y de San Cipriano. De acuerdo con el testimonio del último, contenido en una carta al Papa San Esteban I (ep. LXVIII, 5, ed. Hartel, II, 748), Lucio, así como Cornelio, había expuesto su opinión por escrito: "Illi enim pleni spiritu Domini et in glorioso martyrio constituti dandam esse lapsis pacem censuerunt et poenitentia acta fructum communicationis et pacis negandum non esse litteris suis signaverunt." (Para ellos, llenos del Espíritu Santo de Dios y confirmado en glorioso martirio, juzgaron que el perdón debe ser otorgado a los Lapsi, y dieron a entender en sus cartas que, que cuando éstos hayan realizado la penitencia, no se les debe negar el gozo de la comunión y de la reconciliación.) Lucio murió a principios de marzo del año 254. En el "Depositio episcoporum" el "Cronógrafo de 354" da la fecha de su muerte como el 5 de marzo, el "Martyrologium Hieronymianum" como el 4 de marzo. La primera fecha es probablemente la correcta. Quizás Lucio murió el 4 de marzo y fue enterrado el 5 de marzo. De acuerdo al "Liber Pontificalis" este Papa fue decapitado en tiempos de Valeriano, pero este testimonio no puede ser comprobado. Es verdad que Cipriano en la antedicha carta a Esteban (ep. LXVIII, 5) le da a él, como también Cornelio, el titulo honorario de mártir: "servandus est enim antecessorum nostrorum beatorum martyrum Cornelii et Lucii honor gloriosus" (pues debe ser preservada la memoria gloriosa de nuestros predecesores los santos mártires Cornelio y Lucio); pero probablemente esto fue un relato del corto destierro de Lucio. Cornelio, quien murió en el exilio, fue honrado como mártir por los romanos después de su muerte; pero no así Lucio. En el calendario romano de fiestas del "Cronógrafo de 354" él es mencionado en el "Depositio episcoporum", y no bajo el encabezado de "Depositio martyrum". Sin embargo, su memoria fue particularmente honrada, como aclara la aparición de su nombre en el "Martyrologium Hieronymianum". Es cierto que Eusebio sostiene (Hist. Eccl., VII, 10) que Valeriano favorecía a los cristianos al principio de su reinado. El primer edicto de persecución del emperador apareció sólo en el año 257.

Lucio fue enterrado en un compartimiento de la bóveda papal en las catacumbas de San Calixto. En la excavación de la bóveda, De Rossi encontró un fragmento grande del epitafio original, el cual sólo da el nombre del Papa en griego: LOUKIS. La losa está quebrada justo atrás de la palabra, así que con toda probabilidad no había nada más escrito excepto el titulo EPISKOPOS (obispo). Las reliquias del santo fueron trasladadas por el Papa San Paulo I (757-767) a la Iglesia de San Silvestre en Capita, o por el Papa San Pascual I (817-824) a la Basílica de San Práxedes [Marucchi, "Basiliques et eglises de Rome", Roma, 1902, 399 (inscripción en San Silvestre), 325 (inscripción en San Práxedes)]. El autor del "Liber Pontificalis" ha atribuido desautorizadamente a San Lucio un decreto, de acuerdo con el cual dos sacerdotes y tres diáconos deben acompañar siempre al obispo para ser testigos de su vida virtuosa: "Hic praecepit, ut duo presbyteri et tres diaconi in omni loco episcopum non desererent propter testimonium ecclesiasticum." Tal medida debió ser necesaria bajo ciertas condiciones en un periodo posterior; pero en época de Lucio esto era increíble. Este supuesto decreto indujo una falsificación posterior para inventar otro decreto apócrifo y se lo atribuyeron a Lucio. Es también fabricada la historia en el "Liber Pontificalis" que Lucio, cuando era llevado a la muerte, dio al archidiácono Esteban poder sobre la Iglesia.

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Fuente: Franciscanos.org
Juan José de la Cruz, Santo Presbítero Franciscano, Marzo 5  

Juan José de la Cruz, Santo

Presbítero Franciscano

Martirologio Romano:En Nápoles, san Juan José de la Cruz (Carlos) Gaetano, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, que, siguiendo las huellas de san Pedro de Alcántara, restableció la disciplina de la Regla en muchos conventos de la provincia de Nápoles.

 

CARLOS CAYETANO CALOSINTO nació el 15 de agosto, día de la gloriosa Asunción de Nuestra Señora, del año 1654 en el volcánico islote de Isquia, situado a la entrada del golfo de Nápoles, de suelo muy rico y fértil. En el bautismo recibió el nombre de Carlos Cayetano. Su familia era noble y piadosísima; sus padres, José Calosinto y Laura Garguilo, vieron, con santo consuelo, que cinco hijos suyos se consagraron al Señor. A todos aventajó Carlos en virtud y santidad de vida.

Ya en sus tiernos años gustaba sobremanera del retiro, silencio y oración; apartábase de los juegos y entretenimientos de sus hermanos y consagraba el tiempo de los recreos a visitar iglesias, orando en ellas con angelical devoción.

Tenía especial cariño y amor a la Virgen nuestra Señora, y cada día rezaba el Oficio Parvo y otras preces marianas, como el rosario y las letanías, ante un altarcito que él mismo había aderezado en su aposento a la gloriosa Reina del cielo. Los sábados y vigilias de sus fiestas solía ayunar a pan y agua.

Amaba a los pobres con singular ternura, recordando que el bien que a ellos se hace lo tiene Jesucristo como hecho a Él mismo. Aunque de muy noble y opulenta familia, gustaba de llevar vestidos humildes y ordinarios. Trabajaba y distribuía entre los pobres el fruto de su labor.

Ya pequeñito sabía mortificarse y practicar algunas penitencias, y cierto día en que uno de sus hermanos le dio de bofetadas, él, en vez de vengarse, se arrodilló a sus pies pidiéndole perdón, y luego rezó por él un Padrenuestro.

Carlos Cayetano, religioso

Cuando tenía apenas diecisiete años, determinó consagrarse enteramente al servicio divino, abrazando alguna religión de vida rigurosa y austera; pero no sabía cuál elegir entre las tres severas órdenes de los Cartujos, Mínimos y Frailes Menores o Franciscanos.

Hizo una fervorosa novena al Espíritu Santo, en la que pidió luz para conocer su camino. Al terminarla ocurrió que Juan de San Bernardo, franciscano descalzo de la reforma de San Pedro de Alcántara, llegado de España a Italia para establecer allí esta nueva rama de la Orden de San Francisco, llegó a Isquia llevado de la providencia del Señor. Las eminentes virtudes de Juan, su vida santísima y su hábito austero y humilde, llenaron de admiración a Carlos Cayetano, el cual desde ese día ya no titubeó más en la elección. Dejó a su familia y pasó a Nápoles, al convento de Santa Lucía del Monte, pidiendo con insistencia ser admitido.

Pasados nueve meses de prueba, comenzó los santos ejercicios del noviciado, y poco después vistió el hábito religioso, trocando su nombre por el de Juan José de la Cruz, en honra de San Juan Bautista, cuya fiesta se celebraba al día siguiente; del glorioso San José, de quien era devotísimo, y de la sagrada Cruz, por la gran devoción que tenía a la Pasión de nuestro divino Salvador. Fue el primero en Italia en ingresar en la Reforma de Observantes Descalzos, y luego el principal promotor de la Orden en las provincias napolitanas.

El tiempo de su noviciado lo pasó entregado a las mayores austeridades, no excediéndole ningún novicio en la exactitud de la observancia regular. Ayunaba cada día a pan y agua, dormía breves horas, y consigo llevaba, como dice San Pablo, la mortificación de Cristo en su espíritu y corazón. San Francisco de Asís y San Pedro de Alcántara fueron los modelos que trató de imitar, llegando en breve a ser dechado de novicio.

Tres años permaneció en Nápoles después de su profesión, adelantando a grandes pasos por la senda de la virtud.

En el año de 1674 y cumplidos los veinte de su edad, viendo los superiores que, aunque mozo en los años, era eminente en virtud y santidad, lo enviaron a fundar un convento en Piedimonte de Afila, al pie de los montes Apeninos, y, con ser ese cargo de difícil desempeño, lo ejerció perfectamente ayudándose de la gracia del Señor. Dio fuerte impulso a la edificación del convento, ayudando él mismo a los albañiles y llevando sobre sus hombros piedras y otros materiales necesarios.

De ese modo, al juntarse las muchas fatigas y trabajos con sus grandes austeridades, le sobrevinieron recios vómitos de sangre que lo dejaron extenuado, y aun hubiera muerto a no ser por la protección visible de la Virgen María, merced a la cual cobró en breve la salud.

Concluida la fábrica material del convento, dedicóse a hacer reinar entre los religiosos un profundo silencio y recogimiento, y la observancia exacta y rigurosa de la santa Regla. Quería que aquella casa, primera de la Orden en Italia, no sólo rivalizara con la de Pedroso, fundada en Extremadura por el mismo San Pedro de Alcántara, sino que la excediera en el rigor de la observancia regular. Como si quisiera el Señor premiar el celo de su siervo, tuvo aquí fray Juan José el primer arrobamiento, viéndole los demás religiosos levantado en el aire durante un oficio que celebraba en la capilla.

A la edad de veintitrés años, fue ordenado sacerdote por mandato de los superiores, pues no quería él aceptar esta dignidad por juzgarse indigno de ella. También por obediencia consintió en dedicarse al cargo de confesor. Descubrió en el ejercicio de este santo ministerio su admirable ciencia teológica, que había aprendido, como Santo Tomás y Santa Teresa, más en la meditación del crucifijo que en el estudio de los libros. Con el fin de darse de lleno a la oración y penitencia, se retiró a una pequeña ermita próxima al convento, y muy en breve se le juntaron algunos religiosos, que bajo su dirección progresaron en perfección y santidad.

Maestro de novicios y provincial

A los veintisiete años cumplidos, lo nombraron los superiores maestro de novicios. En su nuevo cargo nunca se tomó licencia para dispensarse de la observancia regular; asistía puntualmente al coro y a los ejercicios de comunidad, siendo fidelísimo a la oración y espejo de virtudes religiosas para sus novicios. Áspero y riguroso consigo mismo, era muy blando y bondadoso con los demás. Ponía todo su afán en abrasar en el fuego del divino amor y traer a la imitación de Cristo y de su santísima Madre a cuantos tenía bajo su dirección.

Nombrado luego "guardián" del convento de Piedimonte, desempeñó con mucho acierto este cargo; pero, como su humildad prefería la obediencia al mando, hizo tales instancias a los superiores, que a poco le relevaron del empleo; mas no disfrutó largo tiempo de esa libertad tan deseada, pues en 1684, el Capítulo provincial volvió a nombrarle guardián.

El Señor le probó por entonces con grandes desolaciones interiores, pues se vio atormentada su alma con tinieblas y dudas que le hicieron padecer sobremanera. Sufrió esta prueba con mucha paciencia y el Señor se dignó premiarle con una visión en la que se le apareció el alma de un religioso muerto hacía poco, asegurándole que ninguno de los religiosos de San Pedro de Alcántara venidos a Nápoles se había condenado. Tan consolado quedó con esta revelación, que de muy buen grado aceptó las obligaciones que su nuevo cargo le imponía.

También por este tiempo plugo al Señor manifestar la santidad de su siervo con muchos y portentosos milagros, multiplicando el pan del monasterio y haciendo crecer en una noche legumbres recogidas la víspera para darlas a los pobres.

Libre ya otra vez del cargo de guardián, fue elegido en 1690 definidor de la Orden y al mismo tiempo repuesto en el cargo de maestro de novicios, cargo que desempeñó por espacio de cuatro años en Nápoles y en Piedimonte. Habiendo enfermado gravemente su anciana madre, acudió a su lado para asistirla en su agonía y muerte, siendo recibido por los de Isquia con grandes honores y muchas muestras de veneración.

En el año de 1702, los religiosos españoles fundadores de la Reforma de los Observantes Descalzos en Italia, juzgaron haber cumplido su cometido y regresaron a su patria. Con este motivo, los religiosos italianos suplicaron al padre Juan José que se encargara de llevar adelante la constitución de la provincia italiana. Después de vencer muchas y grandes dificultades, logró el apetecido intento, y el Capítulo de la nueva provincia le nombró ministro provincial a pesar de sus ruegos y lágrimas. En verdad fue acertada esta elección, pues él era el más apto para ocupar y asegurar la prosperidad de la naciente provincia, mantener el rigor de la observancia de San Pedro de Alcántara y hacer florecer las virtudes del patriarca San Francisco.

Cumplido el tiempo de su mandato y habiendo desempeñado con acierto tan preeminente cargo, volvió a la obediencia y vida común con gran consuelo y gozo de su alma, recogiéndose en el convento de Santa Lucía, para consagrar lo que le quedase de vida a la dirección y salvación del prójimo.

Virtudes y prodigios

Tenía Juan José ilimitada confianza en el Señor, y Dios se la premiaba con multitud de milagros y prodigios extraordinarios, como el que obró ocho años antes de su muerte, sucedido de la manera que aquí declaramos.

Al entrar cierto día del mes de febrero en el convento, se le acercó un comerciante napolitano y le rogó intercediera por su mujer gravemente enferma, la cual deseaba ardientemente comerse unos melocotones, cosa imposible de darle en aquella época del año. Díjole el Santo que tuviese confianza y que, al día siguiente, el Señor, San Pedro de Alcántara y San Pascual Bailón atenderían sus súplicas; y, como viera allí cerca unas ramas secas de castaño, dijo a fray Miguel que le acompañaba:

- Hermano Miguel, tome tres ramas de ésas y plántelas; si así lo hace, el Señor, San Pedro de Alcántara y San Pascual remediarán la necesidad de esa pobre mujer.

Fray Miguel repuso extrañado:

- Pero, Padre, ¿cómo van a dar melocotones estas ramas de castaño?

- Eso lo harán el Señor y San Pedro de Alcántara -le respondió Juan José.

Obedeció fray Miguel plantando las tres ramas secas de castaño en una maceta que estaba cerca de la ventana del Santo, y, cosa maravillosa, al día siguiente aparecieron todas cubiertas de hojas verdes, y vieron todos que de cada rama colgaba un hermoso melocotón; al comerlos la mujer enferma, quedó sana.

Los resplandores del divino amor que inflamaba su alma, iluminaban su rostro y daban a sus palabras singular blandura y piedad. Aunque no hubiese cielo ni infierno -decía-, quisiera yo amar a Dios por toda la eternidad.

El amor a Dios suele ir acompañado de grande amor al prójimo y sobre todo a los pobres y necesitados, y así el padre Juan José miraba como obligación suya socorrer y alimentar a los menesterosos, no consintiendo nunca que se despidiese del monasterio a un solo mendigo sin darle limosna. En cierta época de gran escasez, guardaba su propia comida y la de la comunidad para sustentar con ella a los necesitados, dejando en manos de la divina Providencia el cuidado de proveer a las necesidades del convento.

Su caridad para con los enfermos le llevaba a desear padecer los achaques y enfermedades que ellos padecían, y así lo pedía al Señor, siendo muchas veces oídas sus súplicas. Gustábale asimismo hacer grandes penitencias para que el Señor perdonase a los pecadores que con él se confesaban, y a los cuales no imponía sino una leve satisfacción.

Tanto a sus penitentes como a los enfermos que visitaba, les infundía tierna y filial devoción a la Virgen María, a quien amaba con singular ternura y cariño.

-- Acudid a la Virgen Santísima -les decía-; ella os ayudará, os consolará y os librará de vuestras penas y congojas.

-- Dale el dulcísimo nombre de madre -dijo un día a un joven estudiante de su comunidad-; dile Mamá, mamá, mi dulce y querida madre María!, y tenle grande y filial devoción y amor, pues ella es tu tierna madre.

Tenía en su celda un precioso cuadro de la Virgen que le regaló el famoso pintor Mattœis, y no apartaba de él sus ojos, consultando con su Madre celestial todas las dificultades. Aseguran algunos que esta santa imagen le habló repetidas veces.

Poseía en grado eminente las virtudes que son propias del estado religioso. Su obediencia a los mandatos de sus superiores era perfectísima; su amor a la pobreza era intenso. Durante toda su vida guardó íntegra la flor de la virginidad; y la humildad, que es fundamento de todas las virtudes cristianas, le hizo cumplir con alegría los oficios más bajos del convento. Guardaba riguroso silencio y, si alguna vez se veía precisado a hablar, lo hacía en voz baja. Iba siempre con la cabeza descubierta y bajo su hábito llevaba cilicios y cadenas que mudaba con frecuencia para aumentar sus dolores. Se disciplinaba duramente y, cuando sus superiores le obligaron a llevar sandalias, que fue a los cuarenta años, ponía en ellas clavos y piedrecitas. Daba brevísimo tiempo al sueño, y en los últimos treinta años de su vida no probó vino, agua, ni otra bebida; y, como en su vejez le aconsejaran moderar un tanto sus rigores a la vista de las enfermedades que padecía, él respondió:

-- No padezco ninguna dolencia que me impida trabajar en la salvación de las almas; y aun cuando la padeciera, ¿acaso no tendría que sacrificarme con Jesús crucificado por estas almas tan desgraciadas?

Éxtasis y otros favores celestiales

El divino Maestro suele complacerse en regalar con las celestiales delicias del Tabor a cuantos le aman lo bastante para seguirle valerosamente hasta el Calvario.

El padre Juan José de la Cruz tuvo frecuentes éxtasis, mereciendo además el insigne favor de tener al Niño Jesús en sus brazos en varias ocasiones, y señaladamente en la noche de Navidad. La Virgen María se le apareció y habló muchas veces, como él mismo lo declaró en ratos de esparcimiento.

Tuvo asimismo el don de bilocación. Vino un día al convento el criado de una duquesa, suplicando al Santo que fuese a visitarla, pues estaba gravemente enferma y quería confesarse; pero Juan José se hallaba también acostado sin poder moverse. El criado se volvió muy afligido y fue a su dueña para contarle la triste noticia. Mas cuál no sería su asombro cuando, al entrar en el cuarto donde yacía la enferma, halló en él al padre Juan José. Fuera de sí de gozo, prorrumpió en gritos de admiración, no pudiendo creer lo que veían sus ojos.

-- Eres muy cándido -le dijo el Santo, cuya humildad se vio comprometida-; he pasado a tu lado y no me has visto.

El Señor le favoreció con el don de profecía. Así, predijo un día su destino a tres jóvenes que fueron a consultarle. Al primero le dijo: "Hijo mío, tu vocación no es la vida religiosa; tienes cara de tener que morir ahorcado". Al segundo le dio este consejo: Ten cuidado y está alerta, hijo, pues te amenaza un grave peligro. Al tercero le dijo: Ruega a la Virgen con fervor, cumple fielmente todas tus obligaciones y el Señor te protegerá". Estas predicciones se verificaron a la letra, pues el tercero se hizo religioso franciscano descalzo. Pasando cerca de Puzzuoli, supo que el segundo había sido asesinado y ferozmente acuchillado en un monte cercano. Poco después halló al primero armado como un bandido, el cual le contó cómo se había escapado de la cárcel para evitar la muerte a que le condenaron por asesinato, y que ahora le perseguían por un homicidio.

Llamado otra vez el Santo para asistir a una religiosa moribunda, acudió al instante y, mirando a una jovencita, sobrina de la monja que estaba junto a su cama, dijo: Me habéis llamado para asistir a la muerte de la tía que aún vivirá largos años; pero la sobrina sí que está al borde de la eternidad. Poco después sanó la religiosa, y la joven murió repentinamente de apoplejía.

Su muerte

Los señalados premios y favores otorgados por el Señor a nuestro Santo, sólo consiguieron desprenderle más y más de las cosas de este mundo y acrecentar el deseo que tenía de las eternas. Por eso se llenó de santa alegría con la noticia de su próxima muerte. Una semana antes, o sea, a finales del mes de febrero del año 1734, rogó a su hermano que le encomendase al Señor en sus oraciones del viernes siguiente, y cabalmente fue ese día el postrero de su vida.

Le administraron la Extremaunción hallándose presente la comunidad y algunas personas honorables de la ciudad. Pasó la noche entretenido en fervorosos afectos de contrición, amor, agradecimiento y resignación, y al amanecer dijo al Hermano que le asistía:

-- Ya sólo me quedan breves momentos de vida.

Corrió el Hermano a decírselo al superior y toda la Comunidad acudió cabe su lecho, y entre gemidos y lágrimas le leyeron la recomendación del alma. Cuando el padre Guardián advirtió en el enfermo señales de agonía, le dio la absolución, y el Santo bajó la cabeza en prueba de agradecimiento. Luego, la levantó y miró con inefable ternura a la imagen de María, y, sonriendo plácidamente, cerró los ojos del cuerpo a las cosas visibles y expiró con grande tranquilidad. Su gloriosa alma voló al cielo para gozar eternamente de la bienaventurada presencia del Señor. Sucedió tan dichoso tránsito a los cinco días del mes de marzo del año 1734, cuando Juan José tenía ochenta de edad.

En el instante en que el espíritu del siervo de Dios voló al cielo, Diego Pignatelli, duque de Monte León, vio aparecer, de repente, delante de sí al Padre Juan José aureolado con luz sobrenatural y muy sano y robusto. Admiróse de lo que veía, pues unos días antes le había dejado enfermo en Nápoles, y así le dijo:

-- Pero ¿qué pasa, Padre Juan José? ¿De dónde que haya cobrado tan presto salud y fuerzas?

-- Ya estoy bueno y soy feliz -le contestó el Santo.

Y en diciendo estas palabras, desapareció. También se apareció a Inocencia Vabetta, que estaba durmiendo cuando murió el Santo, y a otros muchos, entre ellos al padre Bruno, que era religioso en la misma comunidad que Juan José.

Este admirable y santísimo siervo de Dios fue canonizado por Gregorio XVI junto con San Alfonso María de Ligorio, San Francisco de Jerónimo, San Pacífico y Santa Verónica de Juliani. Sus sagradas reliquias están en la ciudad de Nápoles, en la iglesia del convento de Sta.
Lucía del Monte.

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Fuente: Franciscanos.net
Cristóbal Macassoli de Milán, Santo Presbítero Franciscano, Marzo 5  

Cristóbal Macassoli de Milán, Santo

Presbítero Franciscano

Martirologio Romano: En Vigevano, en Lombardía, beato Cristóbal Macassoli, presbítero de la Orden de Hermanos Menores, insigne por su predicación y su caridad para con los pobres (1485).

Etimológicamente: Cristóbal = Aquel que lleva a Cristo consigo, es de origen griego.

 

Sacerdote de la Primera Orden (1400‑1485). Aprobó su culto León XIII el 26 de julio de 1890.

Cristóbal Macassoli nació en Milán a comienzos del siglo XV. Transcurrió su infancia en la inocencia y la bondad, bajo los cuidados solícitos de sus padres. Hacia los 20 años se hizo franciscano, cuando San Bernardino de Siena (1389‑1444) recorría las ciudades de Italia predicando incansablemente el evangelio, y suscitando un profundo cambio en las almas, con grandiosas conversiones, y trabajaba intensamente para volver a la Orden Franciscana a la primitiva observancia de la regla como la había dictado y practicado San Francisco de Asís.

Cristóbal, ardiendo en amor a Dios y a los hermanos, recorriendo el camino de la virtud, con pureza de corazón, con una viva confianza en Dios, en la austera observancia de la pobreza, se colocó en el camino luminoso de San Bernardino, místico sol del siglo XV. Ordenado sacerdote, fue insigne por su predicación y santidad, y por su entrega generosa y sin medida al ministerio apostólico. Su fama fue creciendo, ya por las numerosas conversiones que obró, ya por los poderes taumatúrgicos que se le atribuyeron. Con el ejemplo y con la palabra edificó la Iglesia de Cristo.

Con el Beato Pacífico Ramati de Cerano fundó el convento de Santa María de las Gracias en Vigevano, cuya admirable iglesia fue construida por Galeazzo Sforza y consagrada en 1476. Allí fijó su residencia después de una vida de gran actividad apostólica. Pronto la fama de su santidad se extendió tan ampliamente, que aun de partes lejanas llegaban a él numerosos fieles para pedir su oración y escuchar su palabra siempre llena de caridad y comprensión, para que bendijera a los enfermos y a los niños. Dios a menudo glorificó la santidad de su siervo fiel con prodigios.

Murió el 5 de marzo de 1485, a los 85 años de edad. Su cuerpo, rodeado de la veneración de sus devotos, fue sepultado en la iglesia de Santa María de las Gracias, en la capilla de San Bernardino. En 1810 sus reliquias fueron trasladadas a la catedral de Vigevano. Un antiguo testimonio del culto que le fue rendido es el cuadro del altar de Santa María de las Gracias de 1653, en el cual el Beato es representado junto con San Bernardino al lado de la Virgen. León XIII aprobó su culto el 25 de julio de 1890. No es raro que del Beato Cristóbal de Milán haya tomado Manzoni el nombre y la figura del Padre Cristóbal de Pescarenico, en su novela "Los Novios".

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Conón el Hortelano, Santo Mártir, Marzo 5  

Conón el Hortelano, Santo

Martirologio Romano: En Pamfilia, san Conón, mártir, hortelano de profesión, que bajo el emperador Decio fue obligado a correr ante un carro con los pies atravesados por clavos y, cayendo de rodillas, entregó el espíritu mientras oraba (c. 250).

En Pamfilia, era hortelano de profesión, que bajo el emperador Decio fue obligado a correr ante un carro con los pies atravesados por clavos y, cayendo de rodillas, entregó el espíritu mientras oraba (c. 250).

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Fuente: Franciscanos.org
Jeremías de Valaquia, Beato Religioso Capuchino, Marzo 5  

Jeremías de Valaquia, Beato

Religioso Capuchino

Martirologio Romano: En Nápoles, de la Campania, beato Jeremías de Valaquia (Juan) Kostistik, el cual, religioso de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, con caridad y alegría asistió incesantemente a los enfermos durante cuarenta años (1625).

Etimológicamente: Jeremías = La elevación del Señor, es de origen hebreo.

 

 

JUAN KOSTISTIK

Hermano profeso capuchino, que nació en el seno de una familia campesina de Rumania y, en su juventud, emigró a Nápoles (Italia). Las virtudes aprendidas en el hogar, las desarrolló durante su larga vida religiosa en el oficio de enfermero, en el que prodigó su entrega, ternura y amor a los más débiles y desamparados. Lo beatificó Juan Pablo II en 1983, y es el primer rumano elevado oficialmente al honor de los altares.

Nací en Rumania allá por el año 1556, y si me hubieran dicho de pequeño que terminaría siendo capuchino, no me lo hubiera creído; entre otras cosas porque no sabía qué era eso.

La culpa de todo la tuvo mi madre, que me llenaba la cabeza de sueños contándome cosas de Italia, donde estaban los buenos cristianos y todos los monjes eran santos; y además estaba el papa.

Tan bonito me lo pintó que a los 18 años dejé la familia y me puse en camino en busca de algo que intuía pero que no sabía concretar.

El viaje no fue fácil. Hasta llegar a encontrar lo que pretendía sufrí lo indecible e hice de todo: trabajar en una fábrica, cavar, guardar animales, servir a un médico y a un farmacéutico. Probé todos los oficios menos dos: paje y verdugo.

Después de tres años de ir deambulando de un sitio a otro llegué, por fin, a Italia; y cuál no sería mi decepción al comprobar que, de buenos cristianos, nada; mucho peor que los de mi tierra; hasta el punto que pensé en volverme otra vez a casa.

Menos mal que un anciano me hizo caer en la cuenta de que no podía generalizar mi primera mala experiencia. Me indicó que fuera a Nápoles y allí encontraría esos buenos cristianos que estaba buscando.

Y así fue; no sólo encontré repletas las iglesias, sino que también descubrí aquellos monjes santos de los que me hablaba mi madre: los capuchinos.

Al lado de los últimos

Los primeros años de profeso estuve en distintos conventos ayudando en la marcha de la casa; pero muy pronto me mandaron al convento de S. Efrén el Nuevo de Nápoles, donde me pasé cuarenta años como enfermero.

De mi madre aprendí a ser atento con los pobres, por eso veía lógico que entraran en la huerta de nuestro convento a comer lo que necesitaran. Pero los frailes se hartaron y pusieron una valla. Yo me indigné y, en plan apocalíptico, empecé a gritarles que ya no tendrían más esas cebollas gordas y hermosas que se criaban cuando no había valla, y que semejante avaricia sería causa de una gran carestía.

La verdad es que me sentía a gusto entre los pobres y me molestaban las injusticias que se les hacían. Cuando los notables de la ciudad se unieron para pedirle a S. Lorenzo de Brindis que se hiciera portavoz ante el rey de España Felipe III del pueblo oprimido y vejado por el virrey Pedro Girón, yo hice lo posible para convencer al P. Lorenzo -ya que él se resistía- para que aceptara esta delicada misión.

Pero con los pobres que más me volqué fue con los enfermos. La enfermería contaba con más de setenta, y aunque procuraba atenderlos a todos, prefería a los frailes sencillos, ya que los superiores solían estar bien atendidos por los otros frailes.

A pesar del trabajo y de los años, siempre mantuve la cara colorada y fresca. Tal vez fuera por lo mucho que me gustaban las habas; de ahí que me pidieran y yo las ofreciera pensando menos en la cosmética que en lo buenas que estaban.

Los enfermos me llevaban todo el tiempo, hasta el punto de que no necesitaba tener celda propia. Cuando alguien me preguntaba el porqué, solía responderle que el sueldo no me llegaba para pagar la pensión.

Bromas aparte, la verdad es que el trabajo era duro; sobre todo cuando tenía que atender a fray Anselmo de Calabria, que había perdido la cabeza y se ensuciaba continuamente de arriba a abajo; o a fray Salvador de Nápoles que además de lisiado había quedado como tonto y tenía que darle la comida en la boca como un pajarito, tranquilizándolo cuando me llamaba por las noches.

El Dios de cada día

Sin embargo no hay ningún misterio en todo esto. Si soportaba con alegría la dureza del trabajo era porque confiaba plenamente en mi Señor, a quien servía en mis hermanos.

A pesar del misticismo que envolvía el ambiente, yo siempre preferí el servicio al éxtasis. Recuerdo que una vez me pareció ver a la Virgen. Yo me atreví a preguntarle cómo siendo Reina estaba sin corona. Y ella me respondió que su corona era Jesús.

Esta experiencia me impresionó tanto, que pedí al Señor no tener más éxtasis, ya que me habrían impedido servir a los hermanos. Yo era del parecer que la mejor forma de amar a Dios es ejercer con responsabilidad el propio oficio, y el tiempo que queda dedicarlo a la oración.

Así era mi vida, hasta que el superior me mandó a visitar a D. Juan de Avalos que estaba gravemente enfermo. Hacía un frío y un viento terrible. Al volver al día siguiente al convento me sentí mal; era una pleuropulmonía. A los pocos días el Señor me llamó, y yo me fui contento de haber obedecido hasta dar la vida por los hermanos.
Era el 5 de marzo de 1625.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Gerásimo, Santo Eremita, Marzo 5  

Gerásimo, Santo

Eremita

Martirologio Romano: En Palestina, en la ribera del Jordán, san Gerásimo, anacoreta, que en tiempo del emperador Zenón, convertido a la fe ortodoxa por obra de san Eutimio, se entregó a grandes penitencias, ofreciendo a todos los que bajo su dirección se ejercitaban en la vida monástica, la norma de una integérrima disciplina y el modo de sustentarse (475).

 

San Gerásimo nació en Licia de Asia Menor, donde abrazó la vida eremítica. Después pasó a Palestina y, durante algún tiempo cayó en los errores eutiquianos, pero San Eutimio le devolvió a la verdadera fe.

Más tarde, parece que estuvo en varias comunidades de la Tebaida y finalmente, retornó a Palestina, donde se hizo íntimo amigo de San Juan el Silencioso, de San Sabas, de San Teoctisto y de San Atanasio de Jerusalén. Tan numerosos fueron sus discípulos, que el santo fundó una "laura" de sesenta celdas, cerca del Jordán y un convento para los principiantes. Sus monjes guardaban silencio casi completo, dormían en lechos de juncos y jamás encendían fuego dentro de las celdas, a pesar de que las puertas tenían que estar siempre abiertas.

Se alimentaban ordinariamente de pan, dátiles y agua y dividían el tiempo entre la oración y el trabajo manual. A cada monje se asignaba un trabajo determinado, que debía estar listo el sábado siguiente. Aunque la regla ya era de suyo severa, San Gerásimo la hacía todavía más rigurosa para sí y nunca cesó de hacer penitencia por su caída en la herejía eutiquiana. Según se cuenta, durante la cuaresma, su único alimento era la Sagrada Eucaristía. San Eutimio le profesaba tal estima, que le enviaba, por medio de los discípulos, a aquellos de sus seguidores a quienes consideraba llamados a la más alta perfección. La fama de San Gerásimo sólo cedía a la de San Sabas. El año 451, durante el Concilio de Calcedonia, su nombre sonó en todo el oriente. La "laura" que él había fundado florecía todavía un siglo después de su muerte.

En el "Prado Espiritual" Juan Mosco nos ha dejado una anécdota encantadora. Un día en que el santo se hallaba a orillas del Jordán, se le acercó cojeando penosamente un león. Gerásimo examinó la zarpa herida, extrajo de ella una aguda espina y lavó y vendó la pata de la fiera. El león se quedó desde entonces con el santo y fue tan manso como cualquier otro animal doméstico.

En el monasterio había un asno, que los monjes utilizaban para ir a traer agua, y éstos hacían que el león cuidara del asno cuando iba a pastar; pero un día, unos mercaderes árabes se lo robaron y el león volvió sólo y muy deprimido al convento. A las preguntas de los monjes, el león respondía con miradas lastimeras. El abad le dijo: "Tú te comiste al asno. Bendito sea Dios por ello. Pero de ahora en adelante tú harás el trabajo del asno". El león tuvo que acarrear agua para la comunidad. Poco tiempo después, los mercaderes árabes pasaron de regreso con el asno y tres camellos; el león les puso en fuga, cogió entre los dientes la brida del asno y lo llevó triunfalmente al monasterio, junto con los camellos. San Gerásimo reconoció su error y dio al león el nombre de Jordán.

Cuando murió el anciano abad, el león estaba desconsolado. El nuevo abad le dijo: "Jordán, nuestro amigo nos ha dejado huérfanos para ir a reunirse con el Amo a quien servía; pero tú tienes que seguir comiendo", pero el león siguió rugiendo tristemente. Finalmente el abad, que se llamaba Sabacio, condujo al león a la tumba de Gerásimo y, arrodillándose junto a ella, le dijo: "Aquí está enterrado tu amo". El león se echó sobre la tumba y empezó a golpearse la cabeza contra la tierra; nadie pudo apartarle de ahí y pocos días más tarde le encontraron muerto. Según algunos autores, el león que se ha convertido en el símbolo de San Jerónimo era en realidad el de San Gerásimo. La confusión se originó probablemente de la grafía "Geronimus" de ciertos documentos.

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Fuente: Martirologio Romano
Otros Santos y Beatos Completando santoral de este día, Marzo 5  

Otros Santos y Beatos

San Teófilo, obispo
Conmemoración de san Teófilo, obispo de Cesarea, en Palestina, que en tiempo del emperador Septimio Severo brilló por su sabiduría e integridad de vida (195).

San Foca, laico
En Sinope, en el Ponto, san Foca, mártir, labrador de oficio, que sufrió muchas injurias por el nombre del Redentor (c. s. IV).

San Kierano, abad y obispo
En Sahigir, en la región de Ossory, en Hibernia (hoy Irlanda), san Kierano, obispo y abad (530).

San Virgilio, obispo
En Arlés, en la Provenza, san Virgilio, obispo, que recibió como huéspedes a san Agustín y a sus monjes, cuando viajaban hacia Inglaterra por encargo del papa san Gregorio I Magno (c. 618).

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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