jueves, 22 de marzo de 2018

[ † ] Jueves del Santísimo Sacramento. 22/03/2018. San ¡ruega por nosotros!

JA

JMJ

Pax

Su padre Abrahán se regocijaba con el pensamiento de verme

† Lectura del santo Evangelio según san Juan 8, 51-59

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo dijo Jesús a los judíos:
"Yo les aseguro que el que pone en práctica mi palabra, no morirá nunca".
Al oír esto, los judíos le dijeron:
"Ahora nos convencemos plenamente de que estás endemoniado. Tanto Abrahán como los profetas murieron, y ahora tú dices: El que pone en práctica mi palabra no experimentará la muerte para siempre. ¿Acaso eres tú más importante que nuestro padre Abrahán? Tanto él como los profetas murieron, ¿por quién nos tienes?"
Jesús respondió:
"Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría; es mi Padre quien me glorifica, el mismo del que ustedes dicen: "Es nuestro Dios". En realidad no lo conocen; yo, en cambio, sí lo conozco. Y si dijera que no lo conozco, sería tan mentiroso como ustedes. Pero yo lo conozco de veras y pongo en práctica sus palabras. Abrahán, su padre, se alegró sólo con el pensamiento de que iba a ver mi día; lo vio y se llenó de alegría".
Entonces los judíos le dijeron:
"¿De modo que tú, que aún no tienes cincuenta años, has visto a Abrahán?"
Jesús les respondió:
"Les aseguro que antes que Abrahán naciera, yo soy".
Entonces los judíos tomaron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.

El Misterio de la Misa en 2 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk

El que no valora una obra de arte es porque necesita cultura: https://www.youtube.com/watch?v=mTKKaT-KaKw

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu

El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

San Leonardo, "El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc

Audio (1/5): https://www.youtube.com/watch?v=2NjKuVnxH58

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?

Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).

Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?

Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html

Catecismo 2181: La Eucaristía del domingo fundamenta y confirma toda la práctica cristiana. Por eso los fieles están obligados a participar en la Eucaristía los días de precepto, a no ser que estén excusados por una razón seria (por ejemplo, enfermedad, el cuidado de niños pequeños) o dispensados por su pastor propio (cf CIC can. 1245). Los que deliberadamente faltan a esta obligación cometen un pecado grave."

 

Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).

 

 

Misal

 

jue 5a. Sem cuaresma

Antífona de Entrada

Cristo es el mediador de la nueva alianza, porque mediante su muerte, aquéllos que han sido llamados, reciben la herencia eterna que les había sido prometida.

 

Oración Colecta

Oremos:
Asiste y protege siempre, Señor, a esta familia tuya que ha puesto en ti toda su esperanza, a fin de que, purificados de nuestros pecados, permanezcamos fieles a nuestro compromiso bautismal yobtengamos la herencia prometida.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

Serás padre de una multitud de pueblos

Lectura del libro del Génesis 17, 3-9

En aquellos días, Abrán cayó de bruces y Dios le dijo:
"Esta es la alianza que hago contigo: tú llegarás a ser padre de una muchedumbre de pueblos. No te llamarás ya Abrán, sino que tu nombre será Abrahán, porque yo te hago padre de una muchedumbre de pueblos. Te haré inmensamente fecundo; de ti surgirán naciones; y reyes saldrán de ti. Establezco mi alianza contigo y tus descendientes después de ti por siempre, como alianza perpetua. Les daré a ti y a tus descendientes, la tierra en la que ahora peregrinas, toda la tierra de Canaán, en posesión perpetua; y yo seré el Dios de tus descendientes".
Y el Señor añadió:
"Guardarás mi alianza tú y tus descendientes de generación en generación".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 104, 4-5.6-7.8-9

El Señor nunca olvida sus promesas.

Recurran al Señor y a su poder, busquen su rostro sin descanso. Recuerden las maravillas que hizo, sus portentos y sus justas decisiones. El Señor nunca olvida sus promesas Descendencia de Abrahán, su siervo, hijos de Jacob, su elegido: el Señor es nuestro Dios, en toda la tierra están en vigor sus decretos.
El Señor nunca olvida sus promesas.

El se acuerda de su alianza eternamente, de la palabra que ha dado por mil generaciones; del pacto concluido con Abrahán, y del juramento que hizo a Isaac.
El Señor nunca olvida sus promesas.

Aclamación antes del Evangelio

Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Hagámosle caso al Señor, que nos dice: "No endurezcan su corazón".
Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

Evangelio

Su padre Abrahán se regocijaba con el pensamiento de verme

† Lectura del santo Evangelio según san Juan 8, 51-59

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo dijo Jesús a los judíos:
"Yo les aseguro que el que pone en práctica mi palabra, no morirá nunca".
Al oír esto, los judíos le dijeron:
"Ahora nos convencemos plenamente de que estás endemoniado. Tanto Abrahán como los profetas murieron, y ahora tú dices: El que pone en práctica mi palabra no experimentará la muerte para siempre. ¿Acaso eres tú más importante que nuestro padre Abrahán? Tanto él como los profetas murieron, ¿por quién nos tienes?"
Jesús respondió:
"Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría; es mi Padre quien me glorifica, el mismo del que ustedes dicen: "Es nuestro Dios". En realidad no lo conocen; yo, en cambio, sí lo conozco. Y si dijera que no lo conozco, sería tan mentiroso como ustedes. Pero yo lo conozco de veras y pongo en práctica sus palabras. Abrahán, su padre, se alegró sólo con el pensamiento de que iba a ver mi día; lo vio y se llenó de alegría".
Entonces los judíos le dijeron:
"¿De modo que tú, que aún no tienes cincuenta años, has visto a Abrahán?"
Jesús les respondió:
"Les aseguro que antes que Abrahán naciera, yo soy".
Entonces los judíos tomaron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración sobre las Ofrendas

Mira, Señor, con agrado el sacrificio que vamos a ofrecerte, y concédenos por él la conversión de nuestra vida y la salvación del mundo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

La fuerza de la Cruz

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque en la pasión salvadora de tu Hijo diste a los seres humanos una nueva comprensión de tu majestad y una nueva manera de alabarla, al poner de manifiesto, por la eficacia inefable de la cruz, el poder del Crucificado
y el juicio que del mundo has hecho.
Por eso,
ahora nosotros, llenos de alegría, te aclamamos con los ángeles y los santos diciendo:

Antífona de la Comunión

Dios no escatimó la vida de su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros y con él nos ha dado todos los bienes.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Por medio de este sacramento, que ya desde ahora nos comunica tu fuerza, concédenos, Padre misericordioso, participar de la vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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Meditación diaria

Cuaresma. 5ª semana. Jueves

CONTEMPLAR LA PASIÓN

— La costumbre de meditar la Pasión de Nuestro Señor. Amor y devoción al Crucifijo.

— Cómo meditar la Pasión.

— Frutos de esta meditación.

I. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme. Yo te di a beber el agua salvadora que brotó de la peña; tú me diste a beber hiel y vinagre. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho...?1.

La liturgia de estos días nos acerca ya al misterio fundamental de nuestra fe: la Resurrección del Señor. Si todo el año litúrgico se centra en la Pascua, este tiempo "aún exige de nosotros una mayor devoción, dada su proximidad a los sublimes misterios de la misericordia divina"2. "No recorramos, sin embargo, demasiado deprisa ese camino; no dejemos caer en el olvido algo muy sencillo, que quizá, a veces, se nos escapa: no podremos participar de la Resurrección del Señor, si no nos unimos a su Pasión y a su Muerte (Cfr. Rom 8, 17). Para acompañar a Cristo en su gloria, al final de la Semana Santa, es necesario que penetremos antes en su holocausto, y que nos sintamos una sola cosa con Él, muerto sobre el Calvario"3. Por eso, durante estos días, acompañemos a Jesús, con nuestra oración, en su vía dolorosa y en su muerte en la Cruz. Mientras le hacemos compañía, no olvidemos que nosotros fuimos protagonistas de aquellos horrores, porque Jesús cargó con nuestros pecados4, con cada uno de ellos. Fuimos rescatados de las manos del demonio y de la muerte eterna a gran precio5, el de la Sangre de Cristo.

La costumbre de meditar la Pasión tiene su origen en los mismos comienzos del Cristianismo. Muchos de los fieles de Jerusalén de la primera hora tendrían un recuerdo imborrable de los padecimientos de Jesús, pues ellos mismos estuvieron presentes en el Calvario. Jamás olvidarían el paso de Cristo por las calles de la ciudad la víspera de aquella Pascua. Los Evangelistas dedicaron una buena parte de sus escritos a narrar con detalle aquellos sucesos. "Leamos constantemente la Pasión del Señor –recomendaba San Juan Crisóstomo–. ¡Qué rica ganancia, cuánto provecho sacaremos! Porque al contemplarle sarcásticamente adorado, con gestos y con acciones, y hecho blanco de burlas, y después de esta farsa abofeteado y sometido a los últimos tormentos, aun cuando fueres más duro que una piedra, te volverás más blando que la cera, y arrojarás toda soberbia de tu alma"6. ¡A cuántos ha convertido la meditación atenta de la Pasión!

Santo Tomás de Aquino decía: "la Pasión de Cristo basta para servir de guía y modelo a toda nuestra vida"7. Y visitando un día a San Buenaventura, le preguntó Santo Tomás de qué libros había sacado tan buena doctrina como exponía en sus obras. Se dice que San Buenaventura le presentó un Crucifijo, ennegrecido ya por los muchos besos que le había dado, y le dijo: "Este es el libro que me dicta todo lo que escribo; lo poco que sé aquí lo he aprendido"8. En él los santos aprendieron a padecer y a amar de verdad. En él debemos aprender nosotros. "Tu Crucifijo. —Por cristiano, debieras llevar siempre contigo tu Crucifijo. Y ponerlo sobre tu mesa de trabajo. Y besarlo antes de darte al descanso y al despertar: y cuando se rebele contra tu alma el pobre cuerpo, bésalo también"9.

La Pasión del Señor debe ser tema frecuente de nuestra oración, pero especialmente lo ha de ser en estos días ya próximos al misterio central de nuestra redención.

II. "En la meditación, la Pasión de Cristo sale del marco frío de la historia o de la piadosa consideración, para presentarse delante de los ojos, terrible, agobiadora, cruel, sangrante..., llena de Amor"10.

Nos hace mucho bien contemplar la Pasión de Cristo: en nuestra meditación personal, al leer el Santo Evangelio, en los misterios dolorosos del Santo Rosario, en el Vía Crucis... En ocasiones nos imaginamos a nosotros mismos presentes entre los espectadores que fueron testigos de esos momentos. Ocupamos un lugar entre los Apóstoles durante la Última Cena, cuando nuestro Señor les lavó los pies y les hablaba con aquella ternura infinita, en el momento supremo de la institución de la Sagrada Eucaristía...; uno más entre los tres que se durmieron en Getsemaní, cuando el Señor más esperaba que le acompañásemos en su infinita soledad...; uno entre los que presenciaron el prendimiento; uno entre los que oyeron decir a Pedro, con juramento, que no conocía a Jesús; uno que oyó a los falsos testigos en aquel simulacro de juicio, y vio al sumo sacerdote rasgarse las vestiduras ante las palabras de Jesús; uno entre la turba que pedía a gritos su muerte y que le contemplaba levantado en la Cruz en el Calvario. Nos colocamos entre los espectadores y vemos el rostro deformado pero noble de Jesús, su infinita paciencia...

También podemos intentar, con la ayuda de la gracia, contemplar la Pasión como la vivió el mismo Cristo11. Parece imposible, y siempre será una visión muy empobrecida con relación a la realidad, a lo que de hecho sucedió, pero para nosotros puede llegar a ser una oración de extraordinaria riqueza. Dice San León Magno que "el que quiera de verdad venerar la pasión del Señor debe contemplar de tal manera a Jesús crucificado con los ojos del alma que reconozca su propia carne en la carne de Jesús"12.

¿Qué experimentaría la santidad infinita de Jesús en Getsemaní, cargando con todos los pecados del mundo, la infamias, las deslealtades, los sacrilegios...? ¿Qué soledad ante aquellos tres discípulos que había llevado para que le acompañaran y por tres veces encontró dormidos? También ve, en todos los siglos, a aquellos amigos suyos que se quedarán dormidos en sus puestos, mientras los enemigos están en vigilia.

III. Para conocer y seguir a Cristo debemos conmovernos ante su dolor y desamparo, sentirnos protagonistas, no solo espectadores, de los azotes, las espinas, los insultos, los abandonos, pues fueron nuestros pecados los que le llevaron al Calvario. Pero "conviene que profundicemos en lo que nos revela la muerte de Cristo, sin quedarnos en formas exteriores o en frases estereotipadas. Es necesario que nos metamos de verdad en las escenas que revivimos (...): el dolor de Jesús, las lágrimas de su Madre, la huida de los discípulos, la valentía de las santas mujeres, la audacia de José y de Nicodemo, que piden a Pilato el cuerpo del Señor"13.

"Quisiera sentir lo que sientes, pero no es posible. Tu sensibilidad –eres perfecto hombre– es mucho más aguda que la mía. A tu lado compruebo, una vez más, que no sé sufrir. Por eso me asusta tu capacidad de darlo todo sin reservas.

"Jesús, necesito decirte que soy cobarde, muy cobarde. Pero al contemplarte clavado ya al madero, "sufriendo cuanto se puede sufrir, con los brazos extendidos en ese gesto de sacerdote eterno" (Santo Rosario, San Josemaría Escrivá), voy a pedirte una locura: quiero imitarte, Señor. Quiero entregarme de una vez, de verdad, y estar dispuesto a llegar hasta donde tú me lleves. Sé que es una petición muy por encima de mis fuerzas. Pero sé, Jesús, que te quiero"14.

"Acerquémonos, en suma, a Jesús muerto, a esa Cruz que se recorta sobre la cumbre del Gólgota. Pero acerquémonos con sinceridad, sabiendo encontrar ese recogimiento interior que es señal de madurez cristiana. Los sucesos divinos y humanos de la Pasión penetrarán de esta forma en el alma, como palabra que Dios nos dirige, para desvelar los secretos de nuestro corazón y revelarnos lo que espera de nuestras vidas"15.

La meditación de la Pasión de Cristo nos consigue innumerables frutos. En primer lugar nos ayuda a tener una aversión grande a todo pecado, pues Él fue traspasado por nuestras iniquidades y molido por nuestros pecados16. Jesús crucificado debe ser el libro en el cual, a ejemplo de los santos, debemos leer de continuo para aprender a detestar el pecado y a inflamarnos en el amor de un Dios tan amante; porque en las llagas de Cristo leemos la malicia del pecado, que le condenó a sufrir muerte tan cruel e ignominiosa para satisfacer a la Justicia divina, y las pruebas del amor que Jesucristo ha tenido con nosotros, sufriendo tantos dolores precisamente para declararnos lo mucho que nos amaba17.

"—Y se siente que el pecado no se reduce a una pequeña "falta de ortografía": es crucificar, desgarrar a martillazos las manos y los pies del Hijo de Dios, y hacerle saltar el corazón"18. Un pecado es mucho más que "un error humano".

Los padecimientos de Cristo nos animan a huir de todo lo que pueda significar aburguesamiento, desgana y pereza. Avivan nuestro amor y alejan la tibieza. Hacen a nuestra alma mortificada, guardando mejor los sentidos.

Si alguna vez el Señor permite enfermedades, dolores o contradicciones particularmente intensas y graves, nos será de gran ayuda y alivio el considerar los dolores de Cristo en su Pasión. Él experimentó todos los sufrimientos físicos y morales, pues "padeció de los gentiles y de los judíos, de los hombres y de las mujeres, como se ve en las sirvientas que acusaron a San Pedro. Padeció también de los príncipes y de sus ministros, y de la plebe... Padeció de los parientes y conocidos, pues sufrió por causa de Judas, que le traicionó, y de Pedro, que le negó. De otra parte, padeció cuanto el hombre puede padecer. Pues Cristo padeció de los amigos, que le abandonaron; padeció en la fama, por las blasfemias proferidas contra Él; padeció en el honor y en la honra, por las irrisiones y burlas que le infirieron; en los bienes, pues fue despojado hasta de los vestidos; en el alma, por la tristeza, el tedio y el temor; en el cuerpo, por las heridas y los azotes"19.

Hagamos el propósito de estar más cerca de la Virgen estos días que preceden a la Pasión de su Hijo, y pidámosle que nos enseñe a contemplarle en esos momentos en los que tanto sufrió por nosotros.

1 Improperios. Liturgia del Viernes Santo. — 2 San León Magno, Sermón 47. 3 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 95. 4 Cfr. 1 Pdr 2, 24. — 5 Cfr. 1 Cor 6, 20. — 6 San Juan Crisóstomo, Homilías sobre San Mateo, 87, 1. — 7 Santo Tomás, Sobre el Credo, 6. — 8 Citado por San Alfonso Mª de Ligorio, Meditaciones sobre la Pasión, 1, 4. — 9 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 302. — 10 ídem, Surco, n. 993. — 11 Cfr. R. A. Knox, Ejercicios para seglares, Rialp, Madrid 1956, pp. 137 ss. — 12 San León Magno, Sermón 15 sobre la Pasión. — 13 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 101. — 14 M. Montenegro, Vía Crucis, Palabra, 3ª ed., Madrid 1976, XI. — 15 San Josemaría Escrivá, loc. cit. — 16 Is 53, 5. — 17 San Alfonso Mª de Ligorio, o. c., 1, 4. — 18 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 993. — 19 Santo Tomás, Suma Teológica, 3, q. 46 a. 5.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

Santa Lea
Año 384

De "la santísima Lea", como la llama san Jerónimo, sólo sabemos lo que él mismo nos dice en una especie de elogio fúnebre que incluyó en una de sus cartas. Era una matrona romana que al enviudar - quizá joven aún - renunció al mundo para ingresar en una comunidad religiosa de la que llegó a ser superiora, llevando siempre una vida ejemplarísima.

Estas son las palabras insustituibles de san Jerónimo:
"De un modo tan completo se convirtió a Dios, que mereció ser cabeza de su monasterio y madre de vírgenes; después de llevar blandas vestiduras, mortificó su cuerpo vistiendo sacos; pasaba las noches en oración y enseñaba a sus compañeras más con el ejemplo que con sus palabras".

"Fue tan grande su humildad y sumisión, que la que había sido señora de tantos criados parecía ahora criada de todos; aunque tanto más era sierva de Cristo cuanto menos era tenida por señora de hombres. Su vestido era pobre y sin ningún esmero, comía cualquier cosa, llevaba los cabellos sin peinar, pero todo eso de tal manera que huía en todo la ostentación".

No sabemos más de esta dama penitente, cuyo recuerdo sólo pervive en las frases que hemos citado de san Jerónimo. La Roma en la que fue una rica señora de alcurnia no tardaría en desaparecer asolada por los bárbaros, y Lea, "cuya vida era tenida por todos como un desatino", llega hasta nosotros con su áspero perfume de santidad que desafía al tiempo.

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Fuente: ACI Prensa
Epafrodito, Santo Obispo, Marzo 22  

Epafrodito, Santo

Epafrodito parece haber nacido en Filipos.

Había ido a Roma, donde Pablo estaba cautivo, para llevarle una nueva colecta de parte de los filipenses. Allí cayó enfermo de cuidado, pero Dios tuvo misericordia de él y no quiso añadir tristeza sobre el alma de Pablo.

Los mismos filipenses, al saber que su emisario había estado enfermo, ardían en deseos de volverlo a ver, por lo que Pablo no dudó en separarse de su amado colaborador y lo despidió con una carta para los fieles de Filipos.

En la carta, Pablo rogaba a sus queridos neófitos que recibieran a su compatriota con toda alegría en el Señor, ya que para realizar la misión que le habían encomendado se había visto al borde de la muerte. Entregaba su vida para suplir los cuidados que los filipenses no le podían dar.

Fuera de este auténtico testimonio, no se posee otros detalles de la vida de Epafrodito; sin embargo, el Martirologio Romano señala que "luego fue Obispo de Terracina, enviado por San Pedro cuando éste estuvo en Roma, y donde bautizó a un buen número de conversos, dejando allí como obispo a Lino y partió a Terracina donde consagró a Epafrodito".

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Fuente: FrateFrancesco.org
Bienvenido Scotivoli, Santo Obispo, Marzo 22  

Bienvenido Scotivoli, Santo

Bienvenido Scotívoli nació en Ancona en 1188; estudió derecho en Bolonia bajo la guía de San Silvestre Guzzolini, canónigo de Osimo, después fundador de los monjes Silvestrinos.

Nombrado capellán pontificio, luego arcediano de Ancona. El 1 de agosto de 1263 fue nombrado administrador de la diócesis de Osimo, que había sido unida a la Numana por Gregorio IX en castigo por su adhesión al partido de Federico II. Restablecida la sede el 13 de marzo de 1264 Urbano IV le confió su gobierno a Bienvenido, que en 1267 fue también encargado por Clemente IV del gobierno de la Marca de Ancona.

En este período ordenó sacerdote a san Nicolás de Tolentino. Fue devotísimo de San Francisco, acogió en su diócesis a los Hermanos Menores y pidió pertenecer a la primera Orden. Vistió con fervor el hábito y se empeñó en vivir el espíritu seráfico.

Bienvenido fue un gran reformador. Por una disposición del 15 de enero de 1270 prohibió al monasterio de San Florencio de Pescivalle, del cual era administrador, enajenar los bienes.

En un sínodo habido el 7 de febrero de 1273 prohibió la venta de las propiedades eclesiásticas y en 1274 puso en marcha las reforma del capítulo de la catedral y defendió los derechos de la diócesis sobre la ciudad de Cingoli.

En su ministerio episcopal siempre tuvo como única meta promover la gloria de Dios, despreciar las riquezas y las cosas del mundo, trabajar intensamente por el bien de su alma y de las almas confiadas a sus cuidados.

En su actuación sabía unir la fortaleza y la suavidad de los modales, para el triunfo de la justicia y de la paz en el vínculo del amor. Fue un verdadero y buen pastor de su rebaño y vigilante custodio de las leyes de Dios y de la Iglesia. Celoso en la predicación evangélica y en la instrucción catequística, muchas veces visitó la diócesis, celebró un sínodo diocesano en el cual dictó sabias normas para promover la disciplina eclesiástica. Promovió la cultura y la formación de los nuevos levitas, que preparaba para el sacerdocio, con palabra inspirada, con el buen ejemplo, y con su vida santa.

Bienvenido murió el 2 de marzo de 1282, a los 94 años de edad. Fue sepultado en la iglesia catedral de Osimo en un noble mausoleo, por disposición del clero y el pueblo. Sobre su sepulcro tuvieron lugar gracias y milagros. Martín IV reconoció el culto en 1284, sin haber sido canonizado.

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Fuente: Vatican.va
Clemens August von Galen, Beato Obispo, Marzo 22  

Clemens August von Galen, Beato

Nació el 16 de marzo de 1878 en el castillo de Dinklage, en Oldenburg (Alemania). Era el undécimo de trece hijos de los condes Ferdinand y Elisabetta von Spee; creció en el seno de una familia creyente. Comenzó sus primeros estudios en el colegio de los jesuitas de Feldberg y obtuvo el título de bachillerato en 1896, en Vechta. Continuó sus estudios en Friburgo (Suiza), Innsbruck y Münster. Recibió la ordenación sacerdotal el 28 de mayo de 1904.

Durante un breve período ejerció el ministerio como vicario cooperador de la catedral de Münster; luego fue nombrado vicario cooperador de la iglesia de San Matías en Berlín. Comenzó así una actividad sacerdotal en la capital del antiguo imperio alemán, que duró 23 años. Trabajó durante algunos años como cooperador en la parroquia de San Clemente; luego fue nombrado párroco de San Matías en Berlín-Schöneberg. Allí vivió los años terribles de la primera guerra mundial, los disturbios de la posguerra y un largo período de la época de Weimar. La situación de la diáspora en Berlín le obligó a afrontar notables exigencias pastorales. En 1929 fue nombrado párroco de la iglesia de San Lamberto en Münster.

A la muerte del obispo Johannes Poggenburg, fue nombrado obispo de Münster. Recibió la consagración episcopal el 28 de octubre de 1933. Eligió como lema: "Nec laudibus, nec timore" (Ni por alabanzas ni por amenazas me desviaré de los caminos de Dios).

En su primera carta pastoral, para la Cuaresma de 1934, desenmascaró la ideología neopagana del nacionalsocialismo. En los años siguientes defendió continuamente la libertad de la Iglesia y de las asociaciones católicas, así como la enseñanza de la religión. En un sermón en la catedral de Xanten, en la primavera de 1936, acusó abiertamente al régimen nacionalsocialista de discriminar a los cristianos, encarcelarlos y hasta matarlos.

Mons. Clemens August von Galen fue uno de los obispos que Pío XI invitó a Roma en enero de 1937 para conversar con ellos sobre la situación en Alemania y para preparar la encíclica "Mit Brennender Sorge" (Con gran preocupación), en la que el Papa acusó al régimen nacionalsocialista ante la opinión mundial. Gran resonancia mundial tuvieron más tarde, como punto culminante de su resistencia abierta contra el nacionalsocialismo, los tres famosos sermones que pronunció en el verano de 1941 ―el 13 de julio y el 3 de agosto― en la iglesia de San Lamberto y ―el 20 de julio― en la parroquia de Nuestra Señora en Münster, llamada "Überwasserkirche"; en ellos condenó los abusos del Estado y reclamó el derecho a la vida, a la inviolabilidad y a la libertad de los ciudadanos. Fustigó duramente el asesinato de los discapacitados físicos y mentales por considerarlos "improductivos". Por su actitud valiente fue llamado "el León de Münster". La autoridad nacional se sintió fuertemente herida y quería detenerlo y asesinarlo, pero temió perder el apoyo de la población católica de la diócesis de Münster para el tiempo de la guerra. El obispo sufrió mucho porque en su lugar llevaron a campos de concentración a 24 miembros del clero secular y 18 del clero regular, de los cuales 10 perdieron la vida.

En los difíciles meses de la posguerra, muchas personas recurrían a él. Se opuso abiertamente a las autoridades de ocupación cuando se quería cometer alguna injusticia. Contradijo enérgicamente a la opinión entonces dominante de la culpabilidad colectiva de todos los alemanes.

Pío XII lo creó cardenal el 18 de febrero de 1946, como reconocimiento a su actitud intrépida durante el período del nacionalsocialismo. Los fieles que llenaban la basílica de San Pedro aplaudieron cuando recibió de manos del Papa la dignidad cardenalicia. Al regresar a la diócesis, el 16 de marzo de 1946, fue acogido con entusiasmo por una gran multitud. Ante las ruinas de la catedral destruida pronunció su último discurso. Al día siguiente, después de una operación quirúrgica, enfermó de gravedad. Murió el 22 de marzo de ese mismo año y fue sepultado en la capilla de San Ludgero de la catedral derruida.

Fue un hombre de fe profunda y muy piadoso, como lo atestiguan sus cartas; uno de sus primeros actos pastorales fue la institución de la adoración perpetua en la iglesia de San Servacio de Münster. De su oración profunda sacaba fuerza para su inquebrantable resistencia a la injusticia e inhumanidad de los poderosos nacionalsocialistas y para su acción pastoral. Muchas veces, al alba, peregrinaba al santuario de la Virgen en Telgte para suplicar la protección de la Madre de Dios. Sigue siendo también hoy modelo para afrontar la "dictadura" de la moda o de la opinión pública, y enseña que se debe sacar la fuerza para ello de la fe personal y de una religiosidad auténtica.

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Fuente: Iberopuebla.edu.mx
Nicolás Owen, Santo Mártir Jesuita, Marzo 22  

Nicolás Owen, Santo

Es el santo del silencio, la oración, el trabajo y la amistad.

Niñez y familia

Sabemos muy poco. Nace en Oxford. Su padre es Walter Owen, un carpintero nombrado en los registros de la ciudad.

Walter tiene éxito al ejercer una verdadera influencia religiosa en sus hijos. Los tiempos de la Reforma, iniciada por Enrique VIII, deben vivirse con gran cuidado. Es un período de constante tira y afloja. Inteligencia y acción son los requisitos necesarios para cualquier empresa. También, cuando se trata de preservar la fe de los hijos.

Toda la familia Owen, con el ejemplo del padre, mantiene incólume la fe y se consagra enteramente a ella.

Enrique, el hermano mayor, después de aprendido el oficio de impresor, se dedica al peligroso comercio de editar y distribuir los libros católicos. Desde 1595 a 1601, en Northamptonshire, dirige la editorial que tiene como logotipo el de "impreso en Amberes".

Sus hermanos Walter y John reciben la ordenación sacerdotal en el célebre Colegio de Douai del continente.

Nicolás, todavía laico, siempre ayuda con dinero. Esto consta por una carta del P. Enrique Garnet, el superior de los jesuitas. "Nosotros tenemos como bienhechores a un buen número de laicos, todos muy bien conocidos. Uno de ellos es un carpintero. Quiera Dios que un día pueda ingresar en nuestra Compañía. Él tiene una extraordinaria habilidad y maestría, digna de toda confianza, para construir gratuitamente en todo el país escondites que permiten a los sacerdotes católicos estar seguros del furor protestante. Cualquier dinero que es forzado a recibir por sus trabajos, él lo da a sus dos hermanos presos, uno sacerdote y el otro un laico".

Un poco de historia

Desde un comienzo, como dijimos, los Owen sobreviven a la Reforma. Walter Owen, el padre, vive el infeliz tiempo del cambio, pero conserva el camino antiguo.

Bajo el reinado de Enrique VIII, Walter conoce de cerca la muerte de Tomás Moro, el santo Lord Canciller del Reino. También oye hablar del martirio de los Cartujos. Sin embargo, la práctica religiosa del país parece no haber cambiado para la gente común. Se puede oír misa y recibir los sacramentos. Walter vive y, probablemente, lamenta la expulsión de los religiosos de Oxford. Pero hasta la muerte del rey Enrique VIII Walter cree que, sin peligro, puede seguir siendo un buen católico.

Eduardo VI, el hijo del rey Enrique, reforma la religión de Roma. La misa católica queda prohibida y los servicios ingleses son ahora obligatorios. Las imágenes de los santos y de la Virgen son destruidas o mutiladas. Los altares de piedra son reemplazados por mesas de madera. En todas partes los predicadores del rey hablan contra la Eucaristía y ridiculizan a María. El sacramento de la Penitencia se suprime o es administrado muy en secreto. Ahora, en la misa las especies no se cambian en el cuerpo y la sangre de Cristo.

Después de siete años, Eduardo muere en 1553 y, lo sucede su media hermana María. Ella es católica. El antiguo régimen vuelve a ser restaurado. La Iglesia en Inglaterra se reconcilia con Roma y todo parece volver al verdadero cauce.

Pero la paz y la unidad, una vez rota, son difíciles de reconstruir. Muchos de los reformadores, que un día tuvieron poder en el reinado de Eduardo, no se someten.

En Oxford, los tres reformadores más importantes: Cramer, Latimer y Ridley, son quemados vivos. Tal vez los Owen ayudan a encender las hogueras. A lo mejor sienten repulsión o, con la implacable conducta de los pequeños, injurian a los condenados. No lo sabemos. Pero Nicolás, por cierto, no tiene suficiente edad para participar en la restauración.

En 1558, Isabel I sube al trono. Ella también es hija de Enrique VIII. La nueva reina determina que la Reforma regrese con toda su fuerza.

Nicolás, el carpintero

Pero, ¿qué pasa en Oxford? Nicolás empieza a vivir sus años de turbación. No vuelve ya el tiempo tranquilo de la niñez. Él tiene ahora diez años.
Aprende el oficio de albañil y carpintero con su padre. La carpintería, en ese tiempo, es una profesión que no está abierta a los aficionados. Nicolás, con entusiasmo, llega a ser un notable maestro en el arte.

Ingreso en la Compañía de Jesús

¿En qué fecha ingresa Nicolás a la Compañía de Jesús? No lo sabemos exactamente. Pero desde muy temprano se une al grupo que es fiel a los jesuitas.

La primera expedición, la de los PP. Roberto Persons y Edmundo Campion, cruza el canal de la Mancha en junio de 1580. A Nicolás Owen no le resulta difícil contactarse con ellos. Los dos han sido profesores en la Universidad de Oxford. Por lo tanto, son antiguos conocidos y él es de confianza.

El P. Roberto Persons es el superior. No tiene instrucciones de admitir en la Compañía. Lo puede hacer en casos urgentes y muy cualificados. Lo normal es ingresar a un noviciado, pero éste está en el continente. Persons acepta a Nicolás, pero lo deja en el país. No parece conveniente prescindir de sus servicios. Le exige guardar estricto secreto. Owen acepta. Tanto es el silencio que muy pocos, aun sus propios hermanos jesuitas, los actuales y los siguientes, llegan a imaginar que él es religioso.

Con San Edmundo Campion

La primera misión recibida es ser compañero y discípulo del P. Edmundo Campion. Es un noviciado muy especial y con un maestro santo.

Edmundo tiene por ministerio recorrer el país, a lo largo y a lo ancho. "A caballo voy de una parte a otra. Es una tarea pesada y maravillosa. Durante los viajes pienso y medito mis sermones. Luego, en casa, los corrijo. No escaparé de las manos de los enemigos. Ellos tienen muchos ojos, muchas bocas, muchos espías y también argucias. Voy disfrazado, en forma bastante ridícula. Constantemente cambio el disfraz y también el nombre".

Detrás de Campion también cabalga Nicolás con su disfraz. Ha escogido el traje pobre del sirviente. En esto ha insistido ante Edmundo, quien desearía mostrarlo como un amigo. Sí, la amistad es verdadera, pero Nicolás prefiere estar en un tercer plano. Es más seguro para Campion. Owen así puede vigilar mejor, contra los ojos y las bocas que amenazan a su amigo que va siempre en oración.

Aprende a orar, al galope, al trote o al paso, en la mejor escuela y con el mejor maestro.

Los libros de Campion, el famoso documento dirigido al Consejo de la Reina y también las "Diez Razones", son publicados en la imprenta de Enrique Owen, el hermano mayor. Nicolás se encarga de llevar los manuscritos a la imprenta clandestina y de distribuir los libros entre los amigos fieles.

El martirio de Campion

Lo sabemos. Edmundo Campion es detenido el 16 de julio de 1581 en Lyford. El traidor se llama Jorge Elliot, que se hace pasar por un católico fiel.

Es seguro: Nicolás Owen no estuvo en esa ocasión. ¿Por qué? ¿En qué otra misión lo tenía ocupado ese día la obediencia?

Nicolás sufre con la prisión del amigo, su padre y compañero. ¿Quién puede darle paz y lograr consolarlo? En la soledad y en la oración muchas veces repasa su ausencia en ese día amargo. Si él hubiera estado ahí, tal vez la situación habría sido diferente. No se disculpa, pero llora en silencio.

El P. Roberto Persons pretende darle la paz que necesita. Su misión ahora, le dice, es atender a Campion en la prisión, mientras se desarrollen los procesos. Nicolás es hábil y él puede comunicarse con los detenidos. Además del P. Campion hay otros sacerdotes en la cárcel. Nicolás debe hacer llegar los elementos para que todos puedan celebrar la santa misa.

Alexander Briant es uno de ellos. Es también su amigo. Con él ha trabajado en la imprenta clandestina. Alexander ha pedido ingresar en la Compañía de Jesús y Nicolás lo sabe. Alexander recibe corporales, pan y vino para poder celebrar la Misa. Además Nicolás le hace llegar los elementos para que pueda escribir unos mensajes.

El martirio de san Edmundo Campion y el de san Alexander Briant tiene lugar en Tyburn, en Londres, el 1 de diciembre de 1581. Nicolás está presente, confundido con el pueblo. Allí observa, reza y llora.

Nicolás Owen es detenido

Después del martirio, Owen decide hablar. No es capaz de guardar silencio. Olvida todas las recomendaciones que le ha dado el superior acerca de la prudencia. No puede callar. Algo interior lo impulsa a dar un testimonio.

Ante muchos, abiertamente, atestigua la inocencia de sus mártires tan queridos. Asegura, ante quien lo quiera oír, que en esos hombres no hay traición y que sus muertes son fruto del odio por la causa religiosa. Lo hace con tal vehemencia que atrae las sospechas de los perseguidores. Decir estas cosas es un agravio a las autoridades del país.

Es arrestado, llevado a prisión y encadenado. Nicolás está contento. Para sentirse menos indigno, agrega un cilicio a sus cadenas. Los magistrados, es cierto, no lo conocen muy bien. No saben qué relaciones tiene con los ajusticiados. Sin embargo lo torturan, con la esperanza de obtener alguna información acerca de los domicilios de sacerdotes. Nicolás no abre la boca, no dice nada. Se las arregla para pasar por un hombre simple e ignorante.

La liberación del simple

Pocos meses después es dejado libre. Un caballero cancela la multa. Por lo demás, las autoridades no pretenden otra cosa sino darle una lección a ese hombre insignificante que ha dicho palabras ofensivas.

Todavía no ha llegado el tiempo en el que un importante Consejero privado de la reina escriba lleno de gozo: "¿Tomaron preso al hombre que conoce todos los escondites secretos? Estoy feliz. Me las arreglaré con él".

Un jesuita solo

¿A dónde ir? ¿Qué puede hacer ahora? Ya no hay jesuitas en Inglaterra. El P. Roberto Persons ha pasado al continente. Está en Roma. Los superiores de la Compañía lo han hecho ir allí para informar y librarlo de la búsqueda encarnizada de los enemigos.

Nicolás es astuto. Él es arquitecto y albañil. Empieza a vivir de su trabajo. Vuelve a recorrer los sitios, uno tras otro, los que ha visitado con el P. Campion. Esos amigos fieles lo protegen. Con ellos algo puede hacer por la fe. No es mucho, pero hay que mantener la ceniza ardiente.

Un día sabe que en Inglaterra queda todavía un jesuita. Es el P. William Weston, el único que hasta ahora ha logrado eludir a los cazadores. Se entrevista con él, se confiesa. La alegría es grande. Pero no es posible organizar una vida juntos. El peligro existe y la prudencia aconseja vivir separados.

La llegada de Southwell y Garnet

En el mes de julio de 1586 llegan a Inglaterra los PP. Enrique Garnet y Roberto Southwell. Son los nuevos misioneros que vienen a restaurar la fe y la Compañía de Jesús en el reino.

De inmediato Nicolás Owen se contacta con ellos. Probablemente en Hurleyford, en la casa de Richard Bold, adonde han sido conducidos por el P. Weston. Allí organizan el plan de acción. Nicolás queda a las órdenes del P. Garnet, el nuevo superior. La vida parece de nuevo sonreír al carpintero.

El P. Enrique Garnet

El nuevo jefe de Owen es un hombre extraordinario. Nicolás lo admira desde el primer día. En muchos aspectos no puede menos de recordar al querido P. Campion. El P. Roberto Southwell toma la dura tarea de la evangelización. Garnet y Owen organizan el trabajo en la retaguardia.

A Nicolás Owen le quedan dieciocho años de vida. En todos ellos no se separa jamás del P. Enrique Garnet. Este incrementa a la misión inglesa de la Compañía desde cero hasta más allá de cuarenta jesuitas.

Los escondites secretos

El superior encarga a Owen lo que él sabe hacer muy bien. Debe construir, en las diferentes casas católicas que los jesuitas visitan, los lugares secretos para esconder a los sacerdotes y asegurar así sus ministerios.

De noche, mientras los otros duermen, Nicolás trabaja. Él hace los planos. Es arquitecto, carpintero y albañil. Reza mucho, de rodillas, y cada día recibe el Cuerpo de Cristo. Después, en total soledad comienza su labor.

El secreto más absoluto es esencial. A ningún sirviente le está permitido ayudar, porque Nicolás no debe fiarse de nadie. La prudencia es la clave del éxito. Él lo sabe, hay muchos espías infiltrados en las casas de los católicos.

Nicolás horada los muros gruesos de los castillos medievales. El escondite tiene que ser sólido y suficiente para varios sacerdotes a la vez. No debe ser detectado por los cazadores si golpean las paredes. El ingreso ha de ser secreto y muy disimulado.

Nicolás se las ingenia para hacer carpinterías increíbles. No hay dos iguales. Si uno es descubierto, los otros están a salvo.

Un ardid de Owen es construir un escondite oculto dentro de otro, también secreto. Así, el que descubre el primero, lo encuentra vacío y deja entonces de buscar. Muy a menudo hay en ellos una despensa para alimentos. Conecta tubos de respiración a lugares insospechados para que el sacerdote pueda permanecer en ellos hasta quince días. Los hay en todos los sitios imaginables. Algunos, encima del hall principal. Otros, detrás de la chimenea. Algunos bajo tierra, en el jardín, conectados con pasadizos subterráneos. Los hay también, excavados en el mismo arco de la entrada.

Esa lista interminable

Es imposible hacer una lista de todos los trabajos hechos por Nicolás Owen. Él tiene especial cuidado de no hablar a nadie de los escondites. Muchos, en pleno siglo veinte, todavía no han sido descubiertos. Cuando se encuentran algunos, se adivina la mano de Owen por la manera de estar construidos y porque esas casas fueron frecuentadas por los jesuitas.

El escondite de Coughton Hall, descubierto en 1870, es verdaderamente ingenioso. Allí Owen hace un agujero en la pared gruesa del mirador de la torre del nordeste. Adentro pone una escalera, tapices, ropa de cama y un altar de fierro. En la misma casa hay un segundo escondite detrás de la chimenea en el piso principal. La propiedad fue de la familia Throckmorton, muy unida al P. Enrique Garnet.

En Worcestershire hay una serie de escondites. Todos son obras de Nicolás Owen. La mansión perteneció a los infortunados hermanos Roberto y Tomás Wintour, involucrados en el Complot de la Pólvora. En esa casa, más de una vez, el P. Garnet fue huésped.

La lista de escondites es muy numerosa. No los nombraremos todos. Ahí están los de Ingatestone, en Essex, el de Gayhurst en la mansión de Sir Evarad Digby, y los de Coldham Hall, muy cerca de la tumba de san Edmundo Campion.

También pertenece a Owen el lugar secreto de Thrumpton Hall, en Nottinghamshire. Enrique Garnet estuvo en esa casa cuando fue propiedad de la católica familia Powdrell. Este escondite quedó al descubierto en 1927, cuando Lord Byron, el nuevo propietario, decidió investigar acerca de la tradición de una escalinata secreta que debía ir desde el hall del primer piso hacia arriba.

La escalinata fue descubierta en una esquina de la hondonada que está junto al cañón de la chimenea. Podría pasar como el lugar adecuado para las reparaciones del cañón. Pero al pie de la escalinata Owen ha puesto una puerta secreta, hacia abajo, dejando adentro un aposento bastante amplio que él construye en piedra encima del subterráneo. Un escondite perfecto. En caso de ser descubierta la escalinata, ésta no llega al aposento secreto. Los cazadores irán hacia arriba, ninguno hacia abajo.

La mejor conservada de todas sus obras está en Sawston Hall, en Cambridgeshire. Está construida en el extremo superior de una ancha escalinata de encina que está a la vista y conduce al segundo piso. Nadie puede imaginar, mientras sube, que hay una puerta secreta entre los barrotes que sostienen el pasamano. Hoy día los turistas y los católicos pueden visitarla y admirarla. La casa perteneció, entonces y hasta hoy, a la familia Huddleston, con quienes trabajó John Rigby hasta el día de su martirio en 1600. Nicolás trató con John mientras hizo su trabajo y fue el ejemplo para que John Rigby entrara en la Compañía de Jesús como Hermano coadjutor.

En Londres todavía existe una casa, a las afueras de Strand, en Baddesley Clinton, donde Nicolás construyó por los menos dos escondites. Fueron hechos a petición de Ana Vaux, una de las mujeres que perteneció con voto de obediencia, a igual que Juana Wiseman y la condesa de Arundel Ana Dacre, a la asociación fundada por el P. Enrique Garnet.

Para construir esos escondites, Nicolás examina la casa. De inmediato intuye que la antigua cloaca es sin duda el sitio ideal. Para iniciar el trabajo pretexta que son absolutamente necesarios unos nuevos desagües. Ello lo libera de sospechas. Hace un foso nuevo. Bloquea el túnel antiguo con cantería de piedra. Habilita ranuras verticales en la parte baja de la muralla. El ingreso lo pone junto a la ventana del dormitorio. Por cierto, construye un segundo escondite hacia arriba, con la misma entrada, que cumple la finalidad de una mayor seguridad y guía a los cazadores a un lugar vacío.

Una ironía de la historia

Muchos escondites secretos, construidos por Nicolás, sirvieron con el tiempo para ocultar después a descendientes reales. Jamás pudo pensar el gobierno de Jacobo I al torturar hasta la muerte a Nicolás Owen que esas construcciones iban a salvar las vidas de los parientes descendientes del rey.

En Ufton Court hay un escondite, ciertamente construido por Nicolás Owen, que sirvió para proteger al príncipe Carlos Eduardo, el pretendiente, en su visita secreta a Inglaterra en 1754. Ufton perteneció a la perseguida familia de los Perkins y allí en un tiempo se refugió el P. Garnet.

Otro escondite, el construido por Owen en Boscobel, en casa de los Stuart sirvió para ocultar al rey Carlos II después de la batalla de Worcester.

La consulta clandestina

Apenas Nicolás Owen termina los escondites de Baddesley Clinton, el P. Enrique Garnet decide que ese lugar es el adecuado para tener una reunión con todos los súbditos dispersos. Ese año 1591 se ha presentado duro para la Iglesia católica. El gobierno de Inglaterra, después de la derrota de la Invencible Armada en 1588, lejos de agradecer a los católicos por la lealtad en la crisis, ha decidido proceder con mayor rigor. Cada día se promulgan leyes más duras, las detenciones se hacen frecuentes y las condenas a la horca se ejecutan con rigor.

El P. Garnet desea compartir sus aprehensiones. En la convocatoria a once jesuitas, para el 14 de octubre, está consciente de los riesgos que todos corren. Él dice: "No podemos encontrarnos todos al mismo tiempo. Hasta el día de la renovación de los votos, la responsabilidad es mía. Después, pertenece a cada uno".

El día 18, festividad de San Lucas, terminan los días de ejercicios y los once renuevan los votos religiosos. Han intercambiado ideas y el P. Garnet ha asignado las nuevas misiones. El superior no parece estar muy angustiado. Al fin dice: "No puedo garantizar la seguridad de nadie. La reunión ha terminado". Salen de inmediato cuatro, los otros cinco sacerdotes y dos Hermanos permanecen. Entre ellos Nicolás Owen.

Una escapada increíble

A las cinco de la mañana del día 19, cuando los sacerdotes están en Misa y oración, a punto de dispersarse, las calles que rodean la casa son bloqueadas. El inmenso portón de entrada es violentado y los cazadores pretenden entrar al patio. Los sirvientes con horquetas los rechazan. El tumulto y los gritos de los defensores es enorme.

Dejemos la palabra al P. John Gerard, presente ese día.

"El P. Roberto Southwell estaba al comienzo de la Misa, los demás estábamos en oración. De repente oí el alboroto en la puerta principal. También oí a los sirvientes que impedían el acceso. El P. Southwell también oyó el griterío. De inmediato adivinó lo que estaba sucediendo. Rápidamente se sacó los ornamentos y desmontó el altar. Mientras lo hacía, nosotros tomamos todas nuestras cosas. No dejamos nada que pudiera delatar la presencia de un sacerdote.

Algunos salieron y dieron vuelta los colchones de las camas para engañar a los que fueran a inspeccionarlas. Afuera, los rufianes gritaban y chillaban, pero los sirvientes sostenían la puerta. Dijeron que la dueña de casa estaba en el piso superior, pero que vendría a conversar. Este forcejeo entre sirvientes y asaltantes nos dio tiempo para acarrear todo y meternos en el estrecho escondite secreto.

Cada uno de nosotros procuró que los cálices, ornamentos y cualquier otro signo religioso fueran llevados al escondrijo. La dueña de casa se ocultó para no ser detenida y tener que dejar solos a sus pequeños hijos. La hermana menor se hizo pasar como responsable.

Los cazadores buscaron en toda la casa. Dieron vuelta todo lo imaginable. Cada cosa fue examinada rigurosamente, los guardarropas, los baúles y también las camas. Por suerte no revisaron los establos donde estaban ensillados los caballos. Después de horas, Ana Vaux los invitó a desayunar. Comieron y se fueron.

Cuando no hubo peligro, salimos como Daniel desde el horno. El escondite estaba bajo la tierra y el agua cubría totalmente el suelo. Yo estuve con los pies en el agua todo el tiempo. Allí estaban también el P. Garnet, el P. Southwell, el P. Oldcorne, el P. Stanney y yo. También con nosotros, dos sacerdotes seculares y tres laicos".

Entre esos tres laicos, uno es Nicolás Owen. Todos dan gracias a Dios por haberse librado. Habría sido terrible que el P. Superior y sus mejores súbditos hubieran caído juntos en un mismo golpe. Palabras muy calurosas le dicen a Nicolás y le agradecen sentidamente.

Cuando están más tranquilos le hacen algunas bromas, porque el escondite, por cierto, no es un lugar hermoso y tiene agua de la antigua cloaca. Todos ríen. Nicolás promete hacerlo mejor en la próxima construcción.

La persecución arrecia

El P. Enrique Garnet pone entonces su cuartel general en Londres. Allí está más cerca de todos y en una posición central. El número de sus súbditos ha crecido, gracias a Dios.

El P. Roberto Southwell ha encontrado una bienhechora extraordinaria en Ana Dacre, la condesa de Arundel. Ella es la esposa de Sir Felipe Howard, detenido por la fe y futuro mártir. Ana proporciona una casa junto al Strand. Allí viven muy frecuentemente Garnet y Owen.

Tiene el P. Garnet otras casas en Londres. Es prudente cambiar de sitio con frecuencia. La persecución es más dura en Londres que en las provincias.

En las afueras de Londres hay una casa para recibir a los sacerdotes que vienen del exterior. En diferentes tiempos Garnet y Owen ocupan casas en Spitalfields, Uxbridge y en Erith.

Pero en enero de 1592 el tremendo espíritu creativo del P. Garnet parece entrar en crisis. Conservamos una carta enviada al exterior en la valija del embajador de Francia. En ella suplica que no se envíen nuevos sacerdotes a Inglaterra, porque "simplemente no hay suficientes escondites para ocultarlos".

Nicolás Owen redobla sus esfuerzos. De esta época data el escondite de Braddocks, en Essex. Es cierto, la casa tiene ya varios escondites, pero cuando el P. John Gerard decide poner en ella su residencia principal se hace necesario que Nicolás construya otros muy seguros.

Nicolás no duda un instante. Los sirvientes lo conocen como el albañil que viene a construir la nueva chimenea y a reparar las antiguas. De día hace los trabajos que no requieren secreto. De noche horada las piedras que guardarán el escondite. Cuando está listo, el P. John Gerard pasa a vivir a la casa de los Wiseman, en Braddocks. El escondite está bajo la capilla, detrás del cañón de la chimenea y respira a través de éste.

Nuevamente el escondite salva

Terminado el trabajo, Nicolás vuelve a vivir con el P. Enrique Garnet. Su amigo, el P. John Gerard, pasa a vivir en Braddocks.

Pero, sin saberlo, la católica familia de los Wiseman alberga a un traidor. John Frank es uno de los más fieles sirvientes, y sin embargo está en contacto con las autoridades. Ha tramado un plan para detener a los sacerdotes visitantes. En los informes dados por Frank a la policía se conserva uno que dice que él ha visto a Nicolás Owen en la casa, vestido con un abrigo del Sr. Wiseman y que también ha visto al P. John Gerard.

Los cazadores rodean la casa. John Frank está tan seguro de su víctima que no se toma la molestia de permanecer junto al sacerdote. A los gritos de la policía, Frank baja al Hall y disimula oponer resistencia.



Entonces el P. John Gerard se desliza al escondite y se pone a salvo. Todo esto lo dice el mismo Gerard en sus Memorias. En el lugar oculto pasa cuatro días agazapado y comiendo sólo castañas y unas galletas. Y al no encontrarlo, los perseguidores se aburren. John Gerard da gracias a Dios y sabe muy bien que la salvación de su vida la debe a Nicolás Owen.

Un reconocimiento justo

El P. John Gerard estampó en sus Memorias: "Verdaderamente pienso que no ha habido otro hombre mejor a Nicolás Owen en la viña de Inglaterra. Él salvó a muchas personas, religiosos y laicos durante diecisiete años. Trabajó en innumerables sitios. Él construyó con sus manos los escondites secretos. Fue un trabajo duro. Siempre los espías asecharon. Guardó el más estricto secreto. Los refugios solamente fueron conocidos por él, por los propietarios de las casas y los superiores de la Compañía".

De nuevo en las prisiones

El 23 de abril de 1594, fiesta de San Jorge el patrono de Inglaterra, es un día aciago para Nicolás Owen.

Ese día está con su compañero, el P. John Gerard, en la casa de Holborn. En la víspera reciben una carta que trae el traidor John Frank. Ellos no sospechan aún de ese astuto servidor de la casa.

A medianoche, en pleno sueño, sienten el ruido de los cazadores. Despiertan y saben de inmediato que están perdidos.

Nicolás quema la carta. Son muchos los perseguidores. La casa está rodeada. No hay escondites en el dormitorio en los que puedan ocultarse. De eso se lamenta Nicolás. Muy pronto llegan al aposento con espadas y machetes. Dos cazadores reconocen al P. Gerard. Entonces los dos jesuitas quedan detenidos.

Nicolás es llevado a la prisión de Counter, en Bread Street. El P. Enrique Garnet dice de ella: "Es una cárcel espantosa, sin ningún confort".

Las torturas

Nicolás es torturado en la cárcel de Counter. Es colgado en sesiones que duran tres horas, "atados los brazos con alambres de hierro y el cuerpo suspendido en el aire", hasta que las piernas se acalambren.

Los verdugos no obtienen nada. No pronuncia un nombre ni señala un sitio.

El rescate negociado

Los católicos sufren. Saben que Nicolás Owen es necesario. ¿Quién otro puede construir los escondites? Sin esos lugares seguros nadie se atreve a hospedar a sacerdotes.

Un caballero noble los representa a todos. Va a las autoridades y propone comprar la libertad de Nicolás Owen. Los jefes de la prisión no le hacen asco al dinero. Por lo demás no conocen bien la importancia del prisionero. El ajuste se logra y Nicolás vuelve a reunirse con su amigo el P. Enrique Garnet.

Nicolás libera a Gerard

La primera misión que recibe Nicolás es tratar de ayudar al P. John Gerard. Nicolás tiene amigos y sabe cómo ingeniarse para entrar y salir de la prisión donde está su amigo. Puede hacer muy poco. Un día se encuentra con la sorpresa de que el P. Gerard ha sido trasladado a la Torre de Londres. Un sacerdote apóstata ha declarado que Gerard dio a Nicolás un paquete de cartas recibidas desde Bruselas y Roma. Es el mes de abril de 1597.

En la Torre, el P. John Gerard es horriblemente torturado. Sus amigos deciden liberarlo. Nicolás es el hombre. Es el único capaz de organizar un buen plan.

Gerard está en Salt, la más protegida de las torres. Es imposible pensar en una fuga. Salt está rodeada por otras fortalezas y además tiene un ancho foso de agua. Frente a Salt está la torre Cradle, separada sólo por un pequeño jardín. El P. John Gerard ha conseguido una licencia para visitar, en Cradle, a John Arden, prisionero ya por diez años por la fe. A menudo celebra ahí clandestinamente la Misa y consuela al amigo cariñosamente.

Desde la ventana de la cárcel de John Arden es posible iniciar la fuga. Así lo intuye el astuto jesuita. La torre Cradle está encima del muelle y un hombre puede deslizarse desde el techo hasta el embarcadero. De inmediato, con cautela y en secreto, describe al P. Garnet su plan y pide la ayuda de Nicolás Owen.

Los Hermanos Richard Fullwood y John Lillie se embarcan en un bote. Traen las cuerdas preparadas por Owen. Ambos son expertos. Saben amarrarlas para hacerlas llegar al techo. Nicolás ha conseguido los caballos y espera junto al Támesis, en un lugar determinado. El plan parece perfecto. La noche es negra.

La tentativa primera fracasa. Los dos remeros casi son detenidos. Pero en la noche siguiente tienen éxito. Lanzan las cuerdas. Los dos prisioneros, Arden y Gerard, se deslizan. Llegan al bote. Se abrazan. Y unos minutos después los cinco caballos golpean alegres las piedras de las obscuras calles de la ciudad.

Los últimos votos

Poco después Nicolás Owen hace sus votos definitivos de pobreza, castidad y obediencia en la Compañía de Jesús. Hasta entonces su anterior admisión ha sido un gran secreto.

Nicolás no ha hecho un noviciado formal. Nadie sabe que es Hermano. Nicolás es un hombre simpático. Lo ven siempre feliz. Reza y parece sumergirse en la oración cuando comulga.

Además son muchos los laicos que quieren imitarlo y la Compañía no es capaz de admitir en Inglaterra a tantos Hermanos coadjutores. El P. Enrique Garnet piensa que esos laicos bien pueden perseverar en sus propios estados y al mismo tiempo ser útiles en los trabajos religiosos.

El peligro siempre está cerca

En 1599 el P. John Gerard obtiene nuevamente que Nicolás sea su compañero. Ana Vaux ha adquirido una casa en Northamptonshire. Se llama Kirby Hall. Nicolás es el encargado de construir allí los escondites necesarios.

Los cazadores están cerca. Un día rodean la casa. Nicolás está trabajando en el escondite. Se queda tranquilo y espera que se vayan.

Un accidente peligroso

Por esa fecha Nicolás tiene un accidente. En uno de sus viajes diurnos, enviado por el P. Garnet a reunir material de construcción, arrienda un caballo en la posada. El animal es joven, no bien amansado y no apto para recibir carga. Cuando Nicolás sube, el caballo se encabrita y cae sobre el jinete. Owen se quiebra la pierna.

Es una mala caída. Nicolás queda allí, sin ayuda, sin poder moverse, con un agudo dolor y en una posada extraña. Sus compañeros de viaje sufren al no poder ayudarlo. Deben dejarlo al cuidado de gente desconocida. Por suerte el posadero se deja ganar por la simpatía y paciencia de su huésped. Este no se queja cuando la pierna es estirada y los huesos son colocados en su sitio.

La operación no resulta perfecta. Para siempre una pierna le queda más corta que la otra. El P. Enrique Garnet anota que también en esto se parece a san Ignacio de Loyola.

El cambio en el gobierno inglés

En 1601 la anciana reina Isabel muere. Le sucede en el trono Jacobo I, el hijo de María Estuardo. Los católicos creen que el calvario puede tener fin. El nuevo rey ha prometido abrogar las leyes más severas. Hasta ahora reconocer a Roma es causa de muerte y los sacerdotes deben ser ahorcados. Las mismas sentencias son impuestas a los que protegen a los sacerdotes. Las confiscaciones de bienes dejan a muchos en la peor miseria. Todo esto es verdaderamente intolerable.

Sin embargo, Jacobo I no cumple sus promesas. Cuando se da cuenta de que no necesita el apoyo de los católicos y de que todo parece estar en paz, les da vuelta las espaldas. Entonces hay angustia y desesperación. La indignación está en muchos corazones.

El así llamado Complot de la pólvora

Algunos jóvenes no pueden soportar seguir cayendo en la pobreza y terminar en la extinción. Reaccionan. Piensan en un plan descabellado: ocupar el Parlamento cuando el rey esté presente. No tienen medios ni fuerza para hacerlo.

Jamás la Historia hablaría de este plan si Robert Cecil, el secretario de Estado, no lo hubiese conocido con anterioridad. Hábilmente aprovecha la ocasión para desacreditar a los católicos ante el rey y el parlamento.

Con diversos medios, Cecil fomenta el complot. Hace que las cosas vayan resultando fáciles. Desocupa el subterráneo del Parlamento. Hace que la pólvora, que no puede ser adquirida sin licencia estatal, sea proporcionada sin mayor cuidado. Así el plan avanza.

Todos los jóvenes involucrados son amigos del P. Garnet. Todos han ocupado las casas y los escondites construidos por Nicolás Owen.

Pero Garnet, Nicolás, Ana Vaux y los más fieles están en una peregrinación, lejos de Londres, en la fuente de Santa Winefrida. Allí están, porque quieren agradecer una curación sucedida al P. Eduardo Oldcorne, jesuita.

En el viaje, un conspirador confiesa al P. Oswald Tesimond los pormenores del complot y da permiso para contarlo bajo confesión al P. Enrique Garnet. Este queda horrorizado. La posición es increíble. En vano trata de arreglar las cosas, pero el secreto no es levantado.

Un asedio bien planeado

El 5 de noviembre de 1605 Sir Robert Cecil decide desbaratar los planes del complot que él mismo ha controlado. Arresta en el subterráneo del Parlamento a Guy Fawkes, a quien presenta como a uno de los principales cabecillas. En las semanas siguientes hay otras detenciones y casi todos son condenados a muerte, sin evidencias.

Garnet y Owen abandonan la ciudad de Londres. El asunto es peligroso y hay una orden para cautivar al P. Garnet y desacreditar a los jesuitas.

Se dirigen a Worcestershire. El P. Eduardo Oldcorne les da refugio en la casa donde vive, en Hindlip Hall perteneciente a Sir Thomas Abington. Nicolás ha construido ahí once escondites. La mansión es muy segura y está aparejada para refugiar a sacerdotes.

En diciembre, disfrazados, llegan a Hindlip Hall los PP. Enrique Garnet, Eduardo Oldcorne y los HH. Nicolás Owen y Ralph Ashley.

Por un mes y medio permanecen ocultos. El gobierno algo sabe de sus paraderos, pero decide postergar diligencias hasta ejecutar al conspirador que podría tener pruebas sobre la inocencia del P. Garnet. Un traidor ha revelado que los jesuitas viven en la casa de Sir Thomas Abington.

Cuando llega el tiempo, Robert Cecil envía a Hindlip Hall al juez de paz Sir Enrique Bromley con más de 100 hombres armados. En la casa se produce enorme pánico. Se grita y hay algún forcejeo. Los PP. Garnet y Oldcorne se deslizan, con los elementos de la misa, en un escondite donde hay algunas provisiones. Nicolás y Ralph van a otro. Apenas tienen tiempo para llevar unas manzanas.

Las instrucciones de Cecil son claras. "En la sala de recibo, donde ellos suelen almorzar y cenar debe haber un escondite. Para descubrirlo echen abajo los estucos. Así podrán encontrar la entrada. Las partes inferiores de la casa deben también investigarse, lo mismo los jardines. Bajo tierra pueden encontrar maderas que sean techos de escondites. En los aposentos altos se debe observar si las anchuras corresponden a las de abajo. Se debe mirar todo para descubrir refugios. Examinen los rincones de las numerosas chimeneas. Si las paredes son gruesas y están con estucos éstos deben ser perforados. Si hay doble entretecho sobre el segundo piso o el tercero, eso es sospechoso. Si hay construcciones sin aparente entrada, ése puede ser un sitio para ocultar a alguien".

Una búsqueda cruel

Siete días dura la pesquisa. Los cazadores no cejan a pesar de sus fracasos. Los escondites son perfectos. Los buscadores atemorizan a todos los carpinteros de la casa. Nadie señala el menor indicio. Una buena parte de la casa está como en ruinas.

Al fin Nicolás Owen teme por la vida de sus sacerdotes. Piensa que ha tenido negligencia al no colocar mayores provisiones. Sus amigos pueden morir de hambre. Es urgente hacer algo.

Nicolás y Ashley, los dos, deciden abandonar el refugio. Tienen la esperanza de que pueden pasar por los sacerdotes. Salen. Los cazadores los encuentran entre los sirvientes. Todos están empadronados. No les creen. Entonces, con mayor esfuerzo continúan destruyendo.

Emplean otros cinco días. Rompen paredes y techos en numerosos lugares. Al fin dan con el escondite. Los dos sacerdotes están en paz y en oración. Ya no tienen alimento ni bebida.

Detenidos en Londres

Los cuatro jesuitas son llevados a Londres. Los cazadores no pueden contener su júbilo. El informe de Robert Cecil al Consejo privado del reino manifiesta su mayor orgullo. No sólo ha sido detenido el Superior de los jesuitas, sino también el famoso constructor de los escondites.

"No vamos a proceder con clemencia. Con halagos trataremos de obtener de Owen sus secretos. Si él accede gustoso, salvará la vida. Si no confiesa, será torturado severamente. Arrancaremos entonces sus secretos con tormentos."

Por cierto, en los planes del gobierno no está el propósito de dejar libre a Owen. Lo que se pretende es averiguar los sitios de todos los escondites que él ha construido, los nombres de cada uno de los católicos que han tenido amistad con el P. Garnet y los pormenores de todas las reuniones privadas de los jesuitas. El gobierno sabe que Nicolás es el compañero y el principal secretario de Garnet.

En la prisión de Marshalsea

De acuerdo a los planes de Cecil, Owen es conducido a Marshalsea, una prisión diferente a la de los otros jesuitas. Por diversos medios procuran obtener lo que se desea. Todo el que quiera puede visitarlo. También le dan elementos para que pueda escribir. Pero el fracaso es grande. No saben que se enfrentan con un viejo zorro, inescrutable como sus propios escondites.

Torturas en La Torre

Días después Nicolás es llevado a La Torre de Londres, donde está confinado el P. Enrique Garnet.

Día tras día Nicolás es conducido a la sala de tortura bajo la inmensa cúpula de la Torre Blanca. Ahí están todos los equipos: "el potro", "el torniquete", y "la hija del buitre".

"El potro" descoyunta sus miembros. Tendido y desnudo, en la mesa de torturas, le atan las manos y los pies. Las cuerdas las tiran con una rueda.

Después "el torniquete". Este aprieta los dedos hasta romperlos.

El peor de los tormentos es "la hija del buitre". Es un aro de hierro dividido en dos mitades unidas por un gozne. Nicolás debe arrodillarse, contraerse lo más posible. El verdugo coloca una parte del aro bajo las piernas, le hunde la cabeza entre las rodillas y aprieta con fuerza la otra parte del círculo sobre los hombros. La presión hace brotar sangre por la boca, nariz, las manos y los pies. Cada sesión dura una hora y media.

Nicolás ha sido torturado antes, pero ahora es un hombre enfermo. La pierna quebrada está débil y resentida. Además tiene una hernia grande. Los dolores son más intolerables que los de hace algunos años. Robert Cecil no tiene compasión. Con ahínco busca la revelación de los escondites.

Owen sólo pronuncia los nombres de Jesús y María. Las otras palabras no dicen nada.

Las dos confesiones firmadas

Se conservan dos confesiones de Nicolás Owen en los registros de La Torre. En realidad dicen muy poco, nada fuera de lo conocido por las autoridades. No hay en ellas una palabra sobre los escondites, ni el paradero de sus amigos.

La registrada el 26 de febrero de 1606 dice:

"Confesó que él ha sido llamado con el nombre de Andrés y que no sabe si lo ha sido con el de Pequeño John, el pañero. Ha sido siempre llamado Owen y algunas veces Andrés. Afirma que llegó a la casa del señor Abington el día sábado antes de ser detenido, pero rehusa decir de qué sitio vino. Rehusa decir que haya conocido al P. Garnet o lo haya servido.

Tampoco quiere decir que los sobrenombres de Garnet hayan sido Mease, Darcy, Whalley, Philips, Fermor u otros. Rehusa decir que él haya sabido que el jesuita Oldcorne estuviera en la casa. Dice saber que George Chambers fue un empleado de la casa".

La segunda confesión es del 1 de marzo de 1606:

"Confiesa que por algún tiempo atendió y siguió al P. Enrique Garnet. Dice que él estuvo en Coughton en la casa de Thomas Throgmorton en los inicios de noviembre último, cuando la señora Digby vivía allí. Afirma que oyó decir en la ciudad, a la guardia, que esa familia se había levantado en armas. Confiesa que el P. Garnet dijo misa en Coughton y que el mismo asistió a ella con otras seis personas. Dice que el P. Garnet llegó a la casa de Mr. Abington en Hindlip unas seis semanas antes de ser aprehendido por Sir Enrique Bromley y que el jesuita Hall estuvo también allí tres días antes de que la casa fuera sitiada. Afirma que Hall se había ido al campo, antes de llegar Sir Bromley.

Él dice que atendió a Garnet en esas seis semanas, que hizo fuego y las demás cosas que él necesitaba. Garnet vivía en el piso inferior, bajo el comedor. De ordinario Garnet almorzaba y cenaba en el comedor con Mr. Abington y su señora. También dijo que Hall cuando estuvo ahí comió con ellos en el comedor".

La muerte

Estas confesiones, sin nada valioso para las autoridades, colman las iras de Cecil.

Las torturas del 2 de marzo son extraordinariamente crueles. Le quitan la coraza de metal que protege sus entrañas y la hernia. Esa coraza tiene la finalidad de no permitir la muerte de ese hombre valioso para ellos. En su lugar ponen una huincha.

Le colocan amarras de acero en las muñecas y lo cuelgan en el aire. Ponen pesas en los pies. El dolor es horrible. Así por seis horas.

Al fin las entrañas se rompen en el lugar de la hernia. La huincha metálica rasga y ensancha la herida. Entonces, en atroz agonía el Hermano Nicolás Owen pasa a la vida eterna. Las últimas palabras son siempre los nombres de Jesús y de María.

La calumnia

Los verdugos quedan inquietos. Han torturado ilegalmente a un hombre viejo y enfermo. Ha muerto antes de ser dictada la sentencia. Aun más, ni siquiera se ha conseguido una confesión que valga la pena.

Robert Cecil actúa rápidamente. En una carta a Sir Edward Coke, el procurador general, dice: "Ud. debe recordar al laico Owen como a una presa de caza".



En el sumario hecho en La Torre se da un veredicto de suicidio. No señalan la menor evidencia que pueda dar base a esa decisión. Con la esperanza de mover a la opinión pública, el gobierno distribuye una versión cruel en la que desprecia a Nicolás que se ha cortado las venas con un cuchillo casero.

Para refutar la calumnia basta recordar la respuesta del carcelero a quien se le pidió que sugiriera a Nicolás escribir sus deseos. "¿Quiere Ud. que escriba? El no es capaz ni siquiera de ponerse el sombrero. No, no puede comer por sí mismo. Yo me he tomado la obligación de darle de comer en la boca".

Algo más tarde, el mismo carcelero dijo: "Este hombre murió, y fue en nuestras manos".

La glorificación

Hábil, inteligente, silencioso, casi tullido en sus últimos años, muere en secreto, tal como fue toda su vida. No se conservan sus dichos, ni los ecos piadosos de su oración. Eso sí, los escondites son su mejor oración. Ahí están. Por bastante tiempo sirven para el fin para el cual los ha hecho. Después se olvidan. Algunos son descubiertos mucho tiempo después y hoy recuerdan esa época cruel.

San Nicolás Owen, sin palabras, es recibido por sus amigos Edmundo Campion, Alexander Briant, Roberto Southwell y Enrique Walpole. Lo abrazan y gozan con el lenguaje del silencio.

San Nicolás Owen es canonizado el 25 de octubre de 1970 por el Papa Paulo VI, como un campeón de la fe en Inglaterra.

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com

 

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