JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san Juan 21, 19b-25
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús le dijo a Pedro:
"Sígueme".
Pedro miró alrededor y vio que, detrás de ellos, venía el otro discípulo a quien
Jesús tanto amaba, el mismo que en la última cena estuvo reclinado sobre el
pecho de Jesús y le había preguntado: "Señor, ¿quién es el que te va a
entregar?"
Cuando Pedro lo vio preguntó a Jesús:
"Señor, y éste ¿qué?"
Jesús le respondió:
"Si yo quiero que él permanezca hasta que yo vuelva de nuevo, ¿a ti qué? Tú,
sígueme".
Estas palabras fueron interpretadas por los hermanos en el sentido de que este
discípulo no iba a morir. Sin embargo, Jesús no había dicho a Pedro que aquel
discípulo no moriría, sino: "Si yo quiero que él permanezca hasta que yo venga
de nuevo, ¿a ti qué?"
Este es el discípulo que da testimonio de todas estas cosas y las ha escrito. Y
nosotros
sabemos que dice la verdad.
Jesús hizo muchas otras cosas. Si se pusieran todas por escrito, pienso que ni
en el mundo entero cabrían los libros.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu
El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX
Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
"El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?
Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).
Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?
Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html
Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).
† Misal
323sab 7a. Sem Pascua
Antífona de Entrada
Animados de un mismo espíritu, los discípulos perseveraban en la oración, en compañía de algunas mujeres, entre ellas María, la Madre de Jesús, y con sus hermanos. Aleluya.
Oración Colecta
Oremos:
Dios todopoderoso, concédenos conservar siempre en nuestra vida y en nuestras
costumbres la alegría de estas fiestas de pascua que nos disponemos a clausurar.
Por nuestro Señor, Jesucristo…
Amén.
Primera Lectura
Pablo permaneció en Roma y predicaba el Reino de Dios
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 28, 16-20.30-31
En aquellos días, cuando entramos en Roma, le permitieron a Pablo quedarse en
una casa particular, con un soldado que lo custodiara. Tres días después, Pablo
convocó a los judíos principales. Cuando llegaron les dijo:
"Hermanos, sin haber hecho nada contra el pueblo ni contra las costumbres de
nuestros antepasados, fui detenido en Jerusalén y entregado a los romanos.
Ellos, después de interrogarme, quisieron ponerme en libertad, porque no
encontraron en mí ningún cargo por el que mereciera la muerte. Pero, como los
judíos se opusieron, me vi obligado a apelar al emperador, aunque sin intención
de acusar a mi pueblo. Este es, pues, el motivo de haberlos llamado. Quería
verlos y conversar con ustedes, pues a causa de la esperanza de Israel llevo
estas cadenas".
Pablo estuvo dos años enteros en una casa alquilada por él, y allí recibía a
todos los que iban a verlo. Podía anunciar el reino de Dios y enseñar cuanto se
refiere a Jesucristo, el Señor, con toda libertad y sin obstáculo alguno.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial Sal 10, 5-6.8
El Señor verá a los justos con complacencia.
El Señor está en su templo santo, el Señor tiene su trono en los cielos; sus ojos están observando, sus pupilas examinan a los hombres.
El Señor verá a los justos con complacencia.
El Señor examina al justo y al malvado, y aborrece al que ama la violencia. Porque el Señor es justo y ama la justicia, los honrados contemplarán su rostro.
El Señor verá a los justos con complacencia.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Yo les enviaré el Espíritu de la Verdad y los irá guiando hacia la verdad plena,
dice el Señor.
Aleluya.
Evangelio
Este es el discípulo que ha escrito estas cosas, y su testimonio es verdadero
† Lectura del santo Evangelio según san Juan 21, 19b-25
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús le dijo a Pedro:
"Sígueme".
Pedro miró alrededor y vio que, detrás de ellos, venía el otro discípulo a quien
Jesús tanto amaba, el mismo que en la última cena estuvo reclinado sobre el
pecho de Jesús y le había preguntado: "Señor, ¿quién es el que te va a
entregar?"
Cuando Pedro lo vio preguntó a Jesús:
"Señor, y éste ¿qué?"
Jesús le respondió:
"Si yo quiero que él permanezca hasta que yo vuelva de nuevo, ¿a ti qué? Tú,
sígueme".
Estas palabras fueron interpretadas por los hermanos en el sentido de que este
discípulo no iba a morir. Sin embargo, Jesús no había dicho a Pedro que aquel
discípulo no moriría, sino: "Si yo quiero que él permanezca hasta que yo venga
de nuevo, ¿a ti qué?"
Este es el discípulo que da testimonio de todas estas cosas y las ha escrito. Y
nosotros
sabemos que dice la verdad.
Jesús hizo muchas otras cosas. Si se pusieran todas por escrito, pienso que ni
en el mundo entero cabrían los libros.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Que la venida del Espíritu Santo nos prepare, Señor, a participar fructuosamente
en tus sacramentos, porque él es el perdón de todos los pecados.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
En la espera de la venida del Espíritu Santo
En verdad es justo y necesario que todas las criaturas, en el cielo y en la
tierra, se unan en tu alabanza, Dios todopoderoso y eterno, por Jesucristo, tu
Hijo, Señor del universo.
El cual, habiendo entrado una vez para siempre en el santuario del cielo, ahora
intercede por nosotros, como mediador que asegura la perenne efusión del
Espíritu.
Pastor y obispo de nuestras almas, nos invita a la plegaria unánime, a ejemplo
de María y los apóstoles, en la espera de un nuevo Pentecostés.
Por este misterio de santificación y de amor, unidos a los ángeles y a los
santos, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Antífona de la Comunión
El Espíritu Santo me glorificará, porque recibirá de mí lo que les irá
comunicando, dice el Señor.
Aleluya.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Señor de misericordia, escucha nuestras súplicas y, ya que nos has hecho pasar
de los ritos antiguos a los sacramentos de la nueva alianza, ayúdanos a pasar de
nuestra antigua vida de pecado a la nueva vida del espíritu.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Misa vespertina de la Vigilia de Pentecostés
Solemnidad
Antífona de Entrada
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo,
que habita en nosotros. Aleluya.
Se dice "Gloria".
Oración Colecta
Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, que has querido que celebráramos el misterio pascual
durante cincuenta días, renueva entre nosotros el prodigio de Pentecostés, para
que los pueblos divididos por el odio y el pecado se consagren por medio de tu
Espíritu y, reunidos, confiesen tu nombre en la diversidad de sus lenguas.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.
Primera Lectura
¡Huesos secos! Les infundiré espíritu y vivirán
Lectura del libro del profeta Ezequiel 37, 1-14
En aquellos días, el Señor me invadió con su fuerza y su espíritu me llevó y me
dejó en medio del valle, que estaba lleno de huesos. Me hizo caminar entre ellos
en todas direcciones. Había muchísimos en el valle y estaban completamente
secos. Y me dijo:
"Hijo de hombre, ¿podrán revivir estos huesos?"
Yo le respondí:
"Señor, tú lo sabes".
Y me dijo:
"Profetiza estos huesos y diles: ¡Huesos secos, escuchen la palabra del Señor!
Así dice el Señor a estos huesos: Les voy a infundir espíritu para que vivan.
Los recubriré de tendones, haré crecer sobre ustedes la carne, los cubriré de
piel, les infundiré espíritu y vivirán, y reconocerán que yo soy el Señor".
Yo profeticé como me había mandado y, mientras hablaba, se oyó un estruendo; la
tierra se estremeció y los huesos se unieron entre sí. Miré y vi cómo sobre
ellos aparecían los tendones, crecía la carne y se cubrían de piel. Pero no
tenía espíritu".
Entonces él me dijo:
"Llama al espíritu, hijo de hombre, llámalo y dile: Esto dice el Señor: Ven de
los cuatro vientos y sopla sobre estos muertos para que vivan".
Lo llamé tal como el Señor me había mandado, y el espíritu penetró en ellos,
revivieron y se pusieron en pie. Era una inmensa muchedumbre.
Y me dijo:
"Hijo de hombre, estos huesos son el pueblo de Israel. Andan diciendo: "Se han
secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza, estamos
destrozados". Por eso profetiza y diles: Esto dice el Señor: Yo abriré sus
tumbas, los sacaré de ellas, pueblo mío, y los llevaré a la tierra de Israel. Y
cuando abra sus tumbas, los sacaré de ellas, pueblo mío, y los llevaré a la
tierra de Israel. Y cuando abra sus tumbas y los saque de ellas, reconocerán que
yo soy el Señor. Infundiré en ustedes mi espíritu, y vivirán; los estableceré en
su tierra y reconocerán que yo, el Señor, lo digo y lo hago. Palabra del Señor".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 103, 1-2a.24y35c.27-28.29bc-30
Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Bendice al Señor, alma mía: ¡Señor, Dios mío, qué grande eres! Vestido de majestad y de esplendor, envuelto en un manto de luz.
Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
¡Cuántas son tus obras, Señor! Todas las hiciste con sabiduría, la tierra está llena de tus criaturas. ¡Bendice al Señor, alma mía!
Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Todos, Señor, están pendientes de ti y esperan que les des la comida a su tiempo. Tú la das y ellos la toman, abres tu mano y quedan saciados.
Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Si retiras tu soplo, expiran y regresan al polvo; envías tu espíritu, los creas, y renuevas la superficie de la tierra.
Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Segunda Lectura
El Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 22-27
Hermanos: Sabemos que la creación entera está gimiendo con dolores de parto
hasta el presente. Pero no sólo ella; también nosotros, los que poseemos las
primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior suspirando para que Dios nos
haga sus hijos y libere nuestro cuerpo. Porque ya estamos salvados, aunque sólo
en esperanza; y es claro que la esperanza que se ve no es propiamente esperanza,
pues ¿quién espera lo que tiene ante los ojos? Pero si esperamos lo que no
vemos, estamos aguardando con perseverancia.
Asimismo el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no
sabemos orar como es debido, y es el mismo Espíritu el que intercede por
nosotros con gemidos que no se pueden expresar. Por su parte, Dios, que examina
los corazones, conoce el pensar de ese Espíritu, que intercede por los creyentes
según la voluntad de Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la
llama de tu amor.
Aleluya.
Evangelio
Manarán torrentes de agua viva
† Lectura del santo Evangelio según san Juan 7, 37-39
Gloria a ti, Señor.
El último día, el más importante de la fiesta, Jesús, de pie ante la
muchedumbre, afirmó solemnemente:
"Si alguien tiene sed, que venga a mí y beba. Como dice la Escritura, de lo más
profundo de todo aquél que crea en mí brotarán ríos de agua viva".
Decía esto refiriéndose al Espíritu que recibirían los que creyeran en él. Y es
que aún no había sido dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Puesto que hemos recibido el Espíritu que nos hace decir "Padre", dirijámonos, hermanos y hermanas, con sentimientos filiales al Señor.
(Respondemos a cada petición: Te rogamos que nos escuches).
Para que Jesús, el Señor, que, exaltado a la diestra de Dios, ha recibido el Espíritu Santo prometido, lo envíe abundantemente sobre la Iglesia, roguemos al Señor.
Te rogamos que nos escuches.
Para que la luz del Espíritu Santo aleje las tinieblas de los hombres, los lleve al conocimiento de la verdad, convierta el odio en amor, los sufrimientos en alegría y las guerras en paz, roguemos al Señor.
Te rogamos que nos escuches.
Para que la fuerza del Espíritu Santo guíe por los caminos de la conversión a los que son víctimas de la debilidad humana, de los engaños de su propio espíritu o de los errores del mundo, roguemos al Señor.
Te rogamos que nos escuches.
Para que el Espíritu de sabiduría nos haga penetrar en los secretos de Dios, nos recuerde continuamente lo que Cristo dijo y fortalezca nuestra fe, roguemos al Señor.
Te rogamos que nos escuches.
Celebrante:
Que tu amor de Padre, Señor, Dios todopoderoso, escuche complacido las súplicas de tu pueblo, que, lleno de gozo, ha recibido ya, como primer don tuyo, el Espíritu Santo prometido, que contigo y con tu Hijo vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Derrama, Señor, la bendición de tu Espíritu sobre estos dones que te
presentamos, para que, al participar en ellos, tu iglesia quede inundada de tu
amor y sea ante el mundo signo visible de la salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno.
Pues, para llevar a plenitud el misterio pascual enviaste hoy el Espíritu Santo
sobre los que habías adoptado como hijos por su participación en Cristo.
Aquel mismo espíritu que, desde el comienzo, fue el alma de la Iglesia naciente;
el Espíritu que infundió el conocimiento de Dios a todos los pueblos; el
Espíritu que congregó en la confesión de una misma fe a los que el pecado había
dividido en diversidad de las lenguas.
Por eso,
con efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y también
los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan sin cesar el himno
de tu gloria:
Antífona de la Comunión
El último día de la fiesta, Jesús en pie gritaba: "El que tenga sed, que venga a
mí y beba". Aleluya.
Oración después de la Comunión
Oremos:
La comunión que acabamos de recibir, Señor, nos comunique el mismo ardor del
Espíritu Santo que tan maravillosamente inflamó a los apóstoles de tu Hijo. Que
vive y reina por los siglos de los siglos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
† Meditación diaria
Pascua. 7ª semana. Sábado
Víspera de Pentecostés
EL ESPÍRITU SANTO Y MARÍA
— Esperar la llegada del Paráclito junto a la Virgen Santísima.
— El Espíritu Santo en la vida de María.
— La Virgen María, "corazón de la Iglesia naciente", colabora activamente en la acción del Espíritu Santo en las almas.
I. Mientras dura la espera de la venida del Espíritu Santo prometido, todos perseveraban unánimemente en la oración juntamente con las mujeres y con María, la Madre de Jesús...1. Todos están en un mismo lugar, en el Cenáculo, animados de un mismo amor y de una sola esperanza. En el centro de ellos se encuentra la Madre de Dios. La tradición, al meditar esta escena, ha visto la maternidad espiritual de María sobre toda la Iglesia. "La era de la Iglesia empezó con la "venida", es decir, con la bajada del Espíritu Santo sobre los Apóstoles reunidos en el Cenáculo de Jerusalén junto con María, la Madre del Señor"2.
Nuestra Señora vive como un segundo Adviento, una espera, que prepara la comunicación plena del Espíritu Santo y de sus dones a la naciente Iglesia. Este Adviento es a la vez muy semejante y muy diferente al primero, el que preparó el nacimiento de Jesús. Muy parecido porque en ambos se da la oración, el recogimiento, la fe en la promesa, el deseo ardiente de que esta se realice. María, llevando a Jesús oculto en su seno, permanecía en el silencio de su contemplación. Ahora, Nuestra Señora vive profundamente unida a su Hijo glorificado3.
Esta segunda espera es muy diferente a la primera. En el primer Adviento, la Virgen es la única que vive la promesa realizada en su seno; aquí, aguarda en compañía de los Apóstoles y de las santas mujeres. Es esta una espera compartida, la de la Iglesia que está a punto de manifestarse públicamente alrededor de nuestra Señora: "María, que concibió a Cristo por obra del Espíritu Santo, el amor de Dios vivo, preside el nacimiento de la Iglesia el día de Pentecostés, cuando el mismo Espíritu Santo desciende sobre los discípulos y vivifica en la unidad y en la caridad el Cuerpo místico de los cristianos"4.
El propósito de nuestra oración de hoy, víspera de la gran solemnidad de Pentecostés, es esperar la llegada del Paráclito muy unidos a nuestra Madre, "que implora con sus oraciones el don del Espíritu Santo, que en la Anunciación ya la había cubierto a Ella con su sombra"5, convirtiéndola en el nuevo Tabernáculo de Dios. Antes, en los comienzos de la Redención, nos dio a su Hijo; ahora, "por medio de sus eficacísimas súplicas, consiguió que el Espíritu del divino Redentor, otorgado ya en la Cruz, se comunicara con sus prodigiosos dones a la Iglesia, recién nacida el día de Pentecostés"6.
"Quien nos transmite ese dato es San Lucas, el evangelista que ha narrado con más extensión la infancia de Jesús. Parece como si quisiera darnos a entender que, así como María tuvo un papel de primer plano en la Encarnación del Verbo, de una manera análoga estuvo presente también en los orígenes de la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo"7.
Para estar bien dispuestos a una mayor intimidad con el Paráclito, para ser más dóciles a sus inspiraciones, el camino es Nuestra Señora. Los Apóstoles lo entendieron así; por eso los vemos junto a María en el Cenáculo.
Examinemos cómo es nuestro trato habitual con Nuestra Señora; concretemos para el día de hoy algún propósito: cuidemos mejor el rezo del Santo Rosario, contemplando sus misterios; ofrezcámosle alguna pequeña mortificación distinta a las que acostumbramos durante la semana; cuidemos mejor el saludarla a través de sus imágenes, que encontraremos en la calle, en la habitación...
II. La Virgen Santísima recibió el Espíritu Santo con una plenitud única el día de Pentecostés, porque su corazón era el más puro, el más desprendido, el que de modo incomparable amaba más a la Trinidad Beatísima. El Paráclito descendió sobre el alma de la Virgen y la inundó de una manera nueva. Es el "dulce Huésped" del alma de María. Nuestro Señor había prometido al que ame a Dios: Vendremos sobre él y en él haremos nuestra morada8. Esta promesa se realiza, ante todo, en Nuestra Señora.
Ella, "la obra maestra de Dios"9, había sido preparada con inmensos cuidados por el Espíritu Santo para ser tabernáculo vivo del Hijo de Dios. Por eso el Ángel la saluda: Salve, llena de gracia10. Y ya poseída por el Espíritu Santo y llena de su gracia, recibió todavía una nueva y singular plenitud de ella: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y te cubrirá con su sombra11. "Redimida de modo eminente, en previsión de los méritos de su Hijo, y unida a Él con un vínculo estrecho e indisoluble, está enriquecida con la suma prerrogativa y dignidad de ser la Madre de Dios Hijo y, por eso, Hija predilecta del Padre y Sagrario del Espíritu Santo; con el don de una gracia tan extraordinaria que aventaja con creces a todas las criaturas, celestiales y terrenas"12.
Durante su vida, Nuestra Señora fue creciendo en amor a Dios Padre, a Dios Hijo (su Hijo Jesús), a Dios Espíritu Santo. Ella correspondió a todas las inspiraciones y mociones del Paráclito, y cada vez que era dócil a estas inspiraciones recibía nuevas gracias. En ningún momento opuso la más pequeña resistencia, nunca negó nada a Dios; el crecimiento en las virtudes sobrenaturales y humanas (que estaban bajo una especial influencia de la gracia) fue continuo.
Los que son movidos por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios13. Ninguna criatura se dejó llevar y guiar por el Espíritu Santo como nuestra Madre Santa María: ninguna vivió la filiación divina como Ella.
El Espíritu Santo, que ha habitado en María desde el misterio de su Concepción Inmaculada, en el día de Pentecostés vino a fijar en Ella su morada, de una manera nueva. Todas las promesas que Jesús había realizado acerca del Paráclito se cumplen plenamente en el alma de la Virgen: Él os recordará todas las cosas14. Él os guiará a la verdad completa15.
La Virgen es la Criatura más amada de Dios. Pues si a nosotros, a pesar de tantas ofensas, nos recibe como el padre al hijo pródigo; si a nosotros, siendo pecadores, nos ama con amor infinito y nos llena de bienes cada vez que correspondemos a sus gracias, "si procede así con el que le ha ofendido, ¿qué hará para honrar a su Madre, inmaculada, Virgo fidelis, Virgen Santísima, siempre fiel?
"Si el amor de Dios se muestra tan grande cuando la cabida del corazón humano –traidor, con frecuencia– es tan poca, ¿qué será en el Corazón de María, que nunca puso el más mínimo obstáculo a la Voluntad de Dios?"16.
III. Todo cuanto se ha hecho en la Iglesia desde su nacimiento hasta nuestros días, es obra del Espíritu Santo: la evangelización del mundo, las conversiones, la fortaleza de los mártires, la santidad de sus miembros... "Lo que el alma es al cuerpo del hombre –enseña San Agustín–, eso es el Espíritu Santo en el Cuerpo de Jesucristo que es la Iglesia. El Espíritu Santo hace en la Iglesia lo que el alma hace en los miembros de un cuerpo"17, le da vida, la desarrolla, es su principio de unidad... Por Él vivimos la vida misma de Cristo Nuestro Señor en unión con Santa María, con todos los ángeles y los santos del Cielo, con quienes se preparan en el Purgatorio y los que peregrinan aún en la tierra.
El Espíritu Santo es también el santificador de nuestra alma. Todas las obras buenas, las inspiraciones y deseos que nos impulsan a ser mejores, las ayudas necesarias para llevarlas a cabo... Todo es obra del Paráclito. "Este divino Maestro pone su escuela en el interior de las almas que se lo piden y ardientemente desean tenerle por Maestro"18. "Su actuación en el alma es suave, su experiencia es agradable y placentera, y su yugo es levísimo. Su venida va precedida de los rayos brillantes de su luz y de su ciencia. Viene con la verdad del genuino protector; pues viene a salvar, a curar, a enseñar, a aconsejar, a fortalecer, a consolar, a iluminar, en primer lugar la mente del que lo recibe y después, por las obras de este, la mente de los demás"19.
Y del mismo modo que el que se hallaba en tinieblas, al salir el sol, recibe su luz en los ojos del cuerpo y contempla con toda claridad lo que antes no veía, así también al que es hallado digno del don del Espíritu Santo se le ilumina el alma y, levantado por encima de su razón natural, ve lo que antes ignoraba.
Después de Pentecostés la Virgen es "como el corazón de la Iglesia naciente"20. El Espíritu Santo, que la había preparado para ser Madre de Dios, ahora, en Pentecostés, la dispone para ser Madre de la Iglesia y de cada uno de nosotros.
El Espíritu Santo no cesa de actuar en la Iglesia, haciendo surgir por todas partes nuevos deseos de santidad, nuevos hijos y a la vez mejores hijos de Dios, que tienen en Jesucristo el Modelo acabado, pues es el primogénito de muchos hermanos. Nuestra Señora, colaborando activamente con el Espíritu Santo en las almas, ejerce su maternidad sobre todos sus hijos. Por eso es proclamada con el título de Madre de la Iglesia, "es decir, Madre de todo el Pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los Pastores, que la llaman Madre amorosa, y queremos –proclamaba Pablo VI– que de ahora en adelante sea honrada e invocada por todo el pueblo cristiano con este gratísimo título"21.
Santa María, Madre de la Iglesia, ruega por nosotros y ayúdanos a preparar la venida del Paráclito a nuestras almas.
1 Hech 1, 14. — 2 Juan Pablo II, Enc. Dominum et vivificantem, 18-V-1986, 25. — 3 Cfr. M. D. Philippe, Misterio de María, Rialp, Madrid 1986, pp. 348-349. — 4 Pablo VI, Discurso, 25-X-1969. — 5 Conc. Vat. II, Const. Lumen Gentium, 59. — 6 Pío XII, Enc. Mystici Corporis, 29-VI-1943. — 7 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 141. — 8 Jn 14, 23. — 9 Cfr. San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 292. — 10 Lc 1, 28. — 11 Lc 1, 35. — 12 Conc. Vat. II, loc. cit., 53. — 13 Rom 8, 14. — 14 Cfr. Jn 14, 26. — 15 Cfr. Jn 16, 13. — 16 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 178. — 17 San Agustín, Sermón 267. — 18 Francisca Javiera del Valle, Decenario al Espíritu Santo, de la consideración para el día 4º. — 19 San Cirilo de Jerusalén, Catequesis 16, sobre el Espíritu Santo, 1. — 20 R. Garrigou-Lagrange, La Madre del Salvador, Rialp, Madrid 1976, p. 144. — 21 Pablo VI, Discurso al Concilio, 2-lX-1964.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
San Juan Bautista Rossi |
Nació en 1698, en un pueblecito cerca de Génova (Italia). Cuando tenía diez años, fueron a su pueblo dos esposos muy piadosos a veranear y al ver lo piadoso y bueno que era el muchachito, pidieron permiso a sus padres para llevarlos a su casa de Génova y educarlo allá. Y sucedió que a la casa de estos esposos iban frecuentemente de visita unos padres capuchinos a pedir ayuda para los pobres y estos religiosos le dieron recomendaciones tan laudatorias del buen joven al Padre Provincial que éste lo recomendó a un Canónigo de Roma el cual lo llevó a estudiar a la ciudad eterna.
En el Colegio Romano hizo estudios con gran aplicación, ganándose la simpatía de sus profesores y compañeros, y fue ordenado sacerdote, a los 23 años.
Leyó un libro algo exagerado que recomendaba hacer penitencias muy fuertes, y se dedicó a mortificarse en el comer, en el beber y en el dormir, tan exageradamente que le sobrevino una depresión nerviosa que lo dejó varios meses sin poder hacer nada. Logró rehacer sus fuerzas, pero de ahí en adelante tuvo siempre que luchar contra su mala salud. Y aprendió que la mejor mortificación es aceptar los sufrimientos y trabajos de cada día, y hacer bien en cada momento lo que tenemos que hacer y tener paciencia con las personas y las molestias de la vida, en vez de andar dañándose la salud con mortificaciones exageradas.
Desde cuando era seminarista sentía una gran predilección por los pobres, los enfermos y los abandonados. El Sumo Pontífice había fundado un albergue para recibir a las personas que no tenían en dónde pasar la noche, y allá fue por muchos años el joven Juan Bautista a atender a los pobres y necesitados y a enseñarles el catecismo y prepararlos para recibir los sacramentos. Se llevaba varios compañeros más, sobre los cuales él ejercía una gran influencia. También le agradaba irse por las madrugadas a la Plaza de mercado a donde llegaban los campesinos a vender sus productos. Allí enseñaba catecismo a los niños y a los mayores y preparó a muchos para hacer la confesión y recibir la Primera Comunión.
Los primeros años de su sacerdocio no se atrevía casi a confesar porque le parecía que no sabría dar los debidos consejos. Pero un día un santo Obispo le pidió que se dedicara por algún tiempo a confesar en su diócesis. Y allí descubrió Juan Bautista que este era el oficio para el cual Dios lo tenía destinado. Al volver a Roma le dijo a un amigo: "Antes yo me preguntaba cuál sería el camino para lograr llegar al cielo y salvar muchas almas. Y he descubierto que la ayuda que yo puedo dar a los que se quieren salvar es: confesarlos. Es increíble el gran bien que se puede hacer en la confesión".
Se fue a ayudar a un sacerdote en un templo a donde acudían muy pocas personas. Pero desde que comenzó Rossi a confesar allí, el templo se vio frecuentado por centenares y centenares de penitentes que venían a ser absueltos de sus pecados. Cada penitente le traía otras personas para que se confesaran con él y las conversiones que se obraban eran admirables.
El Sumo Pontífice le encomendó el oficio de ir a confesar y a predicar a los presos en las cárceles y a los empleados que dirigían las prisiones. Y allí consiguió muchas conversiones.
De todas partes lo invitaban para que fuera a confesar enfermos, presos y gentes que deseaban convertirse. A muchos sitios tenía que ir a predicar misiones y obtenía del cielo numerosas conversiones. En los hospitales era estimadísimo confesor y consolador de los enfermos. Sus amigos de siempre fueron los pobres, los desamparados, los enfermos, los niños de la calle y los pecadores que deseaban convertirse. Para ellos vivió y por ellos desgastó totalmente su vida. El se mantenía siempre humilde y listo a socorrer a todo el que le fuera posible.
El 23 de mayo del año 1764, sufrió un ataque al corazón y murió a la edad de 66 años. Su pobreza era tal que el entierro tuvieron que costeárselo de limosna.
La estimación por él en Roma era tan grande que a su funeral asistieron 260 sacerdotes, un arzobispo, muchos religiosos e inmenso gentío. La misa de réquiem la cantó el coro pontificio de la Basílica de Roma.
Todo el bien que habéis hecho a uno de estos mis humildes hermanos, a mí me lo habéis hecho. (Jesucristo).
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Didier (o Desiderio) de Viena, Santo Obispo, Mayo 23
Obispo Etimológicamente significa "deseoso de Dios". Viene de la lengua latina. |
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Guiberto de Gembloux, Santo Monje, Mayo 23
Monje Etimológicamente significa "protector". Viene de la lengua alemana. |
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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