JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 15, 29-37
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, llegó Jesús a la orilla del lago de Galilea; subió a la montaña y se sentó allí. Se le acercó mucha gente trayendo tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y otros muchos enfermos; los pusieron a sus pies y Jesús los curó.
La gente se maravillaba al ver que los lisiados quedaban curados, los ciegos veían, los mudos hablaban y los tullidos caminaban; y se pusieron a alabar al Dios de Israel.
Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
"Siento lástima de esta gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen nada para comer. No quiero despedirlos en ayunas, no sea que se desmayen por el camino".
Los discípulos le dijeron:
"¿Dónde vamos a conseguir pan en este lugar despoblado para dar de comer a tanta gente?"
Jesús les preguntó:
"¿Cuántos panes tienen?"
Ellos contestaron:
"Siete, y unos pocos pescados".
Entonces Jesús mandó a la gente que se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los peces,
dio gracias, los partió y se los iba dando a los discípulos y éstos a la gente.
Todos comieron hasta hartarse, y con lo que sobró llenaron siete canastos.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=272692
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
mie 1a. Adviento
Antífona de Entrada
Ven, Señor, no tardes, ilumina los secretos de las tinieblas y manifiéstate a todas las naciones.
Oración Colecta
Oremos:
Que tu gracia, Señor, prepare nuestros corazones para que, cuando venga Jesucristo, tu Hijo, nos encuentre dignos de sentarnos a su mesa y de recibir de sus propias manos el pan del cielo.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
Invita el Señor a su banquete y enjuga las lágrimas de todos los rostros
Lectura del libro del profeta Isaías 25, 6-9
En aquel día, el Señor todopoderoso preparará en este monte para todos los pueblos un banquete de exquisitos alimentos, un banquete de buenos vinos, sabrosos alimentos, vinos deliciosos. Y en este monte destruirá el velo que cubre a todos los pueblos, el lienzo que tapa a todas las naciones.
Destruirá la muerte para siempre, secará las lágrimas de todos los rostros, y borrará de la tierra la deshonra de su pueblo -lo ha dicho el Señor-. Aquel día dirán:
"Este es nuestro Dios, de quien esperábamos la salvación, éste es el Señor en quién confiábamos; alegrémonos y hagamos fiesta pues él nos ha salvado".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 22, 1-3a.3b-4.5.6
Habitaré en la casa del Señor toda la vida.
El Señor es mi pastor, nada me falta. En prados de hierba fresca me hace descansar; me conduce junto a aguas tranquilas y renueva mis fuerzas.
Habitaré en la casa del Señor toda la vida.
Me guía por la senda del bien, haciendo honor a su nombre. Aunque pase por un valle tenebroso, ningún mal temeré, porque tú estas conmigo; tu vara y tu bastón me dan seguridad.
Habitaré en la casa del Señor toda la vida.
Me preparas un banquete para envidia de mis adversarios, perfumas con ungüento mi cabeza y mi copa está llena.
Habitaré en la casa del Señor toda la vida.
Tu amor y tu bondad me acompañan todos los días de mi vida; y habitaré por siempre en la casa del Señor.
Habitaré en la casa del Señor toda la vida.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Ya viene el Señor para salvar a su pueblo. Dichosos los que estén preparados para salir a su encuentro.
Aleluya.
Evangelio
Jesús sana a muchos enfermos y multiplica los panes
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 15, 29-37
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, llegó Jesús a la orilla del lago de Galilea; subió a la montaña y se sentó allí. Se le acercó mucha gente trayendo tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y otros muchos enfermos; los pusieron a sus pies y Jesús los curó.
La gente se maravillaba al ver que los lisiados quedaban curados, los ciegos veían, los mudos hablaban y los tullidos caminaban; y se pusieron a alabar al Dios de Israel.
Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
"Siento lástima de esta gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen nada para comer. No quiero despedirlos en ayunas, no sea que se desmayen por el camino".
Los discípulos le dijeron:
"¿Dónde vamos a conseguir pan en este lugar despoblado para dar de comer a tanta gente?"
Jesús les preguntó:
"¿Cuántos panes tienen?"
Ellos contestaron:
"Siete, y unos pocos pescados".
Entonces Jesús mandó a la gente que se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los peces,
dio gracias, los partió y se los iba dando a los discípulos y éstos a la gente.
Todos comieron hasta hartarse, y con lo que sobró llenaron siete canastos.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Te pedimos, Señor, que este sacrificio, signo de nuestra total entrega a ti, te sea ofrecido
siempre, para que realice la intención que tuviste al instituir este sacramento y lleve a cabo plenamente en nosotros tu salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
Las dos venidas de Cristo
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Quien al venir por vez primera en la humildad de nuestra carne, realizó el plan de redención trazado desde antiguo y nos abrió el camino de la salvación; para que cuando venga de nuevo en la majestad de su gloria, revelando así la plenitud de su obra, podamos recibir los bienes prometidos que ahora, en vigilante espera, confiamos alcanzar.
Por eso,
con los ángeles y arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Antífona de la Comunión
He aquí que el Señor vendrá con gran poder e iluminará los ojos de sus siervos.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Imploramos, Señor, tu misericordia, para que esta comunión que hemos recibido nos prepare a las fiestas que se acercan, purificándonos de todo pecado.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
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† Meditación diaria
5 de diciembre. 6º Día de la Novena
MADRE AMABLE
— Jesús nos dio a su Madre como Madre nuestra.
— Madre amable, acogedora, de mirar misericordioso.
— Aprender a tratar y amar más y mejor a Nuestra Señora.
I. La Virgen se convirtió en Madre de todos los hombres en el momento en que consintió libremente en ser Madre de Jesús, el primogénito entre muchos hermanos. Esta maternidad de María sobre nosotros es superior a la maternidad natural humana1, pues al dar a luz corporalmente a Cristo Cabeza del Cuerpo Místico, que es la Iglesia, engendró espiritualmente a todos sus miembros, a todos nosotros, y Cristo es la fuente de toda vida espiritual: "habiendo llevado en su seno al Viviente afirma el Concilio Vaticano II-, María es Madre de todos los hombres, en especial de los fieles"2.
Cuando su Hijo, Jesús, fue clavado en la Cruz, estaban junto a Él María, su Madre, San Juan, el discípulo amado, y algunas santas mujeres. El Señor dirigió entonces a su Madre esas palabras que tanta trascendencia han tenido y tendrán en la vida personal de cada hombre, de cada uno de nosotros: Mujer dice a la Virgen, he ahí a tu hijo; luego dice al discípulo: ahí tienes a tu Madre3.
Impresiona ver a Cristo olvidado de sí: de sus sufrimientos, de su soledad. Conmueve el inmenso amor a su Madre: no quiere que se quede sola; ve el dolor de María y lo asume dentro de su Corazón para ofrecerlo también al Padre por la redención de los hombres. Conmueve el gesto de Jesús para con todos los hombres, buenos y malos, incluso encallecidos por el pecado, representados en Juan. Nos da a su Madre como Madre nuestra. Jesús nos mira a cada uno, y nos dice: Ahí tienes a tu Madre, trátala bien, acude a Ella, aprovecha este don inefable.
En aquellos momentos, cuando Jesús consumaba su obra redentora, María se unió íntimamente a su sacrificio por una cooperación más directa y más profunda en nuestra salvación. La maternidad espiritual de la Virgen Santísima fue confirmada por Cristo mismo desde la Cruz4.
Ahí tienes a tu Hijo. "Esta fue la segunda Natividad. María había dado a luz en la gruta de Belén a su Hijo primogénito sin dolor alguno; ahora da a luz a su segundo hijo, Juan, entre los dolores de la Cruz. En este momento padece María los dolores del parto, no solo por Juan, su segundo hijo, sino por los millones de otros hijos suyos que la llamarán Madre a lo largo de los tiempos. Ahora comprendemos por qué el Evangelista llamó a Cristo su hijo primogénito, no porque tuviera más hijos de su carne, sino porque había de engendrar muchos otros con la sangre de su corazón"5; con un dolor redentor, lleno de frutos, pues estaba unido al sacrificio de su Hijo. Comprendemos bien que la maternidad de María sobre nosotros, siendo de un orden distinto, es superior a la maternidad de las madres en la tierra, pues Ella nos engendra a una vida sobrenatural y eterna.
Ahí tienes a tu hijo. Estas palabras produjeron un aumento de caridad, de amor materno por nosotros, en el alma de la Virgen; en el corazón de Juan, un amor filial profundo y lleno de respeto por la Madre de Dios. Este es el fundamento de una honda devoción a la Virgen.
Podríamos preguntarnos en este día de la Novena el lugar que ocupa la Virgen en nuestra vida. ¿La hemos sabido acoger como Juan? ¿La dejamos con frecuencia sola? ¿La llamamos muchas veces Madre, Madre mía...? ¿La tratamos bien?
II. Maternidad quiere decir solicitud y desvelo por el hijo. Y esto se da en la Virgen por todos los hombres. Intercede por cada uno y obtiene las gracias específicas y oportunas que necesitamos. Jesús dice de sí mismo que es el Buen Pastor que llama a sus ovejas, a cada una por su nombre, nominatim6; algo parecido sucede con la Virgen, Madre espiritual de todo hombre en particular. Lo mismo que los hijos son diferentes y únicos para su madre, así somos todos para Santa María. Ella nos conoce bien, nos distingue en la lejanía de cualquier otro, nos llama por nuestro nombre con un acento inconfundible. Su maternidad alcanza a la persona entera, al cuerpo y al alma, Pero su acción maternal, sobre el cuerpo también, está orientada "a restaurar la vida sobrenatural en las almas"7, a la santidad, a una identificación más perfecta con su Hijo. En esta tarea maternal, la Virgen es la colaboradora por excelencia del Espíritu Santo, Aquel que da la vida sobrenatural y la mantiene.
Esta maternidad de María no es la misma para todos los hombres. María es Madre de un modo excelente de los bienaventurados del Ciclo, que ya no pueden perder la vida de la gracia. Es Madre de modo perfecto de los cristianos en gracia, porque estos tienen la vida sobrenatural completa. Es Madre de quienes están alejados de Dios por el pecado mortal, con los que ejerce su misericordia continuamente para atraerlos a la amistad con su Hijo; por eso, la Virgen es nuestra mayor ayuda en todo apostolado. Nuestra Señora es también Madre de aquellos que incluso no están bautizados, ya que están destinados a la salvación, pues Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad8.
La Virgen, Madre por excelencia, tiene siempre para nosotros una sonrisa en los labios, un gesto acogedor; una mirada que invita a la confianza; siempre está dispuesta a entender lo que ocurre en nuestro corazón; en Ella debemos descargar las penas, aquello que más nos pesa. Ella se hace querer por todos, es amable por excelencia: "se hizo toda para todos; a los sabios y a los ignorantes, con una copiosísima caridad, se hizo deudora. A todos abre el seno de la misericordia; para que todos reciban de su plenitud: redención el cautivo, curación el enfermo, consuelo el afligido, perdón el pecador"9.
Especialmente en las dificultades, o cuando no tenemos los medios que necesitamos, en las tentaciones, en posibles momentos de desvarío, debemos acudir confiadamente a Ella: Madre, Madre mía... Monstra te esse matrem!, ¡muestra que eres Madre!, le hemos dicho tantas veces.
Quizá en alguna ocasión nos encontremos enfermos del alma, y entonces acudiremos a Ella Salus infirmorum, salud de los enfermos con la seguridad de no ser rechazados. Ninguna experiencia, por dura y negativa que pueda ser o parecer, nos debe desalentar. Siempre encontraremos en Ella a la Madre amable, acogedora, de mirar misericordioso, que nos recibe con ternura y facilita incluso hace más corto- el camino que perdimos. Y si arrecian las dificultades, en el alma o en la vida corriente, la llamaremos con más fuerza, y se dará prisa para protegernos. "¡Madre! Llámala fuerte, fuerte. Te escucha, te ve en peligro quizá, y te brinda, tu Madre Santa María, con la gracia de su Hijo, el consuelo de su regazo, la ternura de sus caricias: y te encontrarás reconfortado para la nueva lucha"10.
III. Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa11. ¡Cómo envidiamos a Juan! ¡Cómo se llenó de luz aquel nuevo hogar de Santa María! "Los autores espirituales han visto en esas palabras, que relata el Santo Evangelio, una invitación dirigida a todos los cristianos para que pongamos también a María en nuestras vidas. En cierto sentido, resulta casi superflua esa aclaración. María quiere ciertamente que la invoquemos, que nos acerquemos a Ella con confianza, que apelemos a su maternidad, pidiéndole que se manifieste como nuestra Madre (Monstra te esse Matrem. Himno litúrgico Ave maris stella)"12.
Quizá podría ser este el propósito para hoy, un día más de la Novena a Nuestra Madre: contemplar a María en casa de Juan, ver la extrema delicadeza que tendría con la Madre de Jesús, las confidencias llenas de intimidad... Y meterla nosotros en la propia vida: mirarla como la miraba el discípulo amado, acudir a Ella en todo con confianza filial, quererla al menos como la quiso Juan. ¡Qué fácil es querer a Santa María! Nunca, después de Jesús, ha existido ni existirá criatura alguna más amable. Se ha dicho de María que es como una sonrisa del Altísimo. Nada defectuoso o imperfecto o inacabado encontramos en su ser. No es alguien lejano e inaccesible: está muy cerca de nuestra vida de todos los días, sabe de nuestros ajetreos, de lo que nos preocupa, de lo que necesitamos... No temamos excedernos en nuestro amor a María, pues nunca la amaremos como la Santísima Trinidad, que la amó hasta hacerla Madre de Cristo. No temamos excedernos, porque sabemos que Ella es "un regalo del Corazón de Jesús moribundo"13.
El Señor desea que aprendamos a quererla siempre más; que tengamos con Ella los detalles de delicadeza y de amor que Él hubiera tenido en nuestro caso: jaculatorias, mirar con frecuencia sus imágenes ¡se puede decir tanto en una mirada, que nos lleva de la tierra al Cielo!, desagraviarla por el olvido en que la tienen algunos de sus hijos, acudir a Ella en la menor necesidad, rezarle con amor el Ángelus, el Santo Rosario... "Entre todos los homenajes que podemos tributar a María afirma San Alfonso M.ª de Ligorio, no hay ninguno tan grato al Corazón de nuestra Madre como el implorar con frecuencia su maternal protección, rogándole que nos asista en todas nuestras necesidades particulares, como al dar o recibir un consejo, en los peligros, en las tribulaciones, en las tentaciones... Esta buena Madre nos librará ciertamente de los peligros, con solo rezar la antífona Sub tuum praesidium ("Bajo tu protección nos acogemos, Santa Madre de Dios..."), o el Avemaría, o con solo invocar su santo nombre, que tiene un poder especial contra los demonios"14. Ella, como todas las madres, experimenta un especial gozo en atender a sus hijos necesitados.
Sabemos que "después de la peregrinación de este destierro, nos esperan sus ojos misericordiosos y sus brazos, donde nos encontraremos, en lazo indisoluble, con el Fruto de su vientre, Jesús, que ganó la gloria para sí, para su Madre y para todos los hermanos que nos acogemos a su misericordia"15.
Sancta María, Mater amabilis, ora pro eis... ora pro me. Enséñame a quererte cada día un poco más.
1 Cfr. R. Garrigou-Lagrange. La Madre del Salvador, p. 219. — 2 Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 53. — 3 Jn 19, 27. — 4 Juan Pablo II, Enc. Redemptoris missio, 7-XII-1990, n. 23. — 5 F. J. Sheen, Desde la Cruz, Subirana, Barcelona 1965, p. 18. — 6 Cfr. Jn 10, 3. — 7 Cfr. Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 61. — 8 Cfr. J. Ibáñez-F. Mendoza, La Madre del Redentor, pp. 237-238. — 9 San Bernardo, Homilía en la octava de la Asunción, 2. — 10 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 516. — 11 Jn 19, 27. — 12 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 140. — 13 Cfr. Pío XII, Enc. Haurietis aquas, 15-V-1956, 21. — 14 San Alfonso Mª de Ligorio, Las glorias de María, III, 9. — 15 L. Mª. Herrán, Nuestra Madre del Cielo, Palabra, 2ª. ed., Madrid 1988, p. 102.
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Adviento. 1ª semana. Miércoles
UN MESíAS MISERICORDIOSO
— Acudir siempre a la misericordia del Señor. Meditar su vida para aprender a ser misericordiosos con los demás.
— El Señor es especialmente compasivo y misericordioso con los pecadores que se arrepienten. Acudir al sacramento de la misericordia. Nuestro comportamiento con los demás.
— Las obras de misericordia.
I. Acudió a él mucha gente, llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros, leemos en el Evangelio de la Misa de hoy; los echaban a sus pies y él los curaba. La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos...
Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo: Me da lástima de la gente1. Esta es la razón que tantas veces mueve el corazón del Señor. Llevado por su misericordia hará a continuación el espléndido milagro de la multiplicación de los panes.
La liturgia nos hace considerar este pasaje del Evangelio durante el tiempo de Adviento porque la abundancia de bienes y la misericordia sin límites serían señales de la llegada del Mesías.
Me da lástima de la gente. Este es el gran motivo para darse a los demás: ser compasivos y tener misericordia.
Y para aprender a ser misericordiosos debemos fijarnos en Jesús, que viene a salvar lo que estaba perdido; no viene a terminar de romper la caña cascada ni a apagar del todo la mecha que aún humea2, sino a cargar con nuestras miserias para salvarnos de ellas, a compadecerse de los que sufren y de los necesitados. Cada página del Evangelio es una muestra de la misericordia divina.
Debemos meditar la vida de Jesús porque "Jesucristo resume y compendia toda esta historia de la misericordia divina (...). Nos han quedado muy grabadas también, entre muchas otras escenas del Evangelio, la clemencia con la mujer adúltera, la parábola del hijo pródigo, la de la oveja perdida, la del deudor perdonado, la resurrección del hijo de la viuda de Naím. ¡Cuántas razones de justicia para explicar este gran prodigio! Ha muerto el hijo único de aquella pobre viuda, el que daba sentido a su vida, el que podía ayudarla en su vejez. Pero Cristo no obra el milagro por justicia; lo hace por compasión, porque interiormente se conmueve ante el dolor humano"3. ¡Jesús que se conmueve ante nuestro dolor!
La misericordia de Dios es la esencia de toda la historia de la salvación, el porqué de todos los hechos salvíficos.
Dios es misericordioso, y ese divino atributo es como el motor que guía y mueve la historia de cada hombre. Cuando los Apóstoles quieren resumir la Revelación, aparece siempre la misericordia como la esencia de un plan eterno y gratuito, generosamente preparado por Dios. Con razón puede el Salmista asegurar que de la misericordia del Señor está llena la tierra4. La misericordia es la actitud constante de Dios hacia el hombre. Y el recurso a ella es el remedio universal para todos nuestros males, también para aquellos que creíamos que ya no tenían remedio.
Meditar en la misericordia del Señor nos ha de dar una gran confianza ahora y en la hora de nuestra muerte, como rezamos en el Avemaría. Qué alegría poderle decir al Señor, con San Agustín: "¡Toda mi esperanza estriba solo en tu gran misericordia!"5. Solo en eso, Señor. En tu misericordia se apoya toda mi esperanza. No en mis méritos, sino en tu misericordia.
II. De forma especial, el Señor muestra su misericordia con los pecadores: les perdona sus pecados. Con frecuencia, los fariseos le criticaban por esto, pero Él los rechaza diciendo que no necesitan de médico los sanos, sino los enfermos6.
Nosotros, que estamos enfermos, que somos pecadores, necesitamos recurrir muchas veces a la misericordia divina: Muéstranos, Señor, tu misericordia. Y danos tu salvación7, repite continuamente la Iglesia en este tiempo litúrgico.
En tantas ocasiones, cada día, tendremos que acudir al Corazón misericordioso de Jesús y decirle: Señor, si quieres, puedes limpiarme8. Especialmente en estas circunstancias, "el conocimiento de Dios, Dios de la misericordia y del amor benigno, es una constante e inagotable fuente de conversión, no solamente como momentáneo acto interior, sino también como disposición estable, como estado de ánimo. Quienes llegan a conocer de este modo a Dios, quienes lo ven así, no pueden vivir sino convirtiéndose sin cesar a Él"9. Verdaderamente, podemos exclamar también nosotros: ¡Qué grande es la misericordia del Señor y su piedad para los que se vuelven a Él!10. ¡Qué grande es la misericordia divina para cada uno de nosotros!
Esto nos impulsa a volver muchas veces al Señor, mediante el arrepentimiento de nuestras faltas y pecados, especialmente en el sacramento de la misericordia divina, que es la Confesión.
Pero el Señor ha puesto una condición para obtener de Él compasión y misericordia por nuestros males y flaquezas: que también nosotros tengamos un corazón grande para quienes nos rodean. En la parábola del buen samaritano11 nos enseña el Señor cuál debe ser nuestra actitud ante el prójimo que sufre. No nos está permitido "pasar de largo" con indiferencia, sino que debemos "pararnos" junto a él. "Buen samaritano es todo hombre que se para junto al sufrimiento de otro hombre, de cualquier género que ese sea. Esta parada no significa curiosidad, sino más bien disponibilidad. Es una determinada disposición interior del corazón, que tiene también su expresión emotiva. Buen samaritano es todo hombre sensible al sufrimiento ajeno, el hombre que se conmueve ante la desgracia del prójimo.
"Si Cristo, conocedor del interior del hombre, subraya esta conmoción, quiere decir que es importante para toda nuestra actitud frente al sufrimiento ajeno. Por lo tanto, es necesario cultivar en uno mismo esta sensibilidad del corazón hacia el que sufre. A veces esta compasión es la única o la principal manifestación de nuestro amor y de nuestra solidaridad hacia el hombre que sufre"12.
¿No tendremos en el propio hogar, en la oficina o en la fábrica, a esa persona herida, física o moralmente, que requiere, con urgencia quizá, nuestra disponibilidad, nuestro afecto y nuestros cuidados?
III. Existe en toda la Sagrada Escritura una urgencia por parte de Dios para que el hombre tenga también sentimientos de misericordia, esa "compasión de la miseria ajena, que nos mueve a remediarla, si es posible"13. Nos promete el Señor que seremos dichosos si tenemos un corazón misericordioso para con los demás, y que alcanzaremos misericordia de parte de Dios.
El campo de la misericordia es tan grande como el de la miseria humana que se trata de remediar. Y el hombre puede padecer miseria y calamidades en el orden físico, intelectual y moral... Por eso, las obras de misericordia son innumerables –tantas como necesidades tiene el hombre–, aunque tradicionalmente, por vía de ejemplo, se han señalado catorce obras de misericordia, en las que esta virtud se manifiesta de modo especial.
Nuestra actitud compasiva y misericordiosa ha de ser, en primer lugar, con quienes habitualmente tenemos un mayor trato –la familia, los amigos–, con quienes Dios ha puesto a nuestro lado y con aquellos que se encuentran más necesitados.
Muchas veces la misericordia consistirá en preocuparnos por la salud, por el descanso, por el alimento de los que Dios nos encomienda. Los enfermos merecen una atención especial: compañía, interés verdadero por su enfermedad, enseñarles y ayudarles a que ofrezcan a Dios su dolor... En una sociedad deshumanizada por los frecuentes ataques a la familia, es cada vez mayor el número de enfermos y ancianos abandonados, sin consuelo y sin cariño. Visitar a estas personas en su soledad es una obra de misericordia cada vez más necesaria. Dios premia de una manera especial estos ratos de compañía: lo que por uno de estos hicisteis, por Mí lo hicisteis14, nos dice el Señor.
También debemos practicar, junto a las llamadas obras materiales de misericordia, las espirituales. En primer lugar corregir al que yerra, con la advertencia oportuna, con caridad, sin que se ofenda; enseñar al que no sabe, especialmente en lo que se refiere a la ignorancia religiosa, el gran enemigo de Dios, que aumenta de día en día en proporciones alarmantes: la catequesis ha pasado en la actualidad a ser una obra de misericordia de primerísima importancia y urgencia; aconsejar al que duda, con honradez y rectitud de intención, ayudándole en su camino hacia Dios; consolar al afligido, compartiendo su dolor, animándole para que recupere la alegría y entienda el sentido sobrenatural de esa pena que sufre; perdonar al que nos ofende, con prontitud, sin darle demasiada importancia a la ofensa, y cuantas veces sea necesario; socorrer al que necesita ayuda, prestando ese servicio con generosidad y alegría; finalmente, rogar a Dios por los vivos y por los difuntos, sintiéndonos especialmente ligados por la Comunión de los Santos a esas personas con las que estamos más obligados por razones de parentesco, amistad, etcétera.
Nuestra actitud de misericordia hacia los demás se ha de extender a otras muchas manifestaciones de la vida, pues "nada puede hacerte tan imitador de Cristo –dice San Juan Crisóstomo– como la preocupación por los demás. Aunque ayunes, aunque duermas en el suelo, aunque, por así decir, te mates, si no te preocupas del prójimo, poca cosa hiciste, aún distas mucho de Su imagen"15.
Así obtendremos de Dios misericordia para nuestra vida, y quizá la merezcamos también para los demás, ese abismo de misericordia que se extiende de generación en generación16, según profetizó nuestra Señora a su prima Santa Isabel.
Pidamos la misericordia divina para nosotros mismos, ¡que tanto la necesitamos!, y para nuestra generación, a través de Santa María, Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra. Ante la próxima fiesta de la Inmaculada nuestro confiado recurso a la Virgen se hace, si cabe, más continuo y enamorado.
1 Mt 5, 7. — 2 Lc 19, 10; Is 41, 9. — 3 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 7. — 4 Sal 33, 5.— 5 San Agustín, Confesiones, 10. — 6 Mt 9, 12. — 7 Sal 84, 8. — 8 Mt 8, 2. — 9 Juan Pablo II, Enc. Dives in misericordia, 13. — 10 Eccl 17, 28. — 11 Lc 10, 30 ss. — 12 Juan Pablo II, Carta Apost. Salvifici doloris, 28. — 13 San Agustín, La ciudad de Dios, 9, 5. — 14 Mt 25, 40. — 15 San Juan Crisóstomo, Coment. a la 1ª epístola a los Corintios. — 16 Lc 1, 50.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
San Sabas
Abad
Año 532
Este santo fue uno de los monjes más famosos de la antigüedad.
Nació en Turquía en el año 439.
Era hijo de un comandante del ejército, el cual tuvo que partir a lejanas tierras y lo dejó confiado a un tío. Pero este lo trataba muy mal y el niño de ocho años se fue donde otro tío. Mas el segundo empezó a pelear con el primero exigiendo que le debían pasar a él la herencia del niño si querían que lo educara, y entonces el joven Sabas, amigo de la paz, se fue a un monasterio.
Después los dos tíos se arrepintieron de lo mal que lo habían tratado y lo llamaron otra vez a que administrara sus cuantiosos bienes, pero él ya estaba hastiado del mundo y no quiso volver a él.
Después de pasar varios años como monje muy ejemplar en su tierra, dispuso irse a Jerusalén para aprender la santidad con los monjes de ese país. Y allí a varios kilómetros de Jerusalén se hizo una celda, cerca de los otros monjes anacoretas y se dedicó a una vida de oración y penitencia. Como era el más joven y forzudo de los monjes, acarreaba el agua desde bastantes cuadras de distancia, conseguía la lecha y trabajaba diez horas al día, haciendo canastos para vender y con eso conseguir los alimentos para los más ancianos y débiles. Había días en que tejía diez canastos.
El más estricto y santo de los monjes de los alrededores, San Eutimio, lo invitó a irse a pasar los 40 días de la cuaresma en el desierto donde ayunó Jesús, y a dedicarse allí a ayunar ellos también. Sabas empezó con gran fervor, pero a los pocos días cayó desvanecido de tanta sed, a cause del intenso calor. San Eutimio oró con fe, y apareció por allí cerca un nacedero de agua y así logró no morir de deshidratación. Después de muerto San Eutimio, repitió Sabas muchas veces en su vida, la práctica de pasar los 40 días anteriores a la Semana Santa, ayunando en el desierto donde ayunó Jesús. Es terrible penitencia que sólo resisten quienes tienen una gran resistencia física.
Sabas pasó cuatro años seguidos en el desierto sin hablar con nadie. Pero luego empezaron a llegar monjes a pedirle que los dirigiera hacia la santidad y tuvo que dedicarse a ayudarles a conseguir la perfección. Llegó a tener 150 monjes cerca del Mar Muerto. Como por allí faltaba el agua, un día el santo vio a un asno hocear en el suelo, y mandó excavar en ese sitio y apareció una fuente de agua que dio de beber a muchas gentes por bastantes siglos.
Cuando tenía 50 años fue ordenado sacerdote por el Arzobispo de Jerusalén, y nombrado jefe de todos los monjes de Tierra Santa.
Con la herencia que le dejaron sus padres construyó dos hospitales.
Por tres veces fue enviado a Constantinopla, residencia del emperador, a obtener que este no apoyara a los herejes y que favoreciera la Tierra Santa. La primera vez como iba vestido tan pobremente, los guardias del palacio dejaron entrar a los demás enviados menos a él. Pero cuando leyó la carta del Arzobispo de Jerusalén en la cual le recomendaba a Sabas como el más santo de los monjes, el emperador preguntó por él y tuvieron que irse a buscarlo. Lo encontraron en un rincón, dedicado a la oración.
El emperador ofreció a los visitantes que pidieran los regalos que quisieran. Cada uno pidió para sí mismo lo que quiso, pero Sabas dijo que él no deseaba nada para su uso personal, pero que lo que pedía era que el emperador no ayudara a los herejes y que concediera varias ayudas que estaban necesitando mucho en Palestina, y que pusiera un puesto de policía cerca de donde estaban los monjes para que los defendieran de los asaltadores.
Todo esto se lo concedió el mandatario.
San Sabas llegó a dirigir personalmente a muchísimos monjes y entre sus dirigidos hay cinco santos canonizados. Por ej. San Juan Damasceno y San Teodoro.
A los noventa y cuatro años de edad, siendo famoso en todo Oriente, y habiendo gastado gran parte de su vida en oración, meditación y dirección espiritual, murió el 5 de diciembre del año 532.
Su monasterio, cerca del Mar Muerto, es uno de los tres monasterios más antiguos que existen en el mundo. La fuente que hizo brotar, todavía surte de agua a los alrededores, y las palmeras hijas de las que él mismo sembró, aún siguen alimentando con sus dátiles a los monjes que allí viven santamente.
Gloria a Dios por los grandes santos que le ha dado a su santa Iglesia.
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Felipe Rinaldi, Beato Fundador, 5 de diciembre
Rector Mayor de 1922 a 1931
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Crispina, Santa Biografía, 5 de diciembre
Diciembre 5 Etimológicamente significa " de pelo rizado". Viene de la lenguas alemana. |
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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina04
Bartolomé Fanti de Mantua, Beato Presbítero Carmelita, 5 Diciembre
No sabemos gran cosa sobre la vida de Bartolomé Fanti. |
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Narciso Putz, Beato Mártir, Diciembre 5
Mártir Martirologio Romano: Cerca de Munich, en Baviera, de Alemania, beato Narciso Putz, presbítero y mártir, que mientras Polonia estaba bajo un régimen extranjero durante la guerra, fue llevado al campo de concentración de Dachau por su tenacidad en la fe y allí murió agotado por crueles tormentos (1942). |
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Nicolás Stenso, Beato Obispo y Científico, 5 Diciembre
Hijo de un pastor luterano, nació en Copenhague el 10 de enero de 1638, donde estudia matemáticas, ciencias naturales e idiomas, y empieza a estudiar anatomía con Thomas Bartholin. |
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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