JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 5, 17-26
Gloria a ti, Señor.
Un día, mientras Jesús enseñaba, estaban allí sentados algunos fariseos y doctores de la ley que habían venido de todos los pueblos de Galilea, de la región de Judea y de Jerusalén. Y el poder del Señor lo impulsaba a sanar enfermos.
En esto, aparecieron unos hombres que traían en una camilla a un paralítico y buscaban cómo presentárselo a Jesús; pero, como no veían la manera de hacerlo a causa del gentío, subieron a la azotea, lo descolgaron en la camilla a través del tejado y lo pusieron en medio, delante de Jesús. Viendo la fe que tenían, Jesús dijo:
"Hombre, tus pecados quedan perdonados".
Los escribas y los fariseos empezaron a pensar:
"¿Quién es éste que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?"
Pero Jesús, dándose cuenta de lo que pensaban, les dijo:
"¿Qué es lo que están pensando? ¿Qué es más fácil decir: Tus pecados quedan perdonados, o decir: Levántate y camina?
Pues ahora sabrán que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder para perdonar los pecados".
Entonces se dirigió al paralítico y le dijo:
"Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa".
El se levantó inmediatamente en presencia de todos, tomó la camilla en que lo llevaban y se fue a su casa alabando a Dios. Todos quedaron maravillados y alababan a Dios, llenos de temor, diciendo:
"Hoy hemos visto cosas extraordinarias".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=272692
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
lun 2a. Adviento
Antífona de Entrada
Escuchen, pueblos, la palabra del Señor; anúncienla en todos los rincones de la tierra: He aquí que vendrá nuestro Salvador; ya no tengan miedo.
Oración Colecta
Oremos:
Escucha, Señor, nuestras plegarias y ayúdanos a prepararnos a celebrar con verdadera fe y pureza de corazón el misterio admirable de la Encarnación de tu Hijo, que vive y reina contigo...
Amén.
Primera Lectura
Dios mismo viene a salvarnos
Lectura del libro del profeta Isaías 35, 1-10
Esto dice el Señor:
"Saltarán de alegría el desierto y la tierra reseca; la llanura se regocijará y florecerá; florecerá como el lirio, se regocijará y dará gritos de alegría. Le han dado la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón; y verán la gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios. Fortalezcan las manos cansadas, afiancen las rodillas vacilantes, digan a los cobardes de corazón:
"¡Animo!, no teman. Miren a su Dios: trae la venganza y el desquite; viene en persona a salvarlos".
Se despegarán los ojos de los ciegos, los oídos de los sordos se abrirán, saltará el cojo como un venado, la lengua del mudo cantará. Brotarán aguas en el desierto y torrentes en la llanura; el desierto se convertirá en estanque, la tierra sedienta en manantial. En la guarida de los chacales brotarán cañas y juncos. Cruzará por allí un camino cuyo nombre será: "Vía Santa". Los impuros no pasarán por ella. El mismo Señor guiará al caminante, y los inexpertos no se extraviarán. No habrá en ella leones, ni se acercarán las fieras. Los rescatados caminarán por ella, por ella volverán los liberados del Señor. Llegarán a Sión entre gritos de júbilo; una alegría eterna iluminará su rostro, gozo y alegría los acompañarán, la tristeza y el llanto se alejarán".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 84, 9ab-10.11-12.13-14
Nuestro Dios viene a salvarnos.
Voy a escuchar lo que promete Dios: el Señor anuncia la paz a su pueblo y a sus fieles. Sí, la salvación está cerca de los que le honran, Dios habitará en nuestra tierra.
Nuestro Dios viene a salvarnos.
El amor y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se abrazan; la fidelidad surge de la tierra y la justicia se asoma desde el cielo.
Nuestro Dios viene a salvarnos.
El Señor también nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su cosecha; la justicia irá delante de él y seguirá su camino.
Nuestro Dios viene a salvarnos.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Ya viene el Rey, el Señor de la tierra; él nos librará de nuestra esclavitud.
Aleluya.
Evangelio
Hoy hemos visto maravillas
Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, estas ofrendas que hemos tomado de tus mismos dones, y concédenos que esta Eucaristía, que nos permites celebrar ahora en nuestra vida mortal, sea para nosotros prenda de salvación eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
Las dos venidas de Cristo
En verdad es justo y necesario es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Quien al venir por vez primera en la humildad de nuestra carne, realizó el plan de redención trazado desde antiguo y nos abrió el camino de la salvación; para que cuando venga de nuevo en la majestad de su gloria, revelando así la plenitud de su obra, podamos recibir los bienes prometidos que ahora, en vigilante espera, confiamos alcanzar.
Por eso,
con los ángeles y arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Antífona de la Comunión
Ven, Señor, visítanos con tu paz y nos alegraremos en tu presencia de todo corazón.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Por nuestra participación en esta Eucaristía, enséñanos, Señor, a no poner nuestro corazón en las cosas pasajeras, sino en los bienes eternos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
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† Meditación diaria
10 de diciembre
NUESTRA SEÑORA DE LORETO*
Memoria
— La casa de Nazareth.
— El hogar de Nazareth, modelo que han de imitar los hogares cristianos.
— Hacer la vida amable a quienes conviven con nosotros.
I. El culto de la Santísima Virgen bajo la advocación de Nuestra Señora de Loreto «está vinculado, según la antigua y viva tradición, a la casa de Nazareth; la casa en la que, como recuerda el Evangelio de la Misa de hoy, María habitó después de los desposorios con José; la casa de la Sagrada Familia»1, el hogar que con tanto cariño prepararía San José para recibir a Santa María. Esta morada fue en primer lugar la casa de María, pues «toda casa es, ante todo, santuario de la madre. Y ella lo crea de modo especial con su maternidad»2. Dios desea «que los hijos de la familia humana, al venir al mundo, tengan un techo sobre su cabeza, que tengan una casa. Sin embargo, la casa de Nazareth, como sabemos, no fue el lugar del nacimiento del Hijo de María e Hijo de Dios. Probablemente, todos los antepasados de Cristo, de los que habla la genealogía del Evangelio de hoy según San Mateo, venían al mundo bajo el techo de una casa. Esto no se le concedió a Él. Nació como un extraño en Belén, en un establo. Y no pudo volver a la casa de Nazareth, porque, obligado a huir desde Belén a Egipto por la crueldad de Herodes, solo después de morir el rey, José se atrevió a llevar a María con el Niño al hogar de Nazareth. Y desde entonces en adelante, esa casa fue el lugar de la vida cotidiana, el lugar de la vida oculta del Mesías; la casa de la Sagrada Familia. Fue el primer templo, la primera iglesia en la que la Madre de Dios irradió su luz con su maternidad. La irradió con su luz, procedente del gran misterio de la Encarnación; del misterio de su Hijo»3.
Sus muros fueron testigos del amor entrañable de los miembros de la Sagrada Familia, del trabajo escondido de los seres que Dios más amó en el mundo. Esta morada, llena de luz y de amor, limpia, alegre, de servicio gustoso, es el modelo de todos los hogares cristianos. En ella se reflejaría el alma de María; los modestos adornos, el orden, la limpieza, hacían que Jesús y José, después de una jornada de trabajo, encontraran el descanso junto a Nuestra Señora. El cuidado material de nuestros hogares, a veces rodeados de una gran pobreza, de unos muebles modestos, nunca es indiferente para esa convivencia en la que debemos encontrar a Dios. La Virgen María nos enseña hoy a que sean también muestra de caridad hacia los demás.
II. Ante el Cielo, aquella casa de Nazareth resplandecía de luz, porque allí se encontraba la Luz del mundo. A la vez, fue un hogar que sobresalía por su limpieza, por el buen gusto dentro de su pobreza, por el cuidado de las cosas... Nuestra Señora preparó la comida muchas veces, remendó la ropa y procuró que aquel hogar estuviera siempre acogedor. ¡Con qué amor serviría Santa María a Jesús y a José! ¡Cómo estaría pendiente de esos momentos del mediodía cuando hacían un parón en el trabajo, o al atardecer cuando daban por concluida su tarea! En el calor de intimidad de aquel hogar fue creciendo el Hijo de Dios, hasta que llegó el tiempo prefijado desde la eternidad para iniciar su predicación por ciudades y aldeas. Siempre tendría presentes aquellas paredes y aquel lugar pobre, pero ordenado y limpio, humanamente agradable. Cuando, en su ministerio público, Jesús volvió a Nazareth recordaría momentos inolvidables junto a su Madre y a San José. Entre las cosas que Santa María guardaba en su corazón4 estarían sin duda tantos pequeños sucesos corrientes de su Hijo, que fueron la alegría de su alma. «No olvidemos que la casi totalidad de los días que Nuestra Señora pasó en la tierra transcurrieron de una manera muy parecida a las jornadas de otros millones de mujeres, ocupadas en cuidar de su familia, en educar a sus hijos, en sacar adelante las tareas del hogar. María santifica lo más menudo, lo que muchos consideran erróneamente como intrascendente y sin valor: el trabajo de cada día, los detalles de atención hacia las personas queridas, las conversaciones y las visitas con motivo de parentesco o de amistad. ¡Bendita normalidad, que puede estar llena de tanto amor de Dios!»5.
Dios quiere que sus hijos nazcan, vivan y se formen en un hogar, que ha de ser imitación del de Nazareth. Aunque la mujer está llamada a desempeñar funciones capitales en otros trabajos en bien de la sociedad, la dedicación al cuidado de su hogar ocupará un lugar central en su vida, pues es allí donde principalmente, a través de múltiples detalles, ejerce esa maternidad sobre los suyos, el encargo más excelente que ha recibido del Señor. Y marido y mujer no deben olvidar «que el secreto de la felicidad conyugal está en lo cotidiano, no en ensueños. Está en encontrar la alegría escondida que da la llegada al hogar; en el trato cariñoso con los hijos; en el trabajo de todos los días, en el que colabora la familia entera; en el buen humor ante las dificultades, que hay que afrontar con deportividad; en el aprovechamiento también de todos los adelantos que nos proporciona la civilización, para hacer la casa agradable, la vida más sencilla, la formación más eficaz»6.
En la Sagrada Familia tenemos el modelo que hemos de mirar muchas veces. «Nazareth es la escuela donde empieza a entenderse la vida de Jesús, es la escuela donde se inicia el conocimiento de su Evangelio. Aquí aprendemos a observar, a escuchar, a meditar, a penetrar en el sentido profundo y misterioso de esta sencilla, humilde y encantadora manifestación del Hijo de Dios entre los hombres. Aquí se aprende incluso, quizá de una manera casi insensible, a imitar esta vida»7. ¡Cuántas veces en nuestra oración mental hemos entrado en aquella casa modesta de Nazareth y hemos contemplado a Jesús, a María y a José mientras trabajan, y en los muchos detalles que tendrían entre sí, en la convivencia diaria!
Examinemos hoy junto a la Sagrada Familia si nuestros hogares son un reflejo de aquel de Nazareth: si procuramos que Jesús ocupe el centro de los pensamientos y del amor de todos, si mantenemos despierto el espíritu de servicio, si nos desvivimos por hacer la vida amable a los demás; o si, por el contrario, se dan riñas frecuentes, si nos preocupamos excesivamente de lo nuestro, si por presiones del ambiente dejamos esas costumbres cristianas que tanto ayudan a tener presente a Dios: la bendición de la mesa, el rezo de alguna oración en común, el asistir juntos a la Misa del domingo o de alguna fiesta principal...
III. «¡Qué gran ejemplo de convivencia cotidiana! afirmaba León XIII, refiriéndose a la Sagrada Familia. ¡Qué perfecta imagen de un hogar! Allí se vive con sencillez de costumbres y calor humano; en constante armonía de sentimientos; sin desorden, con mutuo respeto; con amor sincero, sin fingimientos, plenamente operativo por la perseverancia en el cumplimiento del deber, que tanto atrae a los que lo contemplan»8. Es allí donde debemos mirar para reproducir en nuestras familias el ejemplo de Jesús, María y José.
El calor de hogar no solo depende de la madre aunque su función no es fácilmente sustituible, sino de la aportación personal de cada uno. Hemos de vivir pensando en los demás, usar de las cosas de tal manera que haya algo que ofrecer siempre a otros, cuidar de las tradiciones propias de cada familia... ¡Cuánta semejanza puede haber entre nuestra vida y la de Jesús, María y José en la casa de Nazareth! Todo transcurrió allí con la más completa normalidad, sin acontecimientos de extraordinario relieve externo. El Señor no nos pide sacrificios llamativos. Nos busca, sin embargo, en la propia familia, en mil pequeños detalles de entrega: una sonrisa para aquel que se encuentra más cansado, adelantarnos en los pequeños servicios que requiere toda convivencia, no manifestar desagrado por cosas de poca importancia, vencer el malhumor para no hacer daño a los demás, estar atentos al santo o cumpleaños de quienes conviven con nosotros, festejar en familia esos aniversarios y fiestas especialmente ligados a todos...
«Acepta, ¡oh Señora de Loreto! oraba el Papa Juan Pablo II en este Santuario, Madre de la casa de Nazareth, esta peregrinación mía y nuestra, que es una gran oración común por la casa del hombre de nuestra época: por la casa que prepara a los hijos de toda la tierra para la casa eterna del Padre en el Cielo»9. A Ella le pedimos que nos enseñe a cuidar del propio hogar, como del lugar querido por Dios para aprender y ejercitar las virtudes humanas y sobrenaturales y para restaurar las fuerzas perdidas en orden a una mayor eficacia en el servicio que prestamos a la sociedad con nuestro trabajo, y en el apostolado. Le pedimos que nuestras casas «constituyan esos hogares vivos del amor, en los cuales el hombre puede calentarse cada día»10, y que sean anticipo de la Casa del Cielo, un cielo aquí en la tierra.
1 Juan Pablo II, Homilía en Loreto, 8-IX-1979. — 2 Ibídem. — 3 Ibídem. — 4 Cfr. Lc 2, 51. — 5 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 148. — 6 Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer, n. 91. — 7 Pablo VI, Homilía en Nazareth, 5-I-1964. —8 León XIII, Enc. Laetitiae sanctae, 8-IX-1893, 3. — 9 Juan Pablo II, loc cit. — 10 ídem, Exhort. Apost. Familiaris consortio, 22-IX-1981, 37.
* En el Santuario de Loreto, según antigua tradición, se conserva la Santa Casa, donde la Virgen nació y recibió el anuncio de su divina maternidad. El pequeño edificio, tal como aparece hoy, consiste en una pieza rectangular, construida con piedras arenosas de sillería unidas por argamasa de barro; la parte superior es de ladrillo. Las paredes no son visibles desde el exterior, habiendo sido incluidas en el siglo xvi en un monumental revestimiento marmóreo. La imagen de la Virgen es obra reciente, y sustituye a una procedente del siglo xvi que fue destruida en el incendio de 1921. Loreto fue, desde muy antiguo, centro de peregrinaciones y foco de piedad mariana.
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Adviento. 2ª semana. Lunes
APOSTOLADO DE LA CONFESIÓN
— El bien más grande que podemos hacer a nuestros amigos: acercarlos al sacramento de la Penitencia.
— Fe y confianza en el Señor. El paralítico de Cafarnaúm.
— La Confesión. El poder de perdonar los pecados. Respeto, agradecimiento y veneración al acercarnos a este sacramento.
I. Despierta, Señor, nuestros corazones y muévelos a preparar los caminos de tu Hijo; que tu amor y tu perdón apresuren la salvación que retardan nuestros pecados1. Esa oración litúrgica, con la que iniciamos nuestra conversación con Dios, nos habla de pregonar la venida de Jesús pidiendo perdón por los pecados.
Confortad las manos flojas y robusteced las rodillas débiles. Decid a los apocados de corazón: Alentaos y no temáis (...), el mismo Dios vendrá y os salvará. Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y los oídos de los sordos. El lisiado saltará como el ciervo y la lengua de los mudos se soltará, brotarán aguas en el desierto y torrentes en la soledad. Y lo que era seco se mudará en estanque y la tierra sedienta en fuentes de agua2. Con el Señor nos han llegado todos los bienes.
El Mesías está muy cerca de nosotros, y en estos días del Adviento nos preparamos para recibirle de una manera nueva cuando llegue la Navidad. Jesús dice especialmente en estos días: Confortad las manos flojas y robusteced las rodillas débiles. Decid a los apocados de corazón: Alentaos y no temáis... Y nos encontramos cada día con más amigos, colegas, parientes, desorientados en lo más esencial de su existencia. Se sienten incapacitados para ir hasta el Señor, y andan como paralíticos por los caminos de la vida porque han perdido la esperanza. Nosotros hemos de guiarlos hasta la humilde cueva de Belén; allí encontrarán el sentido de sus vidas. Para eso, hemos de conocer el camino; tener vida interior, trato con Jesús, adelantarnos en mejorar en aquellas cosas que nuestros amigos deban mejorar, y tener una esperanza inquebrantable en los medios sobrenaturales.
La oración, la mortificación y el ejemplo estarán siempre en la base de todo apostolado cristiano. La petición por los demás es tanto más oída cuanto más amparada está por la santidad del que pide. El apostolado nace de un gran amor a Cristo.
En muchos casos, acercar a nuestros amigos a Cristo es llevarles a que reciban el sacramento de la Penitencia, uno de los mayores bienes que el Señor ha dejado a su Iglesia. Pocas ayudas tan grandes, quizá ninguna, podemos prestarles como la de facilitarles que se acerquen a la Confesión. En alguna ocasión, con delicadeza, tendremos que ayudarles para que hagan un buen examen de conciencia; en otras, los acompañaremos a donde se han de confesar; otras veces bastará una palabra de aliento y de cariño junto a una breve y acomodada catequesis sobre la naturaleza y los bienes de este sacramento. ¡Qué alegría cada vez que acercamos a un pariente, a un colega, a un amigo al sacramento de la misericordia divina! Esta misma alegría es compartida en el Cielo3 por nuestro Padre Dios y por todos los bienaventurados.
II. En el Evangelio de la Misa de hoy San Marcos nos dice que llegó Jesús a Cafarnaúm y enseguida se supo que estaba en casa, y se juntaron tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio4.
También cuatro amigos se dirigieron a la casa llevando a un paralítico; pero no pudieron llegar hasta Jesús por causa del gentío. Entonces, valiéndose quizá de una escalera posterior, llegaron hasta el tejado con el paralítico; levantaron la techumbre por el sitio donde se encontraba el Señor y, después de hacer un agujero, descolgaron la camilla en la que yacía el paralítico. Dejaron la camilla en medio, delante de Jesús5.
El apostolado, y de modo singular el de la Confesión, es algo parecido: poner a las personas delante de Jesús; a pesar de las dificultades que esto puede llevar consigo. Dejaron al amigo delante de Jesús. Después el Señor hizo el resto; Él es quien hace realmente lo importante.
Los cuatro amigos conocían ya al Maestro, y su esperanza era tan grande que el milagro tendrá lugar gracias a su confianza en Jesús. Y su fe suple o completa la del paralítico. El Evangelio nos dice que al ver Jesús la fe de ellos, de los amigos, realizó el milagro. No se menciona explícitamente la fe del enfermo, se insiste en la de los amigos. Vencieron obstáculos que parecían insuperables: debieron convencer al enfermo. Mucha debió de ser su confianza en Jesús, pues solo el que está convencido, convence. Cuando llegaron a la casa, estaba tan repleta de gente que, al parecer, ya nada se podía hacer en aquella ocasión. Pero no se arredran. Superaron esta barrera con su decisión, con su ingenio, con su interés. Lo importante era el encuentro entre Jesús y su amigo, y para que se realice ese encuentro ponen todos los medios a su alcance.
¡Qué gran lección para el apostolado que como cristianos hemos de hacer! También nosotros encontraremos, sin duda, resistencias más o menos grandes. Nuestra misión consiste fundamentalmente en poner a nuestros amigos frente a frente con Cristo, dejarles junto a Jesús... y desaparecer. ¿Quién puede transformar la interioridad de una persona sino el Señor, y solo Él? El apostolado está en el orden de la gracia, de lo sobrenatural.
Quizá en ocasiones seamos culpables de que otros no se acerquen a Dios, porque se encuentran como incapacitados para ir hasta el Señor. «Este paralítico –explica Santo Tomás– simboliza al pecador que yace en el pecado; lo mismo que el paralítico no puede moverse, tampoco el pecador puede valerse por sí mismo. Los que llevan al paralítico representan a los que con sus consejos conducen al pecador hacia Dios»6.
Si tenemos confianza y trato frecuente con Cristo, podremos superar, con iniciativas también humanas, los obstáculos que se presentan siempre, de un modo u otro, en toda labor apostólica.
El Señor se sintió gratamente impresionado por la audacia, fruto de una gran esperanza apostólica, de estos cuatro amigos que no se echaron atrás ante las primeras dificultades ni lo dejaron para otra ocasión más oportuna, pues no sabían cuándo pasaría Jesús otra vez por allí, tan cerca.
Podemos preguntarnos hoy en nuestra meditación personal si hacemos así con nuestros amigos, parientes y conocidos: ¿nos hemos detenido en las primeras dificultades, cuando habíamos decidido ayudarles para que se acercaran a la Confesión? Allí les estaba esperando el Señor.
III. El Señor miró al enfermo con inmensa piedad: Ten confianza, hijo, le dice. Y, a continuación, unas palabras que asombraron a todos:tus pecados te son perdonados.
Cuando David pecó y acudió a postrarse a los pies de Natán, este le dijo: Yahvé te ha perdonado7. Era Dios quien le había perdonado, Natán se limitaba a transmitir el mensaje que devolvió a David la alegría y el sentido a su vida. Pero Jesús perdona en nombre propio. Esto escandalizó a los escribas presentes: Este blasfema. ¿Quién puede perdonar los pecados sino solo Dios?
Y es muy posible que el paralítico experimentara con especial lucidez toda su indignidad, quizá comprendió en ese momento, como nunca hasta entonces lo había hecho, la necesidad de estar limpio ante la mirada purísima de Jesús, que le penetraba hasta el fondo del alma con honda misericordia. Recibió entonces la gracia de un perdón tan grande: era el premio por haberse dejado ayudar. Y, enseguida, una alegría como nunca antes había imaginado. Es la alegría de toda Confesión contrita y sincera. Ya poco le importaba su parálisis. Su alma estaba limpia y había encontrado a Jesús.
El Señor lee los pensamientos de todos, y quiso dejar bien sentado, también para quienes al cabo de los siglos meditaríamos esta escena, que tiene todo el poder en el cielo y en la tierra, porque es Dios; también el poder de perdonar los pecados. Y lo demuestra con el milagro de la curación completa de este hombre.
Este poder de perdonar los pecados fue transmitido por el Señor a su Iglesia en la persona de los Apóstoles, para que Ella, por medio de los sacerdotes, lo pudiera ejercer hasta el fin de los tiempos: Recibid el Espíritu Santo, a quienes les perdonéis los pecados, les son perdonados; a quienes se los retengáis, les son retenidos8.
Los sacerdotes ejercitan el poder del perdón de los pecados no en virtud propia, sino en nombre de Cristo –in persona Christi–, como instrumentos en manos del Señor. Solo Dios puede perdonar los pecados, y ha querido hacerlo en el sacramento de la Penitencia, a través de sus ministros los sacerdotes. Esto es tema de urgente catequesis entre quienes nos rodean, que les facilitará acercarse con más amor a este sacramento.
Aprovechemos nuestra oración de hoy para agradecer al Señor el que haya dejado a su Iglesia, nuestra Madre, tan inmenso poder: ¡Gracias, Señor, por poner tan a nuestro alcance y tan fácilmente un don tan grande!
También nos puede ayudar este rato de oración para examinar junto al Señor cómo van nuestras confesiones: Si las preparamos con un detenido examen de conciencia, si fomentamos la contrición en cada una de ellas, si nos confesamos con la frecuencia que hemos previsto, si somos radicalmente sinceros con el confesor, si nos esforzamos en llevar a la práctica los consejos recibidos. Hoy puede ser un buen momento para ver en la presencia de Dios a quiénes de nuestros parientes, amigos o colegas podemos ayudar a preparar un buen examen de conciencia, o quiénes están más necesitados de una palabra de aliento que les anime para disponerse a recibir este sacramento como preparación de la Navidad. Ellos lo esperan en lo más profundo de su alma, y el Señor también espera que acudan a esta fuente de su misericordia. No fallemos nosotros. Es el regalo más grande que podemos hacerles.
Nuestra Madre Santa María, Refugium peccatorum, tendrá compasión de ellos y de nosotros.
1 Oración del Jueves de la 1ª Semana de Adviento. — 2 Primera lectura, cfr. Is 35, 1-10. — 3 Cfr. Lc 15, 7. — 4 Mc 2, 1-13. — 5 Lc 5, 19. — 6 Santo Tomás, Comentarios sobre San Mateo, 9, 2. — 7 2 Sam 12, 13. — 8 Jn 20, 22-23.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
La Virgen de Loreto
Loreto significa: rodeado de árboles de laurel.
En el norte de Italia hay un santuario mariano sumamente famoso, visitado continuamente por millares de peregrinos. Se llama la Casita de Nazaret en Loreto.
A este santuario han ido en peregrinación famosos santos. Por ej. San Carlos Borromeo, San Luis Gonzaga, Santa Teresita, San José Cupettino, San Juan Bosco, los Pontífices Juan XXIII, Pablo VI, y Juan Pablo II, y muchos más. Es un templo muy amado por los católicos de Europa.
Empezó a existir este santuario cuando los Cruzados tomaron a Jerusalén y hacia el año 1200 empezaron a llevar a Italia materiales de la Tierra Santa para construir una réplica o imitación de lo que pudo ser la casita de Jesús, José y María de Nazaret.
Cuando después de muchos viajes portando materiales lograron hacer una edificación parecida a la que pudo habitar la Sagrada Familia, comenzaron a invitar a los devotos a visitar aquel lugar sagrado y a honrar en él a la Madre de Dios.
Y, como sucede en los santuarios de todo el mundo, comenzaron a obrarse allí admirables milagros. Los santuarios son precisamente lugares donde Dios, misteriosamente, sin saber por qué, concede impresionantes favores a los que van allí a pedirle su ayuda. Quizás porque la fe del peregrino es muy viva y se aumenta con el contagio del fervor de los demás orantes en ese lugar, en cada santuario se consiguen gracias que en otras partes no se habían logrado obtener. Y esto sucede en Loreto continuamente.
Algunos, para darle más poesía a la existencia de la Casa de Loreto, llegaron a afirmar que esa construcción había sido llevada por los ángeles, volando por los aires, desde Nazaret. Por eso la Virgen de Loreto es Patrona de los aviadores. Esa narración es sólo una bella leyenda, pero a la gente le gustó y algunos hasta la creyeron.
Nosotros al recordar hoy en esta fiesta la Vida de María, José y el Divino Niño en Nazaret, nos alegramos de ser amigos y devotos de tan santas y amables personas, y pedimos a Jesús, José y María que sigan bendiciendo cada día más y más a nuestras familias y a nuestras casas. Quiera Dios que cada uno de nuestros hogares sea una réplica o imitación fiel del santo Hogar de Nazaret.
Jesús, José y María: Bendecid nuestros hogares.
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Milciades (Melquiades), Santo Papa, 10 de diciembre
Diciembre 10 Etimológicamente significa "de tez roja". Viene de la lengua griega. |
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Fuente: Wikipédia
Gregori III, Santo Papa, 10 Diciembre
XC Papa
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Fuente: Vatican.va
Marco Antonio Durando, Beato Presbítero y Fundador, 10 de diciembre
Presbítero Martirologio Romano: En Turín, del Piamonte, en Italia, beato Marco Antonio Durando, presbítero de la Congregación de la Misión, que fundó la Congregación de las Hermanas de Jesús Nazareno, para cuidar enfermos y jóvenes abandonados (1880). Marco Antonio nació el 22 de mayo de 1801, en Mondoví, en la ilustre familia de los Durando, cuya casa daba a la Plaza Mayor y estaba cerca de la catedral y de la iglesia de la Misión. Al revés que su madre, que era persona muy piadosa y que inspiró la religiosidad y la fe en el corazón de sus ocho hijos, el padre tenía ideas liberales y era de tendencia laica y agnóstica. Dos de los hijos, de manera especial, profesaron tales convicciones y se implicaron en los sucesos del Risorgimento italiano. Ocuparon puestos de relieve en la vida política y militar. Santiago fue ministro de asuntos exteriores en el gobierno Rattazzi, de 1862. Juan, general y jefe de las tropas pontificias, en 1848, desobedeció las órdenes de Pío IX llevando a las tropas pontificias más allá del Po para cerrar el paso a los austríacos. Una vez que regresó al ejército piamontés, participó con Carlos Alberto en la batalla de Novara, en la expedición de Crimea y en las guerras de independencia. |
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Gonzalo Viñes Masip, Beato Mártir, 10 Diciembre
Canónigo de la Colegiata de Xàtiva |
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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