JMJ
Pax
Habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se arrepienta
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 15, 1-10
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos:
"Este recibe a los pecadores y come con ellos".
Jesús les dijo entonces esta parábola:
"Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que se perdió, hasta encontrarla? Y una vez que la encuentra, se la carga sobre los hombros, lleno de alegría; y al llegar a casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice:
"¡Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido!"
Yo les aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se arrepienta, que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse.
Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les dice:
"¡Alégrense conmigo, porque ya encontré la moneda que se me había perdido!".
Les aseguro que así también se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se arrepiente".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.
El Misterio de la Misa en 2 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk
El que no valora una obra de arte es porque necesita cultura: https://www.youtube.com/watch?v=mTKKaT-KaKw
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu
El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX
Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
San Leonardo, "El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc
Audio (1/5): https://www.youtube.com/watch?v=2NjKuVnxH58
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?
Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).
Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?
Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html
Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).
† Misal
24a. Dom Ord Ciclo C
A los que esperan en ti, Señor, concédeles tu paz y cumple así las palabras de tus profetas; escúchame, Señor, y atiende a las plegarias de tu pueblo.
Oración Colecta
Oremos:
Míranos, Señor, con ojos de misericordia; y haz que experimentemos vivamente tu amor, para que podamos servirte con todas nuestras fuerzas.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
El Señor renunció al castigo con que había amenazado a su pueblo
Lectura del libro de Exodo 32, 7-11.13-14
En aquellos días dijo el Señor a Moisés:
"Anda, baja del monte, porque tu pueblo, el que sacaste de Egipto, se ha pervertido.
No tardaron en desviarse del camino que yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se han postrado ante él, le han ofrecido sacrificios y han dicho:
"Este es tu dios, Israel, el que te sacó de Egipto".
Y el Señor le añadió a Moisés:
"Veo que este pueblo es un pueblo de cabeza dura. Deja que mi ira se encienda contra ellos hasta consumirlos. De ti, en cambio, haré un gran pueblo".
Moisés trató de aplacar al Señor su Dios, diciéndole:
"¿Por qué ha de encenderse tu ira, Señor, contra este pueblo que Tú sacaste de Egipto con gran poder y vigorosa mano? Acuérdate de Abrahán, Isaac y Jacob, siervos tuyos, a quienes juraste por ti mismo diciendo:
"Multiplicaré su descendencia como las estrellas del cielo, y les daré en posesión perpetua toda la tierra que les he prometido"".
Y el Señor renunció al castigo con que había amenazado a su pueblo.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 50
Me levantaré y volveré a mi padre.
Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas.
Lávame bien de todos mis delitos y purifícame de mis pecados.
Me levantaré y volveré a mi padre.
Crea en mí, Señor, un corazón puro, un espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos. No me arrojes, Señor, lejos de ti, ni retires de mí tu espíritu.
Me levantaré y volveré a mi padre.
Señor, abre mis labios y cantará mi boca tu alabanza. Un corazón contrito te presento, y a un corazón contrito, tú nunca lo desprecias.
Me levantaré y volveré a mi padre.
Cristo vino al mundo para salvar a los pecadores
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo 1, 12-17
Querido hermano: Doy gracias a nuestro Señor Jesucristo, que me ha fortalecido por haberme considerado digno de confianza al encomendarme este ministerio. A mí, que antes fui blasfemo y perseguí a la Iglesia con violencia; pero Dios tuvo misericordia de mí, porque en mi incredulidad obré por ignorancia al no ser creyente.
Pero la gracia de nuestro Señor se desbordó sobre mí, dándome la fe y el amor que proviene de Cristo Jesús. Puedes fiarte de lo que voy a decirte y aceptarlo sin reservas:
Que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Pero Cristo Jesús me perdonó, para que fuera yo el primero en quien él manifestara toda su generosidad, y sirviera de ejemplo a los que van a creer en él para obtener la vida eterna.
Al rey eterno, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Dios ha reconciliado consigo al mundo, por medio de Cristo, y nos ha encomendado a nosotros el mensaje de la reconciliación.
Aleluya.
Habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se arrepienta
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 15, 1-10
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos:
"Este recibe a los pecadores y come con ellos".
Jesús les dijo entonces esta parábola:
"Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que se perdió, hasta encontrarla? Y una vez que la encuentra, se la carga sobre los hombros, lleno de alegría; y al llegar a casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice:
"¡Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido!"
Yo les aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se arrepienta, que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse.
Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les dice:
"¡Alégrense conmigo, porque ya encontré la moneda que se me había perdido!".
Les aseguro que así también se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se arrepiente".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Imploremos, hermanos y hermanas, la misericordia de Dios y pidámosle que escuche las oraciones de los que hemos puesto nuestra confianza en él:
Respondemos a cada petición:
Señor, atiende nuestra súplica).
Para los obispos, los presbíteros y los diáconos: pidamos al Señor una vida santa, tal como corresponde a su ministerio, y el premio abundante de su trabajo, roguemos al Señor.
Señor, atiende nuestra súplica.
Para los que gobiernan las naciones y tienen bajo su poder el destino de los pueblos: pidamos el don de la prudencia y el espíritu de justicia, roguemos al Señor.
Señor, atiende nuestra súplica.
Para los enfermos e impedidos: pidamos al Señor la fortaleza necesaria a fin de que no se desanimen ante las dificultades, y vivan alegres en la esperanza de los bienes eternos, roguemos al Señor.
Señor, atiende nuestra súplica.
Para nosotros mismos y para nuestros familiares, amigos y bienhechores: pidamos al Señor que nos conserve y aumente los bienes que con tanta generosidad nos ha concedido, roguemos al Señor.
Señor, atiende nuestra súplica.
Celebrante:
Dios nuestro: tú que, gracias a los oraciones de Moisés renunciaste a abandonar al pueblo que se obstinaba en rehusar tu amor, escucha las oraciones del nuevo Moisés, Cristo, Hijo tuyo y sacerdote nuestro, que no deja de interceder por los pecadores; y haz que también nosotros experimentemos aquella alegría que hay entre los ángeles de Dios, por un solo pecador que se convierte.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Acepta, Señor, con bondad, los dones y plegarias de tu pueblo; y haz que lo que cada uno ofrece en tu honor, ayude a la salvación de todos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prendas de la Pascua eterna
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. En quien vivimos, nos movemos y somos; y todavía peregrinos en este mundo, no sólo experimentamos las pruebas cotidianas de tu amor, sino que poseemos ya, en prenda la vida futura. Pues al poseer las primicias del Espíritu, por el cual resucitaste a Jesús de entre los muertos podemos esperar que un día sea nuestra pascua eterna. Por eso, Señor, te damos gracias y proclamamos tu grandeza, cantando con los ángeles:
Señor Dios, qué valioso es tu amor. Por eso los humanos se acogen a la sombra de tus alas.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Que la gracia de esta comunión nos transforme, Señor, tan plenamente, que no sea ya nuestro egoísmo, sino tu amor, el que impulse de ahora en adelante nuestra vida.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
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† Meditación diaria
Vigésimo cuarto Domingo ciclo c
EL HIJO PRÓDIGO
— La misericordia inagotable de Dios.
— La dignidad recuperada.
— Servir a Dios es un honor.
I. Misericordia, Dios mío, por tu bondad, // por tu inmensa compasión borra mi culpa. // Lava del todo mi delito, // limpia mi pecado.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro, // renuévame por dentro... // Un corazón contrito y humillado tú no lo despreciarás1.
La liturgia de este domingo trae a nuestra consideración, una vez más, la misericordia inagotable del Señor: ¡un Dios que perdona y que manifiesta su infinita alegría por cada pecador que se convierte! Leemos en la Primera lectura2 cómo Moisés intercede por el pueblo de Dios, que muy pronto ha olvidado el pacto de la Alianza y se ha construido un becerro de oro, mientras él se encontraba en el Sinaí. Moisés no trata de excusar el pecado del pueblo, sino que apoya su plegaria en Dios mismo, en sus antiguas promesas, en su misericordia. El mismo San Pablo nos habla en la Segunda lectura3 de su propia experiencia: Podéis fiaros y aceptar sin reservas lo que os digo: que Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero. Y por eso se compadeció de mí: para que en mí, el primero, mostrara Cristo toda su paciencia. Es la experiencia íntima de cada uno de nosotros. Todos conocemos cómo Dios no se ha cansado jamás de perdonarnos, de facilitarnos de continuo el camino del perdón.
En el Evangelio de la Misa4 San Lucas recoge esas parábolas de la compasión divina ante el estado en que queda el pecador, y el gozo del Señor al recuperar a quien parecía definitivamente perdido. El personaje central de estas parábolas es Dios mismo, que pone todos los medios para recuperar a sus hijos maltrechos por el pecado: es el pastor que sale tras la oveja descarriada hasta que la encuentra, y luego la carga sobre sus hombros, porque la ve fatigada y exhausta por su descarrío; es la mujer que ha perdido una moneda y enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado hasta que la halla; es el padre que, movido por la impaciencia del amor, sale todos los días a esperar a su hijo descarriado, y aguza la vista para ver si cualquier figura que se vislumbra a lo lejos es su hijo pequeño... "En su gran amor por la humanidad, Dios va tras el hombre –escribe Clemente de Alejandría– como la madre vuela sobre el pajarillo cuando este cae del nido; y si la serpiente lo está devorando, revolotea alrededor gimiendo por sus polluelos (cfr. Dt 32, 11). Así Dios busca paternalmente a la criatura, la cura de su caída, persigue a la bestia salvaje y recoge al hijo, animándole a volver, a volar hacia el nido"5.
Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta. ¿Cómo nos vamos a retraer de la Confesión ante tanto gozo divino? ¿Cómo no vamos a llevar a nuestros amigos hasta ese sacramento de la misericordia, donde se recupera la paz, la alegría y la dignidad perdidas? La actitud misericordiosa de Dios será, aun cuando estuviéramos lejos, el más poderoso motivo para el arrepentimiento. Antes que nosotros alcemos la mano pidiendo ayuda, ya ha tendido Él la suya –mano fuerte de padre– para levantarnos y ayudarnos a seguir adelante.
II. El pecado, tan detalladamente descrito en la parábola del hijo pródigo, "consiste en la rebelión frente a Dios, o al menos en el olvido o indiferencia ante Él y su amor"6, en el deseo necio de vivir fuera del amparo de Dios, de emigrar a un país lejano, fuera de la casa paterna. "Pero esta "fuga de Dios" tiene como consecuencia para el hombre una situación de confusión profunda sobre su propia identidad, junto con una amarga experiencia de empobrecimiento y de desesperación: el hijo pródigo, según dice la parábola, después de todo comenzó a pasar necesidad y se vio obligado –él, que había nacido en libertad– a servir a uno de los habitantes de aquella región"7. ¡Qué mal se está lejos de Dios! "¿Dónde se estará bien sin Cristo –pregunta San Agustín–, o cuándo se podrá estar mal con Él?"8.
La liturgia de la Misa de hoy nos invita a meditar en la grandeza de nuestro Padre Dios y en su amor por nosotros. Cuando el hijo decide volver para trabajar como un jornalero más en la hacienda, el padre, hondamente conmovido al ver las condiciones en que vuelve, corre a su encuentro y le prodiga todas las muestras de su amor: se le echó al cuello -dice Jesús en la parábola- y lo cubrió de besos. Le acoge como hijo inmediatamente. "Estas son las palabras del libro sagrado: le dio mil besos, se lo comía a besos. ¿Se puede hablar más humanamente? ¿Se puede describir de manera más gráfica el amor paternal de Dios por los hombres?
"Ante un Dios que corre hacia nosotros, no podemos callarnos, y le diremos con San Pablo, Abba, Pater! (Rom 8, 15), Padre, ¡Padre mío!, porque, siendo el Creador del universo, no le importa que no utilicemos títulos altisonantes, ni echa de menos la debida confesión de su señorío. Quiere que le llamemos Padre, que saboreemos esa palabra, llenándonos el alma de gozo"9. Padre, Padre mío, le hemos llamado tantas veces, y nos hemos llenado de paz y de consuelo.
Hasta aquí nada había dicho el padre: ahora sus palabras rebosan alegría. No pone condiciones al hijo, no quiere acordarse más del pasado... Piensa en el futuro, en restituir cuanto antes al que llega su dignidad de hijo. Por eso, ni le deja acabar la frase que había preparado, y ordena: Pronto, sacad el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y las sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo, y vamos a celebrar un banquete; porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido recobrado. El vestido más preciado lo constituye en huésped de honor, el anillo le devuelve la dignidad perdida, las sandalias lo declaran libre10. El amor paterno de Dios se inclina hacia todo hijo pródigo, hacia cualquier miseria humana, y singularmente la miseria moral. Entonces, el que es objeto de la compasión divina "no se siente humillado, sino como hallado de nuevo y "revalorizado""11.
En la Confesión, a través del sacerdote, el Señor nos devuelve todo lo que culpablemente perdimos: la gracia y la dignidad de hijos de Dios. Ha establecido este sacramento para que podamos volver una y otra vez a la casa paterna. El Señor nos llena de su gracia y, si el arrepentimiento es profundo, nos coloca en un lugar más alto del que estábamos: "saca, de nuestra miseria, riqueza; de nuestra debilidad, fortaleza. ¿Qué nos preparará, si no lo abandonamos, si lo frecuentamos cada día, si le dirigimos palabras de cariño confirmado con nuestras acciones, si le pedimos todo, confiados en su omnipotencia y en su misericordia? Solo por volver a Él su hijo, después de traicionarle, prepara una fiesta, ¿qué nos otorgará, si siempre hemos procurado quedarnos a su lado?"12.
III. Y se pusieron a celebrar la fiesta.
En este momento, cuando parece que la parábola ha terminado, el Señor introduce un personaje más: el hermano mayor. Viene del campo, de trabajar en la finca de su padre, como ha hecho siempre. Cuando llega a casa, la fiesta está en todo su apogeo. Oye la música y los cantos desde lejos y se sorprende. Un criado le informa de que se celebra el retorno de su hermano menor, que ha llegado sin nada. ¡Por fin ha vuelto!
Pero el hermano mayor se enfada. "¿No te ha movido el coro, el regocijo y la fiesta de la casa? –comenta San Agustín–. El banquete de ternero cebado, ¿no te ha hecho pensar? Nadie te excluye a ti. Todo en balde; habla el siervo, dura el enojo, no quiere entrar"13. Es la nota discordante de la tarde. Es también el momento de los reproches ocultos y escondidos durante tanto tiempo, que salen ahora a la luz: tantos años que te sirvo, y nunca me has dado un cabrito..., y ahora ha venido ese hijo tuyo, que ha consumido tu hacienda con meretrices, y has hecho matar un becerro cebado para él.
El Padre es Dios, que tiene siempre las manos abiertas, llenas de misericordia. El hijo pequeño es la imagen del pecador, que se da cuenta de que solo puede ser feliz junto a Dios, aunque sea en el último lugar, pero con su Padre Dios. ¿Y el mayor? Es un hombre trabajador, que ha servido siempre sin salir fuera de los límites de la finca; pero sin alegría. Ha servido porque no había más remedio, y con el tiempo se le ha empequeñecido el corazón. Ha ido perdiendo el sentido de la caridad mientras servía. Su hermano es ya para él ese hijo tuyo. ¡Qué contraste entre el corazón magnánimo del padre y la mezquindad de este hijo mayor! Es la imagen del justo miope para apreciar que servir a Dios y gozar de su amistad y presencia es una continua fiesta, que, en definitiva, servir es reinar14. Es la figura de todo aquel que olvida que estar con Dios –en lo grande y en lo pequeño– es un honor inmerecido. En el mismo servicio está una buena parte de la recompensa. Omnia bona mea tua sunt: Hijo, tú estás siempre conmigo, y todos mis bienes son tuyos. "Por tanto, todas las honras son nuestras, si nosotros somos de Dios"15. Se nos da el mismo Dios, y todas sus riquezas con Él: ¿qué más podemos pedir?
Dios espera de nosotros una entrega alegre, no de mala gana ni forzado, pues Dios ama al que da con alegría16. Hay siempre suficientes motivos de fiesta, de acción de gracias, de alegría, junto a Dios. Y especialmente cuando se nos presenta la ocasión de ser magnánimos –de tener corazón grande, comprensivo– con un hermano nuestro. "¡Qué dulce alegría la de pensar que el Señor es justo, es decir, que conoce perfectamente la fragilidad de nuestra naturaleza! ¿Por qué, pues, temer? El buen Dios, infinitamente justo, que se dignó perdonar con tanta misericordia las culpas del hijo pródigo, ¿no será también justo conmigo, que estoy siempre junto a Él?"17, con alegría, con deseos de servirle hasta en lo más pequeño.
1 Salmo responsorial. Sal 50, 3-4; 12; 19. — 2 Ex 32, 7-11; 13-14. — 3 1 Tim 1, 15-16. — 4 Lc 15, 1-32. — 5 Clemente de Alejandría, Protreptico, 10. — 6 Juan Pablo II, Homilía 17-IX-1989. — 7 Ibídem. — 8 San Agustín, Comentario al Evangelio de San Juan, 51, 11. — 9 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, Rialp, 1ª ed., Madrid 1973, 64. — 10 Cfr. San Agustín, Sermón 11, 7. — 11 Juan Pablo II, Enc. Dives in misericordia, 30-XI-980, 6.— 12 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, Rialp, 2ª ed., Madrid 1987, 309. — 13 San Agustín, Sermón 11, 10, — 14 Cfr. Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 36. — 15 San Agustín, Sermón 11, 13. — 16 2 Cor 9, 7. — 17 Santa Teresa de Lisieux, Historia de un alma, 8.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
El Señor de los Milagros de Buga
Antigua tradición narrada por el Franciscano Fray Francisco G. Rodríguez, en la novena que publicó en 1819.
"Allá por el año 1580 Buga era un pequeño caserío, en el valle del Cauca, Colombia. El río de Buga corría en aquel entonces por el sitio donde ahora está el templo del Señor de los Milagros. Al lado izquierdo del río había un ranchito de paja donde vivía una india anciana cuyo oficio era lavar ropa. Esta mujer era muy piadosa y estaba ahorrando y reuniendo dinero para comprarse un Santo Cristo y poder rezarle todos los días. Reunió 70 reales que era lo que necesitaba para comprarlo y traerlo desde Quito".
Precisamente el día en que la piadosa lavandera iba a llevar su dinero al señor Cura párroco para que le consiguiera la imagen, pasó por allí llorando un honrado padre de familia a quién iban a echar a la cárcel porque debía 70 reales y no tenía con qué pagarlos. La buena mujer se conmovió por esta tristeza de su vecino e inspirada por un pensamiento caritativo se propuso dejar para más tarde el conseguir su crucifijo, y le dio al pobre necesitado los 70 reales que tenía ahorrados. Aquel hombre lleno de alegría y de agradecimiento le deseó que Dios la bendijera y le ayudara mucho.
Unos días después, la anciana estaba lavando ropa en el río, cuando una ola colocó delante de ella un pequeño crucifijo de madera, que resultó para ella una joya más valiosa que todo el oro y la plata y las esmeraldas que le pudieran ofrecer. El crucifijo hallado de esta manera no podía haber pertenecido por allí cerca a ninguna otra persona, pues hacia arriba, a las orillas del río no vivía nadie. La feliz lavandera, llena de gozo y perfectamente tranquila en su conciencia, respecto a su posesión, se dirigió a su choza e improvisó allí un altarcito, sobre el cual colocó el santo Cristo que le había llegado de manera tan misteriosa, guardándolo cuidadosamente en una cajita de madera.
Una noche la anciana oyó golpecitos en el sitio donde guardaba la imagen y averiguando lo que pasaba se llevó una gran sorpresa al darse cuenta que el Santo Cristo y la cajita habían crecido notablemente, pero se imaginó que eso sería ilusión de sus ojos ya muy debilitados por la edad. Pero pocos días después advirtió que la imagen tenía ya ceca de un metro de estatura. Sorprendida por este milagro les avisó al Sr. Cura Párroco y a los señores más importantes del pueblo, los cuales visitaron enseguida la habitación de la anciana y comprobaron por sus propios ojos la verdad de lo que ella les había contado, y que esta pobre mujer poseía un crucifijo de un tamaño muy difícil de conseguir por aquellos alrededores, y que ella no tenía ni dinero ni amistades para conseguir semejante imagen, y que por lo tanto la existencia de aquel crucifijo allí no se podía explicar naturalmente y que tenía que ser un milagro.
Y resultó que la sagrada imagen se fue deformando porque los devotos le quitaban pedacitos de madera para llevarlos como reliquia y porque todos la tocaban con sus manos sudorosas, y se fue poniendo tan fea que ya a los muy amigos del arte, más que devoción les causaba repulsión. Entonces un visitador especial llegado de Popayán mandó que la dicha imagen fuera quemada y destruida por el fuego. Los devotos se estremecieron de sentimiento al conocer esta orden, pero era necesario obedecer.
Pero lo maravilloso fue que la imagen al ser echada a las llamas empezó a sudar y a sudar tan copiosamente que los vecinos empapaban algodones con aquel sudor para llevarlos como reliquias y obtener curaciones. Este milagro fue comprobado y atestiguado con la gravedad de juramento por numerosas personas. Y al terminar el sudor, la Sagrada imagen se había vuelto mucho más hermosa de lo que estaba antes, y se le fue lo que anteriormente tenía de desagradable.
La señora Luisa Sánchez que vivió en aquellos tiempos declaró con juramento: "El sudor duró dos días. Todos los vecinos de los alrededores venían con algodones a recoger sudor y llevarlo como reliquias, y yo también recogí allí de aquel sudor en algodones y todavía lo guardo. Y desde aquel milagro la gente le empezó a tener gran devoción a esta santa imagen y a considerarla como de hechura milagrosa y comenzaron a obtener favores de Dios que consideraron sobrenaturales y milagrosos. Y no sólo en esta ciudad sino en muchas otras ciudades y regiones de donde se han visto llegar muchos romeros y peregrinos a visitar la sagrada imagen. A muchos de ellos les hemos oído contar que se sanaron prodigiosamente de graves enfermedades. Otros narran que se libraron de gravísimos peligros al invocar al Señor de los Milagros". (Firmado y apoyado con juramento).
Sigue diciendo la crónica de 1819. "Después de estos sucesos extraordinarios el ranchito de la anciana se convirtió en sitio de oraciones y peregrinaciones. A los anteriores milagros siguieron muchos más y fue tal la cantidad que la gente le dio a esta imagen el nombre con el cual se le conoce desde hace siglos: El Señor de los Milagros".
Después de muerta la ancianita se pensó cual era el mejor lugar para colocar el Cristo. Su ranchito quedaba frente a las aguas y he aquí que el río creció muchísimo y cambió de cauce y se desvió hacia el sur, desde unas tres cuadras más arriba del punto de la aparición, y dejó así el sitio libre para construirle el templo al Santo Cristo, templo que al principio era un edificio pequeño y se le llamaba la ermita.
Apenas se fueron difundiendo las noticias de los maravillosos milagros que se conseguían junto al Cristo de Buga se desató una corriente de peregrinaciones y devociones (recordemos que quién hace los milagros no es la imagen que es de madera o yeso, y que no puede hacerle milagros a nadie. El que hace los milagros en Nuestro Señor Jesucristo cuya santísima Pasión y Muerte recordamos cuando veneramos la imagen del Santo Cristo).
En 1907 tuvo lugar la construcción y consagración de un nuevo templo construido con las donaciones de sus devotos agradecidos y se hizo una solemnísima traslación de la milagrosa imagen hacia su nuevo altar.
En 1937 el Papa Pío XII por medio de su secretario el Cardenal Pacelli (futuro Papa Pío XII) expidió un decreto por el cual decretaba que al templo del Señor de los Milagros de Buga se le concedía el título de Basílica.
Te adoramos oh Cristo y te bendecimos que por tu santa redimiste al mundo.
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Fuente: Archidiócesis de Madrid
Pafnucio, Santo Obispo de Tebaida, 11 de septiembre
Obispo de Tebaida Martirologio Romano: Conmemoración de san Pafnucio, obispo en Egipto, que fue uno de aquellos confesores que, en tiempo del emperador Galerio Maximino, habiéndoles sacado el ojo derecho y desjarretado la pantorrilla izquierda, fueron condenados a las minas, y después, asistiendo al Concilio de Nicea, luchó denodadamente por la fe católica contra el arrianismo (s. IV).
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Fuente: Clairval.com
Juan Gabriel Perboyre, Santo Presbítero y Mártir, 11 de septiembre
Presbítero y Mártir Martirologio Romano: En la ciudad de Wuchang, de la provincia Hubei, en China, san Juan Gabriel Perboyre, presbítero de la Congregación de la Misión y mártir, que, dedicado a la predicación del Evangelio según costumbre del lugar, durante una persecución sufrió prolongada cárcel, siendo atormentado y, al fin, colgado en una cruz y estrangulado (1840).
La misión divina de la Iglesia se hace extensiva a toda la tierra y en todos los tiempos, según la frase de Jesús: Id, pues, y enseñad a todas las naciones. "Nuestra religión debe enseñarse en todas las naciones y propagarse incluso entre los chinos, a fin de que conozcan al verdadero Dios y posean la felicidad en el cielo", afirmaba con valentía San Juan Gabriel Perboyre, misionero en la China, ante un mandarín encargado de interrogarlo. Y este último agregó: "¿Qué puedes ganar adorando a tu Dios? - La salvación de mi alma, el cielo al que espero subir después de haber muerto". |
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Fuente: Zenit.org
Francesco Giovanni Bonifacio, Beato Presbítero y Mártir, 11 de septiembre
Presbítero y Mártir
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Fuente: Franciscanos.org
Buenaventura de Barcelona (Miguel Butista Gran), Beato Religioso Franciscano, 11 de septiembre
Religioso Franciscano Martirologio Romano: En Roma, beato Buenaventura de Barcelona (Miguel) Gran, religioso de la Orden de Hermanos Menores, que, amante de la observancia regular, instituyó conventos para retiros espirituales en muchos lugares del territorio romano, mostrando siempre máxima austeridad de vida y caridad para con los pobres (1648).
El Beato Buenaventura Gran vino al mundo en Riudoms, pueblecito de Cataluña cercano a Tarragona, el 24 de noviembre de 1620. Sus padres eran labradores pobres, pero muy temerosos de Dios. Lo llamaron Miguel Bautista, nombre que mudó más adelante en el convento por el de Buenaventura. Al paso que crecía en edad, sus padres le enseñaban las grandes verdades de nuestra fe, y excitaban en su corazón vivos sentimientos de amor a Dios, al par que una tierna y filial devoción a la Virgen María. |
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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