domingo, 14 de septiembre de 2014

Lunes por las almas del Purgatorio. 15/09/2014. FIESTA. Nuestra Señora de los Dolores ¡ruega por nosotros!

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Juan 19, 25-27

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre: "
"Mujer, ahí está tu hijo".
Luego dijo al discípulo: "
"Ahí está tu madre".
Y desde entonces el discípulo se la llevó a vivir con él.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354

Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

Dia 15/09 Nuestra Señora, virgen de los Dolores (blanco)

Antífona de Entrada

Simeón dijo a María: "Mira, este niño está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida; así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti una espada te atravesará el alma".

 

Oración Colecta

Oremos:
Señor, tú que has querido que la madre compartiera los dolores de tu Hijo al pie de la cruz; has que la Iglesia, asociándose con María a la Pasión de Cristo, merezca participar de su resurrección.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

Aprendió a obedecer y se convirtió en la causa de nuestra salvación eterna

Lectura de la carta a los Hebreos 5, 7-9

Hermanos: Durante su vida mortal, Cristo ofreció oraciones y suplicas, con fuertes voces y lágrimas, a aquel que podía librarlo de la muerte, y fue escuchado por su piedad. A pesar de que era el Hijo, aprendió a obedecer padeciendo, y llegando a su perfección, se convirtió en la causa de la salvación eterna para todos los que lo obedecen.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del Salmo 30

Señor, por tu amor tan grande ponme a salvo.

A ti, Señor, me acojo, que no quede yo nunca defraudado; Señor, tú que eres justo, ponme a salvo.
Señor, por tu amor tan grande ponme a salvo.

Ven a rescatarme sin retardo, sé tú mi fortaleza y mi refugio. Pues eres mi refugio y fortaleza, por tu nombre, Señor, guía mis pasos.
Señor, por tu amor tan grande ponme a salvo.

Sácame de la red que me han tendido, pues eres tú mi amparo. En tus manos encomiendo mi espíritu y tu lealtad me librará, Dios mío.
Señor, por tu amor tan grande ponme a salvo.

Pero yo en ti confío; "tú eres mi Dios", Señor, siempre te digo; mi suerte está en tus manos, líbrame del poder de mi enemigo que viene tras mis pasos.
Señor, por tu amor tan grande ponme a salvo.

Qué grande es la bondad que has reservado, Señor, para tus fieles. Con quien se acoge a ti, Señor, y a la vista de todos, ¡qué bueno eres!
Señor, por tu amor tan grande ponme a salvo.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, Aleluya.
Dichosa la Virgen María, que, sin morir, mereció la palma del martirio junto a la cruz del Señor.
Aleluya.

Evangelio

¿Y cuál hombre no llorara si a la Madre contemplara de Cristo en tanto dolor?

† Lectura del santo Evangelio según san Juan 19, 25-27

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre: "
"Mujer, ahí está tu hijo".
Luego dijo al discípulo: "
"Ahí está tu madre".
Y desde entonces el discípulo se la llevó a vivir con él.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración sobre las Ofrendas

Dios de misericordia, recibe los dones y raciones que ofrecemos, a gloria de tu nombre, en esta fiesta de la virgen María, a quién tú nos entregaste como madre amorosa cuando estaba junto a la cruz de tu Hijo, Jesucristo nuestro Señor. Que vive y reina por los siglos de los siglos.

 

Amén.

Prefacio

María, signo de consuelo y de esperanza.

En verdad es justo darte gracias, es bueno cantar tu gloria, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno.
Te alabamos y te bendecimos, por Jesucristo, tu Hijo, en esta fiesta de la bienaventurada Virgen María. Ella, como humilde sierva, escuchó tu palabra y la conservó en su corazón; admirablemente unida al misterio de la redención, perseveró con los apóstoles en la plegaria, mientras esperaban al Espíritu Santo, y ahora brilla en nuestro camino como signo de consuelo y de firme esperanza.
Por este don de tu benevolencia, unidos a los ángeles y a los santos, entonamos nuestro canto y proclamamos tu alabanza:

Antífona de la Comunión

Estén alegres cuando compartan los sufrimientos de Cristo, para que, cuando se manifieste su gloria, rebosen de gozo.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Después de recibir el sacramento de la eterna redención, te pedimos, Señor, que, al recordar los dolores de la Virgen María, completemos en nosotros, en favor de la Iglesia, lo que falta a a la Pasión de Jesucristo. Que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.

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lun 24a. Ordinario año Par

Antífona de Entrada

Firmeza es el Señor para su pueblo, defensa y salvación para sus fieles. Sálvanos, Señor, vela sobre nosotros y guíanos siempre.

 

Oración Colecta

Oremos:
Padre misericordioso, que nunca dejas de tu mano a quienes has hecho arraigar en tu amistad,
concédenos vivir siempre movidos por tu amor y un filial temor de ofenderte.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

Si hay divisiones entre ustedes, entonces ya no se reúnen para celebrar la cena del Señor

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 11, 17-26

Hermanos: Con respecto a sus reuniones, ciertamente no puedo alabarlas, porque les hacen más daño que provecho. En efecto, he sabido que cuando se reúnen en asamblea hay divisiones entre ustedes; y en parte lo creo, porque tiene que haber divisiones para que se ponga de manifiesto quiénes tienen verdadera virtud.
El caso es que, cuando se reúnen en asamblea, no es para comer la cena del Señor, porque cada uno se adelanta a comer su propia cena, y así resulta que, mientras uno pasa hambre, otro se embriaga. ¿Acaso no tienen su propia casa para comer y beber? ¿O es que tienen en tan poco a la asamblea de Dios que humillan a los pobres? ¿Qué quieren que les diga? ¿Que los alabe?
En esto no los alabo. Porque yo recibí del Señor la tradición que les he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo:
"Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía".
Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo:
"Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; hagan esto en memoria mía, siempre que beban de él".
Por eso, cada vez que comen de este pan y beben de este cáliz, proclaman la muerte del Señor hasta que vuelva.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 39, 7-8a.8b-9.10.17

Aquí estoy, Señor para hacer tu voluntad.

Sacrificios y ofrendas no quisiste, abriste, en cambio, mis oídos a tu voz. No exigiste holocaustos por la culpa, así que dije: "Aquí estoy".
Aquí estoy, Señor para hacer tu voluntad.

En tus libros se me ordena hacer tu voluntad; esto es, Señor, lo que deseo: tu ley en medio de mi corazón.
Aquí estoy, Señor para hacer tu voluntad.

He anunciado tu justicia en la gran asamblea; no he cerrado mis labios, tú lo sabes, Señor. Aquí estoy, Señor para hacer tu voluntad. Que se gocen en ti y que se alegren todos los que te buscan. Cuantos quieren de ti la salvación, repiten sin cesar: "¡Qué grande es Dios!"
Aquí estoy, Señor para hacer tu voluntad.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.
Aleluya.

Evangelio

Ni en Israel he hallado una fe tan grande

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 7, 1-10

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar a la gente,
entró en Cafarnaún. Había allí un oficial romano, que tenía enfermo y a punto de morir, a un criado muy querido. Cuando le dijeron que Jesús estaba en la ciudad, le envió unos ancianos de los judíos para rogarle que viniera a curar a su criado. Los enviados, acercándose a Jesús, le rogaban encarecidamente:
"Merece que se lo concedas, pues quiere a nuestro pueblo y nos ha construido la sinagoga".
Jesús se puso en marcha con ellos. Cuando ya estaba cerca de la casa, el oficial romano envió unos amigos a decirle:
"Señor, no te molestes; yo no soy digno de que entres en mi casa; por eso ni siquiera me atreví a ir personalmente a verte.
Basta con que digas una sola palabra y mi criado quedará sano.
Porque yo, aunque soy un
subalterno, tengo soldados a mis ordenes, y le digo a uno: "¡Ve!", y va; a otro: "¡Ven!", y viene; y a mi criado: "¡Haz esto!", y lo hace".
Al oír esto, Jesús quedó lleno de admiración y, dirigiéndose a la gente que lo seguía, dijo:
"Les aseguro que ni en Israel he hallado una fe tan grande".
Y cuando regresaron a casa, los enviados encontraron al criado sano.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración sobre las Ofrendas

Acepta, Señor, este sacrificio de reconciliación y alabanza que vamos a ofrecerte, a fin de que purifique nuestros corazones y podamos corresponder a tu amor con nuestro amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

La salvación por Cristo

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, que por amor creaste al hombre, y, aunque condenado justamente, lo redimiste por tu misericordia, por Cristo, Señor nuestro,
Por él,
los ángeles y los arcángeles y todos los coros celestiales celebran tu gloria, unidos en común alegría. Permítenos asociarnos a sus voces cantando humildemente tu alabanza:

Antífona de la Comunión

Los ojos de todos los hombres te miran, Señor, llenos de esperanza, y tú das a cada uno su alimento.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Señor, tú que nos has renovado con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, concédenos que la participación en esta Eucaristía nos ayude a obtener la plenitud de la redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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Meditación diaria

15 de septiembre

NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES*

Memoria

— El dolor de María se une al de Jesús.

— Corredención de Nuestra Señora.

— Santificar nuestros dolores y sufrimientos. Acudir a Santa María, Consoladora de los afligidos.

I. ¡Oh Madre, fuente de amor!, // hazme sentir tu dolor // para que llore contigo: // y que, por mi Cristo amado, // mi corazón abrasado // más viva en Él que conmigo1.

Quiso el Señor asociar a su Madre a la obra de la Redención, haciéndola partícipe de su dolor supremo. Al celebrar hoy este sufrimiento corredentor de María, nos invita la Iglesia a ofrecer, por la salvación propia y la ajena, los mil dolores, casi siempre pequeños, de la vida, y las mortificaciones voluntarias. María, asociada a la obra de salvación de Jesús, no sufrió solo como una buena madre que contempla a su hijo en los mayores sufrimientos y en la misma muerte. Su dolor tiene el mismo carácter que el de Jesús: es un dolor redentor. El sufrimiento de María, la esclava del Señor, purísima y llena de gracia, eleva sus actos hasta el punto de que todos ellos, en unión profundísima con su Hijo, tienen un valor casi infinito.

Nunca comprenderemos del todo la inmensidad de su amor por Jesús, causa de sus dolores. Por eso, la Liturgia aplica a la Virgen dolorosa, como al mismo Jesús, las palabras del profeta Jeremías: Oh vosotros, cuantos por aquí pasáis, mirad y ved si hay dolor comparable a mi dolor, al dolor con que soy atormentada2.

El dolor de Nuestra Señora era mayor por su eminente santidad. Su amor a Jesús le permitió sufrir los padecimientos de su Hijo como propios: "Si hieren con golpes el cuerpo de Jesús, María siente todas estas heridas; si atraviesan con espinas su cabeza, María se siente desgarrada por las puntas; si le presentan hiel y vinagre, María apura toda su amargura; si extienden su cuerpo sobre la cruz, María sufre toda esta violencia"3. Cuanto más se ama a una persona, más se siente su pérdida. "Más aflige la muerte de un hermano que la de un irracional, más la de un hijo que la de un amigo. Ahora bien (...), para comprender cuán grande fue el dolor de María en la muerte de su Hijo, habría que conocer la grandeza del amor que le tenía. Y ¿quién podrá nunca medir tal amor?"4.

El mayor dolor de Cristo, el que le sumió en profunda agonía en Getsemaní, el que le hizo sufrir como ningún otro, fue el conocimiento profundo del pecado como ofensa a Dios y de su maldad frente a la santidad de Dios. Y la Virgen penetró y participó más que ninguna otra criatura en este conocimiento de la maldad y de la fealdad del pecado, que fue la causa de la Pasión. Su corazón sufrió una mortal agonía causada por el horror al pecado, a nuestros pecados. María se vio anegada en un mar de dolor. "Y dado que cada uno de nosotros hemos contribuido en gran parte a acrecentarlos, ¿no debe acaso agradarnos el meditarlos detenida y afectuosamente para compadecernos y reparar así las heridas infligidas al Corazón de María y al Corazón de Jesús?"5.

II. Desde el comienzo, parece como sí el Señor nos hubiera querido enseñar a través de las criaturas que más amó en esta vida, María y José, que la felicidad y la eficacia redentora no están nunca lejos de la Cruz. Y aunque toda la vida de Nuestra Señora estuvo, junto con la de su Hijo, dirigida al Calvario, hay un momento especial en que le es revelada con particular claridad su participación en los sufrimientos del Mesías, su Hijo. María, acompañada de José, había venido al Templo para purificarse de una mancha legal que no había contraído y a ofrecer a su Hijo al Altísimo. En esta inmolación que hacía de su Hijo, María vislumbró la inmensidad de su sacrificio redentor, como había sido profetizado. Pero Dios quiso además revelarle la profundidad de este sacrificio y su propia participación en él por medio de un hombre justo, Simeón, que movido por el Espíritu Santo dijo a María: Mira, este ha sido puesto para ruina y salvación de muchos en Israel, y para signo de contradicción y tu misma alma la traspasará una espada, a fin de que se descubran los pensamientos de muchos corazones6.

Las palabras dirigidas a María anuncian con claridad que su vida habría de estar íntimamente unida a la obra de su Hijo. "El anuncio de Simeón comenta Juan Pablo II- parece como un segundo anuncio a María, dado que le indica la concreta dimensión histórica en la cual el Hijo cumplirá su misión, es decir, en la incomprensión y en el dolor (...). Le revela también que deberá vivir en el sufrimiento su obediencia de fe al lado del Salvador que sufre, y que su maternidad será oscura y dolorosa"7. El Señor no quiso evitar a su Madre la zozobra de una huida precipitada a Egipto cuando, con el Niño y con José, ya quizá estaba instalada en una casa modesta en Belén y comenzaba a gozar de una vida familiar en torno a Jesús. Dios no la dispensó del exilio en una tierra extraña para Ella, ni de tener que recomenzar de nuevo con lo poco que pudieron llevarse en aquel viaje apresurado... Y luego, instalados de nuevo en Nazareth, la inquietud de aquellos días, buscando a Jesús en Jerusalén, a la edad de doce años. ¡Qué momentos de angustia para el Corazón de la Madre! Y más tarde, durante los años del ministerio público del Señor, los rumores y calumnias que llegarían a sus oídos, las asechanzas por parte de los judíos de las que tendría conocimiento, las incomprensiones... Luego, las noticias, una a una, cada vez más terribles, que se van sucediendo en la noche de la traición, los gritos que piden su muerte en la mañana siguiente, la soledad y el abandono en que ve a su Hijo, el encuentro camino del Calvario... ¿Quién podrá comprender jamás la inmensidad del dolor que anega el corazón de la Virgen Santísima?... Allí está Nuestra Señora... Ve cómo clavan a su Hijo en la cruz... Y luego los insultos, la larga agonía de un crucificado... ¡Oh qué triste y afligida estuvo aquella bendita Madre del Unigénito! // Se angustiaba y se dolía la Madre piadosa, viendo las penas de su Hijo. // ¿Quién podría no llorar viendo a la Madre de Cristo en tan cruel suplicio? // ¿Quién podría no entristecerse contemplando a la Madre de Cristo sufrir con su Hijo?8.

Al considerar que nuestros pecados no son ajenos, sino parte activa, en este dolor de Nuestra Madre, le pedimos hoy que nos ayude a compartir su dolor, a sentir un profundo horror a todo pecado, a ser más generosos en la reparación por nuestros pecados y por los que todos los días se cometen en el mundo.

III. La fiesta de hoy nos invita a aceptar los sufrimientos y contrariedades de la vida para purificar nuestro corazón y corredimir con Cristo. La Virgen nos enseña a no quejarnos de los males, pues Ella jamás lo hizo; nos anima a unirlos a la Cruz redentora de su Hijo y convertirlos en un bien para la propia familia, para la Iglesia, para toda la Humanidad.

El dolor que habremos de santificar consistirá frecuentemente en las pequeñas contrariedades diarias: esperas que se prolongan, cambios de planes, proyectos que no se realizan... Otras veces se presentará en forma de pobreza, de carencia incluso de lo necesario, en la falta quizá de un empleo con el que sacar la familia adelante. Y esta pobreza será un gran medio para unirnos más a Cristo, para imitarle en su desprendimiento absoluto de las cosas, incluso de las necesarias. Miraremos a la Virgen que contempla a su Hijo desposeído hasta de aquella túnica que Ella conocía bien por haberla tejido con sus manos. Y hallaremos consuelo y fuerzas para seguir adelante con paz y serenidad.

También puede llegar la enfermedad, y pediremos la gracia de verla como un tesoro, una caricia de Dios, y de dar gracias por el tiempo en el que quizá no supimos apreciar del todo el don de la salud. La enfermedad, en cualquiera de sus formas, también la psíquica, puede ser la piedra de toque que muestre la solidez del amor al Señor y de la confianza en Él. Mientras estamos enfermos podemos crecer más rápidamente en las virtudes, principalmente en las teologales: en la fe, pues aprendemos a ver también en ese estado la mano providente de nuestro Padre Dios; en la esperanza, pues siempre estamos en sus manos, pero especialmente cuando más débiles y necesitados nos encontramos; en la caridad, ofreciendo el dolor, siendo ejemplares en la alegría con que amamos ese estado que Dios quiere o permite para nuestro bien.

Frecuentemente, lo más difícil de la enfermedad es la forma en que se presenta: "su inusitada duración, la impotencia a que nos reduce, la dependencia a que nos obliga, el malestar que proviene de la soledad, la imposibilidad de cumplir los deberes de estado y para un sacerdote, por ejemplo, la imposibilidad de continuar sus obras de apostolado; para un religioso seguir la regla; para una madre de familia ocuparse de sus hijos. Todas estas situaciones son duras y angustiosas a nuestra naturaleza. A pesar de todo, y después de haber empleado todos los medios que aconseja la prudencia para recuperar la salud, es preciso repetir con los santos: "¡Oh Dios mío! Acepto todas esas modalidades: lo que quieras, cuando quieras y como quieras""9. Le pediremos más amor y le diremos despacio, con un completo abandono: "¿Lo quieres, Señor?... ¡Yo también lo quiero!"10, como tantas veces y en circunstancias tan diversas quizá le hemos dicho.

Cuando sintamos que la carga se nos hace demasiado pesada para nuestras pocas fuerzas, recurriremos a Santa María en demanda de auxilio y de consuelo, "pues Ella sigue siendo la amorosa consoladora de tantos dolores físicos y morales que afligen y atormentan a la humanidad. Ella conoce bien nuestros dolores y nuestras penas, pues también Ella ha sufrido desde Belén hasta el Calvario: una espada te traspasará el corazón. María es nuestra Madre espiritual, y la madre comprende siempre a sus hijos y les consuela en sus necesidades.

"Por otro lado, Ella ha recibido de Jesús en la Cruz la misión específica de amarnos, solo y siempre amarnos para salvarnos. María nos consuela sobre todo mostrándonos el crucifijo y el paraíso (...).

"Oh Madre Consoladora, consuélanos a todos, haz que todos comprendamos que la clave de la felicidad está en la bondad y en el seguimiento fiel de tu Hijo Jesús"11. Él sabe siempre cuál es el camino mejor para cada uno, en el que debemos seguirle.

1 Secuencia de la Misa. Himno Stabat Mater. — 2 Lament 1, 12. — 3 A. Tanquerey, La divinización del sufrimiento, p. 108. — 4 San Alfonso Mª. de Ligorio, Las glorias de María, 2, 9. — 5 A. Tanquerey, o. c., p. 110. — 6 Lc 2, 34-35. — 7 Juan Pablo II, Enc. Redemptoris Mater, 25-III-1987, n. 16 — 8 Secuencia de la Misa. Himno Stabat Mater. — 9 A. Tanquerey, o. c., p. 168. — 10 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 762. — 11 Juan Pablo II, Homilía 13-IV-1980.

* La fiesta de hoy, inmediatamente después de la Exaltación de la Santa Cruz, nos recuerda la especial unión y participación de María en el Sacrificio de su Hijo en el Calvario. La piedad cristiana ha meditado desde el principio los relatos que los Evangelios nos han transmitido sobre la presencia de Nuestra Señora junto a la Cruz. En el siglo xiv aparece ya la Secuencia de la Misa Stabat Mater Dolorosa, de la que Lope de Vega hizo una traducción versificada al castellano. Esta traducción es la que se ha incluido en los textos litúrgicos oficiales. El Papa Pío VII, en el año 1814, extendió esta devoción a toda la Iglesia, y en 1912 San Pío X la fijó en esta fecha, 15 de septiembre, octava de la Natividad de María. Nuestra Señora nos enseña en el día de hoy el valor de corredención que pueden tener nuestros dolores y sufrimientos.

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24ª semana. Lunes

LA FE DE UN CENTURIÓN

— La humildad, primera condición para creer.

— El crecimiento de la fe.

— Humildad para perseverar en la fe.

I. Es posible que la escena que se narra en el Evangelio de la Misa1 tuviera lugar a la caída de la tarde, cuando Jesús, terminadas sus enseñanzas al pueblo, entró en la ciudad de Cafarnaún. Llegaron entonces unos ancianos de los judíos para interceder por un Centurión que tenía un criado enfermo, al que estimaba mucho. Aparece este gentil como un alma de grandes virtudes. Es un hombre que sabe mandar, pues le dice a un soldado ve y va; y a otro: ven y viene. Y al mismo tiempo tiene un gran corazón, sabe querer a los que le rodean, como a ese criado enfermo, por quien hace todo lo que está en su mano para que sane. Es un hombre generoso, que había costeado la sinagoga de esta ciudad: se hace respetar y querer, pues, como escribe San Lucas, los judíos principales que acuden a Jesús le insisten diciendo: merece que le concedas esto, aprecia a nuestro pueblo.

Sobre todo, sobresale por su fe humilde. Después de recibir estas recomendaciones de sus amigos, Jesús se puso en camino con ellos. Y cuando estaba ya cerca de la casa, el Centurión envió al Maestro una nueva embajada para decirle: Señor, no te tomes esa molestia, porque no soy digno de que entres en mi casa, por eso ni siquiera yo mismo me he considerado digno de venir a ti, pero di una palabra y mi criado quedará sano...

Esta fe llena de humildad conquistó el corazón de Jesús, de tal manera que el Señor quedó admirado de él, y volviéndose a la multitud que le seguía, dijo: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.

La humildad es la primera condición para creer, para acercarnos a Cristo. Esta virtud es el camino ancho por el que llega la fe y también el medio para aumentarla. La humildad nos capacita para hacernos entender por Jesús. Al comentar San Agustín este pasaje del Evangelio, asegura que fue la humildad la puerta por donde el Señor entró a posesionarse del que ya poseía2. Pidamos hoy nosotros al Señor una sincera humildad que nos acerque a Él, que haga más grande y firme nuestra fe y que nos disponga a hacer en todo su Voluntad santísima. "Me confiaste que, en tu oración, abrías el corazón al Señor con las siguientes palabras: "considero mis miserias, que parecen aumentar, a pesar de tus gracias, sin duda por mi falta de correspondencia. Conozco la ausencia en mí de toda preparación, para la empresa que pides. Y, cuando leo en los periódicos que tantos y tantos hombres de prestigio, de talento y de dinero hablan y escriben y organizan para defender tu reinado..., me miro a mí mismo y me encuentro tan nadie, tan ignorante y tan pobre, en una palabra, tan pequeño..., que me llenaría de confusión y de vergüenza si no supiera que Tú me quieres así. ¡Oh, Jesús! Por otra parte, sabes bien cómo he puesto, de buenísima gana, a tus pies, mi ambición... Fe y Amor: Amar, Creer, Sufrir. En esto sí que quiero ser rico y sabio, pero no más sabio ni más rico que lo que Tú, en tu Misericordia sin límites, hayas dispuesto: porque todo mi prestigio y honor he de ponerlo en cumplir fielmente tu justísima y amabilísima Voluntad""3.

II. Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe. ¡Qué elogio tan grande! ¡Con qué alegría pronunciaría el Señor estas palabras! Meditemos hoy cómo es nuestra fe y pidamos a Jesús que nos otorgue la gracia de crecer en ella, día a día.

San Agustín enseñaba que tener fe es: "Credere Deo, credere Deum, credere in Deum"4, en una fórmula clásica entre los teólogos. Es decir: creer a Dios que sale a nuestro encuentro y se da a conocer; creer todo lo que Dios dice y revela, las verdades que comunica en ese encuentro personal; y, por último, creer en Dios, amándole, confiar sin medida en Él. Progresar en la fe es crecer en estas facetas. Creer a Dios lleva consigo la seria preocupación por mejorar la formación doctrinal, por crecer en el conocimiento de Dios. Hoy podemos examinar cómo es nuestro afán por conocer mejor a Dios y todo lo que Él nos ha revelado; quizá podríamos preguntarnos por el interés en la lectura espiritual, con cuya asiduidad adquirimos, a lo largo de los años, unos fundamentos firmes, y por la constancia en los medios de formación (círculos, charlas, retiros...), que quizá tenemos la inmensa suerte de encontrar a nuestro alcance. El afán por conocer mejor a Dios se concretará además en la fidelidad a la verdad revelada por Dios, proclamada por la Iglesia, protegida y predicada por su Magisterio.

Creer a Dios lleva consigo crecer en nuestra relación personal con Él, tratarle diariamente en la oración, en diálogo amoroso, como a nuestro Creador y Redentor, que viene diariamente a nuestro encuentro en la Sagrada Eucaristía, en la oración personal, y en tantas ocasiones en medio del trabajo, y en las dificultades y en las alegrías... Creer a Dios nos lleva a verle muy cerca de nuestro vivir diario5.

El tercer aspecto de la fe –creer en Dios– es la coronación y el gozo de los otros dos: es el amor que lleva consigo toda fe verdadera. "Señor, creo en Ti y te amo, hablo contigo, pero no como con un extraño, porque al tratarte, te voy conociendo y es imposible que te conozca y no te ame; pero si te amo, veo claro que he de luchar por vivir, día tras día, con arreglo a tu palabra, a tu voluntad, a tu verdad"6.

III. Y cuando volvieron a casa, los enviados encontraron sano al siervo.

Todos los milagros que hizo Jesús procedían de un Corazón lleno de amor y de misericordia; nunca realizó un prodigio que lastimase a nadie. Tampoco efectuó un milagro para su propia utilidad. Le vemos pasar hambre y no convierte las piedras en pan, padecer sed y le pide de beber a una mujer samaritana, junto al pozo de Jacob7. Y cuando Herodes le exige que haga una proeza, guarda silencio, a sabiendas de que aquel hombre podía darle la libertad... El fin de los milagros es el bien de los que se acercaban a Él, para que crean que Tú me has enviado8. Las obras de misericordia corporales se transforman en un mayor bien de las almas. Por eso, aquella tarde, cuando el Centurión pudo contemplar sano a su siervo, el milagro le unió más a Jesús. Hemos de suponer que después de Pentecostés fue uno de aquellos primeros gentiles que recibieron el Bautismo, y sería fiel al Maestro hasta el fin de sus días.

La fe verdadera nos une a Jesucristo Redentor y a su potestad sobre todas las criaturas, y nos da una seguridad y una firmeza que están por encima de toda circunstancia humana, de cualquier acontecimiento que pueda sobrevenir. Pero para tener esa fe necesitamos la humildad de este Centurión: sabernos nada ante Jesús; no desconfiar jamás de su auxilio, aunque alguna vez tarde algo en llegar o venga de distinto modo a como nosotros esperábamos.

San Agustín afirmaba que todos los dones de Dios podían reducirse a este: "Recibir la fe y perseverar en ella hasta el último instante de la vida"9. La humildad de saber que podemos traicionar la fe recibida, que somos capaces de separarnos del Maestro, nos ayudará a no dejar jamás el trato diario con Él, y esos medios de formación que nos enseñan a conocer mejor a Dios y nos suministran los argumentos que precisamos para darlo a conocer. El verdadero obstáculo para perseverar en la fe es la soberbia. Dios resiste a los soberbios, y da su gracia a los humildes10. Por eso hemos de pedir la humildad con mucha frecuencia.

En Nuestra Señora encontramos esa unión profunda entre la fe y la humildad. Su prima Isabel la saludará, movida por el Espíritu Santo, con estas palabras: Bienaventurada, feliz tú, porque has creído... Y el Espíritu Santo pondrá en boca de la Virgen Madre: —Una inmensa felicidad embarga mi alma. Y todas las generaciones me llamarán bienaventurada... Pero la razón última no es nada mío, sino que Dios ha puesto sus ojos en la humildad de su esclava, Él ha abierto mi corazón y lo ha llenado de gracias...11. Acudamos a Ella para que nos enseñe a crecer en esta virtud de la humildad, donde la fe tiene sus cimientos firmes. "La Esclava del Señor es hoy la Reina del Universo. Quien se humilla será exaltado (Mt 23, 12). Que sepamos ponernos al servicio de Dios sin condiciones y seremos elevados a una altura increíble; participaremos en la vida íntima de Dios, ¡seremos como dioses!, pero por el camino reglamentario: el de la humildad y la docilidad al querer de nuestro Dios y Señor"12.

1 Lc 7, 1-10. — 2 Cfr. San Agustín, Sermón 46, 12. — 3 San Josemaría Escrivá, Forja, Rialp, 2ª ed., Madrid 1987, n. 822. — 4 San Agustín, Sermón 144, 2. — 5 Cfr. P. Rodríguez, Fe y vida de fe, EUNSA, Pamplona 1974, pp. 124-125. — 6 Ibídem, p. 125. — 7 Cfr. Jn 4, 7. — 8 Jn 11, 42. — 9 San Agustín, Sobre el don de la perseverancia, 17, 47; 50, 641. — 10 Sant 4, 6. — 11 Cfr. Lc 1, 45 ss. — 12 A. Orozco, Mirar a María, Rialp, Madrid 1981, p. 238.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

Nuestra Señora, 
Virgen de los Dolores

15 de septiembre

"Aunque soy olvidada y menospreciada de muchos, mira mi dolor e imítame en lo que pudieres. Considera mis angustias y lágrimas y duélete de que sean pocos los amigos de Dios"

Folleto "La Virgen María y la devoción de los Siete Dolores" para distribuir entre sus familiares y conocidos. Pedir folletos. 

Los siete dolores de la Santísima Virgen que han suscitado mayor devoción son: la profecía de Simeón, la huida a Egipto, los tres días que Jesús estuvo perdido, el encuentro con Jesús llevando la Cruz, su Muerte en el Calvario, el Descendimiento, la colocación en el sepulcro.

Simeón había anunciado previamente a la Madre la oposición que iba a suscitar su Hijo, el Redentor. Cuando ella, a los cuarenta días de nacido ofreció a su Hijo a Dios en el Templo, dijo Simeón: "Este niño debe ser causa tanto de caída como de resurrección para la gente de Israel. Será puesto como una señal que muchos rechazarán y a ti misma una espada te atravesará el alma" (Lc 2,34).

El dolor de María en el Calvario fue más agudo que ningún otro en el mundo, pues no ha habido madre que haya tenido un corazón an tierno como el de la Madre de Dios. Cómo no ha habido amor igual al suyo. Ella lo sufrió todo por nosotros para que disfrutemos de la gracia de la Redención. Sufrió voluntariamente para demostrarnos su amor, pues el amor se prueba con el sacrificio.

No por ser la Madre de Dios pudo María sobrellevar sus dolores sino por ver las cosas desde el plan de Dios y no del de sí misma, o mejor dicho, hizo suyo el plan de Dios. Nosotros debemos hacer lo mismo. La Madre Dolorosa nos echará una mano para ayudarnos.

La devoción a los Dolores de María es fuente de gracias sin número porque llega a lo profundo del Corazón de Cristo. Si pensamos con frecuencia en los falsos placeres de este mundo abrazaríamos con paciencia los dolores y sufrimientos de la vida. Nos traspasaría el dolor de los pecados.

La Iglesia nos exhorta a entregarnos sin reservas al amor de María y llevar con paciencia nuestra cruz acompañados de la Madre Dolorosa. Ella quiere de verdad ayudarnos a llevar nuestras cruces diarias, porque fue en le calvario que el Hijo moribundo nos confió el cuidado de su Madre. Fue su última voluntad que amemos a su Madre como la amó Él.

La Palabra de Dios

"Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: "Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! - a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones."

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones.

Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. 
Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él. Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. 

Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca." Lc 2, 34-45

"Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: "Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando." Lc 2, 48

"Vosotros, todos los que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor semejante al dolor que me atormenta," Lam 1, 12


Oraciones

Oración propia de la Novena

¡Santísima y muy afligida Madre, Virgen de los Dolores y Reina de los Mártires! Estuviste de pie, inmóvil, bajo la Cruz, mientras moría tu Hijo.
Por la espada de dolor que te traspasó entonces, por el incesante sufrimiento de tu vida dolorosa y el gozo con que ahora eres recompensada de tus pruebas y aflicción, mírame con ternura Madre, ten compasión de mí que vengo a tu presencia para venerar tus dolores. Deposito mi petición con infantil confianza en el santuario de tu Corazón herido.
Te suplico que presentes a Jesucristo, en unión con los méritos infinitos de su Pasión y Muerte, lo que sufriste junto a la Cruz, y por vuestros méritos me sea concedida esta petición (Mencione el favor que desea).
¿A quién acudiré yo en mis necesidades y sufrimientos sino a ti, Madre de misericordia? Tan hondo bebiste del cáliz de tu Hijo que puedes compadecerte de los sufrimientos de quienes están todavía en este valle de lágrimas.
Ofrece a nuestro divino Salvador lo que Él sufrió en la Cruz para que su recuerdo le mueva a compadecerse de mí, pecador. Refugio de pecadores y esperanza de la humanidad, acepta mi petición y escúchala favorablemente, si es conforme a la voluntad de Dios.
Señor Jesucristo, te ofrezco los méritos de María, Madre tuya y nuestra, que ganó bajo la Cruz. Por su amable intercesión pueda yo obtener los deliciosos frutos de tu Pasión y Muerte.

Ofrecimiento

María, Virgen Santísima y Reina de los Mártires, acepta el sincero homenaje de mi amor infantil. Recibe mi pobre alma dentro de tu corazón, traspasado por tantas espadas. Tómala por compañera de tus dolores al pie de la Cruz, donde Jesús murió para redimir al mundo.
Contigo, Virgen de los Dolores, quiero sufrir gustosamente todas las pruebas, sufrimientos y aflicciones que Dios se complazca en mandarme. Los ofrezco en memoria de tus dolores. Haz que todos mis pensamientos y latidos del corazón sean un acto de compasión y amor por ti.
Madre amadísima ten compasión de mí, reconcíliame con Jesús, tu divino Hijo, manténme en su gracia y asísteme en mi última agonía, para que pueda yo encontrarte en el Cielo juntamente con el Hijo.

Himno – Stabat Mater

Ante el hórrido Madero
Del Calvario lastimero,
Junto al Hijo de tu amor,
¡Pobre Madre entristecida!
Traspasó tu alma abatida
Una espada de dolor.

¡Cuan penoso, cuán doliente
Ver en tosca Cruz pendiente
Al Amado de tu ser!
Viendo a Cristo en el tormento,
Tú sentías el sufrimiento
De su amargo padecer.

¿Quien hay que no lloraría
Contemplando la agonía
De María ante la Pasión?
¿Habrá un corazón humano
Que no compartiese hermano
Tan profunda transfixión?
Golpeado, escarnecido,
Vio a su Cristo tan querido
Sufrir tortura tan cruel,
Por el peso del pecado
De su pueblo desalmado
Rindió su espíritu El.

Dulce Madre, amante fuente,
Haz mi espíritu ferviente
Y haz mi corazón igual
Al tuyo tan fervoroso
Que al buen Jesús piadoso
Rinda su amor fraternal.

Oh Madre Santa, en mi vida
Haz renacer cada herida
De mi amado Salvador,
Contigo sentir su pena,
Sufrir su mortal condena
Y su morir redentor.

A tu llanto unir el mío,
Llorar por mi Rey tan pío
Cada día de mi existir:
Contigo honrar su Calvario,
Hacer mi alma su santuario,
Madre, te quiero pedir.

Virgen Bienaventurada,
De todas predestinada,
Partícipe en tu pesar
Quiero ser mi vida entera,
De Jesús la muerte austera
Quiero en mi pecho llevar.

Sus llagas en mi imprimidas,
Con Sangre de sus heridas
Satura mi corazón
Y líbrame del suplicio,
Oh Madre en el día del juicio
No halle yo condenación.

Jesús, que al llegar mi hora,
Sea María mi defensora,
Tu Cruz mi palma triunfal,
Y mientras mi cuerpo acabe
Mi alma tu bondad alabe
En tu reino celestial.
Amén, Aleluya.

Oración

Padre, Tu quisiste que la madre de tu Hijo, llena de compasión, estuviese junto a la Cruz donde Él fue glorificado. Concede a tu Iglesia, que comparte la Pasión de Cristo, participar de su Resurrección. Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

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uente: preguntasantoral.blogia.com
Rolando de Medici, Beato Ermitaño, 15 de septiembre  

Rolando de Medici, Beato

Eremita

Martirologio Romano: En Busseto, en la región de Fidenza, de la Emilia, beato Rolando de Medicis, anacoreta, que pasó una vida solitaria por los duros Alpes, viviendo en gran penitencia y conversando sólo con Dios (1386).

Etimológicamente: Aquel que viene de una tierra gloriosa, es de origen germánico,

Fecha de beatificación: Su culto fue confirmado el 25 de septiembre de 1853 por el Papa Pío IX, luego de un largo proceso iniciado en el año 1563.

 

San Rolando, fue un ermitaño, nacido dentro de la noble familia de los Medicis (Italia). Vivió toda su vida en soledad y no lo hubiéramos conocido si no fuera porque en 1386, cuando la marquesa Antonia Pallavicini, que iba un día de caza por el bosque, lo encontró ya muy anciano y con apariencia más bien cadavérica, consecuencia de tantas penitencias y austeridades en las que había vivido.

El santo le contó que había llegado al país vestido de luto, veintiséis años antes. Como la ropa se le había roto y caído a pedazos, la había reemplazado por una piel de cabra. En verano se alimentaba de hierbas y frutas, en invierno mendigaba algo para no morir de hambre. Le contó que permanecía varias horas inmóvil sobre un solo pie, con los brazos abiertos al cielo y mirando al sol, por mortificación (así se lo ve muchas veces en las imágenes que lo representan).

La marquesa, conmovida, intentó llevárselo a su castillo a lo que Rolando se negó, pero aceptó recibir atención espiritual del confesor de la marquesa. Sobre una camilla fue llevado a la iglesia más cercana, donde el sacerdote le administró los sacramentos y le atendió durante un mes. Allí, tendido sobre una estera humilde, continuó diciendo que había vivido toda su vida en silencio, oración y ayunos y que había huido de la compañía humana para no pecar (comprensible sabiendo de que familia venía). Contó que Dios le había regalado con éxtasis y visiones celestiales.

Allí murió, declarando que veía a San Miguel Arcángel, con muchos ángeles, que venía a buscarle para llevarlo al paraíso.
Era el 15 de septiembre de 1386.

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Fuente: Corazones.org
Catalina (Fieschi) de Génova, Santa Viuda, 15 de septiembre  

Catalina (Fieschi) de Génova, Santa

Esposa, Viuda, Modelo de Cristiandad y Mística

Martirologio Romano: En Génova, en la Liguria, de Italia, santa Catalina Fieschi, viuda, insigne por el desprecio de lo mundano, por sus frecuentes ayunos, amor de Dios y caridad para con los necesitados y enfermos. (1510)

Fecha de canonización: Fue Canonizada el 18 de mayo de 1737 por el Papa Benedicto XIV.

 


Santa Catalina de Génova, perteneció a la familia Fieschi, siendo la quinta hija del matrimonio de James Fieschi y Francesca di Negro de Génova. La familia era de mucha fama y fortuna durante el siglo XV, y cuenta con dos Papas: Inocencio IV y Adriano V.

Catalina fue conocida más tarde en el mundo como modelo de conducta, admirada no sólo para la Iglesia Católica sino también por otros bautizados.

Dedicó toda su vida al Señor, entregándose a El desde muy joven. De niña fue muy obediente y en sus actitudes ya sobresalían los deseos por la santidad y la penitencia. Con tan solo ocho años de edad ya mostraba una inclinación particular a la penitencia, cambiando su cama cómoda y lujosa por el duro piso, y su almohada por un áspero tronco.

Al cumplir doce años tuvo su primera visión del amor de Dios, en la cual Jesús compartió con ella algunos de los sufrimientos de su Santa Pasión. A los trece años decidió abrazar la vida religiosa en el convento de las Hermanas de Nuestra Señora de la Gracia, donde su hermana Limbania era ya una Religiosa profesa. Habló con el director de la Orden, pero no aceptaban niñas tan jóvenes en la congregación. Esto causó una fuerte herida en el corazón de Catalina, pero no perdió su fe en el Señor.

Cuando su padre murió, se pensó que era necesario mantener el mando político uniendo en matrimonio a los hijos del mismo rango. A la edad de 16 años se vio obligada a casarse en un matrimonio de conveniencia. Su esposo era totalmente opuesto a Catalina, ella piadosa y él, un hombre de mundo que no tenía compasión ni escrúpulos por nadie, ni por nada. Los primeros años de su vida matrimonial fueron muy difíciles.

Catalina, después de haber aguantado muchas infidelidades de parte de su esposo, a los cinco años de casada, se sintió abandonada de todos y en profunda desolación, incluso de Dios. Volcó su vida a la frivolidad, de fiesta en fiesta, trataba de buscar un significado a su vida. Pero esto no la llenó de paz ni de gozo, mas bien de desesperación y depresión.

Su Conversión

El 21 de marzo, de 1473, en la fiesta de San Benito, su hermana Limbania le sugirió que fuera donde un sacerdote confesor, ella consintió. Se encontró con un santo confesor por medio del cual el Señor la llenó de gran fortaleza y de Su amor incondicional; cayó en éxtasis y se sintió incapaz de confesar sus pecados. En ese momento el Señor le mostró toda su vida como pasada en una película; pudo ver la traición que ella había hecho al amor del Señor, pero al mismo tiempo pudo ver a través de las Sagradas Llagas de Jesús, la gran misericordia del Señor por ella y por todos los hombres, y el contrastante amor de Dios y el amor del mundo. Esto le hizo repudiar desde ese momento el pecado y el mundo. Ese mismo día, estando en su casa, el Señor se le apareció, todo ensangrentado, cargando la cruz, y le mostró parte de Su vida y de Su sufrimiento. Ella, llena del amor del Señor y triste por los diez años que había desperdiciado no amando al Señor, decidió limpiar su vida y así, empezar una vida nueva en El.

Luego, Nuestro Señor durante otra aparición, hizo recostar la cabeza de Catalina en Su Pecho al igual que el Apóstol San Juan, dándole la gracia de poder ver todo a través de Sus ojos y sentir a través de Su corazón traspasado.

Por medio de sus constantes oraciones, su esposo se convirtió y aceptó vivir en celibato perpetuo. Decidió entrar en la orden franciscana terciaria y se trasladaron del palacio a una casa pequeña cerca del hospital, donde servían a los enfermos, ayudándolos a morir en paz. Es allí donde su esposo muere víctima de una enfermedad contagiosa.

Catalina y la Eucaristía

El día de la fiesta de la Anunciación, después de su conversión, durante la celebración de la Santa Misa, en el momento de la Comunión, el Señor le dio un amor ardiente por la Eucaristía, y desde ese día comenzó a comulgar diariamente.

El Señor la invita a estar con El en el desierto

Rememorando los 40 días Jesús pasó en el desierto, Catalina no comía ni injería bebida alguna durante la cuaresma, alimentándose únicamente de la Eucaristía. Continuó haciendo esto todos los años durante cuaresma y adviento. Nunca manifestó debilidad ni dolor, excepto cuando por alguna razón no podía recibir la Eucaristía. El testimonio de que la Eucaristía es Fuente de Vida, se vio sobrenaturalmente manifestado en ella.

Siempre mostró gran reverencia y amor por la Eucaristía. Durante las celebración de la Santa Misa, su espíritu permanecía siempre recogido, sobre todo a la hora de recibir la Sagrada Comunión, muchas veces se le vio caer en éxtasis, y llorando rogaba a Dios perdonara sus pecados.

Ella comentaba que cuando recibía la Comunión sentía que un rayo de amor traspasaba profundamente su corazón, a semejanza de otros místicos como Santa Teresa de Avila, San Juan de la Cruz, Santa Gemma Galgani, Santa Verónica Guliani y el Padre Pío. Esto es el don de la transverberación. Su gran amor por Nuestro Señor en la Eucaristía, la hacía desearlo solamente y únicamente a El.

Sacrificio y mortificación. La Agonía y el Éxtasis

Durante los primero cuatro años, seguidos a su conversión, practicó sacrificios y penitencias para disciplinar sus sentidos, mortificando todo deseo de la carne. Se abstuvo de comer carne y todo tipo de frutas. Dormía sobre objetos puntiagudos que cortaban su piel y le ocasionaban sangramiento. Practicó una fuerte austeridad durante estos años, pero siempre tuvo el cuidado del cumplimiento diario de sus deberes. Pasaba largas horas en oración para poder llenarse del Señor y permanecer fuerte en los momentos de tentación.

Como todos los santos, dedicó su vida a amar a Dios y al servicio de los hermanos no buscando su propia comodidad y deseos.

La penitencia que Catalina practicaba era muy fuerte, tanto así que nuestro Señor en una ocasión le ordenó que cesara de practicar esas mortificaciones y penitencias tan severas, a lo que ella obedeció.

Catalina siempre buscó la vida escondida, deseando la vida íntima con el Señor, pero nunca tomó ningún don como merecido, pues sabía que por ella misma nada bueno podía hacer. En todo ello veía el gran amor de Dios, rogándole que siempre se hiciera en ella Su voluntad.

Durante una aparición el Señor le dijo: "Nunca digas yo deseo, o yo no deseo. Nunca digas mío, sino siempre nuestros. Nunca te excuses, sino que siempre estés pronta para acusarte a ti misma".

Desde 1500 hasta su muerte, en 1510, hubo muchos fenómenos extraordinarios en su vida, numerosas visiones, éxtasis durante los cuales ella expresaba en voz alta lo que veía y oía. Las personas que estaban a su lado tomaban cuidadosamente notas y compusieron obras sobre Santa Catalina de Génova. Ninguno de estos textos fue escrito directamente por la Santa, pero expresan fielmente sus experiencias y pensamiento. Entre estas obras está el Tratado del Purgatorio, escrito por Ettore Vernaza con palabras con que la Santa trataba de hacer entender la condición de las almas del Purgatorio, en base a lo que ella había aprendido en sus visiones, pero aún más en base a las experiencias de su propia vida espiritual.

Batalla ente el Amor Divino y su amor propio.

Catalina describía el amor propio como el odio propio, decía que el amor propio es el anzuelo puesto por el diablo para hacernos caer y la estrategia para traer el mal al mundo.

El alma absorbida por el amor propio se dirige a la total ruina espiritual. Sorda y ciega para la Verdad, condena su ser voluntariamente, abriéndose camino al Purgatorio o a la eterna agonía del infierno. Para ella el amor propio causa mayor muerte que la muerte de nuestro propio cuerpo, pues nos aparta del Amor Divino, de la Verdad y de la verdadera Voluntad de Dios. "La mejor manera de amar al Señor de una forma plena es olvidándose de uno mismo", insistía.

Muerte de Santa Catalina de Génova

Nueve años antes de su muerte, Catalina sufrió estuvo muy enferma. Nada quitaba sus dolores y su condición iba deteriorándose paulatinamente. Sufrió mucho a semejanza de su Divino Esposo, no había una sola parte de su cuerpo que no sufriera dolor. Su cuerpo y su espíritu estaban completamente unidos a los sufrimientos de la Pasión de Cristo, aun cuando dormía.

Durante el último año de su vida, vivió prácticamente alimentándose en una semana lo que se come regularmente en un día y, aunque físicamente estaba padeciendo terriblemente, siempre mostró una especial paz.

Catalina murió el 14 de septiembre, de 1507 , día de la Exaltación de la Cruz. Su cuerpo fue enterrado en el hospital donde sirvió por mas de 40 años. Cuando años mas tarde se abrió su tumba, sus vestidos presentaban signos de descomposición así como el ataúd, pero su cuerpo estaba intacto, igual que el día en que había sido enterrado.

Muchos milagros a partir de su muerte.

Una amiga de Catalina que estaba críticamente enferma, tuvo una visión de Catalina en el cielo, gozando de la Luz Divina. Entonces pidió a los enfermeros del hospital que la trasladaran y la colocaran cerca del cuerpo de Catalina, y que pasaran sobre la parte de su cuerpo que estaba enfermo, un pedazo de tela del vestido de Catalina, en ese instante la amiga de Catalina pidió la intercesión de la santa e inmediatamente fue sanada.

Su cuerpo permanece incorrupto en la iglesia del hospital donde sirvió tantos años. Su nombre original es la Santísima Annunziata, pero se agrega el de Santa Catalina. Originalmente era parte del hospital pero este fue destruido por la guerra mientras que la iglesia fue prodigiosamente salvada. Hoy día la iglesia es mantenida por los frailes franciscanos.

En muchos lugares se la festeja el 21 de Marzo, fecha original designada para recordarla.

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Fuente: Vatican.va
Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, Beatos Mártires, 15 de septiembre  

Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, Beatos

Indígenas Mártires

Martirologio Romano: En la localidad de Santo Domingo de Xagacia, en México, beatos Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, mártires, que, siendo catequistas, al pretender remover los ídolos para servir a Cristo, fueron apaleados cruelmente, imitando la pasión de Cristo y alcanzando el premio eterno (1700).

Fecha de beatificación: Fueron beatificados por el Papa Juan Pablo II el 1 de agosto de 2002, en ceremonia realizada en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe.

 

Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, indígenas zapotecos de la Sierra Norte de Oaxaca, nacieron en el año de 1660 en S.Francisco Cajonos. Juan Bautista se casó con Josefa de la Cruz, con quien tuvo una hija llamada Rosa. Jacinto de los Ángeles se casó con Petrona de los Ángeles, con quien tuvo dos hijos llamados Juan y Nicolasa. Los dos pertenecían a la Vicaría de S. Francisco Cajonos, atendida por los padres dominicos Gaspar de los Reyes y Alonso de Vargas.

De los dos sabemos que fueron personas íntegras en su vida personal, matrimonial y familiar, así como en el cumplimiento de sus deberes ciudadanos, de modo que desempeñaron los diversos cargos civiles acostumbrados en su pueblo y en su tiempo como topil, juez de tequio, mayor de vara, regidores, presidente, síndico y alcalde, mostrando así el aprecio por las tradiciones culturales y la responsabilidad para el cumplimiento de los deberes ciudadanos.

Igualmente, consta que los dos fueron personas bautizadas, evangelizadas y catequizadas, desempeñando también los diversos cargos a los que tenían acceso los fieles en ese tiempo como acólito, sacristanes menor y mayor, y topilillo.

Finalmente desempeñaron el cargo civil y eclesiástico de Fiscal, que los misionersos introdujeron o fomentaron entre los indígenas. Quiere el III Concilio Provincial Mexicano celebrado en 1585 "que en cada pueblo se elija a un anciano distinguido por sus irreprochables costumbres, quien al lado de los párrocos sea perpetuo censor de las costumbres públicas" (P. Antonio Gay, Historia de Oaxaca, II.V.2) "Es su oficio principal inquirir los delitos y vicios que perturban la moralidad, descubriendo al cura los amancebamientos, adulterios, divorcios indebidos, perjurios, blasfemias, infidelidades, etc." (Ibídem; Cfr. III Concilio Mexicano L I, Tít. IX, 1,23).

En la noche del 14 de septiembre de 1700, los dos Fiscales descubrieron que un buen grupo de personas del pueblo de S.Francisco Cajonos y de los pueblos vecinos estaban realizando en una casa particular un culto de religiosidad ancestral; los Fiscales avisaron a los padres dominicos; los Fiscales y los Padres acompañados del capitán Antonio Rodríguez Pinelo fueron al lugar de los hechos, sorprendieron a los autores, dispersando la reunión, recogiendo las ofrendas del culto y regresándose al convento.

Al día siguiente, el pueblo se amotinó, exigiendo la entrega de las ofrendas confiscadas y de los Fiscales. Refugiándose en el convento los Padres, los Fiscales y la Autoridad, se pasaron la tarde entre exigencias y negociaciones. Finalmente, ante las amenazas y el peligro crecientes de matar a todos e incendiar el convento, el capitán Pinelo decidió entregar a los Fiscales, bajo promesa de respetar sus vidas.

Los Padres no aceptaron la entrega. Pero los Fiscales depusieron sus armas aceptando la perspectiva de morir, se confesaron y recibieron la Comunión, diciendo Juan Bautista: "vamos a morir por la ley de Dios; como yo tengo a su Divina Majestad, no temo nada ni he de necesitar armas"; y al verse en manos de sus verdugos dijo: "aquí estoy, si me han de matar mañana, mátenme ahora". Cuando eran azotados en la picota de la plaza pública, dijeron a los Padres que observaban desde la ventana: "Padres encomiéndenos a Dios"; y cuando los verdugos se burlaban de ellos diciéndoles: "¿te supo bien el chocolate que te dieron los Padres?", ellos respondieron con el silencio.

El día 16 los verdugos condujeron a los Fiscales a S. Pedro, donde de nuevo los azotaron y los encarcelaron. Cuando los verdugos invitaban a los Fiscales a renunciar de la fe católica y les perdonarían, ellos contestaron "una vez que hemos profesado el Bautismo, continuaremos siempre a seguir la verdadera religión". Luego les llevaron bajando y subiendo por laderas, hasta el monte Xagacía antiguamente llamado "De las hojas", donde amarrados los despeñaron, casi los degollaron y los mataron a machetazos, les arrancaron los corazones y los echaron a los perros que no se los comieron. Los verdugos Nicolás Aquino y Francisco López bebieron sangre de los mártires, para recuperar ánimo y fortalecerse según costumbre de beber sangre de animales de caza, pero también como señal de odio y coraje, según un dicho ancestral que aún se escucha "me voy a tomar tu sangre". Y los sepultaron en el mismo monte, desde entonces llamado "Monte Fiscal Santos".

Algunos opinan que los Fiscales no son Mártires sino delatores de sus paisanos y traidores a su cultura; pero es claro que los Fiscales estaban designados civil y religiosamente para el ejercicio de un cargo público en el pueblo y en la comunidad religiosa. Más aún, desde el principio en el proceso civil que se llevó a cabo entre 1700-1703 y en el proceso eclesiástico hasta el día de hoy, viene la fama de martirio y de santidad, que finalmente la Iglesia reconoce con la Beatificación.

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Fuente: Misioneros de la Consolata
Pablo Manna, Beato Presbítero y Fundador, 15 de septiembre  

Pablo Manna, Beato

Martirologio Romano: En Nápoles, en Italia, beato Pablo Manna, presbítero del Pontificio Instituto para Misiones Extranjeras, que fue misionero en Birmania, pero por razón de su salud hubo de dejarlo, dedicándose a la evangelización, a la predicación de la palabra de Dios y a favorecer la unión de los cristianos (1952).

Fecha de beatificación: 4 de noviembre de 2001 por S.S. Juan Pablo II.

 

El 16 de enero de 1872, en Avellino, nace Pablo Manna, quinto hijo de Vicente y de Lorenza Ruggeri. La familia Manna pertenece a la pequeña burguesía de la Campania y cuenta entre sus miembros con empresarios, comerciantes y políticos. En 1874 fallece su madre Lorenza y Pablo es enviado a Nápoles con sus tíos. A los 10 años vuelve a Avellino y encuentra en casa una nueva madre, pues su padre Vicente había contraído nuevas nupcias. La vida del joven Pablo se desliza serena, aunque el ambiente familiar haya adquirido cierta rigidez en la educación moral y espiritual.

Acude a la escuela con diligencia y empeño y consigue buenos resultados, sobre todo en las materias literarias y en las ciencias. Le gusta pasar las vacaciones con sus tíos sacerdotes, que le reciben muy complacidos y le acompañan esmeradamente. Más tarde serán para él una referencia en su vida. En 1897 decide entrar en una joven Congregación de origen alemán y es enviado a Roma para cursar estudios filosóficos y teológicos. Cuatro años más tarde, atraído siempre por el deseo de dedicar su vida a las misiones, tras un largo y profundo discernimiento, deja la Sociedad Católica Instructiva y entra en el Instituto Misiones Extranjeras de Milán. Lleva consigo la carta de un canónigo de Avellino dirigida al Superior del Instituto misionero que dice: "...sobre todo es de excelente conducta; considero que vuestro seminario adquiere con él un tipo magnífico".

Pablo se prepara en Milán con seriedad y pasión al sacerdocio misionero, integrando el estudio de las materias teológicas con lecturas misioneras y escuchando los relatos hechos por misioneros que han vuelto. El 19 de mayo de 1894 es ordenado sacerdote en el Duomo de Milán. El Padre Pablo parte hacia Birmania (Myanmar), su campo de trabajo misionero, el 3 de octubre de 1895 y pasa allí dos años, alternando el estudio de las lenguas y de la cultura del pueblo con el trabajo apostólico. Su salud se resiente debido a la gran actividad y especialmente a la malaria que le afecta repetidamente. En pocos años debe volver a Italia tres veces, hasta que, el 4 de julio de 1907, tendrá que hacerlo para siempre. Escribía en esa ocasión: "Veo muy obscuro el futuro. Veo destruidas tantas esperanzas y planes de obras buenas, me veo a los 35 años envuelto en dificultades diversas...". No obstante, esa prematura vuelta a casa no será una derrota para el ardoroso misionero, sino que constituirá un cambio providencial.

Tras algunos meses de convalecencia, al P. Manna se le confía la redacción de la revista "Le Missioni Cattoliche". Comienza así una actividad que caracterizará su vida: la animación misionera y vocacional, realizada sobre todo a través de la prensa y posteriormente a través de la fundación de la Unión Misionera del Clero. En 1916, en efecto, juntamente con Mons. Guido María Conforti, fundador de las Misiones Javerianas y obispo de Parma, presenta al Papa Benedicto XV el proyecto de la Unión Misionera del Clero, con la intención de difundir el espíritu misionero entre los obispos, sacerdotes y personas consagradas, consiguiendo despertar el apoyo más entusiasta.

Al comienzo de los años veinte, un nuevo campo de trabajo se abre al dinámico misionero de Avellino: la apertura y la dirección en Ducenta (Campania) del Seminario Meridional para las Misiones Extranjeras. Es la realización de un sueño que había acariciado durante más de veinte años, es decir, poner en marcha una obra vocacional misionera en el Sur de Italia.

En 1924, el Instituto Misiones Extranjeras de Milán celebra su primer Capítulo General y el P. Manna es elegido Superior General. Este hecho encierra para el Instituto un significado especial porque supone el comienzo de un proceso que desembocará en el nacimiento del P.I.M.E. (Pontificio Instituto Misiones Extranjeras), uniendo los dos Seminarios misioneros de Milán y Roma. Precedentemente estaban presididos simplemente por un director que dependía en todo de Propaganda Fide.

Durante su mandato de diez años, el P. Manna contribuye a la redacción de las nuevas Constituciones, abre las puertas del Instituto a la acogida de los hermanos Laicos, aumenta el número de las casas en toda Italia para el reclutamiento y la formación de los aspirantes a las misiones. Emprende un largo y complejo viaje a todas las fundaciones misioneras fuera de Italia.

Fue durante tal viaje cuando el P. Manna maduró la idea de escribir las "Observaciones sobre el método moderno de evangelización en Asia". Una de las obras más llamativas del P. Manna como Superior General será la preparación para la fundación de las Misioneras de la Inmaculada, rama femenina de su Instituto.

Diez años después, el segundo Capítulo General elige, por insistencia suya, a un nuevo Superior, y el P. Manna, finalmente libre de esa incumbencia, puede volver a actividades más acordes con él: sigue el nacimientos del Instituto de las Misioneras de la Inmaculada, toma decididamente entre sus manos la dirección de la Unión Misionera, acompaña el crecimiento y el desarrollo de la Región Meridional del PIME, del que es elegido Superior Regional. Aunque su salud se va debilitando, el ardor misionero no decae. Continúa escribiendo y publicando, insiste para que en la Iglesia haya un creciente interés por las obras misioneras y con tal fin se dirige a los obispos y cardenales. La enfermedad mientras tanto iba minándole hasta invadirle totalmente. El P. Manna muere en Nápoles el 15 de septiembre de 1952. El 23 de junio de 1961, sus restos mortales se llevan a "su" Seminario de Ducenta. Diez años más tarde se pone en marcha el proceso de canonización.

Si usted tiene información relevante para la canonización del beato Pablo, contacte a:
Secretariato P. Pablo Manna
Seminario S. Cuore
Via Roma 165
81038 Trentola Ducenta (CE), ITALIA

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Nicetas el Godo, Santo Mártir, 15 de septiembre  

Nicetas el Godo, Santo

Mártir

Martirologio Romano: A orillas del Danubio, san Nicetas Godo, mártir, a quien el rey arriano Atanarico mandó quemar en odio a la fe católica (c. 370).

Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma, el Papa.

 

San Sabas y San Nicetas fueron los dos mártires más renombrados entre los godos. Al segundo, a quien los griegos colocan en la categoría de los "grandes mártires", se lo recuerda en la fecha de hoy.

Nicetas era un godo nacido en las riberas del Danubio y convertido a la fe en su juventud por Ulfilas un brillante misionero entre aquellas gentes y traductor de la Biblia a la lengua gótica. Fue Ulfilas quien ordenó de sacerdote a Nicetas.

Hacia el año de 372, varios cientos de godos que huían de los hunos invasores se refugiaron en Moldavia y las autoridades romanas les hicieron un mal recibimiento, los maltrataron y vejaron.

Inmediatamente, como represalia, el rey Atanarico, señor de los godos de oriente, cuyo territorio lindaba con el imperio romano en las regiones de Tracia, inició una violenta persecución contra los cristianos. Por orden del rey, un ídolo colocado sobre una carreta fue llevado a través de todas las ciudades y aldeas donde se sospechaba que había cristianos, y todo aquel que se negase a adorar al dios, quedaba automáticamente condenado a muerte.

Para matarlos en masa los perseguidores utilizaban el método de encerrar a los cristianos capturados en casas o iglesias tapiadas y prenderles fuego. En el ejército de mártires que glorificaron a Dios en aquella ocasión, figuró San Nicetas, que selló su fe y su obediencia con su sangre, se purificó de toda culpa al morir en el fuego y entró triunfante a la vida eterna. Sus reliquias fueron llevadas a Mopsuecia en Cilicia, donde tuvieron su santuario; por lo cual, el mártir visigodo fue venerado en las iglesias bizantinas y sirias.

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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