sábado, 6 de febrero de 2016

Domingo por la Santísima Trinidad. 07/02/2016. Excepto causa grave, no asistir a Misa dominical es pecado GRAVE (CIC 2042, 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). Precepto (desde los 7 años): Misa ENTERA. Víspera del Domingo comienz

JA

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 5, 1-11

Gloria a ti, Señor.

Estaba Jesús en cierta ocasión a orillas del lago de Genesaret, y de repente se juntó un gentío para oír la palabra de Dios. Vio entonces dos barcas a la orilla del lago; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que la separara un poco de tierra. Se sentó y enseñaba a la gente desde la barca. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
"Rema hacia dentro del lago y echen las redes para pescar".
Simón respondió:
"Maestro, estuvimos toda la noche intentando pescar, sin conseguir nada; pero, sólo porque tú lo dices, echaré las redes".
Lo hicieron y capturaron una gran cantidad de peces. Como las redes se rompían, hicieron señas a sus compañeros de la otra barca para que vinieran a ayudarlos. Vinieron y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se postró a los pies de Jesús diciendo:
"Apártate de mí, Señor, que soy un pecador".
Pues tanto Pedro como los que estaban con él quedaron asombrados por la cantidad de peces que habían pescado; e igualmente Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Entonces Jesús dijo a Simón:
"No temas, desde ahora serás pescador de hombres".
Y después de arrimar las barcas a tierra, dejaron todo y lo siguieron.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.

El Misterio de la Misa en 2 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk

El que no valora una obra de arte es porque necesita cultura: https://www.youtube.com/watch?v=mTKKaT-KaKw

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu

El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

San Leonardo, "El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc

Audio (1/5): https://www.youtube.com/watch?v=2NjKuVnxH58

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?

Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).

Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?

Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html

Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).

 

 

Misal

 

5o. Dom Ord Ciclo C

Antífona de Entrada

Entremos y adoremos de rodillas al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios.

 

Se dice "Gloria".

Oración Colecta

Oremos:
Vela, Señor, con amor continuo sobre tu familia; protégela y defiéndela siempre, ya que sólo en ti ha puesto su esperanza.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

Aquí estoy, Señor, envíame

Lectura del libro del profeta Isaías 6, 1-2a. 3-8

El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado en un trono alto y excelso. El borde de su manto llenaba el templo. De pie, junto a él, había unos seres de fuego con seis alas cada uno. Y se gritaban el uno al otro:
"¡Santo, santo, santo es el Señor todopoderoso, toda la tierra está llena de su gloria!"
Los marcos de las puertas temblaban a su voz, y el templo estaba lleno de humo. Yo dije:
"¡Ay de mí, estoy perdido! Soy un hombre de labios impuros, que habito en un pueblo de labios impuros, y he visto con mis propios ojos al Rey y Señor todopoderoso".
Uno de los seres de fuego voló hacia mí, trayendo un carbón encendido que había tomado del altar con las tenazas; tocó con él mi boca, y me dijo:
"Al tocar esto tus labios, desaparece tu culpa y se perdona tu pecado".
Entonces oí la voz del Señor, que decía:
"¿A quien enviaré?, ¿quién irá por nosotros?"
Respondí:
"Aquí estoy yo, envíame".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 137, 1-2a.2bc-3.4-5.7c-8

Cuando te invocamos, Señor, nos escuchaste.

Te doy gracias, Señor, de todo corazón, te cantaré en presencia de dioses extranjeros, postrado hacia tu santo templo.
Cuando te invocamos, Señor, nos escuchaste.

Doy gracias a tu nombre por tu amor y fidelidad. Cuando te invoqué, me escuchaste y fortaleciste mi ánimo.
Cuando te invocamos, Señor, nos escuchaste.

Que te den gracias, Señor, todos los reyes de la tierra al oír las palabras de tu boca; que proclamen las hazañas del Señor, porque la gloria del Señor es grande.
Cuando te invocamos, Señor, nos escuchaste.

Me pones a salvo con fuerza protectora. El Señor completará lo que hace por mí. Señor, tu amor es eterno, no abandones la obra de tus manos.
Cuando te invocamos, Señor, nos escuchaste.

Segunda Lectura

Esto es lo que hemos predicado y lo que ustedes han creído

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 1-11

Hermanos: Les recuerdo el Evangelio que les anuncié, que recibieron y en el que han perseverado. Es el Evangelio que los está salvando, si lo conservan tal y como lo anuncié; de no ser así habrían creído en vano.
Porque yo les transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras, y que fue sepultado; que resucito al tercer día según las Escrituras, y que se apareció a Pedro y luego a los Doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los que la mayor parte viven todavía, aunque algunos ya han muerto. Luego se apareció a Santiago, y más tarde a todos los apóstoles. Y después de todos se me apareció a mí, como si se tratara de un hijo nacido fuera de tiempo. Yo, que soy el menor de los apóstoles, indigno de llamarme apóstol por haber perseguido a la Iglesia de Dios.
Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia de Dios no ha sido estéril en mí. Al contrario, he trabajado más que todos los demás; bueno, no yo, sino la gracia de Dios conmigo. En cualquier caso, tanto ellos, como yo, esto es lo que anunciamos y esto es lo que ustedes han creído.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Síganme, dice el Señor, y yo los haré pescadores de hombres.
Aleluya.

Evangelio

Dejándolo todo, lo siguieron

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 5, 1-11

Gloria a ti, Señor.

Estaba Jesús en cierta ocasión a orillas del lago de Genesaret, y de repente se juntó un gentío para oír la palabra de Dios. Vio entonces dos barcas a la orilla del lago; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que la separara un poco de tierra. Se sentó y enseñaba a la gente desde la barca. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
"Rema hacia dentro del lago y echen las redes para pescar".
Simón respondió:
"Maestro, estuvimos toda la noche intentando pescar, sin conseguir nada; pero, sólo porque tú lo dices, echaré las redes".
Lo hicieron y capturaron una gran cantidad de peces. Como las redes se rompían, hicieron señas a sus compañeros de la otra barca para que vinieran a ayudarlos. Vinieron y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se postró a los pies de Jesús diciendo:
"Apártate de mí, Señor, que soy un pecador".
Pues tanto Pedro como los que estaban con él quedaron asombrados por la cantidad de peces que habían pescado; e igualmente Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Entonces Jesús dijo a Simón:
"No temas, desde ahora serás pescador de hombres".
Y después de arrimar las barcas a tierra, dejaron todo y lo siguieron.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Se dice "Credo".

Oración de los Fieles

Celebrante:
Oremos, hermanos y hermanas, al Padre del Unigénito, al Hijo del Dios eterno y al Espíritu, fuente de todo bien:
(Respondemos a cada petición: Escúchanos, Señor).

Para la Iglesia inmaculada del Dios verdadero, extendida por todo el mundo, pidamos la plena riqueza del amor de Dios, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Para los que gobiernan los pueblos y tienen en su mano el destino de los hombres, pidamos el espíritu de justicia y el deseo de servir con dedicación a sus súbditos, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Por los débiles que se ven oprimidos y por los justos que sufren persecución, oremos a Jesús, el Salvador, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Para nosotros mismos, pidamos al Señor un temor filial, un amor ferviente, una vida feliz y una santa muerte, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Celebrante:
Dios nuestro de grandeza infinita, que has confiado a nuestros labios impuros y a nuestras fuerzas débiles la misión de proclamar el Evangelio; escucha las oraciones de tu familia y susténtanos con tu Espíritu, para que tu palabra sea acogida por los seres humanos con corazón generoso y abierto y dé fruto abundante en todo el mundo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Oración sobre las Ofrendas

Señor, Dios nuestro, que nos has dado este pan y este vino para reparar nuestras fuerzas, conviértelos para nosotros en sacramento de vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

La Iglesia unificada en el vínculo de la Trinidad

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque has querido reunir de nuevo, por la sangre de tu Hijo y la acción del Espíritu, a los hijos dispersos por el pecado; y de este modo tu Iglesia, unificada por virtud y a imagen de la Trinidad, aparece ante el mundo como cuerpo de Cristo y templo del Espíritu, para alabanza de tu infinita sabiduría.
Por eso,
unidos a los coros angélicos, te aclamamos llenos de alegría:

Antífona de la Comunión

Demos gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace por su pueblo. Porque da de beber a los sedientos y a los hambrientos los colma de bienes.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Señor todopoderoso, que has querido hacernos participar de un mismo pan y de un mismo cáliz; concédenos vivir tan unidos en Cristo que nuestro trabajo sea eficaz para la salvación del mundo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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Meditación diaria

Quinto Domingo
ciclo c

MAR ADENTRO: FE Y OBEDIENCIA EN EL APOSTOLADO

— La fe y la obediencia son indispensables en el apostolado.

— A todos nos llama el Señor para seguirle de cerca y para ser apóstoles en medio del mundo. La eficacia apostólica depende de la unión con Cristo.

— Prontitud de los Apóstoles en seguir al Señor. También Él nos llama; nos dará las ayudas necesarias y purificará nuestra vida y nuestro corazón para que seamos buenos instrumentos.

I. Narra San Lucas1 que estaba Jesús junto al lago de Genesaret, donde tuvieron lugar tantos prodigios y tantas gracias fueron derramadas por el Hijo de Dios. La multitud se apiñaba en torno a Jesús de tal manera que le faltaba espacio para predicar. Subió entonces a una barca y mandó que la separaran un poco para hablar a la muchedumbre que permanecía en la orilla.

La barca desde la que predica el Señor es la de Pedro, que ya conocía a Jesús y le había acompañado en alguno de sus viajes. Cristo intencionadamente se mete en su barca, se va introduciendo progresivamente en su vida y prepara su entrega definitiva como Apóstol. Como en cualquier vocación, como en cualquier alma en la que Dios decide meterse hondamente. Muchas gracias definitivas han tenido una larga historia, una profunda preparación por parte de Dios; preparación tan discreta y amorosa que, a veces, podemos confundirla con sucesos naturales, con acontecimientos normales2.

Ha terminado la predicación; quizá Pedro se siente satisfecho de haber prestado su barca al Maestro. Podemos pensarlo así. Y entonces, cuando Jesús acaba de hablar a la multitud, le dice a Pedro que prepare los remos y que bogue mar adentro.

Aquel día no había sido bueno. Jesús los había encontrado lavando las redes, después de una noche de trabajo inútil. Debían de encontrarse cansados, pues el trabajo era duro. Las redes (de 400 a 500 metros cuadrados), formadas por un sistema que constituía como una cortina de tres mallas de tres redes más pequeñas, han de arrojarse al fondo del lago; el trabajo requería por lo menos cuatro hombres para faenar con cada red.

Pedro dice al Señor que han estado trabajando toda la noche y que no han logrado nada. "La contestación parece razonable. Pescaban, ordinariamente, en esas horas; y, precisamente en aquella ocasión, la noche había sido infructuosa. ¿Cómo pescar de día? Pero Pedro tiene fe: no obstante, sobre tu palabra echaré la red (Lc 5, 5). Decide proceder como Cristo le ha sugerido; se compromete a trabajar fiado en la Palabra del Señor"3. A pesar del cansancio, a pesar de que no es un hombre de mar el que da la orden de pescar, y a unos pescadores conocedores de la inoportunidad de la hora para esa tarea y de la ausencia de peces, echarán manos a las redes. Ahora por pura fe, por pura confianza en el Maestro; los elementos que hacían o no aconsejable la pesca han quedado atrás. El motivo de iniciar de nuevo el trabajo es la fe de Pedro en su Maestro. Simón confía y obedece sin más.

En el apostolado, la fe y la obediencia son indispensables. De nada sirven el esfuerzo, los medios humanos, las noches en vela, la misma mortificación si pudiera separarse de su sentido sobrenatural...; sin obediencia todo es inútil ante Dios. De nada serviría trabajar con tesón en una obra humana si no contáramos con el Señor. Hasta lo más valioso de nuestras obras quedaría sin fruto si prescindiéramos del deseo de cumplir la voluntad de Dios: "Dios no necesita de nuestro trabajo, sino de nuestra obediencia"4, enseña con rotunda expresión San Juan Crisóstomo.

II. Pedro llevó a cabo lo que el Señor le había mandado, y recogieron tan gran cantidad de peces, que la red se rompía. El fruto de la tarea que se hace guiados por la fe es abundantísimo. Pocas veces –quizá ninguna– Pedro había pescado tanto como en aquella ocasión, cuando todos los indicios humanos señalaban la inutilidad de la empresa.

Este milagro encierra una enseñanza profunda: solo cuando se reconoce la propia inutilidad y se confía en el Señor, utilizando a la vez todos los medios humanos disponibles, el apostolado es eficaz y los frutos numerosos, pues "toda fecundidad en el apostolado depende de la unión vital con Cristo"5.

Jesús contempla en aquellos peces una pesca más copiosa a través de los siglos. Cada discípulo suyo será un nuevo pescador que allegará almas al Reino de Dios. "Y en esa nueva pesca, tampoco fallará toda la eficacia divina: instrumentos de grandes prodigios son los apóstoles, a pesar de sus personales miserias"6.

Pedro está asombrado ante el milagro. En un momento lo ha visto todo claro: la omnipotencia y sabiduría de Cristo, su llamada y su propia indignidad. Se echó a los pies de Jesús en cuanto atracaron, y le dijo: Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador. Reconoce la dignidad suma de Cristo, y sus propias miserias, su incapacidad para llevar a cabo la misión que ya presiente; pero, a la vez, le ruega que le tome con Él para siempre: sus defectos y poca valía no le separan de su misión. Sabe ya que con Cristo lo puede todo. El Señor le quita entonces todo temor y le desvela con entera claridad el nuevo sentido de su vida: no temas, de hoy en adelante serán hombres los que has de pescar. Se vale Jesús de la imagen de su oficio, donde ha ido a buscarlo, para descubrirle su misión de Apóstol. "La experiencia de la santidad de Dios y de nuestra condición de pecadores no aleja al hombre de Dios, sino que lo acerca a Él. Es más, el hombre convertido se transforma en confesor y apóstol. Las intenciones de Dios le resultan cercanas y amables. Y su vida asume el sentido y valor más pleno"7.

A todos nos llama el Señor para ser apóstoles en medio del mundo: delante de un ordenador o empuñando un arado, en la gran ciudad o en la pequeña villa, con cinco talentos o con tres; no quiere Jesús seguidores suyos de segunda categoría. A todos nos llama para que, con santidad de vida y ejemplaridad humana, seamos instrumentos suyos en un mundo que parece huir de Él. "Todos los fieles, cualesquiera que sean su estado y condición, están llamados por Dios, cada uno en su camino, a la perfección de la santidad, por la que el mismo Padre es perfecto"8. Y a los laicos pertenece, "por propia vocación, buscar el reino de Dios, tratando y ordenando según Dios los asuntos temporales"9. Llama el Señor a los cristianos y a la mayoría los deja en una ocupación profesional, para que allí le encuentren, realizando aquella tarea con perfección humana y, a la vez, con sentido sobrenatural: ofreciéndola a Dios, viviendo la caridad con todos, aprovechando las pequeñas mortificaciones que se presentan, buscando la presencia de Dios...

III. La llamada de Dios –y a todos nos llama– es en primer lugar iniciativa divina, pero exige correspondencia humana: No me habéis elegido vosotros a Mí; sino que Yo os elegí a vosotros10. Y quizá nos encontremos con que no somos dignos de estar tan cerca de Cristo, o nos faltan condiciones para ser instrumentos de la gracia. Es la situación de cada hombre que halla, en lo más profundo de su alma, una fuerte e imperiosa llamada de Dios. Así, el Profeta Isaías –como nos presenta la Primera lectura de la Misa11–, al experimentar la cercanía de la majestad de Dios, exclama: ¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey y Señor de los Ejércitos. Pero Dios sabe de nuestra poquedad y, como purificó a Isaías y a tantos hombres y mujeres que ha llamado a su servicio, limpiará nuestros labios y nuestro corazón. Y voló hacia mí uno de los serafines, con un ascua en la mano... y la aplicó a mi boca y me dijo: Mira: esto ha tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado. A nosotros nos perdona en la Confesión, y nos purificamos principalmente a través de la penitencia.

Y ellos -sigue narrando el Evangelio-, sacando las barcas a tierra, dejadas todas las cosas, le siguieron. Después de haber contemplado a Cristo, no tenían ya mucho que pensar. Ordinariamente, las firmes decisiones que transforman una vida no son fruto de muchos cálculos. La vida de Pedro tendría desde entonces un formidable objetivo: amar a Cristo y ser pescador de hombres. Todo lo demás en su existencia sería medio e instrumento para ese fin. "También a nosotros, si luchamos diariamente por alcanzar la santidad cada uno en su propio estado dentro del mundo y en el ejercicio de la propia profesión, en nuestra vida ordinaria, me atrevo a asegurar que el Señor nos hará instrumentos capaces de obrar milagros y, si fuera preciso, de los más extraordinarios"12.

El Señor se dirige también a cada uno para que nos sintamos urgidos a seguirle de cerca como discípulos fieles en medio de nuestras tareas, y a realizar en el propio ambiente una audaz labor apostólica, llena de fe en la palabra de Jesús: ""Duc in altum". —¡Mar adentro! —Rechaza el pesimismo que te hace cobarde. "Et laxate retia vestra in capturam" —y echa tus redes para pescar.

"¿No ves que puedes decir, como Pedro: "in nomine tuo, laxabo rete" —Jesús, en tu nombre, buscaré almas?"13.

Contemplando la figura de Pedro, le podemos decir a Jesús nosotros también: Apártate de mí, Señor, que soy un pobre pecador. Y a la vez le rogamos que jamás nos separemos de Él, que nos ayude a meternos, hondamente, mar adentro, en su amistad, en la santidad, en un apostolado abierto, sin respetos humanos, lleno de fe, porque en nuestra oración personal sabemos oír la voz del Señor, que nos anima y nos urge a llevarle almas. "Y, sin que tú encuentres motivos, por tu pobre miseria, los que te rodean vendrán a ti, y con una conversación natural, sencilla –a la salida del trabajo, en una reunión de familia, en el autobús, en un paseo, en cualquier parte– charlaréis de inquietudes que están en el alma de todos, aunque a veces algunos no quieran darse cuenta: las irán entendiendo más, cuando comiencen a buscar de verdad a Dios.

"Pídele a María, Regina apostolorum, que te decidas a ser partícipe de esos deseos de siembra y de pesca, que laten en el Corazón de su Hijo. Te aseguro que, si empiezas, verás, como los pescadores de Galilea, repleta la barca. Y a Cristo en la orilla, que te espera. Porque la pesca es suya"14.

1 Lc 5, 1-11. 2 Cfr. F. Fernández-Carvajal, El Evangelio de San Lucas, Palabra, 5ª ed., Madrid 1981, pp. 81-85. — 3 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 261. — 4 San Juan Crisóstomo, Homilías sobre San Mateo, 56, 5. — 5 Conc. Vat. II, Decr. Apostolicam actuositatem, 4. — 6 San Josemaría Escrivá, loc. cit. — 7 Juan Pablo II, Homilía 6-II-1983. — 8 Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 11. 9 Ibídem, 31. — 10 Jn 15, 16. — 11 Is 6, 1-8. — 12 San Josemaría Escrivá, o. c., 262. —13 ídem, Camino, n. 792. — 14 ídem , Amigos de Dios, 273.

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2º domingo de san josé

LAS VIRTUDES DE SAN JOSÉ

— Humildad del Santo Patriarca.

— Fe, esperanza y amor.

— Sus virtudes humanas.

I. En este segundo domingo dedicado a San José podemos contemplar las virtudes por las cuales el Santo Patriarca es modelo para nosotros, que, como él, llevamos una vida corriente de trabajo. San Mateo, al presentar al Santo Patriarca, escribe: José, su esposo, como era justo...1. Esta es la alabanza y la definición que el Evangelio hace de San José: hombre justo. Esta justicia no es solo la virtud que consiste en dar a cada uno lo que se le debe: es también santidad, práctica habitual de la virtud, cumplimiento de la voluntad de Dios. El concepto de justo en el Antiguo Testamento es el mismo que el Evangelio expresa con el término santo. Justo es el que tiene un corazón puro y es recto en sus intenciones, es el que en su conducta observa todo lo prescrito con relación a Dios, al prójimo y a sí Mismo...2. José fue justo en todas las acepciones de la palabra; en él se dieron en plenitud todas las virtudes, en una vida sencilla, sin relieve humano especial.

Al considerar las virtudes del Santo Patriarca, ocultas en ocasiones a los ojos de los hombres pero resplandecientes siempre a los ojos de Dios, hemos de tener en cuenta que estas cualidades a veces no son valoradas por aquellos que solo viven en la superficie de las cosas y de los acontecimientos. Es un hábito frecuente entre los hombres "darse enteramente a lo de fuera y descuidar lo interior; trabajar contra reloj; aceptar la apariencia y despreciar lo efectivo y lo sólido; preocuparse demasiado por lo que parecen y no pensar qué es lo que deben ser. De aquí que las virtudes que se estimen sean las que entran en juego en los negocios y en el comercio de los hombres; muy al contrario, las virtudes interiores y ocultas en las que el público no toma parte, en donde todo pasa entre Dios y el hombre, no solo no se siguen, sino que incluso no se comprenden. Y sin embargo, en este secreto radica todo el misterio de la virtud verdadera (...). José, hombre sencillo, buscó a Dios; José, hombre desprendido, encontró a Dios; José, hombre retirado, gozó de Dios"3. Nuestra vida, como la del Santo Patriarca, consiste en buscar a Dios en el quehacer diario, encontrarle, amarle y alegrarnos en su amor.

La primera virtud que se manifiesta en la vida de San José es la humildad, al descubrir la grandeza de su vocación y la propia poquedad. Alguna vez, al terminar la tarea o en medio de ella, mientras miraba a Jesús cerca de él, se preguntaría: ¿por qué me eligió Dios a mí y no a otro?, ¿qué tengo yo para haber recibido este encargo divino? Y no encontraría respuesta, porque la elección para una misión divina es siempre asunto del Señor. Él es el que llama y da gracia abundante para que los instrumentos sean idóneos. Hemos de tener en cuenta que "el nombre de José significa, en hebreo, Dios añadirá. Dios añade, a la vida santa de los que cumplen su voluntad, dimensiones insospechadas: lo importante, lo que da su valor a todo, lo divino. Dios, a la vida humilde y santa de José, añadió –si se me permite hablar así– la vida de la Virgen María y la de Jesús, Señor Nuestro. Dios no se deja nunca ganar en generosidad. José podía hacer suyas las palabras que pronunció Santa María, su Esposa: Quia fecit mihi magna qui potens est, ha hecho en mí cosas grandes Aquel que es todopoderoso, quia respexit humilitatem, porque se fijó en mi pequeñez (Lc 1, 48-49).

"José era efectivamente un hombre corriente, en el que Dios se confió para obrar cosas grandes"4.

El conocimiento de su llamada, la enormidad de la gracia recibida y su gratuidad confirmaron la humildad de José. Su vida estuvo siempre llena de agradecimiento a Dios y de admiración ante el encargo recibido. Eso mismo espera el Señor de nosotros: mirar los acontecimientos a la luz de la propia vocación, vivida en su más plena radicalidad5, admirarnos una y otra vez ante tanto don de Dios y agradecer la bondad del Señor que nos llama a trabajar en su viña.

II. No le hizo vacilar la incredulidad ante la promesa de Dios, sino que, fortalecido por la fe, dio gloria a Dios6.

La fe de José, a pesar de la oscuridad del misterio, se mantuvo siempre firme, precisamente porque fue humilde. La palabra de Dios transmitida por el Ángel le esclarece la concepción virginal del Salvador, y José creyó con sencillez de corazón. Pero la oscuridad no debió de tardar en reaparecer: José era pobre, dependía de su trabajo ya cuando recibe la revelación sobre el misterio de la Maternidad divina de María; y resulta aún más pobre cuando viene Jesús al mundo, No puede ofrecer un lugar digno para el nacimiento del Hijo del Altísimo, pues no los reciben en ninguna de las casas ni en la posada de Belén; y José sabe que aquel Niño es el Señor, Creador de cielos y tierra. Después, la fe de José se pondría de nuevo a prueba en la huida precipitada a Egipto... El Dios fuerte huye de Herodes. ¡Cuántas veces nuestra fe habrá de reafirmarse ante acontecimientos en los que se pone de manifiesto que la lógica de Dios es, en tantas ocasiones, distinta de la lógica de los hombres! San José supo ver a Dios en cada acontecimiento, y para esto fue precisa una gran santidad, resultado de la continua correspondencia a las gracias que recibía.

La esperanza se puso de manifiesto en su anhelo creciente ante la llegada del Redentor, que había de estar a su cuidado. Más tarde esta virtud se ejercitó desde los primeros días de Jesús Niño, cuando le vio crecer a su lado, y se preguntaría muchas veces cuándo se manifestaría como Mesías al mundo. Su amor a Jesús y a María, alimentado por la fe y la esperanza, creció de día en día. Nadie les quiso tanto como él. Y este amor se manifestaba en su vida diaria: en la manera de trabajar, en el trato con los vecinos y clientes...

III. ... como era justo...

La gracia hace que cada hombre llegue a su plenitud, según el plan previsto por Dios; y no solo sana las heridas de la naturaleza humana, sino que la perfecciona. Los innumerables dones que recibió San José para cumplir la misión recibida de Dios y su perfecta correspondencia hicieron del Santo Patriarca un hombre lleno de virtudes humanas y sobrenaturales. "De las narraciones evangélicas se desprende la gran personalidad humana de José (...). Yo me lo imagino -decía San Josemaría Escrivá joven, fuerte, quizá con algunos años más que Nuestra Señora, pero en la plenitud de la edad y de la energía humana"7.

Su justicia, su santidad delante de Dios se traslucía en su hombría de bien delante de los hombres. San José era un hombre bueno, en toda la plenitud de esta palabra: un hombre del que los demás se podían fiar; leal con los amigos, con los clientes; honrado, cobrando lo justo, realizando a conciencia los encargos que recibía. Dios se fió de él hasta el punto de encomendarle a su Madre y a su Hijo. Y no quedó defraudado.

La vida de San José estuvo llena de trabajo, primero en Nazareth, luego quizá en Belén, en Egipto y después de nuevo en Nazareth. Todos le conocieron por su laboriosidad y espíritu de servicio, que debió tener una extraordinaria importancia en la formación de un carácter recio, como se comprueba en las diversas circunstancias en las que aparece en el Evangelio. No podía ser de otra manera quien en todo secundó con tanta prontitud los planes de Dios y se vio sometido a pruebas difíciles, según nos relata el Evangelio de San Mateo.

Su oficio en aquella época requería destreza y habilidad. En Palestina, un "carpintero" era un hombre hábil, singularmente hábil y muy estimado8. Construía objetos tan diversos, y tan necesarios y útiles, como vigas, arcas donde guardar la ropa, mesas, sillas, las tablas donde se amasaba la harina antes de llevarla al horno, yugos, artesas... Y utilizaba instrumentos tan distintos como la sierra, el cepillo, la garlopa, el escoplo, la lima, el formón, la azuela, el martillo... Sabía encolar, ensamblar... Conocía bien las diferentes maderas: su calidad, su dureza, para qué era más apropiada cada una...

Según aparece en el Evangelio, las virtudes humanas y sobrenaturales de San José se pueden resumir en pocas palabras: fue un hombre justo. Justo ante Dios y justo ante los hombres. Eso se debería decir de cada uno de nosotros. Eso es lo que Dios espera de todos.

Su justicia se manifestaba en un corazón puro e irreprochable, en un oído dispuesto para captar el querer divino y llevarlo a cabo. Era una persona agradable y cordial en el trato, atento a las necesidades de sus amigos y vecinos, amable con todos, alegre. Aunque el Evangelio no ha conservado ninguna palabra suya, sí nos ha descrito sus obras: acciones sencillas, cotidianas, en las que se reflejaban su santidad y su amor, y que deben ser el espejo donde frecuentemente nos miremos nosotros, que hemos de santificar una vida normal, como la del Santo Patriarca. "Se trata, en definitiva, de la santificación de la vida cotidiana, que cada uno debe alcanzar según el propio estado y que puede ser fomentada según un modelo accesible a todos: "San José es el modelo de los humildes, que el cristianismo eleva a grandes destinos; San José es la prueba de que para ser buenos y auténticos seguidores de Cristo no se necesitan grandes cosas, sino que se requieren solamente las virtudes comunes, humanas, sencillas, pero verdaderas y auténticas" (Pablo VI, Alocución, 19-III-1969)"9.

1 Cfr. Mt 1, 18. — 2 Cfr. J. Dheilly, Diccionario bíblico, Herder, Barcelona 1970, voz Justicia, p. 694 ss. — 3 Bossuet, Segundo panegírico de San José, exordio. — 4 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 40. — 5 Cfr. Juan Pablo II, Exhor. Apost. Christifideles laici, 30-XII-1988, 2. — 6 Liturgia de las Horas. Solemnidad de San José, Responsorio de la Primera lectura. — 7 San Josemaría Escrivá, o. c., 40. — 8 Cfr. H. Daniel-Rops, Vida cotidiana en Palestina, Hachette, París 1961, p, 295. — 9 Juan Pablo II, Exhor. Apost, Redemptoris custos, 15-VIII-1989, 24.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

San Tobías
(año 700 a. C.)

Tobías significa: "Dios es bueno".

Uno de los libros más agradables de la Sagrada Escritura es el de Tobías. Si abrimos nuestra Biblia, allá donde el índice nos dice que está el Libro de Tobías y nos dedicamos a leerlo, pasaremos ratos verdaderamente agradables en esta lectura. Allí se cuenta lo siguiente:

Tobías fue siempre un exacto cumplidor de sus deberes religiosos. Siendo todavía muy joven, cuando sus familiares se apartaron de la verdadera religión y empezaron a adorar al becerro de oro, él en cambio nunca quiso adorar ese ídolo y era el único que en su familia iba en las grandes fiestas a Jerusalén a adorar al verdadero Dios. Y siempre daba la décima parte de lo que ganaba para el templo y para los pobres.

Se casó con una mujer de su propia religión, llamada Ana, y tuvo un hijo al cual le puso también el nombre de Tobías.

Cuando el pueblo de Israel fue llevado cautivo a Nínive, Tobías tuvo que ir también allá en destierro, pero allá le concedió Dios la simpatía de los gobernantes y llegó a ocupar un alto puesto en la administración del gobierno. Aprovechó el buen sueldo que tenía para hacer sus buenos ahorros y prestó a un amigo suyo, que vivía en una ciudad lejana, los dineros que había logrado conseguir.

Después hubo cambio de gobierno y el nuevo rey, llamado Senaquerib, atacó a Jerusalén, pero por milagro de Dios no pudo tomarla, y volvió lleno de rabia a Nínive y empezó a perseguir a los israelitas que allí había. Quitó el cargo a Tobías y éste quedó en pobreza.

El rey hizo morir a muchos israelitas y prohibió que los sepultaran, pues quería que los dejaran en los campos para que los devoraran los cuervos. Pero Tobías, que era muy piadoso y muy caritativo, se dedicó de noche a sepultar los cadáveres de sus paisanos. Y un día volvió a casa muy cansado de estos trabajos y se sentó junto a una pared y se quedó dormido. Y arriba había un nido de golondrinas y de allá le cayó estiércol caliente en los ojos y quedó ciego. Y así estuvo por 4 años.

Como Tobías estaba ciego, su esposa tuvo que emplearse en una fábrica de tejidos, para ganar el sustento. Y un día a ella le regalaron un cabrito. Tobías al oír balar al animalito le dijo a la mujer: "Cuidado, no sea que te hayas robado ese cabrito. Si es ajeno hay que devolverlo, porque preferimos ser totalmente pobres a tener que quitar a alguien nada". La esposa al oírle esto lo insultó y le dijo: "¿De qué le han servido tantas limosnas que regalaba y tantas oraciones que rezaba? Mire a qué estado tan desdichado ha llegado".

Tobías, lleno de tristeza ante estas palabras, se retiró a llorar y rezaba diciendo: "Dios mío, todos estos sufrimientos nos llegan por los pecados que hemos cometido. Señor, apiádate de mí, y si he de seguir sufriendo tantas humillaciones, más bien acuérdate de mí, y llévame hacia Ti".

Mientras tanto, allá, en una ciudad lejana, una joven estaba también siendo humillada terriblemente. Se llamaba Sara. Se había casado siete veces, pero cada vez que se casaba, antes de que su esposo se le acercara llegaba el demonio Asmodeo y mataba al hombre. Y un día Sara regañó justamente a una sirvienta, y ésta, para desquitarse, le dijo: "Que nadie vea hijos tuyos, porque eres una asesina de siete maridos". Al oír semejante infamia, la joven Sara se fue a la azotea a llorar y hasta le llegó el deseo de suicidarse, pero rechazó este mal pensamiento porque aquello traería muchos sufrimientos a sus padres. Entonces oró a Dios diciendo: "Señor, tú sabes que yo he hecho siempre lo mejor posible por tener un buen comportamiento. Oh Señor, si he de seguir escuchando semejantes insultos de la gente, prefiero más bien que me lleves a Ti y me saques de esta vida. Pero si crees que lo mejor es que yo siga viviendo en esta tierra, te suplico que me libres de esta pena tan grande".

Y las dos oraciones llegaron al mismo tiempo al cielo. La de Tobías, que había sido humillado, y la de Sara, que había sido insultada. Y Dios dispuso responder a estas dos plegarias enviándoles un ángel a ayudarlos.

En aquel tiempo se acordó Tobías de que el amigo Gabael que vivía en una ciudad lejana le debía dinero que él le había prestado. Y llamó a su hijo Tobías y le dijo: "Vaya a la plaza y busque un buen hombre que lo quiera acompañar durante el largo y peligroso viaje, y dígale que le pagaremos el sueldo debido durante todo el tiempo que dure el viaje".

Y entonces envió Dios al ángel San Rafael disfrazado de hombre, el cual se le ofreció a Tobías para acompañarlo en el largo recorrido. Tobías padre lo aceptó porque parecía ser muy buena persona.

Antes de que su hijo se despidiera para partir, Tobías le dio estos consejos: "Tu mejor tesoro será siempre tener temor de ofender a Dios, y alejarte de todo pecado. Te conviene pedir siempre consejo a los que son prudentes y bien instruidos. Debes bendecir a Dios en toda circunstancia. Pídele que sean buenos todos tus comportamientos y que lleguen a buen fin tus proyectos. Te aconsejo que compartas tus alimentos con los hambrientos y tus comodidades con los que no las tienen. Todo cuanto no necesites debes darlo a los pobres. No hagas nunca a nadie lo que no quieres que te hagan a ti. Jamás se te vaya a ocurrir casarte con una mujer que no sea de nuestra santa religión. No pierdas el tiempo, porque la ociosidad es la madre de la miseria. Haz limosnas con generosidad, pero con alegría y sin echar en cara lo que regalas. Recuerda que el dar limosna libra de muchos males. Trata siempre con mucho cariño a tu madre. Recuerda lo mucho que ella ha sufrido por ti. Recuerda que si te esfuerzas por pórtate bien, el Señor Dios te concederá muchos éxitos".

Bendecido por su padre emprendió Tobías a la lejana ciudad de Ragués, acompañado por el ángel Rafael. La mamá lloraba mucho y estaba desconsolada, pero Tobías le decía: "No te afanes tanto, que Dios, que nos ama y nos protege, hará que nuestro hijo logre ir y volver sin que le suceda nada malo".

Y al llegar al río Tigris, Tobías entró al agua, pero un enorme pez se le lanzó a morderlo. El ángel le gritó: "Agarre fuerte al pez y láncelo fuera". Así lo hizo. Y en seguida Rafael le dijo: "Ábralo y sáquele la hiel, y el corazón, que nos van a ser muy útiles". Tobías sacó la hiel y el corazón del pez y los envolvió y los guardó.

Al llegar a la ciudad de Ecbatana, se hospedaron en casa del israelita Raguel, padre de Sara, la joven que había orado con tanta tristeza. Tobías se enamoró de Sara, pero Raguel le contó que el demonio había matado a los otros siete que habían tratado de casarse con ella. Rafael le dijo a Tobías que podía casarse tranquilamente, pues él alejaría al demonio Asmodeo. Se celebraron las bodas muy festivamente y Tobías y Sara rezaron con mucha fe pidiendo a Dios que bendijera su matrimonio. Tobías dijo: "Señor: tú sabes que no me caso por satisfacer mis pasiones, sino por formar un hogar donde se honre al verdadero Dios y se practique la verdadera religión". Y Sara también rezó encomendando a Dios su nuevo hogar. Y el ángel Rafael ató al demonio Asmodeo y lo llevó a un desierto y no permitió que les hiciera daño a los esposos.

Mientras en la familia se celebraban fiestas en honor de los desposados, el ángel Rafael fue hasta donde vivía Gabael y presentándole el recibo de Tobías, cobró el dinero que le debía y lo trajo. Y con este dinero y con toda la herencia que los papás de Sara le dieron a su hija se dispusieron a regresar a Nínive.

Tobías y su esposa Sara volvieron a Nínive, donde los ancianos padres estaban ya muy angustiados por su ausencia. El ángel le dijo: "Tan pronto te encuentres con tu padre, refriégale en los ojos la hiel del pescado". Así lo hizo el joven, y apenas su padre lo abrazó, el le refregó por los ojos la hiel, y se le cayeron unas escamas y recobró la vista y empezó a bendecir a Dios delante de todos.

Tobías le dijo a su hijo: ¿qué le daremos a este compañero tan bueno que tantos favores nos ha hecho? Démosle la mitad de todo lo que hemos conseguido. Pero el ángel les dijo: "Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están siempre delante de Dios. El Señor me envió a ayudarlos, porque El ha escuchado todas las oraciones que ustedes le han dirigido. Porque eras aceptable a Dios por eso te permitió sufrimientos para que consiguieras mayores premios. Pero cuando ustedes rezaban angustiados, yo llevaba sus oraciones ante el Trono de Dios".

Y continuo diciendo: "No sientan nunca vergüenza de contar a todos los favores que Dios les ha hecho. Recuerden que la limosna borra muchos pecados. La oración y el hacer sacrificios hacen inmenso bien. Los que se dedican a pecar son enemigos de la propia felicidad. Pero los que se dedican a repartir limosnas consiguen muchos favores de Dios".

Ellos se arrodillaron para venerar al ángel, y éste desapareció.

Y así la familia de Tobías gozó en adelante de mucha paz y felicidad porque Dios los bendecía mucho y los ayudaba siempre, y ellos siguieron todos siendo fieles a la santa y verdadera religión.

Familias como ésta, sí en verdad merecen ser imitadas por todas nuestras familias.

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Fuente: Archidiócesis de Madrid
Teodoro de Heraclea, Mártir Mártir, 7 de febrero  

Teodoro de Heraclea, Mártir

Mártir
Febrero 7

 


Uno de los mártires orientales provenientes del mundo de la milicia. Fue capitán de soldados. Hizo honor a su nombre -Teodoro es Adorador de Dios- con el testimonio de su sangre derramada. Ejerce el mando en tiempos del emperador Licinio. Murió mártir, en Heraclea, por el año 319, defendiendo la fe y sabiendo anteponer a su lealtad de soldado la preeminencia de obedecer a Dios.

El resto es otro cantar. Muchos consideran los relatos como producto de la fábula que se hace en torno a su persona y a su entrega; puede que tengan razón. Siendo sinceros, también nosotros encontramos dificultades para aceptar el relato tal cual nos lo entrega el tiempo sin pasarlo por la criba de la historia que lo purifique. Muy probablemente hay elementos del relato bordados en el telar de la leyenda.

Porque dicen que pasaba su valiente vida librando las tierras de alimañas, monstruos y dragones. Y donde se resalta su condición de hombre de fe es en una de las caminatas que hacía el emperador visitando el imperio, revisando sus fuerzas militares y comprobando el estado de las posiciones. En esta ocasión, lleva consigo todas las imágenes idolátricas de los dioses romanos. Son ricas y minuciosamente trabajadas por los artistas palatinos. Quiere donarlas a sus tropas para que le sirvan de protección en las campañas.

El capitán Teodoro hace los honores del recibimiento. Luego, de modo ingenuo y servicial, pide permiso al emperador para que las estatuas de los dioses paganos sean depositadas en las dependencias de su casa con el pretexto de custodiarlas y perfumarlas. Así -asegura con pillería- estarán más vistosas a la hora de ser presentadas al gran público. Y lo más ocurrente que resuelve es destruir las imágenes de los dioses falsos, obtener el oro que las recubre y posteriormente donarlo a los pobres para que remedien sus miserias.

¡Claro que con su actuación alegre y decidida da un testimonio de dónde tiene puestos sus valores y de en quién tiene depositada su fe! Pero le valió el martirio por degüello precedido de incontables tormentos que ya están previstos en los relatos de las actas martiriales tardías. Sí, se habla de sus muchas heridas sanadas por ángeles y de conversiones multitudinarias de testigos presenciales al comprobar su firmeza hasta el último momento de su muerte.

En el cielo nos encontraremos con Teodoro, el capitán de Heraclea y, si lo cree oportuno, nos contará la verdad de lo que pasó. No deja por ello de animar nuestra existencia conocer lo que los ancestros dijeron de este intrépido santo soldado pícaro, queriendo personificar en él que la fe no está reñida con el sentido práctico y que la valentía profesional debe acompañar a la fortaleza que da la entrega a Dios.

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Lucas el Joven, San Ermita, 7 de febrero  

Ermita
Febrero 7

 

Etimológicamente significa " luminoso". Viene del griego y latín.

Este maravilloso trabajador – como se le conoce en la iglesia griega, o el taumaturgo – murió en el año 946.

Sus padres eran campesinos en la isla Aegina, pero tuvieron que salir de ella a causa de la invasión de los Sarracenos. Pero Dios siempre ayuda a quien pone su confianza en sus manos.

Lograron, con muchos esfuerzos, situarse en Tessaly. No tenían muchos medios económicos, pero al menos intentaron dar una buena educación a sus siete hijos.

Lucas era piadoso pero no podía dominar su mal genio. Fue mirando la cara de los más pobres que él, y así logró ir perdiendo poco a poco su mal temperamento.

Dios bendecía a esta familia con buenas cosechas en el campo. Lucas trabajaba mucho y, sin embargo, no dejaba ningún día de hacer sus oraciones a Cristo.

Pero él, a medida que pasaba el tiempo, buscaba su vocación verdadera. En una ocasión su madre Eufrosina le dio hospitalidad a dos monjes que iban para Tierra Santa.

Ya en la conversación, le dijeron que le permitiera a su hijo que se fuera con ellos. La madre, muy generosa y respetando al hijo, lo dejó partir.

Y hablando cada día con ellos por el camino, le entró la vocación de hacerse monje como ellos.

El abad del monasterio que le dio la bienvenida y su entrada para seguir sus caminos, le dijo que su madre le necesitaba. Sin embargo, la madre se dio cuenta de que su hijo debía hacer su vida y no la suya. Y a los cuatro meses le permitió que se fuera al monasterio.

A los 18 años se construyó una ermita en un monte cerca de Corinto y vivió feliz todo el resto de su vida. Tenía éxtasis en la oración y levitaba. A su muerte le levantaron dos capillas.

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Nivardo y Hermanos Monje del siglo XII, 7 de febrero  

Nivardo y Hermanos

Monje del siglo XII
Febrero 7

 

Etimológicamente significa "relativo a la nieve" o "Nirvana" (Tenerife). Viene de la lengua latina.

Toda comunión está minada en la base por la desconfianza y el recelo, el lacerante recelo que puede llegar a tomar formas seductoras. La confianza es esencial para evitar rupturas humanas e incluso guerras..

La familia de san Bernardo de Claraval vivió la unidad completa. Sus padres soñaban con grandes glorias para sus hijos, y ellos, sin embargo, añoraban y ansiaban la santidad como ideal de sus vidas.

Los padres lees educaron a que visen todo bajo el prisma de la fe. Así les fue relativamente fácil lograr lo que se proponían.

Nivardo era el último de sus hijos, seis en total. A los 13 años se iba de vez en cuando a la abadía ver a su hermano Bernardo.
Todos le decían que se quedara en casa para que la herencia pasara enteramente a él.

El, con envidia, les decía: Vosotros habéis escogido el cielo y a mí me dejáis la tierra.
Les dijo que no. El prefería quedarse en la abadía con ellos para estar más unido a Dios y parecerse más a Jesús de Nazaret.

Se cuenta que Doña Sancha de Castilla quería fundar en su reino algún que otro monasterio. Y llevada por la fama de san Bernardo, le rogó que le enviase monjes.

Bernardo, al ver que su hermano Nivardo ardía en deseos de ser monje, lo envió como abad del nuevo monasterio de la Santa Espina.

Todo el fue de maravilla. Pero cuando vio que sus años tocaban a su fin, se marchó a Claraval.
Todo el mundo sintió en España su ida a Francia. Fue un monje del siglo XII.
Si alguna vez tienes tiempo, te recomiendo que leas el libro "La familia que alcanzó a Cristo".

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Fuente: Vatican.va
Rosalía Rendu, Beata Virgen, 7 de febrero  

Rosalía Rendu, Beata

Hija de la Caridad

Martirologio Romano: En la ciudad de París, en Francia, beata Rosalía (Juana María) Rendu, virgen de la Hijas de la Caridad, que trabajó incansablemente en una vivienda de los suburbios más pobres de la ciudad, dispuesta como refugio para necesitados, visitando en sus casas a los pobres. En tiempo de luchas civiles trabajó a favor de la paz y convenció a muchos jóvenes y a ricos para que se dedicasen a obras de caridad (1856).

Etimológicamente: Rosalía = Corona de rosas, es de origen latino.

 

Jeanne Marie se preocupa mucho por corresponder bien a las exigencias de su nueva vida. Su salud se resiente tanto por la tensión de su espíritu como por la falta de ejercicio físico. Siguiendo el consejo del médico y de su padrino, señor Emery, envían a Jeanne Marie a la casa de las Hijas de la Caridad del barrio Mouffetard, para dedicarse al servicio de los pobres. Allí permanecerá 54 años.

La sed de acción, de entrega, de servicio, que abrasaba a Jeanne Marie no podía encontrar un terreno mas propicio para ser saciada que este barrio parisiense. Es, en aquella época, el barrio más miserable de la capital en plena expansión: pobreza en todas sus formas, miseria psicológica y espiritual, enfermedades, tugurios insalubres, necesidades... son el lote cotidiano de sus habitantes que luchan por sobrevivir. Jeanne Marie, que recibió el nombre de Sor Rosalía, hizo allí "su aprendizaje" acompañando a las Hermanas en la visita a los enfermos y a los pobres. Al mismo tiempo enseña el catecismo y la lectura a las niñas que acogían en la escuela gratuita. En 1807, Sor Rosalía, con emoción y con una profunda alegría, rodeada de las Hermanas de su comunidad, se compromete por medio de los votos al servicio de Dios y de los pobres.

En 1815, Sor Rosalía es nombrada Superiora de la comunidad de la calle de los "Francs Bourgeois", que será trasladada dos años más tarde a la calle de "L´Epée de Bóis" por razones de espacio y de comodidad. Entonces van a poder revelarse todas sus cualidades de abnegación, de autoridad natural, de humildad, de compasión, su capacidad de organización, etc. Sus pobres, como los llama, son cada vez más numerosos en esta época turbulenta. Los estragos de un liberalismo económico triunfante acentúan la miseria de los marginados. Sor Rosalía envía a sus Hermanas a todos los rincones de la feligresía de la parroquia de "Saint Médard" para llevar alimentos, ropa, atender a enfermos, decir una palabra reconfortante... las damas de la Caridad las ayudan en las visitas a domicilio. La joven Conferencia de San Vicente de Paúl viene a buscar en Sor Rosalía apoyo y consejos para ir en ayuda de todos los necesitados.

Con el fin de aliviar a todos los que sufren, Sor Rosalía abre un dispensario, una farmacia, una escuela, un orfanato, una guardería, un patronato para las jóvenes obreras y una casa para ancianos sin recursos. Muy pronto, va a establecerse toda una red de obras caritativas para combatir la pobreza.

Su ejemplo estimula a sus Hermanas, con frecuencia les dice: "Debéis ser como un apoyo en el que todos los que están cansados tienen derecho a depositar su carga". Y así, sencillamente, vive la pobreza y deja transparentar la presencia de Dios en ella.

Su fe, firme como una roca y límpida come una fuente, le hace ver a Jesucristo en toda circunstancia: experimenta en lo cotidiano la convicción de San Vicente: "Si vais diez veces cada día a ver a un pobre, diez veces encontraréis en él a Dios... vais a pobres casas, pero allí encontraréis a Dios". Su vida de oración es intensa; como afirma una Hermana, "vivía continuamente en la presencia de Dios; si tenía que cumplir una misión difícil, estábamos seguras de verla subir a la capilla o de encontrarla de rodillas en su despacho".

Estaba atenta a asegurar a sus compañeras el tiempo para la oración, pero había "que saber dejar a Dios por Dios" como San Vicente había enseñado a sus Hijas. Así, Sor Rosalía, al ir con una Hermana a hacer una visita de caridad, la invita diciendo: "Hermana comencemos nuestra oración". Indica con pocas y sencillas palabras la historia y entra en un profundo recogimiento.

Como la religiosa en el claustro, Sor Rosalía camina con Dios: le habla de aquella familia con dificultades porque el padre no tiene ya trabajo, de ese anciano que corre el riesgo de morir sólo en la buhardilla: "Nunca he hecho tan bien la oración como en la calle" dice ella.

"Los pobres notaban su modo de rezar y de actuar", dice una de sus compañeras. "Humilde en su autoridad, Sor Rosalía nos reprendía con una gran delicadeza y tenía el don de consolar. Sus consejos, procedentes de la justicia y con todo su afecto, penetraban en las almas".

Es muy atenta en el modo de acoger a los pobres. Su espíritu de fe ve en ellos a nuestros "maestros y señores". "Los pobres os maltratarán". Cuanto más maleducados e insolentes sean, con más dignidad debéis tratarlos. Dice: "Recordad que esos harapos esconden a Nuestro Señor".

Los superiores le mandan las postulantes y las Hermanas jóvenes para la formación. Le envían a su casa, por cierto tiempo, a Hermanas un poco difíciles o frágiles. A una de sus Hermanas en crisis le da un día un consejo, que es el secreto de su vida: "Si quiere que alguien la quiera, sea la la primera en amar, y si no tiene nada que dar, dése a sí misma". Con el aumento de Hermanas, la casa de beneficencia se convierte en una casa de caridad con un ambulatorio y una escuela. Ella ve en ello la Providencia de Dios.

Su notoriedad se extiende pronto por todos los barrios de la capital y, más allá, a las ciudades de provincias. Sor Rosalía sabe rodearse de colaboradores generosos, eficaces y cada vez más numerosos. Los donativos afluyen rápidamente, pues los ricos no saben resistir a esta mujer persuasiva. Incluso los soberanos que se sucedieron en el gobierno del país no lo olvidaron en sus generosidades.

Las Damas de la Caridad ayudan en sus visitas a domicilio. A menudo podía verse en el recibidor de la casa a obispos, sacerdotes, el embajador de España, Donoso Cortés, Carlos X, el general Cavaignac, los hombres de Estado y de la cultura, hasta el emperador Napoleón III con su cónyuge, así como estudiantes de derecho, de medicina, alumnos del politécnico, que iban a buscar información, recomendaciones o a pedir consejo sobre a qué puerta ir a llamar antes de hacer una buena obra. Entre ellos el
beato Federico Ozanam, cofundador de las "Conferencias de San Vicente de Paúl" y el Venerable Juan León Le Prévost, futuro fundador de los Religiosos de San Vicente de Paúl, que buscaban consejo para poner en marcha sus proyectos.

Ella estaba en el centro de un movimiento de caridad que caracterizó París y Francia en la primera mitad del siglo XIX.

La experiencia de Sor Rosalía es inestimable para aquellos jóvenes. Ella orienta su apostolado, guía sus idas y venidas en el suburbio, les da direcciones de familias necesitadas escogiéndolas con cuidado.

Entra también en relación con la Superiora del "Bon Sauveur" de Caen y le pide que acoja a muchas personas. Está especialmente atenta a los sacerdotes y religiosas afectados de trastornos psíquicos. Su correspondencia es breve pero emocionante por su delicadeza, paciencia y respeto hacia esos enfermos.

Las pruebas no faltan en el barrio Mouffetard. Las epidemias de cólera se suceden. La falta de higiene, la miseria favorecen su virulencia. De modo particular, en 1832 y en 1846, la abnegación y riesgos que corren Sor Rosalía y sus Hermanas causaron admiración. Se la vio recoger ella misma los cuerpos abandonados en las calles durante las jornadas de motines de julio de 1830 y de febrero de 1848 en las barricadas y las luchas sangrientas que enfrentan el poder a una clase obrera desencadenada. Monseñor Affre, arzobispo de París, es asesinado al querer interponerse entre los beligerantes. Sor Rosalía sufre, ella también sube a las barricadas para socorrer a los combatientes heridos, fueran del bando que fueran. Sin temor alguno, arriesga su vida en los enfrentamientos. Su valentía y su espíritu de libertad causan admiración.

Cuando se restablece el orden, trata de salvar a muchos de aquellos hombres que conoce bien y que son víctimas de una feroz represión. Le ayuda mucho el alcalde del distrito, doctor Ulyssse Trélat, republicano puro, muy popular él también.

En 1852, Napoleón III decide imponerle la Cruz de la Legión de honor. Ella está dispuesta a rehusar este honor personal, pero el Padre Etienne, superior de los Sacerdotes de la Misión y de las Hijas de la Caridad, le obliga a aceptar.

De salud frágil, Sor Rosalía nunca se tomó un instante de descanso, y acababa siempre por superar sus fatigas y sus fiebres. Pero, la edad, una gran sensibilidad y la acumulación de tareas, acaban por llegar al extremo de su gran resistencia y de su fuerte voluntad. Durante los dos últimos años de su vida, se va quedando progresivamente ciega y muere el 7 de febrero de 1856, tras una corta enfermedad.

La emoción es grande en el barrio y en todos los medios sociales de París y provincias. Después de celebrar los funerales en la Iglesia de Saint Médard, su parroquia, una multitud inmensa, embargada por la emoción, sigue a su cadáver hasta el cementerio de Montparnasse, queriendo así manifestar su admiración por la obra que ha realizado y su afecto hacia esta Hermana extraordinaria.

Numerosos artículos de la prensa dan testimonio de la admiración e incluso de la veneración que Sor Rosalía había suscitado. Periódicos de toda tendencia se hacen eco de los sentimientos del pueblo.

L´Univers, periódico principal católico de la época, dirigido por Louis Veuillot, escribe el 8 de febrero: "Nuestros lectores comprenderán la gran desgracia que acaba de acontecer a la clase pobre de París y unirán sus sufragios a las lágrimas y oraciones de los necesitados".

El Constitutionnel, periódico de la izquierda anticlerical, no duda en anunciar la muerte de esta Hija de la Caridad."Los pobres del distrito 12 acaban de tener una pérdida muy lamentable: Sor Rosalía, superiora de la comunidad de la rue de l´Epée de Bois murió ayer después de una larga enfermedad. Desde hace muchos años, esta respetable religiosa era la providencia de las clases necesitadas, muy numerosas en ese barrio".

El periódico oficial del Imperio, le Moniteur, alaba la acción benéfica de esta Hermana: "Se han rendido las honras fúnebres a la Hermana Rosalía con un brillo inhabitual: esta santa mujer era, desde hace cincuenta y dos años, muy caritativa en un barrio donde hay muchos miserables que socorrer. Todos los pobres, llenos de gratitud, la han acompañado a la Iglesia y al cementerio. Un piquete de honor formaba parte del cortejo"

Muy numerosos son los que van a visitarla al cementerio "Montparnasse". Y a recogerse ante la tumba de aquella que fue su Providencia. Pero !qué difícil es encontrar el lugar reservado a las Hijas de la Caridad! Por eso, se trasladan sus restos a un lugar mucho más accesible, mas cerca de la entrada del cementerio. En su tumba sencilla, hay una gran cruz, en cuya base están grabadas estas palabras: "A Sor Rosalía, sus amigos agradecidos, los pobres y los ricos". Manos anónimas han adornado y continúan adornando con flores su sepultura como homenaje, discreto pero permanente, a esta humilde Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl.

Fue beatificada el 9 de noviembre de 2003

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Fuente: Corazones.org
Pio IX, Beato CCLV Papa, 7 de febrero  

Pio IX, Beato

CCLV Papa

Martirologio Romano: En Roma, beato Pío IX, papa, que proclamó la verdad de Cristo, a quien estaba íntimamente unido, e instituyó muchas sedes episcopales, promoviendo el culto de la Santísima Virgen María y convocando el Concilio Vaticano I (1878).

 

Pío IX, en el siglo Giovanni Maria Mastai Ferretti, nació el 13 de mayo de 1792 en Senigallia. Fué elegido pontífice el 16 de junio de 1846, suscitando esperanzas en los ambientes patrióticos liberales y católicos: uno de los primeros actos fue la promulgación de una amnistía para los prisioneros políticos y consintió algunas reformas en el Estado Pontificio. En los primeros dos años del pontificado, se ganó el título de papa liberal, patriótico y reformador.

En abril de 1848, cuando era evidente que la masonería internacional fomentaba atentados, revoluciones y desórdenes contra el Papado y las naciones tradicionalmente católicas, Pío IX tomó distancia de las facciones más radicales de los patriotas italianos. A raiz del desencadenamiento de motines insurreccionales en Roma, se trasladó a Gaeta, mientras que en la ciudad eterna se proclamaba poco después, en 1849, la República Romana por parte de Giuseppe Mazzini, Carlo Armellini e Aurelio Saffi. Las iglesias fueron saqueadas mientras Mazzini se incautaba de obras de arte, propiedad de la Iglesia, para pagar a la masonería británica que había anticipado el dinero necesario para tomar Roma.

Gracias a la intervención de las tropas francesas, la República romana cayó y el Papa pudo volver a la capital en 1850. Desde entonces, el Pontífice puso en marcha una política de intransigencia ("Non possumus") hacia las exigencias del poder laico, convirtiéndose en el adversario más acérrimo del ala anticlerical de la masonería.

En 1854, proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción y, en el primer Concilio Vaticano (1869_70), el dogma de la infalibilidad papal. En 1864, promulgó la encíclica "Quanta cura", con el anexo del "Sillabus", una lista de enseñanzas prohibidas, con la que la iglesia condenaba los errores del momento y conceptos liberales e iluministas. Con la llegada de la unidad de Italia, el último papa_rey se vió desposeido de las regiones de la Romaña (1859), Umbría, las Marcas (1860) y, en 1870, la misma Roma, con la conocida toma de Porta Pia, el 20 de septiembre, que marcó el fin del poder temporal de los papas.

Desde entonces, la masonería italiana celebra su propia fiesta anual, justamente el 20 de septiembre, en recuerdo de la victoria contra la Iglesia. Los documentos antimasónicos del Pontificado de Pío IX son unos 124 y se subdividen en 11 encíclicas, 61 cartas breves, 33 discursos y alocuciones y documentos de varios dicasterios eclesiásticos. Según Pío IX, todos los males que se abatieron en aquél tiempo sobre la Iglesia y sobre la sociedad provenían del ateismo y del cientismo del siglo XVII, postulado por la masonería y exaltado por la Revolución Francesa. En la encíclica "Qui pluribus" (9/10/1849), Pio IX habla de "hombres ligados por una unión nefanda" que corrompen las costumbres y combaten la fe en Dios y en Cristo postulando el naturalismo y el racionalismo y, sobre todo, poniendo en marcha el conflicto entre ciencia y fe. Otro error atribuido a este círculo de pensadores es el hablar de progreso como un mito y contraponerlo a la fe.

Ante estas acusaciones precisas, la Masonería reaccionó con un desdén violento. En primer lugar, convocó un "Anticoncilio masónico, Asamblea de librepensadores" con la idea de liderar un movimiento internacional dedicado a combatir sin tregua al Vaticano. Entre los escritos que se difundieron para esta convocatoria masónica, había uno que decía "El Anticoncilio quiere luz y verdad, quiere ciencia y razón, no fe ciega, no fanatismo, no dogmas, no hogueras. La infalibilidad papal es una herejía. La religión católica romana es una mentira; su reino es un delito".

En esta situación de beligerancia contínua, Pío IX no perdió el ánimo y siguió su trabajo para compactar la Iglesia en torno a un principio de unidad. Atribuyó gran importancia a la espiritualidad popular, a la relación con los santos, especialmente a María a través del reconocimiento de las apariciones de La Salette y de Lourdes. Dió impulso a procesiones, peregrinaciones y todas las formas de piedad popular. En 1870, inauguró un nuevo modo de elección de obispos y prelados, elegidos no ya preferentemente entre los notables sino entre los sacerdotes comunes, allí donde se manifestasen los méritos pastorales. Su popularidad creció enormemente. Fue obstinado en no aceptar ningún arreglo con el Estado italiano. Murió el 7 de febrero de 1878, pero la masonería trató de perseguirlo encarnizadamente incluso tras la muerte. En la noche del 12 al 13 de julio de 1881, su féretro fue trasladado del Vaticano al cementerio del Verano. La masonería organizó una manifestación irreverente, con lanzamiento de piedras, imprecaciones, blasfemias, y canciones vulgares y obscenas, contra el cortejo fúnebre, que a su vez respondía con la recitación del rosario, los salmos, el oficio de difuntos y pías jaculatorias.

El culmen de la agresión tuvo lugar cuando el cortejo fúnebre pasó por el puente Sant´Angelo. Al grito de "¡muerte al Papa, muerte a los curas!", un grupo de desalmados trató de arrojar el cadáver de Pío IX al Tíber. Pero los católicos apretaron las filas en torno a los restos mortales del pontífice y rechazaron el ataque. A la luz de estos acontecimientos, el reconocimiento de la virtud heroica del nuevo beato hace justicia a una persona de gran espesor humano y a un gran Papa.

Pio IX fue beatificado el 30 de Septiembre del 2000.

La causa de beatificación de Pío IX fue una de las más largas y difíciles de la historia de la Iglesia. Fue puesta en marcha por Pío X, el 11 de febrero de 1907. Relanzada, por Benedicto XV, sin gran éxito, y también Pío XI animó el proyecto. Tras la segunda guerra mundial, la instructoría canónica fue reiniciada por Pío XII, el 7 de diciembre de 1954. Con Pablo VI la causa experimentó importantes avances: se completó la "positio", es decir, la recogida de las actas del proceso canónico, el análisis de la vida del candidato a la santidad, los interrogatorios de los testigos y las evaluaciones de los historiadores y de los teólogos.

El decreto sobre el ejercicio heroico de las virtudes teologales y cardinales fue promulgado por la Congregación para las Causas de los Santos, el 6 de julio de 1985, y aprobado por Juan Pablo II. Entre las virtudes del Pontífice, figuran el amor sin reservas por la iglesia, la caridad y la gran estima por el sacerdocio y los misioneros. El milagro atribuido a Pío IX, verificado por la Consulta de médicos el 15 de enero de 1986, es la curación inexplicable de una religiosa francesa.

Pío IX defendió a los judíos

La campaña contra el Papa Pio IX (1792-1878), alcanzó su colmo con la protesta del gobierno israelita que expresó a la Santa Sede su más profundo descontento por la beatificación de Pío IX ("Jerusalem Post", 3 de septiembre 2000). En relidad como lo recordó Mons. Carlo Liberati, de la Congregación para las Causas de los Santos, en dos entrevistas acordadas a los diarios italianos "Corriere della Sera" y "Avvenire", Pío IX fue "el promotor de la liberación de los judíos del ghetto. Hizo suprimir las labores indignas y humillantes que estaban asignadas a los judíos. Declaró que no eran ´extranjeros´ y ordenó colocar patrullas encargadas de protegerlos contra una rebelión popular que explotó efectivamente contra esta emancipación del ghetto".

En lo que concierne al caso de Edgardo Mortara, el niño judío que, a la edad de dos años en riesgo de morir fue bautizado por una doméstica católica y fue luego educado por la Iglesia contra el parecer de sus padres, Mons. Liberati declaró que "lo que nadie nunca ha querido recordar, es que cuando Edgardo Mortara llegó a la edad de la adolescencia, se le dejó libre de regresar a su casa. Pasó un mes con sus padres pero en seguida decidió quedarse en Roma y hacerse sacerdote. Una vez sacerdote se reconcilió con sus padres. Edgardo Montara fue uno de los primeros testigos que se pronunciaron a favor de la beatificación de Pío IX, haciendo una declaración en el proceso canónico".

El Papa Pío IX permanece incorrupto

El 4 de abril pasado en Roma, en la cripta de la basílica de San Lorenzo al Verano, se desarrolló el reconocimiento del cuerpo del venerable Pío IX que reposa desde el 13 de julio de 1881, tres años después de su muerte acaecida el 7 de febrero de 1878, en el Vaticano. En la ceremonia del acto de reconocimiento de los restos mortales de Pío IX estaban presentes, entre otros, el Postulador de la Causa de Beatificación, Mons. Bruneno Gherardini, S. Emin. el cardenal Jorge Medina Estévez, Pref. de la Congregación para el Culto Divino, el Obispo emérito de Senigallia, Mons. Odo Fusi Pecci, representantes de la Curia Romana, sacerdotes y religiosas venidos inclusive del extranjero.

"Pío IX - escribió Mons. Carlo Liberati - conservado casi perfectamente desde el último reconocimiento, hecho bajo Pío XII, del 25 de octubre al 24 de noviembre de 1956, apareció en toda la serenidad de su humanidad tal como se recuerda en la documentación fotográfica, en la iconografía tradicional y establecida por la descripción hecha de los textos en las actas de procedimiento. Si es permitido referirnos a los análisis de autores y agiógrafos modernos de gran valor, como el inolvidable Piero Bargellini y el P. Domenico Mondrone s.j., hechas para educar e invitar a la santidad, podremos definirlo como un hombre dotado de una gran humanidad y de una impresionante dignidad, hecha aún más significativa por la serenidad del rostro intacto en la majestad silenciosa de la muerte" (Mons. Carlo Liberati, La ricognizione dei resti mortali del venerabile Papa Pio IX en "L´Ossevatore Romano", 9 de abril 2000, p. 4).

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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