lunes, 31 de octubre de 2011

Lecturas Martes 01 de Noviembre de 2011

JMJ

Pax

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 3, 1-3

Queridos hermanos: Consideren el amor tan grande que nos ha demostrado el Padre: hasta el punto de llamarnos hijos de Dios; y en verdad lo somos. El mundo no nos conoce, porque no lo ha conocido a él.
Hermanos queridos, ahora ya somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/swf/l.swf?video_id=v82JVdXAUUs

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? abortar (todos los métodos anticonceptivos son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

Todos los Santos (1o. de nov)

Antífona de Entrada

Alegrémonos en el Señor al celebrar este día la solemnidad de Todos los Santos; por la cual se alegran los ángeles y alaban al Hijo de Dios.

 

Se dice "Gloria".

Oración Colecta

Oremos:
Dios omnipotente y eterno, que otorgas a tu Iglesia la alegría de celebrar en esta solemnidad los méritos y la gloria de todos los Santos; concede a tu pueblo, por intercesión de todos estos hermanos nuestros, la abundancia de tu misericordia y tu perdón.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

Vi una muchedumbre tan grande, que nadie podía contarla. Eran individuos de todas las naciones y razas, de todos lo pueblos y lenguas

Lectura del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan 7, 2-4.9-14

Yo, Juan, vi otro ángel que venía del oriente; traía el sello del Dios vivo y gritó con voz poderosa a los cuatro ángeles encargados de hacer daño a la tierra y al mar:
"¡No dañen a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello en la frente a los servidores de nuestro Dios!"
Y oí el número de los que habían sido marcados: eran ciento cuarenta y cuatro mil, de todas las tribus de Israel.
Vi luego una muchedumbre enorme que nadie podía contar. Gentes de toda nación, raza, pueblo y lengua, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con túnicas blancas y con palmas en sus manos. Y clamaban con voz poderosa:
"¡La salvación viene de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!"
Y todos los ángeles que estaban alrededor del trono, alrededor de los ancianos y de los cuatro seres vivientes, cayeron rostro a tierra ante el trono y adoraron a Dios, diciendo:
"Amén. Alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza son de nuestro Dios, por los siglos de los siglos. Amén".
Entonces uno de los ancianos me preguntó:
"¿Quiénes son y de dónde han venido éstos que llevan túnicas blancas?"
Yo le respondí:
"Señor mío, lo sabrás".
El me dijo:
"Estos son los que vienen de la gran persecución, los que han lavado y blanqueado sus túnicas en la sangre del Cordero".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 23, 1-2.4ab.5-6

Estos son los que buscan al Señor.

Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el mundo y todos sus habitantes, pues él la estableció sobre los mares, él la fundó sobre los ríos.
Estos son los que buscan al Señor.

¿Quién subirá al monte del Señor? ¿Quién podrá estar en su recinto sagrado? El hombre de manos puras y limpio corazón.
Estos son los que buscan al Señor.

Este recibirá la bendición del Señor, y Dios, su salvador, lo proclamará inocente.
Estos son los que buscan al Señor.

Segunda Lectura

Veremos a Dios tal cual es

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 3, 1-3

Queridos hermanos: Consideren el amor tan grande que nos ha demostrado el Padre: hasta el punto de llamarnos hijos de Dios; y en verdad lo somos. El mundo no nos conoce, porque no lo ha conocido a él.
Hermanos queridos, ahora ya somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Vengan a mí todos lo que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré, dice el Señor.
Aleluya.

Evangelio

Dichosos los pobres en el Espíritu

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo
5, 1-12

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, al ver tanta gente Jesús subió a la montaña, se sentó y se le acercaron sus discípulos; enseguida comenzó a enseñarles, hablándoles así:
"Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque ellos obtendrán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan contra ustedes toda clase de calumnias por causa mía. Alégrense y regocíjense, porque su premio será grande en los cielos".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Se dice "Credo".

Oración de los Fieles

Celebrante:
Iluminados con el ejemplo de los santos, que fueron en su vida sal de la tierra y luz del mundo, y uniendo nuestra oración a la de la inmensa multitud de los que ya están en presencia del Señor, oremos confiadamente al Señor:
(Respondemos a cada petición: Escúchanos, Señor).

Para que el Señor suscite en su Iglesia ejemplos de una santidad heroica que atraiga a los no creyentes a Cristo, y conceda a a todos los bautizados redescubrir que Dios los llama a la santidad, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Para que nuestros hermanos que no conocen la luz y la hermosura del Evangelio de Cristo sean liberados de las tinieblas, entren en el reino de la luz y compartan la herencia de los santos, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Para que el ejemplo de los santos, que experimentaron que para entrar en el Reino de Dios hay que sufrir muchas tribulaciones, fortalezca a los que sufren y se tambalean en su combate, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Para que quienes hoy nos hemos reunido para celebrar la solemnidad de Todos los Santos, nos encontremos con nuestros familiares y amigos difuntos en el reino glorioso de Jesucristo, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Celebrante:
Señor, Padre santo, que has glorificado en tu Reino a los siervos fieles que han velado esperando la llegada del Esposo, escucha nuestra oración y no permitas que se apaguen nuestras lámparas, y así merezcamos entrar en el banquete de tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.

 

Oración sobre las Ofrendas

Acepta, Señor, el sacrificio de alabanza que te ofrecemos al celebrar hoy la fiesta de todos los santos que gozan ya de tu vida inmortal, y concédenos experimentar siempre su protección y su ayuda en nuestro camino hacia ti.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

La gloria de la Iglesia, nuestra Madre

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque hoy nos concedes celebrar la gloria de Todos los Santos, asamblea de la Jerusalén celestial que eternamente te alaba.
Hacia ella, aunque peregrinos en la tierra, nos encaminamos alegres, guiados por la fe y
animados por la gloria de los mejores hijos de la Iglesia; en ellos encontramos ejemplo y ayuda para nuestra debilidad.
Por eso,
unidos a estos santos y a los coros de los ángeles, te glorificamos y cantamos diciendo:

Antífona de la Comunión

Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios; bienaventurados los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios; bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Dios nuestro, fuente única de toda santidad y admirable en todos tus santos; haz que este sacramento nos encienda en el fuego de tu amor y nos prepare para la alegría de tu Reino.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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Meditación diaria

 

31ª semana. Martes

SOLIDARIDAD CRISTIANA

— Miembros de un mismo Cuerpo.

— La unión en la caridad.

— La unión en la fe. Apostolado.

I. El Señor ha querido asociarnos a Él con los más apretados lazos, con nudos tan estrechos como aquellos que atan a los miembros de un cuerpo vivo. San Pablo nos enseña en una de las lecturas de la Misa1 que siendo muchos formamos un solo cuerpo en Cristo, siendo todos miembros los unos de los otros. Cada cristiano, conservando su propia vida, está insertado en la Iglesia con vínculos vitales muy íntimos. El Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia, es algo inmensamente más trabado y compacto que un cuerpo moral, algo más sólido que cualquier grupo humano. La misma Vida, la Vida de Cristo, corre por todo el Cuerpo, y mucho dependemos unos de otros. El más pequeño dolor lo acusa el ser entero, y todo el cuerpo trabaja en la reparación de cualquier herida. "Volvemos a encontrar en las palabras de Pablo el eco fiel de las enseñanzas del mismo Jesús, que nos ha revelado la misteriosa unidad de sus discípulos con Él y entre sí, presentándola como imagen y prolongación de aquella arcana comunión que liga el Padre al Hijo y el Hijo al Padre en el vínculo amoroso del Espíritu (cfr. Jn 17, 21). Es la misma unidad de la que habla Jesús con la imagen de la vid y de los sarmientos: Yo soy la vid, vosotros los sarmientos (Jn 15, 5); imagen que da luz no solo para comprender la profunda intimidad de los discípulos con Jesús, sino también la comunión vital de los discípulos entre sí: todos son sarmientos de la única Vid"2.

Cada fiel cristiano, con sus obras buenas, con su empeño por estar más cerca del Señor, enriquece a toda la Iglesia, a la vez que hace suya la riqueza común. "Esta es la Comunión de los Santos que profesamos en el Credo; el bien de todos se convierte en el bien de cada uno, y el bien de cada uno se convierte en el bien de todos"3.

De una manera misteriosa pero real, con nuestra santidad personal estamos contribuyendo a la vida sobrenatural de todos los miembros de la Iglesia. El cumplimiento del deber diario, la enfermedad, la oración... son una continua fuente de méritos sobrenaturales para nuestros hermanos. "Si tú oras por todos, también la oración de todos te aprovechará a ti, pues tú formas parte del todo. De esta manera obtendrás un gran beneficio, pues la oración de cada miembro del Pueblo se enriquece con la oración de los demás"4. La meditación de esta verdad, ¿nos mueve a vivir mejor el día de hoy, con más amor, con más entrega?

II. Cada uno de nosotros hemos de sentir la responsabilidad personal de aportar –con nuestro empeño por ser mejores, con el ejercicio de las virtudes– nueva savia a los miembros del Cuerpo Místico de Cristo, y a la humanidad entera. Todos los días, "cada uno sostiene a los demás y los demás le sostienen a él"5. Por eso, no son del todo exactas "esas formas de discurrir, que distinguen las virtudes personales de las virtudes sociales. No cabe virtud alguna que pueda facilitar el egoísmo; cada una redunda necesariamente en bien de nuestra alma y de las almas de los que nos rodean (...). Todos hemos de sentirnos solidarios y, en el orden de la gracia, estamos unidos por los lazos sobrenaturales de la Comunión de los Santos"6.

San Pablo, después de indicar los diversos carismas, las gracias particulares que Dios otorga para servicio de los demás, señala el gran don común a todos, que es la caridad, con la que cada día podemos sembrar tanto bien a nuestro alrededor, amándoos de corazón unos a otros con el amor fraterno, honrando cada uno a los otros más que a sí mismo; diligentes en el deber, fervorosos en el espíritu, servidores del Señor; alegres en la esperanza, pacientes en la tribulación; en la oración constantes; compartiendo las necesidades de los santos, procurando practicar la hospitalidad.

Quizá pensemos en alguna ocasión que no tenemos dotes excepcionales para ayudar a los demás, que carecemos de medios...; sin embargo, la caridad, participación en el amor de Cristo por sus hermanos, está al alcance de todos los que siguen al Maestro. Todos los días damos mucho y recibimos mucho. Nuestra vida es un intercambio continuo en lo humano y en lo sobrenatural. ¡Qué grato es al Señor cuando nosotros al ver una rotura en ese tejido finísimo que componemos los miembros de la lglesia, procuramos repararla con amor, con desagravio! ¡Cómo se alegra cuando nos ve compartir, hacer nuestras, las necesidades de los santos! No existe flaqueza ni virtud solitaria. Lo bueno y lo malo tienen efectos centuplicados en los demás. Sembramos un grano de trigo en la tierra y brota una espiga, buena o mala según la semilla que esparcimos. Si caminamos con firmeza hacia Cristo, nuestros amigos corren. Si flaqueamos, quizá ellos se detengan. "Todo lo bueno y santo que emprende un individuo –enseña el Catecismo Romano– repercute en bien de todos, y la caridad es la que permite les aproveche, pues esta virtud no busca su propio provecho"7. No dejemos de sembrar; nuestra vida es en realidad una gran siembra en la que nada se pierde. Son incontables las oportunidades de hacer el bien, de enriquecer a los hombres, de aumentar el Cuerpo Místico de Cristo. No desaprovechemos las ocasiones, no esperemos grandes momentos que quizá nunca lleguen a presentarse.

III. Al crearnos, Dios nos hizo a los hombres hermanos, necesitados unos de otros en la vida familiar y social. Y también mantuvo esta complementariedad en el plano sobrenatural. La Trinidad Beatísima ha querido salvar a los hombres a través de los hombres y propagar la fe por medio de ellos. A través del apostolado personal de los cristianos, que se encuentran en el mundo, en las situaciones más variadas (en el hogar, en una peluquería, en el comercio, en la banca, en el Parlamento...), "la irradiación del Evangelio puede hacerse extremadamente capilar, llegando a tantos lugares y ambientes como son aquellos ligados a la vida cotidiana y concreta de los laicos. Se trata, además, de una irradiación constante, pues es inseparable de la continua coherencia de la vida personal con la fe; y se configura también como una forma de apostolado particularmente incisiva, ya que al compartir plenamente las condiciones de vida y de trabajos, las dificultades y esperanzas de sus hermanos, los fieles laicos pueden llegar al corazón de sus vecinos, amigos o colegas, abriéndolo al horizonte total, al sentido pleno de la existencia humana: la comunión con Dios y entre los hombres"8. Cada miembro trabaja para el mejor rendimiento de todo el cuerpo, y encender la fe de otros, o avivarla si estaba en sus cenizas, es el mayor bien que podemos comunicar. "Ansí me acaece –escribe Santa Teresa– que, cuando en la vida de los santos leemos que convirtieron almas, mucha más devoción me hace y más ternura y más envidia que todos los martirios que padecen (por ser esta la inclinación que Dios me ha dado), pareciéndome que precia más un alma que por nuestra industria y oración le ganásemos mediante su misericordia, que todos los servicios que le podamos hacer"9.

Si con el ejemplo y la palabra acercamos a otros a Cristo, no permaneceremos indiferentes a sus necesidades corporales: ¡Tanta ignorancia, tanta miseria, tanta soledad...! El trato diario con el Señor llenará nuestro corazón, cada vez más, de misericordia y de generosidad para compartir lo mucho o lo poco que tengamos: el talento, el tiempo, los bienes materiales, la alegría... Si no está en nuestras manos remediar esos males, al menos sentirán el calor de nuestra amistad, de nuestro empeño por ayudarles. No dejaremos solos a los enfermos, a los impedidos, a quien lleva una carga superior a sus fuerzas... Aunaremos nuestros esfuerzos con otros cristianos y con los hombres de buena voluntad en orden al bien común, superando posiciones partidistas que separan y enfrentan. Así imitaremos a los primeros cristianos, que con su amor, y muchas veces con sus escasos medios materiales para ayudar a los demás, asombraron al mundo pagano porque hicieron realidad el mandato de Jesucristo: un precepto nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; como Yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor entre vosotros10. El amor es ingenioso y suple, cuando es preciso, la escasez de tiempo, de medios económicos, de posibilidades humanas.

1 Primera lectura. Año I. Rom 12, 5-16. — 2 Juan Pablo II, Exhort. Apost. Christifideles laici, 30-XII-1988, 12. — 3 Ibídem, 28. — 4 San Ambrosio, Tratado sobre Caín y Abel, 1. — 5 San Gregorio Magno, Homilías sobre Ezequiel, 2, 1, 5. — 6 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 76. — 7 Catecismo Romano, I, 10, n. 23. 8 Juan Pablo II, loc. cit., 28. — 9 Santa Teresa, Libro de las Fundaciones, 1, 7. — 10 Jn 13, 34-35.

 

 

1 de noviembre

TODOS LOS SANTOS*

Solemnidad

— Personas que se santificaron a través de una vida corriente.

— Todos hemos sido llamados a la santidad.

— La caridad, distintivo de los que han alcanzado la bienaventuranza.

I. Alegrémonos todos en el Señor, al celebrar este día de fiesta en honor de todos los santos: de esta solemnidad se alegran los ángeles y alaban al Hijo de Dios1.

La fiesta de hoy recuerda y propone a la meditación común algunos componentes fundamentales de nuestra fe cristiana señalaba el Papa Juan Pablo II-. En el centro de la Liturgia están sobre todo los grandes temas de la Comunión de los Santos, del destino universal de la salvación, de la fuente de toda santidad que es Dios mismo, de la esperanza cierta en la futura e indestructible unión con el Señor, de la relación existente entre salvación y sufrimiento y de una bienaventuranza que ya desde ahora caracteriza a aquellos que se hallan en las condiciones descritas por Jesús. Pero la clave de la fiesta que hoy celebramos "es la alegría, como hemos rezado en la antífona de entrada: Alegrémonos todos en el Señor al celebrar este día de fiesta en honor de todos los Santos; y se trata de una alegría genuina, límpida, corroborante, como la de quien se encuentra en una gran familia donde sabe que hunde sus propias raíces..."2. Esta gran familia es la de los santos: los del Cielo y los de la tierra.

La Iglesia, nuestra Madre, nos invita hoy a pensar en aquellos que, como nosotros, pasaron por este mundo con dificultades y tentaciones parecidas a las nuestras, y vencieron. Es esa muchedumbre inmensa que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, según nos recuerda la Primera lectura de la Misa3. Todos están marcados en la frente y vestidos con vestiduras blancas, lavadas en la sangre del Cordero4. La marca y los vestidos son símbolos del Bautismo, que imprime en el hombre, para siempre, el carácter de la pertenencia a Cristo, y la gracia renovada y acrecentada por los sacramentos y las buenas obras.

Muchos Santos de toda edad y condición- han sido reconocidos como tales por la Iglesia, y cada año los recordamos en algún día preciso y los tomamos como intercesores para tantas ayudas como necesitamos. Pero hoy festejamos, y pedimos su ayuda, a esa multitud incontable que alcanzó el Cielo después de pasar por este mundo sembrando amor y alegría, sin apenas darse cuenta de ello; recordamos a aquellos que, mientras estuvieron entre nosotros, hicieron, quizá, un trabajo similar al nuestro: oficinistas, labriegos, catedráticos, comerciantes, secretarias...; también tuvieron dificultades parecidas a las nuestras y debieron recomenzar muchas veces, como nosotros procuramos hacer; y la Iglesia no hace una mención nominal de ellos en el Santoral. A la luz de la fe, forman "un grandioso panorama: el de tantos y tantos fieles laicos a menudo inadvertidos o incluso incomprendidos; desconocidos por los grandes de la tierra, pero mirados con amor por el Padre, hombres y mujeres que, precisamente en la vida y actividad de cada jornada, son los obreros incansables que trabajan en la viña del Señor; son los humildes y grandes artífices por la potencia de la gracia, ciertamente del crecimiento del Reino de Dios en la historia"5. Son, en definitiva, aquellos que supieron "con la ayuda de Dios conservar y perfeccionar en su vida la santificación que recibieron"6 en el Bautismo.

Todos hemos sido llamados a la plenitud del Amor, a luchar contra las propias pasiones y tendencias desordenadas, a recomenzar siempre que sea preciso, porque "la santidad no depende del estado soltero, casado, viudo, sacerdote, sino de la personal correspondencia a la gracia, que a todos se nos concede"7. La Iglesia nos recuerda que el trabajador que toma cada mañana su herramienta o su pluma, o la madre de familia dedicada a los quehaceres del hogar, en el sitio que Dios les ha designado, deben santificarse cumpliendo fielmente sus deberes8.

Es consolador pensar que en el Cielo, contemplando el rostro de Dios, hay personas con las que tratamos hace algún tiempo aquí abajo, y con las que seguimos unidas por una profunda amistad y cariño. Muchas ayudas nos prestan desde el Cielo, y nos acordamos de ellas con alegría y acudimos a su intercesión.

Hacemos hoy nuestra aquella petición de Santa Teresa, que también ella misma escuchará, en esta Solemnidad: "¡Oh ánimas bienaventuradas, que tan bien os supisteis aprovechar, y comprar heredad tan deleitosa...! Ayudadnos, pues estáis tan cerca de la fuente; coged agua para los que acá perecemos de sed"9.

II. En la Solemnidad de hoy, el Señor nos concede la alegría de celebrar la gloria de la Jerusalén celestial, nuestra madre, donde una multitud de hermanos nuestros le alaban eternamente. Hacia ella, como peregrinos, nos encaminamos alegres, guiados por la fe y animados por la gloria de los Santos; en ellos, miembros gloriosos de su Iglesia, encontramos ejemplo y ayuda para nuestra debilidad10.

Nosotros somos todavía la Iglesia peregrina que se dirige al Cielo; y, mientras caminamos, hemos de reunir ese tesoro de buenas obras con el que un día nos presentaremos ante nuestro Dios. Hemos oído la invitación del Señor: Si alguno quiere venir en pos de Mí... Todos hemos sido llamados a la plenitud de la vida en Cristo. Nos llama el Señor en una ocupación profesional, para que allí le encontremos, realizando aquella tarea con perfección humana y, a la vez, con sentido sobrenatural: ofreciéndola a Dios, ejercitando la caridad con las personas que tratamos, viviendo la mortificación en su realización, buscando ya aquí en la tierra el rostro de Dios, que un día veremos cara a cara. Esta contemplación trato de amistad con nuestro Padre Dios podemos y debemos adquirirla a través de las cosas de todos los días, que se repiten muchas veces, con aparente monotonía, pues "para amar a Dios y servirle, no es necesario hacer cosas raras. A todos los hombres sin excepción, Cristo les pide que sean perfectos como su Padre celestial es perfecto (Mt 5, 48). Para la gran mayoría de los hombres, ser santo supone santificar el propio trabajo, santificarse en su trabajo, y santificar a los demás con el trabajo, y encontrar así a Dios en el camino de sus vidas"11.

¿Qué otra cosa hicieron esas madres de familia, esos intelectuales o aquellos obreros..., para estar en el Cielo? Porque a él queremos ir nosotros; es lo único que, de modo absoluto, nos importa. Esta santa decisión tiene mucha importancia para los demás. Si, con la gracia de Dios y la ayuda de tantos, alcanzamos el Cielo, no iremos solos: arrastraremos a muchos con nosotros.

Quienes han llegado ya, procuraron santificar las realidades pequeñas de todos los días; y si alguna vez no fueron fieles, se arrepintieron y recomenzaron el camino de nuevo. Eso hemos de hacer nosotros: ganarnos el Cielo cada día con lo que tenemos entre manos, entre las personas que Dios ha querido poner a nuestro lado.

III. Muchos de los que ahora contemplan la faz de Dios quizá no tuvieron ocasión, a su paso por la tierra, de realizar grandes hazañas, pero cumplieron lo mejor posible sus deberes diarios, sus pequeños deberes diarios. Tuvieron errores y faltas de paciencia, de pereza, de soberbia, tal vez pecados graves. Pero amaron la Confesión, y se arrepintieron, y recomenzaron. Amaron mucho y tuvieron una vida con frutos, porque supieron sacrificarse por Cristo. Nunca se creyeron santos; todo lo contrario: siempre pensaron que iban a necesitar en gran medida de la misericordia divina. Todos conocieron, en mayor o menor grado, la enfermedad, la tribulación, las horas bajas en las que todo les costaba; sufrieron fracasos y tuvieron éxitos. Quizá lloraron, pero conocieron y llevaron a la práctica las palabras del Señor, que hoy también nos trae la Liturgia de la Misa: Venid a Mí, todos los que estáis trabajados y cargados, y Yo os aliviaré12. Se apoyaron en el Señor, fueron muchas veces a verle y a estar con Él junto al Sagrario; no dejaron de tener cada día un encuentro con Él.

Los bienaventurados que alcanzaron ya el Cielo son muy diferentes entre sí, pero tuvieron en esta vida terrena un común distintivo: vivieron la caridad con quienes les rodeaban. El Señor dejó dicho: en esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis unos a otros13. Esta es la característica de los Santos, de aquellos que están ya en la presencia de Dios.

Nosotros nos encontramos caminando hacia el Cielo y muy necesitados de la misericordia del Señor que es grande y nos mantiene día a día. Hemos de pensar muchas veces en él y en las gracias que tenemos, especialmente en los momentos de tentación o de desánimo.

Allí nos espera una multitud incontable de amigos. Ellos "pueden prestarnos ayuda, no solo porque la luz del ejemplo brilla sobre nosotros y hace más fácil a veces que veamos lo que tenemos que hacer, sino también porque nos socorren con sus oraciones, que son fuertes y sabias, mientras las nuestras son tan débiles y ciegas. Cuando os asoméis en una noche de noviembre y veáis el firmamento constelado de estrellas, pensad en los innumerables santos del Cielo, que están dispuestos a ayudarnos..."14. Nos llenará de esperanza en los momentos difíciles. En el Cielo nos espera la Virgen para darnos la mano y llevarnos a la presencia de su Hijo, y de tantos seres queridos como allí nos aguardan.

1 Antífona de entrada. — 2 Juan Pablo II, Homilía 1-XI-1980. — 3 Apoc 7, 9. — 4 Cfr. Apoc 7, 3-9. — 5 Juan Pablo II, Exhort. Apost. Christifideles laici, 30-XII-1988, 17. — 6 Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 40. — 7 San Josemaría Escrivá, Amar a la Iglesia, p. 67. — 8 Cfr. Juan Pablo II, Exhort. Apost. Christifideles laici, cit. — 9 Santa Teresa, Exclamaciones, 13, 4. — 10 Cfr. Misal Romano, Prefacio de la Misa. — 11 Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, n. 55. — 12 Aleluya. Mt 11, 28. — 13 Jn 13, 34-35. — 14 R. A. Knox, Sermón a los colegiales de Alli Hallws, 1-XI-1950.

* La Iglesia nos invita a levantar el pensamiento y a dirigir la oración a esa inmensa multitud de hombres y mujeres que siguieron a Cristo aquí en la tierra y se encuentran ya con Él en el Cielo. La fiesta se celebra en toda la Iglesia desde el siglo viii. En ella se nos recuerda que la santidad es asequible a todos, en las diversas profesiones y estados, y que para ayudarnos a alcanzar esa meta debemos vivir el dogma de la Comunión de los Santos.

Si desea adquirir los libros: http://www.palabra.es/buscar.asp?buscar=Hablar+con+Dios&tc=8501

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Santoral             (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

Rainero de Santosepulcro, Santo Confesor, 1 de noviembre  

Confesor
Noviembre 1

Etimológicamente significa "consejo". Viene da la lengua alemana.

Dice Pablo: " Somos embajadores de Cristo y os uplicamos en nombre de Cristo: ¡Reconciliaos con Dios! ¡Este es el momento favorable, este es el día de la salvación!

Raniero fue confesor en el siglo XIII.

En una pintura de Sassetta se ve una imagen de Raniero del Santosepulcro con su sayal franciscano y un rosario que sintetizan su vida entregada a la oración.

Todo santo que se precie de serlo encuentra en la oración el pulmón que le oxigena para estar vivo ante Dios.

Murió el año 11034.
Y resulta que apenas murió, una paralítica que se encomendó a su protección, quedó completamente curada.

Esta vivía en Cervia. Jamás había oído hablar del franciscano muerto con fama de santidad en los Apeninos.

Le decían los padres y amigos allegados al santo:"Encomiéndate a sus oraciones".

Este milagro no fue el único que realizó el santo franciscano. Hay muchos más que se le han atribuido a lo largo de los años.

Había nacido en Valtiberina, cerca del centro de Toscana y Umbría, Italia.

En esta última ciudad se veneran sus reliquias.
Debido a su humildad, nunca quiso ser sacerdote. Le parecía una dignidad muy superior a su sentido de sencillez que impregnaba su vida entera.
Fue, sin embargo, un lego ejemplar.

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Fuente: SagradaFamilia.net
Licinio (Lucinio) de Santo Obispo, Noviembre 1  

Licinio (Lucinio) de Santo

Obispo de Angers del siglo VII

Martirologio Romano: En Anjou, en Neustria, san Licinio, obispo, a quien el papa san Gregorio I Magno encomendó los monjes que se dirigían a Inglaterra (c. 618).

Nacido hacia el 540 y muerto alrededor del 618. conde de Anjou, atraído por la vida religiosa pero preocupado también por el porvenir del condado, aceptó prometerse; cuando su futura esposa se vio súbitamente afectada por la lepra, vio en aquel acontecimiento una señal del Cielo y abandonó sus funciones para convertirse en obispo de Angers.

Dando pruebas de una incansable devoción, iba personalmente a consolar a los enfermos y a las mujeres a punto de parir.

Y desde la ciudad de Angers, difunde la suavidad y pureza de sus costumbres y de su caridad como obispo santo, hasta su muerte.

San Lucinio, que había sido el XVII en el elenco episcopal de aquella diócesis, pronto fue venerado en Angers como el patrono de la ciudad.

Angers es la antigua capital de Anjou

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Fuente: Carmelnet.org / Carmelitas.info
Nuño de Santa Maria Alvares Pereira, Santo Carmelita, 1 Noviembre  

Nuño de Santa Maria Alvares Pereira, Santo

Fundador de la casa de Braganza, nació en Sernache de Bomjardím, Portugal, el 24.6.1360 del noble caballero D. Alvaro, Gran Prior de los Caballeros de San Juan de Jerusalén.

A los trece años entró a formar parte de la familia real. Quería ser célibe, pero, por obedecer a su padre, contrajo matrimonio en 1376 y tuvo tres hijos. Luchó denodadamente por los derechos de su patria, por la que es consiaerado "héroe nacional".

Este héroe portugués y carmelita fue el elegido por la providencia para liberar a su patria y conseguir su independencia.

Elegido también para que fuera su ejemplo y voluntad quien opusiera un dique a la desenfrena~a licencia de costumbres de aquellos tiempos.

Quien con su vida mortificada y austera condenara la molicie de la nobleza.

Quien con su profunda humildad reprobara el dominio de la altivez y soberbia.

Quien con su caridad hacia los pobres solventara los pavorosos problemas sociales que aquejaban al país.

El pueblo portugués, ya en vida, le llamaba "el santo Condestable", porque había comprendido que en el guerrero y en el heroico capitán se escondía el santo.

Su esposa murió en 1387 y él continuó ocupándose de la defensa de su patria.

El 1423, mandó construir un grandioso templo que confió a los carmelitas.

Ingresó en la Orden del Carmen, atraído especialmente por el culto que los carmelitas daban a la Virgen María y por lo bien que realizaban la liturgia.

Fue para todos los religiosos un perfecto modelo de observancia y de todas las virtudes.

Pasaba largas horas ante el Santísimo Sacramento, rezaba todos los días el oficio divino y asistía a cuantas misas podía.

Su última enfermedad fue breve y se vio rodeado del rey y de todos los magnates del reino, a quienes dirigió muy sentidas y edificantes palabras.

Murió el 1.4.1431.

Luego de su muerte recibía culto público, pero el Papa Urbano VIII (1623-1644), mediante una serie de decretos y disposiciones, quiso impedir abusos en la veneración de ciertos siervos de Dios que murieron con fama de santidad pero que no habían sido beatificados o canonizados por la Santa Sede. Al mismo tiempo ordenaba cómo debían tratarse las causas de canonización, además de prohibir que se continuase dando culto a aquellos que no había sido beatificados ni canonizados por la Santa Sede.

A finales del siglo XIX se introdujo la solicitud para la beatificación de Nuño de Santa Maria a fin de poder continuar con la práctica del culto al Santo Condestable. Se cumplieron todas las formalidades requeridas y el 15 de enero 1918, en sesión plenaria de los miembros de la Congregación de Ritos, se aprobaba , por aclamación unánime, el reconocimiento del culto al Beato Nuño de Santa María Alvares Pereira. El Santo Padre Benedicto XV, el día 23 del mismo mes, ratificaba la sentencia de la Congregación con el decreto Clementissimus Deus.

El día 13 de julio de 2003 fue abierto el proceso sobre la actualidad de la fama de santidad y del culto al Beato Nuño para la canonización. Dicho proceso se concluyó el día 3 de abril de 2004.

Mientras se está elaborando la Positio o Ponencia de dicho proceso, se ha hecho el proceso sobre una curación científicamente inexplicable quoad modum, atribuida a la intercesión del Beato Nuño como un presunto milagro. Dios quiera que el juicio de los expertos sea favorable y, aunque se haya de esperar el tiempo necesario para los trabajos, estudios y revisiones pertinentes, se llegue al reconocimiento de parte del Santo Padre y conceda la canonización.

Su espiritualidad

Según refieren sus biógrafos, sus costumbres fueron integérrimas.

Grande y firme su fe.

Acendrada su piedad, teniendo siempre sobre todas las aspiraciones a Dios y la Patria.

Devotisimo de la Virgen María, a cuya protección, después de Dios, atribuía todas las victorias; en reconocimiento, levantó muchas iglesias, dedicadas a María.

Observaba rigurosamente todas las leyes de la Iglesia, ayunaba todos los días prescritos y a pan y agua las vigi:ias de las festividades de la Virgen.

Casto en su triple condición de célibe, de esposo y de viudo, como lo atestiguan las crónicas de su tiempo.

Valiente y leal caballero en el campo de batalla, vivió sin man cilla en una corte corrompida entre las grandezas y honores que la vida le tenía preparados.

También fue admirable su caridad con los pobres, a quienes socorría con largueza viendo en ellos la imagen de Jesucristo.

Particularmente devoto del Santísimo Sacramento, preparándose siempre a la comunión con largas oraciones.

Una vez que vistió el hábito de carmelita su penitencia fue más rigurosa y ayunaba con mayor frecuencia.

Para satisfacer sus ansias de soledad, ocupó una celdilla en el lugar más apartado, de donde salía solamente para cumplir con sus devociones y caridad con los pobres.

Su culto fue confirmado por el Papa Benedicto XV el 23 de enero de 1918, y fue canonizado el 26 de abril de 2009 por S.S. Benedicto XVI.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina04
Austremonio de Armenia, Santo Obispo, 1 Noviembre  

Austremonio de Armenia, Santo

No sabemos con certeza mucho sobre este santo sino que fue misionero en Armenia, lo mismo que San Estremonio, y que se le venera como apóstol y primer obispo de Clermont.

Los historiadores discuten hasta la época en que vivió.

Según San Gregorio de Tours, fue uno de los siete obispos enviados de Roma a la Galia a mediados del siglo III.

Su culto se popularizó gracias a una visión que tuvo un diácono junto al sepulcro del santo, en Issoire.

Una fantasiosa leyenda de San Austremonio se fue desarrollando a partir del siglo VI. Según esta leyenda, el santo fue uno de los setenta y dos discípulos del Señor. Fue asesinado por un rabino judío, a cuyo hijo había convertido. El rabino le cortó la cabeza y la arrojó en un pozo. Los cristianos l descubrieron gracias al rastro de sangre que había dejado desde el sitio del asesinato hasta el pozo. Por ello se veneraba como mártir a San austremonio (el martirologio romano no lo considra mártir).

En Clermont se le venera todavía. Su cuerpo fue sepultado en Issoire.

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Cesario de Terracina, Santo Mártir, 1 Noviembre  

Cesario de Terracina, Santo

Existía en Terracina, Italia, la bárbara costumbre de que, en ciertas ocasiones solemnes, un joven se ofreciese voluntariamente en sacrificio a Apolo, que era el dios tutelar de la ciudad.

Tras un periódo en el que el pueblo satisfacía todos los caprichos del joven elegido, éste se ofrecía como víctima y se arrojaba al mar desde un acantilado.

Cesario, que era un diácono africano, presenció en cierta ocasión la escena, y no pudiendo contener su indignación, habló abiertamente contra tan abominable superstición.

El sacerdote del templo le mandó arrestar y le acusó ante el gobernador. Al cabo de dos años de prisión. Cesario fue condenado por el gobernador a ser arrojado al mar en un saco, junto con un sacerdote cristiano llamado Julián.

Aunque no sabemos qué fue lo que realmente sucedió, lo cierto es que los nombres de San Cesario y San Julián figuran en los martirologios primitivos.

En Roma hubo desde el siglo VI una iglesia consagrada a San Cesario, que es actualmente un título cardenalicio.

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Juan y Jacobo de Persia, Santos Mártires, 1 Noviembre  

Juan y Jacobo de Persia, Santos

Los santos Juan, Obispo, y Jacobo, presbítero, que fueron encarcelados durante el reinado de Sapor II y al cabo de un año consumaron su maritiro muertos por decapitación por espada.

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Jerónimo Hermosilla, Santo Mártir dominico, 1 Noviembre  

Jerónimo Hermosilla, Santo

Obispo y martiriza en Vietnam.

Nacido en La Calzada, en Castilla La Vieja, él entró en los dominicanos y fue enviado al Asia.

Fue primero a Manila, donde él se ordenó en 1828, y entonces fue enviado a las misiones en Vietnam.

Consagrado obispo, Jerónimo fue arrestado a través de autoridades Vietnamesas y torturado y horriblemente decapitado.

Su Santidad Juan Pablo II lo canonizó en 1988.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina04
Marcelo de París, Santo Obispo, 1 Noviembre  

Marcelo de París, Santo

Se cuenta que San Marcelo nació en París.

Sus padres no se distinguían por su alto nivel social, pero la santidad de Marcelo fue su mejor linaje.

El joven se entregó enteramente a la práctica de la virtud y a la oración, de suerte que, según su biógrafo (Venanzio Fortunato), parecía completamente desprendido del mundo y aun del cuerpo.

Prudencio, el arzobispo de París, viendo el carácter serio de Marcelo y los rápidos progresos que había hecho en las ciencias sagradas, le ordenó de lector y más tarde le hizo archidiácono suyo.

A partir de entonces, el santo realizó, según se dice, muchos milagros. Cuando murió Prudencio, Marcelo fue elegido unánimemente para sucederle.

Se dice que, con su autoridad y sus oraciones, defendió a su grey contra las invasiones de los bárbaros. Su biógrafo refiere milagros extravagantes, entre otros, una señalada victoria sobre un dragón. Pero, como comenta Alban Butler,"la veracidad de estos hechos depende de la del autor, quien escribió cien años después y, siendo extranjero, debió fiarse de hablillas y leyendas populares".

San Marcelo murió a principios del siglo V. Su cuerpo fue sepultado en la catacumba de su nombre en la ribera izquierda del Sena; actualmente ese distrito es un suburbio de París y se llama Saint-Marceau

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Pedro Almató Ribera, Santo Mártir, 1 Noviembre  

Pedro Almató Ribera, Santo

En la diócesis catalana de Vic está el pueblo de San Feliu Saserra, en donde el año 1830 vio la primera luz el que habría de ser sacerdote misionero dominico y mártir de Vietnam, Pedro, en el seno de la familia Almató y Ribera. Entró como dominico en el convento de Ocaña en 1847.

Después de hacer el noviciado y unos años de estudiante en los que se entregó plenamente a la santificación y al estudio, antes de terminar los estudios institucionales de la Orden, fue enviado a Filipinas, donde pronto recibió la ordenación sacerdotal, en Manila, y el año 1855 partió para las ansiadas misiones de Vietnam.

Fue hecho prisionero, junto con otros misioneros y llevado en medio de múltiples tormentos a la capital en donde, tras largos interrogatorios por el cruel Tu-duc, fue condenado a morir y el mismo día que cumplía 31 años de edad recibió la palma del martirio, al rodar la cabeza por el suelo, era el año del Señor 1861.

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Fuente: Vatican.va
Teodor Romza, Beato Obispo y mártir, 1 Noviembre  

Teodor Romza, Beato

Obispo y administrador apostólico de Mukacevo (1911-1947). Mártir

Nació el 14 de abril de 1911 en Velykyj Bychkiv, en la región subcarpática, perteneciente al imperio austro-húngaro, en el seno de una familia numerosa y modesta, pero sumamente religiosa.

Su obispo lo envió a Roma para realizar los estudios eclesiásticos (30 de octubre de 1930). Vivió en el Colegio Germánico-húngaro y estudió en la Pontificia Universidad Gregoriana. En 1934, habiendo decidido desempeñar su ministerio sacerdotal en Rusia, se trasladó al Pontificio Colegio Ruso.

Recibió la ordenación sacerdotal el 25 de diciembre de 1936. En julio de 1937 volvió a su país para hacer el servicio militar obligatorio. En 1938 fue nombrado administrador de las parroquias de Bereszova y Alsóbisztra; en 1939, director espiritual del seminario de Ungvár y profesor de filosofía en la Academia.

En 1944 fue nombrado obispo auxiliar del administrador apostólico de Mukacevo; recibió la consagración episcopal el 24 de septiembre de ese año.

En 1946 fue nombrado administrador apostólico de dicha circunscripción eclesiástica. No se amedrentó frente a las graves e insistentes amenazas de los comunistas, que no toleraban la actividad de la Iglesia greco-católica y estaban decididos a aniquilarla y a cancelar todos los vínculos de la Iglesia ucraniana con la Santa Sede, propugnando su adhesión a la Iglesia ortodoxa rusa.

El proyecto comunista se vio frenado por la firmeza del prelado. Después de muchas vejaciones físicas y morales, el 27 de octubre de 1947 sufrió un grave atentado automovilístico. Fue ingresado en el hospital de Mukacevo, en el que murió envenenado el 1 de noviembre de 1947.

Texto reproducido con autorización de Vatican.va

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_Fuente: Dominicos.org
Valentín de Berri Otxoa, Santo Obispo y mártir, 1 de noviembre  

Valentín de Berri Otxoa, Santo

Obispo y Mártir Dominico

Martirologio Romano: En la ciudad de Hai Duong, en Tonquín, santos mártires Jerónimo Hermosilla y Valentían Barrio Ochoa, obispos, y Pedro Almató Ribeira, presbíteros de la Orden de Predicadores, que fueron decapitados por orden del emperador Tu Duc (1861).


Etimológicamente: Valentín = Aquel que tiene buena salud y es vigoroso, es de origen latino.

 


El 14 de febrero de 1827 nace Valentín en la villa vizcaína de Elorrio, hijo de Juan Isidro de Berrio-Otoxa y de Mónica de Arizti y Belar.

Nada extraordinario queda registrado con respecto a su nacimiento o a sus primeros años de vida. Es un niño más en un pueblo vizcaíno de comienzos del siglo XIX: primeros pasos en la escuela (parece que es un muchacho despierto, inteligente, ávido de saber), ayuda a su padre en la carpintería, participa de los juegos de pelota en el frontón, presta servicio de monaguillo en el convento de las dominicas de Santa Ana, en Elorrio, y aprende a tocar el txistu y a bailar el aurresku, como todos los jóvenes de su época.

Su tarea de monaguillo le pone en contacto con la Orden, y a través del capellán de aquel monasterio conoce las historias de los misioneros en tierras lejanas. Con tal motivo muestra por primera vez su interés por ser fraile dominico.

Valentín pasa su adolescencia en su casa ayudando a su padre a sacar adelante a la familia contribuyendo con su trabajo en la carpintería.

A los 15 años le dice a su padre que quiere ser sacerdote. La economía familiar no está para alegrías y debe quedarse: se le necesita en la carpintería. Así pasan tres años. En otoño de 1845 ingresa por fin en el seminario de Logroño donde recibe su primera formación en filosofía y teología. A los cinco años, su padre le reclama: no puede seguir costeando sus estudios en el seminario.

En 1850 el curso en el seminario comienza con Valentín en su casa. Sus formadores y profesores no están conformes. No pueden dejar perder un buen alumno y un buen sacerdote sólo por motivos económicos.

Así que Valentín regresa, y en poco tiempo recibe los ministerios y la posibilidad de costearse sus estudios con su trabajo. En 1851 es ordenado sacerdote.

Durante dos años desempeña tareas apostólicas tanto en el seminario, como director espiritual, como en varias parroquias de la ciudad.

Su carácter jovial y su entrega a los demás comienza a ser apreciada y valorada entre sus feligreses.

Sigue dándole vueltas a la idea de ser fraile dominico. Tras unos ejercicios espirituales y después de mucho pensar, Valentín marcha en 1853 al noviciado de Ocaña, único convento dominicano que podía recibir novicios en aquellos años. No le cuenta nada a sus padres hasta haber entrado en la Orden.

Tras un año de noviciado pasará dos años mas en Ocaña estudiando, predicando, orando, haciendo suyo el estilo de vida de los dominicos y preparándose para la labor misional.

En 1856 parte para Sevilla con otros 8 dominicos. Desde allí se dirigirán a Cádiz para embarcar hacia Manila, donde llegarán en junio de 1857. Allí permanece seis meses estudiando el idioma anamita para ir a predicar a Tonkin, el actual Vietnam.

El viaje que le llevaría a su destino se alargó durante tres meses. Eran tiempos de persecución en los que el pillaje, la destrucción de Iglesias y el apresamiento, tortura y asesinato de frailes y catequistas se intensificaba. Valentín se encuentra con Melchor García Sampedro y con Jerónimo Hermosilla, ambos dominicos y obispos. La vida de los misioneros es dura: miedo, clandestinidad, huída constante, austeridad.

Escribe cartas a su madre para contarles lo que pasa, siempre suavizándolo para que no se preocupen demasiado. Se está, se están jugando la vida. El obispo Sampedro le elige como su sucesor. Valentín acepta a regañadientes. No podía negarse, la disponibilidad era una de las características más propias de su carácter. Pero...ser obispo significaba en esas circunstancias convertirse en continuador de los apóstoles, predicador y testigo del Evangelio en tiempos inclementes, despiadados, animador de comunidades perseguidas, de cristianos que con la fe se jugaban la vida.

Tres años duró su ministerio. Años de huídas, hambre, disfraces, noticias de muertes y apresamientos, redacción de cartas e informes dando cuenta de tanto dolor, de tanta miseria, también de tanta esperanza recia y probada. Valentín es un relator fiel de lo que sucede.

Sus cartas son un testimonio de primera mano y rico en detalles sobre la violencia padecida por las comunidades y los frailes que las atienden. Él también es denunciado y apresado con Hermosilla, un catequista y otro dominico de origen catalán.

El ritual es conocido: interrogatorio, tortura, invitación a la delación, renuncia a la fe. También el resultado: condena a muerte por decapitación. La sentencia se cumple el 1 de noviembre de 1861. Valentín tenía 34 años.

El resto fue fácil. La noticia del martirio corrió con rapidez. Se solicitó el traslado de los restos del mártir a Elorrio, a donde llegaron en 1886, para ser enterrados en la parroquia de esa localidad.

Nada extraordinario hay en toda esta historia. Ningún hecho espectacular jalona esta vida, de por sí toda ella, en su conjunto extraordinaria. Extraordinaria por su sencillez, por la hondura de sus convicciones, por el arraigo de su fe, por la nobleza y rectitud de su carácter. Pero sobre todo, y este es quizá uno de sus rasgos más notables de su semblanza, por lo profundo e irrenunciable de su compasión: "se me saltan las lágrimas cuando veo a un hombre sufrir".

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina04
Vigor de Bayeux, Santo Obispo, 1 Noviembre  

Vigor de Bayeux, Santo

Vigor nació en Artois, en la Francia septentrional, y vivió en la época de Childeberto I.

Su padre le confió a San Vedasto de Arras para que le educase. Pero Vigor, temiendo que su padre no le permitiese ser sacerdote, huyó con otro compañero y se ocultó en el pueblecito de Ravière, cerca de Bayeux.

Ambos amigos predicaron ahí e instruyeron al pueblo. Después de su ordenación, San Vigor extendió el campo de su ministerio.

El año 513, murió el obispo de Bayeux, y San Vigor fue elegido para sucederle. Viendo que algunos adoraban todavía a un ídolo de piedra en una colina de las afueras de la ciudad, el santo derribó el ídolo y construyó una iglesia en ese sitio, al que dio el nombre de Colina de la Unción.

Cuando el conde Bertulfo se cayó del caballo y se rompió la nuca, el santo vio en ello un juicio de Dios, pues el conde había pretendido apoderarse de la colina.

El pueblecito de Saint-Vigueur-le Grand, en las proximidades de Bayeux, toma su nombre de San Vigor, quien construyó ahí una abadía.

Los normandos dedicaron dos o tres iglesias a San Vigor en Inglaterra.

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Fuente: Iberopuebla.edu.mx
Rupert Mayer, Beato Se opuso al nazismo, 1 Noviembre  

Rupert Mayer, Beato

El P. Rupert Mayer s.j. fue una persona que supo sostener sus convicciones. Al terminar la educación secundaria indicó a su padre que él deseaba ser jesuita. Como él le pidiera que se ordenara antes de sacerdote, estudió filosofía y teología. Ordenado, durante un año se desempeñó como Vicario en una parroquia. Ingresó a la Compañía en el Noviciado de Feldkirch, Austria, el 1 de octubre de 1900.  Más tarde él mostraría igual firmeza en la oposición al Movimiento Nacional Socialista de Adolfo Hitler.

El Padre Mayer fue destinado en 1912 a Munich y ahí dedicó el resto de su vida. Respondía a las necesidades de la gente moviéndose en la ciudad en búsqueda de empleos para los cesantes. Reunía alimento y ropa, y buscaba trabajos y casas.

El campo de su acción cambió al entrar Alemania en la Primera Guerra mundial. El P. Ruper Mayer ingresó al ejército como voluntario. Primero fue capellán en un Hospital y después acompañó a los soldados en las campañas de Francia, Polonia y Rumania. Se distinguió por su valor al animar a los soldados que estaban en las primeras líneas de las batallas. Fue condecorado, por su valentía, con la Cruz de Hierra en diciembre de 1915. Su permanencia en el ejército terminó abruptamente cuando su pierna izquierda fue  malamente herida el 20 de diciembre de 1916, debiendo ser amputada.

Él regresó a Munich, donde la gente sufría las consecuencias de la guerra. Y una vez más, el infatigable jesuita se movió entre la población tratando de ayudar a todo el que tuviera necesidad. Como Asesor de la Congregación Mariana de hombres debió multiplicar su trabajo al aumentar extraordinariamente el número de congregantes y tener que predicar hasta 70 veces en el mes. Él introdujo las Misas dominicales en los terminales ferroviarios para conveniencia de los viajeros. Si Munich hubiera sido una única parroquia, él, sin duda, era el párroco de todos.

Cuando los Movimientos comunista y socialista crecieron, el P. Rupert Mayer asistió a sus "meetings" e incluso participó con sus sermones contradiciendo a los oradores, sosteniendo los principios católicos y mostrando lo que él veía de equivocado en lo que los otros decían. De una manera especial se opuso a los esfuerzos que hacían los partidarios de Hitler para llevarlo al poder. Y él siempre sostuvo que un católico no podía dar su nombre al Nacional Socialismo. Pero más que una instancia política, la suya era una respuesta a lo que él veía de mal.

Con la designación de Hitler como Canciller del Reich, en enero de 1933, comenzó en casi toda Alemania el movimiento contra las iglesias y las escuelas católicas. Y el P. Mayer usó el púlpito de la iglesia jesuita de San Miguel, en el centro de Munich, para denunciar la persecución.

El 16 de mayo de 1937 la Gestapo le ordenó terminar con sus predicaciones en público, porque ella no podía seguir tolerando su influencia cada día mayor entre el pueblo. Él obedeció, excepto en lo que se refería al interior del templo, donde continuó predicando. Fue arrestado el 5 de junio y puesto en prisión, la primera de tres veces. Estuvo en la Prisión de Stadelheim hasta que el tribunal, seis semanas después, le suspendió la sentencia.

Los Superiores, entonces, le pidieron cautela, pero él continuó defendiendo en el púlpito a la Iglesia de los ataques de los Nazis. Y de nuevo fue arrestado y la sentencia le fue diferida por varios meses, hasta que una amnistía general lo dejó libre. Regresó a Munich y, en pequeños grupos continuó su trabajo.

Los Nazis lo arrestaron de nuevo el 3 de noviembre de 1939, a pesar  de que él tenía ya 63 años de edad. Y lo enviaron al campo de concentración de Oranienburg-Sachsenhausen, cercano a Berlín. Después de siete meses en ese campo, su salud empezó a deteriorarse, tanto que hasta los oficiales a cargo del campo temieron por su vida. Y ellos no querían hacer un mártir de ese popular sacerdote. Lo llevaron entonces a la Abadía benedictina de Ettal, en los Alpes bávaros, donde quedó confinado hasta que los soldados americanos lo liberaron en mayo de 1945.

El Padre Rupert Mayer volvió de inmediato a Munich y reasumió su ministerio sacerdotal en la iglesia de San Miguel. Pero los años pasados en prisión lo habían debilitado en gran manera.

El 1 de noviembre de 1945, en la fiesta de Todos los Santos, sufrió un fuerte ataque cardíaco mientras celebraba la Misa en su iglesia de San Miguel. Perdió el conocimiento y murió poco después.

Su causa de canonización empezó en marzo de 1950 y fue beatificado el 3 de mayo de 1987 por el Papa Juan Pablo II en el Estadio Olímpico de Munich.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Omar (Audomaro), Santo Obispo, 1 de noviembre  

Omar (Audomaro), Santo

Obispo

Martirologio Romano: En el territorio de Théouranne, en Flandes, san Audomaro, que, siendo discípulo de san Eustasio, abad de Luxeuil, fue elegido obispo de los Marinos y renovó allí la fe cristiana (c. 670).

 


El nombre de San Audómaro resulta más familiar y conocido en su forma francesa de Omer, ya que en Francia existe la ciudad de Saint-Omer donde estuvo, en tiempos de la persecución religiosa en Inglaterra, el famoso colegio de jesuitas que mantuvo bien provista la misión inglesa, colegio aquél que, posteriormente, quedó en manos del clero seglar y donde murió Alban Butler que fue su director durante algún tiempo.

El lugar de nacimiento de Omer no estaba lejos de la ciudad de Coutances. Todas las preocupaciones de sus padres se concentraron en él, y la educación del joven fue su cuidado primordial. Omer respondió bien a las esperanzas que habían sido puestas en él, progresó rápidamente en los estudios, manifestó su inclinación hacia la vida religiosa y, a la muerte de su madre, ingresó en el monasterio de Luxeuil. San Eustaquio, que había sucedido al fundador San Columbano en el gobierno de aquella casa, acogió amablemente al joven y a su padre, que le acompañaba; ambos fueron admitidos y, a su debido tiempo, padre e hijo hicieron juntos su profesión religiosa. La humildad, devoción, obediencia y pureza de costumbres que demostró poseer el joven desde un principio, le distinguieron entre sus hermanos, aun en aquel hogar de santos.

Con el correr del tiempo, se supo que Thérouanne, la capital de los morini, tenía gran necesidad de un pastor celoso y enérgico para que guiara a sus habitantes por el buen camino. Aquella comarca, que comprendía lo que ahora conocemos con el nombre de Pas-de-Calais, se hallaba bajo la égida del vicio y el error, y el rey Dagoberto buscaba afanosamente a una persona bien calificada para restablecer la fe y la práctica de las reglas de moral que predica el Evangelio. San Omer, que hacía veinte años era monje en el convento de Luxeuil, fue señalado como el hombre capaz de desempeñar la ardua tarea y, San Acario, obispo de Noyon y Tournai, se lo recomendó al rey, de manera que, alrededor del año 637, Omer, que se hallaba feliz y contento en su retiro, fue súbitamente obligado a abandonar su soledad. Al recibir la orden, hizo este comentario: "¡Qué enorme diferencia hay entre la segura rada en la que ahora me encuentro anclado y ese mar tempestuoso al que me empujan, contra mi voluntad y sin ninguna experiencia!"

La primera tarea de su ministerio pastoral como obispo de Thérouanne fue el restablecimiento de la fe, con toda su pureza, entre los pocos cristianos que encontró y cuya reforma fue un trabajo tan difícil como la conversión de los idólatras. A pesar de los obstáculos, fue inmenso el éxito de sus labores, y se puede afirmar que dejó su diócesis al mismo nivel que las más florecientes de Francia. Sus sermones, llenos de fogosa elocuencia, eran irresistibles, pero su vida ejemplar era una prédica todavía más poderosa, puesto que alentaba a los demás a prodigarse para dar de comer a los pobres, consolar a los enfermos, reconciliar a los enemigos y servir a todos, sin otro interés que el de su salvación y la mayor gloria de Dios. Ese era el carácter del santo obispo y de todos los que trabajaban bajo su dirección. Entre sus principales colaboradores figuraban San Momolino, San Beltrán y San Bertino, tres monjes a los que San Omer sacó de Luxeuil para que le ayudasen. La asociación de estos cuatro santos se relata y discute en el artículo dedicado a San Bertino, el 5 de este mes. Junto con ellos, San Omer fundó el monasterio de Sithiu, que llegó a ser uno de los grandes seminarios de Francia. Las biografías de San Omer relatan una serie de milagros no muy convincentes que se le atribuyen. Durante sus últimos años de vida, estuvo ciego, pero aquella aflicción no le causó ningún abatimiento ni disminuyó su preocupación pastoral por su grey. Otro de sus biógrafos dice que, cuando San Auberto, obispo de Arras, trasladó las reliquias de San Vedast al monasterio que había construido en su honor, San Omer estaba presente y, en aquella ocasión, recuperó la vista durante algún tiempo. Es probable que San Omer muriese poco después del año 670.

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Benigno, Santo Mártir, 1 de noviembre  

Noviembre 1

 

Etimológicamente significa "bueno". Viene de la lengua latina.

No hace mucho, ante esta sociedad de consumo que da culto al cuerpo, el Papa Juan Pablo II decía que el hombre que tiene el corazón endurecido y la conciencia deformada, aunque tenga plenitud de fuerzas físicas, es un enfermo espiritual y es preciso hacer cualquier cosa para devolverle la salud del alma.

Lo que sabemos de san Benigno se debe al bisabuelo de Gregorio de Tours, que desempeñó pastoralmente el episcopado de Dijon en los años 507-540.

El nos explica y enseña cómo nació el culto a san Benigno:"Había entonces en el cementerio de esta ciudad un sarcófago que contenía los huesos ante los cuales venían a rezar los campesinos".

Pensando que era una tumba pagana, mi abuelo quiso quitarla, pero una visión del cielo le reveló que eran los huesos del primer obispo de Dijon, que merecían, por tanto, los más grandes honores.

El antepasado de Gregorio se apresuró en construir, para colocar las preciosas reliquias, una basílica a la que iban muchos peregrinos.
Veinte años más tarde, se escribió una obra de teatro o Pasión que contaba la vida y la muerte del "buen santo", fundador de la Iglesia de Dijon.

Nació en Esmirna en el siglo II, y fue san Policarpo, obispo de esta ciudad, el que lo envió a convertir a Francia.

Benigno desembarcó en Marsella y empezó a evangelizar la región de Autun.

Después prosiguió su camino y fue convirtiendo a muchos paganos al cristianismo.

Terminó por establecerse en Dijon. Llevó a cabo un apostolado fructífero.

Los paganos lo culparon de que hacía magia y lo sometieron a muchos tormentos.

Lo llevaron ante los ídolos. Estos se convirtieron en humo. Entonces lo encerraron el cárcel con perros rabiosos. Se hizo amigo de ellos.
Acabaron con él martirizándolo

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

 

Mensajes anteriores en: www.iesvs.org

 

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